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DE AUTORES
Julia Franco
En esta clase voy a tratar de hacer una integración que
permita entender cómo Pichón-Rivière va construyendo el ECRO,
tomando distintos aspectos de corrientes de pensamiento que fue
articulando según su particular visión sobre, en principio, la
enfermedad mental, y más tarde sobre todo comportamiento; Este
recorrido partió de la psiquiatría y el psicoanálisis para arribar a lo
que él denominó psicología social. Y como tal no figura en los
más conocidos manuales y compilaciones sobre esta disciplina,
precisamente porque (entre otras cosas):
- No coincidía con el paradigma que dominaba la
disciplina.
- Surge como un movimiento contra-institucional.
Para poder ubicarlo y entender sus desarrollos, voy a hacer
una breve reseña de lo que estaba consolidado como saber
científico dentro de la psicología social en ese momento. A mí me 1
sirve conocer con quién discute un autor para poder entender su
planteo; espero que a ustedes también les resulte facilitador.
El origen de la psicología social se remonta a principios del siglo XX frente a la interacción individuo-
medio ambiente, individuo-sociedad.
Diferentes teorías intentaron enfatizar algún aspecto de la relación, generando multiplicidad de ellas de
corto o medio alcance que abordaron temas específicos; y algunos teóricos de la psicología social afirman que hay
tantas teorías en esta disciplina como psicólogos sociales existen. Pero de alguna manera podemos agruparlas para
entender sus diferencias.
Si bien sus raíces dan cuenta de la tradición occidental europea, su mayor desarrollo se produjo en
EE.UU., en especial en el período posterior a la segunda guerra mundial. Había necesidades críticas que requerían
respuestas urgentes. Según Cartwright, Hitler fue la persona que mayor impacto tuvo tanto en el surgimiento de
problemas humanos como en la búsqueda de soluciones. Contribuyó al flujo migratorio de científicos europeos a
EE.UU., entre éstos los psicólogos sociales que adhirieron al paradigma conductista y a la ideología política
norteamericana, la defensa de la democracia, la importancia del individuo, el progreso logrado en base a la
racionalidad y la educación.
Sin embargo, a pesar de la influencia de esta postura, a la que se le llamó psicología social psicológica,
paralelamente se desarrolló otra corriente denominada psicología social sociológica.
La psicológica deriva de la psicología general, y surge ligada básicamente al conductismo, como reacción
a las teorías de la mente que se consideraba no tenían seriedad científica, según el modelo de las ciencias
naturales, que era en ese momento “el modelo” por excelencia (y tal vez todavía siga siéndolo).
Si el conocimiento de la mente era imposible desde los parámetros ponderados de observación, medición
y cálculo, entonces había que buscar un modo “científico” de conocer y explicar los comportamientos: lo
observable era la conducta, poco importaba el pensamiento o sentimiento que la motivara si no se podía conocer
mediante estos procedimientos.
Su método es el experimental. Esta disciplina se consolida dentro de un nuevo paradigma: había que
observar y medir lo que la gente hacía. La unidad de estudio: el individuo y su forma de relacionarse con el
medio.
Posición individualista y biologista, basado en el dualismo mente-cuerpo, se apoya en este último
término; consideraban que no existía una psicología de grupos que no fuera esencial y completamente una
psicología de individuos. Buscaron describir procesos psicológicos en términos de interacción entre sujetos
individuales. El objetivo era medir, controlar y modificar problemas cotidianos, y consideraban toda conducta
como un producto de la influencia moduladora del ambiente.
La fórmula que se utiliza: E-R-R, estímulo-respuesta-refuerzo, da cuenta de la concepción de sujeto
considerado como un organismo que responde a un estímulo del medio. Según esta reacción o respuesta fuera
deseada o inadecuada, se aplicaba un premio o castigo (refuerzo), para cristalizar el comportamiento buscado. El
fenómeno psíquico solo podía ser definido por sus efectos. Y el objetivo último se orientaba hacia la predicción y
el control de la conducta. Sujeto y objeto son dos entidades separadas.
La sociológica: más relacionada con la sociología, y vinculada con el interaccionismo simbólico (Mead
entre otros). Se supera la controversia acerca de la prioridad del individuo o de la sociedad, al explicar los
procesos de conformación del sujeto social. El individuo se constituye como persona en la relación con los otros,
y a la vez contribuye a la construcción y transformación del medio social en que vive.
Se enfatiza la naturaleza dialéctica de la relación individuo/sociedad en una clara posición
antirreduccionista. Y principalmente pone énfasis en el aspecto simbólico del mundo humano. El interaccionismo
simbólico reposa en tres premisas:
1. Los seres humanos actúan hacia los objetos sobre la base de los significados que éstos tienen para
ellos.
2. El significado surge en la interacción social.
3. Los significados se modifican a través de un constante proceso de interpretación.
Entonces ahora podemos comprender que, dentro de esta corriente, los estímulos para un humano están
cargados de sentido, de significados que harán a las diferentes respuestas individuales y colectivas; por lo tanto
duda de los experimentos llevados a cabo en laboratorio con animales, cuyos resultados luego se trasladan a la 2
interpretación de las conductas humanas. Las influencias más importantes sobre la conducta humana son las
simbólicas.
Esta corriente fue más tomada por la sociología que por la psicología social, debido al prestigio del
paradigma positivista desde donde operaba la corriente psicológica. Y fue retomada a partir de las críticas que
comienzan a surgir sobre este enfoque alrededor de los ‘70:
Ausencia de un marco conceptual unificador
Énfasis positivista anti-teoricista
Falta de sentido histórico
Aislamiento de otras ciencias sociales
Desacuerdo en cuanto al nivel micro y macro del objeto de estudio
Alejada de los problemas de la gente
Como ya estarán vislumbrando, E. Pichón Rivière se ubica dentro de esta línea que se apoya en una
concepción de sujeto que parte de Mead, pero enriquecida con los aportes de múltiples fuentes.
Su concepción de sujeto producido le lleva a afirmar que “no hay nada en él que no sea la resultante de
la interacción entre individuos, grupos y clases”.1
Acá vemos la influencia de Mead en cuanto al proceso de conformación de la persona, como resultado de
una trama vincular (familiar, que mediatiza el orden social) que lo produce como tal, pero que a la vez también es
productor de esa realidad que lo conformó, en una relación no lineal sino dialéctica, siempre que esté abierto al
aprendizaje entendido como “apropiación instrumental de la realidad para conocerla y transformarla”. La noción
de “mutua representación interna” tiene su analogía con la del “otro generalizado”. Toma de Mead básicamente su
concepción referida a la conformación del sujeto a partir de las relaciones concretas con el medio.
“El concepto de rol, incorporado a la psicología social y desarrollado por G. H. Mead, el gran precursor
de esta disciplina, que basó todo su desarrollo en el concepto de rol, su interacción, el concepto de mí, de otro
1
Zito Lema, V.: Conversaciones con E. Pichón Rivière sobre el arte y la locura, Ediciones Cinco, Buenos Aires, 1976
.pág. 107.
generalizado, que representaría el grupo interno como producto de una internalización de los otros, adolece, sin
embargo, de una limitación que hemos resuelto incorporando, a la idea de grupo interno o mundo interno del
sujeto, la internalización llamada ecológica… que incluye los objetos inanimados, el hábitat en su totalidad…”2
Como ven, estamos hablando de internalización de objetos, sujetos y entorno. Todos estos elementos
incorporados a nuestro mundo interno nos habitan, interactúan, traman argumentos, orientando nuestro modo de
pensar, sentir y hacer.
Bion no es citado explícitamente por Pichón, aunque sí lo hace quien lo acompañó hasta su muerte: Ana
P. de Quiroga, en referencia a la presencia y la acción significante del otro que “tiene su paradigma en el
protovínculo (experiencia del primer vínculo), en la función yoica de continencia o función materna, estudiada
por Bion, Winnicott, Bowlby y otros. Desde esa función portadora del orden social se sostiene la estructuración
del psiquismo”3.
Además los desarrollos bionianos que teorizan sobre formaciones inconcientes específicamente grupales
(supuestos básicos), se complementan sin violencias epistemológicas con la propuesta de Pichón, dado que utiliza
el marco teórico del psicoanálisis pero sin trasladar la técnica del tratamiento individual al grupo, sino buscando
su especificidad. Ambos plantean la presencia en todo grupo de dos niveles: grupo de trabajo o tarea explícita, y
grupo de supuesto básico o tarea implícita. En ambos se mantiene la escucha psicoanalítica de indagación de lo no
dicho, lo que subyace al discurso manifiesto.
2
Pichón Rivière, E.: El Proceso Grupal. Del psicoanálisis a la psicología social, Ediciones Nueva Visión, Buenos
Aires, 1985. pág. 28.
3
Quiroga, Ana P. de: “Enfoques y perspectivas en psicología social. Desarrollos a partir del pensamiento de Enrique
Pichón Rivière”, pág. 43, Buenos Aires, Ediciones Cinco, 1987, 2da. edición.
El método propuesto por Lewin de investigación-acción es tomado por la línea pichoniana en una doble
vertiente:
la freudiana, que investigando en el pasado del paciente hacía conciente lo inconciente, y en esta
misma operación se iban revirtiendo los síntomas
la lewiniana: que opera sobre las fuerzas que mantienen en equilibrio al grupo, moviendo éstas y
provocando el cambio buscado.
También incorpora los liderazgos que plantea Lewin como estilos de conducción o coordinación,
agregándole el estilo demagógico, aquél que con formas y discurso democrático logra manipular
autocráticamente.
Otro concepto del que seguramente ya tienen noticias, es el de la resistencia al cambio, compartido por
ambos autores. Y finalmente el abordaje que incluye no sólo al individuo (aún en la terapia individual), sino la
persona y su ambiente, el “campo psicológico” para Lewin.
Bueno, esto es lo que en principio me resulta más evidente de las distintas fuentes que fueron nutriendo la
construcción teórica de Pichón. A medida que ustedes mismos lo vayan leyendo, irán descubriendo otras
similitudes y diferencias. Y por supuesto que los contenidos del ECRO no se agotan en estos autores sino que es
un producto de los discursos científicos de la época, de la biografía del autor, de la coyuntura que le tocó en suerte
y de su modo de transitarla. Tal como nos ocurre cuando hemos sedimentado lecturas, experiencias, recorridos
conceptuales, muchas veces no sabemos si lo que pensamos sobre algún punto es nuestro o estamos “robando
autoría”. Somos producto del tinte de época, de la familia en la que crecimos, de la formación específica que
elegimos, de la que nos eligió, de la gente con la que compartimos trayectorias, de nuestra particular manera de
relacionar, procesar y capitalizar experiencias. Y cada uno de los pensadores y hacedores que han desarrollado sus
propias construcciones lo hacen sostenidos desde todo este bagaje previo.
“Pichón reconstruía su propio itinerario conceptual de un modo que destacaba decididamente los rasgos
únicos de su biografía. En ese sentido, en el breve "Prólogo" de 1970 4 que se ofrecía como una presentación 4
sintética de su pensamiento y de los caminos de su formación, el componente autobiográfico quedaba muy
destacado, algo que va a acentuar en 1976 en las "Conversaciones"5. Y tal relieve de la vida personal no deja de
convenir a su concepción de un “esquema referencial” que debía ser a la vez “conceptual” y fruto de
experiencias vividas. En ese sentido, ofrece una suerte de interpretación retrospectiva de su trayectoria que pone
el acento en un conflicto infantil, pero no entre pulsiones sino entre dos culturas.”6
En síntesis, que la ciencia es una actividad, no sólo conocimiento expresado en lenguaje formal. Y por lo
tanto siempre asentada sobre la base social de la cual emerge, con todos sus conflictos y sus luchas por la
imposición de la “verdad”.
PICHON RIVIERE
Relación Acento en lo Acento en lo interno. Énfasis en lo externo.
interno/externo interno. Lo externo tiene una Causas de la patología, no
Lo externo tiene influencia, pero es en el interior del sujeto
una influencia, limitada. sino en la interacción del
pero es limitada. grupo familiar
(emergente).
Hay necesidades que
empujan a establecer
Hay pulsiones, Hay pulsiones, vínculos. Enfatiza la
lógicas, lógicas, mecanismos, acción del otro. Rechaza la
mecanismos, etapas, (posiciones) teoría de los instintos.
etapas,(fases, yo/
ello/super yo)
¿Cuál es el motor El psiquismo Lo que mueve el Lo que mueve el
del psiquismo? sigue el esquema psiquismo es la psiquismo es la ansiedad
del placer, ansiedad. (miedo al ataque y miedo a
evitando el la pérdida)
displacer.
8
Zito Lema, V.: Op. Cit., pág. 104.
Principio ligado a
las pulsiones.
Configuración del Conciente- Posición Posición
psiquismo preconciente- esquizoparanoide y esquizoparanoide,
inconciente. posición depresiva.(patoplástica o
Yo- ello- instrumental) y posición
super yo. depresiva.
