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Grandes

Chilenos
del
Bicentenario
Grandes Chilenos del Bicentenario
Grandes Chilenos del Bicentenario
Comisión Bicentenario, Presidencia de la República, 2010

Registro de propiedad intelectual Nº 187845


ISBN 978-956-7892-20-4

© Derechos reservados para todos los países.


Esta publicación no puede ser reproducida, en todo o en parte, ni registrada
o transmitida por sistema alguno de recuperación de información en ninguna
forma o medio, sea digital, mecánico, fotoquímico, por fotocopia o cualquier
otro medio.

Producción, diseño y diagramación:


Secretaría Ejecutiva
Comisión Asesora Presidencial Bicentenario

Coordinación periodística:
Abraham Santibáñez Martínez

Fotografías:
© Jesús Inostroza
Agradecemos especialmente a La Nación y a Luis Navarro Vega la cesión de
las fotografías de Nicanor Parra.

Esta primera edición se terminó de imprimir en el mes de enero de 2010 en


Editora e Impresora Maval Ltda.

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Comisión Asesora Presidencial Bicentenario
Holanda 2027, Providencia, Santiago de Chile
Teléfono: 56-2-411 21 00. Fax: 56-2-411 21 49
www.chilebicentenario.cl

Impreso en Chile / Printed in Chile


Grandes Chilenos del Bicentenario

Michelle Bachelet, Presidenta de la República 9


Chilenos de corazón

Presentación A. Santibáñez: 13 7
El legado de los Diez

Eugenio Heiremans (2000) 17


El empresario de los trabajadores
Chile en el Bicentenario

Nicanor Parra (2001) 37


El antipoeta por esencia
No me explico Sr. Rector

Gabriel Valdés (2002) 51


Su larga marcha por el mundo
Los valores de nuestra cultura

Padre Gabriel Guarda OSB (2003) 65


Valdiviano de corazón
Tres reflexiones en torno al Bicentenario

Luis Merino (2004) 77


Un servidor público apasionado por la música
Dos grandes desafíos: identidad y educación
Grandes Chilenos del Bicentenario

Fernando Monckeberg (2005) 95


Pediatra del año a nivel mundial
Consideraciones en la cercanía del Bicentenario

Mateo Martinic (2006) 117


Corazón de magallánico (y croata)
Chile (y Magallanes) entre el Centenario y el Bicentenario

Patricia Matte (2007) 131


La lucha por una educación de calidad
Mis sueños para el Bicentenario

Fernando Castillo Velasco (2008) 149


Historia de una vocación y grandes pasiones
Chile en pos de sus trescientos años de vida independiente

Padre Renato Poblete (2009) 171


Para pedir se requiere tener experiencia en el dolor
No debemos descansar
8
Grandes Chilenos del Bicentenario

Chilenos de corazón

9
© Archivo Fotográfico Presidencia de la República
Grandes Chilenos del Bicentenario

E
ste es un libro cuyos protagonistas están profundamente
enamorados de Chile. Coinciden, además, en que el Bicentenario
es a la vez un momento para aprender del pasado y una instancia
para proyectarse hacia el futuro.
A través de sus páginas, diez chilenos notables que han sido
merecedores del Premio Bicentenario nos sorprenden al mostrar tantas
coincidencias, pese a sus obvias y naturales diferencias.
Las bases de esa distinción, respaldadas por la Comisión
Bicentenario, la Corporación del Patrimonio Cultural de Chile y la

10 Universidad de Chile, apuntan “al reconocimiento en vida de una


personalidad destacada en el servicio público, cuya trayectoria haya
marcado una diferencia en el país respecto de la cultura, el pensamiento
y el bienestar de sus habitantes, representando ampliamente el espíritu
republicano a través de su legado”.
Esas virtudes republicanas son las que el país ha querido reconocer
en los diez chilenos de corazón premiados: el empresario Eugenio
Heiremans (2000); el antipoeta Nicanor Parra (2001); el ministro,
senador y embajador Gabriel Valdés (2002); el Padre Gabriel Guarda
OSB (2003); el musicólogo Luis Merino (2004); el pediatra Dr. Fernando
Monckeberg (2005); el historiador Mateo Martinic (2006); la socióloga
Patricia Matte (2007); el arquitecto Fernando Castillo Velasco (2008), y
el Padre Renato Poblete (2009).
Grandes Chilenos del Bicentenario

En este grupo de compatriotas ilustres está encarnado el ánimo


que nos une como país en las celebraciones de los 200 años de vida
independiente de Chile.
Nuestra patria es la suma de muy diversos aportes, y es un
caudal que ha recibido y continuará recibiendo variados afluentes. La
construcción de un Chile democrático y progresista ha sido el resultado
de múltiples esfuerzos por ir haciendo efectivos los derechos ciudadanos,
a través de avances y retrocesos. Y la cultura de la libertad finalmente
se ha consolidado en nuestro país gracias a las luchas y al sacrificio
de millones de chilenos y chilenas anónimos. Los premiados -junto con 11
tantos de nuestros compatriotas a lo largo de estos dos siglos- han hecho
aportes significativos a ese lento avance por los valles y montañas de la
historia.
Sus pensamientos y acciones nos animan a encarar el futuro con
optimismo, para seguir forjando un país a la altura de su historia y de la
calidad de su gente.

Michelle Bachelet Jeria


Presidenta de la República
Grandes Chilenos del Bicentenario

¿Por qué los Premios Bicentenario?

La Comisión Bicentenario, la Corporación del Patrimonio Cultural de


Chile y la Universidad de Chile se unieron para otorgar en conjunto el Premio
Bicentenario. La distinción se ha entregado anualmente desde el año 2000 hasta
el 2009, culminando con la celebración del Bicentenario de la República.
El premio apunta al reconocimiento en vida de una personalidad
destacada en el servicio público, en la que se aprecie especialmente su
capacidad de convocatoria y consenso, el afecto, respeto y consideración de
la ciudadanía para con su figura, su rol público, más allá de los cargos que
haya desempeñado, y su aporte a los valores del Bicentenario que apuestan
por un Chile que construye sus identidades, libre y democrático, diverso e
integrado, socialmente equitativo y solidario, en crecimiento y en armonía
12
con su medio ambiente.
El reglamento estableció que se postulaba a personas naturales, vivas,
de nacionalidad chilena o extranjeros que hayan obtenido residencia, sin
restricciones de edad y que cumplan con las características señaladas con
anterioridad.
Las postulaciones debían realizarse por instituciones públicas o privadas,
sociedades o corporaciones sin fines de lucro, embajadas, fundaciones,
organismos internacionales, organizaciones gremiales, universidades e
institutos técnico-profesionales. También podían presentar postulaciones
todos aquellos que hayan sido distinguidos con el Premio Bicentenario en sus
versiones anteriores.
El jurado estuvo compuesto por tres representantes de la Universidad,
incluyendo al señor Rector, tres representantes de la Corporación, el Secretario
Ejecutivo de la Comisión Bicentenario y dos de los miembros de su Comité
Asesor, así como los ganadores del Premio Bicentenario en sus versiones
anteriores.

Secretaría Ejecutiva
Bicentenario Chile 2010
Grandes Chilenos del Bicentenario

El legado de los Diez

Constituyen el club más selecto de Chile: son diez chilenos, elegidos


uno por año entre el 2000 y el 2009.
A esta notable decena de chilenos de muy distinta condición e
historia, se los podría definir, como decía el periodista Rodolfo Garcés
Guzmán, como “personajes fabulosos”, o, en la línea de una popular
sección de la revista Selecciones: “personajes inolvidables”.
La conversación -.de viva voz y por mail- con cada uno de los
ganadores del Premio Bicentenario ha sido un ejercicio fascinante. Los
seleccionados, cada uno con un punto de vista bien definido sobre su área
y sobre nuestro país, discrepan en algunos puntos, como la importancia
y los beneficios del sistema económico imperante. Pero, al mismo 13
tiempo, todos demuestran un profundo amor a Chile y a su historia, un
convencimiento profundo acerca de su potencial, vitalmente unidos al
continente americano por todo tipo de lazos. Creen en la juventud, tal
como lo anotó el Padre Poblete, el más reciente integrante de la lista:
“Especialmente en la juventud, es posible constatar un entusiasmo
permanente por integrarse a tareas de ayuda a los más pobres. Si hace
tres o cuatro décadas los más jóvenes se motivaban con facilidad por
la acción política –actividad que, bien llevada, es noble y necesaria–,
hoy manifiestan la fuerte convicción de que les compete afrontar las
necesidades materiales más urgentes, así como de ayudar en las tareas de
evangelización hacia los más carenciados de nuestra sociedad”.
Cada uno de los premiados tiene un sello propio. Han aportado a
la historia de las últimas décadas desde los más variados ángulos. Son
diferentes desde el punto de vista político. Provienen de lugares muy
distintos de Chile y se proyectan hacia mundos muy variados. Todos,
sin embargo, muestran algunas coincidencias que no son casuales: la
preocupación por la educación, por ejemplo.
“Es deber central del Estado, planteó Patricia Matte, asegurar a los
más pobres una educación de calidad, este deber va a quedar claramente
establecido en nuestra constitución y en la institucionalidad que se estaría
creando, ya que ello es parte integrante de los acuerdos logrados. Ese
Grandes Chilenos del Bicentenario

deber se hace imperativo si deseamos disminuir la brecha entre los


distintos grupos socioeconómicos en nuestro país”.
Lo dice Luis Merino: “… el Chile del Bicentenario deberá conjugar
esta masificación de la educación, con la equidad en lo que respecta tanto
a las oportunidades para los jóvenes de ingresar al sistema como a la
obtención de una similar calidad de aprendizaje”.
Sobre todo, de manera inocultable, comparten un fervoroso amor a
Chile. No es casual que al momento de la entrega del premio, recibieran
una simbólica escultura de bronce, obra del artista Juan Sebastián Solar,
que representa al puente Cal y Canto.
Ese amor esencial fue lo que reafirmó Gabriel Valdés en su discurso
de aceptación: “Cuando se revisa lo vivido, queda en claro que se ama
la Patria, lo propio, se siente lo que Pedro de Valdivia escribía a Carlos
V, alabando la tierra chilena pues: ‘Es tal que para poder vivir en ella y
perpetuarse no la hay mejor en el mundo’”.
Lo repite de otro modo el Padre Gabriel Guarda:
“Nací en Valdivia, en el seno de una familia profundamente cristiana,
muy unida, en el fascinante escenario que ofrecía la ciudad, pasada ya
su época de oro, pero conservando intacta su decoración; mi infancia y
14 adolescencia allá no es un hecho baladí, sino que marca hasta hoy un sello
dentro de mi vida; su gente, sus casas, sus iglesias, su cultura, definieron
mis conocimientos y mis gustos desde muy temprano, determinando gran
parte de mi futura actividad”.
Hay más reiteraciones:
“Porque, ¿qué mejor manera de celebrar el Bicentenario de nuestra
patria como Nación libre y soberana que hacer el mayor de los esfuerzos
para unir más vitalmente el espíritu de los chilenos en un solo haz de
voluntades dispuestas a preservar los valores de la hermandad como la
suprema conquista que marque el inicio del tercer Centenario de nuestra
civilidad, con un significado aún mayor que el que puedan tener las
obras de ingeniería y arquitectura que podamos dejar como legado a las
generaciones nuevas que van surgiendo con sus propios anhelos y nuevas
esperanzas?” (Fernando Castillo)
“En toda esta actual vorágine parecería que la conservación y
enriquecimiento del patrimonio artístico-cultural fuera algo menos
importante que la solución de otros grandes problemas de nuestro país.
Considero que no es así, puesto que el patrimonio artístico-cultural es
nuestra mejor carta de presentación en la sociedad mediática globalizada
del mundo de hoy. Por otra parte, existe la necesidad de satisfacer las
“hambrunas del espíritu” de aquellos hombres y mujeres “que creen
Grandes Chilenos del Bicentenario

que ser es algo más que ser consumidor” de acuerdo a las palabras del
economista chileno Manfred A. Max-Neef…” (Luis Merino)
“No soy tan pesimista como los sociólogos e historiadores actuales.
Recuerdo las palabras del Cardenal Raúl Silva Henríquez, que sostenía
que en el alma de Chile, vale decir en su cultura, se destacan el valor de la
libertad, y de la dignidad de las personas, el respeto al orden jurídico por
sobre la anarquía, y la realidad de que Chile crece mejor en el dolor. Estos
son valores de nuestra cultura. Son fundamentos de nuestro patrimonio”.
(Gabriel Valdés).
Aunque no debería sorprender, resulta llamativo que los dos
historiadores elegidos, el Padre Guarda y el profesor Martinic, coincidan
en la crítica al centralismo. La historia, dice el sacerdote, se ha escrito
desde Santiago. Y Martinic reclama con fuerza y convicción el derecho de
Magallanes a ser reconocida como la cuna de Chile, “descubierta” antes
que llegara Diego de Almagro por el norte.
Estos fabulosos chilenos desbordan esperanza: Cada uno a su modo,
que es lo más característico del antipoeta Nicanor Parra, capaz de desnudarse
en público:
A diferencia de nuestros mayores
-Y esto lo digo con todo respeto- 15
Nosotros sostenemos
Que el poeta no es un alquimista
El poeta es un hombre como todos
Un albañil que construye su muro:
Un constructor de puertas y ventanas.
Optimista es, en otra perspectiva, el doctor Fernando Monckeberg:
“Pienso que la desaparición de la pobreza y el sueño del bienestar,
debe pasar necesariamente por la calidad del recurso humano que se
puede alcanzar. Pienso que en ello reside la base del progreso alcanzado
por nuestro país durante los últimos años. Lograr la igualdad de
oportunidades, y la expresión del potencial genético, no sólo debe ser un
derecho de todo ser humano, sino que además es el único camino posible
para el desarrollo y el bienestar de la sociedad toda”.
Desde su propio punto de vista, esta visión de futuro es compartida
por Eugenio Heiremans:
“Dada la situación geográfica y de lejanía en que se ubica Chile,
nuestro porvenir está basado en la integración al resto del mundo.
Debemos ser capaces-por lo tanto- de continuar avanzando en este sentido
estableciendo vínculos culturales y comerciales con los demás países.
Esto nos obliga a ser cada día más eficientes, innovadores y competitivos
para insertarnos con éxito en los mercados globales”.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Pero, como señala con realismo el Padre Poblete, aunque “todo esto
configura un escenario promisorio y el actual puede ser un tiempo de
esperanza para la conquista de mayor solidaridad social… estos factores
positivos son únicamente pequeños pasos; ante nosotros se extiende un
camino desafiante. Pues no olvidemos que en nuestro país todavía claman
múltiples urgencias y que aún en las calles quedan hombres solitarios a
los que nadie le tiende una mano, que existen desempleados que enfrentan
crisis materiales que desembocan en quiebres familiares, y que en muchas
partes hay niños y jóvenes desvalidos frente a la droga.
“Un país genuinamente solidario se debe movilizar permanentemente
ante estas necesidades y no conformarse nunca”.
Es, sin duda, el mejor mensaje para este Bicentenario y para los
años que vienen.

Abraham Santibáñez

16
Eugenio Heiremans Despouy

Eugenio Heiremans Despouy


Premio Bicentenario 2000
El empresario de los trabajadores

17
© Jesús Inostroza

La fuerza y experiencia de Eugenio Heiremans, en su convencimiento


de que “cuando se unen voluntades de empresarios, trabajadores y
políticos, se posibilita que una sociedad logre su legítima aspiración de
prosperidad”, continúan siendo un ejemplo y aporte esencial para el
mundo empresarial y las nuevas generaciones.
Grandes Chilenos del Bicentenario

“Si el 11 de diciembre fuera elegido Presidente de Chile, ¿cuáles


serían sus primeras medidas?”, preguntó a Eugenio Heiremans un
periodista de El Mercurio en el año 2005. “Mantendría el esquema
de libertad absoluta de precios. En materia de pymes, definitivamente
establecería un sistema que efectivamente permitiera un financiamiento
adecuado en el desarrollo de ellas”, contestó seriamente el empresario,
aunque sólo fue para continuar el juego. Lo que ocurre es que “nunca se
me ha pasado por la cabeza seguir una carrera política”, quien a pesar
de tantas ofertas, jamás ha sido tentado por un cargo público. “Saber
decir que no es importante en la vida”, comenta, porque, aun cuando fue
provocado incluso por los Presidentes Carlos Ibáñez, Jorge Alessandri
y Augusto Pinochet para formar parte de sus carteras, él ha preferido
siempre seguir fiel a sus principios: “servir a Dios y a la Patria a través
de un solo camino: el trabajo empresarial”: allí están sus verdaderas
capacidades y tareas.
En el año 2000, al ser el primer galardonado con el Premio
Bicentenario gracias a su constante preocupación por los trabajadores y
el desarrollo de la cultura en el país, declaró también a El Mercurio que
la distinción “me tomó muy de sorpresa, tanto que al comienzo no sabía
18 cómo enfrentarla, porque nunca he buscado un reconocimiento. Uno de
los compromisos que tomé conmigo mismo fue el de no aceptar nada
que se alejara de mi vocación, que está en la empresa privada. A lo largo
de mi vida he tenido muchas ofertas de ministerios, de embajadas y de
candidaturas parlamentarias, pero nunca he aceptado. Soy un hombre
simple, no me interesan ni los salones ni los honores”.
Pero aunque no quiera “invadir el territorio que les corresponde
a los políticos”, como él dice, reconoce que el mundo privado siempre
estará relacionado con la política. “Los empresarios tienen el deber de
estar al día en los problemas políticos, ya que no pueden permanecer
encerrados en sus empresas. Las decisiones políticas tienen gran
influencia en la economía y los negocios. En ese sentido, la relación de
la empresa con el entorno es fundamental y el empresario le tiene que
dedicar parte de su tiempo”.
Y esto lo dice con razón. A la cabeza de numerosas empresas y
directorios, desde la década de 1940 hasta hoy, Eugenio Heiremans
ha debido estar al día con su entorno y enfrentar todas las vicisitudes
políticas y económicas del país, donde las decisiones de los distintos
gobiernos han sido cruciales para el desarrollo de todas sus tareas.
Testigo y protagonista de la historia de Chile del siglo recién pasado
y comienzos de éste, su larga trayectoria e intenso recorrido empresarial
también le ha permitido vivir notables anécdotas y codearse con los más
Eugenio Heiremans Despouy

legendarios y diversos personajes. Vecino y gran amigo de las familias


Alessandri y Antúnez, fue cercano a Augusto Pinochet, Jaime Guzmán
Errázuriz, Carlos Cáceres y Ricardo Claro; también de Clotario Blest y
Gabriel Valdés, de quien, haciéndole justicia, dice, “debería haber sido
Presidente de la República”. En sus años de juventud acompañó al Rey
Leopoldo de Bélgica y a la princesa Liliana a una agitada aventura por
la isla Robinson Crusoe, y más tarde, en una de sus visitas a Estados
Unidos, casualmente se reunió nada menos que con el piloto del Enola
Gay, el mismo que lanzó la primera bomba atómica en Hiroshima. En
1987 fue privilegiado, junto a otros cinco empresarios, para asistir a una
entrevista privada con el Papa Juan Pablo II, y en tiempos de las Unidad
Popular compartió un Chivas Regal con el Presidente Salvador Allende
en La Moneda.
De todos estos reconocidos personajes, empresarios y amigos,
ninguno ha sido tan importante como Jorge Alessandri Rodríguez.
Desde los 21 años, luego de que su padre muriera, Eugenio cultivó
una bella amistad con el político, “quien inspiró el sistema de vida que
siempre he llevado como persona y como empresario. Fue también mi
gran consejero en todos los proyectos que emprendí profesionalmente”,
cuenta. De este maestro o, como él mismo lo llama, “mi segundo padre”, 19
aprendió esa permanente preocupación por el bien común, el respeto a
los trabajadores y “la importancia de tener una posición moral respecto
de la función de la empresa”, como dice en su libro “Mi Visión, cómo
empresarios, trabajadores y políticos cambiamos el país”.
Heiremans reconoce que ha sido “un hombre inquieto, siempre
con deseos de hacer cosas, de crear empresas o participar en la creación
de ellas con otros empresarios”. Firme en su convicción de que el
éxito está en la libertad de la economía y en asumir el rol social que
le compete, ha participado en muchas iniciativas decisivas para el
desarrollo del país, instaurado en cada nuevo desafío ese compromiso
suyo con la actividad gremial y la responsabilidad que le cabe con sus
trabajadores. Presidente de la Asociación de Industrias Metalúrgicas y
Metalmecánicas (Asimet) entre 1949 y 1952, y hoy consejero honorario;
creador y actualmente director de Indura; precursor del Instituto Chileno
de Administración Racional de Empresas (Icare), en 1953; Presidente
de la Sociedad de Fomento Fabril en dos oportunidades y, fundador
de la Asociación Chilena de Seguridad en 1958, este líder empresarial
también ha formado parte de importantes firmas e instituciones como
Corfo, diario La Nación, Compañía de Acero del Pacífico, Pizarreño,
Cerámicas Cordillera, Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones,
Centro de Estudios Públicos y Megavisión, entre otras.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Y a pesar de que el trabajo lo es todo para este dirigente gremial,


él se define como “muy gozador de la vida, del buen vino y de la buena
comida”, según comentó en una entrevista a El Mercurio.
Gran deportista, durante 25 años jugó golf y llegó a ser hándicap 11,
pero por falta de tiempo se retiró de las pistas. Amante de la naturaleza,
debió hacerse cargo del campo heredado por su esposa Olivia y que, luego
de algunas contrariedades debido a la Reforma Agraria, se convirtió en
una importante lechería. Hoy, el fundo Cabaña Pewén, está dedicado
a la crianza y producción de vacunos, donde además “tengo cultivos y
una explotación muy moderna y eficiente”, dice. Aunque sabe que el
rubro agrícola tiene una rentabilidad casi negativa, su interés pasa más
por reconocer que esta actividad “protege el patrimonio, representa
satisfacciones materiales y espirituales importantes en el contacto con la
naturaleza”.
Viajero empedernido, ha visitado más de 60 veces Europa y unas
40 Estados Unidos. No ve televisión porque prefiere enterarse de todo
por medio de los periódicos, y si de literatura se trata, un buen libro de
poesía francesa e inglesa en su idioma original, o algo de García Márquez
o Neruda, sería ideal. Y es que Heiremans se confiesa un eterno romántico,
20 “porque en realidad me gusta mucho la literatura, soy un gran lector y me
gustan mucho las cosas bellas de la vida, como los paisajes, las flores,
y también algunas actitudes humanas frente a determinados problemas.
Tanto me gustan, que me emocionan”, cuenta.

Dios, Patria y Familia

Eugenio Heiremans Despouy nació el 27 de abril de 1923, en el seno


de una familia acomodada. Sin embargo, “nunca nos tuvieron encerrados
en jaulas de cristal ni entre algodones”, comenta. Su padre, Óscar
Heiremans Brockmann, hombre muy culto, ingeniero de la Universidad
de Chile, “solía darme lecciones para que desarrollara el hábito de respetar
a mis semejantes, sin importar su condición”. Lucienne, su madre, una
mujer muy intelectual, “se empeñó en que desde la cuna aprendiéramos
inglés y francés”. En las tardes, junto a su hermana mayor Ester, o Techa,
como le decían, y al pequeño Tito, Luis Alberto, “debíamos dedicar una
hora a la lectura, en voz alta, en dichos idiomas y conocer a los poetas
clásicos”, relata.
Su niñez la recuerda entre travesuras de niños, “nanas” bien
uniformadas custodiando los modales de los tres hermanos, y juegos con
amigos del barrio República, donde se creaba un ambiente en el que “no
primaban las diferencias sociales ni económicas”, dice.
Eugenio Heiremans Despouy

21
© Jesús Inostroza
Grandes Chilenos del Bicentenario

Reconoce que su familia era muy unida. De su formación comenta


que no sólo obtuvo una exigente disciplina, inmenso cariño y libertad
para formar su personalidad, también su paso por los distintos colegios
fue crucial. Su educación básica la recibió en casa, con profesores
particulares. Luego, pasó del disciplinado The Grange School a los Padres
Franceses, donde adquirió su intensa fe católica, además del valor de la
sobriedad y la familia. “Mi gran apoyo ha sido Dios, soy un hombre muy
creyente y por lo mismo totalmente realizado”, dice. Después de algunos
años en el Instituto Nacional, desde donde recogió un importante rigor
intelectual, Eugenio y su familia viajaron a Europa. Un nuevo mundo se
abrió ante sus ojos. Gracias a esos paseos por los legendarios museos y
lugares llenos de historia, y a la escuela en la que estuvo matriculado por
algunos meses en París, Heiremans sintió que sus horizontes se ampliaban.
“Fue una experiencia muy rica y valiosa”, recuerda.
También agradece su paso por la Escuela Naval para llevar a cabo
su segundo ciclo de humanidades. Como cadete desarrolló un verdadero
amor a la Patria, donde aprendió “el respeto a los valores, el cumplimiento
del deber, la limpieza y transparencia en nuestro proceder y una disciplina
de trabajo que sin lugar a dudas me han permitido realizar lo que ha sido
22 mi vida”, dice.
Eran tiempos de la Belle Époque, años de matinés de domingo,
panoramas en la fuente de soda “La Novia” o el “Tap Room”, trajes finos
y bailes de estreno en sociedad. Fue justamente en una de estas fiestas
donde conoció a Olivia Bunster Saavedra, de 17 años, cuando él tenía 20.
“Con la misma vehemencia que hacía las cosas en esa época, me enamoré
profundamente”, confiesa, y al año siguiente se casó. Con su querida
“Cocó”, como él la llama, tuvo nueve hijos y, a pesar de que reconoce no
haber estado todo el tiempo que hubiese querido junto a ellos, sabe que ha
tenido en su familia y “en mi trabajo una retroalimentación muy rica, y eso
me ha hecho feliz”, escribe Heiremans en sus memorias.

ADN de empresario

Su vocación de emprendimiento viene en la sangre. Él lo sabe. Su


abuelo, Amadeo Heiremans Vaerman, llegó desde Bélgica a Chile en el
siglo XIX a buscar nuevos rumbos. Después de haber comenzado como
un simple empleado, gracias a su carácter, disciplina y perseverancia “el
abuelo se convirtió en próspero y pujante empresario. Era un hombre
muy especial, preparado y habiloso, de una gran visión en los negocios”,
comenta Eugenio. De él, dice, heredó “la costumbre de trabajar”.
Asimismo, su padre adquirió ese gusto por los negocios y como ingeniero
Eugenio Heiremans Despouy

llegó a manejar el 50 por ciento de la empresa de don Amadeo, para luego


dar origen a Socometal, en 1939.
La familia Despouy Recard también se relacionó de cerca con
el mundo empresarial. Los ascendientes de su madre fueron productores
de vino y tuvieron una importante fábrica de licores. Por eso Eugenio
sabe que por sus venas corre sangre “de gente con mucho carácter y
obstinada… No es de extrañar que yo sea bastante cabeza dura”.
La fuerte herencia emprendedora lo impulsó a trabajar desde muy
joven en la empresa que dirigía su padre, pero tuvo que comenzar desde
abajo, como un obrero más. “Mi labor consistía en calentar los fierros, operar
la fragua, el combo y el martinete”, cuenta. Allí conoció a su primer jefe,
don Antonio Adriazola, y se relacionó de cerca con lo que él llama “mis
compañeros de trabajo”. “Me acostumbré a una convivencia estrecha con los
trabajadores, de mucha amistad, y eso me sirvió mucho en el futuro cuando
tenía responsabilidades mayores”.
El sueño de Eugenio era estudiar ingeniería, por eso decidió rendir
los exámenes para ingresar a Bachillerato y luego postular a la carrera.
En el intertanto siguió con sus labores en Socometal. Cuando estaba listo
para ingresar a la universidad, su padre le insinuó algo inesperado. Debido
a sus condiciones naturales de empresario y a su buen desempeño en la 23
Maestranza, sería más adecuado que continuara trabajando, para luego
perfeccionarse en el extranjero en los temas que le interesaran. “Y así
fue que lo hice”. Su decisión pareció ser la correcta y “casi un mandato
de Dios”, piensa, pues poco tiempo después su padre murió en un trágico
accidente “y me tuve que hacer cargo de la empresa”, cuenta.
Y la escalada fue rápida y vertiginosa. A los 21 años pasó de gerente
de Socometal a ser su presidente. A los 23 se incorporó a la Asociación
de Industriales Metalúrgicos (Asimet) donde, cuatro años más tarde, en
1949, también llega a la presidencia. Y como si no fuera suficiente, esto
le permitió, además, ingresar a la Sofofa “y ser elegido consejero al año
siguiente, en 1951”.
Fue así como aquel muchacho lleno de fe y empeño inició su
drástico y apasionante cambio de vida, que lo convirtió al poco tiempo
en un importante e influyente empresario chileno. Sin embargo, sabe
que la experiencia cercana a los trabajadores y su continua inquietud por
cumplir con la responsabilidad social de la que habla la Iglesia Católica,
nunca las olvidaría.
Por eso, mientras estuvo a la cabeza de Socometal fue siempre
cuidadoso de tomar contacto con los empleados, donde pudo descubrir
cuáles eran sus carencias y virtudes; se percató de la avidez de aprender
y progresar que había en cada uno de ellos, y comprendió que no eran
Grandes Chilenos del Bicentenario

“recursos humanos”, sino la empresa misma, “el auténtico capital que


requiere de las condiciones adecuadas para que exprese la totalidad de su
potencial”, dice Carlos Cáceres en el Prólogo de “Mi Visión”.
Desde aquel descubrimiento, Heiremans se propuso crear fórmulas
que le permitieran “educar y capacitar” a los trabajadores. Fue así como
al cabo de algunos años creó el “Programa de Capacitación y Educación
para los trabajadores de la industria metalúrgica” y más tarde, pondrá
énfasis en estas materias dentro de cada una de las empresas a su cargo.
“Siempre he considerado que la educación es la clave para el desarrollo de
Chile”. Es un camino seguro para “acceder a mejores puestos de trabajo.
También para el ascenso económico, social y cultural de las familias
chilenas, todo lo cual se traduce en una sociedad más justa y equilibrada”,
piensa Heiremans.
Con todo, haber pertenecido a una familia de grandes emprendedores
lo ha hecho distinguir “la importancia que la empresa tiene como elemento
de producción de bienes y servicios y como comunidad humana. (…) Es
por eso que he luchado y lucho por dar cada vez más importancia a la
educación moral y técnica de los empresarios que somos los llamados a
orientar y guiar estos conglomerados de trabajo”, escribe Eugenio en sus
24 memorias.

¡Uno para todos y todos para uno!

Fue en la década de los ´40 que Heiremans conoció a dos hombres


fundamentales en su vida. Ellos también compartían esa inquietud social
que lo animaba a dar vida a nuevas obras, y serían quienes participarían
con él en tantos buenos y tensos momentos de la historia de Chile.
Gracias a su estrecho vínculo y a que “dedicamos mucha energía
y horas de nuestras vidas a la actividad gremial”, recuerda Heiremans,
él junto a Ernesto Ayala y Hernán Briones serían bautizados como “Los
Tres Mosqueteros”.
“Chile es y debe ser un país industrializado”, fue el gran lema
de este enérgico trío, con el que por muchos años “cultivamos una
entrañable amistad”. Y porque creyeron “firmemente en que la industria
era la actividad económica más importante y social del país, y vivíamos
sobre esa base”, estos tenaces emprendedores buscaron con todas sus
fuerzas “producir en el país un cambio fundamental de la mentalidad
chilena, para que efectivamente nuestro desarrollo se basara en una fuerte
industrialización en la mayor cantidad posible de áreas de la economía
nacional”, dice Eugenio.
Eugenio Heiremans Despouy

25
© Jesús Inostroza

Los Tres Mosqueteros se conocieron en Asimet, el año 1946. Luego,


Briones y Heiremans dieron vida a Indura, empresa que comenzó de cero
y que hoy da trabajo a miles de personas. Además de participar juntos
en la Sofofa, donde cada uno fue presidente en distintos períodos, el trío
trabajó activamente en Icare, un espacio en el que los empresarios podrían
reunirse a intercambiar ideas y mejorar sus conocimientos. Allí recibieron
el Premio que entrega esa institución en la categoría Empresario.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Unidos en la defensa y formación permanente de su gremio y


en la custodia de la libertad de comercio, los Tres Mosqueteros dieron
muchas veces la pelea en el plano político, “pero sin ninguna orientación
partidista”, subraya Heiremans. Primero fue con el Frente Popular, cuando,
a través de la creación de CORFO, el Estado “comenzó a desarrollar una
gran voracidad empresarial”, comenta; luego la lucha continuaría en el
gobierno de Eduardo Frei Montalva, donde la Reforma Agraria buscó
“el debilitamiento del derecho natural de la propiedad privada”, escribe
Carlos Cáceres en el prólogo de “Mi Visión”. Finalmente, enfrentarán la
batalla más dura de todas: detener las expropiaciones en tiempos de la UP.
Allí la gran batalla de los empresarios será impedir la estatización de la
Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones con la popular consigna:
“la Papelera ¡No!”. En aquel entonces Ayala era su gerente general, Briones
estaba a la cabeza de Indura y Heiremans era el presidente de Socometal.
Con la expropiación de Indura, Briones “se autoexilió en el extranjero,
pero mantuvo sus empresas”, relata el diario El Mercurio, mientras
Heiremans no pudo detener la pérdida de Socometal. Aunque Pizarreño y
la Asociación Chilena de Seguridad corrían peligro, finalmente quedaron
en pie debido al ascenso del Gobierno Militar, donde todo vuelve a la
26 calma para los Mosqueteros.
Según Eugenio Heiremans esta fue la peor época de su carrera.
“Hubo una destrucción muy grande de todas las fuentes de producción y
es ahí donde justamente consideré yo que pasé mis peores inquietudes”.
Perdió el patrimonio que tanto esfuerzo había costado a su padre y a
él construir, “y nunca me pagaron un centavo. Era una inversión muy
importante. Un día me sacaron y no pude entrar nunca más”, cuenta.
Luego de esta experiencia y pensando con más serenidad y
objetividad, como él mismo dice, Heiremans cree que “es absolutamente
legítimo que los empresarios participemos en política aunque sin intervenir
en problemas partidarios”, dice. Bajo esta idea es que durante el Gobierno
Militar pasará a convertirse en actor del “proceso de profunda rectificación
política, económica y social del país”, escribe Carlos Cáceres en “Mi
Visión”, y será protagonista “en la restauración de la propiedad privada,
en la formulación de los primeros proyectos de apertura, en la apreciación
de que no es posible obtener beneficios económicos sin incurrir en costos,
en la voluntad para encararlos, en la imperiosa necesidad de respetar los
roles que le competen al Estado en un orden de subsidiariedad”.
Para Heiremans, el papel del Estado “siempre es importante porque
es él el que da las orientaciones, pero su función fundamental es asegurar
que exista en el país la competencia necesaria para que haya progreso”,
explica.
Eugenio Heiremans Despouy

Heiremans reconoce que uno de los cambios fundamentales durante


todos estos años de historia ha sido la importancia que el gobierno da a
las empresas. “Yo creo que hoy día hay mucha más relación y mucho más
diálogo. Ahora el Estado está consciente de que no debe ser inversor en
empresa, sino que debe fomentarla”, comenta en Revista Capital.
Los Tres Mosqueteros continuaron por años dando la pelea,
defendiendo la empresa y la libertad en cada proyecto que les tocó
participar. “Siempre tuvimos una gran preocupación por colaborar con
el bienestar colectivo y económico”, dice Heiremans; misión que los
mantuvo juntos siendo “amigos en la vida, socios en los negocios y aliados
en las batallas del gremio empresarial... De los tres, sólo quedo yo”.

Su gran herencia

Sólo hay que ingresar a las oficinas de Asociación Chilena de
Seguridad (ACHS) para saber que allí se respira un ambiente especial.
Entre los muros y pasillos, una pequeña frase acompaña cada día a todos
los trabajadores y visitantes: “Nuestra misión es servir, y servir con
cariño”. Ése es el espíritu que Heiremans ha instaurado en ésta, su más
querida y trascendental obra. “Aquí hay un ambiente verdaderamente 27
bueno. En todas las empresas en las que he estado ha sido mi preocupación
fundamental que sea un lugar agradable para trabajar”, dice.
Como fundador y presidente desde hace más de 40 años, Eugenio
Heiremans explica que esta institución ha logrado cambiar “totalmente
el concepto de seguridad social, poniendo énfasis en la prevención de
riesgos y en la entrega de excelencia profesional, calidad e infraestructura
tecnológica en los Hospitales del Trabajador”.
La ACHS se creó en 1958, cuando, hasta ese momento, los
temas de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales estaban
“prácticamente botados”, comenta, “los trabajadores no tenían ninguna
prevención de riesgo, eran atendidos en los hospitales públicos. Entonces
se me ocurrió realizar esta empresa, como un aporte del empresario a
los trabajadores”. Cumpliendo con aquella responsabilidad social que
lo movía, basada en los postulados de la Encíclica Rerum Novarum,
Heiremans pensó que “si dedicaba esfuerzos a mejorar la administración
de las leyes sociales, utilizando los conocimientos y la experiencia
empresarial, podría cumplir con esos principios”.
Debido a que en ese entonces ocurría un accidente de trabajo cada
27 segundos en Chile, el “directorio de la Sociedad de Fomento Fabril
(Sofofa) aprobó la idea (…) de crear una corporación privada -sin fines de
lucro- que otorgara cobertura total a este tipo de siniestros, y en especial,
Grandes Chilenos del Bicentenario

28

© Jesús Inostroza

que desarrollara programas de prevención en las empresas”, escribe el


sitio web de la ACHS. Así, con el patrocinio de la Sofofa y Asimet, se
funda el Instituto de Prevención y Seguridad Industrial, que luego pasaría
a ser la Asociación Chilena de Seguridad.
Con la misión de promover trabajos seguros y saludables en la
empresa, después de medio siglo de gestión, los resultados de este organismo
en materia de prevención de riesgos y seguridad, son destacables. Hoy, la
institución posee más de 6.000 funcionarios desde Arica a Punta Arenas,
que han aportado a reducir considerablemente las tasas de accidentabilidad
Eugenio Heiremans Despouy

y riesgo de los trabajadores; “brinda servicios a más de 35.854 empresas


asociadas, otorgando prestaciones técnicas, médicas  y económicas. Para
ello, cuenta con una extensa y completa red de salud privada, que incluye
tres hospitales, nueve clínicas, 104 policlínicos (116 centros), 617 camas,
más de 360 vehículos y ambulancias, todo dotado de una infraestructura
de vanguardia que beneficia a más de 1.917.269 trabajadores afiliados.
Una gestión de alto impacto social y cultural”, precisa la Revista Nos.
La eficiencia, innovación en sus tratamientos, la formación de sus
profesionales con valiosos programas de educación y capacitación, la
tecnología de punta y el espíritu de sus trabajadores, han permitido que
la Asociación haya sido premiada y reconocida tantas veces como una
empresa modelo del nuevo siglo; incluso durante varios años ha sido
escogido entre las diez empresas más destacadas de Chile en el tema de la
responsabilidad social empresarial (RSE).
“Yo creo que ésta ha sido sin lugar a dudas la empresa a la que he
dedicado más tiempo y la que me ha apasionado más”, revela Heiremans,
pues es la materialización de lo que siempre ha perseguido: instaurar un
espacio de “encuentro entre los empresarios y los trabajadores en objetivos
comunes”, comenta a Revista Capital.
Pero la ACHS también permitió a Heiremans desarrollar otra de 29
sus grandes pasiones. Bajo una política de apertura al arte para todos
los miembros de la comunidad, a partir de 1958, el empresario decidió
comenzar una colección de pinturas chilenas que luego sería exhibida en
las dependencias de la Asociación. Así, en los hospitales, oficinas, salas de
espera, pasillos y halls, las obras de artistas como Mario Carreño, Claudio
Di Girolamo, Bororo, Mario Toral, Nemesio Antúnez, Lily Garafulic,
Carmen Aldunate, Rodolfo Opazo, Concepción Balmes y muchos otros,
son disfrutadas por pacientes, visitantes, profesionales y trabajadores.
Junto con la pintura, la institución también cuenta, desde 1970, con
la Biblioteca Antonio Acevedo Hernández, ubicada en el Hospital del
Trabajador. Su misión es ser una ayuda anímica para los enfermos, pero
también para los profesionales, funcionarios y sus hijos en edad escolar.
Y es que la idea de Heiremans ha sido compartir este gusto por el
arte que tiene desde pequeño. Los viajes a Europa con sus padres y el
ambiente intelectual en el que se crió, fueron los motores para buscar
siempre la promoción de la cultura, creyendo que ésta es un factor para el
desarrollo social y la calidad de vida. “Desde muy joven he considerado
que el conocimiento y apreciación del arte es un privilegio que deberíamos
alcanzar todos los seres humanos”, cuenta, y es por eso que “por más
modesto que sea el pueblo o el establecimiento de la ACHS, siempre
encontraremos una hermosa obra de arte”, dice.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Además de esta iniciativa en la Asociación, Heiremans es un gran


impulsor del arte a través de la Sofofa y su programa Arte-Empresa; también
ha donado importantes obras a la comunidad, como la escultura de Pablo
Rivera que adorna la estación Parque Bustamante del Metro de Santiago;
ha apoyado la recuperación del Teatro Cariola y la difusión del trabajo
de su fallecido hermano Tito, actor, dramaturgo y creador de la primera
comedia musical chilena y, como director fundador de la Corporación
de Patrimonio Cultural, Heiremans ha sido un aporte fundamental en la
obtención de recursos institucionales para conservar salas, obras y museos
en el país.

