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La condición humana en la obra de Hugo Zemelman

Ricardo Romo Torres

Datos biográficos

Hugo Zemelman nació en Concepción, República de Chile en 1931. Cursó las


licenciaturas en sociología rural y derecho y un postgrado en Sociología. Fungió
como director de sociología en la Universidad de Chile durante el periodo junio de
1967 a septiembre de 1970. Asistió como representante del Gobierno de la Unidad
Popular a la Asamblea de FLACSO, celebrada en junio de 1971 en París.
Después del golpe militar del 73 llega a México en donde labora en instituciones
como El Colegio de México, la Universidad Nacional Autónoma de México y la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Ha sido profesor invitado por
numerosas Universidades del extranjero. Ha impartido cursos y seminarios en
diversos programas de postgrado en España y a lo largo y ancho de
Latinoamérica. También ha participado como ponente y conferencista magistral en
distintos eventos nacionales e internacionales. Su preocupación por los asuntos
educativos data desde los años iniciales de su carrera, pero sobre todo en 1973
cuando obtiene una beca de la UNESCO para escribir un texto sobre metodología
para alumnos de estudios superiores, dicha beca es cancelada posteriormente por
el Gobierno de Chile por razones extrañas, como él mismo lo dice. En 1974 obtuvo
una beca de máxima categoría de la Fundación Friederich Ebert para continuar
sus investigaciones.

Sus publicaciones abarcan problemas agrarios, movimientos sociales, asuntos de


los regímenes militares chilenos, cultura política, el Estado y, sobre todo,
metodología y epistemología. Estas últimas se plasman a partir de la edición de
Historia y política del conocimiento; discusiones acerca de las posibilidades
heurísticas de la dialéctica (UNAM, 1983), después de este texto vendrá la
publicación de numerosos libros y artículos relacionados con temas de teoría del
conocimiento y metodología. Actualmente se desempeña como investigador de El
Colegio de México y profesor invitado en diversas instituciones iberoamericanas.

Hombre y conocimiento

El presente escrito plantea la condición humana a partir de la concepción del


hombre en la obra de Hugo Zemelman. Su concepción del hombre involucra al
mismo tiempo las visiones epistémica y antropológica. La epistemología es
formulada como una racionalidad ampliada desde las funciones cognitivas a las
exigencias éticas y políticas; en tanto la antropología es concebida en sus
articulaciones con la epistemología: "la reflexión que presentamos no constituye
una teoría de la ciencia ni una sustitución de su quehacer por una disquisición
epistemológica abstracta; más bien es una contribución para plantear la
potencialidad de la capacidad de pensar del sujeto concreto” [Zemelman, 1992-II:
34].1 De hecho, dos títulos de sus textos enuncian de manera explícita al sujeto:
Conocimiento y sujetos sociales y Sujeto: existencia y potencia. Precisamente, en
este último expresa claramente su convicción respecto a lo humano:

Tiene significado plantearse la transformación del pensamiento categorial en


una antropología: la propia del sujeto capaz de incorporar su momento histórico. El
devenir antropológico desde el pensar epistémico consiste en recuperar al sujeto
en sus posibilidades de historización, a partir de su modo de colocarse ante el
mundo [Zemelman, 1998: 154].

En la perspectiva que nos ocupa, el hombre es vislumbrado no a través de


propiedades o atributos, sino por medio de las articulaciones entre las funciones
cognitivas, volitivas, afectivas e imaginativas. Asimismo, la realidad es concebida
bajo la exigencia de objetividad, como una articulación heterogénea y compleja de
fenómenos. Pero en todo caso, lo importante radica en una concepción vinculante
del hombre con su realidad. Dentro de este enfoque se involucra un dispositivo
dialéctico que, al no estar conforme de su función lógica centrada en
contradicciones, aspira a cumplimentar su función epistémica a través de formas
de razonamiento (crítica, totalidad, etcétera) y mediante contenidos abiertos.

La tarea de exponer la visión zemelmiana en su complejidad nos obliga


abstenernos de utilizar criterios externos a su propuesta; por el contrario, nos
conduce al empleo de recursos construidos desde su interior, para así dar cuenta
de los momentos constitutivos en el reconocimiento de la realidad por parte de los
sujetos. Esos momentos están expresados a través de cuatro enunciados
propuestos por Zemelman y uno más que hemos integrado para complementar a
los anteriores: 1) Predominio de formas de razonamiento; 2) determinación de una
articulación de base para poder dar cuenta de las mediaciones; 3) problematizar
las coordenadas habituales en que la realidad es conceptualizada; 4) concreción y
despliegue del fenómeno [Zemelman, 1998: 93-94],2 y 5) el pensar ético y utópico.

