Professional Documents
Culture Documents
(Juan 14:23-29)
Este pasaje bíblico nos indica que Jesús ha estado enseñando a sus discípulos
que es necesario guardar sus mandamientos como señal de amor, de fidelidad a
su persona. La promesa a esta obediencia es la venida del Espíritu Santo, quien
ha de consolar y habitar entre los que le aman y le siguen (Jn. 14:15-21).
Es por eso que la Iglesia de hoy no debe tener ningún temor para cumplir su
misión aquí en el mundo. Su tarea es proclamar el amor de Dios y hacerlo realidad
en cada persona que no conoce ese amor de Dios. La transformación de las
personas y de la sociedad no será por medio de la violencia, sino a través del
amor de Dios. De ahí que el apóstol Pablo nos recuerda que somos más que
vencedores (Ro. 8:37). La Iglesia debe dar testimonio de ese gran amor de Dios
(Jn. 3:16-17) en medio de situaciones de violencia, corrupción, inmoralidad,
injusticia y falta de solidaridad. No hay nada que temer para cumplir con la misión
encomendada por el Señor, porque en todas esas circunstancias la obra del
Espíritu Santo será manifiesta.
Al final del texto bíblico es importante destacar las palabras de Jesús: “La paz os
dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro
corazón ni tenga miedo”. (v. 27). Son palabras de seguridad, de confianza, de
amor. La paz que Él nos promete no es una paz humana, de pancartas, de
grandes discursos en eventos importantes, ni de marchas ni de organismos
defensores de la paz; tampoco de tratados de paz, armisticios, etc. La paz que nos
da el Señor es una paz real, no al estilo del mundo, sino a su manera: por medio
del amor. Tampoco esta paz es un mero saludo de despedida, es su promesa de
que estará con nosotros siempre, hasta el fin del mundo (Mt. 28:20b).
Para Reflexión:
INTRODUCCIÓN: En esta noche continuamos con nuestro estudio en el Evangelio de
Juan. Ahora nos toca entrar en el tema tan hermoso e importante, que es el de la Promesa
del Espíritu Santo. Pongamos atención al Texto Sagrado, para notar la importancia que
nuestro Salvador le da a la comunión entre nosotros sus hijos, y Dios. Esa relación es real, y
la llenura y presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas también es real.
1. Una condición. — El SEÑOR JESÚS ha enseñado bastante sobre el amor de Dios hacia
ellos, y el deber de amarse los unos a los otros. Ahora, les dice que tienen que amarlo a Él
constantemente para así guardar Sus Mandamientos.
a. Noten que hay un vínculo entre el amor a Dios, y el guardar Sus Mandamientos. Sería
engañarse a uno mismo si se piensa que el amor a Dios y el guardar Sus Mandamientos no
son esencial.
b. Hay tantos que creen que JESUCRISTO nunca habló de ciertos pecados, y que
solamente habló del amor. Los que creen así, casi siempre defienden un comportamiento
inmoral delante de Dios.
i. Tenemos que ponerle atención al Texto Sagrado, y notar que JESUCRISTO muchas
veces habló e hizo énfasis en la Obediencia, y el comportamiento es producto de la
obediencia.
ii. JESUCRISTO tuvo miles y miles de personas que asistían a sus enseñanzas y lo
rodeaban, pero que no llegaron a ser “discípulos”, en la forma que el discípulo Bíblico es.
(1) Eso quiere decir que hubieron miles que no decidieron hacerse Sus discípulos, por no
querer comprometerse con JESUCRISTO.
a. Parakletos, “alguien que es llamado al lado de uno -como abogado advocatus”.(4) Una
persona llamada a abogar por uno. Barclay dice que también se usaba de una persona
llamada a animar o a auxiliar a una compañía de soldados que se encuentra deprimida y
desanimada.(5)
b. Notemos que el Texto Sagrado dice que Él, JESUCRISTO, pedirá al Padre, y Él le dará
OTRO Consolador. Noten que el Texto dice otro, que es igual, y no diferente.
i. Ahora, el Espiritu Santo nos es dado para auxiliarnos, y reargüir al mundo de pecado.
Aquellos que nos hacen la vida imposible en el mundo, son reargüidos por el Espiritu Santo
que mora en nosotros.
d. En este Texto Sagrado tan hermoso, se encuentra una Explicación de la Trinidad clara, y
nos muestra que hay un orden en la Deidad: El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo que
procede del Padre y del Hijo, pero los Tres