El trabajo como una vocación

Con 86 años, Eugenio Heiremans continúa al pie del cañón en el


trabajo empresarial. Dice estar “un poco viejo”, pero aún así se siente
“lleno de entusiasmo y con mucho cariño por la vida”. Y a pesar de que
el cigarrillo, “el vicio más tonto del mundo” le jugó una mala pasada y lo
tiene amarrado a un tanque de oxígeno, seguirá tenaz en su labor como lo
ha hecho hasta ahora y “hasta que me lleven al cementerio”, confiesa.
30 Cada día recuerda que las ganas de vivir no lo abandonan porque
“cuando uno siente que el cuerpo ya no lo acompaña como antes, que la
energía física parece irse irremediablemente, se da cuenta de que hay otra,
la del espíritu”.
Aunque no puede continuar con aquel viejo régimen de 10 u 11 horas
diarias de trabajo, sigue notablemente activo. Está convencido de que “hay
que hacer cosas diferentes todos los días”, comentó en una entrevista a
Revista Capital, y en ese quehacer el buen humor ha sido y será su gran
aliado, porque sabe que “siempre cuando uno se encuentra con dificultades
hay una salida posible y una solución al problema. En ese sentido, no hay
ninguna duda, todo tiene arreglo”, reconoce.
Hoy, varios son los ausentes. Él lo sabe. Es el último de los Tres
Mosqueteros y Olivia partió hace ya algún tiempo. “Yo diría que uno se va
transformando en un solitario con el paso de los años”, confiesa a Revista
Capital.
Para Heiremans, estar junto a su esposa por más de 35 años fue
muy importante. “Era una mujer encantadora, capaz de mantener a este
terremoto que soy yo”, cuenta. Tan encantadora y querida fue Olivia que
luego de su muerte los funcionarios de la ACHS crearon un premio en su
honor, dirigido “al personal que haya hecho algún acto de heroísmo. La
querían mucho en la empresa.”, recuerda.
Eugenio Heiremans Despouy

En sus nueve hijos el empresario ha encontrado la compañía


necesaria y “la satisfacción de su proyección de familia. A cada uno de
ellos lo ha encaminado y apoyado en la búsqueda de su respectiva y rica
individualidad. Hoy en sus nietos y bisnietos encuentra el sentido de hogar
tan requerido en la vida de una persona que tiene la convicción de un
destino superior”, escribe Carlos Cáceres en “Mi Visión”.
La fuerza y experiencia de Eugenio Heiremans, en su convencimiento
de que “cuando se unen voluntades de empresarios, trabajadores y políticos,
se posibilita que una sociedad logre su legítima aspiración de prosperidad”,
continúan siendo un ejemplo y aporte esencial para el mundo empresarial
y las nuevas generaciones.
Hombre de acción y principios claros, seguirá creyendo fielmente en
que el sistema económico está bien asentado, que la misión del empresario
es pensar a largo plazo y proyectarse en el futuro, manteniéndose siempre
“limpio en sus procedimientos. Limpio física y mentalmente”, aconseja,
y que el accionar social de la empresa privada atenúa las diferencias
existentes y mejora la calidad de vida de los trabajadores y de sus familias.
Difundir esto en el gremio ha sido su labor, porque, como dijo en su
discurso al recibir en 1959 el Premio Icare, “yo no creo que el hombre viva
solamente impulsado por su egoísmo. Soy un convencido de que desde el 31
momento en que el ser humano sintió la necesidad de establecerse como
una comunidad, vio nacer en él impulsos generosos; deseos de dedicar sus
actividades y su trabajo no sólo a la satisfacción de sus propios apetitos,
sino también al progreso y al bienestar de la colectividad en que vivía.
Tengo el profundo convencimiento de que la satisfacción de esta inquietud,
de hacer algo por los demás, de trabajar por el bien común, constituye parte
muy importante de lo que podríamos llamar ´nuestra felicidad´”.
Grandes Chilenos del Bicentenario

32
© Jesús Inostroza
Eugenio Heiremans Despouy

CHILE EN EL BICENTENARIO

Por Eugenio Heiremans Despouy

“Dada la situación geográfica y de lejanía en que se ubica Chile,


señala el Presidente Ejecutivo de la Asociación Chilena de Seguridad,
nuestro porvenir está basado en la integración al resto del mundo.
Debemos ser capaces-por lo tanto- de continuar avanzando en este
sentido estableciendo vínculos culturales y comerciales con los demás
países”.

A mi juicio, a pesar de los diferentes gobiernos y administraciones


que ha tenido Chile a través de su historia y no obstante los cambios
políticos que se han presentado en los últimos años, hay un hecho
muy relevante que yo destacaría en este Bicentenario y es que el país
ha seguido avanzando hacia un sistema económico y social moderno,
efectivo e integrador en el que tienen cabida todas las buenas iniciativas
de progreso y desarrollo y que está basado en nuestra participación
internacional. Existen claros consensos en cuanto al modelo de desarrollo
que hemos adoptado para enfrentar el futuro. 33
En el plano social, lo más notable ha sido la paulatina disminución
de las diferencias entre los distintos sectores sociales. Se ha presentado
una movilidad y un cambio muy positivo en este sentido, lo que por cierto
ha favorecido a los círculos de mayor marginalidad. Esta situación se
debe en gran medida a que hoy existe mayor acceso a la información
y al conocimiento. Si bien, es cierto, los sistemas de educación revelan
falencias, se ha ampliado la oferta en este campo, lo que ha posibilitado el
acceso a la enseñanza superior a un mayor número de jóvenes. La etapa
que sigue, es el mejoramiento en la calidad de la educación, uno de los
principales obstáculos a nuestro verdadero desarrollo y competitividad.
Se ha incrementado también la formación técnica, lo que ha
representado un paso importante en la especialización de los trabajadores,
traduciéndose –sin duda- en un factor de independencia para desenvolverse
de mejor forma en el campo laboral. Esto ha llevado a un cambio en la
condición de los trabajadores, ampliando y privilegiando el conocimiento
y las capacidades intelectuales por sobre la fuerza física, lo que le ha dado
mayor independencia y autonomía a las personas.

Diálogo, conversación y salud

Un gran paso ha sido el cambio que se ha presentado en el diá


logo entre empresarios y trabajadores. Hoy existe una conversación más
Grandes Chilenos del Bicentenario

abierta, basada en la confianza y en las capacidades. De ahí, entonces, que


ya no es posible hacer demagogia ni utilización política en este ámbito de
nuestras relaciones. Esto, porque los trabajadores están mejor formados
y no requieren de un intermediario para negociar. Las negociaciones son
más bien uno a uno, más maduras.
Un aspecto que también merece ser destacado en este Bicentenario
es el buen nivel de los sistemas de previsión social con que cuenta
nuestro país. Chile ha sido pionero en el establecimiento de instituciones
públicas y privadas que garantizan la protección de los miembros de la
sociedad en caso de enfermedad, accidente laboral, desempleo, invalidez,
vejez y muerte. Entre éstas, las Cajas de Compensación, las Mutualidades
Privadas de Accidentes, las Isapres y las AFP.
En el ámbito de la salud, aunque el Auge constituye un avance, falta
mucho por hacer en cuanto a calidad de la atención, trato y administración
de recursos eficientes en el sector público. Una Salud con adecuados
accesos, equitativa, con profesionales de calidad y con los recursos que
se requieren, es fundamental para avanzar hacia el desarrollo. Para lograr
progresos en este sentido, se requiere una efectiva complementariedad
público-privada, más allá de los paradigmas rígidos de algunos sectores.
34 El incremento de la participación femenina en el mundo del
trabajo es otro hito digno de destacar en el Bicentenario de Chile. En el
último tiempo la mujer ha sobresalido en distintos ámbitos de la actividad
laboral, ya sea como profesional, empresaria o trabajadora independiente,
ganándose importantes espacios en el seno de prestigiosas organizaciones,
tanto públicas, como privadas o de carácter político. Muchas de ellas lo
han hecho sin dejar de lado su rol en el hogar y su responsabilidad en el
cuidado de los hijos.
Sus particularidades en la forma de desarrollar sus tareas plantean
nuevos desafíos para la sociedad.

Futuro

Dada la situación geográfica y de lejanía en que se ubica Chile, nuestro


porvenir está basado en la integración al resto del mundo. Debemos ser
capaces -por lo tanto- de continuar avanzando en este sentido estableciendo
vínculos culturales y comerciales con los demás países. Esto nos obliga a ser
cada día más eficientes, innovadores y competitivos para insertarnos con
éxito en los mercados globales. Las empresas y los trabajadores han asumido
con responsabilidad este desafío, actuando en forma mancomunada en el
cumplimiento de las exigencias que ello implica. Otro aspecto importante
de nuestra integración con otros países es que representa un resguardo al
Eugenio Heiremans Despouy

modelo económico que hemos adoptado, evitando que se caiga en políticas


muy alejadas a este sistema.
Debemos centrarnos también en mejorar uno de los grandes
problemas que tenemos que es la educación. No obstante los avances que
se han registrado, persiste la carencia en la adecuada preparación de los
profesores. De ahí la necesidad de profesionalizar de mejor manera la
docencia, la formación y mística del profesorado.
Debemos potenciar la enseñanza de la historia y el valor de nuestras
tradiciones y cultura. Sabido es que los países que no conocen el valor
de su pasado, no pueden avanzar de manera ilustrada hacia el futuro. El
conocimiento histórico es esencial en una buena educación y una habilidad
indispensable en el desarrollo personal y profesional.
En relación a la educación superior, creo que hemos tenido avances
significativos, a raíz de la mayor competencia por las universidades
privadas.
Un desafío importante es el fomento de la formación técnica,
cambiar la concepción de que sólo la formación universitaria vale, dado
que se requieren técnicos de buen nivel, especializados en todos los
ámbitos de la sociedad.
A pesar de que hemos recorrido con bastante rapidez el desarrollo 35
tecnológico del mundo, asimilándo con facilidad los desafíos que esos
cambios representan, aún nos queda avanzar más en esta dirección,
masificando, por ejemplo, el acceso a la Internet, aunque ha habido
importantes avances en este sentido, como es el programa Enlaces.

En camino a la estabilidad y el desarrollo

Debemos ampliar y facilitar el camino a la innovación. Creo que ese


debe ser uno de los pilares para nuestro desarrollo. La innovación debe
estar presente en todas las áreas de nuestro quehacer, particularmente en las
exportaciones de servicios. Debemos ser capaces de establecer claramente
nuestros polos de desarrollo. En todos los ámbitos de la sociedad debe
existir una actitud innovadora, también en las políticas públicas, para que
no permanezcamos estancados o avanzando sólo por la inercia.
No obstante, los chilenos –por naturaleza– somos innovadores y
creativos, características que van muy unidas a nuestro espíritu crítico
y al hecho de no estar conformes con lo que tenemos. En este caso, ese
rasgo de nuestra personalidad se transforma en una fuerza positiva que nos
permite estar siempre pensando en nuevas ideas y aportes al progreso.
Se requiere encauzar adecuadamente la creatividad de la juventud,
que tenga un espacio de mayor participación en la formulación de las
Grandes Chilenos del Bicentenario

políticas públicas; así como también fomentar el espíritu empresarial. El


país requiere de más emprendedores, más creadores y pioneros de nuevos
proyectos para llegar al pleno desarrollo. Sin duda el emprendimiento y la
creación de más empleos, contribuirá a poner fin a la pobreza.

Estimo- por lo tanto- que la inteligencia del chileno, unida a su


espíritu de superación y progreso, hará posible que este país pueda
alcanzar en breve plazo el desarrollo y estabilidad que todos esperamos.

36
Nicanor Parra Sandoval

Nicanor Parra Sandoval


Premio Bicentenario 2001
El antipoeta por esencia

37
© Luis Navarro V.

Los admiradores suman legiones y su popularidad ha trascendido las


fronteras nacionales, siendo ampliamente conocido en el mundo entero.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Chile es un país de poetas. Lo aprendemos en el colegio y lo


repetimos con unción, en especial cuando salimos fuera de Chile. ¿Cómo
no, si tenemos dos poetas premiados con el Nobel de Literatura? ¿Y a
ellos (Pablo y Gabriela como nos gustaría decirles en la intimidad), no los
precedió acaso un desfile triunfal? La historia de la Conquista fue escrita
en verso Y, a partir de don Alonso, la continuidad no se perdió a pesar
de que en el siglo XX tuvimos una explosión: Pablo de Rokha y Vicente
Huidobro son solo los más destacados…
Parecería, pues, que en Chile ya no caben más poetas. Y, entonces,
como saliendo del sombrero del mago: Nicanor Parra, el “antipoeta”.
En su obra clásica “Poetas chilenos del siglo XX”, Carlos René
Correa lo describe así en 1972:
“Es la figura de mayor relieve en la última generación de poetas
chilenos. Erudito y popular, destaca por el contenido humano y telúrico, a
la vez por un desenfado que tiene ramificaciones en la prosa y la poesía.
Es veraz con su tierra y su sangre”.
Desde entonces, salvo por lo de antipoeta, que estrenó con sus
“Poemas y Antipoemas” de 1954, no resulta fácil clasificarlo.
El profesor Adolfo Vásquez Rocca lo intentó por la vía de la
38 descripción1 :
“La antipoesía es, en el proyecto deconstructivo de Parra, un
contratexto, un contradiscurso lírico, de entonaciones más bien urbanas,
donde ya no habla el nerudiano yo heroico de la naturaleza gestándose,
sino el sujeto moderno, irónico y sarcástico, cuyo monólogo fragmentario
tiene la desnudez confesional de un documento clínico y la elaboración
intelectual de una sátira de los usos del habla formalizada. En su poesía,
Parra logra integrar por ejemplo el laconismo de Samuel Beckett con el
humor taciturno de Buster Keaton.
“El antipoema de Parra es la respuesta a una época que ya no puede
recitar las alabanzas de la naturaleza, ni celebrar al hombre, ni glorificar
a la divinidad, porque todo se le ha vuelto problemático y difuso,
comenzando por el lenguaje. En compensación, el antipoema trata de
realizar un acercamiento desde la teoría de la relatividad y el principio de
incertidumbre, que recupere por mediación de la palabra la subjetividad
perdida y que sea capaz de crear nuevas formas de comunicación, nuevos
territorios artísticos provocando el escape de energía de un objeto inerte
mediante explosión. La mecha que enciende es la de las palabras que
acompañan a la imagen”.

1 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, en Konvergencias Literatura, Año I Nº 2, 2006,


ADEFYC Asociación de Estudios Filosóficos y Culturales, Ciudad de Buenos Aires, Argen-
tina, ISSN 1669-9092. http://www.konvergencias.net/parraavr.htm
Nicanor Parra Sandoval

El test del antipoeta

El propio Parra se ha reído del tema más de una vez. Empezó


planteando el siguiente test:

”Qué es un antipoeta:
un comerciante en urnas y ataúdes?
un sacerdote que no cree en nada?
un general que duda de sí mismo?
un vagabundo que se ríe de todo
hasta de la vejez y de la muerte?
un interlocutor de mal carácter?
un bailarín al borde del abismo?
un narciso que ama a todo el mundo?
un bromista sangriento
deliberadamente miserable?
un poeta que duerme en una silla?
un alquimista de los tiempos modernos?
un revolucionario de bolsillo?
un pequeño burgués? 39
un charlatán?
un dios?
un inocente?
un aldeano de Santiago de Chile?

“Subraye la frase que considere correcta”.

Pero este es, claramente, el Parra de fines del siglo XX y de


comienzos del XXI. Hay otro Nicanor Parra, más formal, más romántico,
pese a su afirmación de haber roto con el pasado lírico. Es el Parra más
próximo a la tradición chilena y que todavía se asoma entre los poemas
y antipoemas:

“A recorrer me dediqué esta tarde


Las solitarias calles de mi aldea
Acompañado por un buen crepúsculo
Que es el único amigo que me queda.
Todo está como entonces, el otoño
Y su difusa lámpara de niebla,
Solo que el tiempo lo ha invadido todo
Con su pálido manto de tristeza”.
Grandes Chilenos del Bicentenario

En esos mismos poemas y antipoemas, se aprecia igualmente al


Parra realista: “Considerad, muchachos, esta lengua roída por el cáncer:
soy profesor en un liceo obscuro, he perdido la voz haciendo clases...
¿Qué os parece mi cara abofeteada? ¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué decís de esta nariz podrida por la cal de la tiza degradante”.
Llega el momento en que decide que “la poesía terminó conmigo”.
¿O, en realidad, es al revés?

Yo no digo que ponga fin a nada


no me hago ilusiones al respecto
yo quería seguir poetizando
pero se terminó la inspiración.
La poesía se ha portado bien
yo me he portado horriblemente mal.

Qué gano con decir


yo me he portado bien
la poesía se ha portado mal
cuando saben que yo soy el culpable.
40
¡Está bien que me pase por imbécil!

La poesía se ha portado bien


yo me he portado horriblemente mal
la poesía terminó conmigo.

Hasta ahora, sin embargo, no ha ocurrido eso. La producción


de Nicanor Parra enfiló por rumbos nuevos, con sus artefactos, sus
instalaciones y un desenfado creciente. Por ello conviene hablar aquí de
sus Artefactos.
“Tocar puntos sensibles del lector”
“El proceso creativo desarrollado por Nicanor Parra, señala el autor
Leonidas Morales2 continuó las premisas del antipoema, estableciendo
una capacidad ilimitada para recrearlos con distintos elementos de la
realidad. En los Artefactos el decir poético y el texto mismo se reducen
a una unidad en la composición: el fragmento. Un fragmento utilizado
como un dispositivo verbal que cuando el lector lo descifra, estalla en
su conciencia iluminando múltiples zonas de lo real, atrayendo distintos

2 Morales T., Leonidas. Conversaciones con Nicanor Parra. 1ª edición. Santiago:


Universitaria, 1991, c1990. P. 100-101
Nicanor Parra Sandoval

planos de contenido. Estos poemas son formas de lenguaje extraídas


del mundo cotidiano, por ejemplo, frases de la jerga estudiantil, giros
de habla trivial, lenguaje periodístico y publicitario. En la propuesta
de los Artefactos, el oficio del poeta consiste en ser recolector de
estas unidades, desvincularlas de su referente original, para crear otro
significado. En este sentido, el artefacto parriano acentúa el interés por
la palabra hablada, por el residuo oral, de manera similar a la poesía
popular chilena.
Parra explica este tipo de poemas de la siguiente manera: “A
través de una configuración muy breve de palabras uno se pone en
contacto con algo que está más allá. Por ejemplo, cuando se anuncia un
departamento: a través de la configuración de las palabras uno se puede
imaginar ese departamento que necesita urgentemente. En el artefacto
no es un departamento propiamente tal lo que se anuncia: es algo que el

41
© Luis Navarro V.
Grandes Chilenos del Bicentenario

lector necesita, algo que anda buscando de una manera u otra. Una cosa
parecida ocurre cuando se entra de noche a una ciudad moderna. Uno
viene de la nada y los avisos luminosos como que lo llenan, como que
de alguna manera lo hacen vibrar, lo hacen vivir, y uno va de un aviso
a otro y cada aviso es una especie de pinchazo a la médula. Esta noción
de pinchazo a la médula es interesante. Se trata de tocar puntos sensibles
del lector con la punta de una aguja, de galvanizarlo de manera que el
lector mueva un pie, mueva un dedo o gire la cabeza. Interesa mucho no
perder de vista la relación de texto a objeto o a mundo que está más allá
del texto mismo. El artefacto está apuntando a una realidad que existe
con anterioridad al artefacto (...) hay que vender una mercadería, una
mercadería que es de otra naturaleza y que al lector le es de gran utilidad
para su vida”.
La biografía de Nicanor Parra, incluyendo su parentesco con el
clan familiar, cuya bandera era Violeta Parra, muestra la historia de un
chileno de provincia que ha recorrido mucho mundo. Ello es, sin duda,
un dato revelador:
“Nació en 1914 en San Fabián de Alico, cerca de Chillán. Estudios
primarios y secundarios en Chillán y Lautaro. Prosigue sus estudios
42 en el Internado Nacional Barros Arana, donde también trabaja como
Inspector. Luego estudia Matemáticas en el Instituto Pedagógico de la
Universidad de Chile. Profesor de la cátedra de Mecánica Racional en
la Universidad de Chile. Dicta cursos de Física en Inglaterra. Estudió
Física Nuclear en Estados Unidos y Cosmología en Inglaterra. En
1948 fue nombrado director interino de la Escuela de Ingeniería de
la Universidad de Chile. Fue becado dos veces a Estados Unidos. Ha
viajado por Europa, Latinoamérica y Estados Unidos, dando recitales
y ofreciendo talleres y charlas. Ha dictado cátedras en diversas
universidades extranjeras.
“Ha obtenido los siguientes premios: Premio Prometeo de Poesía,
Premio Municipal de Poesía de Santiago, Premio de Poesía Juan Said
de la Sociedad de Escritores de Chile, Premio Sindicato de Escritores de
Chile, Premio Nacional de Literatura 1969, Premio Juan Rulfo (1991),
Premio Luis Oyarzún (1997), Medalla Rectoral de la Universidad de
Chile (1999), Premio Reina Sofía de España (2001), Premio Bicentenario
(2001).
Es Miembro de la Academia Chilena de la Lengua. Hijo Ilustre
de Chillán. Doctor Honoris Causa de la Universidad de Concepción
(1996). Honory Felow Elect de Oxford University (2000)”.
Este año, con motivo del estreno de un documental sobre su persona,
de nuevo “hizo noticia”. Así lo enfocó el periodista Felipe Saleh:
Nicanor Parra Sandoval

La anécdota la cuenta el propio Nicanor Parra: “La única vez que


me han pifiado fue en Guadalajara. Pero alcancé a dar vuelta la cosa.
Dije ‘no soy capitalista y aplaudieron todos… no soy comunista, sino
todo lo contrario…. ecologista’. El antipoeta es un tipo difícil, a pesar
de que a primera vista sus versos parecen juegos de palabras sacados
de un almanaque huaso.
Precisamente ahí está su gracia y su alcance mundial: en que la
poesía que lo convirtió en profesor honorario de Oxford, después de
haber pasado como alumno conflictivo por esa institución, está llena
de las contradicciones que marcaron a las personas de la posguerra,
la época en que Parra comienza a cobrar fama. “En una época en que
todas las certezas ideológicas se han terminado, aparece Parra para
decir que no importa si un día eres comunista, otro día cuadrado o
redondo y qué importa”, dice Víctor Jiménez Atkins, director de Retrato
de un Antipoeta, el primer documental que logra registrar la intimidad
del poeta chileno vivo más importante del siglo XX.
Jiménez, director de las carreras de Cine y Teatro en Inacap,
entidad que patrocina la película, demoró once años en ver la película
terminada. Todo partió junto a su amigo Mario Navarro “otro, no el
hermano de Iván Navarro, el artista visual”, quién en 1997 armó una 43
intervención de pinturas de Roberto Matta con poesía de Parra.
Víctor Jiménez hizo unas proyecciones de aproximadamente siete
minutos: “Ahí lo conocí y me di cuenta de que el personaje era potente
por sí solo, muy cinematográfico y se lo dije a Mario”.

Intérprete del genio popular

De las muchas preguntas difíciles que plantea Nicanor Parra, la más


compleja es acerca de sus antecesores. En un intento por responder, Enrique
Dintrans3, escribió que “su habla es coloquial, cáustica y humorística,
rescatando la picardía criolla. Las cosas las dice sin recovecos y de frente.
En su aparente prosaísmo hay un estudio intenso de las actitudes humanas
y el humor es corrosivo, aplicándolo para recordar o mostrar debilidades.
Es genial en su trabajo y tiene amplia acogida en la juventud que abarrota
los recitales, los escasos recitales que ha dado.
“Interpreta el genio popular y los sentimientos del hombre
contemporáneo.
Su trabajo no tiene grandes caídas y se mantiene constante, lo cual
significa que puede ser leído en su totalidad, sin que se produzcan baches o

3 http://grupos.emagister.com/mensaje/continua_el_poeta_es_uno_de_los_grandes_poe-
tas_de/1851-340452
Grandes Chilenos del Bicentenario

miradas de aburrimiento. Es una de las grandes diferencias con la mayoría


de los poetas que solo permiten la lectura atenta de algunos versos, puesto
que el resto cae rápidamente en calidad e interés.
“Merced a su trabajo, Nicanor Parra ha logrado que los chilenos
se interesen más en leer poesía, puesto que su tarea es sencilla, aunque
desacralizadora; simple, aunque desmistificadora; sabia, aunque
innovadora; risueña aunque golpeadora, etc.
Como toda cumbre, tiene adversarios y admiradores. Ha creado, sin
quererlo, una escuela antipoética”
Pero, así como es difícil encontrar sus antecesores, también hay
debate acerca de sus discípulos. El mismo Dintrans afirma que “según
algunos, esta escuela ha sentado malos precedentes, puesto que sus
discípulos no están a su altura, no han evolucionado ni se han preocupado
de profundizar el enfoque, deviniendo en una forma poética que no es tal,
mediocratizando el entorno cultural. De todo lo cual, por supuesto, no
tiene culpa Nicanor Parra, manteniendo en alto el pedestal de Grande en
las Letras Chilenas.
“Los admiradores suman legiones y su popularidad ha trascendido
las fronteras nacionales, siendo ampliamente conocido en el mundo entero.
44 Junto con Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Vicente Huidobro, forma
parte de los Cuatro Grandes de la Poesía Chilena. Algunos incorporarían
a este selecto grupo a Pablo de Rokha”.
Él, por su parte, resume en una frase el impacto de su poesía:
“Durante medio siglo la poesía fue el paraíso del tonto solemne
hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa”.
Nicanor Parra Sandoval

Libros Publicados

Cancionero sin nombre (1937)


Poemas y Antipoemas (1954)
La cueca larga (1958)
Versos de salón (1962)
Discursos con Pablo Neruda (1962)
Manifiesto (1963)
Canciones Rusas (1967)
Poemas ( 1969)
Obra Gruesa (1969)
Los Profesores (1971)
Poemas de Emergencia (1972)
Antipoemas (1972)
Poesía Rusa contemporánea (1972)
Artefactos (1972)
Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1979)
Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1979)
El antilázaro (1981) 45
Eco poema de Nicanor Parra (1982)
Poema y antipoema de Eduardo Frei (1982)
Chistes para desorientar a la poesía (1983)
Coplas de navidad (1983)
Poesía política (1983)
Hojas de Parra (1983-1996)
Poemas para combatir la calvicie.(Julio Ortega, compilador) (1993)
Páginas en blanco (2001)
El rey Lear (2004)
Obras completas I & algo más (2006)
Discursos de Sobremesa (2006)
46
Grandes Chilenos del Bicentenario

© Archivo Fotográfico del Diario La Nación


Nicanor Parra Sandoval

NO ME EXPLICO SR. RECTOR

Por razones de salud, el poeta Nicanor Parra se excusó de preparar


un texto especial para esta obra. Debido a ello, los responsables
de la publicación determinaron que, en su reemplazo, se incluya a
continuación el texto con el cual agradeció el premio en el Salón de
Honor de la Universidad de Chile, el 28 de mayo de 2001. La siguiente
es la transcripción de dicha grabación.

“NO ME EXPLICO SEÑOR RECTOR

“Las razones que pudo tener el Jurado


Para asignarme a mí
Que soy el último de la lista
Premio tan contundente como éste
Hay por lo menos una docena de candidatos
Que con razón se sienten postergados
Irregularidades como ésta
No debieran volver a repetirse
Yo por mi parte me querellaré 47
Contra quienes resulten responsables

“ANTES NO SUCEDIAN ESTAS COSAS

“Seguramente lo que más pesó


Fueron las razones de orden humanitario
Vengo saliendo x enésima vez del quirófano:
Ese maldito cáncer a la próstata:
To P(i) or not to P(i)
that is the question

“COMO SI TODO ESTO FUERA POCO

“Mi Cecilia Bolocco me tiró la cadena


Comillas
“Por andar con las patas a la rastra”
Mentiría si digo que miente:
Dentro de poco cumpliré los 100
Me cambió por lolo de 70
De los trigos no demasiado limpios
Pero con cuenta bancaria morrocotuda
Que la verdad no quede sin ser dicha
Grandes Chilenos del Bicentenario

“NO SÉ NO SÉ

“Yo pertenezco a un mundo que se fue


Yo todavía creo en el ser humano
Yo todavía creo en Dios y en el Diablo
Para decirlo todo de una vez
Yo soy
Uno de esos engendros modernistas
Que confundieron el Ser con el Ente
Ni progresista ni conservador
Sino todo lo contrario Señor Rector:
Ecologista muerto de susto:
Una pulga en el oído del Minotauro:
¡Mi reyno por un par de muletas eléctricas!
Vivo no me pondrán en el ataúd:
Al cementerio por mis propios pies

“ENTENDEMOS X ECOLOGISMO

48 “Un movimiento socio-económico


Basado en la idea de armonía
Del ser humano con la naturaleza
Que lucha por una vida lúdica
Creativa pluralista Igualitaria
libre de explotación
Y basada en la comunicación
Y colaboración de grandes y chicos
Muchos los problemas
Una la solución:
Economía mapuche de subsistencia

“NO SÉ SI ME EXPLICO

“Lo que quiero decir es no


Más Indemnizaciones millonarias
Fuera de la que a mí naturalmente
Me corresponde por derecho propio
Las cuentas claras
y a otra cosa mariposa
Terminamos nosotros con los premios
O los premios terminan con nosotros
Nicanor Parra Sandoval

“GRACIAS SEÑOR RECTOR

“Es un honor muy grande para mí


No me pellizco para no despertar
Y lo recibo con una lágrima en los anteojos”

49
© Luis Navarro V.
Gabriel Valdés Subercaseaux

Gabriel Valdés Subercaseaux


Premio Bicentenario 2002
Su larga marcha por el mundo

51
© Jesús Inostroza

Cree, con vehemencia, que “hay que hacer un esfuerzo para ser nación,
Cree, con vehemencia, que “hay que hacer un esfuerzo para ser nación,
mostrar la belleza, el mundo busca lo original. Los extranjeros que
vienen a Chile no lo hacen sólo por la geografía, vienen por su gente.
Hay que aceptar nuestra diversidad”.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Leer las primeras páginas de las memorias de Gabriel


Valdés Subercaseaux4 es como pasearse por las calles de El Llano,
en San Miguel, un barrio de vida tranquila y recatada hasta no hace
mucho. Hoy día ni siquiera la proliferación de altos edificios de
departamentos ha perturbado su esencia. Allí, cuenta en su libro de
recuerdos, existía “una casa que llamamos casita, donde yo nací y que
hoy es una gran construcción de dos pisos que alberga un conocido
restaurante que está sobre la Gran Avenida, frente a la parroquia”.
Pero, además, numerosas calles fueron bautizadas en recuerdo de
sus parientes, incluyendo desde luego del apelativo de El Llano
Subercaseaux que recuerda su familia materna.
A partir de ese entorno, la vida de Gabriel Valdés, canciller,
senador, embajador de Chile; dirigente político, impulsor de la Alianza
Democrática y de la Concertación de Partidos por la Democracia;
subsecretario de las Naciones Unidas, ha hecho un largo recorrido. Al
mismo tiempo, en sus palabras, en una entrevista para este libro, se
trasluce más de una frustración y anhelos no cumplidos:
“Nosotros todavía no encontramos nuestro destino. Dijo Alberto
Edwards que quienes formaron el Estado chileno no lo hubieran hecho
52 si no se hubiese ausentado Fernando VII, aquí había una dependencia
intelectual de la monarquía, no era un país republicano como EE.UU.
El siglo XIX fue aristocrático, con un mando vertical. Hoy estamos
rompiendo con el pasado, hay un valor interior, que es la libertad y
un ejemplo son los mapuches. …Chile hoy está rompiendo con la
tradición con ideas de futuro, pero es una agonía porque no hay líderes,
la política es un juego, es fiesta, no hay líderes espirituales como el
Padre Hurtado, Eduardo Frei Montalva… Se va a perder el sistema de
partidos, éstos se aferran al Estado para sobrevivir, pero no proponen
nada, no hay ideales. Se le da oportunidades al audaz, no a los mejores.
La derecha es economicista, sigue la ideología del mercado, pero esta
no se funda en valores, en la familia…”
Cree, con vehemencia, que “hay que hacer un esfuerzo para ser
nación, mostrar la belleza, el mundo busca lo original. Los extranjeros
que vienen a Chile no lo hacen sólo por la geografía, vienen por su
gente. Hay que aceptar nuestra diversidad”.

4 “Sueños y memorias”. Gabriel Valdés S. Ed. Taurus, Santiago 2009.


Gabriel Valdés Subercaseaux

Sus influencias

Gabriel Valdés es uno de los chilenos que más posibilidades ha


tenido de ver a Chile en el contexto mundial desde mediados del siglo
XX. Lo resume en tono crítico:
“Latinoamérica no quiere más sometimiento. En Chile estamos al
final del mundo y tenemos una riqueza étnica grande. Los mapuches no
soportan más la violencia que viene del siglo XVIII. América Latina está
llegando a la liberación de los pueblos. Esta liberación en Europa, con la
Revolución Francesa, fue muy violenta, no así en Estados Unidos.
“En provincias no se hace nada. Se aplican doctrinas exteriores
sin respeto a las tradiciones nacionales, a los valores. Hay una crisis
de identidad en Latinoamérica. La estructura cambia porque la gente
quiere ser libre; las mujeres quieren ser libres. En Chile hay que volver
al pueblo campesino. Hay fallas fundamentales porque ningún gobierno
se ha preocupado de lo urbano. Las ciudades no son para la gente.
Aquí las ciudades son un obstáculo para la gente. No hay armonía. La
diferencia entre San Miguel y La Dehesa no es sólo de dinero, sino de
participación, de dignidad. Y no vamos por ese camino”.
Este desencanto final (cruzado paradojalmente por un persistente 53
optimismo personal, como lo reitera constantemente) tiene que ver con
los sueños de sus años mozos, los sueños de su generación y de quienes
militaron muy jóvenes en política bajo las banderas de la Democracia
Cristiana.
Para entender cabalmente su vida, debe considerarse en primer
lugar el positivo encuentro entre sus genes y la vocación de servicio que
desarrolló desde el colegio San Ignacio. Sus viajes, desde muy temprano,
alimentaron su espíritu y luego, sus contactos en la Universidad de
Chile, cuando conoció a quienes fundaron con él la Falange Nacional,
reforzaron sus convicciones.
Aparte de la familia, Gabriel Valdés reconoce una clara influencia
del P. Alberto Hurtado, hoy santo de la Iglesia Católica: “Desde el
principio me produjo una fuerte impresión: alegre y sonriente, siempre
me invitaba a conversar… Era convincente, fuerte y enorme comprensión
de los anhelos, angustias y realidades de los niños, además de poseer una
clara visión sobre Chile, la sociedad, sus trabajadores y la pobreza”

El Cardenal y la cultura

Años más tarde, esta visión social y religiosa, se complementaría


con la de otro líder religioso.
Grandes Chilenos del Bicentenario

“Recuerdo las palabras del Cardenal Raúl Silva Henríquez, que


sostenía que en el alma de Chile, vale decir en su cultura, se destacan el
valor de la libertad, y de la dignidad de las personas, el respeto al orden
jurídico por sobre la anarquía, y la realidad de que Chile crece mejor en
el dolor.
“Estos son valores de nuestra cultura. Son fundamentos de nuestro
patrimonio. Son inmateriales pero deben tener representaciones físicas
en monumentos, iglesias, edificios, barrios, pueblos, estatuas, obras de
arte. Así se respeta en Atenas, Roma, París, Praga”.
Este fue el punto de partida para una carrera que se resume en un
texto del portal “AtinaChile”:
“Sus estudios secundarios los realizó en la Scuola San Giuseppe de
Italia. Abogado de la Universidad de Chile, Doctor en Derecho, estudios
en el Instituto de Ciencias Políticas de París. Fue Profesor de Derecho
Económico de la Universidad Católica de Chile. Director de la siderúrgica
chilena (CAP), fundador y Director del Instituto Latinoamericano del
Fierro y del Acero, Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno
de Presidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970). Fue fundador
de la Falange Nacional, raíz de la Democracia Cristiana, donde ha
54 desempeñado los principales cargos, hasta ocupar la presidencia entre
1982 y 1987. Presidió el Consejo Económico de América Latina que
© Jesús Inostroza
Gabriel Valdés Subercaseaux

en 1969 reunió por primera vez a todos los Ministros de Relaciones


Exteriores de América Latina, que aprobó el Consenso de Viña del Mar,
y recibió el encargo de presentarlo en nombre de todos los gobiernos al
Presidente Richard Nixon de Estados Unidos, en una ceremonia inédita
y no repetida en la Casa Blanca en Washington.
“En 1971 fue nombrado Subsecretario General de Naciones
Unidas, cargo que ejerció durante diez años como Director del Programa
de Cooperación, creando una vasta red de cooperación, científica,
tecnológica, ciencias sociales y de desarrollo cultural internacional. El
11 de septiembre de 1973 estaba en Nueva York y era subsecretario
General de las Naciones Unidas en esa ciudad estadounidense. En 1983,
como Presidente de la DC, organizó la Alianza Democrática, que creó
la Concertación de Partidos por la Democracia”.
Continúa este texto-resumen:
“Ha sido miembro del Comité para la Reforma de la UNESCO,
miembro del Consejo del Club de Roma, Fundador y Presidente del
Foro Latinoamericano, Consultor de Naciones Unidas en América
Latina, Asia y África, miembro del Club de Viena. Fue elegido senador
en 1989 por un período de ocho años y reelegido en 1998 con la más
alta mayoría nacional. Presidió el Senado el período 1990-1996. Integró 55
las comisiones de Relaciones Exteriores y de Derechos Humanos del
Senado. Se destaca su aporte al desarrollo cultural del país, su labor
como creador de la Ley de Donaciones Culturales, conocida como “Ley
Valdés” y su permanente dedicación al rescate del patrimonio”.

Patrimonio y acción política

Esta perspectiva explica la gran pasión con que Gabriel Valdés ha


coronado su existencia: la defensa del patrimonio cultural. Lo recalcó
así en un encuentro en Colombia, hace algunos años:
“No hay niño o niña, no hay hombre o mujer que no tenga una
ambición de pintar, de bailar, de esculpir, de cantar, de hacer una obra
de bien más allá de su interés personal. El origen de la sociabilidad del
hombre no viene por normas morales que las tenemos quienes somos
cristianos, mandamientos como “amar al prójimo como a tí mismo”,
pero viene de esa capacidad de crear y la creación no se hace para
sí mismo, se hace para otros. Cuando un hombre escribe, cuando un
hombre pinta, cuando un hombre hace el bien o hace algo de lo cual no
tiene un provecho personal, está haciendo una creación y eso es lo que
uno debe estimular, y para eso nuestras sociedades no están haciendo lo
que debieran, por lo menos hablo de mi país”.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Ello no le ha limitado sus opiniones en el campo de la política. En


los años difíciles de la dictadura militar, de vuelta a Chile a comienzos
de 1982, impactado por la muerte de su amigo el ex Presidente Eduardo
Frei Montalva, aceptó hacerse cargo de la presidencia del Partido
Demócrata Cristiano. En los años siguientes, esta actividad le significó
dos detenciones pero una aplaudida conducción de su partido y el
liderazgo de las fuerzas nuevas que se estaban constituyendo. Como
reconoce en sus Memorias, en el exilio había conocido de cerca de
algunos influyentes personajes del socialismo chileno y otras fuerzas de
la Unidad Popular.
Estos contactos los reanudó como presidente del PDC. “Había
que crear confianzas, comenta en sus Memorias, ello determinó que
un sector importante aceptara participar en un proceso colectivo para
reconquistar nuestra libertad y democracia”.
Gracias a este esfuerzo, se fueron dando las condiciones para
la unidad democrática. Primero fue el Manifiesto Democrático, hasta
llegar a lo que sería finalmente el Acuerdo Nacional para la Transición a
la Democracia (1985) bajo los auspicios de la Iglesia Católica.

