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En primer lugar, vamos a tener entre manos unos personajes definidos por dos
grandes tipos de variables. Por un lado, son un producto social e histórico concreto. Por
otro, son sujetos que viven en una etapa diferente y diferenciable de su vida. Son de
aquí y de ahora. Se explican, se entienden, por el barrio en el que están, por sus calles,
por los rincones o los bares donde los acogen. Siempre hay una película, una canción,
un lenguaje o un atuendo nuevo. Para comprenderlos hay que conocer las culturas que
recrean y ponen de moda, los estilos de vida, las reacciones de sus vecinos adultos, los
grupos (las tribus) de jóvenes en los que aspiran a incorporarse.
En segundo lugar, resulta que estos personajes adolescentes son diversos. Hay
muchas adolescencias y no una sola. Algunas, incluso enfrentadas, opuestas. La
diversidad adolescente, además, se ha construido sobre diferencias acumuladas.
Diferencias personales, familiares, sociales, escolares, acumuladas a lo largo de las
etapas infantiles y, a menudo, transformadas en dificultad y conflicto. No comienzan
ahora ni la escuela ni la vida. Leen su presente y su futuro con lastres personales que
han de ser arrojados. Como etapa de grandes transformaciones, acompañadas de
inestabilidad, provisionalidad y desequilibrio permanentes, es en los personajes con una
historia personal de dificultades donde presenta su mayor aparatosidad. Con facilidad
nos hace creer que tenemos delante sujetos hiperproblemáticos por los que nada
podemos hacer.
Un encargo compartido
También es cierto que tutores, profesores y profesoras no son los únicos adultos,
ni las únicas personas, que están influyendo ahora en su vida. Al margen de toda la
cuestión de la socialización entre iguales que no abordamos aquí, la ESO debe
plantearse cómo definir, cómo tener en cuente y, si es el caso, cómo coordinar o
integrar otras influencias adultas. Entre otras, habrá que definir y trabajar las relaciones
con el círculo familiar, la interrelación con otros educadores en ámbitos no formales
(desde los entrenadores a los animadores culturales), la relación con los educadores en
medio abierto y los servicios sociales de atención primaria, etcétera.
Señalaré, para acabar, que nadie debe pretender que la nueva secundaria
obligatoria y sus agentes educativos resuelvan el conjunto de necesidades y
dificultades de sus alumnos. Pero también es cierto que nadie les da derecho a
estropear de una manera importante su vida. Dejemos para otra ocasión el discutir si
hemos de ser tutores, colegas, policías, padrinos o ángeles de la guarda.de momento
digamos que no se puede pasar de ellos, que no estamos sólo para poner límites, que
no es con nosotros con quienes han de aprender lo dura que es la vida.
1
CIREM (1995), Exit i fracas escolar a Catalunya, Barcelona, Fundació “Jaume Bofill”, Colección
Polítiques.