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Tenemos más
recursos, lujos y libertad que el resto de las naciones del mundo combinadas.
Como cristianos, nos ha sido dada la mayor puerta abierta para las misiones y el
evangelismo mundial en la historia de la iglesia. Como hombres y mujeres que
compareceremos ante Dios, somos más responsables que cualquier otra
generación desde que Adán fue formado del polvo. Ni aun en los días de los
apóstoles de Jesús fue dado la oportunidad y el privilegio que está ante la
Iglesia en el tiempo presente. Los grandes misioneros de la historia –William
Carey, Hudson Taylor, C. T. Studd y Lottie Moon – nunca hubieran imaginado un
tiempo como el que estamos viviendo hoy. Solo unos años atrás, toda esto
parecería completamente imposible. ¿Qué pensaríamos si alguien se atreviera
a decir tan solo diez años atrás, que podríamos enviar misioneros a los países
comunistas del bloque este? Y aquí estamos. La puerta está completamente
abierta. ¿Correremos para atravesarla antes de que ésta se cierre o solo nos
quedaremos tímidamente en el umbral y perderemos la gran oportunidad del
evangelismo mundial que nunca ha sido dado a la Iglesia?
En Apocalipsis 5:9, el Apóstol Juan declaró que vio “…una gran multitud, la cual
nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que
estaban delante del trono y en la presencia del Cordero…” Apocalipsis 7:9
Para Isaías esta pregunta no requería reflexión o estudio, sino que de sus
temblorosos labios vino la respuesta inmediata: “Aquí estoy, envíame a mí.”
Isaías 6:8b
Oh, que nos sea dado un corazón como el de Isaías. ¿Por qué es que la Iglesia
recibe cinco comisiones separadas para el evangelismo mundial sólo en los
Evangelios y el libro de los Hechos, y aun así somos tan reservados en
responder al llamado, tan tímidos para ofrecernos voluntariamente y tan
pusilánimes para actuar? Isaías fue enviado a un pueblo ciego y duro que no
escucharía, pero nosotros somos enviados a los elegidos de Dios de cada
nación, tribu, lengua y nación. Somos enviados a aquellos que al escuchar el
Evangelio serán convertidos por el poder de Dios. Somos enviados a aquellos
que se arrepentirán y creerán para salvación. ¿Qué es precisamente lo que
mantiene a la Iglesia en el umbral? ¿Es el temor, el egoísmo, o la falta de fe?
Ángel Colmenares bautizando en El norte de los Andes en Perú