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MARKETING POLITICO
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Capítulo I - INTRODUCCIÓN A LA CIENCIA
POLÍTICA
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Entre los siglos XVI y XVIII, la búsqueda de una sistemática en la asignación de
influencias causales iba asociada a la persecución de claridad en los fines de la política (y
sólo más tarde apareció la preocupación por la neutralidad valorativa del conocimiento
científico). Por ello puede decirse que fue una característica inicial de la modernidad el que
con alguna visión del mundo proporcionada por la ciencia se quisieran legitimar los
objetivos de la acción, reemplazando así la legitimación teológica de la acción de los
gobernantes característica de la época medieval..
Bastará con señalar que lo que hubo de fundacional en la obra de Nicolás Maquiavelo,
fué precisamente la ruptura de la tradicional imbricación entre religión y política, la
proclamación de la autonomía de lo político con respecto a lo religioso y la concepción de
la política como una actividad con técnicas específicas de posible aplicación universal.
Hasta entonces, los problemas estudiados por la filosofía política, globalmente
vinculadas a los poderosos, fueron sobre todo los relativos a la obtención y el
mantenimiento del poder. Los regímenes autoritarios se han apoyado históricamente en el
oscurantismo y la ocultación del poder, a los que han acompañado a menudo la mentira y la
manipulación ideológica, bien mediante las certezas de la teología, bien mediante las
certezas de la teología bien mediante otras concepciones absolutistas del saber que
identifican disidencia intelectual con sedición que incita a la desobediencia.
Maquiavelo practicó innovadoramente el método histórico, apoyando la posibilidad de
generalización a partir de los hechos en la creencia en una naturaleza humana inmutable;
según sus palabras, “al ser todas estas cosas hechas por los hombres, que tienen y tuvieron
siempre las mismas pasiones, es del todo evidente que surtan el mismo efecto” (N.
Maquiavelo: Discursos sobre la primera década del Tito Livio, 1519). Pero, a pesar de sus
innovaciones metodológicas y de que buscaba una forma de principado “nuevo”, distinta
de los tradicionales principados hereditarios o eclesiásticos, todavía Maquiavelo se ocupó
fundamentalmente de las relaciones entre gobernantes y gobernados desde el punto de
vista de la moral cívica o virtud mas adecuada para la estabilidad del gobierno y usó una
tipología tradicional de las formas constitucionales o legales.
Así, cabe situar más estrictamente la creación de una ciencia de la política o ciencia del
legislador, como se decía antaño, en el marco de un intento más general de aplicar el
método experimental o newtoniano a los asuntos morales (por decirlo en palabras de
David Hume, quién se preguntó expresamente, en el título de un ensayo de 1741, “si puede
la política convertirse en ciencia”).
Fueron puntos de apoyo de tal método nuevo de razonar, por un lado, la evidencia
histórica, de la que se pretendían extraer lecciones como máximas derivadas de la
contemplación de lo recurrente en circunstancias políticas análogas, y por otro lado, los
rasgos permanentes de la naturaleza humana, como propensiones psicológicas de la acción
independientes de las condiciones de tiempo y lugar.
De hecho, la gran variedad de regímenes europeos posterior al feudalismo (en los que
cabría incluir desde el absolutismo borbónico en Francia, el sagrado Imperio romano, los
cantones helvéticos y las ciudades-repúblicas italianas, hasta la monarquía moderna
británica y el federalismo de las provincias unidas) incitaban a la indagación y al método
comparativo. A ello se añadieron los nuevos objetos de conocimiento facilitados por el
desarrollo de viajes y descubrimientos, movidos por el hallazgo de un nuevo mundo, el
afán misionero y la expansión colonial.
Esta nueva perspectiva es particularmente visible en la obra de Montesquieu.
Descartando al mismo tiempo la dogmática teológica con que se habían legitimado las
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monarquías de derecho divino con que se había organizado la resistencia a la misma, el
barón recopiló una sistemática y exhaustiva descripción de hechos que, junto con la
reflexión sobre datos históricos, permitiera descubrir “el espíritu de las leyes”.
En la obra de Montesquieu, la enorme diversidad de pueblos y culturas observados
promueve el relativismo moral y el espíritu crítico; según el autor, las leyes no son
homogéneas e inmutables, sino que dependen de las constituciones propias de cada pueblo,
del clima, la religión, el comercio, las costumbres.
Aunque en la obra madura de Montesquieu la búsqueda de relaciones determinantes
entre leyes físicas y causas morales introdujo una cierta rigidez, lo fundamental para el
nuevo enfoque de los estudios políticos fue su percepción de las relaciones entre la política
y la problemática tradicional, centrada en los gobernantes. Desde este punto de vista, se
comprende también su clara decantación por regímenes antiautoritarios (bien la república
bien la monarquía limitada) y su concepción de la libertad como variedad y pluralismo.
Montesquieu utilizó para ello a la vez viejos y nuevos conceptos; así, mientras readaptaba la
tipología aristotélica de las formas de gobierno, introdujo ideas nuevas como la división de
poderes entre ejecutivo, legislativo y judicial.
Aún más inequívocamente relativista y empirista fue la obra de David Hume, quien se
opuso a la noción de causalidad objetiva y puso de relieve el significado y el valor de la
hipótesis en la investigación, como formulación de preguntas a las que se van dando
diferentes respuestas según los avances en el conocimiento empírico y los cambios en los
sujetos de la observación. El razonar se basa, para Hume, en la lógica y las matemáticas,
pero el conocimiento se obtiene por asociaciones de ideas e ilaciones por analogía, de
modo que se alcanza verosimilitud pero no evidencia con certeza definitiva. Suponer, por
tanto, la absoluta uniformidad de la experiencia pasada, presente y futura, el margen de la
constatación sensible de la misma, sería introducir elementos metafísicos en el pensamiento
científico.
Por ello, Hume concibe el proyecto de una ciencia política a partir de la suposición de
que “tan grande es la fuerza de las leyes y de las diversas formas de gobierno, y tan escasa
su dependencia del humor y el temperamento de los hombres, que a veces se pueden
deducir de ellas consecuencias casi tan generales y ciertas como las de las ciencias
matemáticas”. Pero, al mismo tiempo, advierte que “la ciencia política da pocas reglas que
no admitan excepciones, y que no puedan ser a veces superadas por razones y accidentes”
(D. Hume: Ensayos políticos, 1741-1752). El escepticismo es, pues, a la vez impulso
antimetafísico y antidogmático, sentimiento de incertidumbre y espíritu de investigación.
Hume rebaja, así, el papel sobre las leyes del clima y los factores físicos, que había
subrayado Montesquieu, y acentúa la importancia de la costumbre, la imitación y la
simpatía; el gobierno no es, por tanto, ni un mandato divino ni un hecho natural, sino un
producto de la convención y el artificio humanos ajeno a todo determinismo.
Los orígenes de la ciencia política están, pues, asociados al desarrollo de un
pensamiento explorador y crítico, liberado del absolutismo intelectual propio de los
regímenes autoritarios. Lo fundamental es el observatorio, que se emancipa de su
dependencia de los requerimientos del gobernante incuestionado y amplía el campo de
observación, así como el método o enfoque, atento a las insinuaciones y los desmentidos
del conocimiento empírico.
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de estudio de relación con el de otras ciencias humanas y la conformación de un
instrumental de análisis que a menudo a recurrido a la apropiación y el desarrollo creativo
de conceptualizaciones forjadas en otras disciplinas.
En la tradición del pensamiento británico, el desarrollo y la formalización de la ciencia
política han estado unidos sobre todo a los de la ciencia económica, ambas a su vez
englobadas en lo que se han llamado las ciencias morales. El propio Adam Smith concebía
la economía política como “una rama de la ciencia del estadista o legislador”. Así, en la
ilustración británica, las conclusiones de la teoría económica, aun discutibles y discutidas,
parecían dar solución a los problemas políticos más generales, a la vez que proporcionaban
un modelo analítico para otras ciencias morales o al menos el campo en que se libraban las
batallas metodológicas más importantes para el desarrollo de las mismas. Desde Hume y
Smith en el siglo XVIII, pasando por Jeremy Bentham y John Stuart Mill, hasta Henry
Sidgwick a finales del siglo XIX, teoría económica, ciencia política y filosofía moral fueron
materiales estrechamente imbricadas en las que a menudo trabajaba simultáneamente un
mismo autor.
Esta línea de desarrollo representaba una alternativa radical a las tradicionales
concepciones moralistas y a las visiones cíclicas de la historia, basadas en la dialéctica entre
virtud y corrupción, que a lo largo del siglo XIX reaparecerían en cierto modo a través de la
sociología y la filosofía de la historia.
Así, la ciencia política, con el instrumento de la lógica y eventualmente las matemáticas,
construyó esquemas analíticos en los que se concedía un destacada status a la búsqueda del
propio interés como motivación de la acción y principio regulador de los asuntos humanos.
En esta tradición, la suposición de que los individuos no tienen otro fin en sus actos que el
interés personal, y que sólo mediante ese interés pueden contribuir al bien público, preside
el estudio de la maquinaria institucional y constitucional, especialmente desde los debates
de los que surgió la constitución de Estados Unidos de América. Tales mecanismos son
concebidos como incentivos y restricciones a las motivaciones humanas (esencialmente
egoístas) y como contrapesos y equilibrios para evitar el autoritarismo y los abusos que,
dados aquellos supuestos antropológicos, inevitablemente se derivan de toda concentración
de poder.
Un proceso algo distinto se produjo en una gran parte de la Europa continental.
