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LOS DOS

(Novela)

(Filosofía de la Historia)

(Daniel Albarrán)

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Autor: Daniel Albarrán
Título: Los Dos (Novela)

Escrita en Roma en el 1991-2.


ISBN 9803321374
Depósito legal lf: 081-200-800-939
"Busca tu complementario
que marcha siempre contigo
y suele ser tu contrario"

(Antonio Machado)
I

El mes de diciembre había ya hecho plena posesión del


tiempo. Y con él todo lo que significaba este mes del año. Por
una parte las estaciones del año habían cumplido su ciclo y la
tierra se aprontaba a recibir oficialmente el invierno. Aunque en
este año prácticamente se había adelantado. Las lluvias se
habían adelantado y el frío antes de tiempo presagiaba unos días
muy fuertes, para los días propiamente del invierno, por lo
menos en Europa Occidental.
Todos los acontecimientos hacían prever momentos
difíciles. La naturaleza parecía encapricharse y volverse contra
el hombre mismo al presentarse más fría de lo común. Las
mismas acciones del hombre parecían ser un reflejo de la
naturaleza. En el Oriente se contenía a duras penas una guerra
entre Irak y Estados Unidos de Norteamérica. Guerra que
aunque no se había desatado en los campos de batalla, era
prácticamente un hecho. Y si parte de los intereses de ambos
lados consistía en tener al mundo en suspenso, se podía muy
bien decir que, habían logrado su objetivo, pues, desde agosto
tenían los nervios a estallar de la gente. Aunque los únicos
afectados directamente eran los países enfrentados no se podía
negar, sin embargo, que siempre los terceros sufren las
consecuencias de las acciones de los que tienen que decidir. La
prueba se podía evidenciar a nivel mundial. El aumento del
precio de la gasolina hacía que se encareciera la vida a todos los
niveles. Todo hacía pensar que la guerra estallaría de un
momento a otro. Aún no se había declarado oficialmente pero
ambas partes se hallaban armadas hasta los dientes. No se sabía
cuál de los líderes estaba realmente loco, aunque la opinión
pública, influenciada por los Estados Unidos, hacía más cuerdo
a Busch. Pero no se le podía quitar cordura al mandatario de
Irak, quien aunque descabellado en su idea, se aferraba en
demostrar que sus exigencias eran justas. Nadie se creía el
cuento de los Estados Unidos, de defender los intereses de
Kuwait ante la invasión de Irak, cuando los mismos Estados
Unidos había invadido recientemente Panamá y permitía
desarreglos en Israel. Cuentos de ficción que nadie creía aunque
todo el mundo se entretenía en escucharlos como si fueran
reales.
Por otra parte, se celebraba la apertura de la Alemania
roja y su integración con la Alemania Occidental con el
derrumbamiento del muro de Berlín. Las Alemanias volvían a
unirse y representaban una esperanza de potencia europea a
nivel del Viejo Continente y a nivel mundial. Polonia realizaba
las primeras elecciones políticas, después de la guerra. Como
también la apertura de la Rusia y su decisión de entrar en
contactos económicos internacionales con el resto de la Europa
con la puesta en práctica de la política de la Perestroika de
Gorvachof. Política ésta que permitía la occidentalización de la
Europa Oriental hasta el extremo de que la unidad de Rusia
amenazaba cada día en ser sólo una parte de la historia, ya que
algunos países de la Rusia Roja empezaban a independizarse al
tomar conciencia de la opresión social, económica y política en
que vivían desde los años 1916 con la invasión militar de Stalin
y la revolución bolchevique.
Con la inesperada apertura de Rusia se podía considerar
el fracaso definitivo del marxismo como sistema político.
Setenta y cuatro años de centralismo económico en el Estado
habían sido suficientes para comprobar que sin estímulos inme-
diatos los ciudadanos no producen como si disfrutan en cierta
manera directamente de su trabajo. Rusia y todo lo que ella
significaba representaba para el resto del mundo un misterio y
sobre todo una amenaza. Como se desconocía su
desenvolvimiento interno se creía que en ella se gestaba una
gran economía y un mundo social perfecto. Mas, al abrir sus

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puertas y occidentalizar a la manera de ciertas estructuras
capitalistas algunas empresas del Estado el misterio que
representaba no pasaba de ser pura exageración de la imagina-
ción occidental. Exageración que se alimentaba en el
conocimiento de la obra de Carlos Marx y en los imaginables
crímenes y atrocidades que se suponían en la práctica de una
mentalidad que negaba la realidad de la trascendencia y sólo
veía la realidad histórica como la única válida de la existencia
humana. Y en la que con el pretexto de una primacía del Estado
se sacrificaba el valor de la individualidad de la persona
humana, negándosele el mínimo de los derechos de la dignidad
de la persona.
La apertura de Rusia podía interpretarse como un
reconocimiento de la misma Rusia del fracaso de su sistema
político, económico y social. Pero, aún así, Rusia seguía
representando un misterio. Y, hasta en algunas esferas intelec-
tuales, se llegaba a pensar que había que estar con los ojos bien
abiertos hacia ella pues podría ser una estrategia del mismo
sistema para extender sus tentáculos malignos hacia el resto del
mundo. Mas era un grupo que fundamentaba su temor en
suposiciones, ya que la prueba más fehaciente de la buena
intención de su líder, tan sólo que hubiera sido un buen actor,
consistía en que ese mismo año 1990 recibía el Premio Nobel de
la Paz.
Esta y muchas otras razones hacían pensar firmemente
que Europa se convertiría en los años inmediatos en una gran
potencia mundial. La unificación de las dos Alemanias, la
apertura de Rusia y la integración económica internacional
europea hacían presagiar un futuro muy prometedor para Europa
a nivel mundial. Al menos se podía pensar así, por entonces.
El evidente fracaso de los Estados Unidos de Norte-
américa en la invasión militar del suelo del Oriente Medio; su
humillación militar ante un ejército iraquí, menos preparado
como ejército; su posible desesperación económica ante la
inminente escasez del petróleo; su pérdida de credibilidad
política y económica fuera de sus fronteras; la devaluación del
dólar en la economía europea, y otras miles de razones más por
parte de los Estados Unidos de Norteamérica llevaban a intuir
que había comenzado el fin del poder de los Estados Unidos.
Algunos se hacían esas ilusiones.
En América Latina, a pesar de la crisis en todo el
Continente, se podía ver esta segunda posibilidad como una
gracia especial para su economía. Podría significar alguna
independencia económica de los Estados Unidos y una libre y
propia política económica, desde América Latina, en América
Latina y por latinoamericanos. ¿Y, por qué no, también en la
posibilidad de una moneda internacional latinoamericana? Pero,
si era realmente difícil en Europa, lo era imposible en América
Latina, donde ni siquiera se llegaba a pensar tal cosa.
Era ésta la realidad mundial del primer año del último
decenio del siglo XX. Y en éste ambiente mundial, aunque no
directamente, se va a desarrollar la historia de los dos personajes
que van a ocuparnos el tiempo desde éste preciso momento.
Eran, prácticamente, desde todo punto de vista el uno el
polo opuesto del otro. Capitalino venezolano, uno, y, mexicano
el otro. Joven el primero, sobre unos treinta años, y un poco
mayor el segundo, quien se preparaba a celebrar los 75 de
existencia. Aquel pasaba de los ciento diez kilos de peso, y éste
llegaba a los 75, haciendo par con su edad. El joven era el
capitalino venezolano y el de más edad el mexicano. A pesar de
las diferencias notables físicamente, tanto de espesor y dimen-
siones como de edad, se podía encontrar entre ellos una cierta
relación que los hacía como el uno para el otro. Se podría decir
con toda propiedad que eran realmente amigos, en toda la acep-
ción de la palabra.
La experiencia de la amistad por parte del mexicano no
era ningún problema. Porque la naturaleza como que ha
preparado de manera especial a los mexicanos al hacerlos
simpáticos y moldeables a todo tipo de contacto interpersonal.
Es fácil hacerse amigo de los mexicanos. Por parte del
capitalino venezolano, la experiencia de la amistad ya era un
poco más llamativa. En todo caso, llamaba la atención la

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aparente amistad existente entre este capitalino venezolano y
éste mexicano. La nota que más resaltaba era la diferencia entre
los dos, desde cualquier ángulo posible.
Tenían, sin embargo, algo en común. Los dos eran
sacerdotes. Pero eso que los unía ya era propiamente una dife-
rencia más a las que ya tenían, y la más importante, porque esta
diferencia constituye la razón de ser de este relato, que tiene
mucho de realista e igual de imaginario, aunque más de lo
primero con la nota de ser inventados.
El lugar donde se van a desarrollar los acontecimientos es
en Italia y más precisamente en la ciudad de Roma. Las realida-
des vividas por cada uno de los dos eran relativamente parecidas
y relativamente diferentes. Uno era estudiante en una
Universidad Pontificia y residía en el Colegio Pío Latino Ameri-
cano con sede en el número 408 de la Aurelia Antica; donde el
segundo realizaba la tarea de Director Espiritual. Por eso se
afirma aquí que sus experiencias eran relativamente parecidas y
relativamente diferentes. Parecidas porque ambos vivían en el
mismo Colegio. Pero diferentes porque ambos estaban en Roma
por motivos diferentes, aunque en esto también tenían un
parecido, pues ambos estaban obedeciendo la decisión de sus
respectivos superiores, y que ya automáticamente esto mismo
les hacía otra diferencia, pues el superior de uno era el Obispo y
el del otro el provincial de los jesuitas. Es decir, uno era secular
y el otro religioso.
II

Los nuevos alumnos becarios de los países de América


Latina estaban haciendo su arribo a las instalaciones del
Pontificio Colegio Pío Latino Americano de Roma los primeros
días del mes de septiembre de ese año, según se señalaba en las
correspondencias a los Obispos que habían hecho sus
respectivas solicitudes y que constituían una doble petición. Por
una parte un cupo en cualquiera de las Universidades o
Institutos Pontificios de Roma, y por otra residencia en el P.
Colegio Pío Latino Americano. La primera petición
condicionaba la segunda, ya que se concedía residencia en el
Colegio a quienes se les encontrara cupo en las Universidades o
Institutos solicitados. El primer requisito era el trámite legal de
cada Obispo, en particular, para cada solicitud que estaba en
parte condicionada por la edad requerida que era menos de 39
años para cada candidato. Después la condición interna del
Colegio, era no sobrepasarse de 62, que era la capacidad de
habitaciones que tenían las instalaciones del mismo. Para
mantener ese lineamiento se contaban las habitaciones vacías
que dejaban los que cada año se iban. De manera que los cupos
vacantes dependían de la cantidad de los que ya terminaban los
estudios cada año.
En ese año el número de los nuevos llegaba a 37, distri-
buidos entre Mexicanos, Colombianos, que eran en su mayoría;
Chilenos, Argentinos, Peruanos, Bolivianos, Dominicanos, Uru-
guayos, Paraguayos, Salvadoreños, Costarricenses, Haitianos,
Ecuatorianos y Venezolanos.
Los nuevos empezaban a llegar a Roma a finales de
agosto y comienzos de septiembre de cada año. Ese año el
Los Dos (filosofía de la historia)

Colegio les exigía llegar antes del 3 de septiembre para


comenzar el curso fundamental de lengua italiana.
Los antiguos, que ya llevaban un año de estudios en
Roma, podían llegar a finales de septiembre para el retiro
espiritual de inicio de curso. De entre los antiguos algunos
podían ir a Alemania a trabajar durante el verano, otros ir a
Francia o a Inglaterra a cursos de francés o de inglés. O
quedarse trabajando en alguna parroquia de Italia para perfec-
cionar el idioma italiano y conocer un poco más de cerca la
cultura italiana. Ese año algunos habían ido a los Estados
Unidos de Norteamérica a laborar como sacerdotes en algunas
parroquias con comunidades hispanas. La finalidad de estas
posibilidades era, entre otras miles, poder reunir algún dinero
para ayudarse en los gastos que ocasionaban los estudios en
Roma. Aunque quienes iban a Inglaterra o Francia no tenían esa
posibilidad. Los que tenían los medios económicos podían ir a
sus respectivos países de vacaciones a visitar sus familias.
Algunos, sin embargo, distribuían el verano para ir a trabajar y
ganarse algún dinero para los pasajes, de manera de poder
visitar sus tierras en los últimos días de septiembre.
José Juan Palmeras, que así se llamaba el capitalino
venezolano, era un alumno de los que ya llevaban un año en
Roma. Había estado en una parroquia de Roma en el tiempo de
verano y su dominio del italiano era casi perfecto. Como era
muy gordo y se movía con lentitud no era muy amigo de estar
apurado ni agitado. Todas las cosas las tomaba con tranquilidad
y con una sonrisa mitad picaresca, mitad burlona, muy propia de
la gente gorda. Tal vez en eso consiste la simpatía natural de los
gordos. José Juan Palmeras siempre andaba vestido de color gris
y ni porque se cayera el cielo en pedazos se quitaba su cuellito
blanco que lo identificaba como sacerdote. Ni siquiera dentro de
su habitación.
En cierta manera Palmeras era noticia dentro del Colegio.
Por una parte, porque sus dimensiones lo hacían bastante
notable, realidad que no podía disimular, y, por otra, porque
tenía una manera de conversar muy propia que lo hacía el centro
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de cualquier tertulia familiar. Cuando hablaba sus ojos brillaban
con una chispa de seguridad y dominio y una sonrisita
complicitiva que atraían la atención, aun cuando sus temas no
fueran más que trivialidades.
Palmeras sabía de su don y sabía hacer muy buen uso de
él. De manera que logró impactar en los nuevos de ese año
quienes siempre hacían círculos alrededor suyo después de las
comidas y especialmente después de la cena que era cuando
tenían más tiempo libre para conversar. Su impacto se debía en
cierta manera a la inocencia de los nuevos que creían en todo lo
que se pintaba sobre Roma. Y quien les hablara de ella ya se
ganaba la atención, más si lo hacía con el dominio con que lo
garantizaba Palmeras. Pero a medidas que los nuevos iban
descubriendo la realidad por sus propios medios Palmeras se iba
quedando relegado y era mirado como un simple charlatán con
simpatía. Nadie, sin embargo, le tomaba rencor. Por el contrario,
a pesar de que sabían que mucho de lo que hablaba era mentiras
le valoraban la capacidad de conversar y de entretener, pero,
sobre todo, la capacidad de imaginación y velocidad mental para
hilar las ideas en una conversación sobre todos los temas
posibles. Al pasar los días, reunirse a conversar con Palmeras
era disfrutar de un pasatiempo agradable. Todos le dirigían
preguntas sobre cualquier cosa indistintamente e igual
contestaba con una seguridad impresionante de manera que las
carcajadas estrepitosas se oían en los pasillos de la residencia o
en el mismo comedor, o en la sala de televisión o en la sala de
recreos. Cuando la carcajada de Palmeras era la que más
sobresalía era cuando más era ocurrente una respuesta. Todos y
hasta el mismo Palmera lo tomaba como un simple
entretenimiento. Muchos, a pesar de eso, lo tomaban muy en
serio y hasta discutían fuertemente con él hasta el extremo de
llegar a disgustarse. Pero Palmeras sabía bien que era un juego y
nunca perdía su tranquilidad, ni siquiera como para dejar de
comer ni dormir, que le hubiese hecho mucho bien a sus
dimensiones. Pero ni siquiera eso era para él un problema.
Los Dos (filosofía de la historia)

En los primeros días del mes de septiembre llegaban los


nuevos. Y a finales del mismo mes hacían su regreso los
antiguos. Ya todo era ambiente de estudios. Aquellos andaban
con la preocupación de las inscripciones en sus respectivas
Universidades y todo lo que ello comportaba: libros, horarios,
conversaciones con los diferentes decanos de las diferentes
especializaciones, preguntas sobre los diferentes profesores y
sus estilos de dar clases, las metodologías de cada asignatura,
los autobuses que se debían tomar para ir a éste o cual sitio de la
ciudad; los viajes apretados y empujones para subirse a los
autobuses que iban siempre que no cabía un alma más, pero que
metían más en cada "fermata"; el "aroma" típico de los italianos
con fama de que no se bañan y que pareciera ser verdad en los
autobuses que andaban que apestaban; la fuerte impresión
desagradable de las mujeres italianas que no se rasuran las
axilas; el miedo de equivocarse en un verbo mal utilizado, en un
italiano obligado y de apuros para salir del paso, con un noventa
por ciento de español y el resto de italiano, del cual un siete por
ciento era buen italiano; sin dejar de añadir, por supuesto, las
obligadas visitas a la Plaza San Pedro, a la Basílica de San
Pedro, la Cúpula de la Basílica de San Pedro, los puentes sobre
el río Teveres, a los extramuros de San Pablo, la Plaza Venecia,
la plaza de Víctor Manuel, la fontana de Trevi, que estaba en
reparación por ese tiempo, el Foro Romano, el Coloseo, la Plaza
España, la Vía Appia Antica, el Foro y el Mercado Traianos,
entre otros de los sitios que casi como un rito visita todo el que
va por primera vez a Roma. Lo primero que se visita es, sin
duda, la Plaza y la Basílica de San Pedro en la Ciudad del
Vaticano. Después de algunas fotografías delante del Obelisco
de la Plaza y de algunas poses frente a la Basílica para hacer
constancia de la permanencia en Roma, ya como que se está
autorizado a visitar todos los sitios de historia de la ciudad, que
por cierto, nunca se visitan todos, aún estando en Roma dos
años, ya que todo en Roma constituye elemento de historia y
cada esquina o calle tiene algo de importante que contar a la
historia de la ciudad. Tampoco puede faltar el gastar algún
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dinero en postales para mandar a los amigos, como para decirles
que todavía no se habían olvidado de ellos.
Mientras estas emociones vivían los nuevos, los antiguos,
que ya habían pasado por esa experiencia, se preparaban a
inscribirse en el segundo año de Universidad y cumplir así con
el requisito de las mismas para poder optar al título de
Licenciado en ciencias eclesiásticas, después del examen de
licencia y la preparación y entrega de la tesis, por supuesto.
Licenciatura que dice mucho a los que aspiran en la carrera de la
jerarquía de la Iglesia pero que a nivel civil no tiene ninguna
importancia pues nada tienen que ver las autoridades de la
Iglesia en el Estado ni de éste en aquella. Pues ambas tienen
diferentes metas y misiones en el mismo plano humano del
servicio.
Juan José Palmeras se hallaba entre los últimos. Y si le
hubiese tocado trajinar como los nuevos en ese agite de novato,
igual lo hubiese hecho con su tranquilidad característica. De
manera que tenía más motivos para sentirse como en la propia
casa. Y hasta se le podría considerar como un guía en lo que se
ha llamado siempre la "experiencia romana".
No sucedía, por el contrario, la misma realidad en Jorge
Luis Fernández, quien era, a pesar de sus 75 años y de sus varias
idas a Roma, prácticamente un novato. Jorge Luis Fernández era
el nombre del sacerdote mexicano. Y si Palmeras era en el buen
sentido de la palabra un hombre astuto y de malicia, Fernández
no tenía ni una pizca de mala intención. Sus ojos siempre
reflejaban inocencia y le podían inventar la historia más absurda
posible que sin dudarlo la daba por cierta. Jorge Luis Fernández
era de contextura delgada, más bien alto, de caminar mesurado y
seguro. En la marcha siempre llevaba las manos hacia lo largo
del cuerpo. Y aunque al principio daba la impresión de ser un
hombre torpe, se caracterizaba por un gran sentido de
solidaridad humana. Era amigo de detalles de amistad. Una
sonrisa como entre tímida e inocente le daban un aire de
inocencia y de buena gente.
Los Dos (filosofía de la historia)

Jorge Luis Fernández acababa de llegar de los Estados


Unidos de Norteamérica donde trabajaba en una parroquia. La
Compañía de Jesús lo acababa de nombrar "Director Espiritual"
del Pontificio Colegio Pío Latino Americano. Antes había
desempeñado algunos cargos importantes, como director de
algunos Colegios en México, había estudiado la Licenciatura en
Psicología en los Estados Unidos del Norte y tenía el Doctorado
en Espiritualidad. Le había tocado vivir en carne propia la crisis
de los años 60 con la apertura de la Iglesia en el Concilio
Vaticano II. Cuando en América Latina se discutía entre la
liberación que suponía la vivencia del Evangelio encarnado en
el pueblo con su propia circunstancia histórica y violencia social
para buscar una mayor justicia, muchos sacerdotes se identifica-
ron en la segunda posición con muy buena voluntad; y el padre
Jorge Luis Fernández tuvo que hacer una gran lucha interna para
no dejar la Compañía de Jesús en la que el veía que vivía con
muchas comodidades y seguridades para dedicarse a vivir con
su pueblo, como él lo llamaba con cierta nostalgia. Contaba por
entonces con 30 años menos.
Fernández tenía como aval una gran experiencia de la
vida. Hablaba muy bien el inglés, se defendía en el francés y en
el italiano no era un experto pero hacía muy buen uso de esta
lengua. En sus años de más juventud había estado varias veces
en Roma entre estudiando y desempeñando algunos oficios
propios de su Congregación. Conocía muy bien los principales
sitios de Roma con sus historias. Sin embargo, nunca hacía
alarde de esta verdad en su vida. Más bien, daba la impresión de
ser un novato. Tal vez era una actitud en su vida para hacerla
más vivible y adaptarse a todos los cambios.
Esta última disposición de Fernández iba a ser el aparente
punto débil del que iba a sacar ventajas Palmeras.
Fernández había llegado prácticamente entre el grupo de
los nuevos al P. Colegio Pío Latino Americano. Era la primera
vez que iba a esa Institución. Para él todo era nuevo: el trabajo,
la responsabilidad, el cargo, ya que era la primera vez se iba a
desempeñar como Director Espiritual. Tenía clara conciencia de
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esa realidad y procuraba manejarse con mucha cautela mientras
conocía el ambiente. Y ésta actitud de Fernández iba a ser la
clave de su gran aceptación en el Colegio.
III

Ya habían llegado todos al Colegio, aun los antiguos.


