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Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay
ningunas tinieblas en él. 1Jn 1:5
William Barclay, en su libro: palabras griegas del nuevo testamento, hace un estudio
detallado de los orígenes de la palabra pecado:
Hay que tener en cuenta que, en el NT, hamartia (pecado) no describe un acto
definido de pecado, sino el estado de pecado, del cual resultan las acciones
pecaminosas. De hecho, en Pablo el pecado está tan a punto de personalizarse, que
podría escribirse con inicial mayúscula y pensarse que fuera un poder personal y
maligno que tiene al hombre en sus garras.
b) Ro 7:14 “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al
pecado”
«Yo soy carnal, vendido al pecado» quizás sea una referencia a la vieja
naturaleza que busca rebelarse e independizarse de Dios. Si como cristiano trato
de luchar contra el pecado con mis fuerzas, me deslizo hacia las garras del
pecado
c) Gá 3:22 “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que
es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes”
Sin Cristo una persona está atrapada en pecados, abatido por errores
pasados y sofocado por deseos pecaminosos. Dios sabía que éramos prisioneros
del pecado y por ello proveyó una vía de escape: la fe en Jesucristo. Sin Cristo
todos están atrapados en las garras del pecado y sólo aquellos que depositan su
fe en Él pueden quedar libres. Mire hacia Él: Jesucristo lo quiere alcanzar para
darle libertad
d) 1 Jn. 1:8 “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros
mismos, y la verdad no está en nosotros”
Una verdad fundamental es que todos somos pecadores por naturaleza y
por obra. Al convertirnos, son perdonados todos nuestros pecados pasados,
presentes y futuros. Más aun después de llegar a ser cristianos, todavía pecamos
y debemos confesar. Esa clase de confesión no es ganar la aceptación de Dios
sino quitar la barrera de comunión que nuestro pecado ha puesto entre nosotros y
Él. Sin embargo, es difícil para muchos admitir sus faltas y negligencia, aun
delante de Dios. Requiere humildad y sinceridad reconocer nuestras debilidades,
y la mayoría de nosotros pretende en cambio ser fuerte. No debemos temer
revelar nuestros pecados a Dios; Él ya los conoce. Él no nos apartará, no importa
lo que hagamos. Por el contrario, apartará nuestro pecado y nos atraerá hacia sí.
2) Hamartia, (pecado), es "un poder que somete al hombre".
a) Ro 3:9 “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera;
pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado”
Las palabras que se usan para expresar esta idea son muy interesantes y
significativas: el hombre está "bajo pecado". Pero esta preposición, bajo, en
caso acusativo, como aquí, se utiliza para significar "dependiente de", "en
sujeción a", "bajo el control de". Un menor de edad, por ejemplo, está "bajo su
padre"; un ejército está "bajo su comandante"; así, nosotros estamos "bajo
pecado", "en poder del pecado", "controlados por el pecado"
1) Del pecado se dice que "reina sobre el hombre". Basileus es la palabra griega que
significa "rey".
a) Ro. 5:21 “para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia
reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”
2) El pecado gobierna a los hombres, "se enseñorea de nosotros". Kurios es la
palabra griega que significa "señor", y connota absoluta "posesión" y "dominio".
a) Ro. 6:14 “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo
la ley, sino bajo la gracia”
Estar bajo la ley es estar subordinados a un sistema que nos obliga a
ganarnos la salvación obedeciéndola, pero estar bajo la gracia es ser justificado
y vivir por el poder de la resurrección de Cristo que mora en nosotros. Podemos
morir al pecado, no porque la Ley lo prohíbe, sino por todos los recursos que nos
ofrece la gracia
3) Del pecado se dice que "nos tiene cautivos" (aichmaiotizein). La palabra es la
misma que se usa respecto de hacer a uno prisionero de guerra.