Las defensas Las defensas
Defensa fundamentales: fundamentales:
dominante: la disociación y disociación, proyección e
represión. proyección. inhibición.
Ubicación Infancia: hasta los Infancia: los Infancia: los primeros 6 a
temporal del origen 5 ó 6 años. primeros 6 a 8 meses 8 meses de vida. Conflicto
de las perturbaciones Complejo de de vida. Conflicto de de ambivalencia
Edipo (identidad ambivalencia (sentimiento de culpa)
sexual y angustia (sentimiento de
de castración) culpa).
Procesos Denomina Denomina Denomina implícito o
psíquicos inconcientes inconciente- inconciente. latente.
latente
Como materialista que era, no acuerda con el psicoanálisis en aquellos aspectos referidos al terreno del
comportamiento que están atribuidos a la naturaleza de la especie, por ejemplo las fantasías originarias, la pulsión 6
de vida y de muerte.
9
Pichón Rivière, E.: Op. Cit. pág. 20.
LA DIALÉCTICA Y SUS LEYES
Leo Rambaut
Dialéctica (del griego = dialektiké = el arte de razonar)
10
PLATÓN: Fedro; traducción por María ARAUJO. Aguilar, Buenos Aires, 1977. 262 b.
11
A partir de ahora, en lugar de “El Proceso Grupal” escribiremos “PG”.
12
Id. 277
[...], soy un apasionado, a fin de ser capaz de hablar y pensar», expresa Sócrates13.
En homenaje a Fenareta, su madre partera, Sócrates llamó maiéutica (obstetricia) (PG: 76, 114, 133, 171) a
su método dialéctico, es decir, el arte de hacer parir "la" verdad.
Si imaginamos como una cadena la sucesión de etapas de la maiéutica o razonamiento dialéctico de
indagación, es decir, de búsqueda de la verdad, el primer eslabón sería así:
En el acontecer grupal, cada una de estas etapas o eslabones se corresponde con una UT. El significado de
los términos empleados aquí es:
• Proposición: es una oración con sujeto y predicado, es decir, que afirma o niega algo del sujeto, y sobre la
que podemos determinar su grado de verdad, según su concordancia con la realidad. Esta proposición es
la verdad que buscamos perfeccionar.
• Análisis: Es la separación de los elementos componentes con el propósito de considerarlos
individualmente. En este caso, para compararlos entre sí y con la realidad. Si tenemos en cuenta que estos
componentes estarán formados por pares contradictorios (Heráclito, Hegel, ver más adelante), podemos 8
dividir el análisis en dos partes: tesis y antítesis.
• Síntesis: Es la re-unión de los componentes que acabamos de estudiar y modificar individualmente, de
manera de formar un cuerpo superior, es decir, que se acerque más a la realidad, que sea capaz de
contener sus contradicciones.
Esta cadena puede también representarse como un anillo dialéctico sin fin, con un comienzo pero sin una
conclusión:
Si ahora imaginamos que en las sucesivas vueltas nos acercamos cada vez más a la verdad buscada, y
13
Id. 266b
simbolizamos esta aproximación como una reducción en el diámetro, podemos representar el proceso como una
espiral tridimensional cónica (estrictamente, una hélice cónica):
Espiral dialéctica que busca la verdad invariable Espiral dialéctica que persigue el conocimiento
(caso particular). de una realidad cambiante
(caso general)
En la realidad que prácticamente no variará a lo largo de nuestra vida (por ejemplo, la distancia de la Tierra
al Sol, o las propiedades fisicoquímicas del hierro), las vueltas de la espiral se aproximarán cada vez más a su eje,
que representa la verdad-realidad (caso particular). Pero la mayoría de los asuntos de la realidad, sobre todo en lo
psicológico social, se modifican bastante con el transcurso del tiempo, y la realidad que hoy coincide en alto
grado con la verdad que hallamos, mañana habrá cambiado, y deberemos perseguirla (caso general) para que
nuestra verdad, nuestras creencias, no se alejen demasiado de la realidad.
9
En la PS pichoniana la espiral dialéctica se emplea en los siguientes casos:
1) En el aprendizaje (una parte de la adaptación activa a la realidad: modificarse, búsqueda maiéutica de la
verdad), como acabamos de decir, se usa para representar la aproximación cada vez mayor de la verdad individual
(doxa, opinión, ideologías, cosa para sí), a la verdad (episteme) que describe la realidad (cosa en sí) con un bajo
bias o error.
2) En la causalidad dialéctica que describimos más adelante (la otra parte de la adaptación activa a la
realidad: acción del individuo para modificar la realidad), se emplea para simbolizar el acercamiento cada vez
mayor del resultado obtenido (realidad), a la modificación deseada (proyecto), es decir, aquí también hay
disminución del bias o error.
3) En el esquema del cono invertido, se utiliza para representar la desocultación o explicitación que la
interpretación del coordinador efectúa sobre lo implícito (existente) durante el acontecer grupal (PG: 238 a 240).
Pichon-Riviére en este caso ubica lo implícito o latente en la parte inferior (vértice del cono invertido), y lo
explícito o manifiesto en la parte superior (base del cono). Cada vuelta de la espiral representa una unidad de
trabajo.
El método científico parte de una creencia o ideología no dialéctica (en griego doxa), la que intenta explicar
una observación, y que luego es corregida, modificada dialécticamente en base a la exr Jrimentación, para que
coincida con la realidad (indagación combinada)
Hasta aquí hemos esquematizado sucintameni la dialéctica de indagación o maiéutica, la que sirve para
adecuar nuestras creencias a la realidad, es decir, para modificarnos. Pero esto sólo es una parte de la adaptación
activa a la realidad (AAR), la que también exige capacidad para modificar el medio en la medida de nuestras
posibilidades. Debemos aclarar que la división de la AAR en la maiéutica que acabamos de describir, y en la
causalidad dialéctica que veremos a continuación, es decir, en modificarse y en modificar la realidad, es artificial
en el ser humano, y sólo se hace con el propósito de facilitar su comprensión. En los seres humanos, ambas
acciones, modificar y modificarse, se dan simultánea y encadenadamente en los procesos de la realidad.
Unos años antes que Sócrates y Platón, hubo un filósofo llamado Heráclito el Oscuro, quien también se
ocupó de la dialéctica. Sus teorías eran poco inteligibles, de allí su sobrenombre. Sócrates dijo de su filosofía que
lo poco que había comprendido era excelente, y que probablemente lo que no había comprendido también lo
fuera. Sus escritos se perdieron, pero han llegado fragmentos de su obra hasta nuestros días, citados por otros
autores. Probablemente sus aportes más importantes a la dialéctica son:
1) La noción de devenir, es decir, de que nada permanece igual al transcurrir el tiempo. Su fragmento más
conocido dice: «Todo pasa. No puedes bañarte dos veces en el mismo río, pues nuevas aguas corren siempre sobre
ti».
2) La noción de la unidad y lucha entre fuerzas contrarias. «Todo lo que se opone se une, y todo lo que se
separa está de acuerdo»; «la lucha es una ley universal», sostuvo.
3) Su enfoque de la dialéctica como algo activo, modificador de la realidad. A propósito, Paul Sandor dice
en su Histoire de la Dialectique: «Heráclito desarrolla su teoría en una actitud que apunta a la modificación de lo
existente; [en cambio] la teoría [maiéutica] de [Sócrates y] Platón es la justificación de lo existente [...]», es decir,
dialéctica de indagación, de aprendizaje, modificación de sí mismo.
La modificación activa que produce el individuo sobre el medio que lo rodea, sobre su realidad, es una
relación de causalidad, porque su acción causa los cambios en la realidad. Pero generalmente los resultados
obtenidos son algo distintos de los que había proyectado el sujeto, así que, en base a la información (feedback)
que obtiene sobre la diferencia (bias) entre la modificación deseada (proyecto o consigna) y la que realmente ha
producido (realidad), el sujeto sano varía su accionar en el sentido necesario para acercarse al resultado
proyectado. Una causalidad activa, que va ajustando la acción en base a la información de error durante la marcha
del proceso, es una causalidad dialéctica. Se contrapone a ella la torpe causalidad determinista, que se basa en la
creencia errónea de que, si se prepara todo lo necesario antes de efectuar la acción, eso determinará que luego se
obtenga exactamente el resultado deseado. Sin embargo el ser humano, al actuar sobre la realidad, emplea una
causalidad combinada, ya que primero ejecuta su acción en base a su experiencia, en base a datos almacenados en
sus ERs (causalidad determinista), y recién después ajusta dialécticamente su acción en base a la información 10
(feedback) sobre la diferencia (bias) entre lo deseado y lo obtenido. Pichon-Riviére no menciona explícitamente
esta causalidad combinada.
Luego de Platón, la dialéctica —esta dialéctica o forma de razonar y actuar tan especial— desapareció casi
por completo de las teorías filosóficas por más de dos milenios. Reapareció en los comienzos del siglo 19 con
Kant y Hegel. Más tarde, filósofos socialistas como Marx y Engels la adaptaron a su particular visión política de
la historia y la economía. Sus ideas han influido en la visión actual de la dialéctica; pero también han llevado a
muchas personas a creer que la dialéctica es una idea política socialista, en vez de un principio científico universal
conocido desde hace 2 500 años, el que sutilmente rige nuestras vidas, la química de nuestro cuerpo, nuestras
relaciones de convivencia, etc.
En la actualidad, diversas técnicas y ciencias se basan en la dialéctica o la emplean parcialmente sin que sus
operadores tengan conciencia de ello, lo que se manifiesta en nuevos nombres para los viejos conceptos
de la dialéctica. Pichon-Riviére ha tomado por su practicidad algunos de estos nuevos términos, como feedback,
bias, homeostasis, etc. Entre esas ciencias y técnicas podemos mencionar la Cibernética o Regulación
automática, la Robótica, la Astronáutica, el "Control de gestión", la "calidad total", la Pedagogía, la
Endocrinología, la Fisiopatología.
La Psicología Social de Pichon-Riviére basa explícita y totalmente su enfoque en la dialéctica; por esto es
importante que las escuelas de Psicología Social se ocupen de desarrollar la visión dialéctica de sus alumnos
desde los primeros años
Leyes de la dialéctica
La cantidad y el orden en que se enuncian estas leyes varían según los autores. Pichon-Riviére menciona la
clasificación de Georges Politzer (PG: 132), que es la siguiente:
Politzer enfoca la dialéctica desde el socialismo, desde lo político, y en algunos casos reúne varias leyes en
una. Comete además el error de considerar dialécticos sólo a los cambios que están predeterminados por la
estructura interior de la cosa (autodinamismo, sistemas cerrados), lo que, de ser cierto, dejaría fuera de la
dialéctica a la maiéutica (modificarse, acercarse a la verdad), y a la causalidad dialéctica volitiva (modificar
voluntariamente el medio de acuerdo con un proyecto, compensar dialécticamente tanto las influencias interiores
como las exteriores). Es decir, dejaría fuera de la dialéctica a la Psicología Social completa, con sus sistemas
abiertos que intercambian influencia con el medio.
14
ZITO LEMA, VICENTE: "Conversaciones con Enrique Pichon-Rivière sobre el arte y la locura”. Ed. Cinco. 1993. P.
127
15
Id. P. 106-107.
efectivamente opuestos, que al unirlos formen una antinomia verdadera. En Psicología Social se consideran
contrarios dialécticos los siguientes pares: lo explícito/lo implícito, lo concreto/lo abstracto, pensamiento
vulgar/p. científico, mente/cuerpo, individuo/ sociedad, salud/enfermedad, organismo/medio, objeto bueno/o.
malo, conducta normal/c. patológica, mundo interno/m. externo, etc. (PG: 113, 133, 134, 154, 173, 174; PNP:
354, 355). Con respecto al par teoría/práctica, Pichon-Riviére lo menciona a lo largo de sus trabajos como una
antinomia que se resuelve en su síntesis, la praxis. Esto es así, excepto en alguna oportunidad en que lo ha
considerado una falsa antinomia (PG: 128).
En la dialéctica de indagación (maiéutica socrática, búsqueda de la verdad) el eslabón de la cadena
dialéctica comienza con el análisis de la lucha (tensión dialéctica) entre los aspectos contradictorios, de la cual
emergerá, no una elección entre unos u otros como la verdad (suplementariedad), sino una verdad abarcativa, la
síntesis de orden superior que contendrá y conciliará los aspectos contradictorios (complementariedad), lo que
cenará el eslabón. Pero, como todo cambia (primera ley), las contradicciones se manifestarán nuevamente (nueva
tensión dialéctica), lo que dará comienzo a un nuevo eslabón (vuelta de espiral), y así sucesivamente.
En la causalidad dialéctica (que no pretende hallar la verdad sobre la realidad, sino modificar esa realidad
para que coincida con el proyecto del individuo actuante), los contrarios están dados por los efectos externos e
internos cuya lucha dialéctica determina el resultado, y por las diversas acciones que ejecuta el sujeto para
intentar conseguir que esa realidad se adecue a lo proyectado.
