Libro: "Un Año Sin Botellón"

Libro Andres Villena.
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Andrés Villena
Un año sin botellón
PLANETA ROJO
© Andrés Villena
© De esta edición: Planeta Rojo
Edita: Planeta Rojo
Imprime: Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga

I.S.B.N.:
Depósito legal:
Prólogo
Siempre compro el mismo periódico, el que me parece más

imparcial y objetivo, esto es, el que dice lo que me agrada
oír sobre cualquier cuestión. Formo parte de cierto sector
del gran público, porque en éste hay diversos sectores igual
que en el mercado hay una variedad de opciones para que
cada uno elija conforme a su libre albedrío. No diré si soy
de izquierdas o de derechas —si prefiero la Pepsicola o la
Cocacola—; pero siempre voto, porque votar es un derecho
y un deber (¿verdad que nunca han oído ustedes esta últi-
ma expresión?). En fin, al margen de la parroquia de la que
sea feligrés, pertenezco a esa inmensa mayoría absoluta que
subyace a todas las diferencias, y me siento satisfecho al
advertir que mi opinión sobre cualquier asunto aparece
reflejada siempre en las encuestas dentro de algún compar-
timento. Soy un dechado de lo que todo el mundo debe
pensar y decir en sus diversas variedades posibles, porque,
eso sí, yo tengo mi propia opinión. Y, además, soy muy crí-
tico con todo lo que se deba criticar.
Esta tarde he terminado de leer una colección de artículos
de un joven impertinente que no ha parado de chincharme
con una aguja de hacer punto diciéndome que ya está bien:
que ya está bien de decir lo mismo y de escuchar lo mismo
y de ser una persona tan calculable. En algún momento me

he sentido incómodo y he debido removerme sobre mi
asiento para cambiar de postura y desentumecer mis miem-
bros. Acabo de ponerme con la cabeza tocando el suelo y
con las piernas sobre el espaldar: vaya, me encuentro mejor.
Veamos qué se me ocurre para escribir este prólogo.
Ser crítico, como hablar de sexo ante el público, reporta al
sujeto parlante un sello de incuestionable modernidad en
una época que maldice las tinieblas y ha llegado —¡qué
afortunados somos!— a alcanzar una conciencia clara de
los valores supremos. Todo individuo biempensante es hoy
crítico necesariamente; por eso todos somos muy críticos.
Pero ya está bien de condenar lo que todo el mundo vitu-
pera cualquiera que sea su adscripción. ¿Quién puede estar
de acuerdo hoy con la Inquisición o con la expulsión de los
moriscos o con los golpes de Estado?; ¿y quién puede ver
bien que la gente se muera de hambre o de sida o de bom-
bas? Hasta quienes las violan han firmado todas las declara-
ciones de derechos humanos habidas y por haber, y el
racismo se ha convertido en un rasgo de ordinariez insopor-
table, y quienes esta noche disfrutaremos de una apetitosa
cena protestamos contra el hambre en el mundo, y todos
amamos la dicha y la paz. Gran parte de la crítica llega
demasiado tarde, como el Mesías —un día después—, o
sirve solo para mostrar los buenos sentimientos y así culti-
varnos la imagen de ciudadano sensible y comprometido
que hoy se lleva. El pensamiento crítico, por el contrario,
solo merece ese nombre si se ceba sobre lo que ahora mis-
mo resulta tan obvio que ningún individuo normal osa
discutirlo; el pensamiento crítico es aquel que dinamita el
lugar común sobre el que se apoyan todas las diferencias, el

tópico absoluto, el tópico transcendental.
¿Qué debemos someter a crítica hoy día? Hagamos la pre-
gunta de otra manera, como un letrado en el juicio de una
película estadounidense (o americana, puesto que la Real
Academia ya admite dicho adjetivo en esa interesada acep-
ción): ¿qué resulta incuestionable para tirios y troyanos en
esta hora nuestra? Por ejemplo, la democracia y la libertad.
Pues he ahí uno de los temas que trata Villena Oliver en el
presente volumen. Bajo ese dogma, incuestionable, vegeta
una “democracia incolora, inodora e insípida” donde los
centros de decisión no se encuentran en ese pueblo sobe-
rano que se entretiene viendo la tele y atendiendo a los
temas de actualidad; donde la militancia política se asemeja
a la pasión del forofo de fútbol o a la admiración del fan de
una estrella del espectáculo; donde los grupos políticos se
integran en el sector terciario de la economía como empre-
sas que compiten incesantemente entre sí para lograr clien-
tes; donde la libertad de expresión responde a la lógica de
un mercado libre (o libre mercado, para seguir la costum-
bre) en que todo —capitales, información, productos y
fuerza de trabajo— deben circular sin intervenciones que
coarten la expansión creadora y la iniciativa privada...
—Pero, oiga, ¿acaso prefiere usted el retorno a una dictadu-
ra, con el trabajo que nos costó enterrarla?
—No, por Dios, ¡hasta ahí podíamos llegar! ¿Qué persona
que no esté en Babia puede defender un régimen político
obsoleto e innecesario ya que la democracia es un sistema
de control más adecuado en el presente?
—Pues ¿adónde quiere usted ir a parar?
—Se trata simplemente de remover el suelo de lo que es

obvio, al menos para no caer en el narcisismo de la satisfac-
ción, porque contra este ñoño beaterío —como contra cual-
quier beaterío, laico o religioso— entran ganas de
blasfemar. Cuando nos dedicamos a rendir culto a lo evi-
dente, ocultamos las realidades, prolongamos la gran men-
tira y limitamos la posibilidad de pensar algo nuevo.
En Villena Oliver hay una honesta e inteligente voluntad
de disolver los velos encubridores de la vida, tantas veces
suplantada por el discurso previsible y correcto. Se trata de
liquidar los mitos vigentes, como el de las dos Españas o el
de la España Una (no demasiado grande, pero al fin libre,
sin duda), y el de las identidades nacionales, o de cualquier
otro tipo, que aborregan a las gentes en una unidad de
destino en lo universal, y todos esos centros de interés que
dejan al margen la vida con sus verdaderos problemas y
anhelos. Y se trata también de poner al descubierto la mise-
ria anodina de los rituales consuetudinarios, patente en los
entusiasmos populares, en los tópicos de discusión, en la
opinión de las buenas personas, en los discursos institucio-
nales, en las pancartas de las manifestaciones programadas
por el color, por la pose o por el calendario..., y en tantas
otras cosas que forman parte del gran espectáculo. Nuestro
articulista emplea la ironía, la gracia y la agudeza de lengua-
je para buscar nuevos puntos de vista, porque el pensa-
miento crítico tiene que mirar por arriba y por abajo para
dejar en cueros vivos las vergüenzas y las desvergüenzas.
El libro acaba hablando de gatos que van camino de vol-
verse cinéfilos (¡cómo estará el patio de butacas y el galline-
ro!), de medusas planificadoras que hielan la sangre y el
sueño, de perros que no comulgan con ruedas de molino, y

de pollos reivindicadores (ya verán ustedes de qué). Aquí la
sátira alcanza su punto culminante de inteligencia y
exquisitez, y el lector siente el final del libro como una
muerte en plena juventud, cuando todavía quedan muchas
ganas de vivir, quiero decir de seguir leyendo unos cuantos
artículos más.
Para cambiar nuevamente de postura, voy a levantarme de
mi asiento y a estirar las piernas. Y como ya no tengo edad
de meterme en ningún botellón, me pegaré un buen lingo-
tazo en el primer tabernáculo que se tercie y donde se
pueda fumar, y volveré a mi casa paseando con cuidado de
que no me atropelle ningún coche, aunque el coche, al con-
trario del tabaco, no perjudica la salud.
Pedro M. Hurtado Valero

Introducción
El médico me lo dijo bien claro: “tienes que estar un año sin

beber, tu cuerpo no tolera bien el alcohol y te has pasado”.
Mientras a raíz del consejo recordaba, sonriendo, al perso-
naje de Sueños de un seductor, al que tampoco sentaba nada
bien el alcohol, el médico añadió: “además, beber arruina las
energías revolucionarias”. Sorprendido, me despedí del cole-
giado marxista-leninista y decidí que las mañanas de los
domingos serían algo diferentes a partir de entonces.
Junto con la ausencia del botellón en mi agenda sema-
nal llegó la de la televisión: el cacharro estaba viejo y la
calidad de la imagen hacía imposible el disfrute de los pro-
gramas, por lo que, para pasar mejor el tiempo, decidí
escribir e indagar aún más en la lectura. El resultado de
estas circunstancias son las páginas que siguen a esta
inusual introducción.
Durante este tiempo, han ocurrido muchas cosas en
España y en el mundo. Para conocer estos hechos, hemos
tenido que negociar con la infraestructura comunicativa: los
medios son los que nos permiten, de algún modo, entrar en
contacto con lo que puede estar sucediendo en el exterior.
Dada la naturaleza de estos medios de comunicación
–empresas privadas en su mayoría, con intereses hipotecados
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por el negocio de la publicidad–, la negociación de sentido

que realizamos constantemente con ellos no tiene por qué
producir un resultado veraz o ligado a la realidad. Es, por
esto, saludable consultar distintos medios para que, por la vía
del contraste de puntos de vista, podamos tener una mayor
seguridad de que la construcción mental que realizamos esté
más cerca de lo que realmente ha ocurrido. A pesar de ello,
muchas veces pasamos a estar incluso más lejos, y se puede
dar la paradójica situación de que alguien que no ha inten-
tado “<informarse”puede tener una opinión más cercana a lo
realmente acontecido. El trabajo del articulista o periodista
que pretende ser honesto (nunca objetivo) ha de tener siem-
pre estas enormes limitaciones en cuenta.
En este sentido, el presente trabajo pretende dar una
versión crítica de los acontecimientos ocurridos más recien-
temente, poniendo énfasis en la dimensión económica de
todo hecho, así como en la función de intermediario que la
industria mediática realiza constantemente. Hoy por hoy,
analizar un fenómeno político como una guerra sin atender
a los intereses económicos que puede haber detrás bien
puede convertirse en una ingenua pérdida de tiempo. La
utilización de la paz como antídoto de la guerra queda rele-
gada al nivel de la poesía más irresponsable e irreflexiva: se
convierte en un fin en sí mismo. Por otro lado, hay que tener
bien en cuenta que casi todo lo que conocemos hoy día nos
viene surtido por empresas privadas, especializadas en pro-
ducir un determinado conocimiento: hay que desmitificar
las fuentes de información por las que conocemos el mundo,
pues éstas, la mayoría de las veces, responden a una estruc-
tura de capital que sólo persigue unos objetivos de
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rentabilidad económica, de dominación y de poder. Esta

pesimista descripción no ha de hacernos caer en un desáni-
mo improductivo, sino que debe ser –y nada más que eso–
nuestro punto de partida, una ruptura con la forma de cono-
cer el mundo para, de algún modo, empezar a transformarlo.
Por todo esto, este libro examina de una forma peculiar
acontecimientos y tendencias recientes, como pueden ser la
crispación de la política española (o el nuevo modo de
hacer política en España) o las consecuencias del imperia-
lismo estadounidense, pasando por temas en teoría
irrelevantes como la canción del verano, el fenómeno
Fernando Alonso o algunas de las consecuencias de nues-
tra extrema fidelidad a los dictados de la moda. Un repaso
crítico a denigrados anti-paraísos, como Corea del Norte y
otros países dudosamente democráticos llevará al lector a
toparse con una extraña sección final: la de unos animales
que viven breves aventuras, de las que se extraen más refle-
xiones y críticas sobre la sociedad en que vivimos, a veces,
con un resultado sorprendente.
“Un año sin botellón” trata de casi todo lo ocurrido
durante 2005 y parte de 2006, pero nunca sobre el botellón.
Por esto, todo el que utilice este libro como una guía para
buscar una alternativa a la bebida, o crea en él como una
especie de salvación contra el alcoholismo, se verá amplia-
mente decepcionado. Por lo demás, es una opinión por
escrito de los hechos que han ocurrido durante este tiempo,
narrados con un análisis, si no correcto, sí sincero y dedicado.
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PARTE I
POLÍTICAMENTE CORRECTO
¿Qué es el pensamiento único?
Viene a ser todo un tópico ya, entre los periodistas menos

vinculados a los medios principales, hablar de pensamiento
único. Este fenómeno nos afecta a todos, interesados en la
política o no, pues ésta, al igual que el poder, subyace en casi
todas las actividades que llevamos a cabo en nuestra vida.
Detrás de todo orden social y económico se encuentra
un orden de ideas que lo fundamenta o justifica. En ocasio-
nes, como en la revolución rusa, al menos al principio, ese
orden de ideas fue el causante del cambio, esto es, iba por
delante. En otras, como el actual, es mera justificación de lo
que está pasando, de lo que se ha construido. Ante la era
actual de globalización de las comunicaciones, de elevación
a una importancia demiúrgica del comercio internacional y
privatización de prácticamente todos los servicios, el pen-
samiento, las ideas que sustentan el entramado
socio-económico son las del neoliberalismo. Ante estas
ideas, hoy nada se puede decir ni hacer.
El mercado, según estos nuevos gurús, es el método
más eficaz para asignar los recursos, y todo intento por
intervenir sobre él produce distorsiones y crisis económicas.
Por tanto, el desempleo es un factor prácticamente “natu-
ral”, que se puede achacar, como hiciera Malthus hace unos
siglos, al aumento de población. La pervivencia de lo eco-
nómico sobre cualquier otro factor -como los derechos
humanos, por ejemplo- es la nota predominante. Los
Estados Unidos son, en sus maniobras internacionales, un
constante ejemplo de esta máxima. Este movimiento, esta
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incontestable forma de pensar, única pues todo se globali-

za, tiene su refuerzo tras la caída del muro de Berlín y la
muerte de la fracasada alternativa al capitalismo, el socialis-
mo real. Para colmo, los medios de comunicación, reinantes
hoy día, se limitan a recordarnos mediante la censura y la
omisión este pensamiento. Sólo debemos consumir y pres-
tar atención a nuestro mundo, el desarrollado y próspero, en
el que todo va estupendamente. Para ello, Gran Hermano,
la liga de fútbol, el cine espectacular-ruidoso y otros pro-
gramas-espectáculo como los propios telediarios juegan un
papel imprescindible. Con esto llegamos a una versión
extrema del “robot alegre” preconizado hace muchos años
por Charles Wright Mills, aunque me permito añadir que,
como todo robot, corremos el riesgo de oxidarnos...
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Habemus
Tras mucho pensar, el veredicto nos lleva ya a una realidad:

tenemos un nuevo Papa, una renovada cabeza de la Iglesia
Católica y, con ella –con la cabeza- un símbolo religioso,
moral y, en consecuencia, de poder para miles de millones
de ciudadanos.
Después de conocer el método de elección, me abstraje e
intenté recordar según aprendí en los libros de historia un
acontecimiento curiosa y paradójicamente similar que ocu-
rría hasta hace poco tiempo en otro lugar de la tierra.
Durante muchos años, más de setenta, existía una especie de
papado alternativo en el seno de la estepa rusa. Con un méto-
do parecido –más violento a veces- se fueron sucediendo en
una finita gerontocracia los gobernantes de la extinta Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Lenin, Stalin -saltándo-
nos a Kruschev, el “papa hereje”-, Breznev, Andropov y
Chernenko se sucedieron y aplicaron toda su influencia hasta
su último aliento. Dijeran lo que dijeran, y, aunque no hubie-
ra tal cosa, se podía decir que “todo iba a misa”. Tras la
muerte del predecesor, o mientras ésta se estaba producien-
do, el sucesor se procuraba una enorme influencia para
poder ser el siguiente en la dinastía, y siempre surgían deba-
tes acerca de si éste era más o menos aperturista. Breznev,
agradablemente conservador, Gorbachov, peligrosamente
humano. Este último, todavía vivo en la actualidad, se ence-
rró en la última Catedral que quedaba para que no pudieran
despojarlo de su sotana, en tanto que el siguiente, Yeltsin, ya
se vestía directamente con vaqueros. Últimamente podemos
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ver al nuevo, Vladimir Putin, ataviado con sandalias y mini-

falda, y que ya no recuerda ni lo más mínimo de aquella
escolástica marxista que, a fuerza de golpes y vodka, tuvo que
aprender desde que era capaz de decir “da”.
El actual Papa, ya en nuestra realidad y siguiendo con
este paralelismo, sería de la línea “dura” o conservadora. No
propone una Perestroika para la Iglesia Católica: la apertu-
ra sería negar lo innegable, postulan muchos. La
institución, en descenso y crisis desde hace ya muchos años,
sufre de absentismo, se resiente de falta de fe y se ve pro-
gresivamente invadida por la competencia, ahora armada
hasta los dientes, enfermedades todas éstas que el actual
caudillo afirma tener muy en cuenta. La evolución futura y
el final son toda una incógnita, pero el principio lo acaba-
mos de conocer.
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7-J
En el día de ayer, otro nuevo atentado cobarde, más víctimas

inocentes e indefensas y más sangre derramada. La acción es
abyecta y mezquina. La cantidad de muertos es menor que
en sus hermanos mayores, el 11-S y el 11-M, pero no por
ello es menos denunciable. Con el objeto de crear terror,
varias personas elegidas al azar son desprovistas injustamen-
te de sus proyectos futuros, de sus ilusiones y –muchas veces
lo peor- de las personas que tienen a su cargo. Se trata de un
acontecimiento tremendamente trágico y todos lo hemos
lamentado en cuanto lo hemos conocido.
Me imagino que, a estas horas, muchos pretendidos
gurús de la investigación estarán haciendo cálculos entre las
tres fechas para obtener alguna clave, algún camino que les
lleve hacia un mensaje oculto o bien un próximo lugar, un
sitio y hora, para así poder combatir a los agresores. Este tipo
de elucubraciones pueden llevar a un paroxismo no exento de
combustible cinematográfico: triángulos diabólicos, combi-
naciones inacabables... Pero no es ése el aspecto que quería
señalar a raíz de este tercer mellizo de los crímenes.
La reacción, reivindicada la autoría, tiende a ser un
nuevo rechazo a Oriente y al mundo musulmán, que no nos
soluciona el problema. La crítica a los pilares del Islam, en
los que a menudo se incluye el de la Yihad o Guerra Santa,
con un significado desviado y pervertido, coloca a estos
millones de creyentes en una posición poco menos que de
“terroristas naturales”. La doctrina del Corán, dicen, es
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agresiva y busca la guerra y la muerte por naturaleza. Nada

más alejado de la realidad.
Los que argumentan de este modo caen en una dema-
gogia tan barata como en oferta hoy día, y se saltan a posta
lo más importante: que actualmente no es la religión o el
sistema cultural el que condiciona realmente a los hombres,
sino que éste está al servicio de un pilar superior, que es el
interés económico e imperialista, pues así se llama la época
que vivimos. Por otro lado, el auge del fundamentalismo
viene asociado a un tremendo aumento de las desigualda-
des, producto de un proceso puramente económico como el
de la globalización.
Es curioso que en la cúspide de las principales sectas
fundamentalistas de la tierra –ojo, tanto musulmanas como
católicas- se encuentren familias de multimillonarios. Estos
son accionistas de las principales empresas multinacionales
que dominan el mundo. En este punto vienen a coincidir el
cristianismo y el Islam, como podemos ver en la amistad
estratégica entre Arabia Saudí –generoso santuario y hor-
miguero de terroristas sanguinarios- y los Estados Unidos,
que en teoría han declarado la guerra al terrorismo. Se
enfrentan en los medios y en el campo de batalla –los sol-
dados son siempre de las clases más bajas, yanquis o
muyahidines-, pero, curiosamente, sus superiores estrechan
manos y comparten asiento en banquetes y consejos de
administración. Las acciones de la familia Bin Laden y
Bush son un claro ejemplo de estas coincidencias.
Lo que quiero resaltar con esto es el peligro que corre-
mos de denunciar una religión como mala por sí misma,
cuando son las condiciones materiales, estructurales y eco-
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nómicas del mundo en que vivimos las que acaban mani-

pulando el dogma religioso -otro producto de mercado y
consumo- y lo convierten en arma de destrucción masiva al
servicio de sus intereses. Lo peor que podría pasar es que,
además de estas muertes, se desencadenara una reacción
xenófoba o racista, que sólo aumentara las diferencias entre
elementos que no son sino iguales: productos de las cir-
cunstancias y marionetas de un sistema que
frecuentemente nos manipula a placer.
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Bajo control
Más de una vez, a uno le da la risa cuando oye expresarse a

un personaje del mundo de la política. Ahora, los lords del
establishment inglés declaran, antes que nada, que todo está
bajo control. Es decir, que hay multitud de asesinos corrien-
do en libertad por las calles de Londres, pero que no pasa
nada.
El político es, a menudo, conciliador y paternalista,
condiciones que a menudo convergen hacia la mentira. Es
bajo su tutela donde se arreglan los problemas más graves
–nunca bajo la de su oponente-. Y nos seguimos creyendo
la misma pantomima: los atentados se multiplican en la tie-
rra, las huestes fundamentalistas más salvajes planean y
siguen protagonizando crímenes ciegos –pues cegados
están sus autores-, pero no hay que preocuparse porque la
situación está controlada. Y esto resulta paradójico, pues el
argumento del control se torna en descontrol cuando inte-
resa: los Estados Unidos (santuario de la democracia, no se
olviden) mantienen a la población hipnotizada y a la indus-
tria de armamento en auge con el uso del miedo sobre las
masas…
Más de un intelectual de la derecha debería hoy día
morderse la lengua cuando, hace unos veinte años, declara-
ba que, con el final de la guerra fría llegaría la paz para todo el
planeta. Se anunció un final feliz para la historia (Francis
Fukuyama) y un sistema económico definitivo, óptimo, el
capitalismo (Samuel Huntington). Pero estos ideólogos a
sueldo del capital internacional no se explicaban cómo
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podía haber ocurrido una pacífica masacre como la del 11-

S y pasaron al medieval concepto del choque de
civilizaciones, para el que no pocos reconstruyeron la histo-
ria. De este modo, alimentaban el odio con rencor, por lo
que apagaban el fuego con alcohol –no probéis la experien-
cia-. Los resultados los estamos viviendo con demasiada
frecuencia.
Por otro lado, la invasión –pues no fue otra cosa que
eso- de Irak iba a suponer un avance en la democratización
de Oriente Medio, y lo que ha provocado es la ruina de sus
habitantes, junto con el auge del fundamentalismo y la ins-
talación de células de Al-Qaeda en un país donde el
régimen laico Baassista los tenía bien alejados. Las armas de
destrucción masiva eran como el perro de Ricky Martin…,
se supo por el primo de un amigo de Rumsfeld…
En conclusión, que todo está muy bien –o fatal, según
convenga-, que no hay que tener miedo, fundamentalmen-
te porque todo está bajo control y hay que consumir, ser
felices consumiendo y, si no lo he dicho antes, consumir
con fervor. ¿No será más bien que, para que todo esté bajo
control, es preciso que la gente esté consumiendo sin parar?
Piensen en esto último; yo no puedo, me tengo que ir al
Corte Inglés.
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Libertad… y otras ofertas de verano
Nunca había pensado en la polisemia y parcialidad que

tiene la palabra libertad. ¿Han pensado en la cantidad de
veces y con qué distintos fines se ha utilizado a lo largo de
la historia?
Hoy día podemos oír que reclaman a una Cuba libre,
aunque, para Castro, la isla no es sino un ejemplo de esto
mismo. Libre fue también la Unión Soviética, empero, sor-
prendentemente, la Perestroika supuso el fin de una tiranía
y el paso a una mejor vida. Hitler desencadenó a la raza aria
del inoportuno yugo que suponía la República de Weimar,
aunque los judíos –y casi todo el resto de la humanidad-
opinarían otra cosa.
Franco, por su parte, también nos liberó de los rojos. Por
otro lado, al cabo de esta dictadura libertaria –curioso oxí-
moron-, la democracia representativa supuso un nuevo
cambio de piel, así como un renacimiento en muchos ámbi-
tos. La Biblia, dicen algunos, también nos hace libres –que
se lo digan a los gays-, aunque al renunciar a ella, uno puede
tener una visión más objetiva del mundo. Contradicciones
como éstas se pueden encontrar a mansalva a lo largo de la
historia del ser humano.
En un mundo con tantas libertades –desde ahora en
cursiva-, ¿cómo es posible que las circunstancias sean tan
distintas para unos y otros? La historia viene protagoniza-
da sólo por personajes que abogan por este principio.
Observando esto, yo diría que la evolución de la humani-
dad es una simple disparidad de criterios, pues todos, a lo
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largo de ella, perseguían lo mismo: liberación y re-libera-

ción.
En conceptos tan abstractos y tan disponibles a la
manipulación no se debe confiar. Son como vaqueros gas-
tados que van perdiendo color. De hecho, este concepto
llega ya hasta a inspirarnos miedo: si hoy apareciera un par-
tido que proclamara la “liberación del pueblo”, nos
echaríamos a temblar. Sean libres y feliz semana, que viene
a ser lo mismo.
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Democracia (divagaciones de un quejica)