No es cuestión de pormenorizar ahora en lo que en el mundo germánico se llamó
ciencia del Estado, producto cultural del idealismo que concebía el Estado como una
persona moral de carácter superior. La influencia de este planteamiento se proyectó sobre
todo en la construcción de una teoría del derecho público como instrumento de
reforzamiento del Estado (o de su creación, como fue el caso en el proceso hacia el Estado
alemán).
En la Francia posrevolucionaria, por su parte, la formalización académica de los
estudios políticos estuvo también estrechamente vinculada al derecho, pero con
características propias.
En vez de la corriente positivista y realista que en el campo jurídico es característica del
mundo angloamericano, dominó aquí el jusnaturalismo; en lugar del utilitarismo, el
contractualismo de especulativos orígenes roussonianos; alternativamente a los estudios
sobre el “Government” como conjunto de instituciones concretas, el objeto de estudio era
el Estado, concebido como un unitario ordenamiento jurídico garantizador de los derechos
individuales.
Los estudios políticos se circunscribieron así al constitucionalismo, concebido como el
derecho que organiza un Estado y por tanto como una disciplina con fuerte carga
normativa. Es ilustrativa en este sentido la actividad de la Academia de Ciencias Morales y
Políticas de Francia, fundada en 1795 por la Convención republicana y, tras su disolución
en el período napoleónico, restablecida por el orleanismo en 1832. En su seno se estructuró
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la sección de Legislación, Derecho público y Jurisprudencia, al lado de las dedicadas a la
Filosofía, la Moral, la Economía y la Geografía e Historia.
Una derivación y ampliación de este enfoque jurídico fue el institucionalismo, que
recuperó la reflexión sobre el tema clásico de las formas de gobierno y dedicó particular
atención al estudio de los regímenes comparados.
Pero, a pesar de los diferentes procesos de formalización académica de la ciencia
política hasta aquí señalados, lo cierto es que a lo largo del siglo XX los estudios políticos
han conocido un proceso de creciente profesionalización y especialización, que en parte
han difuminado aquellos caminos paralelos dentro de un marco más complejo de
influencias y ramificación de disciplinas.
La creación en 1903 de la Asociación Americana de Ciencia Política puede tomarse
como referencia de una creciente expansión del estudio de procesos políticos no ordenados
por normas jurídicas. También parece significativo que la primera cátedra especializada de
Gran Bretaña (Teoría política e instituciones, creada en Oxford en 1912) se dividiera en
1940 en dos: por un lado, Teoría política y social, más directamente emparentada con la
tradición de las ciencias morales; por otro lado, “Government”, dedicada a estudios
aplicados suscitados en mayor medida por el crecimiento del intervensionismo
administrativo. Progresivamente, los estudios políticos fueron ampliando su objetivo, tanto
por el lado de los comportamientos de individuos y grupos (partidos, elecciones, grupos de
presión) como por el de las relaciones internacionales (organizaciones internacionales,
procesos políticos transnacionales).
Puede decirse que, con respecto a otras ciencias humanas, la ciencia política como
disciplina fue cobrando mayor desarrollo y autonomía, precisamente importando y
apropiándose de enfoques procedentes de la economía, así como de la sociología y la
psicología, mientras internamente crecía, con la información disponible y el número de
practicantes, la especialización.
Estos desarrollos simultáneos, la progresiva ramificación de la disciplina y una mayor
comunicación intelectual de ámbito internacional, dieron así como resultado, a mediados
del presente siglo, una notable complejidad de enfoques en los estudios políticos y algunas
dificultades para delimitar un campo común de los practicantes de la disciplina. A título
ilustrativo, puede señalarse que en una definición de ciencia política de la UNESCO en
1948 se incluían como objeto de la misma: la teoría política y la historia de las ideas
políticas; las instituciones políticas; los partidos, grupos y opinión pública; y las relaciones
internacionales. Todavía en los años cincuenta no era infrecuente caracterizar la ciencia
política como una “ciencia de integración”. La inevitable especialización y la consiguiente
formalización específica en cada campo de estudio movió a hablar en algunos casos de
ciencias políticas en plural (así, por ejemplo, ciencia del derecho, teoría política, sociología
política, historia política). Sin disolver la disciplina en esta pluralidad, otras distinciones
hablaban, más prudentemente, de “corrientes” de la ciencia política (así, las corrientes
legalista, filosófica, crítica y empírica).
En los últimos años, es bastante compartida la observación de que nos hallamos en una
situación de dispersión de algunos esfuerzos que dieron vigor y formalización
metodológica a la disciplina en otros momentos de desarrollo y expansión.
Digamos, para terminar este epígrafe, sólo algunas palabras sobre la ciencia política en
España. La denominación tradicional de derecho político, hoy ya obsoleta, indica el
predominio histórico del enfoque jurídico en la docencia de los estudios políticos de
derecho político, hoy ya obsoleta, indica el predominio histórico del enfoque jurídico en la
docencia de los estudios políticos, lo cual ha comportado una notable ambigüedad e
imprecisión conceptual en la delimitación de la disciplina casi desde sus orígenes, a
principios del siglo XIX. La influencia del utilitarismo británico fue notoria entre el
liberalismo exaltado español del primer tercio del siglo XIXI, pero el moderantismo que se
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impuso posteriormente favoreció una definición peculiar de la materia, distinta incluso de
las habituales en Europa o derecha constitucional. Así, la docencia universitaria quedó
marcada durante muchos años por ese híbrido en el que se intentaba combinar teoría del
Estado y derecho constitucional.
Durante el franquismo se introdujeron además nuevas distorsiones y retrasos en
relación con la evolución internacional. Por un lado, la teoría del Estado quedó identificada
oficialmente con un determinado enfoque doctrinario de origen germánico que era
utilizado como mecanismo de legitimación del régimen. La concepción del Estado como
una creación del espíritu (explicita, por ejemplo, en el primer decreto de ordenación de la
Facultad de Ciencias Políticas y Económicas) acompañaba a una adscripción de los
estudios políticos al estricto terreno de la filosofía especulativa. Por otro lado, los estudios
constitucionales, jurídicos e institucionalistas a la francesa, carentes de un objeto genuino
de estudio y en el ámbito español, sólo podían practicarse en el estudio de los regímenes
extranjeros comparados. Desde los años sesenta se introdujeron poco a poco enfoques de
tipo sociológico en algunas investigaciones. El resultado de todo ello fue una no siempre
armónica convivencia, bajo la denominación derecho político, reiterada en sucesivos planes
de estudio, de historia de las ideas, teoría política, teoría del Estado, derecho constitucional,
instituciones, sociología política y sistemas políticos comparados. Pero en los últimos
tiempos ha habido amplía coincidencia en poner de manifiesto la falta de sustantividad del
derecho político y el entorpecimiento que el mismo ha supuesto al desarrollo de la ciencia
política.
Sólo muy recientemente se ha creado nuevas condiciones para un nuevo impulso de la
ciencia política en España. Por un lado, la existencia de un objeto propio de estudio del
derecho constitucional en el país contribuye a la autonomía de esta disciplina y a su
imbricación con otras ramas del derecho público.
Todo lo expuesto hasta aquí parece requerir algunas especificaciones sobre las
relaciones entre ciencia política, ideología y moral, así como sobre el método propio de los
estudios políticos al que pueda reconocerse una condición de cientificidad. Estos son los
aspectos que se desarrollan en los epígrafes que siguen a continuación.
2. LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA
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secundaria poco importante-, que es la representación simbólica, en la que cabe entender
comprendida desde la ostentada por el jefe del Estado (la alta representación de su país
ante terceros) hasta la representación diplomática ordinaria o la de los jueces, entre otras,
incluyendo también la representación simbólica más convencional (la de la bandera, el
escudo, etc.).
Las profundas transformaciones sociales y económicas que conocen algunos países del
Occidente durante los siglos XVII y XIII, abocan a la sustitución de la estructura
estamental por la sociedad de clases y al auge de la burguesía. Paralelamente, se alumbra un
marco teórico destinado a fundamentar la implantación de un sistema de dominación
política propiamente burgués, y es de este modo como el principio representativo se
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convierte en uno de los principales pilares de la ideología liberal y de la construcción del
Estado liberal.
El principio de representación política debe su fundamento teórico y su articulación
institucional a dos fuentes esenciales:
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contaban con la confianza suprema, de cara al cuidado del conjunto. Locke, en 1690, se
hizo eco de la misma idea al interpretar que en el pacto social originario se instituye un
poder legislativo al que se “confía” la protección de los derechos individuales. En 1774,
Burke argumentaría que el representante tiene libertad absoluta y no puede quedar ligado
por promesas obligatorias, puesto que representa intereses generales y sólo está ligado a los
representados, no por un mandato, sino por una relación de confianza.
La doctrina francesa del mandato representativo, que se inserta y deriva directamente
de la teoría de la soberanía nacional, cristaliza en vísperas de la Revolución y aflora de
modo tajante por boca del abate Sieyès, quien reivindica la necesaria independencia de los
representantes y su facultad de expresar la voluntad nacional (una línea que tanto
Montesquieu como Condorcet sólo se habían atrevido a apuntar).
La influyente teoría del órgano, elaborada muy posteriormente por los cultivadores
alemanes de la Teoría General del Estado, argumentaría por su parte que el representante
es el órgano del representado, del pueblo, que a su vez es órgano del Estado en su función
de elegir. El representado no transfiere el poder al representante, sino que sólo lo
selecciona, y éste recibe su poder de la Constitución; y si el pueblo no transfiere el poder,
mal podrá dar instrucciones para su ejercicio.
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5. El interés de los propios representantes, deseosos de así mantener sus
funciones.
