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LAS TRES TAZAS

José María Vergara y Vergara, periodista, escritor y poeta, que se denomina


así mismo coleccionista y bibliófilo, y hace este relato a través de la
selección y relectura de tres cartas, o invitaciones a festejos, junto a los
cuales revive tres diferentes momentos históricos de Bogotá. De esta
forma, hace una descripción costumbrista de las dinámicas
socioeconómicas (vestimenta y moda, modales y relación entre amigos),
cada una de estas está marcada por celebraciones y ritos particulares
relacionados con las bebidas de moda. De esta manera la primera taza de la
que habla es la de chocolate, luego de la de café y por último del té.

La primera taza relatada de una esquela en papel florete, según el


narrador “cuquísima” fechada el 13 de mayo de 1813, época reciente a la
obtención de la independencia y en donde está en auge la difusión de los
principios revolucionarios franceses así como en general su cultura. Para
entonces Nariño se encuentra en la “ciudad” y antes de partir al Sur con
sus tropas es invitado por la marquesa de San Jorge, Doña Tadea Lozano, a
un convite acompañado de los más distinguidos aristócratas santafereños,
los hombres vestidos a la mejor moda Bonapartina y las mujeres
engalanadas con camisones de seda de talle muy alto y descotado, mangas
corridas y falda estrecha. En cuanto a los alimento, la bebida ofrecida fue
una taza de chocolate, exclusivo brebaje, dada la complejidad de su
elaboración1. El autor también hace alusión al mito de la Atenas
Suramericana, que representaba St. Fè de Bogotá a partir del glorioso
chocolate al decir:

¡Musa de Grecia, la de las ingeniosas ficciones, házme el favor de


decirme cómo diablos se pudiera hacer llegar a las narices de mis
actuales conciudadanos el perfume de aquel chocolate colonial!

Al final de tal festín bailan una contradanza, un capitusé, un zorongo, un


ondú y dos cañas, bailes de moda para esa epoca y posteriormente a las
doce de la noche regresan a sus casas alumbrados por los faroles que

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la elaboración del chocolate santafereño que consistía en: traer el cacao desde Cúcuta,
luego era mezclado con canela, se humedecía en vino y así se dejaba añejar durante ocho
años. Luego del añejamiento las pastillas, dos por taza, se incorporaban en agua hirviendo,
dejando que hierva dos veces más, así al tercer hervor el molinillo se introducía para sacarle
espuma, en este punto el chocolate estaba listo para ser servido en este caso en vajilla de
plata de martillo propia de la casa, lo cual denota una vez más el estatus social de los
anfitriones
llevaban los lacayos que los predecían, es decir aun no había alumbrado
publico, abrigados los elegantes tertulianos.

La segunda taza, tiene su origen a partir de una boleta de papel azul,


carta, con una viñeta, escrita por el ilustre señor Juan de las Viñas,
importante durante las juntas pacifistas, en el año de 1848 invito la noche
del jueves santo a tomar café a su casa. Para que este agasajo pudiera
tener lugar debemos recordar que el café, bebida que estuvo en boga en el
S. XIX en Europa gracias a los ingleses, y que como el autor nos
contextualiza históricamente en esta epoca, mediados del S. XIX, tras
Morillo vino Bolívar, y con el ingleses y con ellos el uso del café que
reemplazo el chocolate a mucho pesar de Vergara. Sin embargo, siendo una
innovación no necesariamente su elaboración se ejecutaba de la manera
más adecuada.

Para este entonces nuestro narrador tiene 20 años y la moda en la


vestimenta de los santafereños era ahora el denominado “Traje de punta en
blanco”2 y las mujeres, vestían humildes camisones de zaraza, y sin más
adornos en las cabezas que dos trenzas.