Estos como conocían y tenían experiencia se ofrecían como
colaboradores de los nuevos.
En el comedor todos se rotaban en las mesas cada vez
para irse conociendo entre todos. Se respiraba un ambiente de
camaradería.
-- O sea, que de Colombia son 22 nuevos este año--
apuntó un boyacense en la mesa donde se hallaba también el
Rector del Colegio. Era un hombre de 66 años, pelo cano, de
mirada inquisitoria. Tenía fama de ser un hombre muy
preparado. Nadie dudaba de su ciencia aunque sí de su simpatía
pues era difícil en el trato. Algunos de los antiguos daban malas
referencias de él.
-- Sí-- contestó el Rector después de llevarse la última
cucharada de sopa a la boca.-- Este año los colombianos --
continuó-- son 32 en el Colegio...
-- O sea, que se podría muy bien llamar Pontificio
Colegio Pío Colombiano-- entrecortó al Rector un argentino
apodado "el catire" y al que le iba bien el apodo porque era
rubio.
-- Eso creo...-- señaló otro de los cinco que se hallaban en
la mesa. Y todos soltaron las carcajadas por la ocurrencia del
argentino, que tenía en igual porcentaje parte de ocurrencia y
parte de malicia. Y siguieron comiendo y conversando de
generalidades.
Los Dos (filosofía de la historia)

El argentino en el fondo decía una gran verdad. No sólo


en el Colegio Pío Latino Americano la mayoría era colom-
bianos, sino que en todas partes de Roma donde había residencia
de Clero-estudiante había colombianos. En los autobuses se
podía comprobar que la mayoría del clero latinoamericano era
prácticamente colombiano. En parte se podía atribuir a muchas
vocaciones en aquel país, pero tal vez se debiera a otros
motivos... No había residencia donde no hubiera un mínimo de
cinco colombianos. El Colegio Colombiano, de la Diócesis de
Medellín, sin embargo estaba hasta el tope.
Mientras tanto cada grupo de cinco en cada mesa
hablaba de todo. En la mesa siguiente del lado izquierdo se
hallaba Jorge Luis Fernández y dos mesas más allá estaba
Palmeras.
-- Y eso no es nada-- se comentaba en la mesa de
Palmeras-- imagínense en Invierno, cuando la gente no se baña;
en los autobuses no se soporta el mal olor de los italianos-- Se
estaba hablando de la primera impresión que generalmente
impacta a todo latinoamericano cuando va a Roma. Impresión
que no dejaba de ser una simple verdad y que era la opinión
generalizada de todos los nuevos de aquel año y de todos los
años. Como era una de las impresiones comunes se estaba
compartiendo espontáneamente en la conversación del comedor.
Y, de hecho, era, entre otros, el tema que se conversaba en los
pasillos o cuando se reunían en grupitos a conversar de las
primeras experiencias de los primeros días en Italia.
Entonces, Palmeras, que era un poco más conocedor del
trajín romano hablaba con propiedad y confirmaba las impresio-
nes de los nuevos, que se alarmaban de las nuevas imágenes
negativas de Italia, pues la gran mayoría, tal vez todos, tenían
una falsa idea de perfección comunitaria de los europeos, y más
de Roma. Pero que comenzaban a eliminarla y hacer una nueva
desde la misma realidad y ahora fundamentados en la propia
experiencia. En parte, las ideas que llevaban de Europa era fruto
de una idealización del Viejo Continente sumado a una
desvalorización de los propios países en los que sólo se insistía
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en lo negativo, que pareciera que en ellos todo era miseria,
atraso, negligencia, oportunismo, vandalismo. Algunos, los más
críticos y por consiguiente lo más objetivos, comenzaban a
considerar que las realidades de sus propios países no eran tan
malas como solían pintarla en la opinión pública. Que en
muchos aspectos eran superiores positivamente. Y comenzaban
a cuestionarse el por qué de muchos de sus predecesores en
estudios en Roma al llegar a sus respectivos países llegaban con
unos aires de grandeza injustificados, como si el hecho de estar
en Roma les diera el derecho de ser más. En cuanto a
conocimientos, no lo dudaban, pero en cuanto a la verdadera
sabiduría, lo ponían en tela de juicio, ya que ésta, según sus
maneras de pensar, tenía que llevar necesariamente a la mayor
comprensión de la persona humana. Y veían que considerarse
más cerca de las cimas que los otros, o cambiar sus identidades
nacionales por el simple hecho de haber estado en la Ciudad
Eterna, durante un respectivo tiempo de estudio, era la
consecuencia natural de una inmadurez personal. Pero estos
pensamientos pasaban por los más inquietos. Algunos de entre
ellos hasta lo comentaban.
En parte los que pensaban así tenían motivos para
hacerlo. Por una parte eran jóvenes y eran inquietos. Y por otra,
las mismas experiencias diarias de los primeros días de Roma le
llevaban a dar el justo valor a sus propios países. Así, en Roma
para moverse de un lugar a otro, dentro de la misma ciudad,
había que esperar que los autobuses colectivos inter-urbanos
pasaran al cabo de un buen tiempo de espera. No importaba que
no hubiera puestos o capacidad en ellos. Había que empujarse
para hacerse un lugar una vez montados o empujar desde afuera
para poder montarse. Una vez dentro había que soportar
empujones, estirones, apretones, hediondez, mal aliento, insul-
tos, gritos de viejas cascarrabias, frenadas y arrancadas bruscas
del autobús. Algunos comentaban, con buen sentido del humor,
pero que era una gran verdad innegable como el firmamento de
que la gente de sus países se consolaba porque ellos estaban en
Los Dos (filosofía de la historia)

Roma y hasta ellos mismos soñaban, en cierta manera con eso,


pero que "Roma no era como la pintaban".
Pero todos estos pensamientos pasaban por los más
realistas al pensar en el por qué muchos de sus amigos y colegas
en el ministerio, después de los estudios en Roma, llegaban a
sus realidades de sus propios países, que a veces no cabían por
los mismos lugares que, antes de sus estudios, les quedaban
grandes. Porque ellos mismos podían comprobar que Roma y
con ser Roma no era mejor que sus ciudades. Además, para
moverse en la misma ciudad de Roma había que ir parado en los
buses, así fuera un Obispo, y empujar como dejarse empujar y
quedarse callado, sin decir nada, pero pensando muchas cosas,
hasta groserías; soportar hedores y un sin fin de incomodidades,
que después en los países de origen no estaban dispuestos a
soportar. Ironías de la vida.
Mientras que en la mesa donde estaba Jorge Luis
Fernández se hablaba de los estudios eclesiásticos.
-- ¿Y, tú, qué vas a estudiar?-- preguntaba interesado un
dominicano a un mexicano de bigotes.
-- Quiero hacer la licencia en Misionología-- contestó
éste mientras le iba quitando a una manzana su capa externa con
los cubiertos, con mucha precisión.
-- ¿En cuál Universidad?-- continuó el dominicano a la
vez que hacía un montón con los platos usados para que los
recogiera el compañero de servicio del día.
-- La Gregoriana...
El dominicano, de nombre José Miguel, de porte elegante
y de un gran sentido de responsabilidad, también iba a estudiar
Misionología y las respuestas de Vicente le eran de bastante
utilidad.
-- ¿Y ya sabes el horario?
-- Todavía...
-- No se preocupen por eso-- intervino inmediatamente
Alvaro, un colombiano, quien era el encargado de dar todas las
informaciones sobre los estudios a los nuevos de ese año. -- Por
ahora, lo importante es que ya hayan decidido la especializa-
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ción. Yo después le explico a todos los nuevos que van a estu-
diar en la Gregoriana todos los pasos a seguir. Todos los
contactos de inscripción, matrícula, ordos, etc. yo los hago...
como soy el encargado este año...
-- En parte, mejor... -- repuso el dominicano quien no
veía el día de comenzar las clases -- porque si es así, nos
evitamos las...
-- Sí, sí; tranquilos -- volvió a decir Alvaro llevándose la
servilleta de tela a los labios para secárselos después de haber
tomado el último sorbo de aranciata, un procesado de químicos
con jugos de naranja que venía en envases grandes de plástico y
que colocaban en cada mesa junto con una botella de agua. En el
almuerzo siempre se colocaban algunas botellas de vino en una
mesa adjunta en el comedor para quien quisiera tomar vino. Por
lo general, las cinco distribuidas de a vaso entre 62 personas,
quedaban vacías.
-- ¡Qué bien!-- fue la afirmación de Jorge Luis Fernández
quien estaba atento a la conversación y que hasta el momento no
había pronunciado palabra. Sus ojos comenzaban a enseñar un
interés por la suerte de sus compañeros de mesa. Prefería
escuchar y de vez en cuando aprobar con una sonrisa. Su
presencia inspiraba confianza.
Después de cada comida, tanto en el almuerzo como en la
cena, se colocaba café y agua de manzanilla en una mesa casi a
la salida del comedor. Era prácticamente un rito que al salir del
comedor todos pasaran a tomarse un café o un guarapo de
manzanilla, según el gusto de cada uno. Cuando las
conversaciones se llevaban su buen tiempo continuaban en esta
mesa, mientras se servían una de las dos bebidas. Allí, quienes
todavía no se habían saludado porque no habían tenido tiempo
por el trajín del día, aprovechaban la oportunidad para hacerlo,
como también para jugarse alguna broma ligera entre quienes ya
se tenían más confianza. Esta última mesa constituía como el
sitio de contacto entre todos los residentes del Colegio.
Los Dos (filosofía de la historia)

-- Un poco de azúcar, por favor-- y estiró la pequeña taza


el argentino apodado "el catire" hacia Buitriago, un colombiano,
que se hallaba en el lado del azúcar en la mesa antes descrita.
-- Con mucho gusto, ché -- contestó súbitamente
Buitriago a la vez que le servía dos cucharaditas de azúcar en la
taza del café al catire.
-- ¡Catire! -- gritó un venezolano, de la ciudad de Trujillo,
quien llamaba a todo el mundo "catire" fuera o no rubio, y que
se había dado a conocer por sus gritos a la hora de hablar. --
¿Cómo estás, "catire"?-- repitió dirijiéndose esta vez al
argentino.
El trujillano se había ganado la simpatía y el cariño de
casi todos los compañeros del Colegio. Se caracterizaba por su
manera de hablar, que era a gritos. Tenía una risa que a muchos
les parecía callejera, pero esa era la clave de su simpatía. A
todos les echaba bromas y quien se dejaba tenía que soportar sus
pesadas tomaderas de pelo, que a veces se pasaban de calibre.
Pero ya todos lo iban conociendo y sabían que no era por
maldad sino por su manera de ser. Y en el fondo le tomaban
cariño, aunque no dejaba de existir alguno que otro que le tenía
ojeriza.
-- ¿Cómo está, Usted, Padre Espiritual?-- preguntó muy
respetuosamente el gordo Palmeras al Padre Fernández que en
ese momento se estaba sirviendo un poco de agua de
manzanilla.
-- Bien, gracias -- contestó el padre mexicano a la vez
que colocaba sobre la mesa el recipiente donde servían la bebida
caliente. -- Aquí, tomando un poquito de esta agua que hace
mucho bien después de la comida...
-- Ya veo... -- repuso Palmeras sin poder evitar una
sonrisita maliciosa.
-- ¿Y, tú, cómo estás? -- continuó el P. Fernández al darle
el frente a Palmeras para cerciorarse de su interlocutor.
-- Bien... bien... bien...
-- ¡Qué bueno!...

25
Eran ya pasadas las ocho y media de la noche. Todavía
podía sentirse el calor del verano, que ya estaba agonizando. Al
entrar el Otoño se tendría que retroceder una hora del reloj. Y
esto constituiría otro elemento más dentro de "la experiencia
romana" de los nuevos y que los antiguos ya conocían. Una
vivencia nueva a las muchas que iban viviendo después de
abandonar sus tierras porque después de algunas horas de vuelo
ya habían sufrido el cambio de horario y con él un cambio total.
Para algunos había sido un retroceso de cinco horas en el caso
de los venezolanos, dominicanos, chilenos, bolivianos y
paraguayos; seis para los colombianos, ecuatorianos, peruanos y
haitianos; siete para los mexicanos y costarricenses, y; cuatro
para los argentinos y uruguayos. Cambios que producían en
todos un desarreglo general y que comenzaba en perderse el
sueño por un mínimo de dos semanas para unos porque
significaba restarle siete, seis, cinco o cuatro horas al ritmo
normal, y, para otros en un descontrol estomacal. Prácticamente
todos se quejaban del cambio de horario. Y los que no lo
expresaban verbalmente no era necesario que lo hicieran porque
los ojos, la palidez del rostro y el cansancio que se les notaba los
delataban. Estos cambios bruscos influían en gran manera en las
primeras experiencias del contacto con la ciudad eterna.
Algunos tenían la fuerte tentación de regresarse, pero más podía
en ellos el orgullo y el temor al ridículo en sus comunidades que
preferían quedarse, para hacer la prueba. Al paso de los días ya
el cuerpo y la mente se iban amoldando hasta que, ya
verdaderamente no era problema. Parte de "la experiencia
romana" se decían para consolarse y darse fuerzas. De manera
que cuando alguien utilizaba la expresión "la experiencia
romana", ya todos sabían que estaba pasando por un mal
momento y trataban de solidarizarse con él para que no se
sintiera abandonado. Algunos sobrevivían gracias al gran
sentido de solidaridad latinoamericana, como los colombianos y
venezolanos a quienes les afectaba más el cambio.
Los Dos (filosofía de la historia)

-- ¿Le gusta mucho la manzanilla? -- preguntó Palmeras


que sólo lo hacía por dar tema de conversación y el tema de la
bebida le era oportuno.
-- Pues...
-- A mí me gusta más el café -- interrumpió enseguida
Palmeras dejando a Fernández con la respuesta en la punta de la
lengua. -- Aunque, viéndolo bien, me gusta más el té, pero... --
moviendo la cucharilla dentro de la pequeña taza -- Y a
propósito del té -- continuó porque empezaba a sentirse seguro
en su terreno -- ¿Cómo va el asunto ese de la crisis del Golfo?.
No había ninguna relación entre los dos temas pero sólo
quería conversar.
-- Verás que...
-- Pero, es una gran locura la del Sadam -- volvió a dejar
a Fernández con la palabra en el vacío -- hacerle resistencia a los
Estados Unidos. Aunque no se sabe quién de los dos está
realmente loco. ¿Usted qué cree?...
Y no dejaba de tener cierta razón Palmeras en su
apreciación inicial.
-- Lo que pasa es que siempre el pez grande quiere
comerse al más pequeño -- logró decir Fernández aprovechando
que Palmeras se llevaba la taza a la boca para sorber otro trago
de café.
-- Pero el pez pequeño no ha resultado tan pequeño como
se pensaba -- dijo Palmeras apenas había consumado el buchado
del café que tenía en la boca.
-- Y lo peor -- continuó Palmeras -- es que los Estados
Unidos anda utilizando el pretexto de que está en defensa del
más débil... Pero son puros cuentos chinos... Sin embargo --
prosiguió su pensamiento -- yo me alegro de que le estén dando
una lección a los Estados Unidos. Claro, es lamentable que con
ello esté jugándose un desastre mundial, pero ya era hora de que
a los Estados Unidos le demostraran que el mundo no se va a
manejar como él quiera. Pareciera mentiras pero le tiene miedo
a Irak que lo tiene en tres y dos. Yo creo que el Sadam no es
ningún loco. ¿Ud. cree que un loco haría lo que éste está
27
haciendo? Para mí, que tiene los cinco sentidos muy bien pues-
tos... -- Y volvió a llevarse la taza a la boca para saborear otro
trago.
-- De eso no hay ninguna duda -- confirmó Fernández la
idea de su interlocutor -- pero, me atrevo a pensar que no va a
ser suficiente...
-- Pero es lamentable -- continuó Palmeras que se había
detenido sólo para tomar más café y no tanto para que
Fernández hablara -- que los demás países se solidaricen con
Norteamérica, cuando se ve clarito que es un abuso de poder de
los Estados Unidos. Creo que habría que repetir la frase que
siempre se le ha dicho a los gringos: "Yankees go home".
Y siguió dando sus razones sin detenerse en lo que
pudiera pensar u opinar Fernández, quien de hecho confirmaba
las ideas de Palmeras.
Una vez dejado el comedor pasaron a la sala de recreos
del Colegio que quedaba vecina a la de la Televisión. En la sala
de recreos algunos leían "Il Tempo" un periódico italiano o la
revista "L'espresso" o L'Observatore romano en lengua italiana
que salía todos los días, otros jugaban dominó y otros fuerza
cuatro, un juego que consistía en alinear cuatro piezas seguidas
del mismo color y ganaba quien sumara más juegos de líneas
conseguidas. Este juego era bastante entretenido y requería
mucha concentración porque cualquier descuido significaba una
línea en contra. En este juego siempre estaban cuatro
colombianos y un venezolano. Se jugaba de dos personas en
cada turno. En el dominó estaban igualmente tres venezolanos y
un ecuatoriano quienes armaban escándalos en todos los juegos.
Sobresalían los gritos y las carcajadas del trujillano quien se
hacía sentir donde estuviera.
En la sala inmediata había otro pequeño grupo que
compraba las estampillas de correo para la correspondencia
personal. El Colegio tenía un servicio interno de correo. Había
un encargado que prestaba el eficiente servicio de ir todos los
días al Correo Vaticano a depositar toda la correspondencia de
los residentes del Pío Latino Americano. En la noche anterior se
Los Dos (filosofía de la historia)

vendían las estampillas, según el peso y el destino de cada carta


y se depositaban en una caja metálica, dispuesta para los oficios
del correo.
-- ¡La posta è chiusa!-- gritó de repente el encargado del
Correo-- anunciando así que se cerraba el servicio del correo por
esa noche.
-- ¡La posta è chiusa! ¡La posta è chiusa! -- empezó a
repetirse por los pasillos como en eco el típico grito del
argentino entre quienes lo oían y lo imitaban.
Mientras tanto Fernández y Palmeras se acomodaban en
sendos muebles de la sala de recreos imbuidos en el tema que
los entretenía, que con todo lo que dijeran de incierto desde sus
respectivas opiniones eran sus propias maneras de pensar y por
consiguiente merecían, por lo menos, ser escuchadas, que era
propiamente lo que ambos hacían. Y allí comenzaba su relación.

