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LOS PRIMEROS JESUITAS John W. O'Malley MENSAJERO * SAL TERRAE Quedan prohibidas, sin la autorizacién escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccién total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento informatico, y la distribuci6n de ejemplares de ella mediante el alquiler 0 préstamo ptiblicos, asf como la exportaci6n e im- portacign de esos ejemplares para su distribucién en venta fuera de la Comunidad Econémica Europea. Titulo original: The first jesuits Traduccién del inglés: Juan Antonio Montero Moreno © 1993 by the President and Fellows of Harvard College © Ediciones Mensajero - Sancho de Azpeitia, 2 - 48014 Bilbao Apartado 73 - 48080 Bilbao ISBN: 84-271-1968-2 © Editorial Sal Terrae - Poligono de Raos - Parcela 14 - 39600 Maliafio (Cantabria) Apartado 77 - 39080 Santander ISBN: 84-293-1167-X Depbsito Legal: BI-2272-95 Fotocomposicién: Ediciones Aldecoa, S.L. - Pol. Ind. Villalonquéjar - 09001 Burgos Printed in Spain Impreso por Grafo, S.A. - Avda. de Cervantes, 59 (DENAC) - Ariz-Basauri (Vizcaya) INDICE CAPITULO 1. Los cimientos de la fundaci6n 1. Ignacio y los primeros compafieros 441 2._Los Ejercicios Espirituales ... 55 CAPITULO 2. Prepararse para los ministerios 73 1. Los miembros de esta Compafia 74 2. Autocomprensi6n 86 3._Ideales y practica pastoral 95 4. Diversidad de ministerios ee eesettneteeeesnnttttsnntannnnne 112 3._Conversaciones y publicaciones Ensefi i : 5. Misiones populares ... -6._Los Ejercicios: su practica CAPITULO 4. Sacramentos, culto, oracién . 1. Confesién y casuistica . 2. Sagrada Comunién y Eucaristia 3._Ordenes sagradas .. E 4. 5. ._ Misica y culto Oraci6n ..... CAPITULO 5. Obras de misericordig oo... tests ttesscccsccnssen 207 1. Pacificadores ..... 2. Hospitales y carceles 3. Ministerios con los moribundos ..... 12 INDICE 4. Ministerios con las prostitutas . 223 5. Huérfanos e hijas de prostitutas 231 6._Judios y cristianos nuevos.... 234 7. Cofradias y Congregaciones Marianas .......cccsssssseseseeccseseueeiee 239 CAPITULO 6. Los Colegios 1._Mesina, el primer colegio Fe en la educaci6n ._Mas alla del modus parisiensis . _Educacién jesuitica .. Fracasos, frustraciones y crisis . |. Formacién del clero .. ’. El impacto de los colegios CAPITULO 7. Cultura religiosa y teolégica . 1L_Escolasticismo .. 301 2. Humanismo renacentista 3. Religiosidad catélica 4. ElLuteranismo y el Imperio CAPITULO 8. Los jesuitas y la Iglesia universal ...... 1. Obispos y tedlogos ... 2. El papado y los papas .. 3._Inquisici6n y libros prohibidos 4. La Reforma y el Concilio de Tren CAPITULO 9. Pautas para el futuro .... 1._Constituciones, reglas y tradiciones . 2. Votos y grados de incorporaci6n 3._Las casas de la Compafifa ..... CONCLUSION A INDICE ONDMAS NGG ea ee NO PIO Pp 352 378 390 401 408 418 431 MHSI Chron Epist. Mixtae FN Litt. Quadr. M Bobad. M Borgia M Bras. M Broét M Fabri MI Const. MI Epp. MI Ex. MI Font. Doc. MI Reg. MI Scripta SIGLAS Y ABREVIATURAS Monumenta Historica Societatis lesu Juan Alfonso de Polanco, Vita /gnatii Loiolae et rerum So- cietatis Jesu historica [Chronicon], 6 vol., Madrid, 1894-98 Epistolae mixtae ex variis Europae locis ab anno 1537 ad 1556 scriptae, 5 vol., Madrid 1898-1901 Fontes narrativi de S. Ignatio de Loyola et de Societatis Jesu initiis, 4 vol., Roma, 1943-65 Litterae Quadrimestres ex universis praeter Indiam et Bra- siliam locis in quibus aliqui de Societate Jesu versabantur Romam missae, 7 vol., Madrid y Roma, 1894-1932 Nicolai Alphonsi de Bobadilla sacerdotis e Societate Jesu Gesta et scripta, Madrid, 1913 Sanctus Franciscus Borgia quartus Gandiae Dux et Socie- tatis Jesu Praepositus Generalis tertius, 5 vol., Madrid, 1894-1911 Monumenta Brasiliae, 5 vol., Roma, 1956-68 Epistolae PP. Paschasii Broéti, Claudii Jaji, Joannis Coduri et Simonis Rodericii, Madrid, 1903 B. Petri Fabri primi sacerdotis e Societate Jesu Epistolae, memoriale et processus, Madrid, 1914 Monumenta Ignatiana. Sancti Ignatii de Loyola Constitutio- nes Societatis Jesu, 3 vol., Roma, 1934-38 Monumenta Ignatiana. Sancti Ignatii de Loyola Societatis Jesu fundatoris epistolae et instructiones, 12 vol., Madrid, 1903-1911 Monumenta Ignatiana. Exercitia spiritualia S. Ignatii de Lo- yola et eorum directoria, 2* edic. rev., 2 vol., Madrid, 1919; Roma, 1969 Monumenta Ignatiana. Fontes documentales de S. Ignatio de Loyola, Roma, 1977 Monumenta Ignatiana. Regulae Societatis Jesu 1540- 1556), Roma, 1948 Monumenta Ignatiana. Scripta de Sancto Ignatio de Loyo- la, 2 vol., Madrid, 1904-18 14 M Lain. M Nadal M Paed. M Rib. M. Salm. M Xav. P Co. OTRAS FUENTES AHSI ARSI Autobiografia Const. Nadal, Orat. Obs. Nadal, Platicas Nadal, Scholia Ejerc. SIGLAS Y ABREVIATURAS Epistolae et acta Patris Jacobi Lainii, 8 vol., Madrid, 1912-17 Epistolae P. Hieronymi Nadal Societatis Jesu ab anno 1546 ad 1577, 4 vol., Madrid, 1898-1905 y Commentarii de Instituto Societatis Jesu, Roma, 1962 Monumenta Paedagogica Societatis Jesu, 2# edic. rev., 5 vol., Roma, 1965-86 Patris Petri de Ribadeneira Societatis Jesu sacerdotis Con- fesiones, epistolae aliaque scripta inedita, 2 vol., Madrid, 1920-23. Epistolae P. Alphonsi Saimeronis, 2 vol., Madrid, 1906-7 Epistolae S. Francisci Xaverii aliaque eius scripta, 2* edic. rev., 2 vol., Roma, 1944-45 Polanci Complementa. Epistolae et commentaria P. Joan- nis Alphonsi de Polanco, 2 vol., Madrid, 1916-17 Archivum Historicum Societatis lesu (publicacién periédica) Archivum Romanum Societatis lesu (archivos centrales) Relato de los primeros afios de Ignacio, sin titulo, ed. criti- ca en MI Scripta, 1: 31-98 Constituciones de la Compafila de Jesus, ed. critica en Mi Const. Jerénimo Nadal, Orationis observationes, ed. Miguel Nico- tau, Roma, institutum Historicum Societatis Jesu, 1964 Jer6nimo Nadal, Platicas espirituales del P. Jerénimo Na- dal, S.J., en Coimbra (1561), ed. Miguel Nicolau, Granada, Facultad Teologica de la Compania de Jestis, 1945 Jerénimo Nadal, Scholia in Constitutiones S.J., ed. Manuel Ruiz Jurado, Granada, Facultad de Teologia, 1976 Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, ed. critica en MI Ex., 1: 140-417 Como el martin pescador se hincha, como las libélulas rastrean ef fuego, como suenan les cantos rodados en los pozos redondos, como vibra cada cuerda pulsada, como dice su nombre cada lengua de la oscilante campana; asi cada ser mortal hace siempre una sola cosa, la misma: expresa ese su ser que habita en cada uno; su ser consigo mismo va, y dice y expresa: soy yo mismo, y gtita: yo soy /o que hago, para esto he nacido. Gerard Manley Hopkins INTRODUCCION “Siete diablos espafoles” entraron en Italia después del afo 1530. Asi escribia el historiador y literato inglés John Addington Symonds en The Catholic Reaction, publicado hace poco mas de un siglo. Entre los diablos de Symonds estaba el “jesuitismo, con su falsa erudicién, sus desvergonzadas mentiras y su economia casuistica de pecados”. De- monio particular que lleg6 efectivamente a Italia, a Venecia, el afio 1535 en la persona de Ignacio de Loyola. A Ignacio se le unieron otros nueve compafieros, no todos espafoles, que se habian conocido en la Universidad de Paris y se habian juntado para convertirse en el nucleo de la futura Compafiia de Jesus. En 1622, antes de cumplirse el siglo de la llegada del grupo a Italia, el Papa Gregorio XV canonizé a dos de ellos (Ignacio y Francisco Ja- vier) proponiéndoles para ser imitados como modelos de piedad y rec- titud. Los ocho restantes, simplemente como compajieros, compartieron de alguna manera la misma gloria; y uno de ellos, Pedro Fabro, fue, de hecho, declarado “beato” por el Papa Pio IX en 1872. También fueron santos canonizados de la primera generaci6n de jesuitas, Francisco de Borja (1671) y Pedro Canisio (1925). Vililpendiados como demonios o reverenciados como santos, los je- suitas han evocado estos extremos de caracterizaci6n a través de los 450 afios que lleva de existencia la Compafia de Jesus. Con el tras- curso de los siglos han surgido a veces apreciaciones mas equilibradas de la Compafia, pero siempre condicionadas por los prejuicios nacio- nales, culturales y religiosos de quienes las profieren. La historia de los jesuitas es, por supuesto, inseparable de la asi llamada Contrarreforma y alos jesuitas se les ha mirado como emblematicos de todo lo malo, y lo bueno, de ese fendmeno. Las Ultimas décadas han sido testigos de un interés renovado por el catolicismo del siglo XVI, inspirado en parte por la monumental erudi- cién de Hubert Jedin y sus discipulos sobre todos los aspectos del Con- ' John Addington Symonds, The Catholic Reaction, 2 vol. (vol. 5-6 de Renaissance in Italy), Londres, Smith, Elder, and Company, 1886, 1: 65. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. INTRODUCION 19 Hay muchas excepciones a estas generalizaciones, como, por ejemplo, los dos volimenes de Mario Scaduto sobre los jesuitas en Ita- lia durante el generalato de Diego Lainez, uno de los primeros compa- fieros de Ignacio y su sucesor al frente de la Compafiia®. Los niveles de investigacion en el Archivum historicum Societatis Jesu, la revista del Instituto Histérico de los jesuitas de Roma, son altos, como lo son tam- bién los de las monografias publicadas por el mismo Instituto. Sin em- bargo, no existe ningun libro en ninguna lengua que trate de los minis- terios y de la cultura de los primeros jesuitas en la forma comprensiva que yo intento realizar en este estudio. Las dificultades de semejante empresa atemorizan a todos menos alos mas audaces. La cantidad de documentaci6n es abrumadora. En 1565 la Compania contaba con cerca de 3.500 miembros, a quienes se les recomendaba u obligaba a mantener correspondencia regular entre si y, especialmente, con la direccién de los jesuitas de Roma. Gran nimero de estas cartas han sobrevivido y se han editado en los mas de 125 volmenes de Monumenta Historica Societatis Jesu y en otras partes. Sédlo las cartas de Ignacio llenan 12 volumenes en Monumenta, constituyendo la correspondencia mas voluminosa que existe de cual- quier figura del siglo XVI, sin excepcidn’. A toda esta correspondencia hay que afadir otros numerosos documentos, oficiales o no, que los pri- meros jesuitas redactaron para utilizarlos como instrumento de sus mi- nisterios, para guiarse en su misi6n y para explicar a amigos y enemigos quiénes eran. Las respuestas tanto de amigos como de enemigos son muchas, diseminadas en diversas fuentes. La segunda dificultad proviene de la gran variedad de actividades a que se dedicaban los primeros jesuitas. Trataban con reyes y mendi- gos, con gente piadosa y con pecadores publicos, con papas y prela- dos, con modestos parrocos y conventos de religiosas. No excluian de su ministerio ninguna categoria de laicos. En 1565 ejercian su actividad en muchos paises de Europa occidental, pero también en Brasil, India, Japon y en otras partes. Predicaban, ensefaban el catecismo, propo- nian nuevas practicas sacramentales y se esforzaban en ayudar a los huérfanos, prostitutas y encarcelados. Fomentaban devociones origi- suitas de su generacion se encuentran en Andreas Falkner y Paul Imhof, eds., ignatius von Loyola und die Gesellschaft lesu, 1491-1556, Wurzburg, Echter Verlag, 1990, y Juan Plazaola, ed., Ignacio de Loyola y su tiempo, Bilbao, Ediciones Mensajero 1992. Intere- sante también, pero mas extenso es Michael Sievernich y Giinther Switek, eds., ignatia- nisch: Eigenart und Methode der Geselischaft lesu, Freiburg, Herder, 1990. Para una bi- bliografia mas completa véase Ignacio Iparraguirre, ed., Orientaciones bibliograticas sobre San Ignacio de Loyola, 2* ed. rev., Roma, Institutum Historicum Societatis lesu, 1965, continuada en otros dos vols. editados por Manuel Ruiz Jurado, 1977 y 1990. § Mario Scaduto, L ‘epoca di Giacomo Lainez (1556-1565), 2 vol., Roma, Edizioni La Civilta Cattolica, 1964-74. 7” Gfr. Dominique Bertrand, La politique de S. Ignace de Loyola: L'analyse sociale, Paris, Ed. du Cerf, 1985, 39. 