Democracia, demócrata, democrático, democratizar…dis-
tintos morfemas para una misma raíz…y diferentes
significados.
Un atentado como arma electoral, un incendio “patro-
cinado por El Corte Inglés”, guerras injustas, víctimas a
sorteo entre los más pobres, encarcelaciones…, compras y
ventas de votos al por mayor. Medios de comunicación des-
informantes y alienantes, negocios del siglo. Ciudadanos
acríticos, que navegan a la deriva de una vida construida
sobre bases publicitarias –por que yo lo valgo-. Gran
Hermano y noche de Fiesta –ya fallecida, por fin-.
Inmigrantes ilegales. El cliente siempre tiene la razón. (No
se mencionará prensa rosa, tengo el estómago sensible estos
días…).
Que yo sepa, muchos votamos en el 14 de Marzo en los
colegios electorales, pero, ¿cuántos lo hacen en el consejo de
Administración de las grandes corporaciones, cuyas deci-
siones tienen la misma o igual fuerza? ¿Cuál es la oposición
que cuestiona las decisiones de Bill Gates (Microsoft) o
Phill Knight (Nike)? ¿Quién ganó la guerra de Vietnam?,
pues ahora esos asiáticos cosen zapatillas del Just Do It…el
cliente sigue teniendo la razón
Y la Navidad, dulce y “feliz” Navidad. El día sin el
coche, mejor que diez Kyotos. Oenegés –“adopta a un traba-
jador temporal”-, telemaratón, solidaridad, tranquilizantes,
terapias de grupo, meditación, reaggeton, alcohol… El
mundo va bien. Y España…mejor si cabe.
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No sé si soy el único que piensa que esta democracia

–sistema político en que el pueblo ejerce la soberanía- es
inodora, incolora y vacía. El bolígrafo que solía escribir esta
palabra ha gastado su tinta y la palabra prácticamente es ya
una marca en el papel, la cual acabará rompiendo…
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ETA, ¿diálogo o persecución?
Que la banda terrorista ETA debería disolverse y desapare-

cer para siempre es algo en lo que todos coincidimos. Aun
así, el modo para conseguir este fin se tiende a mezclar con
intereses partidistas. La negociación se opone a la persecu-
ción. Los miembros del partido saliente, el “popular”,
afirman haber realizado una campaña policial eficiente que
debería llegar hasta el final, pero claro, no tienen ya la posi-
bilidad de hacerlo. Por el contrario, los “socialistas” abogan
por el diálogo, posición muy criticada por muchas esferas
de nuestra sociedad.
La cuestión, al margen de estas disputas oportunistas
entre las dos multinacionales de la política española, es
conocer el mejor modo de acabar con los asesinatos. No
olvidemos que el origen de la banda terrorista nace en una
época de alta represión, por lo que deberíamos reflexionar
en qué medida una dosis de su propia medicina puede ser
efectiva. El diálogo, por otro lado, puede dar pie a más exi-
gencias por parte de una banda que se estaría creciendo
ante la llegada de concesiones.
Al margen de esta diatriba, tenemos el papel de los
medios de comunicación y parlamentarios. ¿No contribuye
a la democratización –si esto es posible- de una banda fun-
damentalista como ETA la existencia de un partido que
suponga su vocal en el parlamento? Por supuesto, esto es
pensar inocentemente, pues contar con un partido oficial
supone obtener una fuente de financiación que sería desti-
nada a más armas y más atentados, pero quizá a una menor
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radicalización. Muchos movimientos, como el sandinista en

Nicaragua, por ejemplo, se desradicalizaron cuando deci-
dieron tomar el poder por las urnas.
Por otro lado tenemos el asunto de los periódicos ultra-
nacionalistas. ¿Beneficia el cierre de un diario como
Egunkaria, Eguin o Gara a avanzar en la lucha contra el
terrorismo? Cada vez que se cierra un periódico, recuerdo
las palabras que el insigne ex diputado y Profesor de
Historia del Pensamiento Económico Ernest Lluch pro-
nunció en un mitin en el País Vasco: “dejadlos gritar, que
mientras griten, no estarán matando”. Paradójicamente,
este maestro resultó pocos meses después asesinado por la
banda.
Deberíamos debatir ampliamente acerca de estas líne-
as, pues a todos nos afectan, como españoles y, sobre todo,
como seres humanos.
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Algo falla
Al contrario que la televisiva frase, no me limitaré a los
hechos. No utilizaré información manida y manipulada al
servicio de páginas de sucesos, informes semanales, y otros
programas amarillos de la peor calaña, cuyos directivos se
frotan las manos cuando pueden rellenar sus escaletas y
hacer el Agosto –nunca mejor dicho- con delicados asuntos
como éste. Y no sólo ignoraré a los anteriores, sino también
a los más prestigiosos diarios, que en primera página de
Nacional colocan una noticia que, por su morbo y repercu-
sión, pueden reportar más beneficios al capital que les da de
comer. Intentaré –esto es más difícil y no os prometo nada-
renunciar a mirar a través de mi prisma ideológico.
Procederé, con esto, a una arriesgada reflexión en abstracto.
Eliminados todos los detalles e hipótesis que concu-
rrieron en el acontecimiento, concluimos con la siguiente
ecuación: un hombre entró vivo en el local de un Cuerpo de
Seguridad del Estado y salió de él muerto. Al margen de lo que
ocurriera dentro (manipulable y manipulado), de las condi-
ciones del fallecido (diferentes versiones) y de cualquier
otra variable que pudiera aportarnos información (o desin-
formación), la sencilla y macabra ecuación nos indica que,
forzosamente, algo falla. Un cuerpo creado para proteger al
ciudadano, y, en conjunto, a la sociedad, se convierte en esta
ocasión en el verdugo de éste. Sería optimista llamar a esta
fórmula como contradictoria, pero esto sólo podríamos
hacerlo si fuera la primera vez que se produce; tristemente,
no es el único caso.
32
Si lo vemos desde una perspectiva sociológica conser-

vadora, podemos decir que la sociedad tiene como objetivo
final perpetuarse, sobrevivir, en definitiva, conservarse. Para
ello, hay una serie de instituciones cuya misión es facilitar y
asegurar este fin. Esa seguridad viene garantizada por una
serie de organizaciones que ya conocemos de sobra. Por
esto, entramos en una situación de conflicto cuando estas
aportan lo contrario: inseguridad y terror. Otra cuestión
sería plantearse si los Cuerpos de Seguridad –no los llama-
remos represivos, no hagamos trampa- tienen como misión
final la conservación de la sociedad en su conjunto, y que
para ello sea necesario de vez en cuando asesinar a algún
individuo... Pero esto me lleva a plantearme otros dilemas
que nos llevarían a muchas páginas, y, como dijo
Chesterton, no me habéis hecho nada malo…
En tiempos en que a cualquier disidente de una orden
o régimen, justo o injusto, se le llama terrorista, a nadie le
gustaría saber que en nuestros Cuerpos defensivos puede
encontrarse el mismo terror. A mi tampoco. Que nos lle-
guemos a plantear qué es peor, si caer en manos de unos u
otros, pinta muy preocupante.
Para colmo, el auge de la pobreza y de las desigualda-
des hacen surgir los fundamentalismos de principios de
siglo: cunde el terror sembrado por inconscientes títeres de
grandes redes internacionales de asesinos. La solución para
la sociedad, que, repetimos, pretende conservarse, es servir-
se de las instituciones conservadoras: Ejército, Policía,
Guardia civil…, lo que nos lleva a utilizarlas más extensiva
e intensivamente. Por ello, debemos estar seguros de que
estas instituciones son realmente de fiar: de no tener tam-
33
bién al enemigo en casa. Si el terror realmente existe en

muchos sectores de los Cuerpos de Seguridad, y tenemos
que depender más de ellos –y de más de ellos a partir de
ahora-, hay razones para pensar que, si algo falla, y no se le
da remedio, lo pasaremos realmente mal.
34
¿PPero qué es esto?

Que el magnánimo grupo PRISA es uno de los socios pre-
ferentes del Ejecutivo gobernante en la actualidad es algo
indiscutible: en recordarnos esto se esmeran continuamen-
te los supuestos medios independientes. Don Jesús de
Polanco, dueño del vasto conglomerado, ha conseguido cre-
cer en todos los regímenes españoles: el
Nacional-Catolicismo franquista, el Socialismo de prome-
sas y corrupción de Felipe González, el gobierno de centro
y después de extremo centro del amigo Aznar y, por último,
del todavía no sabemos bien qué de José Luis Rodríguez
Zapatero.
Aun existiendo estos privilegios, muchos de los que gri-
tan deberían aplicarse el viejo refrán: no mires la nieve que
hay en el tejado de la casa ajena cuando ésta cubre toda la tuya.
Y ahora, otro más coloquial, que no es ni un refrán: puestos
a coger, cojamos todos. Algo así ha debido de pensar el terri-
blemente plural gobierno regional de nuestra Esperanza,
Condesa del Corte Inglés, y azote de la derecha castiza en este
período de oposición del Partido Popular.
A las renuncias de varios directivos de Telemadrid por
sufrir manipulación informativa –Urdaci se marchó con
varios huevos puestos-, les sumamos ahora la inaudita con-
cesión de Licencias Locales de Televisión Digital Terrestre,
que se hicieron públicas en la Comunidad de Madrid hace
unos días. Agosto, el mes menos relevante en cuanto a
información, es, empero, el mejor para lanzar un pelotazo de
este tipo. Sin duda, el desesperado y filantrópico afán de
creación de empleo y pluralidad informativa de Doña
35
Esperanza y sus amables consejeros –y estoy siendo iróni-

co, claro está- han llevado a un reparto ciertamente curioso.
Entre los premiados se encuentran la Conferencia
Episcopal y el Arzobispado, que reciben una generosa
cuota de participación. No contentos con esto, Federico
Jiménez Losantos, la ahora derecha de la derecha de las
ondas, el rentable periodista-espectáculo de La Mañana de
la COPE, obtiene para sí (su empresa Libertad Digital)
también este privilegio. El director de El Mundo, colabora-
dor del programa de Don Fedeguico, contará con un canal
también. Otro trozo del suculento pastel va a manos del
director de Antena 3. Y de ahí hasta rellenar las 30 plazas
existentes para la Comunidad y Capital de Madrid.
Leyendo las adjudicaciones –todas a grupos afines al
gobierno-, creo que podemos hacer dos cosas: una, buscar
por algún lado la definición de pluralidad informativa, o,
dos, pensar que el reparto tuvo lugar al modo lotería, con un
resultado tremendamente espectacular: de todas las permu-
taciones posibles, se obtuvo la más favorable para el
gobierno regional. Al final, creo que no voy a escoger nin-
guna de las dos alternativas, y, para mi propio bienestar, voy
a intentar alegrarme de que en nuestro país existan lazos de
amistad tan fuertes, ¿a quién no le gusta que le quieran sus
amigos?
Y es que, entre amigos, se hacen las cosas estupenda-
mente. Cuando criticamos, miremos a nosotros mismos y
seamos sinceros. En política, nacional, internacional o de
barrio, el fin se confunde con el medio y con la limpiadora
de la esquina si hace falta: perpetuemos el poder, hagámo-
nos ricos y riámonos del personal… El liberalismo –tras el
36
cual siempre se ha escudado la señora Aguirre- demuestra

ahora hacer las veces del pulpo como animal de compañía.
Ahora que lo pienso, soy un descarado y un mal pensa-
do. He estado denunciando una medida absolutamente
demócrata. Olviden todo lo anterior: en el reparto se per-
seguía la pluralidad, pero en el total: sumando el apoyo que
los socialistas prestan a los suyos y los de los populares a sus
amigos, conseguimos llegar a una casi perfecta bipolaridad.
No sé si a los habitantes de la Comunidad de Madrid les
hará mucha gracia esta deducción. Seguiremos atentos, la
piñata sigue rota.
37
Vientos de cambio ¿?
Por el río de Moscú, bajo a Gorky Park, y escuchando vientos

nuevos... Éste, traducido al español, es un fragmento de uno
de los temas más conocidos de la banda de rock Scorpions.
Los alemanes, en su álbum de 1990, titulado Crazy World,
consiguieron que esta canción, Wind of Change, o Vientos de
Cambio, fuera el número uno en las listas mundiales de
aquel año.
Vientos de Cambio es una preciosa balada, un canto a la
paz y al optimismo, a la situación que supuestamente se iba
a vivir tras la caída del Muro de Berlín y del Telón de
Acero. Los alemanes, todos ya de nuevo hermanos, canta-
rían al son de esos vientos nuevos, de paz, que poblarían la
tierra tras el fin de la situación que se venía llevando duran-
te ya casi cincuenta años. Los Scorpions se adelantaron a la
historia: un año después la URSS caía y la contienda deno-
minada como Guerra Fría se daba por concluida.
Y no se equivocaban: los vientos han cambiado, pero no
a mejor. La conclusión de aquel período no ha conducido a
la paz, al fin de la OTAN -que, con el final de la confronta-
ción, ya no tendría sentido- y de la carrera armamentística
de las principales potencias del globo.
Si analizamos los acontecimientos que suceden en la
actualidad, podemos ver hoy día a la canción como algo
ingenua. La caída del Muro provocó la crisis de la
Alemania resultante, la extinción de la URSS no ha lleva-
do a una democracia real: Chechenia es un auténtico
horno, y las repúblicas islámicas liberadas sufren todo tipo
38
de represión interna. Y que les pregunten a los habitantes

de los Balcanes qué vientos llegaron allí tras 1989…
Después de la muerte del enemigo comunista, y viendo
que los marcianos aún no se plantean atacar la tierra, el
Gobierno de los EEUU busca sin cesar enemigos: el 11-S
colocó como titulares, no sin razón, a los islamistas, que se
extienden como hormigas por el mundo occidental, el antes
“mundo libre”, y que ahora tiembla de terror.
Espero que, tanto los autores como los que realizan ver-
siones de esta canción, lo hagan sabiendo que ya hoy no
tiene prácticamente ningún sentido. Después del timo del
Socialismo Real, hemos conocido el de la paz sin preceden-
tes. Hoy día, el viento, sin lugar a dudas, es abrasador.
39
Los títeres del mercado
La democracia exigirá una clase media y una economía de

libre mercado. Éste era un argumento esgrimido por los
teóricos para que esta entonces situación idílica pudiera
tener lugar. Hoy día, los acontecimientos y la realidad han
confirmado esta definición. Por esto y por otras cosas, a uno
le da risa cuando los americanos afirman pretender implan-
tar la democracia en sociedades destrozadas económica y
socialmente como puede ser la iraquí. Con esto parecen
querer vendernos que con entregar un papel y una ranura a
una población desvalida se puede transformar una nación
en continua guerra interior y exterior en una armoniosa
democracia parlamentaria. Pero esto sería otro tema para
desarrollar en otro espacio...
Al margen de estos necesarios desvaríos, lo cierto es
que, hoy día, esta condición previa mencionada antes se ha
convertido en el sustento del fenómeno imperante: la
democracia actual se construye sobre el libre mercado y
acaba reproduciendo su lógica. En última instancia, los par-
tidos son como empresas privadas que buscan, del mismo
modo que cualquier otra, conseguir un máximo de benefi-
cios.
Todas las empresas son diferentes, y más aún si perte-
necen a distintos sectores, y por esto, en ellas, la
consecución de beneficios lleva operaciones distintas. Para
los partidos políticos, los beneficios, en un primer momen-
to, son la cuota o share de votos. Por eso, trabajarán para
maximizar esta cantidad. Derivando de ahí, como se persi-
40
gue el poder, el beneficio bien pudiera en muchas ocasiones

–que no siempre- identificarse con la cuota de poder, por lo
que podríamos concluir que los partidos son empresas que
persiguen maximizar el poder.
Partiendo de ahí, y, por lo que podemos conocer a tra-
vés de otras egoístas empresas privadas que son los medios
de comunicación –llamadas a ser el cuarto poder y a desta-
par esos intereses empresariales de esas definidas empresas
que son los partidos políticos- podemos dar esta interpre-
tación económica como motor de la actualidad. Los
políticos, hoy día, ven cualquier acontecimiento como una
oportunidad para captar votos. Por poner un ejemplo cer-
cano, en vez de una manifestación de personas a favor del
matrimonio homosexual, los políticos advierten un montón
de votos flotando en la calle; en vez de un mar inundado de
chapapote, un partido en la oposición contemplaba una
oscura bolsa de votos, un escape de votos en vez de petró-
leo si conseguía criticar con efectividad a los torpes
reparadores –pensar que el PSOE hubiera resuelto el
entuerto mejor es ser tan ingenuo como en el caso
Guadalajara-.
Configurada la situación de este momento, sugiero
recordar el Teorema de la Mano Invisible de Adam Smith,
y la popular frase <<nadie da nada por nada>> (<<No one
gives nothing for nothing>>). El actual gobierno, o el que
esté en el poder en el momento que sea, hará algo por el
pueblo sólo si puede recibir algo a cambio; de ahí que
muchas medidas se implementen al final de una legislatu-
ra, ante las siguientes elecciones. El gobierno ha olvidado al
pueblo, el fin original de tomar el poder, y se ha empanta-
41
nado, se ha estancado en los medios: el poder y el ansia por

perpetuarlo los ha absorbido e inmovilizado. La pretensión
final no es otra que la de permanecer en el poder, beneficio
final de esta empresa. Su beneficio es, como hemos dicho,
el poder y permanecer en él, y, las personas, en teoría su fin
último, se han convertido en meros votos, medio para
alcanzar ese fin que teóricamente era un medio. Por esto
debemos concebirlos como empresas privadas. El sector
público, el gobierno que regularía las injusticias derivadas
del espontáneo egoísmo de los mercados, desaparece y se
funde con los medios de comunicación en una amalgama
de lobbies o grupos de poder que configuran la realidad y la
modifican a su antojo. Para conseguir algo, hay que luchar
por ello, ofrecer, por ejemplo –como hicieron los homose-
xuales- votos a cambio. Si el Partido Popular hubiera
seguido en el gobierno, los gays no podrían casarse ya que
los populares, perpetuados aún en el poder, no necesitarían
el apoyo de este lobby. A cambio, contarían con el Foro de
la Familia, otra bolsa interesante de votos. De este modo,
seamos populares, comunistas o socialdemócratas, el juego
político económico configurado nos hace estar sumidos en
una marea a la deriva, en un anarquismo de derechas en el
que todo, absolutamente todo, será juzgado por la oferta y
la demanda y tendrá un precio, incluso nuestra vida.
42
Espejismos muy rentables
Decir que hoy día vivimos en la denominada sociedad de la

información supone ya todo un tópico. Todo lo que tenemos
para saber qué ocurre a nuestro alrededor son los medios de
comunicación; a través de estos construimos la realidad que
nos rodea. Nuestras preocupaciones cotidianas nos impiden
fijarnos en este fenómeno, y no percibimos por ello, por
ejemplo, que lo que creemos real cuando vemos un teledia-
rio es lo que el cámara de este programa ha deseado ver en
ese preciso momento. Olvidamos, por tanto, que, antes de
llegar a nosotros, existe un encuadre, un ritmo artificial-
mente creado, un sonido y unos comentarios que van
orientando nuestra percepción; se trata de un filtraje del
que no nos damos cuenta –y no tenemos por qué, sería un
desgaste enorme, sobre todo en horas que solemos dedicar
al más distraído y relajante ocio-. Lo normal es que, en
estos ratos, busquemos más descanso y entretenimiento
que investigación y análisis, y el telediario, concebido como
producto lúdico, responde perfectamente a esta demanda.
Podemos reflexionar, viendo lo anterior, acerca del tre-
mendo poder que sobre nuestra concepción del mundo
tienen los medios de comunicación. A este factor hemos de
añadir que estos medios son empresas privadas en su mayo-
ría, preocupadas únicamente por sus accionistas y por el
aumento de beneficios, cosa lógica para cualquier empresa,
pero un poco más peligrosa en este caso. Cuando se tiene
una responsabilidad pública y una repercusión tan grande
como la tienen las grandes empresas mediáticas sobre la
43
vida social del país, el ansia de beneficios tiene por fuerza

repercusiones que no siempre son buenas para la población.
Al caso viene el desenterrado argumento de la guerra
civil, de los dos bandos españoles enfrentados que coexisten en
España casi setenta años después, y sorprendentemente des-
tapados tras las elecciones del 14 de Marzo. Hemos podido
ver agresivas pintadas en servicios públicos, titulares en
prensa y distintas manifestaciones que reflejan un odio des-
atado, una sed de venganza y un antagonismo que pretende
recordar un pasado bastante perdido en el tiempo ya.
La situación, lejos de ser ésta, dista mucho de lo que
parece. Los dos bandos enfrentados no son más que las dos
vertientes de la misma idea: dos partidos neoliberales que
propugnan las mismas medidas: privatizaciones al ritmo
europeo y mundial vigente, reducción de derechos de los
trabajadores, etc. Por esto, resulta sospechoso pensar en este
supuesto enfrentamiento, como muchos medios plantean.
El odio no es tal, al menos de raíz; otra cosa es que éste se
construya, o que interese y sea muy rentable. Un odio entre
bandos puede vender muchos periódicos y programas de
tertulias –cierta tertulia se ha convertido en la segunda más
escuchada de España por lo agresivo y escandaloso de su
locutor-, y suponer para los medios de comunicación una
gran fuente de beneficios. Las supuestas dos Españas pue-
den, por todo esto, dar a algunos accionistas bastante
dinero.
Estos espejismos suponen también un efectivo mecanis-
mo de control popular: distraen la opinión pública hacia
aspectos menos peligrosos para el poder: vivienda, derechos
laborales, contaminación, entre otros, desaparecen de la
44
agenda informativa. Ya no sólo son los sucesos, el fútbol o

Gran Hermano los que sirven para despistar; las polémicas
del nacional–sección tradicionalmente considerada como
seria-, comisiones de investigación al por mayor y otras fun-
ciones en las que los dos colosos nacionales se tiran los trastos
a la cabeza copan todo lo que podemos asimilar al día.
Configurada de esta manera la realidad, podemos afir-
mar que flotamos en una especie de juego de rol construido
por intereses financieros, un teatrillo de marionetas políti-
cas al que asistimos de modo pasivo y ante el que no
protestamos. Las manos que mueven los hilos son hábiles,
y los muñecos que se mueven, bien remunerados. La fun-
ción continúa, no se pierdan el final.
45
La casa sin tejado
La obsesión norteamericana de mantener las miras ante el

constante enemigo exterior -nazis, comunistas, cubanos,
canallas, marcianos, musulmanes encabronados, etc.- les ha
llevado a descuidar la seguridad interior del Estado, lo más
importante, en teoría. Al tener las puertas y las ventanas de
la casa abiertas, una impertinente corriente de aire ha
levantado la alfombra, y, con ella, todo el polvo y la mugre
que los sucesivos gobiernos de los últimos años habían ido
escondiendo bajo ésta. Lo grave es que, bajo la tela de la
ignorancia, de la cerradez, del fanatismo religioso -que
también existe, y con fuerza, en los estados “civilizados”-
han vuelto a quedar los más pobres.
Entre las frases más impactantes enunciadas por los
evacuados del huracán Katrina tenemos la de encontrarse
ante una situación tercermundista. Que esto se diga en esta-
dos pertenecientes al país más rico y poderoso del mundo
parece una contradicción, pero, según se veía venir, es per-
fectamente posible. La obsesión por la política exterior
-perfecta arma de control para las masas-, el negocio de las
armas, el desgaste americano en Irak -el segundo Vietnam,
pero con un Nixon más idiota aún-, así como la progresiva
destrucción del estado de bienestar que viene ya de hace al
menos una veintena de años (con el patriarcado de Reagan
quizá) está dejando a la población prácticamente desam-
parada. Cuando de la casa se olvida el tejado por poner aire
acondicionado, te puede llover, y, a veces, a mares...
46
Hasta en los pasillos del gabinete republicano se oyen

fuertes críticas hacia la conducta llevada por el gobierno
ante la catástrofe que ha supuesto el huracán. Si ante un
enemigo estúpido aunque grande -como es un elemento
climático- que osa avisar con dos días de antelación, se pro-
duce esta debacle, ¿qué podría pasar al país ante un ataque
químico por parte de inteligentes y malvados terroristas?
Las consecuencias, si se piensan, pueden ser desastrosas.
Cuando un gobierno es irresponsable, o, peor, cuando el
país más poderoso del mundo es llevado prácticamente por
fondos de capital privado e intereses financieros, que ocu-
rran estas cosas queda a disposición casi del azar. Es sólo
una sospecha, pero presumo que los principales dirigentes
se muestran más preocupados por la consecuente subida del
precio del petróleo que por los muertos y heridos. Y lo
peor es que, a raíz de que los Estados Unidos son, a su
manera, uno de los estados más cerrados del mundo, es
posible que tengan el mismo estilo de presidencia para rato.
Al contrario de lo que dice la prensa, los días de Bush en
el trono no tienen por qué estar contados. Mi más sentido
pésame a los familiares de las víctimas de este horrible
atentado natural, que, con una inteligente previsión, el
imperio más poderoso que ha existido hasta ahora podría
haber paliado en parte.
47
Utopías y otras enfermedades oculares…
En nombre de preciosas utopías, de paraísos futuros en que

todo sería diferente, apelando a próximas condiciones o con
el motivo de una causa justa, se han producido algunos de
los más sangrientos crímenes de nuestra Historia. Quizá no
sea así y se trate de una manipulación, o, más bien, como yo
creo, que nos impresiona más el asesinato en el nombre de
una supuesta buena causa que una matanza sin más, sin un
trasfondo en el que, en un principio, creíamos.
La historiografía del llamado mundo contemporáneo nos
sitúa ante dos versiones de éste: la Historia como sucesión
de formas de dominación o ésta como sucesivas revolucio-
nes fracasadas que intentaban mejorar el mundo y la vida
de los oprimidos. Actualmente, y dadas las condiciones, nos
resulta difícil no aceptar la primera, cuando la segunda, en
virtud de los acontecimientos presenciados, se nos hace
poco creíble.
La utopía comunista, sacada demasiado pronto de la
incubadora de Karl Marx y muerta por congelación en la
estepa rusa, demostró el daño que, con una buena causa en
las manos, puede llegar a hacerse. Las decenas, cientos de
millones de muertos que provocaron, no sólo el estalinismo,
sino también sus diversas versiones asiáticas, prueban que la
doctrina u ortodoxia por sí misma no eran suficientes en
absoluto para mejorar la vida de las personas y, mucho
menos, para llegar al fin prometido. Las conspiraciones, las
extensas redes de espías, los lavados de cerebro, la militari-
48
zación y las constantes guerras nos llevan a preguntarnos:

¿pero es esto lo que propusisteis?
Repasados estos destrozos, nos planteamos por qué se
desvían tanto los proyectos de sus metas. ¿Es el poder adqui-
rido siempre al final por quien no debía? ¿Hubiera sido
diferente la Revolución Rusa con Trotsky o con un Lenin
más en forma?.. Parece que el problema va más allá de estas
masturbaciones mentales -de las que no sé qué dirá el nuevo
Pontífice, probablemente sean también pecado...- y se define
en torno al concepto del poder y los valores humanos.
Siempre me he negado a aceptar el, para mi, poco acer-
tado tópico de el ser humano es egoísta por naturaleza.
Maslow, en su pirámide, nos demostraba de algún modo
que el hombre es insaciable, nunca se haya completamente
a gusto, pero no por ello quiere decir que sea egoísta.
Quiero creer que la generosidad o el egoísmo son cualida-
des adquiridas, aprendidas en el seno de una
superestructura social propia de nuestro sistema -que, no
olvidemos, lleva varios siglos reinando-. El capitalismo no
ha educado nunca para ser solidarios, y un cambio brusco
de sistema -o revolución- puede modificar la base, la
infraestructura económica, pero no varía los valores adqui-
ridos del individuo, por lo que, a largo plazo, la nueva
sociedad creada, formada, recordemos, por la suma de indi-
viduos, acaba involucionando al sistema anterior.
Durante la guerra fría, los dos bloques enfrentados se
comportaron como el mismo pero con distinto apellido.
Dos versiones del imperialismo pero de distinto color pro-
tagonizaron atrocidades innombrables, sin saber que se
encontraban precisamente en el mismo bando. La diferen-
49
cia es que los soviéticos decepcionaron a la izquierda, por

no cumplir los objetivos que se proponían en un principio,
mientras que los americanos mantuvieron la moral bien
alta. El resultado es la situación actual, en la que cualquier
tentativa de cambiar el poder se condena como malvada
conspiración, como deuda del pasado. Como resultado, no
nos queda más que ver si dentro de nosotros tenemos valo-
res cambiables y, en nuestro más pequeño entorno, aplicar
los que más merezcan la pena.
50
Un fantasma recorre Alemania…
Los resultados parecen claros y los vencedores se dan den-

telladas para repartirse la titularidad simbólica del poder o
Cancillería. Pase lo que pase ya, el gobierno de la República
Federal Alemana vendrá, en esta ocasión, compartido por
las dos versiones del mismo proyecto, las dos caras de la
moneda actual: conservadores, encabezados por Angela
Merkel, y liberales –a pesar de que a sí mismos se conside-
ren socialdemócratas- con el persistente Gerhard
Schröeder.
Al margen de esto, que parece ser –y a efectos prácticos
lo es- la noticia más importante a raíz del resultado de las
elecciones alemanas, los medios intentan distraer a la opi-
nión pública del aumento de poder de los partidos de
izquierda. La coalición entre el naciente Partido por el
Empleo y la Justicia Social y el antiguo Partido Único de la
extinta República Democrática Alemana ha llegado a obte-
ner hasta un 9% en esta ocasión, lo que representa un
tremendo aumento con respecto a etapas anteriores. De la
fusión entre ambas plataformas podría surgir un auténtico
partido de izquierdas que pudiera hacer frente a las ansias
neoliberales que no han podido ser contenidas por el SPD
a lo largo de sus años de mandato y que, se demuestra, están
precarizando la vida del ciudadano medio alemán.
Pero respecto de los resultados del denominado Partido
de la Izquierda hay detalles que no se comentan. Antes de las
elecciones, puntuaban con un 12% en las encuestas y han
sufrido una gran bajada durante la campaña electoral. Esto,
51
junto al descenso de los democristianos, sugiere que el parti-

do en el poder ha utilizado su capacidad vigente para
recuperar el terreno perdido y desprestigiar a sus rivales.
Tildados de populistas y hasta de nacionalsocialistas, los
izquierdistas del ex socialdemócrata Oskar Lafontaine han
ido en descenso a última hora. La explicación, los medios: el
cuarto poder usado por el ejecutivo para maximizar los votos.
Además de esta reflexión, el ascenso del Partido de la
Izquierda debería ser un reflejo de las desigualdades y la
precariedad que el modelo neoliberal del ex canciller esta-
ban produciendo. La vida del ciudadano medio se degrada,
y doblemente en el este que en el oeste. En la antigua
RDA, los izquierdistas casi llegan al 30% de los votos,
resultado espectacular en un territorio en el que se pueden
ver pintadas que piden, desesperados, que vuelva a cons-
truirse el muro que antaño los separaba del prometedor
capitalismo.
El tremendo bloque de poder que supone el pacto de ele-
fantes (Schröeder-Merkel) regirá la economía alemana
durante otro nuevo período de tiempo. Del modelo que
salga dependerán las reacciones. Pero lo que se espera es
una fusión de los partidos de izquierda en una plataforma
verdaderamente alternativa, que contenga las exigencias de
los movimientos antisistema que tanto proliferan en ésta,
probablemente la tercera potencia mundial.
52
Palabrotas y chivatos
Parece que hoy día, bajo el imperio del talante y lo política-

mente correcto, tocar ciertos temas puede producirnos un
tremendo calambre. El peor insulto que se le puede hacer a
uno es decirle que va contra los principios de la democracia.
Como los niños de los cursos inferiores de la primaria –antes
EGB- nos tapamos la boca, con los ojos como platos, cuan-
do alguien dice algo que puede contradecir en cierta medida
los principios constitucionales o democráticos.
Pronunciarse contra el estatu quo es hoy poco menos
que una blasfemia. Parecemos estar, pues, ante el fin de la
Historia. La democracia, tal como está, es el mejor de los
sistemas –y no el menos malo, para nada- y no ha de tocar-
se ni una sola ley.
Y de este dogma pasamos a una encorsetada realidad en
la que nada cambia realmente. Varía el partido en el gobier-
no pero no la situación. Se alza en el poder una supuesta
progresía pero no cambia el modelo económico. El más
pequeño movimiento social es tachado de antidemocrático
por muy poco lejos que pretenda llegar. Entonces es cuan-
do todos, azules, rojos o rosas, se tapan la boca y miran al
demiurgo de turno, a la empolvada Constitución o a quien
tenga algo de autoridad para señalar y decir “mira lo que ha
dicho, seño”.
Lo cierto es que, seamos sinceros, para llevar a cabo
cambios sociales verdaderos, tenemos que saltarnos algunos
principios que hoy denominamos como democráticos, pero
que quizá mañana denominemos como fuera de lugar.
53
Decir que nada de la ley puede cambiarse o reformar es

contradictorio: si va contra la ley, ¿cómo hemos llegado a
tener la ley que tenemos y no la del Talión? Esto ocurrió
con el caso de los gays y lesbianas, con un Rajoy bailando
el I will survive con cara de cabreado. Venezuela es el caso
de un gobierno democrático –el primero americano que
resiste los atentados burgueses y fascistas, vengando a
Allende y Arbenz, entre otros- que reforma la Constitución
y que toma medidas denominadas en ciertos frentes como
“antidemocráticas”, como la repetida “ley mordaza”. Y lo
que yo opino es que, para conducir a la sociedad a profun-
dos cambios, hay que variar el concepto de democracia
mediática que tenemos. Cuando los más ricos tienen el
poder y los medios de comunicación para sojuzgar al pue-
blo, la reforma y la mejora para todos pasa por tapar algunas
bocas, aunque suene como anticonstitucional o antidemo-
crático. Que las consecuencias de esto puedan ser horribles,
el tiempo nos lo dirá...
La experiencia venezolana, o lo que podemos conocer
de ella, es un ejemplo de saltarse las reglas, y de su resulta-
do extraeremos una conclusión que nos hará cuestionar
estas democracias tan al servicio de las leyes, tan conserva-
doras y que no cuestionan que los máximos e inviolables
principios que defienden siempre han sido puestos por los
más fuertes. Por supuesto, de la crítica nos tendremos que
ocupar los ciudadanos. Al hilo de este “eterno” respeto a
las leyes, en España, donde en el pasado la conducta de la
derecha fue de reírse de los principios democráticos, ahora
ésta clama por conservar todas las leyes, hacer que no cam-
bie nada, que todo se mantenga igual. El término
54
democracia, donde antes tenía un significado revoluciona-

rio –recordemos cuándo- ahora es sumamente conservador.
Conservemos la democracia pero no el poder del pueblo.
Que es algo así como tráeme una mesa pero no la de cua-
tro patas.
55
La mala educación
Si reflexionamos con detenimiento sobre la Historia de la

humanidad, es posible que concluyamos con que ésta ha
supuesto siempre la sustitución de unas formas de domina-
ción por otras. La Revolución Rusa eliminó a la casta
aristocrática reinante para poner en su lugar a otra clase
intocable, la burocracia estalinista. Con la Perestroika y la
eliminación de la opresión, los antiguos burócratas se reci-
claron en empresarios multimillonarios y presidentes de las
Repúblicas resultantes de la extinción del Imperio. El uso
del poder para la opresión no ha dejado nunca de estar de
manifiesto a pesar de los cambios. Este hecho puede ser
aplicable a muchos otros espacios y períodos de tiempo.
Es pesimista pensar que el poder corrompa por natura-
leza y que el hombre sea egoísta genéticamente. Por tanto,
una explicación y sugerencia más alentadora sería la de
pensar en que, quizá, fuera la educación un factor funda-
mental a la hora de producir cambios sociales.
La formación personal en valores solidarios, de respeto
y preocupación por el prójimo están ausentes en una socie-
dad de economía capitalista: no son compatibles. Por esto,
la revolución –o cambio del orden económico por otro- ha
acabado siempre siendo un mero camuflaje. El individuo
no era educado en otros valores y la revolución moría.
De ahí la importancia que puede tener la educación en
ciertos conceptos hoy despreciados: crecer aprendiendo la
importancia de la ayuda mutua construiría una sociedad
diferente. El aumento de la cultura individual y del conoci-
56
miento contrastado sobre la actualidad y el pasado llevaría

a una sociedad mucho más crítica, a la que sería más difícil
manipular, y que pondría las cosas más difíciles a los pode-
res dominantes.
La idea de un político de izquierdas que no es capaz de
compartir, de preocuparse por los más cercanos a su entor-
no –familia o amigos- y que pretende construir un mundo
nuevo a partir del actual es una quimera. Una vez consegui-
do el poder, el supuesto portavoz de la liberación cae en
demagogias, oportunismos, mentiras y corrupción. Lo
extraño es que, hoy día, nos extrañemos que esto ocurra.
Por todo esto, si se quiere cambiar la sociedad, deberí-
amos pensar en una revolución cultural (no maoísta): una
educación en valores solidarios y críticos, en un impulso a
la lectura, a la investigación, al análisis, al conocimiento del
mundo que nos rodea… Lo que viniera después, probable-
mente nos sorprendería.
57
¿Qué ganamos con una República?
Silenciado por los grandes medios, y, a propósito de las ten-

tativas de los dirigentes burgueses vascos y catalanes por
crear proyectos de naciones independientes y libres, surge
recurrentemente el debate sobre España y la República. En
este tema se mezclan las ansias de venganza de militantes
que no creen acabada la transición y aspectos meramente
teóricos, como la cuestión de por qué hay que seguir sopor-
tando la existencia de una dinastía de origen medieval
únicamente por tradición.
Cuando la emotividad se mete por medio en este deba-
te, cuando se lleva a lo personal, a la nostalgia de lo que
nunca se ha vivido, encontrar soluciones se hace realmente
complicado, y la discusión pasa a estar al nivel de una riva-
lidad Real Madrid- FC. Barcelona. Lo que habría que
plantearse, y, sobre todo, en términos económicos, es si
España estaría mejor si variase el nombre del Estado. Está
claro que, si fuera así, una acción progresista tendría el
deber y la tarea pendiente de proceder a un cambio, por vías
democráticas, como un referéndum, siempre aportando
suficiente información para cualificar al ciudadano elector
–no como en el caso de la Constitución Europea-.
El problema es que lo emotivo sustituya a lo racional y,
por delante de los criterios de solidaridad, de un Estado que
ha de pugnar por mejorar la vida de sus ciudadanos, se nos
vendan otros criterios publicitarios para engañarnos. El
debate entre Monarquía y República ha de reanudarse con
razones, datos y direcciones prácticas, para así, en caso de
58
proceder a un cambio, que éste sea para la mejora de la

mayor cantidad de gente posible y siguiendo siempre los
criterios de la justicia y la solidaridad, en ningún caso los
que rigen los intentos de separatismo en las Comunidades
Autónomas más ricas, de rabiosa actualidad estos días.
59
A contracorriente…
El medio Internet al que, para bien o para mal, nos vamos

acostumbrando progresivamente, tiene enormes posibilida-
des en cuanto a información, cultura, comunicación, etc.
Del mismo modo en que esta nueva plataforma puede
proveernos de útiles consejos o suculenta información, a
veces vivimos a través de ella experiencias que pueden,
como mínimo, considerarse “sorprendentes”.
El caso de los e-mails reenviados es muy llamativo en
cuanto a estas vivencias: a veces recibimos archivos en
Power Point (formato “pps”) que sacan a relucir el buen
sentido del humor que tienen algunos (bromas, chistes,
refranes o anécdotas). Sin embargo, en otras, estos correos
pueden dejarlo a uno boquiabierto. El caso al que me refie-
ro se trata de un e-mail denominado “A contracorriente”.
El archivo, en Power-Point, que este correo lleva adjunto,
tiene el mismo nombre. De este modo, al abrir el conteni-
do del envío entramos en una sucesión de pantallas con
fotos y mensajes, con una canción del grupo “juvenil” “El
canto del loco” (que parecen tener el cerebro atrofiado de
tanto mascar chicle), que, del mismo modo, se llama “A
contracorriente”.
El mensaje, en su conjunto, insta a los jóvenes a reac-
cionar contra una España que se resquebraja, contra un
gobierno ilegítimo, autoritario y que se supone ser el motor
de todo lo malo que ocurre en nuestra realidad. Para luchar
contra estos malvados ataques, los productores de este for-
60
mato animan a todo el que sea joven a que marche contra

la tendencia reinante en nuestro país desde el 14-M.
Si la alternativa -que la había, y ahí comienza el proble-
ma- fuese la de unirse a un colectivo que persiguiese el giro
del gobierno hacia una democracia más participativa, eco-
logista, solidaria y menos interesada e hipócrita, sería más
comprensible. En el caso de que se tratase de un grupo
joven que propugnara medidas nuevas, herramientas para
cambiar un modelo ya gastado, resultaría menos chocante.
El contraste, y, con éste, la sorpresa, viene cuando los per-
sonajes llamados a liderar esa lucha contra la malvada
corriente -y seguimos en el maniqueísmo- no son otros
que Federico Jiménez Losantos, Pío Moa, Cristina López
Schlichting, ¡Alfonso Ussía y hasta el fallecido Jaime
Campmany!
La verdad, de cambiar, creo que este formato habría de
modificar la música de fondo, pues con estas esfinges de lo
retrógrado, lo paralizado y lo ultraconservador, como
mucho, podríamos poner la música de la carta de ajuste -
que, por cierto, hace mucho que no reponen, y así nos va-.
Entre ex-terroristas que cambian las bombas por la pluma
-muchas veces puede ser hasta peor arma-, antiguos maoís-
tas que, caído el Telón de Acero han pintado el “Libro
Rojo” de azul y quieren forrarse a costa de crear odio, cató-
licos de una moral que se remonta a la Edad Media y
auténticas “momias”, antaño felices asesoras del franquis-
mo, se conforma la “alternativa joven”, la supuesta fuerza
combativa y renovadora para este país. La pena es que se
olvidaran de Blas Piñar, que entiende bastante de fuerzas
nuevas.
61
No es preocupante que existan voceros que escupan

incongruencias, el problema es que haya un público que las
aplauda, y el hecho de que mensajes como éste circulen,
más que prueba de democracia, lo son de una ignorancia y
de una mentecatez que sólo se cura con un medicamento:
libros. En un país en el que apenas se lee, los pastores cie-
gos seguirán teniendo rebaño, y nuestras bandejas de
entrada continuarán recibiendo estos mensajes tan descon-
certantes.
62
Odio
Rencor, Agresividad y Miedo se juntaron en una plaza con

Crispación, Calumnias y Gritos. Sin mediar diálogo se
entendieron perfectamente. Sus ropas –rojas las de unos,
azules las de otros, y rojas con rallas azules las de los demás-
con juntaban y los miembros del grupo parecían encajar a
la perfección. Salieron de la plaza y encararon la calle prin-
cipal. La gente los miraba: sus rostros altivos y sus dientes
brillantes podían asustar a cualquiera. Sus peinados y ropas
parecían nuevos, pero en sus gestos eran individuos muy
viejos, cansados de hacer siempre lo mismo. Muchos no se
atrevían a salir de su casa y los observaban desde la venta-
na, acurrucados tras la semitransparente cortina. Pero los
había también que, indiferentes ante tal procesión, perma-
necían frente al televisor. Por último, algunos transeúntes se
unieron al grupo, como atraídos por una fuerza irresistible.
De este modo, Confusión, Mentiras y Revancha se integra-
ron en una cuadrilla que, más que pasear, parecían realizar
una marcha militar.
Después de que, al final del camino, se les unieran
Sectarismo, Inconsciencia, Manipulación e Irreflexión –las
que faltaban-, entraron en el caserón. Nadie los recibió en
la puerta. La casa, que por fuera estaba excelentemente pin-
tada y mostraba todo tipo de lujos, era por dentro un
amasijo de podredumbre, atestado de ratas, lleno de hume-
dad y hasta de goteras en algunas zonas. Por sus eternos
pasillos reposaban basuras que podían tener casi setenta
años: antiguos proyectiles, balas, armas de principios de
63
siglo, resquicios de un antiguo conflicto que nadie quería

limpiar. Los caminantes no repararon en ellos, cegados
como estaban por llegar a su meta.
Los visitantes llegaron por fin a la habitación que
buscaban: era una especie de sala de juntas, pero no
correspondía exactamente a esa definición. Era antigua,
más bien vieja, y adolecía de todos los males que los visi-
tantes habían podido ir contemplando a lo largo de su
recorrido por la mansión. Al fondo de la podrida mesa
los esperaba otro de los hombres: su rostro no era dife-
rente, pero su tamaño era mucho mayor. A cada paso que
daba, ostentando una seguridad en sí mismo que lo
situaba por encima de los demás, sonaban estruendosa-
mente las múltiples monedas de oro que llevaba en el
bolsillo.
Haciendo gala de una compenetración casi imposible
entre los humanos, los comensales entendieron que tenían
que sentarse, y tomaron asiento en las podridas plazas que,
a duras penas, se mantenían sobre sus cuatro soportes. El
debate, o, mejor dicho, la alocución, comenzó. El tema era
sencillo: uno de los miembros más importantes quería ofre-
cer un brindis por los triunfos conseguidos. Se había
avanzado mucho en los últimos años y siglos, y merecía la
pena celebrar el buen momento por el que transcurrían sus
negocios. El miembro era más viejo que todos los demás e
infundía un temible respeto. Tras el sonido de una puerta
medio desvencijada que crujía al abrirse, se oyeron pasos en
la sala contigua. Ningún invitado pronunció palabra alguna
y todos mantuvieron una actitud de respeto cuando el
patrón, el jefe incuestionable, aquel a que le debían tanto,
64
hizo entrada en la habitación. En este momento,

Ignorancia tomo el asiento mayor del salón y comenzó a
hablar.
65
Nacionalismos, ¿todos en el mismo saco?
Observando los actos de las Juventudes de ERC, de Carod,

de Otegui, Ibarretxe, Arzalluz y demás, sufrimos constan-
temente la tentación de condenar el nacionalismo en
abstracto como un acto retrógrado, enemigo, amenazador y,
en definitiva, malo. Un célebre escritor y periodista llegó
hace poco incluso más lejos en estas descalificaciones, por
otro lado, simples y peligrosamente reduccionistas.
Extraer de la experiencia española una idea irrebatible
como ésta –el nacionalismo es malo, hay que luchar contra
él- hace un flaco favor a la capacidad de razonamiento y al
pensamiento complejo. Al identificar el nacionalismo, en
abstracto, con lo retrógrado y lo egoísta, caemos en una
generalización no exenta de pereza y falta de reflexión.
Si colocamos en el mismo lugar a todos los nacionalis-
mos que han existido a lo largo de la historia
contemporánea del globo, estaríamos poniendo en el
mismo nivel a Mahatma Gandhi, José Antonio Primo de
Rivera, Gammal Abdel Nasser y Ho Chi Min, por citar a
cuatro. ¿Es equivalente el ramplón nacionalismo español,
nostálgico del imperio de Felipe II, al de los pueblos de
África y Asia que, explotados por los imperios ingleses o
franceses, buscaban una forma de gestión diferente que no
esclavizara a sus habitantes? ¿Podemos comparar el caso de
Argelia, Vietnam o la India, con el proyecto de Ibarretxe?
Hay, y esto se ha leído en periódicos, quien compara a la
lucha de Batasuna con la de los palestinos por una patria,
66
nada más lejos de la realidad…, esto nos debe confirmar

que los nacionalismos no son, en absoluto, equivalentes.
No debemos contemplar el nacionalismo como una
decisión egoísta de unos pocos: éste ha sido, en el pasado,
instrumento de liberación de pueblos subyugados. Por esto,
renunciemos al razonamiento simple –y fácil que nos deja
pasar a otro tema rápidamente- y profundicemos un poco
más en problemas que, como todos, necesitan más de un
repaso para comprender.
67
¿Qué hemos hecho mal?
Querido Presidente de los Estados Unidos:

