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Falacias de inatinencia

María del Carmen Cadena Roa


Miguel Ángel Gutiérrez Estupiñán

A
unque la pregunta de «¿Por qué no podemos pensar como queramos?» puede
parecer fascinante y divertida en un principio, además de dar lugar a gran
número de interpretaciones e ideas, una de las mejores respuestas que po-
demos lograr es la de «Porque eso hará mucho más difícil conseguir lo que quere-
mos».

Algo que, desafortunadamente, no tomamos en cuenta con frecuencia al estudiar y


enseñar tanto lógica como filosofía en general, es que ambas tienen la finalidad de
ayudarnos a vivir mejor, a estar mejor en el mundo, a lograr una vida más feliz o, al
menos, a ensanchar y enraizar nuestro bienestar.

El sabio emperador romano Marco Aurelio decía que «son nuestros pensamientos
los que hacen nuestra vida maravillosa o miserable» 1. Aunque tiene razón en parte,
no siempre depende de nosotros que algunos momentos de la vida sean malos, pues
en ocasiones somos blanco de los pensamientos mal estructurados, erróneos o mal
intencionados de los demás.

1
Marco Aurelio. Máximas y enseñanzas. Lectorum. México, 2001. Traducción directa y prólogo de Francisco
León. Libro XII.

1
Uno de los factores importantes para pensar ‘felizmente’ (en sentido lato) es, pues,
aprender a armar convenientemente nuestros razonamientos y argumentos: de ahí
la importancia suma del tema que nos ocupa, las falacias de inatinencia.

En buen español, falacia (del latín fallacĭa) se entiende como «Engaño, fraude o men-
tira con que se intenta dañar a alguien», o bien como «Hábito de emplear falsedades
en daño ajeno»2.

El primer estudio sistemático conocido sobre falacias lo hizo Aristóteles en su escrito


Refutaciones sofísticas, un apéndice de los Tópicos, donde hace una lista de trece ti-
pos. Después de la Alta Edad Media, las falacias otra vez fueron estudiadas sistemáti-
camente en Europa Medieval —de ahí que tantas falacias tengan nombres latinos. A
finales del siglo pasado comenzó el tercer estudio importante de las falacias debido
al interés en disciplinas como la lógica, las ciencias de la comunicación, la retórica, la
psicología, y la inteligencia artificial.

Las falacias lógicas son utilizadas comúnmente para justificar argumentos o postu-
ras que no son justificables utilizando la razón. Suelen enmascarar engaños, falseda-
des o estafas. Saber reconocer las falacias lógicas es de gran ayuda para no ser enga-
ñado.

Las falacias representan un tipo especial de argumentos que parecen correctos o


válidos a primera vista, pero que bajo un cuidadoso análisis no lo son, sólo lo pare-
cen: son argumentos que pueden suscitar errores o conducirnos a ellos. Básicamen-
te, el error en las falacias consiste en no ofrecer razones pertinentes que apoyen o
justifiquen la verdad de un enunciado, conclusión o tesis que se defiende. Cabe seña-
lar que los argumentos falaces no son tales por llegar a una conclusión falsa, sino por
que dicha conclusión no se sigue o infiere de las premisas. El problema apunta hacia
la noción fundamental de la lógica como disciplina de la filosofía: la noción de conse-
cuencia lógica.

2
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 22ª edición.

2
A veces las razones que se ofrecen para apoyar una tesis son verdaderas, pero la
manera como están estructuradas, su forma, no sostiene a la conclusión —de ahí su
nombre: falacias formales. En otras ocasiones, aun con premisas verdaderas, es el
contenido de las mismas lo que no guarda relación lógica con la tesis o enunciado
que se defiende como verdadero.

