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BION

Existen pensamientos sin una persona que los piense. La idea de infinito es anterior a
toda idea de lo finito. Lo finito es “ganado al oscuro e informe infinito” [Milton]. Para
formular esto más concretamente, la persona humana tiene conciencia del infinito, el
“sentimiento oceánico”. Toma conciencia de la limitación, presumiblemente a través de
la experiencia física y mental de sí misma y de la sensación de frustración. Un número
infinito, una sensación de infinitud, son reemplazados, digamos, por una sensación de
“triplicidad”. La sensación de que existe un número infinito de objetos es sustituida por
la sensación de que sólo existen tres objetos; el espacio infinito se convierte en espacio
finito. Los pensamientos que carecen de pensador adquieren un pensador, o son
adquiridos por él.

TERRITORIOS PRIVADOS

En este punto se enlaza una cuestión interesante y que merece al menos una digresión,
aunque me resulta imposible darle el desarrollo completo que le correspondería. Freud
expuso consideraciones acerca del origen y del desarrollo de la cultura en general y de
nuestra cultura en particular. Esas consideraciones –que están en Totem y tabú, en El
malestar en la cultura y en Moisés y la religión monoteísta– interesaron a historiadores,
sociólogos, antropólogos y filósofos y dieron lugar a apasionadas controversias acerca
del valor de las tesis freudianas. Pero al menos hasta donde yo sé no se ha destacado la
existencia de un proceso inverso. Al desarrollar sus reflexiones acerca de la Historia (la
de la horda y el padre o la del judaísmo y el cristianismo) los aspectos que Freud
exploró se introdujeron, por mecanismos difíciles de definir, en la historia misma del
psicoanálisis y contribuyeron a modelar su imaginario [probablemente este proceso se
repite cada vez que el psicoanálisis incursiona en «territorios extranjeros»]. La
operación en realidad es aún más complicada: los fragmentos de esa historia [Una
historia plural compuesta por elementos de naturaleza muy diversa: religiosos,
mitológicos, antropológicos, sociales e incluso geológicos, a tenor de un manuscrito
inédito de hallado recientemente: Sinopsis de las neurosis de transferencia (1985)] que
Freud somete al análisis reaccionan sobre éste al que fragmentan a su vez, componiendo
una suerte de geografía fantástica cuyos paisajes, como escenas oníricas, se despliegan
en la noche de aquel imaginario.
FREUD NUEVAS CONFERENCIAS 31

Señoras y señores : Sé que en sus vínculos con personas o cosas ustedes advierten la.
significación del punto de partida. Le ocurrió también al psicoanálisis : en modo alguno
fue indiferente para su ulterior desarrollo, ni para la acogida que tuvo, iniciar su trabajo
por el síntoma, lo más ajeno al yo que se encuentre en el interior del alma. El síntoma
proviene de lo reprimido, es por así decir su subrogado ante el yo; ahora bien, lo
reprimido es para el yo tierra extranjera, una tierra extranjera interior, así como la
realidad -permítanme la expresión insólita- es tierra extranjera exterior

FREUD ANÁLISIS TERMINABLE E INTERMINABLE

Los dos principios básicos de Empédocles, (....) y (....) son, por su nombre y por su
función, lo mismo que nuestras dos pulsiones primordiales, Eros y destrucción,
empeñada la una en reunir lo existente en unidades más y más grandes, y la otra en
disolver esas reuniones y en destruir los productos por ellas generados. Mas no ha de
asombrarnos que esta teoría haya reaparecido alterada luego de dos mil quinientos
años . Aun si prescindimos de la limitación a lo biopsíquico, que nos es impuesta,
nuestras sustancias básicas ya no son los cuatro elementos de Empédocles; la vida se ha
separado para nosotros tajantemente de lo inanimado, ya no pensamos en una mezcla y
un divorcio de partículas de sustancia, sino en una soldadura y una desmezcla de
componentes pulsionales. Por otra parte, en cierta medida hemos dado infraestructura
biológica al principio de la «discordia» reconduciendo nuestra pulsión de destrucción a
la pulsión de muerte, el esfuerzo de lo vivo por regresar a lo inerte. Esto no pone en
entredicho que una pulsión análoga pueda haber existido ya antes, y desde luego no
pretende afirmar que una pulsión así se ha engendrado sólo con la aparición de la vida.
Y nadie puede prever bajo qué vestidura el núcleo de verdad de la doctrina de
Empédocles habrá de mostrarse a una intelección posterior.

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