Tengo 78 años y he visto pasar muchas revoluciones y
distintos Estados en el mundo. Podemos presumir de que
somos los únicos, salvo alguna excepción, que siempre
hemos sido democráticos. Siempre hemos elegido presi-
dente y los ciudadanos han sido responsables directos del
mandatario que regía nuestros destinos. Cosa que no pue-
den decir otros…
Hace unos años, teníamos a un enemigo muy grande y
rojo: la URSS. En ese enorme Estado enemigo se ahorra-
ban la tentación de votar, por lo que ya podíamos
denunciarlos como un Estado asesino. El enorme almacén
nuclear, la carrera de armamentos y la maldad inherente a
los comunistas nos hacía estar todo el tiempo vigilantes.
El virus comunista se les pegaba a veces a nuestros veci-
nos de abajo: revoluciones y revueltas que tuvimos que
aplastar para sanear la democracia. Cuando venció Jacobo
Arbenz, aun cuando no era comunista, supimos ponerlo
como compañero de viaje de estos y Guatemala, tras una
limpia guerra civil, pasó a ser totalmente democrática. En
El Salvador, Nicaragua, Granada o Chile conseguimos res-
tablecer la situación que más convenía al mundo. Yo no sé
si usted habrá leído alguna vez un libro, señor Presidente,
pero ese Salvador Allende llegó a preocuparnos mucho…
Con ayuda del Papa –que en paz descanse-, la CIA, el
enorme esfuerzo de grandes políticos como Reagan y otras
circunstancias, conseguimos terminar con el enemigo rojo;
68
ahora Putin, una especie de criatura traída del infierno, es

el dictador de un enorme país infestado de mafias, pero, al
menos, no levantan ya el puño. El peligro rojo ha termina-
do hace mucho tiempo.
La duda nos surge ahora. Si somos el Estado que Dios
quiere que domine el mundo –junto con Israel, por supues-
to, perdóneme, Presidente-, ¿por qué se nos resiste ese
reducto estalinista que es Cuba? ¿Cuándo va a morirse el
señor Fidel Castro? ¿Por qué al lado del sangriento dictador
aparece ese otro mestizo que se llama Hugo? ¿De qué wes-
tern se ha escapado ese presidente de Bolivia? ¿Cómo
podemos derrocar ahora a gobiernos electos, con qué excusa?
Somos los garantes de la democracia, la libertad, el
futuro, etc., por lo que tenemos que encontrar una solución.
Pero, ahora, que no hay comunismo, que sólo hay eleccio-
nes –hasta en Irak y Afganistán hemos conseguido que
voten, aunque los apuntáramos desde lejos-, ¿cómo pode-
mos reconducirlas a nuestro terreno?
Señor Presidente, si no dominamos aún absolutamente
el mundo, ¿Qué hemos hecho mal?
69
De loros y papillas
En toda charla que tiene lugar durante un lapso de tiempo

que pretende ser distendido, relajante y agradable, suele
estar permitido decir cosas a la ligera; intentamos pasar un
buen rato y, si, además, nuestros compañeros no hablan
español, proceden de otros lugares, el inglés, como código
de comunicación común, se convierte en una especie de
suavizante que permite que cualquier palabra malsonante
no golpee tan directamente los oídos de los demás como
ocurriría en otro caso. Existe cierta tolerancia hacia aque-
llos que no manejamos correctamente la lengua inglesa y,
esto, a veces, tomado como cheque en blanco, puede llevar-
nos a protagonizar anécdotas ciertamente llamativas.
A los extranjeros les gusta la siesta, les divierte pronun-
ciar esa palabra que sus horarios intensivos no les han
permitido conocer nunca. Ellos anhelan la siesta y nosotros
el horario que nos aleje de salir y volver de casa por la
noche: ninguno está contento. Es un concepto intraducible;
muchas personas no comprenden esta costumbre inventa-
da, dicen, por los perezosos españoles.
Lo cierto es que, teniendo en cuenta el placer que la
siesta supone para el que la puede disfrutar –los casos de
insomnio en esta modalidad de descanso están aún por
estudiarse- sería condescendiente para la humanidad esta-
blecer este breve retiro como práctica ineludible. Sazonado
con la bebida y el buen ambiente, de pensar esto a propo-
nerse como candidato a imponer un estado totalitario que
establezca como objetivo principal la obligatoriedad de la
70
siesta hay sólo un paso. En menos que canta un gallo, la

moción queda aprobada por los agradecidos compañeros de
charla. La broma es sencilla y parece entendida por todos,
pero una chica, procedente de los Estados Unidos (muy,
muy al sur, además) quiso ir más lejos: “si te conviertes en
un dictador que domine el mundo, elimina por fin a Fidel
Castro y luego a su hermano”. Ante el ingenio y la veloci-
dad de la respuesta, el candidato a la revolución tiránica no
tiene otra cosa que hacer que retirarse de las elecciones y de
una posible discusión incómoda.
No entramos a debatir aquí la terrible amenaza que la
poderosísima isla de Cuba supone para el mundo. Las
ansias de poder y de conquista mundial -¡universal!- del
joven Fidel Castro han quedado claramente probadas a lo
largo de este último medio siglo. El potencial, la maldad y
la amenaza de los cubanos sobre los Estados Unidos son
indiscutibles, y, por supuesto, el dolor que la nación más
democrática y libre que jamás pudiera pensarse sufre al ver
que no todos disfrutan de los mismos privilegios que ellos
es perfectamente comprensible por todos. Dejando claros
estos axiomas, deberíamos plantearnos algo más grave aún:
está en juego la evolución de la especie humana. ¿Qué le
pasa al norteamericano medio? ¿Se ha convertido en un
simple organismo que responde a base de estímulos y res-
puestas? Encerrados en un país con todas las posibilidades,
la capacidad de reflexión desciende ya al nivel del pólipo. El
razonamiento se simplifica ante el bombardeo mediático
propio de un país totalmente aislado del exterior.
Manchados de papilla informativa, no esperan a digerirla
para comunicar la buena nueva a todo desgraciado que no
71
la comparta. Democracia, libertad, oportunidades,… son

toda una lección aprendida de memoria. Ante el avance
tecnológico, los enormes recursos y posibilidades, el ciuda-
dano medio de los Estados Unidos sigue con babero y
desplazándose en cochecito de bebé. Esperemos que al oxi-
dado vehículo no se le tuerzan las ruedas.
72
El virus religioso
Imaginemos por un momento que Occidente -y sólo

Occidente- entrara en una profunda crisis económica: las
finanzas quebrarían y miles de familias estarían en la calle;
el desarrollo, frenado, impediría que la educación y la sani-
dad cumplieran su función social: el desastre sería
inminente. Cada vez más familias pasarían hambre y se
sumirían en la desesperanza. Entonces se harían preguntas:
¿por qué nos pasa esto a nosotros?, ¿qué culpa tenemos?
Si tuviéramos la desgracia de vivir esa horrible situa-
ción, además de la proliferación de la pobreza y la miseria,
asistiríamos a una sobreabundancia de estatuillas de santos,
vírgenes y libros sagrados. El cristianismo, en cualquiera de
sus formas, recobraría fuerza como explicación de los males
que asolan al mundo y como guía para la salvación. Las
cruzadas, los grandes milagros y el trabajo de la Iglesia serí-
an retomados con fervor y pasión. No sería descabellado
pensar que ciertos principios de La Biblia fueran revisados
para exagerarse. Los ciudadanos, despojados cada vez más
de su capacidad crítica y su formación, se apegarían más a
la doctrina. En resumen, seríamos capaces de hacer cual-
quier cosa.
La mayoría de los que imaginamos esta situación con-
cluimos con que son principalmente las dificultades
materiales las que exacerban ciertas tendencias en las socie-
dades: bajadas las defensas del organismo social, el virus
religioso no encuentra impedimentos y siembra todo su
poder a lo largo y a lo ancho de éste. La solución no viene
73
de la Guerra Santa o la eterna obediencia y predicación:

necesitaríamos ayuda exterior para estabilizar nuestras
defensas (de un modo parecido al del Doctor Marshall,
operó excelentemente en Europa Occidental contra el
“virus rojo” a mediados del siglo pasado).
Podemos trasladar este horrible cuento al mundo
musulmán y concluir con que las defensas naturales de los
pueblos árabes –musulmanes en su mayoría- están hoy en
día terriblemente debilitadas. La perpetua crisis y los ana-
crónicos modelos de Estado son el perfecto caldo de cultivo
para el fundamentalismo que hoy tanto se teme. Solamente
un aumento en el nivel de vida de la mayoría de la pobla-
ción puede reducir esta peligrosa tendencia. En este
sentido, la oportunidad de adhesión de Turquía a la Unión
Europea puede concebirse como una experiencia interesan-
tísima: los musulmanes podrían probar que, en gran
medida, su miseria viene provocada por las dificultades eco-
nómicas y la falta de recursos. Que los turcos se curen del
resfriado o sigan con sus defensas bajas, dependerá de
Occidente…
74
En la nueva arena
Las características de nuestra sociedad y vida actual, el

estrés, el deshumanizante trabajo, los desinformantes-
medios-de-información, la definitiva frivolización de la
cultura, etc., han conseguido, después de varios años, con-
vertir la arena política en uno más de los entretenimientos
cotidianos. Diariamente, los periódicos, telediarios y bole-
tines radiofónicos nos surten con las más polémicas y
morbosas noticias políticas, aderezadas con el sentido de la
urgencia y la inmediatez. El futuro de la nación se está
decidiendo en el momento en que la noticia se recibe y, por
supuesto, todos los ciudadanos juegan una parte funda-
mental en ello.
Pero, ¿qué parte desempeñamos los pasivos y desinfor-
mados ciudadanos, ahogados con nuestros problemas y
preocupaciones? Éstas últimas suponen para nosotros
mucho más que los grandes problemas nacionales y mun-
diales por lo que, cuando tratamos de estos asuntos de
mayor calado, lo hacemos del modo más superficial, más
bien como una vía de distracción, por lo que la discusión
sobre estos no suele producir una solución útil para el con-
flicto que se está tratando.
El hecho de pertenecer o votar a un partido político o
al opuesto se equipara hoy a ser hincha de un equipo de
fútbol o del contrario. Toda discusión o noticia representa
poco más que un resultado: ganamos o perdemos, no
importan las consecuencias. La militancia pasiva responde
a un afán de entretenimiento y vía de escape a la vida coti-
75
diana. Esta actitud sirve de poco a la mejora de las condi-

ciones sociales, por otro lado, uno de los fundamentos de la
democracia.
Mientras en el Parlamento se exhiban las camisetas de
los equipos políticos y los ciudadanos sigamos siendo simples
espectadores apasionadamente superficiales, las condicio-
nes sociales estarán bastante lejos de cambiar, la rotación de
partidos políticos en el Parlamento no cumplirá el objetivo
de la democracia: dar la oportunidad a cada grupo de elegir
un programa que pueda mejorar la gestión de la sociedad y,
con ello, la vida de sus ciudadanos; seguiremos asistiendo a
más papilla informativa y a un incesante y patético espec-
táculo como el que hoy día comprobamos.
76
De condenas y cadenas
Las declaraciones realizadas por el Partido Popular

Europeo acerca de los crímenes cometidos por los regíme-
nes comunistas en el pasado han producido
inmediatamente reacciones en los distintos grupos políti-
cos, algunas de ellas muy predecibles.
Los miembros de los partidos comunistas europeos se
sienten atacados en un, dicen, intento de equiparar el
comunismo al nazismo. El sistema que estos defienden,
afirman, sigue siendo una amenaza para el capitalismo y
esta es razón que ha llevado al partido más conservador del
Parlamento Europeo a comenzar una cruzada para evitar
cualquier posible forma de recuperación del socialismo.
Esta hipótesis casa difícilmente con la situación actual, en
la que los partidos comunistas ejercen una muy escasa
influencia, directamente proporcional a lo indefinido de su
programa político.
Sin prestar demasiada atención a la provocación que la
condena supone, los partidarios, dirigentes y militantes
comunistas deberían utilizarla provechosamente. Sería del
todo ingenuo pensar que los regímenes socialistas -que no
comunistas, pues nunca llegaron a serlo- del pasado no
cometieron errores ni crímenes graves. Aunque la denuncia
no tiene este objetivo (el de hacer que los comunistas huma-
nicen sus estrategias para ser mejores), la reflexión y
autocrítica debiera llevar a los dirigentes de estas formacio-
nes a reformular doctrinas, teorías y programas para el
futuro. Las sociedades no pueden avanzar si no aprenden
77
de su pasado, y lo mismo ha de aplicarse a las formaciones

políticas.
La intransigencia del revolucionario, ideal admirado en
los años veinte, debe pasar hoy día por el aro de las urnas,
por la legitimación mediante las elecciones libres.
Imposible la agitación de las masas como en el pasado, los
comunistas en potencia deben hoy ofrecer un programa
alternativo a la visión dominante, que contemple –ya que
los otros no lo hacen- serias medidas de protección del ya
enfermo medio ambiente. Atados por las cadenas de su fra-
caso anterior, la retórica de posguerra suena peligrosa: un
nuevo programa político, una nueva reflexión y teoría apli-
cable deben constituir el flotador que salve a este
movimiento del ahogo en el que se encuentra sumido desde
hace más de quince años.
78
ETA: provocando a los ancianos…
El atentado cometido por ETA contra la sede de Falange

el pasado martes en Santoña, además de representar la eter-
na provocación que la banda siempre ha perseguido, ha
despertado reacciones ciertamente criticables. Algunos par-
tidarios de la izquierda más radical y escandalosa
prácticamente han celebrado este acontecimiento: “ya que
ETA practica el terrorismo, que, al menos, lo dirija a los
elementos más perjudiciales: los fascistas”. Esto es, declaran
que, puestos a matar, que maten a la gente mala.
Este manifiesto, culminación del simplismo, muestra
claramente que el sectarismo bloquea e impide ver la ética
de todo acto. Analizando las circunstancias actuales en el
país -la mayoría de los ciudadanos vota a los dos partidos
que dicen converger al centro- y, con ellas, la magnitud de
la amenaza que el fascismo tradicional supone hoy para
nuestra sociedad –ninguna-, ¿puede ser menos condenable
un atentado que se dirija contra una sede fascista que el que
se dirija a otro objetivo? La respuesta es clara: las sedes fas-
cistas han de continuar ilesas, probablemente a la espera de
que un tribunal las condene como ilegales, como conse-
cuencia de los crímenes cometidos en el pasado. Pero este
sería otro debate bien distinto...
Donde otros veteranos y jubilados jugarían al dominó e
intercambiarían anécdotas, los falangistas sueñan con un
pasado que, afortunadamente para todos, no pudo conti-
nuar –esto sin contar a los adolescentes idiotas que,
fascinados por algo nuevo para ellos, se unen a este tipo de
79
movimientos-. Por esto, defender el atentado como preven-

ción de una supuesta amenaza fascista no queda justificado
en absoluto. La emotividad y la irreflexión llevan, en oca-
siones, a adoptar conclusiones como éstas a miembros de la
izquierda. Si no queremos aceptar la simplista frase de que
<<los extremos se tocan>>, tendremos que contemplar un
cambio en las reacciones de la izquierda ante acontecimien-
tos tan deplorables como estos.
80
Londres, 18 de Marzo de 2005
A pesar de los datos suministrados por la policía local

(siempre hábil a la hora de reducir el monto total de mani-
festantes en cualquier ciudad del mundo), las protestas
masivas que tuvieron lugar ayer en Londres supusieron un
acontecimiento digno de recordar. La ciudad magnánima,
reclamo turístico en la mayoría de los casos, pudo ser visi-
tada ayer de otra forma muy diferente: las amplias
carreteras, que cualquier otro día hubieran estado colapsa-
das de tráfico, se rindieron a ser pisadas por miles de
manifestantes, organizados en una marcha absolutamente
pacífica, pero profundamente decidida.
Los ingleses se han destacado siempre por su frialdad,
pero también, por su orden y pragmatismo. Quizá fuera
esta la razón por la que la manifestación no sólo pediría la
retirada de las tropas inglesas de Irak (objetivo preferente),
sino que iba a ir mucho más allá: la liberación de Palestina,
el apoyo al eje sudamericano o la denuncia a Bush como
“primer terrorista del mundo” fueron otros de los objetivos
incluidos en la agenda de la protesta.
La multietnicidad, rasgo característico de una ciudad
tan cosmopolita y avanzada como Londres, quedó ayer
reflejada por la unión de distintas religiones, razas y cultu-
ras con un fin común. Entre otros, miembros del Partido
Comunista de Irán (probablemente exiliados), palestinos y
árabes de otros muchos países e, incluso, judíos socialistas y
antisionistas pedían la liberación de los pueblos oprimidos,
81
ayudados en su cometido por todos los demás componen-

tes de la manifestación.
En la Plaza de Trafalgar terminaba el recorrido y en ella
se daban las consignas finales: principales líderes sindicalis-
tas y miembros de la Coalición por el Fin de la Guerra
compartieron con la audiencia sus impresiones y opiniones
sobre el primer ministro y el gobierno laborista –a Blair
parece quedarle solo tres años de historia en la política-.
Militares que habían renunciado a la masacre en Irak tam-
bién pudieron dar testimonios de lo que realmente estaba
ocurriendo en el asolado país. Este acto final resultó pro-
fundamente emotivo, al observar la unión y compromiso
político de una población frecuentemente tildada de ser
demasiado moderada.
Cuando uno, abrumado por tal despliegue, se retiraba
para volver a su ciudad de procedencia, podía observar una
concentración mil veces más reducida, pero no por ello
indigna de ver: sobre prácticamente tres metros cuadrados,
unos 30 africanos se manifestaban por su cuenta. Los pan-
fletos, repartidos por su portavoz, clamaban por un
acontecimiento mucho menos propagado por los medios
de comunicación: la liberación de Zimbawe y la lucha con-
tra su sangriento y odioso dictador, Robert Mugabe.
Para todo dio la ciudad en un día que, a pesar de que se
le quiera quitar importancia, demostró la conciencia de un
pueblo que comienza a darse cuenta del engaño que ha
estado sufriendo durante mucho tiempo.
82
España: prudencia y pesimismo
Los principales medios de comunicación han irrumpido

con una positiva noticia: la banda terrorista ETA ha anun-
ciado un alto al fuego permanente. Los grandes grupos
políticos no han tardado en matizar y dar distintos colores
al acontecimiento: unos lo conciben como un paso más
para la paz y los otros intentan restar importancia a un
hecho que puede no significar ningún progreso.
Aciertan los socialistas al afirmar que el camino hacia la
paz no será fácil: después de los casi novecientos asesinatos
con que la banda ha obsequiado al Estado Español, un sen-
cillo acuerdo, sin sufrimientos ni esfuerzos, sería utópico.
Sin embargo, los populares, en la oposición, no pierden
razón al reprochar que éste es sólo un gesto: los resultados
reales, como la desaparición de las presiones a los empresa-
rios y a la población vasca y, finalmente, la disolución de la
banda, no han llegado aún. Con lo que no han contado
estos últimos es con que, en un minuto y treinta y seis
segundos de comunicado, no hay tiempo suficiente para dar
todos estos pasos. Por si acaso, los líderes del Partido
Socialista se han declarado como prudentes ante los hechos.
Viéndonos en esta situación, sería interesante presen-
ciar cuáles hubieran sido las reacciones de los partidos si se
hubiesen encontrado con los papeles cambiados, es decir,
uno gobernando y, el que ahora gobierna, en férrea oposi-
ción. Si observáramos las cosas desde este cínico prisma (y
así nos obligan a ser los políticos que nos han regido hasta
hoy), concluiríamos con que ambos partidos desean el fin
83
de la existencia de la banda, pero siempre que este fin ocu-

rra dentro de su mandato.
A pesar de la importancia y el empeño que los dos gru-
pos mayoritarios han puesto durante los últimos años para
acabar con el terrorismo, ambos contemplan como punto
crucial de este proceso cuál de estas dos formaciones pasa-
rá a la historia como el partido que acabó con el terrorismo
en España. Éste es un lujo al que pocas formaciones podrí-
an renunciar, y de ahí, la prudencia del que quiere dar todos
los pasos correctos, frente al pesimismo del que no puede
darlos en el presente período.
En una transición a la democracia en la que aún nos
encontramos (pues tener que negociar con una banda
terrorista para alcanzar la paz no es precisamente un sínto-
ma de país democrático), estamos bien lejos de rememorar
los pactos que las fuerzas políticas legalizadas realizaran
hace más de veinticinco años, y que permitieron erigir un
régimen más justo que el que existía anteriormente. Frente
a esto, hoy tenemos rivalidad, competición y recelo: poco
importa si el conflicto se soluciona o no, lo relevante es
quién lo corone y, de este modo, prudencia y pesimismo,
cambiando sus papeles según gobiernen o no, seguirán
luchando por llevarse el gato al agua.
84
Entre virus y seres humanos
En la cafetería de una Universidad inglesa comen tranqui-

los sus estudiantes. Sobre ellos, en una enorme pantalla, la
cadena MTV dicta los ritmos y canciones que están de
moda en el momento. Los jóvenes almuerzan casi sin darse
cuenta de la presencia del canal, mientras que el ruido de
los altavoces, que acompaña a la imagen servida por la pan-
talla, apenas les deja conversar. Pero será en esa cafetería
donde más libertad de movimiento encuentren estos uni-
versitarios. La entrada a ciertos edificios está regulada:
carné de socio, de estudiante, firmas, verificaciones, llama-
das telefónicas de comprobación… El aparato burocrático
que regula la vida cotidiana desconfía del individuo y lo
fuerza, en ocasiones, a situaciones ridículas y humillantes.
Para entrar a ciertas Facultades como mero visitante es
obligatorio llevar un distintivo que indique el nombre del
portador y qué va a hacer éste en el edificio.
La situación de control y búsqueda de seguridad se
reproduce también en las calles: las cámaras (por su seguri-
dad) pueden encontrarse en todas partes. La figura del
policía se reproduce para completar el trabajo que las cáma-
ras no alcanzan a realizar.
La informática viene a ser un reflejo de esta situación
de extrema vigilancia. En los ordenadores de la
Universidad, para pasar de una web a otra, el aviso de estar
entrando en una página peligrosa es constante, lo cual, por
otro lado, hace que la navegación sea mucho más lenta; eso
sí, segura a más no poder. Cada cierto tiempo, los ordena-
85
dores se reinician y pierden la información anterior: todos

los programas han de reinstalarse para evitar riesgos. Todo
esto permite que los virus no entren en un sistema que ha
decidido desde hace ya algún tiempo protegerse a ultranza.
Estas manifestaciones de protección llegan a veces
hasta la paranoia (folletos para los estudiantes residentes de
no confíes en tus compañeros, cierra con llave la puerta de tu
habitación) en un país que ha cumplido ya tres años en una
guerra. Los ciudadanos y trabajadores han absorbido ya
toda una cultura de la seguridad, sin plantearse que este
extremo puede llevar al absoluto control por parte del
Estado. Ante el binomio seguridad y libertad, los ingleses
parecen estar decantándose por el primero de los elemen-
tos, condenando al ciudadano, en su individualidad, a vivir
continuamente seguro, pero, al mismo tiempo, vigilado y
controlado, sea por las atentas cámaras, los cien mil papeles
que firmar, los policías, o bien, de forma más sutil, por la
propaganda que diariamente captarán de la peligrosa
MTV, formación que, ésta sí, reciben desde hace bastante
tiempo.
86
Bush o el dedo que tapa el sol
Con un discurso ramplón, demagógico, repetitivo y, en

definitiva, simple, George W. Bush, el Presidente de los
Estados Unidos, se presenta diaria o semanalmente a la
opinión pública nacional y mundial. La respuesta y reacción
entre los que no somos sus partidarios es rápida y clara:
concluimos con que nos encontramos ante poco menos que
un subnormal; nos planteamos cómo es posible que tal ele-
mento haya conseguido llegar a dirigir la Casa Blanca, etc.
Las críticas, ataques y bromas contra el Presidente yanqui
se reproducen por doquier en casi todos los círculos: todo
el mundo parece estar en contra del mandatario.
Lamentablemente, en la mayoría de las ocasiones, las críti-
cas y burlas hacia Bush no son más complejas o profundas
que las afirmaciones que éste nos suele regalar. La crítica y
el insulto bien podrían convertirse en un fin en sí mismo,
en un entretenimiento y pasar, de este modo, a integrarse
perfectamente en el sistema.
Tener un chivo expiatorio en la Casa Blanca –alguien
en quien puedan reflejarse las contradicciones y decisiones
más extremas del gabinete- puede resultar una ventaja para
el Partido en el poder y, por supuesto, para las instituciones
e intereses económicos que se encuentren detrás de éste.
Dentro de veinte años recordaremos la invasión a Irak
como un acto tramado por el tonto-malvado de George
Bush, y no como la consecuencia de una política imperial
agresiva y sin escrúpulos que cumple ya muchos lustros y
87
que continuará cuando el dirigente republicano abandone

la presidencia.
Al criticar a Bush, al demonizar al burócrata-percebe,
perdemos la oportunidad de observar las fuerzas que ope-
ran detrás del portavoz. La industria militar, los distintos
intereses empresariales, así como una tradición de invasio-
nes pasadas, quedan eclipsados por cuatro estúpidas frases
lanzadas diariamente por un orador que cuenta con una
formación académica tan alta como la de su rival en las filas
demócratas.
Pensar en Bush como en el peor de los demonios y el
causante de todos los males terrestres (guerra en Irak, cam-
bio climático, amenaza a Irán,…) nos hará prácticamente
venerar a pasados presidentes como Clinton, Kennedy o
Ronald Reagan –causantes todos ellos de estupendas inva-
siones y desastres a la americana- y aliviarnos al ver que un
Kerry, un Gore, o, incluso, Cheney o Rice alcancen la pre-
sidencia. Quedándonos en la burla a Bush será fácil
entender la historia como consecuencia de las decisiones de
ciertos individuos y no como un proceso más complejo.
Probablemente, entre algunos de los críticos anti-Bush se
encuentren los mejores partidarios del modo de hacer de
los Estados Unidos: se ha conseguido crear un tonto para
dirigir las acciones más tontas de la nación más poderosa,
por lo que se corre el peligro de que éstas queden así justi-
ficadas. Muerto el perro, la rabia cundirá tanto o más que
antes.
88
PARTE II
SOCIEDAD Y CURIOSIDADES
Necedad
Hay un magnífico artículo de opinión publicado por Rafael

Argullol en El País de hace unas semanas. Éste comienza
tratando sobre las agresiones en los colegios, obra de los
conocidos “matones”, para luego hacer una reflexión más
profunda acerca de las posibles causas de este problema. El
texto no tiene desperdicio alguno, y me ha incitado a la
reflexión y, sobre todo, al recuerdo. He tenido que sufrir en
mi infancia y adolescencia a este tipo de imbéciles -mascu-
linos y femeninos en similar cuantía-. Como si fueran un
producto de mercado (que en definitiva es lo que son), hay
una época en la que suben como la espuma y son populares,
“queridos” y hasta venerados. Llegados a este punto, el
mayor peligro que corres no es que te golpeen o se burlen de
ti -hecho que puede ser muy duro- sino que te llegues a
creer que efectivamente están por encima o un paso por
delante que los demás. En teoría, la sabiduría de la sociedad
y, sobre todo, del tiempo, debería ponerlos donde les corres-
ponde. El problema es que, a pesar de contar con el tiempo,
esa sabiduría social brilla a menudo por su ausencia. De este
modo, la necedad sigue brillando en la Universidad -resulta
complicado no convertirse en un empollón por utilizar un
par de vocablos “desconocidos” o “palabras raras” en clase, o
comportarse de modo “excesivamente educado”: hablar de
“usted” a un profesor es ya toda una utopía en la institución
universitaria-. “Hablar bien” hoy día supone, sobre todo para
91
la primera impresión, un motivo de rechazo o fácil catego-

rización. La licenciatura, el trabajo y la madurez no impiden
que la ignorancia y la estupidez coronen a este tipo de baci-
los que tan triunfantes creen pasar por estas etapas. Además
de asquerosos productos de mercado –pues sin un público
que les aplauda las estupideces, las gracias y su animal com-
portamiento no existirían- son claramente un reducto del
esquema social: el tipo de sociedad en que vivimos los gene-
ra necesariamente. Y es que los imbéciles acaban
produciendo imbéciles, es una de las tristes consecuencias de
la reproducción humana. Contra esta pescadilla que se
muerde la cola (miles de imbéciles en periódicos, radios,
televisiones, partidos políticos, escuelas, familias…) resulta
tremendamente difícil luchar. Sólo una profunda transfor-
mación social y un cambio radical en el modo de educación
de las masas –jóvenes y no tan jóvenes- resultaría una alter-
nativa efectiva. Mientras tanto, los seguiremos sufriendo, en
silencio o sin él.
92
Y por el…
En la necesaria y obligada respuesta al anuncio ¡Feliz 2005!