En el primer caso, la estructura o forma lógica de las premisas y la conclusión puede


llevarnos de verdad a falsedad. A este error se le denomina invalidez y es propia de
argumentos que son presentados como deductivos. Un argumento deductivo válido
garantiza que, si las premisas son verdaderas, la conclusión lo será necesariamente,
pues ésta ya se encuentra contenida en las premisas. Así que es imposible que, con
razones verdaderas y una forma lógica válida, la conclusión sea falsa. Una caracterís-
tica más de estos argumentos es que la conclusión se sigue con absoluta necesidad
de las premisas o justificación que la sustentan3, así que, no obstante se añada in-
formación (más premisas), la conclusión sigue siendo verdadera: no es revisable4.

En el segundo caso, cuando el apoyo de las premisas falla por el contenido de las
mismas, el problema puede ser por el uso inadecuado del lenguaje o por falta de ati-
nencia, es decir, que en una argumentación se introducen elementos ilegítimos o ex-
traños a la argumentación propiamente dicha y que no se relacionan lógicamente
con la conclusión.

En síntesis, un argumento puede ser falaz bien por su contenido o bien por su forma.
Si lo es por su contenido también se le llama falacia material o «informal» en el sen-
tido que no se está evaluando su forma; si lo es por su forma se le llama falacia for-
mal. Sin embargo, en una argumentación pueden darse estos dos tipos de falacias
conjuntamente.

3 Sin embargo, los análisis contemporáneos sobre el concepto de la consecuencia lógica señalan que no basta
hablar de la forma o de la verdad necesaria, sino hay que hacerlo también de las distinciones entre necesidad
y necesidad analítica y de los modos desde los cuales se puede demostrar la validez: a través de pruebas o
modelos (o, en algunos casos, por ambos).

4 Mas no toda verdad necesaria es consecuencia válida de una o varias premisas. Por ejemplo, los principios
lógicos son verdades necesarias (tautologías) y, en estricto sentido, se siguen de cualquier conjunto de premi-
sas, pues su verdad es trivial. Pero toda consecuencia válida será una verdad necesaria.

3
Sirvámonos del siguiente ejemplo. Hace un par de años, en un anuncio espectacular
estaba escrito lo siguiente:

· Tenemos más de 40’000 farmacias en toda República. ¿Quién dice que nuestros
medicamentos no funcionan?

Si parafraseamos el argumento diría algo como lo que sigue: Tenemos más de 40’000
farmacias en toda la República (premisa). Por lo tanto, nuestros medicamentos sí
funcionan (conclusión).

El anterior es un argumento falaz, pues la premisa que ofrece no da razones que sus-
tenten la calidad de los medicamentos; sólo indica que han abierto muchas farma-
cias. No es suficiente para demostrar que los medicamentos son buenos.

En la actualidad se considera que existe un número grande, aunque indeterminado,


de tipos de falacias. Copi señala que Aristóteles había identificado trece tipos, como
se mencionó antes, y que David Hacket en su libro Historians’ Fallacies; Toward a
Logic of Historical Thought5registró ciento trece. Día con día se descubren nuevos
tipos y variantes de las ya identificadas6, aunque, por mucho, las falacias de inatinen-
cia siguen siendo las más frecuentes, y las más importantes en razón de su número.

5
Copi (2002) Introducción a la lógica, Limusa México, p.126

6 El doctor Gary N. Curtis, de la Universidad de Indiana en Bloomington, por citar un ejemplo, ha dedicado
años de estudio a la falacias: fruto de su investigación es su sitio de red donde ofrece una clasificación muy
amplia, definiciones, casos nuevos o actualizaciones con los descubrimientos que colegas y estudiosos de la
materia le envían (http://www.fallacyfiles.org/index.html). Otro sitio interesante es Logical Fallacies de la
universidad de Liverpool, Inglaterra (http://www.logicalfallacies.info/). Por otro lado, Ricardo García Dambo-
renea ofrece un Diccionario de falacias, bastante completo, aunque la bibliografía utilizada no está actualizada.
Otro trabajo en español es el libro del doctor Alejandro Herrera Ibáñez: Falacias, escrito en colaboración con
José Alfredo Torres, Torres Asociados, México, 1994.