Predominio de formas de razonamiento

La crítica como forma de razonamiento3

La crítica es un punto de partida y de llegada pertinente a la hora de referir las


posibilidades de la ampliación racional en el marco epistemológico de la
conciencia histórica [Zemelman, 1992-I: 81]. La ampliación racional se alcaza, por
mediación de la crítica, a través de la apertura del pensamiento hacia la
objetividad de la realidad en movimiento permanente.

La crítica permite a los sujetos vincularse con el mundo desde:


... una modalidad de la relación con la realidad que se comprende con una
mayor autodeterminación del sujeto cognoscente, pero también, es una modalidad
de la mayor extensión de los espacios propios de las prácticas, a través de las
cuales el hombre se enfrenta a la realidad y que plantea sus propios
requerimientos cognoscitivos [Zemelman, 1992-I: 115].

Bajo esta postura, el desarrollo del conocimiento es indisociable del desarrollo de


la conciencia y autoconciencia de los sujetos, por ese motivo se recurre a “... la
necesidad de una actividad conjugada entre la crítica de la realidad, objeto de
estudio y de la autocrítica del sujeto que se apropia de esa realidad” [Zemelman,
1992-I: 80].

Desde el enfoque zemelmiano esta forma de razonamiento destaca la dimensión


colectiva de los sujetos: “Lo más importante de la capacidad crítica es su
vinculación con el descubrimiento del hombre como sujeto social de la historia, no
ya como individuo” [Zemelman, 1992-I: 104].

La totalidad como forma de razonamiento

La totalidad, dentro de la postura zemelmiana, es una forma de organizar el


razonamiento. De esta manera “... el progreso del pensamiento crítico se vincula
con la capacidad de reaccionar contra lo fragmentario del conocimiento”
[Zemelman, 1992-I: 103] y una forma significativa de reacción está planteada bajo
la exigencia de totalidad. Por eso si lo delimitado, lo acotado, lo fragmentario es el
punto de partida de toda investigación, el punto de llegada de la totalidad implica
manejar lo fragmentario con base en las vinculaciones posibles y desde el
imperativo de articular los fenómenos dentro del campo de opciones posibles. De
esta forma el contexto observado desde la realidad se denomina articulación.

Si de lo que se trata es la ampliación de la racionalidad mediante formas de


razonamiento, la totalidad posibilita el enriquecimiento de la racionalidad ya que
medía en la vinculación con la realidad y, por eso, “... permite transformar la
objetividad real en contenidos organizados” [Zemelman, 1992-I: 48].

En este contexto “... la dialéctica consiste en captar la realidad histórica mediante


la construcción racional de la totalidad concreta” [Zemelman, 1992-I: 200].
Asimismo, la totalidad asume una cualidad dinámica ante la diversidad de
articulaciones entre niveles y planos de la realidad de la cual da cuenta. De esta
manera “... la totalidad constituye una organización conceptual que no parte de
una explicación, sino de la premisa de que la realidad asume múltiples modos de
articulaciones entre sus niveles componentes, cuya captación es una necesidad
para el razonamiento analítico” [ Zemelman, 1992-I: 133].

En el marco dialéctico zemelmiano de la determinación-indeterminación la


totalidad es entendida como “... una forma de razonamiento capaz de conjugar lo
determinado y lo indeterminado” [Zemelman, 1992-I: 239] y desde “... la
articulación dinámica de los recursos reales caracterizada por sus dinamismos,
ritmos temporales y despliegues espaciales; y esa articulación puede concretarse
en diferentes recortes del desarrollo histórico” [Zemelman, 1992-I: 68].4

Determinación de una articulación de base


para poder dar cuenta de las mediaciones

Con la finalidad de exponer la perspectiva zemelmiana bajo el rubro anterior,


vislumbramos una articulación de base expresada por el vínculo de la modalidad
dialéctica de determinación-indeterminación con la modalidad dialéctica de
instalación-apropiación.

A la dialéctica determinación-indeterminación debe concebírsele desde la “... la


totalidad concreta para reconstruir su movimiento histórico, lo que también permite
dar cuenta del dándose de lo dado, en tanto recorte empírico determinado”
[Zemelman, 1992-I: 54].

Por su parte, la otra modalidad dialéctica considera que

... la idea clave es transformar la dialéctica instalación-apropiación en óptica


para recuperar la historicidad del hombre y de sus constructos, en razón de
expresar éstos a lo constituyente, más allá de los límites de cualquier visión
filosófica o teórica cristalizada. Conformando además una crítica a la filosofía y a
la ciencia desde la perspectiva de un logos gnoseológico que incluye a la ciencia
como un mecanismo particular de la problemática asociada a la construcción de
relación de conocimiento [Zemelman, 1998: 54].

