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Harold Pinter
(1960)
Viejos tiempos fue estrenada por la Royal Shakespeare Company en el teatro Aldwych,
de Londres, el 1 de junio de 1971, con el siguiente reparto:
DEELEY Colin Blakely
KATE Dorothy Tutin
ANNA Vivien Merchant
La obra fue producida para television por la BBC en octubre de 1975, con el siguiente
reparto:
DEELEY Barry Foster
KATE Anna Cropper
ANNA Mary Millar
Una ventana larga al fondo, al centro. La puerta del dormitorio al fondo, a la izquierda.
La puerta de calle al fondo a la derecha.
Mobiliario moderno.
Dos sofás. Un sillón.
Otoño. Noche.
Viejos tiempos
Primer acto
Penumbra. Se distinguen tres figuras.
Silencio.
Suben las luces sobre DEELEY y KATE, que están fumando cigarrillos.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
KATE: Apenas me acuerdo de ella. La tengo casi totalmente olvidada.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
ANNA: Toda la noche haciendo cola, la lluvia, ¿te acordás?, dios mío, el Albert Hall,
Covent Garden, ¿qué comíamos?, ahora que lo pienso, nos pasábamos la mitad
de la noche haciendo lo que nos gustaba, éramos jóvenes, claro, pero qué
aguante, y a la mañana al trabajo, y a un concierto, o la ópera, o el ballet, esa
noche, ¿no te habrás olvidado, no?, y después yendo en colectivo hasta
Kensington High Street, y los colectiveros, y después corriendo a buscar
fósforos para la hornalla y después me imagino que unos huevos revueltos, ¿o
no? ¿quién cocinaba? las dos tentadas de risa y parloteando, las dos
acurrucaditas al calor, después a la cama y a dormir, y a la mañana a los
apurones, corriendo otra vez el colectivo para ir a trabajar, los almuerzos en el
Green Park, intercambiando novedades, con los sandwiches que nos hacíamos,
chicas inocentes, secretarias inocentes, y después toda la noche por delante, y
quién sabe qué diversiones esperándonos, digo, pura expectativa, qué ganas
locas de hacerlo todo, y tan pobres, pero ser pobre y joven, y una chica, en
Londres en ese entonces... y los bares que descubríamos, casi privados, ¿no?
donde se juntaban artistas y escritores y a veces actores, y otros con bailarines,
nosotras sentaditas, casi sin animarnos a respirar, con nuestro cafecito, la cabeza
gacha, para que no nos vieran, para no molestar, para no distraer, y
escuchábamos y escuchábamos todas esas palabras, todos esos bares y toda esa
gente, creativa, no cabe duda, y ¿existirá todavía, me pregunto?, ¿tenés idea?,
¿vos me podés decir?
Breve pausa.
KATE se pone de pie, va hacia una mesita y se sirve café de una cafetera.
Le pone leche y azúcar a una taza y se la lleva a ANNA. Le lleva un café negro a
DEELEY y luego se sienta con su propio café.
DEELEY sirve coñac para todos y reparte las copas. Se queda de pie con la suya.
Pausa.
Pausa.
KATE: A veces paseo hasta el mar. No hay mucha gente. Es una playa muy larga.
Pausa.
ANNA: Pero yo extrañaría Londres, igual. Pero claro que yo era una chica, en Londres.
Éramos chicas juntas.
DEELEY: Me encantaría haberlas conocido entonces.
ANNA: ¿En serio?
DEELEY: Sí.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
¿Llegan a ver ahí esa cintita diminuta de luz? ¿Es el mar? ¿Es el horizonte?
DEELEY: Vos vivís en una costa muy diferente.
ANNA: Ah, sí, muy diferente. Yo vivo en una isla volcánica.
DEELEY: La conozco.
ANNA: ¿Ah, sí?
DEELEY: Estuve.
Pausa.
Pausa.
ANNA: Sí.
DEELEY: A veces le agarro la cara entre las manos y la miro.
ANNA: ¿En serio?
DEELEY: Sí, la miro, sosteniéndola entre las manos. Después la suelto, saco las manos,
la dejo ahí, flotando.
KATE: Mi cabeza está bien fija. La tengo puesta.
DEELEY: (a ANNA.) Como si flotara a la deriva.
ANNA: Siempre fue una soñadora.
ANNA se sienta.