4
FALACIAS DE INATINENCIA

Las falacias por falta de atinencia o por irrelevancia conducen a errores en la argu-
mentación por su carácter «persuasivo». Convencen porque parecen correctas o
válidas, pero no lo son: sustituyen las razones pertinentes para justificar la verdad
de la tesis propuesta, sin lograr establecerla y presentando, en cambio, atinencia
psíquica de diversas maneras: por atribución de propiedades inadecuadamente, por
apelar a sentimientos, por dar referencias insuficientes o por apelar a causas falsas.
Por ello la relación lógica entres premisas y conclusión no se preserva, lo que signifi-
ca que la verdad de las premisas no garantiza la verdad de la conclusión. Cabe acla-
rar, sin embargo, que la verdad tanto en premisas como en la conclusión no asegura
una relación de consecuencia lógica.

Hay diversas clasificaciones de falacias. El doctor Alejandro Herrera señala tres cla-
ses de falacias por falta de atinencia:
· Las que fallan por transferencia de propiedades
· Las que apelan a sentimientos
· Las que presentan referencias insuficientes

TRANSFERENCIA DE PROPIEDADES

Algunas de las falacias que fallan por usar como razón o justificación la transferencia
de propiedades son: Ad hominem (contra la persona), Ad verecundiam, Composición
y División. En este trabajo se abordarán las dos primeras.

Argumentum ad hominem (Contra la persona)

Se la comete cuando, en vez de tratar de refutar la verdad de lo que se afirma, se ata-


ca a quien hace la afirmación. No hay conexión lógica entre el enunciado que ataca al
autor de una proposición y la proposición cuya verdad se pretende refutar. Tampoco
se trata de disputar acerca de la verdad o falsedad de la proposición, sino arrojar

5
dudas acerca de la plausibilidad y/o de la consistencia de la persona que defiende
esta proposición y contra la cual se argumenta.

Existen dos subtipos de falacia ad hominem:


· Ofensiva
· Circunstancial

El éxito la falacia ad hominen ofensiva —también llamada falacia genética— reside


en distraer con los «defectos» o características consideradas como repudiables de
una persona, para que el interlocutor concluya que también lo sostenido por esa
persona es repudiable.

· Hitler estaba a favor de la eutanasia. Por lo tanto la eutanasia debe ser mala. 7

Su estructura es: «M cree que p, pero M tiene la propiedad repudiable R. Luego, p de-
be repudiarse»

· ¿Qué se puede esperar un político que ha cambiado constantemente de partido? Sus


críticas al desempeño del presidente no tienen solidez.

La propiedad que se transfiere del político a sus críticas es la de falta de constancia o


estabilidad. Así, sus afirmaciones son tan poco estables como él.

El tipo ad hominem circunstancial se divide en dos clases:


· De intereses personales (envenenamiento del pozo)
· Autocontradicción (tu quoque)

La clase circunstancial del argumento ad hominem de intereses personales o ‘enve-


nenamiento del pozo’, alude al mito europeo medieval que la plaga negra fue causa-
da por judíos que envenenaron el pozo de la ciudad, situación que fue usada como
excusa para perseguirlos. Pero el sentido de esta falacia es que se rechaza la tesis

7
A todas las falacias construidas haciendo referencia a Hitler también se le denomina argumentum ad Nazium.

6
propuesta por considerar que el que la expresa tiene intereses ocultos para soste-
nerla.

En el 2006 se publicó un desplegado hemerográfico que decía, entre otras cosas:

· ¿Quiénes están en contra de la candidatura de Víctor González Torres? Uno de ellos


el señor Andrés Manuel López Obrador, pues ve en Víctor González un fuerte rival.
Atentamente,
Víctor González Torres

Esta afirmación no aporta una justificación de porqué López Obrador no tiene


buenas razones para estar en contra de la candidatura de Víctor González Torres,
sino que lo acusa de tener razones personales para esa oposición.

La clase ad hominen circunstancial de autocontradicción (tu quoque) consiste en re-


chazar el enunciado debido a que el otro no actúa conforme a lo que sostiene. Vale
señalar que el hecho de que el oponente no sea congruente no hace falsa necesaria-
mente la tesis que propone, aunque tampoco se pierde el derecho a cuestionar su
falta de congruencia.