Mientras que en la modalidad dialéctica determinación-indeterminación la


formulación de las bases sólidas de teorización apuntan a una teoría del
conocimiento interesada en la conciencia histórica, mediante las implicaciones
totalidad-objetividad y a través de la problematización y la crítica (como núcleos de
la conciencia histórica); en la modalidad instalación-apropiación los esfuerzos se
concentran en la tematización de la conciencia histórica en el marco de la
existencialidad y en ángulo de la colocación, entendida esta última como germen
de la conciencia histórica.

Entonces, si desde la modalidad dialéctica determinación-indeterminación se


avanza en la tematización de las implicaciones de la aprehensión y apropiación;
desde la modalidad dialéctica instalación-apropiación se aventaja a la tematización
del vínculo apropiación-colocación.5

No obstante encontrarse diferencias entre ambas modalidades, de cualquier forma


“... es más significativo analíticamente comprender a la dialéctica como lógica de
la articulación que como lógica de contradicción” [Zemelman, 1983: 50].
En palabras del epistemólogo chileno:

“Concebimos la dialéctica, entonces como una exigencia de articulación y no


exclusivamente como expresión de la contradicción; por eso privilegiamos a lo
articulable sobre la transformación... la articulación plantea la necesidad de
mediaciones entre los elementos reales” [Zemelman, 1994: 7]. Esa necesidad de
mediaciones reales “... obliga a adentrarse en las profundidades del hombre
mismo mediante la crítica a las mediaciones del conocimiento especializado, por lo
tanto alejarnos del filósofo que reduce lo humano a discurso propio del discurso
sobre lo humano” [Zemelman, 2002: 104].

La importancia de las mediaciones radica en el hecho de situarse en el ámbito de


la política.6 Así la política como espacio de las mediaciones considera a éstas en
sus implicaciones desde la indeterminación y la totalidad en el marco de la
modalidad dialéctica determinación-indeterminación, por lo anterior:

La mediación se refiere, precisamente, al movimiento de la totalización; en


otras palabras, al momento de lo “indeterminado” de la dirección que tome el
desarrollo y no la unidad cristalizada.

Por eso se puede pensar que la mediación es el ámbito propio del análisis
político, en cuanto este plantea dichas mediaciones como objetos, ya que la
exigencia epistemológica del análisis político es el proceso mismo de totalización y
no la totalidad cristalizada o dada [Zemelman,1992-I: 66-67].

La modalidad dialéctica instalación-apropiación propone por un lado que: “... el


proceso de apropiación de la realidad es sólo una parte de la conciencia histórica,
pues la otra está constituida por la capacidad de instalarse, todavía más
importante para la sedimentación de esta conciencia” [Zemelman, 1998: 80]; por el
otro, que “... el instalarse en el mundo plantea no solamente la conjugación entre
funciones cognitivas y gnoseológicas, sino, además, los desafíos gnoseológicos
de la conciencia ética” [Zemelman, 1998: 79].

Por eso, entre la instalación y la apropiación se sitúa la conciencia histórica como


mediación, la cual:

... evita reducir lo humano a pura individualidad, o bien, a la individualidad en


simple postura ética solitaria. Pues implica reconocer que los espacios de
despliegue tienen lugar en la tensión entre el pasado del cual se produce un
distanciamiento, y las visiones de futuro como necesidades de mundo que son
estrictamente personales [Zemelman, 2002: 41].

Del sintagma “la política como epistemología” [Zemelman, 1992-I: 12] importa la
politicidad del conocimiento mediado por la historicidad del saber a través de la
conciencia histórica y sus mecanismos de crítica problematización y colocación.
Por esa razón “... lo específicamente gnoseológico de la política es su función para
reconocer lo potencial” [Zemelman, 1992-I: 46].7

El imperativo zemelmiano de transformar la política en historia se alcanza en la


mediación:

En efecto la mediación es la especificidad histórica del fenómeno, sobre todo


porque cuando hablamos de lo históricamente determinado estamos aludiendo a
las mediaciones. La concreción histórica es una concreción mediada en virtud de
que el contenido de los procesos está determinado por una articulación de tiempos
diferentes y de niveles en alguna relación no predeterminada [Zemelman, 1992-I:
42].

