Tú libertad, tu tienda y tu caballo. Como se ven desde la mar las cumbres De la tierra, tal miro en mi memoria Mis instantes felices: sólo han sido Aquellos en que, a solas, a caballo Vi el alba, salvé el riesgo, anduve el monte, Y al volver, como tú, fiero y dichoso Solté las bridas, y apuré sediento Una escudilla de fragante leche.
Los hombres, moro mío,
Valen menos que el árbol que cobija Igual a rico y pobre, menos valen Que el lomo imperial de tu caballo.
Sombra da el árbol, y el caballo
asiento: El hombre, como el guao, Padre a los que se acogen a su sombra.
Oh, ya no viene el verso cual solía
Corno un collar de rosas, o a manera De caballero de la buena espada Toda de luz vestida la figura: Viene ya corno un buey, cansado y viejo De halar de la pértiga en tierra seca.