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1. La idea de representación nacional llevaba (al contrario que la de representación
popular, en la línea roussoniana) a interpretar que el sufragio no tenía por qué ser un
derecho de todo ciudadano, sino que se trataba de una función cuyo ejercicio requería
ciertas capacidades que sólo reunían algunas categorías sociales, como expresó, entre otros,
Benjamín Constant. Así quedó justificado el sufragio restringido o censitario que se aplicó
durante una primera y prolongada etapa del Estado liberal, hasta que la presión de los
sectores excluidos del proceso político consiguió la implantación del sufragio universal.
Quedaba claro que la representación política no venía vinculada necesariamente al principio
democrático, más aún cuando este último se asoció en un principio a la democracia directa,
en contraposición al gobierno representativo.
Pero, más allá del debate en torno a la universalización del sufragio como condición
indispensable para la producción de auténtica representación, se pone de manifiesto el
llamado componente aristocrático de los sistemas de representación. Este vendría implícito
en las exigencias intrínsecas de la mecánica representativa, conducente a la tamización y
amortiguación de la opinión de los representados y, en general, a posibilitar el control del
proceso político a cargo de una élite que tiende a considerarse a sí misma como la única
capaz de entender y resolver los problemas que afectan al interés general.
Desde esta perspectiva, no ha dejado de haber quienes, desde posiciones liberales,
negarán el carácter representativo del sistema parlamentario, señalando que el Estado
representativo no es tanto un sistema de representación cuanto de organización de la
voluntad nacional (Carré de Malberg).
Ahora bien, con el protagonismo político de nuevos sectores sociales y a través de los
partidos de masas, la representación tiende a cargarse –conceptual y técnicamente- del
contenido participativo y pluralista que exige su vocación democrática y sin el cual quedaría
reducida al plano de las ficciones.
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4. Ello no obstante, la democracia representativa (liberal-representativa) sigue
considerándose incompatible con la representación corporativa. La defensa de esta última
iba unida en principio a la crítica y voluntad de superación de lo que se entendía como
efectos derivados de la clásica teoría liberal de la representación: la desmovilización del
electorado, el imperio de los partidos, la ineficacia parlamentaria, la autonomía
aristocratizante de los representantes, etc. De ahí que las primeras bases ideológicas del
corporativismo respondieran en muchos casos a una orientación política izquierdizante (el
socialismo gremialista inglés, el sindicalismo y el blanquismo francés o el influjo krausista
español). Pero, en definitiva, el corporativismo terminó siendo esgrimido como freno a las
corrientes democratizadoras de la representación política; como tal, fue hecho suyo por el
pensamiento más conservador, y a su plasmación institucional vendría de la mano de los
regímenes fascistas o del autoritarismo conservador (Italia, España), lo que trajo consigo el
enorme desprestigio de las formas de representación corporativa.
3. LAS ELECCIONES
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en el mundo occidental, lo que ha de tenerse siempre muy en cuenta al examinar la
justificación teórica de los fenómenos electorales, así como sus verdaderas funciones y
efectos políticos.
Por otro lado, no puede comprenderse el fenómeno de las elecciones si éstas no se
contemplan como proceso o sucesión de momentos y etapas –cada vez más reguladas
formalmente-, que van desde la convocatoria electoral, e incluso antes (por ejemplo, la
elaboración del censo electoral o registro de electores), hasta la proclamación oficial de
candidatos electos, pasando por la presentación y proclamación oficial de candidaturas
(personas o agrupación de personas que optan a ser elegidas), la campaña electoral, la
votación de los electores, el escrutinio u operación de recuento de los votos emitidos y la
fase de contencioso electoral (presentación y resolución de recursos sobre los escrutinios),
entre otras.
Así pues, las funciones que cumplan o pretendan cumplir unas elecciones dependerán
mucho del contexto en el que se desarrollen y, sobre todo, de tres variables: la estructura de
la sociedad, en sistema político-institucional y el sistema de partidos (Nohlen). En todo
caso, dentro de las democracias liberal-representativas se distinguen clásicamente tres
funciones (Carreras y Valles):
a) Producir representación
b) Producir gobierno
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En muchas ocasiones, los procesos electorales también van dirigidos claramente a
decidir, de forma directa e indirecta, quiénes se harán cargo del gobierno o dirección
política de la comunidad. Permiten, pues, una vía pacífica y ordenada en el relevo del
poder.
Esta función de producir gobierno alcanza su máxima expresión en aquellas elecciones
cuyo resultado determina o condiciona fuertemente la orientación política del Ejecutivo del
Estado, pero la cumplen asimismo numerosas elecciones celebradas en ámbitos más
reducios (municipales, autonómicas...).
c) Producir legitimación
En los Estatutos democráticos, las elecciones pretenden cumplir siempre una función
de legitimación racional del poder político: a través del rito solemne de las elecciones
periódicas el poder se reviste de autoridad. Se trata de una importante función ideológica
que cabe ser contemplada, desdoblándose en un triple plano, como función “integradora,
igualitaria y comunicativa” (F. Carreras y J. M. Valles).
En efecto, las elecciones constituyen un momento clave del proceso de socialización
política. No sólo contribuyen a la agregación de las preferencias políticas, sino también a la
integración de la comunidad en su conjunto alrededor de unas mismas reglas del juego.
Con las elecciones se intensifica la comunicación entre gobernantes –o quienes aspiran a
serlo- y gobernados (siquiera sea porque los unos desean captar votos y los otros decidir
quiénes deben votar), y aumenta el grado de información que el ciudadano posee de los
asuntos públicos, esto es, se eleva el grado de cultura política. Por otra parte, las elecciones
representan el momento propicio para que salgan a la luz toda clase de propuestas y
aspiraciones, planteadas por los individuos o grupos más diversos, al amparo de un
tratamiento igualitario (allí donde se reconoce el principio de igualdad de los ciudadanos
ante la ley). Todos ellos son aspectos que conducen a potenciar la legitimación del sistema
de poder.
Precisamente porque se ha llegado a una indudable mitificación de las elecciones, no
deja de existir una cierta tendencia a considerar que éstas constituyen un fin en sí mismo
(Mackenzie, H. Finer). Y aquí es donde se encuentra la razón de que con frecuencia los
sistemas autoritarios pretendan obtener una legitimación aparente en la organización de
procesos electorales desvirtuados (no libres, no competitivos).
3.3 El sufragio
Desde los propios orígenes del régimen liberal, el ejercicio del sufragio ha sido
contemplado desde dos perspectivas teóricas distintas y frecuentemente contrapuestas:
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Quiere decirse que desde los supuestos de la teoría del sufragio como derecho venía a
exigirse la implantación del sufragio universal, entendido principalmente como aquel cuyo
ejercicio no se halla limitado por razones de índole económica o educativa. En cambio, la
teoría del sufragio como función justificaba el sufragio restringido o censitario, cuyo
ejercicio queda reservado a quienes poseen determinados medios de fortuna o pagan una
cierta renta por ellos (sufragio censitario propiamente dicho) y/o quienes reúnen
determinadas capacidades intelectuales o profesionales (sufragio capacitario). Así pues, tras
el debate teórico se ocultaban en realidad planteamientos ideológicos bien diferenciados
que justificaban o no la exclusión del proceso electoral de sectores o grupos políticamente
significativos.
En otro plano ya, es clásica la diferenciación entre el ejercicio del llamado sufragio
activo, o derecho de voto, y del sufragio pasivo o derecho a ser elegible.
El denominado cuerpo electoral o electorado está constituido por el conjunto de
electores y son electores quienes están capacitados legalmente para el ejercicio del sufragio
activo. A los efectos de determinar la capacidad de lector habrá que distinguir, en síntesis,
entre requisitos positivos, o capacidades que el sector como tal ha de reunir, y las
incapacidades o capacidades negativas que impiden formar parte del cuerpo electoral. Estas
últimas van encaminadas a imposibilitar el voto de aquellas personas que se entiende que
no poseen condiciones para el ejercicio responsable del mismo o no son merecedoras de tal
dignidad o, por su situación profesional, podrían desvirtuar dicho ejercicio (dementes,
defraudadores del fisco, condenados a ciertas penas, determinados funcionarios civiles o
militares, etcétera).
También cabe diferenciar entre requisitos “generales” y “especiales”. Ambos imponen
limitaciones a la capacidad electoral, pero mientras que los segundos conducen a excluir a
sectores o grupos políticamente significativos (atendiendo a criterios de carácter
económico, intelectual o educativo, étnico, racial o religioso), los primeros no responden,
en principio, a ningún criterio de discriminación ideológica (requisitos como los de
nacionalidad, edad, vecindad o gozar plenamente de los derechos civiles y políticos). Los
requisitos “generales” son perfectamente compatibles con el sufragio universal, pero los
“especiales” abocan a un sufragio restringido. Son interesantes los problemas de
clasificación que plantea en este sentido el requisito del sexo: históricamente se le consideró
como “general” (de ahí que el sufragio universal se concibiera en principio como
exclusivamente masculino), pero actualmente pocos se atreven a no entenderlo como
“especial”.
Las anteriores consideraciones sobre requisitos e incapacidades son aplicables tanto al
sufragio activo como al pasivo, pero debe tenerse en cuenta que el ejercicio de este último
ha solido estar sometido históricamente a condiciones de mayor dificultad (mayor número
de requisitos e incapacidades o barreras más altas). No obstante, puede advertirse una
tendencia de las legislaciones democráticas a igualar las condiciones requeridas para ser
elector y para ser elegible.
La caracterización del sufragio –aspecto clave de las legislaciones electorales- pasa por
conocer si el mismo es universal o restringido, igual o desigual, directo o indirecto, secreto
o público, y, en último término, si es o no sufragio libre. Examinemos a continuación cada
uno de estos conceptos caracterizadores.
a) Sufragio universal
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La lucha por la democracia ha ido unida en gran parte a la lucha por la universalización
del sufragio, principio éste que en su pleno sentido exige que todos los ciudadanos sean
electores y elegibles, sin que puedan producirse exclusiones significativas –por
discriminatorias- de determinados sectores o grupos, por razón de raza, religión, riqueza,
profesión, nivel intelectual o –en su concepción moderna- por razón de sexo.