56 “Un gran esfuerzo nacional”

En agosto de 1983, cuando ya se habían iniciado las “protestas”


contra el régimen, que culminarían con un saldo elevado de víctimas
fatales, se realizó un homenaje público a Gabriel Valdés en el Círculo
Español.
Dijo entonces:
“Ha llegado el momento de reaccionar. Por ello hacemos un
llamado a todos los hombres y mujeres que anhelan la libertad, la
justicia y la paz, para realizar un gran esfuerzo nacional que conduzca
al restablecimiento de la democracia”.
No fueron pocas las barreras que hubo que superar.
Emocionalmente, sin duda, el momento más tenso –aparte de las
detenciones- fue el que describe el propio Gabriel Valdés con motivo de
una protesta de universitarios, el 8 de septiembre de 1983:
“Encabecé la marcha para llegar a la estatua (al comienzo del
Parque Bustamante), acompañado de varios periodistas extranjeros. En
medio de la batahola traté de protegerme del agua (de los “guanacos”
de Carabineros), pero los carros movían rápidamente su cañón y
quedamos completamente empapados. Seguimos nuestra marcha hasta
que logré sentarme a los pies de la estatua. En ese momento llegaron
varios carabineros y un oficial cuya cara me es inolvidable. Estaba a tres
Gabriel Valdés Subercaseaux

metros de distancia. Sacó de la cintura de un carabinero una granada de


gas lacrimógeno y me la lanzó directamente al pecho. Ante el impacto
me levanté, aspiré el grueso del gas y caí al suelo. Entre varios me
levantaron y recuerdo a una mujer joven que me llenó la boca de sal, con
lo que pude respirar y avanzar, hasta nuevamente caer. Allí otra mujer,
esposa de Héctor Valdés Phillips, a quien debo mi vida, me volvió a
introducir sal en la boca y con algunos otros me subió a un taxi que
me llevó a mi casa... Relato esta historia porque tuve la fuerza para
encabezar este movimiento de la juventud, cosa que me llena de alegría
y, no me cabe duda, también me dio prestigio”.
Era apenas el comienzo de la parte más dura de la lucha, pese a los
buenos auspicios con que contaba la oposición al régimen de Augusto
Pinochet.

Sólo “espinas en el camino”

La historia, como se sabe, tuvo un final feliz. El 11 de marzo de


1990, asumió el mando el Presidente Patricio Aylwin.
No terminó ahí la carrera de Gabriel Valdés. Por el contrario,
primero como senador y luego como embajador, demostró por dos 57
décadas su voluntad de servicio, tan bien retratada en sus Memorias.
Aunque el saldo definitivo sigue siendo positivo, Valdés tiene alguna
observación crítica de fondo:
“Nos hemos farreado la oportunidad de hacer un país más moderno,
declaró al diario electrónico El Mostrador. Eso se debe a que Pinochet
fue muy duro y nosotros no fuimos lo suficientemente fuertes. Salimos
de la coyuntura Pinochet y no tuvimos más fuerza que ganar el plebiscito
y la prueba es que él siguió en el Ejército. La transición nos ablandó”.
Pero, como dijo para este libro, su visión personal es, sin embargo,
mucho más amplia:
“Soy optimista frente a las dificultades. Son espinas en el camino,
pero la flor que emerge es la libertad. La moral debe estar inserta en la
libertad. Frente a la globalización, que es un club de hombres ricos, de
empresas, Chile debería articularse como una familia, tener un concepto
de unidad nacional. Se debería reunir un grupo de gente a pensar Chile,
no a rememorar el pasado, sino a pensarlo inserto en la globalización,
no sólo como un proveedor de materias primas, sino a plantear objetivos
de país”.
Grandes Chilenos del Bicentenario

58
© Jesús Inostroza
Gabriel Valdés Subercaseaux

Los valores de nuestra cultura

Por Gabriel Valdés Subercaseaux

“Conocer la historia es saber qué somos, cómo somos y de dónde


venimos… Se aumenta la valorización de lo propio: del pueblo, el
barrio, la ciudad, el país, el idioma, la música, el equipo, la historia
blanca.”. La UNESCO ha definido, según recuerda el ex senador, ex
ministro y ex embajador, a la cultura como la manera de vivir juntos.

Cuando se revisa lo vivido, queda en claro que se ama la Patria, lo
propio, se siente lo que Pedro de Valdivia escribía a Carlos V, alabando la
tierra chilena pues: “Es tal que para poder vivir en ella y perpetuarse no la
hay mejor en el mundo”. “Es la más abundante de pastos y sementeras y
para darse todo género de ganados y plantas que se puede pintar; mucha y
muy linda madera, para hacer casas, infinidad de otra leña para el servicio
de ellas, y las minas riquísimas... que parece Dios la creó a posta para
poder tenerlo todo a mano”.
¿Sin esta pasión por Chile y sus dones, habría valido la pena tanta
penuria y la muerte recibida tras la batalla final? 59
Cuando hablamos de patrimonio, hablamos de Patria, espacio físico
cargado de historia, emoción, cultura, recuerdos, olores, sueños, tristezas
y alegrías. La Patria genera una nación, un conjunto de gente de diversos
orígenes que con el correr del tiempo crean una cultura. La patria se
expresa en su cultura como la flor en su perfume; ella es única, debe
regarse y abonarse. Y sobre todo, quererse.
Hace pocos días, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
ha publicado su informe anual con el título “Nosotros los chilenos: Un
desafío cultural”. Es un estudio profundo, objetivo, preocupante. No
estamos bien. De todas las encuestas publicadas, me impresiona más
aquella en que la mayoría estima que no existe algo “como chileno”,
y el 30 por ciento de los consultados, al preguntársele qué cree sobre
“lo chileno”, contesta: “No se puede hablar de lo chileno, todos somos
distintos”. Por ello, es tiempo de plantearse las preguntas de fondo:
¿quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos? ¿Tenemos un buen
recuerdo colectivo de nuestra historia? Si no lo tenemos, ¿podremos tener
un proyecto común de país?”
Grandes Chilenos del Bicentenario

Reflexionar sobre nuestra tradición

Con razón, el Presidente Lagos ha dicho que el Bicentenario de


nuestra independencia es la ocasión para reflexionar sobre la tradición
histórica de Chile e imaginar su futuro y por ello ha colocado la cultura
al centro de su preocupación como gobernante. A este respecto, es justo
reconocer que los gobiernos de la Concertación han hecho un gran esfuerzo
para promover actividades culturales. Fondart y diversos programas están
apoyando el arte como la frontera que arrastra la cultura para correr la
cortina de la mediocridad que nos invade y que se contenta con lo feo y lo
chato. Así, hay cada vez más chilenos que viven la creación del arte donde
la música toca los pies de los dioses como decía Platón, arte que debe ser
de excelencia enraizada en nuestra cultura. Como lo hizo Violeta Parra.
La UNESCO ha definido la cultura como la manera de vivir juntos.
Agustín Squella dice que cultura es “todo lo que el hombre ha creado
entre la tierra y las estrellas”. Don Miguel de Unamuno la definió como la
ventana por donde se mira el mundo. Nuestra ventana no es grande y ha
tenido los vidrios sucios. Pero es evidente, como lo dice el informe citado,
que cultura son las artes, las letras y las distintas formas que constituyen el
60 patrimonio que también incluye el conjunto de otras expresiones mediante
las cuales una sociedad moldea y reflexiona su convivencia.
Es la historia, junto a la geografía, los caminos por donde se va
amasando la cultura. Conocer la historia es saber qué somos, cómo somos
y de dónde venimos. Solo despejando y valorizando esas realidades,
podremos saber a dónde vamos, a dónde queremos ir.
Este punto es fundamental. La observación personal de conocer
países de todos los continentes y de haber recorrido desde Parinacota a la
Antártida, confirma la apreciación de la debilidad de nuestras expresiones
culturales y del aprecio que tenemos con ellas. Somos, creo, el país que
a través de sus elites más rápidamente importa ideas, ideologías, estilos,
costumbres, sin cedazo. Por ello, cuando en el exterior pensamos en Chile,
pensamos en el campo, en las ramadas, en el 18 bailando cueca. Son los
pobres los que celebran con entusiasmo la Patria y sus niños caminan al
lado de la banda del Regimiento en las provincias. Porque el regimiento
es el símbolo de la Patria.

Concentración excesiva en Santiago

Mi apreciación es que nuestra historia no tiene prestigio porque


es mal enseñada. Los historiadores suelen ser críticos e ideólogos. Así
parecen más inteligentes. Benjamín Vicuña Mackenna es de los pocos
que eran entusiastas y constructivos. Al país le encanta destruir. Es un
Gabriel Valdés Subercaseaux

país religioso, pero sin fe en sí mismo. La historia no nos ha creado


valores compartidos. Se llega a decir que nuestra historia es sólo la de los
militares; y que sus hitos, son solo batallas. Es cierto que Chile fue hasta
fines del siglo XIX un campo de guerra en el norte y en el sur. En ella
hubo violencia, pero también ejemplos admirables que forjaron elementos
importantes de nuestra cultura. En toda esa historia hubo sabios y santos
y en la creación y desarrollo de la República estaturas intelectuales y
morales de gran excelencia.
La obra del Programa de las Naciones Unidas explica muchas
características, pero se anotan algunos defectos al compararnos con
otros pueblos: somos improvisados, díscolos, sufrimos atracción por
lo pequeño, basta ver los programas de noticias en la prensa y en la
televisión, con luchas políticas cargadas de ideologías, con alta dosis de
hipocresía en las elites y de ambigüedad y disimulo que se acusa en el
diminutivo al hablar. Ser franco es molesto. Todo es un poco o más o
menos. No se mira con limpieza y con respeto el pasado ni con lucidez y
optimismo el futuro a largo plazo. Existe una gran nostalgia por lo rural
porque Chile fue campesino, pero la dignidad del campesino se ha perdido
en la urbanización descontrolada y concentrada. Los barrios antiguos y
dignos se destruyen para edificar, de cualquier manera y estilo, verdaderas 61
ciudades en otras partes, dejando que se pudran las antiguas, que tenían
armonía. Santiago concentra todo. Se desvanece el arraigo, se pierde el
respeto por lo propio, la tradición, se desvincula y con ella las amistades,
la cultura del barrio.
En el estudio mencionado hay una respuesta de un hombre maduro,
urbano que dijo: “No tengo ninguna historia de Chile que sea pa’ mí..., que
diga ‘ yo me saco el sombrero por Arturo Prat o Bernardo O’Higgins’...
porque no son reales... son ficticios que a uno le metieron cuando era
chico y nos engrupieron... y la verdad es esa”.
No soy tan pesimista como los sociólogos e historiadores actuales.
Recuerdo las palabras del Cardenal Raúl Silva Henríquez, que sostenía
que en el alma de Chile, vale decir en su cultura, se destacan el valor de la
libertad y de la dignidad de las personas, el respeto al orden jurídico por
sobre la anarquía, y la realidad de que Chile crece mejor en el dolor.
Estos son valores de nuestra cultura. Son fundamentos de nuestro
patrimonio. Son inmateriales pero deben tener representaciones físicas en
monumentos, iglesias, edificios, barrios, pueblos, estatuas, obras de arte.
Así se respeta Atenas, Roma, París, Praga.
La globalización es un entramado de intereses que en la ideología
dominante del neo liberalismo tiende a homogeneizar todos los espacios
por medios de penetración de imágenes en velocidad creciente. Se expande
lo virtual y no lo real.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Líderes militares y políticos

Los Estados pierden progresivamente poderes, atributos y recursos,


lo vulgar se distribuye más barato y rápido, lo excelente no tiene rating.
Las ciudades no tienen armonía y las calles pasan a ser más importantes
que las casas. Ni la catedral ni los parques y las plazas están en el centro
como en Europa o Estados Unidos. Pero, la globalización, por colocar
al ser humano en la intemperie, nos obliga a cobijarnos. Es una reacción
natural y biológica. La riqueza se concentra en pocos países y dentro de
los países en la minoría de su población.
Se aumenta la valorización de lo propio: el pueblo, el barrio, la
ciudad, el país, el idioma, la música, el equipo, la historia. La gente deja
de ser de su país y se siente de una región, de una provincia, de un pueblo.
Ello es positivo, es aglutinante, es la cultura individual de cada lugar. Es
el caso de las provincias italianas, de los Estados de Alemania, de las
regiones españolas, de cada pueblo en Francia.
Nuestro patrimonio se forma en nuestro período colonial, con
materiales débiles, pero siempre con belleza arquitectónica, movimientos
telúricos que destruye entre choques o hechos bélicos, en la hondonada
62 estrechez del valle cordilleras y corre entre montañas. La Colonia ha
quedado como leyenda, porque no se pasó (en nuestro país) como en
México o Perú. La lucha por la independencia impone la cultura de la
libertad, de la ley; que se consolidan con Bernardo O’Higgins; y su
abdicación es una clave en el orden cívico del país, esa cultura de la
libertad se desenvuelve con Carrera, Portales, Prat, Balmaceda, y tantos
otros. Los líderes de nuestra historia son militares, políticos. No son
filósofos, intelectuales aunque tengamos artistas de dimensión mundial
como Neruda, Mistral. Es admirable cómo los descendientes de alemanes
en el sur, después de 150 años guardan su cultura con devoción y elegancia
y, al mismo tiempo, se sienten plenamente chilenos. A pesar de la variedad
de aportes en el norte, en el centro y en el sur con nuestros pueblos nativos
y con venidas de otros lados, hay unidad. Lo chileno es visto como tal en
el extranjero. La unidad debe ser protegida. Y la unidad significa respeto
y crecimiento del patrimonio. Forma el patrimonio.
En Europa como en Estados Unidos el patrimonio es cuidado como el
tesoro más preciado. Cada pueblo, barrio, lugar o cosa adquiere reverencia
por su valor histórico. Asís en Italia, Notre Dame en París, Westminster
en Londres, Segovia en España, la casa de Washington, la iglesia de San
Francisco en Santiago, son como los corazones de los pueblos.
Gabriel Valdés Subercaseaux

El objeto de la política, en un sentido amplio, es el desarrollo humano


integral. No me cabe duda de que, al igual que en la educación y en la
salud, el Estado tiene una gestión de apoyo y protección irrenunciable.
(Parte del discurso del Senador Gabriel Valdés al recibir el Premio
Bicentenario, el 24 de junio del 2002 en el Salón de Honor de la Casa
Central de la Universidad de Chile).

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© Jesús Inostroza
Padre Gabriel Guarda O.S.B.

Padre Gabriel Guarda O.S.B.


Premio Bicentenario 2003
Valdiviano de corazón

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Sacerdote, arquitecto, investigador, cree que falta una “acomodación”


de nuestra historia a los nuevos conocimientos, su descentralización”.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Lo más notorio de la actividad del Padre Gabriel Guarda en los


últimos años es haber asumido con criterio “moderno” los desafíos
actuales de Valdivia, su ciudad natal: la creación de una nueva región y el
criterio urbanístico para asegurar el crecimiento que no la convierta en un
“Santiaguito”, que se come a todo el resto.
Así lo cree, según precisó en una entrevista con Roberto Benavente,
arquitecto UC de Valparaíso y académico del Instituto de Arquitectura
y Urbanismo de la Universidad Austral5. La ocasión fue la creación,
largamente esperada, de la nueva Región de los Ríos.
¿Cuál es la nueva vocación que tendría la ciudad de Valdivia, como
capital en la Región de Los Ríos?, fue la pregunta.
“Sin haber estudiado más de lo que he leído en periódicos y folletos
que me han mandando, yo diría que por una parte tiene que ser un modelo
para las provincias y pueblos que componen la región. Que miren a Valdivia
como un modelo atractivo, amable, que reparte muchos bienes. Que no
caiga en el mismo problema de Santiago, como si fuera un “Santiaguito”
que se come a todo el resto. Por otra parte, que también se vea el respeto de
la ciudad por su pasado. No obstante todas las pérdidas, hay presencia de
ese pasado. En todos los pueblos hay presencias análogas. Entonces que
66 imiten y que equivalentemente valoren. Y por otra parte, que no renuncie
jamás al papel nacional como modelo de un desarrollo urbano especial,
por ser la única ciudad fluvial con ríos navegables. Que siga teniendo este
atractivo diciendo ‘aquí estoy frente a todo Chile’”.
Al recibir en 2003 el Premio Bicentenario ya lo había dicho. Y había
subrayado su temprana vocación por la investigación:
“Nací en Valdivia, en el seno de una familia profundamente cristiana,
muy unida, en el fascinante escenario que ofrecía la ciudad, pasada ya
su época de oro, pero conservando intacta su decoración; mi infancia y
adolescencia allá no es un hecho baladí, sino que marca hasta hoy un sello
dentro de mi vida; su gente, sus casas, sus iglesias, su cultura, definieron
mis conocimientos y mis gustos desde muy temprano, determinando gran
parte de mi futura actividad”.
Comentó en esa ocasión algo más: su curiosidad.
Tuvo, desde niño, un gran “interés por entrevistar a personas
mayores, en pos de informaciones sobre el pasado; en todo esto ocupaba
el tiempo que los demás niños empleaban en el deporte o el estudio”. Ha
dicho que su primera investigación la hizo en los archivos de la catedral
de Valdivia a los catorce años.

5
Revista AUS (Valdivia) ISSN 0718-7262 versión on-line
http://mingaonline.uach.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-
72622008000200012&lng=es&nrm=iso
Padre Gabriel Guarda O.S.B.

Esto explica lo que ha sido su obra, mucho más que una natural
preocupación por la capital de Los Ríos.

Entre dos vocaciones

El P. Guarda se recibió de arquitecto en la Universidad Católica


de Chile, época de la cual guarda muy buenos recuerdos. No sólo por
haber seguido los estudios que soñaba desde niño, sino también por las
amistades que forjó entre compañeros y maestros. “Pero la época de
mis estudios de arquitectura, ha recordado, tuvo paralelamente otros
dos aspectos que no puedo omitir”. Se trata de la continuación de sus
investigaciones históricas, contando en Santiago con las facilidades que
le brindaban el Archivo y la Biblioteca Nacional.
El otro aspecto fue “el descubrimiento, desde el primer año de
Arquitectura, del Monasterio Benedictino, al cual íbamos varios alumnos,
atraídos por la belleza de la celebración litúrgica y del canto gregoriano;
el contacto con los padres, primero franceses, y a partir de 1939, con los
padres alemanes procedentes de la Archiabadía de Beuron, significó la
apertura de un nuevo escenario, sin sospecharlo, de la mayor trascendencia
para mi futuro”. 67
Tras un viaje a Europa, impulsado por las conversaciones con el
historiador Jaime Eyzaguirre, se tituló de arquitecto (1958) e ingresó los
Benedictinos, ordenándose como sacerdote diez años más tarde. Ello no
significó un alejamiento de su primera vocación como arquitecto.
“Siempre ha estado ligado a su profesión, precisa el arquitecto
Benavente, a través de la investigación de la arquitectura y el urbanismo,
especializándose en el área patrimonial, cuyos estudios han sido
fundamentales en temas de conservación y difusión”.
Y añade: “Ha ejercido la docencia en diferentes universidades en
Chile y el extranjero, ha publicado más de 300 obras entre artículos y
libros, es consultor de la UNESCO, ha recibido premios importantes entre
los que destaca el Premio Nacional de Historia en 1984”.
Cuando comenzaba su formación religiosa se le pidió, en conjunto
con el hermano Martín Correa, que diseñara un nuevo templo para la
orden, tarea que llevó a cabo entre 1960 y 1964. La Iglesia del Monasterio
Benedictino ubicada en la zona oriente de la capital, ha sido considerada
como una de las obras más relevantes de la arquitectura moderna chilena.
Fue declarada monumento histórico nacional en 1981.
Grandes Chilenos del Bicentenario

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© Jesús Inostroza
Padre Gabriel Guarda O.S.B.

El Padre Guarda ha desarrollado una valiosa y fructífera labor


de investigación y difusión del patrimonio arquitectónico nacional. Es
considerado unánimemente uno de los más profundos conocedores de
la época colonial. A través de cátedras, seminarios, y publicaciones
ha realizado una importante labor de rescate del patrimonio cultural
arquitectónico de zonas como Chiloé, Osorno, Valdivia, Colchagua
y Valle del Elqui y otras, además de participar en diversos proyectos
patrimoniales y arquitectónicos, entre ellos la construcción de la Catedral
de Valdivia. Sus trabajos, ilustrados con fotografías y planos, sobre la
arquitectura de Valdivia entre los siglos XVIII y XIX y la arquitectura en
madera en el sur de Chile son altamente estimadas por los especialistas.
Entre sus múltiples libros sobresale su estudio sobre la obra
del arquitecto Joaquín Toesca, que introdujo en el Chile colonial el
neoclasicismo europeo.
Su obra como investigador ha permitido un mayor conocimiento
de los orígenes e influencias de las construcciones en Chile. Los catastros
que ha elaborado han servido a su conservación y difusión.
El Papa Juan Pablo II lo nombró miembro del Pontificio Comité de
Ciencias Históricas de la Santa Sede.
Ha publicado más de 300 títulos, entre los que destacan “Historia 69
Urbana del Reino de Chile”, “Valdivia 1552—1604”, “Flandes Indiano.
Las Fortificaciones en el reino de Chile 1541— 1826” y “El arquitecto de
la Moneda Joaquín Toesca 1752—1799. Una imagen del Imperio español
en América”.

La influencia de Jaime Eyzaguirre

Siempre ha reconocido el P. Guarda, que sus inquietudes por la historia


y el patrimonio cultural las desarrolló gracias al influjo de Jaime Eyzaguirre:
“El papel que desempeñó en mi formación —que asumió como tarea
particular—, mejor, en mi vida, no puede ponderarse suficientemente; su
personalidad brillante, su juvenil atracción, su irrenunciable buen humor y
la altura de su pensamiento, ejercieron sobre mi, desde el primer momento,
una verdadera fascinación; durante años, mientras fui seglar, lo veía todas
las mañanas en una improvisada tertulia que se organizaba en su librería El
Árbol, en la calle Agustinas.
“Entre otras muchas exigencias, Jaime me impuso la lectura
metódica de los clásicos españoles, con vistas a enriquecer el uso del
idioma en mis escritos, pues daba por descontado que llegado el momento
debía comenzar a publicar libros; además, a lo largo de cuantos años fue
necesario, cada semana me daba a leer uno de los cronistas coloniales
Grandes Chilenos del Bicentenario

chilenos o americanos, que me prestaba de su biblioteca particular. Así


como a Feliú Cruz y Juan Luis Espejo, les debo el rigor de la erudición,
a Jaime le debo la exigencia de la síntesis. Finalmente fue él quien
determinó que luego de egresar de arquitectura debía ir a estudiar a Europa
e investigar en los archivos españoles, para todo lo cual hizo los contactos
necesarios como si se tratase de un proyecto personal”.
Estas vocaciones de arquitecto, historiador y religioso han impreso
un sello único en el P. Guarda. Ello le ha permitido ser profesor de Historia
de la Iglesia en la Facultad de Teología de la Universidad Católica, y de
Historia Urbana en la de Arquitectura.
El trabajo patrimonial realizado por el Padre Guarda en Valdivia,
incluyendo su libro “La Nueva Historia de Valdivia” (2001), dice el
arquitecto Benavente, “construye y le otorga a Valdivia una memoria
propia, la que cobra presencia con un peso e identidad significativos,
dentro de la historia nacional”.

Hijo de Valdivia

En la ceremonia de presentación en Valdivia de dicho libro, el profesor


70 Ricardo Krebs, recordó que “Gabriel pertenece a la orden de San Benito y
ha sabido vivir en forma ejemplar la máxima en que el Santo resumió el
sentido de la vida monástica: ora et labora. Gabriel es hombre de oración
y conforme a las reglas de su orden vive una vida dedicada a la oración y a
la contemplación”.
Según resumió entonces un periodista de El Diario Austral,
Krebs valoró que el sacerdote supiera combinar en sus obras sus
conocimientos de arquitectura, su interés por la historia y su vocación
religiosa, “su abundante producción histórica ha sido fruto de esa fecunda
combinación”.
Pero, sobre todo, recalcó el historiador Krebs, “Gabriel Guarda es hijo
de Valdivia y la lleva en su corazón. Él ha contribuido a salvar y conservar
el patrimonio con diversas publicaciones referentes a la ciudad”.
En este libro, el padre Guarda entrega una historia completa de la
ciudad, según adelantó Krebs: “Es una obra contundente, fruto de prolijas
investigaciones en los archivos y bibliotecas de Alemania, Argentina,
Bolivia, Colombia, México, Perú, España, Estados Unidos, Francia, Italia,
Inglaterra, Holanda y Chile. Hay pocas ciudades en Chile que tienen una
historia tan completa como ahora, Valdivia”.
El propio autor no ocultó sus sentimientos en la ocasión: “Me
siento bien emocionado porque por fin damos cima a un proyecto de
muchos años de historia. Entre todas mis publicaciones, sin duda la más
importante para mí es la que hoy presentamos aquí”.
Padre Gabriel Guarda O.S.B.

© Jesús Inostroza

En este punto es donde conviene recordar una de las afirmaciones más


sentidas del P. Guarda. Así lo plantea en el texto que escribió especialmente
para este libro: “La historia de Chile ha sido escrita desde Santiago, y en
lo que se refiere a los aspectos indicados, en forma superficial y ligera, aún
por parte de nuestros clásicos del siglo XIX: el mismo Barros Arana, al
tratar las campañas de Chiloé, mira los hechos en cuanto el protagonismo
de los próceres de Santiago. En resumen, falta una “acomodación” de
nuestra historia a los nuevos conocimientos, su descentralización”. 71
Importancia de las raíces

En 2007, se reeditó, ampliado, el libro “La sociedad en Chile austral


antes de la colonización alemana, 1645-1850”, texto de gran formato y de
730 páginas que en una enorme proporción, según escribió la periodista
Magali Arenas de Artes y Letras de El Mercurio, corresponde al estudio
e identificación de familias fundadoras de Valdivia, Osorno, Río Bueno
y La Unión. Es decir, una larga lista con 2.104 funcionarios, militares y
religiosos.
Preguntó la periodista: ¿Por qué es importante la genealogía hoy?
¿Cuál es el aporte para la historia?
Respondió:
“Es la clave de muchos puntos de la historia. Si uno mira la
Independencia de Chile, se advierte que era un problema familiar, de
peleas entre familias, unos son realistas, otros patriotas; después unos son
carrerinos, otros o’higginistas; todo por frondas familiares. Por ejemplo, los
parientes de Camilo Henríquez son patriotas, y todos los Lorca, realistas”.
“También hay que decir que importa mucho a las personas. En una época
de globalización que nadie sabe qué papel representa en el planeta, tener
raíces es algo sumamente relevante”.
Por esto ha trabajado toda su vida.
Grandes Chilenos del Bicentenario

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Padre Gabriel Guarda O.S.B.

Tres reflexiones en torno al Bicentenario

Por el Padre Gabriel Guarda

Sacerdote, arquitecto, historiador, el P. Gabriel Guarda tiene suficientes


méritos acumulados en su vida para hacerse acreedor del Premio
Bicentenario. Hay dos aspectos adicionales que considerar en esta
oportunidad y que surgen de este texto: la visión desde fuera de la
metrópolis, no muy frecuente en la historia de nuestra historia y su
énfasis en la defensa del idioma.

Al momento de recibir el Premio Bicentenario, en lugar de exponer


en la disertación de estilo, alguno de los temas históricos tratados en mis
publicaciones, según era mi deseo, se me pidió, mejor, se me “exigió”
dar un testimonio de mi actividad en el plano de mis estudios y de mi
vivencia personal relacionada con ellos, lo que debí hacer, no sin un
sincero sentimiento de pudor.
Hoy se me pide algo que podría estimarse ser al revés: una nueva
reflexión en que pueda plantear mi personal visión del Bicentenario de la
independencia, proyectándolo más allá del año 2010. 73
Me someto obedientemente a esta nueva exigencia y pido comprensión
para poder expresarme con toda libertad, lo que haré en tres apartados.
Primero. El hecho de que mis investigaciones históricas se hayan
centrado de manera preferente en el periodo español, o colonial, no me
faculta como especialista en los temas de la independencia, partiendo por
la fecha misma del Bicentenario.
En efecto, con todos los historiadores, valoro en lo que se merece la
instalación de las primera Junta de Gobierno, el 18 de septiembre de 1810
que. en realidad, lo que hizo fue declarar su adhesión al rey cautivo de
Napoleón, Fernando VII, jurando sobre los santos evangelios resguardar
sus derechos al trono, lo que dista leguas de significar que se trata de la
Independencia.
Lo que sí es digno de conmemorase es el hecho de que, por
primera vez, asuma la presidencia del reino un chileno, por elección, no
precisamente popular, como lo entenderíamos hoy, pues se seleccionó a
los invitados y el pueblo propiamente tal estuvo del todo ausente y, desde
luego, indiferente.
La proclamación de la Independencia se efectúa recién en 1818,
pero tampoco comprende en ese momento la integridad territorial de lo
que entonces se entendía por Chile. Aparte del territorio de la Araucanía,
había dos enormes gobiernos que siguieron fieles a la monarquía: Valdivia,
Grandes Chilenos del Bicentenario

hasta su ocupación por la escuadra chilena comandada por Lord Cochrane,


en febrero de 1820, y Chiloé, conquistada por la fuerza después de ardua
lucha en el verano de 1826, bajo el comando del Director Supremo,
Ramón Freire –que había fracasado en el mismo intento el año anterior- y
bajo la presión de una intervención por parte de Simón Bolívar, si es que
el gobierno de Chile parecía incapaz de lograrlo por su cuenta.

Historia desde el centralismo

Estos dos territorios, que constituyeron para España, desde su punto


de visión de carácter universal, los territorios de mayor interés de Chile,
favorecidos con especiales medidas administrativas y dotados de una red
de fortificaciones única en la fachada sudamericana al océano Pacífico,
tan pronto fueron conquistadas por nuestra república fueron abandonadas
a su suerte, cayendo en la mayor miseria, objeto, por parte de algunos
de nuestros próceres, de ofertas de cesión a Inglaterra, a cambio de una
ayuda para afianzar la independencia de la zona central. La documentación
sobre estos puntos la he expuesto en mis libros La Toma de Valdivia (Zig
Zag, Santiago 1970), Nueva Historia de Valdivia (Ediciones Universidad
74 Católica de Chile, 2001) y en el artículo Chiloé y el fidelismo en Chile.
(Revista de la Universidad de Chile Nº 38. Santiago 1976).
La historia de Chile ha sido escrita desde Santiago, y en lo que se
refiere a los aspectos indicados, en forma superficial y ligera, aun por
parte de nuestros clásicos del siglo XIX: el mismo Barros Arana, al tratar
las campañas de Chiloé, mira los hechos en cuanto el protagonismo de los
próceres de Santiago.
En resumen, falta una “acomodación” de nuestra historia a los
nuevos conocimientos, su descentralización.
Segundo punto. En vistas al futuro, al de después de 2010, veo un
interesante proceso de integración y promoción de los medios populares,
una mayor posibilidad de acceso a los bienes de la cultura y a mejores
estándares de vida, de acceso a una nueva realidad económica que permita
alterar la escandalosa pobreza que marca tantas diferencias en la propia
capital y de ésta respecto a las provincias. Es el momento de soñar con
la eliminación de tantas lacras que se arrastran por siglos, sin que los
gobiernos independientes, con todos sus méritos, hayan logrado obtener
un cambio significativo tanto en las condiciones de vida de la población,
como en su educación hacia los bienes de la gran cultura, el arte. la
literatura, la música, o el celo por la conservación del patrimonio; me
espanta la cultura de la destrucción de los bienes públicos, del mobiliario
urbano, de lo ajeno, índice de una verdadera enfermedad nacional.
Padre Gabriel Guarda O.S.B.

La lengua, nuestra esperanza

Tercero. La lectura de uno de los mejores libros publicados en estos


últimos años, el de Iván Yasic, Andrés Bello, la pasión del orden (Santiago
2001), proporciona una visión del gran venezolano radicado en Chile, que
abre horizontes que podrían repetirse, por cierto, dentro de las nuevas
coordenadas de tiempo y lugar, en el hoy o en el futuro de Chile. Bello
vio en el idioma español, en su conservación en las nuevas repúblicas
una fuente de identificación, de unidad, también de cultura y progreso; su
monumental estudio filológico sobre el poema del Mío Cid, lo llevó a las
claves profundas de nuestra identidad.
Actualmente nuestro país ostenta el poco honorífico record de ser,
de toda hispanoamérica, donde peor se habla; la grosería ha pasado casi a
ser de buen tono: la practican no sólo hombres rudos de todos los medios,
incluidos los “con corbata” sino también las más elegantes señoras, casi
como una gracia; la juventud crea a diario nuevas palabras que no las
entienden ni sus congéneres de tan solo un año más de edad, ni el resto
de sus contemporáneos, palabras ininteligibles que espantan a quienes
nos visitan, las practican los jóvenes y las niñas egresados de los mejores
colegios, casi más que los otros colegios de la capital o de provincia; nadie 75
sabe leer correctamente y basta que un político ponga en una declaración
algún término rebuscado, “distinto”, para que a continuación éste sea
repetido por todos con los caracteres de un auténtico hallazgo.
¿Como podrá curarse esta enfermedad?, en esta tarea veo la
esperanza de un futuro mejor. La belleza natural de Chile, su vieja cultura,
su medida discreta, debe ser recuperada, con toda la modernidad que se
desee, pero debe ser una tarea prioritaria: como en tiempos de Andrés
Bello, en el buen uso de nuestra lengua está el futuro profundo, la vida
sana de nuestra nación.
© Jesús Inostroza

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Luis Merino Montero

Luis Merino Montero


Premio Bicentenario 2004
Un servidor apasionado por la música

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© Jesús Inostroza

Porque la música enriquece a los seres humanos y el patrimonio es de


todos los chilenos, Merino ha luchado por sacar a luz ese gran tesoro, a
veces oculto en lejanos espacios doctos.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Con la permanente melodía de un piano o una guitarra a lo lejos,


Luis Merino Montero pasa algunas horas en su pequeña oficina del
Departamento de Música de la Facultad de Artes de la Universidad
de Chile, ubicada en calle Compañía. Por los recovecos y pasillos
de este antiguo edificio circulan las nuevas generaciones de jóvenes,
aquellos seres a los que él llama “alumnos”. Cargados con sus pesados
instrumentos, los muchachos lo saludan cariñosamente y su calidez y
cercanía pareciera recordar la verdadera misión de una universidad, el
servicio y la enseñanza. Un lugar donde sea posible, como él mismo
expresa al hablar de su labor como docente, “compartir experiencias y
recibir de los alumnos una visión que permita conocer mejor el mundo
actual y enriquecerse uno mismo” y donde se pueda “aprender a abrirles
el paso, para que asuman el relevo generacional, que es fundamental para
que las instituciones se renueven y pervivan”.
No en vano, al recibir el Premio Bicentenario hace cinco años,
gracias a su extensa e importante labor de rescate y defensa del patrimonio
musical del país, Merino citó con entusiasmo en su discurso las palabras
de don Andrés Bello: “¡Jóvenes chilenos! Aprended a juzgar por vosotros
mismos; aspirad a la independencia del pensamiento. Bebed en las fuentes;
78 a lo menos en los raudales más cercanos a ella”.
Y cada vez que es posible, este musicólogo de profesión exhorta a
los jóvenes a llenarse de la sabiduría de los grandes de la cultura nacional,
evidenciando su respeto y fe en ellos. A propósito de la presentación de su
libro “Claudio Arrau, cien años”, en 2004, Merino recomendó a los jóvenes
guiarse por una de las más grandes cualidades de este compositor que “nunca
temió vincularse con la sociedad”. Dijo: “independientemente de donde estén,
en lo profesional, disciplinar, en cualesquier carrera u oficio, sean creativos”.
Luis Merino, “es un hombre al que se le nota su pasado académico
por el modo en que combina rigurosidad y amenidad al expresar sus
ideas”, señala un artículo de la periodista Beatriz García-Huidobro.
Metódico y minucioso, tal vez es la disciplina de su formación, aprendida
en los claustros de la Universidad de Chile, su alma Máter como él la
llama, la que lo ayuda a organiza matemáticamente su jornada, que se
inicia a las 7:30 de la mañana.
El día debe ser muy bien estructurado para dividir su tiempo entre
las cátedras como profesor de musicología, su cargo de director en la
Revista Musical Chilena y su labor de Vicerrector académico de la
Universidad Central, cargo que ocupa desde 2006 cuando el Rector de
esa casa de estudios, Luis Lucero, lo llamó a participar del proyecto. Y
Merino sabe que “cada cuarto de hora sirve”, dice, porque siempre hay
que dejar un espacio sagrado para lo que más lo apasiona, la docencia y la
investigación, trabajos que ha desempeñado desde hace más de 40 años.
Luis Merino Montero

La importante herencia paterna

Precisamente su capacidad conciliadora, su brillante intelecto,


aguda sensibilidad y la fuerte disciplina que posee lo han llevado a tener
un extenso y excepcional currículo, donde resaltan sus cargos como
Presidente de la Comisión de Investigación y Creación Artística de la
entonces Facultad de Ciencias y Artes Musicales y de la Representación,
miembro de número de la Academia de Bellas Artes del Instituto de
Chile, miembro del comité editor de los Anales de la Universidad de
Chile, Director Académico, Decano de la Facultad de Artes y Vicerrector
Académico y Estudiantil de la Casa de Bello, además de Director ejecutivo
del Centro de Extensión Artística y Cultural, entre otros.
En estas arduas y a veces disímiles labores que el tiempo le fue
poniendo como grandes desafíos de vida, la enseñanza y apoyo de su
familia han sido fundamentales. Hijo del escritor y periodista Luis
Merino Reyes, uno de los grandes de la literatura chilena, recibió de su
padre “la independencia de juicio, el ser siempre consecuente con uno
mismo y labrarse el porvenir con el trabajo cumpliendo siempre los
compromisos”, comenta el musicólogo, valores fundamentales que hasta
hoy lo acompañan y definen como profesional. 79
Sin embargo, uno de sus más grandes pilares a lo largo de toda su
trayectoria ha sido, sin duda, su “fiel y bienamada compañera”, como él
mismo presenta a María Agustina López Derpich con quien lleva casado
35 años, y sus tres hijos, María Alejandra, Luis Ignacio y Daniela Paz,
a quienes agradece infinitamente por su paciencia. Recuerda que en su
carrera debió tomar una importante decisión. “O dejaba la academia y me
dedicaba sólo a la administración, que podría haber sido posible, o trataba
de compatibilizarlas. Y elegí el segundo camino”. Una dura y audaz
determinación si consideraba que ello traería grandes requerimientos y
estoicas decisiones, además de muy poco tiempo para compartir con los
suyos. “En eso mi esposa ha sido clave, en generar un ambiente con mis
dos hijas y con mi hijo de manera tal de siempre estar abierto en el tiempo
para ellos”.
“Una labor de hormiga”, llamaron en un artículo a su quehacer.
Buen símil para definir el trabajo duro, silencioso, persistente y muchas
veces anónimo que este musicólogo desempeña y que lo hizo merecedor
del Premio Bicentenario en 2004, luego de que el Consejo de la Facultad
de Artes de la Universidad de Chile y su Decano, Pablo Oyarzún Robles,
lo propusieran como candidato.
En aquella oportunidad la prensa señaló que el jurado estimaba
importante honrar a un académico, no muy conocido públicamente, que
a través de su tarea formadora había trascendido en la sociedad. Pero a
Grandes Chilenos del Bicentenario

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© Jesús Inostroza
Luis Merino Montero

Luis Merino no le agradan mucho los reconocimientos, “creo que nadie


entendió por qué me dieron el premio, yo mismo me sorprendí, jamás
esperé ganármelo. Incluso pensé que había gente mucho más calificada,
porque la verdad es que nadie entiende qué hace un musicólogo y además,
yo no soy de mucha presencia pública, no me gusta”.