En Psicología Social, en el acontecer dialéctico grupal, cada eslabón o vuelta de espiral se llama unidad de
trabajo. Comienza por una situación significativa llamada existente, en la que se manifiesta la contradicción entre
lo explícito y lo implícito. Ésta es puesta al descubierto por la interpretación del coordinador, y la síntesis que a
continuación produce el grupo es el emergente.
Esta ley puede expresarse así:
Todas las cosas van modificándose a cada tnomento por la resultante de las luchas entre cambiantes
fuerzas contradictorias, las que unidas, determinan conjuntamente su realidad. 12
RAMBAUT, LEO: Diccionario crítico de Psicología Social. Ed. del autor, Buenos Aires, 2002. P. 85-90 y 126-
133
15
BACHELARD. DEL CIENTIFISMO A LA
IMAGINACIÓN DE LA MATERIA
Por Albert Ribas Massana16.
Méthode, Méthode, que me veux-tu? Tu sais bien que j’ai mangé du fruit de l’inconscient
("Método, Método, ¿qué pretendes de mí? Sabes bien que he comido el fruto del inconsciente").
Jules Laforgue.
Esta aparente falta de método la hemos reflejado en la cita que encabeza estas líneas, cita que Bachelard
había destacado en el encabezamiento de una de sus últimas obras, La poética de la ensoñación (La poétique de
la rêverie, 1960). Y, sin embargo, visto desde el significado original del término "método", o sea camino, sí hay
un camino que contiene su propia coherencia. Como tantas veces se ha destacado, el "método" es el camino una
vez recorrido –contra la pretensión de una previa determinación de él–; por eso, tantas metodologías son malas
construcciones retóricas a posteriori.
La coherencia del recorrido de Bachelard no es, pues, la coherencia de un designio previo, sino el
despliegue de unas ideas que van trazando nuevos campos de aplicación, nuevos objetos de reflexión.
Concretamente, y para decirlo muy resumidamente, Bachelard avanza desde el ámbito de la filosofía de la ciencia,
de una epistemología, al ámbito de la poética, de una filosofía de la imaginación. Ciencia y poesía son ámbitos tan
distintos que parece que hubiera dos Bachelard, pero justamente el esfuerzo y la contribución de Bachelard
consiste en ponerlos en relación.
16
Universidad Oberta de Catalunya (UOC).
Bachelard, licenciado en Matemáticas en 1912, profesor de Física y Ciencias Naturales, y licenciado en
Filosofía en 1920, se interesa en primer lugar por la historia y la filosofía de la ciencia. Sus tesis doctorales y sus
primeras publicaciones tratan de esas cuestiones. Así por ejemplo, en El nuevo espíritu científico (Le nouvel
esprit scientifique, 1934) y sobre todo luego en La formación del espíritu científico (La formation de l’esprit
scientifique, 1938) profundiza en las consecuencias epistemológicas de la que ha sido una mutación fundamental
en la ciencia del siglo XX. La física relativista de Einstein ha sustituido a la newtoniana, los esquemas mentales
extraídos del mecanicismo (filosóficamente formulados en la epistemología cartesiana) ya no son válidos. En este
contexto, Bachelard acuña la noción de ‘corte’ o ‘ruptura’ epistemológica: los avances en la ciencia no sólo
requieren una acumulación, requieren una ruptura con los hábitos mentales del pasado. Los avances se producen,
pues, venciendo resistencias y prejuicios, aquellos que pertenecen al cuadro conceptual y a las imágenes
dominantes en la configuración epistemológica que ha de superarse. Esta noción se corresponde
aproximadamente a lo que dirá luego Kuhn sobre los cambios de paradigma.
Pero la reflexión de Bachelard va más allá de la identificación de los sucesivos paradigmas desde el punto
de vista de su aparición histórica. En cierto modo, al profundizar en las condiciones del pensamiento científico su
reflexión se hace metahistórica. La intención la formulará netamente en su Psicoanálisis del fuego (La
psychanalyse du feu, 1938), al decir que pretende encontrar "la acción de los valores inconscientes en la base
misma del conocimiento empírico y científico".
Tal intención venía anunciada ya al reflexionar sobre las implicaciones de la nueva física. Por ejemplo, la
pretensión de un sujeto observador independiente del objeto observado ya no es un supuesto válido a la luz del
principio de indeterminación formulado por Heisemberg. Inevitablemente, según tal principio de la física
cuántica, el observador modifica lo observado. Lo mismo cabría decir respecto a la caducidad del supuesto de la
filosofía mecánica que pretende reducir todo a figura y movimiento. Pero esta constatación no es sólo el resultado 17
de un episodio histórico en el desarrollo de la ciencia de este siglo. Bachelard la generaliza más allá de ese
contexto histórico. De ahí, esa derivación desde lo más particular –la caducidad de la filosofía mecánica– hacia lo
más general –descubrir los rasgos inconscientes en el propio conocimiento científico–.
El estudio de ese inconsciente va más allá de un mero psicologismo, del psicologismo que consistiera en
describir las condiciones o limitaciones psíquicas en que se mueve el científico en su ambiente intelectual. La
derivación es más profunda: parte de la convicción de que ha de romperse con la idea tan extendida de una neta
separación entre un sujeto contemplativo y un universo indiferente o independiente de esa mirada. La convicción
es de orden ontológico: la imagen crea realidad, la imagen es anterior al pensamiento. Hay, pues, un continuum
entre lo que llamamos ‘real’ y lo que llamamos ‘irreal’; la llamada realidad es también una construcción realizada
desde las imágenes.
Y ese programa, el de una filosofía de la imaginación, es el que desarrolla ese otro Bachelard, un otro que
no deja de ser el mismo.
La filosofía de la imaginación
De estos estudios sobre el imaginario, destacan el citado ciclo sobre la imaginación de la materia a través
de los cuatro elementos. Iniciándose en el elemento fuego, se completa con otras obras sobre los restantes
elementos: el agua en El agua y los sueños: ensayo sobre la imaginación de la materia (L’air et les songes:
essai sur l’imagination de la matière, 1942), el aire en El aire y los sueños: ensayo sobre la imaginación del
movimiento (L’air et les songes: essai sur l’imagination du mouvement, 1943), y la tierra en La tierra y los
ensueños de la voluntad (La terre et les rêveries de la volonté, 1948) y en La tierra y los ensueños del reposo
(La terre et les rêveries du repos, 1948).
Una primera indicación de la intención de Bachelard nos viene dada ya en el uso de los términos "songe" y
"rêverie". El primero no sólo significa ‘sueño’: en francés es también un modo del pensar y del recordar ("songer
à quelqu’un" es ‘pensar en alguien’). El segundo, traducido por ‘ensoñación’ o ‘ensueño’, quiere subrayar
también ese estado intermedio entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo real y lo imaginado, o sea un estado
de duermevela. En ese intermedio se revela el valor productor de las imágenes. Al analizar, pues, el imaginario
(songes y rêveries) de los cuatro elementos se ponen de relieve todo un encadenamiento de figuras, de lo que
Bachelard llama complejos, de imágenes poéticas, de construcciones mentales inconscientes, en lo que es la
percepción-construcción de la realidad. Son las diversas pautas del pensar y del imaginar que organizan el mundo.
Un ejemplo será esclarecedor. Al analizar el elemento agua, Bachelard considera su relación con el
elemento tierra, la mezcla de ambos: es la noción de pasta moldeable, ejemplificada en la arcilla. Y entonces
Bachelard subraya la diferencia esencial entre lo que sería la mirada exterior a esa masa, que conduce al punto de
vista contemplativo y geométrico, y lo que sería la intervención manual en esa pasta. Es la diferencia entre el
punto de vista de la mano ociosa y el punto de vista de la mano trabajadora. El primero subraya esa distancia que
Bachelard quiere abolir. La convicción en clave epistemológica –contra una ciencia supuestamente exterior al
objeto– viene ejemplificada en esa imagen del modelar de la arcilla, aquí en clave de filosofía de la imaginación.
Y como ésta, hay multitud de otras imágenes, de encadenamientos, de resonancias, que visualizan las
disposiciones ante la realidad. Para descubrirlas hay que seguir esas ensoñaciones de la materia. Tal es el
programa que se desarrolla en este ciclo sobre los cuatro elementos. Lo que sobresale en esta línea seguida por 18
Bachelard es el nuevo énfasis puesto justamente en la materia, frente a lo que era más habitual, es decir el tomar
la forma como supuesto objeto de la imaginación. Parecería que la materia es un ámbito que pertenece más
propiamente a la "realidad", mientras la forma sería el ámbito propio de la imaginación. Bachelard subvierte esta
clasificación, declarando por ejemplo que "la materia es el inconsciente de la forma". Es decir, si se quiere indagar
en las imágenes hay que reconducirlas a su constitución material.
En resumen, hay que ver a Bachelard como una de las contribuciones más profundas y originales a la
filosofía de este siglo, particularmente en la situación de la filosofía europea de entreguerras –cuando entra en
escena una nueva consideración de los aspectos inconscientes, de las variables míticas, de la referencia al
imaginario–. Todo eso supone una pequeña revolución en los ámbitos de la simbología, de la estética. Pero el
mérito añadido de Bachelard es el de haber relacionado este ámbito con el de la filosofía de la ciencia, rompiendo
una barrera que parecía insalvable.
NOTA BIBLIOGRÁFICA
Gaston Bachelard (1884–1962), tras sus estudios de matemáticas y físicas, se doctoró en filosofía con la tesis
Essai sur la connaissance approchée (1927). Hasta 1938, puede hablarse de una etapa centrada en los estudios de
filosofía de la ciencia. En 1940 se hace cargo de la cátedra de Historia y Filosofía de la Ciencia de la Facultad de
Letras de la Sorbona de París. En 1938 había iniciado su ciclo sobre los cuatro elementos. Junto a él, pueden
destacarse también La filosofía del no (La philosophie du non, 1940), Lautréamont (1939), La poética del espacio
(La poétique de l’espace, 1957), La poética de la ensoñación (La poétique de la rêverie, 1960); y en la vertiente
epistemológica El materialismo racional (Le matérialisme rationnel, 1953) y póstumamente Epistemología
(Epistémologie, 1971).
Tomado de PARRA, JAIME D. (Coord.), La simbología. Grandes figuras de la Ciencia de los Símbolos,
Barcelona: Montesinos, 2001, pp. 121-129)
GASTÓN BACHELARD Y SU EPISTEMOLOGÍA
Pedro Geltman
Gastón Bachelard nació en 1884 en una pequeña ciudad del sur
de Francia (Bar-sur-Aube). Su padre era zapatero. Después de
terminar sus estudios secundarios, realizados en el colegio de su
ciudad natal, entró a trabajar como empleado de correos. Estudiaba
de noche, después del trabajo y así obtuvo su título de licenciatura
en matemáticas en 1912. Al estallar la guerra, Bachelard debió
enrolarse y durante 38 meses estuvo en el frente de batalla, después
de lo cual fue nombrado en el colegio de Bar-sur-Aube, donde
enseñó diversas disciplinas, desde física y química hasta alemán.
Los interrogantes y cuestionamientos surgidos en la actividad
docente, despertaron en él la vocación filosófica de modo que
reinició sus estudios alcanzando la licenciatura en filosofía en 1920
y el doctorado en 1927.
Una nota que lo caracteriza es el hecho de que rindió todos
sus exámenes y concursos con la condición expresa de permanecer
en su colegio. Así la docencia secundaria contó, durante años, con un profesor de condiciones excepcionales.
Sus primeras publicaciones son de 1928 y 1929: un estudio sobre la propagación térmica en los sólidos y
otro sobre el valor inductivo de la relatividad. En 1930, una delegación presidida por el decano de la facultad de 19
filosófica de Dijon fue a verlo y le pidió que ocupara la cátedra universitaria. Bachelard siempre lamentó el haber
dejado el colegió de Bar-sur-Aube. «Nunca habría que abandonar la ciudad natal”, decía, en confidencia a sus
amigos. Pero en 1940, una nueva delegación, esta vez presidida por Brunschvich, el filósofo de mayor prestigio
en la Francia de ese momento, le hizo abandonar Dijon y hacerse cargo en la Universidad de París del Instituto de
Historia de las Ciencias, donde siguió enseñando hasta su retiro. Falleció poco después, en 1962.
Bachelard siempre se sintió como un extraño en París, añorando la vida más simple de su provincia. Así
escribía a un amigo a propósito de su lectura de las “Bucólicas” de Virgilio:
«Sueño con una civilización de pastores. Mi vida está mal hecha. Aprendí el latín escolar
demasiado tarde y naturalmente bastante mal; y abandoné demasiado temprano mis funciones de
pastor. Pero recuerdo que, cuando tenía doce años, mi abuelo me confió el cuidado de una tropilla
de siete vacas, una oveja y una cabra. Nunca dejé entrar una vaca en el alfalfar. Imagínese lo que
hubiera sido mi vida si en aquel tiempo hubiese leído las Bucólicas .”
