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EL LUSTRABOTAS PORTEÑO

ARTICULOS DE LA SEMANA UNIVERSAL


Nº 20 16 DE MAYO DE 1912
Indudablemente las cosas chicas son las que dan mejor idea de las grandes.
-No sé si esta observación es mía nada más, ó se le ha ocurrido á alguien antes que á
mí: lo que sé es que es rigurosamente exacta.
¿Queréis una prueba de su exactitud?
Los pibes callejeros.
Siendo Buenos Aires tan grande, y siendo sus pibes tan chicos (como que pibe es
sinónimo de pequeño) no hay nada que refleje tan bien el carácter y el modo de ser de
nuestra Capital como sus pibes.
Voy á tratar de demostrártelo, querido Lector, en nuestra charla de hoy.

Pero — me preguntarás tal vez — ¿porque se te ocurre eso "ahora? Pues.'.,


precisamente por lo que te iba diciendo; porque las cosas chicas son muchas veces las
que sugieren la idea de las grandes.
Venía yo, hace un rato, á la Redacción de la semana universal», con el propósito de
escribir este artículejo, aunque sin haber encontrado todavía el tema de nuestro
palique, cuando me salió al paso un chicuelo, ofreciéndome sus servicios. Era un pibe,
de unos doce ó trece años, tan desarrapado de traje como alegre de rostro, vivo,
inteligente, charlatán; con su cajón de lustrar al hombro, del que hubiera podido
prescindir sin dificultad, porque llevaba en la caray en las manos huellas tan claras
(mejor hubiera dicho, tan obscuras) de su oficio, que pasando por ellas el cepillo,
hubiera dejado flamantes muchos pares de botines, sin necesidad de recurrir á las
pastas que su cajón contenía.
Rechacé de primera intención la oferta del chicuelo, pero ante su insistencia, cambié de
parecer. Indudablemente mi calzado no necesitaba por el momento los auxilios del
lustrador, pero la conversación chispeante, ingeniosa, alegrisima del pequeño, me hizo
pensar en que yo necesitaba asunto para un artículo y él podía dármelo.
Y me puse en sus manos para que lustrase mis botines é i...lustrase mi ingenio.

Rosario 1902
El tipo del muchacho callejero de las grandes capitales, es muy parecido en todas ellas.
Varía el nombre, pero no el carácter. En París se le llama pilluelo, en Madrid golfo, en
Buenos Aires pibe, y en todo el Mundo Latino tiene un abolengo nobilísimo; como que
desciende en línea recta del celebérrimo Gavroche, de Víctor Hugo, y del incomparable
Rinconete, de Cervantes.
Sin duda por hacer honor á aquellos grandes maestros que inmortalizaron á sus
ascendientes, los Rinconetes y los Gavroches actuales (por no referirme más que á los
españoles y a los franceses) siguen siendo los mismos, ó casi los mismos, que
pintaron, Cervantes y Víctor Hugo.
No lo dudes, Lector; en esas bandadas de chicuelos que en todas las poblaciones
populosas echan á la calle la orfandad ó el abandono, y que, como bandadas de
pájaros, las recorren á todas horas, alborotándolas y alegrándolas, se ocultan bajo los
harapos, muchas .cosas buenas y quizás también no pocas malas: se ocultan el ingenio,
la inteligencia, la sobriedad, la fuerza, tal vez hasta la abnegación y el heroísmo, y tal
vez

igualmente, en algunos, la futura carne de presidio, el


instinto criminal; pero en todos ellos, en los destinados á ser hombres de bien, como en
los que acabarán en los establecimientos penitenciarios, van siempre dos cosas que los
LUSTRABOTAS
hacen necesariamente simpáticos: de un lado la desgracia, del otro la alegría.
CON DAMA.
Mientras yo 1890
INGLATERRA pensaba en esto, mi diminuto lustrador seguía frotando vigorosamente mis
botines, y habiéndome en una jerga hispano-italiana, por todo extremo pintoresca.
Su acento le hizo perder para mi gran parte del parecido con Gavroches y Rinconetes.
No era ciertamente mi locuaz interlocutor, aunque de ellos descendiera, el heredero
directo de aquellos grandes pibes, consagrados por. los siglos; era un nuevo tipo de
golfo ó de pilluelo—como queramos llamarles — nacido aquí, ó por lo menos formado
aquí, donde la afluencia inmigratoria de todos los pueblos, y la mezcla de todas las
razas, va constituyendo en todos los órdenes — desde el zoológico al humano— un
nuevo tipo, esencialmente argentino, aunque proceda en su origen de otras naciones;
era el golfo porteño, resumen síntesis, digámoslo asi, de todos los golfos, pasados y
presentes.
En efecto, el golfo porteño (permíteme, lector amigo, que le dé este nombre de vez en
cuando, para variar) no se parece á ningún otro. Tiene algo de todos al mismo tiempo,
sin tener nada de ninguno en particular. Una de las primeras cosas que constituyen su
personalidad, es precisamente el no tener ninguna muy determinada. Hay entre ellos la
más extraordinaria variedad de rostros, de caracteres, de aspecto, de indumentaria, y
hasta de lenguas. Si los observáis, oiréis que hablan ó chapurrean todos los idiomas,
del castellano al alemán, y del ruso al italiano.
En este último me contó mi comunicativo lustrador toda su historia.
Era napolitano de origen; había llegado hacía
dos años; el padre era carrero; la madre
planchadora; tenía varios hermanos, uno
limpiabotas, como él, otro vendedor de
diarios, otro changador, otro peón de
una chacra... El era el mayor, y como si
dijéramos el jefe (á pesar de no llegar se
guramente, á los 14 años) de los tres que
vivían en la Capital; el otro lustrador y
el diarista...
Oyendo á mi improvisado amigo se robusteció
mi creencia de que el pibe callejero porteño,
se diferencia fundamentalmente de sus
congéneres de otros países. Tiene su misma
alegría, su mismo ingenio, su misma
simpática insolencia, pero tiene al mismo
tiempo, un no sé qué de formalidad, de
previsión, y sobre todo, de amor al trabajo,
que á aquellos les falta. La característica del
pilluelo europeo, lo mismo en las orillas del
Sena, que en las del Támesis, ó en las del
Tiber, ó en las del Manzanares, es la
holganza. No es esto decir' que muchos de
aquellos infelices no trabajen á veces; pero lo
hacen solamente estimulados por el acicate de
la necesidad. Cuando esta ha desaparecido,
es inútil hablarles de labor algynaj hasta que
vuelven á sentir el aguijón del hambre. El
pibe.callejero porteño es todo lo contrario.
Holgará á ratos, pero volverá-pronto á su
obligación; le veréis correr y jugar por las?
calles, como lo que es, como un niño, sediento
de risas, rebosante' de placer, pero correrá y
jugará con su