“Metódico, constante, abnegado”

Su aprensión a figurar tal vez se relaciona con su gran humildad


o con el noble ejemplo de su padre, quien “hace mucho tiempo debió
haber recibido el Premio Nacional de Literatura, pero nunca lo buscó.
Por el contrario, él apoyó a muchos otros para que lo recibieran”, cuenta
Merino. Y siguiendo esa misma generosidad desprendida, hoy prefiere
sentir que este galardón lo recibió en representación de todos sus colegas
de la Universidad. “Seguramente mi labor ha trascendido más porque he
tomado cargos directivos, pero existe una masa académica en las distintas
facultades que realiza un trabajo extraordinario, volcándose hacia los
jóvenes y de ese modo influyen positiva y sostenidamente en la sociedad”,
agrega en una entrevista realizada para el portal Nuestro.cl.
El entonces rector de la Universidad de Chile, Luis Riveros, quien 81
le entregó el galardón personalmente, no dudó en subrayar que el profesor
Merino era legítimamente el elegido y lo calificó como “un profesional que
ha dedicado su vida a la docencia e investigación disciplinada, metódica,
constante y abnegada que caracteriza a los académicos de esta Institución”
y añadió que “respaldamos este premio como una señal de que hoy día
importa reconocer a aquellos que han defendido y promovido los valores
de la República, pero también es una señal para aquellos que han hecho
un trabajo de rescate y protección de nuestro patrimonio cultural, porque
un elemento indispensable de la construcción de la República ha sido
justamente el desarrollo de nuestra cultura”.
Con ese temple pausado al hablar, un hablar correcto que conserva
el vocabulario antiguo y docto, Merino recuerda en cada instancia
que se presenta a los antiguos próceres que han contribuido a forjar la
cultura del país. Gracias a sus numerosos grados académicos, maestrías
y publicaciones, ha encauzado su tarea al estudio de la música chilena y
latinoamericana desde un punto de vista integral, considerando tanto los
aspectos intrínsecos de la música como su interrelación con el contexto
social, político, histórico, económico y artístico, haciendo un invaluable
reconocimiento de importantes figuras, pueblos y manifestaciones que de
otro modo hubiesen quedado olvidados en el tiempo. Porque Luis Merino
posee una asombrosa pasión por su país. “El amor es clave en el proceso
de recabar este patrimonio que cada persona atesora dentro de sí”, dice. Y
Grandes Chilenos del Bicentenario

ese amor se reconoce incluso en sus espacios. En su oficina guarda, como


valiosas joyas, antiquísimos textos y publicaciones que revelan ese ímpetu
por su trabajo y por la historia, por el pasado y por el patrimonio al que
ha dedicado la vida haciéndolo parte de su quehacer y que ha atravesado
cada experiencia, decisión y logro.

El camino hacia el patrimonio…

Luis Merino nació el 2 mayo 1943. Su relación estrecha con la


música comenzó cuando era pequeño y pasaba las horas observando cómo
su madre, Lucía Montero, tocaba el piano. Este instrumento se convirtió
en su pasión y por ello decidió tomar clases particulares con el hijo de un
amigo de su padre, paralelamente a sus estudios en el Liceo Alemán.
Fue en los antiguos salones de este tradicional colegio donde conoció
a su recordado maestro, el padre Federico. Gracias a las enseñanzas de
“ese gran profesor”, como lo llama, despertó otra de sus más grandes
vocaciones, la historia, “una de las disciplinas más interesantes si se
sabe enseñar”, comenta. Fue entonces como, a su corta edad, Merino
evidenció la estrecha relación que existía entre el estudio de la historia y la
82 preservación del patrimonio, comprendiendo que éste “no significaba un
anacronismo, sino que podía ser incorporado de manera viva al presente”,
expresa.
En 1959 completa sus estudios en el Liceo de Aplicación, y en 1960
se gradúa de bachiller en biología. Pero Merino sabe cuál es el camino
que quiere seguir y se propone así estudiar música. Su madre y su padre, a
pesar de que no gozaban de una solvente situación económica, lo apoyaron
de manera irrestricta, siempre con la advertencia de que su decisión no
le retribuiría demasiados ingresos. Sin embargo, ambos no dudaron en
comprender que aquello “era vital para mi persona”, recuerda Merino.
Y sin siquiera imaginarlo, esa determinación lo llevó a encontrarse
con el lugar al cual hasta hoy pertenece y que más de una sorpresa le
tendría preparada.
Se matriculó en la entonces Facultad de Ciencias y Artes Musicales
y de la Representación, hoy Facultad de Artes de la Universidad de Chile,
para iniciar sus estudios de piano, con el profesor Germán Berner, y los
de composición. Fue en esta última materia donde un nuevo maestro llegó
a su vida, Gustavo Becerra. Premio Nacional de Arte en 1971, según
Merino este mentor es “una de las conciencias musicales más lúcidas
y fecundas surgidas en el cono sur de América”, un hombre que más
allá de la academia, “siempre nos enseñó a mirar las cosas desde una
perspectiva amplia, sin ponernos trabas”. De él recuerda esa capacidad
para impulsarlo a ser creador, que incluso lo alentó a elaborar su primera
Luis Merino Montero

sinfonía en 1963, llamada Sonata para contrabajo y piano, y que fue


estrenada el 4 de noviembre de ese año por Adolfo Flores y Carla Hübner
en el Teatro Antonio Varas.
Junto con la composición, Merino comienza a estudiar musicología,
donde se reencuentra con ese gusto suyo por la historia, logrando reunir
en una sola práctica sus dos grandes pasiones.
En 1963, al finalizar sus estudios debe hacer una profunda elección:
Dedicarse a la musicología, a la composición o continuar sus estudios de
piano. La conclusión a su dilema salta a la vista, pero no las razones. A
Luis Merino le gustaba mucho el piano, “me gusta”, recalca, sin embargo,
“yo tenía una cosa muy terrible de nerviosismo escénico. Es curioso, pero
si me piden por ejemplo que hable en público, no tengo problema, pero
si me piden que toque en público… Yo me di cuenta que no, que esto era
demasiado apabullante para mí”, dice.
Luego de hacer su tesis para optar al grado de licenciado en
Ciencias y Artes musicales con mención en Musicología en 1966, Merino
comienza a sumergirse por entero en la labor de resguardar el patrimonio.
Su memoria, realizada junto al sacerdote León Tolosa, consistió en el
estudio paleográfico de un manuscrito de canto gregoriano del siglo
IX que daba cuenta del gran valor cultural e histórico de esta música. 83
Recuerda Merino que además, haber sido testigo presencial de “un gran
cambio histórico, promovido por el Concilio Vaticano II”, en el que el
tradicional canto gregoriano dejaba de ser parte de las liturgias católicas,
lo ayudó a comprender que gracias a su trabajo estaba contribuyendo a
preservar la historia y parte de ese legado patrimonial.

Grandes hombres, grandes decisiones

Una época afortunada vivió Merino, según lo expresan sus mismas


palabras. La Casa de Bello ejecutó un convenio con la Universidad de
California, financiado por la Fundación Ford, que le permitió viajar a
Santa Bárbara, primero, y luego a Los Ángeles para realizar sus estudios
de magíster y doctorado en musicología.
Fueron tiempos provechosos. Merino conoció una realidad diferente
y amplió su visión al compartir con grandes maestros como Karl Geiringer,
Dragan Plamenac, Dolores Hsu, Theodor Göllner, Walter Rubsamen y el
profesor guía de su disertación de doctorado, Robert Stevenson. “No hay
mejor manera de conocer una cultura que viviendo en ella y conviviendo
con la gente”, dice, y haber estado en un nuevo entorno le permitió sin
duda comprender mejor a su propios país, porque “las cosas se perciben
mejor, cuando se puede entender su contrario”, expresa.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Pero hubo que retornar, y a pesar de que volvió con intenciones de


quedarse, había mucha nostalgia. Con más de seis años fuera de su patria
y sin la tecnología que permitiera una fluida comunicación, perdió todo
contacto y los vínculos se hicieron escasos. “No era como hoy, que los
chicos se comunican en tiempo real”, dice, por eso el contraste con el
nuevo país que lo esperaba fue “brutal y el shock cultural al principio fue
muy fuerte”.
Era 1972 y al regresar recibió rápidamente una oferta como Presidente
de la Comisión de Investigación y Creación Artística de la Facultad de
Ciencias y Artes Musicales y de la Representación, puesto que dejaría en
1973, cuando el rumbo político de Chile cambia por completo.
Una tentadora propuesta de trabajo en el extranjero y el Golpe de
Estado lo hicieron dudar de su permanencia en el país. Recuerda que en esa
oportunidad habló con su padre y le hizo saber que si se iba, no regresaría
más, pues era muy difícil restaurar esos vínculos que tanto esfuerzo le
había costado reponer desde su retorno. Y mientras buscaba razones para
quedarse, reconoció en su vocación la respuesta. Existía un enorme vacío
en el estudio de la música chilena y de los compositores nacionales, en
comparación al desarrollo de esta materia en Europa, aspecto que había
84 observado en su experiencia en el extranjero, “entonces, dije, ´voy a
trabajar en esto´, porque así tendría sentido estar acá”, comenta.
Durante los oscuros años de la dictadura, la facultad que lo vio
formarse vivió una fuerte baja y más del 60 por ciento de los profesores
fueron expulsados. Merino nunca militó en un partido político, pero era
conocida su postura de rechazo al régimen, sin embargo, la Universidad
de Chile le permitió continuar con su labor de docente y Coordinador de
Licenciatura en Musicología “sin que se me obligara a adherir al Gobierno
Militar”, recuerda.
Esta oportunidad ratificaba la decisión de no abandonar el país,
porque “mi deber era quedarme”, expresa, y de ese modo podría contribuir
con su trabajo y por sobre todo aportaría en la formación de las nuevas
generaciones. “Yo me recuerdo a mí mismo todos los días que uno es
transitorio y que son los jóvenes los que tienen que tomar la antorcha,
por eso en este tiempo me dediqué a trabajar y a enseñar”, y a pesar del
escenario tenso de esos años, su gran satisfacción fue ver que quienes
tomaron clases con él pudieron formarse y continuar el camino de la
música.
Un año después, en 1974, Merino ya no tiene dudas de que su
decisión fue la correcta. “Si me hubiera ido, no habría conocido a mi
esposa, y la vida habría sido muy diferente…”.
Luis Merino Montero

Un compromiso académico y humano

Más de 40 años dedicados a la Casa de Bello, donde ha dejado


marcada una indiscutible huella, gracias a su abnegada entrega y ferviente
compromiso.
De su alma máter ha aprendido uno de los valores más importantes,
el servicio público no tan sólo desde una perspectiva política, sino también
desde una mirada hacia la sociedad civil.
Para Merino su mayor fortaleza ha sido trabajar en esta entidad,
“creo que yo jamás habría hecho todo lo que hice si no hubiese estado
aquí”, comentó en una entrevista hecha por el sitio web Nuestro.cl. En
este lugar adquirió grandes virtudes como la capacidad de encontrar en el
diálogo un instrumento para resolver conflictos, además de saber apreciar
los aportes de cada persona. “Estos valores me han servido mucho en mi
actual quehacer como Vicerrector Académico de la Universidad Central
de Chile, por la coincidencia valórica que ambas instituciones tienen”,
evidencia.

85
© Jesús Inostroza
Grandes Chilenos del Bicentenario

Nunca buscó entrar en la administración, pero cuando la vocación


y el servicio llaman hay que responder. Por petición de Universidad de
Chile, Merino debió pasar de la academia a lo que él llama “el exigente
trabajo de dirección universitaria”. La impronta de esta nueva tarea será
entonces encontrar el justo equilibrio entre la labor contemplativa y la
acción, “un gran desafío para un académico cuya función primordial es
generar y comunicar el conocimiento”, dice.
Ahora, más allá de las palabras, era necesario comenzar a actuar
“La administración te permite transformar en acción todo aquello que
estás viendo en tu investigación”, expresa Merino y, a pesar de la escasez
de recursos, la premura no acostumbrada en la toma de decisiones y las
crisis que fuesen saliendo al camino, todo esfuerzo tendría sentido si ello
le permitía reafirmar su vínculo con la misión y el sello especial de su
universidad.
Acercar la cultura a todos y rescatar el patrimonio musical del país
fueron las grandes tareas y logros en su quehacer como Decano de la
Facultad de Artes y como director del Centro de Extensión Artística y
Cultural Domingo Santa Cruz (CEAC), institución de la que dependen la
Sinfónica de Chile, el Ballet Nacional Chileno, y los Coros Sinfónicos y
86 Camerata Vocal.
El fuerte apoyo a los académicos dedicados a la investigación,
creación artística y extensión; la promoción de una formación integral de
los nuevos músicos; la integración de la artes; el impulso de acciones para
adecuar las estructuras a la realidad del país, y la creación del Instituto
de Investigaciones Musicales, que permitió restaurar el invaluable
patrimonio sonoro del pueblo Mapuche, de la cultura musical de tradición
oral y de compositores chilenos de los siglos XVIII, XIX y XX, fueron
sólo algunas de los quehaceres en la dirección universitaria.
Y en su intensa y destacada labor como director del CEAC el desafío
fue articular la misión y el financiamiento con el impacto de la labor
artística en la sociedad y la participación, dando a conocer y haciendo parte
a todo el público chileno del valioso patrimonio musical. Mientras dirigía
la institución en el año 2006, Merino señaló que “estamos conscientes
de que nuestras actividades artísticas no pueden quedarse concentradas
solamente en Santiago sino que deben irradiarse a las comunas del Área
Metropolitana y después a las regiones, donde existe verdadera avidez por
estas expresiones. Debemos descentralizar la cultura. Existe un público
potencial muy grande, que al tener la oportunidad de ver un espectáculo
de nivel reacciona de forma receptiva y agradecida”.
Luis Merino Montero

La música, patrimonio de todos

Y porque la música enriquece a los seres humanos y el patrimonio es


de todos los chilenos, Merino ha luchado por sacar a luz ese gran tesoro, a
veces oculto en lejanos espacios doctos.
En una entrevista, al hablar del gran compositor Claudio Arrau, Luis
Merino recordó: “él siempre se preocupaba de dar conciertos no sólo para
los públicos entendidos, sino que para toda la gente; la vinculación con la
sociedad es fundamental”. Y cuando fue nominado para integrar el Consejo
de Fomento de la Música en 2008, expresó: “estoy orgulloso, muy agradecido
y con todo el ánimo para asumir el desafío de acercar la música a la gente.
Esta designación es un gran honor y me motiva aún más para redoblar los
esfuerzos en pro de aportar al reconocimiento de la música chilena”.
La labor patrimonial no se queda exclusivamente en la administración,
también la investigación ha sido uno de sus trascendentales aportes.
Durante más de 30 años en su quehacer como director de la Revista
Musical Chilena, único boletín musicológico de habla castellana de
circulación ininterrumpida, ha favorecido fuertemente la recuperación y
difusión del patrimonio tanto de compositores chilenos, como de la música
indígena, la de tradición oral campesina e incluso la canción popular 87
urbana.
Prueba de ello fue el Diccionario de la Música Española
Hispanoamericana, colosal investigación en 10 volúmenes que se convirtió
en una “gran revelación, donde se publicaron varias investigaciones
inéditas”, y en la que incluso se incorporaron intérpretes de consumo
popular como Ana Belén y Los Jaivas. Bajo la dirección y coordinación
del musicólogo español Emilio Casares Rodicio y con la participación
de más de 600 estudiosos, este trabajo fue un testimonio de la música
contemporánea y la prueba de que “la vinculación a nivel hispanoamericano
es posible”, comenta Merino.
Desde su propia universidad, o desde el lugar que le tocase, este
virtuoso y dedicado docente, académico y administrativo, ha trabajado sin
descanso por hacer de la música y la cultura parte esencial de la vida de
cada ciudadano. “El desafío es hacer que el patrimonio se transforme en
algo vivo que se integre a nuestro presente, no como algo vetusto que sólo
se percibe desde la perspectiva de un anacronismo. Esto puede enriquecer
mucho la formación de nuestros jóvenes”. Y es justamente por eso que para
Luis Merino Montero, “el Bicentenario constituye una gran oportunidad
de acción sobre el patrimonio desde la misma base de la ciudadanía,
sustentada en la sinergia de todos los sectores del país, gobierno, Estado,
universidades, sector público y sector privado”.
Grandes Chilenos del Bicentenario

88
© Jesús Inostroza
Luis Merino Montero

Dos grandes desafíos: identidad y educación

Por Luis Merino Montero

“Un primer gran desafío, señala Luis Merino, es el de tomar


conciencia de nuestra identidad como país…. por ello la conservación,
enriquecimiento y proyección del patrimonio artístico-cultural de
Chile es un tema país que requiere la acción conjunta del estado, las
universidades tanto públicas como privadas, el sector público y el sector
privado en general, además de toda la ciudadanía.

En la actualidad, Chile se encuentra en un proceso de compleja y


laboriosa transición, en lo político y en lo económico, hacia la consolidación
de sistemas caracterizados por la autonomía y autorregulación creciente
de las esferas importantes de la sociedad, como parte de lo que el célebre
filósofo alemán Friedrich Hegel caracterizó como “la liberación de la
subjetividad”. El desarrollo formidable de la informática y los medios de
comunicación masiva han conformado en el mundo de hoy una sociedad
mediática globalizada, de la cual nuestro país forma parte. A lo anterior
se agrega que la cultura chilena es ya parte del mundo, toda vez que más 89
de 600.000 chilenos residen en forma permanente en el exterior.
En este contexto, un primer gran desafío es el de tomar conciencia
de nuestra identidad como país. Parafraseando el clásico dictum del
gran escritor y humanista cubano Alejo Carpentier, la construcción de
la identidad de Chile, o, para estos efectos de América Latina, surge de
la apropiación y reelaboración sincrética permanente de un conjunto de
componentes culturales, los que han surgido o se han incorporado a su
seno desde el siglo XVI, en el marco de situaciones históricas cambiantes
en lo social, político y económico.
La proyección y comunicación inteligente de nuestro patrimonio,
en lo artístico y cultural, es nuestra mejor carta de presentación en la
sociedad mediático-globalizada del mundo de hoy. Existe la necesidad
de satisfacer las “hambrunas del espíritu” de aquellos hombres y mujeres
“que creen que ser es algo más que ser consumidor”, de acuerdo a las
palabras del académico y economista chileno Manfred A. Max Neef.

Gran “tema país”

Por ello la conservación, enriquecimiento y proyección del patrimonio


artístico-cultural de Chile es un tema país que requiere la acción conjunta
del estado, las universidades tanto públicas como privadas, el sector
Grandes Chilenos del Bicentenario

público y el sector privado en general, además de toda la ciudadanía,


que convoque a investigadores, artistas, gestores culturales y a todos los
ciudadanos sin distinción alguna. Su tarea es darle forma a una tradición,
concepto que de acuerdo al destacado musicólogo norteamericano
Charles Seeger, “abarca aquellos fenómenos que se manifiestan en la
herencia, cultivo y transmisión del cuerpo de una práctica, o modo de
hacer algo, en una sociedad”, dentro de tres dimensiones: “en extensión,
a través del área geográfica que ocupa una sociedad; en profundidad, a
través del tejido social, y en duración, a través de su período de vida”.
Es en esta área de trabajo que se establece una estrecha relación entre el
cultivo de disciplinas tales como la historia, la musicología, la sicología,
la sociología, la antropología y otras, con la preservación y proyección
hacia la sociedad del patrimonio.
La conservación, enriquecimiento y proyección del patrimonio no
constituye un anacronismo, sino que debe ser incorporado de una manera
viva al presente, como una fuerza nutriente, siguiendo lo que ha señalado
a este respecto el gran compositor ruso Igor Stravinski. Para ello es
clave la comunicación con la ciudadanía, de acuerdo a los más modernos
sistemas informáticos y soportes de transmisión, que le permitan a cada
90 ciudadano, inmerso en los desafíos permanentes de la globalización, tener
una aproximación personal y única a un legado sustentado en siglos de
historia. De este modo el Bicentenario es una gran oportunidad de acción
sobre el patrimonio desde la misma base ciudadana, a partir de la sinergia
de todos los sectores del país mediante una integración del dinamismo
de un pensamiento activo con una acción contemplativa, que conjugue el
“que” con el “cómo”.
El segundo gran desafío se vincula con la célebre alocución
del humanista Andrés Bello a la juventud del país, exhortándola a la
independencia del pensamiento.
“¡Jóvenes chilenos! Aprended a juzgar por vosotros mismos; aspirad
a la independencia del pensamiento. Bebed en las fuentes; a lo menos en
los raudales más cercanos a ellas”.

Educación, parte del patrimonio intangible

Para que esta independencia de pensamiento se logre, es fundamental


tener presente el desafío a que se enfrenta hoy en día un componente
fundamental del patrimonio intangible del país, como es la preocupación
por la educación. Cabe recordar a este respecto la fecunda indicación que
Mariano Egaña hizo en el texto de la Constitución de 1833, en cuanto al
concepto que la educación constituye una atención preferente del estado.
Luis Merino Montero

91
© Jesús Inostroza

Hoy en día esta preocupación se extiende al conjunto de la sociedad,


tanto en lo que respecta al estado como al sector privado. A este respecto,
el Consejo Asesor Presidencial para la Educación Superior ha señalado en
su informe, el pasado año 2008, que en el porcentaje general del PIB que
destina el país a la educación superior, el sector privado sobrepasa en su
contribución al sector público.
“Chile destina un 2.1 de porcentaje del PIB a educación superior. Se
trata de un porcentaje apreciable que se encuentra por sobre el promedio de
los países de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico] (1.5%) y cercano a países como Corea (que destina el 2.6
del PIB a este nivel educacional). Este porcentaje muestra un esfuerzo
relativo de importancia que efectúa el país en este nivel educacional.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Con todo, el análisis de la composición de este gasto muestra una


predominancia absoluta, y única en los sistemas comparados, del gasto
privado, que en el caso de Chile representa un esfuerzo equivalente a
1.8% del PIB. El esfuerzo fiscal en esta materia es apenas de un 0.3% del
PIB, lo que representa un esfuerzo relativo menor comparado con el 1.1%
que destinan los países de la OCDE”.
De acuerdo a este mismo informe, la cobertura de la educación ha
crecido de manera notable. Para una niña o un niño de cinco años de
edad esta expectativa alcanza hoy en Chile a 15 años de duración. Esto
constituye sólo una fracción por debajo de aquella que prevalece en el
promedio de los países de la OCDE, en los que alcanza a 15.8 años. Por
otra parte, la cobertura del sistema de educación superior está alcanzando
el umbral de un 40%, entre los jóvenes que se encuentran en edad de
asistir a la educación superior. A esto se agrega que cerca de un 70% de
los jóvenes que asisten a una institución de educación superior en Chile,
son hijos de padres que nunca tuvieron la oportunidad de asistir a ese
nivel educacional, el que en la actualidad está conformado en más de un
90% por instituciones privadas.

92 “La mejor alocución”

En tal sentido el Chile del Bicentenario deberá conjugar esta


masificación de la educación, con la equidad en lo que respecta tanto a las
oportunidades para los jóvenes de ingresar al sistema como a la obtención
de una similar calidad de aprendizaje. En lo que respecta a la calidad,
el Chile del Bicentenario debe propender a la formación de jóvenes, con
independencia en su pensamiento, plenamente imbuidos de la tradición
patrimonial del país, de modo que sean capaces de insertarse de manera
crítica en la sociedad chilena, para así poderse articular con el resto del
mundo.
Ante este diagnóstico y estos deseos, sólo cabe evocar la exhortación
que hiciera María Luisa Muñoz, la educadora musical de Puerto Rico,
en la III Conferencia Interamericana de Educación Musical realizada en
Santiago de Chile en noviembre de 1963: “ya hemos hablado bastante,
llegó la hora de actuar”.
Esta debería ser la mejor alocución para el Bicentenario. Aquí no
cabe dar consejos ni recetas, sólo compartir experiencias en cuanto a cómo
se pueden enfrentar estos dos grandes desafíos. En tal sentido, deseo dejar
testimonio de dos proyectos en los que me ha correspondido participar,
los que podrían servir como ejemplos de este modelo de pensamiento-
acción, en relación con el primero de estos dos grandes desafíos.
Luis Merino Montero

Uno de estos proyectos es la Revista Musical Chilena, la única


publicación musicológica de habla castellana de circulación ininterrumpida
durante casi sesenta y cinco años. De esta Revista, indexada por el Institute
for Scientific Information (ISI), y perteneciente a la Facultad de Artes de
la Universidad de Chile, me he desempeñado como su Director desde
mayo de 1973. Para realizar este trabajo he contado con la colaboración
valiosísima de muchas personas, entre las que destaco a Magdalena
Vicuña, un ángel tutelar de la revista durante muchos años, el compositor,
Premio Nacional de Arte 2002, Fernando García, su actual Subdirector, y
Nancy Sattler, la Jefa de Redacción.
Además del registro de la actividad de nuestros compositores
hemos impulsado a través de las páginas de la Revista los estudios sobre
importantes intérpretes de nuestro medio (Chile), además de perfiles
bibliográficos sobre investigadores, y trabajos científicos sobre la cultura
musical de nuestros pueblos originarios, sobre nuestra cultura musical
campesina de tradición oral, sobre nuestra música popular urbana y de
muchos otros tópicos afines en el ámbito chileno e hispanoamericano,
siguiendo el dictum clásico del gran escritor y humanista cubano Alejo
Carpentier, al que ya se hizo referencia.
Un similar enfoque hemos seguido en otro proyecto, la dirección 93
que, junto al profesor Fernando García, desempeñáramos en la realización
de las voces sobre Chile para el Diccionario de la Música Española e
Hispanoamericana. Fue este un proyecto en el que tomaron parte colegas
musicólogos de toda América Latina y de todas las autonomías político-
culturales de España, bajo la dirección general del dinámico musicólogo
peninsular Emilio Casares. Después de superar toda la pesada inercia
que ha significado la permanente inter-ignorancia cultural de nuestro
continente, fue posible armar una verdadera red de investigadores
que finalmente se plasmó en la edición final de diez volúmenes del
Diccionario, el que contiene mayoritariamente investigaciones inéditas.
La plasmación del Diccionario nos permitió, además, demostrar que la
vinculación, a nivel hispanoamericano es posible, si no se aborda como
algo que meramente se invoca, sino que como algo que se realiza a base
de proyectos concretos. Abrió la puerta a múltiples proyectos posteriores,
entre los que se puede señalar la investigación de la cultura musical de
América Latina desde la perspectiva no del Estado-Nación, que por fuerza
debimos abordar inicialmente para la realización del Diccionario en un
plazo razonable, sino que sobre la base de las múltiples áreas culturales
regionales que trascienden los límites políticos en los que América Latina
se estructuró a contar de su independencia.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Estos dos proyectos, realizados bajo el alero de la Universidad de


Chile, han contribuido al propósito de poner al alcance de la ciudadanía
de Chile y América Latina, las riquezas inconmensurables que guarda
nuestra cultura musical, considerada desde una perspectiva integral.

Proyecto para los jóvenes

A ellos, deseo agregar un tercer proyecto que se vincula con el


segundo de estos grandes desafíos.
Actualmente se realiza en la Universidad Central, una prestigiosa
institución privada, fundada hace veintiséis años, e imbuida de un profundo
espíritu de servicio público, de acuerdo a la misión que le trazaran sus
fundadores. En la actualidad, más de un 60% de sus estudiantes proviene
de los tres quintiles más pobres, de acuerdo a la tendencia en el Chile de
hoy de incorporar de manera creciente a la educación superior a jóvenes
provenientes de un amplio espectro socioeconómico. Las competencias
de entrada de estos jóvenes reflejan, en sus carencias, las profundas
desigualdades e inequidades que, en lo que respecta a la calidad, se
manifiestan actualmente en la educación básica y media del país. Para
94 ellos la Universidad Central ha establecido un diagnóstico acabado e
integral de sus competencias de entrada, que sirva de base para que sus
directivos y profesores desarrollen actividades de nivelación. Sobre esta
base se enfrenta el desafío institucional de hacer que el tránsito de estos
jóvenes por la educación superior constituya un valor agregado dentro
de un proceso formativo integral que abarque no sólo la dimensión del
Saber, sino que la del Saber Hacer, a fin de llegar a una mejor condición
de Ser, en cuanto personas integrales de un país que, a pasos agigantados,
se inserta en la Sociedad Global del Conocimiento del mundo de hoy y
del mañana.
Los jóvenes chilenos podrán acometer muchos otros proyectos en que
pongan a prueba su dinamismo y creatividad en esta díada de pensamiento-
acción. Será nuestra responsabilidad brindarles las oportunidades que les
permitan llegar a ser los jóvenes del Bicentenario. Ellos están llamados a
conducir nuestro país en los senderos que ha hollado desde su fundación
en 1810 como nación independiente, o en nuevos senderos que estos
mismos jóvenes sean capaces de trazar, para enfrentar estos dos grandes
desafíos, o muchos otros que enfrenta nuestro país en la actualidad, o que
deberá enfrentar en el futuro.
Fernando Monckeberg Barros

Fernando Monckeberg Barros


Premio Bicentenario 2005
“Pediatra del Año” a Nivel Mundial

95
© Jesús Inostroza

-Me di cuenta del daño que estaban sufriendo esos niños por la
desnutrición y la alta mortalidad infantil como el daño cerebral,
psicomotor. Y cuando fui viendo lo que pasaba en los mayores, me di
cuenta que había el mismo daño. El porcentaje de madres con retraso
intelectual era enorme. Eso me marcó para siempre.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Uno de sus antepasados, cuando salió de Alemania a mediados del


siglo XIX, tuvo la ocurrencia de incluir en su equipaje una colección de
títeres. No ha habido titiriteros profesionales en la familia Monckeberg,
pero sí hay generaciones de aficionados al teatro de muñecos que
mantienen viva la tradición familiar.
Como todo ser humano, Fernando Monckeberg Barros, Premio
Bicentenario del año 2005, tiene facetas desconocidas. Pasados los 80,
se divierte mostrando en su parcela en Padre Hurtado las gracias de los
antiguos muñecos confeccionadas en Alemania. Dice que “lo subieron
al escenario a los ocho años… porque mi padre era fanático con sus
marionetas. Con todos sus hijos -yo era de los más chicos- daba funciones
en los salones parroquiales, colegios y a él le gustaba que se lo pidieran”.
Cuenta que, en una ocasión, no hace mucho, debió “operar” a una de
ellas de una “afección a la cabeza” debido a que con el paso de los años
el papier maché se estaba deteriorando. Tuvo la sorpresa de encontrar en
su interior una página de un diario de Hamburgo de 1840… con más de
siglo y medio de antigüedad.
El Doctor Monckeberg se tituló de Médico Cirujano en la Universidad
de Chile en 1952. Realizó estudios de Bioquímica en la Universidad de
96 Harvard (Beca Guggenheim), donde fue además profesor asociado. Por 30
años fue académico en la Universidad de Chile, incluyendo una tormentosa
toma de posiciones en los años en que la “U” estuvo intervenida. En 1987
encabezó la “rebelión de los Decanos” que culminó con la salida del
discutido Rector Luis Federici6. En los últimos ocho años ha sido Decano
de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Diego Portales.
Fue un período menos conflictivo pero igualmente intenso.
Su currículo es abrumadoramente extenso. Ha sido distinguido
en Chile y en el extranjero. Sus muchos premios incluyen el Nacional
de Ciencias Aplicadas de 1998, el “Premio a la Excelencia Médica”
en 2000, y el Doctorado “Honoris Causa” que recibió en 1995 junto
al escritor peruano Mario Vargas Llosa. Se lo otorgó la Universidad de
Valladolid. Pero nada compite con la distinción como “El Pediatra del
año a nivel mundial” (1985) de la American Academy of Pediatrics. Es
el reconocimiento a los muchos años dedicados a la investigación y a la
lucha contra la desnutrición infantil. Su vida ha estado marcada por la
preocupación por la salud de los sectores más vulnerables, que lo llevó a

6 “El Rector Delegado de la Universidad de Chile, José Luis Federici, escribió Bernardo Su-
bercaseaux al hacer la historia del episodio, luego de una gestión prepotente y absurda que
buscaba convertir a la Universidad en una suerte de empresa y regimiento, fue rechazado por
una movilización masiva de toda la comunidad universitaria, incluyendo algunos decanos
que contaban con la confianza del régimen, lo que lo obligó a renunciar”.
Fernando Monckeberg Barros

la permanente investigación científica y, al mismo tiempo, a una notable


actividad académica.
En palabras del propio Fernando Monckeberg, citadas por su sobrina
la periodista María Olivia Monckeberg7, “las universidades tienen un rol
central e ineludible en la investigación en los países en desarrollo”.
Aparte de la fe religiosa de su padre (“era muy católico; de esos
conservadores de antiguo cuño”), quien había quedado viudo cuando
Fernando era aun muy niño, nada anticipó nunca esta notable carrera
profesional y humana. El mismo recuerda que su paso por la enseñanza
básica no fue brillante: “Un cero a la izquierda, pero nunca me rajaban.
Mis compañeros me ayudaban y en el mes de noviembre o diciembre
me ponía a estudiar y sacaba los exámenes. Los salesianos, porque esto
era en el Patrocinio de San José, ponían las listas de los resultados del
primero al último, según sus notas. Nadie me peleaba el último puesto”.
Ese personaje, sin embargo, que algunos no vacilaban en calificar
de retrasado, superó tenazmente los muchos obstáculos que le puso la
vida, descubrió su vocación y, más importante aún, recuperó la confianza
en sí mismo cuando se sometió a diversos exámenes psicológicos y tuvo
resultados de “genio”. Con el paso del tiempo resulta imposible calcular
cuantas “guaguas” rescató de la desnutrición y la muerte. Una cifra: “hasta 97
que logramos derrotar la desnutrición infantil, en Conin rescatamos a 85
mil”.
Hoy, de manera inevitable, en cada presentación pública, se le define
como “el responsable de la erradicación de la desnutrición infantil en el
país, enfermedad que alcanzó altos índices en la década del 50”.

Telegrafista frustrado

Para asegurarse el ingreso a la Universidad en ese tiempo había que dar


el Bachillerato y había una nota mínima: 17 puntos. “Los saqué raspando,
así que no tenía ninguna oportunidad de entrar a la Universidad”.
“Mirando retrospectivamente, agrega, lo que me pasaba era
una dislexia tremenda en el sentido de que no podía escribir en forma
coordinada y menos la ortografía que era y todavía la tengo horrible”.
Pero entró a la Universidad Católica. Fue por una serie de
circunstancias poco frecuentes. Después del Bachillerato, pensando que
“no tenía destino” (en la Universidad) entró a hacer el servicio militar. Y
allí ocurrió la primera sorpresa: destinado a Telecomunicaciones probó

7 El Negocio de las universidades en Chile. María Olivia Monckeberg. Random House


Mondadori, 2007. Santiago de Chile.
Grandes Chilenos del Bicentenario

ser un telegrafista excepcional:´. “Me pasó una cosa muy curiosa: comencé
a recibir las letras sin necesidad de ‘traducirlas’. Resultó que yo era un
campeón para el telégrafo. Debe ser, creo yo, parte de la propia dislexia.
Eso me cambió la autoestima”. Le ofrecieron entonces un contrato como
telegrafista una vez que terminara el servicio militar. “Yo estaba feliz
porque era lo único que me habían ofrecido en la vida”.
Entonces se produjo otra importante circunstancia.
Todo había empezado mucho antes, todavía en el colegio, cuando le
pidieron que hiciera de monaguillo (“Yo era muy sosegado, no molestaba”)
acompañando cada domingo a un sacerdote a la casa de la señora Teresa
Aránguiz en el centro de Santiago. Así fue durante seis años. “Ella era
muy entretenida y se produjo entre nosotros una relación muy especial,
como de abuela a nieto”. Cuando el joven Fernando le contó que su futuro
estaba en el Ejército como telegrafista, ella estimó que podía lograr mucho
más en la vida.
Doña Teresa descubrió que Fernando quería estudiar Medicina y logró
que el Rector de la Universidad Católica, Monseñor Carlos Casanueva, lo
recibiera porque quería que “Fernandito estudie en tu Universidad”. No
fue fácil: ya habían comenzado las clases y el puntaje era bajo. Pero, para
98 no desairar a la buena señora, el Rector Casanueva accedió a recibirlo, lo
puso bajo la férula del secretario y le advirtió categóricamente que la suya
era “una situación muy anómala”.
Tampoco la recepción del director de la Escuela, el profesor Luco,
fue muy alentadora. Como llegó vestido de conscripto, su primera reacción
fue exclamar: “Y milico, todavía”.
Resume el Doctor Monckeberg: “Así fue como entré a la Facultad
de Medicina. Quince días después de haber iniciado las clases”.
- ¿Y de ahí en adelante le fue bien?, preguntamos.
-No porque la dislexia seguía. Trataba de eludir los exámenes escritos.
Me atrasaba. No fui un alumno brillante y tuve dificultades incluso con más
de un profesor que se reía públicamente de mi mala ortografía”.
Pero, señala, “lo único que descubrí, que fue una verdadera vocación:
descubrí la investigación científica”.
En tercer año empezó a trabajar con el Doctor Héctor Croxatto y
este niño “aislado” por su falta de amigos, comenzó en las tardes a ir al
laboratorio como su ayudante. Pronto terminó una primera memoria y,
pese a que todavía estaba estudiando, Croxatto decidió que lo mejor era
publicarla… y que Monckeberg hiciera otra. “Así hice siete memorias.
Aprendí a plantear los problemas, a hacer las preguntas y a responderlas
a través de la experimentación. Es decir, lo que aprendí fue el método
científico”.
Había descubierto su verdadera vocación. Y ella no se ha agotado.
Fernando Monckeberg Barros

99
© Jesús Inostroza
Grandes Chilenos del Bicentenario

El comienzo en La Legua

Cuando se recibió, todavía no tenía claro qué iba a hacer. Una


primera opción era la siquiatría. Para ello, según se acostumbraba, se
sometió a un examen. Le hicieron diversos exámenes y análisis y aquí
tuvo una nueva sorpresa: “El test me dio de genio”.
Ese hecho, dice, me decidió a pensar por mi mismo, a ponerme más
audaz, agresivo incluso.
Pero Psiquiatría no era lo suyo. “Me puse de nuevo a pensar qué
iba a hacer. Ya recibido, un compañero me pidió que lo acompañara
a la población La Legua. Ahí conocí al párroco, Rafael Marotto. Me
pidió que fuera a colaborar porque no había nadie que viera a los niños,
que se morían como moscas en el verano de diarreas y en invierno de
enfermedades respiratorias”. El hecho, agrega, es que “quedé metido en
la Legua mañana, tarde y noche”
En una entrevista con Rosario Mena, de Nuestro.cl, sitio desarrollado
por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, contó este “aterrizaje”:
-Me di cuenta del daño que estaban sufriendo esos niños por
la desnutrición y la alta mortalidad infantil como el daño cerebral,
100 psicomotor. Y cuando fui viendo lo que pasaba en los mayores, me di
cuenta que había el mismo daño. El porcentaje de madres con retraso
intelectual era enorme. Eso me marcó para siempre.
Su primera investigación surgió de la verificación de la enorme
diferencia que observaba entre su casa y la población. El nivel de
conversación era muy diferente, debido a las limitaciones del lenguaje.
“Entonces se me ocurrió una primera hipótesis: medir las palabras que se
usan en la conversación, porque la diferencia entre el ser humano y los
mamíferos está en la lengua, el idioma, el poder hablar”.
Fue un trabajo largo para el cual utilizó primordialmente una
grabadora. Diez madres le permitieron dejar el equipo en sus casas. “En
la noche retiraba la cinta, la hacía correr e iba anotando las palabras
que cada madre usaba en la conversación. Un trabajo de chinos. Me
demoré entre seis y siete meses. El promedio de las diez madres era de
180 palabras. No es que les faltaran palabras. Es que su mundo era muy
concreto, muy contingente. Tenía que ver con lo que iba a pasar, no en un
año más, sino mañana. Todo exclamaciones (“Quítate chiquillo de aquí”)
más que conversaciones. Y ese fue mi primer trabajo científico. Después
vine a saber que la medición del lenguaje era una de las formas de hacer
estudios sociológicos de las poblaciones”.
Estuvo varios años trabajando ahí. “Me preguntaba si ese daño era
en la población La Legua o era en Chile. Hicimos toda una evaluación,
más tarde, en la Provincia de Curicó. Examinamos al 10 por ciento de la
Fernando Monckeberg Barros

población y los resultados fueron espeluznantes. El 60 por ciento de los


niños tenían algún daño a causa de la desnutrición y el medio ambiente.
Era peor que La Legua”.
Preguntó la periodista Mena: “¿Usted tenía alguna inquietud social,
o fue pura casualidad (su llegada a La Legua)?
- No, ninguna. Yo andaba pajareando. Me fui a vivir a La Legua
durante tres meses. Ahí entendí lo que era la pobreza. Una situación
anómala sin salida, de la cual la gente ni siquiera tiene conciencia. Ahí
me planteé este desafío de provocar un cambio, aunque no sabía si iba a
vivir lo suficiente para verlo.
La experiencia, recuerda, le levantó un montón de preguntas para
las cuales entonces no había respuesta.
Trató de publicar en inglés el primer paper, pero se lo rechazaron.
El Doctor Monckeberg cree que se debió a que en esos años todavía se
discutía acerca de la inteligencia de la población de color en Estados
Unidos. Se sostenía con mucha fuerza que los negros eran genéticamente
inferiores a los blancos, pero este trabajo contradecía dicho aserto ya que
se trataba de una investigación con una población blanca. (Solo años
después el trabajo se publicó en la revista Psychology).
“Lo que yo postulaba era que el daño estaba ahí por la pobreza, la 101
pobreza ancestral”. En ese momento no pensaba todavía en la desnutrición.
Pero este aspecto vendría cuando quiso responder una segunda pregunta:
“¿Cuándo comienza esto?”
Verificó que si un niño nacía con buen peso, “los que eran pocos, el
desarrollo era normal hasta el primer año y ahí empezaba a deteriorarse.
Eso me coincidía con que esos niños estaban por debajo del peso y de
la talla de lo que debía ser normal según las tablas americanas. Lo cual
tampoco era una cosa muy aceptada porque me decían que no tenían
por qué medirse con tablas norteamericana si los niños chilenos eran
más chicos no más. Era ir contra toda una corriente de lo que se estaba
planteando. Bueno, al medir el retraso del desarrollo psico-motor de esos
años, me di cuenta de que era un problema de retraso del crecimiento
físico y del crecimiento del niño y ahí caí en la desnutrición”.

