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Esta edición electrónica:

2009 - Gregorio Cabello Porras

http://angarmegia.com/gregoriocabello.htm
LA MARIPOSA EN CENIZAS DESATADA: UNA
IMAGEN PETRARQUISTA EN LA LÍRICA ÁUREA,
O EL DRAMA ESPIRITUAL QUE SE COMBATE
DENTRO DE SÍ

GREGORIO CABELLO PORRAS


Contenido

Contenido .................................................. 4

Créditos y referencias .......................................... 5


Justificación del documento ...................................... 6

LA MARIPOSA EN CENIZAS DESATADA ................................. 7


PRIMERA PARTE............................................. 8
SEGUNDA PARTE ........................................... 27
Créditos y referencias

Resumen:

El soneto XCLI de Petrarca del Canzoniere de Petrarca, en el que encontramos el


símil de la mariposa y la llama como símbolos del amante y de su movimiento
dramático y circular en torno a una dama en cuya luz se abrasa y pierde la vida, puede
considerarse el comienzo de una cadena temática que tendrá gran aceptación entre los
poetas del petrarquismo español. En este trabajo se estudian las asimilaciones
personales del tópico en Petrarca, Gutierre de Cetina, Diego Hurtado de Mendoza,
Fernando de Herrera, Enrique Garcés, Góngora, Villamediana y Pedro Soto de Rojas,
resaltando cómo en el paso de las tematizaciones del Renacimiento al periodo Barroco
el tópico recibe una contaminatio con imágenes que intensifican su sentido original
desde una perspectiva ética (el desengaño) oe rótico amatoria (exaltación de la entrega
al amor como supremo acto suicida).

Palabras clave:
MARIPOSA; LLAMA (O FUEGO); TÓPICO; PETRARQUISMO; EDAD DE ORO (ESPAÑA)

Abstract:
The sonnet XCLI of Petrarcha’s Canzoniere, where we found the picture of the
butterfly and the flame meaning symbols of the lover and his dramatic and circular
movement around the Light of the Lay he burns up and dies, is the first step in an
iconographic chain with a great success between the poets of Spanish’ Petrarchism. In
this work I study how some of these poets have become into theirselves the petrarchist
image or topic: from Petrarch’s sonnet to Gutierre de Cetina, Hurtado de Mendoza,
Fernando de Herrera, Enrique Garcés, Góngora, Villamediana and Soto de Rojas. And I
remark how in the translation of the topic from the Renaissance to the Baroque forms
the butterfly and the flame support a process of contaminatio with images which
intensify the original meaning, from an ethic (disillusion or desengaño) or erothic point
of view (a sad song about the lost in love, as the greatest suicide desintegration).

Key Words:
BUTTERFLY; FLMA (OR FIRE); TOPIC; PETRARCHISM; GOLDEN AGES (SPAIN)

Estudios humanísticos. Filología, ISSN 0213-1382, Nº 12, 1990 , pags. 255-278


Estudios humanísticos. Filología, ISSN 0213-1382, Nº 13, 1991 , pags. 57-76
Justificación del documento
LA MARIPOSA EN CENIZAS DESATADA
LA MARIPOSA EN CENIZAS DESATADA: UNA IMAGEN
PETRARQUISTA EN LA LÍRICA ÁUREA, O EL DRAMA ESPIRITUAL
QUE SE COMBATE DENTRO DE SÍ

PRIMERA PARTE
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 9

El símil de la mariposa y la llama tiene su elaboración paradigmática en Petrarca,


modelo directo para su adopción entre los poetas petrarquistas españoles. Es el soneto
CXLI del Canzoniere («Come talora al caldo tempo sòle») el que se considera como
fuente común para tematizaciones posteriores. Pero también encontramos la mariposa y la
llama en el soneto XIX, «Son animali al mondo de sí altera»1. La opinión más generalizada
es que Petrarca tuvo en cuenta las observaciones de Plinio en su Historia Natural2. S. de
Covarrubias se hace eco de ellas:

Es un animalito que se cuenta entre los gusanitos alados, el más imbécil de todos los que puede
aver. Este tiene inclinación a entrarse por la luz de la candela, porfiando una vez y otra, hasta
que finalmente se quema (...). Esto mesmo les acontece a los mancebos livianos que no miran
más que la luz y el resplandor de la muger para aficionarse a ella; y cuando se han acercado a
ella demasiado se queman las alas y pierden la vida3.

En el Diccionario de Autoridades:

Cierta especie de insecto o gusano con alas, mui pintado y hermoso, el qual tiene inclinacion àá
entrarse por la luz de la candela, y assi no cessa de dár vueltas hasta que se abrasa. Covarr. dice
4
se llamó assí quasi Maliposa, porque se assienta mal en la luz de la candela .

La cadena temática inaugurada por Petrarca tiene como eslabones en la literatura


áurea española a Gutierre de Cetina («Como la simplecilla mariposa») y a Diego Hurtado
de Mendoza («Cual simple mariposa vuelvo al fuego»), sin contar a Camoens («Qual tem
a borboleta»). A ellos ha prestado especial atención J.G. Fucilla5, considerándolos como
predecesores del desarrollo del topos en Fernando de Herrera, quien centrará el contenido
de dos de sus sonetos en esta representación, «La incauta y descuidada mariposa» y «Buela
y cerca la lumbre, i no reposa», configurando definitivamente un motivo literario en el que
la atracción del amante hacia la dama es significada en la muerte que encuentra la
mariposa en su vuelo en torno a la llama, y que estudiaré tanto en sus semejanzas como en
las divergencias que representa respecto al paradigma petrarquista6.
A continuación atenderé, en estas notas dispersas sobre el motivo de la mariposa,
a la versión del soneto CXLI que Enrique Garcés publicó en su traducción del Cancionero
de Petrarca en 1591, con variantes significativas respecto al original, para luego

1
Para los textos de Petrarca manejo la edición del Cancionero, I-II, ed. de J. Cortines, texto
establecido por G. Contini, Madrid, Cátedra, 1989..
2
Cf. Aurora Egido, «Introducción» a Miguel de Dicastillo, Aula de Dios. Cartuxa Real de Zaragoza,
Zaragoza, Pórtico, 1978, p. 46, donde nos informa que «la fuente está en Plinio». siguiendo a K. Scoular,
Natural Magic, Londres, 1965, p. 101.
3
Tesoro de la Lengua Castellana o Española, Madrid, Turner, p. 790.
4
Diccionario de Autoridades, Madrid, Gredos, 1969.
5
Estudios sobre el petrarquismo en España, Madrid, CSIC, 1960, pp. 147-157.
6
En cuanto al motivo de la muerte y el fuego, destacaría el capítulo «Belleza y horror» de G.R.
Hocke, El Manierismo en el arte europeo. I. El mundo como laberinto, Madrid, Guadarrama, 1961, pp. 110-
112, sin olvidar las imprescindibles páginas de J. Rousset, Circe y el pavo real. La literatura francesa del
Barroco, Barcelona, Seix Barral, 1972, pp. 182-185, que luego ampliaría en L’intérieur et l’extérieur. Essais
sur la poésie et sur le théâtre au XVIIe siècle, París, 1976.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 10

adentrarnos en el territorio barroco. Villamediana, por una parte, con la gloria suicida
frente al desengaño y el escarmiento. Góngora, por otra, contaminando el significado
amatorio con valencias de desengaño cortesano. Y, por último, Soto de Rojas,
internándose ya en un proceso distinto de imitatio, en el que el madrigal (con todo lo que
éste supone de diferenciación frente a la extensión poética del soneto) y Guarini juegan un
papel que nos acercan a lo que será la poesía del siglo XVIII7.

Petrarca: Canzoniere, CXLI

El punto de partida para la cadena temática que estudiaremos lo constituye un


soneto de Petrarca que, con variantes más o menos funcionales y relevantes, gozó de una
amplia recepción posterior, tanto entre los poetas petrarquistas italianos (Tasso8, TansilIo9)
como entre los españoles:

Come talora al caldo tempo sòle


semplicetta farfalla al lume avezza
volar negli occhi altrui per sua vaghezza,
onde aven ch'ella more, altri si dole:

cosí sempre io corro al fatal mio sole


degli occhi onde mi vèn tanta dolcezza
che 'l fren de la ragion Amor non prezza,
e chi discerne è vinto da chi vòle.

E veggio ben quant'elli a schivo m'ànno,


e so ch'i' ne morrò veracemente,
ché mia vertú non pò contra l'affanno;

ma sí m'abbaglia Amor soavemente,


ch'i' piango l'altrui noia, e no 'l mio danno;
et cieca al suo morir l'alma consente.

Aquí se poetizan una serie de rasgos que van a crear un auténtico paradigma
lírico en el tratamiento posterior del motivo y que debemos tener muy en cuenta para

7
Lejos en el tiempo queda, y a la vez cercano en la memoria, la pervivencia del símbolo. Por
poner un ejemplo, recordemos el Doctor Faustus de Thomas Mann. F. Mellizo, Literatura y enfermedad,
Barcelona, Plaza & Janés, 1979, p. 42, en su comentario a esta obra, recoge unas palabras del protagonista
Leverkuhn: «una mariposa de vivos colores, la Hetaira Esmeralda, que me hechizó con su contacto,
hechicera blanca como la leche. Y yo la seguí a la sombra vegetal que requiere su desnudez diáfana, y me
apoderé de ella». Concluye F. Mellizo que «esa mariposa-símbolo de la vida, pero también símbolo
tradicional del Ángel de la Muerte, obsequia al músico con la sífilis y el genio». Para los placeres
prohibidos de L. Cernuda, entre «entierros aburridos como piedras» reside la «seguridad» en «...ese
insecto / que anida en los volantes de la luz» (La realidad y el deseo, ed. M. J. Flys, Madrid, Castalia,
1982, p. 163. La cita procede del poema «He venido para ver», vv. 26-27). En la misma vertiente, pero en
otro ámbito, recordemos El maleficio de la mariposa de Federico García Lorca, o esa mariposa indonesia
que «ha logrado su teatro: representación de la invisibilidad» y que «al dibujar la letra muerta sobre la
piel, sitúa al hombre en su cénit: el reino del símbolo» (Severo Sarduy. «Los travestis», La simulación,
Caracas, Monte Ávila eds., 1982, pp. 61-62).
8
Véase R.O. Jones, "Renaissance Butterfly, Mannerist Flea: Tradition and change in Renaissance
Poctry", MLN, LXXX (1965), pp. 166-184.
9
J.G. González Miguel, Presencia napolitana en el Siglo de Oro español. Luigi Tansillo (1510-
1568), Salamanca, Universidad, 1979, pp. 88-142.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 11

analizar las variaciones o versiones hispánicas que se hicieron sobre este soneto10.
En primer lugar, la equipolencia del enamorado con la mariposa, atendiendo a
una lectura simbólico alegórica que se imbrica en la literatura emblemática del
Renacimiento. Destaca la calificación de «semplicetta farfalla», resaltando el rasgo de
ingenuidad del insecto amante, sobre el que posteriormente se moralizaría
abundantemente. Recordemos el «imbécil» al que se refería Covarrubias y sus
implicaciones en el comportamiento «enfermo» y «enloquecido» del enamorado11,
máxime si atendemos las interpretaciones palinódicas a las que se vio sometido el
Canzoniere de Petrarca, sobre todo desde una perspectiva barroquizante12. En este caso, la
consideración de la estulticia del amante sobrepuja a otras en las que el enamorado era
visto simplemente como sujeto paciente de una enfermedad susceptible de curación o de
tratamiento13.
El segundo rasgo al que debemos prestar atención posee indudables con-
notaciones neoplatónicas, subordinadas a la iconografía de la mariposa. Me refiero al
hecho de que el insecto vuele inevitablemente hacia la luz y al hecho de que el poeta aspire

10
Francesco Petrarca, Cancionero I, p. 510. Aquí me gustaría precisar y advertir con A. Prieto,
«Introducción» a Francesco Petrarca, Cancionero, traducción de Enrique Garcés, cronología y bibliografía de
María Hernández Esteban, Barcelona, Planeta, 1985, p. CVII, «que la lengua poética petrarquesca, extendida
por las múltiples rime diverse que las reproducen, y a las que en España se une la lengua poética garcilasiana,
es una lengua que, con sus formas métricas, se constituye en modelo al que es difícil escapar, pero que en
estructuras poéticas distintas tiene sentidos distintos». El mismo autor, en Ensayo semiológico de sistemas
literarios, Barcelona, PLaneta, 1976, p. 261, recogía y asumía esta idea de El cñirculo de Praga. Tesis de
1929, Alberto Corazón, 1970, p. 39: «la obra poética es una estructura funcional, y los diferentes elementos
no pueden estar comprehendidos fuera de su relación con el conjunto. Elementos objetivamente idénticos
pueden revestir, en estructuras idénticas, funciones absolutamente diferentes».
11
A. Egido, «La enfermedad de amor en el Desengaño de Soto de Rojas», Al Ave el Vuelo. Estudios
sobre la obra de Soto de Rojas, Granada, Universidad, 1984, pp. 34-35: «Que el amor es un fuego escondido
en el que se mezclan los extremos del dolor y el placer es tema que aparece en Petrarca y La Celestina como
ejemplos de una lejana tradición filosófica y literaria. Los efectos negativos del amor -desde la enfermedad a
la locura- han gozado de amplísimo eco y han canalizado los factores fisiológicos y psicológicos del enfermo
que se debate entre la razón y la pasión. Pero como ocurre en la génesis de cualquier tópico una vez
formulado, lo interesante es ver en cada momento dado su manera de declararse en la expresión literaria».
12
Sobre la evolución del paradigma del cancionero petrarquesco-bembesco, A. Quondam, «La
trasgressione dal codice: problemi del manierismo e proposte sul metodo», La parola nel laberinto. Società e
scrittura del Manierismo a Napoli, Bari, Laterza, 1975, pp. 1-23, y A. Prieto, "La poesía de Garcilaso como
cancionero", La poesía española del siglo XVI. I. Andáis tras mis escritos, Madrid, Cátedra, 1984, pp. 80-92.
13
Ni la presencia de la dama, desatando en el poeta un proceso que desde el ardor se resuelve en
lágrimas y suspiros frustrados, ni su ausencia, detonante de empresas temerarias, constituyen el remedio
adecuado. La raíz del problema se encuentra en la esencia misma del amor, que le impide convertirse en
remedio de aquello que él mismo procura. Cf. M. Ciavolella, La «Malattia d'amore» dall' Antichità al
Medioevo, Roma, Bulzoni, 1976, p. 15 y L. Gil, el capítulo «Ensueño y medicina», Therapeia. La medicina
popular en el mundo clásico, Madrid, 1969, pp. 351-357. Sobre la identificación «del amor con una
enfermedad incurable» en Garci Sánchez y sobre las «posibilidades de cura» en Boscán, A. Armisén,
Estudios sobre la lengua poética de Boscán. La edición de 1543, Zaragoza, Pórtico, 1982, pp. 91-92.
Recuérdense la «amarillez y los sospiros» de la canción I de Garcilaso y el comentario de Fernando de
Herrera: «El palor y el descolorimiento de la faz delgada suele ser de grande flaqueza, y de la poca fuerza del
calor natural, que no puede digerir bien, ni hacer buena sangre. Pero debe proceder por ventura en los que
aman de tristeza y profundo cuidado; porque arrebatados en consideración de lo que desean, gastan y
destruyen la propia virtud, y impiden sus operaciones con la vigilia y trabajo de los espíritus» (Garcilaso de la
Vega y sus comentaristas, ed. A. Gallego Morell, Madrid, Gredos, 1972, p. 395).
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 12

a alcanzar por todos los medios la Luz superior que representa el ser amado14. Todo ello, y
en ambos casos, viene configurado como un hecho «fatal»15:

cosí sempre io corro al fatal mio sole

No olvidemos que ya desde el soneto II del Canzoniere el amor no es un producto


de una libre voluntad dirigida desde el amante a la amada, sino fruto de una voluntad
exterior, la del Amor, figuración mitológica, destino imparable al que el poeta, Petrarca,
que aspiraba a ser un docto varón, tuvo que amoldarse como imposición extraña a sí
mismo, como castigo por su atrevimiento «inhumano y antinatural»16, (no importa aquí su
retractatio final)17:

Per fare una leggiadra sua vendetta,


e punire in un dí ben mille offese,
celatamente Amor l'arco riprese,
come huom ch'a nocer luogo et tempo aspetta.

El amor, incuestionablemente, es una fuerza que aviva y supera la razón, y ante él,
al amante sólo le cabe obedecer. El imperio de los sentidos sobre la razón (Garcilaso
redundaría en ello posteriormente)18 arrastra hacia una actitud temeraria, un atrevimiento
que provoca que el motivo de la mariposa pueda ser asimilable y frontero a fábulas como
las de Ícaro, Faetón e, incluso, la de Leandro, tal como examinaremos posteriormente:

cosí sempre io corro al fatal mio sole


degli occhi onde mi vèn tanta dolcezza
che 'l fren de la ragion Amor non prezza,
e chi discerne è vinto da chi vòle.

