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REFLEXIONES EN TORNO A LA INDEPENDENCIA

VENEZOLANA (1810-1821), SEGÚN LA VISIÓN DE


DOS AUTORES VENEZOLANOS. CONTRIBUCIÓN
AL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA

Autor: Antonio J. Delgado G.

Liceo Bolivariano “J. A. Pérez Bonalde”


Correo: antoniojipc@hotmail.com
Ponencia en la modalidad ORAL
Área temática: Historia

RESUMEN:

En los estudios históricos venezolanos, es de obligatorio interés para los oficiosos


de la historia tratar el fenómeno de la independencia, como eje principal que da
inicio a la formación de la moderna nacionalidad venezolana. Estos estudios han
marcado las diversas formas de abordar nuestra historia patria, cuya evolución
historiográfica parte desde la descripción e interpretación de los hechos históricos,
para justificar y legitimar la gesta emancipadora que se inicia en 1810, para luego,
avanzar hacia una formalización metódica del tratamiento de la historia
venezolana, basada en enfoques positivistas, marxistas y eclécticos. Para los
efectos del presente ensayo, el propósito del autor es caracterizar el discurso
historiográfico de la independencia venezolana (1810-1821), según la visión de
dos autores venezolanos, dado el carácter contrapuesto de las visiones
historiográficas e ideológicas, particularmente, la positivista y la marxista,
personificada por Laureano Vallenilla Lanz y Carlos Irazábal, respectivamente. En
vísperas del bicentenario del 19 de abril de 1810, este escrito se hace oportuno
para reavivar el debate en torno a los problemas historiográficos fundamentales
acerca de la independencia y reactivar la conciencia histórica nacional. Para
alcanzar el objetivo se realizó una comparación de las ideas centrales expuestas
por los dos autores antes mencionados. Para ello, se utilizaron, básicamente, sus
obras fundamentales: Cesarismo Democrático (Vallenilla Lanz), Hacia la
democracia y Venezuela Esclava y Feudal (Carlos Irazábal). Se concluye
señalando el aporte que ambos autores brindaron a la historiografía venezolana,
así como los escollos y desaciertos en los que incurrieron, producto de sus
orientaciones ideo-políticas.

Palabras claves: Historiografía, Positivismo, Marxismo.


REFLEXIONES EN TORNO A LA INDEPENDENCIA
VENEZOLANA (1810-1821), SEGÚN LA VISIÓN DE
DOS AUTORES VENEZOLANOS. CONTRIBUCIÓN
AL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA.

Introducción
Este ensayo es un intento de caracterización del discurso historiográfico de
dos autores venezolanos, cuya visión intelectual de la guerra de independencia
hispanoamericana, está imbuida por las tendencias filosóficas, ideológicas y
políticas que identifican a cada uno. Estamos hablando pues, de Laureano
Vallenilla Lanz y Carlos Irazábal, para apelar al verdadero calificativo de sus
nombres. El primero de ellos, don Laureano Vallenilla Lanz, (11.10.1870 –
16.11.1936), nació en Barcelona, estado Anzoátegui, fue un intelectual al que se
puede considerar como un auténtico autodidacta. Los autores europeos que
influyeron en su pensamiento son: Augusto Comte, Herbert Spencer, Jhon Stuart
Mill, Charles Darwin, Ernest Renan e Hippolyte Taine, entre otros. Influido por la
corriente positivista, Vallenilla Lanz busca explicar la evolución social e histórica
del pueblo venezolano. Entre su contribución a la interpretación historiográfica
podemos mencionar sus libros: Cesarismo Democrático, Críticas de Sinceridad
y Exactitud, La Rehabilitación de Venezuela I y II, Disgregación e
Integración, además de una variada gama de publicaciones y folletos. También en
don Laureano resalta la figura del político y del intelectual, ensayista, periodista e
individuo de número de la Academia Nacional de la Historia.
De su obra Cesarismo Democrático, cuyo análisis es objeto en este ensayo
por sus tesis: “La Guerra Civil, La Psicología de la Masa Popular y El Gendarme
Necesario”, se han tejido diversas opiniones adversas debido a su contenido
polémico. Según Manuel Caballero “lo más insoportable en Vallenilla Lanz es su
consideración de la guerra de independencia como una guerra civil”1, pues la
actuación histórica de los llaneros marca el preludio de la destrucción de
trescientos años de civilización española. A esta guerra civil se le denomina
“Guerra de Conquista”. Por otro lado, prosigue Caballero, diciendo que “no