Un nuevo comienzo

Conversó el tema con el sacerdote Marotto. Le expresó su sensación


de que, aunque había aprendido mucho, no había hecho nada. “No había
ni siquiera como dar un remedio”.
El resultado fue un nuevo comienzo, esta vez en un laboratorio
en el hospital Manuel Arriaran. Lo primero fue comprobar que su
experiencia era realmente distinta y original: “Incluso el pediatra no tenía
Grandes Chilenos del Bicentenario

conciencia de lo que era la desnutrición.., para él, ese desnutrido que le


llegaba al hospital era un enfermo más, como la meningitis, la tifoidea y
eran complicados y difíciles de recuperar”. Sus colegas nunca se habían
planteado que lo que estaban recibiendo era “la punta del iceberg: nunca
se habían preguntado qué era lo que ocurría afuera, en la comunidad y yo
lo sabía muy bien que había toda una gama entre los normales y ese que
estaba llegando al hospital. Y que el 70 o el 80 por ciento de los niños a
los cinco años de edad tenía algún grado de retraso en su crecimiento
físico”.
Cuando ya tenía varios trabajos publicados, pese a su juventud,
recibió la Beca Guggenheim. Ella le permitió estar poco más de dos años
en la Universidad de Harvard, estudiando bioquímica y estar a cargo
del laboratorio de inmunología de la cátedra de Pediatría. “Eso me dio
muchísima más amplitud para entender lo que a mi me interesaba que era
el desarrollo del cerebro”.
Sostiene que más importante que lo que estudió fue darse cuenta de
que era indispensable conseguir los medios para proseguir la investigación
en Chile. El profesor de pediatría de Harvard lo conectó con “un montón
de fundaciones, desde el National Institute of Health, la fundación Ford,
102 la Kellogg y a todos les presenté proyectos. En otras palabras, me vine de
allá con una cartera de plata y eso me permitió formar más tarde el Inta”.
Así, en 1954 surgió el Laboratorio de Investigaciones Pediátricas de
la Facultad de Pediatría de la Universidad de Chile. En 1972 se consolidó
este laboratorio como el Instituto de Nutrición de la Universidad y en 1976
se convirtió finalmente en el Inta, Instituto de Nutrición y Tecnología de
los Alimentos de la Universidad de Chile.
La culminación de estos años fue un libro clave: Jaque al
subdesarrollo8. Traducido a varios idiomas, resultó un best seller. Una
obra en la que se explicaba claramente y con una visión de futuro, cuáles
eran los pasos que se debían dar para salir del subdesarrollo y tener una
mejor calidad de vida. En síntesis (1973):
1.- Preservar el recurso humano que estaba siendo dañado por
generaciones de pobreza, desnutrición y marginalidad.
2.- Cambiar la estructura económica sobreprotegida y estatista hacia
una libre y abierta al mercado internacional. Recomendaba aprovechar la
única ventaja comparativa de ese momento, la utilización racional de los
recursos naturales.

8 Fernando Monckeberg Barros. Jaque al Subdesarrollo. Ed. Gabriela Mistral. Santiago,


1973
Fernando Monckeberg Barros

3.- Modernizar el sistema educativo en todos los niveles para que el


recurso humano pueda adaptarse a las exigencias de un mundo nuevo.
4.- Pasar a una segunda etapa de desarrollo. Generar una estructura
científico-tecnológica, pero “creativa y adecuada para competir”.
Hoy, el balance no lo satisface plenamente: “Se ha avanzado en
forma importante sólo en los dos primeros aspectos, en tanto que en los
dos últimos el progreso ha sido escaso”, sostiene.

Acción multifactorial

En su discurso de aceptación del Premio Bicentenario, el Doctor


Monckeberg hizo un resumen de la estrategia desarrollada a partir del
diagnóstico inicial:
“Fue en los años 70, cuando conscientemente logramos transferir
el problema a un objetivo político. Recuerdo como el entonces candidato
a la presidencia, el doctor Salvador Allende, señalaba: ‘Si un niño en los
primeros años de vida no recibe la proteína necesaria para su desarrollo
corporal y cerebral, se va a desarrollar en forma diferente al niño que pudo
tenerla. Aquí comienza la desigualdad social. Es un derecho que cada
niño chileno, reciba cada día medio litro de leche’. Este hecho, unido a la 103
© Jesús Inostroza
Grandes Chilenos del Bicentenario

acción de los medios de comunicación, llevó a que la comunidad entera


tomara una verdadera conciencia y responsabilidad frente al problema”
Pero faltaba más:
Se requería una “acción multifactorial, ya que era necesario intervenir
en diversas áreas simultáneamente, para lograr proteger al niño desde el
momento de nacer o aun antes. Fue a comienzos del año 1975, cuando
conseguimos que se creara el Consejo Nacional para la Alimentación y
Nutrición (CONPAN), como un organismo interministerial que tenía por
objeto implementar y coordinar las acciones y vigilar que se cumplieran.

104
© Jesús Inostroza
Fernando Monckeberg Barros

Personalmente tuve la oportunidad de ejercer el cargo de Secretario


Ejecutivo, lo que nos permitió comenzar a implementar con presteza las
diferentes intervenciones que ya antes habíamos diseñado”.
En esta etapa, recordó, fue clave el general Gustavo Leigh, integrante
de la Junta de Gobierno. “Él me creyó todo lo que yo decía”, afirma.
Posteriormente, “con los mismos investigadores, creamos una
corporación privada, para el tratamiento y recuperación de niños con
desnutrición avanzada. Fue así como motivando a la comunidad, nació
Conin (Corporación para la Nutrición Infantil), implementando y
poniendo en marcha 34 pequeños hospitales de 60 camas cada uno, es
decir, llegamos a tener 1600 camas para niños menores de dos años,
que eran los que se morían y que, al dejar de morirse, bajó la tasa de
mortalidad infantil. Fue algo artificioso, se podría decir, ya que sin que
la pobreza desapareciera logramos bajar la mortalidad infantil de 180
por mil a ocho por mil. Con la ayuda de voluntarias, desarrollamos un
extenso programa de alimentación, estimulación psicomotora y afectiva,
y al mismo tiempo capacitación a las madres para el posterior cuidado
del niño. Se recuperaron y se salvaron miles de vidas”.
El resultado fue una creación de conciencia como no la había en
Chile. 105
Según una información publicada por la Universidad Diego Portales
en 2005, “mirando hacia atrás y orgulloso de los resultados alcanzados”, el
Dr. Mönckeberg señala que “el desarrollo económico que Chile ha tenido
en los últimos 15 años no habría sido posible con el recurso humano que
teníamos en 1950. A mí me parece que es un elemento trascendental. Esa
es la visión que propuse en el libro Jaque al Desarrollo, porque ahí se
señala que para alcanzar el desarrollo, lo primero era impedir el daño que
producía la pobreza extrema y la desnutrición…. A mi modo de ver las
cosas, y voy a decirlo sin falsa modestia, esto es lo más trascendente que
ha ocurrido en la historia en este país”.

Investigar y seguir investigando

Años más tarde, entrevistado por María Olivia Monckeberg9, junto


con reiterar estas ideas insistió en la necesidad de promover la investigación
en Chile. Una razón, dijo “es el crecimiento del conocimiento: Está
siguiendo una velocidad exponencial y hoy, más que nunca, nadie puede
negar que el desarrollo de un país se va a dar fundamentalmente en la

9 El negocio….
Grandes Chilenos del Bicentenario

capacidad de generar conocimiento y de aplicarlo en forma eficiente. Eso


es factor clave para el desarrollo”.
Rechazó también en esa misma conversación, la idea de que el
conocimiento “se puede comprar”:
-Eso es una estupidez. El conocimiento no se puede comprar. O se
puede comprar en la forma, pero en el fondo es una tremenda extorsión.
Me atrevería a afirmar que en el siglo XX y en especial después de la
Segunda Guerra Mundial, el conocimiento ha sido el mecanismo con el
que los países ricos dominan a los países pobres. Si antes de la Segunda
Guerra Mundial existió el colonialismo y la ocupación física de los países
para aprovechar sus recursos, después del avance científico y tecnológico
producido tras esa guerra, las circunstancias cambiaron… Una de las
razones por las cuales los países dejaron sus colonias (fue) porque ya no
les interesaban. Era más eficiente, más elegante, más barato y con menos
riesgo desarrollar el proceso tecnológico y con ese mecanismo dominar
a los menos desarrollados.
Investigar, investigar, investigar es al parecer la primera consigna.
Educar, educar, educar es la otra idea fija de Monckeberg. Este brillante
hombre de ciencia incluso incursionó –sin éxito- en una campaña
106 presidencial: tuvo las firmas necesarias para inscribir su candidatura, pero
muchas fueron objetadas porque correspondían a electores inscritos en
distintos partidos: la transversalidad del apoyo le jugó una mala pasada.
No es la única paradoja en su vida. También reconoce, con cierto
pesar, que el tema inicial de su trabajo, que fue la desnutrición, fue
superado en nuestro país. Pero ha sido reemplazado por otro problema
tal vez peor: la obesidad.
De los 85 mil niños rescatados de la desnutrición, los primeros de los
cuales ya cumplieron 30 años, solo se ha logrado ubicar a 35, debido a la falta
de recursos. Pero lo más decidor es que de esos 35 “todos son obesos”.

Nuevo desafío

El Doctor Monckeberg asegura que tiene una hipótesis clara: hay,


dice, “una etapa crítica en el desarrollo del ser humano que está entre
las últimas semanas del embarazo y los dos primeros años en que una
restricción calórica exige al programa genético a adaptarse, es decir, exige
para seguir funcionando, para sobrevivir, seguir otras vías distintas para
sobrevivir y eso queda impreso en regiones bien específica en el cerebro,
en el hipotálamo. Y eso se transmite por métodos epigenéticos y se paga
caro en edades posteriores.
“Falta, sin embargo, que los especialistas lo internalicen porque no
tiene el nexo que yo tengo entre la desnutrición de los primeros períodos
Fernando Monckeberg Barros

de la vida y lo que ha sucedido más adelante a estos que se recuperaron”.


Por lo menos en dos oportunidades en años recientes, (mayo de
2007, Universidad Diego Portales; 2008 Antofagasta) ha analizado el
tema. En Santiago dictó una clase magistral titulada “La Obesidad un
problema de salud pública - ¿Una Epidemia?”.
En sus charlas ha reiterado en primer lugar las graves consecuencias
que provoca en los seres humanos la desnutrición infantil. Destaca la
importancia de la estimulación y las condiciones del medio ambiente
en que se desarrollan los niños, especialmente en los dos primeros años
de vida. “La justicia social e igualdad de oportunidades parten desde el
momento de nacer, después se torna irreversible, lo cual necesita de la
preocupación de todos”, ha dicho.
Para Fernando Monckeberg está claro el progreso que Chile ha
alcanzado en materia de disminución de los índices de mortalidad infantil
y el retraso en el crecimiento. Por ello, señala, nuestro país se presenta
hoy como un ejemplo para el resto de Latinoamérica.
La obesidad, parece ser debida a una diversidad de causas, como la
vida sedentaria, o la ingesta de comida chatarra, por mencionar algunas.
Sin embargo, también parece estar relacionada con la desnutrición de
los primeros años de vida. Cuando en aquella etapa de alta demanda de 107
calorías no es satisfecha, el centro regulador (el hipotálamo) corrige el
desequilibrio disminuyendo el gasto, y termina adaptándose a una menor
ingesta. Pero el menor requerimiento persiste por el resto de la vida. Más
adelante, al tener acceso a una dieta normal, ésta resulta ser excesiva y
al organismo no le queda más remedio que acumular grasas. En otras
palabras, si fue desnutrido en los primeros períodos de la vida, queda con
una tendencia a la obesidad que permanece en el tiempo.
Está consciente que esta tarea puede ser más difícil que el combate a
la desnutrición. Ciertamente será un proceso más largo. A Elena Irarrázaval
Sánchez, de El Mercurio, le espetó en 2005: “¡Curar la obesidad es más
difícil que mover un cementerio!”

Nuevas tendencias en el horizonte

Fernando Monckeberg tiene confianza en que la situación terminará


por revertirse. En la Facultad de Ciencias de la Salud de la U. Diego
Portales, según señala, se tomaron las cinco comunas peores de Santiago
y se hizo un seguimiento de todos los niños que nacieron hace tres años:
“Al cabo de estos años, en esas poblaciones no hay un solo niño desnutrido
y su desarrollo y crecimiento son normales”.
“Eso significa, agrega, que si mi hipótesis es verdadera, la obesidad
va a comenzar a disminuir en la próxima generación. Y eso ya se está
Grandes Chilenos del Bicentenario

viendo. Los niños de la Junta de Auxilio Escolar y Becas, que comenzaron


a ser obesos se han estabilizado y empieza a descender la obesidad”.
Este optimismo contrasta, sin embargo, con lo que considera una
imposibilidad: replicar la experiencia en otros países del continente. Si
creara otros Conin (hay uno en Argentina) “me sentiría engañando a la
gente. Lo que hicimos fue solo resolver una parte del problema: impedir
que esos niños que se estaban muriendo, se murieran. Es solo la punta
del iceberg. El problema es la tremenda masa que hay detrás, que estaban
sub-alimentados y que se consideran normales. Cuando me acercaba a
quienes toman las decisiones, los políticos, les decía: ¡Es que no se dan
cuenta que estos niños son más chicos! Me decían: ‘Ah, no. Es que son
más chicos. Los mapuches son chicos. Además, nadie se muere de hambre
en este país’. Trataba de decirles que los que se morían de otros males
era porque tenían bajas defensas. Pero no los convencía. Les decía que
era posible solucionar el, problema, pero que para ello era necesario hacer
una inversión contundente y que los resultados no se iban a ver ahora,
sino en la próxima generación”.
Hace notar que, cuando el Vaticano lo invitó a la Pontificia Academia
de Ciencias, fue para pedirle que explicara cómo, en un país rasca como
108 el nuestro -el único- había sido posible controlar la desnutrición aun
cuando la pobreza persistiera y aun cuando todavía fuéramos un país
subdesarrollado. “Ese es un dato importante porque quiere decir que,
contrariamente a lo que dicen los economistas, que primero el país tiene
que desarrollarse, aquí se demostraba que no: que había sido posible
solucionar el problema antes que la pobreza desapareciera”.
Para su presentación en el Vaticano, el Doctor Monckeberg hizo
un cálculo de cuando había sido la inversión económica necesaria, en 30
años, entre 1970 y el 2000. La cifra fue de 22 mil millones de dólares.
“Una cifra considerable si se toman los 30 años, pero de año en año son
del orden de los cinco mil millones de dólares por año”.
En ese total, comenta, Conin fue sólo un pedacito así (muy pequeño).
El problema está en las otras cosas que hay que hacer: atención primaria
de salud, programas de alimentación, control del niño sano, educación y
sobre todo, saneamiento ambiental.
¿Eso explica la candidatura presencial?
“Sí y no. Mi planteamiento era que más que tener el poder había
que inducir a que las cosas se hicieran. Cuando se logra el poder
inexorablemente se ve envuelto por él, amarrado por él, imposibilitado de
hacer las cosas que se tienen que hacer”.
Fernando Monckeberg Barros

En rigor, comenta, la candidatura nació en 1989 de Sergio Onofre


Jarpa. Cuando se lanzó la candidatura de Hernán Büchi, Jarpa creía
que no perseveraría por su escaso apoyo. Y por eso, previniendo un
eventual retiro, le insistió que estuviera presente ya que tenía “un sello
de compromiso social”. El alcalde Alcaíno, de Providencia, y Lili Pérez,
serían los que trabajarían con él.
El resultado, comenta ahora con una sonrisa, fue que finalmente
Büchi no se retiró, pero tuvo una “crisis existencial” y en ese momento se
proclamó candidato al propio Jarpa. Respecto de las firmas, pese a que
eran más de las exigidas por la Ley, superaban el 5% que ésta tolera de
no inscritos en partidos para un candidato independiente. “Ahí vi la gran
oportunidad de salirme, pese a que también había visto lo mucho que se
podía hacer”
Esta visión del poder y la política lo hace ser escéptico. Por eso, tal
vez, pese a los años, no ha colgado el delantal clínico. En una entrevista
fue enfático:
“Se podría decir que mi hobby es vivir la aventura del conocimiento
nuevo. Estoy feliz de haber vivido en esta época, con tanta génesis de
conocimientos. Mi hobby es estar al día, suscrito a muchas revistas,
navegando por Internet. Me encanta relacionar el conocimiento nuevo 109
con el anterior. Todo me interesa: física, química, astronomía, biología,
matemáticas”.
¿Y los títeres?, preguntamos.
-La última vez que hicimos una presentación fue cuando cumplí 80
años, en una gran fiesta familiar.

Libros publicados:

“Jaque al Subdesarrollo” (1973) 16 ediciones y traducido al inglés,


francés y árabe.
“Chile y sus Recursos Naturales” (1975).
“Políticas de Alimentación y Nutrición en Chile” (1976).
“Crear para Compartir y Compartir para seguir Creando” (1980).
“La Revolución de la Bioingeniería” (1988)
“Chile en la Encrucijada” (1989)
“Jaque al Subdesarrollo, Ahora” (1993).
Grandes Chilenos del Bicentenario

110
© Jesús Inostroza
Fernando Monckeberg Barros

Consideraciones en la cercanía
del Bicentenario

Por Fernando Monckeberg Barros

El conocimiento nuevo, señala el doctor Fernando Monckeberg, ha


pasado a ser la base del desarrollo y del progreso. Desgraciadamente
los beneficios derivados de ellos no han alcanzado a toda la humanidad
por igual y es así como hoy dos mundos coexisten.

Con frecuencia se suele afirmar que “nada nuevo sucede bajo el


sol”, que “la historia se repite”. Tal vez ello fue cierto en el pasado,
pero no en el presente, cuando vemos sucederse con gran velocidad,
cambios trascendentales que están impactando fuertemente nuestra
forma y expectativas de vida.
Si bien es cierto que el hombre en su esencia permanece estable,
conservando sus ancestros biológicos y comportamientos inherentes a
ellos, su entorno ha variado substantivamente y continúa haciéndolo
a una velocidad creciente. El dinamismo de los cambios es tal, que
podemos afirmar que ya no es útil deducir nuestras acciones futuras 111
basándonos en experiencias del pasado. Incluso muchos de nuestros
principios básicos del pasado debemos considerarlos hoy sólo como
referencia, ya que nos resulta evidente que la historia de la humanidad
es un continuo cambio y no una repetición.
Lo mas trascendente que haya ocurrido en la historia de la
humanidad, lo estamos viviendo ahora y ello ha sido consecuencia
del formidable avance del conocimiento y de sus aplicaciones
tecnológicas. Por milenios la humanidad evolucionó muy lentamente,
como lentos también fueron los avances del conocimiento y escasas
las transformaciones sociales derivadas de ellos. Repentinamente y en
poco más de una centuria, se ha generado un cambio abrumador, que
está revolucionando no solamente las condiciones de vida, sino también
nuestras creencias, hábitos y cultura. Mas aun, estamos impactando
nuestro propio medio ambiente, que hasta hace muy poco tiempo nos
parecía inmutable.
Estamos viviendo un tiempo de tránsito de un estado de
conocimientos relativamente estables, como había sido hasta hace
poco, a un estado de saberes extraordinariamente abundantes y en
creciente evolución.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Entre dos mundos

El conocimiento nuevo ha pasado a ser la base del desarrollo y del


progreso. Desgraciadamente los beneficios derivados de ellos no han
alcanzado a toda la humanidad por igual y es así como hoy dos mundos
coexisten. El mundo que genera conocimientos ha logrado que sus gentes
alcancen niveles de vida no imaginadas hasta hace poco tiempo. El otro
en cambio, ha permanecido ajeno a este proceso y sus gentes permanecen
en condiciones de vida muy precarias. Es así como la capacidad de
participar en la dinámica del conocimiento, marca hoy la diferencia entre
el desarrollo y subdesarrollo. Como esta tendencia no parece modificarse
se puede suponerse que la polarización continuará incrementándose en el
futuro.
Entre estos dos mundos estamos nosotros, en una situación
paradigmática que debe definirse entre dos alternativas: o implementamos
las estrategias adecuadas para incorporarnos al desarrollo, o lo probable
es que nos retrasemos progresivamente, con alto riesgo de sumarnos al
tercer mundo. Dada la creciente dinámica del cambio, no se visualizan
situaciones intermedias que puedan perdurar en el tiempo.
112 El desarrollo económico no es un objetivo en si mismo, pero si
debemos reconocer que es el camino necesario (tal vez el único) que
permite llegar a derrotar la pobreza, disminuir las desigualdades, acercar
las oportunidades, alcanzar la justicia y en fin, elevar la calidad de vida
de todos.

Las posibilidades

Hace casi cuarenta años, analizando esas posibilidades, escribí un
libro titulado “Jaque al Subdesarrollo”, que en ese entonces fue un éxito
de librería, siendo traducido a varios idiomas. Ya se hacían aparentes
los profundos cambios sociales y económicos que se esbozaban en el
mundo desarrollado, que amenazaban con incrementar aún más las
diferencias entre países ricos y pobres. Se podía también predecir el
proceso de globalización mundial, como consecuencia del enorme
progreso tecnológico, el avance de la informática, la generalización de las
comunicaciones y el incremento de la capacidad de desplazamiento del
hombre y sus productos. Se hacía evidente que no podíamos substraernos
a esta realidad a riesgo de quedar definitivamente marginados.
Enormes eran los obstáculos que se debían sortear para alcanzar
el desarrollo. Enfatizaba cuatro aspectos fundamentales. El primero
y mas importante, era la precariedad del recurso humano, dañado por
Fernando Monckeberg Barros

generaciones de pobreza y desnutrición. El segundo, el retraso de todo


el sistema educacional, que además de ser de una cobertura limitada,
había sido sobrepasado por los tiempos. Dos factores, que sumando sus
efectos adversos, condicionaban una menor valía del recurso humano,
que afectando un alto porcentaje de la población, impedían alcanzar un
nivel competitivo internacional.
Nuestra tercera limitante estaba en el campo económico. Por
décadas el crecimiento había sido nulo o lento, habiendo permanecido
casi exclusivamente en una economía local, ideologizada, sobreprotegida,
y fuertemente manejada por el Estado. La antítesis de lo que se necesitaba
para participar en la globalización económica que se aproximaba.
Frente al enorme cambio tecnológico ningún país podía ya pretender
ser autosuficiente, menos aún el nuestro, con un pequeño mercado
interno que no permitía una economía en escala. Finalmente, una cuarta
limitante, residía en nuestra muy limitada capacidad de génesis de nuevos
conocimiento e incapacidad de aplicarlos en el sector productivo de
bienes y servicios, sin lo que no era posible ser eficiente en una economía
competitiva.
Necesitábamos de una economía libre, orientado hacia el mercado
internacional. Para esto último, sólo disponíamos de una ventaja comparativa 113
y ella estaba en nuestros recursos naturales, tanto renovables como no
renovables. En una primera etapa, por allí deberíamos comenzar.
Frente a este diagnóstico, planteaba una estrategia global, señalando
las prioridades y acciones necesarias para llegar a superar, en un futuro
aún lejano, todas y cada uno de las cuatro limitaciones identificadas. Ya
han pasado casi 40 años y ahora, ad portas del Bicentenario, se pueden
comprobar cambios, algunos muy favorables, mientras otras circunstancias
no parecen modificarse.

Como enfrentamos el Bicentenario

Grandes avances hemos logrado en la prevención del daño del


recurso humano, donde son evidentes los progresos alcanzados, hasta
el punto que ubican a Chile a la cabeza de los países de la región. La
desnutrición, que ya a los cinco años de edad llegaba a afectar al 70%
de la población infantil, con elevados indicadores de muertes prematuras
y secuelas irreversibles para los sobrevivientes, ya ha sido controlada.
Con cambios ambientales favorables, se está logrando que día a día más
niños que nacen estén logrando expresar su verdadero potencial genético,
tanto físico, como intelectual. La prevención del daño “socio génico-
biológico” y el incremento de la cobertura educativa, han permitido
Grandes Chilenos del Bicentenario

que casi desaparezca el analfabetismo y que el 100% de la población


infantil termine el ciclo de educación básica. Ello ha presionado sobre la
educación media, en la que ya está terminando mas del 70%, y de éstos, el
40% está accediendo a la educación superior. Sin duda que el cambio ha
sido el más trascendente que ha experimentado nuestro país.
Junto a ello ha sido posible implementar un libre mercado abierto
hacia el mundo, sobre la base de nuestros recursos naturales, renovables
y no renovables. Ello, junto a la prevención del daño del recurso
humano, ha logrado avances significativos en el desarrollo económico
y social. Sólo basta señalar que de los 600 millones de dólares que Chile
exportaba en 1970, se llegó a 70.000 millones en el año 2007. Si bien han
disminuido los índices de pobreza, ésta aún persiste y aún estamos lejos
de alcanzar el desarrollo. Es que no se ha logrado mejorar los otros dos
factores limitantes antes señalados. No ha habido progresos en el sistema
educacional, ni tampoco se ha logrado implementar una capacidad de
innovación productiva comprometida con el desarrollo económico, más
allá de la simple utilización de los recursos naturales.

Modernizar el sistema educacional
114
En el pasado el sistema educacional estuvo diseñado básicamente
para preparar educandos que mas tarde pudiesen insertarse en una
sociedad simple, en la que preponderantemente realizarían una labor
física y rutinaria. En esa realidad la sociedad podía lograr algún progreso,
aun cuando mucha de su gente no desarrollara sus potencialidades y sus
conocimientos fuesen reducidos.
Pero la sociedad de hoy se ha tecnificado, se ha hecho en extremo
competitiva y con un alto grado de complejidad, y exige cada vez más
información y más capacitación, a quienes pretenden incorporarse para
satisfacer sus legitimas aspiraciones de mejorar su calidad de vida.
Por otra parte, hoy está claro que el progreso de la sociedad depende
de la educación alcanzada por todos y cada unos de sus miembros. Ya
en la actualidad ella no podrá progresar si un porcentaje elevado de sus
miembros no alcanza los niveles adecuados de educación y capacitación.
No sólo por justicia social, sino también por la necesidad del progreso
de la sociedad toda, se hace indispensable elevar y adecuar los niveles
educacionales en todos los individuos.
La mejor distribución del ingreso sólo se puede alcanzar si más
y más individuos logran mejor educación y más destrezas. Es por
este mecanismo que se contribuye al desarrollo y se eleva el bienestar
social. Es que la sociedad retribuye de acuerdo a lo que cada uno aporta
Fernando Monckeberg Barros

en su quehacer y es así como la distribución del ingreso llega a ser la


consecuencia de ello. Finalmente, la democracia y la estabilidad social
sólo se aseguran en una comunidad educada y culta.
Hasta ahora nuestro sistema educativo ha permanecido encerrado
en si mismo, ajeno a la dinámica de los cambios, alejando con ello las
posibilidades de desarrollo.

Capacidad de innovación científica y tecnológica

Cualquier análisis que se haga de nuestra realidad científico
tecnológico, conduce a las mismas conclusiones: “ha sido insuficiente,
desarticulada, precaria y sin capacidad ni motivación de colaborar en
el desarrollo productivo y social del país”. Tradicionalmente el estado
ha subestimado el valor de la ciencia y la tecnología como palanca
fundamental para el desarrollo. Piensa que la investigación científico-
tecnológica es un lujo que no nos podemos dar frente a las necesidades
apremiantes de la contingencia. Pero ya son demasiadas las evidencias de
su necesidad. ”Porque somos subdesarrollados, nuestra única alternativa es
lograr la capacidad de innovación que nos permitiría ser competitivos”.
Tampoco el sector productivo parece estar convencido que el 115
progreso constante de sus empresas depende básicamente de la capacidad
de innovación tecnológica. A su vez nuestros científicos no se sienten
involucrados en el proceso, y sólo buscan en la investigación científica,
satisfacer su curiosidad por el conocimiento nuevo, dejando muy
para segundo término, y casi como una yapa, el compromiso con la
comunidad.
No se ha logrado elaborar una política científico-tecnológica
orientada hacia la competitividad, que requiere de equipos humanos
altamente capacitados y comprometidos, como también de los recursos
necesarios para la implementación de instituciones y equipamientos
adecuados para su desempeño. Allí deberían interactuar el estado, junto
con las empresas productivas y las universidades, con el fin de desarrollar
y potenciar las capacidades de investigación e innovación tecnológica, que
en definitiva logren la eficiencia y competitividad que requiere el sector
productivo de bienes y servicios. Las inversiones que haga el estado con
este objetivo, no sólo benefician a las empresas, sino también al país, ya
sea por la recaudación de nuevos tributos, la creación de nuevas fuentes de
trabajos adecuadamente remuneradas, la construcción de infraestructuras
y la creación de riqueza que activa el sistema económico en general.
Para alcanzar el desarrollo es indispensable contar con empresas
competitivas, que generen riqueza, tanto nuevas, como las ya existentes,
Grandes Chilenos del Bicentenario

que necesitan de infraestructura científico-tecnológica y que por su


tamaño (pequeñas y medianas) no son capaces de enfrentar el desafío
por si solas. Su creación y agrupación por rubros productivos, ha sido el
camino seguido por los países que hoy son desarrollados.
En resumen, de cara al Bicentenario y habiendo ya logrado prevenir
el daño del recurso humano, la meta está mas cercana. Pero pasa por
profundos y urgentes cambios en el sistema educacional, adecuándolo
al mundo del conocimiento actual y su competitividad. Es necesario
avanzar a una segunda etapa, más allá de los recursos naturales,
facilitando la creación de empresas innovadoras y tecnológicamente
eficientes, capaces de competir dentro de la globalización económica
internacional. Con iguales objetivos, se requiere una estructura científico-
tecnológica complementaria y con iguales objetivos. Es necesario lograr
una permanente política de estado orientada hacia esa meta, que con mira
hacia el futuro, persista más allá de la contingencia.

116
Mateo Martinic Beros

Mateo Martinic Beros


Premio Bicentenario 2006
Corazón de magallánico (y croata)

117
© Jesús Inostroza

Tenemos todos los elementos que nos dan una identidad muy clara y
que nos permite pensar que aquí podría funcionar perfectamente una
autonomía regional
Grandes Chilenos del Bicentenario

Si algo marca profundamente al historiador Mateo Martinic Beros es


su ancestro croata y su cuna magallánica. Él no inventó el concepto, pero
asume con fervor la idea de que Chile nació allí, al final del continente
americano.
Y acerca del aporte croata, no escatima palabras porque en “una
apreciación histórica sobre el significado de la presencia y contribución étnica
dálmata-croata, en Magallanes, han de hacerse varias consideraciones.”
Estas dos ideas fuerzas -no las únicas, por cierto- concentran su
aporte en la definición de la “identidad magallánica”.
Por ello, dijo para esta investigación, “lo ocurrido históricamente en
Magallanes no habría podido darse en otra parte de Chile habida cuenta
de las circunstancias condicionantes de carácter geográfico que resultaron
determinantes para su poblamiento, colonización y desarrollo. Creo que
el caso de Magallanes es, ciertamente, único”.
Todo empezó con el descubrimiento.
Dice Mateo Martinic:
“Es que cuando Fernando de Magallanes, con su magnífico proyecto
de buscar la tierra de las especias situada en el Oriente, pero camino a
Occidente, busca este paso en el mundo nuevo y lo encuentra, pone a
118 este territorio y, de paso a Chile (porque eso ya es Chile), a este país que
surge en la historia del mundo. No es un hecho cualquiera: es un hecho
singular. Por consecuencia, Magallanes y Chile o Chile en Magallanes o
Magallanes en Chile (¿no es un juego de palabras, finalmente?) está en
la historia de la humanidad desde comienzos del siglo XVI”.
“Por aquí surge Chile, efectivamente. 16 años antes que Almagro
buscando un oro esquivo, él -buscando un paso entre dos océanos-
encuentra un territorio. Si le dio nombre, no lo sabemos: eso se perdió
en los avatares de las luchas con los portugueses una vez que se llegó a
la tierra de las especias, pero sí se tomó posesión en nombre del imperio
español. Surgió Chile a la geografía y a la historia. Primera especificidad
regional, irrenunciable. Lo dice el lema de nuestro escudo: prima in terra
chilensis, la primera en la tierra de Chile. Forma parte de nuestro acervo
espiritual, algo de lo que no podemos prescindir en ningún momento”.
En segundo lugar, la presencia croata:
En una declaración especial para este libro, señaló:
“En el contexto comprensivo de la historia magallánica, la
inmigración croata ha tenido un papel destacado en los aspectos sociales y
culturales, por su pronta, fácil y completa integración a la Nación Chilena,
y, especialmente, por la contribución ponderable de la descendencia
chilena en los campos del quehacer intelectual, científico y cultural”.
La mejor demostración, agregó, es el hecho de que de cinco premios
nacionales recaídos sobre magallánicos oriundos, cuatro lo han sido sobre
Mateo Martinic Beros

chilenos de ascendencia croata: Roque Estaban Scarpa en Literatura;


Danko Brlcic en Ciencias; Ernesto Livacic en Educación y yo en Historia.
Creo que la proporción es elocuente”.

Los dálmatas: recios trabajadores

En su ensayo “La inmigración croata en Magallanes” profundizó


los conceptos:
“En lo económico, si de los inmigrantes no surgieron grandes
capitanes de empresa, pues éstos habían procedido de otros contingentes
nacionales arribados con antelación, aquéllos aportaron en variada
forma al progreso magallánico. De esa manera, importante aunque
difícil de cuantificar hubo de ser su espíritu de laboriosidad y de esfuerzo
que se haría proverbial, lo que hizo de los inmigrantes los proveedores
estimados e indispensables de demanda laboral que se registró en aquella
época de increíble afán.
“Así, los recios dálmatas fueron trabajadores y artesanos útiles
en tantas faenas distintas: simples obreros sin especialidad, o bien
albañiles y picapedreros; pescadores y carpinteros de ribera; mineros,
119
ovejeros y leñadores, en fin. Pero pronto, adelantando en condición y
responsabilidad, llegaron a ser constructores, armadores, artesanos,
industriales, agricultores, ganaderos y comerciantes. Entregaron de tal
modo un aporte ciertamente de provecho que enriqueció el esfuerzo
creador común, señalándose inclusive en campos como los de la minería
aurífera, la pequeña colonización agrícola y pastoril, la construcción
naval, entre otros rubros de actividad económica.
“En lo social, por otra parte, la contribución de la inmigración
dálmata-croata fue más valiosa todavía. Desde la constitución de
familias ejemplares, en las que la unión matrimonial con individuos de
otras nacionalidades no fue por cierto una excepción, y en cuyo seno se
criaron los hijos según el uso sencillo y digno de la tradición croata, que
incluía el cultivo de arraigadas prácticas, devenidas en reales virtudes,
tales como la laboriosidad, la sobriedad en el vivir, la honestidad
y el respeto en el trato con los demás, la solidaridad y el sentido del
ahorro y la previsión. Contribuyeron así los inmigrantes a la formación
y consolidación de un estilo democrático de convivencia, que tipificó
desde sus inicios a la sociedad austral que surgía y maduraba con tantos
aportes multinacionales.
“También fue apreciable su contribución en los campos de la
sociabilidad y el mutualismo, la filantropía y la asistencia pública; el
periodismo, la actividad artística y literaria, y en el deporte.
Grandes Chilenos del Bicentenario

© Jesús Inostroza
“Pero había de ser en su descendencia donde cobraría relieve y sentido
120 especial la presencia y vigor de la inmigración croata en Magallanes. Del
seno de ese vasto contingente conformado abrumadoramente por hombres
y mujeres de extracción rústica, con ninguna o escasa instrucción, fue
surgiendo el mejor, mayor y más trascendente de sus aportes: los hijos y
nietos chilenos de raigambre croata”.