14
Remito a la teoría de los «espíritus peregrinos» que expone R. Klein, La forma y lo inteligible,
Madrid, Taurus, 1980, pp. 30-59. Explica el crítico rumano el acercamiento de las fórmulas poéticas a las
teorías físicas y médicas de la migración de los espíritus, su origen astral y las derivaciones en la iconografía
de Cavalcanti, además del concepto de amor como fascinación: «de este modo, la demonología y la
metafísica del alma fueron reforzados por una teoría de la fascinación entendida como acción externa de una
fuerza espiritual (...); podría extenderse al dominio del amor como fascinación por una belleza visual o
espiritual» (p. 37).
15
Una hermosa exposición del tema en G. Bachelard, «La solitude du rêveur de chandelle», La
flamme d'une chandelle, París, Presses Universitaires de France, 1961, cap. 2.
16
Como aduce A. Prieto, La poesía del siglo XVI. I, p. 82, «la trayectoria amorosa del poeta es
producto de una fuerza sobrenatural, el Amor, que ha vencido así una conducta racional de cultura literaria, de
«filósofo», que era propia de un hombre superior a toda pasión amorosa y que aparece en la imagen
mitológica del segundo soneto («celatamente Amor l'arco riprese»)».
17
De acuerdo con A. Noferi, L'esperienza poetica del Petrarca, Florencia, Felice le Monnier, 1962,
p. 7, a través del mito de Laura «sarà possibile legare e liberare in arte il tema che duole e brucia: quello della
morte, e, dietro, tutti gli altri: del tempo, della fuggevolezza, della vanità di tutto, delle ilusioni e speranze
sparenti in dolore».
18
En el soneto XXXVI: «Parecerá a la gente desvarío / preciarme deste mal do me destruyo: / yo lo
tengo por única ventura» (Obras Completas, ed. E. L. Rivers, Madrid, Castalia, 1981). A propósito del
abandono y voluntarismo en el poeta toledano escribe R. Lapesa, La trayectoria poética de Garcilaso,
Madrid, Alianza, 1985, p. 30: «La insistencia en el verbo querer, registrada en otros casos más, no es casual.
En Petrarca, la entrega del enamorado al dolor es conformidad con la atracción irresistible: como la mariposa
vuela hacia la llama que la ha de abrasar, así corre el poeta hacia su desdicha».
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 13

En estos límites, identificación del amor con la muerte, podemos referirnos al


determinismo de la muerte en el sentimiento. El enamorado, como la mariposa, es
consciente de que su plenitud se halla en la destrucción, de que el cenit de su
aniquilamiento radica en el nadir de la fusión con la luzde su adoración. Ya que la
correspondencia, la unión primigenia de las almas, le es negada, el amante acepta, no sin la
angustia de la conciencia de la autodestrucción, que su destino se cumpla en la entrega,
pérdida, autorrealización de su propia muerte como forma de vida en la desolación del
sentimiento de amor no correspondido. Una vez más, la ausencia definitiva frente a la
presencia, la lágrima frente a la mirada, el suspiro frente a la palabra. En definitiva, la
complacencia en una muerte suicida que invoca los lazos, o quizás evoca las ataduras de
una presencia entendida como llama, como fuego que arrasa con la angustia. El penar de
amores y el desasosiego, por una parte. La obediencia ciega a la muerte en manos de la
amada, por otra19. Recordemos los tercetos del poema: el poeta se declara un esclavo del
amor, siempre a la espera, pendiente de la llama, cansado de contemplar un fulgor al que se
acerca y en el que inexcusablemente arderá su sentimiento y su vivencia. El cielo arde y el
mar es una llama, como en Faetón, pero el amante desea abrasarse en los fuegos de un
sueño, de un aliento que le impidan escapar de la muerte del y por el amor, como súbdito
que adora la flama incendiaria del acabamiento20:

et cieca al suo morir l'alma consente

Gutierre de Cetina

Como ha señalado Begoña López Bueno fue J. Hazañas y la Rúa, en su edición de


1895, «el primero en percatarse de la semejanza de este soneto con el CXLI de Petrarca»21.
Efectivamente, J. Hazañas calificaba al soneto «Como la simplecilla mariposa» de
traducción del soneto de Petrarca, reproduciendo el texto italiano en las notas a su

19
Aunque referido a Quevedo, «en ese saberse inmaculado como amante, respetando al Amor en el
espejo de la enamorada, ancla la esperanza de que el ideal sea vida que venza al tiempo y a la muerte, de que
la llama, salvaguardada de la locura de una baja pasión como el despecho, perdure" (J. Lara Garrido, "Amado
y aborrecido: trayectoria de un dubbio poético", Analecta Malacitana, III (1980), p. 132). Ya en nuestro
acontecer Octavio Paz, Árbol adentro, Barcelona, Seix Barral, 1987, p. 164, puede acoger esta idea: «Las
palabras son puentes, / También son trampas, jaulas, pozos. / Yo te hablo: tú no me oyes. / No hablo contigo: /
Hablo con una palabra. / Esa palabra eres tú, / esa palabra / te lleva de ti misma a ti misma. / La hicimos tú,
yo, el destino. / La mujer que eres / es la mujer a la que hablo; / estas palabras son tu espejo, / eres tú misma y
el eco de tu nombre. / Yo también, / al hablarte, / me vuelvo un murmullo, / aire y palabras, un soplo/ un
fantasma que nace de esas letras».
20
Cf. J. M. Pozuelo Yvancos, El lenguaje poético de la lírica amorosa de Quevedo, Murcia,
Universidad, 1979, p. 174: «No hay poeta, en siglos de poesía, que haya dejado de glosar, hasta el cansancio y
la verdadera esclerotización del tópico, la constancia de su amor por encima de todo peligro y circunstancia».
A. Armisén, op. cit., p. 88, se refiere al «alma prisionera que aspira a liberarse, imagen de la vida
atormentada, de la aspiración a acabar; y el cuerpo, prisionero de otras esclavitudes que parecen no van a
cesar nunca (...). Es otra vez el conflicto del vivir / morir, tantas veces aludido». Recordemos con K.
Whinnom, «Introducción» a Diego de San Pedro, Obras completas. II. Cárcel de amor, Madrid, Castalia,
1983, p. 23, que «el enamorado suele ser incapaz de concebir que pueda apagarse su pasión y que volverá a
recobrar su independencia emocional».
21
Notas a su edición de Gutierre de Cetina, Sonetos y madrigales completos, Madrid, Cátedra,
1981, p. 136.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 14

edición22. Estos son los versos del poema de Cetina:

Como la simplecilla mariposa


a torno de la luz de una candela
de pura enamorada se desvela,
ni se sabe partir, ni llegar osa;
vase, vuelve, anda y torna y no reposa,
y de amor y temor junto arde y hiela,
tanto que al fin las alas con que vuela
se abrasan con la vida trabajosa.
Así, mísero yo, de enamorado,
a torno de la luz de vuetros ojos
vengo, voy, torno y vuelvo y no me alejo;
mas es tan diferente mi cuidado
que en medio del dolor de mis enojos
ni me acaba el ardor, ni de arder dejo23.

Acertadamente, afirma B. López Bueno que «las diferencias son varias, como para
calificarlo de traducción, según hizo Hazañas»24. Si establecemos la relación con el soneto
de Petrarca podemos observar en el poema de Cetina una serie de factores comunes, a los
que podríamos considerar como constantes en la evolución del topos a lo largo de la
literatura áurea española. Como elemento primordial aparece la identificación del motivo
de la mariposa con el del amante que aspira a adentrarse en el cerco de luz que representa
la amada, acorde con las lecturas simbólico emblemáticas frecuentadas en la época. Así
debemos anotar cómo Cetina varía la estructura original del soneto petrarquista. En este, el
símil de la mariposa ocupaba el primer cuarteto y la aplicación personal, la fusión icónica,
tenía lugar en el segundo cuarteto. Cetina opta por una estructuración poemática diferente:
de una configuración diseminativa en los cuartetos, proyectando el motivo animal,
pasamos a un diseño recolectivo en los tercetos, en los que el poeta clausura el proyecto de
fusión personalizado con la imagen anterior. La conformación diseminativo recolectiva del
soneto de Cetina queda reafirmada por cierto juego de correlación bimembre que se
establece entre los versos 5 y 11, el primero referido al insecto, y el segundo al amante:

vase, vuelve, anda y torna y no reposa (v. 5)

vengo, voy, torno y vuelvo y no me alejo (v. 11)

La segunda constante, en relación al paradigma establecido por Petrarca, se refiere


al carácter de ingenuidad del insecto, y, en consecuencia, al del amante. Cetina acata el
«semplicetta farfalla» de Petrarca con su «simplecilla mariposa», redundando en un retrato
del enamorado que corresponde a las imágenes tópicas con las que era descrito
contemporáneamente. Así puede comprobarse, como una simple muestra, en las notas que
dedica al tema Fernando de Herrera en sus anotaciones a Garcilaso de la Vega25.
Serían éstas las constantes representativas del topos petrarquista en Cetina. A
continuación, podemos referirnos a una serie de variantes que hacen de este soneto algo

22
Notas a Obras de Gutierre de Cetina, México, Porrúa, 1977, pp. 43-44.
23
Reproduzo el soneto conforme a la edición de Begoña López Bueno, p. 136.
24
Ibid., p. 136. También de la misma autora, Gutierre de Cetina, poeta del Renacimiento español,
Sevilla, Diputación Provincial, 1978, p. 103.
25
Vid. supra la nota 13.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 15

más que una «simple traducción» del poema de Petrarca. Vayamos por partes.
Cetina se aleja de una imitatio mecánica y procede a una interiorización más
estricta del motivo, desde el verso inicial26. Ya en la primera imagen se limita la vaga
ubicación canicular («Come talora al caldo tempo sòle») a la «candela» como símbolo
condensado que se perpetuará progresivamente con variaciones posteriores. Ya lo indica
B. López Bueno, al aducir que

lo más significativo es que Cetina distribuye con más equilibrio la comparación, lo que hace que
se ciña más estrictamente al motivo27.

Este apunte meramente comparativo no carce de significación, puesto que ilumina


la evolución desde lo abstracto de una iconología (la mariposa y la llama) a la concreción
en un objeto, la «candela» frente al «caldo tempo» de Petrarca. Del germen de esta
innovación cosificadora surge la antinomia típica fuego / hielo del verso 6:
28
y de amor y temor junto arde y hiela

Lo que en Petrarca era el foco atractivo de los ojos de la amada-sol aboca a la


«candela» de Cetina. Lo que en el poeta toscano venía significado como «fren de la
ragion» se convierte en el «hielo» cetiniano, adecuándose a una tradición lírica cada vez
más esclerotizada. La dialéctica fuego / hielo implica, a su vez, un nuevo juego de
contrarios: amor / temor. Si en Petrarca el amante se veía arrastrado inescrutablemente a la
pérdida del ser en la llama del amor, sin posible remisión, en Cetina asistimos a un proceso
con características diferentes. Aquí el amante se debate, se interroga, accede a la duda
frente al «fatal mio sole» de Petrarca. Amor y temor conforman un núcleo en el que el
hombre renacentista, caballero de armas y letras que representa el poeta sevillano,
presiente el vacío, la pérdida de identidad, el fracaso del formare del individuo renacentista
y humanista que ha venido forjándose a lo largo de las décadas imperiales29. Ya no basta
acatar simplemente la negación, la disolución en el ser amado. Se hace necesaria la duda.
En el fondo no importa la hondura, el miedo, aunque el pánico del amor esté enquistado en

26
Como afirma R. Lapesa, «Poesía de cancionero y poesía italianizante», De la Edad Media a
nuestros días, Madrid, Gredos, 1967, p. 154, «se admite sin reservas el valor artístico de la imitación; se
utiliza un caudal de temas y expresiones de los clásicos (grecolatinos e italianos) y la habilidad de los poetas
consistirá en engastar en sus obras estas gemas ya labradas sin perjudicar a la propia originalidad». Remito en
este punto a la detallada exposición que A. Vilanova realiza en Los temas y las fuentes del "Polifemo" de
Góngora, I, Madrid, CSIC, 1957, pp. 13-72, sobre las doctrinas de la erudición poética y de la imitatio en los
siglos XVI y XVII como base fundamental para la compresión del proceso creativo en la poesía áurea. Me
sitúo en la línea de F. Lázaro Carreter, «Imitación compuesta y diseño retórico en la Oda a Juan de Grial»,
Academia Literaria Renacentista. I. Fray Luis de León, Salamanca, Universidad, 1981, p. 202, cuando, tras
estudiar la imitación compuesta desde Séneca a fray Luis de León, escribe que «una comprensión profunda de
nuestra lírica áurea -ideal aún remoto- sólo podrá alcanzarse a partir de un trabajo filológico que restaure el
principio de la investigación de fuentes». Cf.mi trabajo «Francisco de Medrano como modelo de imitación
poética en la obra de Soto de Rojas», Analecta Malacitana, V (1982), pp. 33-47.
27
Notas a la ed. cit., p. 136.
28
Cf. Begoña López Bueno, ob. cit., p. 146.
29
Remito a las páginas que dedica a la interioridad del «yo» J.A. Maravall, "Garcilaso: entre la
sociedad caballeresca y la utopía renacentista", Academia Literaria Renacentista. IV. Garcilaso, Salamanca,
Universidad, 1986, pp. 11-14.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 16

el deseo. Amar y temer, desear y aborrece, odi et amo30, constantes de una trayectoria
literaria, personal en el caso de Cetina, que dan un vuelco y proporcionan un movimiento
inusitado al tratamiento del topos por parte de este poeta andaluz.
La duda configura un movimiento elíptico e irregular. En Petrarca sólo se admite
una dirección finalista: la única y posible meta es la destrucción en la llama. En cambio
Cetina fusiona poéticamente en la actividad física de la mariposa (el desconcertado bullicio
e industria de las alas, ausente en Petrarca), la indecisa esclavitud, la íntima desorientación,
la órbita del «torno y vuelvo y no me alejo» del amante31.

No obstante, el ardor sigue representando para el poeta la consumación del amor,


a la vez que una triste muestra del dolor, encumbrado por esa misma factualidad. Dolor y
ardor se conjugan en un mismo tiempo sentimental, en el que tienen su correspondencia
valores emotivos como los de placer y deseo. El poeta rechaza el sufrimiento que supone el
hecho de amar, pero, a la vez, reivindica con valentía masoquista el placer que tal «enojo»
puede procurar a su sentimiento, ya en un plano físico, ya en un nivel espiritual. El
«cuidado» cetiniano no es susceptible de rechazo ni de aceptación. Es una mixtura
compleja en la que deseo y destrucción se acoplan para dar a luz, no una lágrima, como en
el caso de Petrarca, sino un enojo, que, a pesar de todo, no deja de poseer una significación
trascendente, puesto que anuncia, como lema, como proyecto irresoluble, un motivo que
devendría con el tiempo en el símil de la «ceniza enamorada»32.
Ante todo, y confrontando a Petrarca, la duda y no la fatalidad, la acción del
amor y sus consecuencias frente a la aceptación «astrológica»33 o «mítográfica»34 de una
30
En otra vertiente, como base metafórica del misticismo afectivista de Francisco de Aldana,
«movimiento y quietud definen la condicional de otra aporía cinemática complementaria que se establece
desde la equivalencia geómetrica del punto y la línea en el círculo, figura a la que el movimiento le es propio
al ser resultante de un punto que se autoclausura en la velocidad infinita que es idéntica al reposo» (J. Lara
Garrido, «Introducción» a Francisco de Aldana, Poesías castellanas completa, Madrid, Cátedra, 1985, pp. 86-
87).
31
Traería aquí unas palabras de A. García Calvo, «Tú y yo», Lalia. Ensayos de estudios lingüísticos
de la sociedad, Madrid, Siglo XXI, pp. 306-307: «Por ejemplo, si te digo que te quiero (como es cierto que te
quiero ¡y tanto!) parece que está claro, o al menos puedo siempre creer así saberlo, que aquí están el que
quiere y al que quiere, el sujeto y el objeto de mi amor. Pero ¿a qué preguntar en vano si a tu vez me quiero?
Pues, sea lo que sea lo que respondas, contestes o no contestes, nunca podrá saberse lo que pasa: ya que, si tú
eres distinto y opuesto a mí, que soy sujeto, tendrás que ser objeto, y ¿cómo, siendo objeto, vas a poder
quererme? ¿cómo aquél al que se quiere va a poder querer? Y si por el contrario eres el sujeto, y no opuesto
por tanto ni distinto a mí, sino el mismo que yo mismo, ya no serás tú el que me quieres, sino sólo yo sólo a
mí mismo, cosa que ya sabía y que no era por cierto lo que preguntaba». Quizá con esta cita abundo en la tesis
de P. Dronke, Mediaeval Latin and the Rise of European Love Lyric, I-II, Oxford, 1965-1966, sobre el hecho
de que los rasgos más notables del llamado amor cortesano son universales, aunque sólo lo haga de una forma
indirecta y sin tomar posicionamiento. Una interesante revisión del tema en A. A. Parker, La filosofía del
amor en la literatura española (1480-1680), Madrid, Cátedra, 1986, pp. 25-60.
Cf. una interesante revisión de la universalidad de los rasgos del amor en A. A. Parker, La filosofía del amor
en la literatura española (1480-1680), Madrid, Cátedra, 1986, pp. 25-60.
32
Puede que resulte arriegado, pero podría referirme a una prefiguración del desgarrón afectivo de
Quevedo (D. Alonso, «La angustia de Quevedo», Francisco de Quevedo. El autor y la crítica, ed. G.
Sobejano, Madrid, Taurus, 1978, p. 22) y a su difracción mental «engendradora de una tensión extrema como
si el pensamiento se quebrara para formarse y no se formara más que para quebrarse» (M. Molho, Semántica
y poética. Góngora, Quevedo, Barcelona, Crítica, 1977, p. 134). Cfr. G. Cabello, «Sobre la configuración del
cancionero petrarquista en el Siglo de Oro (la serie de Amarilis en Medrano y la serie de Lisi en Quevedo)»,
AnMal, IV (1981), pp. 26-34.
33
Remito al interesante estudio de A. Martinengo, La astrología en la obra de Quevedo: una clave
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 17

venganza. El amor como una verdad más de una existencia libre (y recompensada) en la
que el hombre renacentista (letrado, por supuesto) se sentía representado. A veces
autoexaltado, ya que la palabra poética confería eternidad. No olvidemos, sin embargo, que
Gutierre de Cetina no quiso amoldarse a la normativa que imponía la realización de un
verdadero cancionero petrarquista35. La indecisión de la mariposa es equiparable a la suya:
de cómo volar en torno a varias lumbres encendidas en un amor, o amores, no definidos,
imprecisos bajo un nombre pseudo bucólico.

