Professional Documents
Culture Documents
Muchas veces confundía mi estado de ánimo – previo a la visita – con el efecto que me resultaba
de visitarlo. Me sigue pasando, obvio, pero trato de mejorarlo. Aquí van algunos ejemplos,
pueden compartirlos o no:
2- El reproche:
¡Es una de las mejores visitas! Por lo menos volvés con una sonrisa, como diciendo: “Tomá, te lo
dije...” La pregunta más habitual es: “¿Por qué? ”, acompañada como siempre de la conjunción
adversativa “pero”.
Ejemplo: “¿ Por qué Señor a mí. Si soy bueno? ”.
Segundo ejemplo: “OK. Rezo, pero poco”.
Él igual sigue allí (y se ríe).
3- La perorata, la cháchara:
¡Uh! Bla bla bla bla bla bla bla bla
bla Bla bla bla bla bla bla bla bla bla Bla bla bla bla bla bla bla bla bla Bla bla bla bla bla bla bla
bla bla ¡Oh! Bla bla bla bla bla bla bla bla bla Bla bla bla bla bla bla bla bla bla ¡Ah!
Después uno se va como si lo hubiera visitado... ¡ja! ¿Se imaginan que vaya un amigo de ustedes
a visitarlos y lo único que haga es hablar todo el tiempo? Yo lo saco a patadas.
Él nos escucha (y se ríe).
4- «El autista»:
el total y absoluto silencio. No importa mi predisposición, si estoy tranquilo, o acelerado o
ansioso o en paz, no se escucha nada, no siento nada, no hablo nada, no rezo nada:
simplemente estoy. A la noche bien de noche es un buen momento para ir.
Él permanece allí.
7- Hemeroteca:
leo la Biblia o la Liturgia o un libro de oraciones o una hoja de los «15 minutos junto a Jesús». Y
me voy contento pero con los ojos hinchados.
Él sigue ahí.
9-«El Guasón»:
me pasa cada tanto que voy y lo único que hago es sonreírme. Es genial, estoy concentrado,
muy concentrado y muy contento. Todo lo que me acuerdo son cosas lindas, bonitas y buenas.
Son esos días en que lo único que hago es agradecer y agradecer y agradecer. Salgo dando
saltitos y saludando a todo el mundo. Y digo: “Que Maestro es Dios, que alegría que me dá”.
Él sigue allá.
10- LA MIRADA:
Simplemente me DERRAMO, me ABANDONO, ESTOY, REZO, ALABO, AGRADEZCO, LLORO, RÍO...
Es maravilloso, estamos ahí solos (aunque esté lleno de gente) y nos miramos, pero de verdad,
Él me mira y yo lo miro. Nada más. A veces
le hablo, a veces me habla, pero no importa, yo lo miro y Él me mira. Esas veces no me puedo ir,
puedo estar horas como en éxtasis. Mirado por Dios a la cara. Es como mi pequeño Tabor
cotidiano. A veces, si estoy muy copado, le bato un : “Dios te amo”. Quiero levantarme y darle un
abrazo y quedarme así para siempre. Cuando salgo me siento raro.
Es que cuando uno está enamorado pasa eso, nunca sabe bien que es lo que le pasa, pero sabe
que algo le pasa. Sigamos confiando, sigamos creyendo en que Él también, aunque no se lo
escuchemos decir, cada vez que vamos a mirarlo Él nos grita: “¡¡TE AMO!!”