a) Ro. 7:23 “pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi
mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”
Mientras la Ley puede iluminar nuestra conciencia, no es capaz de
producir santidad en la vida. El fallo, sin embargo, no está en la Ley de Dios,
que es espiritual, sino en la ley del pecado, es decir, la depravación inherente a
la naturaleza humana, que se revela contra las leyes de Dios
4) Se dice que el pecado "mora en el hombre". El hombre está tan cogido por el
pecado, que éste no se nos presenta como un mero poder externo que ejerza su
soberanía sobre el individuo, sino como algo que se ha introducido en las mismas
fibras, en el centro y corazón del ser del hombre, hasta ocuparlo, como un enemigo
ocupa un país. El resultado es que "somos esclavos del pecado". Debe recordarse
que el poder del amo sobre el esclavo era absoluto. No había parte de la vida, ni
momento, ni actividad, que fuera propiedad personal del esclavo. Pertenecía a su
amo en la forma más absoluta. Así, el hombre está totalmente bajo el dominio del
pecado.
a) Ro. 7:17, 20 “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado
que mora en mí” “Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado
que mora en mí”
Una expresión que a veces se escucha es: «El diablo me obligó a
hacerlo». «Yo no lo hice, fue el pecado que está en mí». Parece una buena
excusa, pero tenemos que dar cuenta de nuestras acciones. Nunca debemos
mencionar el poder del pecado ni a Satanás como excusa, por que son enemigos
vencidos. Sin la ayuda de Cristo, el pecado es más fuerte que nosotros y algunas
veces somos incapaces de defendernos de sus ataques. De ahí que nunca
debiéramos enfrentarnos al pecado solos. Jesucristo, quien venció el pecado de
una vez y por todas, ha prometido pelear a nuestro lado. Si buscamos su ayuda,
no caeremos en pecado
b) Jn. 8:34 “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que
hace pecado, esclavo es del pecado”
El pecado busca la manera de esclavizarnos, controlarnos, dominarnos y
dictar nuestros actos. Jesús puede liberarlo de esa esclavitud que le impide ser la
persona que Dios tuvo en mente al crearlo. Si el pecado lo limita, lo domina o lo
esclaviza, Jesús puede destruir el poder que el pecado tiene sobre su vida
c) Ro. 6:6 “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente
con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos
más al pecado”
El castigo del pecado y el poder que tenía sobre nuestras vidas murió con
Cristo en la cruz. Nuestro «viejo hombre», lleno de pecado, murió de una vez
por todas y ahora estamos libres de su poder. El «cuerpo del pecado» no es el
humano, sino nuestra naturaleza rebelde amante del pecado heredada de Adán. A
pesar de que nuestro cuerpo coopera voluntariamente con nuestra naturaleza
pecaminosa, no debemos por ello considerarlo malvado. Lo que es malo es el
pecado en nosotros. Y lo que se derrota es ese poder del pecado en acción en
nuestros cuerpos. Pablo acaba de establecer que la fe en Cristo nos declara
absueltos, «inocentes» ante Dios. Aquí Pablo enfatiza que ya no necesitamos una
vida bajo el poder del pecado. Dios no nos saca del mundo ni nos convierte en
grandes cantidades de peras (no para regalo nuestro, sino para arrojarlas a
los puercos) y si llegamos a catarlas fue sólo para darnos el gusto de hacer
lo que nos estaba prohibido. Eran peras hermosas pero no las apeteció mi
alma miserable, pues yo tenía en casa abundancia de otras mejores. Las
tomé sólo por robar. Mi único festín fue con la iniquidad con que me holgaba
y fruía. ¿Qué es, pues, lo que yo amé en aquel robo? ¿Era el placer de
quebrantar la ley siquiera por engaño, ya que por fuerza no podía, y siendo
cautivo simulé una raquítica libertad, haciendo impunemente, por una
tenebrosa imitación burlesca de vuestra omnipotencia, aquello que no me
era permitido?"
hombre es librado del castigo que Dios podía haberle infligido con perfecto
derecho. Es la palabra que nos dice que Dios no nos trata con justicia, sino
con amor; no según nuestros merecimientos, sino de acuerdo con su
misericordia y su gracia en Jesucristo.
Estos textos enseñan que hay cinco beneficios que Dios les da a todos los creyentes a
través de Cristo:
(1) Nos hace aptos para participar de la herencia de los santos
(2) Nos rescata del dominio de Satanás y nos hace sus hijos
(3) Nos trae a su reino eterno
(4) Nos redime, es decir, compró nuestra libertad del pecado y del juicio, y
(5) Perdona todos nuestros pecados.