A veces, cuando íbamos cruzando el parque, yo le decía, estás soñando, estás soñando,
despertate, ¿qué estás soñando?, y ella se daba vuelta a mirarme, sacudiendo la
melena, y me miraba como si yo fuera parte del sueño.
Pausa.
Un día me dijo: me pasé durmiendo todo el día viernes. No, le dije, ¿qué querés decir?
Me pasé durmiendo todo el día viernes, me dijo. Pero hoy es viernes, le dije,
todo el día fue viernes, y ahora es viernes por la noche, no estuviste durmiendo
todo el viernes. Sí, dijo, me lo pasé durmiendo, hoy es sábado.
DEELEY: ¿Querés decir que literalmente no sabía qué día era?
ANNA: No.
KATE: Sí que sabía. Era sábado.
Pausa.
Pausa.
DEELEY: La estamos obligando a pensar. Tendríamos que verte más seguido. Sos una
influencia saludable.
ANNA: Pero siempre fue una compañía encantadora.
DEELEY: ¿Era divertida para vivir?
ANNA: Un placer.
DEELEY: Hermoso mirarte, un placer conocerte1. Lovely to look at, delightful to know.
ANNA: Ah, esas canciones. Las poníamos todo el tiempo, todas, todo el tiempo, de
noche, tardísimo, tiradas en el piso, cosas viejas hermosas. A veces la miraba a la
cara, pero ella no se daba cuenta de que yo la escrutaba.
DEELEY: ¿Escrutaba?
ANNA: ¿Qué?
DEELEY: La palabra escrutar. No la oigo muy seguido.
ANNA: Sí, no se daba cuenta. Estaba totalmente absorta.
DEELEY: ¿En Hermoso mirarte, un placer conocerte2?
KATE: (a ANNA.) Yo esa canción no la conozco. ¿La teníamos?
DEELEY: (cantando, a KATE.) Lovely to look at, delightful to know…
ANNA: Sí que la teníamos. Por supuesto. Las teníamos todas.
DEELEY: (Cantando.) Blue moon, I see you standing alone…3
ANNA: (Cantando.) The way you comb your hair…4
DEELEY: (Cantando.) Oh no they can’t take that away from me…5
ANNA: (Cantando.) Oh but you’re lovely, with your smile so warm…6
DEELEY: (Cantando.) I’ve got a woman crazy for me. She’s funny that way.7
Breve pausa.
Breve pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
ANNA: (Cantando.) The park at evening when the bell has sounded…
Pausa.
Pausa.
8
NdelT: “Eres el beso prometido de primavera”. / “¡Y conoceré algún día el momento divino / en el que
todas las cosas que eres sean mías!”
Ambos fragmentos –el de ANNA y luego el de DEELEY- corresponden a distintos momentos de la
canción “All the things you are”, de Oscar Hammerstein II y Jerome Kern, compuesta en 1939 para el
musical “Very warm for May”. El musical no fue un gran éxito, pero esta canción se hizo muy popular.
9
NdelT: “No me hace sentir nada el champán / el alcohol no me deslumbra para nada / dime entonces por
qué será / que tu sí me haces sentir de verdad”.
De la canción de Cole Porter “I get a kick out of you”, popularizada por Fran Sinatra.
10
NdelT: “Me preguntaron cómo sabía / que mi verdadero amor es verdadero / yo respondí por supuesto /
que algo aquí dentro / no puede negarse” / “Cuando una hermosa llama se muere… / se te llenan los ojos
de humo”.
Se trata de dos momentos distintos de la canción “Smoke gets in your eyes”, de Jerome Kern y Ken
Harbach, popularizada por The Platters.
11
NdelT: Se trata de cinco versos distintos –y en total desorden- de la canción “These foolish things
(Remind me of you)”, de Holt Marvell, con música de Jack Strachey y Harry Link:
“El suspiro de trenes de medianoche en estaciones desiertas” / “El parque, de noche, cuando ya ha sonado
la campana” / “La sonrisa de Garbo y el aroma de rosas” / “Los camareros silbando al cerrar el último
bar” / “Oh, cómo persiste tu fantasma…”
Ya no las hacen así.
Silencio.
Lo que me pasó fue esto. Yo me había metido en un antro de mala muerte para ver
“Larga es la noche”12. Una tarde terrible de verano, que iba caminando a la
deriva. Me acuerdo que pensaba que algo del barrio me resultaba familiar y de
repente me acordé de que había sido en este mismo barrio que mi papá me
compró mi primer triciclo, el único triciclo, a decir verdad, que yo haya tenido.
