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Materialismo dialéctico y ciencia

Teoría del caos, Relatividad y Mecánica Cuántica?


 
David Rodrigo García Colin Carrillo

 
 
 Introducción
    A. Materialismo dialéctico: el método del marxismo.
    B. El contexto del surgimiento del método marxista.
    C. Engels y el método del marxismo.
        ¿Qué hay detrás del intento de separación entre el método del
marxismo y el marxismo?
 
I. Movimiento, materia y teoría del conocimiento
   A. Movimiento único absoluto en la naturaleza.
   B. Consideraciones sobre el concepto de materia y teoría del
conocimiento.
 
II. La teoría de la relatividad y el materialismo dialéctico
       Introducción.
   A. Teoría especial de la relatividad (unidad dialéctica materia y
energía).
   B. Teoría general de la relatividad (unidad dialéctica materia,
espacio y tiempo).
   C. Teoría de la relatividad. ¿Materialismo o idealismo?
 
III. Teoría del caos y materialismo dialéctico
       Introducción.
   A. Teoría del caos: susceptibilidad a las condiciones iniciales.
Necesidad y accidente.
   B. El caos que nace del orden: Atractores extraños.
   C. El orden del caos: Fractalidad (atractores extraños).
   D. El orden que nace del caos: Ventanas de orden.
   E. La creatividad del caos: La objetividad progresiva del tiempo.
 
IV. Mecánica cuántica y dialéctica
        Introducción.
   A. MECÁNICA CUÁNTICA ESTÁNDAR
        1. Los saltos cuánticos o saltos dialécticos en la mecánica
cuántica.
        2. El campo magnético y el espectro electromagnético: unidad
y lucha de contrarios y negación de la negación.
        3. Dualidad onda partícula o unidad de contrarios.
        4. El ‘Principio de incertidumbre’.
 
   B. FÍSICA CUÁNTICA RELATIVISTA
        1. Unidad y lucha de contrarios, negación de la negación y
saltos cualitativos.
        2. Materia y antimateria, unidad de contrarios.
        3. Las partículas elementales y el desarrollo del universo:
unidad dialéctica de lo finito y lo infinito.
 
Conclusiones
 
A. Los saltos cualitativos.
 
B. Unidad y lucha de contrarios.
 
C. Negación de la negación.
 
 
INTRODUCCIÓN
 
El mundo, unidad de todo, no ha sido creado por ningún Dios, ni
por ningún hombre, sino que ha sido, es y será un fuego
eternamente vivo que se enciende y se apaga según leyes
 
Heráclito, 530-470 a.C.
 
 
   El materialismo dialéctico es el fondo del marxismo porque es el
método del marxismo. No es posible separar mecánicamente las tres
partes integrantes del marxismo aceptando unas y rechazando otras
como quien elige salchichas o tocino en un bufet. Si rechazamos el
método del marxismo, convertimos a este en un formalismo vacío,
rígido y sin vida. Sólo podemos entender cabalmente El Capital, por
ejemplo, si comprendemos que, en virtud de sus leyes internas y
contradicciones, este sistema socioeconómico no es eterno, que
nació de un rompimiento de la continuidad (una revolución), y que
está condenado a perecer, o de lo contrario las bases de la
civilización estarán en peligro, por ser un freno para el avance del
hombre y la ciencia (fuerzas productivas) que se han desarrollado
en su seno. La economía política marxista es la aplicación del
materialismo dialéctico en el terreno de la sociedad capitalista. A
diferencia de Hegel, Marx no impone el método a la realidad, sino
que abstrae este método, por medio de la investigación, del
desarrollo histórico real, muestra que este método es un reflejo ideal
de la forma en que se desarrolla el capital y lo vuelve a aplicar a la
realidad histórica como una herramienta de análisis superior. "Mi
método" —nos dice Marx— "no sólo difiere en su base del
hegeliano, sino que además es todo lo contrario de este. Para Hegel,
el movimiento del pensamiento, que él encarna con el nombre de
idea, es el demiurgo de la realidad, que no es más que la forma
fenoménica de la idea. Para mí, en cambio, el movimiento del
pensamiento es la reflexión del movimiento real, transportado y
traspuesto en el cerebro del hombre (...) Hegel desfigura a la
dialéctica por medio del misticismo, es, sin embargo, el primero que
expone su movimiento de conjunto. En él se encuentra cabeza
abajo; basta con ponerla sobre sus pies para encontrarle su
fisonomía en todo sentido racional"1.
 
   Pero la dialéctica no es sólo un método para el estudio de la
economía capitalista es, sobre todo, una concepción del mundo.
Esta concepción del mundo es radicalmente diferente de las
concepciones anteriores —aunque no tiene una posición nihilista de
sus predecesoras, sino que es una negación dialéctica de ellas—
porque no se separa metafísicamente de la realidad y de las ciencias
específicas que estudian aspectos diversos de esa realidad, sino que
constituye la generalización más amplia de sus resultados. Es la
generalización que concibe a todos los aspectos de la realidad
material y social —y sus reflejos ideales históricos— en constante
movimiento, concebidas en su vida y no en su muerte, a través de
sus contradicciones y de su conservación en el cambio. Al mismo
tiempo, este método no pretende sustituir a las ciencias concretas, ni
le dice al científico lo que debe hacer o decir (no pretende ser el
policía de la ciencia); cada ciencia tiene sus métodos y leyes
particulares determinadas por su campo de estudio, sólo dota al
científico de un método más general que le permite concebir los
hechos en su interconexión y sus recíprocas determinaciones. Al
afirmar que se puede obtener un método a partir del desarrollo
mismo de las ciencias y aplicarlo a ellas mismas, el marxismo es la
negación del empirismo vulgar2, la escuela escolástica que se
autodenomina filosofía de la ciencia y que en realidad es la
negación del pensamiento abstracto y de la generalización teórica,
condición de la ciencia y de la filosofía. Por supuesto el simple
hecho de repetir como muñeco de ventrílocuo las ideas generales de
la dialéctica (como la idea de la unidad y lucha de contrarios, etc.) a
la manera de los manuales estalinistas no sirve para nada, es
necesario estudiar la complejidad concreta de los fenómenos y
explicar cómo el movimiento y las contradicciones se manifiestan
en un fenómeno determinado, tal como lo hizo Marx en su estudio
del capitalismo. Por ello la unidad con las ciencias positivas y su
generalización teórica es una condición elemental del materialismo
dialéctico.
 
Kant ya había afirmado que para el conocimiento científico no basta
la percepción empírica, sino que ésta requiere de conceptos. Para
Marx, estos conceptos no son productos de la razón pura sino
productos de la historia; para liberarnos de la esclavitud de lo
concreto, se requiere generalizar lo concreto con un criterio
científico. Como decía el viejo Engels: "Los naturalistas" —el
lector puede cambiar el término por positivista— "creen que se
libran de la filosofía al hacer caso omiso de ella o injuriarla. Pero no
pueden avanzar sin pensar, y para pensar necesitan determinaciones
del pensamiento. Pero toman esas categorías, sin reflexionar, de la
conciencia común de las así llamadas personas educadas, que se
encuentra dominada por reliquias de filosofías hace tiempo caducas,
o por la escasa porción de filosofía escuchada por obligación en la
universidad (que no es sólo fragmentaria, sino además una
mezcolanza de concepciones de personas pertenecientes a las más
variadas escuelas, y por lo general las peores), o de lecturas
acríticas y asistemáticas de escritos filosóficos de toda clase. Por lo
tanto, no se encuentran menos cautivos de la filosofía, sino por
desgracia, además, en la mayoría de los casos, de la peor filosofía, y
quienes más insultan a la filosofía son esclavos, precisamente, de
las peores reliquias vulgarizadas de las peores filosofías"3.
"...Entonces, el desprecio empírico por la dialéctica recibe su
castigo cuando algunos empiristas más formales se ven llevados a la
más estéril de todas las supersticiones, al espiritualismo moderno"4.
 
Cuando tratamos de estudiar un fenómeno, no lo estudiamos por
primera vez; en virtud de la influencia social, somos herederos de
las ideas, métodos y conocimientos de nuestros antecesores, con los
cuales enfocamos el fenómeno en cuestión, métodos que, en
muchos casos, han sido rebasados por los resultados mismos de la
ciencia. De lo que se trata es de ser concientes de si esos métodos
contienen ideas que en lugar de ser una palanca del conocimiento
constituyen un freno, de saber si esas ideas se imponen a la realidad
o nos ayudan a profundizar en ella. A diferencia de lo que creen los
irracionalistas, sí existe un criterio para saber si las ideas son
correctas o incorrectas. Ese criterio es la práctica social, en la que el
hombre interviene activamente, transformando la naturaleza y a sí
mismo y contrastando sus ideas con su actividad práctica (todo
criterio separado de la práctica es escolástico); en el materialismo
dialéctico se trata de enriquecer nuestros métodos teóricos con el
manantial de la experiencia histórica ampliada progresivamente por
el desarrollo de las fuerzas productivas, teniendo la certeza de que,
con los medios de que disponemos, nuestro método nos permite
avanzar de la mejor manera en el proceso infinito de
aproximaciones sucesivas del conocimiento humano. El método
debe concebir a la realidad tal cual es: una realidad cuyo único
absoluto es el movimiento complejo a través de contradicciones; esa
es la esencia de la dialéctica materialista.
 
b) El contexto del surgimiento del método marxista
 
El marxismo como todas las expresiones ideológicas es, en última
instancia, producto del desarrollo de las fuerzas productivas y
expresión de la lucha de clases. En la época del nacimiento del
marxismo, la visión mecanicista de la naturaleza empezaba a ser
superada por el desarrollo de la ciencia, que mostraba ya su relación
recíproca rebasando el método puramente analítico, que concibe los
procesos de manera aislada como mariposas pegadas en la pared de
un coleccionista. Parecía que se regresaba a la visión dialéctica de la
filosofía griega, sólo que a un nivel cualitativamente superior en
virtud de la cantidad de datos concretos verificados científicamente
(la teoría del caos y la reacción cada vez mayor de la comunidad
científica en contra de la sectarización y reductivismo del
conocimiento es, como veremos en su momento, un reconocimiento
tardío de este planteamiento).
 
Como Engels menciona en varios de sus escritos (Anti-Dühring, El
fin de la filosofía clásica alemana, y Dialéctica de la naturaleza). A
principios del siglo XIX, en el terreno de la geología, Lyell rompió
con la visión estática de la superficie terrestre, abriendo, al mismo
tiempo, las premisas de la adaptación y evolución de las especies.
En Física, Joule determina el equivalente del calor en fuerza
mecánica, mostrando la vinculación de las fuerzas físicas, su
transformación mutua; su mediación universal como diría Hegel.
Ahora las fuerzas físicas ya no estaban separadas por una muralla
china, sino que en determinadas circunstancias, la fuerza mecánica
se transforma en calor, el calor en luz, la luz en electricidad, la
electricidad en magnetismo, etc. En Biología el descubrimiento de
la "unidad básica de los organismos": la célula, significó el
rompimiento de las especies supuestamente fijas creadas por
separado y sin más relación que la armonía preestablecida. Darwin
propuso una valiente teoría que rompía con la historia del Génesis y
situaba a las especies en un proceso de transformación en relación
dialéctica con el ambiente. Por otro lado en el terreno social en
1831, ocurrió en Lyón la primera sublevación obrera, Europa entera
se encontraba al borde de una proceso revolucionario que estalló en
1848; el desarrollo de la industria había puesto de relieve la relación
del avance tecnológico con las transformación de las relaciones
sociales y todas las contradicciones estudiadas por Marx en El
Capital.
 
Es dentro de este marco histórico como el marxismo se nos aparece:
no como el producto fortuito de un genio, aunque por supuesto esta
teoría solo podía surgir, en la forma magistral en que se nos legó, de
la mente de un genio —ese recurso tan recurrido por los románticos
ante su incapacidad de explicar el proceso histórico— , no como
una teoría que bien podía haber aparecido en tiempos de
Nabucodonosor, si en esos tiempos los hombres hubieran sido tan
inteligentes, sino como una teoría hija de su tiempo: que es
revolucionaria por su propia esencia, que no solamente trata de
comprender al mundo por una necesidad puramente teórica o
escolástica, sino fundamentalmente comprenderlo para
transformarlo.
 
"La naturaleza es la piedra de toque de la dialéctica" decía Engels.
Es intención de este texto mostrar cómo los últimos
descubrimientos y teorías científicas demuestran el hecho de que la
naturaleza se desarrolla en última instancia de manera dialéctica —
confirmando la afirmación de Engels—, y la importancia para la
ciencia y el mundo contemporáneo de esta forma de enfocar los
procesos. Las nuevas ideas como la teoría del caos parecen señalar
que estamos al borde de una verdadera revolución científica. Como
diría Tomas Khunn, parece que el período de ciencia normal está al
borde de una nueva era que abrirá nuevos paradigmas y someterá a
los antiguos, sobre todo al viejo método metafísico de pensar (el
cacareado positivismo), a una negación dialéctica. La teoría de
Einstein de la relatividad, la física cuántica, la nueva versión de la
teoría de la evolución de Darwin, desarrollada por el recientemente
desaparecido Jay Gould, conocida como equilibrio puntuado, la
teoría del caos y la complejidad desarrollada por Benoit
Mandelbrot, Lorenz, y otros; los recientes descubrimientos sobre el
genoma humano, entre muchos otros, son muy llamativos por su
similitud con la filosofía dialéctica. También llama la atención el
que, a excepción de Jay Gould, quien reconoció abiertamente la
similitud de su teoría con el materialismo dialéctico, todos estos
descubrimientos y teorías, que apoyan conclusiones dialécticas, se
hayan desarrollado al margen de la filosofía dialéctica. Lo cual, en
nuestra opinión, es una muestra de que la concepción dialéctica es
algo más que una mera especulación y de que la dialéctica objetiva
(la dialéctica de la naturaleza y la sociedad) es la mejor prueba de
su expresión teórica desarrollada (dialéctica subjetiva),
sistematizada por primera vez por Hegel y aplicada científicamente
por Marx.
 
c) Engels y el método del marxismo.
 
¿Qué hay detrás del intento de separación entre el método del
marxismo y el marxismo?
 
Por último, es importante señalar que el que nos basemos en las
obras de Engels para un trabajo sobre marxismo y ciencia no
requiere mayor justificación. Las afirmaciones de algunos
académicos en el sentido de que el "materialismo dialéctico" es obra
de Engels y no de Marx y que, por lo tanto, el Materialismo
dialéctico no es una parte integrante del marxismo, no tienen ni pies
ni cabeza y no resisten una crítica seria5. Marx tuvo la intención de
escribir una obra especial sobre el tema pero sus actividades como
revolucionario y el trabajo agotador de su obra cumbre lo
impidieron6; fue a Engels, sobre todo en su obra inconclusa
Dialéctica de la naturaleza, a quien correspondió esta tarea que no
pudo, lamentablemente, concluir. Entre estos dos grandes
revolucionarios hubo una especie de "división del trabajo" dentro de
una labor conjunta, a saber, la preparación teórica de un método de
análisis para transformar el mundo. Muchas de las obras clásicas del
marxismo fueron elaboradas en conjunto por Marx y Engels; es el
caso de obras tan tempranas como La sagrada familia y La
ideología alemana. Uno de los textos más trascendentales de la
historia El Manifiesto Comunista se basó en un borrador de Engels;
incluso los tres tomos de El Capital, la obra cumbre del marxismo,
pueden ser considerados como obra conjunta. Es sabido que Marx
consultaba a Engels en todos los problemas teóricos, que sometió a
su crítica todos los capítulos del primer tomo y que los dos tomos
siguientes no son sólo la recopilación de los borradores de Marx,
sino la reconstrucción, en base a los borradores, de esta parte
imprescindible de El Capital hecha por Engels. Pero no sólo eso, las
bases del materialismo dialéctico y su aplicación se encuentran en
toda la obra de Marx, en sus trabajos filosóficos, históricos y
económicos se encuentra su visión del mundo. Si Marx no escribió
una Lógica con mayúsculas sí escribió El Capital. Todas las
categorías de la dialéctica se encuentran en esta obra; de hecho la
obra es imposible de concebir sin método dialéctico. Una de las
obras principales de Engels en que se expone el materialismo
dialéctico en relación con la ciencia (Anti-Dühring) no sólo la
conoció Marx sino, que además escribió uno de sus capítulos; El fin
de la filosofía clásica alemana no es más que la esencia resumida
del Anti-Dühring. Marx, como sabemos por su correspondencia,
conoció y aprobó el plan de la obra Dialéctica de la naturaleza7; por
lo tanto la pregunta correcta no es "en dónde Marx expone su
método dialéctico", sino "en dónde Marx no expone su método
dialéctico".
 
Quizá algunos preferirían una obra en que se les proporcionara
como papilla una teoría dialéctica acabada y lista para sacarse del
bolsillo en los momentos adecuados, al estilo de los manuales
estalinistas; pero Marx partía de la premisa de que escribió para
seres que además de leer, saben pensar y que su método era para
analizar el mundo, no un recetario de verdades eternas. El
marxismo pasó a la historia bajo el nombre de Marx porque el
mismo Engels, en el marco de la vida y obra maravillosa de estos
dos grandes amigos y en su lucha por crear una organización
internacional de los trabajadores —base de su profunda amistad y
trabajo conjunto— rebajó conscientemente su papel y afirmó que en
la teoría marxista a él le correspondió "tocar el segundo violín".
 
Si Marx conoció y participó en una obra en donde se expone
claramente la visión dialéctica del mundo, Anti-Dühring, sin hacer
mayor aclaración o comentario, sólo significa que no había
diferencias en este punto entre Engels y Marx. Tanto Marx como
Engels siempre fueron inflexibles en las cuestiones de principio;
toda su obra es una constante, concienzuda e implacable polémica
con ideas que consideraban reaccionarias (en el terreno filosófico,
económico, político y social); sólo basta conocer aunque sea
superficialmente la vida y la obra de Marx para estar seguro que, de
haber habido cualquier diferencia en este punto, se habría dado una
dura polémica. Para estos dos revolucionarios, las cuestiones
políticas y de principio estaban por encima de cualquier
consideración individual, inclusive su amistad (al mismo tiempo,
esta postura es la base de su amistad).
 
Es claro que cada cual es libre de aceptar o rechazar el método de
Marx. La inmensa mayoría de las obras de los clásicos del
marxismo (Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo) son
obras polémicas que están a años luz del dogmatismo estalinista
(dogmatismo que es correctamente condenable, pero que es
incorrectamente identificado con el marxismo); para el marxismo la
crítica de la teoría y su corrección, su no dogmatismo —por un lado
frente al desarrollo de las ciencias y por otro frente al movimiento
social— tiene un interés no sólo académico, sino práctico. Pero
estamos convencidos de que una crítica seria de dicho método, no
puede tener como premisas la tergiversación y la ignorancia. No
somos tan ingenuos como para no percatarnos de que el intento de
separar la dialéctica de la obra de Marx, no es un hecho fortuito ni
de interés puramente académico o escolástico, es sólo el frente
ideológico de la campaña sin precedentes, basada en
tergiversaciones, contra el marxismo después de la caída del
estalinismo; caída que, por cierto, fue prevista y explicada desde la
óptica marxista, con más de cincuenta años de adelanto, por León
Trotsky. El trasfondo de este intento es hacerle creer a las clases
oprimidas que el sistema capitalista es eterno y que no vale la pena
luchar por derribarlo. Más que la ignorancia (que juega un papel
importante), es el intento consciente, según la inigualable frase de
Trotsky, "de cortarle las barbas a Marx", es decir, en convertir la
teoría de Marx y Engels en algo inofensivo, muerto, sin vida; en
suprimir la esencia revolucionaria de Marx al suprimir el
movimiento y el cambio revolucionario que son su conclusión
teórica y práctica; se trata, en fin, de hacer de Marx un "Marx
analítico", es decir, un vulgar positivista sin conexión con las masas
y con la práctica revolucionaria8.
 
Es evidente que todos aquellos que basan sus privilegios en la renta,
el interés y el beneficio, no pueden reconciliarse con una teoría que
explica que el sistema social del que obtienen sus privilegios debe
ser reemplazado por el control democrático de las fuerzas
productivas por los trabajadores, si es que la humanidad no se ha de
hundir en la barbarie. Son conscientes, y en ello tienen razón, de
que el marxismo es un arma revolucionaria que, en un período de
inestabilidad, de revoluciones y contrarrevoluciones como el actual,
puede volver a ejercer una influencia de masas; no es sorprendente,
pues, que le teman como a la peste y lo traten de sepultar bajo una
"montaña de perros muertos" arrojados por sus acribas y sus
políticos. Estamos convencidos de que la marea de la lucha de
clases vuelve a soplar a favor de la teoría marxista —viento fresco
que ya empieza a derribar la mitad de la "montaña"— como lo
atestiguan los procesos abiertamente revolucionarios en América
Latina y huelgas generales, sin precedentes desde los últimos veinte
años, en Europa, incluso en países que eran supuestos modelos de
estabilidad capitalista (Bélgica, Grecia, Italia, Francia, España, ...).
Procesos que son indicadores de que los trabajadores intentarán una
y otra vez "tomar el cielo por asalto"; la reciente reedición por
editoriales comerciales de literatura marxista es un ejemplo menor;
y finalmente, pero no menos importante, el hecho de que el margen
de maniobra de todos los matices de reformismo de izquierda y de
derecha, esté cada vez más reducido —por no hablar del
keynesianismo, que como receta para combatir la crisis es ya, en
general, un cartucho quemado—.
 
 
I. MOVIMIENTO, MATERIA Y TEORÍA DEL
CONOCIMIENTO
 
a) Movimiento único absoluto en la naturaleza
 
Todo fluye, nada permanece.
Heráclito
 
La actividad es una propiedad esencial de la materia, pues ésta es el
sujeto de todas las modificaciones, llamadas movimientos
espaciales, cambios, diferencias y diversidades, y lo es
principalmente puesto que el reposo absoluto, con el que se
construía el concepto de inactividad o inercia de la materia, ha sido
destruido totalmente y desenmascarado como una vacua invención.
Juan Toland, 1670-1722
 
 
"El movimiento en su sentido más general, concebido como modo
de existencia, atributo inherente a la materia, abarca todos los
cambios y procesos que se producen en el universo, desde el simple
cambio de lugar hasta el pensamiento"9. Este es el punto de partida
del materialismo dialéctico, el movimiento como único absoluto.
Según los datos de la ciencia, la característica fundamental de la
materia es el movimiento. Desde las partículas más pequeñas
conocidas, los neutrinos, hasta las más grandes estructuras
conocidas por el hombre, los supercúmulos de galaxias, se
encuentran en un proceso de transformación constante. En el
interior del núcleo atómico, según la llamada fuerza de intercambio
de la física cuántica, los protones se convierten en neutrones y los
neutrones en protones viajando a una velocidad de 1.500 metros por
segundo; alrededor del núcleo, los electrones no sólo describen un
movimiento orbital sino que además giran sobre su propio eje
(espín del electrón), movimiento que sólo se puede detener
destruyendo el electrón.
 
Las moléculas se encuentran en un equilibrio dinámico que aumenta
o disminuye con el calor, en este caso, incluso en el cero absoluto
de la escala Kelvin (-273° C), en donde se supone que la energía de
las moléculas se reduce a cero, todavía queda algo de energía que
no puede desaparecer10. La Tierra, que en tiempos medievales se
creía el centro del universo y un ente inmutable, gira sobre su eje en
24 horas; el sol lo hace en 26 días y alrededor de la galaxia en 230
millones de años. Se supone que las galaxia y los cúmulos de
galaxias tienen un movimiento similar.
 
Las estrellas nacen para consumir el hidrógeno, romper su
equilibrio pulsante y explotar liberando la energía en forma de
supernovas o colapsar en agujeros negros creando, como decía Carl
Sagan, "polvo de estrellas": material para estrellas y galaxias
nuevas. En la superficie terrestre la tierra se mueve bajo nuestros
pies, las placas tectónicas se comprimen y cambian de lugar; ríos y
mares se convierten, en un lapso de millones de años, en desiertos,
incluso, hace millones del años el polo norte se encontraba en el
actual polo sur. La vida, por su parte, no es más que la asimilación,
transformación y desecho de sustancias para mantener en equilibrio
dinámico al organismo, es decir, para mantenerlo vivo.
 
En realidad la materia y el movimiento son relativos y no pueden
ser separados metafísicamente; de hecho materia y movimiento son
dos expresiones de un mismo fenómeno, como señala la teoría de la
relatividad, son equivalentes. La famosa fórmula E=mc2 expresa
toda la energía concentrada en el universo que se manifiesta en el
brillo del sol, en la desintegración radioactiva y en la vida misma.
Con el conocimiento actual, no se requieren nociones
sobrenaturales, ni primer impulso, ni fuerzas misteriosas
inmateriales, ni la mano de Dios para explicar el movimiento. La
fuerza sobrenatural, que supuestamente impulsaba a la pecadora
materia resultó ser, a fin de cuentas, la misma materia. Engels
decía: "El movimiento es el modo de existencia de la materia.
Jamás y en ningún lugar ha habido materia sin movimiento, ni
puede haberla (...) La materia sin movimiento es tan impensable
como el movimiento sin materia"11. La teoría de la relatividad, al
determinar la equivalencia de materia y energía, ha puesto una
sólida base para esta tesis central del materialismo de Marx y
Engels.
 
Las ciencias estudian los diferentes tipos de movimientos de la
materia, desde el cambio de lugar (estudiado por la mecánica), hasta
el pensamiento (estudiados por la medicina, psiquiatría y la
psicología) y desde el pensamiento hasta la cosmología. Los
procesos mecánicos, físicos, químicos, biológicos y sociales son
diferentes tipos de movimientos estudiados por las principales
ramas de la ciencia. Cada forma menos compleja de movimiento se
convierte, en condiciones propicias, en una superior por medio de
un salto dialéctico —así como la fricción mecánica se transforma en
calor y el calor en electricidad y como la materia inorgánica se
convierte en materia orgánica— . Un movimiento complejo
contiene uno inferior como elemento subordinado —sin reducirse a
él— así como las leyes sociales no anulan las leyes genéticas en el
hombre y, al mismo tiempo, es estúpido y reaccionario explicar los
fenómenos sociales como consecuencia de la genética. Por esta
interacción y transformación dialéctica de los diferentes tipos de
movimiento es posible tener una concepción general de los procesos
que se dan en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento sin
reducirlos unos a otros y atendiendo a sus leyes específicas
estudiadas por las ciencias particulares. La misma teoría del caos
pretende tener una aplicación en una amplia gama de fenómenos y
por ende, consistir en una interpretación del mundo (muy cercana
como veremos al materialismo dialéctico).
 
Lo común en los diferentes campos de la ciencia es que todos ellos
son casos específicos de movimiento y que, como veremos, se dan a
través de la tensión dinámica entre fuerzas opuestas; que sus puntos
de transición, en donde se convierten en otro tipo de fenómeno,
resulta de la acumulación cuantitativa de algunos de sus aspectos y
que, finalmente, el tipo precedente de movimiento es "negado" por
el nuevo al mismo tiempo que se conserva subordinado a leyes
diferentes.
 
 
b) Consideraciones sobre el concepto de materia y teoría del
conocimiento
 
La crítica absoluta ha aprehendido de la Fenomenología de Hegel
(..) el arte de convertir las cadenas reales y objetivas, existentes
fuera de mí, en cadenas dotadas de una existencia puramente ideal,
puramente subjetiva, que se da solamente en mí y, por tanto, todas
las luchas externas sensibles, en puras luchas especulativas.
C. Marx y F. Engels, La sagrada familia
 
 
Es poco probable que pueda considerarse acertado un razonamiento
como éste: yo soy una cosa que piensa, luego soy pensamiento. O
este otro: soy una cosa que entiende, luego soy entendimiento. Pues
de la misma forma podría decir: soy una cosa que pasea, luego soy
paseo. Por tanto, Descartes identifica (...) la cosa que entiende con
la razón, que es la facultad de entender".
Tomás Hobbes, 1588-1679
 
 
"Llamamos materialista a nuestra dialéctica", nos dice Trotsky,
"porque sus raíces no están en el cielo ni en las profundidades del
libre albedrío, sino en la realidad objetiva, en la naturaleza. Lo
consciente surgió de lo inconsciente, la psicología de la fisiología,
el mundo orgánico del inorgánico, el sistema solar de la nebulosa.
En todos los jalones de esta escala de desarrollo, los cambios
cuantitativos se transformaron en cualitativos. Nuestro
pensamiento, incluso el pensamiento dialéctico, es solamente una
de las formas de expresión de la materia cambiante. En este sistema
no hay lugar ni para dios ni para el diablo, ni para el alma inmortal
ni para leyes y normas morales eternas (..) posee en consecuencia
un carácter profundamente materialista"12.
 
En la filosofía marxista, materia no se reduce, como en los antiguos
materialistas griegos, a alguna de las expresiones de la materia (aire,
agua fuego, tierra, etc) o, como en los materialistas ilustrados, a una
de las formas de movimiento de la materia (mecánica), sino que es
una abstracción que expresa todo lo que existe independientemente
de la subjetividad humana, se refiere pues a la naturaleza en sus
infinitas expresiones: desde los neutrinos a los supercúmulos de
galaxias y, aun, a las infinitas cualidades que no conocemos y sus
infinitas formas de movimiento (Lenin). Es una abstracción, por
tanto, que prescinde de las cualidades específicas de los objetos
concretos y se refiere únicamente a su existencia fuera de la
conciencia humana como una realidad objetiva. Es un concepto
abierto porque no abarca nunca la totalidad de su objeto, por ser
inabarcable, pero es absoluto porque expresa, al mismo tiempo, la
infinitud del universo y el hecho de su existencia al margen de los
procesos subjetivos13.
 
A diferencia de los prejuicios poskantianos, el marxismo, junto con
el pensamiento de Hegel, considera que no existe una muralla china
entre el fenómeno y la cosa en sí o entre la percepción y el objeto
percibido. Como decía Hegel: "la ley no se encuentra fuera o más
allá del fenómeno, sino que le es directamente inmanente; el reino
de las leyes es la tranquila imagen del mundo existente o
fenoménico. O mejor dicho, el fenómeno y la ley forman una
totalidad y el mundo quien, por sí mismo, constituye el reino de las
leyes"14; conocemos la cosa en sí cuando la convertimos en cosa
para nosotros o según Marx cuando además de contemplar la
naturaleza, la transformamos. La transformación de la naturaleza es
lo que nos convirtió en humanos; el hombre mismo es parte del
mundo objetivo, de él surgió y en tanto ser social objetivo, es capaz
de transformarlo.
 