Diego Hurtado de Mendoza

Como ha afirmado A. Prieto, lo que caracteriza singularmente a este autor


granadino es su peculiar percepción del Renacimiento, que

le autoriza, por un lado, al abandono de un cancionero petrarquista, por otro le conduce a una
desmitificación y a un recoger en metros «aristocráticos» argumentos burlescos36.

Efectivamente, en las obras de Hurtado de Mendoza podemos percibir, intuir la


existencia de un «breve cancionero» al modo petrarquista dirigido a Marfira, acompañando
a una serie de poemas «fuera del cancionero» que constituyen

una despedida, quizás la envoltura de un desengaño, de una desmitificación que llegará al río
barroco, y que puede funcionar, en la elegía completa, como el cierre de un libro que no llegó a
abrir a Marfira y que, realmente, no tendrá poemas in morte. Otros aires, otras mujeres, otros
placeres sustituirán todo trazado amoroso in morte de Marfira37.

Su alejamiento del petrarquismo imperante, su confirmación como brillante poeta


de sátiras y burlas (que no descartan su profesión de humanismo)38, han provocado críticas
como la que sigue:

En general, la primera generación de los que siguieron la dirección de Boscán y Garcilaso no


captó con seguridad el nuevo estilo. Así sucede con Diego Hurtado de Mendoza, que escribió
algunos poemas en la métrica tradicional, pero cuyos poemas italianizantes, en especial sus
sonetos, son con frecuencia torpes e inexpresivos, aunque sus canciones, quizá porque por su

de lectura, Madrid, Alhambra, 1983, p. 145: «La fe en el poder de las estrellas sobre las inclinaciones
amorosas de los seres humanos era muy antigua y había engendrado una muy ilustre tradición literaria; los
propios tratadistas del amor cortés, entre ellos Flaminio Nobili, habían insistido en la efectividad de tal
influjo, aunque intentaran conciliarla con la doctrina del libre albedrío».
34
Para esta perspectiva deben consultarse los estudios fundamentales de E. Wind, Los misterios
paganos del Renacimiento, Barcelona, Barral, 1971; E. Panofsky, Estudios sobre iconología, Madrid,
Alianza, 1972 y C.S. Lewis, La alegoría del amor. Estudio de la tradición medieval, Buenos Aires, EUDEBA,
1969.
35
Cf. el apartado «Sin cancionero, sin ser en su poesía», en A. Prieto, La poesía en el siglo XVI. I,
pp. 120-122, y, del mismo autor, "Con un soneto de Gutierre de Cetina", El Crotalón. Anuario de Filología
Española, I (1984), pp. 283-295.
36
A. Prieto, La poesía en el siglo XVI. I, p. 93.
37
Ibid., pp. 98-99.
38
A. Gallego Morell, Estudios sobre Poesía Española del Primer Siglo de Oro, Madrid, Ínsula,
1970, cap. I.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 18

forma más suelta resulten menos crispadas, son mucho más expresivas39.

Sin embargo, si nos acercamos a su soneto motivado por el símil de la mariposa y


la llama podemos advertir cualidades que subjetivan un tópico, que nos advierten sobre el
poderío que puede adquirir un poeta sobre una tradición esclerotizada, y que,
personalmente, creo que no debemos dejar de lado40. Reproduzco el texto y lo analizo,
como en otros casos, sin atender a la vertiente abierta por Camoens:

Qual simple mariposa buelbo al fuego


De vuestra hermosura do me abrasso,
Y quando siento el daño y huyo el passo
Amor me torna allí por fuerça luego.
No bastan a aliviarme fuerça o ruego,
Y, si que alguna vez (que) me escapo acasso,
Hallo que Amor me está aguardando el passo,
Y tórname qual fugitivo al fuego.
Y, viendo ya que con vivir no puedo
Huir de mi destino y fiera suerte,
Desseoso en tanto mal de algún sosiego,
Perdido a mi tormento todo el miedo,
Buscando como Fénix vida en muerte,
Qual simple mariposa vuelvo al fuego41.

Tras la lectura de estos versos me permito rechazar categóricamente el hecho de


que Hurtado de Mendoza simplemente incurriera en una simple y achacable imitación de
un soneto de Petrarca. Es cierto, existen coincidencias, comunes a todos los que siguieron
la cadena temática del soneto «primigenio», pero encuentro en el poeta granadino una
subjetivación del topos que lo aleja del mero plagio, o de esa torpeza expresiva que
algunos le atribuyen42.
Se reiteran los rasgos de «semplicetta farfalla», la fatalidad del amor, la
imposibilidad de huir del fuego y su atracción y el libre consentimiento del amante en
morir abrasado por amor, un sosiego en la pasión que sólo transcurrirá tras la muerte. Todo

39
R.O. Jones, Historia de la literatura española. 2. Siglo de Oro: prosa y poesía, Barcelona, Ariel,
1974, p. 143.
40
Como señala V. M. de Aguiar e Silva, «Aspectos petrarquistas da lírica de Camoes», AA. VV.,
Cuatro lecciones sobre Camoens , Madrid, Fundación Juan March-Cátedra, 1981, p. 102, «nos grandes
poetas petrarquistas do século XVI —...—, reencontramos os tópicos, os estilemas, as imagens, as metáforas
e os esquemas retóricos dos petrarquistas minores anteriores e contemporâneos (...) mas encontramos
também, em simbiose inextricável, a sua modulaçao original, a suo transformaçao idiolectal, enfim, a sua
recriaçâo".
41
Lo reproduzco a partir de R. Foulché Delbosc, «Les oeuvres attribuées a Mendoza», RHi, XXXIII
(1914), p. 51 ( asu vez en J. G. Fucilla, ob. cit., p. 22). Ahora, sin variantes significativas, en Diego Hurtado
de Mendoza, Poesía completa, ed. J. I. Díez Fernández, Barcelona, Planeta, 1989, p. 271.
42
Recordemos que en Hurtado de Mendoza, análogamente a Petrarca, podemos referirnos a una
concepción del «poetare che muove programmaticamente dalla convinzione dell'esistenza di un rapporto fra
poesia e politica, che conosce la possibilità di una collaborazione fra poesia e storia, e che si conclude con la
stupenda dimostrazione che la poesia può anche vivere fuori della storia, nello spazio della coscienza
interiore. Fra epica e lirica Petrarca ha consumato un'esperienza artistica destinata a diventare paradigmatica
per le generazioni successive, ogniqualvolta almeno si riproporrà un'idea del poetare analoga (il pensiero va a
Tasso, ma anche a Foscolo)" (E. Corsini y G. Beccaria, «Introduzione» a M. Guglielminetti, Petrarca e il
Petrarchismo. Un'ideologia della letteratura, Turín, Paravia, 1977, p. 4).
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 19

ello está en Petrarca, pero la personalización, la apropiación del motivo por parte de
Mendoza debe quedarnos clara.
En principio el Amor es una fuerza fatal, un poder que aboca al amante a la
destrucción, pero también al autoconocimiento de las propias cualidades para afrontar una
«fiera suerte». A pesar de ese reconocimiento del «ego», el amante deja en poder del Amor
su voluntad, la única defensa que le queda para poder sobrevivir a una guerra interiorizada,
El que ama desea, al contarrio, esa guerra de los sentidos contra la razón. Pero la
recompensa femenina no significa la paz. Hay una necesidad de dulzura, de agua frente a
la llama, de sombra, pero queda muy lejano ese ensueño. Al contrario, el poeta sabe que su
amor es una agitación desordenada en la que impera la cupiditia frente a la razón, de la
vana espuma que supone su querencia, y aún siendo consciente de que esta es la que le
conduciría al amor «ideal» actuando como mediadora entre pulchritudo y voluptas, insiste
una y otra vez en su agitación desordenada hacia una dama que más que como un sol, se
presenta como una candela robada que dinamiza al amante, que posee la fuerza de un
viento capaz de dejar la huella de un huracán el el corazón del amante.43
De ahí que cuando el poeta se despeñe y abrase en la llama, su vuelo no borre el
triunfo de ser un brincador suicida hacia la llama. Pero la llama se sitúa en un espacio
aéreo (no importa que confluya lo ígneo) y ello puede constituir un . Acudo a G.
Bachelard:

El espejismo puede servirnos para estudiar la contextura de lo real y de lo imaginario. Parece, en


efecto, que en él vienen a formarse fenómenos ilusorios sobre un tejido fenomenal más constante,
y que, viceversa, los fenómenos terrestres vienen a revelar allí su idealidad.44.

Pero este espejismo, por denominarlo de alguna forma, se desplaza de las fronteras
que estableció Petrarca. Él mismo decía

et cieca al suo morir l'alma consente

No hallamos este «voluntarismo funerario» en Hurtado de Mendoza. Todo lo


contrario. El cauce barroco hacia el desengaño y la desmitificación al que se refería A.
Prieto ya está aquí presente, en esa voluntad de eternizarse en el amor, en la muerte por
amor, pero un amor que interpretado desde este soneto sólo apela al «Eros ciego». Y ello
se evidencia en la recurrencia final al símbolo del ave Fénix. Si Petrarca dice

ma si m'abbaglia Amor soavemente

Hurtado de Mendoza, desde una postura más «detonante» puede decirnos


43
Evoco a Lezama Lima: «Se encogía con movimientos tardos que sólo el calor tornaba
disculpable, caía sobre la pequeña tira de lino, de la misma manera que un anciano cuya adolescencia
transcurre entre elegante competencia de natación y que ya en la hora de su muerte al apoyarse en la
eternidad, le naciera una vejiga natatoria que favorecía su entrada en un mundo desconocido pero
suavizado por el recuerdo de sus gestas marinas, de tal modo que su alma no sentía la violencia de la
despedida de su cuerpo, si no siguiese apoyándose en un punto intermedio de líquido equilibrio y
buscando un punto final de reposo en la misma y última dirección de la ola» («El patio morado», Juego
de las decapitaciones, Barcelona, Montesinos, 1984, pp. 34-35). En este sentido, como búsqueda
insaciable de una meta vivencial en la dama, cf. G. Cabello, «El motivo de la peregrinatio en Pedro Soto
de Rojas: Sumarización ejemplar de un itinerario en la vida y en la literatura», II, AnMal, X (1987), pp.
81-106, en lo que respecta a la peregrinatio amoris.
44
El aire y los sueños, México, FCE, 1980, p. 218.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 20

Perdido a mi tormento todo el miedo

introduciendo una figuración mítica que rompe el esquema paradigmático existente en el


poeta toscano:

Buscando como Fénix vida en muerte,


Qual simple mariposa vuelvo al fuego.

Nos encontramos ante una paradoja racional que raya en lo barroco. La mariposa
perece entre las llamas. El Fénix renace de entre el fuego. Frente a Petrarca, Hurtado se
siente como un amante que aunque encuentre la disolución extrema en el fuego, sabe ya
desde el principio que ello supondrá la sublimación aérea, platónica, la representación de
una fuerza primaria que lo devolverá al terreno del sueño, por no decir al territorio del
amor45. En las Etimologías de Isidoro de Sevilla:

Phoenix Arabiae auis, dicta quod colorem phoenicem habeat, vel quod sit in toto orbe singularis et
unica», que "quingentis ultra annis uiuens, dum se uiderit senuisse, collectis aromatum uirgulis,
rogum sibi instruit, et conuersa ad radium solis alarum plausu uoluntarium sibi incendium nutrit,
sicque iterum de cineribus suis resurgit"46.

Fernando de Herrera

En el libro primero de los Versos de Fernando de Herrera (Sevilla, 1619) se


encuentra el soneto siguiente:

Buela i cerca la lumbre, i no reposa,


i huye, i buelve a su beldad rendida,
figura simple suya, i, encendida,
siente que fue a su muerte pressurosa.
Mas yo, alegre'n mi luz maravillosa,
a consagrar osando voi mi vida,
qu'espera, de su bello ardor vencida,
o perders', o cobrarse venturosa.
Amor, qu'en mí engrandece su memoria,
entibia mi esperança en lento engaño,
i en llama ingrata ufano me consumo.
Cuidé, ¡tal fue mi mal!, ganar la gloria
d'el bien que vi, i al fin hallo, en mi daño,
que sólo de m'incendio resta el humo47.

45
No es extraño que el pensamiento perviva. En Ocatavio Paz: «El azar objetivo es una forma
paradójica de la necesidad, la forma por excelencia del amor: conjunción de la doble soberanía de
libertad y destino. El amor nos revela la forma más alta de la libertad: libre elección de la necesidad. El
amor es exclusivo y único porque en la persona amada se enlazan libertad y necesidad» («El
surrealismo», Las peras del olmo, Barcelona, Seix Barral, 1984, p. 147)
46
Recojo el texto de A. Anglada Anfruns, ed., De Ave Phoenice. El mito del ave Fénix, Barcelona,
Bosch, 1983, p. 158.
47
Recojo el texto de Fernando de Herrera, Poesía castellana original completa, ed. C. Cuevas,
Madrid, Cátedra, 1985, p. 505.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 21

Esta sería, según 0. Macrí, la redacción definitiva de una anterior que aparecía en el
denominado manuscrito B48, y y que reproduzo también, dada la relevancia de sus
variantes:

La incauta y descuydada mariposa,


de la belleza de la luz rendida,
en torno della buela y, ençendida,
pierde en ella la vida, presurosa.
Mas yo, en aquella Lunbre gloriosa
corro a sacrificar mi triste vida,
que, de su bello y puro ardor vençida,
perderse quiere en suerte tan dichosa.
Amor, que en mí pretende nuevo efeto,
dame vida por darme dura muerte,
y en la luz y en el oro me detiene.
En torno dellos voy con mal secreto,
y en ellos pierdo y cobro nueua suerte,
y todo para daño mayor viene49.

Tanto J.G. FucilIa50, como los editores más recientes de los poemas de Herrera, C.
Cuevas y Mª T. Ruestes51, así como 0. Macrí, están de acuerdo en que los precedentes de
Herrera son los poemas ya citados de Diego Hurtado de Mendoza, Gutierre de Cetina, y,
sobre todo, Camoens, siendo para todos ellos fuente común el soneto CXLI de Petrarca.
Voy a analizar primeramente la redacción del manuscrito B, fechada en 1578.
Según 0. Macrí, ésta es la más próxima a Petrarca, comprendidos los tercetos52. C. Cuevas
añade que «el segundo cuarteto parece inspirarse en Camoens»53. Por mi parte, tras realizar
una lectura comparativa con el soneto de Petrarca, encuentro cómo aquí permanecen todas
las constantes que en él observábamos, dándose un grado de aproximación a la fuente
mucho más intenso que el que aparecía en Gutierre de Cetina o Hurtado de Mendoza.
En el desarrollo del símil del amante como mariposa que pierde la vida en la luz
ansiada, se recupera la estructuración petrarquesca, alterada en Cetina y en Mendoza. El
primer cuarteto se centra en la imagen de la mariposa y el segundo supone ya la adhesión
personal, la fusión íntima con el motivo literario. El poderío del amor (segundo terceto en
Petrarca) pasa en Herrera al primero, y la esquividad del objeto amado (primer terceto en
Petrarca) cierra el soneto de Herrera.
En la personificación de la mariposa-amante se recupera la decisión «fatal» del
italiano, frente a la incertidumbre y a las dubitaciones que recorrían el poema de Cetina, o
al Fénix de Mendoza. En un juego correlativo el «en torno della buela» del verso 3 se

48
Fernando de Herrera, Madrid, Gredos, 19722, pp. 564-565.
49
Fernando de Herrera, Poesía castellana original completa, pp. 278-279.
50
Op. cit., pp. 147-148.
51
Fernando de Herrera, Poesía, ed. Mª. T. Ruestes, Barcelona, Planeta, 1986, pp. 89-90, quien no
recoge el texto del soneto «Buela i cerca la lumbre, i no reposa», ya que su edición atiende sólo a los poemas
manuscritos, los impresos en libros de amigos o del mismo poeta, los que figuran en las Anotaciones y la
antología de 1582 Algunas obras; a modo de apéndice se incluyen algunos poemas de la edición póstuma de
Pacheco, sobre cuya «autenticidad integral» versa con fundadas razones en la «Introducción», pp. XLIII-
XLVIII.
52
Op. cit., pp. 564-565.
53
Notas a ed. cit., p. 278.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 22

traduce en el «En torno dellos voy» del verso 12. El movimiento hacia la destrucción es
resuelto y directo, desapareciendo el bullicio de las alas, el «vase, vuelve, anda y torna y no
reposa» cetiniano, y reincidiendo en el conceptualismo de Hurtado de Mendoza.
La «semplicetta farfalla» petrarquista deviene en Herrera la «descuydada
mariposa», retomando la iconografía y los rasgos emblemáticos atribuidos al insecto. El
«incauta» de Herrera, en la acepción referida a aquel «que no previene prudentemente las
cosas»54, podríamos relacionarlo también con el rasgo «semplicetta», pero asimismo
podría aludir a la temeridad presente en el poeta italiano.
Se retoma el término «vaghezza», ausente en Cetina, como causa agente del vuelo
del amante-mariposa. En Petrarca se trataba de un recorrido aéreo hacia los ojos de la
dama. Aquí en Herrera va referido al rendimiento a la belleza de la «Lunbre gloriosa».
Como aduce O. Macrí, apesar de la extensión de la cita:

El valor del deseo, osando, etc., son términos del heroísmo amoroso que fija la mirada en la realidad
corpórea y espiritual de la Belleza, energía personal y cósmica, virtud y fuente de todas las figuras y
los afectos en torno al alma amante. La Belleza herreriana, en su intención pura, está intuida y
descrita como potencia generadora de las primeras cualidades ético-estéticas del cosmos. Ella, desde
su esfera intangible -y, sin embargo, de la misma substancia que el mundo y el alma- brilla en
círculos y en tonos de fija constancia e infinita latitud, pero dulce y clara, objetivada, como claritas
distinta y límpida en sus partes, incluso en la luminosa tiniebla donde, revelándose de manera
improvisa, centellea en contraste con la materia pasional-sicológica del desconcierto, del labirinto,
de la confusión55.