En fin, estaba la bicicletería y estaba este antro en el que daban “Larga es la
noche” y estaban estas dos acomodadoras paradas en el vestíbulo y una de ellas
se estaba acariciando los senos y la otra le decía: “puta roñosa”, y la que se
tocaba decía “mmnnn” con una fruición de lo más sensual y sonriéndole a la otra
acomodadora, así que me metí en esta tarde de verano extremadamente
sofocante en la loma del culo y me vi “Larga es la noche” y Robert Newton me
pareció genial. Y todavía me parece genial. Y sería capaz de cometer asesinato
por él, hoy mismo, inclusive. Y había una sola persona en el cine, una sola
persona en absolutamente todo el cine, y ahí está ella. Y ahí estaba ella, en
penumbras, muy quieta, ubicada más o menos diría yo en el centro del auditorio
muerto. Yo no estaba en el centro y ahí me he quedado siempre. Y me fui cuando
terminó la película, notando, pese a que James Mason estaba muerto, que la
primera acomodadora parecía completamente exhausta, y yo me quedé ahí
parado al sol, pensando –supongo- en alguna cosa y entonces esta chica salió y
me parece que yo medio la miré y dije: “¿no estuvo genial Robert Newton?”, y
ella dijo alguna que otra cosa, sólo dios sabe qué, pero me miró, y yo pensé
Dios, se me dio, me acabo de hacer un levante, éste es un levante de primera, y
en cuanto estuvimos sentados en un bar frente a una taza de té, ella miró adentro
de la taza y después levantó la vista hacia mí y me dijo que le parecía que Robert
Newton era notable. Así que fue Robert Newton el que nos juntó y Robert
Newton es el único que puede separarnos.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
DEELEY: Creo no equivocarme al afirmar que la próxima vez que nos vimos ya íbamos
agarrados de la mano. Yo le tenía la mano, fresca, mientras caminaba al lado
mío, y dije algo que la hizo sonreír, y me miró, ¿no?, tirándose el pelo para atrás,
y a mí me pareció que era todavía más genial que Robert Newton.
Pausa.
Pausa.
No, no, me equivoco… no fue rápido, que vino… no es verdad… vino… muy lento, la
luz mortecina, y se detuvo. Se quedó parado en el centro de la pieza. Nos miró a
las dos, miró nuestras camas. Entonces giró para donde estaba yo. Se acercó a mi
cama. Se inclinó encima mío. Pero yo no quería tener nada que ver con él, nada
de nada.
Pausa.
Pausa.
Pero después, en algún momento de la noche, más tarde, me desperté y miré al otro lado
de la pieza, donde estaba la cama de ella, y vi dos bultos.
DEELEY: ¡Había vuelto!
ANNA: Estaba tirado sobre su falda, en la cama.
DEELEY: ¿Un hombre en la oscuridad sobre la falda de mi mujer?
Pausa.
KATE se pone de pie. Va a una mesita, toma un cigarrillo de una caja y lo enciende.
Baja la vista hacia ANNA.
Pausa.
KATE se sienta.
DEELEY se sirve un trago.
DEELEY: Yo por mi parte era un estudiante en ese entonces, haciendo malabares con
mi futuro, preguntándome si en una de ésas no me vendría bien cargar a cuestas
con una chicuela que acababa de dejar los pañales y cuya única virtud fuera el
silencio pero a la que le faltaba todo sentido de eje, todo sentido de decisión, y
en cambio se dejaba llevar por cualquier viento caprichoso, una veleta de cara a
cualquier viento, pero no a los vientos en general, y ciertamente no de cara a mis
vientos, sino más bien me imagino a vientos que nada más ella comprendía, si es
que los comprendía a fin de cuentas, al menos tal como yo interpreto tal palabra,
al menos así es como me lo imaginaba. Una clásica figura femenina, me decía
para mí, ¿o es una clásica postura femenina?, fuere como fuere, cualquiera de
ellas ya completamente superadas.
Pausa.
Silencio.
ANNA: Cuando me enteré de que Katey se había casado me saltó el corazón de alegría.
DEELEY: ¿Cómo te llegó la noticia?
ANNA: Por un amigo.
Pausa.