Estos rasgos autobiográficos nos permiten comprender la extraña sucesión de sus escritos: al principio, su
tema principal es el de la ciencia; le interesan los procedimientos que han conducido a descubrimientos tan
asombrosos como los de la física moderna, “el nuevo espíritu científico”. Pero ya desde los comienzos aparecen
algunos trabajos cuyo contenido gira alrededor de las sugerencias encontradas en unos versos, en un poema. El
mundo imaginario empieza a preocuparle cada vez más, al principio en relación a la ciencia, como obstáculo,
como engaño que desvía el saber, y luego en sí mismo como fuente originaria de toda creatividad. Aparecen
entonces los libros dedicados a la poética que se entrecruzan a la vez con publicaciones sobre el pensamiento
científico, cuyo interés no decae para él hasta los últimos años. Con todo, al final de su vida, la imaginación, lo
imaginario, en especial lo que llama “la ensoñación poética”, constituyen su preocupación principal reflejada en
obras de admirable belleza. Finalmente, hay que agregar que el profesor de una escuela secundaria de provincia
no dejó de existir en ningún momento: en todas sus obras, en todos sus escritos aparecen las reflexiones del
pedagogo que plantea sugerencias sobre la enseñanza de la ciencia, sobre la educación de la imaginación, sobre
los obstáculos que debe -superar todo maestro en su tarea cotidiana.
Leer a Bachelard es adentrarse en una experiencia paradójica. A la dificultad de sus escritos
epistemológicos y al desconcierto frente a sus reflexiones poéticas, seguirá una etapa de creciente fascinación.
Será necesario volver una y otra vez sobre los textos, para descubrir el hilo sutil que constituye la trama unitaria
de un pensamiento que aparece escindido en dos campos antagónicos. Entonces se hará evidente que el Bachelard
de la ciencia es uno y el mismo que el de la poética.
Epistemólogo y a la vez pedagogo, admirador de la ciencia con mirada humanista, soñador y poeta, pero
sobre todo filósofo, nos deja un legado de profundas indagaciones. Es difícil etiquetar su pensamiento. Parece
beber en todas las fuentes, se abre a múltiples inquietudes, pero no se compromete con ninguna escuela, no
participa de las modas.
LA EPISTEMOLOGÍA
Los trabajos epistemológicos de nuestro autor giran alrededor de los problemas de la nueva física que se
desarrolla con los descubrimientos de Einstein, Planck y Heisenberg y los nuevos conceptos en química y
matemáticas.
Los cambios profundos en los modos del pensar que reflejan las nuevas teorías lo impresionan vivamente,
hasta el punto que ellos constituyen el material primario para sus reflexiones. Serán para él la piedra fundamental
de un "nuevo espíritu científico", de una nueva etapa del pensamiento.
¿Pero qué significa esta nueva forma del pensamiento? ¿Cuáles son sus notas características? ¿Cuál es su
sentido filosófico? y, por último, ¿Cuál ha de ser su relación con los otros órdenes de la vida?
A estas preguntas trata de responder la obra epistemológica de Bachelard.
En primer lugar se propone describir, solamente describir, hacer una fenomenología de lo que constituye
para él una versión nueva e inédita en la historia del pensamiento. Se trata de una torna de conciencia de los
procedimientos y de los presupuestos implícitos que hoy utilizan los científicos de modo espontáneo, sin
preocuparse por las contradicciones que surgen en relación con el sentido común y con esquemas de pensamiento
largamente acuñados. Para realizar esa descripción, Bachelard no se contenta con generalidades basadas en 20
conceptos más o menos aproximados. Para él un conocimiento objetivo de lo que es la ciencia, sólo se puede
alcanzar con un estudio fino y detallado de la misma. Por eso critica a los filósofos que hablan y escriben sobre
ciencia sin analizar en concreto el material empírico, las metodologías, los experimentos y las conclusiones. Por el
contrario, sus libros de carácter epistemológico están llenos de ejemplificaciones detalladas y análisis minuciosos
que tocan las ramas más diversas del saber. En ellos, los ejemplos constituyen el cuerpo principal de los capítulos,
mientras que las ideas generales apenas se enuncian en las introducciones o en las conclusiones.
Esto nos muestra una constante del pensamiento bachelardiano: la repugnancia por las generalidades no
fundamentadas, por las síntesis apresuradas, por el afán de unificación prematura o de simplificación. También
nos permite entrever que no se trata de un autor de fácil lectura. Sin una formación mínima en las ciencias
exactas, se puede caer en errores de comprensión tomando como válidas algunas afirmaciones ocasionales
sacadas de su contexto.
De ahí también, la dificultad de este tramo de nuestro trabajo: tratar de resumir y presentar los conceptos
epistemológicos de un autor tan complejo, en pocas páginas, de modo comprensible y sin traicionarlo. Esperamos
poder aproximarnos en algo a este objetivo.
El obstáculo epistemológico 23
G. Bachelard dirigió durante muchos años el Instituto de Historia de la Ciencia de la Universidad de París.
Por otra parte, según propia confesión, se interesó durante 15 años por la alquimia como problema del
conocimiento. Estas circunstancias, unidas a su vocación docente, lo llevaron naturalmente a plantearse la
temática del obstáculo epistemológico que para él, a su vez, debía corresponderse con los obstáculos pedagógicos
que enfrentan a maestros y alumnos en la enseñanza de la ciencia.
La ciencia, a través de los siglos, se había enfrentado a más de un obstáculo. El secreto de su desarrollo, el
núcleo mismo de sus avances, la clave del éxito en sus investigaciones, estaba para Bachelard relacionada con la
superación de esos obstáculos a través de una toma de conciencia de los engaños que se presentan a la experiencia
llamada concreta y real, pero que aparece siempre velada, distorsionada o deformada por algún elemento aportado
por la imaginación.
Esta imaginación que deforma y engaña, que retrasa el avance del conocimiento, no era, sin embargo, para
Bachelard, la libre fantasía, la imaginación poética, sino una componente más sutil que se introduce en la
observación cotidiana acrítica que acompaña aún a los investigadores en su laboratorio, si no tienen la capacidad
de superar el realismo ingenuo, para ascender a cierto nivel de abstracción para el cual ya no hay isomorfismo o
analogía con los procesos que detecta la sensibilidad.
Por eso, al subtitular su libro La formación del Espíritu Científico como “Contribución a un psicoanálisis
del conocimiento objetivo”, entendía éste como un ejercicio por desembarazar la mente de falsas imágenes y
representaciones, utilizando el término psicoanálisis en un sentido lato.
Pero ¿cómo se ha de realizar este psicoanálisis? Bachelard no propone ninguna metodología en particular,
puesto que se trata obviamente de una analogía en la cual el paciente es la ciencia misma y el terapeuta es el
espíritu crítico cualquiera que se propone examinarla en sus sueños, fantasías y actos fallidos.
Hay, sin embargo, una teoría previa que ha de guiar este examen, constituida por los supuestos
epistemológicos del nuevo espíritu del nuevo científico, los cuales se resumen esquemáticamente y a “grosso
modo” en una línea que marca los períodos del pensamiento en su ascenso desde la experiencia primera hacia los
planos de la abstracción; períodos que corresponden a la vez a la historia de la humanidad, a la de cada individuo
concreto y también a los momentos de aprendizaje en la formación del científico.
Estos períodos son tres. Considerando la historia de la humanidad, Bachelard los describe de la siguiente
manera:
• El primero representa el estadio precientífico y abarca a la vez toda la antigüedad clásica, el
renacimiento con todos sus esfuerzos por renovar el pensamiento en los siglos XVI y XVII y
también el mismo siglo XVIII.
• El segundo representa el estadio propiamente científico que ya se preparaba a fines del siglo
XVIII, se desarrolla plenamente a través del siglo XIX y llega hasta el comienzo del siglo XX.
• El tercer período se inicia, según Bachelard, con la relatividad einsteiniana y representa el nuevo
espíritu científico que viene a deformar los conceptos primordiales que se creían absolutamente
inmutables.
Pero también hay tres períodos para la historia de cada individuo, referidos solamente al desarrollo de su
pensamiento científico y que describe como estadios sucesivos:
• Primero, el estadio concreto en el cual el espíritu se solaza con las primeras imágenes del
fenómeno y se apoya sobre una filosofía que glorifica a la naturaleza alabando a la vez la unidad
del mundo y su rica diversidad.
• Segundo, el estadio concreto-abstracto donde el espíritu adjunta esquemas geométricos a la
experiencia física y se apoya en una filosofía de la simplicidad, manteniéndose todavía en una
situación paradojal: se siente tanto más seguro de su abstracción cuanto más claramente puede
representarla por una intuición sensible.
• Tercero, el estadio abstracto donde el espíritu se abre voluntariamente a informaciones que nada
tienen que ver con la intuición del espacio real, desligadas de la experiencia inmediata y aún en
abierta polémica con la realidad primera.
De este modo, Bachelard concibe toda la historia de la ciencia y la historia personal de cada científico, 24
como una serie de rectificaciones de la verdad a través de sucesivos errores útiles y necesarios para desarrollar un
saber que sólo se abre en sucesivas aproximaciones sin agotarse jamás. Esta rectificación depende, en gran parte,
de la posibilidad de superar el supuesto de continuidad entre la observación y la experimentación, supuesto que
caracterizó a toda la epistemología clásica de inspiración cartesiana, impedida de ver el hiato, la escisión que
existe entre ambas.
En realidad no existe tal continuidad; la observación común y cotidiana nada tiene que ver con la
experimentación, la cual debe apartarse en lo posible de las condiciones ordinarias de la observación.
La experiencia común y ordinaria no es compuesta, es algo que se da en bloque como una totalidad y por
eso, en el fondo, no puede ser verificada con efectividad. Es y permanece dada como un hecho y en consecuencia
no puede ofrecernos una ley. Para confirmar científicamente la verdad, es necesario verificarla desde una
pluralidad de puntos de vista diferentes como algo compuesto. Pensar científicamente una experiencia es hacer
coherente un pluralismo inicial. Esto no significa, según Bachelard, que no existan para la ciencia experiencias
simples y concretas que captan inmediatamente el objeto. Sin embargo, como epistemólogo se pone en guardia
contra ellas, las coloca en una suerte de paréntesis provisorio. Hay que cuidarse siempre de los conocimientos
demasiado familiares.
Esta desconfianza con respecto a la experimentación interpretada de acuerdo a los parámetros de la
observación cotidiana, tiene su paralelo en la crítica al pensamiento geométrico.
“Volver geométrica la representación, es decir, diseñar los fenómenos y ordenar en serie los
acontecimientos decisivos de una experiencia, he aquí la tarea primera en la que se establece el
espíritu científico. Se alcanza, en efecto, de esta manera la ‘cantidad figurada’, a mitad de camino
entre lo concreto y lo abstracto, en una zona intermedia donde el espíritu pretende conciliar las
matemáticas y la experiencia, las leyes y los hechos. Esta tarea de geometrización que parecerá
con frecuencia va realizada - sea después del éxito del cartesianismo, de la mecánica newtoniana
o de la óptica de Fresnel - termina siempre por revelar una insuficiencia.”
Este pensamiento geométrico, según Bachelard, se funda en el realismo ingenuo de las propiedades
espaciales.
En cambio, “La función de las matemáticas en la física contemporánea sobrepasa ... singularmente la
simple descripción geométrica.” El impulso que dirige la evolución del espíritu científico va de lo geométrico más
o menos visual a la abstracción completa.
Esta abstracción completa ya alcanzada por la ciencia contemporánea, está, sin embargo, amenazada. En el
hombre nuevo subsisten los vestigios del hombre viejo; el siglo XVIII continúa su vida oculta en nosotros y puede
reaparecer en cualquier momento. Bachelard insiste generalizando su concepción de la ciencia al delinear su
trayectoria para todos los casos: “... para todos los problemas, para todos los fenómenos es necesario pasar
primero de la imagen a la forma geométrica, después de la forma geométrica a la forma abstracta...”
Los obstáculos epistemológicos se presentan como estancamientos, retrocesos, inercia, dudas y
lentificaciones que impiden el progreso.
“Frente a lo real, aquello que se creía saber claramente, ofusca lo que se tendría que
saber.”
Así que surge el análisis de los obstáculos epistemológicos y la descripción de una “tipología del
obstáculo” con abundantes ejemplos estudiados en profundidad. Están los obstáculos de la opinión aceptada sin
crítica, del conocimiento que no se problematiza, de la inercia y el espíritu conservador. Aún los grandes genios
pueden caer en la inercia.
“... los grandes hombres son útiles a la ciencia en la primera mitad de su vida, perjudiciales
en la segunda mitad...” - afirma con un poco de ironía. “Llega un tiempo en que el espíritu ama
más aquello que confirma su saber que lo contradice, se aman más las respuestas que los
interrogantes.”
Es el vano optimismo del saber que lleva a creer que el saber sirve automáticamente para saber, que la
inteligencia premiada por algunos éxitos precoces se capitaliza como una riqueza material. Es el obstáculo del
narcisismo intelectual, tan frecuente en la cultura universitaria.