La discusión sobre la existencia de la realidad material
independientemente de la subjetividad humana ocupó un lugar
especial en la polémica que tanto Marx como Engels (y
posteriormente Lenin y Trotsky) sostuvieron con otras tendencias
políticas y filosóficas alrededor del movimiento obrero y con las
tendencias que se consideraban de izquierdas (tan sólo hay que
recordar La sagrada familia, La ideología alemana y Miseria de la
filosofía). Esto no es casualidad; la postura filosófica sobre esta
cuestión determina la manera en que se aborda y se interviene en la
realidad objetiva en sus infinitos niveles. Si consideramos, por
ejemplo, que las leyes del capitalismo son sólo proyecciones de la
subjetividad o, peor aún, que no existen tales leyes, no buscaremos
la solución a los dilemas contemporáneos estudiando la dinámica
del capitalismo para poder intervenir en ella, en tanto fuerza social
objetiva para transformarla; al contrario, en tanto fenómeno en
función de la categorías, buscaremos la solución dentro de la
subjetividad misma, o en la intersubjetividad pura, en la
introspección, en el arte per se, Dios, etc; nuestra no intervención
sería una forma de intervención que alargaría la putrefacción de la
sociedad capitalista con consecuencias desastrosas para la
humanidad y la cultura. Es un hecho que la burguesía por una
infinidad de medios (desde la destrucción del contrato colectivo y la
promoción del contrato individual —conocida con el chillón
eufemismo de "nueva cultura laboral"— hasta la literatura basura
sobre superación personal), promueve en los trabajadores el
individualismo, la introspección y el misticismo15. En esto, los
miembros más inteligentes de la clase dominante tienen claro, como
lo tienen claro los marxistas, que la fuerza de los trabajadores está
en su acción colectiva. Si un médico no considerara el organismo de
su paciente como algo material y regido por sus propias leyes, sería
incapaz de entender el origen de la enfermedad y probablemente su
no comprensión provocaría la muerte del paciente. De la misma
manera, la difusión de dichos prejuicios en el movimiento obrero
sería su declaración de muerte. Los dos fundadores del marxismo
consideraban que cualquier error teórico, sobre todo en esta
cuestión cardinal, se pagaba tarde o temprano en la práctica.
 
Por supuesto, el materialismo de Marx no era una petición de
principio o una cuestión dogmática. El criterio que nos permite salir
del solipsismo* típico de las filosofías subjetivistas es la práctica
social. El conocimiento no es un proceso pasivo (encerrado en las
universidades), sino la unidad dialéctica entre percepción,
pensamiento y práctica. En este sentido discutiendo con el
agnosticismo kantiano, Engels comentó: "Ni en un sólo caso, según
la experiencia que poseemos hasta hoy, nos hemos visto obligados a
llegar a la conclusión de que las percepciones sensoriales,
científicamente controladas, originan en nuestro cerebro ideas del
mundo exterior que difieran por su naturaleza de la realidad o de
que entre el mundo exterior y las percepciones que nuestros
sentidos nos transmiten de él, media una incompatibilidad innata.
Pero al llegar aquí, se presenta el agnóstico neokantiano y nos dice:
sí, podremos tal vez percibir exactamente las propiedades de una
cosa, pero nunca aprender la cosa en sí por medio de ningún
proceso sensorial o discursivo. Esta cosa en sí cae más allá de
nuestras posibilidades de conocimiento. A esto, ya hace mucho que
contestó Hegel: desde el momento en que conocemos todas las
propiedades de una cosa, conocemos también la cosa misma; sólo
queda en pie el hecho de que esta cosa existe fuera de nosotros, y en
cuanto nuestros sentidos nos suministran este hecho, hemos
aprehendido hasta el último residuo de la cosa en si, la famosa e
incognoscible Ding an sich de Kant. Hoy sólo podemos añadir a eso
que, en tiempos de Kant, el conocimiento que se tenía de las cosas
naturales era lo bastante fragmentario como para poder sospechar
detrás de cada una de ellas una misteriosa cosa en sí. Pero, de
entonces a ahora, estas cosas inaprensibles han sido aprehendidas,
analizadas y, más aún, reproducidas una tras otra por los
gigantescos progresos de la ciencia"16.
 
Sin esta comprobación práctica, comprendiéndose aquí a la práctica
como práctica social, puesto que el hombre sólo puede constituirse
como tal, incluso constituirse como individuo aparentemente
aislado (enajenado), y sobrevivir en tanto ser social; los juicios del
razonamiento pueden elaborar una serie de deducciones lógicas,
como la existencia de Dios, la independencia mística del
pensamiento de la materia que piensa (el cerebro), incluso la
incuestionabilidad del Estado como rector moral (Descartes, Hegel),
que aunque parezcan claras y distintas a la razón humana, no son
correctas. En todo caso, la razón humana no es infalible y necesita
comprobar sus deducciones fuera de sí misma. Como se ve, el
pensamiento que funda su veracidad únicamente en la racionalidad
(o irracionalidad) humana, no sale de sus propios límites y sigue
siendo puramente subjetivo. Marx critica a los filósofos o a "estos
metafísicos que con sus abstracciones creen que están haciendo
análisis, y a medida que van alejándose de los objetos creen estar
aproximándose a ellos más"17.
 
De acuerdo con Marx y Engels, es posible salir del pantano
solipsista del cual no han querido salir las modernas filosofías de
moda; los siguientes dos ejemplos tal vez aclaren este punto:
Cuando, gracias a los adelantos técnicos, el hombre percibió por
primera vez una proteína, la percibió como fenómeno. De acuerdo
con el escepticismo era imposible saber si la representación
percibida correspondía a la cosa material que la producía, ni
siquiera si existía tal cosa. Pero el hecho es que, de acuerdo a dicha
representación y a la teoría química-biológica, se han reproducido
proteínas en condiciones de laboratorio. Este simple hecho prueba
más que mil argumentos escépticos, pues, estoy reproduciendo la
cosa que produce la impresión subjetiva y probando que las
hipótesis sobre su constitución corresponden al objeto que, para los
escépticos, se suponía inaccesible. En tanto reproduzco la cosa en sí
pruebo que esta existe independientemente de mi percepción. Y que
entre el fenómeno (nuestra percepción del objeto) y el objeto
percibido, no hay un abismo infranqueable. Que la objetividad del
pensamiento se demuestra en la práctica. "Es en la práctica", nos
dice Marx, "donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es
decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El
litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla
de la práctica, es un problema puramente escolástico"18.
 
Cuando un sujeto, por ejemplo, decide arrojarse del último piso de
un alto edificio matándose en el acto, un kantiano, si es
consecuente, tendría que decir que las categorías a priori al
organizar dicho fenómeno habrían matado de hecho al
desafortunado sujeto. Lo que habría matado al suicida, según esto,
no sería el suelo que en tanto cosa en sí se le habría estrellado en la
cabeza, —puesto que aceptar este hecho es por lo menos aceptar
que la cosa en sí tiene la propiedad de la dureza— sino las
categorías que, al organizar los datos de la sensibilidad, así lo
habrían legislado. Resultaría que las categorías nos podrían matar.
Sólo basta plantear ejemplos de la práctica real de los hombres para
darse cuenta de los absurdos a los que nos lleva el escepticismo
positivista.
 
¿No tendríamos que decir, en contra de la opinión kantiana, que en
realidad fue la cosa en sí (el objeto como tal y la velocidad del
sujeto independiente de nuestros conceptos) la que mató al suicida?
 
Si aceptamos esto, ¿no implicamos que podemos interactuar con la
cosa en sí, mostrando que no es inaccesible, y en virtud de dicha
interacción, probar las representaciones que tenemos acerca de ella?
 
¿No probamos que el cuerpo humano, al interactuar con la cosa en
sí demuestra que también es objetivo (cosa en sí)?
 
¿No es verdad que el suicida comprobó con su cabeza, al romperse
con el suelo, que las leyes científicas, cuando son correctas, reflejan
cualidades reales del objeto? (aunque por supuesto nunca
alcanzamos a acceder al objeto en su totalidad pues éste es
inagotable en sus determinaciones). Experimento que, por cierto,
puede realizar el propio kantiano (lo cual no le recomendamos).
 
Con ello ¿no probaríamos que es la práctica individual y social la
que en última instancia constituye el nexo entre nuestro
conocimiento y la cosa en sí?
 
La experimentación y la práctica objetiva, sin embargo, son sólo un
elemento vital de una totalidad orgánica que incluye la observación
empírica, el razonamiento humano, la generalización teórica y la
inducción-deducción práctica. Esta totalidad orgánica es lo que
llamamos método dialéctico del conocimiento (esta interacción es
lo que lo diferencia del empirismo estrecho y el racionalismo
idealista respectivamente y no digamos ya el irracionalismo
posmoderno que ha renunciado a toda posibilidad de conocimiento
racional). La investigación objetiva parte de la observación
empírica bajo condiciones naturales, abstrae a partir de estas
observaciones hipótesis de explicación que están formuladas a
partir de las teorías, correctas o incorrectas, construidas por
generaciones pasadas en su praxis social, somete a una prueba
práctica dichas hipótesis reproduciendo artificialmente el fenómeno
estudiado, o en su caso (como en las ciencias sociales) contrastando
las perspectivas con el desarrollo efectivo, de acuerdo a la hipótesis
planteada. El fracaso o el éxito de la práctica o predicción, permite,
en el primer caso, descubrir que nuestra hipótesis era precipitada,
basada en observaciones incorrectas, debido a la transposición de
teorías que no son aplicables a todas las condiciones concretas, etc;
en este caso el error aumenta el conocimiento, lo delimita; en el
segundo caso el éxito permite afirmar que, dentro de ciertos límites,
nuestra hipótesis es correcta, permite ampliar las teoría precedentes;
es decir, aumenta el cúmulo de nuestros conocimientos. En todo
caso al final de la investigación, ya sea que la hipótesis resulte
correcta o falsa, no volvemos al punto de partida sino que nos
encontramos en uno nuevo. En las investigaciones próximas
tendremos un marco teórico ampliado que permitirá hacer
inducciones o deducciones para explicar un fenómeno dado19.
 
Este proceso de experimentación de científicos individuales, en el
marco de ideas y herramientas sociales determinadas
históricamente, va conformando la acumulación cuantitativa del
conocimiento social (proceso cuantitativo llamado por Khunn,
"períodos de ciencia normal"). En determinados puntos, en donde la
praxis comienza a demostrar y acumular contradicciones entre sus
resultados y la base teórica (paradigmas) desarrollada en el período
anterior, se comienza a abrir un proceso de revolución científica, de
transformación cualitativa que negará y conservará al mismo
tiempo el período cuantitativo anterior que, a su vez, abrirá otro
período de ciencia normal, en un proceso dialéctico, en espiral de
conocimiento que nunca terminará mientras exista la humanidad20.
 
El hombre, por lo tanto, conoce las determinaciones de lo material
transformado e interactuando con la objetividad, tanto social como
natural. En este proceso las ideas condicionan relativamente la
intervención y al mismo tiempo se transforman por ella; el hombre
no es sólo un ser receptivo de la objetividad (como lo entendía en
general Feuerbach y los materialistas anteriores a Marx) sino un ser
receptivo activo y transformador de lo objetivo; es esta actividad la
que nos saca del solipsismo, ya que dicha transformación no se da
en el terreno inmaculado de las ideas puras o la subjetividad pura
sino en su praxis objetiva y al mismo tiempo objetivadora (porque
transforma lo objetivo).
 
Una objeción bastante popular al materialismo marxista es la idea
de que con el concepto de materia se instituye, como nuevo objeto
de fe, un nuevo Dios; se cree, en efecto, que cuando Engels habla
de materia esta realizando un simple juego de manos, una
sustitución de términos equivalentes, producto de la contaminación
del materialismo burgués, un mito pseudofilosófico. Así Dussel
argumenta que: "Engels (...) en su Dialéctica de la naturaleza (...) la
materia deviene una masa infinita, eterna, retornante sin fin sobre sí
misma, de donde emerge todo, donde se funden el hombre y la
historia. No hay así una concepción socio-histórica de la materia
(véase 3.3), sino una interpretación material de la historia. El
panteísmo de la Materia tiene la misma lógica que el de la Idea. En
ambos casos, sea la Materia o la Idea, todo es uno, idéntico,
fundamento de toda diferencia. La Materia es el principio necesario
de todo lo que acontece. Lejos de ser atea esta posición es en
realidad un nuevo fetichismo. Es ateo del deísmo, pero panteísta de
la Totalidad material"21.
 
Esta objeción al materialismo, en esencia, no es nueva; ya hace más
de 250 años el obispo Berkeley la usó como arma ideológica en
defensa del feudalismo caduco y contra los ilustrados burgueses22.
 
El materialismo anterior a Marx, -el materialismo burgués y el de
Ludwig Feuerbach23- del cual Marx partió para negar y superar
dialécticamente a Hegel, coincide con el materialismo dialéctico en
la convicción de la existencia de la realidad objetiva de la cual
proceden, en última instancia, la vida y el pensamiento; pero hay
diferencias cualitativas por las cuales no se pueden confundir. el
materialismo de Marx no es un materialismo puramente receptivo-
contemplativo sino transformador, dialéctico y no sólo naturalista,
erudito, sino histórico; por ello, el ateísmo de Marx y Engels, su
lucha contra el opio religioso, no se concibe como una lucha contra
la ignorancia y estupidez del pueblo o como un acto de salvación
individual de los dogmas modernos (Nietszche), sino una lucha
contra el sometimiento del destino de los oprimidos a la anarquía
capitalista de la cual el sentimiento religioso no es más que su
reflejo impotente y, en cierto sentido, una forma de protesta contra
un mundo inhumano. El hecho de que para Marx la materia sea
objeto de transformación por la actividad humana no niega su
materialismo, por el contrario, lo reafirma como un materialismo
consecuente porque es en su actividad donde el hombre se percata
de las leyes objetivas sociales y naturales.
 
Parece que contra lo que reacciona el profesor Dussel es contra el
materialismo mecanicista antidialéctico, en ello estamos de acuerdo,
pero Dussel "tira el agua sucia con el niño". En primer lugar las
propiedades de la materia no dependen de la concepción
históricamente determinada que se tenga al respecto (de "su
concepción socio-histórica"). Lo que sí se desarrolla socio-
históricamente es el concepto de materia; pero sólo un hegeliano
confundiría la concepción socio-histórica del objeto material
-desentrañado en un proceso infinito por la intersubjetividad
humana (en su praxis objetiva y transformadora)- con la materia, la
realidad objetiva, que tiene su desarrollo dialéctico, objetivo,
independiente de su concepción subjetiva. En segundo lugar la
materia no es un pseudónimo de Dios, porque materia se refiere a lo
existente independientemente del pensamiento, que no está más allá
de la naturaleza, ni por encima de ella (el concepto de Dios implica
un ser determinante y creador más allá del mundo material); el
llamar panteísmo a la materia, por otro lado, esta fuera de lugar: el
materialismo dialéctico no convierte a la naturaleza en Dios; la
naturaleza no es un ser con voluntad propia, su desarrollo radica en
leyes ciegas que pueden ser utilizadas y manipuladas por el hombre
(la libertad es el conocimiento de la necesidad para transformar la
realidad).
 
La voluntad y la subjetividad surgen de la materia sólo en
condiciones determinadas y excepcionales; atribuir voluntad a la
materia es proyectar una cualidad humana a la naturaleza, esto no
tiene nada que ver con el marxismo, sino con el pensamiento
mágico y el animismo (la semilla y la prehistoria de la religión).
 
Para el religioso todo lo que está más allá del pensamiento del
hombre, y de la naturaleza, no puede ser más que Dios o por el
contrario sólo queda el escepticismo e irracionalismo decadente;
para el materialista no hay nada más allá de la naturaleza. No cae en
la falsa disyuntiva del idealista. Pensamiento y materia son las
abstracciones más generales que abarcan a la realidad, materia es lo
primario porque hasta ahora nunca se ha visto a un pensamiento sin
cerebro. El pensamiento del hombre es, además reflejo dialéctico no
sólo de la naturaleza sino de su ser social. Para el religioso Dios es
el principio, idéntico a sí mismo y, sobre todo, por encima de la
realidad; para el materialista, materia es el principio y fundamento,
por eso Engels habla de la materia como lo absoluto (en el sentido
de que no depende del pensamiento), pero es idéntico a la
naturaleza en su infinito despliegue y desarrollo dialéctico.
 
Quien no capta la diferencia, no capta el problema fundamental de
la historia de la filosofía, la diferencia cualitativa entre materialista
e idealista expresado con infinitos matices a lo largo de la historia:
entre Demócrito y Platón, entre Lucrecio y Cicerón, entre Averroes
y Tomas de Aquino, entre Marx y Hegel, etc., etc.). Creer que la
naturaleza existe independientemente de las ideas del hombre, que
la mente humana no es más que el producto maravilloso de la
materia altamente organizada y, en nuestros días, que el capitalismo
tiene una dinámica objetiva, que sólo comprendiendo las leyes
materiales se puede intervenir exitosamente en la realidad, eso,
profesor Dussel, es ser materialista. No hay nada mejor para
fundamentar el materialismo moderno (el materialismo de Marx)
que la ciencia moderna y las revoluciones sociales.
 
Para concluir este punto podemos agregar que desde que Engels
escribió Dialéctica de la Naturaleza se ha comprobado, más allá de
toda duda, que la cosa en sí o la materia (el universo) existía antes
de que existieran hombres que anduvieran por ahí con sus
categorías o subjetividad (ya sea individual o colectiva) para
percibirla o incluso antes de que hubiera hombre transformador de
la materia. Que el hombre y sus categorías proceden de la evolución
de la naturaleza en vida, de la vida en conciencia y de la conciencia
animal en conciencia social. Esto, por supuesto, está en
contradicción con el pensamiento religioso y la teología, pero que le
vamos a hacer, como gustan decir los positivistas, "los hechos son
los hechos"24. Por supuesto que nosotros preferimos retomar estos
conocimientos, antes que la escolástica positivista.
 
II. LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD Y EL
MATERIALISMO DIALÉCTICO
 
Introducción
 
Para la concepción del mundo marxista no hay que buscar la
explicación de los fenómenos naturales y sociales fuera de la
naturaleza y de las relaciones sociales objetivas. El mundo es
concebido como una serie de procesos que se relacionan y se
transforman recíprocamente. Una razón concluyente por la que no
hay que buscar fuerzas externas que expliquen los fenómenos que
se dan en la naturaleza radica en la equivalencia de materia y
energía, expresada en la famosa fórmula de Einstein, E=mc2. La
mecánica clásica, refutada filosóficamente ya hace bastante tiempo
por Hegel, Marx y Engels, explica el movimiento de un sistema en
función de una fuerza inercial externa; esto sugería la conclusión, al
llevarse esta teoría más allá de sus límites, de que en la intervención
divina o en la mano de Dios se encontraba la fuerza o el primer
impulso que, como en un mecanismo de relojería, "daba cuerda" al
universo; "Dios", nos dice Einstein con respecto a esta visión
reductivista, "creó las leyes de movimiento de Newton, junto con
las necesarias masas y fuerzas"25. Para Descartes, por ejemplo, la
máquina humana era puesta en movimiento por su unidad divina
con el alma y para Newton el primer impulso había puesto la fuerza
tangencial necesaria para que los planetas siguieran sus órbitas
alrededor del sol. En última instancia este punto de vista radica en
la separación absoluta entre energía y materia. La materia por sí
misma era vista como un ser pasivo y a la energía como el elemento
activo exterior a la materia. Una de las ideas básicas del
materialismo dialéctico es la relación intrínseca entre materia y
energía, tiempo y espacio.
 
Como explica Einstein: "la Mecánica Clásica daba resultados
fiables siempre que fuese aplicada a movimientos en los cuales las
derivadas superiores de la velocidad respecto al tiempo son
despreciables."26. La teoría de la relatividad de Einstein vino a
poner a la mecánica newtoniana* y a la geometría euclidiana**
dentro de sus campos de manifestación específicos determinados en
función de los límites cuantitativos de la velocidad de la luz, mas
allá de los cuales se da el salto cualitativo de las leyes de Newton a
las leyes de Einstein; estas leyes muestran la unidad dialéctica entre
energía, materia, espacio y tiempo. El primer paso en esta dirección
fue la teoría electromagnética de Maxwell*** y Faraday****, que
abría la primera brecha en el principio de relatividad de Galileo, que
afirma que las leyes físicas permanecen inmutables
independientemente del sistema de referencia. En el
electromagnetismo, en efecto, el campo magnético de una corriente
eléctrica influye en una partícula cargada dependiendo de sus
movimientos relativos. Por primera vez se mostraba que las leyes
físicas podían modificarse según la relatividad de los movimientos
de un sistema. El éter como punto de referencia eterno e inmutable
ya no era necesario; la luz no requería de un medio fantasmal e
imponderable (éter) para viajar (base para la importancia que la
velocidad de la luz tiene en la teoría de Einstein). E. Lorenz, en
base a la teoría electromagnética, estableció las ecuaciones para
dejar invariantes las fórmulas de Maxwell al pasar de un sistema de
referencia a otro, pero aceptando que la realidad física del tiempo se
transformaba con el sistema de referencia. Esto significó una
ruptura radical con las leyes de Galileo y de Newton. La teoría
cuántica de la materia de Max Planck, por su parte, sirvió de base
para el descubrimiento de la unidad materia-energía y la teoría del
carácter contradictorio (dialéctico: partícula-onda) del
desplazamiento de la luz. El conocimiento más profundo de estos
fenómenos ha permitido abrir una fuente potencial inagotable de
energía para la humanidad —hecho expresado de manera trágica en
Nagasaki— , y que pone sobre la mesa, la tarea cada vez más
urgente de planificar racionalmente esas potencialidades en
beneficio de la humanidad, tarea que choca frontalmente con la
propiedad privada y la sociedad capitalista.
 
 
a) Teoría especial de la relatividad (unidad dialéctica materia y
energía)
 
La materia lleva implícita la fuerza motriz que la anima y es causa
directa de todas las leyes de movimiento.
Julián Offroy de La Mettrie, 1709-1751
 
 
La teoría de la relatividad especial se basa en los siguientes
supuestos comprobados experimentalmente:
 
"1) Constancia de la velocidad de la luz.
 
"2) Independencia de las leyes (y en especial, por tanto, también de
la ley de la constancia de la velocidad de la luz) con respecto a la
elección de un sistema inercial ‘principio de la relatividad
especial)"27.
 
El descubrimiento de Maxwell de los procesos no simultáneos —
que no existe simultaneidad entre procesos distantes, de la
relatividad del tiempo en la teoría electromagnética— tiró por la
borda la concepción de un tiempo y espacio absoluto (simultáneo en
todas las partes del universo, independientemente del movimiento
material y las relaciones espaciales) de la teoría newtoniana28.
Hacía falta un nuevo criterio para medir el tiempo de acuerdo con
las relaciones espaciales y de movimiento material; la base de este
nuevo criterio la encontró Einstein en la velocidad de la luz, una
constante universal que no cambia, independientemente del
movimiento del sistema material emisor o receptor de luz; la
velocidad de un cuerpo no acelera la velocidad de la luz que se
mantiene siempre constante. Además la relación que establecieron
Maxwell y Lorenz entre la materia y el campo gravitacional y
magnético, implicaba una relación entre inercia (movimiento) y
masa, es decir una relación entre materia y energía que
anteriormente eran vistos como fenómenos independientes.
 
La mecánica clásica considera que la masa de un cuerpo es
independiente de su velocidad, pero según la teoría especial de la
relatividad, existe una relación entre masa y velocidad. De hecho,
cuando un piloto viaja en un automóvil gana masa en una fracción
infinitesimal; (aumenta una diez mil millonésima parte del 1%). En
la vida diaria, los efectos de este fenómeno se pueden ignorar "si un
objeto se mueve con una velocidad menor a 100 millas por
segundo, la masa es constante dentro de una margen de una
millonésima parte"29. Pero cuando estamos hablando de
velocidades 100 veces superiores se da el salto cualitativo en donde
los efectos de la relatividad son decisivos "un electrón gana masa
cuando se mueve a 9/10 partes de la velocidad de la luz (...) la
ganancia es 31/6 veces, exactamente la predicha por la teoría de
Einstein. (...) Los electrones surgen de un poderoso acelerador de
partículas 40.000 veces más pesados que al principio, la masa extra
representa la energía del movimiento"30. De acuerdo con esto, si un
cuerpo superase la velocidad de la luz la masa del cuerpo tendería al
infinito. Además, la longitud de los cuerpos está en relación con su
velocidad, a medida que la velocidad aumenta y se acerca a la
velocidad de la luz la longitud de los cuerpos disminuye. Aquí,
como podemos observar, las cualidades de la materia (masas y
longitudes) están en función de la cantidad de movimiento en donde
más allá de cierto punto se da el salto que transforma las cualidades
del objeto; ésta es, precisamente, una relación dialéctica.
 
En palabras de Einstein, uno de los conceptos básicos de la teoría
especial de la relatividad consiste en que "La masa inercial de un
sistema aislado es idéntica a su energía, de manera que la masa, en
tanto que concepto independiente queda eliminada"31. Ésta es la
relación entre masa y energía que, expresada en la celebre formula
E=mc2, "representa la enorme cantidad de energía encerrada en el
átomo. Ésta es la fuente de toda la energía encerrada en el universo.
La letra E representa la energía (en ergs), m representa la masa (en
gramos) y c es la velocidad de la luz (en centímetros por segundo).
El valor real de c2 es 900 millones de billones. Es decir, que la
conversión de un gramo de energía encerrada en la materia
produciría la asombrosa cantidad de 900 millones de billones ergs.
Para dar un ejemplo concreto de lo que esto representa, la energía
concentrada en un solo gramo de materia equivale a la producida al
quemar 2.000 toneladas de gasolina"32.
 
La energía que explica en última instancia desde la desintegración
radioactiva hasta el resplandor del sol se encontró, no fuera de la
pecadora materia, sino dentro de la misma materia. Con la teoría de
la relatividad no hay necesidad de buscar la energía de la naturaleza
fuera de la naturaleza. Y no solo eso, en determinadas condiciones
la materia se transforma en energía y la energía en materia. La
transformación de la materia en energía, sin embargo, no significa
la desaparición de la materia. La energía no es más que otra forma
de existencia de la materia y lo que llamamos materia (o masa), no
es más que energía congelada o en reposo relativo. Si bien se
considera a los fotones como cuantos de energía pura carentes de
masa, el que la luz se desvíe por la influencia gravitacional revela
su carácter material. La energía no es algo independiente de la
materia, la energía se transporta por cuantos o portadores, (el
mismo término portador puede llevar a confusiones, puesto que
sugiere la idea de que la materia porta algo externo a ella). Así,
cuando una masa de plutonio o uranio libera su energía en forma de
explosión atómica, la energía liberada no es más que los rayos
gamma, los neutrones y otros elementos del átomo —otra forma de
existencia de la materia— . En este proceso, que se da tanto en las
entrañas del Sol, como en las bombas homicidas, el átomo
desparece como átomo, pero la materia no desaparece, sólo cambia
a una forma más dinámica de existencia.
 
El proceso inverso también se da. La energía se transforma en
materia: "Los científicos descubrieron en un experimento, que los
rayos gamma podían producir partículas atómicas, transformando la
energía de la luz en materia. También se descubrió que la energía
mínima para producir una partícula depende de su energía en
reposo, tal y como había predicho Einstein. De hecho no se
producía una, sino dos partículas: una partícula y su opuesto, la
antipartícula. En el experimento de los rayos gamma tenemos un
electrón y un antielectrón (positrón). Igualmente se produce el
proceso contrario, cuando un electrón se encuentra con un positrón
se aniquilan mutuamente produciendo rayos gamma"33. La energía
y la materia no sólo están en unidad dialéctica, sino que cuando se
da su mutua transformación, el resultado se da también en pares
contrarios. Las investigaciones de Einstein pusieron las bases para
la teoría cuántica, que explica que el movimiento de las "partículas
elementales" es contradictorio: éstas se comportan al mismo tiempo
como onda y como partícula, además, la teoría de Einstein
posibilitó la comprensión de la transformación de la materia.
 
La vieja y unilateral ley de Lavoissier* fue superada y conservada
al mismo tiempo. La conservación de la masa sólo expresa un lado
de la ecuación que dejaba abiertas las puertas para que la energía
viniera desde fuera de la materia (aunque ésta última fuera
indestructible). En realidad, no sólo la materia es indestructible,
sino que la energía se conserva y procede de sus entrañas. La ley
más profunda y compleja es la "conservación de la masa y la
energía" de tal manera que la suma de estos dos aspectos
inseparables y en relación dialéctica, se mantiene siempre
constante; no se puede crear ni destruir ni un solo gramo de
materia-energía. La materia no fue creada por Dios y la fuente de
todos los infinitos procesos que acaecen en el universo se expresa
en la sencilla formula E=mc2. "El movimiento es por tanto", nos
decía Engels hace casi 150 años, "tan increable y tan indestructible
como la materia misma"34. Parece que la teoría de la relatividad le
ha dado la razón a Engels.
 
 
b) Teoría general de la relatividad (unidad dialéctica, materia,
espacio y tiempo)
 
La teoría especial de la relatividad no considera la fuerza de
gravedad, porque sus marcos de aplicación están en el mundo
subatómico donde la gravedad no es un factor decisivo. Sin
embargo a medida que vamos considerando niveles relativamente
más grandes que el mundo subatómico, se da el salto cualitativo en
donde la gravedad (en el mundo de los cuerpos de "tamaño normal"
y el espacio) es el fenómeno que ocupa el primer plano
subordinando, como fenómeno secundario, a lo estudiado por la
teoría especial de la relatividad; es en este último caso, cuando los
efectos de la gravedad son decisivos, es en donde la leyes de
Newton comienzan a aplicarse, pero ya como un caso especial de la
teoría general de la relatividad.
 
Esta teoría, que trata con enormes fuerzas gravitatorias como las
que se presentan en el espacio, pone en relación recíproca
(dialéctica) al espacio, al tiempo y a la materia que en la antigua
concepción se consideraban fenómenos independientes y absolutos.
Se creía, en efecto, que el espacio era un vacío al estilo de las
abstractas y rígidas figuras euclidianas, un vacío en donde la
materia podía o no alojarse, conservándose físicamente indiferente
de la materia o de su ausencia; el tiempo por su parte, era una
especia de flujo independiente del movimiento de la materia, de
acuerdo con esto podía existir tiempo sin materia. Estas ideas
estaban en concordancia con la visión mecanicista de la naturaleza,
cuyos fenómenos no eran más que el resultado de la suma de las
partes existentes independientemente del todo, una especia de
emplasto o superposición puramente cuantitativa de diferentes
elementos. "Los profanos en matemáticas se sienten sobrecogidos
de misterioso espanto al oír hablar de cosas cuatridimensionales,
parecido al que sienten al pensar en fantasmas", nos dice Einstein.
"Y sin embargo, no hay tesis más vulgar que aquella según la cual
el mundo en que vivimos es un continuo espacio temporal de cuatro
dimensiones"35. La teoría de Einstein ha venido a tirar por la borda
esta rígida concepción; ahora, tiempo, espacio y movimiento son
parte orgánica de la naturaleza en función del movimiento y las
características de la materia —por ello la referencia a un universo
cuatridimensional—.
 