Sí, me saltó de alegría. Porque, ¿viste?, yo sabía que ella nunca hacía las cosas así
porque sí o al voleo, al descuido. Alguna gente tira una piedra al río para ver si el
agua está demasiado fría antes del chapuzón, otros, unos pocos, esperan siempre
a que pasen las olitas antes de saltar.
DEELEY: ¿Alguna gente hace qué? (A KATE.) ¿Qué dijo?
ANNA: Y yo sabía que Katey siempre iba a esperar no sólo las primeras olitas, sino
sobre todo a que las olitas se expandieran por toda la superficie, ya que por
supuesto, como sabrás, las olitas en superficie indican una deslumbrante
conmoción en profundidad a través de cada partícula de agua hasta el lecho
mismo del río, pero inclusive cuando ella lo sintiera ocurrir, cuando estuviera
segura de que estaba ocurriendo, aun así podría no saltar. Pero en este caso sí
que saltó, y entonces me di cuenta de que se había enamorado de veras y me
alegré. Y deduje que a vos te habría pasado igual.
DEELEY: ¿Lo de las olitas, decís vos?
ANNA: Por ejemplo.
DEELEY: ¿Los hombres también hacen olitas?
ANNA: Algunos, diría yo.
DEELEY: Ya veo.
Pausa.
ANNA: Y después, cuando me enteré de qué clase de hombre eras me alegré por partida
doble porque sabía que a Katey siempre le habían interesado las artes.
KATE: En algún momento me interesaron las artes, pero ahora no puedo recordar
cuáles.
ANNA: ¿No me digas que te olvidaste de nuestros días en el Tate13? ¿Y cómo
recorríamos Londres y las iglesias antiguas y los edificios viejos, es decir los que
se salvaron de las bombas, por el centro y a lo largo de la orilla sur del río en
13
NdelT: Uno de los museos más importantes de Londres. El ahora renombrado “Tate Modern” no
existía en la época en que fue escrita la pieza, por lo que es obvio que Pinter se refiere al antiguo, ahora
llamado “Tate Britain”.
Lambeth y Greenwich? Dios mío. Sí. ¡Los diarios de los domingos! No la podía
sacar de las páginas de crítica de arte. Se las devoraba, y después insistía en que
fuéramos a la galería tal, o al teatro tal, o a no sé qué concierto de cámara, pero
claro, había tanto para ver y oír en Londres en esa época, qué ciudad
maravillosa, que a veces nos perdíamos cosas, o no teníamos más plata, y
entonces nos perdíamos cosas. Por ejemplo, un domingo me acuerdo que levantó
la vista del diario y me dijo: vamos rápido, rápido, vení conmigo, y agarramos
las carteras y nos fuimos en colectivo a un barrio totalmente oscuro, totalmente
ajeno y, prácticamente solas, vimos una película fabulosa que se llamaba Larga
es la noche.
Silencio.
Pausa.
Estuve en Sicilia por trabajo. Mi trabajo tiene que ver con la vida en todas partes, ¿me
entendés?, en cada parte del globo. Con la gente de todo el globo. Uso la palabra globo
porque la palabra “mundo” es pretenciosa y despierta asociaciones emocionales,
políticas, sociológicas y psicológicas de las que a decir verdad prefiero prescindir, o
mejor dicho quiero esquivar, o que rechazo si les parece mejor. ¿Y qué tal el yate?
ANNA: Oh, muy bien.
DEELEY: ¿El capitán mantiene el rumbo bien derechito?
ANNA: Tan derecho como queremos, cuando queremos ir derecho.
DEELEY: ¿No te parece que Inglaterra es muy húmeda, al volver?
ANNA: Sí, subyugantemente húmeda.
DEELEY: ¿Subyugantemente húmeda? (Para sí.) ¿Qué diablos estará queriendo decir?
Pausa.
Bueno, en cualquier ocasión si su marido llegara a encontrarse enfilando para estos lares
mi mujercita va a estar sencillamente encantada de calentar la vieja olla en el fuego de
la vieja hornalla y servirle de la nada algo sabroso, si no voluptuoso. Ningún problema.
Pausa.
Silencio.
Pausa.
Si salís vas a querer volver a casa. Vas a querer volver corriendo a casa... a meterte en
tu pieza.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Se miran.
APAGÓN GRADUAL
Segundo acto
El dormitorio.
Ventana larga al fondo, al centro. La puerta hacia el baño al fondo a la izquierda. La
puerta hacia la sala al fondo a la derecha.