La coordenada determinación en el soneto de Petrarca («cosí sempre io corro al


fatal mio sole») se refleja casi literalmente en el verso 2 del segundo cuarteto («corro a
sacrificar»). La certeza del sacrificio en la Lumbre se identifica con la fatalidad del sol
petrarquesco. Pero la mera destrucción aludida por el poeta toscano la complementa
Herrera con la virtualidad de la dicha derivada de la caída («perderse quiere en suerte tan
dichosa»), enfrentada a la esterilidad de una «triste vida». El motivo de la mariposa queda
encuadrado en el paradigma tópico de la osadía del amante, cuyos exponentes mitológicos
más frecuentados son Ícaro y Faetón, por no mencionar a Leandro. Como en una seriación
de madrigales de Tansillo referidos a la mariposa muerta entre los rubios cabellos de la
dama tras el contacto con sus ojos56,

la imagen de la mariposa que se atreve a elevarse a tan alta luz le trae la imagen de Ícaro y de su
57
loca pero gloriosa empresa .

54
Acudo a la definición del Diccionario de Autoridades.
55
Op. cit., pp. 477-478. El desconocimeinto de estas precisiones en la edición de V. Roncero López
de Fernando de Herera, Poesías, Madrid, Castalia, 1992, al igual que el de las mis páginas sobre las ruinas,
me han llevado a tomar serias precauciones sobre la fiabilibilidad e integridad de su edición. Quizás su
vocación real tenga mas que ver con la prosa que con arreos de acémila docta que precisa la posía áurea.
56
Me refiero al madrigal de Luigi Tansillo: «Quel vago animaletto, / che, per gioïr, nel lume volar
suole / incauto corse ai raggi del mio sole: / e, mentre all' alta luce intorno aggira / (sí com'avviene a chi
troppo alto aspira), / cadde con l'alette arse dal bel foco...». Reproduzco el texto a partir de J.G. González
Miguel, ob. cit., p. 92. Una imitación libre de este madrigal se encuentra en Gutierre de Cetina, en su canción
«Animal venturoso» (Obras, pp. 218-221). Cf. B. López Bueno, op. cit., p. 101. Sin embargo, más allá de la
influencia que registró E. Mêle, se produce en la canción una curiosa contaminatio, olvidada por la crítica,
que trataré más adelante en el apartado que dedico a Enrique Garcés.
57
J.G. González Miguel, op. cit., p. 92. La fusión del motivo de la mariposa con las referencias
mitológicas de Ícaro y Faetón proceden también probablemente de Luigi Tansillo: «S'un Icaro, un Fetone /
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 23

Es la metáfora del fracaso de quien pretende ascender hasta donde no alcanzan


sus posibilidades, pero que queda glorificado por el intento. Herrera retoma la dualidad
opositiva «caída»-«dicha» en el penúltimo verso del soneto («y en ellos pierdo y cobro
nueua suerte»). La disemia «perder»-«recobrar» representa la «muerte»-«gloria» y
establece una simbiosis entre la mariposa y la Lumbre que alimenta sus desvelos como
alma concitadora58, ya intuida en la duda del soneto de Cetina.
Permanece también, respecto al soneto de Petrarca, la plasmación del amante como
esclavo del amor, que preside los dos tercetos. El poeta amante es un prisionero de los
designios del dios Amor y tan sólo le resta una vida más allá de la muerte segura («dame
vida por darme dura muerte»). Esta súplica paradójica prefigura la rebelión barroca de un
Quevedo59 y su «ceniza enamorada». En palabras de O. Macrí, «morir amando es la

per troppo ardir già spenti il mondo esclama: / quel che perdêr di vita, elli han di famma. / Di me, farfalla
pargoletta e frale, / qual fia la gloria tra'piú vaghi augelli,...». Además de este madrigal debe tenerse en cuenta
el soneto «Amor m'impenna l'ale, e tanto in alto», que tuvo gran repercusión en la poesía renacentista
española (ibid., como demuestran las imitaciones y las traducciones de Ávalos Figueroa: «Alas me pone
amor...», Francisco de Lugo y Dávila, «Amor, pluma a mis alas da...», e incluso fray Luis de León, «Amor
casi de un vuelo me ha encumbrado» (J. G. González Miguel, ob. cit., pp. 95-114). La huella del soneto de
Tansillo, junto a la de Sannazzaro «Icaro cadde qui, quest’ombre il sanno», es apreciable en el soneto de
Herrera «O, cómo buela en alto mi desseo» (Poesía castellana... , p. 410) y también en el soneto «Tan alto
esforçó el buelo mi esperança» (ibid., p. 519). La influencia de Tansillo en notoria,. Incluso la variación con
respecto a su soneto es menor en el poema de Gutierre de Cetina «Amor mueve mis alas, y tan alto» (Sonetos
y madrigales completos, p. 171). Cf., además, para la relación del soneto de Tansillo con Hurtado de
Mendoza, Figueroa, Camoens, ..., J.G. Fucilla, ob. cit., pp. 22-23, 113-115 y 153.
58
Acudamos a los versos de Herrera citados por O, Macrí, ob. cit., pp. 484-485: «Cual mariposa,
qu'a perders'aspira / en la llama, corriendo con engaño / al dulce fucilar, qu'en ella mira» (ele. III, 5, 61-65):
«Volvamos a los principios del misticismo estético platónico, a ese doblar psicológico y ontológico de la
gracia activa de la belleza que atrae hacia sí el alma en el tiempo en el que el alma osa y persevera hasta
transformarse en ella», para concluir que «esta copulación se lleva a cabo también en Herrera a través de las
imágenes místicas de la luz y el fuego: ―el fuego de Hércules‖ el cual, después de la muerte se convierte en
divino e inmortal, y vivifica y embellece a la parte celeste que ―prima era nel senso mortificata e sepulta‖,
como dice Baltasar Castiglione en el libro IV de Il Cortigiano ; y este juego es el amor de la belleza divina.
La transformación pasa a través de llama, humo, cenizas, llanto, hielo, o lo que es afinación, purificación para
otro cielo».
59
El tema se esboza en la Elegía I de (Poesía castellana..., p. 360): «Mas veo mi serena Luz
hermosa / cubrirse, porqu'en ella aver espero / sepulcro, como simple mariposa». Y desemboca en el «Túmulo
de la mariposa» de Quevedo (Obras completas.I. Poesía original, ed. J.M. Blecua, Barcelona, Planeta, 1974,
pp. 231-238). En los versos 25-30: «Su tumba fue su amada; / hermosa, sí, pero temprana y breve; / ciega y
enamorada, / mucho al amor y poco al tiempo debe; / y pues en sus amores se deshace, / escríbase: Aquí goza,
donde yace». El motivo de la mariposa desatada en cenizas aparece también en la obra de Gabriel Bocángel,
atemperado por la pluma acedémica del escritor madrileño. Cf. la «Fábula de Leandro y Hero», vv. 289-296:
«Cual mariposa en lumbre imperceptible / con flaco aplauso el riesgo solemniza, / quiere morir, y duda si es
posible / gozarse, sucediendo a su ceniza; / viendo ya que el vivir es imposible / sin la muerte, en la muerte se
eterniza, / porque, resuelta al pretendido abismo, / bebe en su vanidad su parasismo» (La lira de las Musas,
ed. T.J. Dadson, Madrid, Cátedra, 1985, p. 329). «Cual mariposa en lumbre imperceptible / con flaco aplauso
el riesgo solemniza, / quiere morir, y duda si es posible / gozarse, sucediendo a su ceniza; / viendo ya que el
vivir es imposible / sin la muerte, en la muerte se eterniza, / porque, resuelta alpretendido abismo / bebe en su
vanidad su parasismo» (Cf. Fermín Herrero Redondo, «Bocángel: Anatomía y vértigo (los temas y su función
poética en La lira de las musas)», RICUS (Filología) en prensa. La expresión definitiva del motivo,
curiosamente identificado con el crepitar de una encina en llamas, se encuentra en la Soledad Primera de
Góngora, vv. 84-89 (Soledades, ed. J. beverley, Madrid, Cátedra, 1979, p. 79): «El can ya vigilante / convoca,
despidiendo al caminante; / y la que desvíada / luz poca pareció, tanta es vecina, / que yace en ella la robusta
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 24

condición necesaria para volver al puro fuego»60.


No me extiendo en la imitatio, más o menos fiel, del soneto italiano. Sólo apunto
la aparición de un elemento apreciativo nuevo, el oro61, en un salto conceptual desde la
luminosidad brillante de los ojos de la amada al preciosismo de sus cualidades físicas, en
una gama o paleta lumínica que reclama la belleza del astro solar. Volviendo a O. Macrí,
ese salto conceptual «es, en fin, camino para penetrar en la inaccesible región de la
Belleza, la cual invade los sentidos y fluye por las venas como dulce fuego en el que se
transfigura el alma»62.

***

Tras examinar el contenido del soneto anterior, pasamos al estudio del que se
considera como su redacción definitiva, publicada en los Versos de Fernando de Herrera,
libro primero, soneto VII, cuyo texto ya he reproducido63.
En primer lugar, enumero brevemente las semejamzas con el manuscrito B. sin
insistir en su ascendente petrarquista, ya suficientemente. Observamos una idéntica
dispositio estructural del motivo (la traslación mariposa-amante se ejecuta en el mismo
punto: el inicio del primer cuarteto). Existe un cambio de significante que no afecta a la
sustancia semántica del término «beldad» por «belleza». También aparece la aniquilación
del enamorado en la Lumbre («i en llama ingrata ufano me consumo»). La esclavitud del
amor no sólo se afirma, sino que aquí incluso abarca al ámbito de la memoria (verso 9),
por encima de la ausencia física64. La escueta temeridad que residía en la palabra «incauta»

encina, / mariposa en cenizas desatada» No dejo de anotar las mariposas que en el mismo sentido aparecen
en Lope de Vega, Arcadia, ed. E. S. Morby, Madrid, Castalia, 1980, pp. 300, 394 y 447, destacando el último
pasaje: «Quería mostrar el pastor que había sido desengañado cuando no tenía remedio. Pero notable era la
fantasía de Fidelio, que por despreciar el Desengaño había labrado él mismo sobre boj pálido con la sutil
punta de un cuchillo un óvalo relevado, y en él una mariposa que caminaba a una vela, y una mano que entre
las dos procuraba desviarla que no se quemase, cuya letra decía así: ―Tan dulce muerte / ningún desengaño
advierte‖. Notable obstinación es, y bárbara pertinacia, ver un hombre el desengaño y no querer admitirle.
¡Oh dulce fuerza de amor, alegre trabajo, fácil contienda, solicitud agradable, valor romano en despreciar la
muerte!». No puedo dejar de lado a Juana Inés de la Cruz, en su Inundación Castálida, ed. G. Sabat de
Rivers, Madrid, Castalia, 1983, rom. 62, p. 275, vv. 81-84: «bien así como la simple / amante que en tornos
ciegos, / es despojo de la llama / por tocar el lucimiento ...». (Cf. Julio Izquierdo Asensio, «Del amor
imposible y del amor irrealizado: Sor Juana Inés de la Cruz o la negación del albedrío», Canente [en prensa]).
60
Ob. cit., p. 486.
61
Acudiendo a G. Bachelard, Psicoanálisis del fuego, Madrid, Alianza, 1966, p.121, «como
sustancia, el fuego está comprendido entre las más valorizadas y consecuentemente entre las que más
deforman. Para muchos puntos de vista, su valorización alcanza la del oro. (...) A menudo, el alquimista da
valor al oro por ser receptáculo del fuego elemental: la quintaesencia del oro es enteramente fuego».
62
Ob. cit., p. 485. Así en Jean Genet, Querelle de Brest, Madrid, Debate, 1983, p. 317: «Tomada al
pie de la letra, la expresión a punto de desfallecer es falsa; sin embargo, la fragilidad a que se reduce a quien
la suscita, nos obliga a emplearla...». Aplíquese al texto, independientemente de la «contemporaneidad» y de
su «heterodoxia».
63
Vid. supra nota 47.
64
Un proceso análogo puede observarse en la novela pastoril. Así cuando indica A. Egido,
«Topografía y cronografía en La Galatea», Zaragoza, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza,
Aragón y Rioja, s. a., p. 63: «La paradoja de situar la Arcadia en la geografía hispana y la de dar tiempo y
hora a su acronía permitió hacer posibles los sueños del tiempo y el edén perdidos, dentro de unos
márgenes familiares y una cronología precisa creados en el presente de la narración y recreados, por
tanto, en el presente de la lectura».
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 25

se esparce por el soneto en una alusión mucho más directa al amante. Así la osadía («a
consagrar osando voi mi vida») y la permanencia del dolor, nclusive en el acto último de
consumación en el fuego (el amante «ufano»)65.
Más interés merecen las diferencias. Inaugura el soneto la industria de alas que
comentábamos en Cetina, mas este trabajo inútil no tiene correspondencia , como en éste,
con la actividad paralela del amante. El «Buela, i cerca la lumbre, i no reposa» no tiene en
los cuartetos un eco correlativo de esta acumulación dinámica. La metonimia de las alas
compensa la violenta elipsis de la mariposa, insecto y alas sugeridos por el revuelo que
indica la profusión de verbos referidos a la actividad del insecto en los primeros veros. Así
queda sustituido y amplificado en su descriptio el «incauto» lepidóptero de la que podría
ser la primera redacción. La calificación de «descuydada» se convierte en el «simple» del
verso 3, concomitando con el «semplicetta farfalla» petrarquista.
Tres rasgos absolutamente novedosos los constituirían, inicialmente, la
tematización del amor como engaño latente, pero no explícito en Petrarca («entibia mi
esperança en lento engaño»), que contrasta con la determinación del «caldo tempo» y que
remite al soneto prohemial de Petrarca y a la trayectoria que éste generó66. Podríamos
conexionarlo con el segundo terceto del poeta toscano:

et del mio vaneggiar vergogna è 'l frutto,


e 'l pentersi, e 'l conoscer chiaramente
che quanto piace al mondo è breve sogno.67

El amor como engaño se vincula a la ingratitud de la llama («i en llama ingrata


ufano me consumo»), ya lejos del poder purificador que glorificaba al amante. También
resulta original el último verso del soneto («que sólo de m'íncendio resta el humo»). Del
devastador amor incendiario ni siquiera sobrevive el indicio de rescoldo, ceniza, que
presumíamos en Cetina, sino sólo el humo, germen de la ejemplificación del motivo
barroco de la vanitas que posteriormente estudiaré en Villamediana. Precisemos, no
obstante, que la actitud de Herrera ante el cosmos y ante el amor es radicalmente distinta a
la de una poetización barroca y mucho más asimilable al primer cuarteto de la rima CLVI de
Petrarca68:

65
Podríamos establecer cierta relación con Vicente Espinel, Poesías sueltas, ed. J. Lara Garido,
Málaga, Diputación Provincial, 1985, p. 63: «El vivo fuego en que abrasa y arde / la sacra Fénix en su fin
postrero, / muestra que el suyo, immenso y verdadero, / comenzó pronto y cesará muy tarde».
66
Debo recordar aquí el tan citado artículo de J.M. Rozas, "Petrarca y Ausias March en los sonetos-
prólogo amorosos del Siglo de Oro", Homenajes, I (1964), pp. 57-75. El estudio de A. Prieto sobre un soneto
prólogo de Lope de Vega en Ensayo semiológico..., pp. 259-292, y F. Rico, «‖Rime sparse‖. Rerum
vulgarium fragmenta. Para el título y el primer soneto de el Canzoniere», Medioevo Romanzo, III (1976), PP.
101-138.
67
Tema que recrearían magistralmente los escritores barrocos, y que podríamos esencializar en el
soneto de Luis Carrillo y Sotomayor, «A la ligereza y pérdida el tiempo»: «¡Con qué ligeros pasos vas
corriendo! / ¡Oh, cómo te me ausentas, tiempo vano! / ¡Ay, de mi bien y de mi ser tirano, / cómo tu altivo
brazo voy sintiendo! / Detenerte pensé, pasaste huyendo; / seguíte, y ausentástete liviano; / gastéte a ti tu
furia, ya humillado, / de tu guadaña pueblo los despojos; / ¡oh amargo desengaño no admitido! / Ciego viví, y
al fin desengañado, / hecho Argos de mi mal, con tristes ojos / huir te veo, y veo te he perdido» (ed. Angelina
Costa, Poesías completas, Madrid, Cátedra, 1984, pp. 60-61).
68
Traigamos a colación las certeras palabras de María Zambrano, Delirio y Destino, Madrid,
Mondadori, 1989, p. 62: «Despertar es renacer cada día. Y ya la luz nos aguarda. Ya está ahí comenzada,
la historia que haya que proseguir. Despertar es entrar en un sueño ya en marcha, venir desde el desierto
puro del olvido y entrar, lo primero, en nuestro propio cuerpo, recordarlo sin rencor, entrar a habitarlo y
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 26

I' vidi in terra angelici costumi


et celesti bellezze al mondo sole,
tal che di rimembrar mi giova et dole,
ché quant'io miro par sogni, ombre et fumi69.

recuperar nuestra alma, con su memoria y nuestra vida, con su quehacer. Entrar como en un capullo tejido
por innumerables gusanos afanosos, retomar nuestro hielo en el capullo fabricado incansablemente por el
gusano-hombre, hacedor de ensueños que se objetivan, fabricador de historia»
69
«El cansancio de todas las ilusiones y de todo lo que hay en las ilusiones: su pérdida, la inutilidad
de tenerlas, el antecansancio de tener que tenerlas para perderlas, la margura de haberlas tenido, la vergüenza
intelectual de haberlas tenido sabiendo que que tendrían tal fin» (Fernando Pessoa, Libro del desasosiego,
Barcelona, Seix Barral, 1975, p. 74. Pero como escribe Luis Buñuel, Mi último suspiro (Memorias),
Barcelona, Plaza & Janés, 1983, p. 146: «Hoy, si he de dar crédito a lo que me dicen, ocurre con el amor
como con la fe en Dios. Tiene tendencia a desaparecer, al menos en ciertos medios. Se le suele considerar
como un fenómeno histórico, como una ilusión cultural. Se le analiza..., y, si es posible, se le cura. Yo
protesto. No hemos sido víctimas de una ilusión. Aunque a algunos les resulte difícil de creer, hemos amado
verdaderamente». En Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, FCE, 1972, p. 212: ««La sociedad
concibe el amor, contra la naturaleza de este sentimiento, como una unión estable y destinada a crear hijos. Lo
identifica con el matrimonio. Toda transgresión a esta regla se castiga con una sanción cuya severidad varía
de acuerdo con el espacio y con el tiempo». Pero como afirma M.ª Teresa León, Memoria de la melancolía,
Barcelona, Círculo de Lectores, 1978, p. 113: «Si quieres vivir en libertad, nos ha dicho José Bergamín,
procura vivir encadenado».
LA MARIPOSA EN CENIZAS DESATADA: UNA IMAGEN
PETRARQUISTA EN LA LÍRICA ÁUREA, O EL DRAMA ESPIRITUAL
QUE SE COMBATE DENTRO DE SÍ

SEGUNDA PARTE
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 28

Enrique Garcés, traducción de “Los sonetos y canciones del poeta Francisco


Petrarca”, CXLI

En 1591 aparece en Madrid el que sería el primer intento de traducción completa al


castellano del Canzoniere de Petrarca, a cargo del portugués Enrique Garcés70. Su versión
de la rima CXLI posee una serie de peculiaridades que no debemos dejar de tener
presentes:

Cuando acontesce qu'en verano vuele


el mosquitillo a luz aficionado,
habiendo en algún ojo el pobre entrado
viene a morir, y el ojo al otro duele.
Ansí el Amor al sol llevarme suele
de vuestros ojos, donde soy llegado
a tal, que la razón lleva quebrado
el freno, y voluntad la huella y muele.
Y entiendo qu'en ansí tan rasamente
de mí esquivarse, solo es por mi muerte,
de que por mí no basto repararme.
Mas tanto suele Amor embelesarme,
que lloro el mal ajeno y no mi suerte,
y en mi muerte mi ciega alma consiente.

Un análisis atento y comparativo de este soneto con el original de Petraca nos con-
duce de forma inevitable a la certeza de que los versos de Enrique Garcés no constituyen,
en sentido estricto, una traducción en regla. Las variantes gozan de una especial relevancia,
no exentas del proceso de modificación que el topos de la mariposa y la llama había ido
soportando a través de las numerosas elaboraciones que los poetas petrarquistas italianos y
españoles del siglo XVI hicieran del mismo.
Como constante temática permanece la comparación del poeta con un insecto que,
atraído por la luz irresistible de la amada, muere de forma inconsciente en su acercamiento
a ella. El poeta se siente arrastrado hacia un objeto exterior que causará irremediablemente
su muerte. A esto responde el seguimiento casi literal del último terceto de Petrarca:

ma sí m'abbaglia Amor soavemente,


ch'i' piango l'altrui noia, e no'l mio danno;
et cieca al suo morir l'alma consente.

Mas tanto suele Amor embelesarme,


que lloro el mal ajeno y no mi suerte,
y en mi muerte mi ciega alma consiente.

Sin embargo, el resto del poema se separa abiertamente del decurso poético petrar-

70
Francesco Petrarca, Cancionero, introducción y notas de A. Prieto, cronología y bibliografía de
Mª. Hernández Esteban, Barcelona, Planeta, 1985.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 29

quista. Ya desde el segundo verso podemos observar cómo la «semplicetta farfalla» del
poeta toscano se ha visto transformada en un «mosquitillo a la luz aficionado», hecho que
debe ser atendido en relación con la trayectoria «degradante»71 que sufre el paradigma
poético petrarquista a lo largo del siglo XVI, estudiada con detención por R. O. Jones72. En
efecto, lo que en Petrarca constituía en el primer cuarteto una elaborada y abstracta imagen
poética de resonancias neoplatónicas, ha adquirido en Garcés una concreción, unas
dimensiones de «realismo» que lo distancian largamente del original. En Petrarca, la
mariposa se hallaba dotada de todo su valor simbólico alegórico, y la luz amada, los ojos
deseados, adquirían una valencia a la que la atracción «simpática» neoplatónica no
permanecía ajena. Un valor universal, un sentido amplio ante el que cualquier receptor de
las rime sparse podía sentirse identificado. En todo caso, una imagen, un topos alejado de
la vulgaridad y de la limitación que pueda extraerse de un hecho como el descrito por
Garcés, y que deja de estar cercano a cierta iconografía que abarca terrenos en los que
confluyen lo burlesco y lo cómico. La sustitución de la mariposa por el mosquito, de la
dama fuente de luz en que se abrasa la falena, por la dama que irritadamente aparta de sus
ojos y mata al insecto que le ha picado, es síntoma de un proceso «degradante» que tuvo
lugar en el siglo XVI73. Como primer deslizamiento, la ambigüedad de Gutierre de Cetina
al sustituir la mariposa por la pulga, transfiriendo la escena desde el cabello de la dama (así
en Tansillo) a otra parte del cuerpo de la amada, con indudables connotaciones eróticas74.
A continuación, la contaminatio que efectúa Torquato Tasso entre los motivos de la

71
Tratamiento que explica «los esenciales cambios que ofrecen los temas y géneros renacentistas en
la poesía y arte del barroco», pues todo ello supone «un fuerte empuje o tirón a un plano, ya moral, ya
estética, ya socialmente, no sólo por bajo del plano ideal de la visión clásica literaria, sino, incluso de la visión
natural» (E. Orozco Díaz, Manierismo y Barroco, Madrid, Cátedra, 1975, p. 39). Del mismo autor
,«Características generales del siglo XVlI», Historia de la literatura. II. Renacimiento y Barroco, ed. J. Mª.
Díez Borque, Madrid, Taurus, 1980, pp. 440-443. Es interesante el acercamiento a la «degradación» que
propone J. Lara Garrido, «Consideraciones sobre la fábula burlesca en la poesía barroca (a propósito de una
versión inédita de la de Apolo y Dafne», RICUS (Filología), pp. 21-42. Cf. También G. Cabello, «Apolo y
Dafne el el Desengaño de Soto de Rojas: De la eternidad del amor a la defensa contra el rayo ardiente», Edad
de Oro, VI (1987), pp. 19-34.
72
Loc. cit..
73
No nos encontramos todavía ante esa literatura que «se sitúa frente a otra, mucho más difundida y
casi oficial, que es la poesía petrarquizante; en reacción contra el idealismo neo-platónico, la perpetua
frustración y el dulce lamentar que constituyen la trama del petrarquismo. Es frecuente que la poesía erótica
tienda a privilegiar los deleites de la unión física, a olvidarse de la dimensión sentimental del amor, y a
complacerse en palabras o evocaciones inelegantes que provocan una impresión de desequilibrio estético» (P.
Alzieu, R. Jammes, Y. Lisorgues, Poesía erótica del Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 1984, pp. IX).
74
Así en la canción «Animal venturoso / Que con gozo tal alto...», Obras, pp. 218-221. Como señala
R.O. Jones (perdónenme la longitud de la cita), «Cetina does not name the animal he is adressing and,
influenced by later poetry. I was misled at the start into thinking that it was as a flea not a butterfly. It may be
that Cetina excepted his resder to know that he is imitating Tansillo and therefore know that the subject is a
butterfly; nevertheless, there remains a real ambiguity about Cetin’as version. There is no clue to lead the
reader in the right direction. Another ineteresting point is that Cetin’as creature, whatever it is, is no content
with fluttering into the lady’s hair. It makes straight for her breast, where it is killed (...) By the change Cetina
has heightenes the erotic note considerably and makes the remainder of the poem more daring in its
implication than Tansillo’s particularly when the poem declares his willingness to accept such a death in
exchange for such a pleasure (...) That the unnamed creature makes the lady's breast its bed strengthens the
possibility that it might be a flea (most at home in bed); or, rather, suggests that in its poem Cetina is
deliberately setting out to create a playful ambiguity: recreation of Tansillo did not mean slavish imitation.
What I wish to stress is Cetina's contribution to the development of the topos: he transfers the scene from the
lady's hair to another part of her body, and the poet envies the insect's fate» (art. cit., pp. 170-171).
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 30

mariposa y el mosquito:

Questa lieve zanzara


quanto ha sorte migliore
de la farfalla che s'infiamma e more!
L'una di chiaro foco,
di gentil sangue ê vaga
l'altra che vive di si bella piaga.
Oh fortunato loco
tra'l mento e'l casto petto!
Altrove non fu maggior diletto75.

Como apunta R.O. Jones:

Tasso's intention may have been in part to revitalise a tired tradition, but his mosquitoes go far
beyond that. Mannerist man sought new excitement an new tensions which butterflies in the hair
could not provide76.

Posiblemente, la reelaboración del motivo que encontramos en Enrique Garcés


podría ser atendida desde esta perspectiva, aunque nos cueste asimilar al paso de

volar ne gli occhi altrui per sua vaghezza,


onde aven ch'ella more, altri si dole;

y la versión castellana:

habiendo en algún ojo el pobre entrado


viene a morir; y el ojo al otro duele.

Se ha sustituido un movimiento ascendente hacia la luz superior, rescatado por


Marsilio Ficino en sus comentarios a Platón77, a un simple mosquito que pica y daña
(elemento inexistente en Petrarca)78. Nos encontramos más que en la trayectoria
petrarquista, en una línea paradigmática que derivaría de Tansillo y que R. O. Jones
recapitula en los siguientes términos:

a lady kills an insect that molests her; its fate is envied by the poet; its tomb is a glorious one and
death described as a greater pleasure than life itself79.

75
Recojo el texto de R.O. Jones, art. cit., p. 172.
76
Ibid., p. 173. Tengo en cuenta como "Mannerism should, by tradition, speak a silver-tongued
language of articulate, if unnatural, beauty, not one of incoherence, menace and despair; it is, in a phrase, the
stylish style" (J. Shearman, Mannerism, Londres, Penguin Books, 1981, p. 19). No dudaría en relacionar este
punto con el expuesto por Hermann Broch, Kitsch, vanguardia y el arte por el arte, Barcelona, Tusquets,
1979, p. 11
77
Remito al libro IV de Baltasar de Castiglione, El Cortesano, ed. R. Reyes Cano, Madrid, Espasa-
Calpe, 1984, pp. 297-357 (Cf. A. Prieto, La poesía española del siglo XVI. I, pp. 52-53) y León Hebreo,
Diálogos de amor, traducidos por Garcilaso Inca de la Vega, ed. de E. Juliá, Madrid, V. Suárez, pp. 1949.
78
En el Dictionnaire des symboles, bajo la dirección de J. Chevalier, París, Robert Laffont,
(s.a.), el mosquito es «symbole de l’agressivité. Il cherche obstinément à violer la vie intime de sa victime
et se nourrit de son sang» (p. 424).
79
Art.. cit., p. 173. No olvidemos que el trabajo de R.O. Jones tiene como objetivo una aproximación
crítica al soneto de Lope de Vega «Picó atrevido un átomo viviente", incluido entre las Rimas humanas y
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 31

Otros rasgos que podríamos comentar, ya de menor importancia, irían referidos a la


desaparición del calificativo «semplicetta», recuperado en alguna forma por el «pobre» del
verso tercero de Garcés, pero que anula las características con las que Petrarca solía
describir al enamorado. Quedan veladas su estulticia, su inercia, su torpeza racional, en
definitiva, el componente patológico que el mismo poeta supo apreciar, en su diálogo con
San Agustín, a través del Secretum80. A ello se une la desaparición del «fatal mio sole»,
inmanente a la mariposa como valencia lumínica, pero no al mosquito. Curiosa desviación
que Garcés no precisa: la Luz, representada y eliminada en los conceptos de «vaghezza» y
«dolcezza», frente a la sangre que comporta como alimento la simple mención del
mosquito81.
De todas formas, ese «amore amaro»82 que Garcés nos presenta elude (sin tener en
cuenta la traducción literal del último terceto) los términos relativos a la muerte. Garcés se
refiere a «de mí esquivarse». Una vez más la «belle dame sans merci» que frecuenta el
Canzoniere, pero diluyendo las connotaciones destructivas, autodestructivas, la fatalidad
del amor que en la tradición poética se identifica al topos de la falena y la llama. Con

divinas del licenciado Tomé de Burguillos (Obras poéticas, I, ed. J.M. Blecua, Barcelona, Planeta, 1969, pp.
1391-1392). Cf., sobre la trayectoria de la «poesía sobre materias íntimas», las notas de A. Carreño a este
soneto en Lope de Vega, Poesía selecta, Madrid, Cátedra, 1984, p.472.
80
Como afirma A. Prieto en su «Introducción» a Francesco Petraca, Cancionero, pp. XXXVII-
XXXVIII, «Petraca está con ello en el otro extremo de su tensión, está con el pensamiento en la gloria celestial,
en la salvación de su alma (no de su nombre) con que San Agustín comenzaba a despertarle en el Secretum:
«Quid agis, homuncio? quid somnias? (...). El pensamiento en una vida celestial, en otro extremo, está
presente en Petrarca desde muy temprano, porque pronto comienza a sentir que el tiempo es algo que va
abandonándole y para cuyo fin conviene estar preparado». Cf. C. Yarza, «Introducción» a Petrarca, Secreto
mío (De secreto conflictu curarum mearum), en Obras. l. Prosa, al cuidado de F. Rico, Madrid, Alfaguara,
1978, pp. 32-36, y, por supuesto, F. Rico, «Lectura del Secretum», Vida u obra de Petrarca. I. Lectura del
«Secretum», Padua, Editrice Antenore, 1974, pp. 3-358.
81
J. C. Rodríguez, Teoría e historia de producción ideológica. I. Las primeras literaturas
burguesas (siglo XVI), Madrid, Akal, 1974, pp. 298-299 apunta, refiriéndose a Herrera, que
«autoaniquilarse, metarmofosearse en el Alma superior de la que es reflejo, puede ser, sí, el único
camnino para la realización, pero puede ser tambíen un suicidio. Por eso Herrera se angustia al sentirse
atraído, imantado por ese foco erótico, esa luz que reverbera fascinante. Una atracción perfectamente
similar en cierto sentido a la que ejerce el vampiro –esto es, el diablo- sobre sus víctimas. Similar a la
vampírica porque, aunque la atracción sea irressitible –o precisamente por eso- – nunca se puede llegar a
saber con exactitud si su llamada va a dar la vida o va a causar la muerte». Siglos más tarde: «Traté el arte
como la suprema realidad y la vida como una forma de ficción. Desperté la imaginación de mi siglo hasta
hacerlo crear mitos y leyendas en torno mío (...). Junto con estas cosas tuve otras diferentes. Porque me
dejé extraviar y caí en largos encantamientos de insensatez y sensualidad (...). Cansado de la cima bajé
deliberadamente al abismo, en busca de nuevas sensaciones. En la esfera de la pasión la perversidad fue
para ní lo que la paradoja en la esfera» (Oscar Wilde, Epístola: in carcere et vinculis («De profundis»),
trad. de J. E. Pacheco, Barcelona, Muchnik eds., 1984, p. 105).
82
Este motivo solía ser representado a partir de la imagen de Cupido, picado por la abeja. Cf. el
emblema CXII «Fere simile ex Theocrito» de Andrea Alciato, Emblemas, ed. M. Soria, trad. de Bernardino
Daza «el Pinciano», Madrid, Editora Nacional, 1975, pp, 152 y 333, según la concepción del amor como
mistione dell' amaritudine colla dolcezza, y ofreciendo una iconografía en que la dolcezza funciona como
falsa apariencia, ocultadora del dolor fiero y de la amargura. E. Panofsky, ob. cit., p. 111, plantea que se nos
muestran «los placeres del amor «por un lado» y sus peligros y torturas «por otro», de tal manera, sin
embargo, que los placeres «se muestran como ventajas futiles y falaces, mientras que los peligros y torturas se
muestran como males grandes y reales». Cf. A. González Palencia y E. Mêle, «El amor ladronzuelo de miel
(Divagaciones a propósito de un idilio de Teócrito y de una anacreóntica)» Boletín de la Real Academia
Española, XXIX (1949), pp. 189-228 y 375-411.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 32

Garcés regresamos a un conflicto que casi podríamos calificar de medievalizante, más


propio de un Garcilaso atemperado en su «renacentismo» que de la poesía posterior del
siglo XVI. Me refiero al conflicto entre la razón y la voluntad, debate conceptual en la
poesía de cancionero del siglo XV83:

a tal, que la razón lleva quebrado


el freno, y voluntad la huella y muele.