1
Manuel Caballero, “Prólogo” a Cesarismo Democrático de Laureano Vallenilla Lanz,
Caracas, Editorial Monte Ávila, 2da Edición, p. 8.
solamente se empeña así Vallenilla en traer a los libertadores del cielo a la tierra,
sino que además, sumando blasfemias los llena de debilidades...”2.
De la teoría del “Gendarme Necesario”, se han emitido opiniones semejantes
a las teorías maquiavélicas, puesto que, Vallenilla Lanz justifica la tiranía
gomecista en su apreciación de que la “...anarquía siempre deriva en
personalismo y, a veces, en despotismo...”3. Es decir, de las guerras civiles, van a
surgir los caudillos y guerreros personalistas y omnipotentes, representados
primero en Páez, una vez que Venezuela se convierte en República independiente
en 1830, para culminar con la férrea dictadura gomecista en los albores del siglo
XX venezolano, de la cual don Laureano formaba parte desde la redacción de “El
Nuevo Diario”, órgano oficial de Gómez. Del mismo modo, se puede apreciar en
Cesarismo Democrático el desprecio que el autor manifiesta por el pueblo, “...esa
desconfianza en sus capacidades creadoras, en la posibilidad de su elevación
intelectual y moral...”4. En pocas palabras, una interpretación sociológica
pesimista de la sociedad venezolana e hispanoamericana, tal como lo dijera
nuestro don Augusto Mijares. Al igual que Vallenilla Lanz, se destacaron por
interpretar la Historia de Venezuela, desde una perspectiva positivista, los autores
Pedro Manuel Arcaya, Cesar Zumeta y José Gil Fortoul. Sin embargo, pese a su
interpretación pesimista de la evolución socio-histórica del pueblo venezolano, la
obra historiográfica y literaria de Vallenilla Lanz, es considerada tan bien escrita,
“...con una pluma que, entre los autores de su generación, de su tendencia y sus
pecados, sólo le igualaba Gil Fortoul...”5. En Vallenilla Lanz, la historia de
Venezuela se confunde con el culto familiar, ya que es heredero de una tradición
histórica colonial e independentista.
Con respecto a Carlos Irazábal, (14.08.1907 – 30.10.1991), nació en Zaraza
(estado Guárico). Desde muy joven, Irazábal participó en hechos políticos
vinculados con la Semana del Estudiante en 1928. Esto produjo su detención y
posteriormente la obligación de exiliarse. Fue un militante político contra la
dictadura del general Juan Vicente Gómez. También desempeñó una carrera
diplomática ocupando los cargos de Cónsul y Embajador. Su vocación intelectual
2
Manuel Caballero, Ob. Cit., p. 9.
3
Ibíd., p. 10.
4
Ibíd., p. 11.
5
Ibíd., p. 12.
y política estuvo influenciada por el Marxismo, y por ende, busca la explicación
histórica de Venezuela y de Hispanoamérica en el Materialismo Histórico. Como
escritor, Irazábal fue autor de 2 libros, Hacia la democracia” (1939) y
“Venezuela esclava y feudal” (1961), en las que se hace por primera vez un
análisis historiográfico de los problemas económicos, políticos y sociales de
Venezuela, desde una perspectiva inspirada en la filosofía marxista.
En cuanto a los planteamientos expuestos en Hacia la democracia, “...se
defiende la existencia de los partidos políticos como instrumentos básicos para la
conquista de la democracia, se consideran el caudillismo y el régimen
latifundista como las causas del atraso económico de Venezuela...”6. Sus obras se
oponen a la tesis positivista que justifica al gendarme necesario y a la
interpretación sociológica pesimista de la sociedad venezolana, esgrimida por
Laureano Vallenilla Lanz. Se trata pues, de una comprensión historiográfica
militante, comprometida con los cambios políticos, sociales y económicos,
abarcando aspectos fundamentales de nuestra historia: La independencia, la
anarquía y devastación post-independiente. Irazábal denomina esclavitud a la
etapa pre-independiente y feudalismo a la post-independiente, “...colocando a la
guerra federal como un momento clave en el desarrollo y transición de una etapa
a otra...”7. Sus libros son citados por la mayoría de los historiadores venezolanos
y son considerados como “ensayos vigentes” para estudiar el pasado “con una
mirada crítica y enjuiciadora”. En este sentido, han contribuido a aportar las
herramientas básicas para interpretar la historia marxista dentro de la
historiografía venezolana.

La interpretación positivista – pesimista.


La historia está concebida como la ciencia que estudia los hechos del pasado
para explicar el presente y advertir el provenir, sin caer en planteamientos
metafísicos y siguiendo un método riguroso estrictamente científico y sistemático
adaptado a la ciencia histórica. Sin embargo, es un medio que se presta para
expresar la posición política e ideológica de muchos autores.

6
Carlos Irazábal e Inés Quintero, “Irazábal Carlos”. Diccionario Multimedia de Historia de
Venezuela. Caracas, Fundación Polar, 1994.
7
Ídem.
En tal sentido, abordar las tesis históricas de Laureano Vallenilla Lanz desde
el punto de vista historiográfico no es tarea fácil, si consideramos el peso
intelectual que este autor encumbrado a las luces del saber ejerció en los albores
del Positivismo del siglo XX venezolano, y aun, en los tiempos presentes es
considerado de obligatoria consulta para estudiantes, docentes e historiadores en
general. También es necesario advertir lo inabordable del extenso contenido en
este modesto escrito.
Esta primera parte de nuestro ensayo, hace énfasis en tres tesis que
consideramos fundamentales expuestas por Vallenilla Lanz en su obra “Cesarismo
Democrático”, a saber: Fue Una Guerra Civil, La Psicología de la Masa Popular y
el Gendarme Necesario. Cabe destacar, que tanto el autor de Cesarismo
Democrático como su obra son considerados dignos representantes importantes
del positivismo latinoamericano.
Para un autor de la talla de Vallenilla Lanz, tanto la historia como el resto de
las ciencias sociales, son interpretadas de acuerdo al paradigma positivista
impuesto en Venezuela durante la evolución del siglo XX, con las siguientes
características: a) El evolucionismo, que considera a la “sociedad como un
organismo vivo” que se va desarrollando de acuerdo a etapas de maduración hasta
llegar a un nivel de progreso, todo sujeto a las leyes fijas de la naturaleza., b)
Inmigración y educación, impregnados de una tendencia eurocéntrica, los
positivistas estaban convencidos [y aun hay quienes piensan de esa manera], que
la inmigración europea, cuya raza [según ellos] es “portadora de una cultura
superior”, es capaz de transformar la sociedad hispanoamericana y en particular la
venezolana plagada de gente “...cuyo sustrato étnico contiene una herencia
cultural y unos instintos políticos que determinan la conducta de los pueblos y
hacen irrealizables los mejores proyectos sociales establecidos en las
constituciones y leyes escritas...”8.
En el mismo orden de ideas, y más concretamente, en Venezuela, se hace
una interpretación positivista de la Historia de Venezuela tomando en cuenta los
siguientes criterios considerados como categorías básicas: a) Tradición, medio
geográfico y razas; b) El proceso de formación del pueblo venezolano [la
8
Arturo Sosa A, “Positivismo”. Diccionario Multimedia de Historia de Venezuela. Caracas,
Fundación Polar, 1994, voz Positivismo.
historia de Venezuela comienza con la llegada de los españoles hasta la etapa
actual]; c) El caudillismo o gendarme como mal necesario ante la anarquía
desbordada por la masa democrática ignorante representada por las huestes
populares lideradas por los diferentes caudillos, que empleaban las bandas
armadas que podían jefaturizar para imponer el control social durante la segunda
mitad del siglo XIX. Al seguir el esquema de Irwin sobre los caudillos,
encontramos que los podemos agrupar en tres categorías: “...gamonales, caciques
o caudillos menores, los cuales tienen un área de poder cuando más local; los
caudillos regionales, provinciales o estadales, aquellos con un poder de facto que
comprende una región, provincia o estado, finalmente el caudillo nacional, jefe
máximo o supremo, cuando su poder logra abarcar toda la nación...”9. En
síntesis, los caudillos locales y regionales fueron numerosos y pocos, mientras que
los caudillos nacionales, se destacaron uno a la vez. Ejemplo de éstos últimos
Páez y Gómez.