El Estado liberal-burgués se articuló en una primera etapa sobre la base del sufragio
restringido, particularmente acentuado en lo referente al sufragio pasivo. Francia fue el
primer país donde se proclamó constitucionalmente el sufragio universal, en 1793, pero no
se implantaría, y por poco tiempo, hasta 1848. Las revoluciones democráticas de ese mismo
año representaron, por sus consecuencias políticas más que por sí mismas, un primer jalón
importante en la generalización del sufragio universal (masculino); el segundo lo serían los
profundos cambios operados en los sistemas políticos tras la Primera Guerra Mundial. En
España, se introdujo el sufragio universal muy tempranamente, de la mano de la
Constitución de Cádiz (elecciones de 1813, 1820, 1821 y 1836); se implantaría de nuevo en
los períodos 1868-1875, 1890-1923, 1931-1936 y a partir de 1977. De modo asimismo muy
temprano, se introducía en España el sufragio femenino, en 1931.
b) Sufragio igual
El principio del sufragio igual requiere la igualdad cuantitativa de los votos que pueden
emitir los electores, esto es, la asignación a cada elector del mismo número de votos. Desde
una perspectiva democrática, resulta complemento necesario del sufragio universal, idea
traducida en el conocido lema de “un hombre, un voto”.
La historia electoral ofrece numerosos ejemplos de sufragio desigual o voto plural,
como suele denominarse, bajo diversas modalidades que pueden resumirse en tres:
Si bien el voto plural ha ido normalmente unido al sufragio restringido, no significa que
no pueda ser compatible con el reconocimiento del sufragio universal, como demuestran
los casos anteriormente citados de Bélgica y España.
c) Sufragio directo
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Se entiende por sufragio directo aquel en el que los electores determinan, sin la
necesidad de intermediarios (directamente), quiénes serán los titulares de los cargos
sometidos a elección. En las elecciones indirectas el cuerpo electoral se limita a elegir
compromisarios, y éstos son quienes por sí mismos o mediante sucesivas elecciones de
nuevos compromisarios deciden qué personas resultan elegidas finalmente (el sufragio
previsto en la Constitución española de 1812, por ejemplo). Al número de elecciones de
compromisarios que se celebren se le llama “grado” de la elección indirecta.
d) Sufragio secreto
El voto secreto es aquel que no se emite de modo abierto o público (caso del voto por
aclamación y del emitido al dictado, a mano alzada u oralmente). Con objeto de proteger al
máximo la libre opción escogida por el volante se han ido perfeccionando una amplia serie
de instrumentos de garantía efectiva, tales como los modelos oficiales de papeletas y de
sobres que contengan las mismas, las cabinas de voto, las urnas selladas, etc.
e) Sufragio libre
La aplicación efectiva del principio de libertad a una realidad concreta es siempre muy
difícil de comprobar y esto mismo ocurre también al intentar dilucidar si unas elecciones
son o no “libres”; pero es una cuestión que no puede eludirse habida cuenta del notable
valor legitimador de los procesos electorales. En todo caso, seamos conscientes de que la
calificación, en uno u otro sentido, se realizará desde una determinada perspectiva
ideológica y doctrinal: en nuestro caso, siguiendo un enfoque más o menos clásico, desde
supuestos liberal-democráticos.
El carácter de elección libre exige que se conjuguen cuatro planos distintos:
Quiere decirse que el sufragio libre se entiende, pues, como sufragio protegido
jurídicamente, no controlado, competitivo y periódico.
Bien es verdad que cabe acudir a una perspectiva muy distinta: ¿Existe en realidad algún
proceso electoral desarrollado en condiciones de libertad? A esta pregunta se contestará
negativamente desde posiciones doctrinales muy diversas, pero cuyo denominador común
18
será la crítica de la democracia liberal-representativa. Se distinguirá en ello la doctrina
marxista y Antonio Gramsci, uno de sus más significados representantes, llegará a hablar de
los “golpes de mano electorales” de la burguesía para asegurar su supremacía política.
También los clásicos de la teoría de las élites señalarán, con Gaetano Mosca, que las
elecciones suelen cumplir la función de ratificar en el poder a quines ya lo detentan. Joseph
Schumpeter dirá que todo proceso electoral llevan inherente una dimensión manipuladora;
y el funcionalista Anthony Dows advertirá que los partidos plantean las elecciones
buscando en esencia la obtención del máximo beneficio.
Al margen de estas u otras críticas que puedan citarse, lo cierto es que la realidad de las
legislaciones y prácticas electorales enseña que no es difícil encontrar casos en que algún
elemento ponga en duda la vigencia de un sufragio plenamente libre. No puede por menos
de ser así, moviéndonos como lo hacemos en un terreno en el que el concepto de libertad,
lejos de plantearse en términos ideales, está destinado a ser contrastado con el ejercicio del
poder político.
19
dicho sistema proporciona a efectos de producción de representación (lo que D. Nohlen
denomina respectivamente principio de decisión y principio de representación). Sólo desde
esta doble perspectiva se comprenderán los conceptos de elección mayoritaria y de elección
proporcional.
Así es, la aplicación de un sistema de decisión mayoritaria puede producir de checo una
representación con un grado considerable de proporcionalidad, superior incluso a la de
sistemas de decisión proporcional. Y a la inversa, un sistema de decisión proporcional
puede dar lugar a una representación orientada en sentido mayoritario. La clave está en que
la proporcionalidad de la representación que origina un sistema electoral viene dada en
función de la interrelación de los elementos que lo configuran, pero también depende de la
estructuración del sistema social y político en su conjunto y particularmente del sistema de
partidos.
El principio mayoritario arraigó de forma generalizada en una primera y prolongada
etapa del Estado liberal, no sólo por la sencillez de su aplicación técnica, sino como
resultado del dogma roussoniano que atribuía a la mayoría la misión de expresar la
“voluntad general”, acatada por la minoría. La progresiva democratización de los sistemas
políticos terminó suponiendo una indudable crisis de los sistemas electorales de decisión
mayoritaria, cuya vigencia se ve limitada –como ya señalara Alexis de Tocqueville- a
aquellas sociedades donde existe un consenso histórico acerca de la validez del principio
mayoritario dentro del orden político-institucional y donde, asimismo, se confía en la
posibilidad de que la minoría se convierta alguna vez en mayoría.
La adopción del principio de elección proporcional se produjo, ya en el siglo XX, en
respuesta a la creciente diferenciación de clases dentro de la sociedad liberal-burguesa, así
como a la ampliación sucesiva del sufragio y a la movilización política de las masas
mediante el voto. Se buscaba un sistema de representación de las minorías a través de
técnicas de escrutinio proporcional. La implantación de sistemas proporcionales
posibilitaría de hecho, en muchos casos, que estuvieran representados en los Parlamentos
sectores sociales y políticos que nunca habían tenido acceso a ellos (sectores obreros,
partidos socialistas...), pero, en ocasiones, dicha implantación se hizo siguiendo criterios e
intereses eminentemente conservadores, debido a que la implantación del sufragio universal
o circunstancias políticas de diversa índole abocaban al ascenso de formaciones de
izquierda y ponían en peligro la situación de los sectores tradicionalmente dominantes
(Irlanda, 1921; los países nórdicos, 1905; Francia, 1946).
Como puede observarse, la aplicación de un sistema electoral determinado no es
“inocente”. Detrás de cada caso concreto, guiado conforme a un determinado principio de
decisión y de representación, existe toda una “ingeniería electoral” (una “cocina” electoral a
decir de algunos) que responde a concepciones e intereses específicos. La concreción
técnico-jurídica de los elementos configuradores del sistema electoral lo reflejan con
claridad.
No existe un acuerdo total entre los especiales al determinar cuáles son los elementos
fundamentales del sistema electoral.
Partiendo de la definición ofrecida al comienzo, debiera considerarse que todo sistema
electoral descansa sobre un elemento de base: la caracterización del sufragio. El modo en
que se transforman los votos emitidos en representación política (escaños) varía mucho
según que el voto sea universal o restringido, directo o indirecto, igual o plural, y de cómo
se entienda la exigencia de libertad en la elección; se trata de características con eficacia más
20
o menos directa en ese proceso de transformación y, por tanto, contribuyen
sustancialmente a configurar el sistema electoral.
Señalando lo anterior, y sobre la base de un sufragio universal, igual, directo y libre,
suele convenirse que los sistemas electorales vienen configurados por los siguientes
elementos:
6. La fórmula electoral.
21
Por lo general, la circunscripción electoral está concebida para que en ella se agote todo
el proceso de conversión de votos en escaños. Pero la práctica indica que en ocasiones se
combinan en una misma elección varios niveles territoriales, en cada uno de los cuales se
produce una fase u operación distinta de dicho proceso. (Por ejemplo, cuando se aplica la
fórmula electoral a escala nacional –República Federal de Alemania-, o se acude a un
reparto de restos en una agrupación de distritos –Austria, Bélgica-, o en todo el territorio –
Italia.)
Listas abiertas.- Aquellas que el elector puede reelaborar por completo a efectos
de voto, no sólo alterando el orden de colocación de los candidatos, sino
también combinando candidatos de diferentes listas.
22
5. Por barreras legales se entiende los resultados electorales mínimos que una
candidatura ha de superar para tener acceso a la atribución de escaños. La legislación
electoral las establece para impedir la representación parlamentaria de pequeños partidos.