Bachelard considera que el obstáculo epistemológico puede ser estudiado en el desarrollo histórico del 25
pensamiento científico y también en la práctica de la educación. El obstáculo pedagógico refleja y se corresponde
con el obstáculo epistemológico. “Me ha sorprendido con frecuencia el hecho de que los profesores de
ciencias, más aún que los otros... no comprendan que no se comprende.” Pocos son los que han investigado la
psicología del error, de la ignorancia y de la irreflexión. No tienen conciencia de que el adolescente llega a la
clase con un bagaje de obstáculos provenientes de la opinión común, de la experiencia cotidiana, obstáculos que
son los mismos que la ciencia tuvo que superar en un momento determinado de su historia.
Puede ser útil comentar brevemente algunos de los obstáculos a los que Bachelard dedica un capítulo
especial.
- El conocimiento general como obstáculo. El conocimiento general es fatalmente un conocimiento vago.
La generalización fácil y apresurada es siempre engañosa, supone pereza mental respecto a la distinción o
diferencia, desconfianza de las variaciones, desprecio del detalle.
Bachelard propone abundantes ejemplos de generalizaciones en la ciencia del siglo XVIII.
-El obstáculo verbal. Muchas veces se cree haber explicado el fenómeno cuando sólo se le ha puesto un
nombre. Con la palabra “esponjosidad”, con la idea de los fluidos eléctricos o magnéticos u otros términos
semejantes propios del siglo XVIII, se eliminaba el misterio, desaparecían los problemas porque las metáforas
seducen y engañan a la razón.
-El conocimiento unitario como obstáculo. Esta tendencia, muy influida por la filosofía, dirigió durante
mucho tiempo la investigación de los científicos. Así por ejemplo, hubo un tiempo en que estos creían que podían
explicar todos los fenómenos del universo por la electricidad. La búsqueda de unidad a toda costa es precientífica.
En todas partes se encuentran analogías y correspondencias que producen la ilusión del conocimiento.
-El obstáculo sustancialista. Es la tendencia a cosificar la realidad. Los nombres dados a fenómenos
parciales o aspectos particulares y relativos de la experiencia por convención o metáfora se vuelven sustantivos
plenos, sustantivos cargados de sustancia.
-El obstáculo de la cuantificación inadecuada. También puede transformarse en obstáculo el mismo
conocimiento cuantitativo. El matematismo puede pecar por dos extremos: porque es demasiado vago o porque es
demasiado preciso. Demasiado vago cuando se cree que basta con manejar algunos números para tener
aprehendido el fenómeno. Demasiado preciso cuando no se tiene claridad sobre el verdadero sentido de una
medición. La precisión de una medición debe corresponder a la sensibilidad del método o del instrumento
utilizado y a las condiciones del objeto. Es necesario tener siempre en cuenta el problema del error; no se pueden
utilizar números fijos para conceptos flotantes; es ingenuo pensar que se pueden establecer correlaciones entre
todas las variables; es más importante conocer la sensibilidad de una medición que la medición misma; por otra
parte, no toda medición es relevante; el espíritu científico es el que sabe prescindir de lo inútil. “Cualquiera sea el
fenómeno considerado, hay siempre un número considerablemente grande de circunstancias que no tienen
influencia mensurable sobre el mismo”.
El color de un proyectil no modifica sus propiedades balísticas.
26
BION Y LA NOCIÓN DE SUPUESTOS BÁSICOS
Ana María Fernández
Cierta especificidad grupal (La noción de supuestos básicos)
En realidad no tenía elementos para saber lo que el Comité entendía con esto [se refiere a su
propia técnica], pero era evidente que para ellos yo había trabajado anteriormente con grupos terapéuticos.
En verdad, sólo había experimentado tratando de persuadir a grupos de pacientes que la tarea del grupo
fuera el estudio de sus tensiones; y supuse que el Comité deseaba que hiciera esto de nuevo. Era
desconcertante que el Comité pareciera creer que los pacientes pudiesen ser curados en tales grupos. Ello
me hizo pensar desde un principio que su idea acerca de lo que había sucedido en aquellos grupos en los
que yo era uno de los integrantes, era muy diferente de la mía. De hecho, la única cura de que podía hablar
con certeza estaba en relación con un síntoma propio, comparativamente sin importancia: la creencia de que
los grupos debían tomar mis esfuerzos con simpatía. Sin embargo, consentí y, en consecuencia, después de
las formalidades debidas me encontré sentado en una sala con ocho o nueve personas -a veces más, otras
menos- algunas veces pacientes, otras no. Con frecuencia, cuando los miembros del grupo no eran pacientes
me encontré perplejo.
Bion sostenía que cuando un individuo en grupo tiene la creencia de que el grupo existe como algo
diferente a la suma de los individuos, esto es producto de un estado regresivo de tal integrante; alimenta tales
fantasías porque su regresión implica una amenaza de pérdida de su particularidad individual, esto le dificulta ver
al grupo como un agregado de individuos. Un agregado de individuos, esto es el grupo para Bion.
Esta aseveración parecería ser contradictoria con sus nociones, de mentalidad grupal y cultura grupal.
Tal enunciación no se le escapará a Pontalis, quien apoyándose en el planteo bioniano sostendrá que el grupo es
una ficción, una fantasía. Es realmente interesante esta aparente contradicción bioniana porque como dirá el autor
citado, “nadie, psicosociólogo o no, puede considerar ‘científica’ la definición de un grupo como el de un
agregado de individuos. Es muy cierto que un grupo puede ser objeto de observación o de análisis”. La
originalidad de Bion para este autor sería entonces la de aferrarse a los dos extremos de la cadena, ya que si en el
campo sociológico el grupo es una realidad específica, cuando funciona como tal en el campo de la psiquis
individual -modalidad y creencia que toda la psicosociología tiende a fortificar- opera efectivamente como
fantasía. Subraya este autor que desde Bion pueden distinguirse grupos reales y grupos como fantasía;
Recapitulando, Bion “descubre” que la cooperación consciente entre los miembros del grupo, necesaria
para el éxito en sus tareas, requiere de la circulación fantasmática inconsciente entre ellos, hasta tal punto que la
cooperación puede ser regulada o paralizada por dicha circulación fantasmática inconsciente. Los individuos
reunidos en grupo se combinan en forma instantánea e involuntaria para actuar de acuerdo a los supuestos
básicos.
Produce aquí un planteo original: los supuestos básicos, verdaderos organizadores grupales, es decir,
reguladores implícitos de los comportamientos grupales que permiten pensar en la existencia de un sistema de
legalidades implícito en el desorden de los hechos empíricos grupales; estos organizadores fantasmáticos regulan
el accionar de los individuos en el grupo; de todos modos para Bion los tres supuestos básicos emergen como
formaciones secundarias, de una escena primitiva más antigua. Los supuestos básicos serán nudos fantasmáticos
colectivos en el grupo en un momento dado, así se referirá Didier Anzieu a ellos. 29
La teoría de los supuestos básicos puntualizó, por primera vez dentro del campo psicoanalítico
operadores organizacionales no individuales; aquí tal vez radique su mayor importancia, en tanto, como señala
Bauleo, “consiguió producir un instrumento para entender lo que sucede al grupo como grupo”. En este sentido,
pueden considerarse los supuestos básicos como esquemas subyacentes que organizan -en el sentido que se habla
de organizadores en embriología- el comportamiento de un grupo orientando por ejemplo la elección sobre tal tipo
de líder.
Ana María Fernández: “El Campo Grupal: notas para una genealogía”. Ed. Nueva Visión, 1989.
Págs. 101-106
DINÁMICA DE GRUPO
wilfred r. bion
Utilizando su experiencia psicoanalítica, Freud17 intentó iluminar
algunos de los puntos oscuros que Le Bon, Mc Dougall y otros
investigadores pusieron de manifiesto en sus estudios del grupo humano.
Yo me propongo discutir los aportes que el psicoanálisis, en su
evolución posterior, ofrece acerca de los mismos problemas,
particularmente en aquellos aspectos vinculados con la obra de Melanie
Klein. El trabajo de esta autora muestra que al comienzo mismo de la
vida el individuo establece contacto con el pecho materno, y a través de
una rápida extensión del primitivo grado de conciencia, con el grupo
familiar; Melanie Klein enseña además que la naturaleza de este
contacto pone de manifiesto cualidades peculiares, que tienen profunda
significación tanto para el desarrollo del individuo como para
comprender mejor los mecanismos ya demostrados por el genio intuitivo
de Freud.
Espero mostrar que el adulto, en su contacto con las
complejidades de la vida de grupo, recurre, en forma que podría ser una
regresión masiva, a mecanismos que M. Klein describió como típicos de 30
las fases más tempranas de la vida mental. El adulto debe establecer
contacto con la vida emocional del grupo en que vive; esta tarea puede parecerle tan formidable como le parece al
niño la relación con el pecho, y su regresión revela el fracaso en satisfacer las exigencias de esta tarea. Una parte
esencial de su regresión consiste en la creencia de que un grupo existe como algo distinto de un agregado de
individuos y también son partes de su regresión las características que el individuo atribuye al supuesto grupo.
Alimenta la fantasía de que el grupo existe por el hecho de que la regresión implica para el individuo una pérdida
de su “particularidad individual”, que no se diferencia de una despersonalización, y, por tanto, le impide observar
que el grupo es un agregado de individuos. De esto se deduce que si el observador estima que hay un grupo, los
individuos que lo componen deben haber experimentado esta regresión. Recíprocamente, cuando los individuos
que componen un “grupo” (usando esta palabra para designar un agregado de individuos en el mismo estado de
regresión) por una razón u otra se sienten amenazados por la toma de conciencia de su particularidad como
individuos, el grupo cae en el estado emocional conocido como pánico. Esto no quiere decir que el grupo se
desintegre, y más adelante podrá comprobarse que no estoy de acuerdo con la idea de que el grupo pierda su
cohesión a causa del pánico.
En esta sección resumiré ciertas teorías a las que he llegado aplicando en los grupos las intuiciones logradas
en la práctica del psicoanálisis actual. Estas teorías difieren de muchas otras, tanto por sus méritos como por sus
defectos, y por haber visto la luz en las situaciones de tensión emocional que intentan describir. Introduzco
algunos conceptos nuevos para el psicoanálisis, en parte porque me ocupo de un asunto diferente, en parte porque
deseo comprobar si el hecho de comenzar libre del compromiso que representan las teorías previas, nos puede
conducir a que mi punto de vista sobre grupos y el punto de vista del psicoanálisis sobre el individuo sean
comparables. Juzgaremos de este modo si ambos son complementarios o divergentes.
Hay momentos en que pienso que el grupo tiene una actitud hacia mí, y que puedo verbalizar en qué
consiste dicha actitud; hay momentos en que otro de los miembros actúa como si también pensara que el grupo
tuviera una actitud hacia él, y creo que puedo deducir cuál es su creencia; en otros momentos pienso que el grupo
tiene una actitud con respecto a un individuo y que yo puedo decir en qué consiste. Estas ocasiones ofrecen la
17
Especialmente en Tótem y Tabú (1913) y Psicología de las Masas y Análisis del Yo (1921)
materia prima de las interpretaciones, pero la interpretación en sí misma es un intento de traducir en un lenguaje
preciso lo que supongo que es la actitud del grupo hacia mí o hacia algún otro miembro, y la actitud del individuo
hacia el grupo. Solamente aprovecho algunas de esas ocasiones; juzgo que el momento está maduro para una
interpretación cuando ésta parece ser evidente y sin embargo pasa inadvertida.
Los grupos en que intenté desempeñar este rol atraviesan una serie de complejos episodios emocionales que
permiten deducir, en relación con la dinámica grupal, teorías que me resultan útiles tanto para aclarar lo que
sucede como para descubrir los núcleos de futuras evoluciones. Lo que sigue es un resumen de esta teoría.
EL GRUPO DE TRABAJO
En cualquier grupo pueden encontrarse rasgos que revelan una actividad mental. Aunque sea en forma casual,
todo grupo se reúne para “hacer” algo: cada miembro coopera en dicha actividad de acuerdo con sus capacidades
individuales. Esta cooperación es voluntaria y depende del grado de habilidad sofisticada que el individuo posea.
Sólo pueden participar en tal actividad los individuos que tienen años de entrenamiento y una capacidad para la
experiencia que les ha permitido evolucionar mentalmente. Dado que esta actividad va aparejada a una tarea, se
halla ligada a la realidad, sus métodos son racionales y, en consecuencia, aunque sea en forma embrionaria,
científicos. Sus características son similares a las que Freud atribuyó al yo. A este aspecto de la actividad mental
en un grupo lo llamo Grupo de Trabajo. Este término comprende sólo una actividad mental de una naturaleza
particular y no a la gente que se entrega a ella.