29
IV

La noche anterior Fernández y Palmeras se habían


despedido a las diez y media, porque según la disposición
interna del Colegio a esa hora ya debía haber silencio para que
los que se acostaban temprano pudieran descansar lo suficiente.
Esta disposición estaba colocada sobre todo para los tiempos en
que había clases porque todos prácticamente tenían que
levantarse muy temprano para poder tomar el desayuno y
dirigirse a sus respectivas Universidades, y que a veces se
tomaba una hora para llegar puntual a la primera hora de clases.
En los tiempos normales de las Universidades esa norma todos
la cumplían pues llegaban ya a las diez de la noche con el
mínimo de fuerzas que se iba cada cual a su habitación a dormir,
los que ya no daban más; o, a terminar de preparar las materias
para el día siguiente, los que todavía tenían un resto que ofrecer.
Esta preparación suponía un doble trabajo, pues, además de
hacer las traducciones del italiano al español se necesitaba
entender lo que se leía. Esta tarea era, por lo general, al
comienzo, pues, al paso de los días ya no hacía falta traducir
ningún texto porque se iban familiarizando con la lengua
italiana. Después, muy de vez en cuando, acudían al diccionario
para buscar el significado de alguna que otra palabra
desconocida.
Durante esos primeros días la presencia en el Colegio
tenía la única intención de permitir que los nuevos se fueran
adaptando al cambio de ambiente. Aunque el curso de italiano
era importante al dar las líneas fundamentales de esta lengua, no
era, sin embargo, lo más importante, sino la razón anterior.
Todos intuían esa razón y daban gracias en el fondo porque de
recibir clases en la Universidad inmediatamente después de
Los Dos (filosofía de la historia)

haber llegado, sufriendo todo el cambio brusco de la adaptación


como al cambio de horario, hubiera sido, sin duda, un sacrificio
demasiado grande, aunque ya lo era, pero lo hubiera sido más si
se hubiese llegado al trajín normal de estudiante de manera
inmediata.
Mientras tanto algunos en las horas de la mañana salían a
conocer la ciudad. Todos procuraban llegar a la hora del
almuerzo al Colegio ya que otro elemento más de "la expe-
riencia romana" era el comprobar que cualquier comida afuera
era demasiado cara. Y no sólo la comida. Toda la actividad
comercial en Italia suponía tener una fuente sin fondo de dinero.
Y lo peor era que el dólar se iba desvalorizando cada día más.
Contribuía a ese hecho la crisis del Golfo.
Y no tenían otra alternativa que manejarse con los
poquitos dólares que cada uno había llevado al salir de sus
países. Lo poco que había resultado del cambio de sus monedas
nacionales al adquirir dólares se esfumaba ligeramente como el
pensamiento al convertirse en liras italianas. Veinte dólares era
el equivalente a veintidós mil liras y con esta cantidad se
compraba, escasamente, un almuerzo para una sola persona. Eso
suponía, en el caso de los venezolanos, mil bolívares. Y no
podían darse el lujo de gastar esa cantidad en un simple
almuerzo cada vez que se salieran del Colegio. Por eso era que
todos, y especialmente los venezolanos, ya a las doce y medía
del día estaban puntuales en el Colegio.
Algunos ya habían oído de lo caro que era la vida en
Italia, pero no era lo mismo escucharlo que vivirlo. Ahora
podían dar testimonio, pero con toda seguridad eso que dirían
sería un círculo vicioso: se escucharía e igualmente se dudaría,
como lo habían hecho casi todos ellos cuando lo habían oído en
sus países por primera o muchas veces consecutivas.
Los chilenos y los argentinos no tenían grandes
problemas al respecto. Y, en parte, se debía a que estos, tenían
por lo general familiares en Italia, pues en cierta manera estos
dos países habían sido los dos grandes puntos de atracción en la
emigración de los italianos en los tiempos de la guerra.
31
En cambio, no sucedía igual suerte con los mexicanos,
dominicanos, peruanos, ecuatorianos, bolivianos, haitianos,
salvadoreños, costarricenses y venezolanos. Estos últimos
estaban viviendo una racha de crisis económica después "del
febrero de 1989" y se les hacía difícil reconocer que los tiempos
de las vacas gordas ya habían pasado.
Era la hora del almuerzo y todos empezaban a desfilar
por la "portenería" a saludar a Dante, el señor que desempeñaba
el trabajo de portero en el colegio hacía ya quince años en los
turnos de la mañana, cada dos semanas, cambiando con su otro
colega, el sr. Giusseppe; y aprovechaban, que era propiamente a
lo que iban, de revisar el casillero de la correspondencia
recibida, donde cada alumno tenía su propio apartado con su
nombre. Constituía casi una fiesta el encontrar una carta en su
propio apartado y prácticamente un rito el pasar al mediodía a
mirar "el muro de las lamentaciones" que era como llamaban el
casillero del Correo. Cuando alguien encontraba su casillero
vacío, lo que significaba que ese día no había cartas para él,
envidiaba a los compañeros que sí tenían.
-- Ya te olvidaron -- dijo Felipe, un chileno, dirijiéndose a
José Miguel, el dominicano, al estirar su mano derecha y tomar
dos cartas que tenía en su apartado. Felipe no podía disimular la
alegría y era que no había mayor alegría para todos ellos en todo
el día que encontrar una carta en el casillero del correo. De
hecho, todos al regresar de la Universidad solían decir en voz
alta --espero tener por lo menos una carta-- entre los apretones y
empujones en el autobús. Esa esperanza, por muy remota que
fuera, les daba a todos una ilusión especial. Muchos sin
embargo, sabían que seguirían encontrando su casillero vacío,
pero les era muy placentero hacerse ilusiones cada día como
igual de desagradable el no encontrar correspondencia.
De entre tantas de las experiencias de la vida en Roma, la
de la soledad y del olvido era la que más les hacía reflexionar
sobre el sentido de la vida sacerdotal. Ellos que prácticamente se
habían entregado en cuerpo y alma a sus pequeñas comunidades
en sus diferentes sitios de trabajo, sumando desvelos,
Los Dos (filosofía de la historia)

preocupaciones y sacrificios cada día para realizar una labor


pastoral con muy buena voluntad; ellos que habían recibido
tantas muestras de amistad y de cariño en los momentos de la
despedida de sus amigos y parroquianos entre promesas de
seguir en contacto a través de la correspondencia, para vencer
las distancias geográficas; ellos que habían creído en esas
promesas y que habían dado el paso inicial al escribirle a todos
apenas instalados en Italia; ellos, ahora sentían que todo aquello
no era más que un mero formulismo de gente buena, que les
hacían vibrar ante su buena intención, pero que les hacía
entender que la distancia no sólo era de continentes. Y esa
realidad era para muchos, si no todos, una verdad muy triste,
pero no por eso menos verdad.
Las palabras que Felipe le dijera a José Miguel eran por
una parte una broma simpática, pero, por otra, era un vivenciar
en carne propia una realidad que todos iban descubriendo poco a
poco. Pero, realidad que no solamente estaba referida al plano
de la correspondencia escrita, sino a la vida misma ya que eran
muy ciertas y certeras las palabras del poeta español Antonio
Machado al decir que "Caminante, son tus huellas el camino, y
nada más; caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda
que nunca se ha de volver a pisar. Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar", para concluir con su mismas palabras de
que "Todo pasa y todo queda; pero lo nuestro es pasar, pasar
haciendo caminos, caminos sobre la mar".
A pesar de ese descubrimiento, muchos se consolaban
pensando que pronto llegaría alguna carta de sus amigos. Pero
se iban convenciendo que después de los familiares cercanos,
como los propios padres y hermanos, las demás relaciones eran
simplemente convencionales. Nada nuevo.
-- Es triste, pero así es -- contestó José Miguel -- Llevo
dos semanas seguidas que no sé lo que es una cartica. Y eso que
le he escrito a medio mundo -- e hizo un gesto con los hombros
como de desconsuelo.

33
-- No te preocupes, gallo -- dijo entonces el chileno como
para animar a José Miguel y que ya sabía lo que se experimenta-
ba y lo invitó a dirigirse al comedor, que quedaba en el piso
inferior. Al descender las escaleras se les unió el P. Fernández
quien los saludó con mucha cordialidad.
Una vez en la sala del comedor se dispersaron para
buscar cada cual su servilleta de tela según el propio número
correspondiente de cada uno. Luego se ubicaron en las mesas
que tenían puestos vacíos. En el almuerzo no podía faltar un
vaso de vino "rosso" o "bianco" o un vaso de aranciata, según
los gustos preferidos entre las tres opciones, o un vaso de agua.
Mientras empezaban a servir los encargados de turno, un vaso
con cualquiera de las bebidas servía de aperitivo al primer plato
que por lo general era uno de la rica variedad de la pasta
italiana.
Mientras tanto iban llegando todos al comedor, separados
o en pequeños grupos, de entre los cuales iba precisamente
Palmeras, quien después de buscar su servilleta se disponía a
buscar un puesto libre.
-- Sentáte aquí-- se oyó de repente en un tono amigable.
Era el P. Fernández que se dirigía a Palmeras al ofrecerle la silla
disponible de la mesa donde se hallaba sentado. Y se oyó el
ruido que hacía la silla de metal con el piso al ser halada.
-- Es para mí un verdadero placer -- exclamó Palmeras
con una sonrisa de satisfacción mientras se dirigía a la mesa
indicada.
-- Pues, no. El placer es para mí-- repuso Fernández al
sentirse correspondido en el detalle de su ofrecimiento.
-- ¡Buon giorno a tutti!-- saludó Palmeras a los otros tres
de la mesa a la vez que se sentaba.
-- ¡Buon giorno!-- contestaron en coro los interpelados.
-- ¿Cómo están Uds.? -- prosiguió el saludo Palmeras.
-- ¡Bene! ¡Bene! -- Y soltaron una espontánea carcajadas
lo tres aludidos al responder en italiano ya que les parecía
mentiras que estuvieran en Italia y sobre todo hablando esta len-
gua.
Los Dos (filosofía de la historia)

-- Poco a poco, muchachos -- tomó la palabra Fernández


al intuir la causa de las carcajadas -- Ya verán que cuando menos
lo piensen ya están hablando perfectamente el italiano.
En ese mismo momento, uno de los servidores de turno
en el comedor, ponía en la mesa la bandeja de la pasta, muy
apetitosa a la vista y más al gusto, junto con una ración de salsa
italiana casera y de queso rayado. Por lo general se tenía que
servir una segunda bandeja de pasta porque una no era
suficiente al paladar latino que comenzaba a saborear de la mesa
italiana sus favores y empezaba a comprender también el por
qué los italianos eran tan amantes de la mesa, pues,
prácticamente la vida del italiano gira en torno a la mesa.
Se sirvió cada uno según su propio apetito, mientras iban
conversando de las impresiones nuevas de la nueva vida.
En el transcurso del almuerzo, Palmeras le hizo a
Fernández una muestra de amistad. Palmeras había salido esa
mañana a la ciudad y había comprado para Fernández una
cámara fotográfica ya que sabía que éste quería y necesitaba
una. Fernández había visto una Pentax con autofocus y se había
interesado en comprarla. Se había enterado Palmeras de esa
información y no esperó que se adelantara.
Mientras almorzaban ese día, Palmeras sacó de entre su
chaqueta un paquete envuelto en papel de regalos y sin
cumplidos lo estiró hacia Fernández.
-- Oh, perdón -- dijo Palmeras -- me había olvidado --
mientras miraba a su amigo -- aquí le mandaron.
-- ¿Quién?... ¿Qué cosa?-- reaccionó inmediatamente el
mexicano a la vez que tomaba en sus manos un paquetico rojo
con un lazo de regalo en el centro.
-- Dijeron que eran amigos suyos...
-- ¡Qué bien! Pero...
Y sin misterios empezó a abrirlo. Los cuatro comensales
restantes no quitaban los ojos al paquete y a las manos de
Fernández. El papel su fue rasgando hasta que apareció una
caja. El misterio de la sorpresa de todo regalo despertaba
expectativas en los cuatro, hasta en el mismo obsequiado, menos
35
en Palmeras que ya sabía el contenido y quien sonreía con
picardía. Finalmente, después de abierta la caja, Fernández,
enseñaba una cámara fotográfica y los de la mesa irrumpieron
en un festivo aplauso. Era una Pentax IQZoom date.
V

Los lugares en donde todos los residentes del Colegio se


encontraban durante el día eran la Capilla a las siete y cuarto de
la noche para celebrar la Misa, y en el Comedor, sobre todo en
el almuerzo y en la cena. El desayuno cada uno lo hacía a la
hora más conveniente hasta las nueve de la mañana que era la
hora en que se cerraba el comedor. Durante las demás horas
todos los residentes se dispersaban. Algunos salían a conocer la
ciudad y los sitios históricos, otros se quedaban en sus habita-
ciones haciendo cualquier cosa, como repasando o preparando
las lecciones de italiano para la clase de la tarde, o cualquier otra
actividad para justificar la mañana.
Por lo general se reunían en grupos de un mismo país y
planificaban una visita a cualquier sitio. Procuraban salir muy
temprano en la mañana para que les alcanzara el tiempo de
poder estar de regreso al "mezzo-giorno", para el almuerzo. Así
lograban ahorrar. En cuanto a los pasajes para el transporte no
había ningún problema ya que al comienzo del mes se
compraban las "tesseras", que eran una tarjeta especial de
transporte. Con esta tarjeta se podía viajar todas las veces que se
quisiera durante todo el mes y durante el mismo día. Es una
parte de la organización del transporte en Italia y en Europa.
Existía varios tipos de tiquetes que funcionaban como pasajes.
De manera que se compraba el que más conviniera según la
necesidad. Cada tipo de tiquete tenía su tiempo de duración. Lo
había el que duraba todo el día, o una hora y media, o sólo cada
vez que se utilizaba el servicio de autobús, o toda la semana, o
todo el mes. Para el que tenía que hacer varios viajes en un
mismo día era más práctico el último, que valía veintidós mil
liras. Así se evitaba la incomodidad de andar con dinero suelto
Los Dos (filosofía de la historia)

para pagar el pasaje cada vez que se utilizara el servicio de


autobuses.
Aún cuando pareciera fácil burlar el sistema del
transporte había una sanción de cincuenta mil liras a quien pilla-
ran viajando sin tessera. Había un sistema de especie de policía
de transporte que se encargaba de exigir a los usuarios su
cumplimiento. De manera que todos los pasajeros apenas se
subían a un autobús registraban su tiquete en una máquina que
llevaban los mismos, en el caso de portar el tique sencillo. Si se
portaba la tessera del mes completo no había que hacer ninguna
operación, sólo acomodarse en medio de empujones en el
autobús, que siempre iba repleto.
La gente lo hacía con un sentido de responsabilidad
impresionante. Sin embargo, en ciertos días del mes solían
subirse de improviso los policías del transporte y mientras el
autobús seguía su marcha iban solicitando a cada pasajero su
tessera. Si alguno, por descuido o por astucia, no indagaban la
causa, no portaba ningún tipo de tessera tenía que pagar cin-
cuenta mil liras inmediatamente, y si no llevaba dinero, al
detenerse el bus lo llevaban a un carabinieri para que sirviera de
testigo. Además del bochorno público, por supuesto. No dejaba
de existir, sin embargo, gente que tenía sus maneras de viajar sin
tesseras, porque así como en toda sociedad existen leyes
también existen quienes se ingenian la forma de burlarla.
Algunos de los latinoamericanos se quedaban sorprendi-
dos por el sentido del deber de los ciudadanos en Roma. Y hasta
se reían socarronamente al pensar en la posibilidad de un
sistema similar en sus países en donde la conciencia ciudadana
era totalmente diferente.
Todos los estudiantes residentes del Colegio Pío Latino
Americano, como los de los demás Colegios de Roma, utiliza-
ban el sistema de tessera de mes. Era más práctico y a la larga
salía más barato.
En ese mismo tiempo existía el Colegio de los Legiona-
rios de Cristo, también en Roma. Estos tenían una su propia
manera de comportarse. Siempre andaban vestidos de negro con
39
vestimenta netamente clerical. Por lo general andaban en grupos
de tres y no trataban con otros que no fueran entre ellos. En la
Universidad Gregoriana, en los recreos, se paseaban en los pasi-
llos en grupos y no saludaban a nadie. Parecía que les estuviera
vetado hablar con otros que no fueran de su grupo. Daban la
impresión de ser una especie de secta aparte, con mentalidad de
ser los puros y los elegidos, en que el trato con otros significaba
trato impuro. Lo más curioso era que eran simples seminaristas.
Nunca se les veía utilizar el servicio de transporte interurbano y
por el contrario siempre viajaban en sus propios autobuses
privados de color gris como gente de clase aparte. Prácticamente
eran muy mal mirados. Y existía razones para ello.
En el comedor del Colegio Pío Latino ese era el tema
preferido de todos los días. Y de eso estaban hablando precisa-
mente en el almuerzo del día siguiente del obsequio de Palmeras
a Fernández.
-- Son gente muy rara -- apuntaba en la conversación un
Barquisimetano -- Da risa. En la Universidad no saludan a
nadie. Uno se puede tropezar con ellos y ni siquiera lo miran.
-- ¿Quiénes? -- preguntó el costarricense que se
imaginaba de quienes se trataba pero que quería cerciorarse.
-- ¡Los Legionarios de Cristo!...
-- Esos que andan todo el tiempo vestidos de negro y con
cuellito -- intervino un colombiano haciendo referencia al
distintivo clerical.
-- ¿Y es que ellos no son los del "Opus Dei? -- señaló
otro venezolano que estaba en la misma mesa.
-- Casi... pero... de la misma familia... prácticamente...
De hecho en la forma de vestir eran inconfundibles los
del Opus Dei de los Legionarios de Cristo. Pero no está la
diferencia de una persona en la manera de vestir sino en su
apertura humana. Y los segundos tenían fama de ser una
organización fuera del acontecer histórico. Tenían su origen en
México y llevaban un estilo de vida externo, según lo que se
podía observar, fuera del contexto de una realidad
latinoamericana. Para empezar el hecho de que fueran simples
Los Dos (filosofía de la historia)

seminaristas y llevaran vestimenta clerical ya los hacía vivir


desplazados de la misma realidad. ¿Cómo era posible que les
dejaran llevar distintivo de sacerdotes si realmente no lo eran?
¿No sería manifestación de un deseo de distancia y de grandeza?
Por otra parte, la realidad mexicana y latinoamericana del
sacerdote no consistía en una élite o clase social. Latinoamérica
no necesitaba sacerdotes que anduviéran todo el tiempo
impecables ni muchos menos sacerdotes a quienes habría que
rendirle pleitesía u homenajes. Era verdad que el sacerdote es el
representante de Cristo en la tierra, es una persona consagrada
por Dios para servir a los hombres, según la definición del
Concilio Vaticano II, que a través de él y de su ministerio Dios,
y especialmente Jesucristo, se hace presente en las acciones de
la vida por medio de los sacramentos, de una manera más
palpable, según la dimensión de la fe, con la fuerza vivificante
del Espíritu Santo, pero no por esa razón había que colocarlo en
un nicho social especial. Esa visión ya estaba superada, más en
América Latina en donde el pueblo no necesitaba tanto de
distanciamientos absurdos, que en un tiempo sirvieron a una
Iglesia con criterios de reino terreno. No consistía en eso la
visión de la Iglesia de finales del siglo XX. Además, ¿dónde
había quedado, entonces, la apertura del Concilio Vaticano II?
¿No sería aquello una especie de retroceso?
Era verdad que la imagen del Sacerdote necesitaba una
redimensión en el sentido de rescatar el ser signo ante el mundo,
pero ¿ el signo apropiado era el de una élite? Estas y muchas
ideas similares invadían de repente a muchos.
-- A mí me parece que hacen bien en que vayan y se
comporten como lo hacen -- repuso Palmeras en la mesa
siguiente en donde también se hablaba del mismo tema.
-- Sí, pero... me vas a perdonar... pero yo no estoy de
acuerdo contigo -- contestó inmediatamente Fernández, quien se
hallaba en la misma mesa. --Fíjese que -- continuó -- que yo soy
mexicano y conozco mi realidad...