A la luz del contexto anterior “... la historia es el desarrollo de lo político entendido


éste como el fenómeno de la práctica activadora de todos los niveles de la
totalidad” [Zemelman, 1992-I: 35]. En este sentido: “... el proyecto constituye la
historia como futuro” [Zemelman, 1992-I: 241].8

La dialéctica de instalación-apropiación incluye a la modalidad dialéctica de


determinación-indeterminación pero llevándola a los planos del problema de la
existencia y existencialidad de los sujetos. El puente entre ambas modalidades de
dialéctica es la historicidad: “La historicidad –dice Zemelman- es el crecimiento (en
razón de su índole indeterminada) de los límites del existir en tanto contenido de
ese crecimiento: el existir como existir histórico del sujeto” [Zemelman, 1998: 140].
Pero la mediación, más estrictamente hablando está dada, como más adelante lo
desarrollaremos, por la conciencia histórica.

Es innegable que el sujeto humano está en la historia, en la sociedad, sometido a


lo incierto, de ahí que tenga que construir la realidad, estableciendo con ella el
vínculo debido. La constitución de ese vinculo es un verdadero desafío
gnoseológico en su formación, ya que todo proyecto parte de una opción de
construcción social [Zemelman, 1992-I: 34].

Por eso en el trecho que va de la historia a la política, es decir, del contexto a la


coyuntura, al momento y al presente potencial, se identifican instancias
mediadoras como son: las posibilidades constructivas, las opciones de proyecto
contenidas en el campo de proyecciones hacia el futuro y el despliegue de los
actores que formulan y participan de proyectos, en el marco de una secuencialidad
de coyunturas. En esa perspectiva “... lo político deviene en la transformación de
una visión de futuro en una visión de la actividad práctica en el presente”
[Zemelman, 1989: 87].

Problematizar las coordenadas habituales


en que la realidad es conceptualizada
La problematización es un dispositivo epistémico que involucra los límites abiertos
de la indeterminación-determinable, a través de la cumplimentación de la
exigencia de objetividad que conduce a la potenciación de lo dado desde los
sujetos críticos y autocríticos colocados ante su mundo.9

Por otro lado la "... exigencia de objetividad se puede conceptualizar como una
indeterminación que rompe el límite de las determinaciones mediante el
mecanismo de problematización, y constituye un rescate de la dialéctica, no ya
como especulación filosófica desvinculada de la práctica de investigación, sino
corriente metodológica (en proceso de desarrollo)” [Zemelman, 1992-I: 75].

En palabras del propio Zemelman, la crítica “... es una modalidad de la relación


con la realidad que se comprende con una mayor autodeterminación del sujeto
cognocente, pero también, es una modalidad de la mayor extensión de los
espacios propios de las prácticas, a través de las cuales el hombre se enfrenta a
la realidad y que plantea sus propios requerimientos cognoscitivos” [Zemelman,
1992-I: 115].

Para colocarse críticamente ante la realidad se precisa explicitar qué entendemos


por ella, el epistemólogo chileno la concibe “.. como la conjugación entre dos
dimensiones: la histórica, que manifiesta su calidad como producto, y la política,
que traduce sus exigencias como construcción” [Zemelman, 1992-I: 24].

Pero para colocarse problematizadoramente ante la realidad se requiere tener la


necesidad de vincularse a ella.

Hugo Zemelman y Guadalupe Valencia conciben la necesidad:

... como el sustrato más elemental de articulación entre lo objetivo -la


carencia, la escasez- y lo subjetivo -percepción de las necesidades y forma de
solucionarlas- remite a la subsistencia y reproducción social. La necesidad como
noción que permite reconstruir lo dado y lo indeterminado en una situación
estructurada, abre hacia el rescate de las determinaciones -económicas, políticas,
sociales, psicoculturales- pero también a la ruptura de esas determinaciones
[Zemelman, 1992-II: 79].

También Zemelman, en lo particular, visualiza epistémicamente la necesidad-


posibilidad en el marco de la dialéctica determinación-indeterminación, en ese
contexto formula un planteamiento que articula la necesidad, necesidad del otro y
la subjetividad con el movimiento, la necesidad ayuda a caminar en dirección a la
fusión entre pasado y futuro, porque supone que el sujeto se desprende de sus
límites, es decir, de su condición de producto de las circunstancias; un modo de
recuperar la conjugación de lo histórico en lo individual y de lo individual en lo
histórico. Sobre todo para emprender una relación con la realidad es preciso
manifestar una necesidad hacia ella: “La necesidad de realidad se refiere al
mundo como riqueza potencial que desafía al contorno organizado” [Zemelman,
1998: 40].

Asimismo, se precisa de la necesidad de conciencia, en especial de conciencia


histórica por parte de los sujetos colocados ante la realidad. Sobre todo porque la
problematización de la realidad parte de los sujetos que disponen de esa
modalidad de conciencia.