Suelen concretarse en la necesidad de alcanzar un cierto porcentaje de votos sobre el total
de los válidamente emitidos (el 3 por 100 en las elecciones españolas del Congreso).
A) Fórmulas mayoritarias
- Fórmula de mayoría absoluta.- Intentan corregir las distorsiones provocadas por las
fórmulas de mayoría relativa, a través de la exigencia de la mayoría absoluta de votos
emitidos (la mitad más uno). Entre ellas de distinguen:
• Voto alternativo.- Forma de voto ordinal que pretende reunir en una de las dos
operaciones de la fórmula de segunda vuelta. El elector fija en su voto un orden
de preferencias entre candidatos y cuando, una vez contabilizadas las primeras
preferencias, éstos no consiguen la mayoría absoluta, se acude a eliminar
sucesivamente a los candidatos con peores resultados y a contabilizar las
segundas preferencias de quienes les habían votado, hasta que haya candidatos
que alcancen mayoría absoluta (Australia).
B) Fórmulas proporcionales
23
- Fórmulas de cociente electoral común.- Son aquellas que recurren a una primera
operación de cálculo de un cociente electoral cuyo valor indica el número de votos que
necesita una candidatura para obtener cada escaño; es decir, una candidatura (hablaremos
de partidos a partir de ahora) conseguirá tantos escaños como veces su número de votos
contenga dicho cociente El cociente más común es aquel que resulta de dividir la suma de
votos válidos obtenidos por todos los partidos (Vv) entre el número de escaños de la
circunscripción (Ec); es el llamado cociente entero o de Hare Q = Vv
Ec
Tampoco es raro que se aplique un cociente entero rectificado, cuyo denominador sea
el número de escaños aumentando en una o más unidades (cociente Hagenbach-Bischoff:
Vv
Q= ).
Ec + 1 (+2,+3...)
Los escaños no atribuidos aún en esa primera fase lo son normalmente por uno de
estos dos procedimientos:
24
Cabe resumir los efectos generales de las fórmulas electorales en los siguientes
postulados (rae):
¾ Las fórmulas electorales amplifican o mitigan las diferencias existentes entre los
partidos al traducir sus votos en escaños, pero no crean por sí mismas dichas
diferencias.
¾ Toda fórmula electoral, por un lado, tiende casi siempre a primar de modo especial
al partido más votado y, por otro lado, actúa a modo de filtro para limitar el
número de partidos con representación parlamentaria.
25
Pero, insistamos, los efectos políticos de un sistema electoral no vendrán dados tan sólo
por la fórmula electoral aplicada, sino por el conjunto de los elementos que lo configuran.
Los partidos políticos son los principales actores políticos en las sociedades
contemporáneas. “han acabado siendo el puntal sobre el que se asientan los Estados
modernos” (R, García Cotarelo), o como señala el profesor Caciagli, “con todos sus
defectos siguen siendo la viga maestra de la democracia de masas y por tanto de la política
moderna”.
Pese a ello, los politólogos no han llegado a un acuerdo total sobre la definición de
partido, porque cada una de las propuestas privilegia un aspecto de su naturaleza o
actividad. La Palombara y Weiner sugieren una definición que establezca cuatro rasgos
esenciales:
26
de “creación exterior” al mecanismo parlamentario, surgidos de grupos
preexistentes (sindicatos, asociaciones religiosas, etc., que dieron lugar al
nacimiento de partidos como el Labour o la Democracia Cristiana).
En la segunda mitad del siglo XIX la conquista del sufragio universal masculino y el
asociacionismo obrero (España, 1869) provocan el surgimiento de un nuevo tipo de
partido, que se ha dado en llamar de masas (Duverger), o partido de organización de masas
(Sartori). Un ejemplo típico de ellos son los partidos socialistas europeos. Los rasgos
definitorios de estos nuevos partidos, que coexistirán con los de cuadros, son:
27
a) Reclutamiento masivo, intentarán lograr gran número de militantes (de ahí el
nombre de “partidos de militantes” que les dan J. Charlot y J. De Estaban) que
consigan la financiación de las campañas electorales de los candidatos obreros,
que no tienen otras fuentes económicas.
28
deben ser tenidos en cuenta por los partidos, que se adaptarán a la nueva situación, para no
perder su apoyo electoral. Un ejemplo típico fue la evolución del SPD de Alemania que, en
su Congreso de Bad Godesberg en 1959, renunciando a la ortodoxia marxista y adoptando
un socialismo pragmático, logró reforzar su representación parlamentaria.
Estos nuevos partidos perderán militantes, pero ganarán electores. Sus características
son:
Los partidos acaparadores coexisten con los de cuadros y masas, y se pueden encontrar
en todo el espectro político, desde la derecha a la izquierda, en los países de Europa
occidental.
Duverger establece otro tipo de partidos, los intermedios: los partidos indirectos y los
de países en desarrollo. Ambos están más cerca de los de masas que de los de cuadros. El
ejemplo de partido indirecto es Labour británico en sus orígenes. No reclutaba militantes
indirectos, sino que los comités de base estaban formados por representantes de los
sindicatos, de las mutuas, cooperativas y organizaciones intelectuales que decidieron actuar
en común en el terreno político. Los comités seleccionaban a los candidatos y gestionaban
las cajas electorales. Se era militante del partido a través de las organizaciones que lo
formaban y no por afiliación directa personal. Otros partidos indirectos fueron los
socialistas belga y escandinavo y los democristianos belga y austriaco antes de la Segunda
Guerra Mundial.
En cuanto a los partidos de países en desarrollo, Duverger caracteriza a algunos de
ellos, africanos, por la gran distancia que existe entre el círculo de dirigentes y la masa de
los miembros. El primero está a nivel intelectual y técnico de las sociedades modernas y
éstos al de sociedades arcaicas. La estructura del partido refleja el estadio de desarrollo de
esos países.
Stein Rokkan, teniendo en cuenta la evolución histórica y el contenido ideológico,
aportó siete tipos de partidos: Partidos confesionales, Partidos laicos, Partidos de ámbito
nacional, de ámbito regional, Partidos campesinos, Partidos de empresarios, partidos
obreros. Estas categorías pueden darse además mezcladas entre sí en determinadas
sociedades.
29
• Función de reclutamiento político. La mayor parte de los candidatos que se presentan
a los electores son seleccionados por los partidos, que contribuyen así a reclutar
a la élite política.
El profesor R. García Cotarelo, partiendo de que los partidos son vínculos entre la
sociedad y el Estado, clasifica las funciones de los partidos considerando que cumplen
funciones en la vertiente social y en la institucional.
Funciones sociales: La socialización política. Los partidos son uno de los principales
instrumentos de socialización política.
30
Comprobamos, pues, la multiplicidad e importancia de las funciones que desarrollan los
partidos en las sociedades contemporáneas, lo que permite al profesor García Pelayo
calificar al sistema estatal de nuestro tiempo como “el Estado de los Partidos”.
En 1928 Triepel distinguió cuatro etapas en las relaciones del Estado con los partidos
políticos: Etapa de abierta hostilidad del Estado hacia los partidos. Etapa de indiferencia.
Etapa de legalización de algunas actividades partidistas. Etapa de incorporación de los
partidos al mecanismo estatal.
En sus orígenes los partidos eran considerados como organizaciones que ponían en
peligro los valores del régimen liberal. Ejemplo de ello es la Ley Chapelier de 1791, que
prohibía cualquier asociacionismo. Tras la etapa de indiferencia comienzan las referencias
en la legislación a los partidos en sus aspectos electorales y parlamentarios. No será hasta
después de la II Guerra Mundial cuando se constitucionalicen los partidos políticos, en
Italia (1947) y Alemania (1949). Francia lo hará en su texto fundamental de 1958 y España,
Portugal y Grecia en sus últimas constituciones democráticas.
El sistema más usual de regulación jurídica de los partidos consiste en su sometimiento
a la legislación común de las asociaciones, a las normas general del derecho de la
asociación. El caso de Francia es ejemplo de ello: los partidos se rigen por la Ley General
de Asociaciones, que establece el “contrato de asociación”, de carácter civil y privatístico.
En otros países se distingue entre los partidos y las demás asociaciones y, se han
promulgado leyes especiales de partidos políticos. Así ocurre en Alemania Federal, Portugal
y España. El caso italiano es peculiar: los partidos son “asociaciones no reconocidas” según
sentencia del Tribunal Supremo en 1956, sin personalidad jurídica, en tanto que ignoradas
por el ordenamiento.
31
Schwartzenberg fusiona las dos primeras tipologías, ofreciendo una escala de regresión
de la competitividad.
1. Los factores sociales: una gran estratificación social produce multipartidismo, y éste
es más necesario cuanto mayor sea la conciencia de clase (Macpherson). A la
bipolaridad conservadores-liberales se añade, con la llegada de la clase obrera al
derecho de voto, la de capitalistas-socialistas, bipolaridad que puede sustituir a la
anterior, o superponerse a ella, produciendo cuatro familias de partidos.
2. Los factores ideológicos, que multiplican el número de partidos, por ejemplo las
diferencias religiosas en los Países Bajos producen tres familias de partidos.
3. Los factores históricos, que explican las divisiones dinásticas de los monárquicos
españoles en el XIX, así como la aparición de partidos agrarios en los países
escandinavos, o de os nacionalistas en toda Europa.
S. Rokkan ofrece una atractiva explicación de la construcción del Estado en los países
europeos, a través del enfrentamiento a cuatro cleavages, de cuya solución depende la
aparición de determinados tipos de partidos. Los cuatro cleavages que subsisten son: entre
el centro y la periferia, que puede dar lugar a la existencia de partidos nacionales o
regionales, nacionalistas, etc.; el cleavage entre la Iglesia y el Estado, que produce la división
entre partidos laicos y confesionales; el que enfrenta a los intereses urbanos e industriales
con los agrarios, de donde surgen los partidos agrarios, y por último el cleavage que opone
al capital y el trabajo, que genera los partidos obreros y los que representan intereses de los
patronos.