Puede comprobarse que cuando los pacientes se reúnen en una sesión de terapia de grupo, siempre se
dedica parte de la actividad mental a plantear problemas para cuya solución los individuos buscan ayuda. He aquí
un ejemplo de un episodio acaecido en un grupo:
Seis pacientes y yo estamos sentados en rueda en una pequeña habitación. La señorita A sugiere que sería
una buena idea que los miembros del grupo se pusieran de acuerdo para llamarse por sus nombres de pila. Se 31
advierte una sensación de alivio porque ha surgido un tema de conversación; se intercambian miradas, y una breve
llamarada de animación se hace momentáneamente visible. El señor B admite que se trata de una buena idea; el
señor C dice que ello “haría las cosas más amigables”. La señorita A es alentada a divulgar su nombre, pero se lo
impide la señorita D que dice que no le gusta su nombre de pila, preferiría que no fuese conocido. El señor E
propone el uso de seudónimo; la señorita F se observa las uñas. Pocos minutos después de la propuesta de la
señorita A, la discusión ha languidecido, y en su lugar aparecen miradas furtivas, que en su mayoría se dirigen a
mí. El señor B se levanta para decir que de alguna manera debemos llamarnos. El humor del grupo es ahora un
compuesto de creciente ansiedad y frustración. Mucho antes de que me mencionen, se ve que mi nombre se ha
transformado en un motivo de preocupación. Abandonado a sus propios recursos, el grupo amenaza hundirse en la
apatía y el silencio.
A fin de lograr mis propósitos presentes pondré en evidencia aquellos aspectos del episodio que me sirven
para ilustrar el uso que hago del término grupo de trabajo. Podría hacer lo mismo dentro del grupo, pero ello
dependerá de mi apreciación del significado que el episodio tiene dentro del contexto de su vida mental, hasta
donde se ha manifestado en ese momento.
Primero, es evidente que si siete personas han de mantener una conversación, la discusión se vería facilitada
si los miembros se llamaran por sus nombres. En la medida en que la discusión ha surgido de la comprensión de
este hecho, es un producto de la actividad del grupo de trabajo. Pero el grupo ha ido más allá de la mera propuesta
de dar un paso que resultaría útil en cualquier grupo, con prescindencia de su objeto. Al proponerse el uso de los
nombres de pila se hizo referencia a que esto facilitaría la amistad. Creo adecuado decir que dentro del grupo del
que me ocupo, la amistad se considera de importancia fundamental para las necesidades terapéuticas. En el
momento en que el ejemplo fue tomado resultaría también exacto decir que tanto la objeción de la señorita D
como la solución propuesta por el señor E, pueden ser consideradas como dictadas por necesidades terapéuticas; y
de hecho señalo que las sugestiones se ajustaban a la teoría aún no formulada explícitamente, de que nuestras
enfermedades se curarían si el grupo pudiera ser conducido de manera que sólo experimentara emociones
agradables. Se verá que la demostración de la función del trabajo de grupo debe incluir: el proceso de desarrollo
del pensamiento que se intenta traducir en acción; la teoría, en este caso la necesidad de amistad, en la cual se
basa; la creencia en que el cambio de medio es en sí suficiente para curarse sin que se produzca un cambio
correspondiente en el individuo; y, por último, una demostración de la clase de hechos que se consideran como
“reales”. En el ejemplo que acabo de dar sucedió que luego pude demostrar que la función del grupo de trabajo,
aunque no la llamé así, basada en la idea de que la curación podía lograrse en un grupo que sólo experimentara
sentimientos agradables, no parecía haber producido la anhelada cura; y de hecho se veía obstruida por la
dificultad de traducirla a la acción, aparentemente simple, de asignar nombres.
Antes de pasar a la discusión de la naturaleza de las obstrucciones que sufre la actividad del grupo de
trabajo, quisiera mencionar una dificultad en la exposición de mis teorías, que creo ya se habrá puesto de
manifiesto. Describir un episodio del grupo, tal como el que he señalado, e intentar luego deducir de él algunas
teorías, sólo representa para mí el decir que tengo la teoría de que sucedió tal y tal cosa y que puedo decirlo de
nuevo, sólo que en diferente lenguaje. El único modo de que el lector pueda librarse del dilema, sería recordar el
caso de algún comité u otro tipo de reunión en el que haya participado, y considerar hasta qué punto encuentra allí
elementos que puedan apuntalar la existencia de lo que he llamado función del grupo de trabajo, sin olvidar la
estructura administrativa real, director y demás componentes, como material que debe ser incluido en tal revisión.
Las interpretaciones hechas en términos de la actividad del grupo de trabajo dejan mucho sin expresar. La
sugestión sobre el uso de seudónimos ¿ha sido motivada sólo con el propósito de encarar las demandas de la
realidad? Las miradas furtivas, la preocupación por la forma correcta de dirigirse al analista, que se hizo
manifiesta en seguida, no pueden ser interpretadas provechosamente como relacionadas con la función del grupo
de trabajo.
La actividad del grupo se ve obstruida, diversificada, y en ocasiones asistida por algunas otras actividades
mentales que tienen en común el atributo de poderosas tendencias emocionales. Estas actividades, que a primera
vista parecen caóticas, adquieren cierto grado de cohesión si admitimos que surgen de supuestos básicos comunes 32
a la totalidad del grupo. En el ejemplo que he dado, era fácil reconocer que un supuesto común a todo el grupo
consistía en que sus miembros estaban reunidos para recibir de mí cierta clase de tratamiento. Pero la
investigación de esta idea como parte de la función del grupo de trabajo, mostró que existían ideas investidas de
realidad por la fuerza de la emoción ligada a ellas que no conformaban siquiera las esperanzas algo ingenuas que
alimentaban conscientemente los miembros menos sofisticados. Por otra parte, aun los individuos sofisticados
(uno de los miembros, por ejemplo, era un diplomado en ciencias) mostraron con su comportamiento que
compartían estas ideas.
El primer supuesto consiste en que el grupo se reúne a fin de lograr el sostén de un líder de quien depende
para nutrirse material y espiritualmente y para obtener protección. Así establecido, mi primer supuesto básico
podría ser considerado como una repetición de lo que he señalado anteriormente: que el grupo supone “que sus
miembros se han reunido para recibir de mí alguna forma de tratamiento”, con la sola diferencia de estar
expresado en términos metafóricos. Pero lo esencial es que el supuesto básico sólo puede entenderse si las
palabras que he usado se toman en un sentido literal y no metafórico.
He aquí una descripción de un grupo terapéutico en que actúa el supuesto básico de dependencia, como lo
he llamado.
Estaban presentes tres mujeres y dos hombres. En una ocasión anterior el grupo había mostrado señales de
orientar la función del grupo de trabajo hacia la cura de las deficiencias de sus miembros; se podía suponer que
esta vez los miembros habían reaccionado con desesperación, colocando toda su confianza en mí para sortear sus
dificultades, mientras se conformaban con plantear problemas individuales, a los que yo debía darles solución.
Una mujer había traído chocolate, y tímidamente invitó a otra mujer, su vecina de la derecha, para que lo
compartiera. Un hombre estaba comiendo un sandwich. Un graduado en filosofía, que en sesiones anteriores
había expresado ante el grupo su falta de fe en Dios, y en toda religión, estaba sentado en silencio, como lo hacía
frecuentemente, hasta que una de las mujeres, con un dejo de aspereza en la voz, señaló que él no había hecho
preguntas. El aludido contestó: “Yo no necesito hablar porque sé que lo único que debo hacer es asistir a las
sesiones durante un tiempo bastante largo y todas mis interrogaciones serán respondidas sin que deba hacer nada”.
Dije entonces que me había transformado en una especie de deidad del grupo; que las preguntas se me
dirigían como si fuera alguien que podía saber las. respuestas sin necesidad de apelar al trabajo, que el comer era
parte de una maniobra del grupo para alimentar una creencia que sus miembros deseaban conservar acerca de mí,
y que la respuesta del filósofo indicaba una negación de la eficacia de la oración, pero por otra parte parecía
desmentir sus afirmaciones anteriores donde había expuesto su descreimiento. Cuando comencé mi interpretación
no sólo estaba convencido de la verdad que ella encerraba, sino que estaba seguro de que podría convencer a los
otros al enfrentarlos con el conjunto del material, que puedo exponer sólo en parte dentro de este relato escrito.
Cuando hube terminado de hablar sentí que había cometido algún error; me rodeaban miradas desconcertadas. La
evidencia había desaparecido. Después de un tiempo, el hombre que había terminado su sandwich y guardado en
el bolsillo el papel cuidadosamente doblado, miró en derredor con las cejas levemente levantadas, interrogante.
Una mujer me miró con expresión tensa; otra, con las manos recogidas observaba el piso en forma meditativa.
Comenzó a robustecerse en mí la convicción de que había sido culpable de blasfemia dentro de un grupo de
verdaderos creyentes. El segundo de los hombres, con los codos sobre el respaldo de la silla, jugaba con los
dedos. La mujer que estaba comiendo tragó con rapidez el resto de su chocolate. Interpreté ahora que me había
transformado en una persona muy mala al arrojar dudas sobre la deidad del grupo, pero que esto había traído
como consecuencia un aumento de la ansiedad y la culpa en la medida en que el grupo había fracasado en
desligarse del acto impío.
En este relato he hecho hincapié en mis propias reacciones por una razón que más adelante espero se haga
patente. Puede afirmarse con justicia que las interpretaciones cuyas mayores evidencias se apoyan no en los
hechos observados en el grupo, sino en las reacciones subjetivas del analista, tienen mayor posibilidad de
encontrar su explicación en la psicopatología del analista que en la dinámica del grupo. Se trata de una crítica
justa, una crítica que tendrá que ser confrontada a través de muchos años de trabajo cuidadoso realizado por más
de un analista, pero por esta misma razón la dejaré a un lado y pasaré a plantear un argumento que sostendré a
través de este capítulo.
En el tratamiento de grupo muchas interpretaciones, y entre ellas las más importantes, se basan en la fuerza
de las propias reacciones emocionales del analista. Creo que estas reacciones dependen de que el analista es 33
dentro del grupo el recipiente de lo que Melanie Klein llamó identificación proyectiva, siendo este mecanismo
muy importante en los grupos. Ahora bien, la experiencia de la contratransferencia, de acuerdo con mi criterio,
tiene una cualidad muy distinta que capacitaría al analista para distinguir cuándo es objeto de una identificación
proyectiva y cuándo no lo es. El analista siente que lo están manejando para que desempeñe un papel, aunque sea
difícil de reconocer, en la fantasía de alguien, o lo sentiría si no fuese por algo que sólo puedo llamar una pérdida
temporaria de “insight”, una sensación de experimentar poderosos sentimientos, y al mismo tiempo una creencia
de que su existencia está adecuadamente justificada por la situación objetiva, sin recurrir a la explicación
recóndita de su génesis.
Desde el punto de vista del analista, la experiencia está constituida por dos fases estrechamente
relacionadas: en la primera existe un sentimiento de que, sea lo que fuere lo que uno ha hecho, por cierto no ha
ofrecido una interpretación correcta; en la segunda surge el sentimiento de ser una clase especial de persona
dentro de una singular situación emocional. Creo que la primera condición del analista en el grupo consiste en la
habilidad para sacudirse ese entorpecedor sentimiento de realidad que es concomitante a este estado. Si puede
lograrlo, estará en posición adecuada para dar lo que creo que es la interpretación correcta y, en consecuencia,
para ver sus conexiones con la interpretación previa, de cuya validez lo hicieron dudar.
