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ROQUE DALTON COMIENZA A ABURRIR.

(Cinco tesis sobre la imagen pública del poeta salvadoreño)

Miguel Huezo Mixco

Esto va a sonar como una herejía. Cuando me puse a pensar qué decir en ocasión del
lanzamiento del tercer volumen de la Poesía Completa de Roque Dalton por parte de la DPI
(San Salvador, 2008), debo confesarles que mi primera reacción fue sentir que Dalton ha
comenzado a aburrirme un poco. Es probable que ustedes no compartan mi posición, pero
al menos van a respetar mi punto de vista. A continuación amplio de manera muy breve mi
perspectiva a partir de cinco tesis sobre la imagen pública del poeta en nuestros días.

Primera tesis: Dalton se ha convertido desde hace un buen tiempo en un clásico, y los
clásicos están condenados a volverse aburridos. No quiero decir que su obra o su
pensamiento se haya agotado y no tengan nada nuevo que aportar al entretenimiento o al
conocimiento de eso que llamamos “el alma humana”. Pero los clásicos están recubiertos
por una pátina que les otorga un carácter distante. Dalton ha ingresado, por su obra y por su
tragedia, en el panteón de los grandes escritores salvadoreños de todos los tiempos, y eso,
tenemos que decirlo, comienza a convertirlo en una especie de antigüedad.

Segunda tesis: Dalton goza, sin embargo, de muy buena salud en el estado de ánimo
nacional. Dalton consiguió recoger extraordinarias representaciones de “lo salvadoreño”,
como en el mil veces citado “Poema de amor”, donde considera a sus compatriotas –
nosotros-- como muy trabajadores y creativos, además de ser muy pendencieros (dispuestos
a sacar primero el cuchillo). Este tipo de representaciones lo convierten en un autor y una
referencia imprescindible de una cierta idea de la “salvadoreñidad”. Su personalidad misma
encarnó rasgos muy “salvadoreños”, y muy “masculinos”: irreverente, mujeriego y
borracho. Características que nunca consiguieron opacar, sino más bien resaltaron, sus
innegables talentos artísticos.

Tercera tesis: Dalton es uno de nuestros principales productos nostálgicos y un verdadero


éxito comercial. La nostalgia se ha convertido en las últimas décadas en un producto muy
rentable para la economía salvadoreña. El loroco, el achiote, la horchata, ya no digamos las
pupusas, las fotos del monumento al Salvador del mundo y la bandera nacional, han
cobrado un nuevo brío debido a que veinte de cada cien salvadoreños viven en el
extranjero. Las necesidades de esas casi tres millones de personas de constituirse en una
comunidad diferenciada respecto de otras identidades (mexicanos, dominicanos,
colombianos, etc.) presentes en los enclaves latinos en Estados Unidos, han hecho a los
salvadoreños abrazarse a la nostalgia con fuerza inusitada. En el terreno editorial Dalton es
nuestro principal producto nostálgico.

Cuarta tesis: El “establishment” le está pasando una alta factura a la rebeldía de Dalton.
Dalton decía que su patria, El Salvador, era como un “mamá que paraba los pelos”. Esa
madre horrible, agresiva, coscorroneadora, parece haber acogido finalmente a su hijo
pródigo. Y lo está apretando contra sus grandes chiches, así como una madre entre
abnegada y resignada aprieta a un cipote travieso, ese cipote que Dalton siempre quiso ser.
Los que vivimos la prohibición y el peligro que entrañaba tener un libro de Dalton (y, en
general, la sola tenencia de casi cualquier libro), no dejamos de sorprendernos cuando lo
miramos convertido en uno de los productos mas apetecidos en las librerías y uno de los
nombres obligados en los programas de estudio de los escolares. Estos hechos prueban que
una parte importante de la cultura salvadoreño ha cambiado, y mucho. Esa nueva cultura lo
ha acogido, pero su “venganza” consiste en imponerle esa aureola, algo vacua, destinada a
los forjadores de identidad, que rápidamente asociamos con la imagen de “viejitos
aburridos” y anacrónicos.

Quinta tesis: todo lo dicho parece un resultado inevitable del paso del tiempo. Parece
irremediable que Dalton llegue a convertirse en lo más cercano a una estatua. Confieso que
yo mismo me siento un poco --pero solo un poco-- responsable de ello, pues entre otras
cosas ayudé a darle forma al proyecto de publicación de sus poesías completas, patrocinado
por la instancia editorial oficial. Ese proyecto culmina ahora con el lanzamiento del tercer
tomo titulado, casi como una dulce ironía… “No pronuncies mi nombre”.
Me siento invadido por un doble sentimiento. Por un lado, tengo un claro sentimiento de
alejamiento respetuoso respecto de Dalton. Por otro --y quisiera que esto quedara también
muy claro-- un sentimiento de orgullo por haber sido testigo y parte de ese proceso que lo
sacó definitivamente de las catacumbas. Dalton seguramente va a comenzar a ser visto cada
vez más como un viejo aburrido. Pero el hecho mismo de que ya comience a aburrirnos, de
que se vuelva demasiado habitual, excesivamente nombrado y unánimemente respetado, es
prueba de que su obra --y no solo su obra, sino también su testimonio personal-- empujaron
un cambio importante en la cultura salvadoreña del último siglo. Por una de esas paradojas
de la vida, Dalton nos ha obligado a todos a ser un poco más tolerantes.

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