Los sistemas bipartidistas existen en los países anglosajones, aunque hay diferencias
entre ellos, por ejemplo la disciplina del voto, que se da en Gran Bretaña y no en los
EEUU. Se puede distinguir entre el bipartidismo perfecto y el imperfecto, según exista o
no la posibilidad real de alternancia en el ejercicio del poder.
En los sistemas de partido dominante cabe diferenciar entre el subtipo de partido
dominante, sin mayoría absoluta, y el ultra-dominante, que sí la consigue, pero existen otros
partidos menores, hecho que establece la frontera entre este sistema y los de partido único,
en los que están prohibidos los demás. Los sistemas de partido único tienen distintos
32
significados, según se trate de sistemas políticos comunistas, fascistas o de países en vías de
desarrollo.
Los Grupos de Presión son otros de los actores políticos en las sociedades actuales. Se
distinguen de los partidos, como indicaban La Palombara y Weiner en que carecen de la
voluntad de tomar el poder, sólo pretender influir, presionar sobre los detentadores del
poder político.
Otra diferencia esencial, subrayada por Douverger, es que mientras los partidos se
basan en una solidaridad general, sobre una concepción global de la sociedad, los grupos de
presión lo hacen sobre una solidaridad parcial, sólo defienden intereses específicos. Un
ciudadano puede pertenecer a varios grupos de presión simultáneamente, aunque militará
solo en un partido.
Ziegler los define como “conjuntos organizados que tratan de influir en las decisiones
gubernamentales, sin pretender situar a sus miembros en cargos públicos”. Pero la
definición más precisa nos parece la de Schwartzenberg: “Una organización constituida par
la defensa de un interés, que ejerce una presión sobre los poderes públicos para obtener de
ellos decisiones conforme a sus intereses”, que contempla los tres elementos constitutivos
de esos grupos:
3. El ejercicio de una presión sobre el poder. Todos los grupos de presión son grupos de
interés, pero no a la inversa. Un grupo de interés deviene de presión cuando la
ejerce sobre los poderes políticos. Todo grupo de interés puede potencialmente
convertirse en grupo de presión. Siguiendo a Pasquino, entendemos por presión
la actividad de un grupo con motivaciones comunes que “trata de influir”, a
través del uso, o de la amenaza del uso, de sanciones en las decisiones del poder
político, a fin de cambiar la distribución actual de bienes, servicios, cargas y
oportunidades, o bien para conservarla ante las amenazas de intervención de
otros grupos o del propio poder”.
Los grupos de presión en su origen son coetáneos de los partidos políticos. Surgen con
el liberalismo, que al reconocer la libertad de expresión y el derecho de petición admite la
33
posibilidad de influencia y presión sobre las estructuras de poder. Igual que los partidos,
son estructuras de comunicación entre la sociedad civil y el Estado. Aparecen y adquieren
importancia a raíz de cambios sociales, que producen conflictos entre intereses
contrapuestos. Los afectados se agrupan para defenderse frente a otros grupos y al final
buscan la ayuda de alguna instancia de poder, sobre la que presionan. Cabe entenderlos
como una respuesta al incremento de la distancia entre los centros donde se toman las
decisiones y los individuos. Algunos autores consideran a los grupos de presión como
resultado del paso de la Comunidad a la Sociedad, tal como lo describe Tönnies.
En los sistemas políticos actuales, el creciente intervensionismo del Estado en la
sociedad permite potencia el florecimiento de grupos de presión, ya que aumentan las
ocasiones y los campos en que para promocionar o defender intereses es necesario orientar
la acción de los poderes públicos.
Aunque es un fenómeno complejo y de difícil estudio, la ciencia política, tras superar
enfoques institucionalistas y formalistas, les ha dedicado su atención, en un intento de
conocer el funcionamiento real de los sistemas políticos. Se debe citar la obra de Bentley
The process of Government. A Study of Social Pressure (1908) por ser pionera en el
análisis del proceso político como resultante de las acciones de diferentes grupos. Pero será
a partir de los años cincuenta cuando el estudio de los canales de poder adquiera mayor
importancia.
Y los resultados de esos estudios muestran las instancias de poder, el lugar donde de
hecho se toman las decisiones políticas que afectan a los individuos y a los grupos. La
atenta observación y el descubrimiento de los niveles concretos en que se ejerce la presión
nos informan sobre dónde están ubicados las sedes reales del poder, que en ocasiones no
coinciden con las instituciones.
34
- Las sociedades de pensamiento y los clubs políticos, que en
ocasiones se acaban transformando en partidos.
Por el lugar que ocupa la presión en las actividades de los grupos, éstos pueden ser
exclusivos, si se dedican prioritaria o exclusivamente a presionar sobre el poder (los
lobbies de Washington) o parciales, si la presión sólo es un aspecto de su vida como
grupo (las iglesias, los sindicatos).
Por los ámbitos en que actúan se pueden considerar los grupos de presión nacionales y
los internacionales, que a su vez serán privados (una multinacional) o públicos (una
agencia de espionaje, una embajada).
Meynaud señala como elementos de poder de los grupos el número de sus miembros,
que está vinculado a su organización, sus recursos financieros y de cualquier otro tipo, el
status social de sus componentes y la capacidad de acción colectiva o individual. Otros
elementos son el control sobre los medios de fuerza (el ejército), el control de los medios
de producción y distribución (los grupos de presión económicos son los más estudiados),
sus ideas y creencias, que les pueden dar cohesión y por tanto fuerza, la posibilidad de
acceso a los centros decisores así como la adecuación de sus intereses a los valores
dominantes en la sociedad.
La eficacia de la acción de los grupos de presión dependerá de la combinación de estos
elementos en una organización dada.
Los medios que utilizan los grupos para presionar sobre el poder se ubican en un
continuum que se extiende desde el suministro de información hasta de la violencia, desde
la acción legal a la ilegal, como subraya Finer y en el que Meynaud distingue las siguientes
categorías:
35
1. Los intentos de persuasión (envío de documentación para convencer de la
justicia de una demanda).
2. Las amenazas, por ejemplo de no reelección de un diputado, y que pueden llegar
al chantaje más o menos directo.
3. La utilización de recursos financieros, en donde cabe desde la financiación de
partidos o campañas electorales, hasta la corrupción individual o colectiva con
sobornos.
4. El sabotaje a la acción del gobierno (huelga de inversiones, resistencia pasiva,
negativa a pagar los impuestos).
5. La acción directa, con medidas como manifestaciones, huelgas, lock-out e
incluso el uso de métodos violentos.
Duverger por su parte señala dos tipos de actuación de los grupos de presión: la acción
directa sobre los organismos de poder, que a su vez puede ser abierta y confesada (cartas,
visitas, manifestaciones) o bien oculta y discreta (financiación secreta a partidos, contactos
personales) y la acción indirecta sobre el público, sobre la opinión pública, que a su vez
influye sobre el poder (la propaganda).
Los valores dominantes en una sociedad y el tipo de cultura política de la misma
determina los límites de la utilización de estos medios para lograr la eficacia de la acción.
En aras de esta eficacia se pueden producir situaciones de cooperación y alianza entre
distintos grupos de presión que en principio parece defienden intereses opuestos
(patronales y sindicatos unidos en demanda de ayudas a un sector productivo en crisis), y
en otras ocasiones factores externos llegan a fragmentar la defensa de un mismo interés en
grupos distintos que reclutan sus miembros en idéntico ámbito social, (divisiones sindicales
por motivos ideológicos).
Las instancias en que los grupos ejercen su presión dependen de la estructura del
sistema político, de los mecanismos de toma de decisiones. En los países democráticos esas
instancias suelen ser, según Von Beyme, las asambleas legislativas, el gobierno, la
administración, la justicia, los partidos políticos, la opinión pública, las organizaciones
internacionales. En función del objetivo perseguido o del momento elegido se presionará
sobre alguna de ellas, o varias, sucesiva o simultáneamente. La Palombara demostró que en
Italia los grupos de presión preferían para ejercer su influencia contactar, por este orden,
con la administración, con otros grupos, con instituciones locales y con el parlamento.
36
fundamentales griega y española con respecto a los sindicatos. Se
puede hacer directamente, dedicándoles un artículo (como el art. 7 de
la española que trata de los sindicatos y las patronales) o
indirectamente, reconociendo constitucionalmente algunos de los
fines del grupo de presión, como el artículo 51 español, que se refiere
al fomento de las organizaciones de consumidores que serán oídas en
determinados casos.
En ocasiones las constituciones ponen condiciones las que tienen
que someterse esos grupos reconocidos (que su funcionamiento
interno sea democrático, art. 52 de nuestra Constitución, sobre
organizaciones profesionales), o excluyen a algún sector de
ciudadanos de la participación en esos grupos (el art. 28 excluye a
loso miembros de las Fuerzas Armadas del derecho de sindicación y
señala peculiaridades en el de los funcionarios). Las constituciones
también pueden establecer cauces para la expresión de los intereses
de los grupos, o vías que permiten la presión: el derecho de petición
y la iniciativa legislativa popular, por ejemplo. Algunos cauces son
específicos para determinados grupos, como la audiencia de las
organizaciones de usuarios, el Consejo para la planificación
económica (art. 131 de la Constitución española) en el que estarán
representados los sindicatos y las organizaciones profesionales.