–oscura tempestad temida por los (un año más y los que
quedarán) lamentables presentadores de las Campanadas-
me gustaría comentar algo además de esta frivolidad, pro-
ducto exclusivo del peculiar carácter español. Para los que
no pasamos la pelota sin observarla, vimos que esta inocente
broma podía decir mucho más de lo que pretendía por sí
misma. Más allá de una convención que poco dividía, atre-
vida y conformista al mismo tiempo, oportunísima y
respondona, observamos un ya avanzado fenómeno comu-
nicativo revolucionario y de escala mundial.
Algunos de nosotros, después de comprobar el enorme
alcance que tuvo esta frase, evocamos el mismo momento
en la década anterior –en 1995 nadie temió felicitar el
nuevo año-, y, no hallando nada que se le acercara mínima-
mente, nos hicimos algunas preguntas: ¿No conocíamos la
rima consonante por entonces? ¿No contábamos con ese
don de la rapidez y la oportunidad, esencia del buen senti-
do del humor? Lejos de eso: el cinco ha sido siempre un
número explotado en constantes bromas y chistes, y su lógi-
ca es atemporal. El factor diferenciador reside en que la
conectividad a Internet era, por entonces, ínfima en nues-
tro país –siempre receptor osmótico y tardío de todo avance
tecnológico-, y estaba reducida a unos círculos, llamémos-
93
les poco democráticos o populares: profesionales, especialis-

tas…, alejados del concepto actual de usuario.
La puesta en común de esta rima a tan alta velocidad
no hace sino demostrar el poder actual, entre otros, del
medio Internet, y la enésima confirmación de la preponde-
rancia de una nueva sociedad: la sociedad de las
comunicaciones. Demostraciones, entre otras, como las del
13-M –la verdad sobre su trascendencia no la conoceremos
nunca, por fortuna- no hacen sino verificar el poder de los
nuevos soportes para la transmisión de ideas. Teniendo en
cuenta todo esto, la futilidad del texto reproducido expo-
nencialmente este invierno no debe distraernos de algo
mucho más importante y definitivo: una nueva era y un
nuevo poder, más difuso y escurridizo. ¡Feliz 2005!
94
El armario, para guardar ropa
Después de mucha lucha y sufrimiento, los homosexuales y

las lesbianas han conseguido que su unión, la legitimación
de su relación personal, alcance el mismo estatus que la de
los heterosexuales. Pero la reacción no se ha hecho espe-
rar…
Miles de españoles, agrupados en distintos foros, anun-
cian asustados “el fin de la familia” –como ya se hiciese con
la aprobación de la ley del divorcio-. Aparecen expertos en
“psicología medieval”, que no dudan en colocar a los homo-
sexuales a la altura de los trastornos de personalidad –y
dejan en ridículo al partido que lo invita a exponer estos
argumentos-. Los hijos de homosexuales serán homose-
xuales por fuerza, y las hijas de lesbianas se afeitarán
diariamente y tendrán voz de tenor…, y así hasta una eter-
na combinación de posibilidades producto de la maquinal
imaginación del español más retrógrado y con el más estre-
cho marco de visión que se pueda tener.
Mi aportación –huelga criticar a los reaccionarios- con-
siste en proponer el matrimonio como un medio, nunca
como un fin. Personalmente, considero el matrimonio
como una especie de contrato, una manifestación de la
burocratización de absolutamente todo hoy día y se susten-
ta por la tradición. No le tengo estima en absoluto. El amor
no debiera estar sujeto a papeles, sino ser libre y puro. Aun
así, la idea del matrimonio para todos, en la sociedad en que
95
vivimos, me parece un medio excepcional para alcanzar la

justicia social.
Con un amor “legalizado” será más fácil mejorar la ima-
gen del homosexual o la lesbiana en la sociedad. En el
pasado, un divorciado tenía una imagen peor de la que tiene
ahora. ¿Empeora su vida por ser divorciado? ¿Sería mejor
siguiendo casado con la mujer con la que no puede convi-
vir? Pues lo mismo ocurrirá con los homosexuales: el
matrimonio es una puerta para su aceptación por parte de
la sociedad. Cuando algo se hace legal, se hace más fre-
cuente: es más fácil salir del armario cuando la sociedad lo
comprende, y una situación que se define como normal,
forzosamente acaba siendo normal. En un futuro, y, gracias
a estas medidas, homosexuales y heterosexuales convivire-
mos sin problema, el armario servirá para guardar
chaquetas, pantalones y otro tipo de prendas, y nunca jóve-
nes asustados por una sociedad injusta e incomprensiva.
Sólo ese miedo al cambio, esa ignorancia inherente a algu-
nas clases serán un obstáculo para esta consecución, que
estoy seguro que se producirá en breve. Enhorabuena.
96
Talk shows: en la cocina del infierno
La falta de espíritu crítico -minado por la avanzada anemia

cultural- y, con ella, la vulnerabilidad de la inteligencia y las
emociones, convierte a las clases menos favorecidas en la
excusa perfecta para la supervivencia de los programas de
testimonios- o talk shows en la terminología americana, que
es de donde provienen. Pueden ser talk shows programas
como “Sorpresa sorpresa” –de un modo especial-, “Hay una
carta para ti” o, cómo no, el más joven de todos, “El diario
de Patricia”.
Lo que nosotros consideramos, a primera vista, un pro-
grama ameno y refrescante tiene una lógica interna bien
distinta. Tanto la composición del público como los movi-
mientos del presentador o presentadora, el paso a
publicidad y el modo en que el invitado interviene, son sus-
ceptibles de un análisis profundo y crítico -y
profundamente crítico-.
Esta falsa fábrica de ilusiones se nutre de ciudadanos
anónimos con historias que contar. La fascinación que la
televisión produce en ellos -en muchos casos, el único refe-
rente cultural- supone el anzuelo perfecto, y permite a los
organizadores contar con un suministro constante y fiable
de materia prima. La mercancía es tan buena como lo sea el
interés -espectacularidad, morbo- de la historia que ésta
pueda contar. Así, se determinan los criterios de búsqueda
97
entre los redactores –pescadores– y se conforma el orden de

los participantes –invitados–.
Una de las principales causas de que los personajes anó-
nimos que participan de esta conspiración cultural accedan
a colaborar es, quizá, la visión equivocada que tienen de las
funciones que cumple la televisión. Al contrario de lo que
se puedan imaginar, ésta no tiene ningún propósito social.
Pero, al aceptar su ficticia dimensión comunitaria, la comu-
nión con ella resulta mucho más fácil para el participante y
para el espectador –lo que produce muchos beneficios para
unos pocos–.
De este modo, esta industria utiliza los reencuentros
(“Mari y Pepa llevan ochenta años sin verse y hoy se van a
reencontrar”), disculpas (“no te los pondré muchas veces
más, cariño, vuelve conmigo”) y denuncias (“me dejó por un
avestruz”) como perfecta excusa para atraer a los potenciales
protagonistas –y a los también desvalidos telespectadores–.
La erróneamente atribuida función social de la televisión no
es más que una nueva mutación de la función espectáculo,
que de este modo se disfraza para servirse con más gracia.
Dicen que cuando uno visita una fábrica de bollería
industrial, no vuelve a probar estos dulces, o, si lo hace, no
vuelve a saborearlos del mismo modo. Si realmente cono-
ciéramos las intenciones del presentador -no llores, yo estoy
aquí contigo-, las de los directores -¡que baile la loca!- y todo
el entramado que hay detrás de esta esquiva golosina visual,
les aseguro que veríamos cosas que nos aterrarían.
98
Lloviendo sobre mojado
De una buena fuente mana ahora un potente chorro que

está limpiando las oscuras, sucias y residuales aguas que
poblaban el suelo desde hacía años. Éstas, pútridas y derro-
tadas, huyen, cobardes, y son absorbidas por las
alcantarillas, que para eso están. Es lo que suele pasar en las
tormentas, y también cuando hay una buenafuente –y lo he
puesto junto adrede- que renueve el estado del suelo. Al
rato, cuando se seca, el sitio ha quedado limpio de la ante-
rior realidad; sin embargo, a veces esa limpieza no es
suficiente.
Saliendo de esta sucia y aguada metáfora y entrando en
el caso, asistimos, por fin, a la marcha –o huída preventiva-
del magnánimo periodista y prototipo de comunicador que
reina aún en funciones en su versión del planeta Marte. Su
imperio sigue en pie, pero, ante la previsión de decadencia
y escisiones, el responsable de las crónicas ha decidido
bajarse en marcha. Además, la tiranía del dinero, el benefi-
cio, la mentira y la burla a cualquier precio lo tienen
agotado.
Entre tanto, en la tierra reina el alivio, la satisfacción y
el “si yo lo sabía” popular. El suelo está limpio, ya no hay
basura en televisión, la cultura ha ganado su batalla… De
todos modos, nadie veía este programa, ni yo tampoco –es
que me lo cuentan-. Es increíble lo pronto que olvidamos.
Sin ningún tipo de resistencia, el reinado de Marte ha teni-
99
do la mayoría absoluta durante ocho años, sin que nadie

fuera capaz de hacer algo al respecto. Este amplio período
de dominio debería producirnos preocupación, por la poca
resistencia planteada.
Nuevamente la hipocresía nos supera. En una sociedad
en la que hasta el telediario es todo un espectáculo –falta-
ría que pudiéramos bailar su música, démosle tiempo- nos
regocijamos con la marcha de uno de los responsables de la
idiotización de la sociedad como si este problema hubiera
terminado. Sometidos a propaganda incesante desde cual-
quier vía, cambiamos un programa basura por otro con
distinto nombre –como de partido y programa político, por
cierto-, para creernos que se produce mejora.
100
Nuevas generaciones
“me llamo Ana, me gusta la marxa, reírme con mis amigas,

juas juas, el caxondeo, la música (toda) y toda mi gente dise
ke estoi loka, soi mu lokilla”.
Esta especie de código de comunicación no es el frag-
mento de un diálogo de “El exorcista” ni nada parecido. Si
fuera así, estaríamos al menos ante un caso justificado, pero
no, se trata de una situación terrible, cotidiana, y terrible-
mente cotidiana. Es una autodescripción de la sección “Mi
perfil” de uno de los blogs que, por desgracia, visité hace
poco.
Esta descripción, tan antológica como representativa,
merece un análisis, o, mejor dicho, una autopsia –pues, per-
dónenme, muerta está la mente de la autora-. Lo del
nombre, Ana, podemos perdonárselo, no es obra suya, y
cada uno tenemos uno, el mío es Andrés, y, como veis, no
pasa nada. Pero a partir de ahí comienza el conflicto, pues
la persona tiene que describir su perfil, es decir, mostrar una
serie de características que la definan. Normalmente, un
perfil describe curvas, picos, etc., pero, en este caso, es abso-
lutamente plano. ¿Qué tiene esta chica de especial?
Veamos: le gusta la “marxa” –que traduciremos como mar-
cha, discoteca, y, en definitiva, ponerse hasta el culo de
alcohol y decir chorradas, que tampoco está mal-. En cuan-
to a lo de “reírme con mis amigas”, podemos inducir que
sus amigos –si los tiene- son terriblemente aburridos (ya
101
que, si fueran divertidos, inferiríamos que su humor no

podría ser entendido por la joven, por lo que tendrían una
categoría intelectual superior y no podrían ser sus amigos,
lo cual sería una contradicción). Pues bien, lo dejamos en
que sus amigas son unas guasonas y goza horrores riendo
con ellas. Por si acaso, realiza una genial onomatopeya de la
risa “juas juas”, no exenta de exquisito gusto. En ella no nos
pararemos por respeto al castellano.
No contenta con decir “me gusta la marxa”, vuelve a la
carga con “el caxondeo” –que asimilaremos al vocablo colo-
quial “cachondeo”, que hace referencia a la broma,
algarabía, etc.-. Es una persona que deja las cosas claras y
las repite por si alguien se descuelga. Sería, por tanto, una
excelente didacta, casi tan buena como muchas que hemos
podido tener como profesoras.
La música la desvela, probablemente sea una amante de
Bach, Mozart o Brahms, y, en secreto, cuando su severo
padre no la escuche, se pondrá discos tan subversivos como
Scorpions, Frank Zappa o Iron Maiden. Como le gusta
“toda” la música, no tenemos problemas, tendrá un gusto
que le permita disfrutar de cualquier estilo… ¡qué suerte
tienen algunas!
Ahora viene lo mejor: “toda mi gente dise ke estoi loka,
soi mu lokilla”. He intentado buscar diversos traductores y
lo que he podido obtener arroja luz y miedo a la hora de
relatarles lo que significa. Su “gente” –tribu, amigos- afirma
que está mal de la cabeza, loca. Éste es un punto común en
todas estas adolescentes imbéciles y sin un ápice de cerebro
102
ni originalidad. Gran Hermano les ha chupado lo poco que

pudieron inculcarles los inútiles y despreocupados de sus
padres, y ahora se limitan a destrozar el castellano con el
pseudo-lenguaje inventado por Movistar y otras grandes de
las ondas. Y, además, tienen la osadía de burlarse de algo
tan legítimo como es la locura perpetua. Ya me gustaría
algún día encontrarme con la descripción de Ana, modifi-
cada del siguiente modo: “me llamo Ana, mis amigos dicen
que estoy loca, mis padres también, mis dos psiquiatras
están totalmente de acuerdo en ello, y ahora sólo puedo
chatear, pues tengo los pies hinchados de la hipermedica-
ción a la que estoy sometida. Por cierto, no hay nada más
animado que las manchas blancas de mi techo blanco…”.
En fin, divagaciones aparte, el encefalograma plano es
lugar común en muchos de estos indefensos trozos de carne
con ojos. Obviamente –y conozco casos reales- no todos los
adolescentes son iguales: los hay aficionados a la lectura, a
la reflexión y que escriben realmente bien, pero tristemen-
te se ven rodeados de la necedad como si de una minúscula
isla se tratara –y muchas islas acaban sepultadas por el mar-
. Definitivamente, sobredosis de televisión, el fenómeno
play-station, Internet, Messenger y demás venenos suminis-
trados por una mano inocente y diabólica como la del
tierno niño o adolescente gestante, están haciendo estragos.
Y el futuro será, en breve, de ellos.
103
Eufemismos multimillonarios
En días como hoy recuerdo aquel chiste en que al homose-

xual que tenía un yate y un buen trabajo se le llamaba gay,
mientras que el pobre que nada tenía en los bolsillos y se
sentía atraído por los hombres era un maricón. Y es que el
lenguaje nunca ha sido neutral.
Del mismo modo ocurre con la raza a la que se perte-
nece. Para ello, podemos distinguir entre árabes y moros. Lo
árabe es, más que nada, un concepto teórico, un término
que agrupa a un conjunto de pueblos de religión musulma-
na –mientras que existen muchos no árabes que abrazan el
Islam, pocos árabes no son musulmanes- y que además tie-
nen el árabe como lengua materna y como base de su
cultura. Sin embargo, moro es un apelativo con el que ten-
demos a agruparlos a todos, coloquial y tremendamente
utilizado. Sin duda, moro resulta más fácil de utilizar que
árabe.
Sin embargo, como en el chiste, de vez en cuando apa-
rece un personaje que se gana el apelativo de ser árabe y no
moro. ¿La razón? Como suele decir un amigo: “siempre que
dudes, busca el dinero”.
Hoy se ha conocido la muerte de Fahd, el Rey de
Arabia Saudí, un gran árabe. Este insigne monarca –que
vivía como un emperador de la antigüedad, mientras que en
su reino muchos se mueren de hambre- ha sido de los
pocos que ha conseguido que los más racistas de Marbella
104
hayan tenido que variar su manera de dirigirse a él. Y es que

el ir forrado de oro deslumbra y confunde al prójimo. De
este modo, y con la intercesión del Rey Midas, un moro se
transformaba en árabe.
Pero no sólo a nivel individual ocurre este patético
fenómeno, sino que también sucede a gran escala. Los
estadounidenses, desde ya hace muchos años, saben distin-
guir perfectamente entre árabes y moros, según el caso. Para
ellos, Arabia Saudí es un vecino plenamente árabe y respe-
table, mientras que Irak, por ejemplo, es un país lleno de
moros peligrosos. Egipto estuvo lleno de moros con Nasser,
pero Annuar El Saddat los volvió árabes como el que trans-
forma el agua en vino. Curiosamente, la guerra entre Irak y
Kuwait –o entre Irak y el mundo- fue una guerra entre ára-
bes kuwaitíes y moros iraquíes. Hussein es otro de los casos
de transformación de árabe en moro; el cambio vino en los
setenta, curiosamente cuando nacionalizó todo el petróleo
de su país. Y ahora me pregunto yo: ¿a qué raza pertenecen
los terroristas, si la mayoría provienen y se forman en
Arabia Saudí? ¿Son moros malos, árabes buenos con malas
intenciones?..
Supongo que en el Departamento de Estado los
Wolfovitz, Rice, Rumsfeld y compañía se estarán desgañi-
tando los sesos para comprenderlo. O no…
Y es que, si lo pensamos, la hipocresía se espesa hoy casi
más que la contaminación. Árabes y moros son ya dos
etnias radicalmente distintas diferenciadas por dinero y
posesiones. Me pregunto de qué raza serán los cubanos de
105
Miami, los gobernantes de Corea del Sur o los multimillo-

narios japoneses. Mi más sentido pésame a la familia del
árabe que todo lo pudo, hasta cambiar de raza, ya quisiera
Michael Jackson…
106
Redacción: el día europeo sin coche
Hoy la profesora Margarita nos ha hecho escribir una

redacción sobre el dia europeo sin coche, y eso es lo que
estoy haciendo. El dia europeo sin el coche –porque ése es
el tema de la redacción- es un dia muy bonito, porque nadie
va en coche. Todos andan y caminan y saltan y son felices.
La gente va en bicicleta y todos se rien y es verde. El sol
brilla siempre ese dia, yo no lo miro porque luego veo cir-
culos durante media hora y mamá dice que soy gilipollas.
Este dia sin el coche está muy bien, porque con él en
Europa se reduce la contaminación y la gente cambia, y se
vuelve buena y todo se hace verde y sale más el sol y la gente
sonrie y grita y canta y hay música de la casa de la pradera
y mi papá deja de beber y vomitar en el rellano de la esca-
lera que está pegajoso Todo eso gracias a este dia muy
bonito que es el gran dia sin el coche. Jesús habló una vez
del dia sin el coche, pero no le creyeron, por eso Hitler
atacó a los judios más tarde.
De mayor quiero ser politico como mi padre. Él dice
que lo de Los Verdes es una mariconada, que no hace falta,
que son chorradas, que no sé qué del libre mercado y que el
progreso es el crecimiento del Pir o del PUB, no lo sé (mi
padre viene poco a casa porque mamá ya no lo quiere ver
más desde que va con esa señora casi de mi edad(. Pero yo
hago caso a mi padre porque es rico y va en un coche gran-
de con unos tios muy serios que le cubren la espalda. Y
107
además, es que con el dia sin el coche todo cambia ya y se

arregla el problema. Está muy bien, estamos muy contentos
Conclusión: mi padre me ha dicho todo esto, y también
le gusta el dia sin el coche porque puedes conducir rápido
y con poco tráfico. En definitiva, quiero mucho a mi papá
aunque sea un poco pendenciero. Fin.
108
Más discriminación, por favor
De risa son algunos anuncios que hace el ejecutivo, bromis-

ta, gracioso y entrante. Y no es que me parezca mal el
cambio: al contrario, mucho ha tardado en llegar. Pero
algunas de sus propuestas me parecen hasta descaradas.
¿Qué es eso de las cuotas, de la paridad en el Parlamento?
¿De verdad nos creemos que las mujeres diputadas van a
pensar más en las ciudadanas? Cualquiera que tenga dos
dedos de frente sabrá que, una vez en el juego del poder, se
sirve a éste y a nadie más. De ahí al holograma propagan-
dístico hay sólo un paso. Son los Grunchies del Corte Inglés
que traen las nuevas modas, estandartes del progreso de
marca y el Vogué de turno.
Y es que no puede esconderse el polvo debajo de la
alfombra: el prejuicio negativo contra las mujeres no se
borra con uno positivo: éste lo que hace es legitimar,
demostrar que la mujer necesita ayuda, un empujón, que
sola no puede. Y es cierto que en la vida social -como en la
economía, señores neoliberales- hay que intervenir para
reasignar recursos. Pero, cuando se hace, se opera con un
plan muy estudiado, y pensando también en el largo plazo.
La paridad se me antoja un apaño, y más maquillaje para un
partido que teme no mostrar seguridad y firmeza, y que se
arregla con modelos de mucho escote pero alta rotación.
Por tanto, no nos engañemos, luchemos por cambiar
esta ancestral base machista y retrógrada que hemos asimi-
109
lado tan bien –y no sólo los hombres-. Cuando entendamos

esto, no necesitaremos aplaudir sin ojos críticos a quienes,
en realidad, sólo piensan con márgenes de cuatro años y,
por tanto, poco pretenden al respecto. Sin prejuicios de nin-
gún tipo, las mujeres no necesitarían muletas,
probablemente fuéramos nosotros detrás con la lengua
fuera.
110
¡Muévelo!
Al principio del principio de los tiempos, Dios –o a quien

le tocara aquel lejano día- creó un ser tremendamente inte-
ligente y capaz. El homo sapiens, ya descendido de los
árboles, pasó a ser el homo faber, el ser que hacía, que cons-
truía y manipulaba. Como, además de hacer de pastor y
cultivar legumbres, nuestro antecesor tenía mucho tiempo
libre, quiso agradecer la belleza de lo que le rodeaba y creó
las artes: las pinturas rupestres, el teatro, la escultura... y la
música.
La música, dulce sonido que materializaba sentimien-
tos, ansiedades, sensaciones, fue evolucionando. Grandes
compositores pusieron melodía a las pasiones de los santos,
creando así obras para la posteridad. Y el hombre seguía
evolucionando...
Pero la evolución no iba a ser fácil. Con la modernidad,
el capitalismo, el comercio y la venta, todo fue dispuesto a
merced de la incitación al consumo. El arte, el cine, la músi-
ca cayeron en ello inevitablemente. Nació la canción de
consumo, la que se olvidaba de un año para otro..., la can-
ción del verano.
Estribillos fáciles y repetitivos, lemas poco o nada pro-
fundos. No importaba el idioma, eran fáciles de recordar y
–odioso adjetivo- pegadizas. Las canciones del verano
tuvieron la virtud de extenderse durante todo el año, y sur-
gieron cadenas y mecenas que las sufragaban y las
111
convertían en una tela musical de la que resultaba casi

imposible escapar.
La evolución del ser humano llegaba en este punto a
una fase de interrogación, incógnita revelada hoy con la lle-
gada de otro estrato en la canción del verano: el llamado
reaggeton. Esta fórmula combina un ritmo machacón simi-
lar al de una lavadora con una letra no más permisiva con
nuestros aparatos auditivos. Los mensajes son los mismos,
y las incitaciones nos acercan irremisiblemente a los seres
de los cuales partimos hace millones de años.
Machistas, desagradables, y, sobre todo, tremendamen-
te repetitivas. Se ha llegado a sospechar que podían
contener lemas altermundistas y revolucionarios como no
consumas gasolina, Bush es el peor terrorista o lee y culturízate,
pero no..., la simpleza del mensaje no esconde absoluta-
mente nada. La facilidad para que la gente consuma lo que
se produce, la demanda incondicional ha permitido que la
oferta se degrade hasta tal nivel. Como auténticos borregos,
las masas, queriendo divertirse de cualquier modo, nos
movemos siguiendo este baile que en el fondo desprecia-
mos.
Para coronar esta involución humana, propongo que
para el año que viene, el baile sea a cuatro patas, que no
tenga letra inteligible, sino ladridos y maullidos –uno para
el hombre y el otro para la mujer, por supuesto, papeles bien
delimitados-, que se pueda orinar en el estribillo y se olfa-
tee todo cuanto esté cerca... Entonces, toda la evolución del
ser humano habrá vuelto a su punto de partida, y en unos
112
pocos años de tiempo... Lo peor de todo es que, al comen-

tar esta hipótesis, hay personas que tienen ganas de que
llegue el próximo verano para hacer ese baile. ¡A mover el
esqueleto!
113
De Induráin a Alonso… y lo que nos echen
Está bien claro que el fútbol triunfa y pervive por sí solo.