"Según la teoría general de la relatividad, las propiedades
geométricas del espacio no son independientes, sino que están
determinadas por la materia". Nos dice el mismo Einstein: "De
suerte que no podemos sacar conclusiones acerca de la estructura
geométrica del universo, sino fundando nuestras consideraciones en
el estado de la materia como algo que conocemos"36. La geometría
del espacio está determinada por la materia que contiene; de hecho,
bajo efectos gravitatorios enormes el espacio se curva (como en la
periferia de un agujero negro). Las bellas figuras de Euclides, que
tanto han entusiasmado a los idealistas, son prácticamente
imposibles, porque la gravedad tiene influjo sobre la geometría del
espacio y éste se curva. "Esta geometría cuatridimensional trata con
superficies curvadas (el espacio-tiempo curvo). Aquí, los ángulos
de un triangulo pueden no sumar 180 grados y las líneas paralelas
pueden cruzarse o divergir"37. Aquí entramos en un campo donde
las tranquilizadoras leyes de la lógica formal ya no se aplican.
 
El hecho de que el espacio se curve no significa en absoluto que "la
nada se curve". La curvatura espacio-temporal manifiesta la
indisoluble unidad de la materia, el espacio y el tiempo. No existe el
espacio absolutamente vacío (tal como lo había intuido Descartes).
El espacio aparentemente vacío esta repleto de plasma y de campos
magnéticos, el vacío generado en laboratorio sólo es un vacío
relativo, ya que aún quedarán varios millones de moléculas, cada
segundo ese espacio es atravesado, entre otras micropartículas, por
millones de neutrinos (estos elementos evanescentes son capaces de
atravesar una barrera de plomo de un kilómetro de espesor). Esto no
quiere decir que el espacio no exista, sino que expresa una relación
entre un tipo de materia y otra con menor densidad. "La cuestión es
que es imposible concebir espacio sin materia. Es una unidad
inseparable. Lo que estamos considerando es una relación
determinada del espacio con la materia. El uno no puede existir sin
el otro. Un vacío total no es nada. Pero lo mismo es la materia sin
fronteras. Por lo tanto, espacio y materia son opuestos que se
presuponen, definen y limitan el uno al otro y que no pueden existir
el uno sin el otro"38.
 
Además de poner en relación el espacio con la materia, la teoría de
la relatividad pone en relación el tiempo con el tipo de movimiento
del sistema material estudiado. "Todo cuerpo de referencia (sistema
de coordenadas) tiene su tiempo particular; la especificación de un
tiempo sólo tiene sentido cuando se indica el cuerpo de referencia al
cual hace relación dicha especificación. Antes de la teoría de la
relatividad, la física supuso siempre, tácitamente, que el significado
de los datos materiales era absoluto, es decir, independiente del
estado de movimiento del cuerpo de referencia"39.
 
En primer lugar hay que señalar que el tiempo no se considera
como una categoría a priori del sujeto, ni tampoco una constante
absoluta independiente de la materia. Aquí el tiempo se hace
depender del movimiento material, no hay tiempo sin materia y en
tanto, como ya vimos, la materia es inconcebible sin el movimiento
—además de que la materia tiene infinitas formas de movimiento—
, se entiende que el tiempo y su noción cambiará en función del tipo
de movimiento. "El concepto de tiempo variará según el marco de
referencia. Un año en la tierra no es lo mismo que un año en Júpiter.
Ni tampoco la idea de tiempo y espacio es la misma para un ser
humano y para un mosquito, con una vida de unos pocos días, o
para una partícula subatómica con una vida de una billonésima
parte de un segundo (asumiendo, por supuesto, que estas entidades
pudieran tener algún tipo de concepto). A lo que nos estamos
refiriendo es a la manera que se percibe el tiempo en diferentes
contextos, (...) los métodos normales de medición no se pueden
aplicar a la vida de las partículas subatómicas como al tiempo
geológico"40.
 
Los experimentos han demostrado, por ejemplo, que la vida de los
mesones (partículas subatómicas cuya vida media es de 10–6
segundos que se mueven rápidamente) es decenas y hasta cientos de
veces superior en un acelerador de partículas. El tiempo o la
duración de los procesos aumenta conforme aumenta la velocidad
del sistema. La duración de los procesos está también relacionado
con la gravedad. Los relojes atómicos son más lentos situados
donde la gravedad es mayor. "Un reloj atómico volando a 30.000
pies de altura gana tres mil millonésimas de segundo en una hora.
Esto confirma la predicción de Einstein con un margen de error del
uno por ciento"41. Todo movimiento es movimiento con respecto a
otros cuerpos; es inconcebible el movimiento de algo sin referirlo a
su relación espacial con otro objeto, estas relaciones son las que
determinan las cualidades de la cosa. Tal como Hegel había
explicado: "La cosa es en si misma, pero también es en sí misma
porque es para otro, en tanto que esos otros objetos determinan a la
cosa y la hacen ser lo que es; la diferenciación de los distintos
aspectos de la cosa que se creía en sí, son momentos que hacen de
la cosa lo que es. Así, la cosa es en sí misma, porque las
propiedades le pertenecen, y no lo es porque la delimitación con lo
otro la muestra diferente y por ello única".
 
El tiempo es, entonces, una expresión del movimiento, su noción
implica el conocimiento y generalización de muchas formas de
movimiento particulares reducidas a su expresión general,
encarnada en un movimiento particular usado como patrón de
medida. De la misma forma que el dinero es la expresión de valor
de todas las mercancías particulares, y así como el valor en general
surge de la relación entre las mercancías particulares, el tiempo es
una expresión entre el movimiento relativo de los cuerpos cuya
objetividad radica en que la interacción relativa entre estos, por
medio de la velocidad de la luz, determina el tiempo (movimiento)
específico. A diferencia de lo que creía Kant, el tiempo no es una
cualidad subjetiva y absoluta, constituyente del fenómeno (tal como
Kant entendía fenómeno), sino una característica objetiva del
universo reflejada y medida por el cerebro del hombre.
 
 
c) Teoría de la relatividad. ¿Materialismo o idealismo?
 
Por estas interrelaciones entre los objetos, los eventos que pueden
ser simultáneos en un marco de referencia (por ejemplo dos
explosiones simultáneas en vagones diferentes de un tren) no lo son
con respecto a otro marco de referencia (por ejemplo un receptor de
luz que está fijo a las vías del tren). Esto no quiere decir que en la
teoría de la relatividad todo sea relativo. O que una cosa sea tan
buena como la otra y se pueda decir cualquier barbaridad. Los
marcos de referencia están determinados por los métodos de
Lorentz42, que tienen entre sus absolutos la velocidad de la luz y la
energía en reposo. Muchos intérpretes han sacado la conclusión de
que la teoría de la relatividad afirma que el tiempo y el espacio son
fenómenos subjetivos (puesto que no hay tiempo ni espacio
absolutos) del hecho de que el tiempo y el espacio dependen del
movimiento de un sistema material; así en las explicaciones
vulgares se nos dice que: "Einstein establece que tiempo y espacio
no significan nada fuera de lo que un observador percibe o mide:
cada observador transporta su propio espacio y su propio tiempo"
(Enciclopedia Salvat). De esta manera se nos quiere afirmar que la
teoría de la relatividad postula que el espacio y el tiempo no son
fenómenos objetivos sino proyecciones del sujeto.
 
Estas interpretaciones, que fueron rechazadas por el mismo Einstein
en su madurez, se vieron reforzadas por la postura filosófica que
Einstein mantuvo durante su juventud como admirador del físico y
filósofo Ernest Mach (uno de los fundadores del neopositivismo),
postura que permea en sus primeros escritos, donde explica
popularmente su teoría. Según esta corriente, las sensaciones son la
única realidad y las teorías sólo formas lógicas y económicas de
organizar los datos de la experiencia, que nada tienen que ver con
los objetos en sí (o al menos es imposible saberlo). Así en La
relatividad: teoría especial y general, Einstein escribió: "Tenemos la
costumbre de designar con la palabra verdadero la correspondencia
con un objeto real; y la geometría no tiene nada que ver con la
relación de la ideas con los objetos que conocemos por la
experiencia; sino que se interesa únicamente por la coherencia de
esas ideas entre sí"43.
 
En las posturas filosóficas del joven Einstein se apoyaron los
intérpretes idealistas de su teoría. Hay que señalar que el mismo
Einstein, junto con muchos otros científicos eminentes como Max
Planck, Ludwig Boltzmann, Louis de Broglie, Erwin Schrödinger,
entre otros, se opusieron a la interpretación idealista de la física
(fundamentalmente a la corriente de Copenhague, encabezada por el
físico alemán Werner Heisenberg), que increíblemente afirmaba que
¡las propiedades materiales solo aparecen en el acto mismo de la
medición! "Es un hecho interesante", nos dice Karl Popper, que no
era precisamente un marxista, "que el propio Einstein fue durante
años un positivista y operacionalista dogmático. Más tarde rechazó
esta interpretación: en 1950 me dijo que de todos los errores que
había cometido, del que más se lamentaba era de ése. El error
asumía una forma realmente seria en su popular libro, Relatividad;
la teoría especial y general"44.
 
El mismo Einstein afirmó, con respecto a la posición positivista
respecto a la realidad material, que "la aversión de estos
investigadores hacia la teoría atómica", (relacionada con el hecho
de que Planck, según Einstein había comprobado la realidad
material —indepediente del observador— del átomo), "hay que
atribuirla sin duda a su actitud filosófica positivista, lo cual
constituye un interesante ejemplo de que incluso investigadores de
espíritu audaz y fino instinto pueden verse estorbados por prejuicios
filosóficos a la hora de interpretar los hechos"45. Así, mientras que
en sus primero escritos las posturas idealistas de Einstein se
mezclaban con conclusiones materialistas (por ejemplo cuando dice
que el tiempo y el espacio dependen del movimiento material), ya
en su autobiografía Einstein señala, sin lugar a dudas, que el tiempo
y el espacio no dependen del observador (aunque los métodos e
instrumentos de medición sí contienen un elemento subjetivo), que
no son convenciones lógicas, sino hechos reales; en sus propias
palabras "La física es un esfuerzo por aprehender conceptualmente
la realidad como algo que se considera independiente del ser
percibido. En este sentido se habla de lo físicamente real" (....) "Mi
opinión es que la actual teoría cuántica, con ciertos conceptos
básicos que en esencia están tomados de la mecánica clásica,
representa una formulación óptima del estado de las cosas"46.
 
Este punto, la aceptación de Einstein de la realidad material
independientemente de la percepción, es lo esencial en su
alejamiento del positivismo lógico; debemos recordar que el
"Círculo de Viena" (Carnap y Neurat), que enunció los principios
clásicos del positivismo lógico, tenía como misión esencial
erradicar de la ciencia toda metafísica47, es decir, toda afirmación
que vaya más allá del lenguaje; toda afirmación cuyo contenido
implique la existencia de algo más allá del sujeto que percibe, más
allá de toda experiencia; reduciendo la filosofía al estudio lógico del
lenguaje; en palabras de Carnap: "La verdad es que rechazamos la
tesis de la realidad del mundo físico, pero no la rechazamos como
falsa sino como carente de sentido y que su antítesis idealista se
halla sujeta al mismo rechazo"48.
 
Einstein se distanció, además, del empirismo vulgar (otra
característica del positivismo lógico) al comprender el papel activo
del pensamiento, incluida la libre especulación, al interpretar los
hechos. "El prejuicio" dice Einstein "consiste en creer que los
hechos, sin libre construcción conceptual, pueden y deben
proporcionar conocimiento científico"49. Como ya habían afirmado
Engels y Marx (Grundrisse): "Sin pensamiento teórico no se puede
relacionar entre sí dos hechos naturales, ni entender el vínculo que
existe entre ellos"50. Es este pensamiento teórico el que nos permite
ir más allá de lo concreto y al mismo tiempo entender lo concreto
en sus múltiples determinaciones, sin la generalización, la practica
se vuelve ciega, la investigación se convierte en una búsqueda en
una caverna obscura dando tumbos a cada paso porque los objetos
se nos presentan por primera vez, aisladamente, como las rígidas
formas platónicas. En realidad el positivista, que se cree muy
realista, sólo opera con abstracciones vacías (esta mesa, ese gato,
ese fenómeno, es decir, ese hecho atómico), no sólo en la
explicación de los hechos, sino en la teoría del conocimiento
(separación absoluta entre síntesis y análisis, experiencia y teoría,
etc.) y se postra ante los hechos consumados sin saber explicarlos.
Es esta impotencia de explicar los hechos e intervenir en ellos,
sobre todo en el campo social, lo que lleva a estos realistas a buscar
salidas en supuestas leyes morales eternas (liberalismo) o en la
introspección mística y el nihilismo51.
 
Quizá Einstein exageró el papel independiente del pensamiento en
la génesis de las teorías, al señalar que entre la experiencia y la
génesis de los conceptos científicos más complejos no había un
nexo, —quizá por considerar correctamente que el conocimiento
científico no puede surgir de la experiencia simplemente individual
— , además de subrayar insistentemente el carácter lógico formal
que deben tener las teorías científicas (cerrando aparentemente la
posibilidad de otros tipos de lógicas no lineales). No obstante,
Einstein insistía en que la corrección de una teoría se verifica con la
experiencia y su aplicación a la realidad, concebía lo empíricamente
determinable como "una magnitud ciertamente real"52, es decir, no
en el sentido positivista. Además aclaró que ninguna teoría, en
especial la suya, puede tener un carácter absoluto, sino debe verse
como una aproximación a la realidad, que con el tiempo será
rechazada o complementada en situaciones aún desconocidas (lo
que al mismo tiempo debería abrir la posibilidad de otros tipos de
lógica). El conocimiento es un proceso infinito de aproximaciones
sucesivas a la verdad, en donde, como decía Lenin "el pensamiento
humano se hace indefinidamente más profundo, del fenómeno a la
esencia, de la esencia de primer orden, por así decirlo, a la esencia
de segundo orden, y así hasta el infinito"53, proceso contradictorio
que nunca llegará hasta el final porque cada horizonte alcanzado
abre otro nuevo.
 
Por supuesto que la postura filosófica de Einstein, postura que se
acercó en puntos importantes al marxismo, no es argumento para
decidir las implicaciones filosóficas de su teoría. Sin embargo es su
teoría la que nos da elementos para fundamentar una postura
filosófica. Por ello es necesario insistir en que esta teoría implica la
existencia de una realidad orgánica cuatridimensional, compuesta
por sus tres dimensiones, el tiempo como la cuarta dimensión y al
espacio, ligados íntimamente con la materia, independientemente de
que por ahí se encuentre un sujeto con "categorías económicas". Es
la teoría de Einstein, relacionada con el famoso efecto Doppler*, la
que nos señaló que las estrellas que vemos en el cielo nocturno son
fenómenos que existieron en el pasado, mucho antes de que hubiera
vida y, mucho menos, sujetos con categorías. Es esta teoría la que
nos ha permitido medir escalas de tiempo gigantescas en virtud de
la descomposición radioactiva, testimonio de que la naturaleza
material precede a la vida. Es esta teoría la que fundamenta las
hipótesis sobre el nacimiento de soles y galaxias. No cabe duda que
todos estos fenómenos existen independientemente de la
subjetividad humana (a menos que alguien crea que en una
supernova pueda sobrevivir algún hipotético observador que haga
posible el fenómeno). El hecho de que el tiempo y el espacio no
sean absolutos, no significa que sean subjetivos, la relatividad del
tiempo y el espacio se refiere al movimiento, las características y las
relaciones de los objetos materiales no a la subjetividad (disfrazada
en las vulgarizaciones como "punto de vista del observador").
Además, como ya vimos, esta teoría implica una relación dialéctica
entre materia, espacio y tiempo, además, de poner en la materia la
fuente última de la energía.
 
Quizá el fenómeno más malinterpretado ha sido el concepto de
simultaneidad. Los profesores rojos, en el período posterior a la
muerte de Stalin, ya habían polemizado con las interpretaciones
subjetivistas de la simultaneidad. Creo necesario, por su
contundencia, citar los argumentos principales en contra de las
tergiversaciones de la teoría de Einstein. "La identificación de lo
relativo y lo subjetivo es totalmente inadmisible", nos dice el
profesor rojo Kuznetsov. "El sujeto que conoce, el observador, (...)
no es en modo alguno idéntico al sistema de referencia. Este es un
sistema, con existencia objetiva, de cuerpos y procesos materiales
relacionados entre sí por un determinado tipo de coordinación
espacio temporal, condicionado, en última instancia, por
interacciones materiales. (...) Considerar las relaciones entre un
cuerpo dado y el sistema de referencia elegido no significa poner el
fenómeno bajo la dependencia del punto de vista del observador, de
su voluntad y de su conciencia. Significa, únicamente, que de todas
las relaciones objetivamente existentes de un fenómeno con otro,
nuestra atención se detiene en una y a través de ella son estudiadas
las propiedades del fenómeno mismo, que tiene existencia
objetiva".
 
"El hecho de que el investigador puede elegir el sistema de
referencia que estime conveniente no va unido en absoluto a la
existencia o inexistencia del objeto que se estudia, a la presencia o
modificación en él de unas u otras propiedades, etc. Esta elección
determina únicamente el camino concreto por el que el físico
conoce el objeto, existente fuera del sujeto e independientemente de
él, pero que existe en relación con un determinado sistema de
relaciones materiales".
 
"Nos valdremos de una analogía para explicarlo: supongamos que
estudiamos la forma de un cuerpo examinando la forma que
proyecta sobre pantallas planas. Al dirigir sobre él un haz de luz
sobre un lado, en la pantalla vemos un círculo negro. Cambiamos la
posición del cuerpo, lo iluminamos desde otro lado y en la pantalla
vemos un triangulo negro. Así ocurrirá si el cuerpo tiene forma
cónica y la primera vez fue iluminado por un haz de luz
perpendicular a la base y la segunda por un rayo paralelo a la base.
Está claro que el cuerpo existe con independencia del observador.
Lo único que depende de éste es la elección de la perspectiva desde
la que examinará el cuerpo. Pero ni la forma del cuerpo, ni siquiera
la forma de las proyecciones del cuerpo sobre la pantalla depende
de la voluntad y la conciencia del sujeto. Una y otra, vienen
determinadas enteramente por la naturaleza del cuerpo mismo y por
el carácter de las relaciones espaciales que existen entre el cuerpo,
los haces de luz y las pantallas".
 
"Lo relativo es lo objetivo que existe en un sistema concreto de
relaciones creadas por ese sistema. Lo que en la teoría de la
relatividad es considerado como relativo, depende sólo de las
condiciones materiales. Las longitudes de los cuerpos, su masa, el
ritmo de los procesos, la coordinación de los acontecimientos en el
tiempo, la magnitud de las tensiones de los campos eléctrico y
magnético, etc.; no depende, en la teoría de la relatividad, del punto
de vista del observador, ni de la voluntad y la conciencia o de la
elección que él realiza, sino, exclusivamente, del movimiento
material real, de las relaciones materiales reales. En ello consiste su
relatividad física"54.
 
Por supuesto que en la medición del tiempo hay un elemento
subjetivo, a saber, el patrón de medida que se utiliza para medir un
intervalo. Así, por ejemplo, el establecimiento de pesos y medidas
es una elección arbitraria, así como lo es la medición del tiempo de
la vida diaria en función de la rotación de la Tierra (es claro, no
obstante, que la unidad de medida debe ser susceptible de expresar
el tipo de movimiento que pretende medir y que, por ende, la
elección no es absolutamente subjetiva). Pero no se debe confundir
el acto de medir, con determinados instrumentos o fenómenos
elegidos arbitrariamente, con el objeto medido y su magnitud
espacial o temporal. Esta última existirá independientemente de la
medición. Así, la Tierra tenía la misma circunferencia antes de que
el científico griego Eratóstenes la midiera por primera vez; este
hecho no lo altera la subjetividad humana sino, en todo caso,
procesos físicos de orden material. De modo que el hecho de que
los procesos que son simultáneos en el celebre ejemplo del tren en
movimiento no lo sean con respecto a un observador fijo a los
rieles, sólo significa que la velocidad de la luz no depende del
movimiento inercial de los procesos y por tanto, ésta no se ve
acelerada por el movimiento del tren y, por tanto, existe un retardo,
aunque en este caso infinitesimal, en la llegada de la luz al
observador fijo, lo que explica la no simultaneidad de los procesos
en sistemas en movimiento diferentes. En este caso, tanto el
movimiento del tren, la posición fija de los rieles, la velocidad de la
luz y las coordenadas espacio-temporales entre todos estos
elementos no dependen de la subjetividad del observador y se darán
de la misma manera en los diferentes campos de referencia
independientemente de que el observador pase por ahí.
 
No podemos terminar este capítulo, si no mencionamos que,
además de los notables puntos de convergencia entre el
materialismo dialéctico y la teoría de la relatividad y las respectivas
teorías del conocimiento, Einstein, a partir del genocidio de
Nagasaki, se acercó al marxismo en un terreno más: en el de la
política; (y cuando decimos que se acercó al marxismo decimos que
se mantuvo alejado del estalinismo). Dejemos que Einstein termine
este capítulo: "Ahora he alcanzado el punto donde puedo indicar
brevemente lo que para mí constituye la esencia de la crisis de
nuestro tiempo". (...) La anarquía económica de la sociedad
capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera
fuente del mal. Vemos ante nosotros a una comunidad enorme de
productores que se están esforzando incesantemente privándose de
los frutos de su trabajo colectivo. (...). A este respecto, es
importante señalar que los medios de producción, es decir, la
capacidad productiva entera que es necesaria para producir bienes
de consumo, tanto como capital adicional (...) es, propiedad privada
de particulares".
 
El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte
debido a la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el
desarrollo tecnológico y el aumento de la división del trabajo
animan la formación de unidades de producción más grandes a
expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una
oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede
controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada
políticamente de forma democrática. (....)
 
En particular, debe notarse que los trabajadores, a través de luchas
políticas largas y amargas, han tenido éxito en asegurar una forma
algo mejorada de ‘contrato de trabajo libre’ para ciertas categorías
de trabajadores. Pero tomada en su conjunto, la economía actual no
se diferencia mucho del capitalismo puro. La producción está
orientada hacia el beneficio, no hacia el uso. No está garantizado
que todos los que tienen capacidad y quieran trabajar puedan
encontrar empleo; existe casi siempre un ejército de parados. El
trabajador está constantemente atemorizado con perder su trabajo.
Desde que parados y trabajadores mal pagados no proporcionan un
mercado rentable. (...) El progreso tecnológico produce con
frecuencia más desempleo en vez de facilitar la carga del trabajo
para todos. La motivación del beneficio, conjuntamente con la
competencia entre capitalistas, es responsable de una inestabilidad
en la acumulación y en la utilización del capital que conduce a
depresiones cada vez más severas. La competencia ilimitada
conduce a un desperdicio enorme de trabajo, y a ése amputar la
conciencia social de los individuos que mencioné antes.
 
Considero esta mutilación de los individuos el peor mal del
capitalismo. Nuestro sistema educativo entero sufre de este mal. Se
inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es
entrenado para adorar el éxito codicioso como preparación para su
carrera futura.
 
Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar
estos graves males, el establecimiento de una economía socialista,
acompañado por un sistema educativo orientado hacia metas
sociales. En una economía así, los medios de producción son
poseídos por la sociedad y utilizados de una forma planificada. Una
economía planificada que ajuste la producción a las necesidades de
la comunidad, distribuiría el trabajo a realizar entre todos los
capacitados para trabajar y garantizaría un sustento a cada hombre,
mujer, y niño. La educación del individuo, además de promover sus
propias capacidades naturales, procuraría desarrollar en él un
sentido de la responsabilidad para sus compañeros— hombres en
lugar de la glorificación del poder y del éxito que se da en nuestra
sociedad actual". Por último y después de mostrar que era un
excelente lector de El Capital, Einstein agrega algo que tira por la
borda la afirmación infundada y superficial de que en los países de
bonapartismo proletario (estalinismo), por usar el término científico
de Trotsky, existía un supuesto socialismo real (cliché tan de moda
que no explica nada):
"Sin embargo", prosigue Einstein, "es necesario recordar que una
economía planificada no es todavía socialismo. Una economía
planificada puede estar acompañada de la completa esclavitud del
individuo. La realización del socialismo requiere solucionar algunos
problemas sociopolíticos extremadamente difíciles: ¿cómo es
posible, con una centralización de gran envergadura del poder
político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser
todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los
derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático
al poder de la burocracia?"55.
¡Sinceramente es difícil encontrar mejores lecturas de Marx!
 
 
 
III. TEORÍA DEL CAOS Y MATERIALISMO DIALÉCTICO
 
Introducción
 
Todo se debe al azar y a la necesidad
Demócrito, aprox. 460-370 a.C.
 
La segunda ley de Newton, F=ma, establece que si las fuerzas que
actúan sobre un cuerpo son conocidas también lo será la
aceleración; si conocemos la velocidad y la posición en un
momento dado, el movimiento quedará determinado para toda la
eternidad. Así hasta hace muy poco la ciencia era sinónimo de
determinismo absoluto; el azar y el accidente estaban desterrados
por decreto de la naturaleza o, en el mejor de los casos, se
consideraban como perturbaciones que no tomaban parte de la
esencia de su desarrollo. El azar era identificado con la ignorancia.
En realidad, el azar no existía objetivamente, sino que constituía un
indicador de nuestro desconocimiento, hablábamos de un fenómeno
subjetivo. Así Laplace escribió en 1776: "si imaginamos una
inteligencia que en un instante dado abarcara todas las relaciones
entre los entes de este universo, podría decir las posiciones
respectivas, los movimientos y las propiedades generales en
cualquier tiempo del pasado y del futuro (...) Así es como debemos
a la debilidad de la mente humana una de las más delicadas e
ingeniosas de las teorías matemáticas, la ciencia del azar y la
probabilidad"56.
 
En contraste, ya en el año 400 a.C. Demócrito había dicho: "Todo
se debe al azar y a la necesidad"57. Para Engels, de la misma
manera, necesidad y accidente sólo eran las dos caras de la misma
moneda; si el accidente era concebido, incondicionalmente, como
un fenómeno puramente subjetivo, la necesidad también sería
convertida en ilusión. "El sentido común y con él la mayoría de los
naturalistas", comentó Engels, "tratan a la necesidad y a la
casualidad como determinaciones que se excluyen entre sí y para
siempre. Una cosa, una circunstancia, es un proceso, es accidental o
necesario, pero no ambos a la vez (...) Y luego se afirma que lo
necesario es lo único de interés científico, y lo accidental es
indiferente a la ciencia (...) de ahí que toda ciencia llegue a su fin,
pues tiene que investigar precisamente aquello que no conocemos.
(...) Cualquiera puede advertir que éste es el mismo tipo de ciencia
que proclama natural lo que puede explicar, y asigna a causas
naturales lo que no le es posible explicar. Que yo denomine
casualidad la causa de lo inexplicable o que la llame Dios, es en
todo sentido indiferente a lo que se refiere a la cosa misma. Una y
otra equivalen a no sé. (...) De ahí que la casualidad no se explique
aquí por la necesidad, sino más bien la necesidad se degrada hasta
la producción de lo que es apenas accidental (...) En contraste con
ambas concepciones, Hegel formuló las proposiciones hasta
entonces desconocidas de que lo accidental tiene una causa porque
es accidental, y de la misma manera carece de causa porque es
accidental; que lo accidental es necesario, que la necesidad se
determina como casualidad y, por otro lado, esa casualidad es más
bien necesidad absoluta"58.
 
Esta manera dialéctica de concebir la naturaleza, la necesidad en el
accidente y lo accidental en la necesidad, es una de las ideas
fundamentales de una nueva ciencia, que algunos llaman junto con
la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, la tercera gran
revolución científica del siglo XX: la teoría del caos. Esta teoría que
apenas tiene poco más de treinta años de existencia, ha abierto una
prometedora línea de investigación para entender fenómenos
complejos y contradictorios, que parecían indescifrables para el
conocimiento humano y han transformado dialécticamente la idea
de determinación en la ciencia. El tiempo meteorológico, la
dinámica de las poblaciones, la complejidad creciente, las
irregularidades en la naturaleza, entre muchos otros fenómenos,
sólo se pueden comprender si, como decía Engels, concebimos el
caos y el orden en su mutua determinación e interdependencia, en
donde, el orden, la vida, los nuevos fenómenos, la complejidad,
surgen del caos y el caos del orden, de las bifurcaciones debidas a
diferencias accidentales, así como dentro del caos mismo se
encuentra un orden subyacente complejo y sencillo al mismo
tiempo (fractalidad). Los fenómenos que creíamos lineales y
mecánicos, paradigmas del determinismo, se convierten por ese
mismo cambio lineal en fenómenos caóticos. Que la casualidad es
un fenómeno objetivo, tanto como la más férrea necesidad y que
gracias a esta interdependencia la naturaleza no es un ciego
autómata predeterminado para toda la eternidad, sino que implica
flexibilidad, creatividad, el surgimiento de infinidad de nuevos
fenómenos debidos a cambios accidentales que no se pueden
determinar por siempre y que, no obstante, no dejan de estar regidos
por leyes subyacentes. Como dice el premio Nóbel, Ilya Prigogine
"El futuro es incierto, más incierto aún de lo que hacía presagiar la
mecánica cuántica tradicional con las relaciones de incertidumbre
de Heisenberg"59. Es un futuro incierto, es verdad, pero creativo y,
al contrario de lo que creía Heisenberg, regido por leyes objetivas.
El accidente, que se creía haber arrojado fuera de la ciencia, se ha
metido por la puerta trasera, enriqueciendo prometedoramente a la
ciencia y a la concepción de causalidad misma.
 
