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Análisis de la obra de Liddell Hart y André Beaufre bajo la luz

clausewitziana
Hablar de los estrategas como André Beaufre y de Liddell Hart y sus teorías
estratégicas relacionadas con los términos clausewitzianos, requiere de un análisis
exhaustivo y propio en estilo, ya que serán tratados en los principios de la Guerra.

Naturaleza de la Guerra

En cuanto a la Naturaleza de la Guerra podemos encontrar puntos de vista


coincidentes como son:

Clausewitz dijo más de la naturaleza de la Guerra que cientos de libros de estrategia


que se hayan escrito con posterioridad. Las teorías estratégicas de Clausewitz junto con las
de Mahan y Douhet originaron el estilo de “Guerra de Atrición” o Desgaste. La “Guerra de
Atrición”, que postula la importancia de la aniquilación de las fuerzas militares enemigas,
es un privilegio para aquellos que poseen la superioridad en los medios militares y en
donde por diferentes razones no es posible aplicar la “Guerra de maniobras”. También es
una opción disponible cuando la Guerra adquiere el carácter de ilimitada. Otros pensadores
y estudiosos de la Guerra como Federico el Grande, Corbett, Castex, Liddell Hart, Fuller y
Sun Tzu fueron los precursores de la “Guerra de Maniobras”. Estas teorías fueron aplicadas
con éxito en la Guerra mecanizada durante al Segunda Guerra Mundial y en la mayoría de
los conflictos desde esa época hasta hoy. Así podemos observar que estos principios
sustentados por estos estrategas se mantienen plenamente vigentes en la actualidad.

En otro orden de ideas con respecto a la naturaleza de la Guerra se puede mencionar


las Estratégicas de la Maniobra con los Sistemas de Fuerza, siendo el representante de esta
teoría el General de Ejército Francés André Beaufre. Sus teorías estratégicas tienen el gran
mérito de haber sintetizado, en forma magistral, la evolución del pensamiento estratégico
desde Clausewitz hasta la era nuclear. Los modelos del conflicto que aporta Beaufre, junto
con los modos de la Estrategia Total, ya sea de la acción en su modo Directo o de la acción
en su modo Indirecto, son una contribución importante a las teorías del origen y forma de
los conflictos ocurridos a nivel internacional.

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La aplicación es universal y su validez como teoría está asegurada en el tiempo.
Beaufre sostiene que la Fuerza Militar es uno de los posibles recursos disponibles al más
alto nivel del Estado para doblegar al voluntad de lucha del adversario. Otros instrumentos
relacionados con la Estrategia de Maniobras, son la aparición y uso de los términos de
Guerra psicológica, la Guerra de la información, la Guerra económica, la amenaza del
empleo de la fuerza, la política, etc. Beaufre no destaca ningún sistema o forma de fuerza
específica, aún siendo válidas sus teorías en todo el espectro de los posibles conflictos entre
estados, poseen vigencia en la época actual y futura. La fuerza militar tendrá una relevancia
mayor o menor, dependiendo del tipo de conflicto a enfrentar, y de la maniobra a nivel
político estratégico. Al haber formulado sus conceptos y teorías en el nivel de la estrategia
total, Beaufre ha superado, por este sólo hecho, la mayoría de las limitaciones de las
estrategias clásicas que lo precedieron. Continuando con Beaufre, encontramos que
partiendo del origen de la Guerra, el autor basa su correspondencia con los modelos 1, 3 y
5, en contraposición al definido por Clausewitz como “alcanzar la decisión para conseguir
el objetivo por el empleo de las fuerzas.

Bajo esta óptica, Liddell Hart sostiene que la confrontación directa se hará de fuerte
a fuerte y la decisión deberá producirse en el teatro principal”, es por ello que este estratega
adopta el concepto de Estrategia del objetivo limitado. Ello se debe a que en la estrategia
directa, se intenta conseguir la decisión sobre el objetivo político sin un enfrentamiento
directo, sino con el desgaste constante del adversario. Asimismo, no siempre será posible la
dislocación del enemigo o su destrucción por medio de la batalla. Si un Gobierno valora
que el enemigo tiene superioridad militar puede adoptar una estrategia de objetivo limitado.
En este caso el Gobierno, en su política de Guerra, puede actuar de las siguientes formas:

 Esperar hasta que el equilibrio de fuerzas varíe, en función de posibles aliados o


mediante transferencia de fuerzas de un teatro a otro, ejemplo de ello la
coalición de los EUA en la reciente Operación Libertad Duradera.

 Puede limitar su esfuerzo militar hasta que la acción económica decida la


solución a tomar, ejemplo de ello, las acciones de bloqueo a Irak en la Guerra
del Golfo.

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 Ante la imposibilidad de la destrucción del poder militar del enemigo, puede
asegurar el objetivo de su política de Guerra, apoderándose de un territorio y
usarlo para las negociaciones de Paz. La razón más usual para adoptar una
estrategia de objetivo limitado es la de esperar un cambio en el equilibrio de
fuerzas, cambio buscado y obtenido con frecuencia, mediante el agotamiento de
las fuerzas del enemigo, debilitándole por pequeñas acciones en lugar de por la
ejecución de golpes arriesgados. La condición esencial de esta estrategia, es que
el agotamiento del enemigo deberá ser desproporcionadamente mayor que el
propio y ello se puede lograr desgastándolo mediante las siguientes acciones:

 Apoderándose de sus abastecimientos por medio de ataques locales.

 Atrayéndolo a ataques inútiles.