20 LOS PRIMEROS JESUITAS nales sin importarles la tradici6n en que se fundaban sus elementos; asimilaron conocimientos tanto escolasticos como humanisticos, esfor- zandose por relacionar ambas culturas entre si; escribieron obras de teatro y estuvieron presentes en el Concilio de Trento. Se enredaron en polémicas con los protestantes y, contra su voluntad, se vieron envuel- tos en controversias con los catélicos. Apoyaron a diversas Inquisicio- nes y, con todo, ellos mismos, a veces, fueron objeto de investigacio- nes y censuras inquisitoriales. Ensefiaban en universidades. A los siete u ocho afios de la aprobacién pontificia, fundaron y dirigieron colegios. Cada uno de los campos de actividad tratados en este libro me ha conducido a areas técnicas de investigacién frecuentemente contro- vertidas. Mas aun, el modo como los jesuitas se dedicaban, incluso a las mismas actividades, era diferente segun el lugar: Brasil no era Ale- mania; Italia no era Francia. Ante semejante dificultad, tanto el autor como el lector deben guiarse por objetivos claros y tener puntos de referencia seguros. Mi primer objetivo en este libro es entender a los primeros jesuitas como ellos se entendieron a si mismos. Esto se consigue estudiando lo que ellos decian de si mismos a sus compafieros y a los de fuera; y es- pecialmente observando cémo traducian a la accién su mentalidad en sus muchos ministerios y en su estilo de vida. La exposicion de las co- herencias 0 incoherencias en dicha traducci6n entra dentro del mismo objetivo. Trato también de descubrir los origenes de la autocomprension que los jesuitas tuvieron de si mismos, habida cuenta de los contextos en que se insertaron y que impulsaron su proceso de autodefinicién. Este es mi segundo propésito. Los jesuitas no pensaban, sentian 0 ac- tuaban en el vacio 0 en un coso intemporal de realidades eternas. En un estudio panoramico como éste es imposible desarrollar estos pun- tos con la amplitud que merecen. Sin embargo, una vez conseguida una vision de conjunto fiable, ese desarrollo puede quedar para otros estudiosos. Al tener en cuenta tantas situaciones, el libro cumple con una mi- sion que cae fuera de los fines que me propuse. Sirve como una serie de ventanas a través de las cuales vislumbramos casi todos los aspec- tos concebibles del catolicismo romano de mediados del siglo XVI. Es- tas panoramicas son necesariamente fugaces y surgen desde una perspectiva especial, pero son altamente instructivas. Este libro abarca el primer cuarto de siglo de la existencia de la Com- pafiia de Jesus, oficialmente fundada en 1540 por la bula Regimini mili- tantis ecclesiae. La techa final de 1565 es un tanto arbitraria; nos lleva a la muerte de Diego Lainez, el segundo Superior General y el Unico com- pafiero de Ignacio, desde el principio, que ostenté este cargo. También nos lleva mas alla del final del Concilio de Trento en 1563, y mas alla de la muerte de Calvino en 1564. Hubiera sido mas facil concluir con la muer- INTRODUCION 21 te de Ignacio en 1556, pero un horizonte mas amplio esclarece mas las direcciones que iba tomando la Compafiia. Aunque ésta habria de afron- tar muchos retos después de 1565 y sufrir futuros cambios, algunos sig- nificativos, su imagen quedaba ya entonces bien definida y establecidos los elementos fundamentales de su “modo de proceder’”. Entre los puntos basicos de referencia para mantenernos en esta trayectoria, hay, como se podia esperar, cinco documentos que dima- naron exclusivamente o en gran medida del mismo Ignacio. La impor- tancia tradicionalmente atribuida a los Ejercicios Espirituales (que co- menzo a escribir en Manresa poco después de su conversion en 1521 y que se publicaron, practicamente en su redacci6n final, en Roma el afio 1548) queda plenamente justificada en las paginas siguientes. Los Ejercicios reciben un tratamiento bastante amplio en los capitulos 1 y 3, bajo dos aspectos diferentes. Encierran, como en un pequeno frasco, la esencia de las propias transformaciones espirituales de Ignacio y la presentan en una forma que ayude a dirigir a otros a cambios analogos de visién y motivaci6n. Ignacio usaba los Ejercicios como el medio principal para motivar a sus primeros discipulos, y los prescribia como una experiencia para todos los que mas tarde quisieran entrar en la Compafia. Aunque en modo alguno estaban concebidos exclusivamente para los jesuitas, los Ejer- cicios quedaron como el documento que decia a los jesuitas, al mas profundo nivel, lo que eran y lo que debian ser. Mas aun, los Ejercicios configuraban el modelo y los fines de todos los ministerios en los que estaba comprometida la Compafia, aunque no siempre se reconociera de modo explicito obrando asi. No se puede entender a los jesuitas sin alguna referencia a este libro. El segundo documento es mucho menos conocido y, por eso, re- quiere una descripcién mas detallada. En general se |e llama la For- mula del Instituto, y fue el resultado de las deliberaciones de Roma en 1539 entre los primeros compaferos y algun otro mas. El objeto de fas deliberaciones era ensamblar, para la aprobacién pontificia, los ele- mentos basicos de la nueva asociacién que ya entonces esperaban fundar. En esta etapa la Formula constaba de “Cinco Capitulos” (Quin- que capitula), cada uno de los cuales no era mucho mas largo que un parrafo. Después de algunos cambios, los capitulos quedaron incorpo- tados a la Regimini militantis Ecclesiae del afio siguiente. Estaban des- tinados a ser asi, y lo han sido siempre, la carta fundamental de a or- den, de la que todos los documentos oficiales posteriores fueron elaboraciones, y a la cual tuvieron que ajustarse. La Formula es para los jesuitas lo que la Regla es para otras ordenes religiosas®. Fue com- puesta por una comisién, pero el papel de Ignacio en su articulaci6én fue, por supuesto, fundamental. * El comentario més conciso y fiel es el de Antonio M. de Aldama: Notas para un comentario a la Férmula del Instituto de la Compafiia de Jesus, Roma CIS, 1981. 22 LOS PRIMEROS JESUITAS Ala luz de la experiencia, la Formula fue revisada en algunos pun- tos en 1550 e incorporada en una segunda bula, Exposcit debitum, promulgada por el Papa Julio Ill, que sirvid para la confirmacién de la Compania. Después de la muerte de Ignacio se consideraron algunos cambios, pero ninguno de ellos se llevé a cabo®, La mayoria de las mo- dificaciones de la segunda versién fueron clarificaciones o especifica- ciones de la primera 0 tuvieron en cuenta los cambios de orden practi- co introducidos desde 1540. Por ejemplo, la Formula de 1540 indicaba el fin de la Compafia como “la propagacién de la fe y el progreso de las animas en la vida y doctrina cristiana”. En la version de 1550, la pri- mera frase fue significativamente abierta y asi se lee “la defensa y pro- pagacion de la fe”. Con alguna discrepancia verbal, ambas versiones enumeraban los ministerios, con los que se daria cumplimiento a ese fin. La version segunda es mas completa: “(...) por medio de las pUblicas predicaciones, lecciones y cualquier otro ministerio de la palabra de Dios, de los Ejercicios Espirituales, dela doctrina cristiana a los nifos y gente ruda y del consuelo espiritual de los fieles, oyendo sus confesiones y administrandoles los otros sacramen- tos. Y, con todo, se muestre disponible a la pacificacién de los desave- nidos, e! socorro de los presos en las crceles y de los enfermos en los hospitales, y al ejercicio de las demas obras de misericordia, segun pareciere conveniente para gloria de Dios y el bien comun”"°. Aunque, en una primera lectura, esta lista pudiera parecer conven- cional, hacia sentir a la primera generacion de Jesuitas que en sus mi- nisterios se diferenciaban de los sacerdotes seculares y de los miem- bros de otras érdenes religiosas ya existentes. Con frecuencia se referian a esta lista—a estos “ministerios habituales” (consueta minis- teria) de la Compafiia— y la comentaban. La lista ofrece el trazado de la primera parte de este libro. Es necesario hacer notar que en ninguna de las versiones se mencionan los colegios. Ademas de los ministerios, la Formula también hacia una lista de las categorias de personas a las que habian de dirigirse los ministerios: “(...) a los turcos y a cuales- quiera otros infieles, aun a aquellas partes que llaman Indias o a otras tierras de herejes, cismaticos 0 fieles cristianos”"'. Mas aun, la Formula establecia que, a diferencia de otras érdenes re- ligiosas, la Compafiia no obligaba a sus miembros a recitar o cantar en comun las Horas LitUrgicas, como los maitines, laudes 0 visperas. Las circunstancias forzaron con frecuencia a los primeros jesuitas a defender este rasgo de su vida y lo hicieron con todo vigor, porque lo veian como * Cfr, Manuel Ruiz Jurado, “Nadal y Polanco sobre la Formula del Instituto de la Compatiia de Jesus, AHSI, 47 (1978) 225-239. ‘0 Mi Const 1, 376. " Ibid., 377. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 24 LOS PRIMEROS JESUITAS Una traduccién preliminar estaba ya lista para su promulgacién en 1552, tarea que Ignacio encomend6s a otro ayudante extraordinaria- mente capaz, un mallorquin llamado Jerénimo Nadal. Ignacio continud modificando las Constituciones hasta que murié. La Primera Congre- gacién General de la Compaiiia se reunié para elegir a su sucesor, aprobo el texto después de pequefios cambios y lo dio a la imprenta en su version latina por primera vez en 1558-59. Su estilo y organiza- cion las distinguen inconfundiblemente de documentos anteriores del mismo género, tanto religiosos como civiles. Las Constituciones articularon los principios generales segun los cuales la Compaiifa ha de conseguir sus objetivos y convirtieron las ma- ximas abstractas de la Formula en estructuras y procedimientos con- cretos. Sin embargo, lo hicieron ante todo y sobre todo poniendo el acento en la calidad de las personas, factor esencial para que funciona- ra con éxito una tal asociacion voluntaria. Por consiguiente, arrancan, de una manera mas 0 menos cronolégica, siguiendo al jesuita desde el momento en que solicita ser miembro de la Compafiia, a través de su formacion, hasta los ministerios a los que habra de dedicarse, y conclu- yen con consideraciones sobre las cualidades del superior general y del cuerpo de la Compafiia como un todo. Asi pues, estan estructuradas en gran medida segun principios de desarrollo, basados en la idea de que el jesuita deberia crece? espiritualmente y, por consiguiente, en tiempos y etapas diferentes deberian aplicarse normas diferentes. Siguiendo este plan basico, las Constituciones estan divididas en diez partes. En su estructura y lenguaje, asi como en algunas intuiciones ba- sicas que sirven de fundamento, se puede detectar la influencia de la cul- tura tanto escolastica como humanistica que desde el principio ayudaron a formar la perspectiva de los primeros jesuitas. No obstante, habian de ser todavia mas fundamentales las experiencias religiosas y pastorales que los jesuitas mismos habian vivido y que las Constituciones pedian a cada uno de los miembros de la orden. El término Constituciones se refiere, ante todo y sobre todo, a este cuerpo de legislacion y de ideales, pero generalmente se completa con la inclusion del Examen General, un sumario compuesto por Ignacio, probablemente hacia 1546, para entregar, a quien contemplaba su en- trada en la Compajia, una informacién esencial acerca de la organiza- cién en la que pensaba incorporarse"?. A veces los jesuitas hablaban de su “Instituto”, designando con es- ta palabra su manera de vivir y de trabajar, y asi inclufan en ese térmi- no todos los documentos oficiales de la orden, especialmente la Fér- mula y las Constituciones. Sin embargo su expresién favorita, la mas inclusiva y densa de contenido, sobre su estilo de vida y accién pasto- tal era noster modus procedendi, nuestro modo de proceder. Segtin ® Cfr. el comentario de Ganss, Constitutions, 35-59. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 26 LOS PRIMEROS JESUITAS cuentemente ignora. La distorsién retrospectiva es inevitable. El géne- to autobiografico se logra al maximo, cuando la franqueza del autor tompe con las normas convencionales. A diferencia de Lutero, de quien con frecuencia es considerado el equivalente catélico, Ignacio tiene pocas dotes en este aspecto; la persona que esta detras de la na- traci6n estilizada nunca se revela en su totalidad. No obstante, la Autobiograffa es importante porque Nadal veia cla- ro que através de ella Ignacio pretendia proporcionar una encarnaci6n del sentido de la Compajiia, que se podria proponer como estimulo y materia de asimilacién. De hecho, Nadal emplearia mas tarde el relato de Ignacio en ese sentido. “Nuestro modo de proceder” no podia tener mejor ejemplo. Pero Nadal también atribuy6 una fuerza casi mistica a lo que él llamaba “la gracia del fundador”’’. Para nuestro propésito, por consiguiente, la Autobiografia adquiere importancia mas alla de la sim- ple informacion sobre las correrias fisicas y espirituales de Ignacio, du- tante sus “afios de peregrinacion”. El Ultimo documento ignaciano de importancia relevante es, natu- ralmente, su correspondencia'®. Contiene teoria e ideales, pero inter- pretados segun la realidad cotidiana. De sus casi 7.000 cartas conser- vadas, todas, menos unas 175, datan de la época en que Polanco fue secretario y, muchas de ellas fueron explicitamente escritas por él “por encargo" de Ignacio. Por consiguiente, gran parte de la corresponden- cia tiene el mismo problema de atribucién que las Constituciones. Son ciertamente importantes para los fines de este libro los escritos de los nueve compafieros que se juntaron en Paris, principalmente ba- jo la inspiracién de Ignacio, entre 1528 y 1536: Javier, Lainez, Fabro, Alfonso Salmerén, Siméon Rodriguez, Nicolas de Bobadilla, Claudio Ja- yo, Pascasio Broét y Juan Coduri. Javier, como es sabido, fue a la In- dia en 1540, pasé dos afios en Japén y murié a las puertas de la Chi- na Imperial en 1552. Fue el Unico del grupo primitivo que salié de Europa y, por eso, proporciona una perspectiva especial. Entre los ocho restantes, Lainez fue el mejor dotado y, al final, el que ejercié ma- yor influencia por su eleccién al generalato en 1558. Ademas de su co- trespondencia publicada en Monumenta, estos hombres dieron a luz cantidad de otros textos que han tlegado hasta nosotros". "7 Cfr, Miguel Nicolau, Jerdnimo Nadal, S.J. (1507-1580). Sus obras y doctrinas es- pirituales, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientificas, 1949, 148-151, y John H. Wright “The Grace of Our Founder and the Grace of Our Vocation", Studies in the Spintuality of Jesuits, 3/1, 1971. '® El Unico estudio importante es Bertrand, La Politique. Ver también Joseph A. Mu- nitiz, “Communicating Channels: Letters to Reveal and to Govern", The Way, suplemen- ton? 70, 1991, 64-75 '® La mejor guia, aunque limitada y algo anticuada, es Jean-Francois Gilmont, Les écrits spirituels des premiers jésuites: Inventaire commenté, Roma Institutum Historicum Societatis lesu, 1961, 113-166. Ver también, por supuesto, Sommervogel, Bibliotheque de la Compagnie de Jésus. INTRODUCION 27 Lo mismo se puede decir de otros que entraron después de 1540, como Pedro Canisio, “el apéstol de Alemania”, y Francisco de Borja, duque de Gandia y biznieto del papa Alejandro VI?'. Borja sucedié a Lainez como general, en 1565. Los escritos de personajes menos co- nocidos, como Gaspar de Loarte, Cristobal de Madrid y Diego de Le- desma suministran datos adicionales. Para nuestro propésito, sin em- bargo, dos de entre los posteriormente reclutados (Polanco y Nadal), eclipsan con mucho a todos los demas. Ellos se comprendieron y pre- sentaron a si mismos como meros transmisores y promulgadores de “nuestro modo de proceder’. Pero, dada la importancia de los cargos, que desempefaron Polanco y Nadal, y la competencia con que los cumplieron, ninguno de sus compafieros tuvieron una influencia mayor, mas inmediata o mas profunda en su generacién y en las futuras ge- neraciones de jesuitas. Junto con Ignacio, por consiguiente, ellos son las figuras mas importantes que guian este libro. Polanco nacié en Burgos en 1516 de una rica e influyente familia”. Algunos de sus antepasados fueron probablemente ‘cristianos nue- vos”, es decir, judios convertidos al catolicismo, pero esto nunca se ha podido probar. A los trece afios Juan empezé a estudiar las humanida- des y filosofia en la Universidad de Paris, donde su tio seria mas tar- de rector. Permanecié en Paris durante ocho afios. En 1541 consiguié un empleo como scriptor apostolicus en la curia papal en Roma. Ese afio hizo los Ejercicios Espirituales bajo la direccién de Lainez y entré en la Compania. Ignacio le envié casi inmediatamente a estudiar teo- logia en la Universidad de Padua. Poco después Ie llamé a Roma co- mo secretario del general de la orden, cargo que ocup6 hasta pocos afios antes de su muerte en 1576. Mucho mas que un mero amanuen- se fue un consultor de confianza y guia no sélo para Ignacio, sino tam- bién para los otros generales —Lainez y Borja— a los que sirvié desde 1547 hasta 1572. Ademas de su papel de redactor de las Constituciones y de mucha de la correspondencia de los generales, Polanco bosquejé y compuso muchos otros documentos oficiales o semioficiales sobre una extensa variedad de temas, incluyendo la educaci6n??. En 1553-54, en consul- *® Cfr. James Brodrick, Saini Peter Canisius, Chicago, Loyola University Press, 1962. Su correspondencia no esta en MHSI, pero si en Otto Braunsberger, Beati Petri Canisii Societatis lesu Epistolae et Acta, 8 vol., Freiburg, Herder, 1896-1923. Cfr. también Gilmont, Ecrits, 209-231. 2 Gfr. Candido de Dalmases, E! Padre Francisco de Borja, Madrid, BAC popular, 1983. 2 Para una informaci6n biografica basica, ver Antonio de Aldama, Imagen ignaciana del jesuita en los escritos de Polanco, Roma, Centrum ignatianum Spiritualitatis, 1975, 7-30; y Constance Jones Mathers, “Early Spanish Qualms about Loyola and the Society of Jesus”, The Historian, 53 (1991) 679-690. De especial importancia es Angelo Martini, "Gli studi teo- logici di Giovanni de Polanco alle origini della legislazione scolastica della Compagnia di Gest”, AHSI, 21 (1952) 225-281. Ver también Clara Englander, ignatius von Loyola und Jo- hannes von Polanco: Der Ordenstifter und sein Secretar, Regensburg, F. Pustet, 1956. 3 Cfr. Gilmont, Ecrits, 196-208. 28 LOS PRIMEROS JESUITAS ta con otros jesuitas compilé y publicé a instancias de Ignacio un pe- quefo directorio sobre confesores y penitentes, uno de los primeros li- bros impresos por un jesuita”*. En 1575 publicé, para uso de los jesui- tas un tratadito sobre el servicio a los moribundos”. Como secretario de la Compaiiia pronto inicié la practica de escribir cartas circulares a todos los miembros varias veces al afio, en las que resumia las actividades mas importantes de los jesuitas alrededor del mundo, segtin ellos mismos las describian en la monumental corres- pondencia que enviaban a Roma. Aunque el fin era la edificacion, las circulares de Polanco estan llenas de detalles concretos sobre las ac- tividades de los jesuitas: como eran recibidos y cémo se enfrentaban a los problemas. Mas importante todavia, inculcaban vigorosamente a to- dos los que las leian u oian -damos por supuesto que eran, en su ma- yoria, miembros de la primera Compania— lo que significaba ser jesuita y como “nuestro modo de proceder” se ponia en practica en todo el mundo. Su influjo hubo de ser grande. El trabajo mas voluminoso, con mucho, que proviene de Polanco y el mas profusamente utilizado en este libro sigue el mismo plan que las cartas circulares: su Chronicon Societatis Jesu, dictado a uno o mas amanuenses al fin de su vida, 1573-7476. El trabajo, que llena seis gruesos volimenes de Monumenta, es lo que indica el titulo, una cré- nica detallada de las actividades de los miembros de la Compajia, ca- sa por casa, provincia por provincia, pais por pais, afio por afio, desde 1537 hasta la muerte de Ignacio en 1556. Fue emprendido a peticion de Everardo Mercuriano, el nuevo general elegido en 1572, para guiar- lo en su gobierno. En la crénica Polanco contaba, cuando le era posi- ble, el numero de jesuitas de una casa determinada, los éxitos y fraca- sos de sus ministerios y sus relaciones con las clases altas y bajas de la sociedad. Sazonaba su informacién con anécdotas que revelan mu- cho la mentalidad, tanto del autor como de los destinatarios, y que dan viveza al arido formato de la crénica. El Chronicon destruye el estereotipo de una orden religiosa bajo una rigurosa disciplina militar, cada miembro actuando como un peén exclusivamente bajo las érdenes de su superior; sustituye esta imagen por un cuadro en el que aparece una vasta red de individuos empren- dedores que, al mismo tiempo que guardaban una comunicaci6n cer- cana con los que detentaban la autoridad y recibian de ellos direccién y “consolacién”, se adaptaban a las necesidades del lugar y trataban de aprovecharse de las oportunidades, segtin se presentaban. El! Chro- *4 Juan Alfonso de Polanco, Breve directorium ad confessarii et confitentis munus ri- te obeundum, Roma, A. Blado, 1554 3 Polanco, Methodus ad eos adiuvandos qui moriuntur, Macerata, Sebastiano Mar- tellini, 1575. * André Ravier, La Compagnie de Jésus sous le gouvernement d'ignace de Lo- yola (1541-1556): D'aprés les Chroniques de J.-A. de Polanco, Paris, Desclée de Brouwer, 1990. INTRODUCION 29 nicon suministra los datos de este periodo que permiten responder ala cuestion de hasta qué punto los jesuitas tenian una estrategia clara- mente formulada para su ministerio en una determinada area. Polanco escudrifiaba para su informacién los archivos de la corres- pondencia que llegaba, que él conocia mejor que ningun otro. El Chro- nicon contiene las imperfecciones de esta clase de documentos. Se in- teresa mas por las victorias que por las derrotas. A menudo omite informaci6n entre lineas, que nos encantaria conocer. Para tal infor- macidn, cuando existe, debemos recurrir a la correspondencia misma y a otra documentaci6n. Con todo, Polanco es un reportero sobrio, fran- co y equilibrado que nunca suprime la mala noticia por el simple hecho de ser mala. Mientras que Polanco nunca salié de Roma desde que fue nombra- do secretario, la vida de Nadal como jesuita qued6é marcada por largos y frecuentes viajes por Europa para asuntos oficiales de la Orden®’. En sus viajes, casi en solitario, negocié las bases financieras de veinte co- legios de los jesuitas. En los intervalos entre sus largos viajes mantuvo cargos importantes en Roma. La frecuencia y el caracter de los viajes de Nadal significaban que practicamente todos los jesuitas de Europa se habian encontrado con él y le habian escuchado y muchos habrian pasado una hora o mas con él, en privado, al menos una vez en su vida. Asi Nadal conocié e influy6 en mas miembros de la Compafifa, con un contacto mas inme- diato, que el mismo Ignacio, y por un periodo mas largo de tiempo. Continu6 ocupado en estos viajes bajo los dos siguientes generales hasta 1572, ocho afos antes de su muerte en 1580. Mas que ningtin otro, infundié en las dos primeras generaciones su esprit de corpsy les ensefié lo que significaba ser jesuita. Nacido en una préspera familia de Palma de Mallorca en 1507, Na- dal estudié durante unos cinco afios en la Universidad de Alcala. Lue- go fue a Paris en cuya Universidad conocié a Ignacio y a sus compa- fieros, pero rehus6 sus invitaciones a unirse a ellos. En 1538 en Avifién se ordené de sacerdote y recibié de su universidad el doctora- do en teologia. Afios mas tarde en su Mallorca natal, después de una conversion espiritual intensa y después de leer una carta circular de Javier desde la India, comenzo a recapacitar y viajo a Roma, princi- palmente para conocer la nueva Compania de primera mano. Alli en 1545 Ignacio y otros le urgieron a que hiciera los Ejercicios durante un mes, cosa que hizo con la ayuda de Jerénimo Doménech. Durante su retiro Nadal logr6, después de muchas dificultades, resolver sus du- 7 Dennis Edmond Pate, “Jerénimo Nadal and the Early Development of the Society of Jesus, 1545-1573", Tesis doctoral, Universidad de California, Los Angeles, 1980; Ma- nuel Ruiz Jurado, “Cronologia de la vida del P. Jerénimo Nadal, S.J. (1507-1580)", AHS/, 48 (1979) 248-276; William V. Bangert, Jerome Nadal, S.J. (1507-1580): Tracking the First Generation of Jesuits, ed. Thomas M. McCoog, Chicago, Loyola University Press, 1992. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. INTRODUCION 31 En el circulo intimo de los primeros jesuitas, Nadal era el mas pro- fundamente influenciado por el movimiento humanistico, y su impor- tancia para los fundamentos de la tradicién jesuitica en el campo de la educacién dificilmente se puede sobrevalorar. Dotado de habilidad or- ganizadora y con una fina visién del detalle (demasiado fina, segtin al- gunos), fue también un pensador y un orador, capaz de concebir y pro- yectar una visién amplia del papel y la misién de la nueva Compafiia. Sus conocimientos de Buenaventura, Tomas de Aquino y otros pensa- dores medievales, le capacitaron para aportar una base teologica mas explicita a algunas de las ideas de Ignacio*°. Como otros, entre estos primeros jesuitas, Nadal fue un escritor in- fatigable y confid sus ideas al papel en forma de platicas, comentarios, instrucciones, meditaciones, dialogos, apologias, “reglas” y cartas, asi como en reflexiones personales para su propio uso. Muchos de estos documentos circulaban manuscritos entre sus coetaneos y han sido publicados en ediciones modernas*". Con muy pocas excepciones, se dirigian a una audiencia jesuitica. Estudios modernos reivindican la reputaci6n de que gozaba Nadal en vida como un fiel intérprete de Ignacio y del Instituto. El fue, en to- do caso, un intérprete. Esto quiere decir que hay rasgos en sus escritos que no encontramos en otras partes, aunque no sean mds que desa- trollos de ideas formuladas mas sucintamente en otras fuentes. Aqui, como siempre, el fondo y la forma se entrelazan inseparablemente. El estilo de Nadal es mas completo, menos reservado y retoricamente mas efectivo que el de Ignacio. Estas cualidades se ponen especialmente de manifiesto en sus exhortaciones. Sus unicos trabajos con pretensiones literarias son los dos largos dialogos 0 coloquios que compuso entre 1562 y 1565, en los que imagina una conversacidn tripartita entre un lu- terano, un discipulo de los jesuitas y otro catdlico que sospecha de am- bos**. También tuvo oportunidad de escribir algun que otro comentario sobrio y técnico, como sus scholia sobre las Constituciones*. Hasta aqui he intentado presentar mis objetivos, describir las fuen- tes mas importantes e introducir a los dos jesuitas, ademas de Ignacio, mas importantes en la formaci6n de la Compafiia de Jesus. Pero hay también otras consideraciones que nos seran Utiles para la compren- sin de lo que sigue. El libra se divide en dos partes que de algiin mo- do se superponen. La primera parte (capitulos del 2 al 6) trata de los ministerios de los jesuitas. La segunda (del 6 al 9) trata de su cultura. El “modo de proceder’” de los jesuitas es un tema que fluye a través de todo el libro. % Nadal, Jerome en Dictionnaire de Spiritualité. 3 Gilmont, Ecrits, 232-249; especialmente anticuado on lo que se refiere a Nadal. ® fr. Nicolau, Nadal. 33M Nadal, 5: 524-774. ™ Scholia in Constitutiones S.1., ed. Manuel Ruiz Jurado, Granada, Facultad de Teologia, 1976. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. INTRODUCION 33 nas residencias permanentes, sostenidas sdlo por limosnas. Sin em- bargo, suponian que la mayor parte de sus miembros no residirian, por mucho tiempo en las que vinieron a llamarse “casas profesas”, sino que tenian que estar disponibles para, en el mismo instante del aviso, mudarse a otros lugares y aun para pasar la mayor parte de sus vidas en viajes y peregrinaciones en raz6n del ministerio, viviendo de las li- mosnas voluntarias que se les brindaran. Este ideal permanecié central en la herencia jesuitica®®, pero ahora tenia que conciliarse con el man- tenimiento de instituciones permanentes y, lo que es tan importante, con la necesidad de continuidad en su personal. Los colegios trajeron consigo otros cambios importantes en la Com- pafiia: en su relacién con la cultura, en un modelo de vivir de dotacio- nes mas bien que de limosnas y hasta en los niveles sociales a los que los jesuitas dirigirfan sus ministerios. Aunque los documentos jesuiticos mas oficiales nunca lo anunciaron paladinamente, los colegios llegaron a ser una parte de la autocomprensién de los jesuitas. Ellos simboliza- ron y ayudaron poderosamente a efectuar cambios que pusieron en marcha todo lo que siguid, desde los primeros ocho o doce afios de historia jesuitica. El capitulo que trata de los colegios marca, por consi- guiente, un hito tanto cronolégico como cultural. Se encuadra en la pri- mera parte del libro porque trata de uno de los ministerios de los jesui- tas. Pertenece igualmente a la segunda parte porque los colegios influyeron significativamente en la cultura de los jesuitas. Los jesuitas fueron la primera orden religiosa de la Iglesia Catolica que abordé la educacién forma! como un ministerio de primer orden. Se convirtieron en una “orden ensefante”. Nos es dificil revivir la audacia de tal decision en su dia. Su importancia, para la cultura del temprano catolicismo moderno, fue incalculable. Cuando la Compania fue supri- mida por edicto papal en 1773, dirigia mas de ochocientas universida- des, seminarios y, especialmente, colegios de bachillerato en todo el mundo. El mundo no habia visto antes, ni ha vuelto a ver desde enton- ces, una red tan grande de instituciones educativas actuando a nivel in- ternacional. Los colegios estaban con frecuencia en el centro de la cul- tura de las villas y ciudades donde radicaban: podian anualmente representar varias obras de teatro y aun ballets y algunos mantenian importantes observatorios astrondmicos. Casi al mismo tiempo que comenzé la fundacién de los colegios, los jesuitas se comprometieron con mas vigor y en mayor numero con la Reforma en Alemania. No es necesario insistir en que la Reforma influy6 en la imagen de la Compafiia de Jess, que de hecho es des- crita a menudo como si hubiese sido fundada precisamente para opo- nerse al protestantismo. Tal descripcién, por supuesto, es equivocada. En Paris los compafieros habian sido testigos de las incursiones del 88 Cfr. John W. O'Nalley, ‘To travel to Any Part of the World: Jernimo Nadal and the Jesuit Vocation", Studies in the Spirituality of Jesuits, 16/2, (1984). 34 LOS PRIMEROS JESUITAS “luteranismo” en la capital francesa y no mostraron ningun interés por entender cuales eran las doctrinas del nuevo movimiento. Aunque co- nocian la Reforma, ésta no jugé un papel palpable en el futuro que ellos se habian disefiado y apenas la mencionan al describir sus afios en Paris. Cuando en 1534 hicieron el voto de emplear algun tiempo de su ministerio en un lugar distante, pusieron los ojos en Jerusalén, no en Wittenberg. Jerusalén domino su imaginacion hasta que la imposibilidad del via- je les forzo a la alternativa de ira Roma a buscar ayuda en una mas amplia visi6n de las necesidades pastorales, que el Papa presumible- mente tenia. Con este cambio Ilegé la probabilidad, casi inevitable, de alistarse en la lucha contra el protestantismo. Fabro estaba ya en Ale- mania a finales de 1540, pero no por iniciativa jesuitica. Sin embargo, en 1550, la “defensa de la fe” se habia colocado en lugar privilegiado en la Formula, porque los jesuitas habian caido en la cuenta de que la Reforma les sefialaba una obligacién pastoral de maxima urgencia. De hecho tendieron a comprender la Reforma, ante todo, como un problema pastoral. Vieron sus causas fundamentales, y su remedio, re- lacionados no tanto con temas doctrinales, como con la situacién espi- ritual de las personas afectadas, y contribuyeron a mantener esta inter- pretacién, que guardaba correlacién con su propio conocimiento de lo mas importante en la vida. Retrospectivamente, algunos jesuitas em- pezaron a interpretar su propio origen como una respuesta providencial a la Reforma. Al volver hoy la vista a esos origenes, podemos quedar sorprendidos casi tanto por las semejanzas entre estos dos fendmenos, como por sus profundas diferencias, que todos admiten. De todos modos, aun con una historia muy diferente, la Compafia de Jestis habria existido, aunque no se hubiera producido la Reforma. No se puede definir a la Compajia principalmente en relacién a ésta. En muchas partes del mundo el impacto directo de la Reforma en los jesuitas fue minimo 0 nulo. El impacto indirecto es cuestién totalmente distinta y mucho mas compleja. Esto nos lleva al fendmeno a veces llamado la Contrarrefor- ma 0, actualmente en forma generalmente mas aceptada, la Reforma Catdlica. Cualquier término o combinacion de términos que uno adop- te a este respecto, tendra que afrontar la tesis de que las medidas to- madas para contrarrestar la Reforma produjeron o promovieron cam- bios generalizados en la “vieja iglesia”, vigentes incluso en épocas y lugares en los que el protestantismo como tal era desconocido, hasta en instituciones de larga historia®. 38 _La tesis la formula agudamente Gottfried Maron, “Das Schicksal der katholis- chen Reform im 16. Jahrhundert: Zur Frage nach der Kontinuitat in der Kirchenges- chichte”, Zeitschrift fir Kirchengeschichte, 88 (1977) 218-219. Ver también Paolo Si- moncelli, “Inquisizione Romana e Riforma in Italia’, Rivista Storica Italiana, 100 (1988) 1-125. INTRODUCION 35 En mi opinién no se puede negar la verdad de esta tesis. Tiene evi- dentemente inmensas implicaciones para la Compajifa de Jesus, cuyo nacimiento coincidié con los inicios de estos cambios. Al seguir la evo- lucién de la Compajifa de Jesus durante sus primeras décadas nos ve- mos forzados a describir los comienzos de cambios significativos en ta- lante religioso y en sensibilidades dentro del catolicismo. Los cambios en teoria y metodologia de la catequesis son un caso puntual, como veremos. Para citar un ejemplo mas palpable: aunque los aspectos mas extremos de los esfuerzos del Papa Paulo IV para hacer cumplir una rigida disciplina eclesidstica fueron rechazados poco después de su muerte en 1559, significaron, no obstante, una nueva prontitud en la represion y en la unificacién confesional de criterios. Mas aun, la eje- cuci6n de los decretos del Concilio de Trento (1545-1563) comenzd precisamente cuando se cerrd el periodo que abarca este libro. El aplicar esta tesis a la Compajifa de Jestis exige un concienzu- do examen de cémo afectaron estos cambios en este caso particular. Por eso me fijo en como los jesuitas se relacionaban con las institu- ciones catdlicas romanas, incluyendo el papado y el Concilio de Tren- to. No todas las caracteristicas que asociamos con el “catolicismo tri- dentino” se verifican en la Compafiia de Jesus. Mas especificamente, a pesar de la implicacién de unos pocos jesuitas de primera fila en el Concilio de Trento y el apoyo incondicional al Concilio por parte de la Compania, los jesuitas, como cuerpo, adoptaron maneras significati- vamente diferentes de afrontar los fines genéricamente comunes, que compartian con el Concilio. En otras palabras, no debemos tomar los decretos de Trento y su ejecucidn directa como muestra de todo lo que sucedio en el catolicismo, ni, a pesar del gran impacto que el Concilio tuvo en la Compafiia, debemos ver a los jesuitas primera- mente como realizadores del programa del Concilio. Tenian su propio programa. éDe qué programa se trataba? {No era la “reforma de la Iglesia? Este es, después de todo, el programa que comunmente se les atri- buye, tanto en la literatura popular como en /a culta. Sin embargo, uno de los rasgos que sorprenden en las fuentes jesuiticas primitivas es que raras veces aparece esa expresion: nunca es virtualmente usada para describir el programa de la Compafiia. Es que, en realidad, no expresa lo que ellos pretendian®’. Cuando el simple término “reforma” (reformatio) aparece en la do- cumentaci6n jesultica, como sucede a menudo, a veces se refiere aia teforma de instituciones especificas, como un monasterio 0 un con- 57 Of. John W. O'Malley, “Was Ignatius Loyola a Church Reformer? How To Look at Early Modern Catholicism’, The Catholic Historical Review, 77 (1991) 177-193. Ver tam- bién Roberto Ruscori, “Gli ordini religiosi maschili dalla controriforma alle soppressioni settecentesche: Cultura, predicazione, missioni”, en Clero e societa nell'Italia moderna, ed. Mario Rosa, Bari, Editori Laterza, 1992, 207-: 274. 