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La Bulimia como ajuste creativo en la Adolescencia y su

abordaje Gestáltico

Deborah Meza Guinea


"La vida sigue y yo no la detengo,
pasteles, galletas y helados…
Crezco o no crezco…crezco o no crezco…"

Introducción
Yo era una flaca aterrorizada de la comida, una flaca con un sentimiento de
culpa del tamaño de una vaca. Fingía no querer comer cuando sí
quería….¡Comer y comer! ahogada en ansiedad y odio infinito hacia mí
misma… Me veo en retrospectiva y sólo veo una gordita que quería bajar de
peso. Llegué a sentirme loca, enferma, mala, estúpida, fuera de control,
destructiva y enfermiza; cuando dentro, muy dentro, sólo era una niña muy
sola con la creencia de que era demasiado lista para sufrir y que debía
comprender a mi mamá…. Me tragaba mis sentimientos, mi enojo y mi tristeza
a empujones con un pastel de chocolate. Llenaba el vacío y el aburrimiento
con pan dulce. Y luego me daba culpa, hacía lo que fuera para evitar subir de
peso y para evitar que se dieran cuenta de lo loca que estaba…Cuando me
veía al espejo después de vomitar me daba pena.. me asustaba lo que me hacía
a mi misma…(testimonio de G.G.L)
Comencé a interesarme en los trastornos de la alimentación hace varios años. Mi propia
adolescencia fue una revolución. En la preparatoria, mis dos mejores amigas tuvieron bulimia.
Llegué a la universidad para descubrir que otra amiga tenía anorexia, y varias más establecían
relaciones "muy raras" con su cuerpo y su manera de comer.
Todas parecían muy preocupadas por el peso y debo aceptar que, más de una vez, yo lo estuve
también. Desde entonces este tema ha llamado mi atención, no sólo como mujer, sino como
psicoterapeuta. Centro este artículo en la bulimia, tanto por interés personal, como porque
considero que existe poca literatura gestáltica al respecto.
Tradicionalmente, este desorden se trabaja desde el enfoque psicoanalítico o el cognitivo
conductual; sin embargo, considero que la Gestalt representa un rico marco desde donde
comprender y trabajar un trastorno de esta naturaleza.
Creo que en este sentido el enfoque gestáltico ofrece muchas ventajas, por ejemplo: nos
permite comprender la función adaptativa de un desorden que a simple vista parece
francamente "autodestructivo", nos permite entrar en la fenomenología de un síntoma que
puede ser muy simbólico y trabajarlo en relación con un modelo de desarrollo adolescente,
podemos generar hipótesis y hacer pautamientos desde un marco familiar, y promover el
encuentro con la persona dejando a un lado el diagnóstico clásico de "bulimia".
Además, con las técnicas gestálticas, podemos facilitar experimentos a través de los cuales la
persona descubre el qué y cómo de su síntoma; dejar tareas y pedirle a la persona que lleve un
control de sus alimentos, hambre y sentimientos para descubrir qué dispara sus atracones, y
qué sentimientos y necesidades se encuentran relacionados; trabajar con el cuerpo,
enfatizando el proceso de sensibilización, los límites corporales y la expresión de
sentimientos incluso a nivel motor, etc. Finalmente, podemos facilitar que la persona aprenda
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a darse cuenta de sí misma y de lo que en realidad le ocurre y necesita, y este darse cuenta es
indispensable para encontrar un camino de salida.
La Gestalt ha iluminado mi comprensión y labor terapéutica con la bulimia. A través de este
artículo intentaré comunicar aquello que me parece importante: qué es este desorden, cómo y
qué hace que una joven lo manifieste, qué relación guarda con su período de desarrollo, qué
función positiva tiene, cómo es un ajuste creativo, etc. Creo que así, estaremos más
capacitados para trabajar terapéuticamente al respecto.
Quiero enfatizar que este artículo sólo representa un marco teórico que puede ayudarnos a
comprender el territorio de la bulimia en chicas adolescentes. Es necesario tener en mente que
cada joven vive y significa sus dificultades de manera diferente, y que si bien es posible
hablar de algunos elementos en común, de ninguna manera las hipótesis o pautas posibles
deben anteponerse a la persona única con quien se trabaja.
Lo más importante es el tipo de relación que establezcamos con la persona, la calidad de
nuestra empatía y la calidez de nuestro encuentro.

¿Qué es un trastorno de la alimentación?


Llamamos trastornos de la alimentación a una serie de conductas y vivencias específicas que
se caracterizan por un manejo y relación inadecuada o poco satisfactoria en torno a la imagen
corporal y la alimentación. Existe una intensa preocupación por el cuerpo, el peso, la figura
corporal y los alimentos a ingerir. Los trastornos más comunes son:
• la anorexia, caracterizada por una mínima ingesta de alimentos y un rechazo rotundo a
subir de peso. Existen dos tipos, la anorexia restrictiva (mínima o nula ingesta) y la
anorexia bulímica (alternación de períodos restrictivos y bulímicos).
• la ingesta compulsiva, caracterizada por el consumo de grandes cantidades de alimento
en períodos discretos de tiempo, y
• la bulimia, caracterizada por el consumo de grandes cantidades de alimento en
períodos discretos de tiempo y una serie de conductas compensatorias posteriores a la
ingesta. Existen dos tipos, la bulimia purgativa (las conductas compensatorias son el
vómito y el uso de laxantes y diuréticos) y la bulimia no purgativa (las conductas
compensatorias son el ayuno, dietas, o ejercicio).
Las mujeres que tienen un trastorno de la alimentación casi siempre se sienten avergonzadas
de éste e intentan mantenerlo en secreto. Desgraciadamente, cada vez se presentan con mayor
frecuencia. Las estadísticas son alarmantes, basta echar un vistazo:
• De la población que padece algún tipo de desorden alimentario, el 95% son mujeres
(Connors, 1996).
• El 90% de las jóvenes adolescentes caucásicas se encuentran insatisfechas con su
cuerpo y desearían bajar de peso (Borysenko, 1996). El 70% de las adolescentes
siguen un régimen para adelgazar (Johnston, 1996).
• Aproximadamente el 1% de las jóvenes universitarias tienen anorexia, y entre el 4 y
13% tienen bulimia (Freedman, 1991).
• Los trastornos de la alimentación suelen presentarse en jóvenes mujeres blancas,
pertenecientes a la clase social alta o media alta (Connors, 1996).
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• Los trastornos de la alimentación casi siempre se inician en la adolescencia. La
anorexia suele iniciar entre los 14 y 18 años, siendo los 17 la edad más común. La
bulimia casi siempre aparece antes de los 25 años (Smolak y Striegel-Moore, 1996).
Podemos considerar que se presentan en momentos críticos del desarrollo (tal como la
adolescencia), cuando la persona se enfrenta a crisis emocionales y psicológicas
relacionadas a su crecimiento. Sin embargo, también pueden presentarse en momentos
de crisis o transiciones importantes posteriores.
Me impresiona saber que con el paso de los años los trastornos de la alimentación han ido en
aumento. Me parece que social y culturalmente algo anda muy mal, y que estos trastornos
expresan la urgente necesidad de revisar nuestras exigencias, el alejamiento de nosotros
mismos, la relación que estamos estableciendo con la feminidad y el poder que hemos
otorgado a las imágenes en los medios de comunicación.
Estos trastornos se presentan por lo general en mujeres blancas, de clase media, media-alta y
alta. Este grupo experimenta mayor presión para cumplir con los ideales de belleza difundidos
en los medios de comunicación y a través de las exigencias sociales. Las chicas de este grupo
se encuentran más preocupadas por ser delgadas y por lo tanto, están en mayor riesgo de
sentirse insatisfechas con su cuerpo y ponerse a dieta. Además, dadas las posibilidades
económicas, suele haber un mayor contacto con el mundo de la moda y la industria cosmética.
(Connors,1996; Borysenko,1996; Colunga y Meza,1997).
Ahora bien, en efecto, la presión socio-cutural hacia la delgadez es un factor que influye en el
desarrollo de algún trastorno de la alimentación, pero no es el único. Estos trastornos son
fenómenos multicausales, es decir, su desarrollo requiere una combinación de diversos
factores que se relacionan y adquieren diferente importancia según cada individuo.

