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Fontanarrosa y el secreto de las mejores malas palabras

“¿Por qué son malas las palabras? ¿Les pegan a las otras? ¿Son malas porque son de mala
calidad?”, se preguntó el narrador y humorista rosarino, que jugó de local y se llevó aplausos y
carcajadas del público.
Quién diría que la mesa que parecía un complejo trabalenguas –“Español internacional e
internacionalización del español”– se terminaría transformando en una de las favoritas de los participantes
y de quienes siguen de cerca las múltiples actividades del Congreso. El Negro Fontanarrosa, con la
ventaja de jugar de local, se puso al público en el bolsillo con sus reflexiones, humoradas y misceláneas
sobre las malas palabras. Algunos de los panelistas estaban muertos de risa, como el periodista español
Juan Luis Cebrián. El escritor mexicano Federico Reyes-Heroles señaló que se sentía sorprendido por la
primacía de la audiencia femenina. Y, cuando le llegó el turno, el Negro replicó a su colega: “Lo que es no
conocer esta ciudad de bellas mujeres y fútbol”. La intervención de Fontanarrosa, acaso la menos
académica del III Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), fue sin duda una de las más
lúcidas, por la manera en la que dejó flotando un puñado de preguntas ineludibles entre la audiencia. Y lo
notable, como en sus cuentos, es que el Negro hizo reír a carcajadas limpias a la mayoría de los
espectadores: no leyó, y aunque se llevó un machete, prescindió de sus apuntes manuscritos porque se
había olvidado los anteojos. “Se me ocurrió hablar sobre las malas palabras”, comenzó, distendiendo el
ambiente del teatro El Círculo. “No sé qué tiene que ver con esto de la internacionalización, pero una
persona que logra decir correctamente esta palabra puede subir al escenario y hablar”.
“Lo que he insultado cada vez que se me va un texto de la computadora”, confesó Fontanarrosa. “Me ha
tocado acompañar a la Selección Argentina en Latinoamérica y, entre los insultos que nos gritaban en
Paraguay, nos decían ‘comegatos’, que en realidad es un rosarinismo”, bromeó el escritor y humorista
gráfico. Según el autor de Usted no me lo va a creer, el Congreso es el ámbito apropiado para plantearse
preguntas como el sentido que tienen las malas palabras. “Yo casi siempre hablo desde el
desconocimiento”, aseguró el Negro. “¿Por qué son malas las palabras? ¿Les pegan a las otras? ¿Son
malas porque son de mala calidad?”, se preguntó. “Tienen actitudes reñidas con la moral, pero no sé
quién las define como malas palabras, pero parecen los villanos de la película.” Fontanarrosa opinó que
las “palabrotas” con aumentativos no dejan de ser un reconocimiento. “No hago una defensa incondicional
y quijotesca de las malas palabras: algunas me gustan, otras no”, aclaró, y recordó que su padre era un
“malhablado” porque provenía del deporte y usaba muchas malas palabras. Además, pidió que se siguiera
empleando “bocasucia”, una antigua manera de decir que alguien puteaba.
“A veces culpamos a los jóvenes porque usan un vocabulario estrecho, pero no me preocupan que
insulten permanentemente, lo que me preocuparía es que no tuvieran una capacidad de transmisión y
expresión”, advirtió Fontanarrosa. “Las malas palabras sirven mucho para expresarse”, explicó. “También
se dice que el idioma es vulgar. No sé quién define lo que es vulgar o no. Tampoco sé cuál es el origen de
las malas palabras.” Y mencionó expresiones del tipo “habla como un carrero” o “palabras subidas de
tono”. “Las malas palabras brindan otros matices y hay algunas que son irreemplazables: no es lo mismo
decir que una persona es tonta o pelotuda. Tonto puede ser una disminución neurológica agresiva, pero el
secreto de la palabra pelotudo está en la letra ‘t’”, agregó el escritor rosarino. “Mierda es una palabra
también irreemplazable. El secreto está en la ‘r’ fuerte, porque en otros lugares es más débil, como la
pronuncian los cubanos, que la hacen más suave, como los chinos.” A esta altura, todos reían, aplaudían
y zapateaban contra la prolija alfombra roja del teatro. Finalmente, exigió que se reflexionara sobre la
condición terapéutica de las malas palabras, que sirven para descargarse, según se lo aconseja su
psicoanalista. “Pido una amnistía para la mayoría de las malas palabras e integrémoslas al lenguaje.”
El escritor y periodista Juan Luis Cebrián inició su formidable intervención con una cita de Alejo
Carpentier: “Remontar el Orinoco es como remontar el tiempo”. Para el fundador de El País de España la
palabra le da uniformidad al crisol de etnias, culturas y sensibilidades del mundo hispanohablante. “El
castellano es una lengua poderosa que no está en peligro”, afirmó y pronosticó que para el año 2050, el
castellano superará al inglés en el mundo. “El castellano es una lengua de comunicación internacional
empleada en ámbitos académicos, en la diplomacia e incluso en los negocios, pero es cierto que hay que
potenciar el uso del español en la investigación científica y que la presencia del idioma en la red sigue
siendo muy deficiente y no se corresponde con la extensión física y demográfica.”
“La humanidad es palabra, desde el Génesis y Aristóteles, palabra articulada, y ésa es la base de nuestra
civilización”, subrayó el escritor y periodista español. Algunos temen que la globalización acabe con la
diversidad cultural y el pluralismo de la sociedad. Cada vez menos se distingue entre el español de
España y de América”, advirtió Cebrián. “El destino de todas las lenguas es ser violadas y penetradas y
esto nos obliga a insistir en la pertinencia de la norma y también en la necesidad de tener una mentalidad
abierta ante el español”, sostuvo el escritor. “El castellano del siglo XXI será lo que Latinoamérica quiera
que sea.”

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