El epistemólogo chileno avanza hacia una propuesta de la conciencia histórica


bajo el signo de la modalidad dialéctica determinación-indeterminación, en ella la
problematización y, sobre todo, la crítica se presenta como núcleo de la conciencia
histórica. Pero la sistematización que involucra la colocación, además de la
aprehensión y apropiación, aparecerá en la modalidad dialéctica colocación-
instalación, en donde la colocación aparecerá como el germen mismo de la
conciencia histórica.10

En América Latina es donde se plantea la necesidad de una epistemología de la


conciencia histórica a través de la obra del sociólogo chileno Hugo Zemelman.
Una epistemología que no se reduce a la función cognitiva, sino que articula las
exigencias éticas y políticas al conocimiento. Por eso la necesidad de enriquecer
el presente apartado del ensayo, mediante un tratamiento de conciencia histórica
que articule la concreción con el despliegue, nos conduce en este sentido a que
subrayemos las modalidades de concreción, mediante el planteamiento siguiente:

... la conciencia histórica es la conciencia de las modalidades de concreción


de la realidad sociohistórica. Es la conciencia del movimiento del tiempo y del
espacio como ámbitos de sentido, a la vez del sentido como opción de
construcción al interior de esos ámbitos. El tiempo y el espacio que salen de sí
mismos para facilitar avanzar al encuentro del horizonte. En última instancia, es el
desafío para ir hacia lo desconocido creado por ello, en ese mismo ir, el espacio
del horizonte. El espacio es el tiempo atrapado por la lógica del caminante; que es
el constante desafío de constituir relaciones o conocimiento [Zemelman, 1998:
148].

Zemelman en un libro reciente concibe al despliegue en el contexto de la


conciencia histórica a partir de las tensiones que asumen las cualidades
existenciales de los sujetos, en donde las posibilidades adoptan, a su vez, su
aspecto procesual [Zemelman, 2002: 41]. En esa misma dirección la necesidad de
conciencia histórica está siendo vislumbrada como una instancia desplegante que
alude a los dos momentos de discursividad y prediscursividad.

En las anteriores alusiones a la conciencia histórica están presentes el tiempo y el


espacio con base en el despliegue y a partir de la concreción de modalidades. No
obstante la articulación entre esos dos planos, tan necesaria para dar cuenta de la
colocación, no se aprecia con suficiente nitidez sin la ubicación y el papel de la
colocación. Por ello precisamos del siguiente planteamiento: “... nos colocamos
ante la realidad que es, por una parte, imprevisible en su mutualidad, pero que a la
vez, está siendo constantemente moldeada por prácticas constructoras de sentido”
[Zemelman, 1994: 41].

Por último, para efectuar una crítica a lo habitual del pensamiento partiremos con
la idea de que la conciencia histórica, al ser una de las formas de la subjetividad,
también es una constelación que además de comprender la cognición articula a la
voluntad y la afectividad. La conciencia histórica tiene espacios de
indeterminación, de indeterminación-determinable, ahí radicarán las
potencialidades, de modo que no pueda ser reducida a la conciencia teórica, sobre
todo porque la teoría y la explicación, contenida en ella, son aspectos cristalizados
del pensamiento, adscritos a lo dado.

Concreción y despliegue del fenómeno

Este apartado se dirige a cumplimentar dos imperativos propuestos por


Zemelman: a) transformar la historia en experiencia y b) transformar historia en
existir.

Transformar la historia en experiencia

El imperativo expresado en la traducción de la historia en experiencia comporta la


necesidad de que los sujetos colocados ante la realidad alcancen la plenitud en el
marco de la indeterminación y la incertidumbre.

Para efectos expositivos del presente inciso será importante que partamos de la
diferenciación y articulación entre la experiencia histórica y la epistemológica. En
esa medida en la experiencia histórica: será concebida como “... el recorte de
realidad en que se conjuga lo objetivo, sometido a regularidades, con la capacidad
de construir lo objetivamente posible que no necesariamente lo está” [Zemelman,
1992-I: 35]. De esta manera ella cumplirá un papel fundamental en el sentido de
que “... la lectura de la realidad está mediada por la experiencia dada” [Zemelman,
1989: 72].11 En esa medida la experiencia gnoseológica o epistémica podrá
plantearse en el marco de la epistemología zemelmiana “... como una exigencia de
racionalidad con base en el supuesto de articulación lógica que da cuenta del
movimiento de la realidad histórica”.[Zemelman,1992-II: 54-55].