La adolescencia y sus labores dE Desarrollo


De manera sencilla, podemos decir que la adolescencia es un período de desarrollo que
comprende la transición de la niñez a la adultez e implica la elaboración de diferentes tareas
que permiten la reorganización del self y la reestructuración de la identidad. Esta etapa se
caracteriza por una multitud de cambios radicales en todos los aspectos: físico, cognoscitivo,
emocional, interpersonal, social e intrapsíquico. Son transformaciones a las que la joven tiene
que adaptarse a pesar de que puedan resultar difíciles o angustiantes. Smolak y Levine (1996)
señalan en relación a la adolescencia:
"…es una transición en el desarrollo... un período que inicia al final de una
etapa y termina con el comenzar de otra. Estas transiciones implican
importantes reorganizaciones de la personalidad, cambios cognoscitivos y en
las relaciones, así como cambios en los roles y expectativas sociales…son
difíciles porque las personas pueden carecer de mecanismos internos estables
o del apoyo ambiental necesario para hacerle frente" (Ibid, pág. 208).
Erikson (1972) propone que una de las tareas centrales de la adolescencia es resolver la crisis
de identidad y responder a las preguntas: "¿Quién soy?" y "¿en qué creo?". Borysenko (1996)
señala que en el desarrollo femenino la búsqueda de identidad adquiere otras dimensiones
importantes, donde la joven se pregunta: "¿Dónde comienzo yo y dónde terminan los
demás?… ¿Dónde están mis límites? …¿Cuáles son mis fronteras? " e incluso "¿Puedo
hacerme cargo de lo que necesito y aún mantener relaciones con los demás?" Considerar esta
particularidad del desarrollo femenino es muy importante, pues aclara porqué para una joven
son importantes tanto el logro de una identidad individual, como el establecimiento de
relaciones y el contacto interpersonal.
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El desarrollo adolescente se hace evidente en primera instancia gracias al desarrollo físico;
éste se presenta abruptamente y sin descaro, a través de un cuerpo que no puede ser negado.
Recuerdo que cuando tenía aproximadamente doce años, un buen día me desperté y me di
cuenta de que me empezaba a crecer vello púbico… ¡Por Dios, fui presa del pánico
adolescente y corrí a alcanzar el rastrillo de mi papá!… No tenía idea de qué me sucedía y
solo quería seguir "como siempre".
En mi trabajo con adolescentes, la inquietud con respecto a los cambios físicos por los que
atraviesan, casi siempre se manifiesta como una cuestión de suma importancia. Las
adolescentes tempranas tienden a preocuparse por los cambios, no saben bien qué les pasa y
no quisieran cambiar; las tardías se preguntan qué tan adecuado es su cuerpo, son influidas
por los estereotipos de belleza y a veces quisieran que su cuerpo fuera diferente. Sea como
sea, su cuerpo cambia y se convierte en una figura de atención; de ahí que también puede
representar un vehículo para la manifestación de conflictos y la búsqueda de soluciones
creativas. Recordemos que parte del proceso adolescente implica hacerle frente a los cambios
físicos y hormonales que no siempre son fáciles de integrar. En relación a estos cambios, la
imagen corporal y los trastornos de la alimentación, Kearney-Cooke (1989) señala:
"La transformación de la pubertad es difícil, se complica además por los
cambios fisiológicos y hormonales, y por la revisión psicológica de conflictos
anteriores. La joven adolescente debe manejar cambios físicos, tales como
desarrollar curvas, tener acné, desarrollar o no pechos.. Estos cambios se
presentan en un momento vulnerable, cuando el adolescente se está
preparando para una existencia y supervivencia independiente". (Ibid, pág.15).
Los adolescentes deben reestructurar su self también a partir de su manifestación física: el
cuerpo. La imagen corporal debe reorganizarse, y en las mujeres, habrá de ser integrada a la
vivencia de la feminidad. Es muy importante explorar junto con la joven qué significan estos
cambios, qué le asusta y qué le satisface, cómo y en qué se modifica su autoconcepto, qué
áreas de su vida van a cambiar y cuáles se mantendrán iguales, etc. Hay que acompañarla en
el proceso de conocer y manejar un cuerpo que cambia y crece, de manera que pueda integrar
su cambiante imagen corporal y su identidad en un self organizado.
Más allá del desarrollo físico y el despertar existencial, la adolescencia también implica el
manejo de labores cognitivas, psicológicas, emocionales e interpersonales importantes. El
adolescente necesita reelaborar las fronteras interpersonales que introyectó en la infancia,
establecer sus propias fronteras, adueñarse de su experiencia, establecer contacto con el
mundo de manera diferente, reorganizar su self y lograr una identidad propia, independiente
de la familia. Esta reorganización suele implicar sensaciones de fragmentación o
desintegración dado que hay un enorme movimiento interno del self infantil al self
adolescente (McConville, 1995).
Estas labores son especialmente complicadas para las adolescentes con bulimia, ya que como
Latimer (1993) señala, los trastornos de la alimentación pueden representar un intento de
manejar intensas sensaciones de desintegración y falta de límites, así como de definición
interna. Es importante acompañar estas sensaciones de desintegración e irles dando sentido
poco a poco, pues a partir de éstas, la joven podrá ir construyendo su propia identidad con la
conciencia de su individualidad existencial. Considero estos momentos como parte de un
impasse necesario donde la constancia y presencia genuina del terapeuta son muy
importantes.
Otro tipo de labores son aquellas caracterizadas por una mayor identificación con la
experiencia interna, con un naciente sentido del sí mismo y con un darse cuenta del mundo
interno. El adolescente comienza a emitir juicios y opiniones, vive una nueva sexualidad y
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experimenta un sentido de riqueza interior y de ser especial, o de vacío y falta de sentido. El
joven siente ansiedad y dudas con respecto al futuro; duda de sí mismo y sus capacidades.
Siente angustia existencial sobre las pérdidas pasadas y temor a lo desconocido (McConville,
1995).
En una joven con bulimia, estas labores se complican ante la dificultad de manejar sus
emociones y el cambiante mundo interno. En relación a estos temas, he encontrado que
cuestionar las fantasías catastróficas y trabajar sobre los recursos y límites personales es de
suma utilidad; creo que al hacer esto, ayudamos al adolescente a poner su vida en perspectiva
y a adquirir la seguridad en sí mismo que surge de saber qué puede hacer y qué no. Además,
puede entonces enfrentar sus miedos y fundamentarlos en la realidad.
Finalmente, el adolescente prueba y define poco a poco su identidad. Realiza expediciones
más allá de lo conocido, amplía sus fronteras, establece relaciones íntimas y contacto cercano
con sus pares, y comienza a relacionarse con personas diferentes. Lleva a cabo experimentos
importantes en identidad: "esto es lo que soy, como soy y hacia donde voy". Por lo general,
hace elecciones vocacionales, laborales, y establece compromisos. Establece una
independencia (no aislamiento) de la familia de origen y se inicia en la participación social.
Si bien este desarrollo no es lineal (dado que la adolescencia es un proceso), sí suele implicar
un movimiento que inicia con la despedida y diferenciación de los padres; atraviesa por una
búsqueda de identidad e idealmente termina en una integración y el renacer de un self. Este
proceso no es sencillo y demanda un desarrollo complejo en muchos sentidos; hay que revisar
los valores con los cuales se fue educado y se ha vivido, devolver uno que otro a su dueño
original, vomitar introyectos (y en el caso de la bulimia, el término puede ser literal), trabajar
sobre asuntos inconclusos, elaborar el duelo por la niñez perdida y prepararse para el mundo
adulto: para ser quien se ES, independientemente de los padres.
Ahora, añadamos una complicación más: si de por sí la etapa adolescente no es fácil, lo es
menos aún en este momento socio-cultural. No es sencillo hacerse mujer en esta época. En
primer lugar, para muchas jóvenes implica romper con el modelo de feminidad y maternidad
que aprendieron de sus madres y abuelas. Significa permitirse tener y disfrutar de lo que ellas
no disfrutaron, permitirse la autorrealización sin sentirse culpable por una madre real o
arquetípica que vivió amarrada a un delantal.
En segundo lugar, las nuevas opciones y posibilidades, representan retos y responsabilidades
no siempre sencillas de asumir. Parte de dicha dificultad radica en una educación
incongruente. Las jóvenes actuales aún fueron educadas bajo un sistema patriarcal. Los
mensajes de que la mujer debe servir, de que la maternidad es cosa de mujeres, de que la
participación en la vida política e intelectual sigue siendo territorio predominantemente
masculino y de que se debe ser hermosa para tener éxito, siguen presentes. La educación
patriarcal no desaparece sólo por la existencia de mayores oportunidades. Por supuesto que
las posibilidades existen, pero las jóvenes no han sido educadas para aventurarse hacia ellas y
sentirse valiosas y competentes en el intento. Las mujeres aprenden que para ser valoradas
como personas, deben pensar y actuar como hombres; sin embargo, siempre ocuparán una
posición de inferioridad por que las reglas siguen siendo masculinas, y porque son ellas, las
que habrán de negarse a sí mismas.
¿Entonces en qué quedamos? o la joven aprende el modelo tradicional o sacrifica su
feminidad para lograr un lugar en el mundo. Asumirse como mujer y sentirse satisfecha y
confiada con la propia feminidad, implica nadar contra corriente, saber que no es necesario
ser hombre ni negar características femeninas en un desesperado intento por existir en el
mundo.
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Si sumamos las labores de por sí complicadas del desarrollo adolescente, más el contexto
sociocultural en el cual se presenta, más los factores que multideterminan un trastorno de la
alimentación, tenemos el terreno fértil que ha llevado a un aumento vertiginoso de estos
desórdenes y a estadísticas alarmantes de insatisfacción corporal.
El reto es enorme para muchas jóvenes y parte de la génesis de los trastornos de la
alimentación, es una enorme dificultad para hacerle frente a las labores de desarrollo, dadas
las circunstancias no sólo personales y familiares, sino también culturales. Creo que en
esencia, todas estas dificultades, hacen que muchas jóvenes bloqueen su desarrollo y que
generen un trastorno que les gana tiempo y les evita encarar frente a frente tanta
complicación. Parece que estos trastornos llevan una pregunta implícita: ¿Crezco o no
crezco?…¿Crezco o no crezco?..