Tras la identidad regional

No son estos los únicos componentes de la identidad nacional de


los hijos de la XII Región de Chile. Pero, como escribió Rodrigo Suárez
Pemjean en Mateo Martinic y Francisco Coloane: La construcción de una
identidad regional en Magallanes en “Cyber Humanitatis Nº 23” (invierno
2002):
“La obra de Mateo Martinic… constituye tanto un valioso aporte
a la historiografía regional y chilena, como una defensa apasionada de
la singularidad del hombre magallánico y un discurso político en pro de
la identidad como base para lograr una mayor autonomía regional en
todos los ámbitos. Él habla desde uno de los centros de poder regional,
la universidad, como intelectual crítico de las políticas centralistas de la
metrópolis (Santiago), configurando la construcción pública de la identidad
que por cierto selecciona, deshecha y configura rasgos identitarios para
construir una identidad que se postula como homogénea y única”.
Mateo Martinic Beros

“La articulación de una identidad regional pública resulta clave para


intervenir en la lucha por alcanzar la autonomía regional. En este aspecto,
el discurso de Martinic postula la diferencia identitaria de Magallanes
como justificación de la autonomía y la descentralización real”.
Pero todavía falta más esfuerzo, insiste Martinic:
“En general las acciones de los diferentes gobiernos nacionales
(comprendida toda la administración del Estado, el Congreso) han
carecido de comprensión y de visión para valorizar la especificidad de
la Región en consideración a su situación geográfica, aislamiento (antes
absoluto y hoy relativo), rigor ambiental, autogestión de desarrollo,
singularidad histórica, origen social multiétnico, en fin.
“Se ha actuado más por reacción que por acciones presididas por
una visión de Estado. El rasero para medir ha sido el mismo utilizado “de
Llanquihue arriba” (en palabras de Gabriela Mistral), hasta los días de hoy.
Esa carencia debe ser atribuida al desconocimiento (en verdad ignorancia
a veces supina) en que tradicionalmente el centro metropolitano ha estado
respecto de la periferia austral, sin llegar a entender suficientemente que,
de verdad, el extremo meridional es ‘un Chile diferente’”.
Su denodada y titánica labor en pos de dar a conocer Magallanes
al mundo ha sido recompensada, entre otros galardones, en el año 2000, 121
con el Premio Nacional de Historia, el primero entregado a un historiador
regional. En 2006 obtuvo el Premio Bicentenario en reconocimiento a su
aporte sustancial al desarrollo y a la cultura de Chile.
Lo planteó el Rector de la Universidad de Chile, Víctor Pérez, en
la entrega del galardón cuando agradeció al destacado historiador por
“traernos la calidez de los fríos magallánicos, por traer la gentileza de los
fuertes vientos de la Patagonia a un centro que está altamente contaminado
por el no respeto a la cultura, el no respeto a las artes, el no respeto a la
intelectualidad”.
Esta pasión (y obsesión) no nace de un capricho. Lo fundamenta el
autor magallánico con buenas razones:
“ En el caso de Magallanes se dan todas las condicionantes: tenemos
un territorio claramente definido, con sus particularidades muy notorias
desde el punto de vista natural; tenemos una historia que es diferencial;
tenemos una sociedad que es el producto de aportes nacionales y
extranjeros fundidos en este crisol austral; tenemos una cultura que se
ha generado por la presencia del hombre y su adaptación al rigor del
ambiente, tenemos todos los elementos que nos dan una identidad muy
clara y que nos permite pensar que aquí podría funcionar perfectamente
una autonomía regional, tal como se da, repito, en el ejemplo español y
en otros lugares europeos”.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Las obras de su obra

Estos postulados los ha desarrollado el profesor Martinic en una


larga lista de obras y ensayos. Pero lo suyo no es solo el pensamiento
desarrollado en la biblioteca y traducido en libros en su escritorio. Hay
otras obras y otros momentos de su vida centrados en la misma concepción
de servicio público. Fue nombrado Intendente de Magallanes (1964-1970),
época en la cual creó en 1969 el Instituto de la Patagonia.
Académico de la Universidad de Magallanes, de la que es Doctor
Honoris Causa, puso en marcha el Museo del Recuerdo, la Revista Magallania,
ex Serie Ciencias Humanas de los Anales del Instituto de la Patagonia, y el
Centro de Estudios del Hombre Austral.
Sus publicaciones alcanzan el medio millar (2007). Es Miembro
Correspondiente de la Academia Chilena de la Historia del Instituto de Chile;
Miembro Honorario del Colegio Nacional de Arquitectos de Chile; Socio
Honorario de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía; Socio de Honor
de la Corporación del Patrimonio Marítimo de Chile; Miembro Honorario de
la Academia de Historia Naval y Marítima de Chile; Miembro del Consejo
Internacional de Monumentos y Sitios, Comité Chileno; Miembro de Mérito
122 de la Academia Portuguesa da História, y Director del Capítulo Regional de
Magallanes de la Corporación del Patrimonio Cultural de Chile (2007).
Se considera su obra cumbre la “Historia de la Región Magallánica”,
en dos volúmenes, editados en 1992. Tiene méritos, por cierto, pero no
se puede ignorar el resto de su vastísima producción. Lo hizo notar el
entonces senador Sergio Fernández en el Congreso cuando se le rindió
homenaje con motivo del Premio Nacional:
“El conjunto de obras de Martinic hace que Magallanes sea
la región de Chile con la historia más estudiada. Es un ejemplo de
descentralización cultural”, afirma el historiador y también Premio
Nacional Sergio Villalobos.
Le preguntamos a Mateo Martinic: “Usted tiene una larga lista de
libros dedicados a la historia y la cultura magallánicas. ¿Qué aspecto no
ha considerado hasta ahora y sigue siendo un proyecto pendiente suyo?”
“A estas alturas de mi vida y de mi trabajo historiográfico
considero que he podido abarcar todos los aspectos más importantes
del suceder regional. Estoy satisfecho de haber podido realizar un
trabajo sostenido y sistemático, tan amplio como para ofrecer una visión
coherente e integradora de la historia regional magallánica. En ello he
dado importancia a lo acontecido desde el comienzo del asentamiento
nacional en el territorio (con sus prolegómenos), a su difícil afirmación
(incluyendo las cuestiones suscitadas con la República Argentina); al
doblamiento civilizador, a la colonización y a la sorprendente evolución
Mateo Martinic Beros

socio-económica posterior que dio forma a un proceso autogestionado


singular con resultado de surgimiento de una región chilena con
personalidad y contenido diferenciador en el conjunto del país”.
Es, sin duda, el mejor resumen de su obra.

Principales obras de Mateo Martinic:

Presencia de Chile en la Patagonia Austral: 1843-1879 (1971)


Magallanes, síntesis de tierra y gentes (1972)
Crónica de las tierras del sur del canal Beagle (1974) y (2005)
(segunda edición revisada y aumentada)
Origen y desarrollo de Punta Arenas entre 1848-1898 (1974)
Historia del Estrecho de Magallanes (1977)
La inmigración yugoeslava en Magallanes (1978)
Los alemanes en Magallanes (1981)
La Tierra de los Fuegos: historia, geografía, sociedad, economía (1982 y
2009)
Última Esperanza en el tiempo (1983 y 2000)
Magallanes de antaño (1985)
Nogueira: el pionero (1986) 123
Punta Arenas en su primer medio siglo: 1848-1898 (1988)
Magallanes 1921-1952: inquietud y crisis (1988)
Historia de la Región Magallánica (1992) y (2006) (segunda edición
revisada y aumentada)
Historia del petróleo en Magallanes (1993)
Los aónikenk: historia y cultura (1995)
Faros del Estrecho de Magallanes (coautorado con Julio Fernández
Mallo) (1996)
Punta Arenas sesquicentenaria (1848-1998): una visión de su
evaluación de década en década (1999)
La inmigración croata en Magallanes (1999)
Cartografía Magallánica: 1523-1945 (1999)
Rey Don Felipe. Acontecimientos históricos (2000)
Menéndez y Braun: prohombres patagónicos (2001)
Mujeres magallánicas (2003)
Archipiélago Patagónico: la última frontera (2004)
De la Trapananda al Áysen (2005)
Los británicos en la Región Magallánica (2007)
Las comunicaciones a distancia en Magallanes: su evolución a lo
largo del tiempo (coautorado con Claudio Buratovic) (2007)
Plüschow y Dreblow: águilas alemanas en el cielo austral (2008)
La medicina en Magallanes (2009)
Grandes Chilenos del Bicentenario

124
© Jesús Inostroza
Mateo Martinic Beros

Chile (y Magallanes)
Entre el Centenario y el Bicentenario

Por Mateo Martinic Beros

Según Mateo Martinic, magallánico hasta la médula, el pecado de Chile


es “la prevalencia del centralismo agobiante y de la concentración de
recursos y de decisiones para el desarrollo generalizado en el centro
metropolitano, Santiago”.
Y puntualiza que “más allá de las propuestas retóricas, algunas ya
históricas, y del discurso reiterado de políticos y gobernantes de
nuestro tiempo, la realidad muestra cuán poco se ha adelantado en la
superación de (este) vicio heredado del absolutismo colonial”.

Por origen, permanencia y convicción soy un hombre de la periferia
geográfica de la República, de allí que mi visión sobre su acontecer está
condicionada por tales circunstancias.
Cuando la Nación Chilena celebraba en 1910 el centenario de la
gesta independentista que culminaría en 1818, diferentes pensadores
y escritores se ocuparon del trascendente acontecimiento y expresaron 125
sus percepciones y apreciaciones acerca de lo ocurrido a lo largo
de una centuria desde 1810 y respecto del estado en que se hallaba la
República en los inicios del siglo XX. Es sabido que, en general, tales
juicios distintos y hasta diametralmente opuestos, fueron desde la visión
satisfactoria y complaciente de unos a la insatisfactoria y contestataria
de otros, particularmente en lo tocante a la evolución socioeconómica.
En verdad, la realidad debió distar de una y otra perspectivas: Chile
había adelantado de manera sorprendente en algunos aspectos como el
ordenamiento constitucional republicano, progresivamente democrático,
y la vigencia del estado de derecho, y la paulatina participación
ciudadana en los asuntos públicos; de igual modo, en lo tocante al
desarrollo de la economía con el establecimiento de la red ferroviaria
–expresión de modernidad en la época– y de la infraestructura de
transporte y comunicaciones, así como en algunos aspectos de la
producción económica; pero, también, se constataban serias falencias
respecto de ésta última con una comprometedora dependencia de la
monoproducción salitrera, que los futuros acontecimientos mundiales
pondrían de manifiesto en toda su seriedad y consecuencias. Pero la
insatisfacción generalizada estaba motivada por la inequidad en el reparto
de la riqueza y de los beneficios como se expresaba entre otros aspectos
por el descontento de los trabajadores, por las deplorables situaciones
Grandes Chilenos del Bicentenario

sanitarias y habitacionales de la mayoría de la población, y por el lento


adelanto de la instrucción pública.

Integración compleja

Desde otro punto de vista, el país, en apariencia integrado en cuanto se


refería a sus diferentes componentes territoriales, mostraba un preocupante
retardo, de modo tal que el esplendor del progreso generalizado y con él
mismo la sensación de pertenencia a una nacionalidad orgullosa de su
obra centenaria, se debilitaba y diluía en la medida que se iba del centro
metropolitano a la periferia geográfica. Las provincias del norte, fruto de
la victoria en la guerra del Pacífico, todavía no acababan de asimilarse a
la chilenidad con la satisfacción deseada y había en ellas contradicciones
y rechazos de diferente índole. La Araucanía, incorporada plenamente
recién a partir de los años de 1880 era un territorio que aparecía floreciente
gracias al afán colonizador económico, pero con su población autóctona
acallada, sojuzgada y no integrada. Las provincias de Valdivia, Osorno y
Llanquihue –el sur por excelencia de aquella época– prosperaban desde
años atrás gracias al afán y la creatividad de la inmigración alemana, pero
126 su incorporación en plenitud al país todavía requería de maduración.
Más al sur, Chiloé y sus islas se mantenían inalterados en el letargo
colonial y su gente en mucho se sentía ajena a la comunidad nacional,
si es que de este concepto podía hablarse o escribirse con validez. Por
fin y mediando el territorio de Aysén, todavía una promesa con mucho
de legendario, virtualmente despoblado y recién comenzado a explotarse
económicamente y a integrarse a la jurisdicción nacional, se hallaba
el lejano Magallanes. Esta tierra histórica originaria de Chile –por su
hallazgo primigenio geográfico para el conocimiento de Occidente–,
distante y distinta, mostraba una satisfactoria autarquía económica y
una notoria evolución progresista en lo social y cultural, conseguida tras
históricos avatares gracias al esfuerzo pionero de sus propios habitantes
inmigrados desde diversas regiones de Chile y especialmente desde
diferentes países de Europa y, como hecho, logrado al margen del país.
En su prosperidad dorada de la época del Centenario, aquél era un Chile
singular que compartía con el Chile tradicional “de Reloncavía arriba”,
como lo percibiría y sentiría Lucila Godoy (Gabriela Mistral) pocos años
después, sólo nombre, lengua y algunos otros atributos de la nacionalidad.
La inintegración magallánica era una realidad que aunque condicionada
por la geografía y el aislamiento consiguiente respecto del tronco
territorial del país, estaba motivada, sino impuesta, por la incomprensión
y el desconocimiento, por la desidia y el abandono por parte de los poderes
del Estado, cuando no por la miopía de las autoridades nacionales.
Mateo Martinic Beros

Así, apenas boceteada la disímil realidad del estado de Chile en su


centenario, comenzó la andadura del siglo siguiente a 1910. No es preciso
seguirla puntualmente, también por demasiado conocida (tal lo creo como
un fruto de mi educación a la antigua), pero sí cabe considerarla en lo que
han sido sus aspectos históricamente más significativos.

De antaño a ogaño

Desde luego en lo económico, en que se fue desde la asimilación de las


severas consecuencias de variado orden de la monoproducción salitrera, al
trabajoso reordenamiento productivo y financiero gracias a la intervención
del Estado como ente visionario de programación y gestión –de lo que en
lo tocante a las industrias básicas y a la infraestructura moderna para el
desarrollo la creación de la CORFO sería el exitoso y honroso paradigma–,
pasando por los avatares del medio siglo XX caracterizados por la
significativa y determinante participación de las explotaciones minerales
(cobre, hierro) y por la vigencia de la controvertida pero necesaria reforma
agraria, hasta la instauración de la llamada “política de libre mercado”, para
concluir con la renovación y la diversificación productivas, y la progresiva
innovación tecnológica que dan cuenta de un país que adelanta con sentido 127
de progreso y modernidad, ordenado y estructuralmente sólido capaz, como
lo prueba la coyuntura económica internacional actual, de superar con éxito
la crisis mundial y que se presenta como un modelo de manejo eficiente
más allá de las fronteras nacionales.
En lo social, con su correspondiente correlato cultural entendido
en su más compleja acepción, la evolución chilena desde 1910 hasta
el presente ha sido tanto o más notable. Más allá de cualquier duda y
con las reservas que admite la ponderación calificatoria, es claro que la
sociedad chilena de ogaño es completamente diferente a la de antaño.
Señalan la mutación características tales como la irrupción de la clase
media a contar de los años de 1920 y de la clase popular a contar de los
años de 1960, potenciadas por los valores de la instrucción pública, por
© Jesús Inostroza
Grandes Chilenos del Bicentenario

el mejoramiento progresivo de la atención sanitaria y de las condiciones


generales de vida para la inmensa mayoría de los chilenos –donde también
resultaría paradigmática la instauración del Estado Benefactor gracias
al desarrollo de la medicina y la seguridad sociales, particularmente
entre 1925 y 1970–; el desarrollo masivo de la educación, tanto pública
como privada, sin embargo de sus falencias, que de cualquier modo ha
permitido el acceso generalizado a las universidades y centros superiores
de formación técnica; los sorprendentes y en algunos aspectos todavía
incomprensibles cambios en las costumbres sociales, con la pérdida
progresiva o la infravaloración de los principios espirituales y morales
fundamentales de la cultura occidental, y de su reflejo en la vida común,
en la creatividad artística, literaria, humanística y científica, en fin. Todo
ello, en su variopinto conjunto, nos muestra un fenómeno en desarrollo,
con dinamismo sorprendente, condicionado por la globalización y por
la innovación tecnológica de las comunicaciones y su masificación,
de imprevisibles consecuencias para el próximo futuro y las nuevas
generaciones de chilenos.
Esta necesaria síntesis aunque fragmentaria que da cuenta de
la marcha de la Nación Chilena a lo largo de un siglo, para ser cabal
128 y justa requiere de alguna mayor aproximación o, si se prefiere, de una
ponderación más ajustada para la comprensión de su realidad del presente
y de sus perspectivas para el porvenir.

Hay motivos de insatisfacción

En este Chile del principio del tercer milenio, que por tantas razones
proporciona sensaciones de complacencia, todavía hay motivos fundados
de insatisfacción profunda para permitir adelantar tanto como se desea, o
se pueda, en los anhelos colectivos de bienestar. La inequidad, vista como
diferencia de acceso a los bienes necesarios para una existencia saludable,
segura y hasta placentera, esto es, entre los que poseen riqueza y los que
lindan con la pobreza es abismante como consecuencia de los resultados
de la aplicación de la política económica con vigencia durante las últimas
tres décadas; la desigualdad de oportunidades laborales, la necesidad
de mejorar el acceso a la salud con medidas de eficacia preventiva y
curativa (incluidos el abaratamiento de los procedimientos clínicos y de
los medicamentos); el conseguir una educación pública de calidad, en
especial para los más pobres y carenciados, todo ello en su interacción
dificulta y retarda la gran aspiración de los chilenos por una vida mejor y
más digna para todos, sin excepción.
La inseguridad del presente muestra, además, otra expresión menos
aparente en el devenir cotidiano del país, pero no menos importante: la
Mateo Martinic Beros

prevalencia del centralismo agobiante y de la concentración de recursos y


de decisiones para el desarrollo generalizado en el centro metropolitano,
Santiago. Más allá de las propuestas retóricas, algunas ya históricas, y del
discurso reiterado de políticos y gobernantes de nuestro tiempo, la realidad
muestra cuán poco se ha adelantado en la superación de un vicio heredado
del absolutismo colonial, camino de un Chile verdaderamente integrado,
respetuoso de sus diferencias regionales, desarrollado con políticas de
Estado visionarias, coherentes y sistemáticas, superadoras de diferencias
que no tienen justificación y generadoras eficaces del bienestar completo
que anhelan los chilenos, en especial los que se hallan a diferente distancia
del centro a lo largo de la periferia territorial.

El caso de Magallanes

Magallanes, desde mi perspectiva, conforma un caso apropiado


para considerar la materia. El siglo transcurrido entre 1910 y el próximo
2010 constituye un lapso de real interés para el historiador. Su espléndido
desarrollo de la etapa inicial de la centuria se vio confrontado y entró
en crisis a partir de la Primera Guerra Mundial, que con sus variadas
repercusiones no sólo significó una coyuntura trascendente en la historia 129
de la humanidad, sino que para la región meridional chilena trajo un
cambio irreversible y de consecuencias como lo fue coetáneamente la
apertura del canal de Panamá para su comercio marítimo (por señalar
únicamente los hechos más determinantes), que condujo en breve plazo
al término de su época económica y social dorada, desarrollada en un
notorio aislamiento y con carácter de autogeneración y autosuficiencia, y
llevó a sus habitantes a mirar hacia el otro Chile en procura de la necesaria
integración efectiva.
Y esta se dio de manera paulatina, no sin reclamos reiterados al
Supremo Gobierno por parte de la comunidad austral y de suspicacias
injustificadas de los poderes y autoridades nacionales llamados a
intervenir. El mejoramiento cualitativo de las comunicaciones y medios de
transporte, la importantísima y sostenida inversión pública de desarrollo
infraestructural y de fomento económico, especialmente a contar de
los años de 1940, el recíproco mayor conocimiento entre chilenos
de diferentes origen y procedencia geográfica, en suma, condujeron
llegada la mitad del siglo XX a que la noción de la chilenidad plena de
Magallanes fuera asumida como un hecho de real constatación y vigencia.
De modo coetáneo se fue recomponiendo y reestructurando la producción
económica, vapuleada sucesivamente por la primera postguerra mundial,
las consecuencias nacionales y regionales de la gran crisis de 1929 y por
las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, pasándose así de la
Grandes Chilenos del Bicentenario

monoproducción ovina de importancia declinante, a una biproducción


estimulada y dinamizada por la explotación de hidrocarburos, para alcanzar
con el quinto final del siglo XX la tranquilidad de la poliproducción como
factor de adelanto seguro.
Pero, es igualmente cierto, que con lo bueno que fue lo acontecido,
como lo es, no acaba de ser suficiente. Todavía el desconocimiento
en el ámbito gubernativo que deriva en una inadecuada valoración de
necesidades y oportunidades retarda el curso más favorable de los
acontecimientos; aún se advierten rémoras de otro tiempo, todavía se
registran carencias e insuficiencias. Ello hace de Magallanes una región
particularmente discriminada en el conjunto nacional, pues, como tantas
otras se ve afectada por la no disponibilidad de autonomía de gestión
de los recursos financieros, por la falta o ineficacia de disposiciones
legales y reglamentarias pertinentes, circunstancias que también afligen,
a veces por igual a todas las regiones y a otras de manera diferenciada
por razón de distancias con relación al centro metropolitano de la Nación,
de cantidad de población y forma de su distribución y por fin de distinta
geografía y conectividad, todo lo cual conforma la suma de una actitud
tradicional de conducta en la relación centro-periferia, caracterizada por
130 sus expresiones excesivas de centralismo y concentración de facultades y
recursos de gobierno y administración.
Tal situación de persistencia de un hábito pernicioso es causa de
otra clase de inequidad de la que padece Chile, todavía al cabo de dos
siglos desde el comienzo de su independencia, y que exige una toma de
conciencia colectiva y una voluntad decidida para superarlo de una vez por
todas mediante la asunción de medidas profundas e inmediatas que hagan
posible una regionalización realmente efectiva, con desconcentración
de poderes y descentralización administrativa que a su tiempo permitan
la autogestión autónoma sin mengua de la unitariedad del país, como lo
demuestra exitosamente la experiencia de algunos países europeos. Eso es,
en buenas cuentas, lo que han anhelado y siguen anhelando los habitantes de
las regiones, con mayor intensidad y persistencia según se dista del centro.
La comunidad nacional desea un Chile plenamente desarrollado,
justo y equitativo en lo social y en lo económico, donde se valoren y
respeten sus especificidades regionales, en el que se distribuyan facultades
y recursos no en forma pareja, sino racionalmente según las posibilidades,
potencialidades y necesidades de cada región, con sentido armónico,
para que la integración nacional sea justa, sana y realmente efectiva. El
desarrollo equilibrado y autónomo de Chile conforma, a mi entender, la
gran esperanza que aguarda su concreción a partir del Bicentenario de la
República.
Patricia Matte Larraín

Patricia Matte Larraín


Premio Bicentenario 2007
La lucha por una educación de calidad

131
© Jesús Inostroza

A través de su gestión en la Sociedad de Instrucción Primaria, una red


que administra diecisiete destacados y exitosos colegios particulares
subvencionados, Patricia Matte ha dejado claro que la educación
pública sí puede ser de calidad, pero sólo si en ella se integra una
eficiente gestión empresarial.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Ser mujer la ha hecho distinguirse durante toda su vida, y no sólo porque


fue la mayor entre dos hermanos hombres y por ello la más regaloneada
de la casa, como ella misma reconoce, sino también porque ha sido una
de las mujeres más condecoradas en el país. Fue la primera de su género
en recibir el Premio Icare 2004 y luego la única mujer reconocida con el
Premio Bicentenario. Además, ha sido merecedora en varias oportunidades
del galardón a las 100 Mujeres Líderes de Chile, entregado por Economía
y Negocios de El Mercurio, y también del reconocimiento como una de las
100 mujeres más influyentes del país, según Revista Caras.
Y es que la gran experiencia y destacada trayectoria avalan a
Patricia Matte Larraín. Su reconocido trabajo en Odeplan y la Secretaría
de Desarrollo y Asistencia Social (Sedas) para llevar a cabo el diseño de
las políticas sociales implementadas por el gobierno militar; su importante
labor como Presidenta de la Sociedad de Instrucción Primaria (SIP) y
de la Fundación Educacional Los Nogales, y su distinguido trabajo
como consultora del Banco Mundial, consejera del Instituto Libertad y
Desarrollo, y miembro del Consejo de Políticas Públicas de la Universidad
Católica y Fundación País Digital, no sólo le han valido ser una mujer de
peso y una de las voces más escuchadas a la hora de hablar sobre temas
132 educacionales, también le han significado ser la carta predilecta de la
Alianza para un futuro cargo de Ministra.
Pero frente a tal propuesta, Patricia da un pie atrás, porque para
ella “ese desafío lo debe abordar gente mucho más joven. Conozco un
grupo muy preparado tanto de la Alianza como de la Concertación que
tendrían no sólo la preparación, sino también la fuerza para hacer la
enorme tarea que hay que realizar y de verdad mejorar la calidad de la
educación en nuestro país”. Y aun cuando hoy, a sus 66 años, prefiere solo
seguir apoyando y ayudando desde la contraparte, porque “debe ser muy
desgastador anímicamente estar en una institución tan gigantesca como
el ministerio”, comenta en una entrevista de El Mercurio, deja desde ya
hecha una invitación para quienes asuman esa cartera. “Les recomendaría
partir por recorrer Chile y convocar a los profesores con vocación, que
hay muchos más de los que uno imagina, a trabajar unidos. Hay que partir
por creer en ellos y darles la mínima dignidad que requieren para poder
hacer su tarea. Luego, tomaría los ejemplos de los colegios con buenos
resultados en sectores de pobreza y transferiría las buenas prácticas al resto
de los colegios. Nosotros en la SIP, ya lo estamos haciendo”, comenta.
A través de su gestión en la Sociedad de Instrucción Primaria, una
red que administra diecisiete destacados y exitosos colegios particulares
subvencionados, Patricia Matte ha dejado claro que la educación pública
sí puede ser de calidad, pero sólo si en ella se integra una eficiente gestión
empresarial.
Patricia Matte Larraín

Será quizás su profunda sensibilidad femenina, los marcados valores


entregados por su familia, o tal vez su enérgica y motivada capacidad de
emprendimiento, las cualidades que la han ayudado a comprender la real
importancia de la educación como ancla fundamental para el desarrollo
social y el mejor remedio contra la pobreza. Como sea, lo cierto es que
defender con todas sus fuerzas esta idea será la gran consigna de Patricia,
todo sea con el fin de contribuir desde su labor al progreso del país “que
tanto quiero”, dice.

La herencia de la familia Matte

El amor de Patricia hacia nuestro país, junto con esa fuerte


sensibilidad social y capacidad de gestión, le vienen de familia.
Su padre, Eliodoro Matte Ossa, comenzó a trabajar a los 17 años y,
luego de poner en práctica su ingenio y esfuerzo propio, pasó a ser uno
de los hombres más ricos de Chile, ocupando el puesto de Presidente de
la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones y dando vida al grupo
económico que llevaría su apellido.
Fue así como dos de sus hijos pronto se hicieron cargo de las
empresas y, heredando la pericia de su padre, llevaron al grupo Matte a ser 133
el segundo conglomerado económico más próspero e influyente del país.
Hoy, Eliodoro, el mayor de los hombres, es el presidente de la Papelera y
está a la cabeza del grupo, y Bernardo, el menor, es director de CMPC y se
relaciona con otras áreas del holding. Y a pesar de que Patricia prefiere estar
al margen y dedicarse tiempo completo a sus actividades educacionales,
adquirió también algo de ese gusto por los negocios. Con la gran energía
que la caracteriza y esa capacidad suya para impulsar nuevas ideas, creó
la empresa de aceites Olivos de Casuto, allá, en el querido campo de Los
Vilos donde todos los veranos se reúne con los suyos.
Cada miembro de los Matte reconoce su gran influencia, por eso
Patricia asegura que, si bien su familia tiene bastante poder, esto mismo
les entrega “una enorme responsabilidad. La gente cree que es para uso de
uno, pero yo estoy muy consciente de que si uno tiene una cuota de poder
mayor, tiene que ser ultra responsable en la manera de hacer las cosas.
Y a veces da un poco de nervios no transmitirlo de la debida forma a los
hijos”, comenta en una entrevista a El Mercurio.
Desde muy pequeños los hermanos Matte comprendieron que
“habíamos tenido la suerte de nacer en una familia que nos aportó todo
lo necesario y en un país maravilloso”, dice Patricia. Por eso, “esas dos
cosas nos obligaban a retribuir parte de lo que habíamos recibido. Pero era
un sentido de responsabilidad alegre, no forzado”, agrega.
Grandes Chilenos del Bicentenario

El amor por el país y el compromiso social que les cabe al ser


privilegiados, fue algo que don Eliodoro dejó siempre muy claro. Sus
hijos recuerdan particularmente la época de la Unidad Popular “cuando
vinieron momentos difíciles y mucha gente alrededor empezó a irse.
Mi papá no lo pasó bien, pero decidió quedarse. Reconozco que tuvo
dudas, pero creo que decidió quedarse porque encontraba que era horrible
abandonar el país en un momento tan difícil”, relató Patricia al recibir
junto a su madre y hermanos el premio ESE a la Familia Empresaria
Destacada 2005, entregado por la Universidad de Los Andes.
El abnegado ejemplo de María Larraín también contribuyó a crear
una fuerte sensibilidad social en Patricia. Desde pequeña, cada tarde,
acompañaba a su madre a visitar las poblaciones asentadas en Los
Areneros, a orillas del río Mapocho. “Ella nunca dejó de ir. Podría estar
cansada, pero los martes o jueves partía puntualmente a las 3 de la tarde”,
cuenta la socióloga a El Mercurio, “y mientras ella trabajaba en el centro
de madres, yo jugaba con los niños pobres. Iban a mi casa, yo iba a la
casa de ellos”, añade en una entrevista a las periodistas Claudia Esquivel,
Paula Neiman, María José Puhlmann y Carla Zunino.
Gracias a los valores inculcados por sus padres, los hermanos Matte
134 han sentido la necesidad de hacer un aporte al país e involucrarse en áreas
sociales y académicas; Eliodoro es vicepresidente de la Universidad
Finis Terrae, y fundador del Centro de Estudios Públicos (CEP). Bernardo
es vicepresidente de la Fundación Paz Ciudadana; Patricia hace una
importante labor en educación, y todos participan además en la Fundación
Kast, que trabaja por la superación de la pobreza.
Pero la motivación por lo público es un rasgo ya tradicional en esta
familia. “Las primeras generaciones fueron muy prolíficas -17 ó 14 hijos
cada uno- y alrededor del 70 por ciento de ellos tuvo una importante
trayectoria pública”, cuenta Patricia al diario La Tercera.
La austeridad, gran filantropía y el uso de los propios talentos al
servicio de los demás, son principios que han guiado a esta socióloga en
el camino para encontrar su vocación; algo que también obtuvo como
ejemplo de don Eliodoro. Quienes lo conocieron, lo recuerdan como un
hombre de gran bondad, trato igualitario y muy comprensivo con las
debilidades humanas.
Cercana al movimiento de los Legionarios de Cristo y profundamente
católica, la imagen de Dios ha sido otro de los grandes cimientos de
Patricia. Él “me entregó esta misión tan apasionante y me ha permitido
desarrollarla a lo largo de mi vida. He sentido claramente su mano
indicándome el camino a seguir y por ello, le doy gracias todos los días
de mi vida”, dice.
Patricia Matte Larraín

135
© Jesús Inostroza

Y porque hoy reconoce en su familia la esencia de su formación


tanto valórica como intelectual, y porque sabe que su marido, Jorge
Gabriel Larraín, con quien lleva casada más de 40 años, y sus cuatro
hijos, Patricia, Bernardo, Magdalena y Jorge, son el pilar fundamental
de su vida, Patricia se ha convertido en una férrea defensora de esta
institución social. Hoy, no sólo pertenece al consejo asesor de Familia
Unida y entrega charlas en las que deja testimonio de todo lo recibido
por sus padres, sino también en su labor educativa intenta demostrar la
importancia que ésta tiene como factor de éxito escolar. “La familia y
su apoyo formativo son esenciales. No debemos perder de vista que el
ciclo generador de destrezas comienza a formarse en la familia. No sólo
las habilidades cognitivas necesarias para construir los aprendizajes, sino
también las destrezas blandas: la disciplina, la voluntad, el deseo de hacer
las cosas bien, la autoestima, todo aquello que resulta indispensable en la
Grandes Chilenos del Bicentenario

vida, no sólo para progresar, sino también para ser un buen ciudadano y
padre o madre de familia”, expresa.

Preparándose para el gran desafío

De niña fue una alumna ejemplar. La enseñanza básica la cursó en


el Villa María Academy, pero como desde siempre supo que quería llegar
a la universidad y en aquella época su colegio no tenía exámenes válidos
para ingresar a los estudios superiores, decidió cambiarse a las Monjas
Inglesas de Sagrado Corazón. Patricia sabe que tuvo “la suerte de estar en
estos dos grandes colegios” que marcaron profundamente su formación.
Junto con el ejemplo que le dieron sus padres y su fascinación por
todas las ramas de las ciencias sociales, al terminar la enseñanza media,
Patricia buscó una profesión donde pudiera desplegar su intuida vocación.
Así, observó el programa de estudios de una carrera nueva y desconocida
para muchos, pero que sin embargo incluía todas sus materias favoritas.
En una época de fuerte inestabilidad política, ingresó a estudiar
sociología en la Universidad Católica, “que era el lugar central donde se
producía el debate ideológico”, cuenta.
136 Su paso por la Escuela fue una experiencia “muy marcadora”,
recuerda, porque además del ambiente agitado que le tocó vivir, recibió la
gran enseñanza de “excelentes y desafiantes profesores como los padres
Roger Vekemans y Renato Poblete”. Y aunque confiesa que “tuve serios
problemas con los ramos matemáticos, que no eran mi fuerte, me las
arreglé para salir adelante. A poco andar me fasciné con mi carrera y,
posteriormente, con mi profesión, que siempre, gracias a Dios, he podido
ejercer”, dice.
Entre 1975 y 1984, ya egresada, Patricia ingresa al Departamento de
Estudios de la Oficina de Planificación (Odeplan), donde tiene sus primeros
acercamientos con el estudio de la pobreza en el país. Para ella, éste “fue
un lugar maravilloso para comenzar”, porque pudo conocer a Miguel Kast,
“un hombre que marcó mi forma de trabajar para siempre”, cuenta. Junto
a él, Patricia trabajó en la elaboración y análisis del Mapa de la Extrema
Pobreza en Chile y descubrió de cerca no sólo la verdadera situación de la
pobreza, sino que también los factores que incidían en ella y las razones
de su constante reproducción. Su destacado trabajo posibilitó realizar una
redistribución de los recursos destinados a los sectores más vulnerables y
puso de manifiesto la necesidad de focalizar el gasto social. Este importante
hallazgo también fue modelo para muchos otros países, “especialmente de
Latinoamérica”, señala una biografía publicada por la Sofofa.
Gracias a su investigación y análisis, Patricia comenzó a comprender
que era precisamente el tema de la educación uno de los factores esenciales
Patricia Matte Larraín

que debía mejorarse para terminar con el círculo de la pobreza.


Después de diez años, la socióloga ingresa a la Secretaría de
Desarrollo y Asistencia Social (Sedas), donde tuvo como misión coordinar
y evaluar las políticas y programas sociales desarrollados por el gobierno
militar. Paralelamente, Patricia iniciaba su incursión en el Consejo de la
Sociedad de Instrucción Primaria (SIP), cimentando sus primeros pasos
en la lucha por derrocar definitivamente la pobreza.
Para ella, “fue natural derivar hacia la educación. Pude ver por muchos
años cómo los buenos colegios hacen la diferencia en una familia. Tuve la
enorme suerte de ingresar a una institución privada que de verdad hacía las
cosas bien. Ésa ha sido para mí una gran satisfacción a lo largo de mi vida
profesional. Siempre he podido ejercer mi vocación en instituciones donde
uno realmente se siente haciendo un aporte que trasciende”, comenta.
Y desde entonces su currículum en temas sociales no se detuvo. En
1990 fue nombrada consultora en temas sociales de pobreza y educación
del Banco Mundial, integró el Consejo Nacional para la Superación de
la Pobreza, participó en numerosos seminarios internacionales y tiempo
después formó parte de la Comisión Asesora en Educación convocada
por la Presidenta Michelle Bachelet, donde hizo sentir su voz experta en
el complejo debate nacional. 137

Una cruzada por la educación

Saber que la enseñanza es progreso, desarrollo, y la herramienta más


eficaz para acabar con la pobreza fue uno de los descubrimientos claves
de Patricia en su paso por Odeplan, Sedas y luego por el Instituto Libertad
y Desarrollo; así, logró tener en sus manos las coordenadas suficientes
para convertir en acción sus teorías, partiendo por lo más básico, mejorar
la educación de los más desvalidos.
En 1990 dio vida a Fundación Los Nogales para “contribuir a
elevar la calidad de vida de familias de escasos recursos a partir de un
proyecto educativo que pudiera ser replicado a otras realidades del país
y que permitiera desarrollar modelos de capacitación para el profesorado
nacional”, dice la biografía publicada por la Sofofa.
En la búsqueda de mejores e innovadoras metodologías que fueran
un aporte para su objetivo final, Patricia invita a un grupo de empresarios
y profesionales a creer en su nueva propuesta basada en la calidad,
eficiencia y en la oportunidad de acceso para todos. En 1991 el sueño de
esta perseverante socióloga cobra forma en la construcción de su gran
obra: el Colegio Los Nogales; hoy su profundo orgullo, pues es una de las
escuelas más prestigiosas de la comuna de Puente Alto.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Con la satisfacción de haber dado vida al primero de sus colegios,


en 1993 Patricia entra de lleno al mundo de la educación al ser nombrada
Presidenta de la Sociedad de Instrucción Primaria; una institución que,
además, llevaba en la sangre.
La SIP fue creada en 1856, cuando los altos niveles de analfabetismo
del país comenzaban a ser un problema para el Estado. Benjamín Vicuña
Mackenna, los hermanos Amunátegui y Domingo Santa María, entre
otros jóvenes intelectuales chilenos, tomaron en sus manos el desafío de
aportar a la educación, pero desde la contienda privada, comprendiendo
la responsabilidad de los particulares en este ámbito.
Tiempo después y bajo el lema “Guerra a la Ignorancia”, Claudio
Matte Pérez, precisamente el hermano del tatarabuelo de Patricia, se haría
cargo de la SIP por 64 años consecutivos, durante los cuales no sólo logró
convertir a la institución en un referente educacional para el país, sino
también forjar en ella un estilo distintivo que hasta hoy perdura.
Después de conocer la enorme labor que su antecesor había realizado
y de “leer todo lo que escribió sobre educación”, como ella misma dice,
Patricia se admiró de esa gran pasión que don Claudio Matte puso “al
estudiar cuáles eran las mejores prácticas pedagógicas en el mundo más
138 desarrollado y cómo las adaptó y las transfirió a Chile. En eso y en muchas
otras cosas, fue un hombre tremendamente innovador”, comenta.
Tanto las seis escuelas edificadas con los propios recursos de este
famoso pedagogo, como las destacadas metodologías que integró al
país, fueron actos que cautivaron a Patricia. “Él pensaba y actuaba de la
misma forma: para los más pobres de Chile no había que contentarse con
cualquier cosa, había que implementar lo mejor. Esa idea también es para
su época muy revolucionaria. De hecho, las escuelas que él construyó
siguen hoy siendo de lujo y eso nos impuso un estándar como institución:
siempre debemos buscar lo mejor”, agrega la socióloga.
Y ésta es la tarea que Patricia asume con gran compromiso y el legado
que se ha propuesto prolongar, manteniendo siempre el característico
sello de la SIP: “el profesionalismo de los maestros, la idoneidad de los
programas y métodos, el equilibrio entre libertad y responsabilidad y la
preocupación por una infraestructura adecuada”, escribe el portal del
establecimiento.
Con 17 escuelas a su cargo, más de 700 profesores y cerca de 20 mil
alumnos, la Sociedad de Instrucción Primaria, donde Patricia Matte ha
puesto su más entusiasta esfuerzo, sigue siendo hasta hoy un referente de
educación en Chile. Y sus logros la acreditan. Además de exhibir colegios
con destacados resultados en las pruebas SIMCE y establecimientos en
Jornada Escolar Completa, la SIP ha conseguido instalar clases de inglés
Patricia Matte Larraín

© Jesús Inostroza

139

desde Kinder, ha potenciado a sus profesores, se ha lucido con el desarrollo


de proyectos lectores y bibliotecas modelos, e incluso hoy desarrolla
proyectos en regiones para aportar con la descentralización, apoyando a
“colegios en sectores de pobreza que nos han solicitado asesoría y donde
hemos tenido excelentes resultados”, dice Patricia.
Gracias al gran éxito de su modelo basado en la premisa de que “la
pobreza de un niño no es impedimento para que pueda aprender”, dice,
es que la SIP hoy se plantea un nuevo y gran desafío: “traspasar nuestros
modelos pedagógicos y de gestión exitosos y nuestra cultura educativa, a
establecimientos de todo el país”.
Para Patricia una de sus más grandes satisfacciones es presenciar
de cerca y observar con sus propios ojos estos resultados. “Venir a los
colegios es para mí la bencina que necesito. Es muy gratificante ver cómo
un niño que entró a kinder y luego egresa en cuarto medio es un hombre
distinto que podrá hacer un cambio con su propia familia”, comenta a El
Mercurio.
Y es que para esta socióloga los frutos se deben a que siempre ha
estado claro cuál es el proyecto educativo que se busca impartir: “Un
proyecto con una visión clara del tipo de hombre y mujer que quiere
Grandes Chilenos del Bicentenario