36 LOS PRIMEROS JESUITAS vento. Se refiere con mas frecuencia y de modo caracteristico a un in- dividuo y es equivalente a conversién. Esto nos acerca mucho mas al tema principal del programa jesuitico. La Compaiiia fue fundada para la “defensa y propagacién de la fe” y “el progreso de las almas en la vida y doctrina cristiana”. Fue funda- da para ‘la mayor gloria de Dios” (ad maiorem Dei gloriam), frase 0 idea que se encuentra mas de mil veces en las Constituciones y que con el tiempo fue adoptada extraoficialmente como su lema. Se veian asi mismos como maestros de “Cristianismo” (Christianitas 0 Christia- nismum), es decir, de las creencias y practicas basicas. Pero entre tales expresiones ninguna brota con mas frecuencia en la documentaci6n jesuitica -practicamente en cada pagina—, que “ayudar a las animas”. En la Autobiografia, en las Constituciones y en su co- rrespondencia, Ignacio la usd una y otra vez para describir lo que le mo- tivo a él, e iba a motivar a la Compania. Sus discipulos la asimilaron e incansablemente la repetian, como la mejor y mas sucinta descripcion de lo que trataban de hacer. Ayudaban a las almas con sus ministerios y por eso precisamente los ministerios de la Compafia juegan un papel tan importante en este libro. Sus ministerios y el modo de realizarlos eran la quintaesencia de la autocomprensién de los jesuitas. Este libro tiene pocas tesis que dis- curran por él con més insistencia. Lo que hacian los jesuitas nos dira lo que eran. Es necesario subrayar esto porque, en relacién a los jesuitas y a otros grupos e instituciones religiosas del siglo XVI, los eruditos han dirigido sus investigaciones a otros temas, como a la politica, organi- zacién, doctrina y teologia, ética, aprendizaje espiritual, composicién social y ambiente. Sin negar la importancia de estos temas, ésos no son los ministerios, la actividad por la que los jesuitas se autodefinian principalmente. “Ayudar a las animas”. Por “alma” los jesuitas entendian la persona integral. Asi podian ayudar a las almas de muchas maneras, por ejem- plo, suministrandoles alimento para el cuerpo y doctrina para el espiri- tu. Por eso su lista de ministerios es tan larga que, a primera vista, pa- rece no tener limites. No obstante, los jesuitas ciertamente querian, ante todo, ayudar a la persona a conseguir una relacion siempre mejor con Dios. Buscaban ser mediadores de una experiencia inmediata de Dios que les conduciria a un cambio interior de coraz6n o a profundizar el sentido religioso ya existente. Este propésito brilla, a través de lo que escribieron y dijeron, con diversos grados de claridad, como la ultima meta que tienen en la mente cuando hablan de ayudar a las almas, ya sea por medio de la simple christianitas de sus catequesis 0 por algo mas profundo. El entramado religioso y cultural en que vivian los jesuitas significa- ba que creian y aceptaban los dogmas basicos cristianos, como una aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 38 LOS PRIMEROS JESUITAS ca se caracterizaba por sentimientos de culpabilidad y angustia y han mas que sugerido que este estado de ansiedad continud y aun se in- tensific6é en el catolicismo, al tiempo que trataba de llegar a un acuer- do con la Reforma. No todo el mundo acepta esta tesis*’. Sin embar- go, los eruditos que la sugieren atribuyen a menudo este sentido de culpabilidad y angustia directamente a la practica y la doctrina respec- to al sacramento de la penitencia, un sacramento que de alguna ma- nera es la piedra angular de los ministerios jesuiticos. De ahi que la in- sistencia de los jesuitas en el aspecto consolatorio de ese sacramento y en la vida cristiana en general asuma un significado particular. El modo en que los jesuitas trataban el sacramento de la penitencia y su insistencia en su caracter consolatorio son un sintoma de cémo ac- tuaban en muchas instituciones tradicionales. Los jesuitas eran, por un lado, muy tradicionales y aceptaban las instituciones y muchas practicas que las rodeaban. Por otro, las empleaban e interpretaban dentro de un marco que en cierto punto las remodelaba, aun cuando no se daban per- fecta cuenta de que lo estaban haciendo. Otra cuestion muy diferente es si esta remodelacién bastaba, en cada caso, para superar los problemas inherentes a las instituciones que aceptaban sin pestafiear. Aceptaban, por ejemplo, los varios tribunales eclesiasticos conoci- dos como Inquisiciones. A causa de la Reforma, principalmente, estos tribunales adoptaron un nuevo vigor y un nuevo programa a mediados del siglo XVI y actuaron de modo diferente*'. Esta evolucién significaba que la angustia de que hablan los estudiosos no se cefia al reino pri- vado de la conciencia individual, sino que encontraba su expresi6n en las instituciones de la sociedad en general. En ciertos sectores, el catolicismo, a principios de la época moder- na, era acosado y hostigado desde dentro. Estaban a la orden del dia suspicacias repugnantes de los correligionarios catdlicos y denuestos y persecuciones publicas contra ellos. Mientras los catolicos se regocija- ban de las luchas encarnizadas entre los protestantes, a menudo eran culpables de lo mismo‘. En otros sectores aparece una realidad muy diferente. Los jesuitas suscitaban con frecuencia, en aquellos entre quienes vivian, un fervo- roso entusiasmo, inconsciente de las grandes batallas que rugian a su alrededor. Cuando los jesuitas trabajaban en confraternidades, cuando “0 Ver, por ejemplo, Jean Delumeau, E] miedo en Occidente: siglos XIV-XVIIl, Ma- drid, Taurus, 1989; también Robert Bireley, “Two Works by Jean Delumeau’, The Catho- lic Historical Review, 77 (1991) 78-88. Como sefiala Bireley, Delumeau desarrolla igual- mente los temas de la paz y la seguridad, que destacan mas en su reciente obra La contesi6n y el perdén, Madrid, Alianza, 1992; un reciente estudio que contesta parte de esta tesis es el de Larissa Taylor, Soldiers of Christ: Preaching in Late Medieval and Re- formation France, New York and Oxford, Oxford University Press, 1992. +" Cir. Agostino Borromeo, “The Inquisition and Inquisitorial Censorship’, en O'Ma- lley, Catholicism, 253-272. “2 Cf. Jean Delumeau, Un chemin d'histoire: Chiétienté et christianisation, Paris, Fayard, 1981. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 40 LOS PRIMEROS JESUITAS otros casos, expresiones de una légica cultural y religiosa que casi nos es imposible sondear; tan diferente es de la nuestra. En todo caso, jun- tamente con polaridades y paradojas, existian ciertos presupuestos so- bre Dios, el mundo, los seres humanos y sus relaciones, que eran casi tan constantes, como podria esperarse de una instituci6n extensa y compleja. Estos principios eran el aspecto mas importante de la Com- pafia de Jests. Se manifestaban en gran ntimero de formas, pero qui- za en ninguna tan claramente como en los ministerios de los jesuitas, en sus intentos de “ayudar alas animas”. Asi pues, tras la mise-en-scé- ne del primer capitulo, este libro comenzara con la presentaci6n de sus Ministerios. CAPITULO 1 Los cimientos de la fundacion La historia de los primeros jesuitas, no comienza, estrictamente ha- blando, hasta que la Compafiia de Jests comienza a existir oficial- mente con la bula papal del 27 de Septiembre de 1540. Sin embargo no es posible entender la historia de la orden, si no se tienen en cuen- ta la vida de Ignacio hasta ese momento y los Ejercicios Espirituales, ya sustancialmente terminados de redactar unos afios antes. 1. Ignacio y los primeros compafieros Inigo Lopez de Loyola nacié —benjamin de una numerosa familia— muy probablemente en 1491, en el castillo de Loyola, en el pais vasco del norte de Espafia, cerca de Azpeitia, en la provincia de Guipuzcoa’. Recibid la educaci6n militar y la escasa formacion académica propia de su clase. Cuando tenia unos trece afios fue enviado por su padre a Arévalo, con la familia de Juan Velazquez de Cuéllar, tesorero mayor del rey Fernando de Arag6n, donde tue instruido en las costumbres y en las artes propias de un cortesano. Residié en Arévalo durante varios afios. En una visita a Loyola en 1515, Inigo fue citado a juicio por albo- roto; por aquel tiempo objet6 que habia recibido la tonsura y, por con- siguiente, gozaba del beneficio de los ciérigos. Este incidente y su con- fesién, mucho mas tarde, de que habia sido indiscreto en sus relaciones con mujeres —"satis liber in mulierum amore”, indican que su estado clerical, conseguido no sabemos cuando, funcionaba para él slo como conveniencia legal’. ‘Para mas detalles sobre las vidas de Ignacio y sus companeros hasta 1540, ver el primer volumen de Georg Schurhammer, Francisco Javier. Su vida y su tiempo, 4 vol., Bilbao, Mensajero, 1992, y Ricardo Garcia-Villosiada, San Ignacio de Loyola, Nueva Bio- grafia, Madrid, BAC maior, 1986. ?” Chron., 1: 10, 13. Para el contexto cultural de los primeros afios, cfr. Rogelio Gar- cia-Mateo, “ignatius von Loyola in seiner sozio-kulturellen Umwelt: Spanien 1491-1527", en Ignatianisch: Eigenart und Methode der Geselischaft Jesu, ed. Michael Sievernich y 42 LOS PRIMEROS JESUITAS Cuando murié Velazquez en 1517, lfigo entré en el servicio de las armas bajo Don Antonio Manrique de Lara, duque de Najera y virrey de Navarra. En 1521 el rey Francisco | de Francia inicié la primera fa- se de sus largos enfrentamientos con el recientemente elegido em- perador, Carlos de Habsburgo, que desde 1516 era también rey de Espafia. Cuando las tropas francesas entraron en Espajia y avanza- ron hacia Pamplona, |figo estaba alli para defender la plaza y el 20 de mayo fue alcanzado por una bala de cafén que destrozé su pier- na derecha e hirid malamente su izquierda. A pesar de varias opera- ciones dolorosas, los cirujanos fueron incapaces de librarle de una cojera permanente. Mientras se recuperaba en el castillo de Loyola, no encontré ningu- no de los libros de caballeria a los que era muy aficionado. Algo de- sesperado, se entrego a las Unicas lecturas que tenia a mano: las vidas de santos en la Leyenda Aurea de Jacobo de la Voragine y la Vida de Cristo de Ludolfo de Sajonia, ambas traducidas al castellano. La pri- mera le llev6 a discurrir sobre la posibilidad de adaptar su propia vidaa la de los santos y de imitar sus hazafias, imaginadas por él segtn el modelo de los héroes de caballeria que le eran tan familiares. Asi fue como empezo su conversién. En su imaginacion, sin embargo, debatié durante mucho tiempo las alternativas de o continuar, aun con su cojera, el camino anterior, 0 re- tirarse completamente de él a los ejemplos, especialmente, de San Francisco de Asis y de Santo Domingo. Descubri6 que, cuando se enfrascaba en la primera alternativa, quedaba luego seco y con el espiritu agitado, mientras que la segunda le producia serenidad y satisfaccién. Asi, consultando su experiencia interior lleg6 gradualmente a la conclusién de que Dios le estaba ha- blando y resolvié comenzar una vida totalmente nueva. El proceso por el que llegé a esta conclusién se convirtié en un rasgo distintivo del mo- do como seguiria rigiéndose a si mismo e igualmente se convirtié en el paradigma de lo que ensefaria a los demas. Una vez que recuperé suficientemente su energjia fisica, se puso en marcha desde Loyola al monasterio benedictino de Monserrat, en Ca- talufia, como primer paso de su peregrinacién a Jerusalén. En Montse- trat, después de pasar una noche entera en vigilia delante de la famo- sa imagen de la Virgen Negra, se despojé de su espada y daga y tomé. en su lugar el baculo de peregrino y la ropa de pordiosero. A principios de siglo, el abad Garcia Jiménez de Cisneros habia reformado el mo- nasterio e introducido, entre otras cosas, al recibir novicios y antes que éstos vistieran el habito benedictino, la practica de emplear diez dias Ginter Switek, Freiburg, Herder, 1990, 19-41. Para el contexto religioso, cir. Mark Rot- saert, Ignace de Loyola ot les renouveaux spirituels en Castille au début du XVIé siécie, Roma, Centrum Ignatianum Spiritualitatis, 1982. LOS CIMIENTOS DE LA FUNDACION 43 0 mas para hacer una confesién general’. Inigo, bajo la direccién del maestro de novicios, siguié una versi6n modificada de esa practica, to- mandose tres dias para escribir sus propios pecados antes de hacer una confesién similar. Este hecho cerré ritualmente en Montserrat, y de manera definitiva, la puerta de su vida pasada. La direccién precisa que tomaria su nueva vida permanecid, sin em- bargo, oscura, excepto el hecho de que, por el momento, Jerusalén se- guia siendo su meta. Cuando partié de Montserrat, planeé pasar unos pocos dias en la pequefia villa de Manresa, cerca de Barcelona, con el fin de reflexionar sobre sus experiencias hasta aquel momento. Por va- tias razones, entre ellas la primera, un brote de epidemia, prolongé su estancia alli durante casi un afio. Segun Pedro de Ribadeneira, mas tarde ilamaria a este periodo su “iglesia primitiva’, queriendo sugerir probablemente la simplicidad y autenticidad evangélica que encerraba esta expresion para los reformadores desde el siglo once*. En Manresa Inigo medité en la vida de Cristo y descubrié La Imita- cién de Cristo, un libro del que fue devoto toda su vida. Por el mismo tiempo se dio a un régimen de oracién, ayunos, disciplinas y otras aus- teridades, extremas incluso para el siglo XVI. Descuidé totalmente su aspecto, en desafio a las normas, y dejé crecer su cabellera y sus ufas. Poco después de su llegada a Manresa, por afiadidura, comen- 26 a experimentar una agudisima aridez de espiritu, dudas obsesivas sobre la integridad de sus confesiones sacramentales y aun tentacio- nes de suicidio. Buscé remedio para estas aflicciones consultando a sacerdotes que conocia, pero sin éxito. Prestando atencién de nuevo a su inspiracion interior, comenzé a encontrar una orientacién. Atemperd sus austeridades en gran medida, resolvié sus dudas sobre la confesién y gradualmente experimento una vuelta a la serenidad, junto con una gran iluminaci6n interior que a ve- ces tomaba la forma de visiones, que crefa provenir de Dios. Mas tarde describié una de estas iluminaciones como tan poderosa, que estaba dispuesto a creer lo que contenia, “aunque no hubiera Escrituras” que ensefiaran lo mismo. Esta descripcién indica su propia conviccién de que, segin lo expresaba vigorosamente, era directamente “ensefiado por Dios”®. Durante este tiempo comenzé a hacer uso de sus experiencias pa- ta ayudar a otros, y tomaba notas con este fin. Tras certeras puntuali- zaciones, los comentadores estan hoy de acuerdo en que los elemen- tos esenciales de los Ejercicios Espirituales brotaron y comenzaron a 2 Ctr. Anselmo F. Albareda, ‘Intorno alla scuola di orazione metodica stabilita a Monsarrato dall'abate Garcia Jiménez de Cisneros (1493-1510)", AHSI, 25 (1956) 254-316. + EN, 2: 344, * Autobiogratia, 29. * Autobiografia, 27.Ver también Chron., 1: 25. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. LOS CIMIENTOS DE LA FUNDACION 45 digando su sustento y comenzo también a orientar a unos pocos con los Ejercicios y a ensefar el catecismo a “muchas personas”, que se juntaban, se supone que en las calles, para escucharle®. Se le unieron varios hombres que vestian de modo parecido y seguian el mismo es- tilo de vida, que incluia la practica sospechosa de recibir la comunién cada semana. Pronto corrié el rumor de que estos “ensayalados” eran, en realidad, alumbrados. Los “alumbrados”, secuaces de un movimiento especial- mente extendido en Castilla, que exaltaba la busqueda de la perfeccion espiritual a través de la iluminacién interna, fueron perseguidos, por au- toridades temerosas, como pseudomisticos que despreciaban las ex- presiones de piedad mas tradicionales'®. Asi, los rumores acerca de Iigo y sus amigos atrajeron la atenci6n de la Inquisién de Toledo, que finalmente metié en la carcel a lfiigo y sus compafieros, durante cua- renta y dos dias, mientras esperaban un veredicto. Aunque fueron de- clarados inocentes, él y sus compafieros fueron amonestados de que vistieran como los otros estudiantes y de que no hablaran en ptiblico de temas religiosos hasta que hubieran completado cuatro afios mas de estudio. El veredicto sobre lfigo fue correcto, porque no era un alumbrado. Tenia, sin embargo, relaciones amistosas con personas asociadas al movimiento y, en algunos aspectos poco importantes, sus enseflanzas se parecian a las de ellos'’. El y los primeros jesuitas tuvieron que em- plear mucho tiempo y esfuerzo tratando de clarificar como se diferen- ciaban de los a/umbrados, especialmente cuando a veces “luteranos”, “erasmianos” y “alumbrados” eran considerados simplemente como denominaciones diferentes del mismo grupo despreciable Un poco perplejo, al experimentar las restricciones de su actividad pastoral, lfigo fue reafirmado pronto por el consejo amistoso de Al- fonso de Fonseca y Acebedo, arzobispo de Toledo, en su inclinacién a dejar de estudiar en Alcala y dirigirse a la mas distinguida de las an- tiguas universidades espafolas, Salamanca. Apenas llegados alli Ini- go y cuatro compajieros en el verano de 1527, fueron objeto de sos- pecha para los dominicos del prestigioso convento de San Esteban, donde algunos de ellos, al menos, veian el mundo plagado de los errores de Erasmo y de los herejes. En dos semanas volvid Inigo a es- ® Autobiogratia, 57. "© Sobre los “alumbrados’: Melquiades Andrés Martin, Los recogidos: Nueva visién de la mistica espafiola (1500-1700), Madrid, Fundacién Universitaria Espafiola, 1975; Massimo Marcochi, “Spirituality in the Sixteenth and Seventeenth Centuries’, en Catho- licism in Early Modem History: A Guide to research, ed. John W. O'Malley, St. Louis, Center for Reformation Research, 1988, especialmente 164-166. Para el periodo si- guiente, Alvaro Huerga, Historia de los Alumbrados (1570-1630), 4 vol., Madrid, Funda cién Universitaria Espafiola, Seminario Cisneros, 1978-88. * Gtr. Luis Fernandez, “Inigo de Loyola y los alumbrados”, en Hispania Sacra, 35 (1983) 585-680. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. LOS CIMIENTOS DE LA FUNDACION 47 juzgara ser “la mayor gloria de Dios y provecho de las almas”?. Solo dos compafieros se mencionan por sus nombres, Francisco Javier y Pedro Fabro. Practicamente todo lo que sabemos 0 conjeturamos so- bre estos afios esta basado en otras fuentes. Matriculado en su primer afio en el Colegio de Monteagudo, donde antes habjan sido estudiantes tanto Erasmo como Calvino, Ifigo se es- forzé en mejorar su dominio, ain inseguro, del latin’*. Luego ingreso en el Colegio de Santa Barbara y comenzo a referirse a si mismo unas veces como Ignacio, otras como lfigo, porque erréneamente creia que el pri- mero era una variacién del segundo"*. En Santa Barbara, Ignacio, como le llamaré en adelante, conocié y compartié alojamiento con otros dos es- tudiantes mucho mas jévenes que él: Fabro y Javier, un clérigo vasco, noble como él. Los dos fueron los primeros reclutados por Ignacio de mo- do estable para lo que llegara a ser la Compajiia de Jestis. De los dos fue Fabro el que cayé mas facilmente bajo la influencia de Ignacio'®. A pesar de sus humildes origenes como pastorcillo en una aldea de Saboya, ha- bia recibido una buena formaci6n en los clasicos latinos y griegos, bajo la tutoria de Pedro Velliard, como también su amigo Claudio Jayo. De jo- vencito Fabro habia hecho voto de castidad y decidié hacerse sacerdote. Sin embargo, al llegar a Paris a los diecinueve afios, sintié dudas sobre su porvenir y estaba torturado por escrUpulos religiosos. Los Ejercicios Espirituales, bajo la direccion de Ignacio, ahuyentaron su turbacion. Entre 1540 y su muerte en 1546, ala edad de cuarenta afios, Fabro paso casi todo el tiempo en Alemania en dos misiones pastorales de Paulo lil. Estuvo presente en la famosa dieta de Regensburg, en 1541, el Ultimo y mas prometedor esfuerzo de reconciliacién entre luteranos y Catélicos antes del Concilio de Trento. Desde Alemania Fabro alerté a sus hermanos en Roma sobre los éxitos luteranos, pero sus contactos personales con ellos fueron minimos y parece haber leido poco o na- da de lo que escribieron. Si que informé con énfasis, desde su expe- riencia como testigo presencial, sobre las escandalosas condiciones en que encontré a los catélicos, especialmente al clero. Durante estos afios Fabro fue componiendo a intervalos su Memo- rial, un diario espiritual concebido en forma de conversaci6én consigo mismo y con Dios, que se asemeja vagamente a las Confesiones de ® Autobiogratia, 85. ® Ver Rodriguez-Grahit, “Ignace de Loyola et le College Montaigu: L'influence de ‘Standonk sur Ignace”, en Bibliotheque d'Humanisme et Renaissance, 20 (1958) 388-401 | Ver Gabriel Maria Verd, “De Inigo a Ignacio. El cambio de nombre en San Igna- cio de Loyola”, AHSI, 60 (1991) 113-160. "> Hay una biogratia popular de William V. Bangert: To Other Towns: A Life of Bles- sed Peter Favre, First Companion of St. ignatius, Westminster, Md., Newman Press, 1959. No he podido consultar E. Niemann, Pierre Favre, Priester der Gesellschaft Jesu, und die Anfange der katolschen Reform in Deutschland, Innsbruck, 1963. Para mas bi- bliografia, ver Brian O'Leary, “The Discernement of Spirits in the Memoriale of Blessed Peter Favre’, The Way, supplement n? 35, 1979. 48 LOS PRIMEROS JESUITAS San Agustin'®. El documento revela la ecléctica formaci6n teoldgica de Fabro, no sin influencias de Ockham y otros franciscanos, pero muy deudor de los misticos renano-flamencos, como Taulero y Herp; tam- bién revela en su Memorial su conviccién de que la conversién interior bosquejada a lo largo de las paginas de los Ejercicios era el Unico y ul- timo remedio eficaz para los problemas que afligian a la iglesia de Ale- mania. Este convencimienta ayuda a entender el poco interés que mos- traba por los temas estrictamente doctrinales y por los programas para la reforma institucional. La contribucién mas duradera de Fabro al cato- licismo aleman fue la decisién que tomé en 1543 un joven holandés, es- tudiante de teologia, Pedro Canisio, de entrar en la Compaiia de Jesus, después de hacer los Ejercicios Espirituales bajo la direccién de Fabro. Javier, una personalidad mas robusta y audaz que la de Fabro, al principio se resistié a la insistencia de Ignacio de que examinara su vida y Sus motivaciones. A comienzos de 1533, sin embargo, se rindié con la consiguiente conversién, tan firme como la de Fabro, pero mas drama- tica, porque su vida hasta ese momento habia dado sefales de ambi- ciones mas humanas'’. Enviado por Ignacio como misionero a la India en 1540, respondiendo a la solicitud del Rey Juan III de Portugal, Javier escribia cartas a Europa, que electrizaban a sus hermanos y a todos los. que las lefan, con la magnitud de sus viajes y las noticias sobre los lu- gares extrafios en que trabajaba. Esto dio origen a una imagen popular de él como el prototipo del misionero celoso y poco reflexivo, una ima- gen desmentida por su creciente conocimiento de los problemas con que tenian que enfrentarse los europeos, que querian introducir el cris- tianismo en las culturas no occidentales, especialmente en una tan or- gullosa y antigua como la de los japoneses. Javier fue el lider, la inspi- racion y el superior oficial de los aproximadamente cuarenta jesuitas que, a la hora de su muerte, se encontraban en las “Indias”. El mismo afio, 1533, Ignacio se encontré en las calles de Paris con dos jévenes espafioles que acababan de llegar a la capital: Diego Lai- nez y Alfonso Salmerén, de veinte y dieciséis afios respectivamente. La pareja se pego a él inmediatamente, porque no sabian nada de francés y sin duda también porque ellos, como Ignacio, habian estu- diado en Alcala, aunque habian llegado alli justo cuando acababa de marcharse Ignacio. En Alcala, donde ellos permanecieron cinco afios, antes de emprender su viaje a Paris, se hicieron amigos de por vida. Lainez habia ofdo hablar de Ignacio de Loyola y queria conocerlo, lo cual dio a su encuentro con él en Paris un especial significado. En el invierno de 1534 los dos, Lainez y Salmer6n, hicieron los Ejercicios Es- pirituales bajo la direccién de Ignacio y vieron como sus vidas desde entonces daban un giro radical. ‘La edicion més fiable, con introduccion, no és el texto latino de MHSI, sino la tra- duccion francesa de Michel de Certeau, Mémorial, Paris, Desclée de Brouwer, 1960. *” Cfr. Schurhammer, Javier, 1: 1-244. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 50 LOS PRIMEROS JESUITAS porté de mal grado”’. Bobadilla provocs, entre la Compaiia y el Papa Paulo IV, la crisis que siguié a la muerte de Ignacio, crisis que encen- dio las iras de Nadal contra él y que le envolvid en una nube, que la his- toriografia subsiguiente esta sdlo comenzando a disipar*. Naturalmen- te, estos problemas posteriores no aparecian en el horizonte en la primavera y verano de 1534, cuando los siete estudiantes se pasaban sus horas libres juntos, en devota conversacion, tratando de imaginar hacia dénde se encaminaria su futuro. Entonces eran simplemente “amigos en el Sefor”. Fabro se ordend de sacerdote en julio y ya entonces los otros ha- bian decidido seguir el mismo sendero. Seguramente, bajo la direccion de Ignacio, habian tomado la decisi6n de ir a Jerusalén y de ofrecerse al papa para ser empleados en los ministerios que juzgase mejor. Enla fiesta de la Asunci6n de Maria, el 15 de agosto de 1534, se obligaron con voto a cumplir este cometido, asi como a una vida de pobreza. La intencién de vivir en castidad estaba implicita en la ordenacién sacer- dotal. A pesar de estos votos y de la decisién de ordenarse, todos in- sistieron, en sus relatos posteriores sobre este episodio crucial de sus vidas, en que no tenian intencién de fundar una nueva orden religiosa. En cuanto a Ignacio, sin embargo, una carta escrita posteriormente a su hermano indica que en ese tiempo, 0 poco después, ya habia con- cebido una idea en esa direccién®. Una mirada retrospectiva nos permite ver con seguridad en el acontecimiento de aquel dia de agosto la piedra angular de la futura Compaiiia de Jesus. Los que la pusieron venian de diferentes nacio- nes y de diferentes clases sociales y su edad fluctuaba entre los die- cinueve y los cuarenta y tres afios mas 0 menos. Estaban vinculados mutuamente, bajo el liderazgo de Ignacio, por lazos de amistad (que en algun caso eran sélo de pocos fragiles meses), por sus estudios en la misma alma mater y, mas profundamente aun, por la experiencia re- ligiosa de los Ejercicios, en la que cada uno fue guiado durante un mes por su autor. En la primavera de 1535 Ignacio se marché de Paris para hacer el que resultaria ser su Ultimo viaje a su tierra natal, después del cual se juntaria con los otros en Venecia, desde donde tratarian de asegurar- se un pasaje para Jerusalén. Antes de que aquellos seis partieran de Paris cerca de afho y medio mas tarde, se les unieron, con la misma determinaci6n, otros tres franceses: Claudio Jayo (amigo de Ia infan- cia de Fabro, de Saboya), Pascasio Broét (de Picardia) y Juan Codu- 2" Gfr. José Carlos Monteiro Pacheco, Simao Rodrigues, iniciador da Companhia de Jesus em Portugal, Braga, Edit. A. O., 1987. % No hay biografia ni estudios completos. Ver, sin embargo, Arthur L. Fisher “A Study in Early Jesuit Government: The Natur and Origins of the Dissent of Nicolas Boba- dilla’, Viator, 10 (1979) 397-431. 