41
-- Pero, ¿no cree Ud. que es necesario que el sacerdote se
identifique como tal en la calle? -- refutó igualmente Palmeras
quien era amigo de vestir al estilo que estaba defendiendo.
-- Claro que sí, pero no como para que le hagan reveren-
cias...
-- Pero, ¿quién está hablando de reverencias?...
Toda la conversación siguiente transcurrió en esa línea de
desacuerdos, que se podría encontrar contradictoria. El de más
edad no comulgaba con la idea de aparentar diferencias sociales
y el más joven se mostraba favorable. El primero veía que en
vez de ser signo de servicio y de presencia de Dios en el mundo
podría ser, por el contrario, entendido como estar apartado del
mundo, cosa que era verdad, pero que a la vez era crear barreras.
El segundo, por su parte, veía como una falta de valentía el no
hacerse sentir socialmente en el mundo y le daba importancia al
hecho del vestido. Aquel insistía que no sólo consistía en la ropa
sino en la apertura y que a quienes hacían referencia la ropa
reflejaba el deseo de vivir cerrados a la sociedad en donde
vivían. Este consideraba que era importante que se viera que de
hecho ahí estaba la diferencia.
No trataban, sin embargo, de imponer en el otro su
manera de pensar, sino de intercambiar opiniones, que eran
desde todo ángulo diferentes. Eran sus propias maneras de
pensar y ambos las exponían líbremente y ambos las escuchaban
sin querer que el contrario dejara de pensar como pensaba. Se
respetaban los criterios mas los expresaban y su convivencia era
posible.
Volvía a hacerse palpable una vez más la idea de Antonio
Machado de "caminante, no hay camino, se hace camino al
andar". Ambos como que intuían en el fondo esa verdad y la
vivían realmente. Ninguno le exigía al otro que pensara de igual
manera, tal vez, porque comprendían la grandeza de que todos
estamos en lo cierto y porque todos los caminos son "caminos",
precisamente, y porque, además, todos son valederos...
Cuando en una relación interpersonal cada una de las
partes es más persona se puede decir que es una verdadera
Los Dos (filosofía de la historia)

relación. Cuando una de las partes quiere imponer sus propios


criterios, cuando sólo valen las ideas de uno de los relacionantes
y relacionados, cuando el otro se siente menos porque uno es el
que lleva la razón, aún cuando la tenga; cuando las opiniones de
uno de los dos no son tomadas en cuenta, ni siquiera escucha-
das, se puede decir que no es una auténtica relación. Ya que
relación supone dos personas que se comunican. Y comunicarse
es darse a conocer. Y darse a conocer es expresar sentimientos,
pensamientos, actitudes, gestos y muchos otros detalles que
suponen la apertura de quien se comunica y la aceptación de
quien atiende. Aceptación que no significa tanto crítica, ni
mucho menos, sino capacidad de escuchar. Es, precisamente,
comprender que todos los caminos son interesantes. Y es
descubrir que los caminos de los otros son más interesantes
porque son distintos de mi camino. Es la experiencia de la
relativización hasta del propio pensamiento y hasta la
inseguridad de que se piensa, y, más aún, de que lo que se piensa
es justo o verdadero. Pero eso supone madurez humana y un
gran sentido de apertura. Mucha gente adquiere esa virtud con
los años. Otros poseen ese don por naturaleza, pero las canas,
los años y la experiencia no son la garantía de poseerla.
Es la actitud propia del verdaderamente sabio y la verdad
del propiamente místico, porque entre estas dos dimensiones de
la vida y frente a la vida, no hay ninguna diferencia. El ver-
daderamente sabio relativiza hasta su propio pensamiento y ni
siquiera tiene la idea de que es sabio, porque la sabiduría no es
la sensación o la seguridad de serlo, sino serlo simplemente. Al
sabio no se le pregunta si es sabio porque si dice que sí ya deja
de serlo, precisamente porque ni siquiera piensa que él sabe o
piensa. Simplemente lo es. E igual sucede con el místico. Ni
siquiera tiene la sensación de que es místico y no se preocupa en
serlo o demostrarlo, simplemente lo es. Y como ambos relativi-
zan hasta sus propias experiencias viven abiertos frente a las
situaciones de la vida misma. Y ambos tienen una misma actitud
ante la vida. Actitud de apertura, de redimensión de todas y cada
una de las pequeñas verdades de la existencia. El sabio vive
43
asimilando de cada detalle verdades nuevas y todo le es
novedoso. El místico vive redimensionando cada situación y
cada acontecimiento de la vida porque todo está precisamente en
clave de dialéctica. Cada cosa nueva ya es vieja en sí misma e
invita automáticamente al descubrimiento nuevo de lo nuevo
porque hasta lo viejo ya es el elemento nuevo de ese eterno
encuentro, que nunca termina porque es un círculo vicioso. Y de
allí que el sabio y el místico sean ya una misma persona. Porque
una realidad supone o lleva a la otra con la base de la expe-
riencia vital de que todo es y no es a la vez.
Pero no son suficientes ni los años de vida, ni la
experiencia, ni el mucho saber, sino la actitud o capacidad de
dejarse maravillar e impresionar de la novedad de la vida
misma, en la que no hay cosa insignificante, porque hasta lo
insignificante ya adquiere valor de grandeza. Precisamente,
porque se está en clave y en dimensión de apertura. Mas no en
apertura convencional sino existencial, interna, profunda y en
sintonía con lo más íntimo del ser mismo. En definitiva, en
plena y total comunicación con el todo y la nada de nuestro
propio ser, que es y que no es al mismo tiempo, y que supone
una fuga constante en un permanente encontrar.
VI

En los días inmediatos había comenzado oficialmente las


clases en todas la Universidades e Institutos Pontificios de
Roma. Todos los residentes del Colegio Pío Latino Americano
comenzaban a realizar sus ideales al ir a Roma al hacer realidad
sus aspiraciones de estudios. Cada cual había escogido la
especialidad según sus inquietudes.
Todo era ya trajinar estudiantil: horarios, apuntes,
fotocopias, secretaría y un sin fin de actividades propias de
estudiante universitario, como levantadas más tempranos y
propósitos de hacerlo bien, que con el tiempo iban perdiendo un
poco de intensidad por la familiaridad con el ambiente.
En medio de la alegría de encontrarse realizando sus
aspiraciones de estudio, todo empezaba a adquirir un nuevo
sentido. Ya la ciudad comenzaba a sentirse cercana; las calles ya
no eran tan lejanas como en los primeros días; los autobuses y
los empujones para subirse a o permanecer en ellos empezaban
a tener su valor; las idas y venidas tenían su razón de ser. Todo
iba adquiriendo poco a poco su auténtico valor y la alegría de la
experiencia de sentirse realizado iba invadiendo a cada uno de
los residentes del Pío Latino Americano, quienes ya sólo
hablaban de estudios, de puntos de vistas, de opiniones teológi-
cas, de enfoques y de fundamentos teológicos.
En los primeros días todos sentían nostalgias por sus
países, en parte porque no habían entrado de lleno a las activi-
dades y tenían mucho tiempo de ocio. Ahora, ya ni se acordaban
de ellos, por lo menos con la nostalgia del principio.
Algunos, además de las actividades universitarias,
realizaban, algunas deportivas, diariamente, según la
disponibilidad de los propios horarios. Por lo general, después
Los Dos (filosofía de la historia)

del almuerzo se organizaban juegos de basketball o football y


casi siempre eran los mismos jugadores para los dos deportes.
Las actividades deportivas los hacía rejuvenecerse y los
mantenía más alegres.
En esos días del mes de noviembre, ya cuando todo era
libros, Universidades, Bibliotecas, planificaron un encuentro de
football ( calcio) contra el Pontificio Colegio Español que
quedaba cerca del Pío Latino Americano. Aquel encuentro
deportivo atrajo la atención de todos los residentes de ambos
colegios.
Todos los años se jugaba football entre estos dos colegios
y existía ya una especie de rivalidad deportiva. El año anterior el
Colegio Pío Latino Americano había caído frente al Español con
un resultado de catorce goles a uno. Y todos los antiguos
hablaban de esa derrota como de una vergüenza. Los españoles,
por su parte, tenían motivos para estar seguros. El encuentro se
había definido para un jueves en la tarde, día en que la Univer-
sidad Gregoriana no había actividades fuertes, y, en la
Lateranense había actividades especiales.
Los del Colegio Pío Latino Americano iban con plena
conciencia de la superioridad de los Españoles, pues todo les era
favorable. Ellos practicaban todos los días en la cancha grande,
mientras que los latinos jugaban en una cancha de basketball en
la que las medidas eran muy pequeñas. De manera que en
cuanto a condiciones físico-técnicas tenían ventajas los
españoles sobre los latinos. Además el más joven del latino tenía
treinta años de edad, mientras que de entre los españoles había
algunos seminaristas que no llegaban a los veinticinco. En las
carteleras de ambos colegios se colocaron sendos carteles de
propaganda del encuentro de football. Era todo un gran
acontecimiento.
Llegó la hora del encuentro. Cuando los jugadores latinos
salieron de su Colegio todos los demás les desearon suerte. La
necesitaban. Al llegar los latinos con su camiseta roja que los
distinguía ya el equipo español estaba en el terreno deportivo

47
haciendo calentamiento. Algunos de los latinos, sino todos,
sintieron un frío de repente en sus cuerpos.
Después de los saludos, de algunos toques de calenta-
miento de balón, de algunas condiciones y de algunas
fotografías porque el encuentro era importante para ambos
colegios, el Rector del Español dio el saque inicial con el que
quedaba declarado abierto el juego. La oncena de los latinos
había quedado distribuida en dos argentinos en la mitad de la
cancha, pero más a la defensiva que al ataque; en la defensa, un
mexicano, un venezolano, un colombiano y otro argentino; en la
arquería, un colombiano, y en la delantera, un colombiano y un
venezolano.
Carreras, gritos nerviosos, respiraciones agitadas,
palabras de aliento y tensión era el denominador común tanto de
jugadores como de espectadores en los primeros minutos hasta
que el primer gol vino de parte de los latinos para ponerlos en
ventaja momentánea desde el comienzo del juego. La jugada del
gol la inició un colombiano desde la mitad de la cancha en un
pase a un argentino que no dudó en atinar un puntapié al balón
que salió como una bala de proyectil imparable hacia la red
española desde cerca de las diez y ocho yardas. Pero a los
escasos minutos un balón en la red latina hizo experimentar a
éstos que en el juego no existe alegría duradera sino hasta el
segundo final.
Las acciones se emparejaron hasta el inicio del segundo
tiempo en una ligera y angustiante ventaja de los españoles de
tres goles a dos. Los dos goles latinos habían sido anotados por
dos argentinos. Y entre voluntad de jugar y buenas jugadas
lograron los latinos hacer el gol del empate a tres, y, el gol de la
diferencia, para quedar vencedores en un resultado de cuatro a
tres sobre los españoles. Los dos goles definitivos los anotó el
delantero venezolano, quien demostró una velocidad impresio-
nante y un juego de cintura excepcional.
Aquella victoria fue una gran sorpresa para los españoles
quienes no esperaban el triunfo latino y una gran alegría para
éstos.
Los Dos (filosofía de la historia)

La noticia del triunfo y junto con ella las felicitaciones la


hizo el P. Fernández en el comedor a la hora de la cena de ese
mismo día. El P. Fernández había asistido al encuentro y había
llevado la cámara fotográfica donde la estrenó. El aplauso y el
urra no se hicieron esperar. Las hermanas religiosas de la cocina
se unieron también a la alegría de todos y ese día dieron una
cena especial porque era fiesta para el Colegio Pío Latino
Americano. El Rector dijo unas palabras de aliento a los
jugadores y todo era felicitaciones. El jugador más vitoreado era
el de los dos goles decisivos, a quien le echaban bromas con el
término de "el goleador".
Pero la alegría más grande fue al día siguiente cuando el
P. Fernández expuso en la cartelera todas las fotografías del
encuentro deportivo. En ellas se podía imaginar el desenvolvi-
miento del juego. Las fotografías plasmaban muchas de las
jugadas. Y si el encuentro había sido una gran hazaña por parte
de los latinos las fotografías del juego eran, sin duda, un gran
trabajo del P. Fernández, que merecían el justo reconocimiento.
De manera que, por una parte, los jugadores eran felici-
tados por el juego, ya que el resultado se sabía y las fotografías
lo evidenciaban, y por otra, todos felicitaban también al
fotógrafo, quien con su manera tan silenciosa pero efectiva se
estaba ganando el cariño de todos.
Palmeras se sentía muy orgulloso del regalo que le había
hecho al P. Fernández, pues empezaba a comprobar que no
había sido infructuoso. Y en bromas le decía:
-- En el próximo encuentro de football me voy a poner mi
traje deportivo para que Ud. me tome algunas fotografías.
¿Acepta? -- le decía y sus ojos brillaban con una picardía
especial.
-- Con mucho gusto ...
Palmeras lo decía en parte satisfecho y contento de
Fernández, pues si había sido una proeza que los latinos le
hubieran ganado a los españoles, más espectáculo hubiera sido
el que Palmeras se hubiese puesto un traje de deportes. Hubiese
sido ver una pelota en pantalones cortos. Todos, sin embargo
49
conocían a Palmeras, y sabían que era una persona sin prejuicios
y suponían que sin ningún reparo se hubiese colocado el traje de
jugar football, no sólo para la fotografía, sino hasta hubiese
jugado si se lo hubieran requerido.
VII

La paz mundial se hallaba en esos días amenazada. Irak


que había invadido a Kuwait era fuertemente criticado por todos
los países del mundo comandado por los Estados Unidos de
Norteamérica que utilizaba el pretexto de defender los intereses
de la justicia al exigirle a Irak que se retirara de su país vecino.
Pero se trataba de defender más las propias ventajas que las
ajenas.
¿Que los Estados Unidos de Norteamérica se había
vestido el traje de los héroes de las películas para hacer el bien?
Pero, ¿el bien del héroe o del "injusticiado"? Pareciera que el
héroe tenía mucho que perder si la justicia la aplicaba otra mano
distinta de la suya. De allí que al pretenderse hacer la justicia se
temía que el acusado pudiera resultar el acusador como
pareciera verse en esos días. Y podía preguntarse como
inquietud, nada más, ¿justicia o injusticia?, ¿el acusado sería
ajusticiado o injusticiado?
En todo caso tal situación tenía al mundo en ascuas.
Ninguna de las partes quería dar el brazo. Uno se aferraba a sus
creencias religiosas para defender sus derechos y el otro a sus
potencias militares y públicas para justificar sus acciones. Y
todo se trastocaba, porque la creencia religiosa se convertía en la
mejor arma de guerra para el primero y la potencia militar y
pública se iban debilitando para el segundo que veía que la
convicción del adversario estaba alcanzando niveles de una
guerra vista como santa.
Y con ello parecía estar todo el escenario preparado para
la repetición del eterno acto de la guerra sobre el eterno teatro
del mundo. La misma historia. Lo nuevo eran la escenografía y
los actores, y por supuesto, las dimensiones, porque ahora serían
en tercera y en cuarta. Los actores serían de la misma herencia
Los Dos (filosofía de la historia)

de todos los actores de siempre: los políticos, quienes


ejecutarían los papeles importantes, y los militares, quienes
harían el resto. Los aplausos siempre para los actores principa-
les, pero sin comprender quiénes son más estúpidos si los
militares que no tienen cabeza para pensar por sí solos y
comprender que están siendo manejados; o los políticos quienes
se sienten importantes y con deseos de megalomanía. Alguien
ha dicho que quienes escogen la vida militar son gente sin
personalidad que no saben pensar por sí mismos y prefieren que
otros decidan por ellos. Además de ser la vida militar la peor
mafia social que pueda existir que con pretextos de amor a la
Patria sacrifican vidas sin ninguna compasión. Las madres
deben ofrendar a sus hijos o las esposas sacrificar al padre de
sus hijos y esposo en aras de unos intereses patrios absurdos. Si
alguien de vida militar activa se quiere retirar del ejercicio o
tiene algún pensamiento político distinto del gobierno de turno
es considerado un rebelde. Porque hasta les está vetado tener
opiniones propias.
Los espectadores siempre los mismos: la humanidad. Y
sin saber cuál de las tres partes es más estúpida todavía, si los
políticos, a quienes se les sube el poder a la cabeza tocados con
aires de omnipotencia; o los militares, que simplemente son los
juguetes sin voluntad ni criterios de los semidioses del mando; o
la humanidad misma, que engendra a los políticos y a los
militares, y que no es capaz de desautorizarlos con una crítica
sin compasión para que pasen como hombres sin corazón por el
mundo.
Y esta es la eterna trama de la historia de la humanidad.
La mitología ya lo plasma: los dioses que se entretienen con las
luchas de los humanos guiados con la audacia de los
semidioses.
¿O es que será que los políticos son la representación de los
semidioses? Y los demás pertenecen al común de los mortales.
El teatro es el mismo: el mundo. Sólo cambia la es-
cenografía. Así se ha interpretado el mismo acto con palos y
piedras, en las primeras actuaciones; después con flechas y
53
espadas, armaduras, con caballos, con elefantes o con dromeda-
rios; con balas perdidas y balas con dedicatoria; con tanques
blindados, con aviones, con buques; y para la presente actuación
se anunciaban incontables modalidades, que con toda seguridad
los espectadores recibirían con ovaciones, como se han recibido
en cada actuación las modalidades de cada nueva interpretación.
Cabía preguntarse: ¿será que la guerra es un aconteci-
miento natural histórico-social? ¿Será que así como suceden los
terremotos, los volcanes y todas las erupciones naturales de la
tierra, que son escapes de gases, así la guerra es un escape
natural de la historia de la humanidad para liberar las tensiones
sociales? De ser así, entonces, ¿por qué se enjuicia negativa-
mente a los actores de ella si son simplemente los realizadores
de un programa natural de la historia? ¿Por qué crear el premio
de la paz si podría ser más bien un oponerse al plan establecido
por la naturaleza?, o, ¿el premio de la paz es parte del acto o un
nuevo detalle de la nueva interpretación para hacerla más
emocionante y poder aplaudirla con más furor y deleite para
llegar si es posible al éxtasis?
La idea de la trama es la misma: ser dueños del mundo.
Sólo cambia el motivo, que puede ser ideológico, religioso,
político, económico, cultural o racial. Cada guerra ha tenido su
propio tinte. Y en el caso de U.S.A.-Irak era económico disfra-
zado de justicia.
Pero la peor ironía de la guerra es que hay un cuerpo de
médicos y de para-médicos para atender a los heridos. Si la
intención es eliminarse el uno al otro, ¿por qué no dejar,
entonces, que lo consigan realmente? Si algún soldado resulta
herido en algún encuentro lo restablecen y lo vuelven a mandar
al campo para que sea eliminado definitivamente. ¡Qué gran
ironía! Y después los honores post-mortem porque han caído
con dignidad y heroísmo y estos son los absurdos y los sin
sentidos de este juego mortal sin retorno. Y pensar que toda la
historia de la humanidad consiste mayormente en relatar los
acontecimientos de las guerras de los pueblos, de manera que el
pueblo que más guerras ha tenido es el que más historia tiene.
Los Dos (filosofía de la historia)

Se añade a esa ironía la de la Iglesia. Con toda seguridad


ambas partes tienen sus capellanes militares que acompañan a
los soldados en el campo de batalla, para darles los últimos
auxilios a los heridos moribundos. Es decir los cañones y las
balas se encargan de eliminar a los hombres y los sacerdotes de
despacharlos con el tiquete para la vida eterna. ¿Por qué las
Iglesias locales no suspenden el servicio de capellanes militares
en tiempos de guerras a los ejércitos deliberantes? ¿No sería esta
una manera de hacerse sentir ? ¿O es que las Iglesias locales
tienen que estar sujetas también a la voluntad del Estado y en
concreto de los militares? ¿No será, por el contrario, el servicio
de capellanía militar en tiempos de guerra una especie de
sujeción al ejército? ¿La Iglesia al servicio de la humanidad?
¿Pero la máxima expresión de "humanidad" es el Estado como
poder?
No se niega, sin embargo, que el origen de la guerra es,
sin duda, la negación de un derecho debido a un pueblo. Pero,
¿todas las guerras han buscado la restauración de los derechos?
¿En la última guerra, por ejemplo, Hitler qué derechos buscaba?
¿Los de la rasa aria en detrimento de las demás por ser precisa-
mente diferentes expresiones del mismo género humano y que
eran vistas como inferiores? ¿O es que existen razas ejemplares
perfectas? ¿En la guerra del Vietnam, qué derechos buscaban los
Estados Unidos de Norteamérica en tierras lontanísimas de sus
fronteras? ¿Y en la guerra que se avecinaba, qué derechos
estaban buscando los Estados Unidos de Norteamérica? ¿Los
Estados Unidos se había vestido el traje de la justicia para
aplicar el derecho? Pero, ¿cuál derecho? ¿El derecho de cuál de
las partes?
Todo parecía estar preparado para la nueva interpretación
del mismo acto de la historia de la humanidad. No se sabía qué
podría hacer falta para que empezara la función, porque todo
estaba a punto.