Y a todo esto…¿qué sucede con la bulimia?


Al hablar de la bulimia y las chicas adolescentes no pretendo decir que las siguientes sean
condiciones o características que siempre se presentan y que siempre habrán de ser abordadas.
Como mencioné al principio del artículo, esto es sólo un mapa; de ninguna manera tiene una
cualidad diagnóstica, pues correríamos el riesgo de relacionarnos con "la bulimia" y olvidar
que frente a nosotros está una persona. Lo más importante es relacionarnos con la persona que
tenemos delante y trabajar con su fenomenología, con sus significados, vivencias y conflictos
personales.
Recordemos que la bulimia (del griego "boulimia" y significa "hambre de buey") es un
trastorno de la alimentación caracterizado por episodios en los cuales se consume una
cantidad de comida definitivamente mayor de la que la mayoría de la gente comería en un
periodo discreto de tiempo. Dicho atracón suele ser acompañado de ansiedad y de una
sensación de falta de control sobre el comer. Una vez terminado el atracón, las personas
suelen sentirse culpables, confundidas y avergonzadas.
Entonces, la persona con bulimia lleva a cabo ciertas conductas compensatorias en un intento
de manejar sus sentimientos y evitar el aumento de peso que se derivaría de su ingesta. Dichas
conductas son: vómito autoinducido, uso inadecuado de laxantes, uso de diuréticos, enemas,
ayuno o dieta estricta y ejercicio excesivo. Tal como veremos más adelante, estas conductas
tienden a formar un circuito y a perpetuarse por sí mismas.
Para considerar que una chica tiene bulimia, tanto los atracones como las conductas
compensatorias deben ocurrir por lo menos dos veces a la semana, durante un periodo mínimo
de tres meses. Si la frecuencia es menor también hay que atender el problema, pero
considerando que el trastorno no está francamente instalado. La sobrepreocupación por la
talla y peso corporal es persistente y la autoevaluación y autoestima depende en gran medida
de dichos factores. A medida que el desorden avanza, la joven se aísla de los demás y su
atención gira casi exclusivamente alrededor de la comida.
Al hablar de trastornos de la alimentación mencioné que estos son multicausales. Según
Crispo, Figueroa y Guelar (1996) son influidos por factores predisponentes, precipitantes y
perpetuantes. Utilizaré su categorización de factores como base para adentrarnos al mundo de
la bulimia en la adolescencia.
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Predisponentes Precipitantes Perpetuantes
• Socioculturales • Estresores • Atracones y purgas
• Familiares • Actitudes anormales con peso y • Secuelas fisiológicas y
figura psicológicas.
• Individuales • Dietas extremas y pérdida de
peso.

FACTORES PREDISPONENTES (preparan con anticipación hacia un fin):


