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Hoy, como muchas veces he ido a visitar a mi tía Margarita. Lo hago con frecuencia a pesar
de que ella no me ve con buenos ojos.
Mi tía Margarita sentía una profunda debilidad por las gaviotas desde que leyó a Juan
Salvador Gaviota: La metáfora de volar a través de las espesas nieblas de la adversidad,
confiando solo en su instinto divino, la conmovió... Y años después cuando el Partido
Popular cambio su logotipo, colocando una gaviota, se enamoro de el: De la gaviota.
Esta semana fui a visitarla porque no se sentía bien. La crisis financiera, la alharaca armada
por Rajoy en el congreso y el temor a perder sus ahorritos le provocaron una subida de
tensión.
Cuando llegue a su casa estaba escuchando por la radio a Federico Jimenez Losantos
quien denostaba contra tirios y troyanos haciendo eco a las palabras de Gonzalo Robles en
el Congreso: “Gotele millonario”, “gasto desproporcionado”, “salvajada”, “injusto”,
“ilegal”, etc,etc. Mi tía Margarita le escuchaba embelesada. También hablaba el locutor de
la pintura de la cúpula de Barcelo en Ginebra y de los 8 millones de euros que ha gastado el
estado Español en la elaboración de la misma. Mi tía Margarita mascullo entre los dientes:
-¡Claro, tan progresistas y gastando el dinero en cavernas, no les basta con las cuevas del
Drak en Mallorca! No te parece, sobrino...
-No, tía, le respondí, con sinceridad pienso como dijo Don Juan Carlos que "nada mejor que
el arte como mensaje universal para expresar los valores y principios que inspiran a las
Naciones Unidas"
-Rajoy tampoco esta de acuerdo con esa obra faraónica y el pueblo tampoco.
-Bueno, me concedió, todo el pueblo no, habrá algunos apátridas como tu que la quieren,
pero nosotros, las mayorías del PP, no la queremos.
-Pues los que queremos a Rajoy, leemos El Mundo y escuchamos a Federico Jimenez
Losantos. Los demás son terroristas como tu.
-Tía, la interrumpí, para la gente que piensa como tu, como Mariano Rajoy, El Mundo y
Federico Jimenez Losantos, todo pobre lleva por dentro un rojo, un terrorista.
-Deja de ser resentido, -me dijo alzando la voz-, lo que pasa con vosotros es que cuando
alguien quiere imponer orden, salvaguardar las sanas costumbres y conservarnos en la fe
cristiana, tu, y tus amigos comunistas, ponen el grito en el cielo
y acuden a Felipe González para meter miedo.
-Yo no soy comunista, tía, -reaccione-, soy socialista. Yo y mis compañeros defendemos los
intereses de la clase media.
-Bueno, hay que aceptar que hace oposición y que esta en su legitimo derecho al ejercerla,
lo inaceptable son los modales y el todo vale.
-A ustedes lo que les falta es disciplina, -dijo-, vuestros padres se olvidaron de educarlos en
el respeto a Dios y a los mayores, con menos libertinaje e impidiéndoles leer los libros
condenados al índice eclesiástico.
-Tía, dichosos los pueblos que forman y aman a los hombres y a las mujeres que son
capaces de pensar por si mismos, que no obedecen ciegamente como un rebaño y que solo
se dejan ordenar por lo que consideran razonable. Confiamos en que Hitler, Stalin y
Mussolini no volverán y que los libros no arderán nunca mas en las piras de la intolerancia.
-Bueno, bueno, sobrino, ahora quieres pasarte por intelectual para no reconocer que tengo
razón.
-Tía, por hoy dejémoslo ahí, otro día retomaremos el tema. Vamos, anda que el medico te
espera.