El hechicero
3.5/5
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About this ebook
La edición de El hechicero, un texto inédito de Nabokov, ha sido saludada internacionalmente como un acontecimiento literario de primera magnitud.
El hechicero, que fue calificada por Nabokov como «la primera palpitación de Lolita», cuenta también, en efecto, una historia de paidofilia, pero con un enfoque, un desarrollo y una intensidad peculiares, y tan extraordinarios como los de la novela que hizo mundialmente famoso a su autor. El protagonista es aquí un caballero de posición acomodada, atormentado por los interrogantes que le plantean sus inclinaciones eróticas, se enamora un día de una niña de doce años a la que conoce por casualidad en los jardines de una gran ciudad europea. Incapaz de contener sus impulsos, el caballero decide acercarse a la niña casándose con su madre, una viuda cuyo estado de salud ofrece serias dudas.
Tan metafórico como siempre, pero más explícito que nunca en las escenas eróticas, este nuevo Nabokov nos muestra al gran escritor en plena posesión —en pleno disfrute, habría que decir— de su talento creador, calibrando matices, midiendo efectos, mezclando astutamente lo trágico y lo cómico, el horror del pecado y el picante de la farsa, construyendo una trama perfecta, arrastrando al lector y cautivándole con el hechizo y la magia de las palabras.
El hechicero ha sido felizmente rescatado de entre sus papeles por su hijo Dmitri, quien la ha traducido del ruso. Ya el propio Vladimir Nabokov se propuso publicarla, pero la redacción de Ada y su traducción de Eugene Onegin le apartaron de este proyecto. Sólo ahora, pues, aparece esta «nouvelle», que entra por derecho propio en el canon de las mejores obras de este autor. Pues se trata, sin la menor sombra de duda, de una obra maestra.
Vladimir Nabokov
Vladimir Nabokov (San Petersburgo, 1899-Montreux, 1977), uno de los más extraordinarios escritores del siglo XX, nació en el seno de una acomodada familia aristocrática. En 1919, a consecuencia de la Revolución Rusa, abandonó su país para siempre. Tras estudiar en Cambridge, se instaló en Berlín, donde empezó a publicar sus novelas en ruso con el seudónimo de V. Sirin. En 1937 se trasladó a París, y en 1940 a los Estados Unidos, donde fue profesor de literatura en varias universidades. En 1960, gracias al gran éxito comercial de Lolita, pudo abandonar la docencia, y poco después se trasladó a Montreux, donde residió, junto con su esposa Véra, hasta su muerte. En Anagrama se le ha dedicado una «Biblioteca Nabokov» que recoge una amplísima muestra de su talento narrativo. En «Compactos» se han publicado los siguientes títulos: Mashenka, Rey, Dama, Valet, La defensa, El ojo, Risa en la oscuridad, Desesperación, El hechicero, La verdadera vida de Sebastian Knight, Lolita, Pnin, Pálido fuego, Habla, memoria, Ada o el ardor, Invitado a una decapitación y Barra siniestra; La dádiva, Cosas transparentes, Una belleza rusa, El original de Laura y Gloria pueden encontrarse en «Panorama de narrativas», mientras que sus Cuentos completos están incluidos en la colección «Compendium». Opiniones contundentes, por su parte, ha aparecido en «Argumentos».
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Reviews for El hechicero
156 ratings7 reviews
- Rating: 3 out of 5 stars3/5I have never tasted such exquisite prose as the one in this book.
- Rating: 5 out of 5 stars5/5amazing and compact and perfect in structure.
- Rating: 3 out of 5 stars3/5This was, evidently, a prelude to Lolita. The novella is simply written and the language has fluidity, but there are no characters named and it seems to be a study of the perversion of the main character. However, the ending is a surprising one but holds an almost deus ex machina. It was never published in Nabokov's lifetime. What is worth noting is the analysis, at the end of the short tale, of the novella by his son: Dmitri Nabokov- who tries to enter the world of comprehension revolving around his father. 3 stars.