 Provocando una excesiva y amplia distribución de sus fuerzas.

Vinculación Política y Militar

En cuanto a la Vinculación Política y Militar se origina con la teoría de


Clausewitz, en la cual define que “.la Guerra no es simplemente un acto político, sino un
verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de
las mismas con otros medios". Asimismo partiendo de las ideas de que “la Guerra no es
sino la continuación de las transacciones políticas, llevando consigo la mezcla de otros
medios”. Decimos la mezcla de otros medios, para indicar que este comercio político no
termina por la intervención de la Guerra, sino que al lograrse los objetivos se mantendrán
con la permanencia de estos medios, recalcándose la naturaleza política de la Guerra y
permite deducir que:

 El Objetivo Político de Guerra (su "fin político", según Clausewitz) es rector y


determina la aceptabilidad de la Guerra y las acciones que la constituyen.

 El Conductor Político debe verificar que las acciones efectuadas durante la


Guerra no tengan repercusiones negativas al interés nacional.

3
 La victoria militar y las acciones militares durante la Guerra deben ser
políticamente aceptables, considerando que el propósito de la Guerra reside en
la Paz posterior.

De lo anterior, se puede observar que este principio hace relacionar las imposiciones
del nivel político con el nivel militar, delimitando el área de aceptabilidad de empleo de la
herramienta militar y constituyen, más que "interferencias", las exigencias que le dan
sentido a la acción militar, ya que ninguna estrategia se satisface a sí misma.

La rapidez y características de los acontecimientos político-estratégicos que


presenta el actual escenario internacional y la evolución tecnológica-militar en cuanto al
aumento de exactitud, radio de acción y letalidad de los sistemas de armas de esta época,
otorgan por ejemplo al Poder Naval la oportunidad de desarrollar una capacidad anfibia de
renovadas condiciones y multiplicada incidencia, la cual le permitirá estar presente
oportunamente en el escenario terrestre de la decisión y constituir una alternativa de alta
rentabilidad frente a una gran variedad de situaciones políticas y militares. Otra
aplicabilidad es el uso de los satélites, los cuales están claramente presentes en esta doctrina
de empleo, aportando información vital que se combinará en red con las capacidades
nacionales o aliadas de obtener informaciones del enemigo, lográndose el fenómeno de la
“fusión de las informaciones”.

En este sentido las enseñanzas de Liddell Hart nos permite precisar que la relación
del aparato político del Estado con el militar tiene el propósito de: “... el objeto de la
Estrategia es provocar la dislocación del enemigo, de la que puede seguir la disolución de
los ejércitos adversarios o la ruptura de su resistencia por la batalla” “(...) La dislocación
estratégica resulta de uno de los movimientos siguientes: a) que se trastorne las
disposiciones (despliegue) del enemigo y al obligarlo a un súbito cambio de frente disloque
la distribución y organización de sus fuerzas; b) que separe sus fuerzas; c) que ponga en
peligro sus abastecimientos; d) que amenace la ruta que lo une a su base o a su país (o la
región vital de él)” “(...) La dislocación psicológica surge de la sensación de verse cogido
en una trampa". También es importante resaltar que en el momento de analizar la situación
estratégica, se deberá: “(...) Más alejada aún de la verdad (...) es la tendencia rutinaria,

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especialmente característica de los reglamentos modernos, de considerar que la Guerra trata
principalmente de concentrar una fuerza superior”.

Si tomamos en cuenta a Beaufre, es aconsejable "no sólo conciliar los objetivos


elegidos por la estrategia general con las posibilidades determinadas por las tácticas o por
las técnicas, sino también orientar la evolución de las tácticas y de las técnicas para
adaptarlas a las necesidades de la estrategia". De esta manera, concretamente, el factor
político tomará la información necesaria de los escenarios que se presentan, que nos remite
a las movilidades estratégicas (fuera del combate), que al transmitirlos al factor militar, este
empleará la informática, como herramienta útil para conocer las movilidades tácticas dentro
del combate: “Pero la estrategia no se juega como el ajedrez, con peones de valor constante
y definido. Sus soluciones se asemejan a un guiso en que fuera preciso mezclar ingredientes
en constante estado de transformación”. Las nuevas tecnologías interpelan las viejas
estrategias sin éxito. Es por ello, que un ejemplo de aplicabilidad de este pensamiento
estratégico, lo encontramos en la doctrina de la Armada estadounidense, la cual contempla
operaciones destinadas a lograr el control del mar mediante la destrucción o inutilización de
los sistemas de Mando y Control, convirtiendo la validez de las teorías de Beaufre en una
fortaleza, esto motivado a que no han sufrido variaciones con el término de la Guerra Fría y
podrán ser aplicadas, sin ningún inconveniente en la nueva era de los conflictos que
incluyan la dimensión espacial, ahora emergentes.

Continuando con los basamentos teóricos de Beaufre, encontramos que existe una
gran política que fija los objetivos a alcanzar de acuerdo a las metas señaladas por el interés
nacional; por su parte, la estrategia total define cómo el conductor político accionará con
los campos de acción, es decir, con todas las fuerzas de la nación para lograrlo. A
continuación, el gobernante indicará si precisa emplear una estrategia de disuasión
(amenaza con el empleo de los medios), o si alternará en el tiempo y espacio ambas
estrategias. En cada una de ellas detallará explícitamente si pretende emplear el modo
directo (preponderancia de la fuerza), el modo indirecto (preponderancia de los medios
diplomático, económico y psicológico, o si alternará ambos modos en tiempo y espacio.