· En una entrevista con Osama Bin Laden, el entrevistador le dice:

—El gobierno de los Estados Unidos dice que usted todavía financia campos de en-
trenamiento militares aquí en Afganistán para militantes, luchadores Islámicos y que
usted es un patrocinador del terrorismo internacional.

Bin Laden responde:

—Dondequiera que miremos, encontramos a los Estados Unidos como el líder de te-
rrorismo y delito en el mundo. Los Estados Unidos no consideran un acto terrorista
lanzar bombas atómicas en naciones. Estas bombas fueron lanzadas en naciones en-

7
teras, incluso contra mujeres, niños y la gente mayor y hasta este día los rastros de
aquellas bombas permanecen en Japón, por ejemplo8.

Aunque es verdad que Estados Unidos lanzó la bomba en Japón, eso no hace falso
que Bin Laden financie a terroristas.

Argumentum ad verecundiam (Apelación a la autoridad)

La falacia ad verecundiam puede considerarse como la contraparte de la falacia ad


hominem, pues mientras que en esta última se usa como premisa el señalamiento de
las propiedades repudiables de la persona que defiende una postura, en la ad vere-
cundiam se usan de la misma manera las propiedades aceptables. El término ad ve-
recundiam significa «desde la vergüenza o por modestia». Se prefiere aludir a la au-
toridad o fama de alguien más que a las propias razones. Su estructura es: «A cree
que p, y A tiene la propiedad aceptable m. Luego, p debe aceptarse ». Tiene dos tipos:
· De autoridad individual
· De autoridad colectiva (ad populum)

El problema con la falacia ad verecundiam de autoridad individual está en que no


basta que una persona con cierta autoridad acepte como verdadero un enunciado
para que éste lo sea. No es una razón suficiente. Hace falta que esa persona sí sea un
experto en la materia o asunto del que trata la afirmación. Por ejemplo:

· Para ganar medallas, yo como el pan que me da energía, por eso mi pan es multigra-
no de Bimbo, el pan de los campeones.
Ana Guevara

Efectivamente, Ana Guevara es una deportista excepcional, pero no es una experta


en nutrición.

8
CNN, March 1997. Interview with Osama bin Laden,
http://news.findlaw.com/hdocs/docs/binladen/binladenintvw-cnn.pdf

8
La falacia ad populum de autoridad colectiva se divide en tres subtipos:
· Autoridad de la mayoría
· Autoridad de la tradición
· Autoridad de la minoría selecta

En los tres casos la colectividad es percibida como poseedora de autoridad, por lo


cual lo que opina o hace es percibido como aceptable. Sin embargo, no debe confun-
dirse con el miedo que la autoridad de la colectividad produce, y que lleva a sus
miembros a no actuar o a no creer en contra de lo que hace o impone.

La falacia de autoridad de la mayoría parte de la valoración positiva de pertenecer a


un grupo mayoritario dentro de una colectividad. Explota, por así decirlo, la necesi-
dad de pertenencia que muchos seres humanos tienen. Se concluye que son buenas
las creencias y costumbres de la mayoría, por lo que parece bueno ajustarse a ellas.

· Cientos de testimonios avalan las propiedades curativas de la baba de caracol para


quitar las arrugas. ¿Y tú qué esperas para lucir más joven y bella?

También la falacia puede comenzar diciendo «Miles de personas no pueden estar


equivocadas…» o «las personas inteligentes comprarían…». Como puede verse no se
dan razones, sólo se alude a lo bueno que sería estar dentro de esa mayoría.

En la falacia de autoridad de la tradición se sustituyen razones por la valoración que


se le da a la pertenencia a una colectividad que se extiende en el tiempo: grupos
étnicos, clubes, instituciones sociales o religiosas. Se aceptan, por tanto, las creencias
y costumbres sostenidas por éstas a lo largo del tiempo.