Es intención de este capítulo mostrar que la teoría del caos
representa, implícitamente, una reivindicación de las ideas que hace
más de cien años explicara Engels. Que estas ideas se hayan
desarrollado al margen de la filosofía marxista, aunque es cierto que
los primeros científicos en profundizarla fueron físicos soviéticos
(V. Arnold y A. Kolmogorov), es una muestra de que ésta no
representa un dogma sino una aproximación a los fenómenos
complejos y no lineales. La teoría del caos, como veremos, implica
la unidad e interpenetración de los contrarios, los cambios
cuantitativos que se transforman en cualitativos, la negación de lo
viejo y el surgimiento de nuevos fenómenos, la objetividad de la
línea del tiempo (del carácter progresivo del desarrollo), es decir, de
las ideas que Engels y Marx desarrollaron como concepción del
mundo.
 
 
a) Teoría del caos: susceptibilidad a las condiciones iniciales.
Necesidad y accidente
 
Excepto en economía, donde la teoría de Marx se constituyó como
la única manera coherente de entender la sociedad capitalista, las
ideas dialécticas prácticamente no encontraron eco como método
entre amplios sectores de la comunidad científica. No fue sino hasta
1908 con el trabajo de Henri Poincaré (Ciencia y Método), que se
llamó la atención sobre el efecto de pequeñas incertidumbres en la
medición, que en sí mismas no alteran leyes deterministas, pero
pueden transformar totalmente el fenómeno mas allá de cierto
punto. Poincaré escribió que "nosotros sólo podemos conocer la
situación inicial de manera aproximada. Si esto nos permitiera
conocer la situación que sigue en el tiempo con la misma
aproximación, es todo lo que necesitaríamos, y podríamos decir que
el fenómeno ha sido predicho, que está regido por leyes. Pero esto
no es siempre así; puede ocurrir que pequeñas diferencias en las
condiciones iniciales produzcan condiciones muy diferentes en los
fenómenos finales"60. A pesar del tono reservado, Poincaré es
considerado como el fundador de los métodos que están en la base
del caos determinista. No obstante, pasaron más de sesenta años
antes de que sus ideas fueran retomadas, fundamentalmente por las
limitaciones técnicas en los cálculos que son necesarios para
entender la dinámica no lineal del caos (debido a factores
objetivos), pero también debido al factor subjetivo: la ortodoxia
dominante no podía aceptar ideas que implicaran interrupciones,
saltos y contradicciones. El mismo Poincaré escribió que: "La
lógica a veces engendra monstruos. Desde hace medio siglo se han
visto surgir una multitud de funciones raras que parecen esforzarse
lo menos posible a las honestas funciones que sirven para cualquier
cosa. No más continuidad, no más derivadas, etc."61. ¡Estas
funciones raras y monstruos matemáticos (fractales) representan,
paradójicamente, la matemática discontinua y contradictoria que
subyace a la teoría cuyo pionero es el mismo Poincaré!
 
La mecánica clásica con su concepción lineal del desarrollo sólo es
correcta cuando tratamos de sistemas simples formados por la
interacción de dos variables continuas (como dos planetas y dos
cuerpos, por ejemplo) pero la cosa cambia cuando hablamos de
sistemas de más de tres variables; el caos se comienza a presentar
en fenómenos tan simples como en un juego de billar. Como
explican investigadores en la teoría del caos, quizá de una forma
exagerada, pero que ilustra bien la esencia de la cuestión planteada
por Poincaré: "Con un simple golpe, el jugador provoca en el juego
de bolas una prolongada sucesión de colisiones, (...) ¿durante
cuánto tiempo podría predecir la trayectoria de las bolas un jugador
con un control perfecto de su taco? Si el jugador de billar ignorase
un efecto tan minúsculo como la atracción gravitatoria de un
electrón situado en el borde de la galaxia, ¡la predicción sería
errónea al cabo de un minuto! El extraordinario aumento de la
incertidumbre débase a que las bolas están curvadas por lo que las
pequeñas diferencias en el punto de impacto se amplían en cada
colisión. Ampliación que es exponencial: crece con cada colisión
(...) Cualquier efecto, por pequeño que sea, adquiere rápidamente
proporciones macroscópicas"62.
 
Esta propiedad de ampliación exponencial de las perturbaciones,
propia de los fenómenos dinámicos complejos, es llamada
"sensibilidad a las condiciones iniciales" y es una idea central de la
teoría del caos. Si esto sucede con la predicción en el humilde juego
de billar ya podemos imaginar lo que sucede con un gas en donde
un sólo centímetro cúbico contiene 27 trillones de átomos: aquí es
imposible explicar la dinámica del gas mediante el movimiento de
las partículas individuales, es decir, mediante matemáticas
diferenciales que tratan sobre movimientos lineales.
 
La "sensibilidad a las condiciones iniciales", como se puede ver
claramente, no es más que otra manera de expresar la idea de los
cambios cuantitativos que se transforman en cualitativos, un cambio
insignificante puede a la larga producir cambios espectaculares. Un
buen ejemplo para ilustrar esta idea es la de "un camello muy
cargado al que, en cierto momento, se le añade una pajita y se
rompe su espalda. La paja es en extremo liviana pero el peso extra
que añade tiene una consecuencia fuera de toda proporción"63. La
fractura del infortunado camello representa una interacción entre la
miserable paja y el resto de las variables que afectan al camello y
que tienen resultados inesperados. Este ejemplo aparentemente
chusco ilustra la dinámica de la complejidad y no es una simple
anécdota curiosa como pudiera parecer. Ilya Prigogine comenta que
"El caos es siempre consecuencias de inestabilidad. El péndulo sin
fricción es un sistema estable , pero curiosamente la mayoría de los
sistemas de interés físico, tanto en el ámbito de la mecánica clásica
como de la cuántica, son inestables. En estos sistemas una pequeña
perturbación se amplifica, unas trayectorias inicialmente cercanas se
separan. La inestabilidad introduce aspectos nuevos esenciales64".
 
En realidad el universo no es un sistema de dos cuerpos aislados,
sino que consiste en la interacción infinita entre la multiplicidad de
los fenómenos que se determinan recíprocamente. Como dice
Engels: "En el hecho de que estos cuerpos se encuentren
relacionados entre sí ya se incluye el de que reaccionen los unos
sobre los otros, y precisamente esa reacción mutua constituye el
movimiento"66. En ciertas condiciones, es posible aislar un proceso
de la interacción universal y comprenderlo así separado, pero en la
teoría del caos se trata de comprender al fenómeno como totalidad:
ahí en donde el aislamiento mecánico se torna un dogma para
comprender la realidad como en la mayoría de los procesos de
interés para la ciencia moderna. Sin interacción el universo sería
nada: "En cierto modo", nos explica Prigogine "es una suerte que
Poincaré haya demostrado la imposibilidad de eliminar las
interacciones. Si se pudieran eliminar, el universo sería isomorfo a
un universo de partículas libres, y todo sería tan incoherente que no
habría química, ni biología, ni por supuesto culturas humanas"67.
 
La comprensión de la imposibilidad de entender la totalidad en un
fenómeno complejo por las posiciones y velocidades de los
elementos individuales se vio impulsada por la termodinámica: el
movimiento de las partículas de un gas sólo podía comprenderse
colectivamente como el promedio de sus estados de libertad (todos
los estados posibles del contenedor del gas). La pregunta no era ya
donde se encuentra esta partícula, sino qué probabilidades hay de
encontrar una partícula en determinado lugar y determinado tiempo;
esto llevó a afirmar a J . C. Maxwell en oposición al mecanicismo
de Laplace que: "La lógica verdadera de este mundo está en el
cálculo de probabilidades"68. Este método representa ya un
alejamiento de las certidumbres tranquilizadoras e incondicionales;
no obstante, la indeterminación era vista como la simple
acumulación cuantitativa de elementos simples, es decir, la
imposibilidad de determinar el movimiento de las partículas
individuales se atribuía a una incapacidad subjetiva y no al hecho de
que el movimiento caótico fuera esencial al sistema; la visión
mecanicista y la estadística convivieron como antípodas entre el
conocimiento y la ignorancia, entre lo conveniente (el
mecanicismo) y un método que se utilizaría mientras no se pudiera
utilizar la ciencia verdadera. Comentando el idealismo, Prigogine
comenta que en éste: "Habría que atribuir el funcionamiento de
nuestra vida a nuestra ignorancia, o relegarla a lo que es solamente
fenomenológico" (como en la fenomenología subjetivista de
Husserl) "¿Es menos fundamental la vida que la no vida?" (...) "por
suerte (...) hoy podemos relacionar la irreversibilidad no ya a
nuestra ignorancia, sino con la estructura fundamental de las leyes
de la dinámica clásica o cuántica, formuladas para los sistemas
inestables o caóticos"69.
 
En la teoría del caos el accidente es tan objetivo como la necesidad.
De acuerdo con Ilya Prigogine "la novedad reside en que
actualmente tenemos sistemas caóticos muy simples, y ya no nos
sirve la coartada de la complejidad. El carácter inestable e
irreversible pasa a ser parte integrante de la descripción en el nivel
fundamental" y más adelante agrega que "La irreversibilidad, una
vez más, no se debe a nuestra intervención en la naturaleza, sino a
la formulación de la dinámica extendida a los sistemas dinámicos
inestables (...) Así pues, las trayectorias (individuales) no son
eliminadas por razones de dificultad de cálculo, sino de
principio"70. Ya en el primer cuarto de siglo, la mecánica cuántica
había mostrado que la probabilidad era fundamental para la
comprensión de las leyes físicas.
 
 
b) El caos que nace del orden: atractores extraños
 
Es necesario comentar un poco sobre el espacio de fases, los
atractores extraños, y otras cosas más; exposición que podrá ser
pesada, pero es fundamental para pasar a estudiar la fractalidad del
caos o el orden subyacente al caos. Para el estudio de los sistemas
caóticos el viejo sistema cartesiano es inútil. En lugar de representar
el fenómeno por los puntos individuales y rígidos, en el plano se
introduce el llamado "espacio de fases" que representa el fenómeno
en su totalidad como una figura geométrica en movimiento
haciendo visibles los grados de libertad del sistema (sus variables
independientes); en esta representación las variables independientes
del sistema (por ejemplo coordenadas de posición x, y, z, de
velocidad e impulso, el tiempo, etc) son tratadas como diversas
dimensiones del proceso o como sus grados de libertad.
 
El movimiento oscilante de un péndulo, por ejemplo, puede ser
representado en el espacio de fases con las variables de impulso y
posición; así si el péndulo recibe un impulso y después de un lapso,
por pérdida gradual de energía (estos sistemas son llamados
disipativos) vuelve a su estado de reposo (el punto "a" en la figura)
el espacio de fases sería el de la figura 1. En este caso el punto "a"
es el punto a donde el sistema tiende a llegar; este punto de
atracción es llamado atractor; si, por el contrario, se tratara de un
péndulo ideal sin pérdida de energía (los sistemas que conservan su
energía son llamados hamiltonianos) o recibiera constantemente
energía del exterior para continuar su oscilación constante, el
espacio de fases sería como el de la figura 2, ahora su atractor
periódico consistiría en la curva cerrada que describe su
movimiento; esta curva atractora sería también su cuenca de
atracción.
 
Para complicar un poco las cosas y llegar a la representación de un
proceso caótico, representemos ahora el movimiento pendular como
un conjunto de dos péndulos acoplados que influyen mutuamente en
su movimiento y que no tienen pérdida de energía (un sistema
hamiltoniano) como se ilustra en la figura.
 
En este caso, en la representación del espacio de fases los dos
péndulos que interactúan se combinan y sus trayectorias, que
independientemente se representarían como planos o curvas
cerradas, resultan en una trayectoria de tres dimensiones ya que
ambas trayectorias se desvían del plano horizontal, describiendo
una trayectoria en anillo selenoide en tres dimensiones. Si el
movimiento (las frecuencias) de los péndulos acoplados están en
una relación simple, entera o mensurable (por ejemplo 1/9), su
trayectoria, es lineal porque siempre pasa por los mismos puntos del
espacio de fases (a la figura que describe el espacio de fases se le
llama toro) su comportamiento es totalmente predecible y
determinado. (véase la figura siguiente).
 
Si los períodos de las oscilaciones, en cambio, son
inconmensurables, resultan en un número irracional o una
representación decimal infinita ("Pi" es un ejemplo de número
irracional) la curva en el espacio de fases nunca se repetirá a sí
misma, su trayectoria o su cuenca de atracción se moverá hasta
cubrir casi toda la superficie de la figura (del toro), sin embargo,
este sistema no es aún caótico porque las trayectorias de los
péndulos se mantendrán siempre juntas y si sabemos la posición de
una en un punto determinado sabremos la posición de la otra. A
estos sistemas se les llama sistemas cuasi periódicos (véase la
figura).
 
En realidad no existen los péndulos ideales, un péndulo siempre
está sometido a los flujos de aire, a vibraciones pequeñas que
provocan perturbaciones aleatorias que los separan de su cuenca de
atracción. No obstante, en los péndulos con movimientos lineales,
estas pequeñas perturbaciones se pueden ignorar porque el péndulo,
a pesar de los pequeños movimientos caóticos, tiende a regresar a
su atractor lineal, el margen de error no ha llegado al punto crítico
en donde pasamos al caos. Pero si en este sistema hamiltoniano (sin
pérdida de energía) de péndulos acoplados, aun en estas
condiciones ideales, las perturbaciones se amplifican por un
impulso cambiante y una amortiguación que saque a los péndulos
de su cuenca de atracción, cosa que bien puede suceder, pues el
péndulo no está aislado del mundo circundante. Entonces las
trayectorias vecinas separan su dimensión en el espacio de fases, ya
no se puede expresar con números enteros (como en la geometría
euclidiana), su dimensión es mayor que dos (mayor que los planos
en dos dimensiones que veíamos) pero menor que tres (no llega a
ser un cuerpo de tres dimensiones), es decir una situación
intermedia entre una superficie y un volumen. Su atractor (hacia lo
que tiende las trayectorias) es llamado atractor extraño porque al
mismo tiempo que tiende a ocupar el toro (o la figura), tiende al
mismo tiempo a separarse del atractor vecino dejando infinitos
puntos por los que no pasa y adquiriendo infinitos valores
"caóticos" en cada momento (véase la figura).
 
"Será imposible el seguir las vueltas", nos dice el profesor
Sametband, "prever si en un centímetro más adelante va a
replegarse, ir hacia adentro del ovillo, o hacia fuera, etc; como tiene
sensibilidad a las condiciones iniciales, la más ínfima alteración de
éstas se representará con otro ovillo enmarañado cuyas vueltas no
tienen nada que ver con el primero, aunque el volumen que ocupa
sea prácticamente el mismo"75. Con el atractor extraño
impredecible hemos entrado al caos en donde, como afirma
Prigogine, lo aleatorio no se debe al desconocimiento o a la
subjetividad humana, sino a las interacciones objetivas del proceso
y a la susceptibilidad a los pequeños cambios despreciables que se
amplifican hasta transformar el proceso; la dinámica es caótica
porque es aleatoria, pero al mismo tiempo está determinada porque
se mantiene en promedio dentro del toro o del espacio de fases; aquí
es imposible despreciar lo accidental por la simple razón de que no
se pueden despreciar las interacciones recíprocas (dialécticas).
"Puesto que los atractores tienen tamaño finito" (ya que están
determinados al espacio de fases), nos comentan un grupo de
científicos del caos, "dos órbitas en uno de ellos no pueden divergir
exponencialmente de manera indefinida. En consecuencia el
atractor debe plegarse sobre sí mismo, aunque las trayectorias
diverjan y sigan caminos cada vez más alejados; en algún momento
habrán de acercarse de nuevo entre sí, (...) para imaginar lo que
ocurre con las trayectorias vecinas en un atractor caótico,
coloquemos una gota de colorante azul en una masa. El amasado
consiste en dos acciones: estirar la masa, con la consiguiente
extensión del colorante, y plegarla sobre sí misma (...) y con el paso
del tiempo se estira y se repliega muchas veces (...) tras tan sólo 20
pasos, la gota inicial se habrá estirado hasta más de un millón de
veces de su longitud original y su espesor ha disminuido hasta el
nivel molecular"76. Este proceso de plegado y estirado en el
espacio de fases caótico se ilustra en la siguiente figura.
 
 
c) El orden del caos: fractalidad (atractores extraños)
 
 Lo hostil se une; de lo divergente surge una muy bella armonía y
todo esto se produce por medio de la lucha.
Heráclito
 
Si nosotros hiciéramos un corte transversal del toro para determinar
la posición de las trayectorias en un punto determinado de un
sistema caótico (corte llamado sección de Poincaré) como en la
figura siguiente, nos percataremos que las trayectorias son fractales:
es decir describen una figura que tiene autosimilitud o, en caso de
fractales no lineales, irregularidad en su estructura a cualquier
escala a la que la miremos, que tiene longitud infinita y dimensión
fraccional, su atractor, a pesar de que en el siguiente momento el
corte habrá cambiado, es un fractal una figura caótica pero
ordenada.. ¡Todo este caos misterioso se oculta en el simple
movimiento de dos péndulos acoplados que se suponían eran los
paradigmas del movimiento lineal!, ¡aun la linealidad mas
monótona de un péndulo simple puede transformarse por pequeños
cambios en un movimiento complejo! Por eso es que Prigogine dice
que la indeterminación no es necesariamente sinónimo de muchas
variables, como se creía en los cálculos de probabilidades de la
termodinámica, sino resultado de la acumulación cuantitativa de las
perturbaciones en los movimientos simples y mecánicos.
 
Los fractales se presentan como la "huella del caos". La fractalidad
del caos, junto con la misma teoría del caos, y la nueva matemática
que ésta implica (llamada topología), está en contradicción con la
matemática euclidiana, que sólo puede trabajar con realidades que
se puedan medir con reglas, escuadras y compases, —de la misma
manera que la lógica formal sólo trabaja con tautologías y que el
liberalismo sólo tiene ojos para el desarrollo lineal (una verdadera
obsesión enfermiza)— calificando a la realidad contradictoria,
abollada, irregular como una monstruosidad en lugar de adaptar su
teoría a la realidad (éste es el Talón de Aquiles del idealismo).
Como decía Goethe: "gris es la teoría, pero verde es el árbol de la
vida". De hecho fractal significa fractura. Las fracturas y las
irregularidades nos rodean por todas partes; como decía Mandelbrot
(trabajador de la IBM, que desentrañó estas estructuras): "las nubes
no son esferas, las montañas no son conos, las costas no son
círculos, ni la corteza de los árboles es lisa ni un rayo viaja en línea
recta... La naturaleza no solamente exhibe un grado mayor, sino
también un nivel diferente de complejidad". Los fractales no sólo
aparecen en formas inertes sino, sobre todo, en la dinámica de
procesos caóticos. Parece que la mayoría de los objetos y procesos
del universo son fractales (aunque más complejos que cualquier
abstracción). La distribución de estrellas y galaxias en el universo
mismo tiene una estructura fractal, la superficie de las células, la
forma de la nubes, las montañas, la radiación de los quásares, los
árboles, los líquenes, los relámpagos, la membrana nasal, los
pulmones, las venas y arterias, los nervios, el cerebro, la
distribución de palabras en este texto, los ruidos de fondo en un
aparato telefónico, la música de Beethoven, etc. ¡La matemática
había ignorado la mayoría de los objetos del universo! En realidad
la matemática euclidiana como la lógica formal y el liberalismo,
tienen campos de aplicación muy estrechos y se convierten en
abstracciones vacías mas allá de cierto punto.
 
Los fractales son estructuras que están plegadas sobre sí mismas de
manera infinita, son tan irregulares que no son diferenciables
matemáticamente en ningún punto, es decir, es imposible trazar una
tangente en cualquiera de sus infinitos puntos. Se suponía que la
matemática era un ejemplo de perfección absoluta, ¡nada más lejano
a la realidad! Cuando vayamos a la costa, por ejemplo, intentemos
medir su perímetro; como dice Eliezer Braun: "podemos seguir
indefinidamente de esta manera, tomando unidades cada vez más y
más pequeñas. Intuitivamente esperaríamos que la sucesión de
valores que se obtenga para las longitudes de la costa, medidas de
esta manera, tendería a alcanzar un valor bien definido que sería la
verdadera longitud de la costa; sin embargo, esto no ocurre; de
hecho lo que sucede es que esta sucesión de longitudes aumenta
cada vez más y más. Es decir, al seguir el proceso indefinidamente
la longitud de la costa que se mide se va haciendo más y más
grande, es decir, ¡la longitud de la costa tiene un valor infinito!"78.
La curva de Koch es un ejemplo de una línea infinitamente plegada,
que encierra un área finitamente determinada, como sucede en el
perímetro de los continentes (véase la figura).
 
Los paladines de la lógica formal habían supuesto que el finito y el
infinito se encontraban separados por un abismo irreductible, en
donde lo finito se dejaba para la ciencia y el infinito para el
misticismo; de hecho las bases del positivismo están en el supuesto
de que sólo conocemos las cosas particulares; pero en la vida real,
el infinito se encuentra en lo finito y lo finito no es más que un
elemento de un infinito que, al mismo tiempo, jamás conoceremos
en su totalidad, ¡de otra forma llegaríamos al absurdo de una
totalidad infinita y sin embargo contada! Por eso cuando
descubrimos una ley en un conjunto de fenómenos finitos, podemos
estar seguros que en todos los infinitos casos en donde esas
condiciones se presenten, la ley se cumplirá incondicionalmente.
Engels había comentado que "la infinitud es una contradicción en sí
misma. Ya es una contradicción el que una infinitud tenga que estar
compuesta de honradas finitudes (...) precisamente porque la
infinitud es una contradicción, es infinita, un proceso que se
desarrolla sin fin en el espacio y en el tiempo. La superación de la
contradicción sería el final de la infinitud"80.
 
Otro ejemplo es el movimiento browniano (se supone que las
partículas subatómicas y las partículas suspendidas describen este
movimiento) que en su trayectoria describe una infinita
irregularidad de movimientos, de tal manera que, si nosotros
establecemos los puntos por los que pasa en un tiempo determinado
y dibujamos su trayectoria (en un segundo por ejemplo), para la
medición en milésimas de segundo en el mismo lapso, la partícula
habrá pasado por otra infinidad de puntos aleatoriamente y así hasta
el infinito, para tiempos más cortos, pero, además, el dibujo de su
trayectoria será fractal (autosimilar) en todos los niveles. Es decir su
irregularidad tendrá un patrón o un orden fractal (véase la figura).
 
Los fractales, por tanto, son estructuras geométricas
verdaderamente contradictorias (patológicas como se les llama en
matemáticas). Así, el polvo de Cantor (un fractal de una dimensión)
tiene longitud cero y al mismo tiempo, infinidad de puntos (porque
a medida que disminuimos la escala, la longitud total tiende a cero,
mientras que "el polvo" va aumentando), o la empaquetadura de
Sierpinski (fractal en dos dimensiones), que tiene un perímetro
infinito, pero su área es de cero (véase la figura) o la esponja de
Menger (fractal en tres dimensiones), que tiene área superficial
infinita y volumen nulo y por si fuera poco, todas estas estructuras
tienen autosimilitud hasta el infinito (véase la figura).
 
Debemos repetir que estos monstruos matemáticos no son
curiosidades: "hay cada vez más pruebas", nos dice Leonard
Sander, estudioso de la formación espontánea de fractales en la
naturaleza, "de que la naturaleza siente un amor verdaderamente
profundo por las formas fractales"82. ¡Incluso el crecimiento
demográfico de las ciudades tiene una estructura fractal! (véase la
imagen).
 
Para evitar cualquier interpretación mística de la fractalidad hay que
aclarar que, aunque la estructura fractal constituye una
aproximación mucho más cercana a la realidad que la matemática
euclidiana, la fractalidad en la naturaleza es más compleja aún que
los modelos generados por computadora. En primer lugar la
autosimilitud de las estructuras y procesos caóticos constituye una
autosimilutud estadística, se repetirá considerando procesos y
estructuras del mismo tipo a gran escala; en segundo lugar la
autosimilitud fractal en la naturaleza tiene límites cuantitativos más
allá de los cuales se pasa a otro tipo de estructura. "A nivel
microscópico llegará el momento en que la figura se desdibuje y
nos encontremos con los átomos y las moléculas; a nivel
macroscópico siempre hay una frontera en que el objeto real cambia
de un tipo de patrón a otro"84. Estos saltos cualitativos de una
estructura fractal a otra están determinados por las leyes mismas del
proceso estudiado, por ejemplo, por la gravedad (a nivel
macroscópico) o por la función de onda (a nivel microscópico). No
es suficiente con mostrar la estructura fractal de un proceso, puesto
que la fractalidad se da en fenómenos muy diversos; es necesario,
además y sobre todo, explicar las leyes inmanentes al fenómeno y
descubrir cómo éstas se relacionan con la forma fractal. Para no
mistificar la teoría es necesario, pues, vincular orgánicamente la
forma y el contenido del proceso estudiado o en otras palabras
concebirlo dialécticamente.
 
Los asombrosos conjuntos de Mandelbrot, figura resultado de
representar en un plano complejo números generados con
iteraciones (repeticiones de una misma operación sucesivamente
sobre los resultados obtenidos) sobre la serie de números complejos
llamados "conjuntos de Julia", utilizando una función cuadrática,
constituyen una clase de fractales que se acercan aún más a la
fractalidad que se presenta en la realidad concreta. Estos son un
conjunto de "fractales no lineales" que presentan autosimilitud
conservada hasta cierto punto, para transformarse posteriormente en
otro tipo de estructuras fractales, que se transforman en otras y otras
por medio de saltos dialécticos hasta el infinito (véase la imagen del
conjunto de Mandelbrot) así como en la naturaleza nos encontramos
progresivamente en una dinámica infinita con estructuras
autoorganizadas a diversas escalas de la realidad, estructuras
formales que ya predicen la existencia de leyes cualitativamente
diferentes con cada nuevo salto dialéctico: cúmulos de galaxias,
galaxias, estrellas y planetas, cordilleras, moléculas, átomos,
partículas subatómicas, quarks...
 
El comportamiento del simple péndulo que veíamos más arriba, por
tanto, no es una simple anécdota académica. Éste se presenta
también en el flujo turbulento, en el tiempo meteorológico, en la
dinámica de la población; y en un número cada vez más creciente
de multitud de fenómenos que parecían incomprensibles, inclusive,
el movimiento del sistema solar. En este último, que se supone es
un sistema hamiltoniano (que conserva su energía) y, además, es el
símbolo clásico del mecanicismo, nos encontramos con nuestro
buen amigo el caos. Newton descubrió las leyes que rigen la
interacción de dos cuerpos por el simple hecho de tener masa y
consideró al sistema solar como la simple interacción entre el sol y
los planetas como si éste se redujera a un sistema de dos cuerpos,
considerando que la gravedad de los demás planetas y masas que
componen el sistema solar eran despreciables en comparación a la
fuerza gravitatoria del sol y, por tanto, lo trató como un sistema
estable para toda la eternidad, desde que Dios se dignó a darle el
primer impulso —de paso vemos como la imposibilidad de entender
la relación entre lo necesario (las leyes de Newton en este caso) y lo
accidental (la perturbación de los otros cuerpos) llevó a Newton
directamente a la Teología para tratar de garantizar la estabilidad
del universo—. Sin embargo, la mecánica newtoniana significó un
paso de gigante en la comprensión de la naturaleza ya mucho antes
con este método, aunque aún sin bases teóricas firmes, Tales de
Mileto predijo un eclipse que tuvo lugar el 28 de mayo del año 584
a.C.
 
Para los tiempos humanos la estabilidad del sistema solar está
garantizada pero el tiempo es, como vimos, relativo, y para el
sistema solar los tiempos humanos no son más que suspiros; en
realidad el sistema solar no se reduce a la atracción entre dos
cuerpos; las cosas se complican con la interacción gravitatoria entre
tres cuerpos y cada vez que agregamos un cuerpo, las cosas se
complican aún más; las leyes que dominan los sistemas de más de
dos cuerpos no son lineales y, por ende, son susceptibles a las
condiciones iniciales. "Resultó que el comportamiento de los nueve
planetas, a partir de los próximos cuatro millones de años, revela
que el sistema planetario está en un estado caótico. Para nuestra
tranquilidad, esto no significa que el caos en el sistema solar sea de
tales características que se vaya a aniquilar dentro de poco tiempo,
con planetas chocando entre sí, o huyendo hacia otras galaxias, sino
que sus órbitas son impredecibles cuando se calculan para tiempos
del orden de los cien millones de años y, por lo tanto, sólo se puede
anticipar que se moverán en el espacio dentro de zonas
determinadas"85.
 
Esto significa que si un humilde asteroide pasa un kilómetro mas
cerca de la Tierra, dentro de cuatro millones de años, esa diferencia,
junto con las miles de perturbaciones provocadas por otros cuerpos
miserables, se habrá amplificado exponencialmente y cambiará su
órbita radicalmente. Este comportamiento se observa ya en los
asteroides que, para pequeños cambios en la distancia del Sol,
entran en una región caótica; lo mismo se encontró en la órbita de
Plutón y en el cambio periódico del giro sobre su eje de un satélite
de Saturno (Hiperión), provocado por simples irregularidades en su
forma elongada.
 
 
d) El orden que nace del caos: Ventanas de orden
 
 En la dinámica de la población, el caos se presenta de una manera
increíble; lo explicaremos porque este comportamiento es esencial
en el surgimiento de la complejidad a partir de lo lineal, del caos a
partir de lo complejo y del orden a partir del caos. La ecuación
demográfica parecía tener siempre un comportamiento lineal y
cuando se daban perturbaciones se atribuía al desconocimiento de
las variables. Pero en 1970, estudiando el ciclo de insectos y
bacterias, se descubrió algo asombroso. Cuando la tasa de natalidad
es menor a uno, la población desaparece paulatinamente; cuando la
tasa de población es mayor a dos, después de algunas fluctuaciones,
la tasa de la población queda estabilizada en 0.5, para 2.7 la tasa
fluctúa en virtud del crecimiento y los depredadores para,
finalmente, estabilizarse en 0.63; hasta una tasa menor a tres pero
mayor a 1, la población queda estacionaria teniendo como
atractores a una sola cifra (dependiendo de la tasa) y no importa
cuantos ciclos consideremos, la población tenderá a estabilizarse en
su atractor; pero en el punto crítico de 3.0 se da el cambio
cualitativo, la tasa de población se hace compleja y el atractor se
bifurca en dos valores estables que se alternan anualmente (véase la
gráfica) que representa la interacción entre los depredadores y la
población considerada, provocando ciclos periódicos. Para una tasa
de 3.4495, los ciclos bifurcados se vuelven inestables y se dividen
en cuatro estados estables que se vuelven a alternar; si seguimos
aumentando la tasa, los atractores se bifurcan de nuevo a 8, luego a
16, etc. Hasta aquí vimos como un cambio cuantitativo en un
esquema lineal y determinado provoca un cambio cualitativo a la
complejidad; no obstante, el sistema sigue siendo perfectamente
determinable; pero para un punto crítico poco menor a 3.56999 el
sistema se vuelve inestable, cualquier cambio infinitesimal puede
desencadenar el caos; cuando éste se desencadena, tenemos un
proceso irreversible que ha saltado al caos (véase la figura), ya es
imposible determinar la tasa de población para el año siguiente.
 