Debo volver a considerar el segundo supuesto básico. Igual que el primero, éste también se relaciona con el
propósito del grupo. Mi atención fue reclamada en un principio por una sesión durante la cual la conversación fue
monopolizada por un hombre y una mujer, que aparentemente ignoraban al resto del grupo. Las miradas que
ocasionalmente se intercambiaban los otros miembros parecían sugerir la opinión, no tomada muy seriamente en
consideración, de que la relación era amorosa, aunque apenas podría decirse que el contenido manifiesto de dicha
conversación fuera muy distinto de los otros intercambios dentro del grupo. Sin embargo, quedé impresionado por
el hecho de que ciertos individuos, que generalmente eran sensibles a cualquier manifestación que los excluyera
de la actividad supuestamente terapéutica, que en este momento consistía en hablar y obtener una “interpretación'
mía o de algún otro miembro del grupo, no parecieron dar importancia al hecho de dejar la escena enteramente a
disposición de dicha pareja. Más adelante se hizo evidente que el sexo de la pareja no tenía influencia en la
suposición de que se estaba produciendo un proceso de emparejamiento. Estas sesiones se dieron en una
atmósfera de esperanza y expectación peculiares que las diferenciaba mucho de aquellas reuniones ordinarias
donde el tiempo transcurría entre el aburrimiento y la frustración. No debe suponerse que los elementos sobre los
que haga recaer la atención, bajo el título de grupo de emparejamiento, se manifiestan en forma exclusiva o aun
predominante. En verdad existen pruebas numerosas de estados mentales del tipo que nos es familiar en
psicoanálisis; resultaría realmente extraordinario si, para tomar un ejemplo, uno no viera en los individuos
evidencia de reacción ante una situación de grupo que pudiera aproximarse a una representación de la escena
original. Pero, en mi opinión, si permitimos que nuestra atención se vea absorbida por tales reacciones, cualquier
observación de lo que es específico del grupo se vería obstaculizada; pienso, además, que una concentración de tal
naturaleza puede conducir, en el peor de los casos, a una falsificación del psicoanálisis antes que a una
exploración de las posibilidades terapéuticas de un grupo. Por lo tanto, el lector debe suponer que en esta
situación, como en otras, habrá siempre una gran cantidad de material familiar al psicoanálisis, pero que todavía
espera su evaluación en la situación de grupo. Propongo que por el momento se ignore este material, y me
dedicaré ahora a una consideración de la atmósfera de expectación llena de promesas que he mencionado como
una característica del grupo de emparejamiento. Con frecuencia esto encuentra expresión verbal en ideas que
apoyan la opinión de que el matrimonio pondrá fin a las incapacidades del neurótico; que cuando la terapia de
grupo se haya extendido suficientemente, revolucionará la sociedad; que la próxima estación: primavera, verano,
otoño o invierno, cualquiera sea el caso, será más agradable; que se debería desarrollar una nueva clase de
comunidad -un grupo mejorado-, y otras ideas por el estilo. Esas expresiones tienden a dirigir la atención a un
acontecimiento supuestamente futuro, pero para el analista el problema a resolver no reside en un acontecimiento
futuro, sino en el presente inmediato- el sentimiento de esperanza en sí mismo. Este sentimiento es característico
del grupo de emparejamiento y debe tomarse como una evidencia de que el grupo de emparejamiento existe, aun
cuando aparentemente no haya otra prueba. Es, a la vez, un precursor de la sexualidad y una parte de ésta. Las
ideas optimistas que hallan su expresión verbal son racionalizaciones que intentan lograr un desplazamiento en el
tiempo y un compromiso con los sentimientos de culpa; gozar de dicho sentimiento se justifica porque apela a un
resultado que se supone como moralmente libre de toda objeción. Así, los sentimientos ligados al grupo de 34
emparejamiento son el polo opuesto a los sentimientos de odio, destrucción y desesperación. Para que estos
sentimientos de esperanza se sostengan es esencial que el “líder” del grupo, a diferencia del líder del grupo de
dependencia y del grupo de ataque-fuga, no haya nacido. Será una persona o una idea la que salvará al grupo -de
hecho lo librará de los sentimientos de odio, destrucción y desesperación que surjan en el propio grupo o en otro-,
pero a fin de lograr esto, es obvio que la esperanza mesiánica no debe verse realizada. La esperanza sólo persiste
cuando permanece como esperanza. La dificultad está en que, debido a la racionalización que el grupo hace de su
naciente sexualidad, de la premonición del sexo que se impone como esperanza, haya en el grupo de trabajo una
tendencia a dejarse influenciar por el sentido de producir un Mesías, sea éste una persona, una idea o una utopía.
En la medida en que lo logra, la esperanza se desvanece; pues es evidente que ya entonces no hay nada que
esperar, y, dado que la destrucción, el odio y la desesperación no se han visto radicalmente influidos, su presencia
se hace sentir nuevamente. Esto, a la vez, aumenta el debilitamiento de la esperanza. Si, con fines de discusión,
aceptamos la idea de que el grupo debiera ser manejado de manera que se mantenga la esperanza, sería necesario
que aquellos que tengan un interés propio en tal tarea (tanto en función de su capacidad como de miembros de un
grupo especializado de trabajo -tal como lo describiré en breve- o en función de individuos), procuren que las
esperanzas mesiánicas no se materialicen. Por supuesto, existe el peligro de que tales grupos especializados de
trabajo puedan pecar por un exceso de celo, y en consecuencia, interfieran con la función espontánea, creativa, del
grupo de trabajo, o bien que se anticipen a sí mismos y se aboquen a la dolorosa necesidad de destruir al Mesías y
recrear luego la esperanza mesiánica. El problema que debe enfrentarse dentro del grupo terapéutico consiste en
capacitar al grupo para que esté conscientemente alerta a los sentimientos de esperanza y sus conexiones, y al
mismo tiempo los tolere.
El tercer supuesto básico es que el grupo se ha reunido para luchar por algo o para huir de algo. Está
preparado para hacer cualquiera de las dos cosas indiferentemente. A este estado mental yo lo llamo grupo de
ataque-fuga; dentro de un grupo en tal estado se aceptará a aquel líder capaz de obtener del grupo qué aproveche
la oportunidad para escapar o para agredir. Si hace demandas que no se ajusten a esto, es ignorado. En un grupo
terapéutico el analista es el líder del grupo de trabajo. El apoyo emocional que él puede brindar está sujeto a
fluctuaciones en relación con el supuesto básico activo y con la medida en que sus actividades se ajusten a lo que
se requiere de un líder en esos diversos estados mentales. En el grupo de ataque-fuga el analista encuentra que sus
intentos para aclarar lo que está sucediendo se ven obstaculizados por la facilidad con que aquellas propuestas que
expresan odio a toda dificultad psicológica, o bien los medios por los cuales ésta puede ser evadida, obtienen
apoyo emocional. Debería señalar que dentro de este contexto, la propuesta para usar nombres de pila que
mencioné en el primer ejemplo pudo muy bien haber sido interpretada como una expresión del deseo de huida
dentro de un grupo de ataque-fuga, aunque, por razones ligadas con la etapa de evolución que el grupo había
alcanzado, yo la interpreté en términos de la función del grupo de trabajo.
Participar en una actividad de supuesto básico no requiere entrenamiento, experiencia ni madurez mental. Es
instantáneo, inevitable e instintivo; no he sentido la necesidad de explicar los fenómenos que he observado en el
grupo 1 para postular la existencia de un instinto gregario. En contraste con la función del grupo de trabajo, la
actividad de, supuesto básico no demanda del individuo una capacidad para cooperar, sino que depende del grado
en que los individuos posean aquello que he llamado valencia, término que tomé de la física para expresar la
capacidad que poseen los individuos para combinarse entre sí instantánea e involuntariamente y compartir y
actuar de acuerdo con el supuesto básico. La función del grupo de trabajo está siempre en relación con un
supuesto básico, y sólo con uno. Aunque la función del grupo de trabajo pueda permanecer inalterable, el
supuesto básico concomitante implícito en sus actividades puede cambiar frecuentemente. Pueden producirse dos
o tres cambios en una hora, o bien el mismo supuesto básico puede predominar durante meses. Para explicar el
destino de los supuestos básicos que no están en actividad he postulado la existencia de un sistema protomental
dentro del cual la actividad física y mental está indiferenciada, y permanece fuera del campo que ordinariamente
se considera adecuado para las investigaciones psicológicas. Debe tenerse presente que el hecho de que un campo
sea adecuado para la investigación psicológica depende de otros factores además de la naturaleza del campo a
investigar. Uno de ellos es la fuerza que posea la técnica de investigación psicológica. El reconocimiento del 35
campo de la medicina psicosomática demuestra la dificultad con que tropieza el intento de determinación de la
línea que separa los fenómenos psicológicos de los físicos. Por lo tanto, propongo dejar indeterminados los límites
que separan el supuesto básico activo de aquellos que he dejado relegados al hipotético sistema protomental.
Muchas técnicas son de uso diario para la investigación de la función del grupo de trabajo. Considero que el
psicoanálisis, o ciertas extensiones de la técnica que derivan directamente de aquél, son esenciales. Pero dado que
las funciones del grupo de trabajo están siempre ligadas con los fenómenos de supuesto básico, es evidente que
las técnicas que ignoren a estos últimos darán una impresión equivocada de las primeras.
Las emociones asociadas con el supuesto básico pueden ser descritas con los términos usuales: ansiedad,
temor, odio, amor y otros similares. Pero las emociones comunes a cualquiera de los supuestos básicos se
influencian entre sí en forma sutil como si constituyeran una combinación peculiar del supuesto básico en
actividad. Es decir, que la ansiedad dentro de un grupo dependiente tiene una cualidad diferente de la Ansiedad
que se manifiesta en el grupo de emparejamiento, y lo mismo ocurre con otros sentimientos.
Todos los supuestos básicos incluyen la existencia de un líder, aunque, como lo he dicho, en el grupo
apareado el líder sea no-existente, es decir, no haya nacido. Este líder no necesita identificarse con ningún
individuo del grupo; no necesita en absoluto ser una persona, sino que puede estar identificado también con una
idea o un objeto inanimado. En el grupo dependiente el lugar del líder puede ser ocupado por la historia del grupo.
Un grupo que se queja por su falta de habilidad para recordar lo que había sucedido en ocasiones previas, se
estabiliza al hacer un registro de sus reuniones. Este registro se transforma así en una “biblia” a la cual se apela si,
por ejemplo, el individuo que ha sido investido por el grupo para desempeñar el liderazgo demuestra ser material
refractario para ajustarse á las características propias del líder dependiente. El grupo recurre al dictado de una
“biblia” cuando se siente amenazado por una idea cuya aprobación significaría evolución por parte de los
individuos que constituyen el grupo. Tales ideas engendran fuerza emocional y excitan una oposición también
emocional, por su asociación con características adecuadas al líder del grupo de ataque-fuga. Cuando un grupo de
dependencia o de ataque-fuga está en actividad, se origina una lucha para suprimir la idea nueva, ya que se
considera que la aparición de una idea nueva amenaza el statu quo. En una situación de guerra, la idea nueva -ya
se trate de un tanque o de un nuevo método para selección de oficiales- se considera como una novelería, opuesta,
por lo tanto, a la biblia militar. Dentro de un grupo dependiente la idea nueva se ve como una amenaza al líder de
dependencia, sea este líder una “biblia” o una persona. El fenómeno resulta verdadero aun dentro del grupo de
emparejamiento, pues, como he dicho antes, la idea o persona nueva, al ser equiparada con el genio no-existente o
Mesías, no debe nacer si es que ha de llenar la función que demanda este grupo.
El cambio en la mentalidad del grupo no necesita obedecer a desplazamientos de un supuesto básico a otro y
puede tomar ciertas formas aberrantes que dependen del supuesto básico que esté en actividad cuando la tensión
aumenta. Estas formas aberrantes envuelven siempre a un grupo externo. Si el grupo dependiente está en
actividad y es amenazado por la presión que ejerce el líder del grupo de emparejamiento -quizás en la forma de
una idea que está teñida con esperanza mesiánica-, cuando métodos tales como el recurrir a una biblia resultan
inadecuados, se conjura la amenaza provocando la influencia de otro grupo. Si está en actividad el grupo de
ataque-fuga se tiende a absorber a otro grupo. Si el grupo de emparejamiento está en actividad, la tendencia es
hacia la escisión. Esta última reacción puede parecer extraña, a menos que se recuerde que en el grupo apareado la
esperanza mesiánica, ya se trate de una persona o una idea, debe permanecer en el plano de lo irrealizable. El
núcleo de la cuestión reside en que una idea nueva amenaza reclamar evolución, y los grupos de supuesto básico
están incapacitados para tolerar dicha evolución. Más adelante presentaré las razones de este fenómeno.
Existen algunos grupos especializados de trabajo, sobre los que Freud, ha llamado la atención, aunque no les
diera tal nombre, cuya tarea es especialmente proclive a estimular la actividad de un determinado supuesto básico.
El Ejército y la Iglesia son señalados como dos grupos típicos de esta naturaleza. Una iglesia tiende a verse
interferida por fenómenos de grupo de dependencia, y un ejército muestra una propensión similar por los 36
fenómenos del grupo ataque-fuga. Pero debe también considerarse la posibilidad de que esos grupos reciban un
impulso que parta del grupo principal del que forman parte, cuyo propósito específico consista en neutralizar al
grupo de dependencia y al grupo ataque-fuga respectivamente, y de esa manera impedir que la función de grupo
de trabajo, del grupo principal, se vea obstaculizada por aquéllos. Si adoptamos la última hipótesis, el hecho de
que la actividad del grupo de dependencia o del grupo de ataque-fuga deje de manifestarse dentro de los grupos
especializados de trabajo o que por el contrario crezca hasta alcanzar un poder fuera de lo común, debe verse
como un fracaso del grupo especializado de trabajo. En cualquiera de los casos mencionados, el resultado es el
mismo: el grupo principal tiene que hacerse cargo de las funciones propias del grupo especializado de trabajo, y
además desempeñar sus propias funciones. Si el grupo especializado de trabajo no enfrenta, o no puede hacerlo,
los fenómenos del supuesto básico que son de su incumbencia, las funciones de grupo de trabajo del grupo
principal estarán viciadas por la presión que ejercen dichos supuestos básicos. Si la función del grupo de trabajo
consiste esencialmente en transformar los pensamientos y sentimientos en una conducta que se ajuste a la
realidad, esta función está mal adaptada para dar expresión a los supuestos básicos. Estos se tornan peligrosos en
la medida que se intente traducirlos en acción. En verdad, el grupo especializado de trabajo tiende a reconocer
este hecho, lo que se ve a través de los esfuerzos que realiza para llevar adelante el proceso inverso, es decir,
traducir la acción en términos de la mentalidad propia del supuesto básico - un procedimiento mucho menos
arriesgado. Así, cuando una realización de notables características, fruto de la función del grupo de trabajo, es
presentada ante una iglesia, ésta inducirá al grupo a dar gracias a su deidad y no a su capacidad para realizar una
difícil tarea en el plano de la realidad, non nobis, Domine. Desde el punto de vista de facilitar el funcionamiento
del grupo de trabajo, la Iglesia, próspera y triunfante, debe combinar el robustecimiento de la creencia religiosa
con la insistencia de que ésta no se lleve a la acción. Si la lucha cumple exitosamente su objetivo, se favorecerá la
creencia de que todo se puede lograr por la fuerza, cuidando que ésta nunca se use. En ambos casos se demuestra
que la mentalidad de supuesto básico no se presta para la acción, dado que la acción requiere la función del grupo
de trabajo para mantener el contacto con la realidad. Dentro del pequeño grupo terapéutico cuando el grupo de
dependencia está en actividad, existe la tendencia a producir un subgrupo que toma sobre sí la función de
interpretar ante el grupo al líder del grupo dependiente, representado generalmente por el analista. Dentro del
grupo de ataque-fuga existe un subgrupo que desempeña una función similar. Si el analista resulta material reacio,
está expuesto a evocar aquellas reacciones que anteriormente he descrito como asociadas con la amenaza que
representa una nueva idea.