La guerra civil y la psicología de la masa popular. La barbarie y la anarquía


como elementos propios del país.
En el discurso de Vallenilla Lanz podemos notar una polémica que se opone
al discurso de los historiadores que escribieron una Historia Patria y de la
Nacionalidad, es decir, los patriotas, que consideran la independencia como la
epifanía de la historia de Venezuela para justificar la emancipación y la autonomía
política; y los románticos, que además de conducir la labor historiográfica por las
sendas de las bellas artes y la literatura, establecen un vínculo con el proyecto
nacional de 1810-1811, para exaltar el concepto de nación y rendir culto a los
héroes, en especial a la figura máxima de Simón Bolívar. Los positivistas con
Vallenilla Lanz al frente, reaccionan contra el romanticismo histórico y consideran
que “...aquella guerra, a la que debemos el bien inestimable de llamarnos
ciudadanos en una nación y no colonos, puede colocarse en la misma categoría
que cualquiera de nuestras frecuentes matazones...”10. Pero no sólo eso le basta
para negar el carácter internacional de la independencia, sino que reduce la
9
Domingo Irwin G, “Introducción” a Relaciones Civiles-Militares en Venezuela: 1830-
1910, Caracas, Editorial Litobrit, 1996, p. 7.
10
Laureano Vallenilla Lanz, “Fue Una Guerra Civil”. Cesarismo Democrático. Caracas,
Editorial Monte Ávila, 2da Edición, p. 39.
voluntad consciente de los libertadores en su decisión de declarar la autonomía
política y romper de hecho con el nexo colonial al afirmar que las revoluciones
“...como fenómenos sociales, caen bajo el dominio del determinismo sociológico
en el que apenas toma parte muy pequeña la flaca voluntad humana; y porque la
guerra, fácil sería comprobarlo, ha sido aquí como en todos los tiempos y en
todos los países, uno de los factores más poderosos en la evolución progresiva de
la humanidad.”11.
Cabe preguntarnos ¿en qué basa su afirmación Vallenilla Lanz para
considerar la guerra de independencia como una guerra civil? El mismo nos
explica, siguiendo un orden lógico:
En primer lugar, la doble orientación de aquella guerra: a) Rompimiento con
los lazos políticos que nos unían con la madre patria, es decir, con el nexo
colonial; b) Evolución liberadora en cuyo trabajo hemos consumido toda la
centuria decimonona “...hasta llegar al estado social en que nos hallamos...” 12, que
no es otra cosa que todas las guerritas civiles que se desarrollaron en el siglo XIX
venezolano y que ese estado social, reclamaba dos remedios para nuestros males:
Población e inmigración europea y norteamericana (gente blanca) para unificar
la raza, mejorarla y hacer efectiva la democracia, el comercio, la industria, las vías
de comunicación para unificar al país; y Educación para elevar el nivel moral del
pueblo y no presentar la contradicción de ser una república sin ciudadanos.
En segundo lugar, la mayoría de los hombres que combatieron al lado de las
fuerzas realistas fueron americanos. En consecuencia, la leyenda exagera acerca
de la actuación de las tropas españolas en territorio americano. España “...no hizo
sino auxiliar tardía y mezquinamente a la gran mayoría de venezolanos que
sostuvieron sus banderas...”13. De otro modo, cómo se explica la prolongación de
la guerra. “Hay un hecho digno de tomarse en cuenta y que [no ha sido el autor]
el primero en observar. Los hombres que mandaron las montoneras delincuentes
de aquellos años, aunque isleños y peninsulares muchos de ellos, tenían largos
años de residencia en el país...”14.