• Socioculturales
La sociedad actual es consumista y altamente orientada hacia la valoración del aspecto
físico; esto genera una presión que se traduce en descontento y exigencia por lograr
una imagen idealizada. Nunca como ahora, la publicidad y la industria cosmética, han
hecho tanto énfasis en el valor de la delgadez. Las niñas y jóvenes han aprendido a
considerar que el cuerpo ideal es delgado y que éste llevará a la felicidad y al triunfo.
Hacer dieta, buscar bajar de peso y cumplir con cierta imagen es algo considerado
como normal.
Recordemos que la pertenencia y la aceptación de un grupo de amistades o pares es
muy importante durante la adolescencia. Por supuesto que las jóvenes quieren cumplir
con estos ideales, pues significa precisamente la aceptación que necesitan. A menudo,
la adolescente con bulimia ha aprendido a valorarse según su imagen física e, influida
por la publicidad, ha adoptado un modelo donde su identidad depende de la belleza.
Nuestra labor es facilitar el contacto con otras áreas de su personalidad de manera que
pueda expandir su autoconcepto y valorarse desde una base más amplia. Si su
autoestima radica exclusivamente en el aspecto físico, nunca estará satisfecha a menos
que se convierta en Cindy Crawford o quien sea que esté de moda.
Retomando lo anterior, es muy importante explorar qué significa ser delgada y qué
significa ser gorda, qué teme si sube de peso, cómo es que la rechazarían, etc. Explorar
las fantasías catastróficas o reales que giran alrededor de su miedo a engordar y
ayudarla a desarrollar otro tipo de habilidades sociales, siempre será útil. Claro está
que el trabajo en relación a la autoestima es muy importante. Probablemente la chica
quiera permanecer delgada, lo muchas veces ciertamente le gana aceptación, pero por
lo menos no lo hará a costa de sí misma, ni morirá de pánico si sube un kilo o dos.
• Familiares
Para conocer a qué tipos de familia pertenece una adolescente con bulimia, es
necesario conocer las características o rasgos más comunes a éstas y un modelo
gestáltico que posteriormente nos permita ubicarlas. McConville (1995) propone el
siguiente modelo: Una primera clasificación es en cuanto a los tipos de familias, y se
refiere al tipo de apoyo que los padres dan a los hijos para que logren la
reorganización de la forma de contacto. Existen tres tipos básicos:
• Desestructurada: Las fronteras que definen los selves individuales son
confusas. Los padres suelen invadir la vida psíquica de los hijos y ser muy
intrusivos. Existe una falta de confianza subyacente con respecto a la capacidad
de los hijos y poca aceptación de que la esfera del adolescente se va a expandir.
Son padres sobreprotectores que no promueven la responsabilidad individual.
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Promueven la conexión y unión a expensas de la diferenciación. Hay una
tendencia a la introyección.
• Sobreestructurada: Las fronteras son rígidas y relativamente impenetrables.
Hay expectativas y límites claros, pero ausencia de contacto e involucramiento
con otros miembros. Se presta más atención a lo que se hace que a lo que se
siente. Favorecen la separación a expensas de la conexión. Tienden a generar la
sensación de aislamiento y alienación.
• Balanceada: Son familias con una estructura clara, donde los padres aceptan la
vida intrapsíquica del chico como algo independiente. Se respetan los límites y
las diferencias, a la vez que hay apoyo e interés por los hijos. Se reconoce la
individualidad y la necesidad de negociar entre ésta y la familia. Se promueve
tanto la unión como la diferenciación.
En la realidad clínica los fenómenos de desestructuración y sobreestructuración no se
presentan en forma pura. Con frecuencia ocurre que una familia esté desestructurada
en ciertos aspectos y sobreestructurada en otros; o que un padre tienda a ser de una
manera, y el otro funcione desde el tipo contrario. Una segunda clasificación se refiere
al estilo específico de contacto; es decir, al modo de relación que suele operar dentro
de la familia y que influye en el proceso adolescente. Estos modos son: introyección,
proyección, retroflexión, deflexión, confluencia y desensibilización. Todos los modos
suelen estar presentes, pero uno de ellos es más característico.
Ahora, consideremos ciertos rasgos o características típicas en las familias de chicas
que desarrollan bulimia. Las familias suelen presentar:
• Involucramiento o aglutinamiento. Los miembros de la familia y sus
interacciones están tan envueltas que se pierde la individualidad.
• Dificultad para permitir la diferenciación, independencia e identidad del
adolescente. Los padres no apoyan los intentos de autonomía emocional o
psicológica.
• Mensajes ambivalentes con respecto a la dependencia e independencia.
• Escasa comunicación abierta entre sus miembros.
• Incapacidad para la resolución y manejo abierto de los conflictos. Los
conflictos tienden a ser negados. Los padres tienden a incluir a los hijos en los
conflictos de pareja.
• Dependencia emocional de los padres en los hijos.
• Sobreprotección por parte de los padres.
• Incongruencia entre la expresión verbal y no verbal de los afectos. La joven
con bulimia deja de confiar en sus percepciones y sentimientos, experiencia
que a la larga, lleva a un sentido débil de identidad y a una baja autoestima.
• Rigidez y falta de flexibildad. Son familias que operan como un sistema
cerrado y son muy resistentes al cambio y modificaciones.
• Ausencia de límites generacionales o confusión de roles familiares.
• Expectativas demasiado altas de los padres con respecto a sus hijos.
• Perfeccionismo y control. Sobrevalorización del aspecto físico y la imagen.
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• Fallas en la expresión de emociones y necesidades individuales. La familia
tiende a suprimir los afectos, especialmente el enojo y la pérdida. Negativa de
los padres a escuchar y empatizar con la expresión emocional de la hija.
Regresando al modelo de McConville (1995), podemos decir que las familias de
chicas que desarrollan bulimia tienden a ser confluentes, introyectivas y deflexivas. En
cuanto al tipo de familia, ésta suele ser desestructurada (ausencia de límites, confusión
de roles familiares, intrusión, aglutinamiento, etc.), aunque hay áreas en la que es más
bien sobreestructurada (perfeccionismo, control, exigencias, rigidez, etc.). El problema
con este tipo de familias es que caen en los extremos de uno y otro tipo, creando un
desequilibrio que dificulta el desarraigo (McConville, 1995). La joven crece entre
mensajes ambivalentes y fronteras poco definidas; esto entorpece el desarrollo
saludable de su self y una adecuada independencia.
Root (1989) propone otros sistemas familiares típicos en la bulimia, que coinciden con
la relación que he hecho entre McConville (1995) y las características comunes.
Considera que existen familias "perfectas" (confluentes, introyectivas y deflexivas),
sobreprotectoras (confluentes y sobreestructuradas) y caóticas (desestructuradas).
Ya sea que comprendamos a estas familias desde sus características, el modelo de
Root (1989) o el de McConville (1995), el común denominador es que hay un manejo
inadecuado de los afectos y las necesidades: las necesidades de separación e
independencia del adolescente son entorpecidas, la joven tiene dificultades para
romper con las fronteras familiares y establecer las suyas, para desarraigarse de la
familia, para equilibrar sus necesidades de espacio y cercanía, para construir su
identidad, y dados los límites poco claros, para establecer relaciones cercanas o
íntimas.
Además, recordemos que los sistemas familiares no se establecen de la noche a la
mañana, han sido tipos y modos de relación con los que se ha vivido. Las familias de
este tipo, difícilmente validaron la individualidad de la niña desde pequeña. Latimer
(1993) señala que las personas que desarrollan un trastorno de la alimentación
aprendieron a desconfiar de sus percepciones y su self a partir de una relación con los
padres donde los sentimientos y necesidades eran raramente validados o reflejados, ya
fuera porque los padres eran intrusivos o aislados en extremo. Entonces, se desarrolla
un self con un pobre sentido de sus límites o fronteras, tanto intrapsíquicos como
corporales, con dificultad para manejar adecuadamente el contacto, el acercamiento y
la lejanía. En relación al contacto y los límites corporales, hablamos de dificultades
con la sobrelimitación y la sublimitación (Kepner, 1992). Trabajar con los límites,
incluso a nivel corporal, será muy importante en este trabajo; es básico que la joven se
de cuenta de cómo establece o evita el contacto.
Si de por sí la adolescencia es un periodo de transición difícil, lo es aún más cuando la
niña creció no siendo reflejada o validada como individuo y dentro de una familia que
no promueve la diferenciación. McConville (1995) señala: "el grado hasta el cual las
diferencias individuales hayan sido reconocidas y apoyadas dentro de la familia
tendrá influencia en el proceso de creación de la identidad en la adolescencia" (Ibid.
pág.24).
Nuestro papel es precisamente facilitar un espacio donde validemos las diferencias, los
gustos, los intereses, los sentimientos y las necesidades de la joven, y donde
continuamente nos remitamos a su experiencia y punto de vista, promoviendo el