55
VIII

Mientras la suerte y la paz del mundo pendían de una


bala por entonces sin disparar, pero a punto de dispararse, por
encontrarse todos armados y bien ubicados los blancos
enemigos por ambas partes, la gente se preparaba a celebrar una
vez más la festividad de la Navidad. Una vez más en todas
partes se colocarían campanas rojas, arbolitos de navidad,
diversas representaciones del nacimiento del Niño Jesús en
Belén, y todos tendrían a flor de labios, como en un rito
mecánico, el feliz navidad y el feliz año nuevo.
Existía la posibilidad de que las partes deliberantes en la
guerra que se ventilaba se dedicaran balas y bombas pintadas
con un Santa Claus o con el niño Jesús para desearse buen
tiempo. Tal vez la dedicatoria podría decir: "Que el misterio del
Dios hecho hombre en el portal de Belén te conceda mucha paz
y felicidad". Pero debajo de la palabra "paz" se podría leer,
quizás, en tacha-dura, "eterna". Y se podría entender el buen
deseo ya que estar en la presencia de Dios está considerado
como la máxima paz del hombre, y un benefactor quien le desee
esa paz, con el buen propósito de despacharlo lo más pronto
posible para hacerlo partícipe de ella sin mayores tardanzas, y
sobre todo de despojarlo del pedazo de tierra que se peleaba,
que era lo más importante.
Los alumnos del Pontificio Colegio Pío Latino America-
no a mediados del mes de diciembre experimentaban una nueva
vivencia de "la experiencia romana" al prestar sus servicios en
algunas parroquias de Italia. Algunos se habían quedado en la
Los Dos (filosofía de la historia)

misma Roma, otros fueron al Norte, pero todos habían vivido la


experiencia más rica de todo el tiempo en Italia: el encuentro
directo con el pueblo italiano, con su cultura, con su lengua, con
sus costumbres, con su historia.
Después de quince días de descanso y de labores parro-
quiales todos habían regresado contentos y renovados. La
Universidad y los libros daban la oportunidad a la experiencia
de enseñar. Al regreso, prácticamente todos decían, que los
mejores días de la estancia en Italia habían sido los transcurridos
en medio del pueblo italiano en el tiempo de la Navidad. De
hecho, en la vida de la persona humana la enseñanza que más
marca es la que se vive en el corazón. No se puede negar que los
libros y las grandes ideas elevan el espíritu y cultivan el alma,
mas el contacto humano en el trato personal personalizan y
humanizan, pues al fin de cuentas lo primero está en servicio de
la persona como ser social.
No se trata tampoco de darle más importancia a una
verdad que a otra. Las dos se complementan. Así el hombre que
es sólo libros sin el mínimo contacto humano, por muy
elemental que sea, pierde la auténtica dimensión de su ciencia.
No se puede negar que todo el saber del hombre está en función
de elevar la calidad del trato humano en las relaciones sociales.
Dedicarse a los libros sólo por el hecho de que el trato con la
persona le empobrece ya es vivir la mayor pobreza intelectual,
pues el centro del estudio y la clave de la comprensión es el
hombre mismo, y éste en dimensión de comunicación
interpersonal.
Con toda la riqueza que puedan contener los libros y con
ellos sus ciencias la mayor de todas es la del contacto
interpersonal. Porque el hombre es «un ser social» y se desarro-
lla íntegramente como persona en apertura y en contacto
humano. Todo el saber se dirige al hombre como el centro
mismo de la especulación. El eterno planteamiento de el «de
dónde venimos» y el de «a dónde vamos» está, en resumida
cuentas, orientado a dar razón de ser a la existencia misma del

57
hombre, o por lo menos, a intentar buscarle explicación a la
vida.
Las ciencias, cada una en su especialidad, están en
función de mejorar el conocimiento de la naturaleza para elevar
con ello y desde los descubrimientos la calidad del hombre, sea
material o espiritualmente (aunque no es muy acertado hacer esa
diferencia, ya que el ser humano es la fusión de los dos reali-
dades, y no una y otra).
En esa misma línea antropocéntrica se sitúa también, y
con mayor razón aún, la experiencia del saber teológico, que no
es otra cosa que la respuesta a los mismos «por qué» humanos
desde una dimensión de fe, en la que el fundamento es la
Palabra de Dios (Sagrada Escritura, Tradición e Historia, como
lugares teológicos).
Pero ese «saber teológico» se experimenta en una doble
dimensión. La primera, y la clave misma, es propiamente el
encuentro personal con la experiencia de Jesús Resucitado que
nos abre a la realidad del otro, Dios y el prójimo en una misma
realidad y manifestación, y, la segunda, como consecuencia, que
es el ardiente deseo de querer asimilar intelectualmente y sobre
todo razonadamente el hecho mismo de la apertura al «otro». Y
en donde el «otro» es el centro (Dios, y el hombre como
«imagen y semejanza suya»).
La fe como tal no pone obstáculos. Es simplemente el
«impacto» del creer y quedar maravillado por el misterio de la
Resurrección (vida nueva). Mas el intento de su comprensión
puede, de hecho, no adelantar o añadir nada en la dimensión de
la apertura existencial.
Conocedores de esta notable diferencia los alumnos-
residentes del Pontificio Colegio Pío Latino Americano solían
tener su propia experiencia pastoral fuerte en Navidad y en
Semana Santa en toda la extensión de Italia, a nivel de Parro-
quias. Y en estos contactos de experiencia cristiana se descubre
que las profundidades del intelecto por querer comprender los
misterios del misterio de la vida se enmudece ante el hecho más
Los Dos (filosofía de la historia)

importante de la existencia, como lo es la relación del tú a tú


(faccia a faccia) de la que nos ha hecho capaces el creador.
No importa tanto el comprender el misterio de la vida
sino el «intuir» el misterio como tal. Intuición que exige como
condición la dimensión de «apertura». En la que «nada se sabe»
y de la que «de todo se aprende» y sobre todo, de todo «se
maravilla». En la que un pensamiento teológico agudo puede
descifrar los enigmas pero en los que un parpadear de luz
intuitiva, en fracciones de segundos, saborea las profundidades
mismas de la gracia y el don del creer, y, agradece enmudecido
las maravillas de Dios «en el otro» y como «el otro», para
admirar igualmente lo cercano y lo lejano del misterio.
En el que la persona humana es el centro, en el que Dios
se manifiesta y se descubre. Escondido y accesible, a la vez.
De lo que se deduce que una verdadera teología sin la
dimensión del contacto con el ser humano, es decir, en
dimensión pastoral, deja de ser verdadera teología para
convertirse en un estudiar teología. Porque la verdadera teología
se vive, no se estudia.
De esto eran conscientes los alumnos-residentes del
Pontificio Colegio Pío Latino Americano, quienes volvían de
cada experiencia pastoral (dimensión humana de apertura en
clave de fe) gozosos de la experiencia del Jesús Resucitado.
Algunos expresaban con alegría que después de estas
experiencias «se sienten sacerdotes», es decir, vuelven a vivir su
vocación. Precisamente porque la fe es la experiencia del
impacto del Jesús que resucita (siempre en clave de eternidad:
Jesús que muere eternamente en la cruz y el Padre que
eternamente lo resucita, es decir, una acción que no cesa. ¡Es un
misterio!, sin duda). Pero maravilloso...

Esa experiencia la vivenciaban, una vez más, los alumnos


del P. Colegio Pío Latino Americano al colaborar en algunas
parroquias italianas. La gran mayoría se sentía satisfecha de
poder prestar ese servicio ya que era una maravillosa oportuni-
dad para revivir el encuentro con el pueblo de creyentes porque
59
le hacía sentirse lo que era: sacerdotes. Algunos al comparar con
la experiencia de la Universidad pensaban que nunca es superior
esta a la del contacto con la gente. Y hasta sentían pena de
volver a Roma a seguir sus estudios. Se podían consolar al
pensar, sin embargo, que el contacto con el pueblo italiano era
debido gracias al hecho de estar estudiando en Roma y con ello
le daban sentido a la Universidad y a los estudios. Algunos
encontraban una gran distancia entre la vida intelectual y el
contacto con la gente y hasta no erraban al pensar que la vida
del intelectual europeo, sobre todo, de los teólogos, es como un
escape de la vida real. La gran mayoría consideraba que era una
bendición de Dios el hecho de estarse en Roma sólo dos años
para estudiar, pues descubrían que es muy distinto el mundo
intelectual europeo de la realidad concreta de América Latina.
Así, muchos se fastidiaban en las discusiones sobre el misterio
de la Encarnación, de la Santísima Trinidad, no porque no fuera
importante hablar de esos temas, sino porque comprendían la
gran inutilidad para la labor a desempeñar en sus respectivos
países. No sucedía igual con los propiamente europeos quienes
vibraban con gran facilidad al hablar al respecto. Aunque no se
negaba la importancia del dogma y del Magisterio, pues por eso
se estaba en Roma...
Y aquí estaba la diferencia que muchos encontraban en lo
cultural entre Roma y sus países. Roma y su ambiente eran
dados con mucha facilidad a descifrar los grandes misterios
metafísicos, mientras que para los Latino americanos, estos
mismos temas eran interesantes pero no constituían parte de lo
primordial. Y era fácil comprender la causa de la diferencia. Los
europeos vivían muy bien, tenían estabilidad económica,
realidad que era diferente en América Latina. Pero no sólo eso,
sino que eran maneras diferentes de enfrentar la vida. Los
europeos eran más dados a repetir discursos teológicos mientras
que los latinos eran más inclinados a buscar a Dios en la
realidad de la vida misma y por consiguiente más teólogos ya
que Dios y la realidad no son dos entidades diferentes ni mucho
menos opuestas.
Los Dos (filosofía de la historia)

Era fácil descubrir en una conversación quienes eran


europeos y quienes latinoamericanos o indios o africanos. Los
primeros sólo hablaban de temas tales como el plan de la mente
de Dios, o de si la encarnación era la máxima manifestación de
Dios mismo al mundo en la perfecta autocomunicación de sí
mismo; mientras que los segundos hablaban de temas triviales y
sin ninguna importancia o de sentido metafísico. La diferencia
no estaba en que éstos no tuvieran la capacidad intelectual para
conversar sobre los mismos temas de aquellos sino en que las
realidades sociales, políticas y económicas, no culturales porque
todas son iguales como expresiones de la misma realidad del
hombre, eran sencillamente diferentes. Y si a aquellos les
emocionaba los temas metafísicos y teológicos a éstos, aunque
también, no les decían gran cosa sino que eran una parte del
pensum de estudios y no como para discutir sobre misterios
indescifrables sin solución, que era al fin y al cabo la idea de
todos los profesores después de sus cursos de estudios
académicos.
Palmeras había ido a trabajar a la Diócesis de Brescia,
Lombardía, a la parroquia San Francisco de Asís, de Pedroka.
Esta era una parroquia de 1.000 habitantes. Había sido para él
una muy buena experiencia. Mientras que Fernández se había
quedado en el Colegio. De hecho no necesitaba salir a colaborar
en ninguna parroquia. Su tarea era la de ser superior en el
Colegio y tuvo que prestar sus servicios en llevar a un alumno
del mismo a su tierra natal de regreso el 23 de diciembre. El
cambio de horario, por una parte, y, el clima, por otra, no le
habían asentado absolutamente en nada a este alumno y se
encontraba enfermo y por consiguiente incapacitado para
continuar los estudios en Roma. De manera que no había más
alternativa que volver a su tierra, con mucha tristeza para los
restantes.
Y ese era el tema de conversación en los primeros días de
enero al retorno a las actividades normales. Todos veían el caso
con mucho dolor y no se extrañaban en nada pues algunos
habían vivido en carne propia la fuerte experiencia de los
61
primeros días de Roma. La diferencia entre ellos y el compañero
enfermo había sido en que ellos con dificultad se habían hecho
al cambio con lentitud mientras que él se había tomado muy a
pecho la nueva realidad y quería asimilarla forzadamente, que
perdió la lucidez. Además, que los primeros siempre expresaban
sus sentimientos y estados de ánimo y hacían bromas de sus
situaciones, mientras que el segundo se había encerrado en sí
mismo. Nadie sabía lo que le estaba sucediendo sino hasta el
último día en que se le vió desubicado mentalmente y aún así
los del mismo país habían dicho que se había ausentado por un
tiempo porque tenía gripe para cubrir una realidad que hubiera
sido diferente si desde el comienzo se hubiese vivido con
naturalidad. Y era una pena porque era una persona bastante
joven, apenas 29 años, y de muy buenas perspectivas.
Palmeras sí había extrañado la ausencia de Fernández al
regreso en los primeros días del mes de enero. Al principio
había pensado que estaría también en alguna parroquia. Pero se
sorprendía ya que sabía bien que Fernández no había hecho
ningún contacto con ninguna, por lo menos, hasta el 19 de
diciembre, día en que había partido él para Brescia. Pero al
segundo día de su regreso y no ver por ninguna parte a
Fernández preguntó por él.
Palmeras se había enterado hasta el mínimo detalle de lo
sucedido y se angustiaba de la tardanza de Fernández. No se
podía negar que más sufría por la ausencia de su amigo que de
lo sucedido a su compañero de residencia. Tal vez su deseo por
el regreso del amigo consistía en la necesidad de platicar con él
las experiencias agradables de la Navidad. Sin duda, sentía
grandemente su ausencia.
IX

A todos los alumnos del Colegio les hacía falta la


presencia de Fernández. Algunos manifestaban el vacío de su
ausencia. De manera que cuando se anunció que regresaría el 10
de enero no podían disimular la alegría.
Fernández de hecho no tenía nada de especial, pero con
su manera tan simpática de ser se hacía sentir. Sus gestos y su
sonrisa eran reconfortantes y muchos lo veían como un padre o
como un amigo. Aún cuando no dijera nada pero el sólo hecho
de saber que estaba en el colegio era refrescante para todos. Era
como saber que se tenía una protección especial.
El día de su regreso todos lo recibieron con un aplauso y
con saludos individuales y con chistes oportunos. Algunos le
decían en bromas que se prepara para otro posible viaje a llevar
a un segundo alumno enfermo. Fernández agradeció el detalle
del recibimiento espontáneo y dio una información general de
las condiciones del compañero enfermo. Y todos quedaron
satisfechos de las noticias.
A los cinco días del regreso de Fernández se terminaba el
plazo que los Estados Unidos de Norteamérica le daba a Irak
para que se retirara de Kuwait. El miedo y la angustia tenían los
nervios en tensión de todo el mundo. Apelos por la paz de todas
partes iban y venían. El Secretario de la ONU, Pérez de Cuellar,
había agotado ya todas las posibilidades de negociación con
Saddam quien no aceptaba las condiciones interesadas de
Occidente. Francia en la persona de Mitterrand había agotado el
último intento de negociación por parte de Europa que había
sido la última esperanza. El Papa Juan Pablo II había dicho el
primero de enero que "la guerra era una aventura sin retorno" y
en toda Roma aparecían sus palabras en affiches grandes de
Los Dos (filosofía de la historia)

color azul. Jornadas de oración se aplicaron desde el domingo


13 de enero por la paz, empezando por la invitación a la plaza
San Pedro al ángelus del Papa. Pero no todos apoyaban las
jornadas de paz, ya que en affiches amarillos el nuevo partido
comunista que funcionaba con nuevo emblema desde finales de
1990 estimulaba a los soldados que irían al Golfo.
El plazo para la declaración oficial de las hostilidades era
el 15 de enero. Nada hacía retroceder a Saddam de su propósito.
La noche de ese martes 15, el mundo vivía la angustia de la
posibilidad de amanecer al día siguiente arrasado por las
bombas. Se esperaba que los Estados Unidos atacara de primero,
como era lógico, pues era él quien declaraba la guerra, como de
hecho sucedió la noche del miércoles 16 al dejar caer 18 mil
toneladas de bombas sobre Bagdad. La campaña fue bautizada
con el nombre de "La Tempestad". La noticia que transmitía la
Televisión era de un número impreciso de muertos y según lo
presentaban había sido una coartada perfecta por parte de los
Estados Unidos de Norteamérica. Todo hacía creer que Irak
había sido prácticamente eliminado del mapa. Comprobaba esa
idea el hecho de que Irak no había atacado como se esperaba.
Pero ese silencio parecía ser parte de su estrategia ya que se
vivía la expectativa de la sorpresa aunque muchos pensaban que
las amenazas de las que había hecho alarde era sólo presunción
para intimidar. En todo caso su silencio era también su arma
psicológica y la estaba utilizando muy bien.
La Televisión reseñaba con imágenes en vivo el primer
ataque de los Estados Unidos. Y si no fuera porque explicaban
que se trataba de una guerra real se hubiera creído que estuvie-
ran pasando algunas imágenes de la celebración de las fiestas de
fin de año. Aquello era todo un espectáculo de luces que parpa-
deaban en el cielo. Y hasta se podría experimentar una especie
de alegría por la belleza del acontecimiento que era propiamente
un espectáculo. No se descarta la idea de que muchos niños les
darían a los padres un abrazo y un beso de feliz año al mirar en
la televisión ese momento. Y algunos hasta dirían: "Papá, ¿tan

