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SOBRE UN MUCHAGHO INDOLENTE Y PEREZOSO* Tave ocasiéa de pasar una semana, dueante el otoiio, en el viejo pueblito de Coire 0 Chus, ea lot Grisons, donde yace enterrado ese antiquisimo zey, santo y mir- tir inglés Lucio,’ quien fundara la iglesia de San Pedco en Cornhill. Poca gente presta atencién a la iglesia hoy cia ¢ incluso menos han ofdo bablat del santo, En la catedral de Chut aparece su estatua rodenda por otras personas santificadas de su familia, Alli esti, con cefii- dos pantalones rojos, un hébito romano, una rizada ‘barba castaia y una corona y up cetro pequetios, pulcros y dorados, una imagen muy donosa y alegre, Dada lo que lamazé su posicién peculiar eospecto a Cornhill, contemplé esta figura de San Lucio con mas interés de! gue habria concedido a personajes que, jerizquicamente, ‘me attevo a llsmar sus superiozes Esta hermosa y pequeiia ciudad se eneuentsa, por asi decitlo, en cl fia del mundo, del mundo actual, el raundo de movimiento répido, de fesrocarsiles presu- 0808 y de comercio ¢ intereambio entre los hombres. Desde la puerta norte el camino de hiereo se exticnde * Towado de W. Peacock (comp), Sesied Bagch Bryn, Oxford Univer Pres, Lames, 196, pp 43nd * Stow ata le amcrpcen nin custome 1 meta foetmente ence denida zo I iglesia de San Pedro, Cora, 7 ie: "seg alguns rinses fue ented en Loner 9" een ty en Clousetee Pere Inve ncorseciin de ernie $ Afar Buse, te Vida a on, Boy Murray en su Cas, a iis dessin de Chon, steeran que 1s fue ecesine a yw tum con on pins (A ol) 121 hacia Zurich, Basilea, Paris y el hogar. Desde las viejas bbarreras meridionales, ante las cuales luye un pequeiio tio, y alrecledor de Ins cuales xe extiendeo las desmoro- nadas mutallas almenadas de la ciudad antigua, el camino soporta la lenta diligencia 0 el externa tardo que bordea el poco profundo Rhin, va por las gargan- tas de la Via Mala y poco después sobre ef Spltigen hasta las costas del Como En raras ocasiones he visto un lugar mis exquisico, hermoso, calmo y pastoral que este pequeiio y remote Chur. 2Qué necesidad tienen Jos habitentes de muros y tesraplenes, excepto para construie viviendas dle vert no, sembrar vides y colgar « secar la ropa? Ningin enemigo se acerca a las grandes puertas en desmorone- miento; sélo al amanecer las vacas pasan por alli mugiendo, las mozas de la alcea charlan alegres alzede- dor de las fuentes y batbotean como la siempre volukle cortiente que Auye al pie de los viejos muros. Los escolapios, de libro y morzal, en uniformes impeca- bles, marchan hacia le escuela, para regresar luego en el tiempo establecido. En el pueblo hay une cafeteria y ‘veo cémo entra en ella un ancianc cabaliero, Hay tien- as al parecer sin clientela, y los ociosos comerciantes ‘miran por sus pequetios eseaparstes a ese solitatio ex- trafio que lentamente pasen por all, Hay un puesto con canasias llenas de curoses uvas negras y de manzanas, asi como un comescio bastante zetivo con media do- cena de pilluelos que to todean. Pero, aparte de esto, apenas se dan conversaciones © movimiento en la calle, [Nadie esté en Ia libreria, “Si tuviers In bondad de te- resar ea una hora”, dice el banquero, la baca Ilene Je comida a la una de la tarde, “le daré su dinero”, Nase 122 hay en el hotel a excepcidn de la duefia, los amables mesetos, el joven y activo cocinero que nos atiende. Nadie esti en la iglesia protestante (jah, extrafia situa- ion, ¢] que los dos credos vivan aqui en paz!) nadie en Te catilica, hasta que el sactistin, desde su eémoda vi vienda en el strio eatedzalicio, descubre sl vinjero observando los monstruos y las eolumess ante ¢) anti- guo arco de dientes alilados de su catedral. Apazece enronces (con Iz pasibilidad de una remuneracion a ba vista), abze ia puerta y nos muestra fa venerable iglesia, Jas curiotas reliquias que estén en la sacristia y le antigua vestimenta (ina neges capa pluvial de ietciopelo, entre ‘otras tanieas, tan fiesca como lo estuviera ayer, regale da por se otable “pervertido” que fue Enrique de Navarra y Francia), asf como la estatua de San Lucio, constructor de Ia iglesia de San Pedto en Cornhill. iQué pueblito més tranguilo, amable, primoroso, placentero ¥ hermoso! :Ha estado