11
Ídem.
12
Ob. Cit., p. 40.
13
Ob. Cit., p. 41.
14
Ob. Cit., p. 42.
En tercer lugar, la antipatía que sentía la mayoría del pueblo de Venezuela
hacia la causa independentista, en otras palabras, era enemiga de los patriotas.
Además, Vallenilla Lanz fundamenta este aspecto en palabras de los propios
protagonistas de los acontecimientos. Por un lado, presenta el testimonio del
General Rafael Urdaneta quien denunciaba: “...los pueblos se oponen a su bien y
el soldado republicano es mirado con horror; no hay un hombre que no sea
enemigo nuestro; voluntariamente se reúnen en los campos a hacernos la
guerra...”15. Esta opinión del valeroso General es uno de los argumentos que
esboza Vallenilla para afirmar que no encuentra la razón “...de que aquella guerra
no fuese una guerra entre hermanos, es decir, una guerra intestina”.16 De la
misma manera, esgrime la opinión del Libertador en el Manifiesto de Carúpano en
1814, cuando las tropas republicanas sucumben ante las tropas llaneras de Boves:
“Si el destino inconstante hizo alternar la victoria entre los enemigos y
nosotros, fue sólo a favor de pueblos americanos que una inconcebible demencia
hizo tomar las armas para destruir a sus libertadores y restituir el cetro a sus
tiranos. Así parece que el cielo, para nuestra humillación y nuestra gloria, ha
permitido que nuestros vencedores sean nuestros hermanos y que nuestros
hermanos únicamente triunfen de nosotros...”17 y más adelante, el Libertador es
enfático: “Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado vuestro seno,
derramado vuestra sangre, incendiado vuestros hogares y os han condenado a la
expatriación...”18.
Con esta afirmación, el Libertador se daba cuenta que no sólo por causas
físico-naturales y políticas, sumadas al fanatismo religioso, se había caído el
primer intento republicano. Era una necesidad convencer a la población de
participar activamente en la causa patriota. Es decir, darle a la contienda un
carácter eminentemente popular del cual había carecido, ya que la mayoría de la
población era enemiga de los patriotas por diversos motivos, entre los cuales
destacan, los prejuicios de castas, que desembocó en una lucha por la igualación
social democrática, entre los grupos sociales marginados del orden colonial y los
blancos criollos. Es así como Vallenilla Lanz interpreta el carácter de los inicios
15
Ob. Cit., p. 44.
16
Ídem.
17
Ob. Cit., p. 45.
18
Ídem.
de la revolución de independencia en Venezuela. Para él, los visionarios e
ilustrados de 1810 y 1811, arengaban principios enciclopédicos y teóricos de la
Revolución Francesa, expresados en las máximas filantrópicas de Condorcet y
Rousseau. Del mismo modo, los revolucionarios del año 11, presuponían del
perfecto linaje del hombre natural como un “...ser esencialmente razonable y
bueno, depravado accidentalmente por una organización social defectuosa...”19, y
más aún, cometieron el error de declarar los derechos del hombre y elevaron
socialmente a toda la masa popular condenada por el orden colonial a un sistema
de esclavitud y servidumbre. Vallenilla afirma que nuestra revolución desde
entonces, fue un “error de psicología”, porque al momento de estallar la
insurrección popular fue derrocada la autoridad colonial y se desataron las
pasiones brutales, los conflictos y resentimientos sociales llevados a cabo por
pulperos, contrabandistas, esclavos contra amos, peones contra propietarios,
plebeyos contra nobles.
En este sentido, Vallenilla Lanz, considera representativo de esta anarquía y
psicología popular el surgimiento del “...fondo de nuestras llanuras, hordas
bárbaras sin sujeción a ninguna autoridad, ni a ninguna ley humana...”20. El
carácter innato de los llaneros estaba dibujado en la falta de educación, en los
instintos subversivos, ambiciosos, “...gente feroz y perezosa, que aun en los
tiempos de paz han errado en caravanas por la inmensa extensión de las
llanuras, robando y saqueando los hatos y las poblaciones inmediatas...”21. Son
estos los motivos que según Vallenilla Lanz mueven a los llaneros a luchar en la
guerra, primero bajo el mando de Boves a favor del Rey, y más adelante, bajo la
jefatura de Páez a favor de la Patria. Nuestros llaneros, estaban acostumbrados a
la guerra, a alcanzarlo todo por la fuerza; de hecho, eran tratados con una
consideración y cuidado por parte del Libertador, ya que ni él mismo sabía de lo
que eran capaces de cometer. Decía el Libertador: “...Yo mismo, que siempre he
estado a su cabeza, no sé aún de lo que son capaces...”22 y más adelante advierte
Bolívar “...Yo temo más a la paz que a la guerra...”23 Esto explica en parte, las

19
Ob. Cit., p. 117.
20
Ob. Cit., p. 118.
21
Ob. Cit., p. 142.
22
Ob. Cit., p. 145.
23
Ídem.
rebeliones acaecidas en estos territorios una vez consagrada la independencia y
consolidada la República, luego de la violación de la Ley de Repartos. Es decir,
así como los llaneros se hicieron enemigos de los españoles porque éstos no
cumplieron con sus promesas, así mismo, existía la posibilidad de que
promovieran guerras civiles en contra del gobierno republicano si este no
satisfacía sus exigencias ganadas con los laureles de sus lanzas en la larga
contienda independentista.
En otro orden de ideas, Vallenilla Lanz, sugiere que la independencia de las
naciones hispanoamericanas, y por ende, la evolución social, hubiera tomado otra
suerte si se hubiese conservado la organización social de la Colonia. De acuerdo
con esta aseveración, nos atrevemos a interpretar en su discurso, que propugnaba
la conservación de las estructuras de castas endogámicas en beneficio de los
estamentos sociales privilegiados del orden colonial, capaces de emprender la
reorganización política y social postcolonial. En lugar de estas clases sociales,
aparecieron los elementos propios del país, representados por los llaneros con su
carga negativa y anarquizante, quienes emplearon la cuchilla de la barbarie que
extinguió aquella flor de la sociedad caraqueña, constituida por los mantuanos, la
noble y encumbrada clase social que engendró a Simón Bolívar.

De la guerra civil de independencia a la justificación del gendarme necesario.


