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La cigüeña puso unas gachas en una alcuza, entonces la zorra no se lo pudo comer y la cigüeña
se lo comió todo.
A la vuelta la cigüeña llevaba en sus alas a la zorra y, queriendo la tiró; pero, a poca altura,
porque no quería matarla, solo quería darle un escarmiento por haberle gastado la broma. Entonces, la
zorra maltrecha pensó, “si de esta salgo y no me muero, no más boditas en el cielo.
LA GATA Y EL HADA
Una vez, una gata enamorada de
un apuesto príncipe, le pidió a un hada que
la convirtiese en mujer. El hada
compadeciéndose de la gata, la transformó
en una hermosa joven. El muchacho
enamorado se casó con ella.
LA VENDIMIA DE ANTES
Mi abuelo José Antonio nació en Manzanares en 1926, por
tanto tiene 85 años. Me cuenta que cuando era joven se iba a
vendimiar con su familia y no volvían al pueblo en toda la semana,
sólo los domingos, a eso se llamaba “irse de quintería”. También se
iban los niños pequeños. La madre era la cocinera. Se llevaban todo lo
que necesitaban para guisar y lavarse, como la sartén, aceite, ajos,
patatas… etc. . Se iban con el carro y la mula, porque no había
tractores. Se levantaban muy temprano para aprovechar la luz del sol,
paraban a desayunar cuando la cocinera les avisaba que las gachas
ya estaban listas y después seguían vendimiando. A media mañana
hacían un descanso y hasta la hora de cenar. Después se echaban
una pequeña siesta para aguantar toda la tarde.
La uva la echaban en espuertas y las cargaban en el carro, cuando estaba lleno, el padre lo
llevaba a la cooperativa del pueblo. Por la noche dormían en sacas llenas de lana dentro de las casillas
del campo y se calentaban con el fuego. La mula dormía dentro de la casa.
Era dura la vendimia y no había tanta maquinaria como ahora, pero con poco se lo pasaban
bien.
FARRUCO
Hace aproximadamente 40 años, los niños de
Miguelturra durante un largo verano, acudían a casa
más temprano que de costumbre. La culpa de ello la
tenía uno de los hombres más temidos por los niños
del pueblo al que apodaban “Farruco”.
Mi abuela, decía que era un hombre solitario, que andaba por las calles sin
hablar con nadie y que nadie le hacía caso.
La verdad es que nunca se oyó a nadie decir que Farruco hubiera dañado a
ningún niño, sino todo lo contrario pero, los padres de los niños no querían que se
relacionaran con él.
LA LADRONA DE GALLINAS
Había una vez una zorra, que no era diferente a las demás, su cola tenía un
tamaño normal y su pelaje era rojo tirando a naranja.
Un día, la zorra se levantó con la barriga vacía y, se le ocurrió que podría saciar
su hambre con un par de gallinas en su estómago, es decir, comerse un par de gallinas.
Se encaminó hacia una casa, que estaba cerca de donde ella acostumbraba a
dormir.
En aquella casa había un gallinero, que lo cuidaba un buen hombre, que como
es lógico habitaba en la casa.
¡Te pillé! – dijo el hombre - , y cogiendo el rifle que tenía encima de la chimenea se
dispuso a matar a la zorra. Disparó y disparó y la zorra saltó y saltó y, esquivó las
balas.
La zorra esquivó un disparo que iba directo a su crisma, con tan mala o buena
suerte, piensen ustedes lo que quieran, que cayó encima de las cuerdas y, las rasgó e
hizo sonar una nota; entonces el hombre dijo a los cuatro vientos: “Para fandangos está
esta zorra”.
GONZÁLEZ GONZÁLEZ