Cuando estamos al borde del caos, el más pequeño cambio
cuantitativo provoca una brusca transición cualitativa, como una
explosión atómica o como el inicio de una revolución social, que
puede estallar por el más mínimo ataque a los niveles de vida
(como, por cierto, se dio en Argentina cuando la clase media vio
esfumados sus ahorros). Este punto crítico está expresado en el
famoso efecto mariposa acuñado por Lorenz, que en meteorología
representa que, más allá de cierto tiempo, nuestra predicción en las
condiciones meteorológicas ya no se aplica, en virtud de los mas
pequeños cambios meteorológicos en las condiciones iniciales: así,
el batir de las alas de una mariposa en un punto crítico podría
marcar la diferencia, varias semanas más tarde, entre un ciclón y
una sequía (el siguiente esquema representa la diferencia del batir
de las alas de una mariposa o más precisamente los atractores de
Lorenz).
 
Una vez llegados al caos, vemos que éste tiene un orden, porque
está limitado al espacio caótico (o, en el espacio de fases, al toro) y
lo más asombroso es que, dentro del mismo mar caótico,
encontramos zonas llamadas "ventanas de orden" que vuelven a dar
lugar a tasas lineales por algunos períodos y que son fractales con
respecto a la escala inicial; aquí el orden vuelve a nacer del caos por
un incremento cuantitativo en una interacción dialéctica de
transición a los contrarios y de unidad de los opuestos (véase la
imagen).
 
En contra de lo que se pudiera pensar, las características de la
transición del orden que se bifurca y de la bifurcación que transita
al caos, son tan universales como "Pi", estas características
comunes se expresan en los números de Feigenbaum*, que
"aparecen de modo universal y caracterizan la transición del orden
al caos; son fundamentales para la naturaleza"89, nos dice el doctor
Rañada. Lo que interesa aquí es el hecho de que las características
de la dinámica caótica de las poblaciones se presenta en una
cantidad cada vez mayor de fenómenos que van desde el humo del
cigarro que se bifurca antes de desparecer y las oscilaciones del ojo
de los esquizofrénicos, pasando por la transición del flujo laminar al
turbulento, los casos de sarampión en Nueva York, los ritmos
cardiacos que se bifurcan justo antes de un ataque cardiaco, hasta la
actividad cerebral. En todos estos casos, un simple aumento de un
parámetro específico provoca un salto cualitativo.
 
 
e) La ‘creatividad’ del caos: la objetividad progresiva del
tiempo
 
Quizá lo más importante en esta fascinante teoría es que, de acuerdo
con Ilya Prigogine y como veíamos con respecto a los fractales no
lineales, la transición del orden al caos puede constituir un proceso
creativo y de surgimiento de nuevas leyes y nuevos niveles de
desarrollo, de la misma forma que para Marx la anarquía del capital
y las revoluciones que emergen de lo caduco, que sin duda son
fenómenos de rompimiento de la continuidad y de caos, son el
caldo de cultivo donde todo lo inamovible y eterno es barrido y en
donde se empieza a gestar una nueva sociedad. "Los fenómenos
irreversibles no se reducen, como se pensaba antes, a un aumento
del desorden", comenta Prigogine, "Estos fenómenos, por el
contrario, tienen un papel constructivo muy importante"90.
 
Así, de acuerdo con la ciencia del caos, los cerebros que en su
encefalograma tienen estructuras fractales o complejas,
corresponden a los estados mentales más alertas. Los sistemas
biológicos por ser inestables se adaptan, cambian y sobreviven. Sin
el caos, el universo estaría muerto. En el caos aleatorio de las
supernovas, las partículas elementales vencen el punto de increíble
oposición del electromagnetismo que las separa uniéndose en virtud
de la fuerza nuclear fuerte; el caos que une a las micropartículas
permite el nacimiento de los núcleos atómicos, que a su vez atrapan
electrones y forman los diferentes átomos para formar planetas,
vida, mente y sociedades tecnológicas. Cada punto de transición de
lo potencial a lo irreversible crea nuevas leyes y nuevas
posibilidades de evolución; negaciones diferentes a sus
antecedentes y que, por el famoso "efecto mariposa", no se pueden
anticipar para toda la eternidad. Un universo sin caos sería un
universo eternamente muerto y eternamente el mismo. Como se
puede ver en la siguiente figura, parece ser que el caos esta en el
tuétano mismo del universo (véase la figura).
 
La flecha del tiempo para la teoría del caos es un proceso creativo.
"Esta flecha del tiempo sigue presente en la actualidad. Es más,
existe un estrecho vínculo entre irreversibilidad y complejidad.
Cuanto más nos elevamos en los niveles de complejidad (química,
vida, cerebro), más evidente es la flecha del tiempo"92. Esto, en
verdad, es una reivindicación de la idea dialéctica, tan menoscabada
por la crítica superficial, del carácter progresivo del desarrollo a
través de contradicciones.
 
La flecha del tiempo era para Ludwig Boltzmann sinónimo de
muerte térmica (o aumento de la entropía), que convertiría al
universo en una eterna nada incapaz de volver a crear la luz de una
estrella. La evolución del cosmos sólo tenía un camino sin retorno a
la muerte eterna; se concebía a la segunda ley de la termodinámica
aplicable a un sistema termodinámico aislado, como una ley
absoluta de la naturaleza; paradójicamente al mismo tiempo que
Boltzmann planteaba esta idea, Darwin concebía una teoría en la
que explica que de la naturaleza podía surgir vida; pero hasta la
física anterior al Caos, sólo se comprendía cabalmente el primer
boleto del universo. No obstante las limitaciones de su tiempo,
Engels había criticado la idea del final de todo movimiento "el
movimiento no puede, pues, crearse sino sólo transformarse y
transportarse (...) por todo ello, un estado inmóvil de la materia
resulta ser una de las representaciones más vacías, para llegar a ella
hay que imaginarse el equilibrio relativo en que puede encontrarse
un cuerpo en esta tierra como un reposo absoluto, para generalizarlo
luego al conjunto del universo"93. Con la teoría del caos, se ha
dado un salto cualitativo que ha confirmado experimentalmente esta
tesis de Engels.
 
Afortunadamente el Universo no es un sistema aislado reducible a
las leyes de la termodinámica. Las estructuras que se autoorganizan
están por todas partes, la interacción y el caos pueden organizar una
vez llegados al punto de irreversibilidad de manera espontánea a la
materia, aun en la dinámica de los gases, donde se supone sólo se
tiene el camino hacia el desorden. Un ejemplo asombroso es el reloj
químico, en donde una mezcla específica de gases de diferentes
colores a cierta temperatura, que de acuerdo a la segunda ley
debería llegar al equilibrio inerte "se observó que la solución
cambiaba periódicamente su color, pasando a intervalos regulares
de incolora a amarillo pálido para volver a hacerse incolora, lo que
significa que la reacción retrocedía y volvía a avanzar como si no
pudiese decidir qué sentido tomar"94.
 
La importancia de este ejemplo en la autoorganización de la materia
la comenta Prigogine: "Tal grado de orden surgiendo de la actividad
de miles de millones de moléculas parece increíble y, de hecho, si
no se hubieran observado relojes químicos, nadie creería que un
proceso semejante fuera posible. Para cambiar el color todas al
mismo tiempo, las moléculas deben tener una manera de
comunicarse. El sistema tiene que actuar como un todo. (...) Las
estructuras disipativas introducen probablemente uno de los
mecanismos físicos más simples de comunicación"95, parece que,
después de todo, el universo no tiene un billete sólo hacia la muerte;
el billete hacia la muerte implicaba su contrario, vida y muerte se
condicionan recíprocamente; la muerte de una estrella es el
nacimiento potencial de un nuevo sistema, de la misma forma que
el metabolismo y la muerte de unas células significa el desarrollo y
la vida del organismo.
 
Ya habíamos comentado en otra parte que Einstein había puesto al
tiempo en relación al movimiento relativo de la materia. Para
Prigogine las características de irreversibilidad, bifurcación, caos y
nuevo orden propios de los sistemas caóticos le dan al tiempo,
además de objetividad, un carácter irreversible con lo cual pretende
fundamentar la flecha del tiempo de Boltzmann, pero, ahora, como
una flecha creativa ad infinitum y no como una flecha hacia la
muerte; en donde los puntos de rompimiento de la continuidad son
también rompimiento de la simetría temporal. Al igual que Einstein
el tiempo depende del movimiento de un sistema, pero se agrega la
idea de que los sistemas dinámicos tienden a la complejidad o en
lenguaje dialéctico a la negación de la negación, en una dinámica en
espiral, en un progreso contradictorio.
 
La teoría del caos ha permitido una comprensión profundamente
dialéctica de la naturaleza y una promesa de cautivantes
aplicaciones en la ciencia y la técnica, que van desde la transmisión
de información compleja con operaciones muy sencillas, la
reproducción de modelos y fenómenos naturales, que parecían
imposibles de reproducir; hasta el control de procesos caóticos para
predecir, por ejemplo, un ataque al corazón o estimular al caos para
que genere una infinidad de estados ordenados de acuerdo con lo
que se requiera en un momento dado. Dejemos que Prigogine
termine con sus propias palabras este capítulo: "Después que
tenemos la irreversibilidad, la flecha del tiempo, podemos estudiar
su efecto en otras rupturas de la simetría y la aparición del orden y
el desorden a la vez, a escala macroscópica. En ambos casos el
orden y el desorden emergen, a la vez, del caos. Si la descripción
fundamental se hiciese en términos de leyes dinámicas estables, no
tendríamos entropía, pero tampoco coherencia debida al no
equilibrio, ni posibilidad de hablar de estructuras biológicas, y por
lo tanto tendríamos un universo del que estaría excluido el hombre.
(...) Tradicionalmente estas leyes (las leyes de la naturaleza) estaban
asociadas al determinismo y a la reversibilidad en el tiempo. En los
sistemas inestables las leyes de la naturaleza se tornan
fundamentalmente probabilísticas. Expresan lo que es posible, y no
lo que es cierto. Esto resulta especialmente palpable en los primeros
momentos del universo. En este momento el universo se puede
comparar con un niño que acaba de nacer y podría llegar a ser
arquitecto, músico o empleado de banca, pero no puede llegar a
serlo todo a la vez. Evidentemente, la ley probabilista contiene
fluctuaciones e incluso bifurcaciones"96 y termina comentando que
para la teoría del caos, a diferencia de la visión lúgubre de la muerte
térmica: "El mensaje es (..) optimista. La ciencia empieza a ser
capaz de describir la creatividad de la naturaleza, y hoy el tiempo ya
no habla de soledad, sino de alianza entre el hombre y la naturaleza
descrita por él"97. De la misma manera, como dice Alan Woods, a
los marxistas, a diferencia de la decadente filosofía del pesimismo:
"Se nos ha acusado de ser unos optimistas incorregibles. Pues bien,
nos declaramos culpables. Los marxistas somos optimistas por
naturaleza. Pero nuestro optimismo no es artificial, sino que está
arraigado en dos cosas; la filosofía del materialismo dialéctico y
nuestra confianza en la clase obrera y en el futuro socialista de la
humanidad"98.
 
  
IV. MECÁNICA CUÁNTICA Y DIALÉCTICA
 
El átomo mueve al mundo; nada más cierto, pero también es
certísimo que el mundo mueve al átomo, ya que el átomo posee
fuerza propia, ésta no puede quedar sin efecto.
 Denis Diderot, 1713-1784
 
 
Introducción
 
La física cuántica es una de las grandes revoluciones científicas del
siglo XX, sólo comparable a la revolución de la física newtoniana
del siglo XVIII. Representa un aumento espectacular en los
horizontes del conocimiento y del potencial productivo de los
hombres; es perfectamente posible poner esas fuerzas increíbles
descubiertas por la física cuántica y la ciencia moderna bajo el
control democrático y racional de los trabajadores, arrebatándola al
grupo de parásitos en cuyo interés egoísta de ganancia se desarrolla
y se utiliza.
 
Entre otras cosas, la física cuántica ha podido arrojar luz a
fenómenos que van desde lo más pequeño hasta ahora conocido (los
quarks y los gluones), pasando por la tabla periódica de los
elementos, hasta lo infinitamente grande: la formación de las
estrellas y la explosión de supernovas, procesos que son la matriz
de todos los elementos químicos que hacen posible la existencia de
soles, galaxias y, por supuesto, la vida y el pensamiento. Esto
representa por sí mismo una expresión de que lo infinitamente
pequeño y lo infinitamente grande son aspectos que sólo pueden ser
comprendidos en su interconexión.
 
A pesar de ser una de las grandes conquistas del género humano, la
física cuántica, sin hablar de la ciencia y la cultura en general, es
una gran desconocida para la mayoría de las personas. De hecho, las
ideas de la ciencia son el monopolio de un grupo reducido de
iluminados, trabajando para las grandes corporaciones, encerrados
en las universidades y que a veces, además de la ciencia, tienen
intereses más sustanciosos que defender. Está claro que, dentro del
capitalismo, la población tiene suficientes cosas de qué ocuparse
antes que de la ciencia y de la cultura como, por ejemplo, el
hambre, el desempleo y, en general, sobrevivir al día siguiente.
 
Por si esto fuera poco, en realidad lo que se enseña al respecto en la
escuela, con maestros mal pagados, con estudiantes mal comidos y
con planes de estudio en constante agresión por parte de la
burguesía, sirve de muy poco para interesarlos en la ciencia y en
general en cualquier cosa que no sea, para los que tienen el
privilegio de ir a la escuela, salir lo más pronto posible y conseguir
un empleo para sobrevivir. Generalmente, por ejemplo, se enseña
en la escuela secundaria que el átomo es como un sistema planetario
en el que los electrones de carga negativa orbitan en círculos
perfectos alrededor de un núcleo formado de protones, con carga
idéntica al electrón pero de signo contrario y de neutrones con masa
igual a la del protón, pero sin carga. Esta representación por
supuesto es desafortunada y sumamente abstracta y consiste en la
transposición más o menos arbitraria del movimiento newtoniano a
un nivel de la realidad material que requiere otros instrumentos
conceptuales para reflejarla con mayor aproximación. Para poder
comenzar con nuestro tema, hay que acercarse un poco más a la
complejidad concreta del átomo y visualizar el escenario en donde
se desenvuelve la física cuántica estándar y la relativista, aún a
costa de alejarnos un poco de los familiares esquemas académicos.
 
Los electrones, cuyo tamaño es al ser humano lo que el ser humano
es a la vía láctea y cuya masa es al mosquito, lo que el mosquito es
al sol99, que giran alrededor del núcleo, no describen un
movimiento newtoniano en el que se pueda localizar el cuerpo en
movimiento con absoluta precisión (a=a) "La posición de una
partícula, como el electrón", nos comenta el profesor M. Y. Han,
uno de los descubridores de los quarks, "nunca está perfectamente
definida, sino que se extiende sobre una región, dando lugar a
incertidumbres inherentes. Una órbita circular realmente se parece
más a un anillo toroidal, con contornos muy difusos. Se parecen
mucho a los anillos que se hacen con humo de cigarros, con una
distribución desigual de humo que esta girando, fluctuando y
cambiando constantemente"100. El movimiento de las partículas
subatómicas es caótico, pero el caos, como vimos anteriormente, es
al mismo tiempo ordenado, puede ser representado mediante un
espacio de fases, en este caso un anillo toroidal llamado nube
electrónica, que representa el espacio en donde podemos encontrar
con mayor probabilidad un electrón que, al mismo tiempo, estará
cambiando su posición constantemente y dejando infinitos puntos
del campo de probabilidades por los que no pasa. Por esta razón, la
delimitación del átomo no es precisa, sino contradictoria y
dialéctica, porque cuando la nube del último nivel de energía
comienza a difuminarse por completo, es posible aun encontrar
electrones que extienden el límite del átomo un poco más allá, pero
en la siguiente millonésima de segundo no existirá ninguno (aun así
como veremos más adelante, un miserable átomo tiene un alcance
de influencia infinito).
 
El tamaño de los átomos fluctúa entre el pequeño margen de 1 a 3
angstroms (1 angstrom=1x10-10 metros) y aún así los núcleos
atómicos son 60.000 veces mas pequeños que el átomo, cuya
unidad de medida son los fermis (1x10-35 metros), para dar un
ejemplo de lo que esto significa, tendríamos que imaginar
esquemáticamente "un aeropuerto cuya pista principal tiene tres
millas de longitud. Justo en la mitad de la pista en el centro del
aeropuerto, cuyos límites están marcados por barreras de 12 millas
hay una pelota de baloncesto de cerca de un pie de diámetro. En un
extremo lejano del aeropuerto, a los pies de la barrera, escondido
entre las hierbas, hay una piedrecita del tamaño de un frijol"102. En
este ejemplo los límites del aeropuerto representan los límites del
átomo, el balón representa el núcleo y el frijol al electrón. ¡En
realidad el esquema simplista del colegio no era más que una
superficial e inadecuada caricatura! En este escenario alucinante se
desenvuelven los procesos estudiados por la física cuántica normal
y relativista
 
Cuando hablamos del mundo subatómico, estamos ante fenómenos
que involucran dimensiones de 10-10 metros (un angstrom); masas
del orden de 9 x 10-28 grs. y a tiempos característicos que fluctúan
entre 10-10 a 10-20 segundos. Dimensiones y procesos que escapan
a la vida cotidiana y sobrepasan a la imaginación más desbordante.
Hablamos de un nivel de la realidad que ya no es posible explicar
con los viejos modelos cartesianos, ni con la vieja lógica del sentido
común (a menos que caigamos en el idealismo y en el
subjetivismo). En estas condiciones estamos en el punto crítico más
allá del cual nos encontramos con partículas extremadamente
susceptibles a la interacción recíproca, o dialéctica diríamos
nosotros; las variables que describen los fenómenos subatómicos, a
diferencia de la mecánica de Galileo y Newton, no son
independientes y están orgánicamente interrelacionadas, no se
puede alterar una variable sin modificar otras en el acto. Un
fenómeno que, por ejemplo, desa-fía el sano sentido común y que es
objeto de una acalorada polémica, fundamentalmente entre una
posición materialista (Einstein, Planck, Prigogine y otros) y la
ortodoxa o subjetivista (Heisenberg, Borh y otros), es que mientras
con mayor precisión conocemos el momento o velocidad de una
partícula, más indeterminada es su posición y viceversa (el famoso
principio de incertidumbre enunciado por Heisenberg). Por si fuera
poco, el movimiento de estas partículas es dual (onda y partícula) y
probabilístico (como planteó Louis de Broglie): a toda partícula le
corresponde una onda y al mismo tiempo las propiedades de la onda
están determinados por las partículas que la portan. Si bien no es
posible conocer con exactitud la posición y la velocidad de una
partícula individual, cuyo movimiento es caótico, es posible saber la
probabilidad de encontrar una partícula en un punto determinado,
considerando un gran número de partículas mediante la
visualización del espacio de fases (principalmente gracias a la
mecánica matricial de Erwin Schrödinger), refutando de paso el
prejuicio formal de que el todo es igual a la suma de las partes.
 
Todas las propiedades del átomo sin excepción están cuantizadas,
es decir, que sólo cambian a otro nivel de energía —transformando
sus propiedades o pasando a ser una partícula totalmente diferente
por la emisión o absorción de energía (en forma de luz, rayos X,
rayos gamma, alfa, u otras partículas)— , en puntos críticos que
están relacionados con la constante Planck, puntos en donde se da el
salto cualitativo o salto cuántico. En general, los paradigmas
relacionados con la física cuántica además de la teoría de la
relatividad, son fundamentalmente dos: la constante Planck
relacionada además con la unidad materia y energía; y el principio
de incertidumbre de Heisenberg. Discutiremos sus implicaciones
filosóficas.
 
A lo anterior se debe agregar que a niveles aún más pequeños en el
interior del núcleo atómico (cuya medida es como veíamos el
fermi), a velocidades aún mayores, los efectos de la relatividad
comienzan a hacer efecto; entramos aquí al mundo de la mecánica
cuántica relativista, cuyas ideas fundamentales son el principio de
Paul Dirac, según el cual a toda partícula le corresponde una
antipartícula. La idea de los cuantos de acción o interacciones entre
las partículas, proceso que supone, por ejemplo, en la fuerza nuclear
fuerte, la emisión espontánea de partículas o cuantos que
transforman en su contrario en tiempos inimaginablemente cortos, a
la partícula emisora y receptora: transformación por la que podemos
decir que son ellas mismas y no son las mismas en millonésimas de
segundo. Los cuantos de acción son responsables de las cuatro
fuerzas o campos principales de la naturaleza: la fuerza
electromagnética —con sus polos opuestos implícitos que explica
desde la interacción y unión entre moléculas, hasta la interacción
sináptica—; la fuerza nuclear fuerte, atractiva y repulsiva al mismo
tiempo, que explica la unidad del núcleo atómico; la fuerza nuclear
débil, que explica la desintegración radioactiva y el hecho de que
los átomos inestables se conviertan con el tiempo en un elemento
totalmente diferente; y, finalmente, el campo gravitatorio (cuyo
cuanto aún se desconoce). Aquí no hay prejuicio más vulgar que la
idea metafísica de que A=A. En realidad el átomo es una suma de
contradicciones en cuyo interior los opuestos se transforman el uno
en el otro; colisionan y se transforman en energía (luz) y en donde
la energía es absorbida transformándose en materia; en donde
solamente en puntos críticos se dan transformaciones cualitativas
tanto del átomo como de sus "partículas elementales"; en donde el
movimiento se expresa en la unidad dialéctica entre onda y
partícula y en donde partículas cada vez más pequeñas
presuntamente elementales, se encuentran en un proceso
aparentemente sin final, confirmando la idea dialéctica de la
complejidad infinita de la realidad y el proceso infinito de
conocimiento humano.
 
No cabe duda de que una de las mejores maneras de fundamentar,
nutrir y desarrollar la filosofía de Marx y Engels es estudiando estas
maravillosas conquistas del pensamiento humano y, al mismo
tiempo, aportar una salida al subjetivismo e idealismo de la
ortodoxia teórica de la escuela de Copenhague, pantano en el que
desemboca el positivismo, y tener una actitud materialista
consecuente de la física cuántica; una concepción dialéctica de la
naturaleza. En este capítulo exploraremos todas estas fascinantes
implicaciones. Con este esquema inicial pasemos, por fin, a abordar
la dialéctica del mundo subatómico.
 
 
a) Mecánica cuántica estándar
 
1) Los saltos cuánticos o saltos dialécticos en la mecánica
cuántica
 
En realidad, el átomo cumple estrictamente con la ley hegeliana de
la línea nodal de medida. En física cuántica el aumento cuantitativo
de energía suministrado al átomo se transforma, en puntos críticos,
en un cambio cualitativo. El átomo no cumple con el dogma
linneano (variante naturalista del liberalismo reformista) según el
cual "la naturaleza no da saltos". Más bien al contrario, en física
cuántica los cambios se dan a través de saltos bruscos y repentinos.
Una de las características más importantes del átomo y una de las
ideas fundamentales que le da el nombre a la física cuántica, es el
hecho de que está cuantificado (como lo propuso Bohr, retomando
las ideas de Planck). Las órbitas que describen las nubes
electrónicas alrededor del núcleo, por ejemplo, representan energía
o niveles de energía -energía resultante de la interacción entre los
propios electrones y de estos con el núcleo, llamada fuerza
electromagnética-, que tiene valores determinados, discretos o
cuantificados. "Sería como un hipotético rascacielos", nos dice M.
Y. Han, "en el que sólo existiese un número intermitente de plantas:
3, 8, 16, 64...son las únicas plantas que existen en el edificio y no
hay nada entre ellas"103. Podemos suministrar energía a un átomo
(bombardeándolo con electrones de baja energía por ejemplo) y no
sucederá nada, el átomo seguirá siendo el mismo, mientras no
lleguemos a los puntos críticos en los que la cantidad de energía se
transforma en calidad, punto en donde los electrones saltarán a un
nivel mayor de energía convirtiendo al átomo en uno más
energético y emitiendo rayos X al mismo tiempo (bombardeándolo
con electrones de alta energía por ejemplo). La diferencia entre los
niveles de energía entre las órbitas es de 10–34 julios (1 julio igual
a 1 vatio por segundo, NE) el valor de la constante Planck, valor
esencial en la física moderna que determina el punto crítico donde
se transforman sus cualidades.
 
Esta característica no es un simple dato curioso del átomo, es la idea
esencial de la física cuántica: todas las propiedades del átomo están
cuantizadas o en lenguaje dialéctico se transforman mediante saltos
cualitativos, no sólo las orbitas de los electrones, sino todas sus
características: el tamaño del átomo, relacionado con la función de
onda de Schrödinger, es decir, con el espacio donde hay
probabilidad de encontrar un electrón; la forma geométrica del
campo que emite el átomo o las partículas en su interacción
dialéctica4554 (electromagnético, fuerte y débil), la cual sólo puede
adquirir formas discretas o específicas; aquí, por cierto, la forma
geométrica o el espacio en el que está inmerso la partícula depende
dialécticamente de la misma partícula. Espacio y materia como ya
veíamos en la física de Einstein están orgánicamente unidos y son
inconcebibles sin esta relación (a despecho de la vacía geometría
euclidiana). Incluso el valor del espín o el valor de la rotación de
todas las partículas llamadas elementales sobre su propio eje, ya sea
a la derecha o a la izquierda, serán múltiplos de la constante Planck.
El espín, además, es un ejemplo más de que no hay materia sin
movimiento.
 
 
2) El campo magnético y el espectro electromagnético: unidad y
lucha de contrarios y negación de la negación
 
Para representarse el movimiento fuera de la materia existente hay
que imaginarse una fuerza que actúe sobre ella. Pero no es así. La
molécula, dotada de la propiedad que le es inherente, es por sí
misma una fuerza activa. Actúa sobre otra molécula, que a su vez
actúa sobre la primera.
Denis Diderot
 
Los electrones y protones son como imanes que implican la unidad
entre cargas opuestas y cuya relación determina la carga del átomo
en cuestión y su capacidad para unirse con otros átomos para formar
moléculas. La interacción entre las cargas opuestas del protón y el
electrón determina el campo magnético del átomo. Sin esta
contradicción sería imposible la formación de cuerpos
macroscópicos y por supuesto, usted y yo no estaríamos aquí
discutiendo sobre la dialéctica. El campo magnético implica la
interacción entre contrarios: lo positivo y lo negativo. A su vez, la
unidad de contrarios entre la atracción electromagnética y la
repulsión que se le opone en el movimiento de las partículas,
específicamente en el electrón que se mueve a varios kilómetros por
segundo, es el secreto de la formación de moléculas que se
manifiesta desde la pompa de jabón, cuya tensión superficial es la
tensión entre la fuerza electromagnética y la gravedad, pasando por
la unión entre las moléculas del ADN, hasta la interacción eléctrica
entre la neuronas que, a su vez, en su relación con el mundo
externo, posibilitan el pensamiento (por cierto un argumento más en
contra del solipsismo idealista).
 
Al mismo tiempo, las moléculas o uniones entre átomos manifiestan
propiedades que no se pueden reducir a las características de los
átomos que las componen. Cuando se une una gran cantidad de
moléculas que superan el punto crítico de magnitudes, tiempos y
masas que caracterizan a la física cuántica, la constante Planck y
consecuentemente la longitud de onda (o el carácter probabilístico
del movimiento subnuclear) se hace prácticamente despreciable; de
hecho no desaparece, pero a efectos prácticos queda subordinada a
una nueva ley representada por la gravedad que la niega y la
conserva al mismo tiempo. Con la gravedad entramos al campo
concreto donde las categorías de la mecánica clásica se transforman
de anacrónicas y falsas en pertinentes y verdaderas.
 
Muchas propiedades nuevas emergen con el salto cualitativo que
representa la formación de moléculas y cuerpos macroscópicos. En
la teoría del caos y la complejidad, a estos fenómenos se les llama
propiedades emergentes. Por ejemplo nos dice Alan Woods: "Una
molécula de agua es una cuestión relativamente sencilla: un átomo
de oxígeno unido a dos átomos de hidrógeno gobernados por
ecuaciones de física atómica bien comprendidas. Sin embargo,
cuando combinamos un gran número de moléculas, adquieren
propiedades que ninguna de ellas tiene aisladamente —liquidez— .
Este tipo de propiedad no está implícita en las ecuaciones. En
lenguaje de la complejidad, la liquidez es un fenómeno
emergente"105. Aún más sorprendente es el hecho de que el
fenómeno del pensamiento, de acuerdo con la teoría del caos, es
también un fenómeno emergente que no se puede reducir a la suma
de las partes o como resultado de simples hechos atómicos aislados.
Según el positivismo, los hechos atómicos o hechos de la
experiencia son eventos aislados y sin ninguna relación más que el
haber sido objeto de mis impresiones empíricas e inmediatas. Pero
en el mundo real, los hechos no son aislados sino que están
interconectados en una red cuyos infinitos puntos de intersección
determinan las propiedades de los objetos y en cuya interacción
orgánica emergen fenómenos nuevos e inesperados. Así, nos
explica de manera contundente Alan Woods: "El conocimiento de
los detalles de las neuronas, axones y sinapsis individuales no es
suficiente para explicar los fenómenos del pensamiento y las
emociones. Sin embargo, no hay en ello nada místico. En el
lenguaje de la teoría de la complejidad, tanto la mente como la vida
son fenómenos emergentes. En el lenguaje de la dialéctica, el salto
de la cantidad a la calidad significa que el todo posee cualidades
que no pueden ser deducidas de la suma de las partes, ni reducidas a
ellas. Ninguna de las neuronas es consciente en sí misma. Pero sí lo
son la suma de las neuronas y sus interconexiones. Las redes
neuronales son sistemas no lineales. Es la actividad compleja y las
interconexiones entre las neuronas lo que produce el fenómeno que
llamamos conciencia"106.
 
Es irónico que la autoproclamada "filosofía de la ciencia" (El
círculo de Viena) no quiso darse cuenta de que la ciencia
desarrollada en su tiempo (la física cuántica), trataba precisamente
de esos saltos cualitativos que habían sido tan desdeñosamente
rechazados como metafísica, prefiriendo entretenerse en su nueva y
"profunda" ocupación de ser "policía de la ciencia", un policía con
un criterio empíricamente estrecho (como la mentalidad de todo
policía de tráfico); y en su sueño metafísico y quijotesco de
encontrar la estructura lógica formal de las matemáticas, proyecto
ahora abandonado desde que Kurt Gödel demostró que las
matemáticas no se podían reducir a la lógica formal. En contraste el
genio de Engels, sin conocer nada de física cuántica ni mucho
menos de teoría del caos, tan sólo con los limitados marcos de la
ciencia de su tiempo y con esa metafísica desechada por los
positivistas, ya había señalado la idea fundamental de "las
propiedades emergentes" de la teoría del caos: "La molécula" —nos
dice Engels— "se descompone en sus átomos, que tienen
propiedades muy distintas de la de aquella (...) los átomos libres del
oxigeno naciente pueden lograr con gran facilidad lo que nunca
conseguirán los del oxígeno atmosférico, unidos por una molécula.
(...) El campo en que la ley de la naturaleza descubierta por Hegel
celebra sus triunfos más importantes es la de la química. Se puede
denominar a ésta la ciencia de los cambios cualitativos de los
cuerpos a consecuencia de los de la modificación en la composición
cuantitativa"107. De hecho con la unión atómico-molecular,
posibilitada por el fenómeno del electromagnetismo, emerge con un
salto cualitativo la interacción y trasformación de átomos,
moléculas, iones y radicales, forma de movimiento estudiado por la
química; la química misma constituye una propiedad emergente,
inexistente en el átomo per se.
 