LUSTRADORES –
LUSTRADOR SHOES SHINES
NUEVA YORK 1910 ITALIANOS EN NUEVA YORK . 1896

LUSTRADOR CON DAMA


INGLATERRA 1890
cajón de lustrar á la espalda, ó sus este pibe porteño, que vuelvo á
diarios bajo el brazo, dispuesto á acudir calificar de excepcional, de único.-
al llamamiento del cliente ó del com- Aquel mismo rapazuelo era la mejor
prador, como si ya comprendiese á esa prueba. Mientras le hablé de cosas
edad, (en la que por lo general aún no indiferentes, solo reflejaba en sus
se comprenden esas cosas) que el respuestas despreocupación y malicia
trabajo — esa malicia de todos los muchachos
del mediodía de Europa, mezcla de
socarronería, ingenio y desvergüenza;
Estas observaciones hacia yo en mi — pero apenas le pregunté que hacía,
interior, mientras el joven napolitano en que se ocupaba, de que vivía, el
frotaba, cada vez más enérgicamente chicuelo se formalizó rápidamente,
mis botines, hasta dejarlos convertidos contestándome en otro tono.
en una especie de espejo, hablándome ¡Ah, no ! Eso ya no era cosa de juego.
siempre al mismo tiempo, y su El salía todas las mañanas á las 7 en
conversación me afirmaba en mi idea punto. Trabajaba en las veredas y en los
de que, sin duda por el influjo del cafés de la Avenida, hasta las ocho de
ambiente, el muchacho de cualquier la noche... ganaba muchas guitas. Y
país que llega á Buenos Aires, pierde en ahorraba. Ya tenía...\que sé yo cuantas
breve su carácter nativo, para Y lo mismo su hermano y discípulo, el
convertirse en otro lustrador, que había establecido su
cuartel general en lamentación del
Once. El Diarista era el más atrasado;
aún no había aprendido bien el oficio;
escasamente ganaba peso y medio al
día, ¡ pero ya aprendería: aún no tenía
más que ocho años...
Y oyendo á aquel pibe hablar tan
formalmente de trabajo, y de ahorro, y
de como se gana más ó menos, y de los
medios. de conquistar parroquianos
etc., etc., yo pensaba para mi:
indudablemente el Mundo se
transforma: los Gavroches -y los
Rinconetes de hoy no son los de los
tiempos pasados; llevan dentro de ellos,
mezclado con su alegría infantil, el
germen de un especulador, de un
hombre de negocios. ¡Quién se lo
hubiera dicho á Víctor Hugo y á
Cervantes I ¡Quién sabe si este mismo
muchacho que me está lustrando los
botines, no será mañana un
archimillonario I ¡Hay tantos ejemplos
parecidos! — ¡ Y entonces se
avergonzará, tal vez, de su origen, en
lugar de ufanarse de él — Si yo hubiese
limpiado botines y fuera rico, en vez de COMO SIEMPRE
ocultar mis comienzos, los publicaría á LAS REVISTAS COMO
todas horas. Este es el Mundo moderno CARAS Y CARETAS
Y ESTA TIENEN UNA
que nace, bien distinto del antiguo que
VISIÓN EXOTICA ,
muere.
COSTUMBRISTA Y
Y pensando en todo esto, y mirando á DELICTIVA DE LA
mi buen pibe, que en aquel momento POBREZA ,
acababa victoriosamente su tarea, no DE LA MISERIA
pude por menos de repetir,
«indudablemente las cosas chicas son
las que dan idea de las grandes».
LA EXPLOTACI ÓN
un porteño. INFANTIL SOLO ERA
VISTA POR LOS
ANARQUISTAS ,
SOCIALISTAS ,
COMUNISTAS Y
FILANTROPICOS

Idem1912 LA SEMANA ILUSTRADA BS AS

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