140
© Jesús Inostroza

formar. Con profesores motivados, apoyados y capacitados sobre la base


de sus déficits y retribuidos con un porcentaje de remuneración variable,
según su desempeño. Niños exigidos, pero apoyados para desarrollar sus
potencialidades al máximo. Mucho trabajo con apoderados para potenciar
nuestra tarea. Apoderados convencidos de las bondades de nuestro
proyecto”, dice.
Ha sido justamente el ejemplo de excelencia demostrado por sus
colegios, su mejor carta de presentación. Por eso, cuando la discusión
sobre educación se enciende en el país, amenazando con derribar los
principios que sostienen a las llamadas “Escuelas Matte”, Patricia se
levanta y se hace escuchar con toda propiedad.
Así fue cuando apareció el proyecto de ley sobre Jornada Escolar,
que según ella, limitaría al máximo la acción de los colegios y podría
“afectar hasta la subsistencia misma de la enseñanza pagada”, como dijo
en una entrevista a La Segunda.
Patricia Matte Larraín

Basada en el fundamento de la igualdad de oportunidades, pero con


el convencimiento de que no es posible imponer normas únicas a todos los
colegios, Patricia hizo sentir su descontento en varias de las indicaciones
que proponía este proyecto.
Para ella, eran cuestionables las propuestas sobre fijación de cuotas
mínimas de alumnos que podrían eximirse de pagar a través del sistema de
financiamiento compartido; las restricciones para seleccionar alumnos; el
establecimiento de funciones específicas para los directores de escuelas,
y las observaciones sobre morosidad. En este último caso, señaló en La
Segunda que “me parece bien impedir, incluso para los colegios privados,
que se pueda expulsar a mitad de año a un alumno moroso. Pero distinto es
que se obligue siempre a renovar la matrícula al año siguiente. A menudo
los padres que no pagan no son los que tienen más problemas, sino que
hay casos de dejación. Lo que sería grave es dar una señal de que uno va a
poder salirse invicto con la morosidad. Decirle al establecimiento, incluso
al pagado caro, ´Ud. no puede despedir por esa causa´ es decirle adiós a
la educación pagada”.
Luego la contienda renace cuando se anuncia el proyecto de ley
que reemplazaría a la LOCE y que anunciaba el fin del lucro en los
colegios particulares subvencionados. Gracias a su experiencia y peso 141
técnico, Patricia fue llamada a encabezar el bando de la Alianza en la
Comisión de Educación convocada por la Presidenta Michelle Bachelet y,
en representación de la oposición, hizo sentir su propuesta alternativa a la
del gobierno. Era necesario hacerse “responsables de los malos resultados
que ha tenido nuestro país sostenidamente en muchos colegios y ver cómo
vamos a cambiar eso”, sentenció en el diario La Nación.
Para Patricia Matte, lo fundamental pasa por asegurar la excelencia,
lo que no significa “terminar con la selección y con el lucro (…) eso
definitivamente, no tiene que ver con mejorar la calidad de la educación”,
dijo en aquella oportunidad. Todo parte, según ella, por comprender que
la enseñanza debe estar descentralizada y que el Estado no puede hacerse
cargo de ella, pues los colegios exitosos son justamente aquellos que
manejan sus recursos y cuyos profesores son evaluados por sus resultados
concretos. Así lo ha demostrado su propia experiencia. “Yo soy de las
optimistas que cree que con los actuales profesores, insertos en un entorno
institucional diferente, se puede mejorar mucho. Nuestra institución tiene
profesores de las mismas universidades y con las mismas remuneraciones
del sector municipal y logramos maravillas”, comenta.
Sin duda, haber sido parte de la Comisión, “fue un esfuerzo
maratónico, pero hoy valoro enormemente haber participado en ella, ya
que aprendí mucho y además conocí a todos los que hoy, de una forma
Grandes Chilenos del Bicentenario

u otra, están en los círculos que toman las decisiones en educación. Fue
además, una muy buena base para mi participación en la Comisión que
trabajó el acuerdo sobre la nueva Ley General de Educación, de reciente
promulgación”, dice.
La socióloga reconoce el complejo escenario por el que ha
atravesado el tema de la enseñanza, donde mucho del debate ha sido
parte de una discusión ideologizada. Ella sabe que lo esencial es percibir
cuán importante es la educación para el desarrollo de Chile, sin embargo,
piensa que esta misión no sólo le cabe al gobierno, sino también parte de
un compromiso de la sociedad civil e incluso del sector empresarial. “Si
existe algo que está separado en este país, es el mundo de la educación
y el de las empresas modernas. Están en las antípodas. Las empresas
están totalmente globalizadas y conectadas, y la educación está en el
limbo. Esta unión podría permitir una mayor conexión. (…) Creo que
hay bastante poca confianza, desde el punto de vista empresarial, sobre lo
difícil que será seguir progresando si no hacemos las tareas en educación.
Noto que hay poca fuerza de los líderes. Alguien tiene que sacar la voz y
decir: ´Avancemos, no nos quedemos empatando´”, señala a revista Poder
y Negocios.
142
Dejando su legado

Activa y emprendedora, la define su entusiasmo imparable. “Mis


amigas me dicen que programe mi agenda de modo de contemplar trabajar
algunos días, pero nunca lo he podido hacer. Creo que es porque me gusta
lo que hago, y es una de las cosas por las que más doy gracias a Dios”,
cuenta en una entrevista a El Mercurio.
Su arduo trabajo, sin embargo, le ha costado algunos sacrificios por
falta de tiempo. Por eso agradece a su familia que “ha sido un gran apoyo
en mi labor. Sobre todo por su comprensión ante una madre y esposa a
veces un poco obsesiva con su tema”, dice.
Pero frente a esta madre tan comprometida y enamorada de su
quehacer, sus cuatro hijos no podían menos que interesarse por la misma
área. Ellos “de manera indirecta y directa, están involucrados de una
forma u otra en educación”, cuenta Patricia, y agrega en una entrevista
de El Mercurio que “lo maravilloso que tiene la Sociedad de Instrucción
Primaria es que siempre ha habido gente de la familia. Entonces, me
preocupa no ser latera al tratar de involucrar a mis hijos obligatoriamente
en este trabajo, pero sí de entusiasmarlos”.
Patricia Matte Larraín

La mayor de todos sus hijos, Patricia, es profesora y, junto a su


hermana Magdalena, trabajan en la Fundación y Colegio Los Nogales. Ésta
última además forma parte del consejo de la SIP. Los dos hombres, a pesar
de ser ingenieros comerciales y desempeñarse en los negocios familiares,
también hacen lo suyo; Bernardo como miembro de la Fundación y Jorge,
quien tiene un postgrado en sociología y, según su madre, “también se va
a involucrar en lo académico”, comentó a El Mercurio.
Aunque Patricia continúa concentrada en su tarea y se dedica por
completo al diseño de políticas públicas y a proponer nuevas estrategias
para mejorar la educación desde todos los frentes posibles, su sueño hoy
es “dedicar mucho más tiempo a mi rol de abuelita de 13 maravillosos
nietos”, dice. Y es que la muerte de su nieta Magdalena en un trágico
accidente ocurrido hace un tiempo la hizo tomar otra posición en la vida.
“Imagínate que a la Mane la podría haber aprovechado el doble, no tengo
ninguna culpa, porque la aproveché al máximo, pero a lo mejor podría
haber estado más si no hubiese estado metida en tanta cosa”, comentó
Patricia en aquella oportunidad a diario La Tercera.
La tenaz socióloga piensa comenzar a bajar sus revoluciones y a
“organizar un retiro ordenado”, dice a El Mercurio. Ella sabe que de una
u otra forma seguirá contribuyendo al país que tanto quiere, y que en 143
buenas manos dejará la huella de su trabajo, forjada con tanto esfuerzo.
De eso se encarga cada día; de transmitir con fuerza a sus nietos, las
nuevas generaciones, el sentido de su labor y la responsabilidad que les
cabe al tener más ventajas que otros.
Y es que Patricia sueña “con un país en el que aquellos que tuvimos
oportunidades y hemos podido desarrollar nuestra vida profesional y tener
éxito, nos sintamos incómodos día a día, mientras haya conciudadanos
nuestros que no pueden ser felices, pues no poseen lo básico para salir
adelante”. Eso “parte por ver y sentir la pobreza. Por tratar de verdad de
ponerse en el lugar del otro. Es algo que hoy converso con mis nietos. Los
hago no sólo mirar la pobreza, sino sentirla y que eso, los lleve a la acción.
Pero primero, ellos se tienen que preparar para hacerlo bien”, expresa.
Grandes Chilenos del Bicentenario

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© Jesús Inostroza
Patricia Matte Larraín

Mis sueños para el Bicentenario

Por Patricia Matte Larraín

Su preocupación fundamental, por vocación y por herencia, ha sido


la educación. Pero este es un tema que, según plantea Patricia Matte,
no se limita al aula. Aquí plantea sus sueños para el Chile más allá
del Bicentenario. Y subraya: “Sueño con un país que a todos sus
ciudadanos les entregue la posibilidad de esparcimiento y vida
familiar”.

Chile es nuestro país. De todos los que nacimos en él. Sus doscientos
años de vida independiente nos dan una oportunidad única para soñar con
el Chile que desearíamos tener y ver la forma de colaborar en construir
ese sueño. Un Chile del que todos nos sintamos parte, eso implica un
Chile que genera oportunidades para todos. Un país en que nos tengamos
confianza, en el que nos sintamos responsables uno del otro.
Chile es un país maravilloso con problemas, no hay duda, pero
ninguno tan grave para que no podamos abordarlos ahora. En los
doscientos años de vida independiente, hemos sorteado momentos muy 145
complejos en nuestra historia y hemos ido logrando un país del cual
podemos sentirnos orgullosos. Lo hemos construido entre todos. A pesar
de nuestros desencuentros que, muchas veces, nos han llevado a extremos
que hoy día, preferiríamos olvidar.
Para mi, y desde mi particular punto de vista, todo parte al nacer.
En ese instante se empieza a gestar nuestro futuro y ahí también, se
comienzan a generar las desigualdades. Mi sueño sería que, cualquier sea
© Jesús Inostroza
Grandes Chilenos del Bicentenario

el lugar o familia donde nace un nuevo chileno, éste tenga la posibilidad


de desarrollar las potencialidades que a cada uno Dios le regala. Para
ello, la familia y su apoyo formativo son esenciales. No debemos perder
de vista que el ciclo generador de destrezas comienza a formarse en la
familia. No sólo las habilidades cognitivas necesarias para construir los
aprendizajes, sino también las destrezas blandas: la disciplina, la voluntad,
el deseo de hacer las cosas bien, la autoestima, todo aquello que resulta
indispensable en la vida, no sólo para progresar, sino también para ser un
buen ciudadano y padre o madre de familia. Debemos tomar en serio lo
que está sucediendo en ese aspecto en nuestro país. Vemos como algo
inevitable el que cada día más nacimientos se den en el seno de familias
incompletas, o poco preparadas para asumir la responsabilidad de acoger
a un niño, con todo lo que ello implica. Esa realidad, necesariamente,
nos traerá problemas de pobreza aún mayores y más difíciles de resolver,
que los que hemos conocido hasta ahora. La evidencia internacional al
respecto, es clarísima referente a este tema. Aún más, me atrevería a
sostener, que no hay otro país en el mundo, donde más de un 60% de los
niños que nacen, lo hacen fuera del matrimonio. Esta preocupación no
tiene para nada que ver con problemas morales, simplemente dice relación
146 con tomar la información abundante que existe en el mundo, mucha de
ella de excelente calidad, y sacar conclusiones. En estos últimos años, el
país se ha conmovido con algunos hechos que muestran lo dramático que
resulta para la vida de un niño y de una sociedad, la ausencia de familia.
Estos ejemplos podrían ir escalando si no tomamos medidas urgentes y
que parten, a mi modo de ver, con un debate a fondo sobre cómo podemos
como país, incentivar las buenas prácticas familiares.
Ese sueño para continuar requiere que cada niño pueda acceder
a un establecimiento educacional donde proseguir desarrollando sus
potencialidades y formándose para ser un ciudadano responsable. Eso
que parece tan simple, para muchos hoy día es un imposible. Llevamos
demasiado tiempo debatiendo sobre lo que habría que hacer para mejorar la
calidad de la educación en nuestro país y, hemos destinado poco tiempo por
otro lado, a analizar y mostrar al país las experiencias educativas exitosas
en sectores de pobreza. Esas son las que hay que intentar replicar. Son
esas escuelas y sus profesores los que deben transferir sus experiencias.
Mientras discutimos e intentamos ponernos de acuerdo, generaciones
de niños pierden, en forma definitiva, la posibilidad de desarrollar sus
potencialidades y de paso, vamos haciendo crecer las desigualdades y
la brecha entre los que partieron su ciclo de desarrollo con todos los
elementos disponibles y aquellos que no tuvieron esa suerte.
Patricia Matte Larraín

Escuchar y apoyar

Nosotros, en la Sociedad de Instrucción Primaria, con sus 152 años


de vida, y sus más de 700 profesores, estamos en eso. Creemos y sabemos
que se puede, que la pobreza de un niño no es un impedimento para
que pueda aprender. Es por ello, que nuestro gran desafío hoy día, es
traspasar nuestros modelos pedagógicos y de gestión exitosos y nuestra
cultura educativa, a establecimientos a lo largo del país.
Eso es lo que hay que hacer. Hay que recorrer el país reencantando
a los profesores. Los hay buenos y muchos, que sueñan con tener la
posibilidad de hacer la diferencia en sus alumnos. Para lograr eso deben
de ser escuchados y apoyados. Debemos devolverles la dignidad que en
algún momento de nuestra historia tuvieron. Eso no es sólo remuneraciones
es mucho más: es traspasarles la responsabilidad por sus alumnos con
todo lo que ello implica y, apoyarlos y exigirles. Los buenos profesores,
responderán ante una convocatoria que les presente este desafío. Muchos
profesores en el país están esperando que se les dé una oportunidad de
desarrollarse profesionalmente y que se crea en ellos.
Las habilidades y destrezas continúan desarrollándose en el
trabajo. Es urgente que nuestro país genere más empleos. Las mujeres 147
desean incorporarse al mundo laboral para generar más recursos para
sus familias y para desarrollarse profesionalmente. Para ello resulta
indispensable avanzar hacia un mercado del trabajo más flexible, que
permita a las mujeres y a los jóvenes compatibilizar su rol de madres y
estudiantes. Es esa la forma más digna de progresar y de proveer a sus
familias con una mejor calidad de vida.
Me gustaría también, que en los sectores más pobres los espacios
comunes fueran más seguros y más bellos. Que la pobreza de medios
económicos, no llevara necesariamente aparejada, el vivir en lugares
carentes de dignidad y belleza. Sueño con un país que a todos sus
ciudadanos les entregue la posibilidad de esparcimiento y vida familiar.
Para ello, se hace indispensable invertir recursos en arborización y
manutención de áreas verdes y parques.

Sueños posibles

Sueño con un país en que los servidores públicos sientan una obligación
moral de hacer bien su tarea día a día y que los mejores, profesionalmente
hablando, dediquen sus capacidades a resolver los problemas de pobreza.
Que de esa forma, recuperen el prestigio y la dignidad de sus cargos. Que
sientan que están en una misión: hacer un país mejor para todos.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Sueño con un país, en que aquellos que tuvimos oportunidades


y hemos podido desarrollar nuestra vida profesional y tener éxito, nos
sintamos incómodos día a día, mientras hayan conciudadanos nuestros
que no pueden ser felices pues no poseen lo básico para salir adelante e
incorporarse a nuestro desarrollo. Esa incomodidad debe ir acompañada
con un sentimiento de responsabilidad frente a ese hecho y un impulso
hacia la acción.
Estos sueños son posibles de hacer realidad. Ninguno de ellos parece
inalcanzable. Se requiere de la firme voluntad de todos para avanzar.
Triste sería, que una parte de nuestros conciudadanos, sintieran que a la
vuelta de nuestros 200 años como nación independiente, el país del cual
son parte, no los incluya en su progreso.

148
Fernando Castillo Velasco

Fernando Castillo Velasco


Premio Bicentenario 2008
Historia de una vocación y grandes pasiones

149
© Jesús Inostroza

Siente que su trabajo en La Reina fue “tan apasionante y tan hermoso”,


que recordar alguna dificultad le es imposible. “Tengo una especie de
actitud de olvidar todo lo malo de las personas, no me acuerdo de nada;
si me hicieron mal o bien. Siempre tengo bonitos recuerdos”.
Grandes Chilenos del Bicentenario

En su vida no han faltado las zozobras. Llegó a la Rectoría de la


Universidad Católica empujado por una tormentosa revolución estudiantil.
Salió de ella cuando el régimen militar intervino todos los establecimientos
de enseñanza superior y nombró rectores de su confianza. Nacido en lo
que hoy es La Reina, marcó con su sello una comuna que logró mantener
sus características tradicionales. Su quehacer arquitectónico nació a la luz
de los grandes revolucionarios del siglo XX, pero ha culminado con una
impronta propia, sencilla y cálida. Ha logrado el milagro de fomentar la
vida en comunidad sin imponer una forzada convivencia. Demócrata y
cristiano de toda la vida, debió exiliarse luego que su hija casi muriera en
un enfrentamiento en calle Santa Fe, en Santiago.
Pese a su larga experiencia como Alcalde, se mantuvo poco tiempo
a cargo de la Intendencia de Santiago: en democracia, el gobierno de
la capital obliga a veces a tomar decisiones duras. Aviador, profesor
universitario, fundador de la Universidad Arcis, comentarista en tiempos
difíciles en la revista opositora Análisis, Fernando  Castillo Velasco
sobrevivió a todas estas vicisitudes políticas y familiares y a un cáncer a
la laringe que lo tuvo al borde de la muerte.
Al cumplir 90 años le dijo a The Clinic que estaba “aferrándose
150 a la vida”: “A mi edad no se puede ignorar la muerte. Yo estoy muy
pendiente de prepararme para que el término de mi vida sea el comienzo
de una nueva. Uno subsiste en lo que ha hecho. El temor de la muerte se
siente cuando está muy cerquita y yo no he sentido temor. He estado muy
grave, pero no he tenido miedo de morir, siempre he pensado que voy a
sostenerme. Pero me doy cuenta de que esta cosa es muy pronto”.
Al recibir el Premio Bicentenario en el año 2008, Fernando Castillo
Velasco compartió con los asistentes a la ceremonia su alegría “al
pensar que un jurado, idóneo y libre para elegir, se haya fijado en mí
para entregarme un reconocimiento. La mía ha sido una vida plenamente
vivida, que no ha tenido otra trascendencia que haber podido, siempre,
elegir el camino de la honestidad y la lealtad para con uno mismo y para
con los demás”.

La Quinta de los sueños

Fernando Castillo Velasco nació el 15 de agosto de 1918. Su infancia


la disfrutó en la Quinta Los Guindos, ubicada en los terrenos de lo que
luego sería la Comuna de la Reina, su comuna, donde ha decidido quedarse
toda la vida. En el lugar aún persisten los viejos nogales plantados por
su querido padre hace más de 100 años, que evocan esa niñez amorosa,
dulce y tierna vivida junto a sus cuatro hermanos, Eduardo, Jaime, Elena
y Carmen.
Fernando Castillo Velasco

La vieja quinta fue lugar de alegrías y libertad, espacio en el que


recibió aquello que Fernando llama “una educación basada en el amor”.
Los días los pasaba entre amigos del barrio y del colegio, mientras su
padre y Michita, como llamaban cariñosamente a Elena, su madre, “vivían
apegados y pendientes de nosotros”. Y ésa capacidad de “querernos,
mimarnos y cuidarnos, dándonos la más plena y total libertad para pensar
y decidir”, marcó la vida entera de los hermanos Castillo Velasco.
Fernando recuerda la cercanía con su padre abogado y los viajes
que con él emprendía a Tribunales y a su oficina para acompañarlo en el
trabajo. No olvida a ese hombre que pasaba las tardes, lejos del bullicio de
sus hijos, sentado en su escritorio escribiendo hermosos versos; aquel que
tanto le enseñó gracias a esa profunda preocupación por los más pobres “a
los que ayudaba en todo sentido, pues sólo le importaba llevar un puño de
alegría al que sufriera”. Y cómo olvidar a Michita, quien “mientras más
activa y práctica, velaba por él, por nosotros y por todos los afligidos que
llegaban hasta la Cruz Roja que ella dirigía”, cuenta.
En medio de la frondosa naturaleza, entre cerezos cubiertos de
guindas, sauces a los pies de las acequias y grandes avenidas repletas de
lirios blancos, la quinta se convertía en ese mágico refugio de cinco niños,
donde las enseñanzas de esos días serían el “centro y cimiento desde 151
donde, sin saberlo, construíamos y proyectábamos el futuro que nuestro
padre siempre apoyó y jamás limitó o reprochó”, expresa Fernando.
Pero esta maravillosa infancia tuvo un sabor amargo. Uno de los
momentos dolorosos que marcó a la familia fue la enfermedad de la
pequeña Carmen, quien debió soportar por años la tuberculosis. “Ella se
fue convirtiendo en el centro de nosotros. Nos pasábamos todos tendidos
en su cama y la cuidábamos. Fue bien bonita la vida con ella”. Pero la
partida de la joven Carmen sería tan dura que su padre no pudo soportarla.
Al poco tiempo él también murió.
En el año 2008 Fernando decide editar un libro en el que recopila
cada poema que su padre dedicó a la dulce Carmen, para que ese
tesoro y los imborrables recuerdos vividos en la querida quinta de los
sueños, no quedasen jamás en el olvido. En su prólogo escribe: “Soy
el último de la familia Castillo Velasco que aún mantengo un hálito de
vida, aproximándome ya a los noventa años. Por eso soy ahora el último
destinatario que conserva como recuerdo muy querido algunos versos,
entre los muchos que escribió mi padre en su juventud, y después durante
la enfermedad y muerte de nuestra Carmen, allá por el año cuarenta del
siglo recién pasado. Esos poemas están manuscritos en un álbum que le
regaló mi madre para que vaciara allí algunos versos, especialmente los
de su juventud y más tarde los que mostraron la pena desgarradora de
sufrir la agonía y muerte de su hija menor”.
Grandes Chilenos del Bicentenario

El proyecto de la arquitectura generosa

Desde pequeño soñó con ser arquitecto, así lo recuerda. Allá, en la


quinta de sus padres, “me dedicaba a hacer arquitectura con mis propias
manos y con las manos de mis amigos. A veces, era la construcción de un
refugio casi suspendido en el aire, a penas soportado por las gruesas ramas
de los grandes nogales. Otras veces, eran obras construidas bajo el nivel
del suelo, dentro de excavaciones que hacíamos con tremendo esfuerzo
y cuyas cubiertas tapábamos con tierra y plantas para disimularlas y
servirnos así como escondite donde fumar sin ser sorprendidos”, recordó
Fernando en 1983, al recibir el Premio Nacional de Arquitectura.
En 1937 ingresa a estudiar a la Pontificia Universidad Católica, pero
no se siente a gusto, “pareciera que fui un rebelde hacia lo que se me
quería enseñar”, dice. Sin embargo, aún conserva “los mejores recuerdos
de todos los que fueron mis maestros de taller”. De ellos aprendería no
sólo una nueva dimensión para ver la arquitectura, sino también el trabajo
riguroso y el profundo valor del diálogo.
Su padre comprendió rápidamente cuál era su vocación. Al comienzo
de la carrera le comentó que “para ser buen arquitecto hay que construir,
152 así es que haremos una casa en la Quinta, donde tú aportarás tu inspiración
de arquitecto y yo la experiencia de mi larga vida”, cuenta Fernando.
Y para cumplir junto a sus futuros colegas con las innumerables tareas
encomendadas por los profesores, el generoso padre decidió arrendarle una
pequeña oficina en el corazón de Santiago, que se convirtió “en el centro
donde operábamos todos los compañeros haciendo los proyectos”.
“Nunca tuve la destreza en mis manos para transcribir las borrosas
visiones de mi imaginación”, dice Fernando y piensa que tal vez por ello
cada una de sus obras ha estado imbuida del trabajo en compañía de otros,
como un compromiso que nace y se gesta entre varias manos dedicadas a
una tarea común.
Después de obtener su título, en 1958 fue nombrado profesor de la
Escuela de Arquitectura de la UC. En esa tarea pudo reconocer de cerca los
problemas sociales y comprender el gran valor de la juventud chilena. Sus
alumnos fueron, como él expresa, “el rostro de un solo hijo”, con quienes
no sólo gestó una amistad perdurable y hermosa, sino también compartió
una nueva forma de ver el mundo. “Esta visión de mis relaciones con la
juventud estudiantil de esa época se amplió a todos aquellos que, en una u
otra disciplina, fueron los miles de estudiantes que vivieron intensamente
la Universidad en el tiempo de la Reforma, que como Rector tuve la
alegría de dirigir”, cuenta.
Fernando Castillo Velasco

153
© Jesús Inostroza

A través de una solidaridad pocas veces vista, como una utopía que
logra ser certeza, Fernando decide invitar a todos esos muchachos recién
egresados a construir sus casas en los terrenos de la vieja quinta, para
formar allí “un hogar de vida”, dice. La emblemática construcción, más
allá de una faena arquitectónica, sería una forma de relación entre las
personas; sería poner en los seres humanos la responsabilidad de edificar
una vida en comunidad. Aquella fuerza e ideología fundada en la Reforma
de los años ´60, y en esa arquitectura que concibió desde pequeño, hecha
mano a mano en el juego, serían replicadas en este nuevo proyecto cuyo
nombre no podía ser otro: La Quinta Michita. El ejemplo de una bondad
interminable y esa infinita entrega ofrecida por su madre, serán los valores
que cimentarán la simbólica obra del arquitecto. Pero con la llegada del
Golpe Militar el sueño de la Quinta se desmorona. Muchos jóvenes son
exiliados; también Castillo Velasco debe refugiarse en el extranjero.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Fernando reconoce dos etapas en su carrera. La primera e inolvidable


durará hasta que comienza la rectoría de la Universidad Católica y deja
la oficina montada junto a sus socios Carlos Bresciani, Héctor Valdés y
Carlos García Huidobro. A ellos no sólo les debe el desarrollo de una
tendencia radical y desafiante, que lo llevó a construir reconocidas obras
como Las Torres de Tajamar, la Unidad Vecinal Portales, la Universidad
Técnica del Estado y el Casino de Arica, sino que también les agradece sus
“mejores años de diálogo en la arquitectura y haber compartido una vida y
una amistad”, según relató en su discurso de 1983. Recuerda que “éramos
muy intransigentes en que no hacíamos un trabajo sino una expresión de
la arquitectura moderna, donde nuestra gran decisión de hacer las obras de
cierta manera era motivo de tremenda discusión entre los cuatro socios”.
A su regreso de Inglaterra en 1978, luego del exilio y con la
experiencia de haber construido la primera de las comunidades que
llevarían su nombre, “me di cuenta de que todo eso que antes hicimos en
la oficina era equivocado”. En ese momento sintió la ineludible necesidad
de cambiar la forma de abordar su labor.
“Inglaterra fue para mí muy importante”, dice. En Cambridge,
donde vivió algunos años, “aprendí a respetar y comprender mejor a
154 los demás, (…) tal vez aprendí a visualizar mejor la belleza y a percibir
mejor la historia, la tradición y los valores del pasado”. La nueva etapa
de Castillo Velasco se asentaba en la idea de que su trabajo debía siempre
estar al servicio de las personas, por eso señaló en su discurso de 1983
que “es la arquitectura, como obra del pueblo, parte importante en el
camino de la redención humana. Cae sobre los arquitectos una parte en
la responsabilidad de la construcción de una sociedad donde primen los
valores de la calidad de la vida sobre la cantidad de objetos y cosas que
nos obligan a poseer”.
Bajo el postulado de que de nada sirve estar solos, la idea de
fundar comunidades y el trabajo colectivo cobró fuerza. “Las obras que
hacíamos en la oficina llevaban implícita en la parte urbanística la idea
de que hubiese espacios comunes para que la gente no viviera aislada y
tuviera un lugar. Pero eso con las comunidades está exacerbado, porque
un grupo de persona proyecta construir sus casas, donde se juntan, se
conocen, discuten, debaten y todos hacemos un proyecto colectivo donde
la gran parte del suelo es común y una pequeña parte es privada”, dice.
A partir de esta experiencia y hasta hoy, Fernando Castillo Velasco
ha continuado el diseño de las comunidades “repartidas a lo largo y ancho
de la comuna de La Reina, en diversos lugares de Santiago y en la costa
central chilena. Esas comunidades representan hoy decenas de hectáreas
arboladas entre las cuales se asientan con armonía y respeto cientos de
viviendas familiares”, indica su página electrónica.
Fernando Castillo Velasco

En medio de una ciudad sobrecongestionada y construida


desarmónicamente; en este desierto mercantil caracterizado por una
impersonal oferta de solitarias viviendas, las comunidades serán un
refugio de satisfacción, paz y armonía, y la más fiel expresión de lo que
Castillo Velasco entiende por su profesión, como inspiración de vida: “Si
pensáramos en un esfuerzo colectivo y asumiéramos la responsabilidad
de formar y desarrollar nuestros propios ámbitos de vida junto a las cosas
que amamos y pegados a nuestro paisaje, al clima y a la más propicia
actividad que nace del lugar. Si los pueblos fueran surgiendo y creciendo
de la propia tierra como dones preciados, puestos sobre ella como objetos
de los que nunca se supiera si habían sido dispuestos por la mano de Dios
o del hombre. Si así ocurriera, entonces lograríamos cambiar la escala de
la vida, cambiar la escala de las obras, humanizar las relaciones sociales,
humanizar las construcciones, hacer del trabajo fuente de la vida, junto
con ser el motivo de alegría que surge al vivir una vocación”, enfatizó en
su discurso de 1983.

¡A trabajar por los sueños!

En cada labor ha instaurado su forma solidaria y fraterna de ver 155


la vida. La comuna que lo vio crecer, y que dirigió por cuatro períodos
consecutivos, también fue testigo de ese trabajo. Reconocido como “un
alcalde notablemente realizador, preservó a La Reina de la voracidad
inmobiliaria que ha arruinado tantos barrios de nuestras ciudades”,
escribe el arquitecto Miguel Lawner. Este municipio es el ejemplo vivo
de lo que siempre ha entendido por su profesión, donde consiguió hacer
prevalecer “la naturaleza por sobre la obra del hombre, complementados
y armonizados en su desarrollo”, dice Castillo Velasco. Pero no sólo se
protegieron las construcciones, calles y parques, sino que se instauró una
forma de vida basada en “los valores de la amistad, la solidaridad y del
conocimiento, aceptándose que para que una comuna tenga realmente
vida comunal tiene que tener fuentes de trabajo, fuentes culturales,
educacionales, deportivas; tiene que tener todos los elementos que se
necesitan para una convivencia”, agrega.
Era 1964 y el recién elegido Presidente Eduardo Frei Montalva pide
al joven arquitecto que se haga cargo de la nueva municipalidad. “Quedé
fascinado con la idea”, recuerda Castillo Velasco. “Mi padre había sido
alcalde de Ñuñoa, mi hermano también, entonces ser yo el alcalde de este
pedacito me pareció muy bonito, pero no tenía idea en qué me metía”,
cuenta.
El nombramiento coincidió con su jefatura en varios de los cursos
de arquitectura de la Universidad Católica. El gran desafío de llevar
Grandes Chilenos del Bicentenario

paralelamente estas responsabilidades quizás lo hizo recordar las palabras


que su padre le dijo antaño: “para ser buen arquitecto hay que construir”.
Así, la idea de llevar a todos sus alumnos a trabajar para erigir la nueva
comuna no parecía ser tan descabellada. “La Reina no es obra mía. La
vivienda de los sin casa, el sistema circulatorio de la Comuna, la creación
de los focos comunales, el comercio, la separación de la residencia, toda
una serie de principios básicos para el desarrollo urbano fueron creados
por la Escuela, y yo fui un intérprete”, dice.
Innovadoras políticas, soluciones urbanísticas transgresoras y la
creación de numerosos programas sociales serán el sello de este primer
mandato del llamado fundador de La Reina.
Uno de los emblemáticos proyectos de esta época surgió cuando
el nuevo alcalde fue testigo de las más de 1.600 familias viviendo a
orillas del canal San Carlos en una dolorosa y desgarradora pobreza,
“estaban absolutamente abandonadas, los niños con las patitas en el agua,
en sitios eriazos”, cuenta Fernando a The Clinic. El edil debía hacerse
cargo, así es que decidió convocar a los pobladores y comprometerse a
hacerlos propietarios. “Con más voluntad que apoyo político”, escribe
el historiador chileno Manuel Gárate-Chateau, Castillo Velasco y sus
156 colaboradores de la PUC iniciaron la gran obra. Durante tres años y
sin descanso, trabajadores, obreros, profesionales, mujeres y niños se
movilizaron por una sola causa. Fue la responsabilidad de crear el hogar
que todos querían, a través del diálogo y el esfuerzo común.
“La idea detrás del plan de desarrollo de la comuna de La Reina
era la creación de una nueva forma de vida en armonía con el espacio y
con los vecinos. Todos los habitantes del municipio llegarían a formar
una gran comunidad, la que sería también un ejemplo para el resto de la
ciudad”, agrega Gárate-Chateau.
Para Fernando, este logro no hubiera sido posible sin ese mágico
clima espiritual que nació en Chile y que hizo resurgir el gobierno de Frei
Montalva junto a los líderes democratacristianos de entonces. “Había una
necesidad de transmitir, recibir, y de empujar las cosas. Eso no ha vuelto
a ocurrir”, dice.
A pesar de que esa sociedad de ensueño fue fracturada con la
llegada del Golpe, según Castillo Velasco todavía persiste el ambiente de
hermandad en la actual comuna, porque su labor fue “interpretar el sentir
de la gente inspirando hacia una vocación de vida”, comenta. Por eso,
cuando en estos terrenos hoy se intenta levantar un edificio o cualquier
obra que amenace la pacífica convivencia, los vecinos se organizan en
sólo segundos para reclamar por sus derechos.
El arquitecto y ex alcalde siente que su trabajo en La Reina fue
“tan apasionante y tan hermoso”, que recordar alguna dificultad le es
Fernando Castillo Velasco

imposible. “Tengo una especie de actitud de olvidar todo lo malo de las


personas, no me acuerdo de nada; si me hicieron mal o bien. Siempre
tengo bonitos recuerdos”.
En 1968 el trabajo de edil debió hacer una pausa. En marzo de
ese año es elegido Rector de la Universidad Católica; el primer y único
dirigente superior nombrado por la propia comunidad universitaria. Sólo
el año 1992 este apasionado arquitecto retomará su tarea de alcalde, esta
vez elegido democráticamente, para continuar construyendo y sembrando
esa especial generosidad en la comuna de toda su vida.

Los años dolorosos

“Yo culpo de todo a la dictadura. Es lo peor que nos ha pasado”,


sentencia Castillo Velasco en una entrevista a The Clinic. Y cómo no,
si esa experiencia además de truncar los sueños de país forjados por los
jóvenes de la época, fragmentó los ideales construidos hasta entonces y
marcó profundamente su vida personal.
A pesar del tenso clima político en tiempos de Allende, recuerda
que como Rector su deseo fue crear “una universidad abierta y arriesgada,
capaz de embarcarse en los sueños del país, a pesar de las confusiones 157
de esos sueños. Una universidad que acogiera juventudes de todas
las vertientes, no sólo de la elite conservadora”, recuerda en su libro
“Lecciones del tiempo vivido”.
El nuevo estatuto que las autoridades lograron desarrollar
para la PUC, en conjunto con los estudiantes, ponía de manifiesto el
reconocimiento a los principios del cristianismo y la ley de Dios, pero
ratificaba el respeto a todas las ideologías y pensamientos. “En medio de
una debacle política del país, la Universidad Católica estaba viviendo su
práctica de renovarse, de pensarse con todos. Era un impulso colectivo.
Fue una cosa muy ejemplar culturalmente hablando, que difícilmente se
produce en una institución”, dice Fernando. Sin embargo, y a causa del
nuevo régimen impuesto, “todo eso se rompió. Yo creo que es difícil que
un país haya tenido un tropiezo cultural tan grande como el que tuvo
Chile con la dictadura. La dictadura pretendió frenar el proceso cultural
del pueblo chileno. Y resulta que quienes fueron los protagonistas de eso,
son hoy grandes políticos”.
Con el Golpe, la militancia de sus hijos Carmen y Cristián en el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria pasó a ser crucial y la familia
de Castillo Velasco comienza a ser perseguida. “Gabriel Valdés, que era
funcionario de Naciones Unidas me llamó y me dijo que era bueno que
saliera del país” y la invitación formal de la Universidad de Cambridge
Grandes Chilenos del Bicentenario

para integrar la planta docente como profesor visitante pareció ser una
buena opción. En ese momento, su hermano Jaime, quien también debió
soportar el exilio por ser uno de los más fuertes opositores al régimen,
le dijo: “Tienen que irse. Allá pueden actuar mucho mejor que aquí para
salvar a los niños que están en la clandestinidad. Entonces decidimos
irnos con Mónica y los dos niños más pequeños, Fernando y Consuelo”.
Los años en Cambridge fueron “tiempos hermosísimos”, recuerda
Fernando. Allá se convirtió en el querido y respetado maestro, así como
lo había sido en su patria. “Creo que le debo mucho a esa universidad,
donde tuve la suerte de hacer trabajos fantásticos con los alumnos”. Y tan
apreciado fue que, a pesar de su partida inminente a Chile y de no haber
postulado al cargo, el Consejo de esa casa de estudios decidió declararlo
profesor titular por el tiempo que fuese necesario.
“¡Dejen de disparar que hay una mujer embarazada!, gritó Miguel
Enríquez. Poco después, el líder del MIR cayó abatido por una ráfaga de
balas, mientras su pareja, Carmen Castillo, se encontraba tendida en el
piso producto de una granada”, relatan los periodistas Matías Broschek
y Pamela Gutiérrez para La Tercera. La noticia voló rápidamente a
Inglaterra, asegurando al matrimonio Castillo Echeverría que su hija había
158 muerto. En medio de la confusión y el desgarrador dolor, la información
fue aclarada. Carmen seguía viva, pero su bebé había muerto, y Cristián
se encontraba detenido.
© Jesús Inostroza
Fernando Castillo Velasco

Fernando sabe hasta hoy que esta lejanía dolorosa de sus hijos
nunca pudo soportarla. “Venía cada seis meses con cualquier pretexto. No
sé, era una nostalgia casi enfermiza que no me permitía vivir libremente
mi estadía allá. Aquí estaba mi casa”. En 1978 Fernando puede volver a
Chile, sin embargo y con expresa prohibición de entrar al país, su hija
Carmen se exilia en Francia y Cristián en Venezuela.
El nuevo testimonio de vida recogido en tierras lejanas, que además
lo ayudó a tomar una posición y hacer su propia forma de arquitectura,
sirvió para que Fernando retomara su profesión y se propusiera continuar
con el proyecto que había quedado suspendido con el Golpe: La Quinta
Michita. Así, diseñó comunidades que serían habitadas por profesionales
e intelectuales opositores al régimen militar. Un oasis en medio del terror
y dolor de la dictadura que fue expresión y refugio de aquellos que aún
creían en los sueños de la democracia. Allí nacieron los cacerolazos, las
protestas y las reuniones clandestinas que buscaban acabar con la injusticia;
allí se conservaba el aliento de jóvenes, padres y niños que querían
recuperar la convivencia fraterna. “Las mejores comunidades las construí
en dictadura. Como no había restricciones para hacer arquitectura, por
el contrario, dejaron todas las puertas abiertas, no tuve entorpecimiento
alguno para desarrollar lo que a mí me parecía una responsabilidad, que 159
era hacer estos lugares de vida, solidarios, donde creáramos una cierta
fuerza de enfrentamiento hacia lo que pasaba fuera”, relata.