23 Mi Epp.. 1, 148-151. LOS CIMIENTOS DE LA FUNDACION 51 re (de Provenza), todos los cuales, como sus nuevos compaferos, po- sefan el titulo de Maestro en Artes de la universidad’*. Fabro habia ga- nado a esos nuevos compaiieros y los habia guiado por medio de los Ejercicios. En su largo y precario viaje a pie hasta Venecia, los nueve compa- fieros vestian el mismo uniforme de estudiantes universitarios y, ade- mas de algo de ropa, llevaban consigo en sus mochilas de piel sdlo sus Biblias y papeles personales. El 8 de enero de 1537 llegaron a Ve- necia, donde Ignacio les habia estado esperando durante algo mas de un afio. Habia empleado su tiempo estudiando alli teologia privada- mente, teniendo otro encuentro con la Inquisicién y un primer y fatidico choque con el Cardenal Juan Pedro Carafa (el futuro Papa Paulo !V), guiando a algunos por medio de los Ejercicios y, como resultado, atra- yendo al grupo a otro nuevo recluta, un sacerdote andaluz llamado Diego de Hoces, que murié inesperadamente dos afios mas tarde. Como los barcos no navegaban a Palestina en los meses de invier- no, los compajieros se dividieron en dos grupos de cinco para trabajar gratis en el Hospital de los Incurables, principalmente con victimas de sifilis, y en el Hospital de los Santos Juan y Pablo. Cuidaban de los pa- cientes, fregaban los suelos, vaciaban cubos de basura, cavaban fosas, preparaban los cadaveres para la sepultura y los enterraban. Segun una relacion posterior de Rodrigues, se sentian a veces medio muertos de hambre, fatiga, repugnancia y temor al contagio**. Los dos sacerdotes, Fabro y Hoces escuchaban las confesiones de los enfermos. Interrumpieron esta tipo de vida en la primavera para visitar Roma y conseguir la bendicién del Papa Paulo III para su viaje. Ignacio, el Uni- co que no habia trabajado en los hospitales, se qued6 atras porque te- mia una desagradable recepcién para él de parte de dos figuras influ- yentes en la corte papal, el Cardenal Carafa y el doctor Pedro Ortiz, que le habia denunciado a la Inquisicién en Paris por posible herejia. Para sorpresa de los compafieros, Ortiz, ahora consejero de Catalina de Aragén ante la Santa Sede para la defensa de su matrimonio, se ha- bia formado entre tanto una opinién totalmente favorable sobre ellos y hasta les invité a entablar una disputa teolégica en honor del papa. En esta ocasi6n Paulo III bendijo su peregrinacion, les proveyé de algunos fondos no solicitados para pagar el pasaje y les dio permiso para ser ordenados por cualquier obispo que eligiesen. Cuando volvieron a Venecia reanudaron su antiguo trabajo y el 24 de junio de 1537, siete de ellos, incluido Ignacio, fueron ordenados sa- cerdotes. Pronto abandonaron Venecia y se dispersaron en grupos de dos y de tres a Verona, Vicenza, Monselice, Bassano y Treviso, don- de primero pasaron cuarenta dias en retiro y oracién y luego se ocu- 2 Cfr., para Jayo, Jay and Saimeidn, de Bangert. No hay estudios completes sobre Broét y Codure. Cronologias de los diez en AHSI, 59 (1990) 179-344. 2 M. Broét, 475. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 54 LOS PRIMEROS JESUITAS papa ‘acerca de las misiones”, asi como que la iglesia tenia ya dema- siadas 6rdenes religiosas y que se habia prohibido fundar otras nue- vas, nada menos que desde el Concilio Lateranense !V (1215), Conta- tini defendié la integridad de los “Capitulos”. Ignacio y sus hermanos se pusieron a orar, pero también consiguieron para su causa algunos de los influyentes amigos que habian hecho en Italia central. Quince me- ses después de que por primera vez se le presentaran al papa los “Capitulos”, Paulo lil los confirmé convirtiéndolos en la sustancia de la Regimini militantis ecclesiae el 27 de septiembre de 1540. Aun antes de las deliberaciones en 1539, origen de los “Capitulos”, la Compania habia admitido nuevos miembros y continuaria admitiéndolos en los meses siguientes hasta la publicacion de la bula papal. Al principio estos nuevos miembros eran principalmente oriundos de la peninsula ibé- fica, que por diversos motivos se encontraban en Roma. Entre ellos esta- ba Antonio de Araoz, emparentado indirectamente con Ignacio. Inteligen- te y obstinado, llegé a ser el primer provincial de la provincia jesuitica de Espafia en 1547, que por entonces contaba aproximadamente con cua- renta miembros. Diego y Esteban de Eguia, hermanos del impresor, se unieron por este tiempo. Diego, que habia trabado amistad con Ignacio en Alcala y fue entonces mismo su confesor, era sacerdote y Esteban, viudo. Jerénimo Doménech, rico canénigo valenciano de veintitrés afios, que estaba en Roma por negocios familiares en la corte papal, habia estudiado en Paris, donde habia conocido a alguno de los compafie- tos. Influenciado especialmente por Javier, hizo los Ejercicios con Lai- nez en septiembre de 1539 y, a pesar de la gran oposicién de su fami- lia, opto por la Compajia, en la cual ocuparia un buen numero de cargos hasta su muerte en 1592. Pedro de Ribadeneira, un paje al servicio del cardenal Alejandro Far- nesio, un dia hizo novillos de sus obligaciones y, temeroso de volver, buscé refugio en la casa donde estaban los compajfieros. Le gusté lo que vio y en agosto de 1540 Ignacio le recibio en la Compafia. Ribadeneira tenia catorce afios. De disposicién viva e inteligente tuvo una relacién muy estrecha con Ignacio y escribié su primera biografia en 1572. Por este tiempo empezaron a unirseles unos pocos italianos. Uno de ellos fue Pedro Codacio, chamberlan en la corte papal, que ayud6 a transferir a la Compania de Jesus la iglesia de Santa Maria della Strada, la primera iglesia que tuvieron los jesuitas, y emplazamiento de la futura iglesia del Gest en el centro de Roma. La iglesia era pe- quefia e incémoda, pero su ubicacién era ideal para hombres cuya de- dicaci6n a predicar y a otros ministerios les llevaba permanentemen- te a construir sus iglesias y casas lo mas cerca posible del centro de las ciudades en que se encontraban*?. ” P. Co., 2, 720. Ver Thomas M. Lucas, “The Vineyard and the Crossroad: The Ur- ban Vision of Ignatius of Loyola” Thesis doct. Graduate Theological Union, Berkeley, 1991, 67-79. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. 56 LOS PRIMEROS JESUITAS tias. Esas caracteristicas se deben en parte, sin duda, a las limitacio- nes del autor y a las condiciones en que nacieron los Ejercicios, pero también a la naturaleza del libro y alo que se espera conseguir con él. Los Ejercicios anuncian su propésito en el primer parrafo al ser de- finidos como “todo modo de preparar y disponer el anima, para quitar de si todas las affecciones desordenadas, y después de quitadas para buscar y hallar la voluntad divina en la disposicién de su vida para la sa- lud del anima’®’. Este enunciado requiere dos comentarios inmediatos. Primero, las palabras en si, pudieran sonar a pelagianas o semipela- gianas, como si uno buscara y encontrara la voluntad de Dios sobre si mismo, independientemente de la accion de la gracia. Algunos comen- tarios primitivos sobre los Ejercicios, de Polanco y otros, aunque gene- ralmente insisten en la necesidad de la gracia en cada etapa del proce- SO, a veces suenan de la misma manera™. Sin embargo, las premisas mas basicas del libro tomado en su integridad, la consideracién de otros escritos del corpus ignaciano, asi como otros comentarios sobre los Ejercicios, especialmente los de Nadal, indican un significado ortodoxo. De hecho la premisa fundamental de los Ejercicios es la accién conti- nua de Dios en todo el proceso, o “retiro”, como vino a llamarse la practica de los Ejercicios*. Segundo, aunque el enunciado de su fin parece genérico y aplica- ble a cualquier momento de la vida de una persona, las partes siguien- tes del libro ponen de manifiesto que Ignacio, en un primer momento, pensaba en alguien dispuesto a hacer una eleccién acerca del futuro, como casarse, escoger una profesion, o vivir en adelante segun otro estilo notablemente diferente. Los Ejercicios fueron disefiados para ca- pacitar a uno a hacer esa eleccion con objetividad y libertad de espiri- tu y bajo la mas inmediata inspiracién de Dios. El proceso que lleva ala eleccién llega a su punto culminante al fin de la segunda semana en una larga serie de consideraciones que generalmente conciernen a es- ta “eleccién”*, Es obvio, por el texto, que la decisién o la eleccién esta en el mismo corazon 0 centro de los Ejercicios, cuando se hacen inte- gramente, cosa que se preveia habria de durar aproximadamente un mes, en situacién de poder dedicarse exclusivamente a su propésito, apartado de las ocupaciones habituales. El texto reconoce, sin embargo, que no todos, por diversas razones, podrian seguir el largo mes de su proceso, ni estarian en disposicién de hacer un cambio radical en las circunstancias externas de su vida, pero indica que mucho de lo que los Ejercicios pretenden, podria ser de utilidad a tales personas. Tiene previsto, pues, que sdlo ciertas par- © Ejerc. 1 * Ctr. Juan Alfonso de Polanco, MI Ex., 2: 277, 279, 285, 286, 293.En una ocasi6n, Canisio da una resonancia estoica a estas palabras, ibid., 2: 134. 3 Louis Dupré, “Ignatian Humanism and Its Mystical Origins’, en Communio, 18 (1991) 164-182. 38° Ejerc, 135-189. LOS CIMIENTOS DE LA FUNDACION 57 tes, especialmente las que pertenecen a la Primera Semana se pre- senten a algunas personas; y en general que “segin la disposicién de las personas que quieren tomar exercicios spirituales, es a saber, se- gtin que tienen edad, letras e ingenio se han de aplicar los tales exer- cicios’’. A quienes no pudieren liberarse de sus ocupaciones para de- dicarse una semana entera o un mes exclusivamente a los Ejercicios, el texto propone escoger hora y media todos los dias durante un nu- mero de dias o semanas®. La serie de personas y de situaciones a las que se podrian acomodar los Ejercicios es amplia. Una mirada alos Ejercicios muestra, sin embargo, que presuponen dos cosas: buena voluntad de parte del que se ejercita y que las per- sonas que los practican sean creyentes catdlicos. Su flexibilidad no ad- mite componendas. Sin embargo, en 1553 Nadal, en su Apologia con- tra los detractores de los Ejercicios, avanz6 su opinién “personal” de que, al menos, hasta un cierto punto, podrian adaptarse a los herejes y aun a los paganos. Su justificaci6n fundamental para este punto de vis- ta era que los Ejercicios esencialmente no ensefiaban nada mas que el que los seres humanos estaban destinados a “amar a Dios sobre todas las cosas con todo su corazén, con toda su mente, con toda su alma y con todas sus fuerzas”. En los primeros dias de la Compafifa unos pocos protestantes hicieron de hecho los Ejercicios**. Entre las muchas piedras de escandalo que apartarian a los here- jes, infieles y paganos de los Ejercicios completos, la confesion sacra- mental de los pecados de la vida pasada, recomendada al fin de la pri- mera semana, aparece especialmente onerosa. El “Principio y Fundamento”, antes de esa semana, presenta consideraciones sobre el fin fundamental de la vida y de todas las cosas creadas como orde- nadas para alabar, hacer reverencia y servir a Dios*'. La primera se- mana sigue con consideraciones sobre la malicia del pecado y el es- trago que causa en el individuo y en la sociedad, sobre el