- Rating: 5 out of 5 stars5/5The ur-Lolita is a very very stark and startling departure from what Lolita is like. The structure is the same -- the narrator, the maternal marriage and death, the access to the girl (the word nymphet does not appear but you know that's what i mean) and the narrator's death. But this short, little novella has none of the infamous wordplay of Lolita, instead goes straight to the point. girls like her start their period early (so he only has a little bit of time before she's no longer his central point of focus) and mentions the shocks of lust that course through his body like the high of cocaine. There is no mind bending rationalizations for his actions, and the seething self loathing is apparent from the first page. I still need a couple of re-reads to really figure out how I am feeling about it, and at slim 50pages I can easily re-read it as often as I need to.
- Rating: 3 out of 5 stars3/5The Enchanter can only be described as a precursor to Lolita. Simply put, it is the story of a middle-aged man, who lusts after a young girl (who fits Lo's description with her nimble legs and chestnut brown hair). Her manages to seduce the mother, who dies rather suddenly and unexpectedly, takes the girl out of town with him, on a vacation. In her sleep he tries to touch her-and then she runs away screaming. Sudden, blatant ending? Don't be surprised. This book lacks all the charm, wit and grace that Humbert Humbert presents to us in Lolita. Furthermore, the man, mother and girl's names are never revealed, nor is his profession, nor really anything else, apart from physical descriptions. That is not to say that this is by any means a "bad book"; it is rather short and an easy read. It is just not Lolita, as we are so used to.Having said that, fans of Nabokov and Lolita should not miss. It allows us to see how a great novel was built, and it is fun to notice the similarities between the two.
- Rating: 4 out of 5 stars4/5The proto-"Lolita," if you will. Nabokov seems to rehearse the whole Lolita legend in this pretty, ugly little novella - the principal character, our guide to the affair, is the lothario more interested in the child than the woman, though his come-uppance is swiftly measured out. A fascinating introduction; when I have the time, I'll read the proper account.
- Rating: 3 out of 5 stars3/5After my Lolita extravaganza, I thought I may as well read this too! It was Nabokov's first draft of the idea that later led to Lolita. Written in Russian in Paris in 1939, he thought it had been thrown out, but much later (1970's?) arrived in a box of papers to his home in Switzerland. He intended to translate it himself, but never did. His son did after his death (they had worked together for many years translating Russian books to English)It's a funny contrast to Lolita. Several events are similar, but with twist. But the novella lacks the great eloquent beauty of Lolita, and the male character lacks any of the soul of Humbert and one doesn't feel much sympathy for him at all. He frankly just seems like a lecher, which is way too simplistic a term to ever apply to Humbert.It's a quick read and might be of interest to anyone who makes it through the annotated version of Lolita! (they should just add it to that edition..)
Book preview
El hechicero - Enrique Murillo
Índice
Portada
Primera nota del autor
Segunda nota del autor
Nota de Dmitri Nabokov sobre la traducción al inglés
El hechicero
Posfacio de Dmitri Nabokov
Sobre un libro titulado «el hechicero»
Notas
Créditos
El hechicero
PRIMERA NOTA DEL AUTOR¹
A finales de 1939 o comienzos de 1940,² en París, durante una época en la que me vi obligado a guardar cama debido a un grave ataque de neuralgia intercostal, la primera y aún débil palpitación de Lolita recorrió todo mi cuerpo. Hasta donde puedo recordarlo, este estremecimiento inicial de inspiración fue en cierto modo provocado por la lectura de una noticia acerca de un mono del Jardin des Plantes que, engatusado por un científico durante varios meses, terminó haciendo el primer dibujo que haya sido garabateado jamás por un animal. Su garabato representaba los barrotes de la jaula del pobre bicho. El impulso que registro aquí no tuvo conexión textual con el subsiguiente hilo de mis pensamientos, que, no obstante, dio como resultado un prototipo de Lolita, en forma de un relato de unas treinta páginas.³ Lo escribí en ruso, el idioma que había utilizado para mis novelas desde 1924 (las mejores de las cuales no han sido traducidas al inglés,⁴ y que están, todas ellas, prohibidas en Rusia por motivos políticos).⁵ El protagonista masculino era centroeuropeo; la anónima nínfula, francesa; y los escenarios, París y Provenza. [Sigue aquí una breve sinopsis de la trama, en la que Nabokov se refiere al nombre del protagonista masculino; le llama Arthur, un nombre que quizá aparecía en algún boceto perdido hace mucho tiempo, pero que no se menciona ni una sola vez en el único manuscrito conocido.] Una noche empapelada de azul⁶ les leí el cuento a un grupo de amigos: Mark Aldanov, dos revolucionarios sociales⁷ y una doctora;⁸ pero no me gustaba, y lo destruí poco después de mi traslado a los Estados Unidos en 1940.
