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El discurso liberal (cuyo adjetivo se toma no en el sentido político sino filosófico y


antropológico), considera a occidentecomo el padre de la humanidad y como su salvador. Y ese
occidente es fácilmente identificable en el mapamundi: se trata de los Estados Unidos de
Norteamérica, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y Canadá, y en menor escala, los otros países
desarrollados de Europa.

Desde el poder de la ciencia y la tecnología y el dominio de los mercados mundiales, occidente


expresa su hegemonía política y su poder, que alcanza la esfera de los discursos científicos.En ese
discurso liberal no hay duda de que la relación entre naturaleza y sociedad está problematizada.
La expresión identificable de su marco teórico se encuentra en la introducción del informe
"Nuestro futuro Común", publicado en 1987 con la dirección de Gro Harlem Brutland, exprimera
Ministra de Noruega. Dice así:

"En la mitad del siglo XX, vimos nuestro planeta desde el espacio por primera vez. Tarde o
temprano los historiadores encontrarán que esta visión tuvo un impacto mayor sobre el
pensamiento que la revolución de Copérnico del siglo XVI, la cual cambió por completo la
imagen de nosotros mismos al revelar que la tierra no es el centro del universo. Desde el espacio,
vimos una pequeña y frágil esfera dominada no por la actividad humana, sino por un patrón de
nubes, océanos, áreas verdes y suelos. La incapacidad de la humanidad para encuadrar sus
actividades dentro de este patrón está cambiando los sistemas planetarios en formas
fundamentales. Muchos de estos cambios vienen acompañados de amenazas letales".

Como puede verse, la identificabilidad del planteamiento depende de unos códigos muy
específicos y de definiciones muy precisas frente a las categorías fundamentales de la economía,
psicología, e historia.Esa identificabilidad está en el convencimiento indudable de que el
conocimiento científico objetivo es del todo posible. Ese conocimiento objetivo se dirige a un
mundo posible, externo al observador, que lo capta en una visión ocular, macroscópica, del todo
válida y el cual se deja aprender, conocer y manipular.

Ese discurso liberal mantiene la posición cartesiana de la división de sujeto -objeto.El optimismo
de este discurso lo lleva a mantener la posibilidad de gestionar la realidad social, de creer en que
se puede planificar el cambio social y a predicar una cultura económica dada bajo los grandes
caracteres de la democracia liberal y del capitalismo como expresión, no sólo ideológica, sino
totalitarista y final del proceso histórico.

Semejante construcción histórica de esa cultura económica occidental descansa en estrategias,


expresiones funcionales de la ciencia de la oferta y la demanda, tales como la expansión del
mercado, la mercantilización de la tierra y el trabajo; se apoya igualmente en categorías de la
psicología social positivista y de la psicología industrial, que hablan de nuevas formas de
disciplina en las fábricas, escuelas, hospitales, etc. sigue su tejido interdisciplinario con las
doctrinas filosóficas basadas en el individualismo y utilitarismo y finalmente logra declarar, no
sólo en el concierto científico sino en el de las praxis histórico-políticas, la constitución de la
economía como una esfera real, autónoma, con sus propias leyes e independiente de lo político,
lo social, lo cultural.

El discurso liberal sobre el medio ambiente de esa ciencia -la económica- afirma que la
naturaleza está compuesta de recursos, que se agotan y son limitados, que poseen un valor
monetario y que están sujetos a ser poseídos. En un sentido positivista y materialista, ese discurso
económico expresa que los deseos del hombre son ilimitados.

Hoy se sabe que las verdades se tejen en una red interdisciplinaria y que toca muchas esferas de
la realidad haciéndolas multidependientes y concomitantes.Para la coherencia del marco teórico
del discurso de la economía, en la dimensión liberal en que se ubica, es lógico y del todo
necesario pensar en la economización de los recursos naturales, en proceder a que todos los
recursos tengan títulos, y extender el sistema de precios a todos los aspectos de la naturaleza,
incluyendo el agua, el aire, los genes, etc.