Garcés omite, suprime, un sentido tan fundamental, tan consustancial al alma del
nuevo hombre del Renacimiento, como es el de «l'affanno», la angustia, ligado directa-
mente al de la tristeza, al de la melancolía, al del desasosiego, como elementos definitorios
del nuevo tipo de hombre que alumbran desde un Petrarca al «hombre angustiado» que
anuncia Juan Ruiz84:

E veggio ben quant'elli a schivo m'ànno,


e so ch'i' ne morrò veracemente,
ché mia vertú non pò contra l'afanno;

Garcés, «doméstico» traductor de un Canzoniere que lo superaba con mucho, ya


estaba situado en el crepúsculo de un itinerario poético en el que el petrarquismo había
abocado a formas y contenidos automatizados y lexicalizados. Sin embargo, no se
encontraba lejos, en el tiempo, de la desautomatización, de la irrupción del arte en la vida,
que supondría la poetización, ya vivencial, ya metafísica, de un barroco que procuró un
desgarrón afectivo al paradigma, a la tradición que un «doctor», laureado, clásico, y, a
pesar suyo, enamorado Petrarca, había abierto85.

Villamediana

J.M. Rozas, en su edición, no íntegra, de las Obras de Villamediana86 incluye el


soneto «Como la simple mariposa vuela» y alude en sus anotaciones a su posible perte-
nencia a la cadena temática iniciada con el soneto CXLI de Petrarca87:

83
Cf. N. Salvador Miguel, La poesía cancioneril. El «Cancionero de Estúñiga», Madrid, Alhambra,
1977, pp. 267-270 y R. Lapesa, ob. cit., pp. 30-31: «Los cuatrocentistas castellanos sustituyen por enérgicas
manifestaciones de resolución consciente este abandonarse a una asunción plácidamente aniquiladora; gustan
de presentar con autodeterminación, como voluntad de perdimiento, la aceptación de lo inevitable; por eso
enfatizan las expresiones volitivas». Remito a las imprescindibles obras de K. Whinnon, La poesía amatoria
cancioneril en la época de los Reyes Católicos, Durham, 1981 y su extensa «Introducción» a su ed. de Diego
de San Pesro, Obras Completas II. Cárcel de amor, Madrid, Castalia. 1972.
84
J. Rodríguez Puértolas, «Juan Ruiz, hombre angustiado», Literatura, historia, alienación,
Barcelona, Labor, 1976, pp. 71-104.
85
Para el concepto de desgarrón, cf. D. Alonso, Poesía española. Ensayo de límites estilísticos,
Madrid, Gredos, 1969, pp. 295 passim. Debe atenderse igualmente a P. Laín Entralgo, «La vida del hombre
en la poesía de Quevedo», La aventura de leer, Madrid, Espasa-Calpe, 1964, pp. 11-45; y E. Tierno Galván,
"Quevedo", en G. Sobejano, ed., Francisco de Quevedo, Madrid, Taurus, 1978, p. 30. Referido ya al poeta
barroco, este último autor escribe: «hay en él algo profundamente hostil a la convención en cuanto fórmula
que sustituye la vida interior».
86
Villamediana, Obras, ed. J.M. Rozas, Madrid, Castalia, 19802.
87
Así lo indica J. M. Rozas en sus notas al poema, p. 98: «La comparación del alto y brillante amor,
muerte para el enamorado, con la mariposa viene de Petrarca Come talora al caldo tempo sole / semplicetta
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 33

Como la simple mariposa vuela,


que tornos y peligros multiplica
hasta que alas y vida sacrifica
en lo piramidal de la candela,
así del tiempo advierte la cautela
una pasión de desengaños rica,
y su inadvertimiento califica
las injurias que busca y no recela.
De semejante impulso que el alado,
cándido, aunque lascivo pensamiento,
a morir me conduce mi cuidado,
y me voy por mis pasos al tormento
sin que se deba al mal solicitado
los umbrales pisar del escarmiento.

J.M. Rozas, en su intento de ordenación del mundo poético del Conde, insertó este
soneto en el apartado que denomina como Cancionero blanco, su Primer mundo88, sim-
bolizado en la figura de lcaro. Respecto al poema que nos ocupa, que lleva el número 22
en la edición citada, y a propósito de su localización:

Son mayor problema los treinta primeros sonetos de los Amorosos, ya técnicamente seguros, pero
en conjunto nada gongorinos y ceñidos todavía al citado petraquismo del siglo XVI. Hay que
colocarlos, pues, entre la poesía petrarquista juvenil y los sonetos italianos y gongorinos. Parece la
culminación de su formación (1605-1611) y algunos pueden convivir con sonetos de 1611 en
adelante.89

Creo acertada la inclusión del soneto 22 en la órbita petrarquesca, tal como intenta-
ré demostrar, por sus conexiones con la rima CXLI de Petrarca. Villamediana, en esa
aspiración enervante hacia la luz que constituye su universo poético amoroso, se identifica
aquí con la mariposa, conforme al topos frecuentado entre los petrarquistas españoles. Más
adelante analizaré cómo la apropiación que realiza Villamediana del topos posee una serie
de peculiaridades. Me centraré por ahora en la vertiente que se ajusta al paradigma creado
por Petrarca.
Como viene siendo habitual en las distintas versiones del motivo, conexionado con
el «semplicetta farfalla» del original, el Conde trae a colación su «simple mariposa» del
verso 1, que da lugar, en la aplicación posterior del símil al pensamiento del poeta, al
adjetivo «cándido» del verso 10. Permanece igualmente la fatalidad del vuelo del insecto
hacia la luz que le abrasará, pero este rasgo sólo es aplicable al animal. El poeta se desvía
del paradigma en la poetización de la propia tendencia direccional de su caso. Aquí el
amor ya no es una fuerza exterior y «fatal», ya que se identifica con la propia voluntad del
poeta. En Villamediana ya está presente la rebelión barroca del «yo» agónico y desgarrado
de Quevedo90.

farfalla... (Cancionero, CXLI). Son intermediarios posibles para el Conde varios petrarquistas españoles,
Hurtado, Cetina, Herrera. La relación entre la mariposa e Ícaro es norrnal en el psicologismo de estos poetas».
88
Ibid., pp. 21-25.
89
Ibid, p. 19.
90
Cf. E. Orozco Díaz, "Lo visual y lo pictórico en el arte de Quevedo", Introducción al Barroco Il,
pp. 150 ss., sobre «el obsesivo pensar en la vida como muerte que comienza al nacer», y su plasmación en
«expresiones que significan o connotan lo negro sombrío» del alma humana, en la que los efectos de sombra,
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 34

Sí queda asumida y potenciada la valencia de temeridad, ya desde el segundo ver-


so, «que tornos y peligros multiplica», asimilable a la trayectoria icariana. La solución
barroca del topos conlleva, sin embargo, un distanciamiento de Petrarca. El conflicto
razón / voluntad («che 'l fren de la ragion Amor non prezza, / e chi discerne è vinto da chi
vòle») deviene aquí autoconocimiento, experiencia91, «cautela», «desengaños», y como
resultante, en su acepción positiva o negativa, el «escarmiento».
Reencontrando a Petrarca, muerte y amor confluyen en una interacción recíproca y
determinista. En el poeta toscano, «e so ch'i' ne morrò veracemente, / ché mia vertú non pò
contra l'affanno». En Villamediana, «a morir me conduce mi cuidado» (verso 11). En este
último debemos tener en cuenta cómo «l'affanno» ya se ha decantado barrocamente en
«desengaño» y en un concepto al que prestaré atención, el de «cuidado»92.
Por último, nos queda por enfrentar, evocando el paradigma petrarquista, la noción
de esclavitud del amor que preside trágicamente la vida y la poesía del Conde. Para ello se
hace necesario recordar las razones aducidas por J.M. Rozas, que nos introducen, ya
directamente, en la órbita de «revitalización» que Villamediana procura al topos italiano:

la lucha interior entre el conocimiento de lo que le pasa y la imposibilidad de actuar de otra forma
(...).El poeta se siente desterrado de sí mismo no sólo por el tópico platónico (el alma está en el ser
amado), sino también por esa alienación en la que el hombre se ve fuera de sí mismo, contra su
propia razón, y sin poder para detener a ese otro yo que se le escapa93.

Este es el punto de partida para analizar la evolución de Villamediana respecto al


paradigma original. En primer lugar, tal como ha analizado M.ª del Pilar Palomo, «es in-
dudable la existencia de un corpus poético de fortísima filiación petraquista, en donde la
Luz y el Sol herrerianos siguen siendo las metas del poeta y del amante»94. Ciertamente,
los conceptos de «Lumbre gloriosa» y de «sacrificio» que encontrábamos en Herrera se
reafirman en Villamediana, adquiriendo en éste unas connotaciones de peligrosidad y

oscuridad y tinieblas contrastan vivamente con otros aspectos visuales como sus luminosos retratos en
respuesta a la tradición petrarquista. He atendido a esta dualidad como desgarrón afectivo en «La elegía
fúnebre en Soto de Rojas», Revista de Literatura, XLIX (1987), pp. 453-472.
91
J. A. Maravall, La cultura del barroco, Barcelona, Ariel, 1975, pp. 136-137, se refiere al
«conocimiento de sí mismo, afirmación que parece responder a un socratismo tradicional, pero que ahora
cobra un carácter táctico y eficaz, según el cual no se va en busca de una verdad última, sino de reglas tácticas
que permiten al que las alcance adecuarse a las circunstancias de la realidad entre las que se mueve (...). Saber
vivir es hoy el verdadero saber, advierte Gracián, lo que equivale a postular un saber, no en tanto que
contemplación de un ser sustancial, esto es, no en tanto que conocimiento último de tipo esencial del ser de
una cosa, sino entendido como un saber práctico, válido en tanto que se sirve de él un sujeto que vive» (cf. las
apreciaciones sobre la naturaleza de la virtud y del conocimiento que realiza I. F. Stone, El juicio de Sócrates,
Madrid, Mondadori, 1988, pp. 46-59). Villamediana no supo, ni aceptó, esta pragmática vivencial, lo cual le
costaría la vida (N. Luján, La vida cotidiana en el Siglo de Oro español, Barcelona, Planeta, 1988, p. 185)..
92
Especifica J.A. Maravall, Estudios de historia del pensamiento español. Serie segunda. La época
del Renacimiento, Madrid, Eds. Cultura Hispánica del Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1984, p. 224,
a propósito de la noción de «cuidado: «Si hay en la existencia mundana del hombre un lado triunfante, de
capacidad creadora, artística e intelectual, es el que se muestra en una actividad febril, enriquecedora del
entorno, pero se sabe que ese existir con toda su energía deja más bien tras sí un rastro de dolor: el desánimo,
el cansancio, la tristeza, acompañan el frecuente fracaso de logros no conseguidos, de esfuerzos no
compensados y, muy particularmente, en ese afán de hacerse a sí mismo, en esa apuesta sobre su destino a
que lleva el amor».
93
Loc. cit., p. 22.
94
M.ª del P. Palomo, La poesía de la Edad Barroca, Madrid, SGEL, 1975, p. 87.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 35

riesgo que, sin embargo, se encontraban ausentes en los poemas del escritor sevillano. Y es
que es éste el punto crucial para cualquier acercamiento a la poética de Juan de Tassis.
Pensemos en el primer cuarteto y recordemos las palabras de L. Rosales:

Lo que más nos extraña en su carácter -constituye su nota más acusada y característica- es este
movimiento pendular entre las condiciones psicológicas más extremadas y contradictorias: lo que
más nos extraña de Villamediana es que puedan fundirse en su modo de ser la espiritualidad y la
vileza, la sensibilidad y la insensibilidad, la gallardía y la maledicencia, la vanidad y la capacidad
de rectificación, la grandeza y la pequeñez (...). Sus cualidades son simultáneamente tan
relevantes e incompatibles que no parecen referirse a la misma persona95.

De la mariposa «que tornos y peligros multiplica» abocamos a un pensamiento


«cándido, aunque lascivo», factor absolutamente novedoso en la cadena temática que es-
tudiamos. En Gutierre de Cetina eran la incertidumbre, la duda, la irresolución, las que
caracterizaban al amante, pruebas irrefutables del miedo a la pérdida, a la disolución del
«yo» en la esfera de lo amado (recordemos el proceso ascensional de Francisco de Aldana
en su epístola a Arias Montano)96. En Hurtado de Mendoza significaba un destino
imparable hacia la disolución, pero al que al final aguardaba el imparable renacimiento de
un Fénix que daba sentido a la muerte al renacer de las propias cenizas. En Fernando de
Herrera el Amor mitológico continuaba siendo el causante directo de un arrebato pasional
que superaba al mismo amante («Amor, que en mí pretende nuevo efecto»), en la línea
autoexculpatoria de Petrarca. Villamediana se situa en las antípodas de estos poetas. Basta
que precisemos el último terceto:

y me voy por mis pasos al tormento


sin que se deba al mal solicitado
los umbrales pisar del escarmiento.

Todo ello complementado con el «a morir me conduce mi cuidado» del verso 11.
Como primer paso nos encontramos ante el «desengaño»97 del verso 6, entendido como
autoconocimiento del entorno98. En una fase posterior, la rebeldía barroca del sentimiento,
ya anunciada en su soneto prohemial:

95
L. Rosales, Pasión y muerte del Conde de Villamediana, Madrid, Gredos, 1969, p. 158.
96
En Francisco de Aldana, Poesías castellanas completas, ed. J. Lara Garrido, Madrid, Cátedra,
1985, Carta para Arias Montano...(pp. 437-458), desde la ascesis de «Pienso torcer de la común carrera /
que sigue el vulgo y caminar derecho / jornada de mi patria verdadera; / entrarme en el secreto de mi
pecho / y platicar en él mi interior hombre, / dó va, dó está, si vive, o qué se ha hecho. / Y porque vano
error más no me asombre, / en algún alto y solitario nido / pienso enterrar mi ser, mi vida y mi nombre»
(vv. 46-54), hasta la retractatio de los versos 276-282: «Mas ¡ay de mí!, que voy hacia el profundo / do
no se entiende ni suelo ni ribera, / y si no vuelvo atrás, me anego y hundo. / No más allá: ni puedo,
aunque lo quiera. / Do la vista alcanzó, llegó la mano; / ya se les cierra a entrambos la carrera».
97
En A. A. Parker, ob. cit., pp. 175-176: «La desilusión respecto al amor ideal porque es
inalcanzable se convierte en desilusión hacia la vida misma, puesto que el amor les promete a los hombres
una felicidad que la vida se muestra radicalmente incapaz de llevar a efecto».
98
Acuden aquí las mariposas de Ramón Gómez de la Serna: «Entre las mariposas más poéticas que
he llegado a encontrar está la de la persuasión y del silencio, que la incita a un nuevo amor, sin esperar a
añadirle demasiados porqués, sólo ante la frase de su vuelo, y la mariposa de la ruptura irreparable, porque así
no se empeñará el amante en continuar a viva fiuerza en sus insistencias. Yo, cuando veo pasar esa mariposa
por los ojos de la mujer, sé que ya no hay nada que hacer. Vuela sin vérsela, y sólo pone en los tinteros negros
de las pupilas un pequeño resplandor como de un espejo que hubieran movido lejos» (Ensayo sobre lo cursi.
Suprarrealismo. Ensayo sobre las mariposas, Madrid, Moreno Avila, 1988, p. 148).
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 36

Que no pretendo ejemplo ni escarmiento


que rescate a los otros de mi estado,
sino mostrar creído, y no aliviado,
de un firme amor el justo sentimiento99.