desarrollo de su sentido de identidad y la diferenciación de los demás miembros de la
familia. También en relación al campo familiar, algunos autores enfatizan la díada
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madre-hija como un factor de influencia significativa en el desarrollo de la bulimia y
los trastornos de la alimentación en general. Veamos cómo se da esta relación:
En primer lugar, las actitudes con respecto al cuerpo y la imagen corporal se
desarrollan a partir de la identificación con una persona significativa. En el caso de las
niñas, esta identificación suele darse con la madre. Kearney-Cooke (1989) considera al
respecto: "las jóvenes de hoy pertenecen a la primera generación de mujeres que
fueron educadas por madres que rechazaron su propio cuerpo y que a menudo se
preocupaban por la figura y peso de sus hijas desde muy pequeñas… estas madres
criticaban su cuerpo y también el de sus hijas" (Ibid, pág.14). Cabe entonces
preguntarnos en qué medida el rechazo al cuerpo femenino y las exigencias de
delgadez no son sólo aprendidas socio-culturalmente, sino que se empiezan a
desarrollar en la relación madre-hija, a través de la identificación y una serie de
introyectos relacionados. Explorar esta posible identificación nunca está de más.
En segundo lugar, autores como Chernin, 1992; Kaplan, 1984; Kearney-Cooke, 1989
y Borysenko, 1996 coinciden en ciertos rasgos presentes en dicha díada: Suele ocurrir
que en las chicas con bulimia, la separación y fronteras con la madre no están
claramente establecidas. Las chicas no saben dónde terminan ellas y dónde comienza
su mamá; además, la madre tiende a ser controladora e intrusiva. Esta relación suele
ser muy confluente y puede haber una identificación con la madre en múltiples
sentidos; la joven está llena de introyectos que ha tomado de la madre. He trabajado
con chicas que se sienten muy orgullosas de pensar, sentir y desear lo mismo que su
madre, sin cuestionar siquiera la posibilidad de una identidad diferente.
Evidentemente, el proceso de separación se complica. Cualquier experimento que
promueva la conciencia de las diferencias y la identidad individual será útil en este
sentido.
Además de una relación confluente, pueden existir otros fenómenos que la complican
aún más. En muchos casos, la joven rechaza el rol que su madre ha jugado, pues desea
para sí misma mayor libertad, un nuevo modelo de feminidad y una maternidad
diferente, aunque aún no sepa cuál. Rechaza el rol tradicionalmente femenino a través
del rechazo a su madre y a su propio cuerpo, haciendo lo que sea, con tal de no crecer
para ser una "mamá más" o para tener que competir. Ciertamente es un momento de
crisis adolescente, no quiere ser su madre y aún no sabe quien sí ES. Pero querer ser
diferente a la madre no es sencillo, sería como abandonarla y traicionarla; buscar
"superar" a la madre y desear lo que ella no tuvo parece el peor pecado y puede
generar mucha culpa.
Se crea una relación plagada de asuntos inconclusos, ambivalencia, rechazo, amor,
odio, envidia, enojo y una serie de necesidades y sentimientos que habrán de ser
contactados y expresados saludablemente. Chernin (1985) considera: "Una obsesión
con la comida surge para que las necesidades, ira y violencia del vínculo madre-hija
puedan ser expresadas a nivel simbólico de una manera que no dañe a la madre"
(Ibid. p. 130). Desgraciadamente, acaban dañando a la hija, quien parece retroflectar
todo aquello que no puede expresar y manejar directamente. Al trabajar la retroflexión,
promovemos que estos sentimientos se alejen del yo y se dirijan a su fuente original.
Desde la relación madre-hija, podemos comprender en parte cómo es que la crisis de
adolescencia y las tensiones relacionales encuentran expresión en los trastornos de la
alimentación. Borysenko (1996) señala que la comida y la madre son las primeras
figuras de contacto con el mundo. De hecho, Perls (1976) ejemplifica la introyección
con el proceso de alimentación. Así pues, a nivel simbólico podríamos hipotetizar que
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la comida está relacionada con la madre, lo femenino y la satisfacción de necesidades
físicas y emocionales de la primera infancia. No es de sorprender que los conflictos
familiares, los asuntos inconclusos con la madre, el rechazo de introyectos, la lucha
por la independencia e identidad, la presión por conformarse a modelos sociales y la
expresión de emociones, se haga a través de la comida y la alimentación. En la
bulimia, "vomitar" introyectos y un rol que no se desea, parece tomar un sentido literal
más allá de lo esperado, y el acto de comer y no comer, parece una representación
simbólica de crecer o no crecer…diferenciarse o no…
• Individuales
Hay ciertas características individuales que suelen presentarse en personas con
bulimia, y en específico, ciertas complicaciones que se dan durante el desarrollo
adolescente en relación a las mismas. Los factores individuales más importantes a
considerar son:
• Problemas con la autonomía. Son jóvenes que han desarrollado un centro de
valoración externo (Rogers, 1973) y tienen un autoapoyo deficiente.
• Búsqueda de perfección y control. Esta búsqueda se presenta en varias esferas
de la vida de la joven y se manifiesta con mucha claridad en el control estricto
sobre la alimentación y las dietas. Es un control que intenta manejar la vida y
evitar los riesgos y fracasos.
• La valoración del self, la autoestima y el autoconcepto se construyen en
función de la belleza física y la aprobación externa. Relacionar el atractivo
físico con el éxito, el control y el valor personal.
• Dificultad para el contacto, manejo y expresión de sentimientos y necesidades.
Desensibilización corporal. Miedo a contactar emociones intensas y la
resultante impulsividad y falta de control.
• Manejo de las emociones y la búsqueda de diferenciación a través de la bulimia
y el control del cuerpo.
• Tendencia a deflectar, introyectar, retroflectar, proyectar y polarizarse entre la
confluencia y el aislamiento. Dificultad para encontrar un equilibrio entre la
cercanía y la lejanía, entre la dependencia e independencia.
• Dificultad para establecer una identidad y reorganizar el self a las nuevas
demandas. Fronteras del yo y límites corporales e intrapsíquicos poco
definidos. Crisis de identidad. Dificultad para el desarraigo.
• Miedo a crecer y madurar. Dificultad para crecer, asumirse como mujer,
autoapoyarse, responsabilizarse de la propia vida y diferenciarse de la familia
de origen. Ambivalencia con respecto al desarrollo.
• Asuntos inconclusos en relación a la familia, la madre y la feminidad.
• Haber jugado el rol de "la niña perfecta", la "niña buena" o la "niña
responsable" dentro del campo familiar.
• Distorsión de la imagen corporal y sensación de "estar gorda". Preocupación
por el peso y las dietas.
• Falta de confianza básica y confianza en sí misma.
• Pensamiento "todo o nada". Pensamiento en términos de "deberías".
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• Pobre valoración personal. Necesidad de reconocimiento y aprobación.
Sentimientos de vergüenza, de ser intrínsecamente deficiente, estrictas
exigencias consigo mismas y culpa neurótica. Sensibilidad a la aprobación o
rechazo externo.
• Búsqueda de pertenencia e integración grupal con pares a través de las dietas,
la moda y la búsqueda del cuerpo e imagen "perfectas".
• Intensa soledad, abandono, inseguridad, angustia existencial, ansiedad y
demasiada auto-observación; estos sentimientos suelen presentarse en la
adolescencia, pero son más intensos en chicas con bulimia.
• Necesidad de amor y afecto.
• En ocasiones, dificultad para las relaciones interpersonales y el arraigo a un
grupo de pares.
• En ocasiones, tendencia a las adicciones.
Hasta aquí, he mencionado ciertos factores socioculturales, familiares e individuales
que pueden o no influir en el desarrollo de la bulimia en una adolescente. En mi
opinión es un panorama sumamente complejo; parece estar rodeado de polaridades,
sentimientos y actitudes ambivalentes con respecto a la feminidad y el desarrollo. Por
un lado, hay un rechazo al rol femenino tradicional (servicio y mujer como objeto) y
por otro, una sobrevaloración de la belleza; por un lado existe la necesidad de
encontrar una identidad propia y diferenciarse de la familia, y por otro, un miedo
intenso y ambivalencia hacia el desarrollo; a ratos predomina la confluencia y a ratos
la búsqueda del aislamiento; hay impulsividad y miedo a expresar emociones; hay una
búsqueda de identidad y una dificultad para diferenciarse de la madre. Y así es la
bulimia; es comer y no comer, ingerir y vomitar, si y no. En palabras de McConville
(1995):
"Algunos adolescentes se aproximan a la labor del desarrollo como una lucha
de polaridades, una sensación de estar atrapado entre dos organizaciones
alternativas del self: una que expresa el impulso de alejarse del medio
ambiente familiar y ser independiente, y otra que retiene la persistente
organización del self arraigado en el medio ambiente familiar" (Ibid. pág.24).
Esta lucha de polaridades es común en la adolescencia, pero se intensifica en una
joven con bulimia. Es muy útil explorar estas polaridades, considerando ventajas y
desventajas, y facilitando su integración. De esta manera, el conflicto puede trabajarse
fuera del cuerpo y el síntoma puede traducirse en un ajuste más saludable.