Expresiones que acompañan falacias como esta son: «Siempre se ha hecho de esta
manera» «Cien años de tradición no pueden estar equivocados» «Esta institución
tiene más de X años de historia y desde su fundación ha aceptado que…».

El error en la falacia autoridad de la minoría selecta consiste en suponer como más


valioso lo que una colectividad pequeña y exclusiva acepta que lo fundamentado con
razones. El éxito de esta falacia consiste en hacer creer que la minoría selecta es su-

9
perior a la mayoría (y a muchas personas les atrae la idea de pertenecer a un grupo
superior), así lo que el grupo selecto diga o acepte parece correcto y verdadero.
Ejemplos de esta falacia podemos encontrarlos en los anuncios comerciales que
promocionan artículos lujosos y aluden a la conveniencia de adquirir ese producto
para pertenecer a esa clase. Es el caso del viejo comercial en el que Anthony Queen
decía: «Si las cosas que valen la pena se hicieran fácilmente cualquiera las haría». O
el del whiskey Chivas Regal «Sus amigos no beberán menos que usted si no sirve Chi-
vas Regal. Pero seguramente lo pensarán si lo hace.» O este otro: «Hasta hoy su co-
che ha tenido menos categoría que usted (Chrysler)»9.

Esta falacia tiene un análogo no verbal, que va de la aceptación de propiedades con-


sideradas como buenas en una persona, a la reproducción o imitación de acciones,
actitudes, o gustos de esa persona. Es el caso de la imitación que hacen muchos jóve-
nes de las actitudes y acciones de sus artistas favoritos:

—¿Por qué estás tomando drogas? —le pregunta Charlie Parker a Chet Baker.
—Porque quiero tocar como tú.

FALACIAS POR APELACIÓN A SENTIMIENTOS

Abordaremos ahora las falacias que apelan a sentimientos. En general se pretende


que el interlocutor acepte la conclusión a través de suscitar en él sentimientos de ira,
temor, pena o compasión, amor, orgullo, simpatía, alivio, inseguridad, etcétera.

No hay nada malo en utilizar emociones cuando se discute o dialoga, pero es un


error utilizar emociones como clave principal o como instrumentos para quitar im-
portancia a la información pertinente. Es adecuado, por ejemplo, compadecerse de
personas que han tenido desgracias, pero no se debe fundamentar un argumento
sólo en ese sentimiento.

9
Bryan Key, Wilson, Seducción subliminal, Ed. Diana, México, 1972.

10
Veamos algunos casos de falacias que apelan al temor, a la compasión y la inseguri-
dad.

Argumentum ad baculum (Apelación a la fuerza o al temor)

El báculo es un palo o cayado que se usa para sostenerse, pero también es el bastón
que usan el Papa y los obispos. Representa tanto la función que le ha sido encomen-
dada como el poder que puede ejercer sobre su grey, por lo que el nombre de la fa-
lacia ad baculum alude a esa facultad que se ejerce frente a alguien y que se usa para
infligir miedo o temor a las consecuencias de no aceptar lo propuesto por quien tie-
ne el báculo. No se dan razones, sólo se amenaza directa o indirectamente.

La estructura general de esta falacia es: M persuade a B de aceptar p, haciéndole ver


las consecuencias adversas de su no aceptación. Este «hacer ver las consecuencias
adversas» tiene la forma de una amenaza de M a B:

· Por supuesto, usted es libre de hacer lo que le parezca mejor. Pero usted es cons-
ciente de que nuestro banco es uno de los principales anunciantes de su revista y es-
toy seguro de que no desea perjudicarnos publicando su artículo.

· Si no quieres un país con violencia, vota por nosotros. Estoy seguro que tú no quie-
res algo así, ¿verdad?

· —Yo creo que deberíamos optar por el plan «B» —le dijo Pérez a su jefe.
—No se equivoque, Pérez, el que toma las decisiones soy yo, por algo soy el gerente ¿o
no?