Esta parte de nuestro ensayo, se puede considerar como la síntesis de las dos
primeras tesis abordadas: la guerra civil y la psicología de la masa popular. En
esta tesis, el autor visualiza la evolución socio-histórica de Venezuela y expresa su
visión de la historia de los países hispanoamericanos.
En el discurso historiográfico de Vallenilla Lanz, ex-profesamos las
temáticas centrales son: Por un lado, la guerra civil y la psicología de la masa
popular como preludio a la sociedad caudillista gamonal y provincial
decimonona, con su carga de anarquía y desorden, y por el otro, el gendarme
necesario como la transición hacia una sociedad de orden y progreso,
desestimando en gran medida la obra histórica plasmada en las dos primeras tesis
y exaltando las ventajas de la tercera. Además, es importante agregar, que
considera la labor civilizadora de la Colonia, cuyo legado de cultura, industria,
instituciones y sociedad fueron barridos con la hecatombe independentista,
trayendo consigo secuelas negativas en el proceso de formación del pueblo
venezolano.
Caracterizaremos brevemente el discurso historiográfico de Vallenilla Lanz
referida a la Guerra Civil-Psicología de la Masa Popular-El Gendarme Necesario,
como tres aspectos correlacionados e ineludibles que culminan con la justificación
del Caudillo Nacional y el Dictador como males necesarios. El autor utilizando un
estilo claro y polémico, no se complica al negar el carácter internacional de la
guerra de independencia, reduciéndola a una simple guerrita civil; y
menospreciando en cierta medida, la actuación de la masa popular “democrática”
e ignorante y resaltando la importancia del Gendarme Necesario como factor de
orden y progreso.
Traducidos los instintos de los llaneros en anarquía y devastación producto
de su naturaleza humana, de su tradición, de su composición heterogénea, del
clima y el medio geográfico. Estos bandidos, diría don Laureano, no podrán
someterse sino bajo la fuerza bruta; y de las entrañas de aquella anarquía surgirá
por primera vez el grupo de los dominadores, tiranos, déspotas: los caudillos, los
caciques, los jefes de partido. Era necesaria la presencia del gendarme “...electivo
o hereditario de ojo avizor, de mano dura, que por las vías de hecho inspira el
temor y que por el temor mantiene la paz…”. La realidad política decimonona
latinoamericana, condenada por situaciones turbulentas, exigía la presencia del
caudillo como fuerza de conservación social. A las constituciones de papel se
imponía la necesidad de las constituciones orgánicas para poder preservar el orden
republicano; y nadie más que los caudillos como Páez, “...fuesen los gendarmes
capaces de contener por la fuerza de su brazo y el imperio de su autoridad
personal...”24 a los focos residuales de la anarquía y la barbarie. Para justificar la
presencia del gendarme, Vallenilla Lanz apela a los principios constitucionales
expuestos por el Libertador, a la Ley Boliviana como una imposición de la
Constitución Efectiva, y toma como ejemplo la admirable tesis del loquero
expuesta por Bolívar en 1828: “...Yo considero al Nuevo Mundo como un medio
globo que se ha vuelto loco y cuyos habitantes se hallan atacados de frenesí, y

24
Ob. Cit., p. 166.
que para contener este flotamiento de delirios y atentados, se coloca en el medio
un Loquero con un libro en la mano para que los haga entender su deber...”25.
“...De allí se desprende la afirmación de la necesidad histórica de Juan Vicente
Gómez...”26, siendo el mismo don Laureano un protagonista y justificador de la
dictadura desde la redacción del “Nuevo Diario”, órgano oficial del gomecismo.
General Usted es la Patria, le dijeron a Páez los separatistas en 1830, General
Usted es la Patria le gritaron a Gómez los positivistas durante la evolución del
siglo XX.

La interpretación marxista – militante.


Las tesis de Carlos Irazábal se pueden ubicar dentro de la historiografía
venezolana en el ámbito del marxismo y del materialismo histórico. Para este
autor, cuyos aportes son relevantes para comprender la evolución socio-histórica
de Venezuela e Hispanoamérica, “el hombre es el agente activo y consciente de la
Historia...”27. Es decir, el hombre como agente individual y colectivo es el
hacedor de los acontecimientos que registran la huella del pasado, para
comprender el presente y proyectar el futuro. Además, esta concepción inscrita en
el ciclo científico de nuestros estudios históricos como bien lo diría don Mario
Briceño Iragorry, argumenta que el proceso histórico, y en este caso, las
revoluciones, se llevan a cabo dentro de ciertas condiciones materiales que junto a
las fuerzas subjetivas: La Ideología, empujan la transformación de la sociedad en
la que se desenvuelve el individuo como agente social. Cabe preguntarnos,
¿Cuáles son las condiciones materiales a las que hace referencia Carlos
Irazábal? La respuesta a esta interrogante se puede encontrar en “...el medio
geográfico, la población y su densidad, la producción...”28 y las relaciones
sociales de producción entre las diferentes clases sociales van a constituir la base
sobre la cual van a descansar las instituciones políticas, ideológicas, religiosas y
morales. En otras palabras, sobre la infraestructura material de la sociedad se
levanta el edificio de las superestructuras políticas.
25
Ob. Cit., p. 196.
26
Arturo Sosa A, Ob. Cit.
27
Carlos Irazábal, “El Hombre Artífice de la Historia”. Venezuela Esclava y Feudal.
Caracas, Editorial Ateneo de Caracas, p. 9.
28
Ídem.
De acuerdo al materialismo histórico, cuando las relaciones sociales de
producción entran en contradicción, se produce la lucha de clases como motor de
la historia. Pero en este devenir histórico “...el materialismo dialéctico asigna al
hombre y a las ideologías un papel más trascendente y responsable...”29 en la
transformación de la sociedad. El hombre como ser social posee libertad, voluntad
e inteligencia para actuar y contribuir en la transformación política, social,
económica y cultural de la sociedad en la que se encuentra inmerso. En este
sentido, Irazábal contradice el postulado positivista esgrimido por Vallenilla Lanz
cuando este autor señala que las revoluciones como acontecimientos sociales
“...caen bajo el determinismo sociológico en que apenas toma parte muy pequeña
la flaca voluntad humana”30. Para Carlos Irazábal sucede lo contrario. Es en las
revoluciones donde participa activamente y de manera “...considerable la
voluntad humana si interpreta la dinámica social y la enrumba hacia la conquista
de objetivos progresistas o revolucionarios...”31. Subsiguientemente, el autor
advierte sobre el carácter que se le ha de imprimir a las revoluciones, “...sólo
merece el nombre de Revolución [nos dice] un cambio de régimen que importe
hondas transformaciones de las ideas o radicales desequilibrios entre las clases
que coexisten en el Estado...”32. Más adelante, es enfático en cuanto al uso de la
violencia revolucionaria si ésta encuentra la resistencia de las clases privilegiadas
que pugnan por la conservación de sus privilegios. “...De allí el choque violento,
los torrentes de sangre, los repiques de tambores, las explosiones de pólvora, la
violencia revolucionaria en una palabra...”33.
Partiendo de estas teorías del marxismo y del materialismo histórico y
dialéctico, don Carlos Irazábal va a circunscribir la guerra de independencia
hispanoamericana, y más concretamente, en Venezuela, en el marco de una
contienda internacional donde toma parte la lucha del naciente Capitalismo de los
siglos XVII y XVIII en búsqueda de una expansión del mercado contra las viejas
estructuras del Feudalismo decadente.

