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UNA RAÍZ QUE ALIMENTA EL PECADO

Fernando Gálvez Barajas

“Con vuestra paciencia ganareis vuestras almas”


Lucas 21:19

Hay costumbres que llegan a ser hábitos pecaminosos en la vida aún de los cristianos, de tal manera que
nos llegamos a sentir vencidos por ellos; pero ¿Qué no se supone que Cristo nos ha redimido del poder
dominante y el gobierno del pecado? ¿Por qué somos todavía vencidos por él? Hábitos como los
pensamientos lascivos, la gula, la masturbación, la pornografía, el enojo, y otros más. ¿Cuál es la raíz que
alimenta esos hábitos? Pueden ser una o varias raíces, pero considero que una de las raíces que con mayor
facilidad se extienden en el corazón descuidado de los cristianos es la impaciencia.

La palabra paciencia es una traducción del vocablo griego jupomone que está compuesto por las
palabras jupo bajo y meno permanecer. De allí que se traduce paciencia y en otras versiones
perseverancia o firmeza. La connotación es pasiva; aguantar, soportar. Pero tiene una connotación activa;
seguir adelante sin desmayar. Esbozado en un lienzo sería como aquella persona que está en medio de una
gran tormenta que no se queda pasivamente esperando a que pase sino que en posición agachada
protegiéndose de los embates de un viento recio sigue adelante sabiendo que habrá un lugar donde llegará si
persevera. . Para los cristianos la connotación pasiva es soportar los embates externos esperando en Dios,
confiando en la consumación futura del reino donde ya no habrá más dolor, tristeza, sufrimiento y muerte.
Pero la connotación activa es la de pelear la buena batalla de la fe no cansándose de hacer el bien. En la
paciencia o perseverancia convergen estas 2 cualidades; tanto la activa como la pasiva que, tienen su
expresión armoniosa en una vida de paciente pero a la vez tenaz espera.

Un buen ejemplo lo encontramos en Salmo 27:14 “Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. si,
espera al Señor. Aquí encontramos esa convergencia ---esperar y a la vez esforzarse. Sabemos que el
ejemplo supremo es el de nuestro Redentor que supo esperar en su Padre confiando en su presencia
constante, pero a la vez amando, perdonando y mostrando su gracia y misericordia por los pecadores.

La paciencia es la columna vertebral de una vida de pureza, de una vida de virtud. En nuestros tiempos
contemporáneos las persecuciones, sobretodo en occidente, no se dan en riesgo de la vida, pero si en
contextos cotidianos. Perseverar puede significar a un esposo responder correctamente ante los embates de
una esposa iracunda e impaciente. Para una esposa perdonar y hacer lo que agrada a Dios a un esposo que ha
quebrantado el pacto matrimonial, puede significar para un alumno someterse a un maestro injusto, para un
trabajador responder correctamente ante compañeros burlones y jefes injustos. En estos y otros casos hay
rasgos de persecución por causa de Cristo y en cada uno de estos casos y otros similares la respuesta debe ser
la paciencia. Tanto para soportar confiando en Dios como en siendo activos caminando hacia delante en la
carrera cristiana haciendo lo correcto sin desmayar.

Cuando en los embates de la vida diaria somos impacientes confiando en que tenemos la capacidad de
tomar el control de nuestras vidas, y de dar soluciones sencillas y pragmáticas claudicaremos en el mar de la
desesperación y nos ahogaremos en hábitos que llegarán a empobrecer nuestra vida espiritual. Esta pobreza
se expresará en un espíritu inquieto, lleno de frustración y desesperanza.

La respuesta de Dios al espíritu independiente que ha tomado su propia vida en sus manos es; la
paciencia. Esperar en el Señor confiando en su justicia y gracia para abastecer nuestros dolidos corazones, y
a la vez, luchando con las armas de Dios para derribar fortalezas. Haciendo lo correcto en menosprecio de
nuestra propia vida y comodidad.

Más bien, en todo y con mucha paciencia nos acreditamos como servidores de Dios: en sufrimientos,
privaciones y angustias; en azotes, cárceles y tumultos; en trabajos pesados, desvelos y hambre. Servimos
con pureza, conocimiento, constancia y bondad; en el Espíritu Santo y en amor sincero; con palabras de
verdad y con el poder de Dios; con armas de justicia, tanto ofensivas como defensivas; [
2Corintios 6:4-7.

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