En el primer caso, el banquero intenta persuadir al periodista de no publicar un artí-


culo, pero la razón que se arguye es una velada amenaza de ya no contratar publici-
dad en esa revista. El segundo caso tiene una estructura diferente, pues no se osten-
ta el poder que alguien pudiera tener sobre otro; lo que se pretende es suscitar mie-
do a que con su acción una situación dañina se presente. El tercer caso presenta una

11
estructura distinta. No hay amenaza velada, sino una ostentación de quién es el que
lleva el báculo, no se da razón alguna de porqué el plan «B» no es adecuado.

Argumentum ad misericordiam (Apelación a la misericordia o sentimientos)

Los argumenta ad misericordiam desvían la atención de las verdaderas razones a la


piedad, lástima o simpatía. Son muy comunes en los tribunales, cuando un abogado
defensor deja de lado los hechos que atañen al caso y trata de lograr la absolución de
su cliente mencionando hechos de poca relación con el caso, como méritos, triunfos,
estado familiar, o las circunstancias penosas en las que se encontraba cuando come-
tió el delito, para conseguir una sentencia favorable. También es muy común entre
los estudiantes que desean obtener mejores calificaciones.

Su estructura general es: M realizó una acción x indebida, que amerita castigo o es
reprochable. M explica que realizó x en circunstancias que merecen compasión, pie-
dad o benevolencia de quienes lo juzgan. En vista de la explicación (no de la justifica-
ción) dada por A, quienes lo juzgan lo hacen con piedad o benevolencia, aun sabien-
do que la realización de x fue incorrecta: 10

· Por favor, profesor, acépteme el trabajo, pues sin esta calificación mi promedio ba-
jará y puedo perder la beca.

En los siguientes ejemplos la estructura no es la misma. Ya no se trata de explicar


una acción incorrecta, sino se intenta suscitar simpatía por un sector.

· ¿Quién se preocupará por los discapacitados y por los pobres si yo no llego a la pre-
sidencia? No los abandones, vota por mí.

· Tú que tienes todos tus miembros y sentidos en perfecto estado, colabora con esta
causa a favor de los que requieren ayuda especial.

10
Es importante hacer la distinción entre argumentación y explicación. En la primera se intenta demostrar
con razones que un enunciado es verdadero. En cambio, en la explicación se pretende dar razones de hechos o
acciones ya realizadas: se explica lo ya dado.

12
Argumentum ad ignorantiam (a la ignorancia)

Esta falacia apela al sentimiento de inseguridad que se puede sentir al ignorar algún
asunto. Se apela a la ignorancia. Tiene dos formas: ante la falta de pruebas para mos-
trar que un enunciado es verdadero, se infiere, entonces que debe ser falso. La otra
modalidad parte de que la ausencia de pruebas para demostrar la falsedad de un
enunciado, se sigue que éste debe ser verdadero. La falacia usa un injustificado in-
tento de trasladar la carga de la prueba al interlocutor11:

Fred dijo que es más inteligente que Peter, pero no lo demostró, así que debe ser
falso.

· No se ha probado aún que el fumar sea causa del cáncer de pulmón. Así que los fu-
madores no deben tener miedo.

· Como los científicos no pueden probar que ocurrirá el calentamiento global, proba-
blemente no ocurrirá.

· Nunca me podría suceder. Si creyera que podría, nunca podría dormir tranquilamen-
te por las noches.

Una argucia argumentativa que Capaldi propone dice: «Mientras nadie pueda probar
que usted está totalmente equivocado, actúe como si la razón estuviese totalmente
de su lado»12.

FALACIAS POR REFERENCIAS INSUFICIENTES

El error en estas falacias consiste en inferir un enunciado a partir de premisas limi-


tadas en el apoyo que ofrecen a la conclusión. Este tipo de falacias, conocidas como

11
Por principio de identidad si alguien acepta como verdadera una proposición o enunciado, se compromete
con eso que afirma y con las consecuencias del mismo. En un debate, quien afirma algo se compromete a dar
pruebas de eso que afirma; el peso de la prueba le corresponde.