Hacia 1949, encontrándome en Ithaca (al norte de Nueva York), esa palpitación, que no había enmudecido, comenzó a acosarme de nuevo. La combinatoria dio nuevo impulso a la inspiración y me condujo a dar un nuevo tratamiento al tema, esta vez en inglés, el idioma de una tal Miss Rachel Home, la primera institutriz que tuve en San Petersburgo, allá por el año 1903. La nínfula, ahora con una gota de sangre irlandesa, era prácticamente la misma zagala, y también subsistía la idea básica del matrimonio con su madre; pero, por lo demás, todo era nuevo, y había adquirido en secreto las garras y las alas de una novela.
Vladimir Nabokov, 1956
SEGUNDA NOTA DEL AUTOR⁹
Tal como expliqué en el artículo que añadí a Lolita, en otoño de 1939, en París, escribí una suerte de nouvelle pre-Lolita. Estaba seguro de haber destruido aquel manuscrito hacía mucho tiempo, pero hoy, cuando Véra y yo coleccionábamos algunos materiales para su entrega a la Biblioteca del Congreso, apareció una única copia del relato. Mi primera reacción fue la de depositarla (junto con un paquete de fichas con material para Lolita que no llegué a utilizar) en la B. del C., pero después cambié de idea.
Se trata de un relato de cincuenta y cinco páginas mecanografiadas, en ruso, y tituladas Volshebnik («El hechicero»). Ahora que ya se ha roto mi relación creadora con Lolita, he vuelto a leer Volshebnik con un placer mucho más considerable que cuando lo recordaba como un simple residuo desdeñable mientras trabajaba en Lolita. Es una bella muestra de prosa rusa, precisa y lúcida, que podría ser esmeradamente vertida al inglés por los Nabokov.
Vladimir Nabokov, 1959
NOTA DE DMITRI NABOKOV
SOBRE LA TRADUCCIÓN AL INGLÉS
He redactado un breve comentario con el propósito de aclarar algunas imágenes concentradas (que, en algunos casos, también me dejaron perplejo a mí en el primer momento), y de proporcionarle al lector curioso unos cuantos detalles incidentales. A fin de que el lector pueda seguir ininterrumpidamente el relato, he colocado mis comentarios al final y, con una sola excepción, he evitado la distracción de las notas en el propio texto.