La herida en democracia

Según cuentan, para Augusto Pinochet había dos hermanos Castillo,


uno muy bueno y uno muy malo. El bueno era Jaime, “¡y yo era el
malo!, no por actitudes muy filosóficas, sino por mi trabajo en la revista
Análisis”, reconoce Fernando. Fue en las páginas de esta publicación, de
la que luego llegaría a ser su director, donde volcó sus ideas y esa severa
oposición al régimen, que incluso lo llevó a tener fuertes diferencias con
sus camaradas de partido, por la manera de entender la resistencia. “Yo
era partidario de dar la pelea, pero me di cuenta de que estuve equivocado,
porque cuando hay una conquista violenta tampoco se obtiene la libertad.
Ahí se pasa de una opresión a otra”, reconoce.
En 1987, Castillo Velasco sufrió de un grave cáncer a la laringe y
estuvo al borde la de muerte. Apartado de sus dos hijos, escribió el famoso
documento “Yo Apelo”, en el que reclama al país y a su gobierno poder
pasar junto a toda su familia los que parecían ser sus últimos momentos.
Solo entonces Fernando vuelve a ver a sus queridos Carmen y Cristián
después de tanto tiempo, y logra vencer además la cruda enfermedad que,
sin embargo, marcó su voz para siempre.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Con el retorno a la democracia fue imposible restituir ese ambiente


cálido y fraterno de la sociedad de antaño. Ya nada era igual, nadie era
el mismo. Pero Castillo Velasco decidió conservar arraigado ese espíritu
del Chile de los sesenta y quiso mantenerse a pesar de todo siempre en
consecuencia con lo que creía.
La lealtad a sí mismo y a los demás que ha guiado toda su vida, como
él mismo dice, fueron puestas a prueba luego de ser nombrado Intendente
de Santiago durante el gobierno de Eduardo Frei Ruíz Tagle. El puesto
logró entusiasmarlo como todos los desafíos. “Estaba casi obsesionado
con las potencialidades que tenía ese cargo para transformar esta Región
en algo distinto a lo que hasta hoy está siendo. Había que generar vitalidad
en todo el país y para eso tenía políticas para descentralizar y para que
no siguiéramos acumulando gente en la ciudad”, cuenta Fernando. No
obstante, todas estas ambiciones se suspenden cuando al poco tiempo
decide presentar su renuncia. No estaba dispuesto a firmar el decreto
que prohibía una marcha del Partido Comunista frente al Palacio de la
Moneda, con motivo del 11 de septiembre. “Este golpe lo viví a conciencia.
Estábamos entrando en la democracia sin creer en nuestra gente. No me
sentía con derecho ninguno a tomar una determinación como esa, en
160 contra totalmente de mis principios, mi fe y confianza hacia el pueblo”,
sentencia Fernando. Y ahí está la base de lo que para él debe ser un
auténtico conductor del país, “mientras más agudo es un problema, más
capacidad hay que tener para integrarse. Ésa es la verdadera autoridad; el
principio de autoridad no está en poner el pie encima”, dice.

Una vida plenamente vivida

El proceso vivido por Chile durante casi veinte años de democracia


ha sido, según Castillo Velasco, más lento de lo que era de esperar. Asegura
que “ha habido muy poca participación y mucha gente marginada”, pero
reconoce que el actual gobierno de Michelle Bachelet está generando una
sensibilidad diferente en el país. “Ella aún no ha entregado todo lo que
ha soñado, pero a mí me parece que los sueños son lo más importante…
los sueños al final se cumplen, porque hay otros que toman el bastón de
esa ilusión y la realizan. Hoy se ha ido creando otra vez esa cultura de un
pueblo liberado”, comenta.
Entusiasta, coherente y de ideas sólidas, luchador por la libertad
e inspirador de tantos, Fernando Castillo Velasco hoy vive alejado de la
política tal vez porque, como él mismo contó a The Clinic, “hay una crisis
de todos los partidos, una falta total de idealismo para inventar una mejor
calidad de vida, de las relaciones sociales, de la economía. Los partidos
Fernando Castillo Velasco

son nada más que una pelea por el cupo, por la cuota de poder. Cada día
me desilusionan más. El pueblo chileno tiene un instinto estupendo. Es
la opinión pública la que partió desacreditando el quehacer político y con
toda razón. Yo no quería creer esta situación de los políticos y la política
tan decadente”.
A pesar de que sabe que en todas sus tareas de servidor público sí
necesitó de una política para encauzar su labor, prefiere no confesarse
político, sino esencialmente arquitecto: “Yo me he sentido absolutamente
arquitecto siendo Alcalde de la comuna de La Reina, Rector de la
Universidad Católica o Intendente; me he sentido arquitecto, pero
actuando en política. Yo diría que la arquitectura, como pocas profesiones,
está embebida en la política, y la política incluye a la arquitectura como
algo importante”, declaró Fernando a Revista Cientodiez.
Con 91 años recién cumplidos, su hijo Cristián, también arquitecto,
ha sido el encargado de mantenerlo notablemente activo. “Su compañía
ha significado que yo tenga esta capacidad física, porque si yo termino la
alcaldía y me quedo sin tener nada que hacer, estaría muerto, pero estoy
vivo y me siento con vitalidad”, dice.
Porque sabe que en este proceso de vida no está solo, exalta lo
esencial que es la presencia constante de su generosa y unida familia. 161
Mónica, su querida mujer, ha sido por más de 65 años su más incondicional
compañera. “Creo que tenemos un record que se ha fundado en querernos,
en entregarnos libertad para dar curso a nuestras vocaciones, nuestros
sentimientos y amistades. Ha sido una buena forma de convivir”, cuenta.
La temprana muerte de su hijo Javier en un trágico accidente durante
1972 marcó a la familia Castillo Velasco. Pero la imagen joven y alegre del
muchacho los acompaña desde cerca y ha permanecido siempre velando a
sus padres. Ellos lo saben. Junto a su habitación, una fotografía inmensa
custodia sus vidas y les da sentido. De él, “tengo puros recuerdos de vida,
pero no como recuerdos sino como presente. No sé dónde está ni qué pasa
con la otra vida. No creo que me vaya a encontrar con él físicamente en
ninguna parte. No creo en la resurrección de los muertos, pero sí en la idea
de que uno trasciende”, dice Fernando.
Y hoy, cuando cada día podría ser el último y donde sabe que “todo
lo hago a conciencia de que mis plazos son perentorios”, Fernando hace
cierta su idea de trascendencia. Como un invaluable tesoro, todas sus
experiencias fueron volcadas en su libro “Lecciones del tiempo vivido”,
porque “desde ese anhelo, de ser útil hasta más allá de mis días, es que
deseo dejar mis testimonios, no como una biografía que poco puede
interesar, sino como lecciones que siento, tal vez inmodestamente, como
un aporte al enriquecimiento de muchas otras vidas”, escribe.
Grandes Chilenos del Bicentenario

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© Jesús Inostroza
Fernando Castillo Velasco

Chile, en pos de sus trescientos años


de vida independiente

Por Fernando Castillo Velasco

El autor describe este texto, revisado después de más de un cuarto de


siglo, “como un grito destemplado lanzado al aire con la esperanza de
poder acelerar en algo el lento proceso de descubrir y actuar al servicio
de la mujer y el hombre para que ellos recobren la alegría de vivir sin
depender para ello del dinero”

Al recibir el Premio Nacional de Arquitectura en 1983, tuve que


exponer las aspiraciones concretas que el arquitecto de entonces veía y
soñaba para el futuro de nuestro pueblo y de nuestras ciudades.
Pasados ya más de veinticinco años de esa jornada y revisando lo
escrito entonces, he llegado a la conclusión que el país ha evolucionado
radicalmente al pasar de una tremenda dictadura a una democracia la que,
aún débil, nos devolvió al menos el derecho a pensar y vivir libremente.
Sin embargo, durante estos 26 años, no hemos vivido cambios
importantes en lo económico y social que pudieran avenirse con esas 163
aspiraciones que planteaba en mis palabras de aquel tiempo.
Por eso mis reflexiones de hoy están empapadas por mis sueños de
entonces, sueños que perduran hasta hoy, y se oponen radicalmente
al sistema neo-liberal imperante en el mundo, considerado el modelo
perfecto de desarrollo, pero que ha modificado profundamente las
relaciones humanas.
Somos un país solitario enclavado entre las altas cordilleras y el
mar infinito. Creer en un destino propio, unido en su grandeza a nuestros
hermanos de América, es la única salida realista para nosotros.

Necesidad de un cambio profundo

Sí, aunque somos tan sólo una estrecha faja de tierra, casi un borde,
somos también un zócalo sólido de esperanzas comunes que en el pasado
reciente nos permitió imponer la democracia y comenzar a construir las
bases de una sociedad más justa.
Creo, por lo tanto, que a pesar de las apariencias y más allá de mis
aspiraciones y anhelos, existe hoy en la sociedad chilena y fuera de
nuestras fronteras, un hecho incontrarrestable que se expresa en la nueva
toma de conciencia de la necesidad de un cambio profundo en todos los
planos de nuestra existencia. Esta convicción mantiene viva en mí -contra
viento y marea- la esperanza de días mejores para nuestro pueblo.
Grandes Chilenos del Bicentenario

No obstante, esa fuerza irreductible de una transformación


indispensable, no tiene nada que ver con los “cambios” que reiterativamente
invocan los políticos que hoy postulan a gobernar el país. Ellos hablan de
un recambio generacional pretendiendo resolver el problema con la mera
designación de jóvenes en cargos de relativa importancia.
No es la edad de las personas la que envejece el pensamiento y las
ideas. Son los pensamientos mismos los que pueden ser jóvenes o viejos
sin distingo con la edad de los cuerpos que los albergan. Muchas veces ha
ocurrido que, desde personas de avanzada edad, han surgido los mayores
y mejores aportes en la vanguardia de la cultura, de las ciencias y de las
artes. La visión de los ancianos puede contener no sólo sabiduría, sino
también audacia.
Ese cambio trascendente del que hablo se manifiesta en el rechazo al
proceso de globalización neo-liberal que tanto daño ha provocado en nuestros
países emergentes, convertidos de la noche a la mañana en meros compradores
de productos útiles e inútiles producidos en cualquier parte del mundo.
Esa vía que borra las fronteras nacionales y arrasa con la cultura
propia trastorna las economías y los procesos de desarrollo de nuestros
pueblos, poniéndolos al servicio de intereses financieros ajenos a la forma
164 de vida y a la identidad particular de civilizaciones ancestrales.

Pueblos cada vez más pobres

Ese sistema que preconiza el mercado como regulador perfecto del


mundo, va siendo, sin embargo, cada vez menos capaz de producir todo lo
que es necesario para subsistir y se muestra incapaz de crear nuevas fuentes
de trabajo digno. Es así como nuestros países tienen que conformarse con
el rol asignado de entregar sus riquezas naturales, la tierra, el agua, el mar
para ser vendidos y transformados en objetos industrializados en otros
lugares del planeta.
La globalización de la economía, basado en el mercado como única
regla, trae como consecuencia que los pueblos que hoy son pobres lo
serán cada vez más, ya que sólo podrán ser compradores de productos
fabricados por grandes empresas dentro, o más allá de nuestras propias
fronteras, y ese consumo es lo único que nos queda a cambio del uso y goce
de nuestros recursos que con tantas facilidades legales e institucionales le
entregamos al gran capital.
Hoy debemos consumir según las modas, las costumbres y las
maneras de ser que se inventan en un espacio de tiempo virtual muy
alejado de lo que históricamente hemos sido y aún somos, a pesar de
todo.
Fernando Castillo Velasco

© Jesús Inostroza

La dominación convertida en una racionalidad de gobernabilidad 165


que impregna todo y a cada uno de los miembros de la sociedad, no ha
logrado sin embargo aplastarlo todo. Pienso que existen hoy centros de
pensamiento lúcidos que tratan de encontrar nuevas formas y expectativas
para crear en el presente un mundo más humano.
He podido, en mis experiencias como profesor, apreciar muy
frecuentemente en los jóvenes que egresan de los colegios y en los que ya
están estudiando en las aulas universitarias, esa misma inquietud que me
embarga. He podido compartir esa aspiración en la que sueño y darme
cuenta de que somos más, que estamos cada día menos solos. Eso me da
fuerzas.
Algo vibra en la lejanía, tal vez podremos inventar una forma de
vida más armoniosa, más acorde con nuestra cultura.

“No es una utopía cándida”

¿Cómo derribar esas monstruosas ciudades donde los seres


humanos dejan de ser personas para transformarse en una masa informe de
multitudes solitarias y desamparadas? Tenemos que reinventar un hábitat
adonde circule transversalmente la diversidad de la sociedad, creando
lazos, encuentros, solidaridad. Esa es una tarea que como arquitecto y
urbanista aún me planteo. Buscando ir aún más allá de la vivencia que
Grandes Chilenos del Bicentenario

como arquitecto y alcalde tuve, por ejemplo, en la comuna de La Reina.


En esos tiempos y en todo tiempo, será necesario que cada cual haga
suya la misión de alentar y capacitar a la sociedad para que en conjunto,
todos, profesionales y no profesionales, hombres y mujeres, asuman como
suya la responsabilidad de construir una sociedad donde primen los valores
de la calidad de vida por sobre la “cantidad” de objetos consumidos.
No es ésta una utopía cándida, puramente un sueño, es la convicción
de que un pueblo movido por su vocación de trabajo puede crear la riqueza
necesaria, riqueza que bien distribuida será suficiente para conquistar una
vida digna para todos. Sé que es posible, pero observo la radiografía del
presente urbano y veo crecer el monstruo.
Asistimos pasivamente a nuestro propio lento aniquilamiento,
continuamos concentrando todo el quehacer humano al interior de los
grandes centros poblados los que, al crecer incontroladamente generan
el caos propio de las grandes metrópolis.
¿Por qué casi todo Chile vive en la Región Metropolitana, más
bien dicho, en la ciudad Capital y todo el resto del país se mantiene
deshabitado?
¿Con qué objetivo se fomenta que más y más gente venga a vivir a
166 Santiago y se disponen para ello enormes superficies de suelo (los mejores
de Chile para la agricultura) para ser usadas en provocar más saturación y
congestión urbana? No hay razón alguna valedera para que las grandes
industrias se instalen donde está el consumo de los productos (Santiago)
y no donde están las materias primas a lo largo de todo el país.
Si en vez de éste modelo, pensáramos en un esfuerzo colectivo y
asumiéramos la responsabilidad de formar nuestros propios ámbitos de
vida, junto a las cosas que amamos, insertos en nuestro paisaje, en nuestro
clima y produciendo la actividad de desarrollo más acorde con el entorno,
otra historia estaríamos escribiendo. En vez de eso nos dejamos absorber
por la vorágine especulativa de los dueños del suelo para quienes es más
lucrativo su uso como espacio urbano destinado a la agricultura.

Ir más allá de la sobrevida

Si los pueblos fueran surgiendo y creciendo de la propia tierra


como dones preciados aportados por ella. Si así ocurriera, sólo entonces
lograríamos cambiar la escala de los lugares de vida, cambiar la escala de
las obras, humanizar las relaciones sociales, humanizar las construcciones,
hacer del trabajo fuente de vida y de la alegría que sentimos cuando se
puede vivir de una vocación. ¿Será pasar del estado de la sobrevida a la
existencia plena, el objetivo para toda una sociedad?
Fernando Castillo Velasco

Sé cuán difícil será plasmar éste sueño, pero estoy convencido


que el sólo hecho de autorizarlo es ya un avance en ese camino, aún por
caminar.
¿Cómo evitar el hacinamiento de miles y miles de familias en
lugares anónimos y territorios sin destino?
¿Cómo inculcar el amor a la tierra, al paisaje, a nuestro mar para
construir día a día y paso a paso el lugar pleno de belleza y utilidad?
¿Cómo fundar en el campo la presencia de un mundo compartido,
hermoso y pleno de sentido para quienes trabajan la tierra, las minas en
la cordillera y las riquezas del mar? En nuestras costas, ¿cómo instalar
nuevos asentamientos humanos, nuevas caletas y bahías que se extiendan
a lo largo del territorio para hacer de nuestro océano un lugar fecundo
para la economía, para la vida y para el esparcimiento?
Creo que lograr construir esa manera de vivir es obedecer al legado
más profundo que nos entrega nuestra geografía y nuestra historia. No
acatar hoy esa herencia es caer al abismo.
Tenemos que inventar nuevos tipos de industrias ligadas a ese
suelo y a ese mar donde las comunidades locales extraigan los frutos
del trabajo y los transformen, convirtiéndose éstos en la fuente principal
de los recursos necesarios para alimentarse e ir creando cultura propia. 167
Recuerdo un estudio realizado por la Universidad Católica en los años
sesenta cuando aseveraba que 5.000 familias viviendo en medio de los
bosques de ulmos en el Sur del país, podrían fabricar tanta miel de abejas
como para aportar más de un 25% de los recursos que producía nuestro
cobre.
Si esa miel fuera exportada y consumida más allá de nuestras
fronteras, podría contar quiénes somos y lo que hacemos como pueblo
libre y soberano.
Así, el pueblo construyendo libremente su destino, hará que estos
postulados dejen de ser una mera especulación de escritorio y pasan a ser
realidades que incidirán en lo más vital de una Nación.

Evitar el quiebre de la armonía



Desde esta visión , desde esta mi profesión de fe en Chile y su pueblo,
habla el arquitecto que soy, esperando abrir un espacio de reflexión para
recoger el imaginario de muchos arquitectos en la construcción de otro
modelo de ciudad no para un futuro lejano, sino para hoy, aquí y ahora.
Hasta hoy hemos sido dominados por una fuerza avasalladora
que nos exige resolver los problemas de la gran ciudad acarreando con
nuestras obras una creciente sobresaturación del medio con las trágicas
Grandes Chilenos del Bicentenario

© Jesús Inostroza
168
consecuencias de la polución, destrucción del ambiente que nos rodea,
desborde del ya desquiciado ir y venir del lugar de vida al lugar de
trabajo, (siempre a varias horas de tiempo) carencia de una infraestructura
adecuada y la falta de equipamiento necesario para realizar los programas
de salud, educación, trabajo y esparcimiento.
Fatalmente la única solución a este modelo es mayor concentración
urbana y mayor cantidad de vías de alta velocidad las que, supuestamente
sirven para acortar el tiempo y la distancia sin que cumplan, frecuentemente,
ni siquiera con estos dos cometidos. Las autopistas son elementos anti
urbanos. Siempre, el encuentro de ellas con la trama de la ciudad,
provocará atochamientos insalvables que generarán las mismas angustias
sólo desplazadas de lugar.
Se efectúa así irremediablemente el quiebre de la armonía entre
la naturaleza, el entorno y la forma de sobrevivencia. Continuar en ello
es también separar cada vez más la ciencia, los avances tecnológicos,
el conocimiento de una gran parte de la sociedad. Dos mundos, que ya
no se encuentran ni se ven, simplemente cohabitan, unos que tienen
acceso a todo, otros que no tienen acceso ni siquiera al derecho de ser
personas dignas. La marginalidad es el sistema no su escoria. La barbarie
contrapuesta a la civilidad es la condición misma de la dominación, el
individuo reducido a administrar su vida como un gran consumidor. Ese
es el ser humano que estamos reproduciendo aceleradamente.
Fernando Castillo Velasco

Si la cultura es todo lo que el hombre hace ligado a sí mismo en


vinculación con su medio y en el cumplimiento de sus sueños, no es,
entonces, representativo de nuestra cultura, la implantación en nuestra
tierra de enormes edificios (la absurda idea de construir el edificio más alto
de América al borde de una avenida ya estrecha, angosta y congestionada,
en un territorio sísmico) es la mayor y mejor demostración de nuestra
incultura arquitectónica y ciudadana.
Estoy convencido que si desplazáramos el punto de vista, otra sería la
historia. En vez de plantearnos encontrar una solución para los problemas
sociales y económicos de grandes masas humanas, deberíamos buscar
como crear “barrios”, apoyándonos en la acción protagónica de pequeños
grupos humanos que con su esfuerzo, inteligencia y vocación fueran
construyendo día a día un mundo más pleno de humanidad y solidaridad.
Tal vez así podremos aún restablecer ese equilibrio entre el hombre y su
medio, que es el gran atributo de la obra que nos ha donado la naturaleza
creada por Dios.
He tratado de transmitir todas mis aprensiones sobre el futuro
de Chile y tal vez, de toda la humanidad, como un grito destemplado
lanzado al aire, con la esperanza de poder acelerar en algo el lento proceso
de descubrir y actuar al servicio de la mujer y el hombre para que ellos 169
recobren la alegría de vivir sin depender para ello del dinero.

Demasiadas lágrimas, demasiada desesperanza

Existen mil argumentos para echar por tierra todo lo que aquí he
escrito.
Sin embargo, me hago un deber expresarlo porque tengo fe en
que crece la conciencia de que es indispensable recrear una sociedad
radicalmente diferente. El modelo vigente ya nos ha dado señales
suficientes, la crisis financiera y el desastre ecológico entre otros, de su
límite. Se visibiliza cada vez más su verdadero rostro, la evidencia de su
fracaso, la incapacidad innata a darle sentido a la vida que vivimos. Ya hay
vertidas muchas lagrimas de sufrimiento, ya se ha expandido demasiado
la desesperanza y con ella los instintos destructores, el crimen. Basta ya
de ceguera y de pasiva resignación. Sigamos soñando despiertos.
Tenemos cien años, un tiempo más que suficiente, para reinventar
caminos por los cuales transitar con energía de vida y no de muerte. El
arquitecto, el ciudadano que hoy soy está convencido que será en esa otra
realidad que celebraremos, los muertos y los vivos, el tercer centenario
de nuestra primera Independencia.
Grandes Chilenos del Bicentenario

170
Padre Renato Poblete Barth S.J.

Padre Renato Poblete Barth, S.J.


Premio Bicentenario 2009
“Para pedir se requiere tener experiencia en el dolor”

171
© Jesús Inostroza

No se limitó a seguir por la senda trazada por el Santo


(Alberto Hurtado). El gran aporte del Padre Poblete fue darle
estabilidad al Hogar de Cristo y asegurar su supervivencia.
Grandes Chilenos del Bicentenario

En 2000, cuando se retiró de la dirección del Hogar de Cristo más de


alguien estimó que creía llegada la hora de jubilar. No en vano había estado
casi dos décadas al frente de la compleja institución que puso en marcha
en Padre Alberto Hurtado. En 19 años, el jesuita Renato Poblete logró
importantes éxitos, pero también fue dejando una gran parte de su salud en
el camino. Ahora, pese a los achaques, asegura que “nunca he pensado en
jubilar. Es más propio de mi forma de ser el morir con las botas puestas,
aunque por eventuales problemas de salud deba seguir con un menor ritmo
desde la enfermería del Colegio San Ignacio”.
Este es, por cierto, el mejor retrato de este sacerdote que nació en
Antofagasta, vivió por años en Bolivia hasta que la muerte de su padre, en
1940, obligó a la familia a regresar a Santiago. En el colegio San Ignacio,
en el centro tradicional de la capital, conoció a San Alberto Hurtado. Es el
personaje clave en su vida. Al santo le debe el P. Poblete la vocación sacerdotal
y su entrada a la Compañía de Jesús y el trabajo de su vida: “Tuve la dicha
de conocer a este santo chileno y trabajar varios años junto a él, señala en el
texto que acompaña este perfil. Fui un testigo, directo y conmovido, de cómo
buscaba tender una mano a quienes vivían en una inmensa precariedad.”
Pero no se limitó a seguir por la senda trazada por el Santo. El gran aporte
172 del P. Poblete fue darle estabilidad a la empresa y asegurar su supervivencia.
En septiembre pasado, al recibir oficialmente el Premio Bicentenario, el
sacerdote puso una nota de esperanza:
“Quisiera que la entrega de este premio a un sacerdote que ha buscado
servir a los más pobres, fuese interpretado como una señal que refuerza las
prioridades de este Chile del Bicentenario”.
En 1993, la periodista Andrea Lagos recordó en un reportaje para la
revista de El Sábado, que, cuando el Hogar de Cristo ganó el premio Icare,
por su eficiencia y organización, el sacerdote explicó que “el gerente general
de la empresa es el padre Hurtado y el presidente es Dios”. Pero, agregó, “es
a él (al P. Poblete) al que se le escuchan términos del mundo de los negocios
como outsourcing, joint ventures y know-how, entremezclados con pasajes de
su evangelio favorito, el de San Pablo, de sus oraciones de las 6 de la mañana
y de la misa diaria que oficia. El padre Poblete dice que es su fuerte fe en
Jesucristo lo que le da la fuerza. ‘Tengo facilidad para sentirme unido a Dios
y eso es un don, no es cuestión de uno’”.
En el mismo reportaje, se profundiza este tema: “Renato Poblete Barth
es un hombre de dos caras, en el buen sentido. Un día puede estar comiendo
en una gran casona con alguno de los miembros de su interminable lista de
amigos empresarios, y a la noche siguiente sale a recoger mendigos a las
calles para llevarlos a dormir a las hospederías del Hogar de Cristo. Tal como
los anfibios que viven bien en agua y aire, él se adapta a la abundancia y a la
escasez. Pero prefiere estar con los pobres. De ellos se alimenta y toma fuerza
Padre Renato Poblete Barth S.J.

para pedir dinero a los ricos sin transformarse en un mero manager de los
desposeídos o en un ‘cura de salón’”.
En alguna entrevista, el Padre Poblete negó que esta familiaridad con
los empresarios le garantice un buen resultado. Se lo preguntó la periodista
Constanza López: “Cuando el ‘cura Poblete’ llama a un empresario para que
‘se ponga’, nadie se niega. ¿Verdadero o falso?
–Falso. Muchas secretarias dicen “está en reunión” porque se imaginan
que vamos a pedir algo.
Y, a propósito de lo mismo:
“¿Qué se necesita para que pedir no dé pudor?”
–Tener experiencia con el dolor, la miseria y la pobreza. Sólo así uno se
siente con el derecho a pedir.
El balance de este agotador despliegue de esfuerzos no es menor.
En 1981, cuando se hizo cargo de la obra, su presupuesto era de sólo
600 millones de pesos. Hoy es de 21 mil millones. Y este crecimiento se
le atribuye en gran parte a su inagotable trabajo. Lo que era una fundación
pequeña de 200 personas pasó a profesionalizarse, a ser un holding de la
solidaridad con más de 8.600 funcionarios y voluntarios y a impactar
directamente a una significativa parte del quintil más pobre de la población.
De contar con 16 mil socios en 1981, hoy tiene más de 600 mil, que aportan 173
más del 50 por ciento del presupuesto anual.

Cincuenta y un mil nuevos socios

Este año, al superar la meta de cincuenta mil nuevos socios (fueron


51.429), el actual director social del Hogar de Cristo, Benito Baranda, subrayó
la importancia de este logro:
“Nuestra labor no sería posible sin la ayuda de los socios, ya que más del
50% de los recursos del Hogar de Cristo provienen de los aportes mensuales
de personas de corazón solidario. Hacemos una invitación a los chilenos a
ponerse en el lugar de los que más sufren, sabemos que es un año difícil en
términos económicos, pero hay personas que lo están pasando mucho más
mal que nosotros”.
Es una institución que no recibe recurso alguno del extranjero. Además
desarrolla actividades que le permiten sumar recursos a sus tareas, entre ellas
la Funeraria del Hogar de Cristo y el cinerario. Asimismo, tiene participación
en las ganancias de las empresas de previsión Prever y Los Parques, que desde
1987 donan al Hogar de Cristo una parte de sus ventas de los cementerios
Parque del Recuerdo, Parque Cordillera y Parque Padre Hurtado.
Son 57 mil las personas atendidas mensualmente mediante sus 750 obras
a lo largo del país, las que también están insertas en fundaciones como Fondo
Grandes Chilenos del Bicentenario

Esperanza –otorga microcréditos y educación emprendedora a personas en


situación de pobreza–, Súmate –favorece una educación formal a jóvenes
en situación de vulnerabilidad–, Paréntesis –con atención especializada a
personas alcoholizadas o en situación de drogadicción– o Rostros Nuevos
–para acoger a personas adultas socialmente excluidas y con discapacidad
mental o física.
A la hora del balance, el P. Poblete proclamó con vigor:
“Destaco el significado de la Cena Pan y Vino. Ella contribuyó mucho
a aumentar los deseos de ayudar. Esa cena austera ha sido importante para
dar a entender con mucha firmeza que la solidaridad es una virtud de todos,
sin diferencias de credo ni postura política. Igualmente, debo mencionar “La
Universidad sobre ruedas”, en la que invitamos a empresarios a subirse a una
pequeña micro para visitar campamentos. Si llovía, tanto mejor… También
han sido importantes diversas campañas. En la que llamamos “Uno más
uno”, pedimos a las empresas que nos dejaran invitar a los trabajadores a
ser socios del Hogar. En “Socio niños”, buscamos dar a conocer a los niños
el sentido del desprendimiento. Y “Sencillo ayudar con su sencillo” era la
campaña del vuelto en los supermercados. Todas estas estaban apuntadas a
crear conciencia social.
174 “Piedra angular de todo esto ha sido la participación de personas
muy conocidas en el mundo empresarial y académico, y de centenares de
voluntarios anónimos que sirvieron para sumar a distintos sectores del país.
Hoy en día tenemos en nuestras obras a más de ocho mil voluntarios, que
participan de la misma mística del Hogar y que sienten entusiasmo con su
proyecto”.
Es una visión compartida por Benito Baranda:
“La pobreza y exclusión se puede superar, no es un camino sin retorno;
en 65 años de historia el Hogar de Cristo ha sido testigo de cientos de historias
en que las personas, cuando reciben apoyo, salen adelante. Esto requiere la
participación y el compromiso de todos, de cada uno de los chilenos que
soñamos con un país justo y solidario. Hoy más que nunca necesitamos de
tu ayuda”.
Por su parte, también en su discurso de recepción del Premio
Bicentenario, insistió el P. Poblete:
“Cobijar al que no tiene techo o alimentar a quien no puede proveerse su
alimento, son todavía tareas urgentes en esta sociedad chilena de comienzos
del siglo 21. Es así, aún cuando nos sintamos en una posición expectante en
el camino al desarrollo económico y en mejores condiciones que en el pasado
para satisfacer los derechos básicos de los chilenos. Creo firmemente que
atender al prójimo que sufre carencias o está en situación de vulnerabilidad,
debe ser una inspiración central”.
Padre Renato Poblete Barth S.J.

Suspicacias

Una organización de estas magnitudes, pese a sus logros y su buena


imagen, despierta inevitablemente el recelo de que puede haber perdido el
sello que le imprimió su fundador, San Alberto Hurtado.
En un intercambio de mensajes para este perfil, el propio P. Poblete
enfrentó la pregunta clave:
¿Qué responde usted a las críticas de que el Hogar de Cristo, al
institucionalizarse, lo que le ha permitido crecer enormemente, en realidad
se comercializó, perdiendo su carácter original?
Respondió:
“El Hogar de Cristo siempre ha estado institucionalizado. Lo que se
ha registrado es un proceso de centralización mayor, adaptado para evitar
duplicidades. Esto tiene el peligro, sin duda, de que a nivel local –allí en los
lugares donde se promueve la acción social– puedan perderse un poco la
iniciativa o el entusiasmo propios, así como relajarse en algo la mística de la
preocupación por crear conciencia social y realizar obras concretas.
“Este es un tema que estamos estudiando porque el ideal ha sido
siempre fomentar lo más posible la conciencia social en cada rincón del
país”. 175
Este esfuerzo por la “conciencia social” ha tenido, en general, una buena
acogida. Pero anota, por lo menos, un fracaso: la imposibilidad de lograr que
la celebración de los matrimonios fuera más austera.
Se lo planteamos así:
“Usted insiste en el texto que preparó para este libro en la austeridad
como desafío. En una entrevista usted reconoció que un fracaso suyo (de
los pocos que anota su agenda) fue el intento de lograr que los matrimonios
fueran menos fastuosos. ¿Cree usted que se podrá reintentar esa iniciativa en
un futuro cercano?”.
Respondió:
“Es muy difícil tal vez retornar a esa idea. Tendríamos que tener un
local modelo para realizar allí los matrimonios en un marco de austeridad.
Es una idea que debemos evaluar”.
En otras palabras, ya sea en este mismo tema, o en otro, el trabajo no cesa.
O, como se reconoció el día en que se le concedió el Premio Bicentenario:
-Por su incasable labor de unión entre personas de distinto pensamiento
y condición, por ser un hombre de unidad, de consenso, que vive la solidaridad
y practica la amistad como pocos, el padre Renato Poblete fue distinguido
con el Premio Bicentenario 2009.
Grandes Chilenos del Bicentenario

176
© Jesús Inostroza
Padre Renato Poblete Barth S.J.

No debemos descansar

Por el Padre Renato Poblete Barth, S.J.

“Quisiera imaginar que dentro de unas décadas se valorará que


quienes vivíamos este momento de la historia patria logramos hacer una
transformación social significativa…” dice el jesuita Renato Pobrete
al finalizar este texto que preparó especialmente para este libro. Esta
aspiración ha marcado, en realidad, su vida dedicada a la continuación
de la obra de su mentor, San Alberto Hurtado.

“No descansen mientras haya un dolor que mitigar”. Me resulta


natural, necesario, referirme al Bicentenario teniendo muy presente la
querida tarea a la que nos convocó san Alberto Hurtado.
He dedicado mi vida a intentar ser fiel al llamado que él hizo a
tantos chilenos y a ser un servidor entusiasta para convocar junto a
muchos otros –en la medida de que nuestras humanas capacidades nos
lo han permitido–, a más chilenos a la labor siempre pendiente de luchar
contra la pobreza y la exclusión social. La centralidad de tal misión me
resulta fundamental para cualquier referencia a los doscientos años de la 177
Independencia de nuestra nación: no debemos descansar mientras haya
pobreza.

Una interrogante

En palabras del Padre Hurtado: “Cada pobre, cada vago, cada


mendigo es Cristo en persona que carga su cruz. Y, como Cristo, debemos
amarlo y ampararlo. Debemos tratarlo como a un hermano, como a un ser
humano, como somos nosotros”.
¿Cuánto hemos logrado de eso, como país?
Tuve la dicha de conocer a este santo chileno y trabajar varios años
junto a él. Fui un testigo, directo y conmovido, de cómo buscaba tender
una mano a quienes vivían en una inmensa precariedad. Quedé muy
impresionado porque muchas veces él nos repetía aquel cuestionamiento
al catolicismo chileno: si realmente este país era católico o no. Esta
pregunta mantiene vigencia setenta años después. Es así, pues en nuestra
sociedad falta todavía mucho para consolidar la conciencia sobre las
desigualdades sociales, promover cambios que tiendan a estructuras
más justas y lograr que el nuestro sea verdaderamente un país, no varios
distintos o separados. Porque una nación genuinamente solidaria, como
yo desearía mi tierra, es una nación sin barreras sociales como las que aún
nos marcan.
Grandes Chilenos del Bicentenario

Un tiempo de esperanza

No dejemos de agradecer las múltiples iniciativas de bien social que


se despliegan desde la sociedad civil en organizaciones universitarias,
asociaciones gremiales, empresarios cristianos, medios de comunicación
e iglesias de diverso signo.
Especialmente en la juventud, es posible constatar un entusiasmo
permanente por integrarse a tareas de ayuda a los más pobres. Si hace
tres o cuatro décadas los más jóvenes se motivaban con facilidad por
la acción política –actividad que, bien llevada, es noble y necesaria–,
hoy manifiestan la fuerte convicción de que les compete afrontar las
necesidades materiales más urgentes, así como de ayudar en las tareas de
evangelización hacia los más carenciados de nuestra sociedad. En otros
sectores, son muchos los que en los últimos años se han sumado a acciones
de voluntariado. Todo esto es loable y quisiéramos sentir que puede ser el
despertar a una nueva preocupación por lo social, como la que en algún
tiempo, a mediados del siglo XX, vastos sectores quisieron impulsar en el
marco del catolicismo social. Los chilenos de comienzos del siglo XXI,
sobre todo las generaciones jóvenes, tienen derecho a enorgullecerse.
178 Conocemos además diversos indicadores que, en nuestro Continente,
sitúan a Chile en un lugar avanzado en el combate contra la miseria.
Indudablemente, esta es sustancialmente menor a la que observaba y tanto
remecía entonces al santo chileno. Y hoy existe una institucionalidad en
constante perfeccionamiento que apoya a los que menos poseen. En tanto,
en gran parte del mundo de los empresarios –según lo constaté en mi labor
de veinte años en el Hogar de Cristo– se observa una conciencia acerca
de los déficits sociales que es bastante mayor a la que existía hace unas
décadas. También la responsabilidad social empresarial o corporativa, a la
que buscan sumarse tantas empresas e instituciones puede ser un indicio
esperanzador.
Todo esto configura un escenario promisorio y el actual puede ser un
tiempo de esperanza para la conquista de mayor solidaridad social. Pero
estos factores positivos son únicamente pequeños pasos; ante nosotros se
extiende un camino desafiante. Pues no olvidemos que en nuestro país
todavía claman múltiples urgencias y que aún en las calles quedan hombres
solitarios a los que nadie le tiende una mano, que existen desempleados
que enfrentan crisis materiales que desembocan en quiebres familiares, y
que en muchas partes hay niños y jóvenes desvalidos frente a la droga.
Un país genuinamente solidario se debe movilizar permanentemente ante
estas necesidades y no conformarse nunca.
Padre Renato Poblete Barth S.J.

179
© Jesús Inostroza
Grandes Chilenos del Bicentenario

Un desafío

El Bicentenario nos debiera estimular a evaluar metas y asumir de


manera integral el desafío de arraigar la solidaridad.
Promoción humana. Instituciones como el Hogar de Cristo, un Techo
para Chile y otras han motivado con su ejemplo, generando opciones de
participación que han surgido desde diversos ámbitos de la comunidad
nacional, multiplicando iniciativas que incluso se han replicado en
otras naciones latinoamericanas. Pero pese a que en las últimas dos
décadas se han abierto muchísimas instancias de ayuda permanente a
las que los chilenos pueden integrarse, existen todavía muchos espacios
para hacer más. En los próximos años debemos esperar nuevas ideas,
nuevas fórmulas, nuevos esfuerzos para llegar a las distintas facetas
que la pobreza nos irá descubriendo. A la ayuda que recibirán los más
necesitados, continuará sumándose el beneficio de que los que más tienen
adquieran más conciencia y conocimiento de las otras realidades que se
viven en nuestro país.
Protección social. La decisión adoptada por los últimos Gobiernos
en cuanto a asegurar derechos sociales básicos, incluyendo una estructura
180 estatal que provee su protección, contribuye fuertemente a asegurar un
progreso sustentable en el país. No existe proyecto nacional viable si los
más pobres siguen esperando por soluciones. Tenemos expectativas de
que este sistema de protección social, sea cual sea el derrotero político
que el país adopte, continúe fortaleciéndose en los próximos años.
Austeridad. Quisiera una sociedad en la que la austeridad fuera
mejor comprendida como un valor. Este concepto implica privarse de
algo y bien haríamos con inculcarlo a los niños para ir incorporándolo
en el seno de la sociedad. Una impronta solidaria se desarrolla alejada
del materialismo, pues éste incentiva el individualismo, obstaculiza la
formación de redes sociales y deteriora la confianza en el prójimo. El
camino de nuestro país al desarrollo debe estar marcado por un derrotero
distinto al que han seguido naciones en las que el mejor ingreso per cápita
va acompañado de antivalores como el debilitamiento de la familia y la
segregación social.
Conciencia solidaria. A estas tareas están convocados todos los
chilenos de buena voluntad, sin distinción alguna. Pero los cristianos
verdaderamente comprometidos con el bienestar material y espiritual de
los hombres y mujeres más postergados pueden ser agentes dinamizadores
en una sociedad volcada al bien común. Creo firmemente que ser solidario
implica asumir una actitud de servicio permanente. Y, así como esto
representa un llamado a todos nuestros compatriotas, también necesitamos
Padre Renato Poblete Barth S.J.

181
© Jesús Inostroza

políticos que hagan apostolado social, creen conciencia y representen un


ejemplo de servicio y coherencia.
Como se ha señalado, el Premio Bicentenario busca reconocer
iniciativas que hayan marcado “una diferencia” en el país respecto de
la cultura o el bienestar de los chilenos. Quisiera pensar que el tiempo
que estamos viviendo es una oportunidad para hacer esa diferencia
y reencaminarnos con decisión hacia esquemas de convivencia que
fortalezcan una sociedad más justa. Quisiera imaginar que dentro de unas
décadas se valorará que quienes vivíamos este momento de la historia
patria logramos hacer una transformación social significativa, dirigiendo
el andar de nuestro país hacia un reconocimiento efectivo de que todos
somos chilenos con iguales derechos y dignidades.
Grandes Chilenos del Bicentenario,
fue impreso por Editora e Impresora Maval Ltda.,
por encargo de la Comisión Bicentenario.
Se terminó de imprimir en el mes de enero de 2010
y su tiraje fue de 1.500 ejemplares.
Publicaciones Comisión Bicentenario Chile 2010

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