FACTORES PRECIPITANTES (disparan la aparición; actúan como catalizadores):


• Estresores.
Algún evento o situación particularmente estresante precipita o dispara la aparición de
la bulimia. (Crispo, Figueroa y Guelar, 1996).
• Actitudes anormales con peso y figura.
Ya he mencionado la existencia de introyectos socioculturales y familiares que exigen
cierta apariencia física, la presión social y de pares para cumplir con cierto modelo, la
sobrevaloración del aspecto físico y la relación que se establece entre la belleza física,
el éxito, la felicidad y la aceptación.
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Todos estos factores dan lugar a ideas y actitudes que rechazan cierto tipo físico y
valoran otro. Digamos que son una serie de aprendizajes cuyo común denominador es
comunicar que "sólo lo bello y delgado vale la pena".
• Dietas extremas y pérdida de peso.
Las actitudes con respecto al peso hacen que la joven se ponga a dieta para intentar
deshacerse de aquello que "le sobra". Desgraciadamente, las chicas no saben realmente
lo que las dietas implican. El 98% de éstas fracasan y la persona vuelve a ganar el peso
que inicialmente perdió (Cook, 1991).
Entre otras cosas, las dietas no funcionan porque implican un control externo que a
menudo discrepa de la necesidad orgánica real. La persona que hace dieta, cambia la
autorregulación organísmica por la tabla de calorías, yendo en contra de las
necesidades auténticas de su cuerpo. Poco a poco deja de escucharse a sí misma y
contactar sus necesidades para guiarse por criterios externos de lo que debe o no
comer. También puede desensibilizarse a las señales de hambre y satisfacción internas.
Además, "la restricción alimentaria asociada a las dietas puede dar como resultado
una categorización de la comida como "buena" (de dieta) o "mala" (que engorda) que
se extiende hacia la persona; es decir, se es "buena" si se come comida "buena" y
viceversa" (Colunga y Meza, 1996, pág. 281).
Las dietas compulsivas y la búsqueda estricta por bajar de peso son como una promesa
de amor a sí misma que nunca llega. Parece que detrás de una dieta y de la esperada
disminución de peso se encuentra la esperanza de "por fin gustarse", de "por fin ser
aceptable"; desgraciadamente ese futuro deseado nunca llega, pues para una chica con
un trastorno de alimentación, ninguna reducción en el peso es suficiente.
Parece que la mejor manera de engordar a la larga es hacer dietas restrictivas; las
dietas mandan la señal de que el cuerpo peligra, y el cuerpo en respuesta disminuye su
ritmo metabólico. En ocasiones este queda realmente alterado. De igual manera, llevar
a cabo demasiadas dietas restrictivas puede ser la puerta a un trastorno de la
alimentación. Crispo, Figueroa y Guelar (1996) llaman a este disparador "el circuito
dietas restrictivas, atracón y purgas". Señalan que hacer dieta implica una restricción
calórica que a mediano o largo plazo provoca cambios internos en el cuerpo. Una dieta
restrictiva ocasiona apetito y la necesidad de ingerir hidratos de carbono que dispara
en consecuencia el comer descontroladamente.
Además, las dietas restrictivas y los continuados intentos de bajar de peso no toman en
consideración que el cuerpo adolescente femenino necesita más grasa para
desarrollarse y prepararse para la menstruación; muchas veces un ligero "sobrepeso"
es completamente normal e incluso necesario, para el desarrollo físico. Este peso
"extra" tiende a distribuirse de manera proporcionada o a desaparecer con el
crecimiento.
Las dietas tampoco consideran el "set-point" o peso programado. Este es un punto de
equilibrio que determina el peso de cada individuo, está determinado genéticamente y
no puede ser modificado. El organismo tiende a regresar a él y disminuye el ritmo
metabólico con tal de mantenerlo (Crispo, Figueroa y Guelar, 1996; Cook, 1991). Al
trabajar con el "set-point" pido a mis pacientes que consideren el peso de sus padres y
abuelos, y su propio peso desde la infancia, de manera que descubran si lo que se
piden es o no irreal. Trabajar esto con fotografías es muy útil.
Mi intención no es "satanizar" los deseos de bajar de peso o buscar la belleza física;
más bien pretendo señalar los posibles peligros, cuestionar su importancia y votar por
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conductas que no sean peligrosas a la larga. Creo que hay caminos más saludables
para bajar de peso que hacer dietas restrictivas.