Juegue el Real Madrid o el equipo de un barrio colindante
al mío, si el partido se da por televisión, se verá y será tre-
mendamente excitante para la mayoría de la gente. Hoy por
hoy, el fútbol es imbatible; por alguna oscura razón, a la
gente le encanta. Pero alguno de los otros deportes sí puede
someterse a una aguda -y quizás injusta- apreciación.
Hay deportes que, por aburridos, inasequibles o por falta
de tradición, no nos llaman al más mínimo interés... hasta
que un compatriota comienza a triunfar en ellos. Tal fue el
caso del ciclismo en los años noventa. Desde que Miguel
Induráin Larraya conquistara, en 1991, su primer Tour de
Francia, hasta que, al paso por su propia casa, cinco años
después, dejara claro que sus días como extraterrestre habían
terminado, la afición al ciclismo creció exponencialmente.
Los vítores a Induráin, los aficionados, las bicicletas... todo
se multiplicaba. Sin embargo, al ver que Abraham Olano se
había pasado de magdalenas y necesitaba casi bombonas de
oxígeno en el Tourmalet, el inflado grupo de seguidores fue
cambiando de canal, dejando las bicicletas, y los entes tele-
visivos interesados fueron dedicando cada vez menos horas
a retransmitir el, durante un tiempo, segundo o tercer
deporte más importante de España. Actualmente, el ciclis-
mo es un asunto marginal, no tenemos ídolos, afirman los que
han perdido interés en este duro deporte.
114
Hoy día sufrimos con buena cara la denominada alon-

somanía. El jovencísimo y excelente conductor es una
auténtica garantía, y la euforia entre los aficionados vuelve
a subir como la espuma. Exceptuando a los seguidores de
siempre de la Fórmula Uno, aparecen como de la nada
millones de españoles que siguen las carreras, corean víto-
res a Fernando, compran productos que este nuevo
hombre-anuncio porta, y se declaran incondicionales de
este nuevo semidiós del ocio. Por supuesto, los medios de
comunicación ven en esta temporal afición un jugoso
ingreso y las retransmisiones de carreras motorizadas -ya
un deporte, por supuesto- se multiplican como antaño ocu-
rriera con la disciplina de dos ruedas y pedales.
Llegados a este punto, me pongo a pensar si a la gente
le importa más el deporte que se practica o el abanderado
español que en él triunfa. ¿Usamos el deporte como un
medio para demostrar lo bueno de nuestra tierra? ¿Es el
patriotismo, el amor a lo que pertenece administrativamen-
te a nuestro Estado lo que nos incita a amar una disciplina,
independientemente de en qué consista? ¿Es el mundo del
deporte y la competición un entretenimiento tan divertido
que nos permite abstraernos de nuestros problemas duran-
te un rato?
Para demostrar todo esto, quería proponer a algún ente,
como, por ejemplo, el COI, un futuro deporte olímpico. Su
nombre sería algo así como el lanzamiento de orina, y medi-
ría lo lejos que el ser humano pudiera dirigir hacia adelante
este torrente tan natural y personal -la modalidad hacia
115
atrás quedaría relegada sólo a los días de fuerte viento-. Al

nacer en este bello país, como ocurrió con el fútbol en
Inglaterra, los españoles seríamos los mejores en un princi-
pio, por lo que se unirían patriotismo, deporte y ganas de ir
al váter. Además, para sufragar este sano ejercicio-vetado a
las mujeres, no se puede ser iguales en todo-, firmas de cer-
veza, agua y refrescos estarían ansiosas por anunciarse.
Además, con la práctica, la gente se aficionaría a orinar a
largas distancias en su vida cotidiana, lo que nos llevaría a
combatir la sequía mediante el ahorro en las cisternas de los
váteres: terrazas y calles serían un mejor escenario. Pero,
para que todo esto se ponga en marcha, necesito un ídolo
nacional, alguien con una poderosa vejiga y capaz de impre-
sionar al mundo entero con sus marcas inigualables, su
talento y humildad. Mientras busco a algún borracho, iré
redactando la carta al COI, a ver si los cojo en un buen día.
116
¡Qué frío, qué frío!
El verano, dejando un halo de nostalgia para los que lo han

pasado bien, y un quemante ardor para los que ha sido
excesivamente picante, se marcha inexorablemente para no
volver en nueve meses. La situación es definitiva -a no ser
que viajemos a otras latitudes-; el mes de septiembre va
envejeciendo y los vientos, en consecuencia, están mutando.
Con el cambio de estación vienen los cambios de esta-
do; las hojas, que no dan más de sí, dejan su puesto a las
próximas y, maduras ya de vida y sufrimiento, se dejan caer
y pueblan, crujiente, el suelo que nos lleva al trabajo, a la
escuela, a la Universidad... El paisaje, por ende, se transfor-
ma para señalarnos el cambio de condiciones, de historias,
de futuras aventuras... Con el paisaje natural, o urbano,
cambia también el humano. Las temperaturas bajan y el
hombre, para evitar la gripe o peores males, decide abrigar-
se en señal de un instinto de supervivencia o de una
costumbre aprendida. Pantalones cortos, sandalias y otras
prendas veraniegas son susceptibles de ser sustituidas por
otras más nutridas de tejidos.
Este panorama lo saco a colación de lo siguiente:
mucho antes de que sea necesario, previamente al bajón de
temperaturas, a la pertinaz lluvia que define el cambio de
condiciones, ya podemos ver jóvenes, en edad de fuerte
salud, exhibiendo mangas largas y, no sólo si conducen sus
motos-sin-casco, parecen percibir el frío antes que nadie.
117
Bien está que exista una vanguardia, un grupo de gente un

poco más sensible que sufre al primer viento fresco, pero es
una conducta que me resulta algo sospechosa...
Si nos ponemos a pensar, la temperatura de septiembre,
la de octubre, ¿en cuánto se diferencia de la de abril y mayo?
Al menos para el litoral andaluz, estos cuatro meses rodean
la asfixiante tríada de estío y son bastante calurosos. Tanto
en mayo como en septiembre se puede disfrutar de la playa
y de las noches templadas y agradables, hasta en abril suda
uno como un pollo. Es en el mes de marzo cuando el sol
sale de su presidio con libertad condicional, y ya vemos
entre ciertos personajes las primeras sandalias, camisetas de
tirantes, etc.. Entonces, con esta precocidad, este deseo para
entrar en el verano, ¿por qué la hay también para el invier-
no? ¿Es que estamos cansados de pasar calor y deseamos
abrigarnos? Si seguimos teniendo calor, la solución no
debería ser la de los beduinos del desierto..., ¿es que somos
tan sensibles a los vaivenes de la temperatura? El hecho de
los cuatro meses similares en temperatura echa por tierra
las demás respuestas. Cuando dudes, busca el dinero...
¿Son más sensibles los pijos que los demás? ¿Está su
piel diseñada como termómetro de más precisión que la
nuestra? ¿Hay un ciclo climatológico-sentimental que nos
hace vestirnos según el mes y no según el clima?.. ¿O más
bien tengo un abriguito, unas mangas largas o una camisa
nuevas que estrenar? Estos ases de la moda llevan todo el
verano comprando prendas de marca en oferta para cuan-
do llegue la gala otoño-invierno, y miran continuamente el
118
termómetro para ver si, bajando de los 26 grados, está bien

visto o no estrenar su Ralph Lauren, su Hillfiger y demás
aberraciones aristocráticas. El qué dirán, imprescindible
para esta secta, determinará cuándo y cuándo no comienza
cada estación. El ciclo de la moda dicta la temperatura y, si
hay que abrigarse a 30 grados y sudar como un torturado,
se abriga uno, en el nombre de Tommy.
Desde el primer soplo de viento, veremos las primeras
mangas largas, los jerseys, los abriguitos -aún sin forro
polar-, y una bella procesión de prendas relucientes porta-
das con orgullo por jóvenes perfectos y dorados al sol de un
verano que aún les pertenece y que, celoso, los ve marchar-
se forzadamente.
De este modo, la dictadura de la moda determina el
paisaje humano y define las estaciones. Los líderes de opi-
nión, los pijazos, empujan a la segunda fila y nos visten a
todos para enfrentar estas durísimas estaciones, con las
bajísimas temperaturas que tenemos que sufrir. Gracias a
ellos, miles de españoles y, sobre todo, andaluces, evitan la
muerte por congelación. El Corte Inglés, siempre preocu-
pado por nuestra salud, presenta a sus nuevos
pijos-modelos para su temporada... Cuantos más abrigos
tengas, más posibilidades de sobrevivir. Gracias a esta van-
guardia snoopy vivimos más años y evitamos el resfriado.
¡Gracias O´Neill!
119
¿Dónde estás?
Julio tiene unos ochenta años… o más…; él, desde luego,

no podría asegurarlo. Tampoco se acuerda de cuánto tiem-
po lleva en aquel frío y enorme edificio, lleno de gente
vestida de blanco que marcha apresuradamente por los
pasillos y a los que ya no llama la atención.
Julio lleva preguntando por su mujer desde hace cinco
años. Se levanta todas las mañanas y la busca, la llama y, en
medio de su desesperación, de su tremenda ansiedad, grita
su nombre en el transitado pasillo. “¡Carmen, Carmen!
¿Dónde estás? ¡Ayudadme, por favor!” Los alienados –e
insensibilizados, por cierto- glóbulos blancos que lo rodean
pasan negando con la cabeza, o, como mucho, dándole una
palmadita en la espalda. Al final del día, un médico sin
escrúpulos ni tiempo para casos perdidos le hace compren-
der: Carmen murió hace cinco años ya, y él se encuentra
enfermo de Alzheimer, o eso “creen”. Pero a Julio esto no le
importará: tras una fría y confusa noche, la siguiente maña-
na le trae la ilusión de volver a encontrar a Carmen;
posteriormente encontrará la desorientación, la ansiedad y
el pánico, y, finalmente, de nuevo la decepción.
Las demencias seniles, lejos de ser un caso excepcional,
son, cada vez más, una realidad que se nos acerca inexora-
blemente. El aumento de la población envejecida es
exponencial: para el 2050 se calcula un porcentaje insopor-
table para las arcas de la Seguridad Social, que ya comienza
120
a temerse incluso hoy, cuando los egoístas Partidos de masas

sólo miran con horizontes de cuatro en cuatro años.
Probablemente ni se imaginan que muchos de ellos: minis-
tros, diputados, concejales, etc., están designados por un
dedo tan antidemocrático como natural para, dentro de
pocos años, comenzar a olvidarlo todo, y no por voluntad
propia…
El Mal de Alzheimer es una terrible plaga natural con
base genética pero potenciada por lo ambiental, por el
estrés, la alimentación y demás conductas a que nos desti-
na esta sociedad de ritmo trepidante. Las mejoras
sanitarias, paradójicamente, nos enfrentarán en el futuro
con una gravísima enfermedad de la que, probablemente,
ninguno podamos escapar, ya seamos los enfermos, los cón-
yuges, hijos o amigos de estos. Y es ésta una situación que
requiere seriedad y preocupación, mucha más que los pro-
yectos burgueses de Estatutos Catalanes y demás, de
pugnas entre peperos y sociatas –representantes de la indife-
rente clase política- y demás productos de la telebasura. Los
problemas reales, una vez más, se nos ocultan, y tienen que
venir resueltos por la base de la sociedad, por las personas,
las asociaciones… Si hoy hablamos de esta enfermedad en
concreto es gracias a éstas últimas, y no a ningún benevo-
lente demócrata de mercado. Por eso hoy, Día Mundial del
Alzheimer, brindamos un homenaje a la figura del cuida-
dor, persona afectada por ser amiga o familiar del enfermo
y que, en cierto modo, acaba siendo un enfermo más, reali-
za un trabajo que nadie ve y reconoce, y es tremendamente
121
desdichada. A esa persona, al humilde cuidador, incansable

sufridor que derrama amor por una persona condenada a
una muerte segura, dedicamos el día de hoy.
122
Los artistas y la droga
Sorprende la cantidad de alusiones a la droga que cantan-

tes, músicos y artistas realizan ante los medios de
comunicación. Ya no sólo son los conciertos los escenarios
a través de los cuales estos ídolos de la juventud tienen toda
la libertad -excesiva, como ahora explicaré- para animar a
la audiencia a realizar estos hábitos autodestructivos, sino
que es la misma televisión la que permite la difusión de
estos mensajes.
Es el caso, entre otros, del cantautor Joaquín Sabina, un
excelente músico y poeta, todo sea dicho, autodenominado
como “de izquierdas” y encumbrado a un puesto de gurú
para la juventud que lo sigue. Pues bien, teniendo en cuen-
ta este poder, el tipo se atreve, ante las cámaras de una de
las cadenas de más audiencia, a aconsejar la droga como
remedio contra la dureza de la vida. ¡Drogaos amigos como
yo hago, destrozaos el hígado, haced como yo y veréis qué
lejos llegáis! Lejos de ser éstas las palabras textuales, el
mensaje asimilado viene a parecerse, y es algo sobre lo que
habría que reflexionar profundamente. Ante cualquier pro-
testa nos vienen los demagogos de la libertad-de-expresión.
Pero, ¿hasta dónde debe llegar esa libertad? ¿Puede usted
entrar en mi casa y hacer sus necesidades en mi salón, en
virtud de una libertad? ¿Puede por ello profanar mis lími-
tes? ¿Puede su libertad eclipsar o arruinar la mía? ¿Qué
derecho tiene usted para hacer eso?
123
La libertad de expresión debe serlo hasta donde no per-

judique, por ejemplo, a enormes masas de inocentes
jóvenes. Igual que muchos tienen derecho a decir cosas,
otros han de tenerlo a no escucharlas, y, por ello, el ejerci-
cio de un derecho no puede ser ilimitado. Si el uso de la
libertad de expresión estropea la vida de cientos de jóvenes,
con prácticas que, para colmo, pueden ser fácilmente sorte-
adas, entonces se trata de un ejercicio sobre el que hay que
intervenir con urgencia.
Los ídolos juveniles tienen una enorme influencia
sobre su público, y a ellos, a estos artistas, hay que exigirles
la misma responsabilidad social que a otros muchos, como
a la fábrica que vierte residuos en el río. Por cierto, sería de
agradecer que no se llegara a identificar la práctica de la
droga con el ser “de izquierdas”, y esto depende de muchos
irresponsables héroes.
124
Los límites de la basura
Podemos decir que hoy día abunda tanto la televisión de

poca calidad como las descalificaciones a ésta. En el nom-
bre de “telebasura” se aglutinan las impotentes quejas que
enviamos hacia esta nueva hornada de programas que nos
invaden desde hace ya bastantes años. El problema es cómo
pasar de ahí, cómo combatirla: al igual que el célebre
Ignatius Reilly en “La conjura de los necios” disfrutamos
nadando en el fango de estos programas, mientras pensa-
mos “¡cómo puede ser posible que se emita esto!”. Esta
especie de masoquismo aristocrático resulta, aunque no nos
demos cuenta, tremendamente rentable para más de un
irresponsable programador. Para colmo, la telebasura se
constituye en un recurso de autosatisfacción y diferencia-
ción para los que no la ven y que, por tanto, desean que ésta
se mantenga en antena a fin de conservar su noble posi-
ción de abstemios.
A favor y en contra del nuevo género, tan variado como
indefinible -yo no me atrevo, como hiciera antaño, a darle
una denominación- se escriben cientos de ensayos, más de
uno aprovechando el tirón editorial. De estos, a veces, hay
alguno que suscita algún interés, que nos puede proveer de
alguna idea de provecho.
Para empezar, poca gente admitiría que ve “telebasura”,
aun cuando esté enterada de todo lo que acontece en las
pantallas. Esto dificulta tremendamente el objeto de estu-
125
dio. Por otro lado, no se ha erigido una autoridad aún que

tenga el suficiente criterio como para definir qué es teleba-
sura y qué no. Además de tratarse de una cuestión de
gustos, los límites son poco o nada precisos. Si nos pone-
mos exigentes, pondríamos al Telediario como terrible
contenedor basura, por utilizar muchas veces el sensaciona-
lismo y la fascinación por la imagen para dejarnos
atontados, sin capacidad para reaccionar, y, de ahí, acabarí-
amos tirando el televisor por la ventana... ¿Acaso no es el
entretenimiento inherente al medio televisivo? Quizá es
que, como afirma Román Gubern, ninguna imagen es ino-
cente; tal vez a la mal llamada “caja tonta” no se le pueda
pedir ir más lejos. Pero otros podrían afirmar que hay
modos y modos de divertirse, que uno puede bañarse en
una piscina o en una charca, y ser dos experiencias bastan-
te diferentes.
El problema, y aquí llego a donde quiero, es si la gente
sabe que es una charca en lo que se baña y no una piscina.
Para mucha gente que no tiene elementos de comparación,
es posible que el gusto no alcance para otro lugar mejor que
la charca, y es que, aunque no lo creamos, el gusto se educa.
Un niño, hasta morir de dolor de estómago, podría estar
alimentándose de Donuts si su madre no se lo impidiese.
Pero, ¿y si invitáramos al niño a las fábricas de Donuts, a
que conociera su proceso de fabricación? ¿Qué pasaría si el
zagal tuviera plena conciencia de los componentes del pro-
ducto que se come, y de cómo saben por separado? Si es
obligación mostrar los ingredientes del alimento -aunque
126
cada empresa lo haga a su manera- creo que una buena

solución sería, para los programas televisivos -otro produc-
to más-, mostrar sus propios componentes, para que todos
pudiésemos valorar y elegir de manera más libre. De este
modo, conociendo las motivaciones verdaderas, el proceso
de fabricación y las caras ocultas, una elección más demo-
crática sería posible. Y es que, si aceptamos que la
democracia se instaura sobre el principio de libre elección
en un mercado de bienes, tenemos que acatar también que
los ciudadanos, transformados por esa democracia en con-
sumidores, puedan unirse y exigir, demandar información
de lo que consumen. Sólo así, estaremos eligiendo libre-
mente, y la basura, o como se quiera llamar, pasará de ser
una imposición de la que se benefician oscuras manos a un
bien legítimo, o bien, a no existir nunca más.
127
¡Hasta siempre, Eduardo!
Como a un trasto viejo, de esos que no se usan pero no se

quieren tirar por el cariño y la verdadera utilidad que siem-
pre han tenido y aún tenían, así guardaba cariñosamente el
diario El País a don Eduardo Haro Tecglen. Escondido tras
la programación de las cadenas, en una sección llamada
Visto/Oído, don Eduardo se desahogaba a gusto día tras
día, de Lunes a Sábado. La línea editorial claramente anti-
comunista del diario matutino se torcía al llegar a la pluma
de este valiente escritor, que no dejaba títere con cabeza.
Eran frecuentes y, diría, casi constantes, sus referencias
al pasado, a Hitler, Stalin, Franco, asesinos en masa que uti-
lizaba como símiles o para recordar a sus herederos
actuales, que no faltan hoy en día. Con más de ochenta
años no le faltaba la energía para escribir magníficos artí-
culos, demostrando una maestría y una cultura exquisitas.
Qué se puede decir en estos momentos..., lo que más
siento, y voy a mostrar mi lado más egoísta, es que, cuando
vuelva a abrir éste, el único periódico que me permito leer
-y no sin quejas- y, por costumbre, me dirija con una mez-
cla de curiosidad y humor a la penúltima página a ver qué
opina “el abuelo” del acontecimiento señalado del día, no
encontraré a aquel mueble viejo y arañado que apilaban en
el trastero del edificio, pero que no querían tirar por su uti-
lidad, y, sobre todo, por su razón. Los muebles viejos han
128
visto pasar muchos años, y, si resisten ahí, además por su uti-

lidad, acumulan una sabiduría y una razón incomparables.
Por mi parte ha sido una gran pérdida, porque los jóve-
nes de hoy pierden la oportunidad de conocerte. Para la
historia, impresos en el papel, quedan los gritos y denuncias
de Eduardo, “el niño republicano”. ¡Hasta siempre,
Eduardo!
129
El pensador más rápido del Oeste
Sorprende, hoy día, que haya tanta gente que sepa hablar de
tan variadas cosas. Se expresan con seguridad, con movi-
mientos y gestos perfectos,…, hasta sus facciones se ajustan
a una verdad que no tiene discusión, a una razón sin vuelta
de hoja y a un discurso detrás del cual no existe cabida
alguna a la duda.
El sociólogo Pierre Bordieu los bautizó como fast thin-
kers. Fabricantes de réplicas magistrales, son capaces de
hablarte de la esencia del caracol, pasando por los errores de
Zapatero y los perjuicios de la clonación para los diabéti-
cos. Ningún tema escapa a estos seres, incapaces de guardar
silencio aunque no tengan la menor idea de lo que se habla.
Y lo cierto es que su presencia se multiplica en la pantalla,
en la radio, la prensa, las calles...
A menudo puede ocurrir que sepas mucho de un tema
y te encuentres con alguien que te hace una réplica que te
deja sorprendido. Amigo, si sientes una especie de escalo-
frío, lo más seguro es que te acabes de encontrar con un fast
thinker: un pensador rápido. Pero, si profundizas en el tema,
si sigues hablando de éste y entras en detalles con el perso-
naje, verás que ese inicial aserto no era más que una frase
superficial que impresiona, que gusta sin alimentar, pero
que se pierde con el primer soplo de viento. Tocado por
encima el primer tema, el pistolero de las palabras irá
pasando de asunto en asunto, poniendo las cosas “en su
130
sitio”. Y, lo peor de todo, es que estos individuos suelen

tener siempre una inocente y desapercibida audiencia. “Qué
bien habla este chico/a”, afirman los que les aplauden y los
ensalzan en su triunfo diario. Y con esto siguen, día a día,
dando lecciones a sus apóstoles diarios…
Tampoco se nos pide que seamos doctores en una
materia para discutir sobre ella, pero que, al menos, no la
convirtamos en un vehículo para nuestra vanidad y un sim-
ple modo de llamar la atención. La comunicación, en
cualquier dimensión, es un intercambio de ideas para mejo-
rar nuestro conocimiento, no contaminemos también ese
espacio. Para conseguirlo, el señor Presidente bien podría
crear un parque comercial o un hotel en la Isla Perejil, allí
llevaríamos a todos los pensadores rápidos que, día y noche,
no pararían de charlar entre sí, y, creando conocimiento
sobre conocimiento, inventando tan ingeniosas como igno-
rantes máximas, serían felices y comerían perdices; y
nosotros, con ello, también.
131
Periodistas estrella, la plaga del nuevo siglo
En la democracia mediática en que vivimos, la información

se ha convertido en la unidad de cambio, de conocimiento
y de libertad. Si la información es conciencia y libertad, los
medios son la fuente de la que emana esa agua que puede
sanear tanto nuestra ideología. El problema es que, la
mayoría de las veces, el agua sale turbia y la fuente se nos
torna burlona y esquiva.
Los periodistas, portadores de las nociones sobre la
actualidad que diariamente podemos necesitar, no han de
ser más que meros medios en la transmisión del mensaje.
Al reportero le corresponde captar la realidad de la manera
más exacta posible y transmitirla del modo más honesto
que sea capaz. Hablar de objetividad es como esperar a que
llueva para arriba.
Visto el panorama, el problema nace cuando el perio-
dista se convierte en fin y no medio, en cantante y no
músico, es decir: trata de utilizar las noticias para su propio
protagonismo. Acomplejados muchas veces desde su juven-
tud, buscan mediante la posición que han adquirido
vengarse de los que otrora se burlaron de ellos y convierten
su función en la que puede tener un cristal que deja pasar
la luz a través de él: puede llegar a quemar lo que haya al
otro lado.
Está de moda hoy día crispar al oyente, adaptarse al
periodista rosa trasponiendo esa actitud al terreno político
132
nacional, sobre todo. Y esto crea un vocabulario insidioso,

un tono agresivo y unas sugerencias nada sobrias. Con
periodistas como estos, ya no hace falta portavoces de par-
tidos, ya que su discurso se convierte en un perfecto mitin
o panfleto.
Cuando no mesan sus cabellos y se miran al espejo de
perfil para disfrutar de su parecido con Ortega o con otras
masturbaciones que pasan por su cabeza a lo largo del día,
se dedican a amargar a los oyentes y, lo peor, a sus compa-
ñeros de trabajo, que nada tienen que ver con su
conspiración cultural. Y lo curioso es que esta vanidad, este
afán de demostración no cambia con la posición social del
periodista, sino que hasta el último redactor puede tener
hoy día un aire de esa estúpida superioridad de la que a
veces nos quejamos. Cuando decimos que el periodismo es
el cuarto poder, erramos, y pensar que los periodistas de
este tipo ejerzan un servicio público puede resultar de juz-
gado de guardia. Allá ellos.
133
De autógrafos y famosos
El acto había terminado. Allí estaba yo, insignificante tras

mi maleta, que serviría de apoyo al garabato que tanto
ansiaba, repitiendo mentalmente la frase que iba a dirigir a
mi interlocutor para persuadirle de hacerle cumplir lo que
sería una gran ilusión para mi. La figura estaba rodeada de
varios señores mucho más serios y viejos que yo (afortuna-
damente). Era aún pronto para acercarme. ¿La molestaría?
“Va a ser una arrogante y me va a hacer una cruz sin más,
me iré avergonzado”. Se hacían una foto los protagonistas
de la actuación, a la que me invitaron, pero a la que no me
creí merecedor de pertenecer: yo había sido un mero espec-
tador y había hecho un par de burdas preguntas, lugares
comunes a los que ya conozco la respuesta y que sólo había
enunciado para poder decir de mayor: yo hablé con Marta
Harnecker, yo me dirigí a ella en un tono cordial, fresco y
apasionado, y ella me contó con toda sinceridad su opinión
sobre el proceso socializante en Venezuela, su especialidad
y preocupación actual.
Para mi sorpresa, la transición fue facilísima; Marta se
quedaba sola y yo le preguntaba si se tomaría la humilde
molestia de firmarme una dedicatoria en un papel que había
doblado improvisadamente –el único libro que poseía, pues
yo no sabía de su presencia en la conferencia, era de Alain
Gresh, y me pareció absurdo que me lo firmara ella–. Ella
accedió encantada, mezcla de esa humildad y campechanía
134
que poseen los grandes, los sabios, los que han visto mucho
mundo y conocido a grandes personajes, pero que no por
ello te desprecian. Erró en la fecha de la firma y así se lo hice
saber: 8 de cada mes es un aniversario que no puedo olvidar
y había sido el día anterior. Le hizo gracia mi puntualización
y me animó a seguir con mis inquietudes para adelante.
A la vuelta a casa lamenté no haberle pedido la dedica-
toria a nombre de mi padre: desde hacía muchos años veía
libros de la Harnecker en la estantería de su despacho y,
realmente, le hubiera hecho casi más ilusión que a mi. La
autora de “Los conceptos elementales del materialismo his-
tórico” es una de las principales figuras de la generación de
Mayo del 68, exiliada a Cuba desde el fatídico fin de
Allende en Chile y eterna luchadora por la causa socialista
en América Latina y el mundo entero.
Lo que me extrañó, despejada la emoción, fue, en suma,
la facilidad con que me había sido concedida la dedicatoria,
dada la importancia del personaje ante el que me encontra-
ba. Ningún periódico había anunciado su llegada y no más
de cinco personas la molestaban: es más, la conocían de
antes y no tenían prisa en hablar con ella. ¿Cómo hubiera
sido la consecución de una firma de David Bustamante,
Bisbal, o incluso Kiko, esa excrecencia televisiva que bufaba
en Crónicas Marcianas? Es triste pensar que esta sociedad
de consumo inconsciente y de mercado ebrio premie más a
estos que a los otros, pero, quizá, sea mejor así. ¿Para qué iba
a querer yo un autógrafo de Bustamante? Además, hay que
ahorrar papel, lo dirá Greenpeace seguro…
135
El Código de Potter
Como sabiamente afirmaba Umberto Eco en su libro