Cuando un electrón da un salto cuántico, libera (o absorbe) energía
que se propaga en forma de onda. El electromagnetismo no es más
que la carga eléctrica en movimiento; movimiento que genera una
onda de fotones que se extiende en todas direcciones llamada
radiación electromagnética. El campo electromagnético y, en
general, los otros tres campos fundamentales de la naturaleza, son
resultado del movimiento e interacción entre la materia, expresado
en sus respectivos cuantos de acción o partículas materiales. Al
mismo tiempo las propiedades del campo dependen de las
características de movimiento del cuanto específico. El espectro
electromagnético, por ejemplo, representa los saltos cualitativos en
la radiación electromagnética, en función de los cambios
cuantitativos de la frecuencia de propagación de los fotones (o las
oscilaciones por segundo, Hertz). Todo mundo sabe la diferencia
entre los rayos X y las ondas de radio; ambas tienen propiedades
totalmente distintas: los rayos X traspasan los órganos y se reflejan
en el tejido óseo y permiten obtener radiografías, las ondas de radio
por su parte, al menos en el contexto capitalista, constituyen un
medio de difusión de estupideces y mentiras y de control mediático
de la clase dominante. La única diferencia está en que los rayos X
se encuentran en una frecuencia mucho más alta que las ondas de
radio. Verdaderamente el espectro electromagnético es una
confirmación sorprendente de los cambios cuantitativos que se
transforman en cualitativos. Este espectro incluye, desde la
frecuencia más alta hasta la más baja: a los rayos gamma, rayos X,
rayos ultravioleta, luz visible (pasando por el violeta, azul, verde,
amarillo, naranja, rojo), para pasar al infrarrojo, a las microondas
con las que calentamos nuestra comida basura; llegando a las ondas
de radio, para finalizar en la parte más baja del espectro con la onda
larga usada en los walkie-talkies. Este ejemplo es tan claro y
evidente que hasta los positivistas, quienes se habían rasgado las
vestiduras en su lucha contra la dialéctica, lo podrían entender.
Quizá la tesis de Engels ya no suene tan descabellada, después de
todo, a los oídos de los señores analíticos, "es probable que los
mismos caballeros que hasta ahora tacharon a la transformación de
la cantidad en calidad de misticismo y de trascendentalismo
incomprensible", dice el propio Engels, "declaren ahora que en
verdad se trata de algo evidente por sí mismo, (..) entonces tendrán
que consolarse como el Monsieur Jourdain de Molière, quien hizo
prosa durante toda su vida, sin tener la menor noticia de ello"108.
 
3) Dualidad onda-partícula o unidad de contrarios
 
Hasta la postura dialéctica del movimiento de la luz, sostenida por
la mecánica cuántica, las posturas corpuscular y ondulatoria eran
vistas como opuestos irreconciliables; ¿qué podía ser más opuesto
que estos dos tipos de movimiento?. Newton creía que la luz
significaba el movimiento de partículas discretas, visión que fue
negada por la teoría ondulatoria de Huygens y Maxwell y sustituida
de nuevo por la teoría cuántica que incorpora ambas posturas en una
relación orgánica. Hasta esta negación dialéctica, ambas teorías, la
corpuscular por un lado y la ondulatoria por el otro, tenían sustento
experimental. Algunos fenómenos sólo podían ser interpretados
como la confirmación del movimiento corpuscular de la luz, de
hecho con un fenómeno de tipo corpuscular (dispersión Compton),
Thompson descubrió la existencia de los electrones. No obstante,
otros fenómenos como la difracción e interferencia parecían ser la
confirmación del movimiento ondulatorio. Esta pugna de posturas
parecía fortalecer la visión pragmática o subjetivista de la ciencia;
parecía, en efecto, que las teorías científicas no tienen nada que ver
con la realidad material o con leyes objetivas sino, más bien, con la
mejor descripción de fenómenos inconexos de la experiencia, que
pueden admitir descripciones convencionales de cualquier tipo y no
tienen que ver con la realidad objetiva, sino con nuestras
experiencias subjetivas e incluso (como con Feyerabend) con la
capacidad retórica de las teorías en pugna.
 
La mecánica cuántica, no obstante, supone un salto cualitativo; el
movimiento corpuscular y ondulatorio de la luz representan las dos
caras de la misma moneda. Sorprendentemente en el movimiento de
las partículas subatómicas, el movimiento corpuscular y ondulatorio
está orgánicamente vinculado y sólo tiene sentido en esta
vinculación. Erwin Schrödinger hizo un descubrimiento asombroso,
representado en la ecuación que lleva su nombre: a todo electrón y
en general a toda partícula con masa finita en reposo se le asocia
una longitud de onda; mientras más grande sea la masa y la
velocidad de una partícula, la longitud de onda tiende a cero y el
movimiento puede ser descrito con los tradicionales planos
cartesianos: el movimiento corpuscular se vuelve dominante. Pero
mientras la masa sea menor, como las masas características del
mundo subatómico, la longitud de onda se transforma en un aspecto
esencial del movimiento. Los fotones son partículas en movimiento
pero, al mismo tiempo, la probabilidad de su ubicación queda
establecida dentro de los límites de la función de onda que, a su vez,
depende de la velocidad y la masa del ensamble de partículas; entre
los dos aspectos de su movimiento (onda y partícula) hay una
relación de mutua determinación.
 
La confirmación experimental de esta relación dialéctica es
sorprendente: Si lanzamos un chorro de electrones a una pantalla
fotográfica que detecte su impacto, interponiendo una barrera con
dos agujeros los suficientemente angostos que se oponga al
movimiento de los electrones, veremos que el patrón de
movimiento reflejado en la pantalla no será el resultado de dos
cúmulos de impactos bien definidos, como el sentido común nos
haría suponer, —y como sucede si en lugar de electrones lanzamos
granos de arena— sino que la distribución en la pantalla reflejará,
en palabras del doctor Luis de la Peña: "una distribución mucho
más complicada, con una serie de máximos y mínimos muy
notables y cuyo número excede por mucho el número de rendijas,
(...) el fenómeno observado con electrones no puede explicarse en
un lenguaje puramente corpuscular"110. Este experimento se ilustra
en la figura siguiente.
 
Los electrones que chocan con las rendijas provocan ondas, como
cuando arrojamos una piedra a un estanque tranquilo; las ondas que
se propagan por el estanque no se reducen a partículas con
posiciones definidas sino que la onda abarca un espacio que no
puede ser reducido a un movimiento discreto; está en un lugar y en
otro al mismo tiempo. "El contacto con sistemas clásicos nos ha
acostumbrado a que una piedra está en un lugar o no está allí", nos
dice el doctor Alberto Clemente de la Torre, "en la mecánica
cuántica a un electrón se le asigna una probabilidad de estar en
cierto lugar que, en algunas ocasiones, no es ni cero (no está), ni
uno (si está), sino algún valor intermedio"112. La imposibilidad de
determinar la posición exacta de un electrón que viaja varios
kilómetros por segundo es evidente; aquí el electrón está en un
punto y en otro en un momento determinado y su probabilidad de
estar y no estar queda determinado por la onda que describe su
movimiento. Esto no es simplemente la imposibilidad subjetiva de
fijar su posición específica sino un aspecto concreto, verificable
experimentalmente, del movimiento de los electrones (esta cuestión
la abordaremos con más detalle cuando discutamos el "principio de
incertidumbre").
 
La onda, no obstante, no es el resultado de la simple suma de las
partículas. Si repetimos el experimento anterior reduciendo el
chorro de electrones hasta que pase un electrón a la vez por los
agujeros en la barrera que se interpone a la placa, veremos que en
esta quedan registrados puntos discretos, confirmando en este caso
el aspecto corpuscular de los electrones; pero al mismo tiempo los
electrones aislados o corpúsculos siguen vinculados a una onda
específica. De esta manera si seguimos lanzando los electrones
progresivamente veremos que los puntos en la placa comienzan a
perderse y su ubicación quedará dentro de los límites de la onda que
describimos en el experimento anterior. Es decir, que el movimiento
de un corpúsculo aislado está determinado por su respectiva
longitud de onda. Es, en realidad, una relación dialéctica porque al
mismo tiempo que la onda es producto de la difracción (fenómeno
ondulatorio) de los corpúsculos, además de estar determinada en sus
características por la velocidad y masa de los corpúsculos, los
corpúsculos aislados tienen su ubicación determinada por la onda
asociada; la vinculación es recíproca e inseparable.
 
Además, este experimento pone en evidencia la relación dialéctica
entre orden y caos, que veíamos en el capítulo anterior. En palabras
del doctor Luis de la Peña: "Cada electrón está sujeto a un
movimiento estocástico (caótico, impredecible), por lo que la
trayectoria específica es impredecible; esto hace que electrones
idénticamente preparados tengan un comportamiento diferente, que
no existan dos electrones dinámicamente idénticos. Sin embargo, en
cada arreglo experimental, el comportamiento estadístico de un gran
número de electrones es perfectamente regular, controlable y
predecible (con ayuda de la mecánica cuántica); este
comportamiento estadístico presenta, frecuentemente, propiedades
ondulatorias, que están caracterizadas por la longitud de onda de de
Broglie"113. Aquí tenemos la contradicción dialéctica de que una
onda de características perfectamente predecibles y determinadas
esté compuesta por partículas caóticas e impredecibles y que lo
caótico e impredecible de los electrones esté, al mismo tiempo,
determinado en una onda específica; aquí, como en muchos otros
casos, el todo no es igual a la suma de las partes y el cambio
cuantitativo da resultados cualitativos totalmente diferentes e
incluso opuestos. "Todos estos son fenómenos de la materia", nos
dice Trotsky comentando el electromagnetismo, y la radiactividad
—que constituían para él teorías muy nuevas y prometedoras en sus
implicaciones para la filosofía marxista—, "procesos materiales,
ondas y turbulencias en el espacio y en el tiempo. Los nuevos
descubrimientos y sus aplicaciones técnicas sólo demuestran que la
materia es mucho más heterogénea y rica en potencialidades de lo
que hasta ahora se había pensado. Pero, hoy, como antes, nada se
hace de la nada"114.
 
4) El ‘principio de incertidumbre’
 
Como hemos señalado, una tesis fundamental del materialismo
dialéctico es que pequeños cambios cuantitativos pueden producir
grades cambios cualitativos. La proposición adicional a esta tesis es
que el todo no es igual a la suma de las partes y que las partes
manifiestan propiedades específicas en relación al todo. Una de las
características más relevantes de las partículas subatómicas es el
hecho de que son extremadamente susceptibles a las perturbaciones
o en lenguaje de la dialéctica, los pequeños cambios e interacciones
provocan en ellas cambios cualitativos recíprocos, sobre todo, entre
velocidad y posición. La "acción" o la capacidad que un sistema
tiene de modificar su entorno es muy grande en comparación con
los sistemas reflejados en la mecánica clásica. Una consecuencia de
este hecho es que las características que definen al nivel subatómico
no pueden ser consideradas de manera aislada, como en el caso de
un mecanismo de relojería; en física clásica, por ejemplo, la
posición y la velocidad no tienen dependencia numérica alguna, es
verdad que la velocidad es el resultado del cambio de posición, pero
el determinar la posición no nos dice nada con respecto a la
velocidad, dos cuerpos pueden adquirir la misma posición sin tener
la misma velocidad.
 
En Física cuántica, por el contrario, la relación entre posición y
velocidad se vuelve esencial. Tan esencial que este fenómeno se
expresa en el "principio de incertidumbre" un principio fundamental
de la física cuántica. Este principio plantea que "si determinamos
con absoluta precisión la posición de una partícula subatómica, el
conocimiento sobre su velocidad quedará indeterminado y, a la
inversa, mientras mejor quede determinada la velocidad de una
partícula, más indeterminada será su posición". Este principio
refleja la relación entre las incertezas recíprocas de la posición y la
velocidad, las dos no pueden ser nulas al mismo tiempo, es decir, no
pueden simultáneamente estar absolutamente determinadas, la
determinación absoluta de una modifica objetivamente a la otra al
aumentar su campo de probabilidad. De hecho, si se pudiera
determinar la posición y velocidad al mismo tiempo, como sucede
en el movimiento mecánico, violaríamos lo más esencial de la física
cuántica: el hecho de que el valor de la capacidad de perturbación
de las partículas a este nivel no puede ser menor al de la constante
Planck ya que al determinar al mismo tiempo posición y velocidad,
la constante Planck podría valer cero, cosa que es imposible. En
otras palabras diríamos que la parte no se puede separar del todo y
el todo resiente los cambios pequeños de sus elementos
constituyentes.
 
La fuerza de la costumbre se imprime en nuestros cerebros de
manera tan conservadora que parece increíble que si en la vida
cotidiana podemos determinar la posición de un corredor de los cien
metros planos en un momento en el tiempo sin modificar su
velocidad, en el mundo subatómico no sucede lo mismo; Alberto
Clemente de la Torre comenta al respecto que: "Considerar el
sistema como susceptible de ser separado en sus partes, es
consecuencia de nuestra experiencia con sistemas clásicos, pero no
necesariamente para los sistemas cuánticos. Los observables de un
sistema cuántico están ligados de cierta forma que impiden su total
independencia (..) La necesidad de considerar el sistema físico en su
totalidad, no siempre separable, se denomina holismo. Pero
conviene resaltar que este holismo en la física corresponde a
argumentos científicos rigurosos con sustento experimental y no
debe ser confundido con charlatanerías pseudocientíficas"115. Lo
que muchos científicos destacados parecen no saber es que la
relación entre los observables en física cuántica representa una
relación dialéctica; podemos parafrasear a Marx cuando, citando a
Maurice le responde "¿qué ha definido el autor sino el método
dialéctico?". En efecto, el holismo no es más que otra manera de
decir que las características de los sistemas cuánticos están en
determinación dialéctica y que por nuestra parte sólo nos
corresponde poner en relieve esa relación y enriquecer nuestra
filosofía en este hecho material.
 
Es claro que la posición y la velocidad de una vaca en movimiento
no se altera en lo más mínimo porque lo iluminemos con un haz de
luz, ya que la acción o capacidad de perturbación es tan pequeña en
los procesos mecánicos, como para ser modificada por simples
fotones. En contraste, en el mundo de la física cuántica la capacidad
de perturbación es tan grande, que el simple hecho de interactuar
con un fotón transforma sus cualidades; así cuando se observa un
electrón con un microscopio, la única manera en que podemos ver
directamente a las partículas subatómicas, se altera el estado del
sistema, mientras la luz sea de onda corta (baja energía) la
velocidad de la partícula quedará determinada, quedando
indeterminada su posición, mientras que con fotones de gran
energía determinaremos la posición y no sabremos nada de la
velocidad. El intercambio de energía del fotón lanzado por el
aparato hace del fotón parte del sistema observado.
 
Este hecho fue interpretado de distintas maneras por los científicos
más eminentes. La "escuela de Copenhague", con Bohr y
Heisenberg a la cabeza, interpretó el "principio de incertidumbre"
de manera idealista y positivista. En realidad, de acuerdo con esta
interpretación: "el concepto de objeto material, de constitución y
naturaleza independientes del observador, es ajeno a la física
moderna, la que, forzada por los hechos, ha debido renunciar a esta
abstracción"116, afirmó con toda claridad Heisenberg. Lo que
concebimos como una partícula elemental "no es una formación
material en el espacio y en el tiempo, sino, en cierto modo, un
símbolo (..)"117, sostuvo W. Pauli. Además Heisenberg afirmó: "la
teoría cuántica no se refiere a la naturaleza, sino a nuestros
conocimientos de la naturaleza"118. La ciencia, según esta escuela,
no afirma nada sobre la realidad objetiva puesto que la observación
es modificación y por tanto, la ciencia no trata sobre la cosa en sí,
sino frases sobre los aparatos utilizados y, en última instancia, sobre
fenómenos subjetivos.
 
Los fenómenos llamados objetivos sólo se materializan al ser
observados. "Estas consideraciones llevan a Bohr a decir que es
falso creer que la meta de la física es descubrir cómo es la
naturaleza, pues, en verdad, sólo se ocupa de lo que podemos decir
acerca de ésta, dudando así que la realidad de la naturaleza sea
conocible. La palabra realidad, dice Bohr, es una palabra que hay
que aprender a usar correctamente. La descripción de la naturaleza
que hace la física no es, para Bohr, un reconocimiento de la realidad
del fenómeno, sino una descripción de las relaciones entre
diferentes aspectos de nuestra experiencia. Heisenberg afirma,
extremando el pensamiento de Bohr, que la meta única de la física
es predecir los resultados experimentales, excluyendo en el lenguaje
toda mención a la realidad"119.
 
Además, si no hay realidad objetiva con la cual podamos contrastar
los esquemas teóricos, las formas alternas de organizar la
experiencia en teorías o sistemas son complementarios; de esta
manera se concilia la visión religiosa y científica pues son sólo
posturas complementarias120 de articulación de los "hechos de la
experiencia".
 
En absoluto la idea filosófica central de la Escuela de Copenhague
tiene sustento en el principio de incertidumbre o en cualquier cosa
que no sea la posición deliberadamente idealista que Heisenberg
sostuvo y que, por cierto, le sirvió de justificación para apoyar el
régimen nazi (aunque por supuesto, esto no disminuye en absoluto
su aporte científico). En primer lugar no es la observación, ni el
acto subjetivo de medir, lo que trasforma las propiedades del
sistema cuántico, sino el electrón y el fotón que emite el
microscopio el que interactúa con el sistema de manera
independiente a la observación. No es la visión del sujeto, ni
siquiera la medición lo que transforma el sistema; no se puede
confundir el acto subjetivo de observar y medir con la objetividad
del instrumento usado para observar y medir; ni siquiera es el
aparato como tal el que cambia el estado del sistema, sino el fotón
lanzado por ese aparato, exista o no observador, sea o no un aparato
el que lo emita. El electrón por supuesto es un objeto material y no
una proyección idealista, es la unidad fundamental de carga y
sustento de innumerables adelantos tecnológicos y fenómenos
naturales, inclusive el pensamiento mismo es resultado de la
actividad eléctrica del cerebro en su relación con el ambiente
natural y social.
 
El formalismo de la mecánica cuántica no incluye por ningún lado
la observación subjetiva. El principio de incertidumbre, que expresa
la vinculación dialéctica entre las variables y su carácter
probabilístico, se funda en la constante Planck, que es una ley
fundamental para el nacimiento de estrellas, galaxias, elementos
químicos, los cuatro campos fundamentales de la naturaleza y
cuerpos macroscópicos. Procesos que de hecho prueban su
independencia con respecto a la subjetividad al ser condiciones
esenciales de la misma subjetividad. En efecto, no es posible la
existencia de sujetos pensantes donde no hay posibilidad de
surgimiento de cuerpos macroscópicos. Procesos todos ellos
regidos, entre otras leyes, por los saltos dialécticos de la constante
Planck. Sólo basta mirar por un telescopio potente para presenciar
eventos que ocurrieron antes de la existencia de la subjetividad. La
llamada radiación de fondo es testigo del nacimiento de soles y
galaxias en donde las leyes de la física cuántica jugaron (y juegan)
un papel primordial, "pero la idea de que esta radiación es el
resultado de mediciones es absurda: ¿quién medía?"121, nos dice
con toda razón Ilya Prigogine. En realidad los positivistas se
comportan como los clérigos que no creyeron lo que veían por el
telescopio de Galileo, pues contradecía las sagradas escrituras y
seguramente era cosa del demonio122. En el caso de los positivistas
no es posible la existencia del mundo y su cognoscibilidad porque
eso es, (¡Dios nos libre!), metafísica; en ambos casos existe una
posición dogmática, subjetivista y sin ningún apoyo en la ciencia.
En segundo lugar el "principio de incertidumbre" sólo se manifiesta
en procesos en donde la constante Planck juega el papel central. Y
constituye una generalización abusiva y sin fundamento plantear la
incerteza como propiedad absoluta del universo. En tercer lugar la
física cuántica no tiene nada de indeterminada, la medición de los
efectos de un ensamble de partículas, como por ejemplo el campo
magnético, es una de las más exactas y determinadas que existen
dentro de la ciencia moderna.
 
La postura ortodoxa está en contradicción no sólo con la física
cuántica, sino con la experiencia científica en general, cuya idea
implícita es que el mundo no sólo existe, sino que además es
cognoscible, que la ciencia describe leyes objetivas. De hecho, la
mayoría de los científicos, por no hablar del resto de la humanidad a
lo largo de todos los tiempos, tienen la convicción, aunque sólo sea
por las características de su propia actividad y no una posición
filosófica deliberada, de que el mundo existe independientemente
de su percepción. Inclusive los pocos científicos que sostienen
conscientemente la visión ortodoxa, cuando están en las cuatro
paredes de sus laboratorios y aún en el mundo cotidiano, trabajan y
actúan como si su objeto de estudio existiera al margen de su
pensamiento, lo cual parece ser una manifestación de lo poco que
respetan sus consideraciones filosóficas reservadas para las
discusiones en los seminarios y en las cafeterías. ¿Qué valor puede
tener una filosofía científica que es inaplicable cuando se hace
ciencia? ¿Puede haber una filosofía científica al margen del
quehacer científico? Y a la inversa. ¿Qué sentido puede tener una
ciencia que no dice nada del mundo objetivo? ¿Cómo puede tener
valor práctico algo que no tiene conexión más que con nuestra
subjetividad? En realidad el positivismo como filosofía de la ciencia
es inútil justo cuando se hace ciencia, es como un paraguas que es
inútil justo cuando llueve, como explica Engels: "¿Qué se pensaría
de un zoólogo que dijese: un perro parece tener cuatro patas, pero
qué sabemos si en realidad tiene cuatro millones de patas o
ninguna? (...) pero los hombres de ciencia se cuidan de no aplicar la
frase de la cosa en sí a las ciencias naturales; sólo se lo permiten al
pasar a la filosofía. Esta es la mejor prueba de la poca seriedad con
que la toman, y del escaso valor que posee. Si se tomara en serio,
¿de qué serviría investigar nada?"123.
 
Es una pena y un indicador verificar que detrás de la ortodoxia hay
intereses no meramente científicos (como el prestigio y el control
de los recursos de los institutos por ejemplo, que la posición de
EPR, planteada por Einstein, Podolsky y Rosen, (además de Erwin
Schrödinger y el mismo Planck), que postula una interpretación
materialista de la física cuántica ha sido silenciada deliberadamente
y que generalmente no sea planteada con tanta insistencia como la
visión ortodoxa, evitando una discusión general racional al
respecto. "Tal intento de callar el problema no es neutro", nos dice
Clemente de la Torre, "sino que favorece una interpretación
ortodoxa de la teoría que se adoptó en sus principios, sustentada por
la enorme autoridad, bien merecida, de Bohr, Heisenberg y otros de
sus fundadores. Hoy, la mayoría de los físicos que investigan temas
fundamentales de esta teoría no se adhieren a dicha interpretación y
encuentran necesaria una actitud más crítica en la didáctica de la
física cuántica"124.
 
Einstein, Podolsky y Rosen publicaron en 1935 ¿Puede considerarse
completa la descripción que de la realidad física da la Mecánica
Cuántica?, en donde fundamentalmente se argumenta que la
mecánica cuántica describe fenómenos reales existentes, con
independencia de la subjetividad. Las partículas subatómicas tienen
simultáneamente posición y velocidad y el hecho de no poderla
determinar con los instrumentos teóricos a nuestra disposición sólo
significa que la física cuántica como teoría aún es incompleta y está
en proceso de elaboración; existen variables ocultas que por
principio no son incognoscibles y que nos obligan, por ahora, a
considerar de manera probabilística dichos fenómenos. En este
argumento debemos señalar dos elementos: a) que se reconoce la
existencia del mundo material y b) que la física cuántica es sólo una
aproximación a los fenómenos objetivos, dejando fuera de su
consideración variables ocultas que impiden su precisión absoluta,
es decir, la física cuántica no es una teoría completa. El destacado
investigador Luis de la Peña señala la esencia de la posición de EPR
y la suya: "(...) se considera que la función de onda describe un
sistema material que existe con independencia de nosotros y que
tiene la propiedad objetiva de encontrarse en ese estado,
independientemente de nuestro conocimiento sobre el sistema"125.
 
De igual manera, Erwin Schrödinger ridiculizó la visión ortodoxa
en su famoso experimento conocido como el gato de Schrödinger,
en donde un gato es encerrado en una caja con un frasco de cianuro
y un tubo con un átomo que emite un electrón al segundo de cerrar
la caja, electrón cuya probabilidad de salir hacia la izquierda o hacia
la derecha es igual. En el lado derecho tenemos un detector de
electrones que de ser activado romperá el frasco de cianuro y,
consecuentemente, el gato morirá y del lado izquierdo el electrón
saldrá y el gato vivirá. Si la visión ortodoxa es correcta, el "colapso
de función de estado" o determinación de la posición del electrón
sólo ocurre con la visión subjetiva del fenómeno, es decir, la
posición del electrón no se materializa más que cuando alguna
subjetividad se digna mirar dentro de la caja. Como la probabilidad
del electrón hacia la izquierda (gato muerto) y a la derecha (gato
vivo) es, en este caso, igual, mientras no abramos la caja, el electrón
no tiene, según la visión positivista, ni posición ni velocidad, por no
ser propiedades objetivas, por tanto el gato, mientras no se mire
dentro de la caja, ¡no estará ni vivo ni muerto! Las implicaciones de
este conocido experimento mental son claras: evidentemente el gato
ya estaba vivo o muerto antes de que el científico abriera la caja, el
científico sólo cobra conciencia de un hecho preexistente a su
constatación subjetiva; consecuentemente el electrón tiene posición
y velocidad, independientemente de la subjetividad y la
observación; y el hecho de que en los fenómenos cuánticos las
variables de posición y velocidad estén íntimamente vinculadas no
impide su carácter material, ni es argumento (ni siquiera desde el
punto de vista de la lógica formal) para negar su objetividad.
 
El adoptar una postura conscientemente materialista no se reduce a
adquirir una postura consistente con la ciencia moderna y en
particular de la física cuántica, como habían señalado ya los
clásicos del marxismo. Todo error en la teoría se refleja tarde o
temprano en la práctica. La posición filosófica en la ciencia en tanto
que unidad teórico-práctica deriva en resultados concretos, como el
investigar o no fenómenos de interés para la ciencia moderna que de
acuerdo con la visión idealista de Copenhague no tendría ningún
sentido investigar, en efecto, si la cosa en sí es incognoscible y "el
principio de incertidumbre" significa que no hay leyes ni causalidad
objetivas "no hay mucho más que investigar en relación al
comportamiento azaroso de los electrones", nos dice Luis de la
Peña, "pero si se cree que el fenómeno azaroso es causado por algún
agente externo," (o interno agregaríamos nosotros) "es evidente que
este agente requiere de una cuidadosa investigación física, lo que
abre un amplio terreno a la investigación"126.
 
Una alternativa materialista y dialéctica fascinante a la explicación
de la estocasticidad (aleatoriedad) de los fenómenos cuánticos
constituye la teoría del caos, que tiene algunas diferencias
secundarias con las postura materialista de EPR. No es necesario
buscar la causa de la aleatoriedad en fenómenos externos sino en
una característica inmanente de este tipo de fenómenos: la acción o
susceptibilidad asombrosa a los cambios por interacción dinámica,
o en palabras de teoría del caos "susceptibilidad a las condiciones
iniciales" pueden ser indicadores de que los fenómenos cuánticos
son fenómenos explicables en términos de caos. Son caóticos y
ordenados al mismo tiempo o, en otras palabras, del desorden y
aleatoriedad de las partículas elementales, aleatoriedad inevitable en
virtud de su susceptibilidad a los pequeños cambios, de sus
velocidades inmensas y su complejidad aún mayor que en la
termodinámica; nace el orden a gran escala, orden
probabilísticamente determinado con la función de onda. El orden y
las leyes que nacen del desorden del caos es tan sorprendente que el
margen de error de la medición del momento magnético, por
ejemplo, es del orden de uno en 10.000 millones; la incertidumbre
en la mecánica cuántica no es obstáculo para adquirir certidumbres
que superan la precisión de la mayoría de las ciencias.
 
Así, las variables ocultas que buscaba Einstein y la posición EPR,
podrían encontrar su explicación en la teoría del caos y en las
características inmanentes de los fenómenos cuánticos;
efectivamente, las partículas tienen posición y velocidad
independientemente de la observación y medición (el hecho mismo
de que la medición objetiva transforme el estado nos dice mucho
sobre las leyes objetivas de ese fenómeno) pero su medición no
puede ser más que probabilística por las características mismas que
no pueden ser explicables en función de las partículas aisladas sino
del todo cualitativamente distinto. Se ha comprobado más allá de
cualquier duda, que los sistemas cuánticos son sistemas orgánicos o
dialécticos irreductibles a las partes componentes; éstas son
precisamente las características fundamentales de los sistemas
caóticos o dialécticos que conjugan dialécticamente el orden y el
desorden, el todo y las partes. "Por tanto", nos dice Ilya Prigogine,
"en mecánica cuántica tiene que haber un mecanismo intrínseco que
lleve a los aspectos estadísticos observados (...) este mecanismo es,
precisamente, la inestabilidad, el caos"127. Independientemente del
desarrollo ulterior de la física cuántica y de que las causas de la
aleatoriedad se encuentren en la teoría del caos o en algún factor
externo —la teoría del caos es aún muy joven— , no cabe duda que
la solución de esta fructífera polémica se dará en el campo del
materialismo y de la búsqueda de la solución en el mundo objetivo
y sus leyes inmanentes. La preocupación esencial de Einstein: que
la mecánica cuántica, como la ciencia en general, describen el
mundo independientemente del observador, sustituirá, sin duda, a la
ortodoxia, cada vez más cuestionada y criticada.
 
B) Física cuántica relativista
 
 
1) unidad y lucha de contrarios, negación de la negación y saltos
cualitativos
 
Y si miramos preparar ajenjos
 
Sentimos amargor: tanta certeza
 
Tenemos de que envían emisiones
 
De sí todos los cuerpos de continuo,
 
Que a todas partes giran sin pararse,
 
Y sin interrumpir jamás su flujo,
 
Tito Lucrecio Caro, aprox 99-55 a. C.
 