FACTORES PERPETUANTES
• Atracones y purgas.
Las dietas restrictivas generan la necesidad de ingerir hidratos de carbono; cuando esta
necesidad se tolera demasiado, un buen día el organismo "no puede más" y se
manifiesta el primer atracón. "El atracón es una consecuencia natural de la deprivación
calórica" (Crispo, Figueroa y Guelar, 1996, pág.125). Durante el atracón la persona
siente que no puede controlar qué y cuánto come; suele terminar sintiéndose fuera de
control, ansiosa, culpable, avergonzada, enojada consigo misma y con miedo a
engordar. Entonces recurre a una purga o conducta compensatoria en un intento de
recuperar el control. También suele iniciar una nueva restricción alimentaria que
reinicia el circuito (Crispo, Figueroa y Guelar, 1996).
Las conductas compensatorias y el vómito pueden ser "trampas", pues acaban dando
legitimidad al atracón y, por lo tanto, al descontrol. Roth (1984) considera que estas
conductas acaban dando "permiso", pues ya se pagó el precio y la culpa. De esta
manera, con las conductas compensatorias y la nueva dieta, el circuito bulímico se
autoperpetúa y se hace cada vez más incontrolable para la persona. Además, tanto las
dietas restrictivas como el circuito bulímico implican un conflicto de polaridades. Por
lo general hay una parte que impone la restricción alimentaria, y otra que quiere comer
y sabotea los intentos de mantener la dieta, rompiéndola o incurriendo en atracones.
Terminamos con una lucha perro de arriba-perro de abajo.
Una joven en consulta me expresó que se sentía como dos personas; había una parte de
ella que sinceramente quería bajar de peso y otra que siempre la "saboteaba". La parte
que quería bajar de peso tenía sus propias motivaciones: creía que bajar de peso la
haría más atractiva para su pareja y para ella misma; la "saboteadora" no quería tener
que dejar de comer y someterse a "esas locuras" con tal de que la aceptaran. Las
necesidades de ambas partes son válidas y ningún crecimiento auténtico se logra si
ignoramos alguna de ellas. En el caso de esta chica, desarrolló un estilo de diálogo y
negociación interna que le permitió elegir cuándo quería "cuidarse" y cuando no.
Por otra parte, existe mucha literatura sobre el posible significado simbólico del
atracón y el vómito. Kaplan (1984) opina: "El atracón acalla las emociones y la purga
se deshace de ellas" (Ibid, pág. 277). Chernin (1985) considera que el acto de vomitar
implica llevar a cabo un ritual de purificación de la vida interna intolerable. Algunos
otros autores señalan que la purga representa una manera de deshacerse de los
aprendizajes, roles, necesidades y emociones que se rechazan o no pueden ser
manejados (Chernin, 1992; Kaufman,1992).
Considero que sí se proyectan conflictos emocionales y psíquicos sobre el cuerpo, el
acto de comer y los rituales compensatorios, pero estos han de ser reconocidos a partir
de la experiencia del cliente y no señalados desde un marco de referencia externo. Lo
importante es que con cada adolescente se trabaje el significado del acto bulímico, qué
le da, cómo es, qué le permite hacer o dejar de hacer y para qué le sirve. Podemos
también facilitar que la chica contacte con su experiencia, antes, durante y después del
vómito, recorriendo con ella las sensaciones y sentimientos que surgen y descubriendo
qué le dicen de si misma, de sus necesidades y de su momento de vida. Este tipo de
experimentos, al trabajar directamente sobre el acto, lo van haciendo menos
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amenazante y más claro; entonces, la chica comienza a recuperar parte del control
sobre sí misma que cree perdido.
• Secuelas fisiológicas y psicológicas.
La bulimia produce complicaciones y alteraciones físicas tales como: pérdida del
esmalte dentario, alteraciones hidroelecrolíticas, daños al tracto digestivo, etc. No es
mi intención extenderme sobre este punto dado que recientemente apareció en esta
misma publicación un artículo que los detalla con claridad (v. Castro, 1997)
En cuanto a las secuelas psicológicas que perpetúan la bulimia, Crispo, Figueroa y
Guelar (1996) proponen una tesis que me parece muy importante dar a conocer.
Afirman que la dieta es el factor perpetuante por excelencia, pues no sólo inicia el
circuito bulímico, sino que además genera cierto estado emocional como producto del
estado de inanición. Citan una investigación realizada en Minnesota en los años 40
para medir los efectos y riesgos vinculados con las dietas restrictivas. Se tomó como
muestra un grupo de 36 hombres jóvenes y sanos física y psicológicamente. Primero
se les observó durante un periodo de alimentación normal, luego durante seis meses de
dieta restringida (la mitad de su consumo normal) y finalmente, a través de un periodo
de recuperación. La investigación concluyó que un estado de semi- inanición o
inanición producto de una dieta da lugar a ciertos estados emocionales y psicológicos
específicos, mismos que van desapareciendo a medida que el consumo alimenticio se
normaliza.
Algunas de las consecuencias propias de un estado de inanición son: depresión, visión
pesimista sobre el futuro y sí mismos, desesperanza ante la posibilidad de hacer o
pensar algo diferente, intolerancia, irritabilidad, conductas autodestructivas, sensación
de descontrol, cambios abruptos de humor, apatía, negativismo, pensamientos
obsesivos con respecto a la comida, aislamiento, ensimismamiento, dificultades en la
concentración, negativa a participar en actividades sociales e incomodidad en la
interacción con otros. Crispo, Figueroa y Guelar (1996) señalan: "…cualquiera que se
imponga una restricción calórica semejante corre el riesgo de enfermarse con las
mismas características" (pág. 91).
Los resultados de esta investigación tienen implicaciones importantes. En primer
lugar, habremos de considerar qué factores individuales son precipitantes y cuáles son
producto de la restricción calórica. Concluyo que hay algunas características de
personalidad y factores familiares que predisponen a que la bulimia se desarrolle y
otras que se presentan cuando el trastorno ya está instalado; éstas últimas son más un
producto que algo auténtico en la joven. Las condiciones emocionales y psicológicas
que son producto de la inanición promueven que la bulimia se perpetúe; inician una y
otra vez un circuito emocional y psicológico de desesperanza, control y obsesión por
la comida.
En segundo lugar, conocer esta investigación revela la importancia de normalizar la
ingesta alimenticia como camino de salida; es decir, la joven habrá de llevar a cabo
una dieta balanceada con las calorías y nutrientes requeridos según su edad y estatura.
Dentro del proceso terapéutico es importante que la joven conozca esta información,
que sepa qué ocurre con las dietas, qué efectos tiene la inanición y cómo contribuye a
que su estado emocional y el circuito bulímico se perpetúen. Creo que la gran mayoría
de ellas no saben que esto ocurre y acaban sintiéndose básicamente deficientes, lo cual
sólo hace que sigan atrapadas en su angustia y dolor. El dar a conocer esta información
debe hacerse desde una base de empatía, respeto y consideración positiva
16
incondicional; la adolescente ya se encuentra lo bastante confundida y afligida como
para tener que lidiar con un terapeuta que parezca enjuiciarla o remarcarle lo
"equivocada que está". Primero habremos de trabajar con su vivencia y
posteriormente, sin condicionarla o exigirle que cambie su conducta, darle la
información necesaria.
Normalizar el consumo de alimentos y sensibilizar el contacto con el cuerpo y las
sensaciones, con las necesidades físicas y afectivas, y con las señales de hambre y
saciedad son áreas básicas de trabajo terapéutico.
El camino de salida requiere regresar al cuerpo y a la confianza en la autorregulación
organísmica. Cuando la joven conoce qué dispara sus atracones y escucha sus
verdaderas necesidades, comienza a confiar en que la satisfacción de su hambre física
no la hará engordar. Este proceso requiere tiempo y la disposición de vivir consciente;
es decir, la joven habrá de aprender con nosotros lo que significa vivir dándose cuenta
de sí misma.
Finalmente, quiero señalar que si bien es importante tener un marco teórico que nos
ayude a comprender la bulimia, es más importante recordar que la joven con bulimia
realmente sufre, le duele, se siente confundida, avergonzada y sola, y su experiencia es
mucho más que una "sintomatología diagnóstica". Para ella, nuestra presencia, empatía
y ausencia de juicio son de mucho valor.