El hechicero
«¿Cómo explicármelo, cómo reconciliarme conmigo mismo?», pensaba, las pocas veces que llegaba a pensar. «No puede tratarse de lascivia. La carnalidad más tosca es omnívora, mientras que la otra, la refinada, exige que haya, tarde o temprano, una satisfacción. Y si bien es cierto que he vivido cinco o seis aventuras de las corrientes, ¿acaso podría comparar su naturaleza insípidamente fortuita con esta otra llama tan singular? ¿Qué pensar de esta? En nada se asemeja, por supuesto, a la aritmética del libertinaje oriental, en el que una pieza resulta tierna en razón inversa a su edad. Oh, no, no puede ser contemplada como un grado especial dentro de un conjunto genérico, puesto que se trata de algo que está absolutamente divorciado de lo genérico, algo que no es más valioso sino incomparable. ¿Qué es, pues? ¿Enfermedad, delito? Por otro lado, ¿resulta compatible con los escrúpulos y la vergüenza, con la mojigatería y el miedo, con la continencia y la sensibilidad? Porque ni siquiera soy capaz de considerar la posibilidad de causar dolor o de provocar inolvidables repugnancias. Qué bobada, no soy ningún violador. Las limitaciones que les impongo a mis deseos, las máscaras que invento para ellos cuando, en la vida real, hago aparecer con artes de ilusionista ciertos métodos que me permiten saciar mi pasión, poseen una providencial sutileza. No soy un ladrón, solo un ratero. Aunque, quizá, en una isla circular, con mi pequeño Viernes femenino... (y no sería sencillamente cuestión de seguridad, sino que allí me estaría permitido convertirme en un salvaje, aunque, ¿no será que ese círculo es un círculo vicioso, con una palmera en el centro?).
»Dado que sé, de acuerdo con la razón, que el albaricoque del Éufrates¹⁰ solo es dañino si está enlatado; que el pecado es inseparable de las costumbres cívicas; que todas las higienes tienen sus hienas; y dado que sé, también, que esta misma razón no se opone a la vulgarización de aquello cuyo acceso ella misma prohíbe en otras circunstancias..., descartaré ahora todo eso y ascenderé a un plano más elevado.
»¿Qué ocurriría si el camino que conduce a la auténtica felicidad pasara, en efecto, a través de una membrana aún delicada, que no ha tenido tiempo de endurecerse, de enmarañarse, de perder la fragancia y el trémulo resplandor a través del cual podemos penetrar en la estrella palpitante de esa felicidad? Incluso dentro de estas limitaciones, mi proceder está regido por una refinada selectividad; no me atrae la primera colegiala que pasa por mi lado, todo lo contrario –cuán numerosas son las que podemos ver, en la grisura matinal de cualquier calle, que nos parecen demasiado fornidas, o flacuchas, o que llevan un collar de granos, o gafas–, pues todas las de esos tipos me interesan tan poco, en sentido amoroso, como una vieja conocida de tipo obeso podría interesar a otros. En cualquier caso, e independientemente de esas otras sensaciones especiales, me encuentro a gusto entre los niños en general, así de sencillo; sé que yo sería un padre amantísimo en el sentido corriente de la palabra, y hasta ahora no he sido capaz de averiguar si esto es un complemento natural de lo otro, o una contradicción demoníaca.
»Llegados a este punto, quiero invocar esa ley de la gradación que he repudiado en donde me parecía ofensiva: he tratado a menudo de sorprenderme a mí mismo en la transición de un tipo de ternura al otro, del simple al especial, y me gustaría muchísimo saber si son mutuamente exclusivos, si, a fin de cuentas, deben ser adscritos a géneros diferentes, o si hay uno de ellos que, nacido en la noche de Walpurgis de mi tenebrosa alma, es una extraña floración del otro; pues, si fuesen dos entes distintos, tendría que haber dos clases distintas de belleza, y el sentido estético, invitado a la mesa, se derrumbaría estrepitosamente entre dos sillas (pues tal es el destino de todo dualismo). Por otro lado, el viaje de vuelta, de la ternura especial a la simple, me parece bastante más fácil de entender: aquella, por así decirlo, se le resta a esta en el mismo momento en que queda saciada, lo cual parece indicar que la suma de sensaciones es efectivamente homogénea, suponiendo que puedan aplicarse aquí las reglas de la aritmética. Es una cosa extraña, muy extraña, y lo más extrañísimo de todo es, quizá, que, con el pretexto de analizar ciertos fenómenos notables, esté tratando simplemente de encontrar alguna justificación para mi culpa.»
Así, más o