Niebla y Fricción

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Lo atinente a la Niebla y Fricción, concebidos por Clausewitz como principios de
orden directo e influyentes en la Guerra, estando definidos en la incertidumbre: “(...) es la
dificultad de ver claramente, constituye una de las más potentes fricciones en la Guerra y
hace que las cosas aparezcan con visos distintos a lo que habíamos imaginado”.
Generalmente nos inclinamos más a creer lo malo que lo bueno, a exagerarlo sin visible
causa. El azar hace que en la Guerra aparezcan sin cesar las cosas de manera distinta a
como se las esperaba. La fricción: “(...) como la máquina militar, el ejército y cuanto a él
pertenezcan, es en el fondo bien sencillo, y parece, por lo tanto, fácil de manejar. Mas
reflexionando se ve que ninguna de sus partes está compuesta de una sola pieza; que todas
están compuestas de individuos, cada uno de los cuales conserva en todas partes su propia
fricción”.

Ante estos conceptos Beaufre, haciendo similitud con los llamados conflictos
silenciosos: “una aplicación de las acciones rápidas y brutales para luego detenerse,
alcanzando objetivos parciales, reemprendiendo sucesivamente la marcha”. Lo que sugiere
el privilegio de los grupos de inteligencia, una mayor comunicación entre analistas y
decidores, centralización de las instancias de concepción y planificación y
descentralización de las ejecutoras, centrados en la decisión ética: “complicar o confundir
el proceso de producción de decisiones del oponente para que no pueda obrar o
comportarse de un modo coordinado o efectivo”, permitiendo reducir la niebla o
incertidumbre. Sin embargo, la sorpresa no está asegurada en tanto haya una creciente
interconexión y domesticación militar de las nuevas armas.

De todos modos, lo que se presenta es una forma de analizar y actuar sobre el


problema estratégico, requiriendo formular unas interrogantes como claves: ¿Cuál idea de
la victoria puede tenerse y sostenerse? ¿No queda la Guerra como un recurso para legitimar
unas élites que se resisten a lo volátil del poder único y central, más que profundizar en la
identidad de extensas y variadas poblaciones antes incuestionablemente apegadas a la
figura del Estado Nacional? En este sentido Beaufre, sostiene que no existe credibilidad en
el genio de los estrategas, derrotados por la visión de las Guerras catastróficas y las
amenazas constantes, sino por el contrario es necesario concebir la estrategia de la
posmodernidad para que la tecnología llegue sin superarla, subordinarla, hipotecarla o

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banalizarla, para así administrar las incertidumbres, sin apelar a los símbolos
convencionales del patriotismo de Guerra.

En cuanto a Liddell Hart, éste estratega ha desarrollado brillantemente una teoría de


la “aproximación indirecta” que considera como la mejor estrategia. Esta, en el ámbito
operativo militar, consiste en “no coger el toro por los cuernos” o sea en no enfrentarse con
el enemigo en una prueba de fuerza directa, sino antes de abordarlo, no haberlo conocido,
desasosegado, sorprendido y desequilibrado mediante una aproximación imprevista,
efectuada en direcciones desviadas. En el extremo de la acción tenemos que esta
"Aproximación Indirecta", la cual, retomando a Liddell Hart, elude la batalla frontal,
buscando la decisión de una forma secuencial mediante el desgaste periférico del enemigo.
Para ello actuará en frentes secundarios, sobre objetivos parciales, desgastando paso a paso
en aquellos lugares donde se logre una superioridad que asegure la victoria; es la acción
"local" del fuerte al débil. La acción en frentes secundarios nos puede dar una idea clara de
la excentricidad de las operaciones en la "Aproximación Indirecta" tanto si su carácter es
ofensivo como defensivo. Ejemplos de ello tenemos: es el caso de Alejandro, que antes de
atacar Persia se apoderó de Palestina y Egipto, de Escipión, que antes de arremeter contra
Cartago emprendió la conquista de España, etc. Se puede incluir en la aproximación
indirecta el desembarco aliado en África del Norte en 1942 y la campaña de Serbia en
1918. En realidad, esta maniobra de aproximación indirecta es un medio que se impone a
aquel de los dos adversarios que no tenga la seguridad de ser bastante fuerte como para
derrotar al enemigo, basándose en conocer anticipadamente sus bondades, fortalezas y
debilidades, es decir reducir la incertidumbre en una batalla librada en el terreno escogido
por el adversario. Liddell Hart pone acertadamente de manifiesto que no se tiene nunca la
seguridad de ser bastante fuerte y que, incluso cuando se es bastante fuerte, la victoria sería
mucho más costosa. Por ello preconiza el empleo sistemático de la aproximación indirecta.
Sin duda alguna tiene razón en la mayor parte de los casos, pero resulta claro que la idea
central de esta concepción es invertir, mediante una maniobra y no con el combate, la
relación de fuerzas opuestas antes de la prueba de la batalla. En lugar de un enfrentamiento
directo, se apela a un juego más sutil destinado a compensar la inferioridad en que se halla
uno de los adversarios. Esta idea central, que se traduce en estrategia militar con una
maniobra de carácter geográfico (la aproximación indirecta), en estrategia total ha hallado

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una aplicación de forma diferente en todos los conflictos en que uno de los adversarios
pretendía lograr un resultado con medios militares que, por tal o cual razón (debilidad
intrínseca o disuasión de emplear otros más importantes), eran inferiores a los que se le
podían oponer, por lo que se denota la medición de la fricción de ambos contrincantes.