65
rápido otra vez fin de año?", pues escasos quince días antes lo
habían celebrado.
Los números de los primeros resultados no eran precisos.
Los Estados Unidos aseguraba haber arrasado totalmente con
los arsenales iraquenos, pero los ataques sorpresivos de Irak lo
desmentían, porque ¿de dónde, entonces, sacaban los aviones y
los misiles? Irak decía haber derribado 76 aviones americanos y
aliados y Estados Unidos se aferraba en decir que no eran 76
sino 3. Los informes militares del pentágono a la prensa se
desautorizaban: el 80 por ciento del arsenal enemigo había sido
destruído, decían primeramente; después, que el 50, y luego no
daban ningún dato pues decían que no estaban seguros. Y la
opinión internacional estaba utilizando esa debilidad para
desconfiar.
La sorpresa por parte de Irak, como se esperaba, resultó
al día siguiente al hacer un ataque a Tel-Aviv, la capital del
pueblo de Israel. Apenas fueron dos bombas y aquello fue una
noticia catastrófica por parte de la Televisión italiana.
No fue de mayores consecuencias. Sólo algunas calles y
casas destruídas, pero hicieron de aquello un acabóse de mundo.
Y estas son las ironías de la guerra: los americanos veían como
un gran triunfo el haber bañado la noche anterior a Irak con 18
mil toneladas de bombas y de haber enjabonado a miles de
personas, y nadie hacía escándalo. En cambio, dos miserables
bombitas iraquenas habían ensuciado dos casitas judías y
aquello era el fin del mundo.
El gran miedo por parte de los Estados Unidos de
Norteamérica y de los países aliados era que tenían la certeza de
ser el gato perseguidor convertido en el ratón perseguido.
Sabían que tenían la situación en las manos, pero cuando
querían contemplarla, ellos eran la situación misma en las
manos del enemigo, que empezaba a ser un ratón-gato difícil de
acorralar. El miedo era que sabían que la presa era ratón y gato a
la vez. Dejaba que jugaran con él pero también jugaba. Y por lo
que se veía sabía jugar muy bien. Tenía en su contra a todos los
países del mundo y la mejor tecnología armamentista. Aquí era
Los Dos (filosofía de la historia)

ratón. Pero tenía las armas químicas y muchas sorpresas como el


enemigo vecino que era irónicamente su mejor amigo, en el caso
de Israel, que de decidirse a contestar cualquier ataque suyo
generaría una contienda árabe, y la gran arma del terrorismo
internacional a su favor. Y aquí era gato. Y esa doble identidad
era la gran sorpresa para los Estados Unidos de Norteamérica y
los países aliados pues existía la posibilidad de que la guerra
adquiriera características de enemistad Medio-Oriente-Arabe
contra Occidente. No se podía negar, sin embargo, su
inferioridad militar y tecnológica como tampoco su capacidad
de ingenio para sorprender a los aliados con estrategias en la
práctica, que lo hacían temible.
En el caso concreto de Italia se había tomado cartas en la
guerra, definitivamente el 17 de enero, día en que por mayoría
parlamentaria se había votado a favor de la intervención. Y, de
hecho, el 18 del mismo partieron 1450 hombres entre marineros
y aviadores a reforzar al ejército estaunidense. Ese mismo día un
avión italiano se había extraviado en una de las expediciones
contra Irak. El avión era un "Tornato" italiano y junto con otros
nueve constituían una gloria para Italia. Y resultaba irrisorio.
Muchos recordaban la alianza entre Alemania e Italia en la
Segunda Guerra Mundial y comentaban que el fracaso de
Alemania había consistido en esa unión. Y miraban la nueva
adherencia como un mal presagio y algunos, sobre todo
extranjeros, se reían con ironía de la intervención de Italia. Que
resultara cierto o no no era objeto de discusión pero en todo
caso muchos se reían de las simples coincidencias. Pero no
había unanimidad en la noticia del avión extraviado. Los canales
de la televisión italiana estaban divididos. Unas decían que
había sido derribada, otras que se había perdido y no se sabía
nada; y otras, que los pilotos se hallaban prisioneros en manos
de los iraquenos. Y si el hecho de la pérdida del avión, apenas
Italia se había añadido a la guerra, provocaba risa, más risa
generaba la disputa inútil de desmentirse entre los canales de
televisión. Al final se pudo comprobar que uno de los pilotos
estaba prisionero.
67
En la noche del 18 Irak había atacado Jerusalén
provocando con ello a Israel a tomar parte en la guerra. Esta
posibilidad tenía a los Estados Unidos contra la espada y la
pared pues significaba la unión árabe en el conflicto, ya que si
Israel se decidía a reaccionar a los ataques tenía que sobrevolar
espacio aéreo de Arabia Saudita quien aprovecharía la más
mínima oportunidad para pelear con su más encarnado enemigo.
Y esta era otra de las sorpresas que se sumaban a favor de Irak,
además de las que iba dando con su decidida resistencia. Y se
comentaba que Saddam no tenía ni el más mínimo síntoma de
loco pues parecía que sabía muy bien lo que estaba haciendo, ya
que sólo el hecho de enfrentarse a los Estados Unidos lo hacía
ver ante la opinión pública como un hombre fuera de sus
cabales.
Los acontecimientos inesperados por parte de Irak hacían
intuir que a los Estados Unidos de Norteamérica se le estaba
yendo "el coroto" de las manos. Había que sumar a las sorpresas
reales en el campo de batalla el gran descontento de los propios
ciudadanos estaunidenses, quienes, según presentaba la
Televisión italiana ( La Raitre), estaban haciendo protestas
públicas en contra de la guerra, a tal punto de, que el gobierno
norteamericano se había visto obligado a utilizar la fuerza
militar también dentro de su propia casa. Y con ello se iba
aumentando poco a poco el descrédito hacia los Estados Unidos.
Londres, Roma, Milano, Washington y otras muchas ciudades
manifestaban su desacuerdo masivo en contra de la guerra direc-
tamente contra los propios gobiernos, e, indirectamente contra
los Estados Unidos y su coro internacional, quienes la
declaraban y la ejecutaban.
Aumentaba desesperadamente la recesión en los Estados
Unidos y también las promesas de acabarse pronto. Pero nadie
creía. Al contrario, la tensión iba aumentando cada día más. El
precio del petróleo, que en los meses de la crisis había llegado a
40 dólares el barril, en esos días de guerra oscilaba entre 18 y 20
dólares y se hacía todo lo posible en mantenerlo lo más bajo que
Los Dos (filosofía de la historia)

permitieran las circunstancias. La bolsa internacional tampoco


andaba en buenos vientos.
El lunes 21 de enero Irak, después de haber entrevistado
el día anterior a algunos de los veinte prisioneros, había
amenazado de utilizarlos en los sitios estratégicos más llamati-
vos del suelo iraqueno en contra del ejército aliado. Y así si los
aliados atacaban mataban a su propia gente. Y esta nueva
estrategia presentaba la nueva posibilidad de crear la división
entre los países que constituían la alianza, ya que si era un
italiano o francés o inglés el colocado en el lugar bombardeado
lo más lógico hubiera sido que el país respectivo se revelara en
contra de los Estados Unidos de Norteamérica. Y esta resultaba
otra arma a favor de Irak, a pesar de todos los apelos que se le
hacían de respetar el "Tratado de Ginebra", sobre el tratamiento
a los prisioneros de guerra. Pero se cumplía una vez más la
aplicación de la verdad del refrán de que "en el amor y en la
guerra todos los medios son permitidos". Además guerra era
guerra.
Ese mismo día los canales de Televisión del mundo
entero retransmitieron la entrevista hecha a algunos pilotos
prisioneros que hiciera la televisión iraquena. Los rostros de los
prisioneros mostraban dolor y sufrimiento. Y no se sabía a
ciencia cierta si su estado se debía al impacto de la caída o de
cualquier accidente propio de las faenas de la guerra o como
consecuencia del mal trato exprofeso del ejército iraqueno; y se
suponía que lo que habían dicho era condicionado y preparado
para utilizarlos como chantaje. De hecho, habían expresado su
inconformidad con la guerra y pedían que se buscara una
solución política y no militar. En todo caso, el hecho de ser
enviados a combatir no significaba que estuvieran plenamente
de acuerdo con la guerra, sino que se podía tratar de simple
obediencia como miembros-integrantes de una estructura
militar. Sin embargo, la idea que se generalizó inmediatamente,
era de que habían sido utilizados por la televisión iraquena para
crear presión.

69
El 22 Irak con un misil incendiaba un depósito de
petróleo en Kuwait.
El día 23, Fernández había presidido la celebración de la
Eucaristía en el Pontificio Colegio Latino Americano y en tono
un poco elevado había hablado en contra de la guerra, pero
cuestionando la actitud de la Iglesia Católica:

-- "¿El papel del cristiano consiste sólo en rezar al buen


Dios para que cambie el corazón de los hombres? No se puede
negar, por supuesto, que la conversión es un regalo de Dios,
pero ¿mientras se convierten hay que aprobarles sus pecados de
"lesa humanidad"? ¿Será que el cristianismo ha perdido su
tiempo en la historia de la humanidad? ¿Dónde están los frutos
del Espíritu Santo en nosotros? ¿O sólo nos contentaremos
con celebrar "liturgias" para pedir por la paz? ¿No serán esas
celebraciones como pañitos de agua caliente para tranquilizar
nuestras conciencias de nuestra responsabilidad? Es verdad, sin
embargo, que la actual guerra no la hacemos nosotros los
cristianos propiamente, que sería el peor insulto al evangelio,
pero ¿no son acaso quiénes las promueven y la realizan en cierta
manera "cristianos"? ¿O se repetirá lo de la Inquisición?
¿Y después diremos que no era una obra propiamente de la
Iglesia sino del Estado y que la Iglesia simplemente continuaba
o confirmaba su sentencia? ¿O seguiremos repitiendo la eterna
historia de que no se pueden juzgar los tiempos pasados con los
criterios actuales, con aquello del Anacronismo histórico? ¿Por
qué la Iglesia oficial, en el Magisterio, no se pronuncia
decididamente? ¿O quiere continuar el papel de Poncio Pilato?
Aunque no se puede negar que de hecho el Papa Juan Pablo II
ha referido el tema en algunas oportunidades, sobre todo en el
Ángeles del domingo 13 de enero y en la Audiencia de hoy
miércoles. Pero pareciera estar a favor de los Estados Unidos de
Norteamérica, ¿o es que teme ganarse enemigos? ¿O realmente
comprende que el derecho no está en favor de éste?
Tampoco se puede olvidar que la misión de la Iglesia no
es el propiamente político como lo ha repetido infinidad de
Los Dos (filosofía de la historia)

veces en sus Encíclicas de carácter social. ¿Pero venimos a


aplicar esa verdad a conveniencia, precisamente ahora,
habiéndola olvidado también a conveniencia en el paso por la
historia?
¿O será, acaso, que como la Iglesia es el pueblo que
camina hacia la casa del Padre Dios se alegra en cierta manera
porque despacha a muchos seres humanos hacia las moradas
eternas mientras se asegura la paz convencional en la tierra?
¿Dónde está la voz que grita en el desierto "preparad el
camino al Señor"? ¿O su dimensión profética es a conveniencia?
Con toda seguridad quien está reflexionando así es el
primero en enmudecer por conveniencia"...
Y su tono de voz se quebraba por la emoción. No dejaba
de tener razón. Y aunque no la tuviera, todos estaban
embelesados por sus palabras, asintiendo con movimientos de
cabeza. Y esta era otra de las aciertos de Fernández quien a
pesar de su edad era un hombre que tenía mucha sensibilidad
social y humana y aún no había perdido su sentido crítico,
aunque a veces se dejara llevar por las emociones a la hora de
hablar en público.

71
X

Al paso de los días la guerra iba adquiriendo, cada vez,


dimensiones inesperadas. Saddam con su resistencia
desesperaba a los Estados Unidos. Y había que sumarse una
nueva y catastrófica consecuencia de las acciones bélicas en el
Golfo, como era la de la muerte ecológica provocada por el
petróleo derramado en las explosiones de algunos depósitos.
Arabia Saudita se veía fuertemente amenazada por esta nueva
sorpresa.
Mientras eso sucedía más allá de las fronteras los
alumnos del Colegio Pío Latinoamericano se preparaban para
rendir los exámenes del primer semestre, después de haber
cumplido con todos los requisitos académicos en sus respectivas
facultades. Para algunos, constituía la primera experiencia y
sentían miedo de no salir tan beneficiados en los resultados
finales, pero para otros era simplemente algo de rutina. Palmeras
se hallaba en el segundo grupo, y prácticamente estaba dándoles
los últimos toques a su tesina, pues terminaba ese año.
Las relaciones entre Fernández y Palmeras en los últimos
días se habían enfriado. Casi no charlaban como en los primeros
meses y muy raras veces se les veía juntos, como era costumbre.
Palmeras se hallaba preparando el texto definitivo de la
tesina para la Licenciatura en Teología Dogmática en la
Universidad Gregoriana y cursaba al mismo tiempo las materias
reglamentarias del tercer semestre. De manera que ya casi no se
le veía por los lugares que siempre frecuentaba. En el salón de
Televisión sólo se le veía en el momento del noticiero de la una
Los Dos (filosofía de la historia)

de la tarde y escasamente después de cena. Aunque todos los


alumnos se daban cita frente al Televisor todos los días a la una
de la tarde para informarse ligeramente de los acontecimientos
de la guerra, que al principio alarmaban, pero que se iban
convirtiendo lentamente en las mismas informaciones repetidas,
sin dejar de preocupar, lógicamente.
A Fernández ya casi no se le veía y ya ni llamaba la
atención, la cual estaba dirigida hacia los acontecimientos del
Golfo.
No había prácticamente momento en que no se hablara de
lo que sucedía en el Oriente Medio. Algunos veían la resistencia
de Saddam como la torpeza más grande del siglo y otros la con-
sideraban como rasgos de heroísmo. Pero en el fondo todos se
alegraban porque se trataba de una lección a los Estados Unidos,
aunque no se podía negar la inferioridad de Irak, en todos los
aspectos.
Todo el mundo sabía que los Estados Unidos y los países
aliados saldrían vencedores pero se alegraba de que Saddam les
estuviera diciendo indirectamente que se entregaría o se rendiría
cuando él lo considerara oportuno y no cuando ellos se lo
pidieran. La inesperada tardanza de la supuesta eficiencia de la
acción militar de los aliados prácticamente lo comprobaba.
Esos acontecimientos se prestaban para variadas y
opuestas consideraciones. Así, había gente, en el mismo Colegio
Pío Latino Americano, que pensaba que lo que estaba
sucediendo era el cumplimiento de las profecías de Joel y
repetían textualmente con el profeta la primera parte del capítulo
dos: "Tocad el cuerno de Sión, clamad en mi monte santo!
¡Tiemblen todos los habitantes del país, porque llega el día de
Yahveh, porque está cerca! ¡Día de tinieblas y de oscuridad, día
de nublado y densa niebla! "Como la aurora sobre los montes se
despliega un pueblo numeroso y fuerte, como jamás hubo otro,
ni lo habrá después de él en año de generación en generación.
"Delante de él devora el fuego, detrás de él la llama
abrasa. Como un jardín de Edén era delante de él la tierra, detrás
de él un desierto desolado. ¡No hay escape ante él! Aspecto de
73
corceles es su aspecto, como jinetes, así corren. Como estrépito
de caros, por las cimas de los montes saltan, como el crepitar de
la llama de fuego que devora hojarasca; ¡como un pueblo
poderoso en orden de batalla! Ante él se estremecen los pueblos,
todos mudan de color. Corren como bravos, como guerreros
escalan las murallas; cada uno va por su camino, y no
intercambia su ruta. Nadie tropieza con su vecino, va cada cual
por su calzada; a través de los dardos arremeten sin romper la
formación. Sobre la ciudad se precipitan, corren por la muralla,
hasta las casas suben, a través de las ventanas entran como
ladrones".
Este era el pensamiento de Buitriago un estudiante de
Filosofía quien a la hora del almuerzo había expuesto su visión.
Aquello resultaba apocalíptico y catastrófico y así se lo hicieron
ver, pero Buitriago con datos bíblicos e históricos se aferraba en
demostrar que lo que estaba sucediendo en el Golfo Pérsico era
el cumplimiento de las Profecías de Joel y de Malaquías.
-- Tú, ¿qué entiendes por "profecías"?-- apuntó
Fernández quien se hallaba en la misma mesa y empezaba a
extrañarse del aparente fundamentalismo de Buitriago.
-- Bueno... "profecías"... es adelantar en visiones lo que
va a suceder -- contestó el interpelado.
-- Eso es propio de un "vidente" -- intervino Palmeras
quien también estaba en el grupo.
-- Pero es lo mismo -- refutó inmediatamente el es-
tudiante de filosofía.
-- Me atrevo a decir que no, amigo -- repuso Fernández
quien había iniciado la discusión -- Profetizar significa interpre-
tar la voluntad de Dios en los tiempos históricos...
-- Bueno, precisamente, ¿no crees que Dios ya quiere
acabar con el mundo? -- interrumpió Buitriago quien veía tener
razón.
-- Pero no es en ese sentido lo que se quiere decir con
interpretar la voluntad de Dios en los tiempos, sino en el sentido
de la conversión espiritual...
-- Claro, y no tanto en el fin del mundo materialmente...
Los Dos (filosofía de la historia)

-- Lo siento mucho, muchachos, pero profetizar es


predecir lo que va a suceder --volvió a insistir en la misma idea
el estudiante de filosofía dibujándosele en el rostro una sonrisa
maliciosa, como si con ella quisiera decir que se trataba de un
juego.
Los compañeros de mesa, a excepción de Fernández, no
se habían percatado de la sonrisita de Buitriago y con mil datos,
válidos todos, trataban de hacerle entrar en razón, pero ninguna
respuesta o intervención le era aparentemente convincente. Al
contrario, iba aumentando en ellos el apasionamiento por el
tema y la pérdida de la paciencia por la aparente incapacidad de
comprensión de las razones alegadas en favor de la idea que
estaban defendiendo.
Y mientras sus compañeros daban sus razones Fernández
reflexionaba de la siguiente manera, sabía que tal vez ni tendría
razón, pero de igual manera meditaba, intuyendo la sonrisa
irónica de Buitriago, el estudiante de Filosofía:
"Existen múltiples maneras de definir la vida y la
existencia humana. Cada definición depende de la actitud que
tengamos frente a la vida misma. Las actitudes pueden ser entre
otras: saberlo todo en una forma hermética de conocimientos y
enseñar a otros a repetir lo aprendido, o en no saber nada y ni
siquiera preocuparse de ello porque al fin de cuentas hasta la
posesión de verdades propias es también relativo.
Cada actitud genera dos posiciones. En el primer caso,
puede desarrollar una seguridad en la posesión de la verdad, o
mejor dicho, en la supuesta posesión de la verdad; y, en la
segunda, se puede despertar un relativizarlo todo, que nada es
realmente verdadero creando a su vez un eterno buscar.
"La primera como genera una seguridad puede resultar
más cómodo y menos riesgoso a la hora de vivir la existencia
humana. A cada posible duda, se tiene una respuesta. Y ni
siquiera hay la posibilidad de inquietudes porque éstas son
"eliminadas" con fórmulas ya fabricadas. La segunda manera
puede desarrollar muchos por qué sin contestaciones inmediatas
y trae el peligro de las incomprensiones existenciales.
75
"Vivir en la primera evita incomodidades. En la segunda,
crea muchas inseguridades. Aquélla crea una estructura de
verdades y posesiones de ellas. En ésta sólo se vive de
intuiciones. Y aquí puede estar la gran diferencia: una es "real" y
la otra es "fantasía". "Y entre "real" y "fantasía" ya existe un sin
número de diferencias.
"Pero como se puede estar en una de las dos actitudes,
quiero "fantasear". Mas, no quiero fantasear sólo. Quiero inspi-
rarme en otros que ya han tenido el valor o cobardía, el mérito o
el defecto, la aventura o el atrevimiento, el coraje o el irrespeto
de fantasear. Y digo una u otra, inmediatamente, porque,
precisamente "todo es relativo" (depende de quien vea).
"Y recitaba mentalmente algunos poemas de Antonio
Machado que había leído con la ayuda de la inspiración de una
canción de Juan Manuel Serrat:

Nunca perseguí la gloria


ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.

Caminante, son tus huellas


el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
Los Dos (filosofía de la historia)

sino estelas en la mar.

Todo pasa y todo queda;


pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.