Como ha escrito J.M. Rozas,

el poeta no puede, ni quiere escarmentar, ni siquiera en su soneto-prólogo, ni busca tampoco el


escarmiento en la cabeza ajena de sus lectores. Le basta la calidad del yerro, la altura del sujeto
amado, para no cejar. El sujeto está alto, es blancamente brillante, y el poeta sigue ascendiendo
hacia él, sin escarmiento100.

Muy lejos ya de Petrarca, podemos finalizar con unas palabras de F. B. Pedraza:

Sigue, pues, como la simple mariposa, multiplicando giros y tornos alrededor del fuego, en que ha
sacrificado alas y vida. No faltará quien imagine que tras el sol que abrasa a Ícaro y Faetón, tras lo
«piramidal» de la candela que acabe con la mariposa, se oculta la llama inquisitorial, a que, como,
como sodomita, estaba condenado el conde.101.

Luis de Góngora y Argote

El soneto que voy a tener en cuenta de Góngora, bajo el epígrafe «De la ambición
humana», es el siguiente:

MARIPOSA no solo, no couarde,


Mas temeraria, fatalmente ciega
Lo que la llama al Phenix aun le niega
Quiere obstinada que á sus alas guarde:
Pues en su daño arrepentida tarde
Del esplendor solicitada, llega
A lo que luce, i ambiciosa entrega
Su mal vestida pluma á lo que arde.
Iace gloriosa en la que dulcemente
Huesa le a preuenido aueja breue.
Summa felicidad á ierro summo!
No á mi ambicion contrario tan luciente,
Menos actiuo si, quanto mas leue
Cenizas la hara; si abrasa el humo102.

99
Obras, p. 77.
100
Loc. cit., p. 23. Muy lejos ya de Petrarca, estas palabras de F.B. Pedraza, "Introducción" a Conde
De Villamediana, Obras (Facsímil de la edición príncipe, Zaragoza, 1609), Aranjuez, Ara Iovis, 1986, p.
XXVIII: "Sigue, pues, como la simple mariposa, multiplicando giros y tornos alrededor del fuego, en que ha
de sacrificar alas y vida. No faltará quien imagine que tras el sol que abrasa a Icaro y a Faetón, tras «lo
piramidal de la candela» que acaba con la mariposa, se oculta la hoguera inquisitorial, a que, como sodomita,
estaba destinado el conde".
101
«Introducción» a Conde De Villamediana, Obras (Facsímil de la edición príncipe, Zaragoza,
1609), Aranjuez, Ara Iovis, 1986, p. XXVIII.
102
Cito por la edición de B. Ciplijauskaité, Sonetos, Madison, Hispanic Seminary of Medieval
Studies, 1981, p. 470.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 37

Sin tener en cuenta las posteriores relaciones que podamos establecer, debemos re-
saltar cómo B. Ciplijauskaité relaciona este soneto de Góngora con la rima XIX de
Petrarca, con la que no encuentro una semejanza precisa, y con Herrera, Rimas inéditas,
XXIV103. Efectivamente, O. Macrí se refiere a la ascendencia de Herrera sobre el soneto
gongorino, sólo que, apartándose de B. Ciplijauskaité, piensa que es la redacción definitiva
del soneto herreriano («Buela i cerca la lumbre y no reposa») y no la del manuscrito B
(«La incauta y descuydada mariposa») la que influye en Góngora:

En el texto de P (Versos, 1619) tuvo que inspirarse Góngora en el s. De la ambición humana:


«Pues en su daño arrepentida tarde» (v. 5) corresponde a «i al fin hallo en mi daño»; «sumo» y
«humo» en rima en los mismos versos 11 y 14.104

De los rasgos que aparecían en el soneto de Petrarca permanecen en el de Góngora


una serie de valencias a las que hay que atender, no importa la interpretación global y final
que pueda extraerse del poema. A destacar primeramente la noción de «temeridad», que ha
ido cobrando importancia a lo largo del desarrollo áureo poético español del topos en
contaminatio con fábulas mitológicas como las de Ícaro105, Faetón106 o Leandro107. Aquí
queda intensificado el motivo por una bimembración distribuida en dos versos, acudiendo
a la fórmula «no sólo no..., mas...»108:
103
Notas a la ed. cit., p. 471.
104
Ob. cit., p. 566.
105
Acudamos simplemente, y como muestra escasa, a Juan de Arguijo, Obra poética, ed. S.B.
Vranich, Madrid, Castalia, 1971, Soneto V, «A Icaro»: «Osaste alzar el temerario vuelo / Ícaro, vanamente
confiado / en mal ligadas plumas, y olvidado / del sano aviso, te acercaste al cielo...». En Francisco de
Aldana, Poesías..., VII, vv. 9-14 (pp. 146-147): «Bien lo sé yo, que Amor, viéndome puesto / do no sube a
mirar con mucha parte / olmo, pino, ciprés, ni helado monte, / de sus ligeras alas diome presto / dos plumas y
me dijo. ―Amigo, ¡guarte / del mal suceso de Icaro o Fetonte!‖». O en Juana Inés de la Cruz, Inundación
Castálida, ed. G. Sabat de Rivers, Madrid, Castalia, 1982, 27, vv. 85-88: «No siempre suben seguros, / vuelos
de ingenio osados / que buscan trono en el fuego / y hallan sepulcro en el llanto». Para más amplias
referencias remito a J.H. Tumer, The Myth of Icarus in Spain Renaissance Poetry, Londres, Tamesis, 1967.
Aquí debería añadir ciertas variantes con respecto al motivo, provenientes de la rima XIX de Petrarca, en la
que se compara la visión del águila (fija hacia el sol), el búho o lechuza, (impregnada de la noche) y la
mariposa (detenida en la llama,). En el llamado «apéndice» a la Poesía completa de Francisco de la Torre, ed.
Mª. L. Cerrón Puga, Madrid, Cátedra, 1984, p. 299, figura una traducción de este soneto. También
encontramos una versión en el soneto 46 «Ay de vista una especie generosa» del Desengaño de amor en
rimas de Pedro Soto de Rojas (ed. facsímil de A. Egido, Málaga, Real Academia Española-Caja de Ahorros
de Ronda, 1991, p. 31 v.- 32r.), ya analizada en G. Cabello «Significación y permanencia del Canzoniere de
Petrarca en el Desengaño de amor en rimas de Pedro Soto de Rojas», Revista de Investigación del Colegio
Universitario de Soria. Filología, IX (1985), pp. 56-60.
106
No insisto en este tema porque lo ha tratado amplia y detenidamente A. Gallego Morell, El mito
de Faetón en la literatura española, Madrid, CSIC, 1968.
107
Encuentro cierta contaminatio del motivo de Leandro con la mariposa en los versos 1-8 de la
Soledad segunda de Góngora. Comenta M. J. Woods, The poet and the natural world in the age of Góngora,
Oxford University Press, 1978, p. 45, que «we no longer have the analogies of shape an of physical
appereance, and the theme is the abstract one inevitable death. Indeed part of the wit of Góngora's image lies
in the physical contradiction between the moth suffering death by fire, and the stream death by water in water
in Tethys lantern». La fusión Leandro-mariposa también es perceptible en Quevedo, «Esforzóse pobre luz»,
vv. 21-24, Obras, pp. 254-255: «Pretensión de mariposas / le descaminan los dioses; / intentos de salamandra
/ permiten que se malogren». Cf. G. Cabello, Ero infeliz, Leandro temerario: la adhesión de Pedro Soto de
Rojas a una fabulación mítica», Cuadernos de Investigación Filológica, XI (1985), pp. 79-90.
108
D. Alonso, Estudios y ensayos gongorinos, Madrid, Gredos, 1970, pp. 165-167; también A.
Egido, La poesía aragonesa del siglo XVII (Raíces Culteranas), Zaragoza, Institución «Fernando el Católico»
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 38

MARIPOSA no solo, no couarde,


Mas temeraria, fatalmente ciega

La «temeridad» va asociada, como en Petrarca, a la fatalidad ciega («cosí sempre io


corro al fatal mio sole»), imagen condensada y concentrada en el segundo hemistiquio del
verso 2. R. Jammes le ha dedicado una especial atención:

Dans l'admirable sonnet «Mariposa no sólo no cobarde», écrit en 1623, deux mots sont à détacher:
«fatalmente ciega». L'aveuglement fatal qui pousse le papillon vers la flamme, c'est finalement
celui de tous les «pretendientes», c'est celui de don Luis, que nous surprenons ici dans ses
méditations109.

La «fatalidad ciega» nos conduce irremediablemente a otra de las valencias petrar-


quistas: me refiero a la del determinismo inapelable de la muerte que actúa sobre el
enamorado bajo la imagen de la mariposa («che' l fren de la ragion Amor non prezza / e chi
discerne è vinto da chi vòle»). Esta idea adquiere en Góngora una concreción plástica y
poética especiales, al desenvolverla en torno a las consecuencias iconográficas de la
fragilidad de las alas. Pero estas ya han sufrido una transformación barroca, ya que en
contacto con la imagen del Fénix del verso tercero, las alas devienen plumas:

Del esplendor solicitada, llega


A lo que luce, i ambiciosa entrega
Su mal vestida pluma à lo que arde.

Evidentemente el «mal vestida pluma» genera connotaciones de artificio, de «dis-


fraz», que abocan a una cercanía más que nítida con la figura del Ícaro emplumado y con
las lecturas de tipo alegórico moralizante recogidas en los tratados mitográficos del siglo
XVIII110. No olvidemos, con J. Seznec, que «la gran corriente alegórica de la Edad Media,
muy lejos de agotarse, se amplía aún más. Y los dioses del Renacimiento continúan siendo,
con mucha frecuencia, figuras didácticas, incluso instrumentos para la edificación de las
almas»111.
En Petrarca, la gloria en la osadía, la magnificencia cósmica de la empresa, queda-
ba velada por el espíritu de resignación, por la conciencia íntima de que el Amor, una
fuerza exterior al poeta, era el que le arrastraba hacia el ardimiento en la pasión: «ma sí
m'abbaglia Amor soavemente, / ch'i' piango l'altrui noia, et no 'l mio danno; / et cieca al
suo morir l'alma consente». En Góngora, en cambio, y desde la perspectiva que
analizábamos en Fernando de Herrera, sí se da la glorificación de la empresa, aunque

(CSIC)-Diputación Provincial, 1979, pp. 80-82.


109
Études sur I'oeuvre poétique de don Luis de Góngora y Argote, Burdeos, Institut d'Etudes
Ibériques et Ibéro-Américaines de l'Université de Bordeaux, 1967, p. 338.
110
En Juan Pérez de Moya, Fhilosophiía secreta, ed. Gómez de Baquero, Madrid, 1928, Lib. IV,
cap. XXVII, se apunta que «cuando la ambición y el deseo de las cosas altas es enfrenada por la razón y la
prudencia, no pasa a los términos levantándose más de lo que sus términos valen; y así, después del curso de
esta vida, llega el hombre al fin deseado, como hizo Dédalo. Mas los que como Ícaro, quieren alzarse más que
debrían, transportados de un desarreglado deseo, vienen a caer en las miserias del mundo, figuradas por las
ondas del mar, con afrenta y daño irreparable»c.
111
Los Dioses de la Antigüedad en la Edad Media y en el Renacimiento, Madrid, Taurus, 1983,
p.91.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 39

filtrada por el tamiz desengañado del Góngora de 1623:

Iace gloriosa en la que dulcemente


Huesa le a preuenido aueja breue.
Summa felicidad á ierro summo!

El motivo de la mariposa no sólo queda complementado y confrontado al del ave


Fénix, sino también, y aquí como elemento novedoso, al de la «prevención» de la «aueja
breue». Creo que esto representa un hecho muy significativo; más aún, pienso que este
poema no puede ser interpretado sin tener en cuenta la relación polivalente y compleja que
se establece con la interacción de estos tres animales: la mariposa, el ave Fénix y la abeja.
Por una parte, y como sujeto central, la mariposa, a cuyo simbolismo atendíamos al
inicio de este trabajo. En ella se concretan valores como los de la estulticia por la vana y
falaz acción de acercarse a un foco de luz que la destruirá. Osadía y temeridad frente al
fuego, pero con resultado improductivo, abrasarse por el mismo acto de abrasarse en una
llama infecunda. Fatalismo ciego que se impregna temáticamente de osadías tan distintas
como las de Ícaro (desobediencia a los consejos de su padre Dédalo sobre la prevención
que debe guardar ante la atracción de la luz solar), o Faetón (ambición desmedida de
poseer un objeto tan superior que no sólo desbordará sus fuerzas, sino que lo destruirá,
arrastrando en su aniquilación a una órbita que lo trasciende al universo)112.
Por otra parte encontramos al ave Fénix, representada por Góngora en el instante
de su autoinmolación:

Lo que la llama al Phenix aun le niega


Quiere obstinada que á sus alas guarde:

Sin embargo, en la relación del ave Fénix con el fuego existe un componente de re-
generación ampliamente aprovechado por la tradición clásica y por la cristiana. Los
presupuestos:

1. El Fénix viejo se quema junto con las plantas aromáticas recogidas por él mismo y a las que
prende fuego el calor de los rayos solares.
2. De las cenizas nace el nuevo Fénix113.

De aquí que en el Occidente cristiano signifique «el triunfo de la vida eterna sobre
la muerte»114, en contra del espacio de la nada al que se ve determinada la mariposa en su
vuelo torpe e infructuoso.

112
No olvidemos que «en la medida en que la luz domina totalmente el espacio inerte, brilla
instantáneamente en todas direcciones, penetrando la esencia misma de la materia. Se multiplica estallando
como una esfera hasta agotar sus posibilidades dinámicas. Al encontrar medios materiales de distinta masa, se
diversifica según las resistencias que limitan su acción. Su actividad es puramente mecánica en todas partes y
sigue las vías más elementales del movimiento. Pero, al ser condición de toda vibración y expansión, es el
origen de todas las operaciones ocurridas en el mundo de la experiencia, incluida las operaciones vitales,
psíquicas y espirituales" (E. de Bruyne, La estética de la Edad Media, Madrid, Visor, 1987, pp. 79-80). Es
ésta la amplitud polisémica que adquiere la poética de la luz en el recorrido del soneto gongorino, para el que
podrían tenerse en cuenta los efectos especulares y distorsionadores que J. Baltrusaitis ha estudiado en El
Espejo, Madrid, Miraguano-Polifemo, 1988, pp. 49-66.
113
El mito del Ave Fénix, ed. A. Anglada Anfruns, Barcelona, Bosch, 1983, p. 20.
114
Ibid., pp. 55-56.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 40

Resta por último la abeja, símbolo que en la tradición clásica constituía «el em-
blema del trabajo y de la obediencia». En el periodo cristiano, «la diligencia y la elocuen-
cia»115. Como se ha apuntado, «le symbolisme de l'abeille se fonde essentiellement sur la
dilligence de cet insecte et sur I'organisation de la ruche»116. Como lema, y en altercado
con la «temeridad», se ofrecía «imitez la prudence des abeilles». Y, en relación al fuego,
elemento constante y unitivo en el poema de Góngora:

L'ensemble des traits empruntés à toutes les traditions culturelles dénote que, partout, l'abeille
apparaît essentiellement comme douée d'une nature ignée, c'est un être du feu (...). Elle purifie par le
feu et elle nourrit par le miel; elle brûle par son dard et illumine par son éclat (...). Elle s'apparente
aux héros civilisateurs, qui établissent l'harmonie par la sagesse et par la glaive.