Algunos grupos de presión no tienen relación con los partidos, otros sólo
ocasionalmente y también existen lazos estructurales entre ambos actores del sistema
político. Estos lazos pueden ser de varios tipos: a) Subordinación de los grupos de presión
a los partidos, que a veces es reconocida y establecida en los estatutos (organización
femenina o juvenil de un partido) y otras veces no, y el control de los partidos se lleva a
cabo mediante personas interpuestas en los órganos de dirección del grupo. b)
Subordinación del partido a los grupos de interés. El ejemplo más visible lo constituyen los
“partidos indirectos” como el Labour en sus primeros decenios, o los partidos
conservadores ligados a las patronales. c) En circunstancias especiales puede darse una
cooperación en pie de igualdad entre partidos y grupos de presión (Comité anti-OTAN). d)
Oposición entre ambas organizaciones, bien por parte del grupo hacia el partido,
acusándole de ineficacia, o viceversa, denunciando las presiones del grupo.
Otras situaciones a tener en cuenta son la posible trasformación de un partido en grupo
de presión (Fuerza Nueva en 1982) o de un grupo de presión en partido político (los
grupos ecologistas alemanes que se convierten en el Partido de los Verdes, logrando
representación parlamentaria).
Almond y Powell consideran a los grupos de presión como elementos que presentan
demandas sociales a los centros donde se toman las decisiones, como las estructuras que en
37
las sociedades desarrolladas cumplen la función de “articulación de intereses”. También se
han señalado otras numerosas funciones que cumplen, tales como ser una de las instancias
de socialización política, un cauce de comunicación política entre los grupos sociales y los
gobernantes, una cantera de reclutamiento de élites política.
Meynaud les atribuye tres funciones: son fuente de información para las instancias
decisorias; favorecen el “asentimiento-participación” al asegurar la aceptación de las
decisiones por los interesados, lo que contribuye al consenso; canalizan las reivindicaciones,
las nacionalizan, las ordenan. Coincide con Merton, quien señala que los grupos de presión
juegan un papel manifiesto de reivindicación y otro latente de integración en especial los
sindicatos).
En situaciones de ausencia de partidos políticos, los grupos de presión pueden cumplir
funciones que en condiciones de normalidad democrática están encomendadas a los
partidos políticos, como ser proveedores de personal político, ser canales de representación
parlamentaria, o de oposición política. Se habla entonces de los grupos de presión como
“fuerzas políticas de sustitución” o como “sustitutivos funcionales de los partidos políticos.
38
Capítulo II - INTRODUCCIÓN AL MARKETING
39
No obstante, con todo lo anterior no queremos dar a entender que no cabe en
marketing una formación sistemática, coordinada, lógica, teórica en sus principios y
práctica en sus aplicaciones, científica en una palabra, porque el marketing es una ciencia,
empírica sin duda alguna, pero verdadera ciencia. Aunque sea arte. Por ello cabe hablar,
como ya hemos hecho, del marketing como ciencia y del marketing como arte.
Puede comprenderse el valor de la formación en el marketing, comparándolo a la
arquitectura. Evidentemente, las obras de Le Corbusier o Gaudí son fruto de la genialidad
del artista, las cualidades innatas del arquitecto y la experiencia vivida, pero nadie se
atrevería a negar la base científica de su arte ni la utilidad de las técnicas que estudiaron
sistemáticamente.
2. QUÉ ES EL MARKETING
Con las salvedades indicadas, diremos que por marketing se entiende el conjunto de
actividades destinadas a lograr, con beneficio, la satisfacción de las necesidades del
consumidor, con un producto o servicio.
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Se recalca que el marketing es un “conjunto de actividades” para distinguir claramente
que no se trata de una actividad aislada, inconexa, sino que engloba y coordina una serie de
acciones de contenido diverso.
“La satisfacción de las necesidades” debe interpretarse en el sentido más amplio y
siempre dentro del concepto que de necesidades nos da la ciencia económica, el cual no
coincide precisamente con el sentido que se da a la palabra vulgarmente. Recordemos que
en Economía se entiende por necesidad toda sensación de carencia.
“El consumidor” de la definición tiene igualmente un contenido más amplio que el que
vulgarmente se le atribuye. Por su importancia, como destinatario de las acciones de
marketing, se le dedica un capítulo completo en el que se precisa qué es lo que cabe
entender por consumidor. Por ahora baste decir que es igualmente “consumidor”, quien
“consume” una barra de pan, “usa” un par de zapatos o “utiliza” los servicios que le presta
un camarero, aunque en los dos últimos casos nunca se hablaría de “consumidor” en el
sentido vulgar de la palabra, sino de “usuarios”.
“Con beneficio” ha de interpretarse también de forma extensiva. Sin duda en la
mayoría de las circunstancias, o sea en las empresas con fines lucrativos, el “beneficio”,
cuya obtención ha de presidir los criterios de la actividad del marketing, será materialmente
medible. En otros casos, serán “beneficios” de otro orden. Piénsese en el marketing de
ideas, el marketing político, etc. ¿Quién se atrevería a negar que quedan fuera del marketing
muchas de las acciones descritas bajo el significado de The Selling of a President (Vender
un Presidente), la obra de J. Mc. Ginniss.
Lo que corre menos peligro de ser incorrectamente interpretado es lo que se entiende
por “producto o servicio”. En el capítulo 18 se trata a fondo esta cuestión y a él nos
remitimos.
Las actividades de marketing muchas veces son contempladas, por deformación, desde
el único prisma de aquellas acciones que se dirigen a producir ingresos, en contraposición al
resto de actividades que son únicamente origen de gastos e inversiones Una de las ventajas
de la definición finalista que se ha propuesto es que confiere al marketing un sentido
trascendente, más social, en el que la producción de ingresos, como finalidad esencial, se
subordina a otro fin superior, la “satisfacción de necesidades”, capaz de ser defendido con
la ética más estricta.
Otras definiciones, clásicas en la materia, son aquellas que insisten en que se considere
al marketing como la serie de actividades que dirige el flujo o corriente de los bienes y
servicios desde el productor al consumidor. Indudablemente todas estas actividades están
validamente comprendidas dentro del marketing.
Una aproximación muy simplista, pero de valor práctico, es la que afirma que el
marketing se compone del conjunto de actividades comerciales de la empresa. Siguiendo
con el intento simplificador, los partidarios de esta definición suponen a la empresa
simbolizada gráficamente por el siguiente esquema:
ADMINISTRACION
EMPRESA
PRODUCCIÓN COMERCIAL
41
2.2 Importancia del marketing
Varios son los criterios que, cada uno por separado, nos demuestran la importancia
creciente del marketing en el mundo de nuestra época. En vez de analizarlos por separado
consideremos en bloque los distintos criterios de valoración para así simplificar lo que es
evidente, la importancia del marketing en nuestros días. El adagio típico de “el buen paño
en el arca se vende” ha perdido toda vigencia. Muy al contrario, podría afirmarse
rotundamente a la vista de miles y miles de experiencias que el buen paño en el arca “no”
se vende, si no existe uno u otro tipo de actividad de marketing que lo dé a conocer y lo
haga desear. El marketing es a la empresa lo que el motor al automóvil: la fuerza impulsora.
No es preciso entrar en detalle de lo que ocurre en toda empresa si las actividades de
marketing se debilitan: la producción, por esmerada que se realice queda invendida o debe
liquidarse con pérdida, la administración puede funcionar correctamente contabilizando
con exactitud, rapidez precisión los resultados negativos, y así el resto de los servicios. De
las afirmaciones anteriores no sería lógico deducir que sólo el marketing es importante en la
empresa. Continuando con el símil mecánico, el más poderoso de los motores sería incapaz
de poner en marcha un vehículo con las ruedas pinchadas o falto de gasolina, pero,
fundamentalmente, la mayor o menos velocidad depende del motor.
Si analizamos el problema con un criterio cuantitativo encontraremos los siguientes
resultados: en Estados Unidos, más de la mitad del precio de venta de un producto de gran
consumo se destina, como media, a actividades de marketing.
Contemplando el hecho desde otro ángulo se ha comprobado que de cada 1.000
personas activas, 433 están dedicadas a operaciones de marketing, mientras que en los
Estados Unidos aproximadamente 88 de cada 1.000 personas trabajaban en este tipo de
actividades. Esta comparación nos da idea de la rapidez del incremento de la importancia
del marketing en los últimos años.
Los criterios de tipo laboral abundan en la misma idea. Uno de ellos es el que configura
al marketing como actividad específica de quienes acceden a puestos de Dirección General
o Gerencia. La realidad nos muestra que cuando un Gerente o un Director General llegan
al cargo por vía promocional, proceden de alguna de las ramas en que se divide la actividad
empresarial. La importancia del marketing queda patentizada por el porcentaje cada vez
creciente que representan entre los más altos cargos quienes acceden a ellos por la vía del
marketing.
Otro criterio laboral que descubre la importancia del marketing es la equiparación de
los tipos de retribuciones reales, observándose que, como promedio, a igualdad de otros
factores, como formación, tiempo en la empresa, edad, etc., las personas ocupadas en
actividades de marketing perciben remuneraciones superiores.
42
de marketing y se piensa fundamentalmente que para conseguir las necesarias economías
externas que provoquen el verdadero “despegue” de una economía, tan vital como la
construcción de obras de infraestructura, lo es la creación de las apropiadas estructuras de
marketing.