Cantad conmigo en coro: Saber, nada sabemos,


de arcano mar vinimos, a ignota mar iremos...
Y entre los dos misterios está el enigma
grave, tres arcas cierra una desconocida llave.
La luz nada ilumina y el sabio nada enseña.
¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la
peña?.

Poned sobre los campos


un carbonero, un sabio y un poeta.
Veréis cómo el poeta admira y calla,
el sabio mira y piensa...
Seguramente, el carbonero busca
las moras o las setas.
Llevadlos al teatro
y sólo el carbonero no bosteza
Quien prefiere lo vivo a lo pintado
es el hombre que piensa, canta o sueña.
El carbonero tiene
llena de fantasías la cabeza.

Fe empirista. Ni somos ni seremos.


Todo nuestro vivir es emprestado.
Nada trajimos; nada llevaremos.
¿Dónde está la utilidad
de nuestras utilidades?
Volvamos a la verdad:
vanidad de vanidades".

77
Y después de recitar de memoria mentalmente a Antonio
Machado se entretenía en su reflexión, atendiendo, sin embargo
a lo que sus compañeros iban diciendo, pero absorto en sus
propios pensamientos.
"La primera verdad -- pensaba--que podemos sacar es la
siguiente: Caminante, son tus huellas el camino, y nada más;
caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
"Y pensando sobre esa gran verdad la primera idea que
nos salta a la imaginación es que no deja de ser cierto de que en
la vida cada quien tiene su propio camino. No hay dos caminos
iguales, aunque se parezcan, pues somos una individualidad
irrepetible. Lo que quiere decir que nadie tiene su doble. Tan
"únicos" nos ha hecho la naturaleza que no hay nadie igual a
otro. La prueba está en que todos y cada uno de nosotros tiene
sus propias huellas digitales que nos hace irrepetibles e
inconfundibles. Ni siquiera unos gemelos, hijos de una misma
madre y padre, son iguales. Solemos decir que se parecen
mucho o que son idénticos, pero es imposible que sean
idénticos.
"Si eso se aplica a la individualidad genética, ¿qué no
podríamos decir de la diferencia psicológica, sentimental,
temperamental? Precisamente porque somos una
individualidad.
"Si somos diferentes, si somos personas únicas, si somos
individualidades, se puede deducir que cada quien es y tiene su
propia manera de responder a los mismos estímulos. Entonces,
¿Por qué pretender generalizar o englobar en masas
despersonalizantes las riquezas de las sumas de las individuali-
dades? ¿El "nosotros somos" no será una alienación de la
individualidad? ¿Por qué pretender que todos piensen, hablen y
actúen de la misma manera si es evidente que el mismo
estímulo genera incontables reacciones? ¿No será un abuso
contra los derechos de la persona humana individual el hecho
de que todos lleven el mismo estilo de vida y se expresen en
términos similares ante un mismo acontecimiento humano? Ya
Los Dos (filosofía de la historia)

que somos totalmente diferentes, ¿Por qué hacer que todos se


enrolen en un mismo pensamiento?
"El poeta lo expresa en: caminante, no hay camino, se
hace camino al andar. Y vuelve a la misma idea con verdades
nuevas dentro de la misma idea: Al andar se hace camino, y al
volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a
pisar.
"Si no hay caminos, sino el dejado por las mismas
huellas, ya que las huellas de cada quien son su "propio"
camino, al avanzar en la misma marcha de seres "únicos e
irrepetibles", nuestro propio camino se borra, como se borran
nuestras propias huellas en la arena de la playa. Verdad
bellamente expresada, sin duda. Pero que no sólo es poesía, sino
una verdad que no nos conviene ignorar, porque vuelve la idea
de nuestra propia individualidad.
"Como no hay caminos cada quien tiene que hacer el
suyo, porque "al andar se hace camino", ya que "caminante, son
tus huellas el camino, y nada más".
"Pero la otra verdad, además de las señaladas, está el
hecho de nuestra historia en la que entra la dimensión del
tiempo, al que estamos, lamentablemente o favorablemente
sujetos ( todo depende de quien mire, porque todo es relativo;
además, apliquemos lo que venimos diciendo: el mismo
estímulo produce un sin número de reacciones, porque somos
únicos e irrepetibles). El poeta lo expresa así: y al volver la
vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
"Esta verdad del tiempo puede sonar pesimista. Pero es,
en todo caso, una realidad. O, tal vez, tenga mucho de nostálgi-
co, pero, ¿quién no añora sus tiempos vividos, más si han sido
vividos con intensidad?
Y concluye: Caminante, no hay camino, sino estelas en
la mar.
"En mi sentir, este poema -- seguía reflexionando-- es
bello por la riqueza de verdades dichas con el mismo juego de
la palabra "camino" (senda, huellas, caminar, caminante, andar,

79
pisar, estelas, mar) y por la chispa que prende en la imaginación
al escucharse o al leerse.
"No pretendo con ello -- dialogaba mentalmente consigo
mismo -- sin embargo, hacer de él una verdad absoluta ni
siquiera una verdad ( pues todo depende de quien mire). Pero es
parte de la fantasía el hecho de que cualquier estímulo es válido
y valedero para remontarse a cumbres a las que sólo se sube con
la fuerza irresistible de la imaginación. Y de aquí surge
automáticamente nuestra segunda verdad de: yo amo los
mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón.
"Y al decir con el poeta "yo amo los mundos sutiles" no
se hace con ello una norma para todos. Al contrario. Ni siquiera
el poeta señala que hay otros que no aman esos mundos. No
dice nada. Porque la experiencia de que "caminante, son tus
huellas el camino, y nada más" lleva a intuir que como somos
únicos e irrepetibles, y, como tales, se habla de nuestra propia
experiencia. Por eso "yo amo" porque precisamente es lo que
cada quien va a sentir frente a la realidad, pero la diferencia
misma está en "los mundos sutiles". Que sean mejores los
mundos sutiles de otros, así sean sus contrarios, no dice nada. Y
no puede decirlo porque entonces se contradiría el poeta y se
traicionaría a sí mismo al objetivizar su propia experiencia. Y,
también me hubiese traicionado a mí que estoy fantaseando con
él y a partir de él, precisamente, porque su experiencia me
parece una auténtica búsqueda y que se puede muy bien llamar
una experiencia místico-razonada.
"Ahora bien, el "yo amo los mundos sutiles" tiene su
razón de ser. La sutileza está en que son "ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón". Es decir, no pesan, son livianos son
ingrávidos. Y son gentiles como pompas de jabón: que son y no
son a la vez. Ese mundo sutil que engendra en fantasía es gentil
como pompas de jabón porque la idea se forma pero se va como
viene. No impide ni obstaculiza. Por eso son gentiles.
"Por eso se puede jugar con la fantasía misma del poeta
que se deja llevar al decir en la tercera y última parte del mismo
Los Dos (filosofía de la historia)

poema: Me gusta verlos pintarse de sol y grana, volar bajo el


cielo azul, temblar súbitamente y quebrarse.
"Precisamente, porque se extasía, si puede utilizarse esa
palabra, en la riqueza de la fantasía misma que produce mundos
livianos: "yo amo los mundos sutiles" y " me gusta verlos pin-
tarse". Pero se sabe que no son más que "pompas de jabón": son
y no son a la vez.
"De esta realidad se puede pasar fácilmente al tercer
poema que me aprendí y que puede relacionarse estrechamente
con lo que estoy pensando y es la apertura existencial de
Antonio Machado, quien no defiende, no objetiviza. Sólo
reflexiona y da sus resultados. Así se puede tomar el tercer
poema al hablar de la existencia humana y su sentido: Cantad
conmigo en coro: Saber,nada sabemos,de arcano mar vinimos, a
ignota mar iremos...Y entre los dos misterios está el enigma
grave; tres arcas cierra una desconocida llave. La luz nada
ilumina y el sabio nada enseña. ¿Qué dice la palabra? ¿Qué el
agua de la peña?
"Creo que aún con todo nuestro interés -- continuaba en
sus pensamientos -- por conocer los grandes enigmas de la
existencia humana y nuestro afán de intelectualizarlo todo
tratando de dar respuestas lógicas a nuestros eternos por qué,
nada se adelanta. Porque aún cuando tengamos todo
esquematizado, a nivel metafísico, sobre todo, no pasa de ser
pura especulación intelectual humana. De hecho las realidades
metafísicas siguen siendo tales y no van a mutarse porque las
intentemos entender. Porque si así fuera el cosmos sería una
total desesperación ya que sólo se la pasaría mutándose a los
antojos de quienes se den a la tarea de pensar en él y sobre él.
"En ese sentido se puede adelantar mucho con la verdad
del poeta: Cantad conmigo en coro: Saber, nada sabemos, de
arcano mar vinimos, a ignota mar iremos...La luz nada ilumina
y el sabio nada enseña. ¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la
peña?
"También se puede añadir a esa verdad de la realidad
existencial lo expresado por el mismo autor: Fe empirista. Ni
81
somos ni seremos. Todo nuestro vivir es emprestado. Nada
trajimos; nada llevaremos.
"De allí se puede llegar a la conclusión misma del
poeta cuando dice: Poned sobre los campos un carbonero, un
sabio y un poeta. Veréis cómo el poeta admira y calla, el sabio
mira y piensa... Seguramente, el carbonero busca las moras o
las setas. Llevadlos al teatro y sólo el carbonero no bosteza.
Quien prefiere lo vivo a lo pintado es el hombre que piensa,
canta o sueña. El carbonero tiene llena de fantasías la cabeza.
Para decir, pues, que es más realista el carbonero ya que cuando
está en el campo busca las moras y las setas, y, cuando esta en
el teatro esta atento, porque: y sólo el carbonero no bosteza.
Quien prefiere lo vivo a lo pintado es el hombre que piensa,
canta o sueña. El carbonero tiene llena de fantasías la cabeza.
"Esta realidad se resume en lo del poeta con: ¿Dónde
está la utilidad de nuestras utilidades? Volvamos a la verdad:
vanidad de vanidades. Todo pasa y todo queda; pero lo nuestro
es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.”

Así pensaba Fernández, en ese momento, motivado por


la sonrisa de Buitriago el estudiante de Filosofía. Tal vez en eso
consistía la sonrisa maliciosa de Buitriago al inicio de la
conversación, y que sus compañeros de mesa no habían
captado.
XI

La experiencia más fuerte y de mayor tensión de todo


estudiante es la de los exámenes. Se trata de recopilar apuntes y
de esquematizar algunas ideas y de exponerlas al profesor si
éste pregunta sobre lo que se sabe. Y esto vale para todo
estudiante del nivel que sea y de la categoría que sea. A veces se
corre con suerte porque los profesores formulan las preguntas
sobre las ideas que son claves de cada materia en su
comprensión. Pero otras veces hay que contar con la malicia y
mala intención de los profesores que en vez de preguntar lo
primordial y central de lo estudiado buscan detalles sin
importancia para hacer sufrir a los alumnos. Algunos profesores
se deleitan en ese juego, que desde todo punto de vista es
antipedagógico y antihumano. Otros hacen de esa rutina
académica una experiencia agradable tanto para ellos mismos
como para los examinados. Y eso sucede en todas las
universidades del mundo y en todos los centros de enseñanza,
sea fundamental, básica, superior o universitaria.
Lo más curioso es que el profesor que es demasiado
intransigente, a la hora de los exámenes, es el que es menos
aventajado a la hora de la exposición de su materia o curso de
estudio y que en el fondo sabe que los alumnos le tienen ojeriza
porque no domina la cátedra. Tal vez se trate de una especie de
hacerse valer, logrando por el contrario menos valor.
Y la Universidad Gregoriana de Roma no era la excep-
ción. Tenía profesores (teólogos) que eran sencillamente
excelentes, como también tenía profesores que eran todo lo
contrario. Así era el caso de un alemán que hacía de su cátedra
Los Dos (filosofía de la historia)

una auténtica experiencia de sacrificio sin sentido. Todos los


que hacían Teología Dogmática tenían que escogerlo porque él
era un examinador en el examen de síntesis para la Licencia.
Pero casi todos le retiraban la materia al transcurrir el curso. Por
una parte, porque "no le veían el queso a la tostada", y, por otra,
porque era un verdadero martirio su falta de sensibilidad
humana como profesor, que prácticamente generaba un
sentimiento de inferioridad en todos los alumnos. Todos
hablaban de él, pero en sentido negativo.
Mucho se ha discutido si es formativo o no el hecho de
los exámenes en los estudios. Algunos sostienen que es una
experiencia frustrante y traumatizante en la persona humana.
Pero no se ha descubierto el mejor método de comprobarse la
asimilación de conocimientos, aunque se ha probado
reemplazarse con trabajos escritos y la asistencia frecuente a la
clase. Mas estos no son indicios de aprovechamiento
intelectual.
Como tampoco la calificación final es la mejor medida
del rendimiento del alumno, ya que se puede dominar una
materia y se puede haber salido desventajado a la hora del
examen, sea por nerviosismo, o por una pregunta sin verdadera
importancia de parte del profesor, o por muchos factores
psicológicos y circunstanciales. No es la nota la medida del
aprovechamiento de un estudiante, porque es relativa. Sin
embargo, para muchos es lo más importante.
En todo caso, los estudiantes residentes en el P. Colegio
Pío Latino Americano, aún sabedores de todo eso, se estaban
preparando, con placer y sin él, para cumplir con esta exigencia
académica de la Universidad Gregoriana y de las otras
Universidades Pontificas.
El frío de enero, propio de la estación de Invierno, se iba
haciendo más fuerte. Y desde el atardecer del martes 15 de
enero había nevado en Roma, fenómeno natural que no sucedía
desde 1985. Todavía el 17 del mismo mes había escarcha.
Los vientos de la guerra iban tensionando a los habitan-
tes de la ciudad. Se temía más a cada nuevo día una incursión
85
terrorista en los centros de atención de las grandes ciudades de
Italia. Esta angustia era parte del precio que Italia tenía que
pagar por participar en la guerra. Libremente había tomado
parte activa en ella y libremente tenía que aceptar las
consecuencias ya que no se puede dar vuelta de página a un
libro sin encontrarse con el desarrollo de la misma idea de las
páginas precedentes.
El 3 de febrero nacía en la misma Italia el Partido de la
Siniestra ( P.D.S.) dando muerte con ello al Partido Comunista
de Italia ( P.C.I.) y su primera posición oficial había sido
declararse contra la participación de Italia en la guerra del
Golfo, aunque se consideraba que sus primeras acciones
internas le llevarían muy pronto a su propia muerte, según se
podía vaticinar por sus divisiones en los días inmediatos.

En esos mismos días de febrero, el Papa Juan Pablo II se


había declarado en contra de la guerra y se corría la sospecha de
hallarse amenazado de un atentado. Pero la sospecha recaía
sobre Occidente.
XII

Mientras en el Golfo Pérsico se desarrollaba la guerra, en


Latinoamérica se preparaban a celebrar los quinientos años del
descubrimiento de América y con ello los quinientos años de la
evangelización. El lugar indicado era República Dominicana
por ser el primer suelo americano en pisar el navegante
europeo.
Este acontecimiento del descubrimiento de América se
prestaba para encontradas interpretaciones. Así se podía ver el
descubrimiento, y todo lo que él suponía, como una invasión
cultural europea, y en concreto española, sobre las culturas
existentes en el Continente descubierto. Y este hecho se podía
ver como negativo. Como se podía ver también el encuentro de
los dos mundos y el interés del Viejo en el Nuevo de hacer de él
su prolongación para lo que le había transferido su lengua, sus
costumbres y su religión. Y algunos veían este fenómeno como
un aspecto positivo.
Aunque no se puede negar que con el acontecimiento de
1492 se daba muerte a unos valores culturales propios, como el
de las civilizaciones existentes en México y Perú y se persiguie-
ron a extinguir muchos criterios que eran opuestos a España en
su afán de imponerse en las tierras descubiertas y colonizadas.
Mil novecientos noventa y dos era el año de la celebra-
ción de los quinientos años del encuentro de los dos mundos.
Encuentro que debía tener el valor de la palabra "encuentro" y
no tanto el del sentido de "fusión" porque con toda la influencia
que el Continente descubridor había tenido y tiene sobre el
Los Dos (filosofía de la historia)

descubierto no se puede olvidar que son precisamente dos


mundos diferentes.
Como tampoco se trata de defender la superioridad del
uno sobre el otro y de considerar a unos como los prototipos y a
los otros como quienes deben copiar, ya que como culturas y
civilizaciones todas son válidas y merecen su debido respeto.
No se trata de imponerse, sino de respetarse en las diferencias
pues en estas están las riquezas de cada una.
En este sentido, algunos pensadores encontraban en la
historia de América Latina muchos datos negativos para
oponerse a la celebración del hecho del descubrimiento como
acontecimiento festivo. Para algunos, no era suficiente el
sostener que España le había dado al Continente descubierto
una lengua, una religión y unos valores culturales que no tenía,
ya que el mismo suelo descubierto tenía su variedad de
manifestaciones humanas. Y no se podía negar, en cierta
manera, que se trataba de una invasión disfrazada con otro
cualquier nombre para pretender ocultar el hecho.
Pero a nivel de la Iglesia se aprovechaba la oportunidad
para hacer un planteamiento renovado de su pastoral. Inspirado
en las palabras del Papa Juan Pablo II de que la Evangelización
Nueva debía ser nueva en su método, en su ardor el Episcopado
Latinoamericano se abocaba a hacer efectivo el mensaje de
la Iglesia en su Continente y que el Papa había llamado el
Continente de la Esperanza. Esta posición del Episcopado
Latinoamericano hacía reconocer que Europa y América Latina
eran dos realidades diferentes, aún pastoralmente. No
significaba con ello que se estaba creando una independencia
doctrinal de Roma ni de formar una Iglesia Latinoamericana
opuesta a la romana, sino de comprender que como entidades
sociales, culturales, económicas y de fe eran sencillamente
diversas.
En este sentido se podía muy bien citar la anécdota que
cuenta un biógrafo ( Betap de Rosb) de Dom Hélder Cámara:
tras las despedidas oficiales [el día del recibimiento] al quedarse
a solas con sus colaboradores, ordenó que se retirasen de la sala
89
de recepciones los tapices, el trono de oro y púrpura, y se sus-
tituyese el majestuoso sillón arzobispal, tallado en madera de
jacarandá, por una silla común. Monseñor Lamartine intentó
esbozar una tímida protesta. La respuesta de dom Hélder fue
una mirada lacerante de amor y de dolor a la panorámica de
miseria que sangraba con puntos rojos en el mapa de la
archidiócesis. Y rompiendo el silencio expectante, comentó:
«Hermanos, no estamos en el Vaticano... Estamos en el
nordeste».
El planteamiento latinoamericano era de "ver", "juzgar"
y "actuar" para lo que la Realidad era el centro. Ver con sentido
científico-social la realidad. Juzgar bajo el criterio del
Evangelio esa realidad estudiada. Y actuar para transformar la
realidad estudiada con criterios de una acción pastoral de
conjunto en vías de crear un orden más humano y cristiano. Y
que se procuraba hacer desde la Primera Conferencia Episcopal
Latinoamericana realizada en Río de Janeiro en el año 1955,
Medellín y Puebla, respectivamente.
Esa manera de ver se podía muy fácil confundir como
planteamiento de la Teología de la Liberación a la que muchos
veían como una tendencia ideologizante de algunos pensadores
latinoamericanos. Pero no se trataba de clasificar como de
análisis marxista esta manera de pensar sino de comprender sin
grandes misterios que América Latina y Europa eran dos
realidades diferentes. Que no son los mismos criterios
económicos, políticos, sociales y de ende psicológicos entre un
europeo y un latinoamericano. Y, por consiguiente, no son las
mismas maneras de enfrentar la vida y de vivenciar la fe
cristiana, por ser dos situaciones prácticamente opuestas.
No se trataba, sin embargo, de sostener que se estaba
promoviendo una separación sino de una legitimación de las
propias diferencias. Como tampoco de hacer de esas diferencias
un obstáculo inseparable entre Europa y América Latina, sino
de reconocer que las diferencias existentes eran su propia
especificidad que los hacía unos y otros, y no unos con otros,
aunque juntos. No se trataba de hacer una europeización de
Los Dos (filosofía de la historia)

América Latina sino de autolatinoamericanización de América


Latina.
En ese sentido había que dar el justo reconocimiento a la
apertura del Concilio Vaticano II que permitía la celebración
litúrgica en las diferentes lenguas del mundo pues se podría ver
también a la Iglesia como otra cultura aparte, cuando no se trata
de crear otro sistema cultural análogo a los existentes si no de
llevar al hombre desde sus diferentes culturas y realidades al
encuentro y a la experiencia de Dios; de lo contrario, el per-
tenecer a la Iglesia y ser eclesiástico podría constituir ser parte
de una élite, como no deja de verse y sentirse, sin embargo.
Había que reconocer, aún así, que estos temas eran
propios de algunos pensadores de la Teología de la Liberación.
Y todo lo que sonara a hacer teología o pastoral desde América
Latina era en cierta manera identificado con esta línea de
pensamiento.
Pero no se trataba de enfoques parcializantes sino de
análisis de realidades y no se podía negar que eran diferentes.
Y sobre este enfoque Fernández y Palmeras divergían en
sus opiniones. Fernández era más a dado a valorar la situación
de América Latina a quien la solía denominar "nuestro pueblo";
mientras que Palmeras, era más dado a sobrevalorar todo lo que
tuviera relación con Europa y a considerar de menos
importancia lo latino.
Influía en el pensamiento de Palmeras la idealización de
lo extranjero. Ya el solo hecho de que algo fuera extranjero era
para él de mejor calidad. Y ésta era otra diferencia más entre
estos dos personajes.
Fernández era de tendencia nacionalista y tenía una
cierta precaución hacia lo extranjero. No era, sin embargo, un
xenófobo, pero se sentía con prejuicios hacia Europa. Y no sólo
Europa...