Centro de Gravedad

Según Clausewitz, se debe mantener en mente las características dominantes de


ambos beligerantes; de estas emerge cierto centro de gravedad, el cual concentra todo el
poder y movimiento. Este es el punto donde se deben dirigir todas las energías. De la
misma manera, este considerara como centros de gravedad el Ejército o la Armada del
enemigo, el Estado enemigo, el liderazgo militar del enemigo y la percepción usual del
pueblo enemigo.

Clausewitz consideraba que la victoria le pertenecía al partido que lograra imponer


su voluntad al otro. Ese concepto es igualmente aplicable al espectro total de operaciones
militares y a todos los partidos que ejercen influencia en dichas operaciones. La
importancia de una moral fuerte es evidente, pero otros grupos también inciden en el éxito
o fracaso eventual de una empresa militar. El primero de éstos es el adversario. Si las
operaciones realmente se pueden definir como una contienda entre voluntades opuestas,
entonces el éxito de todo esfuerzo por socavar la moral del adversario bien puede ser un
aspecto complementario (y posiblemente alternativo) de la destrucción de la fuerza como
método de alcanzar los objetivos políticos y militares. Mientras mayor sea el éxito de las
operaciones sicológicas, la imposición de una presión incesante, la confusión sentida por el
adversario, el mantenimiento del control de la información y otros asaltos contra su
seguridad, menos necesarios serán otros medios de influencia y más rápido se podrá poner
fin a las hostilidades. La conducción de ataques bien logrados contra la moral de una fuerza
enemiga probablemente resulte menos costosa que la destrucción de su personal y equipo.

Clausewitz recalca la importancia de las fuerzas morales, toda vez que el objeto de
la Guerra reside en el convencimiento del enemigo con un propósito político. Al analizar
la resistencia del enemigo (esto es su poder militar) lo expresa como el producto de los
medios existentes y la firmeza de su voluntad.

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PODER MILITAR

Potencias Morales Medios Físicos


POR
(Firmeza de Voluntad) (Logística)

El centro de gravedad para Liddell Hart, es mantener el objetivo en mente lo largo


de la ejecución del plan, es necesario sopesar la factibilidad y viabilidad o mejor aún
repensar el costo de una acción en función del objetivo. Tomando a Clausetwitz como
referencia se concluye que el análisis de las factibilidades y viabilidades orientan hacia un
objetivo que el autor Prusiano define como centro de gravedad ya que es el objetivo de
donde depende todo y siendo atacado y destruido logra colocar al adversario en una
posición en la cual esta sometido a nuestra voluntad.

Según Beaufre, el centro de gravedad reside en la moral o la voluntad del adversario


la cual lo conduce a alcanzar los objetivos fijados por la política utilizando lo mejor
posible los medios de que se dispone, sean estos últimos convencionales o nucleares.
Considerando esta apreciación a la luz de los enunciados de Clausewitz observamos que
considera la moral del adversario con la diferencia que este la traslada a las tropas u ejercito
mientras que Beaufre mediante el empleo de un medio de disuasión como el nuclear
traslada la voluntad más a los gobernantes.

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Comparación entre ambos pensamientos

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 Vigencia del pensamiento de los autores

Lidell Hart sostuvo la necesidad de lograr la mecanización del Ejército, ya que


pensaba en el dominio que ejercerían estas armas en la guerra. Sin embargo, el empleo del
blindado debería ser combinado con unidades de infantería bien adiestradas e instruidas. De
este modo Lidell Hart definía lo que mas adelante los alemanes llamaron Blitzkrieg:
convertir una penetración táctica de un frente, en una profunda penetración estratégica,
sobre la base de tanques apoyados por aviación, con el objeto de paralizar al adversario.

Habiendo estudiado numerosas campañas, en las que se incluyen los ataques


mongoles del siglo XIII al mando de Gengis Khan y la guerra de secesión norteamericana,
extrajo conclusiones que le permitieron esbozar una teoría sobre la penetración profunda en
el territorio enemigo, buscando la destrucción de sus comunicaciones y vías de apoyo
logístico, provocando un paralizante efecto psicológico. Esto lo fue llevando a pensar que
el modo indirecto conduce más rápido al éxito que el pretender atacar directamente, sobre
cierto enemigo. Su tesis consiste en establecer un despliegue estratégico con una
disposición tal, que provoque desde el comienzo un disloque del adversario,
comprometiendo el equilibrio de éste para la acción, lo que lo afecta sicológica y
materialmente.

Lidell Hart define a la estrategia como “el arte de organizar y aplicar los medios
militares a los fines de la política” y aclara que la estrategia no comprende simplemente el
movimiento de las fuerzas, sino también sus resultados.

La expresión “estrategia indirecta” puede parecer discutible y prestarse a confusión.


Liddell Hart ha desarrollado brillantemente una teoría de la “aproximación indirecta” que
considera como la mejor estrategia. Esta, en el ámbito operativo militar, consiste en “no
coger el toro por los cuernos” o sea en no enfrentarse con el enemigo en una prueba de
fuerza directa, sin antes de abordarlo no haberlo desasosegado, sorprendido y
desequilibrado mediante una aproximación imprevista, efectuada en direcciones desviadas:
es el caso de Alejandro, que antes de atacar Persia se apoderó de Palestina y Egipto, de
Escipión, que antes de arremeter contra Cartago emprendió la conquista de España, etc. Se

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puede incluir en la aproximación indirecta el desembarco aliado en África del Norte en
1942 y la campaña de Serbia en 1918.