29
Carlos Irazábal. Ob. Cit., p. 10.
30
Ibíd., p. 11.
31
Ídem.
32
Ídem.
33
Ibíd., p. 12.
La guerra de independencia. La pugna de dos sistemas opuestos. La nobleza
territorial contra España.
Caracterizamos el discurso historiográfico de Carlos Irazábal, como una
discusión opuesta al discurso de los positivistas-pesimistas, a quienes muchos
acusan de filósofos apologistas de las dictaduras.
En primer lugar, se puede notar en la obra de Irazábal, como a través del
régimen económico impuesto por la Corona española a las colonias de Ultramar
se desencadenan pronunciamientos que iban a terminar en el derrocamiento
definitivo del Imperio español en Hispanoamérica, que por mandato histórico,
tenía que acabar con 300 años de dominación. En este sentido, se evidencia la
alternancia de las condiciones internas y externas que rodeaban el ambiente pre –
independentista e independentista. Por un lado, el monopolio ejercido por la
Compañía Guipuzcoana, que desencadenó “las sublevaciones de Juan Francisco
de León contra la compañía, el movimiento que se produjo en las regiones de los
Andes en 1781 tras la consigna de ¡Viva el Rey, abajo los impuestos!, la
conjuración de Chirinos en 1795, la de Gual y España en 1797, la invasión de
Miranda en 1806...”34. Estos movimientos se pueden considerar como el preludio
de la crisis del orden colonial, aunque no tuvieron la trascendencia política
esperada por los choques clasistas que pugnaban, pues, “la nobleza territorial no
podía embarcarse en una aventura revolucionaria extemporánea cuya dirección
estaba en manos de individuos de otros grupos sociales...”35.
Ante el control y las restricciones económicas impulsadas por la regencia
española, las colonias americanas fueron presa fácil del contrabando de
mercancías llevado a cabo por las potencias emergentes europeas enemigas de
España: Inglaterra y Holanda, al verse excluidas del mercado americano. Se
consideraba entonces, que el ideario económico de la parasitaria nobleza
metropolitana obstaculizaba el libre comercio de mercancías entre Europa y las
colonias hispanoamericanas. A esta situación se agrega los impuestos sobre el
comercio y tributos que tenían que pagar los españoles americanos al arruinado
erario de la Monarquía, así como a la Iglesia. El autor asienta que “el sistema

34
Carlos Irazábal. “La Independencia”. Hacia la Democracia. Caracas, Editorial Ateneo
de Caracas, p. 75.
35
Ídem.
colonial era un complemento del sistema mercantilista que se basaba en la tesis
de que las colonias no tenían derecho a llevar una existencia independiente y de
que sólo servían para satisfacer las necesidades de la metrópoli...”36. En términos
generales, mientras que en el mundo, se llevaban a cabo importantes
transformaciones económicas a favor del libre comercio y del naciente
capitalismo, el régimen feudal-colonial español era considerado un obstáculo para
el progreso y desarrollo del nuevo sistema capitalista a nivel mundial. “...Este
último antagonismo constituyó igualmente una premisa favorable a la
Independencia37...” de los países hispanoamericanos, aunado a la debilidad de
España, que se encontraba durante la evolución del siglo XIX, sin industrias, sin
comercio, sin marina, e incapaz de proporcionar la producción necesaria que
demandaba tanto la metrópoli como las colonias. Aunado a esta situación, se
mencionan los conflictos internacionales entre España y las enemigas Francia e
Inglaterra, resultando debilitada la primera y fortalecidas las dos últimas
potencias. Como consecuencia de lo anterior, los ingleses fomentaron actividades
de piratería, contrabando contra los intereses de España en las colonias. De igual
modo, actuó Francia pero de una manera más moderada. Pero sobre todo, lo que
aceleró los pronunciamientos independentistas en las provincias americanas
fueron “...las guerras napoleónicas y, en especial, la invasión francesa a
España...”38. La abdicación de Bayona, generó una situación que debilitó y
desintegró el imperio colonial español en América.
En segundo lugar, las condiciones políticas internas donde los blancos
criollos o nobleza territorial estaban relegados del ejercicio de la tiranía
doméstica, hicieron suyas las teorías de los revolucionarios franceses
proclamando los derechos del ciudadano. Sin embargo, esta teoría no pertenecía a
la clase iniciadora de la revolución, de raigambre feudal. Nuestros patriotas
pretendieron hacer una revolución sin destruir la base económica del antiguo
régimen: el latifundio. Esto es una de las grandes diferencias entre la revolución
hispanoamericana y la francesa. Mientras en Francia, el régimen económico sufrió
modificaciones al arrebatar la propiedad a la nobleza y al clero, y convertirla en

36
Ibíd., p. 86.
37
Ibíd., p. 87.
38
Ibíd., p. 88.
propiedad de los burgueses y los campesinos. En América la propiedad feudal no
sufrió modificaciones e incluso se pretendía conservar el orden social. Al detentar
el poder económico, la clase que insurge contra España necesitaba conquistar el
poder político.

La independencia y la participación de las masas populares.