amor constante de Dios y sobre la necesidad y dulzura del volver de los vie- jos caminos y actitudes a la gratitud y el amor. La palabra “conversion” no aparece en los Ejercicios, pero es una dinamica que subraya la pri- mera semana, significando la vuelta de una vida pecadora o, probable- mente, con mas frecuencia, la vuelta a una vida mas devota. De ahi la importancia de la confesion “general”. Los Ejercicios no la proponen como una obligacion ritual, requerida para ser absuelto de los pecados propios, porque presuponen que al menos en muchos ca- sos esto ya se ha hecho, quiza muchas veces. La confesion es algo di- Ejerc., 18. Ejerc., 19. M Nadal, 4: 849-852; 5: 843-844. Cir. Ignacio Iparraguirre, Historia de la Practica de los Ejercicios Espirituales, 3 vol., Roma, Institutum Historicum Societatis lesu, 1946-73, 1: 136. ‘ Ejere., 23: sees 58 LOS PRIMEROS JESUITAS ferente. Es la culminacién del programa de la primera semana que con- siste esencialmente en dos partes: primero, una revision o inventario moral de ta vida de uno hasta ese punto; y segundo, un conocimiento cada vez mas profundo de la misericordia y amor de Dios, operante en cada momento a lo largo del camino, a pesar de los pecados y flaque- zas de uno. En este contexto especial la confesin es una afirmacion dramatizada ante si mismo, ante Dios y ante el confesor, que aqui re- presenta a Dios, de que en realidad se desea de corazon, y de hecho esta en camino, un cambio importante en los modos de pensar de uno, en sus sentimientos y conducta. Obviamente tal afirmacién no exige en si misma un sacramento catélico para conseguir sus fines, pero el sacramento era la manera que Ignacio habia aprendido y practicado en Montserrat y aqui se lo transmitia a otros. No hay evidencia alguna de que fuera particular- mente en Montserrat donde él hizo suyos los otros componentes de la primera semana; con toda seguridad, no en la forma en que los presentaba. Ignacio creia e inculcaba que los Ejercicios se podrian prolongar o acortar segun la situacién y las necesidades de los diversos individuos, hasta el extremo de que podrian no ser mucho mas que una forma in- tensiva de catequesis del tardio medievo*. Pero no paso por su men- te la posibilidad de omitir los elementos basicos de la primera semana para nadie que quisiera seguir adelante. Si se conseguia el fin de es- ta semana, el individuo habria encontrado una orientacién nueva y mas feliz en la misma entrafa de su ser y estaria asentado, incluso mas firmemente que antes, en el camino de salvacién. Aun cuando, por cualquier raz6n, uno no pudiese continuar con el resto de los Ejer- cicios, ya se habia puesto en movimiento un mejor ordenamiento de su vida, empefio esencial de los Ejercicios. Para asegurar la perseveran- cia del movimiento interior, se proponen y explican ciertas practicas, como el examen diario de conciencia. Esa evolucién continua constituye en realidad la condicién basica para dedicarse a las otras tres semanas. Esas semanas estan cons- truidas con vistas a confirmar la primera, mientras van dirigiendo al ejercitante a lo largo de nuevos temas. {Qué otro cambio, especial- mente en el marco externo de Ia vida o en el género de vida concebi- do para uno, deberia hacerse posible, y deseable ahora? Tal cambio no solo profundizaria la experiencia personal, sino que haria la propia vida mas conforme con la vida y ensefianzas de JesUs, aceptada por Ignacio como incuestionablemente lo mejor a lo que el ser humano po- dria aspirar. En palabras mas simples, estas semanas fueron disefia- das especialmente para que el ejercitante considerara su “vocacién” 0 estado de vida, y para hacer una elecci6n el que todavia estuviera libre © Ejerc., 18. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. LOS CIMIENTOS DE LA FUNDACION 61 Polanco explicité mas tarde lo que se sobreentiende claramente en el texto mismo, cuando observé que el segundo tiempo, por experien- cia de consolaciones 0 desolaciones, es superior al tercero, porque en él la persona es guiada “por una luz mejor que la raz6n humana”. Esa luz, naturalmente, es la acci6n directa de Dios sobre el individuo, ma- nifestada especialmente por sentimientos y deseos apropiados. Para una buena decisi6n, aun por el tercer tiempo (sopesando Ios pros y los contras), las condiciones previas son tranquilidad y calma. La atenci6n, pues, a los propios sentimientos es crucial para la conversi6n del cora- z6n, que es el centro de los Ejercicios; se termina los Ejercicios con el “corazon cambiado”, como observé Polanco*®. Aunque, por supuesto, es importante examinar el texto de los Ejer- cicios para entender los presupuestos que lo sustentan, en si mismos no pretendian transmitir un punto de vista teolégico especial. Su origen no arranca de unos estudios eruditos, ni de una disputa académica, ni de un tribunal de la inquisicién ni de un consejo eclesiastico. No es una declaraci6n contra las tesis de Lutero, Erasmo 0 los “alumbrados”. El texto tuvo su origen en una experiencia religiosa; primero del autor y luego de otros. Sus elementos basicos estaban ya bien cimentados an- tes de que el autor tuviera una formaci6n teoldgica. No es, por consi- guiente un libro de dogma, sino un libro dogmatico, es decir, asume que su mensaje fundamental es la herencia cristiana comun y que este mensaje, por consiguiente, es indiscutible. Lo que se necesitaba era una apropiaci6n personal, un apropiarse el mensaje de todo corazén y luego traducirlo de todo corazén a la propia vida. En el fondo del “Discernimiento de espiritus” esta el presupuesto basico de que se esta librando una batalla por el coraz6n entre las fuer- zas del bien y del mal, entre Dios y el demonio, que es “el enemigo de natura humana”. El coraz6n registra esa batalla en su experiencia de consolacién y desolacion y es tarea de cada uno discernir, en una si- tuacién dada, el origen de las mociones que siente el coraz6n, tratando de ver adénde le conducen esas mociones. La intencidn de los Ejerci- cios y la condicién previa de su éxito en cada etapa es el situarse uno asi mismo bajo la inspiracién de Dios, el “buen espiritu”. El proceso de “discernir” consigo mismo los varios movimientos de consolacién y de- solacién marcé el modo de interpretar sus vidas los primeros jesuitas; su impacto se manifiesta claramente en los pocos fragmentos del dia- tio espiritual de Ignacio que perduran, los correspondientes a los afios 1544-45, y en los documentos mas largos, pero semejantes de sus dis- cipulos: el Memorialde Fabro y las Orationis Observationes de Nadal*’. % MIEX, 2:314-315. 8 MIEx, 2:279. © Ejerc., 327. ® Cir. el texto del diario en MI Const., 1: 86-158; Ver, Santiago Thi6, La intimidad del peregrino. Diario espiritual de San Ignacio de Loyola, Coleccin MANRESA, n° 3, Bik bao-Santander, Mensajero-Sal Terrae, 1990. 62 LOS PRIMEROS JESUITAS Como Ignacio en Manresa, el ejercitante tenia que ser “ensefiado por Dios”. Esa era, sin duda, la raz6n por la que el ejercitante debia te- ner a mano slo unos pocos libros, tales como los evangelios, la /mita- cidn de Cristo y las vidas de los santos, y ni siquiera éstos, hasta el fin de la Primera Semana®. Ignacio toca este punto crucial mas explicita- mente, pero una vez mas en un lugar sin relieve, en el nimero 15 de las “Anotaciones” introductorias. En él advierte a la persona que guia a otra en los Ejercicios, que en el tiempo de la elecci6n no debe tratar de influenciar el resultado en una u otra direccién, porque “mas conve- niente y mucho mejor es (...) que el mismo Criador y Sefior se comuni- que ala su anima devota abrazandola en su amor y alabanza y dispo- niéndola por la via que mejor podra servirle adelante". Debe dejar “inmediate obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con su Criador y Sefior”®. Esta inmediata accién de Dios en el individuo es la premisa fundamental de los Ejercicios. La precedente “Anotacién”, numero 14, tiene relacién con esto, en el sentido de que pone en guardia contra el permitir al ejercitante, en la atmésfera enrarecida de fos Ejercicios, hacer promesas o votos apresurados, especialmente voto de entrar en una orden religiosa®. La importancia critica de estas dos “Anotaciones” queda realzada por la vehemencia con que los enemigos las atacaron y con la que los mismos amigos las cuestionaron, apenas empezaron a ser conocidos los Ejercicios. El tedlogo dominico Tomas de Pedroche, que en 1553 fue urgido al ataque por el arzobispo de Toledo, Juan Martinez Guijefio (conocido como Siliceo) enlazo las “Anotaciones’ con el segundo tiempo de ha- cer eleccién, es decir, segtin mociones de consolacién y desolacién. Para él, estas dos partes de los Ejercicios eran “escandalosas y heré- ticas”, la doctrina de los alumbrados. En Trento ya en 1546-47, el Car- denal Marcelo Cervini, uno de los tres legados pontificios al Concilio, habia oido quejas sobre la docirina de la eleccién y entrevisté a Lainez y Salmerén acerca del tema. Otros propusieron nuevas objeciones en términos amistosos 0 inamistosos, con el espectro de los alumbrados revoloteando en el horizonte®'. Las objeciones de los criticos pueden reducirse a dos puntos. El primero fue la confianza, o una confianza demasiado exclusiva, en la inspiraci6n interior, justo como los alumbrados. En los Ejercicios \g- nacio, de hecho, proporcionaba remedios para los excesos en este sentido, y, paraddjicamente, la “anotacién” 14 era uno de ellos. El punto segundo era el rehusar exhortar a una vida de pobreza, casti- 8 Ejerc., 100 33 Ejerc., 15. 8 Bjorc., 14. % Cir. Iparraguirre, Historia, 1: 83-115. LOS CIMIENTOS DE LA FUNDACION 63 dad y obediencia, que obviamente constituian una mejor eleccién. Los criticos decian que uno no podia mantenerse “indiferente”, como los Ejercicios indicaban, porque equivaldria a negar que la pobreza, castidad y obediencia fueran mejores opciones espirituales. En esta objecién resonaban amargas controversias en las cuales, ademas de Lutero y otros reformadores, el centro de la tormenta era Erasmo, cuya doctrina al respecto, al contrario de la de los reformadores, era sustancialmente parecida a la de Ignacio, aunque no en su énfasis y contexto®, De todos modos las razones por las que Ignacio prohibia al director de los Ejercicios urgir un tipo de vida con preferencia a otro, son funda- mentales para entender los Ejercicios, y ahora deberia ser obvio por qué lo hizo asi. Como afirmo mas tarde Polanco al referirse a esto, “de- jar a Dios todo el asunto de llamar al que hace la eleccién a este o aquel estado de vida, en el que Dios es el tinico que puede sostener a la per- sona y prestarle la ayuda necesaria a lo largo del camino’®. Sin embar- go, en muchos momentos los Ejercicios explicitamente proponen que una vida de pobreza es objetivamente mejor camino, para conformarse mas intimamente a cuanto Ignacio imaginaba que Jests habia vivido. La meditaci6n del “Reino de Cristo” y la de “Dos Banderas” evidencian claramente esta persuasién. En el “Reino de Cristo” el ejercitante imagina a Cristo como rey que llama a sus discipulos a seguirle en el trabajo, sufrimiento y pobreza, y en las “Dos Banderas” le imagina como “sumo y verdadero capitan” in- vitando a sus discipulos a alistarse bajo su bandera para ser enviados “por todo el mundo esparciendo su doctrina sagrada por todos estados y condiciones de personas”®. El énfasis esta en la pobreza que Ignacio mismo practicé “en el mundo” durante afios, antes de que la Compajiia fuera fundada. En otro pasaje atestigua claramente que no se necesi- ta entrar en una orden religiosa para llevar una vida de pobreza o de castidad o incluso de obediencia®. No obstante, como sus contempo- raneos, Ignacio veia el ingreso en una orden como un medio especial- mente recomendable para llevar tal vida. Ademas, la atractiva presen- tacién de la evangelizacién por todo el mundo en las “Dos Banderas” evidentemente conviene mas a una vida entregada al ministerio que a una mas contemplativa. Los Ejercicios ayudaron a Ignacio a reclutar los primeros miembros de la Compaiiia, y sus discipulos los verian como un método para atraer mas miembros a ella. A pesar de los muchos avisos para respetar la & Cfr., por ejemplo mi introduccién al vol. 66 (Spiritualia) de Collected Works of Erasmus, Toronto, Buttalo, London, University of Toronto Press, 1988, XVIII-XIX, XXXIII- XXXIV, XLVIN-XLIX. 8 MI Ex, 4. “ Ejerc., 145. 8 MI Ex, 2: 78-79, 81; cfr. también ibid., 2: 313.

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