En realidad, esta maniobra de aproximación indirecta es un medio que se impone a


aquel de los dos adversarios que no tenga la seguridad de ser bastante fuerte como para
derrotar al enemigo en una batalla librada en el terreno escogido por el adversario. Liddell
Hart pone acertadamente de manifiesto que no se tiene nunca la seguridad de ser bastante
fuerte y que, incluso cuando se es bastante fuerte, la victoria sería mucho más costosa. Por
ello preconiza el empleo sistemático de la aproximación indirecta. Sin duda alguna tiene
razón en la mayor parte de los casos, pero resulta claro que la idea central de esta
concepción es invertir, mediante una maniobra y no con el combate, la relación de fuerzas
opuestas antes de la prueba de la batalla. En lugar de un enfrentamiento directo, se apela a
un juego más sutil destinado a compensar la inferioridad en que se halla uno de los
adversarios. Esta idea central, que se traduce en estrategia militar con una maniobra de
carácter geográfico (la aproximación indirecta), en estrategia total ha hallado una aplicación
de forma diferente en todos los conflictos en que uno de los adversarios pretendía lograr un
resultado con medios militares que, por tal o cual razón (debilidad intrínseca o disuasión de
emplear otros más importantes), eran inferiores a los que se le podían oponer.

La diferencia central entre la aproximación indirecta y la estrategia indirecta no


reside sólo en el carácter geográfico de la “aproximación” que hemos visto anteriormente.
En efecto, la aproximación indirecta busca la victoria militar. Es únicamente su preparación
la que es indirecta. Por ello Beaufre incluyó la aproximación indirecta en la estrategia
directa. La estrategia indirecta es aquella que espera lo esencial de la decisión en otros
medios que la victoria militar.

Para Beaufre alcanzar la decisión, la estrategia dispondrá de una gama de medios


materiales y morales que van desde en bombardeo nuclear hasta la propaganda o el tratado
de comercio. El arte consistirá en elegir los medios disponibles y en combinar su acción
para que concurran a un mismo resultado psicológico que sea lo bastante eficaz para
producir el efecto moral decisivo. La elección de los medios habrá de depender de una
confrontación entre las vulnerabilidades del adversario y nuestras posibilidades. Para así
hacerlo, es preciso analizar el efecto moral decisivo. ¿A quién se quiere convencer? En

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último análisis, es al Gobierno adverso que se quiere convencer; pero, según los casos, será
más fácil actuar sobre los dirigentes (Chamberlain en Godesberg o Münich), escogiendo
aquellos argumentos a los que sean sensibles o por el contrario, actuar sobre tal o cual parte
de la opinión que tenga vara alta en el Gobierno, o sobre un Gobierno aliado que goce de
una fuerte influencia, o sobre la ONU por ejemplo. Si el envite es de poca monta
semejantes presiones pueden ser suficientes; si es de mayor importancia, pueden ser
necesarias acciones de fuerza. Pero entonces también la elección de los medios ha de estar
perfectamente adaptada a las posibilidades amigas y a las vulnerabilidades adversas; la
victoria militar clásica, por ejemplo, puede estar fuera del alcance o ser demasiado
peligrosa. En tal caso, ¿Se elegiría el medio de un levantamiento revolucionario destinado a
provocar una intervención internacional (como para los Sudetes antes de Münich), un
alzamiento revolucionario capaz de cambiar el Gobierno (como en Praga en 1950) una
presión económica insistente (como las sanciones económicas contra Italia en 1935) o una
larga campaña de guerrilla combinada con una acción internacional (como el Vietminh y
los fel-laghas)? ¿Cuáles serán las acciones posibles más capaces de influir decisivamente
sobre la psicología de los dirigentes adversos? Si por fin ha de emprenderse la acción
militar, ¿cuál será su objetivo? ¿Habrá que “destruir las fuerzas armadas enemigas”, según
la fórmula de Clausewitz? ¿Será posible? Y si no, ¿bastará con un éxito local (Campaña de
Crimea en 1854) y con cuál? ¿Qué clase de fuerzas armadas o qué región geográfica pasan
por ser decisivas desde el punto de vista del adversario (la Marina y la Aviación en
Inglaterra, el Ejército de tierra en Francia, etc.? ¿Será indispensable o inútil tomar la
capital? ¿Bastará con la amenaza de destruirla?, etc. En esta forma, se puede llevar el
análisis cada vez más lejos, hasta dar con aquellos medios que estén a nuestro alcance y
sean capaces de producir la decisión que se busca.

 El caso de la disuasión y Venezuela

Los individuos y los estados han intentado practicar diversas formas de disuasión
por milenios y probablemente continuarán haciéndolo en el futuro. Sin embargo, la
disuasión se dio en las relaciones internacionales como política expresa, en su forma más
elaborada, justificada y guiada por una teoría, recién durante la llamada (era nuclear) de la
guerra fría. En los últimos años, bajo el signo de un notable mejoramiento de las relaciones

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Este-Oeste, la disuasión ha sido vista como una herramienta menos necesaria. Los
incentivos de ambos bandos para invadir u ocupar territorios, se han visto reducidos por la
disminución de la hostilidad ideológica y el mutuo beneficio de la seguridad cooperativa.
Por otra parte, no hay que olvidar que, no obstante las sucesivas reducciones de armamento
nuclear, aún existen grandes cantidades de ese material, que confirman la vigencia de la
Disuasión como modelo político estratégico en ese nivel.