En esta parte del ensayo, admitimos la coincidencia entre Vallenilla Lanz y
Carlos Irazábal. Nos referimos, al carácter antipopular de la guerra de
independencia, donde el pueblo llano adoptó una posición hostil al iniciarse
aquella guerra, bien sea por ignorancia o por interés. Las masas populares
abrazaron el estandarte a favor de los realistas en oposición a los mantuanos
iniciadores de la revolución. Irazábal afirma que hubiera sido una contradicción
que el pueblo estuviese al lado de la clase que años atrás se opuso a las “gracias al
sacar”, a la igualación social con los pardos y las demás gentes de color, que se
opuso a la elevación moral del pueblo a través de la educación, y que mantenía los
mismo prejuicios de castas, aunque pronunciara abiertamente las banderas de los
derechos del ciudadano, que lucharon contra los pronunciamientos populares o se
mantuvieron al margen de estos finalizando el siglo XVIII, y que mantuvieron el
régimen censitario, excluyendo de esta manera, a las grandes mayorías nacionales
de la participación del poder político una vez consagrada la república de 1830.
Para la masa popular, durante el inicio de la guerra de independencia “...luchar
por la causa de España era, objetivamente, luchar por su libertad, como combatir
en las filas patriotas significaba reforzar sus cadenas...”39. En síntesis, la masa
popular veía en el blanco criollo al enemigo opresor, al déspota, que se oponía a
su igualación social, mientras que al peninsular lo consideraba un garante de su
libertad.
A estas consideraciones se añade la política seguida por algunos caudillos
realistas, “...especialmente, por Boves, quien no se limitaba a fulminar amenazas
contra los insurrectos (...) ofrecía a los hombres recompensas materiales efectivas
a expensas de los bienes de los nobles...”40. Entre estos bienes materiales
destacan: casas, bienes de los muertos, distinciones militares, papeles de
39
Ibíd., p. 108.
40
Ídem.
propiedad, entre otras ofertas que llamaban la atención del pueblo llano. La lucha
en términos generales adoptó un “carácter racial”. En consecuencia, la actitud de
la masa popular. La militancia del pueblo en cualquiera de los bandos en pugna
estaba identificada con su bienestar social. Así como los criollos reclamaban para
sí el ejercicio de la autonomía política, el pueblo luchaba por mejorar sus
condiciones de vida. “...La incomprensión del pueblo de lo que era la
independencia, la desconfianza hacia sus dirigentes [antiguos señores-
dominadores] explican las derrotas de los patriotas de los primeros tiempos...”41.
Esto explica también su actuación primero a favor de la fuerzas realistas y luego
bajo las banderas de la patria.

La negación del gendarme necesario.


Carlos Irazábal apunta su batería intelectual contra los positivistas
apologistas de las dictaduras de la América tropical. Mientras que estos afirman
que la autocracia es la única forma de gobierno capaz de mantener la paz, el
orden y el progreso en nuestras sociedades incultas y despobladas. Que la
democracia es un elemento extraño y un alimento suculento difícil de digerir por
nuestros pueblos condenados, por nuestra composición étnica y el medio
geográfico, y por tanto, lanzan propuestas que buscan aumentar la duración del
período presidencial así como prolongar el mandato de los diputados y senadores
con el objeto de disminuir las contiendas electorales y la participación de los
partidos políticos y del pueblo.
Según Irazábal, los positivistas Francisco García Calderón y Laureano
Vallenilla Lanz, justificadores de los dictadores tropicales invocan el ideario
bolivariano, lo descontextualizan y lo adaptan a los intereses para justificar la
presencia del sátrapa, pues, la afirmación del gobierno fuerte planteada por el
Libertador, así como la presidencia vitalicia obedecieron a realidades muy
concretas de los nacientes Estados Nacionales americanos, fueron utilizadas más
como estrategias de defensa que como mecanismos para hacerse del poder
político. El Libertador no abrazó las banderas del despotismo, muy al contrario
fue un convencido militante de la democracia y de la soberanía popular. Ejemplo

41
Ibíd., p. 112.
de ello, fue su actitud de sumisión y respeto ante el Congreso de Angostura,
cuando convoca el ejercicio de la soberanía absoluta y propone un proyecto
constitucional. Los caudillos y dictadores no reconocen constituciones.
Finalmente, concluye Irazábal que los dictadores y gendarmes necesarios
sólo han conducido a los pueblos por las sendas del entreguismo neo-colonial, al
establecimiento de una economía antinacional en beneficio de intereses foráneos y
en desmedro de los pueblos. Este ha sido el aporte negativo de las dictaduras en
América, aparte de numerosas victimas, entre desaparecidos, muertos y exiliados.
Los positivistas invocan el pensamiento bolivariano “...como base teórica del
despotismo de Rosas, Porfirio Díaz, Juan Vicente Gómez y demás tiranos de
América...”42. A lo que se opone la historiografía marxista señalando que sólo
transformando las relaciones sociales de producción y democratizando el régimen
de propiedad de la tierra y se construyan bases económicas sólidas de la
democracia, se extinguirán para siempre las amenazas nefastas de los caudillos,
dictadores y gendarmes necesarios.

Consideración Final.
Tanto la obra historiográfica de Laureano Vallenilla Lanz como de Carlos
Irazábal, son consideradas de consulta obligatoria para todo aquel que se interese
por escudriñar nuestro pasado histórico. Don Mario Briceño Iragorry, en
“Nuestros Estudios Históricos”, los ubica en el Ciclo Científico43 de acuerdo a las
siguientes categorías: Laureano Vallenilla Lanz se sitúa en la “Revisión crítica del
proceso anterior a la Independencia y la aplicación de las ideas positivistas en la
interpretación del hecho histórico”, mientras que Carlos Irazábal, pertenece al
“Neo-revisionismo contemporáneo” con tendencia marxista. En el mismo orden
de ideas, Germán Carrera Damas sitúa, por un lado, a Vallenilla Lanz dentro de
una Historiografía Positivista, y por otro lado, a Carlos Irazábal influenciado por
una Historiografía Marxista.
Ambos historiadores emplean el método científico. Pero, mientras Vallenilla
Lanz emplea criterios positivistas que consideran a la sociedad como un