Por lo demás dos planteamientos zemelmianos que nos permiten articular ambas
formas de experiencia son los siguientes: “La historia como experiencia
gnoseológica que no se agota en un momento, porque en su propio
desenvolvimiento va conformando modos de pensar que trascienden sus propios
marcos problemáticos” [Zemelman, 1998: 53].
Asimismo, en la óptica de la dialéctica instalación-apropiación se avanza hacia “...
una reflexión epistemológica que puede apoyarse en la historia como experiencia
gnoseológica que no se agota en un momento. Porque en su propio
desenvolvimiento contribuye a enriquecer a la razón como un tejido que se va
hilvanando a lo largo de diferentes épocas” [Zemelman, 1998: 54].

Modalidades de experiencia

Es desde el piso de la experiencia como podemos apreciar los diversos ángulos y


perspectivas de la historicidad y existencialidad de los sujetos sociales. Y es que
la experiencia en el marco de la politicidad del conocimiento ocupa un plano
central en la obra zemelmiana.

La experiencia se desdobla y articula en dos modalidades: la existencial y la


histórica [Zemelman, 1998: 8],12 pero también en concreción y despliegue.13
Estos dos últimos aspectos son “... dimensiones de lo objetivo, por consiguiente
son parámetros de la construcción del objeto y de su apropiación racional”
[Zemelman, 1996: 168].

Concreción

La concreción en tanto especificidad de los fenómenos y problemas, deviene en la


articulación entre el momento y la coyuntura: “es tiempo como momento; y espacio
como coyuntura” [Zemelman, 1996: 168].

Momento

El momento es un instante de la dinamicidad presente en los procesos que nos


permiten comprender la realidad socio histórica por medio de un recorte de
coexistencias sociales. En la perspectiva de la necesidad el momento “... significa
hacer un anudamiento de todos nuestros tiempos, los vividos y los que dependen
de éstos, en forma de que lo posible surja como la incompletud de lo real. Es la
experiencia como esperanza” [Zemelman, 1998: 158]. Pero también expresa el
esfuerzo cognoscente de los sujetos por colocarse y distanciarse ante la realidad.
De esta forma comporta la definición de un punto de partida para la descripción
articulada de los procesos de la realidad en las que está inserto el poder. Por eso
“... entender un momento histórico es entender la lógica constructiva del poder,
que no es el poder bruto, que no es el poder visible, sino que es la lógica
constructora del poder” [Zemelman, 1998: 29].

Coyuntura

La coyuntura es una articulación entre totalidad y la indeterminación, en ese


sentido funge como instancia mediacional. De esta forma, para Zemelman “... la
coyuntura representa una mediación entre el conocimiento acumulado en
estructuras teóricas y la alternativa de praxis adecuada al quehacer de una opción
definida como posible” [Zemelman, 1992-I: 27].

La potencialidad contenida en lo indeterminado determinable es factible indagarla


a través del momento “... de la coexistencia de todas las posibilidades no
reveladas... es el momento de la estructuración misma; no es la totalidad dada
sino su proceso de constitución” [Zemelman, 1992-I: 44].

Despliegue

El planteamiento epistémico, que también es antropológico, está interesado en


referir el despliegue de los hombres ante su contexto, ante su realidad mediante la
articulación del ritmo con el contorno. Para Zemelman el contorno es espacialidad
y el tiempo es ritmo [Zemelman, 1996: 168].14

Contornos

Parafraseando a Francesco Alberoni, para quien los grandes filósofos son también
grandes artistas, diremos que los grandes epistemólogos también tiene esa
cualidad, esto se aplica a Zemelman, pues a la manera de un Da Vinci plasma los
contornos difusos (sfumato); es decir contorno difuso en la indeterminación-
determinable del despliegue de los sujetos colocados ante una realidad. En este
sentido es significativo el siguiente planteamiento zemelmiano: “La realidad de que
nos ocupamos es difusa en sus contorno, ya que se define solamente en la
medida misma del esfuerzo por construirla” [Zemelman, 1989: 31-32].

En alguno de nuestros trabajos nos hemos atrevido a referir la capacidad de


Zemelman para definir y trazar contornos:

... si los sabios perciben contornos y los trazan; los hombres irónicos son
capaces de dibujarlos y, por consiguiente, de transgredirlos... El pensamiento de
Zemelman se orienta, justamente, hacia esa doble pretensión: detectar los
contornos desde el contexto y, con base en coyunturas, trascenderlos.
Contextualizar significa, para él, atender al despliegue participativo de los actores,
guiados por la proyección de opciones de futuro y dispuestas en proyectos
construidos por ellos desde su propia realidad [Romo Torres, 1998: 92].