Ese discurso liberal sobre el desarrollo sostenible, elaborado desde occidente, obliga a los
economistas del tercer mundo, cuya concepción del mundo es liberal a buscar una trinchera
contestataria, que sin atacar el basamento teórico de la ciencia económica liberal, pueda generar
una respuesta beneficiosa para el tercer mundo. Por eso se aboca a una conceptualización de la
ecología como sujeto político.Desde la óptica tercer mundista se requiere diferenciar los
problemas ecológicos por regiones, para no caer en la homogeneización del ambientalismo global
y poder expresar objetivamente la deuda ambiental histórica de los países del norte, y la
protección del patrimonio natural y genético de la región.

Este discurso del Desarrollo Sostenible, nacido en la conferencia de Estocolmo sobre el Medio
Ambiente Humano, de la conciencia del deterioro global del ambiente por culpa de la
industrialización, el mercado y el consumismo, finalmente fue elaborado en 1980, por un grupo
de agencias de las Naciones Unidas y ha sido recogido y explicado en 1987 por la Comisión
Mundial Del Medio Ambiente y Desarrollo. La comisión reflexiona que "para hacer que el
Desarrollo sea Sustentable es necesario que satisfaga las necesidades del presente sin
comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias". El concepto de
desarrollo sostenible implica límites, no límites absolutos, sino limitaciones que imponen a los
recursos del Medio Ambiente el estado actual de la tecnología y de la organización social y la
capacidad de la biosfera de absorber los efectos de las actividades humanas. Un mundo donde la
pobreza es endémica será siempre propenso a sufrir una catástrofe ecológica de uno u otro tipo.

El intento narrativo incide en la realidad histórica y produce efectos de verdad. No es ni


verdadero ni falso en sí mismo, pero, dependiendo de quién lo predique y del para qué se predica,
conduce a cambios determinantes en las estrategias políticas macrosociales, nacionales,
regionales y mundiales.





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El argumento culturalista tiene las trazas del discurso contestatario. Es la postura ideacional de
los que no ostentan el poder. Es por lo tanto una teoría sin el respaldo institucional de la historia y
menos de quienes le marcan el rumbo: occidente.
El fenómeno del poder invade todas las dimensiones del hombre, aún las más objetivas y
neutrales como son las esferas de las ciencias y sus conceptualización científica.

Hoy se sabe que las verdades se tejen en una red interdisciplinaria y que toca muchas esferas de
la realidad haciéndolas multidependientes y concomitantes. Incluso los discursos contestatarios
entran a jugar su juego en ese complejo tejido de realidad para hacer más objetivo y creíble la
semiótica del discurso que tiene el soporte del poder.Miremos como plantea el asunto de la
naturaleza y el ambiente la teoría culturalista.

Este discurso parte de que la cultura es la instancia fundamental de la relación del hombre con la
naturaleza. Y afirma que la crisis ambiental es debido a la objetivación de la natulaleza, y a su
explotación como recurso por las economías de mercado, instigado por el postulado de la
escasez, y la explotación de los no occidentales por los occidentales son la causa mayor de los
estragos al medio ambiente.Desde su marco teórico prueba que desarrollo y sustentabilidad
ambiental son irreconciliables, incompatibles y definitivamente imposibles de armonizar.

Lógicamente, se oponen al desarrollo, tal y como lo define el discurso liberal y se resisten


rotundamente a que la naturaleza sea tratada como una mercancía.Son unos convencidos de que
es imposible racionalizar la naturaleza en términos económicos. Y en una crítica, desde el
humanismo, afirman que la economía termina tendiendo una sombra sobre la vida y sobre la
historia de la humanidad. Una y otra vez dicen que no es posible reconciliar el crecimiento
económico y el ambiente; que es imposible esa armonía porque el individualismo y
cortoplacismo no permiten acomodar las demandas ambientalistas sin modificar sustancialmente
su cultura.

En cuanto al círculo vicioso de la pobreza causa y efecto de los deterioros ambientales, lo


consideran una falacia. Es de verdad un sofisma para respaldar el crecimiento económico y
considerarlo la solución a los problemas generados por la pobreza.Tan difícil son de encubrir los
daños ambientales que causa el crecimiento económico, que el discurso liberal se ve abocado a
profetizar soluciones -siempre por venir- a cargo del crecimiento económico.

