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LA ZORRA Y LA CIGÜEÑA

Esto era una zorra que invitó a comer a la cigüeña para


burlarse de ella.

La zorra le puso la sopa en una fuente llana. La zorra


se lo comió pero la cigüeña no pudo probar ni un bocado, por
tener el pico tan largo.

La cigüeña no dijo nada y, muy amablemente, invitó a


la zorra a una boda que se iba a celebrar en el cielo.

La cigüeña puso unas gachas en una alcuza, entonces la zorra no se lo pudo comer y la cigüeña
se lo comió todo.

A la vuelta la cigüeña llevaba en sus alas a la zorra y, queriendo la tiró; pero, a poca altura,
porque no quería matarla, solo quería darle un escarmiento por haberle gastado la broma. Entonces, la
zorra maltrecha pensó, “si de esta salgo y no me muero, no más boditas en el cielo.

Recopilado de su abuela por MARÍA GARCÍA RUIZ

LA GATA Y EL HADA
Una vez, una gata enamorada de
un apuesto príncipe, le pidió a un hada que
la convirtiese en mujer. El hada
compadeciéndose de la gata, la transformó
en una hermosa joven. El muchacho
enamorado se casó con ella.

Estando recién casados en su palacio, el hada quiso saber si la gata, al cambiar


de cuerpo, había cambiado también su instinto, para ello, soltó un ratoncito. La gata
olvidando su estado, se levantó precipitadamente y echó a correr tras el ratón.

El hada enfadada con ella, le devolvió a su antigua forma.

Recopilado de un cuento leído por su abuelo por ISABEL GALÁN


FERNÁNDEZ.

LA VENDIMIA DE ANTES
Mi abuelo José Antonio nació en Manzanares en 1926, por
tanto tiene 85 años. Me cuenta que cuando era joven se iba a
vendimiar con su familia y no volvían al pueblo en toda la semana,
sólo los domingos, a eso se llamaba “irse de quintería”. También se
iban los niños pequeños. La madre era la cocinera. Se llevaban todo lo
que necesitaban para guisar y lavarse, como la sartén, aceite, ajos,
patatas… etc. . Se iban con el carro y la mula, porque no había
tractores. Se levantaban muy temprano para aprovechar la luz del sol,
paraban a desayunar cuando la cocinera les avisaba que las gachas
ya estaban listas y después seguían vendimiando. A media mañana
hacían un descanso y hasta la hora de cenar. Después se echaban
una pequeña siesta para aguantar toda la tarde.

La uva la echaban en espuertas y las cargaban en el carro, cuando estaba lleno, el padre lo
llevaba a la cooperativa del pueblo. Por la noche dormían en sacas llenas de lana dentro de las casillas
del campo y se calentaban con el fuego. La mula dormía dentro de la casa.

Era dura la vendimia y no había tanta maquinaria como ahora, pero con poco se lo pasaban
bien.

Recopilado de su abuelo por MARCOS CARRASCO ESPINOSA

FARRUCO
Hace aproximadamente 40 años, los niños de
Miguelturra durante un largo verano, acudían a casa
más temprano que de costumbre. La culpa de ello la
tenía uno de los hombres más temidos por los niños
del pueblo al que apodaban “Farruco”.

Este hombre era comparado al “hombre del


saco”, que se llevaba a los niños de sus casas, por lo
que ese verano fue determinante para la tranquilidad de los padres y de los asustados
niños que, al oir el nombre de Farruco se echaban a temblar.

Mi abuela, decía que era un hombre solitario, que andaba por las calles sin
hablar con nadie y que nadie le hacía caso.

Un día mi abuela se le acercó y le preguntó quién era, y le respondió que era un


hombre muy pobre y le gustaba hablar con los niños y además le dijo que era muy
simpática ofreciéndole unos caramelos.

La verdad es que nunca se oyó a nadie decir que Farruco hubiera dañado a
ningún niño, sino todo lo contrario pero, los padres de los niños no querían que se
relacionaran con él.

¡Pobre Farruco, que mala fama tenía!

Recopilado de su abuela por JUAN IGNACIO MARTÍNEZ CÓRDOBA

LA LADRONA DE GALLINAS
Había una vez una zorra, que no era diferente a las demás, su cola tenía un
tamaño normal y su pelaje era rojo tirando a naranja.

Un día, la zorra se levantó con la barriga vacía y, se le ocurrió que podría saciar
su hambre con un par de gallinas en su estómago, es decir, comerse un par de gallinas.

Se encaminó hacia una casa, que estaba cerca de donde ella acostumbraba a
dormir.

En aquella casa había un gallinero, que lo cuidaba un buen hombre, que como
es lógico habitaba en la casa.

Al llegar la zorra a la verja del gallinero, que estaba en la parte de atrás de la


casa, se dispuso a cavar un hoyo para entrar dentro, que es lo que solía hacer, siempre
que tenía esa necesidad; cuando de pronto, se fijó que había un hueco en la pared de la
casa, por donde podría pasar sin el menor esfuerzo. Sin pensárselo dos veces, el
animalito saltó dentro de la casa; con tan mala suerte, que fue a parar a la habitación en
la cual en aquel momento estaba su propietario.

¡Te pillé! – dijo el hombre - , y cogiendo el rifle que tenía encima de la chimenea se
dispuso a matar a la zorra. Disparó y disparó y la zorra saltó y saltó y, esquivó las
balas.

Si hubiese un observador que en este caso no había, podría haber observado


que apoyada en la pared sobre el suelo se hallaba una guitarra, ya que al que estaba
intentando matar a la zorra, le gustaba afinar el instrumento por las noches.

La zorra esquivó un disparo que iba directo a su crisma, con tan mala o buena
suerte, piensen ustedes lo que quieran, que cayó encima de las cuerdas y, las rasgó e
hizo sonar una nota; entonces el hombre dijo a los cuatro vientos: “Para fandangos está
esta zorra”.

Recopilado de su abuela por HERNÁN

GONZÁLEZ GONZÁLEZ

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