Problema de los límites

La problemática de los contornos nos conduce, inevitablemente, al problema de


los límites abiertos. Precisamente, un planteamiento que vincula el límite con el
contorno es el siguiente: "... el concepto de límite cambia de naturaleza, ya que se
pasa de la noción de límite que organiza contenidos al planteamiento del contorno
que, ubicado más allá de lo conocido, abre el contenido hacia nuevas realidades”
[Zemelman, 1992-II: 138].
La transformación de la historia en existir

Un hecho destacable es que Zemelman, a partir del libro Sujeto: existencia y


potencia y de algunos ensayos contenidos en su texto Problemas antropológicos y
utópicos del conocimiento, emprenda un giro del énfasis de la politicidad del
conocimiento de sus trabajos anteriores hacia la existencia y existencialidad en el
contexto ético ante la realidad y las visiones utópicas. De ahí la preocupación
zemelmiana por la externalidad plasmada en el tratamiento de la experiencia, la
cual se desdobla en las modalidades de historicidad y existencia. Con ello, los
problemas pertinentes están referidos a la necesidad de realidad, necesidad de
otro, necesidad de conciencia, de colocación ante la realidad. De esta forma los
replanteos de problemátización y crítica como núcleos de la conciencia histórica
avalan esa consideración.

Podemos afirmar, con base en la perspectiva antropológica y política de nuestro


pensador, que la medida del hombre es la de sus formas de razonamiento,
categoría y contenidos abiertos a la indeterminación-determinable y la
incertidumbre. Por eso, las fronteras son dinámicas tratándose de la existencia y la
existencialidad de los sujetos. La exigencia de transformar la historia en
experiencia se cumple en la implicación de la historia con la existencia, mediada y
articulada por la experiencia. En esta dirección cala hondo la aseveración de
Zemelman: “Ningún sujeto social puede imponer su futuro si no es apoyándose en
toda la historia que ha cristalizado en su misma existencia” [Zemelman, 1992-I:
34].

Por otro lado, resulta valido asumir el imperativo de transformar la condición


existencial del hombre en un campo de experiencias posibles [Zemelman, 1998:
124]. Desde luego, en ese campo de posibilidades está el yo, los otros y lo otro:
“Tanto la existencia como la historicidad implican tipos de experiencias en la
temporalidad que expresan cierres y aperturas del sujeto. Es diferente si
pensamos en la existencia como relación del sujeto consigo mismo que si lo
concebimos como relación con los otros o con el otro” [Zemelman, 1998: 129].

El pensar utópico y ético

La epistemología de la conciencia histórica altera nuestros modos de


relacionarnos con la realidad en la medida que posibilita asumirnos como sujetos
constructores a través de una relación y colocación ante el mundo, bajo una
exigencia de la objetividad ejercida a partir de una epistemología alterante y, por
eso, activadora de necesidad desde, con y para los demás. A la luz de este marco
desplegante la existencialidad y la historicidad cumplen el imperativo no solamente
de lograr la transformación de la utopía en experiencia existencial, sino también el
acceso a las modalidades histórica y epistémica.
A la luz de esta perspectiva se subraya el proceso del decir que opera en la
prediscursividad, en tanto espacio promotor del encuentro con los otros: “La
necesidad de decir es el momento potenciador del discurso” [Zemelman, 1998:
132]. Pero también el discurso deviene en un recurso vacío sino se corporiza en
necesidad de realidad y necesidad de otros.

Precisamente, en el pensar ético y utópico es donde es hace factible el tránsito


alternado entre la prediscursividad y la discursividad. Incluso este último
constituye, a decir de Zemelman, el contexto del pensar ético y utópico, pero
también el marco en el cual el hombre piensa y construye discursos como dos alas
para sobrevolar sus incertidumbres.

La dialéctica sujeto-contexto constituye una modalidad que alude a la potenciación


o potencialidad de los sujetos a la luz del presente potencial y no sólo del
enriquecimiento de los mismos. Desde aquí lo que importa es dar cuenta del
sujeto “... en su capacidad de actuar con voluntad y emoción” [Zemelman, 2002:
2]. Ella también es una “dialéctica que hace frente tanto al empobrecimiento del
hombre como a su propia elevación hacia un mayor protagonismo” [Zemelman,
2002: 25]. Con ello está en condiciones de especificar lo potenciable de los
sujetos. Por eso en este espacio “... se ubican las formas de construcción social
que descansan en la necesidad de ser y de sentido del sujeto. Es un modo de
hacer efectiva la voluntad en que se expresa el afán de ser sujeto protagónico
como respuesta a la necesidad de ser sujeto en despliegue existencial. El
pensamiento hecho voluntad: lo político” [Zemelman, 2002: 3].15 Asimismo, desde
esta modalidad dialéctica de sujeto-contexto se avanza en lo que Zemelman
denomina “antropología de lo prometeico” [Zemelman, 2002: 3].