Mariposa, Fénix y abeja, tres animales, tres símbolos a considerar para una
interpretación más o menos aproximada, y correcta, de este difícil soneto de Góngora.
Temeridad sacrificada en la autoinmolación inútil, resurrección en la propia pira de la
muerte o una naturaleza ígnea en la que la diligencia, la producción, el fruto se configuran
como propuestas de aviso moral y fabulístico117 para aquellos que se pierden en la
feracidad de una llama barroca que inequívocamente sólo denuncia la fragilidad de una
existencia atenta al fulgor de lo engañoso y no a la verdad profunda del itinerario del
desengaño, ascesis ejemplar y camino tortuoso e ingrato que no dudaron en emprender la
mayoría de nuestros autores del siglo XVII118. Múltiples ejemplos desde Lope a Góngora,
Quevedo a Gracián, Soto de Rojas a Bocángel, María de Zayas a Juana Inés de la Cruz, sin
olvidar a tantos otros que acometieron el camino del vir sapiens que estudiara O. H.
Green119.
Puede que una deficiente atención al simbolismo y a la alegorización de estos ani-
males haya contribuido a la diversidad de interpretaciones que existen sobre este soneto120.
Salcedo Coronel, en sus comentarios a Góngora, acudía a una lectura en la que el sujeto
erótico amatorio comprendería la esencialidad del texto:

115
J.E. Cirlot, Diccionario de símbolos, Barcelona, Labor, 1979, p. 49.
116
J. Chevalier, ed., Dictionnaire des symboles, pp. 1-2.
117
En la Centuria 1, emblema 7 de Sebastián de Covarrubias, Emblemas morales, ed. C. Bravo--
Villasante, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1978: «Amargo es el recuerdo de la muerte / Mas que
el azibar, mas que hiel amarga, / Haze temblar al valeroso y fuerte, / Cambia la vida, en una muerte larga: /
mas todo este amargor, se nos convierte / En un dulce panal, pues se descarga / El peso del pecado, y a la
gloria / Nos guía, y encamina su memoria».
118
Cf. L. Rosales, El sentimiento de desengaño en la poesía barroca, Madrid, Cultura Hispánica,
1966, p. 44: «En los ojos del poeta no queda sino la memoria del tránsito. La naturaleza se ha convertido en
ceniza, o, si se quiere, en alegoría. La poesía barroca, en una de sus alas, es una inmensa alegoría. La pompa
del mundo, en ella, es sólo presunción de vida y fugitiva brevedad. De vivir a morir, de ser a no ser, no hay
sino esta diferencia: ser polvo iluminado o polvo oscuro. La mirada de Dios es la que ilumina u oscurece los
objetos que toca».
119
Para éste, España y la tradición occidental IV, Madrid, Gredos, 1969, p. 58, el desengaño es
«como una especie de sabiduría del sapiens estoico, del sabio de la antigüedad, que tenía conciencia plena de
lo que constituía el summum bonum, el supremo bien, y se mostraba totalmente inaccesible a cualquier otro
estímulo».
120
Cf., en un intento de precisar el término de símbolo, sus leyes, su materialización en lo concreto y
las posibilidades de una «comprensión colectiva», delimitando el territorio de la imagen frente a los símbolos
lingüísticos o matemáticos, P. Francastel, La figura y el lugar, Barcelona, Laia-Monte Avila, 1988, pp. 38-39,
y en general, todo el capítulo 1.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 41

Puedese entender que el sujeto por quien se hizo este soneto fuesse alguna dama facil y no hermosa,
o que siguiendo la metafora de la mariposa, quisiesse dezir que no era menester toda la luz del
sujeto, que amaua, para hazerle ceniça, quando bastaua solamente el humo para abrasarle121.

Sin embargo, en este contexto erótico amatorio no tendría cabida la recurrencia al


Fénix y a la abeja. Se diluiría esa dimensión de «angustia personal»122 que B.
Ciplijauskaité ha sabido percibir en el soneto, y que Góngora completa, lejos de la li-
viandad, en el terceto final:

No á mi ambicion contrario tan luciente,


Menos actiuo si, quanto mas leue
Cenizas la hara; si abrasa el humo.

R. Jammes se aleja de Salcedo Coronel y propone una lectura en la que el compo-


nente «social» sería la clave más relevante. Identificar la ciega tendencia direccional de la
mariposa con la de los «pretendientes» cortesanos y con la propia aspiración vivencial del
poeta supone una traslación significativa desde la materia amatoria al desengaño profano
que afectó la última y agónica etapa del poeta:

Il s'avise du danger de son entreprise, mais il est trop tard, il ne pourra plus échapper à son destin.
Encore la mort du papillon, enseveli dans le cire odorante, est-elle douce et glorieuse; tandis que lui,
ce qui le réduit en cendres, ce n'est pas la splendeur d'une flamme, c'est tout a plus... une fumée123.

Completemos este texto con algunas observaciones de E. Orozco Díaz:

Es verdad que a pesar del peso de los años y de la experiencia, Góngora no pudo olvidar nunca la
ilusión de la vida cortesana, pero no lo es menos que tampoco olvidó nunca la triste lección recibida.
El fue a la corte seguro de la valía de su instrumento de poeta y seguro igualmente de lo que vale ese
instrumento en la corte; pero olvidó que también el leño canoro podía naufragar en aquel golfo de
pesadumbres124.

En este caso, más que un proceso de identificación, se daría un recurso a la objeti-


vación de un motivo literario como autoanálisis y contemplación crítica de una trayectoria
vivencial. Fatalmente ciegos ambos, el insecto y el poeta, la mariposa necesita de la llama
«gloriosa» para consumar su destino. Al poeta le basta con el humo de su desengaño:

Se vuelua, mas tu i ello juntamente


En tierra, en humo, en poluo, en sombra, en nada.125

Acudamos, para complementar esta perspectiva, y reforzando la hipótesis interpre-


tativa de R. Jammes, a las observaciones de A. Carreira acerca de terceto final:

La clave de este terceto, que a SC (Salcedo Coronel) parecía invadeable puede ser un dicho recogido

121
Lo recojo de B. Ciplijauskaité, notas a Sonetos, p. 471.
122
Ibid..
123
Op. cit., p. 338.
124
Introducción a Góngora, Barcelona, Crítica, 1984, pp. 46-47. En el extremo opuesto la
perspectiva que nos ofrece J. Lara Garrido, Alonso Álvarez de Soria: ruiseñor del hampa (Vida en literatura
de un barroco marginal), Málaga, Litoral, 1983.
125
Sonetos, 151, p. 440.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 42

por Covrr. (Covarrubias): Vender humos se dice de los que con artificio dan a entender son privados
de los príncipes y señores, venden favor a los negociantes y pretendientes, siendo mentira y humo
cuanto ofrecen.126

Pedro Soto de Rojas

Siguiendo la tradición del madrigal lírico en los cancioneros petrarquistas del XVI
y XVII, Soto tiende a perpetuar, mediante la traducción de un madrigal de Guarini, la
expresión del problema amoroso a partir de un código paradigmático conformado por
motivos, expresiones e imágenes «que se transmiten de poeta en poeta sin que ninguno ose
renovar o variar radicalmente»127, en este caso, el motivo de la llama y la mariposa
acarreado de Petrarca. Como escribe J. Lara Garrido, a propósito de los madrigales de
Barahona de Soto, «la búsqueda de originalidad no es temática, sino de particularización a
un estadio concreto del proceso amoroso, de intensificación o matiz»128. En Soto, la
«originalidad» proviene de la inclusión de un madrigal ajeno en una estructura de
cancionero petrarquista particular, donde el motivo original participará de un nuevo
significado, en conexión con el núcleo poématico en que se integra y dependiendo del
estadio amoroso que representa129. Ya la canción anterior en la ordenación poética del
Desengaño de amor en rimas, «Confusion de amor, terminada en la muerte»130,
clausuraba su dialéctica amorosa en la imagen de la mariposa:

y assi la mariposa que fallece,


en la luz alagueña que la engaña:
aunque le llama de su error castigo
la voz del enemigo,
el coraçon piadoso,
caso desde hoy le llame lastimoso.

Frente a esta incursión poética de signo negativo, constatando un final inevitable


para el amante, el madrigal que aquí analizo retoma el melos exaltado, adquiriendo un
valor estructural en el que la afirmación de un humano amor inquebrantable permite
insertar un juego iconográfico, ya en el original de Guarini, con la leyenda del ave Fénix.
Reproduzco el original de Guarini:

Una farfalla cupida e vagante,


Fatt'é el mio cor amante,
Che va quasi per gioco
Scherzando intorno al foco
Di due begli occhi, e tante volte, e tante

126
Notas a Luis de Góngora, Antología poética, Madrid, Castalia, 1986, p. 33.
127
E. Mêle y N. Alonso Cortés, Sobre los amores de Gutierre de Cetina y su famoso madrigal,
Valladolid, Imprenta Provincial, 1930, p. 37.
128
Poética manierista y texto plural (Luis Barahona de Soto en la lírica española del sigloXVI),
Málaga, Universidad, 1980, p. 33.
129
Para el análisis de este proceso remito a mi tesis doctoral El "Desengaño de amor en rimas" de
Pedro Soto de Rojas como cancionero barroco que en sus postulados generales ha sido reseñada por Mª del
P. Palomo, La poesía de la Edad de Oro (Barroco), Madrid, Taurus, 1987, pp. 23-24.
130
La canción pertenece al Desengaño de amor en rimas (1623). Cito por Obras de Pedro Soto de
Rojas, ed. A. Gallego Morell, Madrid, CSIC, 1950, p. 58.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 43

Vola, rivola e fugge, e torna, e gira,


Che nell'amato lume
Lascierà con la vita al fin le piume,
Ma chi di ciò sospira,
Sospira à torto, ardor caro, e felice,
Morrà Farfalla, e sorgerà Fenice131.

El poema de Soto, «Metamorfosi coraçon mariposa en Fenix»132, podría


considerarse como una estrecha traducción133:

Mariposa bagante
se muestra; y a mi coraçon amante,
que va como por juego,
a retozar al derredor del fuego;
de unos ojos hermosos
tiranos y piadosos:
y tantas bueltas, tantas por delante,
buela, rebuela, huye, torna, y gira;
que en la amorosa lumbre
ha de perder la vida, y la costumbre:
mas simple llora, y sin razon suspira,
pues muere mariposa;
y Fenix resucita generosa.

No obstante, deben tenerse en cuenta algunas mínimas variaciones en el esquema


general, el aumento en el número de versos, de once a trece, y la alteración en la rima. El
esquema métrico de la composición de Guarini es el siguiente: 11A - 7A - 11A - 7D - 11C
- 7D - 11E - 11E. El adoptado por Soto: 7A - 11A - 7B - 11B - 7C - 7C - 11A - 7E - 11E -
11D - 7F - 11F.
Soto de Rojas modifica el modelo original de once a trece versos, sin alejarse per-
ceptiblemente del esquema que regía en Gutierre de Cetina, como iniciador castellano de
esta estrofa, y en Barahona de Soto, su continuador. Se observa, por otra parte, un
equilibrio entre endecasílabos y heptasílabos, tanto en el modelo, Guarini, como en Soto.
La estructura bipartita, no asimilable a la de la stanza, es perfectamente constatable a partir
del cambio en la combinación métrica (en Guarini, 5 versos primeros con rima A-B, 6
versos últimos con rima C-D-E; en Soto, 7 versos primeros con rima A-B-C y 6 versos
últimos, D-E-F)134, correspondiendo a la transición entre la mariposa-corazón y la puesta

131
Recojo este madrigal, incluido en las Rime de Guarini, de Baltasar Gracián, Agudeza y arte de
ingenio I, ed. E. Correa Calderón, Madrid, Castalia, 1969, p. 185,. Su selección en el texto de Gracián puede
indicarnos el grado de difusión que adquirió.
132
Obras..., p. 59.
133
A. Gallego Morell, Estudios sobre poesía española del Primer Siglo de Oro, Madrid, Ínsula,
1970, p. 171, aduce el enlace de Soto con el último Renacimiento, lo que explicaría «la manera petrarquista
de su tono menor, su madrigal a la italiana, que no es lo corriente en la poesía barroca. Es significativo que el
mismo Soto recuerde los madrigales del italiano Juan Bautista Guarini».
134
He tenido en cuenta las precisiones de T. Navarro Tomás, Métrica española, Madrid,
Guadarrama, 1974, pp. 210-211 y 259, donde señala cómo Cetina distribuye los versos en dos grupos y como
Barahona de Soto los divide en dos mitades, a modo de estancia. Sobre los madrigales de Cetina y Barahona,
como modelos a tener en cuenta en la formulación de Soto, cf. B. López Bueno, ob. cit., pp. 241-243, donde
intenta fijar las líneas orgánicas que rigen el libre empleo que hace Cetina del madrigal; y J. Lara Garrido,
Poética manierista y texto plural, pp. 31-33, en las que estudia los procedimientos que marcan la bipartición
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 44

en movimiento del símil como indicativo de la muerte que deviene resurrección por el
nuevo elemento en juego: Fénix. La única aportación novedosa con respecto a Guarini la
constituye el verso 6, donde califica a los ojos de la dama de «tiranos» y «piadosos», en
una línea tópica entre los madrigales hispánicos135.
Ya he examinado cómo este motivo se conexiona estrechamente con el tema
icariano, «con los motivos de luz, de la gloria, de la altura, de la mirada que hipnotiza por
su resplandor, como el sol hipnotizó a Ícaro o la lámpara a la mariposa»136. Pero el
madrigal de Soto, mediante la ingeniosa conversión de la mariposa en Fénix, se distancia
de la adscripción al motivo de Ícaro para significar una realidad abiertamente contraria: la
perpetuación del amor, en su atracción irresistible, por encima e incluso a costa de la
propia destrucción137. No olvidemos que Soto sitúa su poema en una posición estructural
de su cancionero dominada por la reivindicación abierta del amor humano, intentando
esquivar y superar los múltiples obstáculos que puedan oponerse a su realización. Con ello
indica lo que hay de implícito rechazo, en este preciso momento de su cancionero, a la
explicación que nos da en un apuntamiento XIV al Desengaño sobre la mariposa como
símbolo:

Dize la vista de la Mariposa, que tanto simboliza con la del simple amante138.

La perspectiva moralizante, el carácter monitorio de sus versos, empaña el decurso


de sus rimas. Una lectura globalizante del Desengaño desvela como engaño ilusorio la
metamorfosis del corazón mariposa en Fénix139. También Villamediana recogía en el
soneto que comentaba este motivo desde el ámbito alegórico moralizante, concretando su
ligazón con la idea barroca de vanitas (la fugacidad del tiempo evidencia el desengaño en
que desemboca toda pasión amorosa), pero en los cuartetos se oponía al desaliento que
implicaba la lectio moralizante, rechazando el escarmiento que en Soto queda apuntado
como núcleo generador de la obra. En el soneto de Góngora, la mariposa y el Fénix
compartían, como en el madrigal que estudiamos, el mismo espacio poético. Su primer
cuarteto podría explicarnos ese círculo cerrado hacia la destrucción que implícitamente
contienen los versos finales de Soto:

pues muere mariposa;


y Fenix resucita generosa.

En Góngora:

Mariposa no solo, no couarde,


Mas temeraria, fatalmente ciega

estrófica que T. Navarro Tomás señalaba.


135
Cf. A. Prieto, «La permeabilidad de Cetina: El madrigal», La poesía española del siglo XVI, I,
pp. 115-120.
136
J.M. Rozas, «Introducción» a Villamediana, Obras, p. 23.
137
Cf. A. Egido, «Sobre la iconografía amorosa del Desengaño de Soto de Rojas»,Estudios
románicos dedicados al prof. Andrés Soria Ortega II, Granada, Universidad, 1985, p. 140, sobre la «rica
imaginería fundamentada en el fuego que a veces recoge las formas emblemáticas de la mariposa en cenizas
desatada».
138
Obras..., p. 270.
139
Cf. A. Prieto, «El Desengaño de amor en rimas, de Soto de Rojas, como cancionero
petrarquista», Serta Philologica F. Lázaro Carreter II, Madrid, Cátedra, 1983, p. 407.
Gregorio Cabello Porras – La mariposa en ceniza desatada 45

Lo que la llama al Phenix aun le niega


Quiere obstinada que á sus alas guarde.

La mariposa de Soto, muerta en la lumbre y resucitada en Fénix, busca rescatarse


del fluido vital, inmortalizar su fugacidad en el amar, en la destrucción que supone la
entrega y la pérdida en el ser amado. Pervive la dubitación cetiniana, el bullicio de unas
alas que engendran la quietud impotente del amante visitador y cercano a la luz anhelada.
Pero Soto de Rojas es un poeta desengañado, sus energías las encauza a través del
contraste entre el cuerpo y los sentidos (tan presentes en el Desengaño), y el espíritu140,
dilogía en la que resultará triunfante un espíritu que con el tiempo anidará en un paraíso-
jardín141. La incólume contemplación del esplendor de los cuerpos que habita en sus
primeras obras sólo constituía un fingido edén, esa plenitud que se manifiesta antes o
después del terror al naufragio, o en aviso de la llegada de un Dios con el que aspira a
atravesar los límites de la belleza terrenal en la mansión séptima de su carmen granadino.
De la mariposa al fénix, pero la energía del renacer sólo puede ser interpretada como la
explosión acumulativa de la oscuridad.

140
De Petrarca, A. Crespo, «Introducción» a Francesco Petrarca, Cancionero, Barcelona, Ediciones
B, 1988, p. 90, afirmará que «lo que parece cierto es que la tragedia del amor petraquesco reside -si nos
atenemos al Cancionero- en la contradicción entre lo sensual y lo espiritual o, si se quiere, entre el placer
sensual y el placer espiritual dimanantes de un mismo objeto amoroso. Por eso mismo dicho que el
Cancionero es un testimonio de la tragedia cristiana del amor humano». Por supuesto, Soto queda muy lejos
de la perspectiva del modelo, sin que ello comporte un matiz peyorativo. Ahí queda la maestría de su Paraíso,
la encarnación del espíritu en la belleza de los sentidos.
141
Cf. A. Egido, «Introducción» a Pedro Soto de Rojas, Paraíso cerrado para muchos, jardines
abiertos para pocos - Los fragmentos de Adonis, Madrid, Cátedra, 1981, pp. 11-46. Y de E. Orozco Díaz,
«Introducción a un poema barroco (De las Soledades gongorinas al Paraíso de Soto de Rojas)», Paisaje y
sentimiento de la naturaleza en la poesía española, Madrid, Ediciones del Centro, 1974, pp. 101-152.
También G. Cabello, «Paisaje ideal, ruinas y jardines en el Desengaño de Pedro Soto de Rojas», Anales de
Literatura Española, VII (1989) (en prensa) [nunca llegó a publicarse. Las exigencias de la redacción
imposibilitaron que pudiera acomodarse mis maneras de escribir a las normas que me las restringían].

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