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Cuestiones del Espíritu I: ¿Tiene importancia?

Los maricones parecen ser un gran problema para las religiones en estos días. Un número cada vez
mayor de nosotros estamos realmente participando, con la escandalosa asunción de que tenemos
todo el derecho de hacerlo. Lo que es peor aún, que no podemos ser discretos y de buen gusto
sobre ello. Somos abiertamente afectuosos con nuestros compañeros, tenemos la expectativa de
que las iglesias bendigan nuestras uniones e incluso que ellas ordenen ministros abiertamente gay.
Hubo una vez cuando, incluso iglesias conservadoras, estaban dispuestas a dejarnos pertenecer a
ellas, siempre y cuando estuviéramos en el armario, penitentes y llenos de culpa, luchando con
nuestra naturaleza pecaminosa. Pero la mayoría de estas iglesias no tienen ni la menor idea de qué
hacer con la gente gay que se niega a estar avergonzada de sí misma.
Gays y lesbianas en un número cada vez mayor están reclamando su derecho a la vida espiritual,
pero la opinión entre ellos está dividida en cuanto al valor de la misma. Los críticos nos recuerdan
que las iglesias, más que cualquier otra institución social, nos han envilecido y oprimido. ¿No es
auto-destructivo y homofóbico, se preguntan, para nosotros seguir regresando, como las
mariposillas a la llama, a las organizaciones que nos desprecian?
Hay una división similar en la psicología sobre el valor de la espiritualidad. En el campo "científico"
están aquellos que creen es una reliquia de nuestro pasado pre científico. El más conocido
proponente de este punto de vista fue Freud, quien argumentó que la religión es un síntoma
neurótico, una proyección de fantasías infantiles de un padre todopoderoso en el cosmos. Creía que
la madurez sólo era posible para aquellos que renunciaran a tales ilusiones y se enfrentaran a su
soledad esencial en un universo sin sentido.
Los disidentes en psicología sostienen que la necesidad de vida espiritual no es patología, sino una
necesidad humana innata, y que la verdadera madurez implica el desarrollo de la misma. El
proponente más articulado de este punto de vista fue William James, cuyo clásico The Varieties of
Religious Experience trató de estudiar empíricamente la experiencia espiritual.
Los estudios de James lo convencieron que el "sentido de presencia" de una realidad espiritual, más
allá de lo que los cinco sentidos ponen de manifiesto, es una experiencia humana común.
Experiencias de revelación personal, comunión, sentido de significado y unidad con un todo más
amplio, son comunes entre todos los pueblos. Y él cree que estos eventos tienen efectos poderosos.
Ellos unifican la personalidad, crean un sentido de seguridad y paz, sacan a la gente de la
desesperación, y confieren una capacidad de entusiasmo y de acción heroica. James llega a la
conclusión de que la necesidad de realización espiritual es tan biológicamente fundamental como el
sexo y el hambre. Filosóficamente, afirma que cuando hay humo hay fuego. Es decir, algo que
ejerce tal poderosa influencia sobre nosotros debe ser real y potente. Vio el poder de la
experiencia espiritual como prueba de la realidad de una dimensión espiritual en el universo. La
oración y la meditación, a su juicio, no son rituales vacíos, sino "un proceso donde trabajo es
realmente hecho, y la energía espiritual fluye y produce efectos reales, psicológico o material, en
el mundo fenomenal". Si hay mérito en este punto de vista (y creo que hay), entonces el maricón
no debe desestimar simplemente la dimensión espiritual de la vida sólo porque las instituciones
religiosas nos han oprimido en su nombre.
Los peligros de la espiritualidad son reales y bien conocidos: el peligro de suicidio intelectual en el
nombre de la fe; dependencia destructiva y el sacrificio de la individualidad, y los peligros del
fanatismo, y la intolerancia que fomenta la identificación con un grupo moralista estricto.
Pero los beneficios también son reales. Una vida espiritual puede ser un antídoto a la desesperación
y la falta de sentido. Puede unificar la personalidad, proporcionar orientación y coherencia a la
vida, y nutrir ideales éticos altos. No puede desterrar el sufrimiento y la pérdida, pero puede
ayudarnos a sobrellevarlos con madurez y coraje. La espiritualidad nos anima a mirar debajo de la
superficie de las cosas, y apunta a una realidad permanente inafectada por el flujo de la vida y de
la muerte.
Hay algunos que creen que ser gay implica en sí tener dones espirituales únicos. En su libro Gay
Spirit, Mark Thompson escribió: "Definiría a la gente gay como poseedora de una calidad luminosa
de ser, una diferencia que acentúa los dones de la compasión, la empatía, la curación, la
interpretación, y la habilitación. Veo a la gente gay como los en el medio, los que pueden acarrear
diferencias irreconciliables, que son capaces de unir a fuerzas opuestas en una; constructores de
puentes que intuyen la luz y la oscuridad en todas las cosas".
Si esto es correcto o no, seguramente debe estar más cerca de la verdad que la idea de que somos
cosas raras que nunca debieron ser, y de que no tenemos lugar natural en la familia de la vida.
Demasiadas personas gay han vivido vidas espirituales sin peso, como si realmente fueran
forasteros, no sólo en relación a su propia cultura, sino a todo el universo. El florecimiento de la
espiritualidad gay pone fin a siglos de ese tipo de alienación. Las personas gay están regresando a
nuestros lugares de culto, no como mendigos a la puerta, sino como hombres y mujeres que se
auto-respetan, y que regresan a casa a reclamar lo que siempre nos ha pertenecido.

Tom Moon MFT, psicoterapista de San Francisco.


http://www.tommoon.net
Traducido del Inglés al Español por Gladiolo.

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