12 Capaldi, Nicolás (1990) Cómo ganar una discusión, Gedisa, Barcelona p. 148

13
de accidente y accidente inverso, son una el otro lado de la moneda de la otra, y pue-
den explicarse de la siguiente forma:

I. Cuando se aplica sin distinción una regla, principio o enunciado general, sin tomar
en cuenta las condiciones bajo las cuales vale o es verdadero, se cae en una falacia de
accidente.

Por ejemplo:

· Quien mata debe ser privado de su libertad. Pedro mató a un agresor que acababa
de matar frente a él a una persona, y se aproximaba a él amenazadoramente. Por tan-
to, Pedro debe ser privado de su libertad.

II. Si se va de un enunciado singular a uno universal se cae en una falacia de acciden-


te inverso, cuya estructura puede expresarse como: Fa / x) Fx.

Por ejemplo:

· Desde que nos casamos él ya no es como antes… / ¡Todos los hombres son iguales!

· Antier me pidieron dinero para apresurar mis trámites. Ayer me sucedió lo mismo
en otra oficina. / ¡Todos los burócratas son corruptos!

Si en lugar de concluir «Todos los A son B» se concluye que «Los A son B», no se in-
curre en la falacia hasta que desambigüe el artículo «los», que puede significar «to-
dos» o «algunos». Para evitar esta falacia se requiere especificar a quiénes o a qué se
refiere.

Petitio Principii (Petición de principio)

Este error lógico se comete cuando se utiliza un argumento en que se supone como
ya demostrado aquello que se debe demostrar, con frecuencia redundando simple-
mente, o cayendo en un círculo vicioso del tipo q/p y p/q:

14
· El universo es bueno porque Dios lo creó. ¿Y porqué creó Dios el universo? Porque
vio que era bueno.

· Es indudable que el cuerpo y el alma son dos cosas diferentes, puesto que la materia
y el espíritu no son lo mismo.

· Cuenta la historia que al ministro inglés Benjamín Disraeli, de filosa lengua, se le or-
denó retirar su afirmación de que la mitad del Gabinete eran unos asnos. «Señor vo-
cero, me retracto —fue la respuesta de Disraeli—. La mitad del Gabinete no son as-
nos».

La falacia de petición de principio pretende probar la tesis que se va a defender con


ella misma, pero además se intenta persuadir de que no hay otra posible. Se da por
repetición, de la cual hay dos tipos:
· Idéntica
· Por sinonimia

Es idéntica cuando la conclusión pretende demostrarse con una proposición idénti-


ca13, con una estructura del tipo p / p.

Por ejemplo:
· ¿Por qué los sueños no son reales? / ¡Porque así son los sueños!

Cuando la conclusión se prueba con una proposición sinónima, la estructura que


opera es: p = q, q / p.

Por ejemplo:

· ¿Cómo pruebas que es inocente? / ¡Probando que no es culpable!

· Está permitido, puesto que no está prohibido.

13
Una proposición es idéntica sólo a sí misma, por lo que la de ella se infieren las mismas conclusiones y asu ves es
inferida de las mismas proposiciones o fórmulas.

15
Falso dilema

La falacia de falso dilema maneja, aparentemente, un silogismo disyuntivo —una


regla y forma lógica válida—, es decir, se maneja como silogismo disyuntivo una si-
tuación que tiene más de dos alternativas, con la estructura «si no se da p tenemos
q» o p v q, ~p / q ».

Lo anterior implica que se parte de dos opciones, pero que si alguna no se da se pue-
de concluir la otra, pues una disyunción inclusiva es verdadera cuando al menos uno
de sus disyuntos lo es. Sin embargo, la disyunción que se ofrece en esta falacia es ex-
clusiva (sólo uno de los disyuntos puede ser verdadero), además de que no tiene las
características de una disyunción lógica, o sea, establecer dos proposiciones que se
presentan como alternativas.

Otro problema con la falacia de Falso dilema es que pretende establecer como únicas
las dos alternativas que presenta, cuando en la realidad puede haber muchas más.

En el ejemplo siguiente no se trata de una disyunción con dos alternativas, sino al-
ternativas entre mandatos:

· Estás conmigo o estás contra mí. ¿No estás conmigo? Entonces estás contra mí.