42
Ibíd., p. 160.
43
Mario Briceño Iragorry. Nuestros Estudios Históricos. Introducción y Defensa de
Nuestra Historia. Caracas, Monte-Ávila Editores, 1972.
organismo vivo, al medio geográfico, el origen étnico-racial, a la costumbre y
tradiciones del país para explicar la evolución socio-histórica del pueblo
venezolano, Carlos Irazábal, por el contrario, emplea el materialismo histórico y
dialéctico, considerando las condiciones materiales de la sociedad, la población, la
producción, la economía y la ideología como motores del devenir histórico
venezolano.
Nos inclinamos por considerar el carácter internacional de la guerra de
independencia, porque asumimos el criterio de la ruptura con el orden colonial,
porque quienes asumen la independencia no se ven como españoles, sino como
americanos, así como las condiciones internacionales que contribuyeron a acelerar
el proceso independentista. Sin embargo, rechazamos la exageración epopéyica de
la Leyenda Negra y la Leyenda Dorada, y a la vez, aceptamos el carácter
antipopular que adoptó la contienda en los inicios de la revolución.
En ambos autores se nota una tendencia filosófica y política que busca, por
un lado, el positivismo realizar una interpretación pesimista de la sociología
hispanoamericana, hasta el punto de llegar a negar el carácter internacional de
la guerra de independencia reduciéndola a una guerrita civil, promovida por la
anarquía y barbarie de las masas populares, para culminar en la justificación del
gendarme necesario, del autócrata, como fórmula para garantizar el orden social,
la paz y el progreso. A esto se le añade la no consideración de otros factores que
influyeron notablemente en la contienda independentista, como por ejemplo, las
transformaciones económicas que venía experimentando Europa a favor del
capitalismo. Por otro lado, tenemos el discurso militante y político del Marxismo,
que busca aplicar algunas categorías del materialismo histórico y dialéctico, para
analizar las condiciones históricas de una sociedad decimonona, que apenas
contaba con una incipiente burguesía financiera-comercial y la inexistencia de una
clase obrera y un partido de vanguardia.
Es evidente el juicio personal que tanto Vallenilla Lanz como Carlos
Irazábal le impregnan a la evaluación de los momentos históricos por ellos
estudiados, hasta el punto de tergiversar, en el caso de Vallenilla Lanz el
pensamiento bolivariano para descontextualizarlo y ponerlo al servicio de las
dictaduras de turno que gobernaron Venezuela durante la evolución del siglo XX,
concretamente en el gobierno de Juan Vicente Gómez. Mientras que Carlos
Irazábal, plantea aplicar categorías de la historia universal que chocan en gran
medida con la realidad hispanoamericana del siglo XIX, y en rasgos generales con
la historia de América. En otro orden de ideas, presenta la independencia como
una gran epopeya lograda después de la educación y comprensión de las masas
populares acerca de la causa republicana, cuando en realidad el pueblo sólo
participó como una montonera, que luego, fue excluida de los beneficios de la
patria. La independencia política degeneró después de la disolución de Colombia
en 1830, en la instauración de los gobiernos de las oligarquías encabezadas por el
patriciado civil y los militares de prestigio; y la implorada libertad de los esclavos
y campesinos manumisos, que era la condición general del pueblo, se decretó 44
años después de la declaración de Caracas de 1810 y 24 años después de
instaurarse la República de 1830. De allí se explica, las constantes guerras civiles
que asolaron el territorio durante la segunda mitad del siglo XIX venezolano.
Laureano Vallenilla Lanz y Carlos Irazábal, son protagonistas y testigos
presenciales de la dictadura de Juan Vicente Gómez, el primero justificando al
régimen gomecista desde la redacción del “Nuevo Diario”, mientras que el
segundo, fue perseguido político del régimen presidido por el “tirano liberal”.
Para don Laureano las democracias en América son ineficientes e imposibles
hasta que eduquemos a la población y mejoremos la raza con inmigración europea
y norteamericana, y por tanto, se comprende la presencia del gendarme necesario.
Por el contrario, Carlos Irazábal considera que la democracia se fortalece con la
transformación de las relaciones de producción, de la economía, con la
distribución equitativa de las tierras, con la participación activa de la población y
los partidos políticos de vanguardia.
A manera de colofón, consideramos que el debate debe profundizarse y
ampliarse, ya que todavía hay mucho nudo que cortar con respecto al proceso
independentista y a la evolución republicana de los Estados hispanoamericanos,
pero, éste debe hacerse partiendo de un esfuerzo por ser fiel al carácter científico y
objetivo de la historia, aunque bien se sabe que el historiador es un ser humano y
no escapa a los vicios de subjetivismo. Además, es necesario preguntarnos:
¿Tienen vigencia las tesis de Laureano Vallenilla Lanz y Carlos Irazábal en la
Venezuela actual?

Referencias
Carrera Damas, G. (1994). Historiografía. Diccionario Multimedia de Historia de
Venezuela. Caracas, Fundación Polar.

Iragorry, M. (1972). Introducción y Defensa de Nuestra Historia. Caracas.


Editorial Monte-Ávila.

Irazábal, C. (1979). Hacia la Democracia. Caracas. Editorial Ateneo de Caracas.

Irazábal, C. (1980). Venezuela Escala y Feudal. Caracas. Editorial Ateneo de


Caracas.

Irwin G, D. (1996). Relaciones Civiles-Militares en Venezuela: 1830-1910 (Una


Visión General). Caracas, Editorial Litobrit.

Quintero, I. (1994). Irazábal Carlos. Diccionario Multimedia de Historia de


Venezuela. Caracas, Fundación Polar.

Sosa, A. (1994). Positivismo. Diccionario Multimedia de Historia de Venezuela.


Caracas, Fundación Polar.

Vallenilla Lanz, L. (1994). Cesarismo Democrático. Caracas. Editorial Monte-


Ávila.

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