Los divanes y el sillón están dispuestos guardando exactamente la misma relación entre
sí que los muebles del primer acto, pero ubicados en la posición inversa.
Silencio.
Sube la luz. Se abre la otra puerta. Entra DEELEY con una bandeja.
DEELEY: Acá está. Bien calentito. Bien fuerte y calentito. Te gusta con leche y azúcar,
¿no?
ANNA: Sí, por favor.
DEELEY: (Sirviendo.) Bien fuerte y calentito con leche y azúcar.
Le da la taza.
ANNA: Sí.
DEELEY: Acá dormimos. Éstas son camas. Lo genial de estas camas es que admiten
todo tipo de permutaciones. Pueden estar separadas como ahora. O colocadas en
ángulo recto. O una perpendicular a la otra, o se puede dormir pies con pies, o
cabeza con cabeza, o uno al lado del otro. Es por los rulemanes, que hacen
posible todo esto.
Sí, me acuerdo muy bien de vos, del bar aquél, The Wayfarers.
ANNA: ¿De cuál?
DEELEY: Del bar de la Avenida Brompton: The Wayfarers Tavern.
ANNA: ¿Cuándo fue?
DEELEY: Hace años.
ANNA: No creo.
DEELEY: Sí, eras vos, no cabe duda. Nunca olvido una cara. Vos te sentabas en el
rincón, muy seguido, a veces sola, a veces con otros. Y acá estás, sentada en mi
casa de campo. La misma mujer. Increíble. Un muchacho que se llamaba Luke
iba a este lugar. Vos lo conocías.
ANNA: ¿Luke?
DEELEY: Grandulón. Pelirrojo. De barba pelirroja.
ANNA: Honestamente, no me parece.
DEELEY: Sí, eran un montón, poetas, dobles de cine, jockeys, cómicos de bar, esa clase
de gente. Vos te ponías un fulard, sí, eso, un fulard negro, un sweater negro y
una pollera.
ANNA: ¿Yo ?
DEELEY: Y medias negras. No me digas que te olvidaste de aquel bar. Puede ser que te
hayas olvidado del nombre, pero del sitio te tenés que acordar. Si eras la reina
del lugar.
ANNA: Yo no era rica, te imaginarás. No tenía plata para ir de copas.
DEELEY: Pero tenías acompañantes. No necesitabas pagar. Te atendían. Yo mismo te
invité más de una vez.
ANNA: ¿Vos?
DEELEY: Seguro.
ANNA: Nunca.
DEELEY: De veras. Me acuerdo muy clarito.
Pausa.
ANNA: ¿Vos?
DEELEY: Te pagué varias copas.
Pausa.
Pausa.
Nosotros ya hablamos. En ese bar, por ejemplo. En el rincón. A Luke no le cayó muy
bien pero nosotros hicimos como si nada. Después nos fuimos todos a una fiesta.
Al departamento de alguien, más o menos por Westbourne Grove. Vos te sentaste
en un sofá muy bajito, yo me senté justo en frente y te miraba por debajo de la
pollera. Las medias negras eran más negras porque tus muslos eran
blanquísimos. Claro que igual eso es algo que pasaba antes, ¿no te parece?,
ahora ya no parece gran cosa, ya pasó. Pero en esa época valía la pena. Esa
noche valió la pena. Yo nada más me senté a disfrutar mi cerveza y a
contemplar... a contemplar por debajo de tu pollera. Vos ni te opusiste, yo
contemplaba y a vos te parecía perfectamente normal.
ANNA: ¿Me daba cuenta de que vos me contemplabas?
DEELEY: En ese momento se ponen todos a discutir sobre China, o no sé qué, o sobre
la muerte, o algo sobre China y la muerte, ahora no me acuerdo, pero yo era el
único que gozaba del privilegio de esos muslos que eran como besos, y vos eras
la única que tenía esos muslos que daban esos besos. Y acá estás. La misma
mujer. Los mismos muslos.
Pausa.