Debido principalmente a la rápida propagación del fenómeno denominado


globalización, éste se ha materializado en diversas y a veces complejas alianzas regionales,
en principio basadas en el intercambio comercial, pero que progresivamente han ido
requiriendo de un referente de seguridad, que en concreto se traduce en modelos de
seguridad cooperativa o seguridad colectiva.

Sin duda, que Beaufre provocó una revolución en el pensamiento estratégico que es
posible afirmar que después de Clausewitz es lo más novedoso y creativo. No en vano el
propio Liddell Hart, lo calificó como el tratado de Estrategia más completo publicado en
esta generación, superando a todos los anteriores. Tampoco en vano, el Vaticano lo analizó
exhaustivamente en la cuarta sesión del Concilio Vaticano II en 1966 y posteriormente
comentó en sendos documentos como, por ejemplo “La Constitución Pastoral sobre la
Iglesia en el Mundo actual”.

Para intentar aclarar el contenido de la Disuasión, hay que recordar nuevamente lo


escrito por el General André Beaufre, en su obra Disuasión y Estrategia donde expresa los
preceptos en que se fundamenta esta estrategia. Es importante, enfatizar que el general
Beaufre, elabora este trabajo en el contexto de un mundo bipolar donde la amenaza de
guerra nuclear era efectiva. Influenciado por esa realidad, él afirma con propiedad esta
sentencia: “Ninguna explicación de la situación estratégica actual es satisfactoria sin una
definición de la situación nuclear; ninguna definición de la situación nuclear es posible sin
un conocimiento de las leyes que rigen la Disuasión”.

Al estudiar la definición que plantea el autor, podemos extraer las siguientes ideas:
Impide que el adversario tome las armas, mediante la existencia de una amenaza suficiente,
que tiende a un resultado psicológico. Se trata, entonces, de que el eventual adversario mida

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el riesgo que corre con desencadenar la crisis, ya que la respuesta le producirá daños en el
orden político, económico, social y moral de los cuales no se recuperará fácilmente. Por
ello, el daño material y los factores psicológicos, juegan un papel decisivo en el modelo.
Estas ideas, constituyen el hilo conductor del concepto ya que nos vuelve a aparecer la idea
de sensatez del disuadido. Para el general francés, hay otro elemento que es fundamental
reconocer para involucrarse en una tarea disuasiva, cual es el factor nuclear. En efecto, con
la intervención de este factor nace un fenómeno nuevo debido a que ya no existe un
vencedor y un vencido, en atención a que los daños que ambos contendientes sufrirán serán
demoledores. Bajo esta consideración, Beaufre piensa que en este escenario se debe evitar
la acción militar y lograr la victoria paralizando al adversario mediante la acción indirecta.
En suma, no se trata solamente de atemorizar al adversario sino de que se trata, asimismo,
de ocultar el propio temor realizando acciones que demuestren lo contrario. Lo anterior,
porque existe conciencia absoluta de los daños que conlleva la guerra nuclear. A esta
situación se le bautizó como: “El equilibrio por el terror”; axioma, este último, que rigió
durante la guerra fría y que se supone fue lo que evitó el enfrentamiento nuclear entre
ambos estados.

El estratega francés, afirma que la Disuasión es la clave de la estrategia


contemporánea (obviamente se refiere a los años sesenta) ya que mediante solamente ésta
es posible mantener la paz, el statu quo territorial, limitar la intensidad y extensión de los
conflictos y paralizar la acción del adversario. Le adjudica, por lo tanto, una misión
múltiple, que transita entre lo defensivo y ofensivo, por lo que el General y escritor afirma
que para aproximarse a desentrañar el concepto de disuasión se requiere de un análisis muy
fino.

Si recogemos lo señalado por Beaufre, y lo trasladamos a la actualidad veremos que


los propósitos de la Disuasión rigen y son deseables para el mundo actual.

En este punto, hay que detenerse para revisar lo que el autor nos señala respecto de
la disuasión nuclear, dada su vigencia, al menos en al ámbito teórico.

La Disuasión para Beaufre es eminentemente nuclear ya que mediante este ingenio


se consigue reemplazar la guerra por la amenaza potencial. Al respecto, es bastante

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optimista y los hechos de los años setenta, ochenta y noventa, hay que reconocer le
concedieron la razón en sus postulados de que la amenaza atómica garantiza más la paz,
que las armas convencionales. El General profundiza mayormente en esta idea debido a que
no le convence la disuasión clásica o convencional, expresando que “la carrera de
armamentos clásicos crea inestabilidad, en tanto que la carrera nuclear origina estabilidad”.
Sin embargo, no aplicable cuando se lleva a cabo en países que no tienen una disciplina
político-estratégica o están liderados por sectores fanáticos o descontrolados, poseídos de
visiones mesiánicas.

Retomando el pensamiento de Beaufre, hay que retener su tesis de que la


introducción de las armas atómicas es el único medio para estabilizar el nivel clásico ¿Pero
cuál es el fundamento para su pesimismo? En primer lugar, las contradicciones en la visión
ofensiva o defensiva entre la disuasión nuclear y la convencional. En segundo lugar, señala
que al desarrollar una de las partes más capacidad ofensiva que la otra se genera un clima
de inestabilidad. En tercer lugar, porque la victoria en la guerra clásica es unilateral,
mientras que en la nuclear la destrucción es bilateral. En cuarto lugar, la simple esperanza
de éxito de una de las partes puede desatar una agresión. Esta última idea la desarrolla más
detalladamente con una teoría que denomina la “dialéctica de las esperanzas de éxito”.