Apocalípticos e Integrados, muchas veces, detrás de una
supuesta crítica progresista sobre la cultura, se esconde el
mayor de los perjuicios aristocráticos. Esta situación se
pone de manifiesto ante la nueva generación de libros y
novelas de consumo que están aflorando desde hace algu-
nos años. El verano, supuesta etapa del año idónea para leer
–aunque todas lo sean-, ha dejado en las cuentas de resul-
tados de las principales editoriales saldos bastante
favorables. Probablemente, el pedazo más grande de la tarta
se lo lleve la escritora J.K. Rowling, una especie de Lance
Armstrong de las novelas: segura, constante y exitosa –aun-
que dudo que haya probado la eritropoyetina-.
Rowling recrea un mundo de entretenida ficción y fan-
tasía que ha propiciado que pequeños y no tan pequeños se
enamoren de su lectura. Algo parecido ocurrió el verano
anterior con el embustero de Dan Brown. Quizá Rowling
sea más constante en el éxito, pero ambos podrían adscri-
birse a un fenómeno similar.
Es observando esta coyuntura cuando el supuesto críti-
co se mueve a sus anchas y se frota las manos de
satisfacción. Denuncia al lector “de a pie” –pues el crítico
nunca lo ha sido- de estar leyendo “basura”, los culpan de
consumir “lectura ligera” y se reconfortan confirmándose a
sí mismos lo mal que va el país y la porquería que lee el pró-
136
jimo. Esta manera de recompensarse por no pertenecer a la

“baja cultura” dista hoy mucho de ser una alternativa útil.
Si conociéramos las cifras de lectura de novelas, ensa-
yos o periódicos en nuestro país, nos pondríamos a temblar.
En una sociedad en la que somos casi títeres de los medios
de comunicación vinculados a la imagen, el hecho de que se
esté aumentando el consumo de ciertos libros se debería
celebrar como un éxito. Se cuentan por cientos de miles las
personas cuyo primer libro leído ha sido el de Dan Brown.
¿Qué hubieran hecho de no existir éste? ¿Hubieran leído a
Marcel Proust o rebobinarían un programa grabado de
Salsa Rosa?
Las novelas de consumo deben dejar de ser vistas como
perjudiciales en el entorno en que nos encontramos. Si bien
es cierto que su trama y recursos vienen cada vez más
influidos por las leyes del cine y la televisión, la lectura
supone un ejercicio que no puede dejar de reconocerse por
muy pequeño que sea: la persona que lee hace el esfuerzo
de imaginar las situaciones que le sugiere un código escri-
to. Si de un libro, por ínfimo que sea su contenido o
dificultad, se realiza una actividad distinta a la de la recep-
ción pasiva de contenidos banales, debemos aplaudir la
proliferación de estos productos, que podría ser, en un opti-
mista futuro, un paso o un trampolín para una posterior
lectura más profunda o compleja (véase el caso de La som-
bra del viento, otro bestseller de una calidad, forma y
contenido bien distintas a las del Código da Vinci). Mientras
otros proponen por los principales medios de comunica-
137
ción la insufrible y eterna lectura de El Quijote (ya se acaba

el 2005, menos mal), démosle al hidalgo una varita mágica
–o lo que diablos lleve el señor Potter- y permitámonos dis-
frutar del placer de la lectura.
138
Libertad de expresión: el crédito infinito
Asistimos últimamente a protestas por una mayor libertad

de expresión en ciertos medios de comunicación. La crispa-
ción ha llegado a extremos insospechados en emisoras que
ven amenazada la posibilidad de seguir emitiendo en cier-
tos lugares, y deprimidas, entre otras cosas, sus
posibilidades de negocio y expansión.
Como ocurre con el término libertad a secas, libertad de
expresión se convierte en un vocablo con un significado
fácilmente manipulable. ¿Qué implica realmente? ¿Hasta
dónde puede llegar? La conclusión que debemos extraer de
nuestras experiencias como espectadores de los medios es
que esta libertad ha de existir, pero nunca ser un cheque en
blanco.
La posibilidad de expresarse sin trabas ha de contem-
plar los efectos que esta manifestación puede provocar en el
receptor de la comunicación. Si ésta es grosera, injusta u
ofende a una gran parte de la audiencia, es posible que el
libre uso de la libertad del emisor esté vulnerando, a su vez,
la libertad del oyente. Por tanto, la libertad de expresión ha
de tener consigo una exigencia de consideración con quien
está recibiendo los mensajes.
Este concepto poco definido entra más en conflicto en
el medio anónimo que representa Internet. La modalidad
personal de uso y la frivolidad con que muchos utilizan esta
poderosa vía puede tener, a menudo, efectos negativos en la
139
sensibilidad de las personas. En tales casos ¿se está reali-

zando un correcto uso de la libertad de expresión?
Sin tener claro dónde empieza ni dónde acaba, debe-
mos contemplar que la libre expresión de los intereses
propios, además de ser veraz y sincera, ha de contemplar
visos de honradez y respeto por los posibles receptores. Es
fácil el recurso a denunciar como fascista el que, por prote-
ger a una minoría o, a veces, a una mayoría, tiene que hacer
uso de la censura. Sin embargo, se podría sugerir que los
emisores de ciertos mensajes que no tienen en cuenta al
receptor incurren en el mismo error con signo contrario. De
este modo, el crédito que se concede a los emisores de men-
sajes, en cualquier soporte, no ha de ser nunca indefinido,
sino sujeto a una especie de tipo de interés, que no refleje
otra cosa que la consideración, la empatía y el respeto a los
demás.
140
Destruir el lenguaje
Hace muchos años, en una etapa de la Historia de España

bastante distinta a la que vivimos hoy, un grupo de intelec-
tuales y escritores se plantearon una atrevida apuesta:
destruir el lenguaje y la literatura. Los nueve novísimos
(Félix de Azúa, Manuel Vázquez Montalbán, Vicente
Molina Foix…) pretendían, allá por los años sesenta, aca-
bar con la forma de narración que imperaba desde
principios del siglo XIX en España. En algunos casos
extremos, estos experimentalistas rompían las palabras y las
sustituían por símbolos geométricos. Era fácil perderse en
estas narraciones, pues no estaban pensadas para el comer-
cio. La originalidad de los novísimos surgía, probablemente,
de la imposibilidad de expresarse libremente en un Estado
dictatorial. Las ilusiones de estos jóvenes escritores se
encontraban frustradas ante la falta de libertades y oportu-
nidades.
Por entonces, la opresión era manifiesta: la falta de
libertades se reflejaba también en una uniformidad en el
lenguaje y la forma de narrar. Sin embargo, hoy día, aparen-
temente con todas las libertades posibles y los medios para
llevarlas a cabo, el lenguaje no se diversifica, se anquilosa:
utilizamos continuamente expresiones comunes, reprodu-
cimos tópicos y todo tipo de frases hechas heredadas de los
medios de comunicación, que nos impiden imaginar otra
manera de representar lo que por nuestra cabeza pasa. Es,
141
sin duda, una forma cubierta de opresión que no duele, pero

que empobrece el paisaje, como ocurre con los edificios gri-
ses que predominan en muchos países que fueron víctimas
de regímenes autoritarios… Nuestro vocabulario se reduce
y nos limitamos a repetir frases ya preparadas, como si el
sobre del voto electoral nos viniera ya decidido y cerrado...
Con los medios y la oportunidad que tenemos, deberí-
amos dejar la pereza a un lado y aprovechar la belleza y la
diversidad del lenguaje que poseemos: del frondoso bosque
que éste nos ofrece, sólo hemos disfrutado de las lindes,
que, además, están más que pisadas. Reproducir expresiones
sin tocarlas denota una absoluta sumisión a una autoridad
invisible. Destruyamos, pues, la tela de araña que nos cubre
y comencemos a escribir de verdad.
142
Clases de inglés
En un aula mal iluminada, ambiente grisáceo y casi de

laboratorio, medio centenar de estudiantes prestan atención
al profesor. Venidos de todas las partes de la tierra, los
alumnos coinciden en estas sesiones para adaptarse al códi-
go común, con el objeto de adquirir la herramienta que los
catapulte al éxito. Sin ella, continuarán en un nivel inferior,
en una segunda división. El profesor, con bata blanca, los
orienta hacia los objetivos que hay que conseguir durante el
año y el nivel que se ha de alcanzar. Los estudiantes contes-
tan a coro, entusiasmados con las promesas del maestro. La
materia es una vieja compañera de viaje: la lengua inglesa.
Entre los alumnos existen distintos niveles.
Dependiendo de su procedencia, los individuos han podi-
do disfrutar de mejores o peores sistemas de enseñanza,
aunque todos coinciden en esa firme decisión de aprender
lo mejor posible la lengua inglesa. Los hay desde los más
despreocupados hasta los obsesivos: de llevar un dicciona-
rio a todas partes a tener objetivos de listas de palabras
diarias por aprender, todo por rentabilizar la inversión que
están haciendo. Después, la vuelta triunfal al país de origen
y conseguir el anhelado puesto de trabajo, por el que tanto
están esforzándose sus familias.
El inglés parece haberse convertido, desde hace mucho
tiempo, en una herramienta indispensable para triunfar.
Lejos de pretender ampliar los horizontes culturales y
143
conocer la lengua de un pueblo, el aprendizaje de la lengua

inglesa se persigue para triunfar en los negocios, en las
finanzas, para conseguir un gran empleo y lograr, en cierto
modo, el triunfo personal. Hablar inglés es un medio para
entrar en el mercado y quien no puede acceder a este cono-
cimiento queda automáticamente desplazado. Nuevo
invento al servicio del chantaje laboral, aprender inglés se
ha convertido en una condición más, en otro bajar la cabe-
za para permanecer dentro de la sociedad de consumo.
Junto a renunciar a más vacaciones, trabajar más horas e
hipotecar nuestros ahorros con cargo a futuros imprevistos,
todos, de aquí para siempre, habremos de aprender inglés,
y, además, mucho. Y así será…
144
Amo a Laura, pero esperaré hasta el

matrimonio
Al final, los chicos del anuncio no esperaron hasta el matri-

monio. La razón principal: que el spot no era sino una farsa
inteligentísimamente urdida. El famoso vídeo clip de Los
Happiness, que ha sorprendido, hecho reír y hasta conmo-
cionado a los internautas, era, como muchos se temían, una
broma. La cadena de televisión MTV, contratando a una
brillante agencia de publicidad, lanzó al espacio cibernético
la página www.nomiresmtv.com, suerte de desesperado ale-
gato contra la superficialidad y el peligro que para los
jóvenes de ahora puede suponer un canal tan endemoniado
como el americano. Una juventud que, según la falsa plata-
forma, ha de ser pura, modosita y, sobre todo, virgen hasta
el matrimonio. La indumentaria de sus portavoces hacía el
resto. El resultado que los anunciantes perseguían, esto es,
hacer a la moderna juventud española tirarse de los pelos y
repudiar a los esperpentos que intentaban propagar los
divinos mensajes, estaba asegurado: MTV, al ser criticada
por estos ultramontanos individuos, sería, en consecuencia,
venerada aún con más fuerza por la mayoría de los especta-
dores del anuncio.
Antes de que se publicara la noticia de la autoría de esta
magnífica idea –desde el punto de vista de una campaña
publicitaria, claro está- muchos temíamos que la platafor-
145
ma Nuevo Renacer, supuesto nombre de los profetas que

nos rescatarían de la MTV, pudiera estar hablando en serio.
Y no se trataba de un temor infundado: existen hoy porta-
les muy visitados que no se desvían en exceso de la doctrina
moral presentada por estos actores. La proliferación de
estos grupos en los últimos años y sus exageradas preten-
siones hicieron a muchos creerse que Nuevo Renacer podría
ser un proyecto en serio, integrándose entre los muchos que
hoy proponen un nuevo (¿o viejo?) modo de vida para las
desviadas familias españolas.
La política social-liberal implementada por el ejecutivo
socialista ha permitido que algunas tendencias existentes en
la sociedad española afloren durante estos dos años con
suma abundancia: el revisionismo y la interminable pro-
ducción de libros y, de paso, de odio; la nueva idea del
ciudadano activo (pero, por supuesto, de derechas); por últi-
mo, una especie de proyecto de cruzada religiosa, no exenta
de un paternalismo que guarda demasiadas similitudes con
la doctrina que adornara y dirigiera al tan condenable régi-
men que en 1976 comenzó a dejar de existir. La broma o el
chiste, muchas veces, no son otra cosa que maneras de des-
cargar tensiones sociales, y el hecho de que MTV (cadena
criticable desde muchos ámbitos) haya jugado con estas
tendencias para beneficiarse, no hace sino reflejar que estas
pretensiones, sin duda, existen en nuestra sociedad.
146
PARTE III
VACACIONES EN PYOYANG...
Y OTROS PARAÍSOS
Cuba, ¿tiranía o desinformación?
Es muy probable que sean las dos cosas, que el gobierno

autoritario de Fidel se mezcle con la desinformación a que
estamos siendo sometidos. Pero, tal como nos pintan la
situación, ¿es tan grave la situación en la isla?, ¿es tan mal-
vado el osado dictador, el único que queda en pie tras
desafiar a los colosos estadounidenses? La realidad dista
mucho de esto.
La pobreza, argumento que esgrimen los señores neo-
liberales y vocales del pensamiento único contra el régimen
de Cuba no es un problema más agudo que el de las colin-
dantes nacionalidades centroamericanas. De hecho, Cuba
es la nación más desarrollada de la zona. En naciones como
la República Dominicana, Nicaragua, El Salvador, Haití o
Guatemala -cuyos gobiernos resultaron de intervenciones
estadounidenses para “poner orden”- miles de niños mue-
ren por inanición o son condenados al trabajo sin poder ir
a la escuela. En Cuba nada de esto ocurre, incluso existen
escuelas para un niño solo, construidas para que la escolari-
zación pueda llegar a todos los rincones. Y el sistema
sanitario cubano está muy por encima del de todas estas
regiones mencionadas.
Es cierto que en la isla hay muchas carencias, que hay
un gobierno autoritario, que se han producido encarcela-
ciones y fusilamientos injustos, y que hay persecuciones
racistas y homófobas. Todas estas características son
denunciables y deben ser combatidas. Pero a nadie se le
149
ocurre recordar el embargo internacional que la isla sufre,

que afecta directamente y, como siempre, a los más pobres.
Por todo esto, a la hora de emitir un juicio -cosa que es
fácil hacer de modo despreocupado- deberíamos consultar
varias fuentes. En Birmania hay una dictadura mucho más
peligrosa que la mencionada, en Corea del Norte se mue-
ren de hambre, Arabia Saudí es un santuario de terroristas
y una escuela de fundamentalismo, y los propios Estados
Unidos exhiben el suyo. Pero de esto, no señores, se habla
menos. Todo esto es una consecuencia del pensamiento
único y del dominio de los medios de comunicación sobre
nosotros. La demonización de este defectuoso intento de
socialismo nacional no es más que una consecuencia de
nuestra americanización, del seguimiento incondicional de
la cultura imperialista de los Estados Unidos.
150
China: del “libro rojo” al de reclamaciones
Pocos dirigentes del demiurgo Partido Comunista Chino

que antaño sorprendieran al mundo con su revolución cultu-
ral podían esperar que su nación se fuese a convertir
algunos años después en lo que es hoy día. Destrozado el
idealismo maoísta –como tantos otros- y sustituido por el
pragmatismo del sálvese quien pueda, el gigante asiático es,
hoy, poco menos que unos grandes almacenes. Mercancía y
mano de obra barata, producción en cadena –Taylor hoy
diría “¡tenía razón!”- y una explotación del ser humano que
puede llegar a límites insospechados.
Este enorme país, de 1300 millones de habitantes,
experimenta continuamente el éxodo de miles de chinos
que huyen del hambre que en el medio rural el fatídico
comunismo de Mao no supo paliar. Llegados a la ciudad,
con esperanzas de mantenerse y enviar dinero a su familia,
soportan jornadas de trabajo de hasta 20 horas, con un sala-
rio absolutamente ridículo. Sin otra alternativa que la de
bajar la cabeza, sin sindicatos independientes y con la pro-
hibición de huelga bajo pena de cárcel, estos luchadores se
convierten en pseudo-robots, piezas oxidadas de un ensam-
blaje mayor, que no es otro que un capitalismo que, después
de algunas décadas, ha aprendido a nadar y se desplaza con
facilidad a cualquier lugar del globo.
Mientras esto ocurre, los orondos miembros del polit-
buró se frotan las manos echando la vista atrás y
examinando el éxito que para ellos –y solamente para ellos-
tuvo la Perestroika (o Pelestloika para ellos) que comenza-
151
ron a llevar a cabo en 1978. En aquel año, tras una dura

pugna, el sucesor de Mao Tse Tung, Deng Xiaoping, quiso
reformar el arruinado modelo comunista con su anuncio de
la economía socialista de mercado, que consistió en un conjun-
to de liberalizaciones en cuyo extremo nos encontramos
hoy día.
Un país sangrado por la brutalidad imperialista, por el
Kuomintang y las guerras civiles, por el asesino Gran Salto
Adelante del Gran Timonel Mao –más de 30 millones de
chinos muertos en una colectivización estalinista del
campo- conserva hoy día lo peor de cada sistema producti-
vo de la historia: la producción en las fábricas propia de la
esclavitud, la explotación y mercantilización capitalista y la
falta de libertades del comunismo. De la pantomima del
libro rojo a la situación de supermercado actual –pasando
por Tiananmen-, un país cuyos gobernantes prohíben en
los buscadores de Internet los términos democracia y dere-
chos humanos reclama a gritos la comprensión, empatía y
protesta por parte del resto de la humanidad.
152
Las dos Coreas: hermanas sólo de nombre
En Agosto de 1945, “aligerados” de los fascistas nipones, los

coreanos recibieron con alegría la llegada de los aliados,
soviéticos y americanos, triunfantes al final de la Segunda
Guerra Mundial. Al modo de Alemania, pero sin muro
después -al menos no de piedra- los vencedores dividieron
el botín en dos zonas de ocupación, separadas provisional-
mente por el paralelo 38º. Y en este paralelo, hasta hoy, se
ha quedado la línea de división.
Dos hermanos gemelos se volvieron sistemas enfrenta-
dos que mantuvieron una durísima guerra civil, uno de los
hechos más ignorados de la Guerra Fría y que, hoy día, ter-
minado aquel baile, resiste latente. Después de más de
cincuenta años, las dos Coreas prosiguen su guerra fría par-
ticular.
Las amenazas norcoreanas respecto del armamento
nuclear no son más que ladridos de la bestia rodeada y asus-
tada: el régimen, en bancarrota desde la crisis del 91, es el
estado más cerrado del mundo, del que se han conocido
hasta casos de canibalismo. Los todavía existentes estan-
dartes de Mao y Stalin, que se portan en los desfiles
proletarios no sirven para dar de comer a una población a
la que incluso se intenta controlar el pensamiento. Además,
lejos de prestar ayuda a una desnutrida población, los due-
ños del mundo la colocan en cabeza del llamado eje del mal,
lo que les cierra más puertas a la ayuda humanitaria.
El vecino del sur es, aparentemente, la antítesis.
Protectorado yanqui al acabar la contienda mundial, se
153
adhirió después a los dragones del pacífico y es hoy una

potencia neoliberal, tanto que sus ciudadanos comienzan a
sufrir los primeros efectos de las deslocalizaciones empre-
sariales: el nivel de vida es ya tan alto que la mano de obra
allí ha dejado de ser interesante, y el capital se dirige a otras
zonas más rentables, dejando un rastro de paro e inestabi-
lidad a su marcha.
Para Corea, la solución pasa por la reunificación, pero
ésta resulta inviable en la práctica. En el caso de la caída del
Muro de Berlín la fusión de dos sociedades tan diferentes
produjo una tremenda crisis de la que la enorme potencia
teutona aún no se ha recuperado. En el caso de Corea sería
mucho peor: la renta per cápita de los norcoreanos es doce
veces menor que la de sus hermanos de Corea del Sur, y la
posibilidad de la reunificación no anima precisamente a los
dirigentes de la nación meridional.
Con esta correlación de fuerzas, la solución para el agó-
nico estalinismo de Corea del Norte no parece ser otra que
seguir jugando al tira y afloja, a amenazar con fuego sin
tener ni si quiera madera, mientras su minoría religiosa reza
para que de algún modo cese la desgracia que puebla su país
desde hace muchos años y llegue la libertad, o, al menos,
algo de alimento.
154
China, ¿pero qué socialismo?
El enorme y continuo crecimiento del Producto Interior

Bruto del gigante asiático lleva muchos años asombrando
al mundo. Con un aumento del 10% anual, la economía
china parece ser imparable. Ante esto, muchos aventuran a
considerar al chino como al Estado más potente en el futu-
ro e, incluso, los que más imaginación poseen, nos pueden
llegar a hablar de una nueva Guerra Fría: según estos pro-
fetas, ésta se libraría entre un bloque capitalista atlántico
(representado principalmente por los Estados Unidos)
contra uno socialista: el chino.
De realizar estas últimas ebrias cavilaciones a alabar las
virtudes del denominado socialismo de mercado resta sólo un
paso. ¿Es el modelo chino deseable para cualquiera que
pudiera elegirlo? No para nuestros hijos. Paradójicamente,
y al hilo de la terminología que Marx –el teórico inspirador
del Partido en el poder en la República Popular- utilizara
para describir el capitalismo, una de las principales fuentes
del enriquecimiento chino es la despiadada explotación de
sus habitantes: educados desde pequeños para ser auténti-
cas máquinas, los chinos trabajan a destajo para ganar su
sustento, recreando en su patria un capitalismo parecido al
despiadado sistema de producción que tuvo lugar en
Inglaterra hace dos siglos.
Sin derecho a huelga y con casi todas las libertades
públicas coartadas, los ciudadanos chinos viven en una
especie de cárcel, una prisión provechosa para algunos y
que no da a sus reclusos ninguno de los réditos que el nuevo
155
modelo de administración rinde diariamente. El supremo