91
XIII

Para la gran mayoría de los residentes del Colegio Pío


Latino Americano el gran día del regreso a su patria se estaba
acercando. Porque después de un mes en Roma y de descubrir
la realidad italiana, y sobre todo la condición de estudiante
extranjero, no hay cosa más deseada que el día del retorno.
Prácticamente, todos vivían reconfortándose cada día, de que a
cada día nuevo, les quedaba menos tiempo de estancia en
Roma. Y si algunos no se habían regresado era, además del
propio orgullo, porque les confortaba la idea de retornar con un
título académico con el cual pagar todos los sinsabores de la
bien llamada "experiencia romana".
El mismo gozo que sentían todas las promociones de
cada año la vivirían lo de este año. Y el mismo sentimiento que
habían experimentado los que se preparaban a regresar y
continuaban hacía un año, la vivirían los nuevos. Y este
sentimiento era sin lugar a dudas el de la envidia. Los que
tenían que continuar veían con envidia a los que regresaban
pues por una parte ya habían logrado a lo que venían y, por otra,
volvían a sus lugares de origen. Y tal vez esta última parte era lo
que más valor tenía.
Quienes regresaban no podían disimular la alegría. Se les
podía ver el rostro más despejado y más sereno. Y aunque
todavía les quedaba la parte más difícil de la Universidad como
la presentación final de la tesina de grado y el examen de
síntesis para poder optar a la Licenciatura o la defensa de la
tesis para quienes hacían el doctorado en cualquiera de las
ciencias eclesiásticas, no se les podía negar que se les veía
contentos.
Los Dos (filosofía de la historia)

Quienes tenían que continuar ya estaban empezando a


darle el justo valor a sus días de estudio. Por una parte, ya
conocían el desenvolvimiento de sus respectivas Universidades
y por otra empezaban a valorar la importancia de su estancia en
Roma. Así quienes cursaban estudios en la Facultad de Teología
Dogmática empezaban a saborear el contenido central con su
importancia de la doctrina católica e igualmente comenzaban a
olvidarse de la nostalgia de los primeros meses. Y si el primer
semestre había sido tomado un poco a la ligera, el nuevo, que
comenzaba, les estaba exigiendo dedicación y empeño.
Si el golpe más fuerte del primer semestre había sido el
experimentar la realidad de la soledad fuera de sus países, en
otro ambiente cultural y lejos del afecto inmediato de las
amistades y de los familiares, ahora, tenían que asumir con
coraje esa realidad de la vida y dejar atrás como elementos de
una etapa superada esos mismos lazos que los hacía vibrar
como personas. No tenían otra alternativa humana que mirar
con sentido de historia el futuro incierto de sus vidas y vivir con
conciencia de formación el presente que les tocaba enfrentar.
Ya no podían seguir viviendo atados a sus pequeñas
comunidades de trabajo de las que habían venido. Ahora, la
misma situación de la experiencia romana les abría los
verdaderos horizontes de la vida y les enseñaba a precio de
sacrificios y hasta de sangre derramada en lo más profundo de
sus pechos todavía juveniles, que nadie es indispensable, ni
mucho menos insustituible. Y ese descubrimiento, para ellos
nuevo, les hacía tomar las situaciones de la vida con más
tranquilidad, pues empezaban a convencerse que aquellos
sentimientos y aquellas fuerzas de transformar el mundo de
escasos dos años atrás, eran simplemente un sueño de jóvenes.
Porque la vida era otra cosa.
Bien dicen los que han vivido mucho que es lejos de la
propia casa donde se madura más y con más rapidez. ¿ Será,
porque en la propia casa se crea un refugio familiar e individual
en torno a los jefes de casa? ¿Será porque psicológicamente
estamos más seguros y si por casualidad las cosas no nos salen
93
bien igualmente vamos a tener el apoyo moral, espiritual y aún
económico de nuestros padres que nos consienten con sus
palabras y sus detalles de padres amorosos? ¿Será porque fuera
de casa aquello que no nos gustaba tenemos por fuerza y por
conveniencia que soportarlo y hasta asumirlo?
¿Y en eso consistirá la madurez humana: en saber
soportar con indiferencia lo que no nos gusta, y, más aún,
saberlo transformar en fuerza revitalizante para el propio
provecho personal? ¿La madurez humana será la capacidad de
no expresar nuestros sentimientos y menos si éstos no nos
ayudan a crecer? ¿Será menos sentimentalismos y menos
apegos a las personas, y, por el contrario, más estructura mental
y más voluntad para vivir la existencia humana sin
dependencias sentimentales? ...
Y sobre este nuevo elemento va a girar prácticamente la
historia ficticia de nuestros personajes igualmente ficticios,
sobre la realidad de la experiencia romana de quienes, sobre
todo los nuevos, después del primer semestre, tras fatigas, sin
sentidos y desengaños de sus propios mundos mentales
construidos por su abundante buena voluntad; comenzaban a
descubrir que no son suficientes buenos sentimientos ni mucho
menos demasiada inocencia para saber triunfar en la vida, sino
que se necesitaba coraje, fuerza de voluntad y mucha
perseverancia para no dejarse embargar de las sin razones
propias de la existencia misma.
Y no sólo coraje y fuerza de voluntad sino también un
poco de malicia. Porque muchos de ellos empezaban a
cuestionarse sobre el verdadero sentido de la paciencia humana
y sobre el sufrimiento injusto a que se ven sometidos muchos
que actúan con buenos sentimientos. Porque empezaban a
comprender que por falta de astucia, en muchos aspectos, y, por
abundancia de muy buena voluntad, siempre seguían siendo
objeto o de las malas jugadas de las personas más dominantes,
o, de sus propias torpezas que eran aprovechadas en su propio
daño.
Los Dos (filosofía de la historia)

En esos mismos días por celebrarse la cuaresma se había


tenido una tarde de retiros espirituales. Y las palabras del
predicador habían sido muy acertadas.

95
XIV

Los días iban transcurriendo sin mayores sorpresas, más


que las propias de la novedad de cada día, para los que tenían
sentimientos de búsqueda de sentido en la rutina del tiempo.
Para el resto, simplemente era un hacer todos los días lo de
siempre. Así, hasta llegar a los días del mes de mayo, mes en
que se hacían las despedidas oficiales del Colegio.
Ese año, como todos, la celebración era solemne. Presidió
la Eucaristía el Rector del Colegio, hubo regalos de agradeci-
mientos a las hermanas religiosas de las cocina y a los superio-
res y a los empleados. Hubo lágrimas, apretones de manos,
abrazos sinceros y ocasionales. Hubo palabras de adiós por parte
de uno de los egresados en nombre del grupo y también palabras
de despedida de uno de los que todavía debían continuar por un
año más en Europa.
Después de brindar con vino por el adiós, el responsable
de las palabras de despedida se paró, con su debida presentación
previa, frente al micrófono y sacando una carpeta empezó sus
palabras:
"Esta tarde -- con tono seguro y reposado, atrayendo
inmediatamente la atención pues tenía muy buena aceptación
general -- al querer dar «el hasta luego» al grupo de compañeros
«Pío Latinos 91» tenemos que intentar analizar, aunque sea
someramente, la mezcla de sentimientos que experimentamos
con su «adiós» a Roma, su partida del Colegio y con el regreso a
sus respectivos lugares de origen.
"Primeramente son tres los lugares que entran en la
relación. Cada uno con su significado e importancia y cada uno
con su valor y experiencia. Todo depende, lógicamente, desde la
visión personal de cada individuo humano capaz de sufrir su
Los Dos (filosofía de la historia)

propia vivencia y que se suele llamar «experiencia», la cual no


tiene un patrón de medida ni una misma escala de expresión, ya
que la determinan factores psicológicos, físicos, y muchos otros,
sin negar la importancia, sin duda, también del económico.
"Así, en el caso concreto, dos de los tres son los lugares
claves: Roma y nuestros países; nuestros países y Roma,
alternativamente. Cada uno tiene su importancia, su valor y
sobre todo cada uno ocupa un puesto en nuestro sentimiento.
"Roma, era el sueño de nuestras fantasías de niños en
nuestro trajinar de fe. Roma, era el anhelo, más tarde, de
nuestros deseos y de nuestras aspiraciones de estudiantes. Y
Roma era la meta de nuestro amor eclesiológico universal. En
cierta manera, Roma, representaba en nuestras imaginaciones,
«lo ideal», «lo perfecto», y sin temor a ninguna equivocación, se
nos convertía «como lo máximo» de nuestros posibles logros
humanos.
"Nuestros países, en cambio, son nuestra realidad. Y aquí,
ya encontramos la primera diferencia en nuestra relación.
Fijémonos en los verbos: Roma «era» y nuestros países «son».
La prueba más evidente en la diferencia es que hoy nos estamos
despidiendo de Uds., porque lo importante es el presente del
mismo verbo, «son», ya que lo que cuenta en nuestra
permanencia en Roma son nuestros propios países, al que Uds.
pronto se disponen volver. Porque si se había aceptado el
compromiso de venir a Roma, era, es verdad, primero para
plenar nuestras aspiraciones humanas, mas también porque se
quería comprender, al beber de las mismas fuentes del saber, los
conocimientos teológicos y pastorales para poder trabajar en
sintonía con la Verdad de la Palabra de Dios en nuestros
respectivos lugares de trabajo, es decir, nuestros países de
origen. De lo que se puede deducir prontamente, que éstos
constituyen la parte más importante. Por eso Uds. regresan y por
eso Uds. fueron capaces de darle sentido trascendental al sufri-
miento humano de sus incontestables incomprensiones, bajo la
luz del Espíritu, lógicamente, a sus respectivos tiempos de
permanencia en la Ciudad Eterna.
97
"No significa esto que Roma era en su sentido estricto un
mundo ficticio, aunque no se puede negar, tampoco, que por
mucha capacidad de asimilación de la que nos haya dotado la
sabia naturaleza, Roma, y con ella Europa, pertenece a otro
mundo distinto del nuestro, por ser distintas las realidades,
aunque un mismo sujeto, el hombre.
"Y esta misma diferencia hace rica nuestra posible
experiencia fuera de nuestros países, a los que comenzamos a
valorar y a querer más, con el bello sentimiento de la nostalgia,
añadido a la melancolía y a la añoranza. Este sentimiento vivido
hace que deseemos físicamente volver cuanto antes. Y digo,
físicamente, porque no se puede negar que con la imaginación
se vive en ellos.
"Esta misma diferencia, a veces, se nos convierte, al
mismo tiempo en nuestro principal problema, porque se hace
realidad el adagio de que «estamos donde está nuestro corazón».
Y sería absurdo pretender demostrar que los nuestros estuvieron
o están cien por ciento donde actualmente aparecen nuestras
apariencias materiales-físicas.
"Porque no podemos negar, por otra parte, que en muchas
de nuestras conversaciones diarias solemos referir, en una o en
otra forma, nuestras tierras de origen, ya para comparar los
parajes, ya para criticar actitudes humanas, ya porque se nos
sale por los labios de lo que está abundante la cabeza: nuestras
realidades histórico-concretas y, a las, que en cierta manera
amamos, simplemente porque son «nuestras».
"La relación es: «Roma, nuestros países»; «nuestros
países, Roma». ¿Cuál de las dos realidades prevalece? Y las
respuestas son nada más que dos: la primera es: antes de venir a
Roma, Roma. Y la segunda: después de venir a Roma, nuestros
países. Y estos con nombres propios: Argentina, Bolivia, Chile,
Ecuador, Costa Rica, Perú, República Dominicana, Colombia,
México, Paraguay, Uruguay, El Salvador, Haití, Venezuela... Y
al decir cada cual su propio país siente un orgullo nacional y un
trago agri-dulce en la garganta.
Los Dos (filosofía de la historia)

"¿Por qué no permanece la primera respuesta? ¿Significa


esto que se hace ley la relativización de nuestros quereres y
deseos humanos? Decir lo contrario, sería intentar oponerse a la
eterna inquietud de búsqueda que existe en lo más profundo del
hombre mismo. Y sería como querer nadar contra corriente de
río caudaloso... Porque, al fin y al cabo, este río es la misma
vida y sus leyes naturales...
"Simplemente, no puede permanecer, porque si estamos
en Roma es porque pertenecemos a nuestros respectivos países.
Y si Roma es importante para nosotros es porque nuestros países
son la prioridad misma. En otras palabras, Roma está en función
de la importancia de nuestros países. Es decir, Roma como
Roma, por sí sola no significa prácticamente nada para nosotros.
"Lo que le da importancia a Roma, en nuestro deseo de
venir a ella, y en nuestra permanencia en ella, son nuestros
países.
"Es verdad, que antes de venir a Roma, ésta era lo más
importante. Porque veíamos desde una óptica no del todo clara
nuestra propia jerarquía de valores. Y habíamos colocado en
otro puesto lo que realmente valía por sí sólo.
"Pero, ahora, que estamos en Roma, se nos desempaña la
visión e intuímos, primero, y comprendemos, después, que con
todo lo que Roma es y vale por sí sola, no tiene el valor que para
nosotros tienen y deben tener nuestros propios países.
"Y este descubrimiento nos entusiasma y nos eleva el
espíritu en una jubilosa oración de gracias. Porque es descubrir,
que con todo lo que le debemos al Viejo Mundo, en cultura,
religión y lengua, no somos su prolongación, sino que somos
nuestra propia realidad. Y que sería un auténtico anacronismo
cultural el querer copiar sus estructuras, sus costumbres y hasta
sus comportamientos.
"Europa es Europa y Roma lo que es, con sus valores e
importancias; y América Latina es América Latina, igualmente
con valores e importancia. No significa que porque son otras
manifestaciones distintas sean menos... En esto ha consistido,

99
entre otros, el grave error que los historiadores descubren hoy
por hoy en el descubrimiento y colonización de América...
"Porque la primera realidad que se descubre es que
existen diferencias... Pero estas diferencias no engrandecen a
uno y empequeñecen a otro. Por el contrario, en la convivencia,
a pesar de las diferencias, consiste la realidad de la civilización
humana...
"Por eso, en la relación «Roma y nuestros países» y
«nuestros países y Roma», nuestros lugares de origen son la
clave misma de la relación.
"De manera, que habíamos venido a Roma, porque en el
fondo, además de satisfacer nuestro ego personal, queríamos
aprender más para poder amar más. Y creo que el hecho mismo
de descubrir que tenemos nuestra propia realidad histórica, con
sus avatares concretos, hace automáticamente que amemos más
nuestras realidades nacionales. El hecho de comprender que
somos diferentes hace que nos sintamos orgullosos de ser lo que
somos, a la vez que nos compromete con la historia misma,
porque sólo sentirnos orgullosos nos llevaría a un absurdo
nacionalismo, que se podría entender como una especie de
aislamiento, regional o continental.
"Es lo que se aprende y se asimila inmediatamente en
nuestra estadía en Europa.
"Pero, en nuestro caso concreto de sacerdotes y pastores,
adquirimos una visión más completa de la realidad, ya que nos
iluminamos de la teología para comprender más, primero, el
misterio del hombre, que se resuelve en el misterio de Cristo,
como lo dice el Concilio Vaticano II, y después para intentar con
criterios de madurez la «civilización del amor», que no es otra
cosa que el ideal mismo del Cristianismo en la tierra.
"«Pío Latinos 91»: Ustedes regresan. Porque lo más
importante son nuestros países. Roma, en ese sentido, estuvo al
servicio de esa realidad. Que todo lo que hayan podido asimilar,
sea a nivel académico, que puede ser poco, como a nivel de
vivencia personal, que si es mucho, porque han sido sus
experiencias lo más importante, lo puedan redimensionar para
Los Dos (filosofía de la historia)

nuestra realidad, desde ella y para ella. Pues en esto consiste el


auténtico trabajo de un verdadero pastor y más de un verdadero
intelectual: que no copia, sino que parte de realidades concretas.
Lo que sería: el «ver», «juzgar» y «actuar» de la Pastoral Nueva
de América Latina.
"Que la famosa frase «la experiencia romana», tan
utilizada al comienzo de todo nuevo año escolar, les recuerde los
momentos difíciles, pero trascendentales, de sus días en Roma.
Y que el Señor, que los condujo hasta el suelo de las semillas de
los mártires y del misterio petrino, los conduzca gozosamente a
sus tierras, sedientas de la palabra embalsamadora y revitali-
zante que esperan a través de sus ministerios.
"Mas no olviden, sin embargo, aquella bonita reflexión
hecha por Hugo Wast...-- y continuó su reflexión...

Un ensordecedor y prolongado aplauso invadió


súbitamente la estancia del comedor donde se desarrollaba la
cena de despedida. Las palabras del compañero habían sido muy
acertadas y sobre todo hacían filosofía de la realidad social.
Algunos se levantaron a felicitar efusivamente al orador.
Después del día de la despedida comenzó el éxodo de los
que tenían que regresar, entre ellos Palmeras, quien al decir
«adiós» a su nuevo y entrañable amigo sentía cuan grande era el
aprecio que experimentaba por el viejo sacerdote mexicano, el
cual había sabido ser su amigo, a pesar de las diferencias, o
mejor aún, con las diferencias.
Fernández, por su parte, era el barco viejo y cansado pero
que se aproximaba seguro al puerto. También Fernández sintió
correr una lágrima por su rostro curtido por los años y las
experiencias de la vida, y, por consiguiente, más sensible a las
verdaderas muestras de amistad, como lo había sido su relación
con el joven y gordo sacerdote venezolano que se iba a
continuar en el mar de la vida. Mientras Fernández vibraba con
las experiencias vivificantes y revitalizadoras del amor de la
amistad resonaban en lo más profundo de su corazón las

101
palabras del poeta, que le daban a comprender todo el sentido de
la existencia humana:

Caminante, son tus huellas


el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.

Y al sentir el eco nostálgico de su corazón sus ojos se


humedecieron y con un suspiro profundo repitió mentalmente
con el mismo poeta: Todo pasa y todo queda; pero lo nuestro es
pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.

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