Sí. Después entró una amiga tuya, una chica, una chica amiga tuya. Se sentó con vos en
el sofá, las dos charlaban y se reían, una al lado de la otra, y yo me acomodé un
poco más bajo para contemplarlas a las dos juntas, los muslos de las dos,
cuchicheando, hablando en voz baja, vos sabías, ella no, y ahí me rodeó una
multitud de hombres, y me pidieron mi opinión sobre la muerte, o sobre China, o
no sé qué, y no me dejaban en paz y para peor se inclinaban sobre mí con su
aliento asqueroso y los dientes partidos y los pelos de las narices y China y la
muerte y los culos apoyados en los brazos de mi sillón, tuve que levantarme y
abrirme paso entre todos, y me seguían encarnizadamente, como si yo fuera la
causa de la discusión, y me iba mirando para atrás entre el humo, enfilando para
la mesita con el mantel de hule a buscar otra botella llena de cerveza, me iba
mirando para atrás entre el humo, llegaba a entrever dos chicas en el sofá, una
eras vos, con las cabezas muy arrimadas, murmurándose, y ya no podía ver nada,
ya no podía ver ni medias ni muslos, y después ya no estaban más. Me abrí paso
de nuevo hasta el sofá. No había nadie. Contemplé las huellas de las cuatro
nalgas. Dos de las cuales eran tuyas.
Pausa.
Pausa.
Silencio.
Pausa.
Realmente se enjabona toda y después se saca el jabón, burbuja por burbuja. Tan
meticulosa. Es detallista y a la vez –lo tengo que decir- sensual. Se da una
repasada completa y aparte cuando sale está limpita como un alfiler nuevo. ¿No
te parece?
ANNA: Limpísima.
DEELEY: De verdad. Ni una mancha. Ni una marquita. Brillosa como burbuja.
ANNA: Sí, como si flotara.
DEELEY: ¿Qué?
ANNA: Sale flotando del baño. Como en un sueño. Sin percatarse de que hay alguien
parada al lado, con una toalla, esperándola, esperando para envolverla.
Completamente absorta.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
Pará. Te digo qué. Lo voy a hacer yo. Lo voy a hacer todo. Lo del toallón y el talco.
Después de todo, soy su marido. Pero vos podés supervisar toda la cuestión. Y
darme algunos consejos candentes mientras supervisás. Así matamos dos pájaros
de un tiro.
Pausa.
La mira lentamente.
Pausa.
La puerta del baño se abre. Kate entra al dormitorio. Tiene puesta una salida de baño.
Kate camina hacia ellos y se detiene, de pie, sonriendo. Anna y Deeley cantan
nuevamente mas rápido, más al pie del otro, y más descuidadamente.
Pausa.
KATE: ¿Llueve?
ANNA: No.
KATE: Bueno, igual decidí quedarme en casa esta noche.
ANNA: Qué bien. Me alegro. Ahora podés tomar una buena taza de café negro después
del baño.
Te podría hacer el dobladillo del vestido negro. Te lo podría terminar. Así te lo probás.
KATE: Mmm.
Kate sonríe.
16
NdelT: Y finalmente la cuarta estrofa de la misma canción.
“El modo en que sostienes el cuchillo / el modo en que bailamos hasta las tres / el modo en que has
cambiado mi vida. / No, no, no pueden quitarme eso”.
¿Ves esa sonrisa? Es la misma sonrisa que me hacía cuando caminaba con ella por la
calle, después de ver “Larga es la noche”, bueno, un buen rato después. ¿Qué te
pareció?
ANNA: Es una sonrisa muy hermosa.
DEELEY: Hacelo de nuevo.
KATE: Todavía estoy sonriendo.
DEELEY: No. No como hacías recién, no como hacías en ese entonces.
Pausa.
¿Viene Charley?
Pausa.
Silencio.
DEELEY: (A ANNA.) ¿Tenés planeado ver a alguien más mientras estés en Inglaterra?
¿Parientes? ¿Primos? ¿Hermanos?
ANNA: No. No conozco a nadie. Excepto a Kate.
Pausa.
DEELEY: ¿La notás cambiada?
ANNA: Un poco. No demasiado. (A Kate.) Seguís siendo tímida, ¿no?
(A Deeley.) Pero cuando la conocí era tan tímida, más tímida que una ardillita, de
verdad. Cuando la gente se le acercaba a hablarle se replegaba y aunque
estuviera allí físicamente al alcance, ella se les hacía inaccesible. Se les
replegaba, y no le podían ni hablar ni entrar en contacto físico con ella. Yo lo
atribuía a su educación, es hija de un pastor, realmente tenía mucho del estilo de
las Brontë.
DEELEY: ¿Era hija de un pastor?
ANNA: Pero si pensé en las Brontë no fue porque pensara que era una Brontë en su
pasión sino en su privacidad, en su obstinado sentido de la privacidad.
