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(Pisa, actual Italia, 1564-Arcetri, id., 1642) Físico y astrónomo italiano. Fue el primogénito
del florentino Vincenzo Galilei, músico por vocación siendo obligado a dedicarse al
comercio para sobrevivir.
Inició la revolución científica, misma que culminó con la obra del físico inglés Isaac
Newton. Su mayor y principal aportación a la astronomía fue el uso del telescopio para la
observación y descubrimiento de las manchas solares, valles y montañas lunares, los
cuatro satélites mayores de Júpiter y las fases de Venus. El telescopio es una versión
modificada del catalejo. El telescopio que construyó Galileo en 1609 era un telescopio de
refracción, con lente convexa delante y una lente ocular cóncava.
Descubrió las leyes que rigen la caída de los cuerpos y el movimiento de los proyectiles
(Física). En la historia de la cultura, Galileo ha pasado a representar el símbolo de la lucha
contra la autoridad y de la libertad en la investigación.
Juan Pablo II abrió en 1979 una investigación sobre la condena eclesiástica del astrónomo
para su posible revisión. En octubre de 1992, una comisión papal reconoció el error del
Vaticano.
Lamentablemente este error fue reconocido demasiado tarde. Pero los aportes en estudios
y descubrimientos que realizó y concedió a la humanidad siguen teniendo vigencia.
Galileo viajó a Roma en diciembre de 1615. Allí fue cortésmente recibido. Ante el tribunal
de la Inquisición él fue oído y luego se declaró que sus postulados eran científicamente
falsos y contra las escrituras, es decir heréticos. Con base en ello se declaró que Galileo
debía abandonar sus teorías, cosa que hizo, prometiendo que no insistiría en esas
enseñanzas. Luego se firmó el decreto de la Congregación del Indice del 5 de marzo de
1616. En el mismo se prohibían varios trabajos considerados heréticos a los cuales fueron
agregados cualquiera que apoyara el sistema de Copérnico. En ese documento no se
mencionan los trabajos de Galileo. Tampoco se tiene el nombre del papa, aunque se sabe
que se contaba con la aprobación del pontífice en las sesiones previas de la Inquisición.
Charles Darwin
Charles Darwin nació en 1809 en Shrewsbury. Empezó a estudiar medicina en la
Universidad de Edimburgo pero abandonó sus estudios para entrar en la Universidad de
Cambridge para convertirse en ministro de la Iglesia de Inglaterra. Tras graduarse se
enroló en el Beagle para emprender una expedición científica alrededor del mundo. En
este viaje Darwin descubrió que muchas de sus observaciones coincidían con la teoría de
Lyell que sostenía que la superficie terrestre está sometida a un cambio constante como
resultado de fuerzas naturales que actúan durante periodos muy largos de tiempo. En sus
estudios en las Islas Galápagos descubrió especies emparentadas con una estatura
diferente debido a sus hábitos alimenticios. Al llegar a Inglaterra reunió todas sus ideas en
relación con la evolución de las especies. Influido por la lectura de “El principio de la
población” de Malthus consiguió una orientación de la teoría de la evolución a través de la
selección natural.
En 1858 publicó “El origen de las especies por medio de la selección natural”. La idea de
que los seres vivos habían evolucionado por procesos naturales negaba la creación divina
del hombre y por ello Darwin encontró grandes oponentes religiosos. Otras de sus obras
fueron: “La variación de los animales y plantas bajo la acción de la domesticación”, “La
descendencia humana y la selección natural” y “Expresión de las emociones en el hombre
y los animales”. Darwin falleció en 1882 y fue enterrado en la abadía de Westminster.
La noticia coincide con las “disculpas” a Charles Darwin que emitió apenas hace unos días
la Iglesia Anglicana “por haberte malentendido y por fomentar que otros te
malentendieran”.
Creacionismo, una pseudociencia
Si alguien intenta preguntar hoy a la Iglesia Católica cuál es su posición frente a la Teoría
de la Evolución se topará con una escueta respuesta.
“No vamos a hacer ninguna declaración hasta que se haya firmado un convenio”, dijeron a
la BBC Mundo desde el Vaticano. Y es que a punto de cumplirse 150 años de la
publicación del Origen de las especies la confusión, tanto en la comunidad religiosa como
en la científica, va en aumento. El motivo de tal desgaste teórico es la difusión de teorías
como la del “Diseño Inteligente”, que sostiene que lo de Darwin y conceptos como la
selección natural y mutación de las especies, no alcanzan para explicar la complejidad de
la vida.
Los adeptos de esta considerada “pseudo-ciencia” consideran que debe haber un poder
más alto, un orden, una inteligencia (o inteligencias), que expliquen la existencia de
criaturas tan diversas sobre la faz de la tierra. La disputa cruzó el charco y ya ha
comenzado a generar polémica en una de las principales instituciones científicas de Reino
Unido: la Royal Society. No hace mucho, su responsable en el área de Educación, Michael
Reiss, propuso que en las clases de Ciencia también se hable del Creacionismo si los
alumnos sacan a relucir el tema, con el fin de dejar claro que son planteamientos que no
se corresponden con la ciencia.
La comunidad científica británica rechazó tajantemente la idea y Reiss dimitió, pero el plato
quedó servido.