 
Cuando a principios de siglo Ernest Rutherford descubrió el núcleo
atómico, abrió un nuevo horizonte de investigación y con el
consiguiente descubrimiento de la estructura interna del núcleo, se
comprendió mejor la fuente de las cuatro fuerzas fundamentales de
la naturaleza (fuerza nuclear fuerte, débil, fuerza electromagnética y
gravitatoria), comprensión que aún está muy lejos de ser exhaustiva,
pero que permite comprender muchas interrogantes aparentemente
inextricables y sin relación aparente, como el origen de las galaxias,
la tabla periódica de los elementos y las propiedades de las
partículas más increíblemente pequeñas y efímeras hasta ahora
conocidas.
 
Tanto Hegel como Engels se mofaron del uso indiscriminado del
término fuerza, que en muchos casos servía como un pretexto deus
ex machina para ocultar nuestra ignorancia sobre las verdaderas
causas de los fenómenos naturales. A lo más, el concepto de fuerza
era pertinente en la mecánica clásica en donde el impulso venía de
una fuerza externa al sistema. Pero en la explicación de los campos
por la mecánica cuántica relativista esa necesidad de fuerzas
externas ha sido superada; las fuerzas, si es que es correcto seguir
usando ese término, se explican por la emisión de cuantos o, mejor
dicho, por la unidad dialéctica entre radiación y absorción de
partículas materiales que interactúan y transforman a la partícula
emisora y receptora; cuantos que provienen de la estructura interna
de las partículas elementales (demostrando que no son tan
elementales) y de la unidad materia-energía de la relatividad de
Einstein; ya no hay necesidad de acudir a fuerzas misteriosas y
externas a las que son tan aficionados los místicos y ocultistas
charlatanes.
 
El átomo constituye el punto crítico o salto cualitativo donde
comienza a operar de manera decisiva el electromagnetismo, que
permite la unión molecular. Con la unión de moléculas en cuerpos
de tamaño suficiente para hacer despreciable la longitud de onda de
Schrödinger se da el salto cualitativo a la fuerza gravitatoria, que es
10-11 veces más pequeña que la electromagnética, y que, no
obstante, tiene una influencia infinita —aunque inversamente
proporcional al cuadrado de la distancia— y opera ya entre dos
objetos, desde la manzana que según la leyenda cayó en la cabeza
de Newton hasta el colapso gravitacional de los agujeros negros;
cuando bajamos de escala hasta los 10-15 metros (fermis) se niega
dialécticamente el electromagnetismo: el electromagnetismo sigue
existiendo a este nivel pero su presencia ya no juega el papel
decisivo, estamos ante un caso de "negación de la negación". Ahora
los protones que por electromagnetismo se repelerían mutuamente,
se pueden unir entre si y con los neutrones para formar el núcleo
atómico (en un espacio que en el caso del núcleo de carbono es, con
relación al átomo de 60.000 a 1, a pesar de que el tamaño del protón
es 2.000 veces mayor al electrón).
 
Por su magnitud espectacular, 100 veces superior a la
electromagnética, esta interacción entre la materia es conocida
como la fuerza nuclear fuerte, aunque su campo de acción es
infinitamente pequeño. Por esta limitación los núcleos atómicos
tienen una barrera potencial de 84 protones para su tamaño a partir
de este punto cualitativo el núcleo se transforma de estable en
inestable, el núcleo de uranio, por ejemplo, es tan grande que esta al
borde del caos, la frágil unión nuclear se puede romper más allá de
la capacidad de la fuerza nuclear fuerte para mantener el núcleo
como unidad dinámica, expulsando violentamente el contenido del
núcleo en forma de una temible explosión atómica con la liberación
de la energía implícita a la materia, poniendo de relieve su unidad
dialéctica y mostrando un ejemplo concreto y violento de salto
cualitativo. La fuerza nuclear fuerte, además, consiste en la tensión
dinámica de tendencias opuestas: atracción-repulsión y absorción-
radiación: este campo es atractivo y repulsivo de manera
simultánea; se vuelve repulsivo cuando los nucleones casi se tocan
y atractivo cuando atractiva cuando se "alejan" a 3 o 4 veces el
radio del protón; se transforma cualitativamente en su contrario mas
allá de este punto cuantitativo. Por su parte el proceso dialéctico
absorción-emisión se manifiesta con la emisión recíproca de una
partícula virtual liberada de la energía interna de los nucleones
(protones y neutrones) transformada en materia, partícula conocida
como mesón (por tener masa media entre el protón y el electrón)
que viaja a velocidades cercanas a la de la luz y cuya vida media es
de 10-23 segundos; esta partícula es el cuanto o partícula asociada a
este campo, que interactúa con los nucleones y los mantiene unidos.
 
Con el surgimiento dialéctico de la fuerza nuclear fuerte aparece la
fuerza nuclear débil que es responsable de la desintegración
radiactiva, verdadero alquimista de la naturaleza, en virtud del cual
las partículas radioactivas o inestables se transforman en un
elemento totalmente diferente; así, por ejemplo, "en un gramo de
radio cada segundo se transforman 37.000 millones de átomos en
átomos de otro elemento, el radón, que es un elemento gaseoso"128
y este cambio cualitativo espectacular se dio porque el átomo de
radio perdió sólo dos unidades cuantitativas en su número atómico.
Además la fuerza nuclear débil se manifiesta en el interior del
núcleo de una manera dialécticamente asombrosa: esta fuerza
transforma un neutrón en un protón emitiendo en el acto un
electrón; a su vez el protón se transforma en neutrón emitiendo en
el acto un positrón (antipartícula del electrón) y todo ello en la
inimaginable fracción de tiempo de 10-23 segundos. ¿Qué sentido
puede tener aquí el prejuicio de que A es igual a A, cuando esa A se
transforma en B y esa B en A millones de veces en milésimas de
segundo? ¿No tendríamos literalmente que decir que la identidad de
A permanece cambiando y trasformándose en su contrario para
volver a ser la misma millones de veces en milésimas de segundo?
Las leyes de identidad son útiles cuando estudiamos la estructura
formal de los juicios y en los estrechos límites de la vida cotidiana,
pero constituye una necedad proyectarla como esencia ontológica
del mundo. La necia dialéctica de la naturaleza se impone aquí una
vez más.
 
Al mismo tiempo, un miserable átomo, por su campo
electromagnético, tiene una influencia infinita, verdaderamente el
átomo es una unidad discreta, finita, determinada, cuya existencia
finita tiene una influencia infinita. Incluso los cuerpos del tamaño
de nuestra experiencia cotidiana y base de todos nuestros prejuicios
lógicos (A=A), al contrario de lo que afirmaron los empiristas
estrechos, no constituyen entes aislados o "hechos atómicos" (en la
terminología arbitraria e inapropiada de Wittgenstein130) sin
ninguna vinculación, cuyo conocimiento no nos dice nada acerca
del mundo en su totalidad. En realidad su influencia es infinita ya
que su campo gravitatorio tiene un alcance infinito. Conocemos
elementos de lo infinito por medio de lo finito. Lo finito e infinito
no están separados por un abismo, por la relación universal de la
materia y la unidad dialéctica entre lo finito y lo infinito, de la cual
el campo gravitacional y el electromagnético constituye sólo un
ejemplo. Podemos constituir una concepción general del mundo sin
necesidad de ningún misticismo ni charlatanería.
 
Con el descubrimiento de la dinámica del núcleo atómico, se ha
podido fundamentar la tabla periódica de los elementos químicos;
las propiedades cualitativas de los elementos están en función de las
diferencias cuantitativas de sus pesos atómicos o más precisamente,
del número de protones en el núcleo. El extraordinario genio de
Mendeleyev consiste en que, sin tener noticia sobre la estructura del
átomo y solamente con el conocimiento cuantitativo de los pesos
atómicos, relacionó y organizó la tabla periódica vinculando la
cantidad con la cualidad, descubriendo que propiedades similares se
repetían periódicamente por el simple aumento de los pesos
atómicos; propiedades que "se niegan y se conservan al mismo
tiempo" y que se transforman de la cantidad en calidad, como
diríamos en lenguaje dialéctico. "Y la demostración de esto es
brillante" —escribió Engels a quien produjo honda impresión la
conquista del pensamiento del gran químico ruso—, "Mendeleyev
probó que las distintas brechas que ocurren en la serie de elementos
emparentados, organizados según los pesos atómicos, indicaba que
en ellas había nuevos elementos que descubrir. Describió por
anticipado las propiedades químicas generales de uno de esos
elementos desconocidos (...) Locoq de Boisbaudran descubrió ese
elemento, y las predicciones de Mendeleyev concidían con muy
leves discrepancias. El eka-aluminio fue, a partir de entonces, el
galio. Por medio de la aplicación —inconsciente— de la ley de
Hegel, de la transformación de la cantidad en calidad, Mendeleyev
realizó una hazaña científica que no es excesiva audacia equiparar
con la de Leverrier, cuando calculó la órbita del planeta Neptuno,
hasta entonces desconocido"131. A pesar de esta hazaña científica,
Mendeleyev mismo creía que los elementos químicos eran
inmutables, el oro siempre sería oro y el plomo, plomo hasta el final
de los tiempos. El gran revolucionario León Trotsky comentó al
respecto de las implicaciones de la radiactividad: "Hasta muy
recientemente los científicos supusieron que en el mundo existían
cerca de noventa elementos, que estaban más allá de todo tipo de
análisis y que no podían ser transformados el uno en el otro. Esta
noción contradecía al materialismo dialéctico, que habla de la
unidad de la materia, y, lo que es todavía más importante, de la
transformación de los elementos de la materia"132. Como comenta
Trotsky, la periodicidad de las propiedades de los elementos y el
conocimiento de la radiactividad, manifestación de la fuerza nuclear
débil, ha logrado no sólo la conciencia del hecho de que la
naturaleza misma transforma y crea a los elementos químicos en las
profundidades de las estrellas y en las explosiones de supernova,
sino el acariciado sueño medieval de los alquimistas, la
transformación deliberada de los elementos químicos. "Desde
entonces, casi todos los elementos conocidos han sido transmutados
por medio del bombardeo con diversas partículas (...) Hoy día , el
mercurio puede transformarse de hecho en oro, mediante técnicas
nucleares; pero el costo actual de esta transmutación sería tan
elevado que el proceso sería un fracaso económico"133.
 
Más sorprendente aún es el hecho de que con la aplicación —
aunque inconsciente por parte de la mayoría de los científicos— de
las leyes dialécticas implícitas a la física moderna, específicamente
en las propiedades periódicas de los elementos y en la física
cuántica, se han podido producir elementos químicos inexistentes
en la naturaleza, creando núcleos atómicos artificiales que por sus
características son útiles para el hombre. El hombre conoce a la
naturaleza transformándola objetivamente. Junto con la
transformación de sus relaciones sociales, la historia de la
naturaleza, desde la emergencia activa del hombre, no se puede
separar de la historia de la humanidad. La interacción hombre-
naturaleza se va volviendo más determinante conforme avanza el
potencial técnico del ser humano. Con el desenvolvimiento de los
modos de producción y a medida que, de ser esclavo de la
naturaleza, el hombre se convierte en su amo, aun cuando dentro del
capitalismo el amo sea estúpido y egoísta (todo un burgués
contemporáneo), el capitalismo ha llevado esta transformación
hasta sus límites, dentro de lo que cabe, en una sociedad de clases y
ha vuelto a las fuerzas productivas, potencial emancipatorio en una
sociedad sin clases, contra el hombre mismo; como su "nuevo amo"
aparentemente indomable. Para Marx, el hecho de que no sólo
podamos reproducir la cosa en sí sino además crear cosas en sí
como cosas para nosotros que no existían antes de la intervención
objetiva del ser humano, representa una prueba asombrosa de la
terrenalidad y objetividad del pensamiento del hombre y la
posibilidad misma de poner sus resultados bajo el control
democrático de la humanidad.
 
2) Materia y antimateria: unidad de contrarios
 
Una de las tesis cardinales del materialismo dialéctico "la unidad y
lucha de contrarios" ha encontrado su confirmación más
sorprendente en el terreno de la naturaleza con el principio de Paul
Dirac: "a toda partícula le corresponde su antipartícula". Desde
entonces las antipartículas han sido descubiertas, una a una, en los
aceleradores nucleares. Y el principio de Paul Dirac se ha
convertido en una de las piedras angulares de la física moderna
 
Las partículas y sus antipartículas son verdaderos opuestos,
idénticos en su masa, en su espín; su oposición radica en su carga
opuesta; oposición que se manifiesta explosivamente cuando los
opuestos se encuentran : se aniquilan transformándose en fotones de
diversa energía; pero los opuestos negados siguen implícitos en los
fotones, vuelven a emerger cuando la característica esencial de la
luz —su movimiento a 300.000 kilómetros por segundo— es
negada mediante la colisión con diversas partículas, generando en el
acto diversas partículas y antipartículas.
 
La gran explosión que generó el universo conocido se supone que
originó la misma cantidad de materia y antimateria. Una de las
líneas de investigación más cautivantes de la cosmología y la física
modernas es rastrear el destino de la antimateria generada. Si esta
hipótesis resulta correcta la unidad de contrarios estaría implicada
en el origen mismo del universo conocido.
 
Las contradicciones han sido encontradas, una detrás de otra, en las
partículas llamadas elementales, como burlándose de su nombre y
mofándose de la ley de identidad. Todo un abanico de
contradicciones (en todos los niveles hegelianos: diferencia,
contradicción, antagonismo) están implicados en cada una de las
partículas elementales. Así el neutrón en estado libre se desintegra
en un electrón, un protón y un antineutrino; el protón se desintegra
en un neutrón, en un positrón (antielectrón) y un neutrino; los
mesones (cuantos de la interacción fuerte) además de existir
positivos, negativos, y neutros decaen en fotones de gran energía;
los muones (electrones pesados), además de ser positivos o
negativos se desintegran en neutrones, neutrinos y antineutrinos o
en positrones, neutrinos y antineutrinos respectivamente. Muchas de
estas de-sintegraciones (como la de los muones) se dan en pocas
millonésimas de segundo y otras como la del protón en un tiempo
en años de un 1 seguido de 31 a 33 ceros.
 
Por si estas contradicciones no fueran suficientes y no estuviéramos
suficientemente apabullados y confundidos con la enorme cantidad
de nuevas partículas materiales —por no hablar del irónico nombre
de "partículas elementales"—, agreguemos a esto que todas tienen
sus antipartículas y que todos los nucleones se componen de
partículas aun más pequeñas llamadas quarks, que además de existir
en cuatro variantes, también tienen sus antipartículas. Con los
quarks emerge un nuevo nivel de la realidad, con nuevas
propiedades o campos (también cuantificados con la constante
Planck), que no existen en el nivel de los nucleones (protones,
neutrones, mesones,) campos conocidos con los extravagantes
nombres de: color, extrañeza, belleza, etc.; junto con sus cuantos o
partículas, conocidos como gluones que, se cree, son responsables
de estos campos, mostrando que incluso los quarks, en tanto emiten
partículas virtuales, no son "elementales". Hasta el momento sólo el
electrón y algunas otras partículas permanecen sin revelar su
estructura interna. Muchos científicos, ilusamente diríamos
nosotros, las siguen considerando partículas elementales, eternas e
inmutables, pero, como lo demuestra la historia de la ciencia,
seguramente será cuestión de tiempo para que revelen sus secretos.
El átomo supuestamente indivisible y simple es un verdadero
universo compuesto por una cantidad, en imparable crecimiento, de
"partículas elementales" (hasta el momento se han descubierto
alrededor de ochenta) cuya característica más relevante consiste en
que no son elementales.
 
Una tras otra, estas partículas han sido derribadas de su pedestal de
supuestas partículas irreductibles, más allá de las cuales ya no hay
nada que investigar. Alan Woods y Ted Grant en Razón y
Revolución subrayan el constante e interminable proceso de
confirmación de la complejidad infinita de la materia, que
representa una de las ideas fundamentales del materialismo
dialéctico. "A pesar del hecho de que la experiencia ha demostrado
que la materia no tiene límite, los científicos siguen buscando en
vano los "ladrillos de la materia". (...) Las propiedades de los quarks
todavía esperan ser analizadas, y no hay razón para suponer que eso
no se vaya a conseguir, señalando el camino para el sondeo cada
vez más profundo de las infinitas propiedades de la materia. Este es
el camino por el que siempre ha avanzado la ciencia. Las
supuestamente infranqueables barreras al conocimiento que ha
erigido una generación, han sido derribadas por la siguiente, y así
sucesivamente. Toda la experiencia previa nos da la razón al
afirmar que este proceso dialéctico de avance del conocimiento
humano es tan infinito como el propio universo"134. El
materialismo dialéctico, bien entendido, representa una concepción
del desarrollo como una espiral dialéctica siempre abierta y rica en
contenido cuya única constante es el movimiento y la contradicción
concretas.
  
 
3) Las partículas elementales y el desarrollo del Universo:
unidad dialéctica de lo finito y lo infinito
 
En resolución: quien quiera conocer los más importantes secretos de
la naturaleza contemple y considere en torno a lo mínimo y a lo
máximo de los contrarios y opuestos".
Giordano Bruno, 1548-1600
 
Una confirmación asombrosa e incontrovertible de la unidad
dialéctica entre lo finito y lo infinito se encuentra en la vinculación
recíproca de las partículas elementales con las características y el
desarrollo del universo, la gestación de estrellas y todos los
elementos químicos. Es difícil comprender sin quedarse anonadados
los conceptos de infinito que implica esta relación. Tanto Engels
como Marx135 siempre argumentaron que el concepto matemático
de infinito no era una simple creación de la razón: "...todo el
sistema solar y las distancias que aparecen entre éste aparecen, a su
vez, como infinitamente pequeñas en cuanto tratamos con distancias
calculadas en años luz", dice Engels hablando de la objetividad del
concepto de infinito. "Aquí ya tenemos, pues, un infinito, no sólo de
primero, sino además de segundo grado, y podemos dejar a cargo a
la imaginación de los lectores la construcción de nuevos infinitos de
un grado más elevado en el espacio infinito, si tienen deseos de
hacerlo"136. Es difícil de asimilar para el sentido común que el
universo tan inconmensurablemente inmenso, tanto que todos los
granos de arena de toda las playas del mundo serían insuficientes
para contabilizar las estrellas que nacen, se desarrollan y mueren en
ese infinito escenario, esté relacionado con su extremo opuesto que
le es inconmensurable e infinitamente pequeño. Matemáticamente
sus magnitudes relativas están infinitamente separadas y opuestas,
sin embargo, existe una relación esencial entre estos opuestos. Las
partículas elementales surgen y se fusionan en átomos en las
entrañas de las estrellas; estrellas que existen como manifestación
de la energía que se requiere para fusionar las partículas en átomos
y transmutar elementos; estrellas que forman galaxias, cúmulos de
galaxias y supercúmulos; estrellas que explotan y generan nuevos
elementos químicos, agujeros negros y pulsares que emiten
neutrones; partículas y átomos que tras ser arrojados en la vastedad
del universo se unen en nubes moleculares o matrices de nuevas
estrellas y galaxias; galaxias que pueden ser estudiadas por la
influencia infinita del espectro electromagnético emitido por los
elementos químicos inconmensurablemente pequeños con relación
a las estrellas e infinitamente pequeños en relación con el universo
y que, no obstante, hacen sentir su influencia en todo el universo. El
universo es el sistema más grande e infinito, donde se desenvuelven
todos los procesos materiales en sus infinitas manifestaciones; este
todo infinito se vincula con su opuesto infinitamente pequeño, que
está al borde de la no existencia, la mayoría de las partículas
elementales son inestables y tienen una vida media que llega a ser
de millonésimas de segundo, tiempos que no son nada en la escala
del universo. Con un criterio materialista tenemos la oportunidad de
estudiar la unión de lo infinitamente grande e infinitamente
pequeño, no en la intuición irracional de un Schopenhauer, sino en
el estudio de las leyes concretas del universo, leyes que unifican los
opuestos. Desde hace varias décadas, dicha unidad se ha puesto de
relieve en la ciencia y la cosmología modernas con implicaciones
filosóficas infinitamente más ricas y cautivantes que las
abstracciones vacías y presuntuosas de la filosofía burguesa
posmoderna entretenida en un empirismo estéril o en la noche negra
de la irracionalidad donde "todos los gatos son pardos".
 
El "polvo de estrellas", producto de la explosión agónica de una
estrella en forma de nova o supernova, se acumula en una suerte de
cementerios estelares o "nubes moleculares" formadas de polvo y
principalmente de moléculas de hidrógeno; el rompimiento del
balance entre las fuerzas opuestas de la presión, que tiende a
expandir la nube y la gravedad que la tiende a contraer, o en otras
palabras, el rompimiento de su simetría como resultado de su
interacción con el resto del universo, provoca la condensación en
grumos de estas nubes que las colapsan gravitacionalmente. Este
proceso de nacimiento de galaxias a partir del caos puede ser visto
en la nebulosa de Orión. El caos, la falta de simetría y
homegeneidad en el universo, como habíamos visto, genera orden.
Según una teoría del astrofísico soviético L. M. Orzenoi: "el
universo primordial se encontraba en un estado caótico, lleno de
gigantescos remolinos de materia, tal como en un líquido
turbulento"137. Cuando la masa implicada en el colapso
gravitacional supera el punto cualitativo de una décima parte de la
masa del sol y una temperatura de los seis millones de grados, la
nube molecular comienza a romper la enorme oposición del
electromagnetismo y fusiona los protones en átomos para formar
helio a partir del hidrógeno; con esta reacción termonuclear
presenciamos el nacimiento de una estrella. No obstante las estrellas
de estas magnitud solo producen átomos de helio y un poco de
nitrógeno. Las estrellas que tienen una masa mayor a la mitad de la
del Sol producen todos los elementos más ligeros que el hierro,
entre ellos el carbono y el oxígeno, sin los cuales, el surgimiento de
la vida sería imposible.
 
Lo más representativo de la verdadera alquimia natural de las
estrellas está en que la masa de los átomos creados no es igual a la
suma de sus partes138, los átomos creados son más ligeros que los
protones de los cuales se formaron, la diferencia de masa se
manifiesta en la increíble energía de las reacciones atómicas que
originan el brillo de las estrellas. Además los protones y neutrones
que forman los átomos son cualitativamente distintos a los que se
encuentra en estado libre; en la interacción dialéctica que
describimos más arriba, las partículas subatómicas adquieren
estabilidad, sin la cual decaen radiactivamente para formar protones
y electrones: las únicas partículas con cierta estabilidad (los
protones se desintegran en 1 x 1033 años)
 
El nacimiento de estrellas y su desarrollo se da en función de
cambios graduales interrumpidos por bruscos cambios cualitativos a
través de la dinámica y tensión de fuerzas opuestas. Su dinámica
sólo puede ser entendida cabalmente como un proceso dialéctico.
La estrella consiste en la dinámica de la presión de gas caliente que
irradia energía y tiende a expandirla y la gravedad de su masa que
tiende a contraerla, mientras que el parámetro para determinar sus
propiedades se mide en función de su relación cuantitativa con la
masa del sol. La lucha entre las fuerzas opuestas de la estrella
determina su destino.
 
Cuando la masa de la estrella no supera el punto crítico de una vez
y media la masa solar, al terminar de manera gradual y más o
menos lineal su combustible (hidrógeno), las tendencias repulsivas
dominan, se convierte en una gigante roja para, finalmente, explotar
en forma de nova y crear una nebulosa; las tendencias gravitatorias
dominarán posteriormente el núcleo de la estrella que se colapsará y
se comprimirá a un tamaño de unas cinco veces la Tierra, en donde
las fuerzas gravitacionales serán tan inmensas que una cucharada de
materia pesará mas de cien kilogramos139.
 
Cuando la masa de la estrella supera el punto crítico de una vez y
media la masa del sol (punto crítico conocido como "límite de
Chandrasekhar"), da el salto cualitativo y al final de su vida se
colapsará aún más, hasta superar a la fuerza nuclear fuerte, los
protones se fusionan para crear neutrones y neutrinos formando una
estrella de "neutrones" en una masa de un escaso radio de diez
kilómetros girando y emitiendo un campo magnético y pulsos en
ondas de radio. Estos pulsares tienen un campo gravitacional tan
inmenso que una cucharada de su materia pesa miles de millones de
toneladas.
 
Si la masa de la estrella supera unas seis veces la del sol, explotará
como supernova con la fuerza suficiente para crear los átomos de
todos los elementos más pesados a partir del hierro, átomos que, a
diferencia de los más ligeros, al fusionarse, gracias a la enorme
energía de la supernova, tienen un peso superior a las partículas que
los componen; no han perdido energía sino que la han absorbido
transformándola en materia; aquí, como en todos los procesos
complejos, el todo nunca es igual a la suma de las partes y las partes
no son iguales que en su aislamiento. Un testigo de esta explosión
espectacular de supernova la constituye la nebulosa Cangrejo.
Nebulosas que son embriones de nuevas galaxias en cuyo centro el
antiguo núcleo colapsará tan infinitamente que la velocidad para
escapar a su gravitación superará a la velocidad de la luz, dando
origen a un "agujero negro". A diferencia de lo que se pudiera
suponer los "agujeros negros", fenómenos extraordinariamente
destructivos, tienen, al mismo tiempo, un papel creativo en el
universo y se encuentran en el centro de toda galaxia, al parecer, en
los puntos de no retorno, en la periferia de los agujeros negros, mas
allá de los cuales nada, ni siquiera la luz, puede escapar se forman
remolinos y chorros de materia que rompen el fino equilibrio de las
nubes moleculares colapsándolas en nuevas estrellas y galaxias.
Cuando la expansión de la galaxia ha llegado a cierto punto el
"agujero negro" deja de arrojar material y se inactiva. Como
comenta Alan Woods: "Aquello que en principio se suponía era una
fuerza puramente destructiva, ahora resulta ser una fuerza creadora,
un elemento que reside en el centro de toda galaxia, manteniéndola
unida y dándole cohesión, esencial para toda la vida y para nosotros
mismos (...) De esta forma, la fuerza más destructiva de todo el
universo resultó tener poderes colosales creadores. La concepción
dialéctica de la unidad y lucha de contrarios ha recibido una
poderosa confirmación de la fuente más inesperada"140.
 
Hemos dejado muy atrás la creencia del gran filósofo Aristóteles
según la cual el reino celeste, incluidas las estrellas, constituían el
reino de lo ecuclidianamente puro e inmutable; y también hemos
dejado muy atrás los prejuicios positivistas de Augusto Comte,
según el cual, investigar la composición química del sol, por no
hablar del resto de las estrellas, era una perdida de tiempo por estar
oculta o ser una cosa en sí absolutamente inaccesible142. A pesar
de todos estos prejuicios presuntuosos que imponen límites
artificiales al conocimiento, no sólo hemos accedido al
conocimiento de la composición de nuestra estrella, no sólo
sabemos que algún día el Sol no volverá a aparecer en el horizonte
(el ejemplo clásico del escepticismo de Hume), y no porque los
científicos hayan adoptado el escepticismo positivista, sino por el
conocimiento de sus leyes inmanentes que predicen el fin de su
combustible; además, hemos ido mucho más allá de lo que
supuestamente podíamos acceder en el conocimiento de la cosa en
sí, no sólo de la vinculación de lo infinitamente pequeño con lo
infinitamente grande, sino en la vinculación de los fenómenos
estelares con la creación de los elementos químicos que hacen
posible la vida y el pensamiento. La cosa en sí no sólo se ha vuelto
cosa para nosotros sino que ha mostrado cómo de su evolución
dialéctica ha surgido el pensamiento que, en algunas filosofías,
además de imponerse límites, en un delirio producto de la división
extrema del trabajo manual e intelectual del capitalismo, se cree
fundamento solipsista o trascendental de la naturaleza.
 
  
CONCLUSIONES
 
El sentido común, herencia y expresión de la vida cotidiana nos
dice que "A" es igual a "A". Las leyes de la lógica formal son
adecuadas para una gran cantidad de fenómenos de la vida
cotidiana, precisamente de aquellos eventos lineales y
aparentemente estables como, por ejemplo, reconocer la identidad y
permanencia de los objetos de nuestra vida diaria; saber que un
perro es un perro (especialmente si se trata de mi perro), la
autoconciencia de mi propio Yo, saber reconocer los rostros
familiares y queridos; todas son condiciones para la supervivencia
en el mundo cotidiano143.
 
Sin embargo, el mundo cotidiano no deja de informar
continuamente de la complejidad del mundo capitalista, donde la
estabilidad es sólo un momento transitorio del movimiento. La
lógica formal es una fuerza esencialmente conservadora y
tranquilizadora que se convierte en una especie de rigor mortis
mental cuando no se reconoce en sus propios límites; la estabilidad
relativa de lo cotidiano se transforma en su contrario por la gradual
acumulación de tensiones producto, en este caso, de las leyes
inmanentes del capitalismo, que actúan en las profundidades, que
llegan a un punto crítico y emergen bruscamente a la superficie;
transformando la conciencia de los hombres, especialmente de los
trabajadores. El cuerpo muerto y rígido vuelve a cobrar vida; el Yo
aparentemente inmutable se transforma bruscamente; el Yo
individualista se percata de su fuerza como clase social. En realidad
es ya otro sujeto cualitativamente distinto, una negación dialéctica
de su conciencia pasada. Estos procesos, impulsados en última
instancia por factores objetivos, obligan a las masas a intentar tomar
el destino en sus propias manos. Se llaman revoluciones; procesos
que son profundamente dialécticos y que, en palabras de Marx,
constituyen la locomotora de la historia.
 
Ahora la lógica formal se torna en un cascarón vacío, rígido y sin
vida porque la estabilidad ha sido rota y el movimiento a través de
contradicciones se vuelve absoluto. "Trataré aquí de esbozar lo
esencial del problema en forma muy concisa" nos dice Trotsky
hablando de los límites de la lógica formal. "La lógica aristotélica
del silogismo simple parte de la premisa de que "A" es igual a "A".
Este postulado se acepta como axioma para una cantidad de
acciones humanas prácticas y generalizaciones elementales. Pero en
realidad "A" no es igual a "A". Esto es fácil de demostrar si
observamos estas dos letras bajo una lente: son completamente
diferentes. Pero, se podrá objetar, no se trata del tamaño o la forma
de las letras, dado que ellas son sólo símbolos de cantidades iguales,
por ejemplo de una libra de azúcar. La objeción no es válida; en
realidad una libra de azúcar nunca es igual a una libra de azúcar:
una balanza delicada descubrirá siempre la diferencia. Nuevamente
se podría objetar: sin embargo una libra de azúcar es igual a sí
misma. Tampoco esto es verdad: todos los cuerpos cambian
constantemente de peso, color, etc. Nunca son iguales a sí mismos.
Un sofista contestará que una libra de azúcar es igual a sí misma en
un "momento dado". Fuera del valor práctico extremadamente
dudoso de este "axioma", tampoco soporta una crítica teórica.
¿Cómo concebimos realmente la palabra "momento"? Si se trata de
un intervalo infinitesimal de tiempo, entonces una libra de azúcar
está sometida durante el transcurso de ese "momento" a cambios
inevitables. ¿O este "momento" es una abstracción puramente
matemática, es decir, cero tiempo? Pero todo existe en el tiempo y
la existencia misma es un proceso ininterrumpido de
transformación; el tiempo es en consecuencia, un elemento
fundamental de la existencia. De este modo el axioma "A" es igual
a "A", significa que una cosa es igual a sí misma si no cambia, es
decir, si no existe"144.
 