Breve pausa.
Pausa.
Pausa.
DEELEY: Vos decís que era Brontë en su sentido de privacidad pero no en pasión.
¿Cómo era en pasión ?
ANNA: Me parece que eso es terreno tuyo.
DEELEY: ¿Te parece que es terreno mío? Tenés toda la razón del mundo. Es terreno
mío. Me alegro de que por fin alguien muestre un poco de buen gusto. Por
supuesto que es terreno mío, carajo. Soy su marido.
Pausa.
O sea, me gustaría hacer una pregunta. ¿Soy el único que empieza a sentir que esto se
pone desagradable?
ANNA: Pero, ¿qué te parece desagradable en esto? Volé desde Roma para ver a mi
amiga más antigua, después de veinte años, y conocer a su marido. ¿Qué es lo
que te preocupa?
DEELEY: Lo que me preocupa es pensar que tu marido anda a los tumbos, solo, en esa
casa enorme, alimentándose a huevo duro y nada más, sin poder hablar una puta
palabra de inglés.
ANNA: Yo le hago de intérprete, cuando hace falta.
DEELEY: Y sí, pero vos estás acá, con nosotros. Él está allá, solo, deambulando por la
terraza, esperando alguna lancha a motor, esperando que una lancha a motor
derrame un puñado de gente hermosa, por lo menos. Gente hermosa y
mediterránea. Esperando todo eso, un tipo de elegancia del que no sabemos
nada, un estilo de panzas chatas a la Cote d’Azur del que no sabemos nada de
nada, una ideología de langostas y salsa de langostas de lo que no tenemos la
más puta idea, las piernas más largas del mundo, las voces más
extraordinariamente suaves. Las estoy escuchando. O sea, pongamos las cartas
sobre la mesa, yo estoy siempre atento a una serie de pulsos, pulsos que vienen
de todo el globo, privaciones y ofensas, y no veo por qué tengo que perder el
más valioso de los espacios escuchando a dos...
KATE: (Veloz.) Si no te gusta, andate.
Pausa.
Breve pausa.
ANNA: Son bienvenidos si quieren conocer Sicilia, cuando quieran, son mis invitados.
Silencio.
Pausa.
A celebrar una amistad muy vieja, muy preciada, algo que se forjó entre nosotras mucho
antes de que vos supieras de nuestra existencia.
Pausa.
Pausa.
Kate lo mira.
Sí, nos conocimos en un bar, el Wayfarers Tavern. En el rincón. Le gusté. Claro que yo
era una sílfide en ese entonces. De lo más elegante. Estaba bastante bien, a decir
verdad. Pelo enrulado. Todo eso. Tuvimos una escenita, ella se descontroló. Ella
no tenía un cobre así que le pagué un trago. Me miraba con unos ojos enormes,
tímida, lo típico. Se hacía pasar por vos en aquella época. Lo hacía muy bien.
También usaba tu ropa interior, en aquella época. Con toda gentileza me dejó
darle una miradita. Generosa como no hay dos. Admirable en una mujer. Fuimos
juntos a una fiesta. Que daban unos filósofos. No eran malos tipos. La barra de
la calle Edgware. Una banda genial. Hace años que no veo a ninguno. Viejos
amigos. Siempre pensando. Comentaban lo que pensaban. Ésa es la gente que
extraño. Están todos muertos, de todos modos no los volví a ver. El grupete de la
calle Maida Vale. Eric el grande y Tony el chiquitín. Vivían cerca de la
Biblioteca de Paddington. De camino a la fiesta la llevé a un bar, le hice tomar
un café, había más barbas que caras. Ella creía que era vos, hablaba poco, casi
nada. A lo mejor eras vos. A lo mejor eras vos la que tomaba café conmigo,
hablando poco, casi nada.
Pausa.
KATE: ¿Qué pensás que le gustó de vos?
DEELEY: No sé. ¿Qué?
KATE: Le pareció que tu rostro era muy sensible, muy vulnerable.
DEELEY: ¿Sí?
KATE: Quería darle consuelo, como sólo una mujer sabe hacerlo.
DEELEY: ¿Sí?
KATE: Claro que sí.
DEELEY: ¿Quería darle consuelo a mi rostro como sólo una mujer sabe hacerlo?
KATE: Estaba dispuesta a brindarse.
DEELEY: ¿Cómo?
KATE: Se enamoró de vos.