La bulimia como ajuste creativo a las labores de la adolescencia


La bulimia, por muy dañina o incomprensible que pueda parecer cumple una función para
quien la desarrolla. Representa un intento de manejar ciertas presiones, vivencias y emociones
que no se pueden manejar de otra manera; es decir, desarrollar bulimia es lo mejor que una
persona está pudiendo hacer en un momento dado para hacerle frente a su vida. En acuerdo
con Pike y Wilfley (1996), considero que: "Los trastornos de la alimentación reflejan una
solución comprometedora y fracasos en el manejo de las labores del desarrollo" (pág. 391).
Sin embargo, esto no quiere decir que los "fracasos" sean irresolubles.
Una de las aproximaciones que distingue con mayor claridad a la terapia Gestalt de otras
escuelas psicoterapéuticas, es la concepción del ajuste creativo y la función positiva del
síntoma. En Gestalt consideramos que todo lo que un individuo hace en un momento dado es
una expresión de su self, de un organismo que busca la integración y homeostasis de la mejor
manera posible. La Gestalt considera que si un ser humano recorre caminos trastornados lo
hace como un último recurso que en realidad manifiesta el impulso creativo y vital dentro de
cada persona.
McConville (1995) menciona que en el comportamiento sintomático problemático, y en
ocasiones peligroso de los adolescentes, pueden verse los mejores esfuerzos de un individuo
por ajustarse a la necesidad de desarrollo según la cuál debe dejar atrás la niñez y lograr un
sentido de sí mismo viable. Señala que en ocasiones el "mejor esfuerzo" puede ser bastante
aterrador, y que es indispensable no dejarnos llevar por la ansiedad del marco adulto e
ingresar a la fenomenología del mundo del cliente adolescente para descubrir el sentido de sus
conductas en función de su desarrollo.
La Gestalt confía en la creatividad experimental, postura que nos ayuda a ver, incluso en el
comportamiento más censurable, la lucha del organismo humano por ajustarse creativamente
a sus circunstancias y usarlas para apoyar su vida y crecimiento. A menudo no vemos la
lógica oculta o la función positiva de lo que resulta autodestructivo o paralizante, sin
17
embargo, existe en la Gestalt la plena confianza de que el individuo hace su mejor esfuerzo
por crecer y adaptarse a su momento existencial.
Cualquier aproximación terapéutica para adolescentes que no incluya esta visión, no solo no
logrará entender el espíritu esencialmente creativo y de crecimiento de la adolescencia, sino
que también descorazonaría y vencería al terapeuta (McConville,1995).
"El tratamiento exitoso de un individuo con AN (anorexia nervosa), BN
(bulimia nervosa) o BED (binge eating disorder) requiere que el terapeuta
reconozca la función adaptativa del desorden alimentario, retando también la
creencia de que el desorden es la única solución a las exigencias del
desarrollo" (Pike y Wilfley,1996, pág. 367).
Considero que el trabajo terapéutico debe hacerse desde este espíritu y confianza en el
organismo; desde una postura realmente empática, congruente, respetuosa y de aceptación del
otro, con todo y su "síntoma autodestructivo". Es muy importante contactar con la joven y
comprender su sufrimiento, enojo y dolor para entonces poder caminar con ella el proceso de
sanación de una parte vulnerable y pequeña. Las jóvenes con bulimia suelen estar conscientes
de que con su manera de comer y purgarse se hacen daño. Saben que lo que hacen "no está
bien", pero no saben qué otra cosa hacer…sienten miedo, vergüenza, culpa y enojo consigo
mismas. Lo último que necesitan es que su terapeuta se asuste, las juzgue o les diga que se
están haciendo daño…¡ellas ya lo saben!. Necesitan la calidez y compasión que nuestra
empatía les pueda dar.
Qué función tenga para cada joven en particular y cómo represente un ajuste creativo, es algo
que iremos descubriendo a lo largo del proceso terapéutico; lo importante es considerar que
por muy descabellada que parezca, la bulimia no es un sin sentido.
Ahora bien, ¿Cuál es esta función adaptativa?…¿Dónde está el ajuste creativo?.. Precisamente
se encuentra en la función que la bulimia cumple para manejar asuntos que parecen
inmanejables o sin salida. Veamos como representa una "solución" a tareas del desarrollo
adolescente:
En primer lugar, la bulimia representa un ajuste creativo en cuanto a la "pausa" que pone en el
desarrollo. En ocasiones, la adolescente se siente tan confundida, presionada, atrapada,
asustada de crecer y de ir hacia el futuro, que lo que más necesita es "detener" su desarrollo
por algún tiempo. Necesita ponerse a sí misma en pausa, siente que ya no puede más y
quisiera detener el tiempo. La bulimia le "gana tiempo"; le permite evitar cuestionarse y
asumir tareas del desarrollo que no está pudiendo enfrentar. Le permite no preguntarse quién
es, ni pensar en novios, ni en la relación con la familia, ni en si es aceptada o no por un grupo,
etc. La bulimia, al ser la figura de atención, permite no enfrentar situaciones que resultan
amenazantes; en este sentido, el trastorno es la deflexión perfecta. Dentro del espacio
terapéutico es muy importante explorar todas las áreas que resultan difíciles para la joven,
exploremos cada tema, paso por paso, al ritmo de cada persona. Es inútil centrarse
exclusivamente en el acto bulímico, pues perderíamos de vista las dificultades que lo generan
en primer lugar.
La bulimia también las ayuda a manejar sentimientos intensos que no pueden contactar y
expresar directamente. Por un lado, centrar la atención en el acto de comer, en el atracón y la
purga, les permite deflectar el contacto con sentimientos dolorosos y necesidades
insatisfechas. Por otro lado, pueden manifestar su enojo, liberar tensión, aliviar ansiedad y
expresar lo inexpresable a través de su cuerpo; por lo tanto, la pregunta a realizar es: ¿qué
estás realmente vomitando? Ahora bien, dada la autoagresión de las conductas implicadas, es
claro que en el acto bulímico hay una buena parte de retroflexión, pero recordemos que es la
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única manera que la chica ha encontrado para manejar la turbulencia interna. Tanto la
retroflexión como el contacto y la expresión de sentimientos habrán de ser trabajados.
En relación al vómito y/o las purgas, considero que éstos son actos expresivos en sí mismos;
es decir, expresan algo que la chica no puede poner en palabras. Si la joven pudiera nombrar
sus conflictos, sentimientos y necesidades, no recurriría a un síntoma. Realmente creo que las
chicas con bulimia tienen dificultades para expresar lo que sienten y lo que les pasa, a
menudo ni siquiera lo saben. Prefiero experimentar con otros medios expresivos y promover
la conciencia sobre su experiencia, que esperar una comunicación verbal que suele ser difícil.
Entonces, trabajo con símbolos, pintura, barro, poesía, música, movimiento corporal, etc.,
todos los medios que puedan ser útiles para que la joven ponga en el afuera lo que ocurre en
su mundo interno, para que se de cuenta de qué hace y cómo lo hace, y para que reconozca
cómo se bloquea o interrumpe.
El acto de purgarse o vomitar puede ser representado dentro del consultorio. Puedo pedirle a
la persona que se ubique en algún momento en el que está a punto de volver el estómago, que
haga contacto con su experiencia y con lo que le está ocurriendo en ese momento. Luego,
puedo darle un enorme pedazo de cartulina y pinturas de agua, y pedirle que me represente lo
que le ocurre y cómo es vomitar para ella. Cuando acabe, podemos pegarlo frente a nosotras y
observarlo como si fuera una obra de arte. Muy a menudo, la joven se da cuenta de sus
sentimientos y de lo que le estaba ocurriendo, y entonces puede comenzar a ponerlo en
palabras. Si no lo verbaliza, realmente no importa, pues confío que el trabajo se realizó a un
nivel simbólico también importante y que la verbalización llegará después.
También necesitamos reflexionar sobre cómo la comida puede substituir al afecto. Kaufman
(1992) considera que los atracones de comida son un substituto en la satisfacción de
necesidades interpersonales: "Cuando uno se siente solo, hambriento de sentirse parte de algo,
desesperado por ser abrazado con cercanía, queriendo ser deseado y admirado, respetado y
amado... se busca la comida. Pero la comida no puede satisfacer la necesidad interna"
(pág.186). La comida también puede representar el afecto, la búsqueda de seguridad y el
consuelo que a ratos la adolescente suele necesitar. Kaplan (1984) expresa:
"Para la bulímica, la comida es segura y puede depender de ella. El atracón
anestesia sus miedos, acalla el enojo y la soledad. Ella come por consuelo
emocional. Sin embargo, muy pronto, comienza a temer que si gana demasiado
peso entonces se hará vulnerable a la desaprobación de la que escapa" (pág.
276).
La joven se encuentra constantemente en el medio e intenta hacer lo que puede para
manejarlo. Por una parte, la comida le sirve de consuelo emocional y para evitar contactos
emocionales dolorosos o difíciles; por otra parte, la purga le sirve para evitar posibles
situaciones que la llevarían al rechazo. Dado que actualmente la imagen física es tan
importante, cumplir con las exigencias socioculturales representa la oportunidad de ser
aceptada, incluida y respetada, y en última instancia, tener éxito y amor. Desde aquí, la idea
de purgar lo ingerido y evitar engordar no es descabellada. Es decir, para la mayoría de chicas
con bulimia, evitar a toda costa subir de peso es protegerse de una "gordura" que las haría
inaceptables, rechazables y en última instancia, indignas de ser amadas; de ahí que el trabajo
sobre la autoestima sea también muy importante.
La bulimia puede también representar un manejo de la ambivalencia hacia el crecimiento, un
intento para ubicarse en algún punto entre la dependencia y la independencia. La joven busca
su independencia, intenta controlar su cuerpo e imagen y curiosamente, sin proponérselo,
promueve una situación donde los padres aún tendrían que cuidarla. Regresamos entonces a la
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importancia de trabajar las polaridades, explorando ahora las ventajas y desventajas de crecer,
lo que significa "enfrentarse" al mundo, los temores relacionados, etcétera.
McConville (1995) considera que aun en los jóvenes cuyo comportamiento es abiertamente
autodestructivo (drogadictos, pandilleros) debemos reconocer que el proceso subyacente es un
impulso evolutivo esencial: el impulso a apropiarse del self y definir sus fronteras de contacto
con el mundo interpersonal. Creo que a través del acto bulímico la joven busca crecer, aunque
aún no sepa bien hacia dónde ir o qué hacer. Todo lo que hace con su cuerpo es un intento de
ser ella misma y controlar su vida como quiere y puede.
Además, tal como señala Rebillot (1993), cuando la gente pasa de una etapa vital a la
siguiente, un ritual o ceremonia de iniciación simboliza el comienzo de la nueva vida y la
persona se prepara a nivel emocional, mental, corporal y espiritual. Es un punto de transición
pues algo viejo muere y algo nuevo nace; tal como sucede en la adolescencia.
¿Hasta dónde, entonces, la bulimia es un ritual de transición que no ha llegado a buen término
Es claro que incluye muchos elementos ritualísticos en relación a la comida y al cuerpo, y en
muchas jóvenes puede ser el intento de cruzar un umbral difícil: dejemos que ella organice su
ritual y lo monte en el espacio terapéutico, sentando en el afuera las bases para el crecimiento
interno.
Consideremos también que la bulimia, dado su carácter grotesco y evidente, abre el trabajo
para la expresión y el contacto con sentimientos intensos que ya se manifiestan a través de la
purga. Es un trastorno tan obvio que la joven lo reconoce y entonces, siempre existe la
posibilidad de integrarlo y crecer.
La posibilidad de hacer experimentos, de trabajar con símbolos y materiales, y de facilitar
nuevos medios de expresión es una gran ventaja en el trabajo con estas adolescentes.
Podemos crear experimentos que faciliten: (1) el darse cuenta del mundo interior y exterior,
(2) de los estados físico-sensoriales y emocionales, (3) la expresión de sentimientos que sólo
se actuaban a través del cuerpo y la alimentación, y (4) la vivencia de nuevas conductas y
maneras de existir.
Además, la experimentación brinda cierta manejabilidad y control sobre un síntoma que se
vive como incontrolable. La adolescente con bulimia suele estar bastante confundida y
asustada del futuro y de su existencia; pocas cosas son ciertas, a veces le falta confianza y
siente que no puede controlar nada. Por raro que parezca, la bulimia y todos los rituales que
giran alrededor de la alimentación le dan una estructura, "algo de donde agarrarse" y la ilusión
de que puede controlar su vida a través del control de su cuerpo. Yo no puedo pedirle a una
chica que deje de volver el estómago o purgarse si no ha desarrollado el suficiente autoapoyo
que se lo permita. Con los experimentos, la joven comienza a ver su síntoma cara a cara,
comienza a comprenderlo, a verlo con más claridad y a perderle el miedo; entonces, puede
experimentar nuevas maneras de expresarse y de hacerse cargo de sus necesidades.
Por otra parte, hay tareas que la joven puede insertar en su vida cotidiana y que le dan cierta
seguridad y darse cuenta de sí misma. Estas tareas funcionan porque la joven comienza a
apoyarse en su darse cuenta y autoconocimiento; las utiliza para estructurarse y entonces
puede soltar el síntoma. Por ejemplo, comúnmente pido que con el inicio del proceso
terapéutico la persona lleve un diario donde anote sus sentimientos y experiencias: puede
llevar registros de qué comió y cómo se sintió al hacerlo, valorar su hambre y satisfacción en
una escala del 1 al 5, anotar cómo se estaba sintiendo antes de volver el estómago, etc. Este
tipo de tareas o "registros" promueven que cada persona encuentre sus propios patrones y
disparadores. Confío que con ese conocimiento la persona podrá explorar maneras más
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armónicas de atender lo que siente y necesita. Me interesa que la persona se de cuenta de
quién es en todas sus dimensiones.
En relación al proceso terapéutico, algunas de las áreas que considero más importantes de
revisar o trabajar son:
• Dificultad para contactar, formar figura, expresar y actuar con base en necesidades y
sentimientos auténticos. Darse cuenta de estados emocionales y físicos.
Sensibilización corporal.
• Establecimiento de límites psicológicos y corporales, contacto y evitación del
contacto.
• Diferenciación, identidad y reorganización del self.
• Significado de ser mujer y asuntos relacionados con la feminidad.
• Dificultad para el desarraigo, ansiedad o ambivalencia con respecto a la separación y
el desarrollo, ventajas y desventajas de crecer, duelo por la infancia, relaciones
familiares, asuntos inconclusos con la madre, necesidades emocionales no satisfechas,
validación de las necesidades de dependencia e independencia.
• Proyección sobre el cuerpo. Significado personal del circuito bulímico y la purga.
• Vergüenza, deflexión de sentimientos, retrofelxión y otros modos de relación.
• Significado de la gordura y la delgadez, consideración de un peso realista.
• Patrones extremistas de pensamiento, necesidad de control, exigencias y
perfeccionismo.
• Valoración del sí mismo independientemente de la imagen física, ampliación del
autoconcepto, maneras de establecer relaciones y ganar aceptación más allá del
aspecto físico.
Cómo se trabajen estas áreas dependerá del estilo personal de cada terapeuta y del proceso
específico que lleve con su cliente. Dentro del artículo he propuesto algunas herramientas que
a mí me resultan útiles y espero que esta síntesis nos dé ideas para crear otras.
Nuestra labor como terapeutas es acercarnos al encuentro con la adolescente, sin asustarnos
de su síntoma y relacionándonos con ella y no con "la bulimia". Mi invitación es a que
trabajemos tema por tema y paso por paso, facilitando un proceso que paulatinamente llegue
al contacto con lo fóbico, con el vacío, con la separación y con la angustia existencial de
crecer. En mi opinión, trabajar con la diferenciación, la identidad y los límites tiene
implicaciones muy profundas, pues requiere que la adolescente contacte la desintegración
propia del desarraigo, el vacío de no saber quien es, la confusión de no saber dónde empieza
ella y dónde terminan los demás, y en última instancia, el saberse dueña y responsable de su
propia existencia.
La tarea es encontrar el enorme potencial terapéutico detrás de la crisis, crecer desde la
experiencia y completar el ritual, logrando cruzar el umbral de la infancia a la adultez. Sólo
debemos promover que la adolescente se autoapoye y haga frente a las labores de desarrollo
que la vida le presenta. Además, si la acompañamos en su crisis de transición quizá logre
construir su identidad, actualizar su self y camine los andares de una nueva feminidad.
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Deborah Meza G. Licenciatura en Psicología (UIC). Especialidad en Enfoque Centrado en la


Persona, Psicoterapia Gestalt, Sensibilización Gestalt y trabajo con adolescentes (IHPG).
Group process training (Esalen Institute). Dedicada a la docencia, al trabajo grupal y a la
psicoterapia

www.iphgestalt.com.mx/revista/4/meza.html

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