A diferencia de la primera taza, de chocolate, esta recrea un ambiente


menos exclusivo donde el protocolo y la ornamentación de la casa
anfitriona, no son tan exquisitos, así primero bailaron dos contradanzas y
unos tres valses redondo y en el lugar había diversidad de tipos de
taburetes, platos. Además los asistentes pertenecían a variadas clases y
edades, incluyendo padres, hermanos y criadas de los invitados. El festín
empezó por el modesto ajiaco, no menos delicioso por eso, tras él se
deleitaron con pollos asados, después bebieron vinos y finalmente de
sobremesa se sirvió la innovadora bebida (costumbre que hasta hoy se
mantiene). Sin embargo a sorpresa del anfitrión los nostálgicos comensales
reclaman el chocolate envés de este horripilante brebaje, sin embargo, Juan
de Viñas dice que la culpa es el no saber tomar café, símbolo en auge de
civilización, aquí se muestra el inicio de la legitimación de lo extranjero
como lo más elevado. Aunque a diferencia de la taza de té, el anfitrión tiene

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“Traje de punta en blanco”, de baile y que consistía en zapato sin tacón, pantalón con
ancha trabilla, lleno de pliegues en la cintura y sumamente angosto en su parte inferior, con
chaleco de seda y de enormes solapas. La casaca de paño negro era tan angosta y
puntiaguda. La corbata era muy ancha y se echaba con doble vuelta, y los cuellos de la
camisa, muy anchos también
una relación cercana a los invitados, personas sencillas sin arandelas, por lo
que cede a ofrecer el glorioso chocolate y todos ríen y bailan.

La tercera taza es de té, en 1865, los anfitriones los marqueses de


Gacharná, y esta relectura es principalmente una denuncia sobre el cambio
en las costumbres nacionales por las extranjeras en su máxima expresión,
reflejada en la siguiente frase:

¡Qué triste es quedarse uno poco a poco atrás! ¡Qué triste y qué
desolador es encontrarse uno de extranjero en su patria!

A partir de esto, Vergara hace una crítica de cómo la alta sociedad no es


alta de ninguna manera y como estos “ilustres” personajes santafereños
ostentan riqueza y conocimiento de mundo a partir de fantocherías en
varios aspectos que legitiman lo extranjero como lo más y en contra parte
se presenta un desprecio por lo nacional:

El primero, con respecto a la elevación de “todo” lo extranjero, como


elemento de prestigio, es por esto que tener titulo extranjero, como en el
caso del marqués nativo de Sutamarchán, y la adopción de nombres
traducidos a otros idiomas, como el de Casimiro de la Vigne, hace a estos
sujetos tan distinguidos. Un segundo aspecto esta relacionado con las
restricciones del trato social entre unos y otros, porque entre menos
personas trataran se consideraban más exclusivos, sin embargo, esta
realidad era aparente ya que entre menos personas recibieran podían
limitar sus gastos sin que nadie lo notara para ahorrar más y así luego
podían gastar en agasajos al más finísimo estilo europeo (té o soireé) pocas
veces al año, intentaban por este motivo invitar personajes extranjeros y
algún compatriota que sirviera de traductor.

Además también se burla de la actitud arrogante y la adopción de moda


europea incomoda y estrafalaria para las mujeres y que hace que gracias a
su vestimenta el mayordomo luzca mas distinguido que el propio marques,
hombre “refinadísimo, de negocios y gran conocedor de política y
economía”. Al igual hace moca de cómo en general la población se
convencen que el trato seco y hasta descortés, denota categoría y calidad.
Otra crítica que hace es sobre la dinámica de esta reunión llena de
diplomacias y etiquetas extranjeras y aburridas.
Por otra parte no menos importante y centro del relato, el té es servido a la
una de la mañana acompañado por una serie de pequeños bocadillos
europeos, no muy ricos, que dejaron al comensal Vergara con hambre pero
a la vez sin ganas de engullir más de lo ofrecido allí, tras el té bebieron licor
extranjero y escucharon Strauss, es decir ya la música y tragos típicos no
tienen cabida en este tipo de evento. Así mismo, sucede con las
conversaciones sobre el país donde las opiniones son vistas a través del
exterior hacia el interior, los hombres y las mujeres hablan inversamente de
política y moda, además de deformar los idiomas tanto español como
francés

Como conclusión en palabras de este nostálgico autor este relato


cuenta el tránsito entre la época del chocolate, donde había baile, alegría,
elegancia y decoro con arquitectura solida y opulenta con jardines, para
pasar luego por una época de café, donde había bochinche, juventud,
cordialidad y decoro, para finalmente terminar en un tiempo de te silencio,
equívocos, indecentes, bailes de parva, ninguna alegría y mucho tono.

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