Pero el pensamiento de Beaufre no se queda solamente en la defensa de disuasión


nuclear, ya que en otra parte de su tratado reflexiona acerca de la posibilidad de combinar
los esfuerzos de la disuasión nuclear con la clásica, resumiendo su idea así: “ligando entre
sí los niveles nuclear y clásico, esencialmente con las armas atómicas clásicas, se aporta al
segundo la estabilidad de que carecía y se devuelve al primero el riesgo elemental de
inestabilidad que necesita para seguir desempeñando su papel de gran estabilizador). En
suma, lo que quiere decir Beaufre, es que ambas son como “hermanas siamesas” ya que la
inestabilidad que provoca el modo convencional hace necesaria a la Disuasión nuclear,
precisamente, para otorgar estabilidad. En pocas palabras, la Disuasión se logra sólo por el
componente nuclear. Así lo prueba la guerra fría. En cambio, no hay un solo ejemplo
tangible de Disuasión convencional. Lo que esté claro y lo podemos comprobar a diario, es
que mientras la disuasión nuclear es exitosa existen posibilidades ciertas de que ocurran
guerras convencionales.

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Frecuentemente, se señala que el hecho de no haber tenido guerras durante tiempo
prolongado significa haber puesto en ejecución una exitosa Disuasión. Sin embargo, esta
argumentación es discutible debido a que hay un sinnúmero de causales en el mundo actual
que impiden los conflictos. Por ejemplo, la presencia e intervención de organismos
internacionales o una gran potencia, motivos económicos, falta de apoyo interno,
ilegitimidad de la causa, debilidad interna de uno de los estados, etc.

Por su parte, los equilibrios estratégicos, aceptados por muchos especialistas como
factores disuasivos, son factibles de alcanzar y de evaluar, cuando se refieren a material
nuclear ya que éste es mensurable y cuantificable. No obstante, sus defensores los proponen
para la disuasión convencional, lo que es de dudoso éxito, debido a que el material clásico
es muy dificultoso de cuantificar y comparar.

Ahora bien, nadie duda que este último material deba cuantificarse porque es
fundamental medir sus potenciales efectos en combate y no en el vacío. Desde esa
perspectiva, hay que recordar que la guerra clásica es compleja con muchos factores que
relativizan, potencian o disminuyen el empleo de las armas. Los conceptos de fricción,
desgaste, efectos multiplicadores y otros, tendrán particular gravitación. La guerra nuclear
“de la cual no hay experiencia” se supone que se rige por otras variables donde prima el
efecto del armamento en forma absoluta.

Sin embargo, lo deseable es intentar disuadir en forma clásica o con armamento


convencional.

Disuasión, como modelo político estratégico en Venezuela

La primera capacidad, que deben tener las Fuerzas Armadas para lograr rasgos
disuasivos, es la capacidad de ofensiva. En efecto, la disuasión en términos concretos es la
factibilidad potencial de emplearse ofensivamente, causando como mínimo efecto daños a
infraestructura vital del adversario. De esa forma, se les reconocerán las consabidas
capacidades de represalia y de respuesta al daño infligido. Por ello, las fuerzas deberán
contar con el material necesario y suficiente, de manera que por su sola existencia, refleje
aptitud e intención ofensiva. Asimismo, la organización y el balanceamiento de las fuerzas

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deben indicar la capacidad que mencionamos. Entre el material con que debe contar nuestra
Fuerza Armada -que espere tener rasgo disuasivo, aspecto no vinculado de manera expresa
en los documentos revisados en esta investigación- se encuentran los blindados e infantería
mecanizada, aviones de un radio de acción tal que son capaces de batir objetivos a distancia
y buques con capacidad de ataque y destrucción. Todos, ingenios netamente ofensivos.

Correlativo a esta primera capacidad es el desequilibrio tecnológico, como


nuevo principio de la guerra, propio de los conflictos modernos. Efectivamente,
si una armada logra poseer una potencia militar superior, derivación de una alta
tecnología y sofisticación material, no habrá ninguna posibilidad de equipararle.
No es éste el caso venezolano, donde la dependencia tecnológica y la variedad
de proveedores y diferencias de compatibilidad es temible y considerable, sin
sumar a ello la correspondencia de proveedores entre los propios y los de los
vecinos. Más allá de las diferencias conceptuales entre los artilugios
tecnológicos y la capacidad de desarrollarlos.

La segunda capacidad, es el apoyo social. Esto significa que la Fuerza Armada


para tener rasgo disuasivo deben gozar de prestigio social y contar
fehacientemente con el reconocimiento y respeto de la sociedad. Cuando la
Fuerza Armada de un país, está deteriorada en su imagen ante la opinión
pública, esto se proyecta ante los eventuales agresores quienes al poseer
ambiciones expansivas o de otra naturaleza, podrían agilizar políticas agresivas.
El prestigio de las instituciones de la defensa frente a su propia población es un
requisito fundamental para lograr rasgo disuasivo, ya que asegura continuidad
en un esfuerzo bélico. El empuje de los hombres de uniforme en el desarrollo
social es fundamental, pero más aún es la simbiosis en el medio militar y naval,
la manus militaris debe llenar los espacios recurrentes de seguridad y desarrollo
(social –principalmente-, económico, Político [colocada deliberadamente en
mayúscula], geográfico, cultural y ambiental, y por supuesto Militar) en el
camino de pavimentar la defensa nacional simbiótica y recurrente.