He dicho que la aristocracia puede ser el grupo de trabajo especializado, que llena, para el grupo de
emparejamiento, funciones similares a las de la Iglesia o el Ejército con relación a los grupos de dependencia y de
ataque-fuga, respectivamente.
La función que desempeña este subgrupo consiste en ofrecer una salida para sentimientos centrados en
ideas de raza y nacimiento, es decir, para la esperanza mesiánica que, como he sugerido anteriormente, es
precursora del deseo sexual, sin que provoque nunca el temor de que tales sentimientos originen un hecho que
exija una evolución posterior. La aristocracia debe inspirar esperanza mesiánica, pero, al mismo tiempo, confianza
en que, si el líder del grupo de emparejamiento se materializa, nacerá en un palacio, pero será semejante a
nosotros -probablemente el término actual más adecuado para expresar la cualidad deseada, dentro del lenguaje
convencional, sea el de “democrático”-. En el grupo terapéutico el subgrupo “aristocrático” contribuye
generalmente a que el grupo comprenda que la idea nueva es en realidad una idea con la cual ya están
completamente familiarizados.
Al hablar de la mentalidad del supuesto básico deberemos mencionar dos características sobre las que llamaré
la atención. El tiempo no tiene que ver con ella; es una dimensión de la función mental no reconocida; por tanto,
todas las actividades que reclaman conciencia del tiempo son captadas imperfectamente y tienden a provocar
sentimientos de persecución. Las interpretaciones de la actividad en el nivel de los supuestos básicos revelan una
relación distorsionada con el tiempo. La segunda característica consiste en la ausencia de todo proceso de
evolución como parte de la mentalidad del supuesto básico; los estímulos para el desarrollo reciben una respuesta 37
hostil. Podrá comprobarse que éste es un asunto de importancia en cualquier grupo cuyo propósito sea promover
por medio del estudio del grupo un desarrollo terapéutico del “insight”. La hostilidad así engendrada tiende a
determinar que la reacción ante la aparición de la persona o idea mesiánica tome una forma aberrante, y no que
evolucione cíclicamente de un supuesto básico a otro. Porque, si un grupo desea impedir el desarrollo, la manera
más simple de lograrlo es abandonarse a la mentalidad del supuesto básico, y acercarse así al tipo de vida mental
que no requiere capacidad de desarrollo. La mayor compensación que se puede obtener por tal cambio parece
consistir en el aumento de un placentero sentimiento de vitalidad.
Podemos apreciar la defensa que la escisión representa contra la amenazadora idea del desarrollo en la
dinámica de los grupos cismáticos, que ostensiblemente se oponen, pero que en realidad procuran el mismo fin.
Un grupo se adhiere al grupo dependiente, con frecuencia en la forma de “biblia” grupal. Este grupo populariza
las ideas establecidas al despojarlas de cualquier elemento que requiera esfuerzos penosos, y de esta manera se
asegura la adhesión numerosa de los que se oponen al sufrimiento que significa la evolución. El pensamiento se
estabiliza así en un nivel que es trivial y dogmático. El grupo recíproco, que aparentemente apoya la idea nueva,
se hace tan exigente en sus demandas, que cesa de renovarse. Así, ambos grupos evitan el choque doloroso entre
lo primitivo y lo sofisticado, que constituye la esencia del conflicto evolutivo. Los cismáticos superficiales, pero
numerosos, se oponen así a los cismáticos profundos, pero desdeñables des de el punto de vista numérico. El
resultado recuerda el temor, a veces expresado, de que eventualmente la sociedad se reproduzca abundantemente a
través de sus miembros menos cultivados, mientras la gente “mejor” permanece obstinadamente estéril.
Podemos retomar ahora los tres grupos de supuesto básico y el grupo de trabajo para comprobar si no pueden
resolverse en algo más fundamental. Aun concediendo que el postulado de los supuestos básicos contribuye a dar
forma y significado al complejo y caótico estado emocional que el grupo descubre ante el participante dado a la
investigación, no existe una explicación razonable de por qué deben existir tales supuestos. Es evidente que
ninguno de los tres supuestos básicos alivia el temor del grupo y sus emociones; de otra manera no se produciría
ningún cambio de un supuesto básico a otro, y no se formarían los correspondientes grupos especializados de
trabajo que ya he descrito. Cada uno de los tres supuestos incluye la idea de un líder. El grupo ataque-fuga
muestra un total desconocimiento de la comprensión como técnica. Todos sus miembros se oponen al desarrollo,
que en sí depende de la comprensión. El grupo de trabajo, por el contrario, reconoce ambas necesidades:
comprensión y desarrollo. Si consideramos los grupos especializados de trabajo, los tres se ocupan de asuntos que
parecen residir fuera del ámbito del supuesto básico con el que se relacionan fundamentalmente. Así, el grupo
especializado de trabajo que funciona de acuerdo con el supuesto básico de dependencia, no está exento de
preocupaciones ligadas con ideas mesiánicas que parecerían corresponder con más propiedad al grupo de
emparejamiento. En este caso los esfuerzos parecen estar dedicados a un Mesías nacido como hijo ilegítimo en un
lecho de juncos o en un pesebre, uno de cuyos padres es del más elevado rango (la hija de un Faraón o la Deidad
misma) y otro más humilde. En el grupo de emparejamiento el subgrupo aristocrático permite padres de elevado
rango, y cuna palaciega, pero el niño es notable sólo por identificarse con el resto de nosotros. Al analizar los
hechos, parece que lo difícil es combinar amor sexual, padres de igual nivel, un niño como nosotros, la esperanza
mesiánica -que yo considero como componente esencial del amor sexual-, y una compulsión hacia el desarrollo
que reclama en sí la capacidad de comprensión. El grupo ataque-fuga expresa un sentimiento de incapacidad para
la comprensión y el amor sin el cual, por otra parte, la comprensión no puede existir. Pero el líder del grupo
ataque-fuga vuelve a poner a la vista uno de los componentes temidos, una aproximación al padre temido o al
niño.
Por otra parte, los tres grupos de supuesto básico parecen ser, a la vez, agregados de individuos que
comparten entre sí las características de uno de los personajes de la situación edípica, que son dependientes de
cualquiera de los supuestos básicos que esté en actividad. Este paralelo con los personajes de la situación edípica
está, sin embargo, marcado por divergencias importantes. La relación parece darse entre el individuo y el grupo.
Pero el grupo es sentido como un individuo fragmentado, dentro del cual hay otro escondido, en reserva.
El individuo oculto es el líder, y aunque esto parece contradecir la afirmación constantemente reiterada de 38
que el analista es el líder, la contradicción se resuelve si recordamos que en el grupo terapéutico el analista es el
líder del grupo de trabajo, y que si bien se supone que él es quien desempeña el liderazgo, aparentemente se lo
percibe como líder sólo en raras ocasiones. De acuerdo con mi experiencia, muy frecuentemente se me dice que
no tomo parte en el grupo o que nunca doy una oportunidad para que el grupo conozca mis opiniones, aunque
probablemente yo hable más que ningún otro. Lo esencial aquí, como siempre en un grupo, consiste en el
sentimiento que acompaña a la idea expresada, y vuelvo a subrayar el hecho de que, si bien se supone que soy el
líder del grupo, no se me percibe como tal.
He indicado ya que dentro del plano emocional, en aquellas situaciones donde los supuestos básicos son
dominantes, se pueden percibir en el material las figuras edípicas tal como sucede en un psicoanálisis. Pero ellas
incluyen un componente, poco tenido en cuenta, del mito de Edipo: la esfinge. En la medida en que se me
considera el líder en la función de grupo de trabajo, y el reconocimiento de este hecho raramente falta, tanto yo
como la función del grupo con la cual me identifico, somos investidos de sentimientos que serían completamente
apropiados en relación con la enigmática e inquisitiva esfinge de la que emana el desastre. Algunas veces, cuando
mis intervenciones han provocado mayor ansiedad que la usual, se emplean ciertos términos que casi no requieren
interpretación para que el grupo capte la similitud. No conozco ninguna otra experiencia que demuestre más
claramente el terror que suscita una actitud inquisitiva que la experiencia grupal. Esta ansiedad no sólo se dirige
hacia el que interroga, sino también hacia el objeto de la interrogación y, según sospecho, es secundaria con
relación al último. Pues el grupo, al ser en sí mismo el objeto de la interrogación, origina temores de una
naturaleza extremadamente primitiva. Mi impresión es que el grupo se aproxima estrechamente, en las mentes de
los individuos que lo componen, a fantasías muy primitivas con respecto al contenido del cuerpo materno. El
intento de realizar una investigación racional de la dinámica del grupo, se ve, en consecuencia, perturbado por
temores y por mecanismos que surgen a fin de enfrentarlo y que son característicos de la posición
esquizoparanoide. La investigación no puede ser llevada acabo sin estimular y activar estos niveles.
RESUMEN
Antes de considerar los puntos de vista del psicoanálisis con relación al grupo, pienso que es necesario
resumir las teorías que he expuesto hasta aquí. Debe recordarse que en forma deliberada intenté, en la medida en
que ello es posible para un psicoanalista que admite que se ha propuesto investigar el grupo por medio de
intuiciones desarrolladas psicoanalíticamente, dejar a un lado todas las teorías psicoanalíticas dé grupo
precedentes, a fin de lograr una perspectiva desprejuiciada. Como resultado, he llegado a una teoría de grupo que
pone en evidencia que las funciones del grupo de trabajo se dan junto a un comportamiento, con frecuencia
fuertemente teñido con elementos emocionales, que sugería que los grupos reaccionaban emocionalmente a uno
de los tres supuestos básicos. La idea de que tales supuestos básicos surgen en forma involuntaria, automática e
inevitable, ha parecido útil para iluminar la conducta del grupo. Sin embargo, existen muchos elementos que
sugieren que estos aparentes “supuestos básicos” no pueden ser considerados como estados mentales bien
diferenciados. Con esto no pretendo sostener que sean explicaciones “básicas” que aclaren todo el
comportamiento del grupo -lo que sería en verdad un disparate-, sino que, aun cuando sea posible diferenciar con
razonable certeza un estado de los otros dos, cada uno de ellos participa de una cualidad que pareciera ser en
cierto sentido el dual o la recíproca de uno de los otros dos, o quizás, simplemente, otro aspecto de lo que había
sido considerado como un supuesto básico distinto. La esperanza mesiánica del grupo de emparejamiento, por ej.,
guarda cierta similitud con la deidad del grupo dependiente. Puede que esto sea difícil de ver, dado que el tono
emocional es muy diferente. Como he dicho, dentro de cada grupo de supuesto básico encontramos ansiedad,
temor, odio, amor. Es probable que se produzca una modificación de los sentimientos al combinarse con el
respectivo grupo de supuesto básico, pues el “cemento”, por así decir, que los liga unos con otros está constituido
por culpa y depresión, en el grupo dependiente; por esperanza mesiánica, en el grupo de emparejamiento; y por
disgusto y odio, en el grupo de ataque-fuga. De cualquier manera, la consecuencia es que el contenido mental
implícito en la discusión puede aparecer como un resultado engañosamente distinto dentro de los tres grupos. En
ocasiones es posible apreciar que el genio nonato del grupo de emparejamiento es muy similar al dios del grupo
dependiente; en verdad, en aquellas ocasiones en que el grupo dependiente apela a la autoridad de un líder del 39
“pasado” se aproxima muy estrechamente al grupo apareado, que apela a un líder “futuro”. En ambos el líder no
existe; sólo existe una diferencia de tiempo y una diferencia en la emoción.
Insisto sobre estos puntos para mostrar que la hipótesis de los supuestos básicos que he formulado no puede
ser considerada como una fórmula rígida.