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Berlín describe
evolución del
concepto belleza en
diseño con objetos
siglo XX
El Museo de las Cosas de Berlín repasa la evolución de los conceptos de
funcionalidad y belleza en cuanto al diseño de los objetos cotidianos en
una muestra que documenta tanto el espíritu de cada época como los
cambios sociales ligados a la invención de algunos de esos utensilios.
Desde inmensos sillones tallados en madera, a las primeras vajillas de porcelana, unas rudimentarias tijeras, el
tabaco para mujeres, fiambreras de plástico, lámparas de metal o jarrones de Ikea, todo tiene cabida en esta
colección, recopilada durante más de cien años por una asociación de artistas, diseñadores y empresarios
industriales alemanes, el Werkbund.
El recorrido histórico no sólo permite documentar el pasado europeo y la innovación tecnológica a través de
baúles, jarrones y cafeteras sino relatar el devenir de una sociedad en continuo movimiento y cambio social a
través del diseño industrial alemán.
Las aristocráticas jarras de
bronce, los transistores
producidos en masa o los
modernos ordenadores
portátiles fueron elevados al
concepto de arte por los
intelectuales y empresarios del
Werkbund, como paradigmas
del diseño, por su funcionalidad
y belleza, de acuerdo con los
parámetros de una determinada
época.
Los juegos de té con el emblema de los Juegos Olímpicos de 1936 o los vasos y banderolas con símbolos del
régimen nacionalsocialista son algunos de los elementos englobados con el lema 'Kitsch nazi'.
El Museo de las Cosas, inaugurado este verano con motivo del centenario de la asociación, muestra a su vez las
diferencias que separaron, incluso en el diseño de objetos cotidianos, a las dos Alemanias antes de la
reunificación de 1990.
Los nostálgicos de la extinta República Democrática Alemana (RDA) podrán redescubrir productos propios de
esta época, desde dentífrico, crema para las manos y el tradicional muñeco navideño Sandmann o los típicos
sombreros de espías, los emblemas políticos o los retratos del ex jefe de Estado Erich Honecker.
Uno de los apartados que mejor documenta los cambios sociales a través de los objetos es el dedicado a los
souvenirs. Conforme mejoraban los medios de transporte, aumentaba el poder adquisitivo y se popularizaba el
arte de viajar, proliferaron los ya corrientes objetos de recuerdo, que no lo eran tanto hace 60 años.
Un grabado de un koala o de una pagoda china, un busto de Juan Pablo II, una reproducción en miniatura de una
esfinge egipcia, una torre Eiffel o un cenicero con la imagen de la sirenita de Copenhague son algunos de los
elementos más 'kitsch' que recupera la muestra del Museo de las Cosas.
El cuerpo humano también es objeto de interés, desde el punto de vista del diseño, para los intelectuales del
Werkbund que aglutinan en su colección desde modelos anatómicos de pies y manos, a los bustos de las
primeras maniquíes para sombreros o pelucas, las estilizadas Barbies y el simpático y rechoncho muñeco de
Michelín.