Partido, cueva de mafiosos, burócratas y nuevos ricos,
incuestionable demiurgo, encarna la más descarada corrup-
ción. La libertad de prensa es todo un chiste en este país –lo
que imposibilita a todo observador externo de contar con
información útil para un análisis-.
Decir que el socialismo chino es el modelo del futuro
es ser muy pesimista. Una dictadura mafiosa, capitalista y
que hereda lo peor de todas las civilizaciones anteriores
(feudalismo, esclavitud, estalinismo…) es motivo de secre-
ta admiración para muchos. Al modelo chino le falta el más
importante componente para responder a su nombre ofi-
cial: ser un Estado social. El fin de su organización dista
muchísimo de ser la mejora de la vida de sus habitantes: el
crecimiento espectacular no se refleja en una mejora de las
condiciones de la mayoría de la población, por lo que la
denominación de sociedad socialista resulta completamen-
te contradictoria. No hay que reflexionar demasiado para
deducir que el uso que de la retórica socialista hace el
gobierno chino es profundamente perjudicial para una
izquierda que pretenda un modelo alternativo para la socie-
dad del futuro. Si eso no cambia, quizá haya que abandonar
las gastadas palabras para construir otras y con esto evitar
que se pueda llegar a algo parecido a lo que en aquella oscu-
ra cueva sucede desde hace algunos años.
156
El Irán progresista
O los periódicos se expresan mal, o la “República” de Irán

puede estar sumándose a la senda del progreso y a la com-
prensión social a pasos agigantados. La noticia más reciente
que nos llega de este país es la ejecución de dos jóvenes por
haber mantenido relaciones homosexuales. Este hecho ha
traído al caso las normativas y sanciones que sobre este tipo
de relaciones rigen en la nación que hace unos 25 años
osara “reformar” el Ayatollah Jomeini.
Las leyes sancionan con la pena de muerte la penetra-
ción entre personas del mismo sexo, pero las relaciones sin
penetración han de repetirse hasta cuatro veces para que los
sujetos tengan que cumplir la Pena Capital. De ahí pode-
mos deducir que las mujeres salen ampliamente
beneficiadas de las relaciones homosexuales. Mientras no se
contemple el caso del consolador en estas modernas leyes,
el género femenino podrá reincidir en el lesbianismo hasta
tres veces y poder contarlo, mientras que los homosexuales
estarán continuamente en peligro de cometer el acto impu-
ro que los lleve al definitivo infierno. Conclusión que
extraemos: la República de Irán prima el lesbianismo entre
sus habitantes.
De este modo, parece que la progresía se va infiltrando
en el mundo Chií de una manera oculta, trastocando las
leyes, para así, llegado un día, sorprender al mundo con una
explosión de valores liberales y modernos. No sólo son la
vanguardia en cuanto a homosexualidad, sino que, inten-
tando evitar el machismo –que también existe en las
157
relaciones homosexuales, que achacamos sobre todo a los

hombres- promulgan normativas que permiten a las muje-
res desarrollar sus sentimientos e impulsos más íntimos con
menos riesgo que los varones.
Debemos felicitarnos porque uno de los países moral-
mente más atrasados del mundo esté comenzando a
avanzar. Probablemente, la siguiente noticia que nos llegue
en los periódicos sea la aprobación allí de la LOE y, de
paso, la abolición de los ahorcamientos públicos. A saber…
158
Indio, feo, chillón y malo…
La victoria de Evo Morales, aymara y primer indígena que

toma el poder en Latinoamérica después de cientos de
años, pone, paradójicamente, a los nuevos gobernantes en
una situación sumamente complicada. El apoyo del pueblo
–de casi un 55%- responde a la esperanza de un salvador,
un mesías que acabe con el más de 70% de extrema pobre-
za que reina en el país. Para ello, las reformas sociales deben
ser radicales, prontas y constantes, algo que el socialdemó-
crata presidente del MAS parece tentado a retrasar.
La templanza de Evo parece querer contentar las exi-
gencias de las masas paralelamente a las de los países
poderosos, los inversores y los hegemónicos EEUU. No
hace falta pensar mucho para concluir que ponerse esa
meta es confiar en un fracaso seguro. La presidencia del
indígena ha de provocar, por fuerza, el fuerte descontento
de alguno de los dos frentes: bien mantendrá la línea ante-
rior, favoreciendo la inversión sin límites de las compañías
extranjeras y olvidando al pueblo –siguiendo el modelo
brasileño- o se sumará al eje venezolano-cubano (o proyec-
to de integración horizontal sudamericana), exigiendo más
a los inversores –corriendo el peligro de una fuga de capi-
tales- y emprendiendo claros programas sociales.
La aplastante victoria del Movimiento al Socialismo
representa la lucha de un pueblo rico pero explotado, una
nación con abundantes recursos naturales que, en un
momento desesperado, decide explotarlos por sí mismo.
Esta demanda parece ser el primer objetivo del programa
159
político del aymara, aunque cada vez con más condiciones

adicionales…
Mientras tanto, la imagen de un indio narcotraficante
malo que ha tomado el poder mediante la demagogia cir-
cula por los ámbitos internacionales y, sobre todo, por los
ofendidos Estados Unidos. La excusa del narcotráfico será
siempre útil para que los puritanos imperialistas –primeros
consumidores de cocaína del mundo- intervengan y sitúen
bases militares “por el bien de todos” en su eterno patio tra-
sero. El futuro de Bolivia, y de cualquier respuesta popular
a la opresión (en Ecuador eligen también dentro de poco),
sea bueno o malo para sus habitantes, se pinta, sin duda,
convulso.
160
Cuba: cifras oficiales
El anuncio realizado por los dirigentes del gabinete econó-

mico cubano –el año 2005 es, casualmente, el de mayor
crecimiento de la historia de la Revolución y, en él, se cal-
cula que el PIB ha aumentado a una tasa de casi el 12%,
crecimiento que va a revertir en cuantiosos beneficios para
todos…- recuerdan a los que antaño servían los dirigentes
de la extinta Unión Soviética: excelentes perspectivas futu-
ras, desarrollo sensacional, etc. Ni siquiera la más
vergonzosa economía asiática, fundamentada en la prosti-
tución de sus tierras a las multinacionales con menos
escrúpulos y en la esclavitud de sus ciudadanos ha obteni-
do en años anteriores crecimiento similar. Si tenemos en
cuenta los apagones eléctricos en la isla, el permanente
embargo, la durísima sequía que ha asolado al país y las
inundaciones y los destrozos provocados por el Katrina, no
podemos menos que desconfiar de las cifras que tan orgu-
llosamente se vierten desde el oficialismo. Quizá, la falta de
libertad de prensa evita que otras voces distintas nos lle-
guen desde el interior. Del exterior, la retórica
neoconservadora –tiranía comunista, sangriento dictador
agonizante, régimen opresor en clara destrucción…- tam-
poco nos vale en absoluto.
La autarquía y la imagen de país revolucionario acosa-
do por mortales enemigos mantienen a la población unida
y, en cierto modo, controlada. Al margen de la alianza con-
certada con el movimiento bolivariano –que tiene ahora la
posibilidad de contar con un fiel apoyo en el gobierno boli-
161
viano de Evo Morales- y de la consiguiente posibilidad de

integración horizontal que, sin duda, beneficiaría al agota-
do modelo cubano, el anuncio no hace sino confirmar una
ideología: la de un nacionalismo acorralado y luchando por
subsistir, y que, gracias al esfuerzo solidario de sus ciudada-
nos, logra seguir adelante. Frente a las cifras, prudencia: ni
malo ni bueno, sino todo lo contrario...
162
Evo Morales y la esperanza de los pueblos
Como apuntaban los rumores, el flamante vencedor de las

elecciones bolivianas parece ser el nuevo miembro del eje
latinoamericano, proyecto organizado por el presidente de
Venezuela, Hugo Chávez, y en el que también se encuentra
el eterno Fidel Castro. Las dos primeras visitas internacio-
nales del futuro mandatario boliviano –comienza a ejercer
el 22 de este mes- han sido a estos dos países.
La más que segura entrada de los bolivianos en el eje del
bien –denominación que no podría venir de otra persona
que no fuera Hugo Chávez Frías- supone una verdadera
voluntad de cambio por parte de los nuevos mandatarios. A
la integración vertical (y encubiertamente neocolonial) que
ofrecen los EEUU –eternos reivindicadores de una demo-
cracia moldeada a placer según la época del año- los
bolivianos parecen haber elegido la segunda vía: la integra-
ción horizontal.
Pero junto al experimento de Bolivia –que no tiene ase-
gurado su éxito, y más si observamos las fuertes
contradicciones de la sociedad sobre la que pretende inter-
venir- hay que tener en cuenta el efecto dominó que esta
victoria parece que va a tener sobre países cercanos: Manuel
López Obrador en México, el país más rico de
Latinoamérica, gana cada día más votos para acceder a la
presidencia. La victoria del aliado mejicano de Hugo
Chávez supondría un vuelco definitivo en las estructuras de
América Latina. Junto a él, Perú, Ecuador o Nicaragua,
163
según las previsiones, parecen haber tomado también un

camino similar.
Frente a las antiguas respuestas al sistema, que suponí-
an bajar la cabeza y mendigar a la URSS un poco de ayuda
y armas, América Latina se configura hoy como un subcon-
tinente lleno de esperanzas. Dejando el patriotismo a un
lado –artificial e incierto, según Ernesto Guevara, ídolo del
presidente Morales-, la integración de los pueblos latinoa-
mericanos representa la respuesta eternamente esperada,
una ilusión que, consiga o no salvar las contradicciones de
las que parte, dará mucho que hablar.
164
Palestina: un futuro aún más incierto
Palestina vive hoy días de esperanza y desconcierto. La defi-

nitiva victoria del islamismo anima a sus más acervos
seguidores pero, a juicio de los observadores externos,
aumenta la temperatura del conflicto. Los radicales son reti-
centes a la negociación e incluso apoyan oficialmente el
recurso a las armas. Con ello, aumenta la distancia entre las
partes, lo que reduce las posibilidades de una paz definitiva.
El auge de Hamás es consecuencia de un proceso tan
injusto como prolongado en el tiempo: la ocupación del
territorio palestino por los judíos sionistas. Planteada como
una instrucción del Libro Santo, la colonización, desde los
tiempos de Herzl hasta hoy, ha sido apoyada por las prin-
cipales potencias imperantes, que, despreciando a los
pueblos musulmanes autóctonos, caía fascinada por la bri-
llantez cooperativa de los judíos, primero y, después, por el
cheque en blanco que el Holocausto supuso para ellos. Esta
concesión a fondo perdido permitió que los distintos diri-
gentes sionistas, desde David Ben Gurión hasta Ariel
Sharon, fueran violando uno por uno todos los derechos
que unos ciudadanos inocentes poseían en un comienzo.
Las exiguas concesiones actuales, ridículas limosnas
estratégicas, lejos de conseguir la paz, irritan a los sectores
más conscientes. La táctica de Sharon no surte efecto:
nadie que tenga memoria puede querer la paz cuando esta
significa olvidar que se firma un acuerdo con el agresor. La
inconsciencia palestina y el error del terrorismo han acre-
centado la contradicción y han permitido justificar, de
165
algún modo, los asesinatos selectivos protagonizados por el

gobierno islaelí. La falta de solidaridad de los Estados
musulmanes vecinos ha hecho el resto.
Dadas estas condiciones y la situación extrema por la
que atraviesa el pueblo palestino, el surgimiento de movi-
mientos islámicos como Hamás era sólo una cuestión de
tiempo. Su radicalismo, su incondicional odio a todo lo
judío y la dificultad que este colectivo presenta a la hora de
negociar con las grandes potencias vaticinan que el futuro
para los palestinos vendrá plagado de las características que
impregnaron su pasado más reciente: odio, más guerra y
menos posibilidades de una paz definitiva.
166
PARTE IV
SOBRE ANIMALES DE COMPAÑÍA

El gato cinéfilo
No me gustan los animales. Por una razón o por otra

–sobre todo por la anterior: que no me gustan los anima-
les- no he tenido nunca una mascota. Tampoco la echo en
falta. Aun así, después de salir del cine el otro día, pensé en
qué pasaría si tuviera una. La relación entre ambos acon-
tecimientos la comprenderán en unas líneas.
Creo que, de tener un animal doméstico, se trataría de
un gato. Son más inteligentes y antipáticos, o eso dicen. No
creo que le pusiera ni Misifú ni ninguna de esas onomato-
peyas calcadas a nombres que supongo que no hacen ni
pizca de gracia a los inocentes destinatarios –la decisión
suele ser unilateral-. Lo que sí me imagino es que mi gato
sería un tremendo aficionado al cine, seguro que más que yo.
Y se preguntarán: ¿cómo sería posible que un animal,
irracional como lo son todos, pudiera llegar a tener esa afi-
ción que nosotros consideramos tan compleja? Si
examinamos los últimos éxitos de las carteleras, la profun-
didad de sus historias –caben excepciones, claro-, la
estructura de la narración, los cambios frenéticos para lla-
mar la atención, los tremendos ruidos, otras llamadas de
atención…se nos marca un ritmo casi mecánico. Un ani-
mal como el gato, marcado enteramente por su instinto,
sería perfectamente capaz de seguir los vaivenes de una
película de terror –un susto, un amago, un susto más gran-
de, explosión de banda sonora- sin llegar ni siquiera a
169
perderse. Mi gato se lo pasaría en grande…, las películas

de miedo le apasionarían.
En la industria del cine americano, la búsqueda del
beneficio y el interés de la audiencia permiten que una ela-
borada forma envuelva un producto cada vez más banal y
defectuoso. Los rapidísimos cambios de plano, los saltos de
sonido, los sustos, los desnudos…, nos van sacando de la
razón y trasladándonos al reino de los instintos, en el que
nos dejamos llevar simplemente por el mecanismo del
estímulo-respuesta. La tecnología, en su magnífica expan-
sión y posibilidades, ha aislado a la creatividad, a la
intención de comunicar inherente a toda obra. Las pelícu-
las son, ya y desde hace mucho tiempo, un producto de
consumo destructivo, de las que rara vez se recuerda algo.
Después de ver la última película de terror ya no sé
quién sería mascota de quien…, ¿a que sí, Misifú?
170
Sobre las medusas y sus proyectos futuros
No es que no me gusten las medusas; es que les tengo

auténtico pavor, fobia…; un asco respetuoso y un respeto
asqueroso. Además, el miedo aumenta por mi falta de con-
tacto real con ellas: nunca me han picado, y esto me hace
desfigurar el dolor o el picor que un atentado de estas bes-
tias inmundas podría infringirme. A mi hermano, sin
embargo, siempre acostumbraban a picarle; aún lo recuer-
do saliendo del agua llorando, pero, en el fondo, orgulloso,
satisfecho, y mirándome de reojo…: siempre tuvo mucha
suerte y quiso restregármelo.
Como no podría ser de otro modo, mi condición de
último primate de la redacción de la cual soy siervo me ha
encargado una nueva misión. Este medio de información
se jacta de dar voz a cualquier interlocutor, independiente-
mente de su condición. Esta visión progresista del mundo
se convierte en una pesada carga para quien tiene que
hacer el trabajo sucio, normalmente yo.
Me dirigí, por tanto, a una rueda de prensa poco usual:
los protagonistas no eran alcaldes que inauguraran vías de
tren, obras de limpieza o castillos en el aire, que sería lo
más cómodo para mi. La convocatoria estaba organizada
por la Delegación Malagueña del Sindicato Marino de
Medusas –no intenten escapar, que también las hay de río–.
Después de mucho tragar agua y probar mi enorme
capacidad pulmonar, hice una mínima síntesis del conteni-
171
do de la alocución. En el fondo del mar, podía contemplar-

se una viscosa y espeluznante escena, digna de cualquier
desvarío del mismísimo Lovecraft: en el centro de una
especie de plaza submarina, una gigantesca medusa escri-
bía con la ayuda de un pulpo entintado sobre una roca
plana una serie de lemas. Una enorme audiencia coreaba
con apabullante orden y obediencia las principales prerro-
gativas del portavoz.
No llevé de vuelta a la redacción ninguna noticia
nueva: las medusas sólo se proponen de nuevo conquistar
el medio terrestre para hacerse así con el planeta en su
totalidad. Para ello, han pactado con el Partido de las
Gaviotas, que dominan el medio aéreo y les servirían de
medio de transporte, y cuentan, además, con la sobornada
colaboración de muchos seres humanos, que han colocado
multitud de enormes peceras en los distintos
Ayuntamientos de la Costa. Estos serían tomados en breve
mediante un Golpe de Estado. Además, Radio Medusa
comenzaría a emitir a partir de ese glorioso y heroico día. No
se llegó a discutir en la reunión la concesión de las licen-
cias de Televisión Digital Terrestre, que quedaría
pendiente de la decisión de una amiga, Esperanza Aguirre.
El lenguaje de las medusas es claro y conciso…, dema-
siado claro quizás. Dividen a los seres vivos entre los
buenos y los malos…, puede que fuera eso lo que más
miedo me diera: la simplicidad de sus mensajes, buenos y
malos, me puse a pensar, y, lo dejo en una conjetura, pero
172
estoy casi seguro de que el amigo Bush guarda una enor-

me pecera en su rancho de Texas.
Hoy, las playas estarán limpias, quizá con algo de algas.
Disfruten del baño.
173
De perros abandonados y dueños imbéciles
¿Qué crees que pienso, imbécil de ti, cuando estiro mis

puntiagudas orejas y te miro con mis dilatadas pupilas?
¿Acaso ni sospechas que sé perfectamente lo que vas a
hacerme? No es la primera vez que me pasa, y, cuando veo
esos ademanes de falsa culpabilidad, ya conozco cuál va a
ser mi próximo destino.
¿Te engañas pensando que, cuando bajo del coche
detrás de ti, al asfalto candente, el aire abrasador, en plena
excursión hacia un paraíso temporal, el relax familiar, no sé
que voy a quedarme en el camino? Para mi, el viaje de vaca-
ciones será sólo de ida, nunca de vuelta. Oponer resistencia
sería más duro para tu cómplice familia, que ya se ha deci-
dido, y de la que, en realidad, he sido siempre empleado
subalterno. Repsol, Shell, Mobil o cualquier otra estación
pasarán a ser de nuevo mi patria.
Como yo, miles de animales somos sólo posesiones
temporales, de usar y tirar, caprichos conscientes del
supuesto ser pensante, que adopta una vida sin pedirle opi-
nión, con la egoísta intención de ser acompañado, de usar
una mercancía para ayudar a paliar su triste existencia. A la
inseguridad laboral a la que está sometido el ser humano, se
suma la precariedad familiar del can, gato, o cualquier otro
tipo de mascota –mascota lo será tu padre-. El estío, vaca-
ciones para muchos, es período de ansiedad y peligro para
otros. Muchos humanos se quejan de sufrir vacaciones no
174
pagadas en verano, es decir, ser despedidos ante la escasez

de trabajo o producción: algo parecido nos pasa a nosotros.
¿Habrá alguna relación entre ambas expulsiones? ¿No sería
mejor que nos adoptaran trabajadores precarios que emple-
ados fijos?
No espero mucho de tu raza, oh creador ser humano.
No te pido ya que me quieras, me rindo a que te sirvas de
mí hasta que te plazca, que me pidas consuelo después de
un mal día, que me uses para ligar con otras dueñas que
pasean sus también alienadas criaturas, que te creas un buen
dueño cuando sin mirarme me acaricias, que me digas en
inglés que me siente, idiota, cuando yo entiendo el español
y además el catalán, el gallego y el euskera… Por eso, cuan-
do veo que la puerta de atrás del coche en el que viajo por
última vez se abre, no dudo en salir por mi cuenta. No es
estupidez o inocente obediencia canina, como piensan tus
hijos con los ojos llorosos –la play station se los secará en
pocos minutos-, es resignación ante el egoísmo de una
especie que, si hace esto con los suyos, no se sabe qué puede
llegar a hacer con lo ajeno. O sí se sabe… Al menos, podrí-
as haberme dejado en la ciudad, para buscar asilo en un
basurero, ni por esas… Por cierto, cuando caigan las hojas
del otoño, no menos muertas que yo ya por entonces, no te
creas, tristón y remordido en tu conciencia, esa hipócrita y
autocomplaciente frase de la campaña televisiva de verano,
porque, conociéndote, yo también lo haría.
175
De pollos y salsas
El otro día, la rotonda estaba vedada al público. Tuve que
salir del pueblo por otra carretera. No me gusta desviarme,
y el hecho que siguió a éste lo confirmó. La carretera rural
a la que me condujo este imprevisto me hizo presenciar un
acontecimiento que nadie después ha podido creer. A los
dos kilómetros de desvío y, cuando creía que iba a conectar
con la autovía, encontré la carretera cortada por una mani-
festación.
Si de vecinos incómodos por el polvo de plantas indus-
triales se tratara, por ejemplo, me hubiera sentido más
seguro. Pero no, no eran seres humanos, se trataba de un
colectivo de pollos que, por sus gritos y chillidos, estaban
terriblemente enfadados. En estas circunstancias absurdas,
uno no llega a plantearse de dónde salen estos protestata-
rios, así que puse el freno de mano y me limité a prestar
atención.
Como si de Rebelión en la Granja de Orwell se tratara,
las gallinas y los pollos coreaban a voz en grito el siguiente
lema: ¡No más salsa, no más explotación! Pude entender
totalmente el contenido de las quejas, lo que en un princi-
pio me sorprendió, pero no le di importancia. Soy el último
mono de la redacción y la noticia me iba a dar mucho
caché. Presto con mi bolígrafo y libreta, anoté hasta el últi-
mo detalle. Una infografía sobre la marcha hubiera sido la
guinda.
176
Dos gallinas encabezaban el tumulto -en el reino ani-

mal predomina el feminismo-. Lo que me sorprendió fue el
conservadurismo de la protesta: no se negaban a que sus
huevos fueran fritos con beicon, ni que fueran sacrificados
sus cuerpos para el puchero, sino que pedían ser sólo ven-
didas en comercios pequeños y cocinados de forma
artesanal. La fabricación en serie de precocinados no les
satisfacía, la salsa industrial les picaba y no querían más
contaminación alimenticia. Jamás había visto pollos más
comprometidos con la alimentación humana, de la que
decían que se estaba deteriorando. Después del grito de
¡ela, ela, ela, no más salmonela!, decidí dar la vuelta para
buscar otro desvío. En ningún momento me preocupé por
la facilidad para entender el accesible lenguaje de estos ani-
males. Nunca se les ha dado voz, me dije para calmarme.
Al llegar a casa, me extrañaron las miradas de mis vecinos.
Tiene aspecto de haber conseguido un bombazo de noticia, pen-
sarían. La misma mirada encontré en mi casa, a pesar de lo
cual llegué a tiempo a comer y comenzamos el almuerzo.
Jamás he notado una comida tan insípida como la de este
mediodía, además, no comprendía lo que mi familia decía;
parecían hablar en otro idioma. Estoy muy cansado, me voy
a acostar, pero sólo cuando resuelva el último enigma de
este día: ¿por qué he dejado el desagüe de la ducha lleno de
plumas?
177
178
ÍNDICE
31
41
55
75
93
105
115
143
163
175
193
223

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Libro Andres Villena.

qxp 28/05/2006 1:30 PÆgina 1

Un año sin botellón

Imprime: Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga

Siempre compro el mismo periódico, el que me parece más

y de ser una persona tan calculable. En algún momento me

lugar común sobre el que se apoyan todas las diferencias, el

—Se trata simplemente de remover el suelo de lo que es

sueño, de perros que no comulgan con ruedas de molino, y

Pedro M. Hurtado Valero

El médico me lo dijo bien claro: “tienes que estar un año sin

por el negocio de la publicidad–, la negociación de sentido

rentabilidad económica, de dominación y de poder. Esta

¿Qué es el pensamiento único?

Viene a ser todo un tópico ya, entre los periodistas menos

incontestable forma de pensar, única pues todo se globali-

Tras mucho pensar, el veredicto nos lleva ya a una realidad:

ver al nuevo, Vladimir Putin, ataviado con sandalias y mini-

En el día de ayer, otro nuevo atentado cobarde, más víctimas

agresiva y busca la guerra y la muerte por naturaleza. Nada

nómicas del mundo en que vivimos las que acaban mani-

Más de una vez, a uno le da la risa cuando oye expresarse a

podía haber ocurrido una pacífica masacre como la del 11-

Libertad… y otras ofertas de verano

Nunca había pensado en la polisemia y parcialidad que

largo de ella, perseguían lo mismo: liberación y re-libera-

Democracia (divagaciones de un quejica)

No sé si soy el único que piensa que esta democracia

ETA, ¿diálogo o persecución?

Que la banda terrorista ETA debería disolverse y desapare-

radicalización. Muchos movimientos, como el sandinista en

Si lo vemos desde una perspectiva sociológica conser-

bién al enemigo en casa. Si el terror realmente existe en

¿PPero qué es esto?

Esperanza y sus amables consejeros –y estoy siendo iróni-

cual siempre se ha escudado la señora Aguirre- demuestra

Por el río de Moscú, bajo a Gorky Park, y escuchando vientos

de represión interna. Y que les pregunten a los habitantes

Los títeres del mercado

La democracia exigirá una clase media y una economía de

gue el poder, el beneficio bien pudiera en muchas ocasiones

nado, se ha estancado en los medios: el poder y el ansia por

Espejismos muy rentables

Decir que hoy día vivimos en la denominada sociedad de la

vida social del país, el ansia de beneficios tiene por fuerza

agenda informativa. Ya no sólo son los sucesos, el fútbol o

La casa sin tejado

La obsesión norteamericana de mantener las miras ante el

Hasta en los pasillos del gabinete republicano se oyen

Utopías y otras enfermedades oculares…

En nombre de preciosas utopías, de paraísos futuros en que

zación y las constantes guerras nos llevan a preguntarnos:

cia es que los soviéticos decepcionaron a la izquierda, por

Un fantasma recorre Alemania…

Los resultados parecen claros y los vencedores se dan den-

junto al descenso de los democristianos, sugiere que el parti-

Parece que hoy día, bajo el imperio del talante y lo política-

Decir que nada de la ley puede cambiarse o reformar es

democracia, donde antes tenía un significado revoluciona-

Si reflexionamos con detenimiento sobre la Historia de la

miento contrastado sobre la actualidad y el pasado llevaría

¿Qué ganamos con una República?

Silenciado por los grandes medios, y, a propósito de las ten-