La confusión de la noción de pobreza con formas de vida en comunión con la naturaleza, como la
indígena y la campesina, es aprovechada para construir el sofisma.Pero, en definitiva, el
simplismo del argumento liberal no soporta ningún juicio y se cae por su propio peso.La posición
de los culturalistas es radical frente a la noción de crecimiento. El crecimiento económico no es
bueno para el desarrollo, por el contrario, lo degrada y agrava la situación. El crecimiento
económico lleva al agotamiento de recursos y termina advirtiendo sus propios límites.
Para ellos la naturaleza es un ente autónomo, fuente de vida, no sólo material sino espiritual.
Y el hombre, refiriéndose a las poblaciones indígenas y campesinas del tercer mundo, no es un
ser aparte ni algo externo a la naturaleza, sino que son una y la misma cosa natural y espiritual.
Critican duramente las diferencias que han ido ganando las nociones de naturaleza y ambiente.
Para el discurso liberal el ambiente es una visión de la naturaleza de acuerdo con el sistema
urbano -industrial. La noción de la naturaleza ha ido languideciendo y su muerte simbólica
marcha paralela con su degradación física.Protegida por el discurso y por el poder, en el saber
occidental está la idea fija de que la solución es el desarrollo sostenible, cuya significación
compleja se le debe al entramado de la concepción liberal del mundo y de que la implantación del
desarrollo sostenible en las políticas de Estado que imitan a los padres de occidente, es el único
camino que le queda a los dos mundos (el desarrollado y el tercero) para salir de la crisis
ambiental.

El poder, los paradigmas estereotipados, elaborados desde occidente por el discurso liberal,
afectan la realidad, e inducen a la historia y al hombre a conducirse de manera condicionada por
aquellos y a leer la realidad con unos lentes construídos en los laboratorios del pensamiento de
occidente.

Sin embargo, desde la actitud mental contestataria de los culturalistas, se elaboran discursos de
una sutileza y de una inteligencia tal, que pasan la prueba de fuego del poder y del
condicionamiento occidental. Lamentablemente, son extraordinarios y su poder en la incidencia
histórica es mínimo. Una muestra de este pensamiento sutil, irónico, revolucionario y lleno de un
profundo sentido, lo expresa el pensador Hindú ShivVisvanathan. Citémoslo textualmente,
porque es inmejorable:

"Bruntland busca cooptar los mismos grupos que están creando una nueva danza de la política,
para la cual la democracia no es solamente orden y disciplina, donde la tierra es un cosmos
mágico y la vida todavía un misterio a ser celebrado.....Los expertos del estado globalizado y
globalizante querrían cooptarlos, convirtiéndolos en un mundillo de consultores de segunda clase,
en un orden venido a menos de enfermos y paramédicos condenados a asistir a los verdaderos
expertos... Debemos ver el informe Bruntland como una forma de analfabetismo letrado y decir
una oración por la energía gastada y los árboles desperdiciados en publicarlo. Y, finalmente, decir
una pequeña oración, una apología por el árbol que suministró el papel para este documento.
Gracias árbol.

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El discurso ecosocialista también es contestatario. Tiene una matrícula ideológica mucho más
definida y precisa que la de los culturalistas, cuyo espectro ideológico puede ser más amplio. Los
ecosocialistas son Marxólogos mas no marxistas; es decir, se acercan filosóficamente al discurso
marxista y toman algunos de sus fundamentos para luego incursionar en la esfera de la economía
política.
En el marco conceptual del discurso marxista, estos ecosocialistas descubren o recrean una
segunda contradicción del capitalismo; son los elementos tratados como mercancías, aunque no
se produzcan de acuerdo con las leyes del valor y el mercado. Tales elementos son: la fuerza de
trabajo, la naturaleza, el espacio urbano; que considerados en su conjunto se les denomina
condiciones de producción. Y el capitalismo se reestructura y oxigena gracias a estas condiciones
de producción.
Ahora bien, la capitalización progresiva de estas condiciones de producción lleva en sí misma el
germen de su propia destrucción. El carácter social de las condiciones de producción constituyen
una barrera para el capital y una contradicción irresoluta para el desarrollo sustentable. Esta es la
suerte de los sistemas que mercantilizan todos los elementos y los someten a la oferta, la
demanda y la privatización.Y si hasta la vida humana y la naturaleza son tratadas como
mercancías (ficticias según Karl Polanyi) la suerte de la especie humana está echada.

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