DEELEY: ¿De mí?
KATE: Eras tan distinto de los demás. Conocíamos hombres que eran brutos, groseros.
DEELEY: ¿Entonces de verdad hay hombres así? ¿Hombres groseros?
KATE: Muy groseros
DEELEY: Pero yo también fui grosero, ¿o no?, cuando le miraba debajo de la pollera.
KATE: Eso no es ser grosero.
DEELEY: Si es que era la pollera de ella. Si es que era ella.
ANNA: (Fríamente.) Sí, era mi pollera. Era yo. Me acuerdo de tu mirada... muy bien.
Me acuerdo muy bien.
KATE: (A Anna.) Pero yo me acuerdo de vos. Te recuerdo muerta.
Pausa.
Te recuerdo tendida, muerta. No sabías que yo te estaba mirando. Me incliné sobre vos.
Tenías la cara sucia. Estabas tendida, muerta, con la cara toda garabateada con
tierra, con todo tipo de inscripciones todavía frescas, sin borronear, y que se
habían ido corriendo por toda la cara, hasta la garganta. Tus sábanas estaban
inmaculadas. Me alegré. Me hubiera dado pena ver tu cadáver sobre una sábana
sucia. Hubiera sido despiadado. O sea, hasta donde me concernía a mí. Hasta
donde le concernía mi cuarto. Después de todo, estabas muerta en mi cuarto.
Cuando te despertaste, yo tenía los ojos por encima de ti, y te miraba fijo.
Trataste de hacerme mi trampita, una de las trampitas que me habías robado, mi
sonrisita lenta, mi sonrisita lenta, mi sonrisita tímida y lenta, mi manera de
inclinar la cabeza, de entrecerrar los ojos, que las dos conocíamos tan bien, pero
no funcionó, la mueca resquebrajó la tierra en la comisura de los labios y se
quedó trabada ahí. Te quedaste trabada en la mueca. Busqué lágrimas pero no
encontré ninguna. Las pupilas no estaban en los ojos. Los huesos se te rompían
dentro de la cara. Pero todo era sereno. No había sufrimiento. Todo había pasado
en otra parte. No sentí necesidad de ritos finales. Ni de ninguna celebración.
Sentí que eran el momento y la estación adecuados y que al morir sola y sucia
habías actuado con el decoro que correspondía. Era hora de bañarme. Tomé un
baño largo, salí, caminé por el cuarto, reluciente, acerqué una silla, me senté
desnuda al lado tuyo y me quedé mirándote.
Pausa.
Cuando lo llevé a él al cuarto, tu cuerpo por supuesto ya no estaba. Qué alivio tener un
cuerpo diferente en mi cuarto, un cuerpo de hombre, que se comportaba tan
distinto, que hacía todo lo que hacen ellos y que creen que está bien, como
sentarse con una pierna arriba del brazo del sillón. Había dos camas para elegir.
Tu cama o la mía. Para acostarnos tapados, o sin taparnos. Para rozarnos con las
narices, tapados o sin taparnos. Le gustó tu cama y creyó que en esa cama él era
diferente porque era hombre. Pero una noche le dije: dejame hacer una cosa, una
cosita, una trampita. Estaba acostado ahí en tu cama. Levantó los ojos y me miró
con enrome expectativa. Se sintió gratificado. Sintió que me habían sido de gran
provecho sus lecciones. Sintió que yo iba a tomar la iniciativa sexualmente, algo
que él esperaba desde hacía mucho. Me puse a escarbar el cantero de la ventana,
donde habías plantado esos pensamientos tan lindos, me agaché, llené un tazón
con tierra y le cubrí la cara. Estaba abstraído, estupefacto, se resistió, se resistió
con fuerza. No quería dejarme que le cubriera la cara con tierra, que se la
borroneara, no me dejó. En cambio sugirió que nos casáramos y que
cambiáramos de ambiente.
Breve pausa.
Pausa.
Una vez me preguntó, más o menos por esa época, quién había dormido en esa cama
antes que él. Le dije que nadie. Absolutamente nadie.
Largo silencio.
Anna se pone de pie, camina hacia la puerta, se detiene de espaldas a ambos.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Largo silencio.
Silencio.
Las luces suben a tope. Muy brillantes.
Deeley en el sillón.
Anna recostada en el diván.
Kate sentada en el diván.
Traducción: Rafael Spregelburd
Julio de 2006