Quizá cuando vamos al mercado y queremos comprar azúcar estas
consideraciones dialécticas carecen de importancia y aparentan ser
necedades pedantes e inútiles. Seguramente resultará un ejercicio
bastante improductivo buscar contradicciones en todo lo que vemos
cada vez que vamos a La merced, —aun cuando Marx haya
mostrado que "el mercado" se encuentra plagado de contradicciones
—. Pero cuando nos enfrentamos con procesos dinámicos y
complejos, a los que la vida cotidiana se encuentra en última
instancia subsumida, la cosa cambia. Precisamente estos fenómenos
son los de más interés para la ciencia moderna y la filosofía
marxista y en los que se puede encontrar respuestas a los problemas
que aquejan a la humanidad. Y no es que los procesos complejos
como los estudiados por la economía política marxista, la teoría de
la relatividad, la teoría del caos y la mecánica cuántica, no puedan
ser entendidos racionalmente. Todo lo contrario, la condición para
comprender racional y cabalmente y de forma coherente la
dinámica interna de estos procesos complejos se encuentra, según
Marx, en "la reproducción de lo concreto por la vía del
pensamiento"145, en someter lo concreto, síntesis de múltiples
determinaciones, a un estudio objetivo que desvele sus leyes
subyacentes, y a su vez, comprender la riqueza del fenómeno como
manifestación inmediata de su esencia (ley). El materialismo
dialéctico es un modelo general del movimiento, una guía para la
acción y un método para el estudio de lo complejo; un método
basado en la historia y en las ciencias particulares modernas, se
abstrae de allí y se aplica como método para la intervención
práctica.
 
El objetivo primordial de este trabajo ha sido poner de relieve que
la ciencia moderna muestra, en general, que el movimiento lineal o
la acumulación gradual de alguna de las variables involucradas
provoca saltos repentinos; que el movimiento implica la dinámica
de fuerzas y tendencias opuestas y diversas, y que los saltos
cualitativos, debido a la acumulación cuantitativa por medio de
contradicciones, dan lugar a nuevos fenómenos y estabilidades
relativas que niegan las leyes anteriores al surgir nuevas y, al
mismo tiempo, procesos en los que se puede rastrear su antecesor
porque conservan algunas leyes como subordinadas. Estas son, a
grandes rasgos, las tres leyes generales del método dialéctico
abstraído de la naturaleza y de la sociedad como un modelo que
refleja en su generalidad la dinámica del movimiento y que puede
ser aplicado a lo concreto, nuevamente para comprender sus
múltiples determinaciones específicas en sus manifestaciones
infinitas.
 
a) Los saltos cualitativos
 
Aunque desde Darwin la idea de evolución y cambio se ha fijado en
la conciencia popular, se tiene una idea castrada y vulgar de
movimiento. Esperamos haber mostrado que una de las ideas más
importantes de la ciencia moderna se encuentra en los puntos
críticos, ya sea en la teoría del caos donde el cambio gradual
provoca un salto al caos y del caos al orden; en la mecánica
cuántica en donde la constante Planck determina los puntos críticos
de cambio cualitativo de todos los números cuánticos (espín, campo
magnético, niveles de energía, encanto, etc.), es decir, de todas las
propiedades a nivel atómico y subatómico (al menos el nivel de la
realidad subatómica hasta donde se ha estudiado); en la teoría de la
relatividad donde la mecánica clásica se transforma en física
relativista en virtud de su relación con la velocidad de la luz, los
movimientos relativos y la gravedad.
 
La idea dialéctica de la transformación de lo cuantitativo en
cualitativo y viceversa, parece ser un patrón que se repite en una
multitud asombrosa de ciencias y fenómenos: desde la cosmología y
la evolución estelar a la física, con las transiciones de fase: de
conductor a superconductor, los estados de agregación de la materia
(sólido, líquido, gaseoso); en el espectro electromagnético, etc.; en
la química y en física con las propiedades emergentes, con la tabla
periódica de los elementos químicos, la desintegración radiactiva;
en geología con la acumulación de tensiones, choques de placas
tectónicas que provocan terremotos.
 
Estos saltos cualitativos dan lugar a nuevos fenómenos, a una nueva
relativa estabilidad con leyes específicas. Estos saltos vinculan a las
ciencias entre sí e incluso vuelven sus fronteras borrosas: la física
cuántica relativista se transforma en standard cuando disminuyen
las velocidades; ésta se transforma en química cuando se vuelve
dominante el electromagnetismo que une las moléculas, y genera
procesos de óxido-reducción y unión de iones y radicales; la tabla
periódica de los elementos químicos se comprende mejor a través
de la física cuántica; la física cuántica se transforma en física
clásica cuando la longitud de onda disminuye con los cuerpos de la
vida cotidiana; la física clásica se transforma en relativista cuando
aumentan las velocidades y la gravedad.
 
La química se transforma en biología cuando aparece
históricamente el metabolismo y la fotosíntesis, y aun antes cuando
aparecen los primeros "metanógenos" y la formación de proteínas.
La vida genera conciencia y la conciencia adquiere su impulso más
importante con la fabricación de herramientas por el hombre,
transformándose en conciencia social y en historia humana que, a su
vez, condiciona y determina a la historia de la naturaleza, como lo
explicó de manera maravillosa y premonitoria Engels. Incluso la
idea incorrecta gradualista de Darwin, que no nacía de la idea
misma de evolución, ni de la evidencia fósil, sino de la convicción
ciega de Darwin en el cambio gradual, ha sido negada, al mismo
tiempo que se conserva en su esencia central evolutiva por la teoría
hoy generalmente aceptada de equilibrio puntuado, en donde se
afirma que la evolución es un proceso contradictorio de cambios
graduales —como los tres mil millones de años después de la
aparición de la vida en la tierra— interrumpidos por cambios
bruscos y rápidos: de extinciones masivas y aparición repentina de
nuevas especies, como la explosión cámbrica hace unos 600
millones de años que produjo los principales diseños de la vida
animal en pocos millones de años, incluso, el mismo surgimiento
repentino de la vida hace unos tres mil millones de años. "Si el
gradualismo es más un producto del pensamiento occidental que un
hecho de la naturaleza", nos dice el creador de esta teoría, Stephen
Jay Gould, "entonces deberíamos tomar en consideración filosofías
alternativas de cambio para ampliar nuestro espacio de prejuicios
limitativos. En la Unión Soviética, por ejemplo, los científicos se
formaron una idea del cambio muy diferente —las llamadas leyes
de la dialéctica, reformuladas por Engels a partir de la filosofía de
Hegel—. Las leyes dialécticas son explícitamente puntuacionales.
Hablan, por ejemplo, de ‘la transformación de cantidad en
cualidad’. Esto puede sonar a bobadas esotéricas, pero sugiere que
el cambio se produce a grandes saltos tras una lenta acumulación de
tensiones que un sistema resiste hasta llegar a un punto de fractura.
Calentamos el agua y finalmente hervirá. Opriman a los
trabajadores cada vez más y se producirá la revolución. Eldredge y
yo nos sentimos fascinados al enterarnos de que muchos
paleontólogos rusos apoyaban un modelo similar a nuestro
equilibrio puntuado"146.
 
Incluso la idea dialéctica de cambios cuantitativos que se convierten
en cualitativos ha recibido su confirmación de la fuente más
asombrosa e inesperada: El Genoma Humano. Como explica Alan
Woods y Ted Grant en su excelentísima obra Razón y Revolución:
"Hasta ahora los científicos creían que el genoma humano contenía
las instrucciones para crear entre 50.000 y 150.000 genes. Esta
suposición se basaba en su comparación con los organismos
simples, como la mosca del vinagre (Drosophila melanogaster). Los
científicos decían que si esta humilde mosca tenía 13.000 genes,
una entidad más grande y compleja como el ser humano debería
tener muchos más. Una estimación superior a los 150.000 genes
parecía razonable, después de descifrar los dos primeros genomas
animales. Pero estaban equivocados. Probablemente el número de
genes humanos no supere los treinta o cuarenta mil.
 
"Este pequeño número les plantea a los científicos un dilema. Si el
ser humano sólo tiene trece mil genes más que la lombriz intestinal
(...) ¿cómo explicar su gran complejidad? ¿Por qué
comparativamente somos tan avanzados? La lombriz intestinal es
una pequeña criatura tubular formada por 959 células, de las cuales
302 son neuronas. El cuerpo humano posee cien billones de células,
de las cuales unas cien mil millones son células nerviosas. A pesar
de la tendencia actual a negar la existencia del proceso evolutivo,
sería bastante razonable suponer que hay algo más en el Homo
sapiens que en la Caenorhabditis elegans. (...)
 
"Existe una interacción compleja entre la composición genética del
organismo y las condiciones físicas que lo rodean. En lenguaje
hegeliano, los genes representan el potencial. Pero este potencial
solo se puede activar a través del estímulo exterior. (...) El editorial
de The Observer llega a la siguiente conclusión ‘políticamente,
ofrece alivio para la izquierda y su creencia en el potencial de todos
(...) Pero condena a la derecha, con su gusto por las clases
dominantes y el pecado original"147.
 
De hecho entre humanos y chimpancés sólo hay una diferencia del
1% en su composición genética, pero es una diferencia cualitativa
fundamental y evidente para todos; y a pesar de ello, sobre todo en
el hombre contemporáneo, lo dominante en el desarrollo humano no
es la genética, sino el ambiente social capitalista que inhibe y ahoga
las potencialidades culturales, científicas y hasta genéticas en el ser
humano
   
b) Unidad y lucha de contrarios
 
Otra tesis que hemos intentado someter a prueba es la idea de "la
unidad y lucha de contrarios" o, en otras palabras, la vinculación
recíproca, la tensión entre fuerzas opuestas como fuente del
desarrollo. Incluso el simple cambio de lugar, como decía Lenin, no
puede entenderse como una simple suma de estados de reposo sino,
más bien, como la unidad entre la discreción y la continuidad; como
la discreción del objeto que pasa por una sucesión de puntos y, al
mismo tiempo, la continuidad de su trayectoria. Las contradicciones
se manifiestan de manera específica dependiendo del tipo de
proceso y el nivel de la realidad del que se trate y se vuelven mas
relevantes y evidentes a medida que la complejidad del proceso
aumenta. Como comentó el destacado profesor y doctor en
Ciencias, Pedro Miramontes: el movimiento requiere contradicción.
En una esfera platónicamente perfecta, idéntica a sí misma, situada
en el vacío es imposible saber o determinar movimiento alguno, ni
relación ni punto de referencia alguno para determinar su
movimiento; se requiere pintar una raya a la esfera perfecta, pero
con ello deja de ser perfecta, se rompe su simetría. El movimiento
requiere que esa "A" deja de ser "A" o igual a sí misma para que
suceda el movimiento, condición esencial para la existencia148.
 
Hemos intentado mostrar que las cuatro fuerzas fundamentales de la
naturaleza implican una relación de tendencias opuestas. La fuerza
nuclear débil implica la unidad y tensión dinámica entre protones y
neutrones en su transformación recíproca, emitiendo partículas
radiactivas (alfa, beta o gamma); la "fuerza nuclear fuerte" se
presenta como unidad dialéctica de la atracción y repulsión y la
interacción de las partículas con sus cuantos; el electromagnetismo
con sus polos opuestos inmanentes y como resultado de la relación
entre las cargas del núcleo y de los electrones, además, del campo
magnético implícito en los protones, electrones y otras partículas en
sí mismas; a nivel del núcleo atómico la unidad y lucha de
contrarios se manifiesta en la correspondencia entre materia y
antimateria y su aniquilación mutua para dar origen a energía o
fotones; los fotones, a su vez, como potencial de surgimiento de
partículas y antipartículas, por no hablar de la oposición y
diversidad implícitas en la inagotable complejidad de las partículas
elementales.
 
La unión entre finito e infinito que implica el campo magnético y
gravitatorio, así como la unidad entre lo infinitamente inmenso: el
universo y lo infinitamente pequeño: las partículas elementales; la
unidad entre lo finito e infinito en los fractales; la unidad dialéctica
entre orden y caos en Teoría del Caos, en donde la aleatoriedad
puede comprenderse determinada en su espacio de fases y en sus
atractores extraños y el orden como producto del caos creativo; o en
otras palabras, quizá menos académicas: "Un desmadre
organizado"149. La vinculación entre necesidad y accidente en
donde el punto crítico es fracturado por un accidente aparentemente
insignificante que manifiesta la necesidad misma de ese
rompimiento y de las leyes que llevaron hasta este punto crítico.
 
Los opuestos irreconciliables de la mecánica clásica, espacio,
tiempo, materia y energía, se han comprendido en su interacción
recíproca con la teoría de la relatividad: el espacio se curva y se
determina por la materia que contiene; la materia no puede
concebirse, en su heterogeneidad, fuera del espacio; el tiempo se
transforma con el movimiento de un sistema material; las
longitudes, masas y tiempos propios de un cuerpo están en relación
con su movimiento. La materia y la energía no están separados por
un abismo infranqueable, en tanto que la fuente del movimiento y
desarrollo de la materia esta implícita en ella misma En la evolución
estelar vemos la unidad de contrarios en la tensión entre la
expansión de la energía de la estrella y su contracción gravitacional,
que hace de la estrella un sistema con relativa estabilidad.
Contradicciones que anuncian ya la posibilidad del rompimiento de
dicha estabilidad, rompimiento que genera nuevos fenómenos
cualitativamente distintos como enanas blancas, estrellas de
neutrones y agujeros negros destructivos y extraordinariamente
creativos al mismo tiempo; tanto que se encuentran en el centro de
toda galaxia, atestiguando su unidad con la creación de planetas y
estrellas y eventualmente vida y conciencia.
 
La teoría de la evolución se explica como la unidad entre lo
accidental y lo necesario: Lo accidental de la mutación genética, lo
accidental de infinidad de características fenotípicas, que no tienen
ninguna utilidad evolutiva y al mismo tiempo accidentalidad, que
en su interacción dialéctica con el medio, posibilita a que algunos
de esos accidentes se manifiesten como necesarios en la
supervivencia y en relación con la transformación constante del
medio. La contradicción concreta se encuentra en el núcleo de la
propia vida: "Vivir es consumirse y consumir la propia vida es ya
morir. La vida y la muerte están estrecha e indisolublemente unidas.
Los contradictorios, concretamente, están unidos, ¡son
idénticos!"150.
 
En matemáticas Marx y Engels ya habían puesto de relieve la
unidad dialéctica entre una recta como un fragmento
infinitesimalmente pequeño de una curva cuya integración daba
origen a su contrario: la circunferencia. Las contradicciones han
sido la característica esencial de la matemática moderna dando, de
paso, el tiro de gracia al intento de encontrar una estructura lógico
formal a todas las matemáticas: podemos hablar de la topología en
donde un plano es un fragmento pequeño de una esfera y en la
fractalidad en donde existe autosemejanza estructural infinita en una
estructura finita. Matemáticas que tratan del mundo tal cual es: un
mundo abollado, doblado, retorcido o en otras palabras
contradictorio. Es importante tomar conciencia de que estas
tensiones entre la diferencia y la oposición no son arbitrarias sino
que se fundan en las fuerzas mas generales de la naturaleza hasta
ahora conocidas y en las matemáticas implicadas.
 
c) Negación de la negación
 
La "negación de la negación" vincula las diferentes etapas
cualitativas del desarrollo, considerando lo que tienen de
específicas, en su esencia relativa (en la leyes que se manifiestan en
ese nivel) y, a la vez, en lo que conservan de su pasado o de su
origen relativo; y en su tendencia a la autoorganización y a la mayor
complejidad. Hegel le dio expresión a esta idea de una forma ya
clásica y particularmente bella: "El capullo desaparece al abrirse la
flor, y podría decirse que aquel es refutado por ésta; del mismo
modo que el fruto hace aparecer la flor como un falso ser allí de la
planta, mostrándose como la verdad de ésta en vez de aquella. Estas
formas no sólo son distinguibles entre sí, sino que se eliminan las
unas a las otras como incompatibles. Pero, en su fluir, constituyen
al mismo tiempo otros tantos momentos de la unidad orgánica, en la
que, lejos de contradecirse , son todos igualmente necesarios, y esta
igual necesidad es cabalmente lo que constituye la vida del
todo151".
 
La negación implica una nueva etapa de un desarrollo orgánico, en
la cual nuevas leyes emergen y al mismo tiempo se conservan las
huellas de su antecesor negado. Tratamos de mostrar que las cuatro
leyes fundamentales de la naturaleza constituyen negaciones
dialécticas. En el interior del núcleo domina la mecánica cuántica
relativista con sus leyes específicas (fuerza nuclear fuerte, fuerza
nuclear débil y electromagnetismo). Cuando estamos en el nivel de
las órbitas de los electrones se niegan las fuerzas nucleares y
domina el electromagnetismo. La onda de Schrödinger, que define a
la mecánica cuántica, es negada y disminuida por las leyes de
Newton hasta hacerse despreciable con los cuerpos mesocósmicos,
la onda de Schrödinger sigue asociada a los cuerpos pero es tan
pequeña que es prácticamente inexistente. Cuando aumenta la
velocidad y la gravedad, las leyes de la relatividad general niegan a
la física de Newton y la conservan al mismo tiempo como un caso
especial. Al igual que las etapas de la vida de la planta, estos son
niveles de la realidad que se niegan recíprocamente y se conservan
al mismo tiempo
 
El caos es un punto límite de la acumulación de tensiones en un
movimiento lineal y constituye su negación. Pero el caos conserva
un orden particular que conjuga orgánicamente aleatoriedad y
determinación; el orden se afirma en el caos de una forma más
compleja y creativa. A su vez, el orden del caos genera una nueva
ventana de orden lineal dentro de un mar caótico. Este orden niega
nuevamente al caos, nueva linealidad que tiene las semillas del
caos. La linealidad mecánica de un péndulo, por ejemplo, implica
perturbaciones insignificantes que llevadas al extremo generan
caos, aun en esta linealidad se encuentra el caos negado, que puede
volverse determinante al negar la linealidad ahora dominante. La
geometría fractal de los atractores extraños propia de los procesos
caóticos, mantiene autosemejanza en sus infinitos niveles pero, en
los fractales no lineales, los niveles son cualitativamente distintos,
se conserva la fractalidad estructural pero se niegan
cualitativamente.
 
De la misma forma en que una flor riega su simiente para preparar
futuras generaciones; las estrellas explotan para esparcir el polvo de
estrellas y preparar futuras generaciones estelares. Negación del
polvo estelar y de la estrella desaparecida. De la misma manera que
un individuo es negación dialéctica de sus progenitores y los
conserva en sus genes. Y el genoma humano conserva genes
antiquísimos de organismos más simples y antiguos que fueron ya
hace mucho tiempo negados y que no obstante permanecen en
nuestros genes mismos. La comprobación científica de la negación
de la negación en los genes humanos es asombrosa. "En muchos
casos nos hemos encontrado con que los humanos tienen
exactamente los mismos genes que las ratas, los ratones, los gatos,
los perros o incluso moscas del vinagre", afirma uno de los dos
equipos que estudiaron el genoma humano. "Tomemos por ejemplo
el gen PAX-6. Hemos descubierto que si está dañado no se
formarán los ojos. Si le implantamos a la mosca del vinagre un gen
humano, conseguiremos que su descendencia recupere la
visión"152. A pesar de ello, el individuo no puede ser reducido a su
carga genética que queda subsumida a la relación con su medio
ambiente.
 
El individuo ya no es el mismo que fue cuando era niño o joven,
pero en su vejez, el individuo conserva las experiencias negadas de
su pasado que constituyen lo que es. Y el individuo joven o viejo no
se reduce a su individualidad aislada, sino que se constituye
inmerso en su formación social con leyes independientes de su
subjetividad; leyes objetivas que en sus puntos críticos de desarrollo
se definen por la acción consciente de los individuos y, en
ocasiones, de un solo individuo que se encuentra a la cabeza de
fuerzas sociales. En estos puntos excepcionales la subjetividad
emerge y puede decidir el desenlace de un proceso objetivo (lo que
Marx llamó el factor subjetivo).
 
La teoría del caos parece confirmar la idea dialéctica del desarrollo
progresivo, idea generalmente denigrada e incomprendida. De
acuerdo con Ilya Prigogine los procesos muestran una tendencia
hacia la organización y la mayor complejidad; fundamentando la
línea progresiva del tiempo. La negación de la negación se
representa como una espiral ascendente y contradictoria, cuyos
vórtices, a veces, caen por debajo de la espiral anterior y que, a
veces, se eleven muy por encima de su predecesora y, en la
totalidad orgánica de su desarrollo, muestra una tendencia creciente
hacia la complejidad. La evolución del cosmos, el nacimiento de
galaxias y estrellas, por lo menos hasta donde conocemos, consiste
en el rompimiento de la relativa simplicidad, tanto en composición
como en dinámica, de las nubes moleculares provocando un colapso
gravitacional, dando origen a estrellas, galaxias, cúmulos de
galaxias y supercúmulos, que generarán el resto de los elementos
químicos a partir del hidrógeno. Y a partir de aquí, en condiciones
propicias, el surgimiento de la materia viva y, con el cerebro del
hombre, la materia que ha cobrado conciencia de sí misma. En
palabras de Lenin "la materia más altamente organizada". Después
de todo, podemos afirmar que el cerebro humano es más complejo
que una fría nube molecular. Aun con el fin de nuestro sistema solar
por la explosión del Sol en una supernova, podemos estar seguros
junto con Engels que: "por la misma férrea necesidad con que un
día desaparecerá de la tierra su floración más alta, el espíritu
pensante, volverá a brotar en otro lugar y en otro tiempo"153.
 
La vida misma constituye un proceso de creciente complejidad
estructural, desde los simples organelos reductores de metano, hasta
los organismos multicelulares y el hombre mismo. Con el hombre,
el mundo natural del cual surgió, queda subordinado y negado a las
leyes del desarrollo histórico. Por supuesto, el mundo natural sigue
existiendo, y sigue estando en la base de la vida y de la producción
humanas, pero su historia se vuelve cada vez más inseparable del
desarrollo de las fuerzas productivas, a tal grado que ha sido
totalmente transformada irracionalmente, dentro del capitalismo (a
excepción de algunos arrecifes coralinos del Caribe como diría
Marx). La historia del hombre, desde el hombre paleolítico de las
cuevas de Francia y España, hasta el hombre moderno, muestra un
inmenso aumento de la capacidad de transformar la naturaleza; ésta
es la base de la historia y de la vida humana. Se puede objetar que
por lo menos el hombre primitivo no devastaba la naturaleza ni
asesinaba masivamente a sus semejantes y que, más que de un
progreso, tendríamos que hablar de un retroceso; pero eso sólo
prueba que el hombre moderno tiene una capacidad infinitamente
superior de asesinar a sus semejantes y transformar su entorno.
 
El hombre, antes de amar a sus semejantes, necesita comer y para
comer necesita producir; y el producir ha transformado las
relaciones entre los hombres muchas veces y de ellos mismos con la
naturaleza. El hombre se volvió hombre en su intento de controlar y
transformar la naturaleza. El desarrollo de la ciencia y la técnica y
la consiguiente transformación de las relaciones sociales constituye
el motor de la historia y no los sermones sobre moral abstracta. La
misma complejidad de la ciencia dentro del capitalismo posibilita
que el hombre salte del reino de la necesidad al reino de la libertad,
no con las lecciones de moral sino por medio de la revolución y el
control democrático de las fuerzas productivas. Este salto
revolucionario representa la conservación de las conquistas
culturales del capitalismo al mismo tiempo que su negación total.
 
Si la espiral de desarrollo no resuelve satisfactoriamente las
tendencias de su propio desarro-llo, el proceso puede ser frustrado,
ya no como negación dialéctica, sino como liquidación del proceso
mismo. Así, la especialización extrema en los organismos, su
adaptación perfecta a un medio determinado, puede generar la
extinción de una especie al entrar en contradicción con un medio
que se transforma más allá de su punto de adaptación. Esto fue lo
que sucedió con algunos rivales bípedos del Homo habilis
excesivamente adaptados (Homo faber). Esto fue lo que sucedió
con la caída del imperio romano cuando el régimen esclavista llegó
a sus límites y los esclavos fueron incapaces de tomar la
hegemonía; la invasión de los bárbaros significó el accidente que
provocó el colapso necesario de un régimen, ya podrido desde hacía
siglos. Y no hay razones para pensar que un colapso de la
civilización no pueda volver a ocurrir si las contradicciones ya
insoportables del capitalismo, en especial la propiedad privada y los
estados nacionales, no son resueltas por la vía revolucionaria. La
primera y segunda guerra mundial fueron un serio aviso de que el
capitalismo había llegado ya a sus límites; la contradicción se
resolvió temporalmente con la destrucción masiva de las fuerzas
productivas de toda Europa y con la muerte de mas de 55 millones
de personas. Esto posibilitó el auge de posguerra que finalizó en
1973. Ahora somos testigos de una crisis de sobreproducción a
escala global. Las condiciones objetivas para la negación
revolucionaria están dadas; el proletariado constituye ya más del
70% de la PEA de los países avanzados, hoy es más fuerte que
nunca. Sin su permiso no se prende un foco ni se mueve una rueda.
La vinculación económica se extiende a escala global. Los
escépticos eternos de la revolución y de la capacidad creativa de las
masas pueden mirar con sus propios ojos procesos revolucionarios a
ritmos diferentes en toda América Latina: Argentina, Bolivia,
Venezuela, Perú, Brasil; y huelgas generales en Italia, España,
Francia, movilizaciones antibélicas de decenas de millones de
personas en todo el mundo el mismo día, sobre todo en países que
se suponían modelos de estabilidad y de capitalismo con rostro
humano. El rostro humano ha mostrado su verdadera cara al atacar
las jubilaciones y pensiones de todos los trabajadores del mundo.
Todas las ilusiones del pasado han quedado hechas añicos. Hay
inestabilidad a todos los niveles en todos los continentes del
planeta. Estamos al borde del caos y al borde de un nuevo período
histórico.
 
La concepción del mundo que mejor se corresponde a la
complejidad de las procesos revolucionarios y los procesos
naturales que estudia la ciencia moderna es la filosofía de Marx y
Engels: un modelo general del movimiento a través de las
contradicciones y de los rompimientos de la continuidad en sus
manifestaciones concretas. Un instrumento de análisis concreto para
la intervención concreta. "El materialismo dialéctico no es,
naturalmente, una filosofía eterna e inmutable", nos dice Trotsky. "
Pensar otra cosa es contradecir el espíritu de la dialéctica. El
ulterior desarrollo del pensamiento científico creará,
indudablemente, una doctrina más profunda en la que el
materialismo dialéctica entrará como material de estructuración. Sin
embargo, no hay ninguna base para esperar que esta revolución
filosófica se realice bajo el decadente régimen burgués, sin
mencionar que un Marx no nace todos los años ni todas las décadas.
La tarea de vida o muerte del proletariado no consiste actualmente
en interpretar de nuevo al mundo, sino en rehacerlo de arriba
abajo"154.
 
Herzen decía que la dialéctica era el "álgebra de la revolución".
Ningún tipo de filosofía es eterna como tampoco lo es ningún modo
de producción. El capitalismo sólo ha existido de modo dominante
unos 200 años. La historia registrada consta de 5.000 años y la
humanidad tiene tan sólo una existencia de 100.000 años. En esta
escala, el capitalismo junto con su filosofía, su moral, sus
instituciones, que muchos creen eternos y ante los cuales muchos se
arrodillan cobardemente, equivale a los últimos segundos dentro de
un drama de 24 horas; solamente un suspiro. Esos últimos segundos
han dado ya lo que podían ofrecer a la humanidad y ha llegado la
hora de que la continuidad del tiempo se vuelva a romper, como ha
ocurrido muchas veces a lo largo de la historia, para que una nueva
sociedad más justa emerja del caos capitalista y el hombre dé un
nuevo salto de gigante hacia delante.
 
"Dum suspiro spero!" (mientras hay vida hay esperanza), dijo en
una ocasión el joven Trotsky lleno de esperanza revolucionaria ante
el futuro, que nunca lo abandonaría a lo largo de toda su vida y que
suscribimos totalmente por su vigencia "... Si yo fuera uno de esos
cuerpos celestes, miraría con completa indiferencia a esta miserable
bola de polvo y suciedad... Alumbraría por igual sobre el bien y el
mal... Pero soy un hombre. ¡La historia mundial que para ti, desa-
pasionado glotón de la ciencia, y para ti, contador de la eternidad, es
sólo un momento despreciable en la balanza del tiempo, para mí lo
es todo! ¡En tanto viva lucharé por el futuro, por ese radiante futuro
en el que el hombre fuerte y bello, será el dueño de la cambiante
corriente de su historia, a la que dirigirá hacia los horizontes
infinitos de la belleza, la alegría y la felicidad! (...)
 
 
"El siglo XIX" —el lector puede leer siglo XX— "ha satisfecho en
muchos aspectos las esperanzas del optimista. Pero también lo ha
decepcionado en otros tantos, aún más numerosos... Lo ha obligado
a transferir la mayoría de sus esperanzas al siglo XX. Siempre que
el optimista se veía confrontado por un hecho atroz, exclamaba:
¡Cómo es posible que esto pueda ocurrir en los umbrales del siglo
XX! Cuando proyectaba bellos paisajes armoniosos los ponía en el
siglo XX.
 
"¡Y ahora ese siglo ha llegado! ¿Qué ha traído consigo en sus
inicios?
 
"En Francia, la espuma venenosa del odio racial, en Austria el
antagonismo nacionalista...; en África del Sur, la agonía de un
pueblo débil, asesinado por un coloso (...) Odio, asesinatos, hambre
y sangre...
 
"Parece como si el nuevo siglo, este gigantesco recién llegado,
estuviera destinado desde el mismo momento de su surgimiento a
llevar al optimista al pesimismo absoluto y al nirvana cívico...
 
"— ¡Muera la utopía!, ¡Muera la fe!, ¡Muera el amor!, ¡Muera la
esperanza!, truena el siglo XX con salvas incendiarias y con el
golpeteo de las ametralladoras.
 
"— Ríndete patético soñador. Aquí estoy, yo, tu largamente
esperado siglo XX, tu "futuro".
 
"— No, responde el optimista invencible: Tú, tú eres sólo el
presente155".
 
 
Fuente: Fundacion Federico Engels, www.engels.org

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