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La tercera capacidad es tener un adecuado desarrollo logístico, que además
pueda ser garantizado con recursos económicos y materiales del propio país. La
potencialidad logística es el fundamento y respaldo de la capacidad ofensiva,
por lo que de tenerse se refuerza innegablemente la necesaria credibilidad
ofensiva. Todo en ello en consideración a la duración del prospectivo esfuerzo
bélico, es decir, dos meses, dos años o siempre (estados de excepción). De
manera, de mantener a toda costa el frente de batalla y el esfuerzo para bellum,
por supuesto bajo las premisas de mare liberum o claustrum, en los términos de
presencia o dominación de los espacios acuáticos.

La cuarta capacidad que deben tener es un estado de alistamiento y de


despliegue tal, que le permita pasar rápido desde sus estructuras de paz a la
guerra, logrando capacidad ofensiva en el más breve plazo y en forma flexible y
célere. Los aspectos de movilización contabilizados en nuestros planes en poder
del Estado Mayor Conjunto y del Comando Unificado de la Fuerza Armada
Nacional, deben ser ínfimos y coordinados al mínimo detalle; siendo que
coordinación se define como la cualidad de ejecución en torno a circunstancias
especiales y previsibles, no como una capacidad observatoria o de diálogo entre
comandos.

La quinta capacidad es la mentalidad ofensiva de los mandos en los distintos


niveles, acompañada con instrucción en guerra moderna. Por ejemplo, esta
característica evidenciaba desde antes de la II Guerra Mundial, que los alemanes
asumirían actitudes ofensivas y los franceses, por ejemplo, defensivas.

Sin lugar a dudas se podrían agregar más requisitos, pero los nombrados son los
mínimos indispensables y, además, engloban a los demás.

Actualmente, Francia, ha adoptado una política de defensa, que intenta resolver las
llamadas hipótesis de compromiso (compromiso con la OTAN y la UE), contribución a las
operaciones internacionales y la aplicación de los acuerdos de defensa) que se articula en
una estrategia que como ya lo señalamos precedentemente se apoya en los siguientes
conceptos: disuasión, prevención, proyección - acción y protección. El primer concepto se

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ejecuta sobre la base de la componente nuclear, fundamentado en el pensamiento de
Beaufre acerca de la eficiencia de la disuasión nuclear. El segundo, fundado en la
información y las fuerzas en presencia. El tercer concepto, sobre la base de la proyección a
distancia del grueso cualitativo de las fuerzas, compuesta por una fuerza blindada, una
fuerza mecanizada, una fuerza de intervención blindada rápida y una fuerza de infantería de
asalto. El cuarto, por su parte, se trata de fuerzas capaces de superar las llamadas nuevas
amenazas en el interior del país, tales como terrorismo, narcoterrorismo etc.

Como se puede apreciar la nueva organización de los ejércitos europeos obedece a


las necesidades de su particular realidad, que lógicamente no es la nuestra. Sin embargo,
como referencia o guía para visualizar cómo se ejecutará a futuro la disuasión en el nivel
estratégico militar y más precisamente en lo que dice relación con las componentes navales,
nos sirve incursionar en la tendencia anterior.

En efecto, se trata de alcanzar un nivel aceptable de temor en el presunto adversario.


Para alcanzar este propósito, es fundamental poseer la capacidad de proyección de una
unidad con aptitud para agredir en la profundidad del dispositivo o más bien en sus fuentes
de recursos, rápidamente y con mucha fuerza y letalidad. Este tipo de operaciones
convencionales produce un daño en el más breve plazo lo más cercano a lo nuclear, ésta
última, única forma segura y eficiente “según Beaufre” de lograr la neutralización del
adversario y superar el conflicto o bien la crisis.

Afortunadamente para el mundo los hechos le han dado razón a Beaufre, en el


sentido de que la disuasión nuclear y su equilibrio por el terror, impide los conflictos. No
obstante, no podemos decir lo mismo de la disuasión convencional ya que no ha sido
posible evitar las guerras en los últimos cincuenta años, más aún, a diario observamos como
proliferan con mayor intensidad. Lamentablemente, el dramático resultado de la
destrucción bilateral sigue siendo el gran argumento de la disuasión. Sin embargo, la
disuasión clásica, esto es: lejos, fuerte y rápida puede constituirse en un factor que tienda a
neutralizar a un adversario de igual preparación. Sin embargo, lo deseable para Venezuela,
es avanzar en la cooperación militar pero esto no es fácil porque depende de
consideraciones políticas de mayor alcance. La solución, entonces, es generar un ambiente
de seguridad basado en medidas de confianza mutua que permitan desarrollar un

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acercamiento tal que asegure las integraciones políticas y económicas. No hay que perder
de vista que la disuasión convencional puede convertirse en una competencia militar que se
traduzca en carrera armamentista y desequilibrio, precisamente porque el margen de
inseguridad les lleva a sus usuarios a intentar permanentemente corregir ese espacio de
debilidad. Por lo tanto es imprescindible tener los mecanismos para poder efectuar los
controles necesarios.

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Referencias Bibliográficas

Beaufre, A. (1973) "Estrategia de la acción", Buenos Aires: Pleamar, 1973.

Beaufre, A. (1980) “Disuasión y Estrategia”. Buenos Aires: Editorial Pleamar.

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Clausewitz, Karl Von (1984). “De la Guerra”. Barcelona España: Editorial Labor.

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Vergara, M. (1989) "Disuasión y Presencia Naval", Academia de Guerra Naval, "Algo Por
Qué Luchar: el Control del Mar", Revista de Marina Nº 791, jul-ago.

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