dormido por cien- tos y cientos de afios, y vended a despertarlo el joven y enéegico Principe de los Reinos Sidézeos en su catmuaje estruendoso tirado por un buérdor clefante de aceto? ‘Tiempos bubo en que debieron darse aqui vida y bulli= cio y comercio, Esos muros vastos y venezables 29 fuezon construidos pata mantener fuera a las vacts y st hombres armados, diigidlos por fieros capitanes, que mecodeaban por las puertas para robar a los come ciantes cuando entraban y salfan con sus fardos, sus mercancias, sus caballos cargados y sus cartetas, ¢Tan mmuerto se eneventra el lugar que inclnso la cletecia de las distintas denominaciones no puede pelear? Pero si hace setecientos, ochocientos, mil doscientos 0 mil qui- pientos aiiox (no conservan en Sat Pedto e registro de 123 vn periodo tan lejano. Me atrevo a aficmar que se que- a6 durante elincendio de Londres), hace mil doscientos afios, cuando ain habia algo de vida en el pusblo, lapidaton a San Lucio a causa de diferencias teolégicas, tas la fndaci6n de nuestza iglesia en Cornhill. Habia un svave y hermoso camino nibereiio que so- liamos tomar al atardecer, para observar las monta‘ias ‘oscurecerse en un purpura més profundo, las sombras trepando pot los muros dorados, el rio alborotanda, +l ganado mugiendo, las muchachas y sus contertalios aleededor de las fuentes parloteando y vociterando, y en varias ocasiones durante nuestros sobsios paseos al- canzamos a un perezoso muchachillo, 0 adolescente, desmafiada, de saco ristico, pantalones no demasiado largos y un enorme pie petezoso siguiendo lentarnente al otto, unas manos grandes y ociosas saliendo ds las ‘mangas apretadas, en esas mans ociocas un libeito que ese muchachillo sostenis ante sus ojos y que, me atevo 4 decir, tanto lo eneantaba y lo arrebataba que se mos: crabs ciego 4 los paisajes hermasos que lo rodechan; desapercibido, me aventuro a aceptar cualquier apuests, de las leeciones que tendtia que aprender pata miaiana; alwidado de la made que esperaba para la cena y del padre que preparaba un regafio; total y absolutanyente absorto en su libra. Qué era lo que fascinaba tanto al joven estudiante, alli juato a le orilla del sio? No el Pons Arinomem. Qué bro lo deteiaba, cegindolo al resto del mundo, de modo ‘que no se interesaba en ver a la vendedora de manza- nas con su fruta o (caso de mayor tentacida para los hijos de Eva) a las lindas chicas de mejillss como man- zanas, que rofan y charlaban alzededor de la fuente? 2Qué 124 libro era?,Suponen que Livio o una gramitica griegs? iNo era una Nowr Jo que lias, machacho petezos0, 0 muy Limpio, bueno para nada y sensato! Era D'Artagnan encerrando al general Monk en ana eaja, 0 logrando casi consetvacle la cabeza a Carlos I, Era el prisionero eel Castillo de If librindose del saco cincuenta pies bajo el agua (menciono las novelas que mas me gustan, novelas sin amor ni pliticas ni tontesias de ese tipo, pero gue incluyen abundancia de peleas, huidss, robos y res- cates), ibrindose del saco y nadando hasta la isla de Montecristo, ;Ab, Dumas! jAh, bravo, gentil y galante Alejandro! Aqui te rindo homenaje y te agradezco mu- chas horas placenteras. Te he leido (por estar enfermo en cama) trece horas seguidas de un dia feliz, viendo a las sefioras de la casa peledndose los vollimenes, Estéa semuros de que aquel muchacho ocioso lela a Dumas (© ixé tan lejos como pera permitiele al lector pro- nunciar el elogio, o inserter el nombre, de su autor favorito). En cuanto al enojo, o acaso las reverberacio- nes det maestta, les reconvenciones del padre 0 los ruegos tiemnos de la madre pidiéndole que no dejara eafriar le sopa, pienso que no le importaban un cacahua- te al incorregible muchacho, |No! Las cacahuates son sabrosos, pero la ficcién lo es més. @Han visto alguna vez una veintena de guerreros de barba blanca y capas blancas, o de graves sefiores de Ls iudad, sentados a la puerta de Jaffa 0 de Beirut, eseu: chando al eventero recitar las maravillas contenidas et Antar ea Las mily una noche? Presencié en una ocasion cémo un joven caballero, sentado a la mesa, alejaba de siuna tarta, diciéndole a su vecino, e] Hijo Menor (con aire més bien fatuo): “Nunca como dulces’’ 125

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