De esta forma, el contexto permite entender el significado histórico del sujeto


colocado ante la realidad. El carácter mediacional del contexto está expresado por
el hecho de que media entre el problema y la situación más global [Zemelman,
1994: 16].

La utopía como modalidad de conocimiento ubica al hombre en “... el esfuerzo por


asumirse como sujeto potente, utópico, que es lo propio de la necesidad que surge
de la incompletud, transforma al tiempo en o indeterminado-determinable, y es lo
que caracteriza la capacidad del sujeto para desplegar sus potencialidades. Para
lo cual se requiere de la memoria que alimente las visiones utópicas” [Zemelman,
2002: 37].

Asimismo, la conciencia histórica como instancia mediadora “se corresponde con


salirse del discurso para recuperar a lo constituyente de lo prediscursivo; pero lo
constituyente, en tanto expresión de lo indeterminado, cuya forma de
razonamiento es posible con base en lo necesario” [Zemelman, 1998: 126].

Conclusiones
Hemos partido de la crítica y la totalidad como formas de razonamiento capaces
de permitirnos colocar la condición existencial del hombre ante el mundo, bajo el
cumplimiento de las exigencias de articulación y mediación.

Así, la nuestra ha sido una exposición que alude a las modalidades de la


dialéctica, en particular a tres: dialéctica de la determinación-indeterminación,
dialéctica de la instalación-apropiación y, finalmente, la dialéctica de sujeto-
contexto. La presentación de esas modalidades ha sido efectuada en el marco de
la epistemología de la conciencia histórica entendida como un entramado de
inquietudes y actitudes surgidas de la colocación ante la realidad. Ese entramado
se condensa y potencializa en una epistemología articuladora de las visiones
antropológicas, históricas, éticas y utópicas.

La serie de transformaciones que han sido expuestas: de la política a la historia;


de la historia a la experiencia, de la historia a la existencia y de la experiencia al
campo, por mencionar solo algunas, evidencian el dinamismo relacional de los
sujetos ante la realidad y del propio epistemólogo Zemelman que no escapa a esa
cualidad; pues se mueve constantemente por las fronteras móviles de la razón
ampliándola y enriqueciéndola por medio de formas de razonamiento, categorías y
contenidos abiertos.

Por último, al aplicar la función de la crítica a la valoración de algunas limitante en


la propuesta zemelmiana misma, haremos dos observaciones: la primera dirigida a
que si bien es cierto que las modulaciones han sido suficientemente explicitadas y
tematizadas en esta perspectiva epistémica; las modulaciones, en cambio, no lo
están del todo, aunque si en estado práctico; de esta manera mencionaremos dos
ejemplos a) no basta un discurso del o sobre el sujeto, se precisa un discurso
desde el sujeto, es decir, desde la prediscursividad y b) no es suficiente limitarse a
un análisis de las practicas producidas, se requiere de la producción de prácticas,
es decir, no bastan indagar productos de las prácticas de los sujetos, es necesario
acceder al plano producente de sujetos y de realidad, para así estimular e
impulsar sus potencialidades a partir de proyectos viables. La segunda
observación apunta al plano de la recursividad ética: está claro que para
Zemelman la prediscursividad y la discursividad ocupan un buen espacio de sus
reflexiones, pero el problema de la recursividad ética propuesto por Lévinas no es
motivo de sus argumentaciones. Con lo anterior no queremos restar importancia a
una propuesta que por si misma resiste las críticas más implacables. La
problematización de la propuesta zemelmiana es de esperarse, máxime que
Zemelman invita a ello como una condición del pensar y razonar, así como a un
ejercicio autocrítico que se desprende permanentemente de su vida y obra.

Mientras tanto la imaginación epistémica zemelmiana vuela por los aires de


abstracciones surgidas y sustentadas en tierra firme de las prácticas de sujetos
colocados ante realidades posibles de construirse de manera continua desde los
ángulos éticos, antropológicos, políticos y utópicos. Ángulos articulados en una
epistemología potencializadora de la experiencia, historicidad y existencialidad de
los sujetos sociales. Por eso, la concepción del hombre en la propuesta
zemelmiana encierra claves valiosísimas para entender la condición humana, pues
en esa medida esa propuesta está profundamente, recordando un poema de
Vallejo, llena de mundo.

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