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Absolutismos
Emilio del Barco

Nadie es respetable por encima de nadie. El respeto que nos debemos, debería ser mutuo e
igualitario. En el mundo del pensamiento, no hay verdades absolutas y únicas. Todas son
intercambiables.

Las religiones deberían ser conocidas, todas, sin excepción. Para que los jóvenes vayan
haciéndose una idea del mundo tan complejo en el que pueden meterse. Sería muy
conveniente que la historia de las religiones fuese comparada. Podría interesarnos saber en
nombre de qué Dios se han matado más hombres. La capacidad crítica de los alumnos sería así
estimulada y sus conocimientos del devenir humano acrecentados.

Si vivimos en un país con libertad religiosa, no puede reducirse la enseñanza a una sola
creencia. Los alumnos han de aprender que, existen y coexisten, miles de variantes religiosas.
Con tanto derecho, o ausencia del mismo, unas como otras. Estimular la curiosidad es
fundamental. La búsqueda de la verdad es, siempre, algo personal e intransferible. La
investigación ha de partir de motivaciones interiores. Inculcar, desde el exterior, equivale a
enseñar a no pensar.

Los absolutismos se producen cuando lo divino y lo humano se confunden. Aleccionar que un


gobernante ha sido instituido con el favor y la intermediación divina, se asemeja a divinizar la
institución. Este truco mágico ya fue usado por todos los gobernantes de la antigüedad, para
tener derecho de prevalencia. Desde los faraones egipcios a los emperadores chinos o
europeos.

Asociar la autoridad civil con la religiosa, acentuando la legitimación de los gobernantes,


mediante el acatamiento de un juramento religioso, otorga una dimensión al poder civil que
excede de sus potestades. La obediencia a los gobernantes debe ser racional. No puede
confundirse, en modo alguno, con el sometimiento a la divinidad. De esa confusión y
amalgama de poderes nace, con facilidad, el poder absoluto de los tiranos. Las organizaciones
religiosas, cuando apoyan a los gobiernos de las naciones, deberían cuidar que ese apoyo no
fuese incondicional. Porque eso ha derivado, en demasiadas ocasiones, en secuelas
irreversibles hacia tiranías lamentables. La historia reciente de la Humanidad está llena de
ejemplos. La aberración de confundir cuerpo y alma, cielo y tierra, no puede conducir más que
a la aceptación del poder absoluto de los tiranos, cuando éste se legitima por los poderes
religiosos. Independientemente de la religión de que se trate.. Luego, la negación de
complicidades, se vuelve increíble. Emilio del Barco,, emiliodelbarco@hotmail.es

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