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universo chicano
La memoria como técnica estructural
en . . .y no se lo tragó la tierra
A
Abstract: This article analyzes the structural composition of the chicana/o novel
. . .y no se lo tragó la tierra, by Tomás Rivera, a book that has become a collec-
tive point of reference for chicana/o culture and community. Its structure will
be explained, including the importance of personal and collective memory as
elements that evolve every chapter as a fragmentary part of a whole. The classi-
cal concept of “art of memory” joined to the rhetoric of discourse opens a new
perspective to analyze this fragmentation and helps the reader to understand
the connection of its elements. Finally, the idea of “theater of memory” may be
applied to the novel’s chicana/o universe as a dramatic device for structuring the
narrator’s personal memories, achieving a final literary composition similar to a
memorable, collective altarpiece full of impressive images from this community’s
daily struggle in the 1960s.
Key words: art of memory, chicana and chicano literature, Tomás Rivera, struc-
tural devices, theater of memory, . . .y no se lo tragó la tierra
280
y la lectura de los episodios literarios hechos libro de . . .y no se lo tragó la
tierra (1971).
La crítica se ha encargado de destacar esa pasión permanente de Rivera por la
memoria, que él mismo ha explicitado en algunos textos emblemáticos sobre su
propia obra (cfr. Leal). Para Rivera, existe un ritual del recuerdo, y en su opinión
tres son los actos vitales que encierran y se encadenan en este ritual y que aplicará
como motores o claves de su novelística: recordación, descubrimiento y volición
(Leal 36):
In terms of technique, the monologue serves to integrate the disparate strands which
are the basis of the earlier stories and anecdotes, but it also suggests, paradoxically, a
circular relationship, since the final integration (the boy’s victory over chaos) may be
said to be the source of any of the individual parts which precede it. (Testa 92)
Con este retablo bien armado es posible descubrir al otro mediante la percepción
de los vínculos que unen al protagonista -al niño en crisis- con su pueblo, al hilar
los fragmentos, experiencias, del año perdido (Olivares 280) y se consuma así la
búsqueda de la identidad individual a través del grupo (J. Rodríguez 133). El lec-
tor sigue ese camino y percibe los vínculos que pudieran unirle como ser humano
a los avatares de dicha comunidad.
Desde luego, nuestro rememorador ha realizado su tarea mnemotécnica, pero
no sabemos aún su nombre: actúa como autor desconocido y parece identificarse
para el lector con el niño que aparece y reaparece en las principales episodios,
bien como protagonista, bien como testigo (Testa 92); creo que la explicación de
esto radica en que el rememorador, como creador del retablo, de reelaborador
de todas las escenas y como participante en ellas, es todas las figuras y ninguna,
aunque opte participar como la figura recurrente de un niño que, al fin y al cabo,
es siempre el símbolo del pasado perdido. Desde esta peculiar implicación mental
de relación con lo narrado (al fin tenemos una mente distanciada e imaginando
su otredad, su otra edad) se entiende también la objetividad general acuñada a los
episodios (Grajeda 72) y se entiende también que debajo de la casa, al final, no
salga un niño, sino un adulto, tras este proceso de reconocimiento de identidad
en la comunidad (Sánchez Manzano 45), ya que entonces “el narrador no es un
niño sino un adulto que recuerda su niñez” (Morales 156). Se ha señalado tam-
bién que ese protagonista niño guarda el secreto de todo lo que descubre para sí
(J. Rodríguez 135), pero parece lógico cuando el descubrimiento en realidad no
es sólo su distancia frente a la tradición de su comunidad, sino también y espe-
cialmente el descubrimiento de esa diferencia y, al fin y al cabo, la apreciación
de la misma, que queda plasmada y aceptada mediante el ejercicio de memoria.
Un ejercicio que da una forma lógica a la experiencia caótica. Y es el niño pro-
tagonista quien actúa en los episodios clave (como el que da título al libro) con
una lógica aplastante frente a determinadas creencias fatalistas y resignadas de
su comunidad: esa lógica lo aleja del paradigma mexicano que, según un anglo,
no se sirve de la lógica ni se hace planteamientos sobre el futuro o el destino
personal (Reed 41–45). La aplicación de esta lógica es la que marca la distancia
entre el individuo niño y la comunidad, y que podría pensarse espejo de la lógica
estructural que integra el rememorador en su retablo retórico para recuperar con
OBRAS CITADAS
Abbott, James H. “. . .y no se lo tragó la tierra: With Tomás Rivera in Spain and Some
Personal Memories.” Revista Chicano-Riqueña 13 (1985): 26–29.