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EL MAL, 1

El ser humano advierte la existencia de un mal que


proviene de la naturaleza: fenómenos que aparecen
como ligados a los límites propios de las criaturas.

El hombre quiere naturalmente vivir y vivir con


bienestar material. Si se deja llevar por la visión
terrena, cualquier atentado contra esta situación se
valora como mal, sobre todo si implica la muerte,
ante la cual los demás males se consideran en menos.

Suele distinguirse entre mal físico (se produce en el mundo de la


naturaleza, como consecuencia de la imperfección material) y mal
moral (se produce por la desviación de la libre decisión de los án-
geles y de los hombres en el camino hacia su destino último). El
mal moral es el pecado.
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EL MAL, 2

San Basilio:
Basilio “No vayas a podrá ponerse nunca
suponer que Dios es la
ante los ojos su sustan-
causa de la existencia del
cia, como existiendo
mal, ni a imaginarte que
verdaderamente. Por-
el mal tiene una subsis-
que el mal es la priva-
tencia propia. La perver-
ción del bien” (PG 31,
sidad no subsiste como
341).
341
si fuera algo vivo, ni

“Ninguna naturaleza absolutamente hablando es mala. Este nombre


de mal no se da más que a la privación del bien” (San Agustín,
Sobre la Ciudad de Dios 11, 22).
22
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EL MAL, 3

CCE 311:
311 “Los ángeles y los hombres,
criaturas inteligentes y libres, (...) pue-
den desviarse. De hecho pecaron. Y fue
así como el mal moral entró en el mundo,
incomparablemente más grave que el
mal físico. Dios no es de ninguna manera,
ni directa ni indirectamente, la causa del
mal moral. Sin embargo, lo permite, res-
petando la libertad de su criatura, y, mis-
teriosamente, sabe sacar de él el bien”.

CCE 390:
390 “La Revelación nos da la certeza de que toda la historia
humana está marcada por el pecado original libremente cometido
por nuestros primeros padres”.
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EL MAL, 4

CCE 398:
398 “En este pecado (original), el hombre se prefirió a sí
mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios (...). El hom-
bre, creado en un estado de santidad, estaba destinado a ser plena-
mente ‘divinizado’ por Dios en la gloria. Por la seducción del dia-
blo quiso ‘ser como Dios’, pero sin Dios, antes que Dios y no
según Dios”.

CCE 400:
400 “La armonía en la que se encontra-
ban (...) queda destruida; el dominio de las fa-
cultades espirituales del alma sobre el cuerpo
se quiebra; la unión entre el hombre y la mujer
es sometida a tensiones (...). La armonía con la
creación se rompe; la creación visible se hace
para el hombre extraña y hostil (...). La muerte
hace su entrada en la historia de la humanidad”.
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EL MAL, 5

El pecado es el mal radical, el origen de todos los males.


Es ofensa a Dios, “amor de sí hasta el desprecio de Dios”
(San Agustín, De civitate Dei 14, 28).
28

El pecado es el verdadero mal por-


que de él provienen los demás ma-
les en el mundo, entre los que se
encuentra el mal físico. Las conse-
cuencias del pecado son devastado-
ras: envidia, sufrimiento, dolor,
penas, tristeza, corrupción, ceguera,
frialdad de corazón, etc..
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EL MAL, 6

Los Evangelios nos muestran con gran frecuen-


cia a Jesús en íntimo contacto con el sufrimien-
to de los hombres. El Señor deja que se le acer-
quen los pobres, los enfermos, los endemonia-
dos, los pecadores y todos los que son víctima
de desgracias e infortunios humanos.

Sin haber cometido pecado alguno, Jesús se abraza decididamente


al dolor, por amor al Padre y a los hombres. Sufre personalmente
hasta la muerte de Cruz a pesar de ser inocente.

“Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la


muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscu-
ridad” (Gaudium et spes 22).22
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EL MAL, 7

Cristo nos redime y nos salva a través de la


Cruz. Desde ese momento el hombre puede
descubrir la fuente de bien que esconde el
dolor. Para una persona, según la disposición
interior que tenga, el sufrimiento puede ser
redentor y purificador del alma si, como
Cristo, se recibe en ofrenda de agradable
entrega a la voluntad y amor divinos.

El dolor y el sufrimiento son males no queridos por Dios al crear.


Gracias al valor redentor y purificador de la Cruz de Cristo, se
han convertido en un gran valor de purificación, expiación y re-
dención.

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