· ¿Qué prefiere? ¿que sufra en un orfanato o que sea adoptado por esas personas?

16
Existen, como ya se había mencionado, otros tipos de falacias interesantes de cono-
cer, y también frecuentes, cuyo estudio es una empresa dignísima de emprenderse.
Nunca insistiremos lo suficiente en que el ejercicio de la racionalidad implica el
compromiso social, lo que significa aplicar la responsabilidad en aras de lograr una
convivencia armónica y justa, y, para ello, el conocimiento de la lógica es esencial.

Lo que debemos quedarnos, sin embargo, es la consciencia de que en la comunica-


ción diaria que mantenemos con otras personas a menudo requerimos persuadir,
convencer o argumentar sobre algo, es decir, ofrecer razones sobre algún asunto de
nuestro interés. El conocimiento y re-conocimiento de las falacias nos permite, por
una parte, comprender y detectar los diversos errores que se cometen en la argu-
mentación, propia o ajena y, por otra parte, avanzar con pasos firmes hacia la conse-
cución de nuestros objetivos.

A manera de colofón, digamos que la argumentación es un instrumento versátil y


utilísimo que nos permite tanto dar pasos firmes en la consecución de aquello que
valoramos, de las metas que deseamos conseguir, como evitar convertirnos en
víctimas de intereses ajenos. Pero estas dos aplicaciones, que deberían bastar per se
para estudiar el tema con interés y alegría, no son las únicas.

Volviendo al principio del presente ensayo, pensemos que cada uno de nosotros
probablemente se ha hecho alguna vez una pregunta como «¿Por qué debo ser ra-
cional?». La pregunta es más relevante cuando tenemos que hacer decisiones impor-
tantes. En estos casos la pregunta puede reformularse así:

¿Cómo puedo ser racional y tomar una decisión acertada para el logro de mis propó-
sitos?

En estos casos podemos recurrir a la lógica. Si asumimos la lógica como un compro-


miso de racionalidad, primero con nosotros mismos y luego con los demás, entonces
ser razonable en la toma de decisiones implica que los involucrados se comprometan
a aplicar un pensamiento mejor, que a su vez permita vivir mejor.

17
En términos prácticos, esto significa aprender a relacionar ideas correctamente, pro-
cesar la información sin olvidarse del contexto, ejercitarse en el análisis y solución
de problemas.

Esto puede hacerse a través de procedimientos y técnicas lógicos que nos apoyen
para seguir estrategias como las siguientes:

1. Identificar creencias básicas y sus implicaciones a través del análisis concep-


tual.
2. Analizar los conceptos y conocer sus implicaciones.
3. Identificar fortalezas y debilidades.
4. Analizar y evaluar las alternativas de solución de un problema a través de las
implicaciones y las consecuencias lógicas de las mismas. •

18
REFERENCIAS

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teriales del Taller de Didáctica de la Lógica, Torres y Asociados
· Atienza, Manuel. (1999). La guerra de las falacias, Alicante, Librería Compas.
· Bryan Key, Wilson, Seducción subliminal, Editorial Diana, México, 1972.
· Campirán Salazar, Ariel. (comp.) (2003). La razón comunicada II, México, Materiales
del Taller de Didáctica de la Lógica, Torres y Asociados.
· Capaldi, Nicolás (1990) Cómo ganar una discusión, Gedisa, Barcelona.
· Copi y Cohen. (2005). Introducción a la Lógica, México, Limusa.
· Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 22ª edición.
· González Yañez. Arturo. (2005). Lógica, México, Oxford University Press,
· Guevara Reyes, Gabriela. (comp.) , (2004). La razón comunicada III, México,
· Herrera Ibáñez, Alejandro y Torres, José Alfredo. (1994). Falacias, México, Torres
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· Marco Aurelio. Máximas y enseñanzas. Lectorum. México, 2001. Traducción directa
y prólogo de Francisco León. Libro XII, p. 149.
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