De las anteriores consideraciones insistiremos en dos de ellas: a igualdad de otras
circunstancias y a nivel macroeconómico, el grado de desarrollo económico y social de un
país en función del marketing mientras que, a nivel microeconómico, el grado de desarrollo
y éxito de toda empresa en función también del marketing. Ambas son lo suficientemente
explícitas para expresar la gran importancia que atribuimos a esta moderna ciencia.
en la que:
“x” como variable independiente, representa el haz de medios o técnicas que es posible
variar a corto plazo;
Determinantes son las condiciones externas que influyen en los resultados de las
actividades de marketing. A corto plazo, los determinantes son datos de los problemas de
marketing. Su conocimiento y análisis es básico y esencial porque lo condicionan en dos
sentidos fundamentales: en primer lugar, puede afirmarse que para la consecución de los
objetivos concretos que se pretendan, las acciones a desarrollar y las técnicas a emplear,
deberán ser necesariamente distintas, en la medida que lo sean los determinantes en que se
apliquen. Igualmente es incuestionable que las mismas técnicas nos darán resultados
dispares en función de los determinantes. Esto aclara el hecho de que, técnicas que han
probado su eficacia en un determinado país, en circunstancias concretas o en algún tipo de
empresa, ofrezcan en ocasiones resultados dispares por muy exactamente que se adopten y
apliquen en otras naciones, cuando concurren distintas circunstancias o se trata de
empresas de otro tipo. Al tratar de averiguar las posibles causas de nuestros fracasos,
cuando una técnica, de probada eficacia, no logra sus objetivos, encontraremos éstas en la
ineficacia de las personas que la han aplicado, o en la variación de los determinantes. Otra
consecuencia práctica de lo dicho con anterioridad es el cuidado con que debe efectuarse la
adopción de técnicas foráneas, tanto si proceden de experiencias ajenas, como si fueron
aprendidas en textos destinados primariamente a zonas en las que se encuentren vigentes
otras formas distintas de los determinantes del marketing. El verbo “adaptar” con todo lo
que significa es mucho más apropiado en tales circunstancias que el mucho más simple de
“adoptar”.
43
El número e importancia de los determinantes del marketing puede variar según
criterios subjetivos. Gráficamente se expone a continuación una de las posibilidades de
clasificación de estos determinantes.
En esta exposición gráfica, se resalta en el círculo central la figura del consumidor. Este
lugar no es caprichoso, sino que revela la importancia primordial del consumidor, no sólo
como destinatario de las acciones de marketing, sino como determinante principal de tales
acciones.
Cada uno de los seis lados del hexágono indica uno de los restantes determinantes del
marketing: el mercado, la competencia, la empresa, la coyuntura, el marco socio-económico
y el marco legal. Tal es la importancia de los determinantes del marketing, que a su estudio
se destinan los siete capítulos de la primera parte de esta obra y, en ciertos aspectos, los tres
capítulo de la parte segunda. A ellos nos remitimos para su análisis pormenorizado. Sin
embargo, cabe un postulado válido para todos ellos: el conocimiento de los determinantes
es imprescindible.
44
desarrollar y que constituyen el contenido del marketing mix, mezcla o combinación de
acciones de marketing.
Analicemos con enfoque práctico cada uno de los tres puntos que integran la noción de
estrategia de marketing.
La selección del mercado cabe realizarla con dos finalidades que conviene analizar, para
conocer en qué situación nos encontramos, antes de actuar.
La primera finalidad, óptima en el sentido lógico, es seleccionar el mercado para
conocer las necesidades de los integrantes del mismo y adecuar el producto y las acciones
de marketing al mercado escogido, de forma tal, que las garantías de éxito sean máximas.
Como fin alternativo, más común en la práctica, se da el hecho de partir de un
producto concreto o de una línea de productos, en cuyo caso la selección el conocimiento
de un mercado sirve para poder decidir cuál de ellos se ajusta con mayor probabilidad a los
objetivos que nos proponemos.
Indudablemente es preferible elegir el mercado, conocerlo, y buscar seguidamente el
producto y la forma de satisfacer las necesidades de los componentes del mercado
escogido, que actuar inversamente, tratando de encontrar los consumidores más adecuados
para un producto ya determinado, pero cualquiera que sea la circunstancia concreta en que
basar nuestra actuación, la selección del mercado es imprescindible.
45
3.2 Selección de los objetivos
46
una determinada imagen de marca, etc. Hoy en día, y cada vez con mayor fuerza, los
objetivos cualitativos están recibiendo gran atención a la hora de elaborar os planes de
marketing, puesto que las estrategias de actuación se van sofisticando progresivamente.
Para cerrar finalmente el tema, debe advertirse que conviene señalar objetivos
alcanzables pero con dificultad. Si no son alcanzables se convierten en una entelequia,
actuando negativamente sobre la motivación de personal. Si resultan excesivamente fáciles
de conseguir pierden buena parte de su carácter estimulante.
No hay un marketing específico para cada sector de actividad. Hay un solo marketing,
no obstante, lo que existe es la adecuación de los principios generales a las peculiaridades
de cada caso.
Por ello se pretende con éste manual, introducirnos en las adecuaciones genéricas de
marketing, en el ámbito electoral y del sector público.
47
Capítulo III - MARKETING POLÍTICO
1. BASES
1.1 El electorado
El objetivo del análisis del mercado electoral es obtener una información que permita
tomar decisiones en orden a la configuración y perfilamiento de la campaña. El estudio del
mercado electoral se refiere tanto a aspectos cuantitativos (electorado potencias, potencial
por opciones, potencial favorable, etc), como a cualitativos (preocupaciones y valoración
relativa de las mismas, perfil del candidato ideal, etc.).
48
1.2 El candidato
La posible distorsión entre ambos perfiles determina las acciones correctivas asociadas
a un control permanente tendente a aproximar en lo posible ambos perfiles, o en defecto, a
minimizar los aspectos negativos –los más distantes del perfil ideal- y maximizar los
positivos –los más próximos al ideal.
Este tipo de análisis, utilizado por Maddoux para la elección de Nixon, se fundamenta
esencialmente en los fenómenos de imagen y, por consecuencia, de percepción.
El candidato debe intentar comunicar el público la imagen deseada por el electorado.
A título de ejemplo, citamos algunos de los componentes de imagen ideal que se
estimaban convenientes para los candidatos a las elecciones municipales españolas de 1979,
según diseño del departamento de acción electoral de uno de los partidos concurrentes a las
mismas. Los candidatos deben ser:
- conocidos, democráticos, jóvenes (entre 30 y 50 años);
- incorruptos y honestos (no relacionados con la especulación urbana o
similar);
- eficaces, conocedores de las cuestiones locales, renovadores y
emprendedores;
- preparados ideológicamente, con capacidad para el debate político, sin
historial autoritario, no oportunistas;
- moderados y combativos.
1.3 El programa
49
El análisis de la sensibilidad del público-objetivo sirve habitualmente para conocer los
ejes de comunicación (los mensajes básicos) de la campaña del candidato-partido,
coherentes con el programa político, y dotado de la mayor capacidad de impacto para los
distintos segmentos electorales.
A modo de resumen, pueden señalarse que el marketing político se centra en los
siguientes componentes:
- análisis del marco legal de la elección o convocatoria;
- investigaciones, a través de sondeos de opinión y estudios
motivacionales, para conocer el mercado electoral, las actitudes del
electorado, los ejes de comunicación de la campaña y el perfil de los
candidatos;
- determinación de los objetivos electorales;
- formulación de las posibles estrategias electorales.
50
- necesidad de concebir la campaña como un plan abierto y flexible, es
decir, susceptible de reorientación y gradación. La campaña debe tener
capacidad de respuesta frente a las posibles acciones de la competencia y
ante eventos imprevistos.
(Cifras en %)
Partidos
Medios UCD PSOE/PSC PCE/PSUC CD
Prensa 20 5 5 20
Radio 20 5 30 40
Exterior 40 50 15 30
Directa 20 25 45 10
Varios - 15 5 -
Es objetivo que la distribución del presupuesto por medios de cada partido responde a
la estimación de la capacidad de impacto de los medios elegidos en su público-objetivo. A
título general, puede señalarse que se asiste a una revalorización de la radio, una cierta
estabilización del medio prensa y se otorga una creciente importancia a la publicidad
exterior y directa.
La televisión tiene una importancia tan decisiva en la orientación y formación del voto,
y en la propia formación de la imagen de los líderes políticos, que su uso acostumbra a ser
regulado y limitado. De hecho, el ciudadano-votante-espectador de los países desarrollados
equivale virtualmente a la totalidad del cuerpo electoral. Se dice y se repite, que un partido
51
podrá perder unas elecciones por una mala o deficiente utilización de la TV, pero en
cualquier caso nunca podrá ganarlas si prescinde de este medio de comunicación.
Se atribuye tanta importancia a la TV, que ha nacido un nuevo concepto: el de “líder
electrónico”, es decir, el hombre capaz de arrastrar a una gran cantidad de seguidores por
medio de la televisión, de “traspasar” la pantalla y hablar de tú a tú a cada espectador-
votante, Kennedy, De Gaulle, Giscard, Suárez, González, probablemente encajen en dicha
categoría de líderes.
Las relaciones públicas constituyen un instrumento indispensable en orden a arropar y
complementar la campaña publicitaria, tanto en su vertiente de acción directa (reuniones y
banquetes, el “puerta a puerta”, el teléfono, etc.), como en especial en su vertiente indirecta
(influencia y persuasión sobre los líderes de opinión, que en muchos casos cumplen una
función prescriptora sobre los votantes, en particular sobre los indecisos).
La promoción pretende el acercamiento del candidato-partido a la clientela electoral. Se
trata, en suma, de aprovechar y explotar las oportunidades de presencia y relación del
candidato. La manifestación más conocida es la que se denomina, en germanía política,
“amasar la carne”, o sea, estrechar manos en los supermercados, a la salida de las fábricas,
en las escuelas, en las oficinas de subsidio de los desempleados, el bajar a una mina, etc. La
interpenetración promoción-publicidad múltipla el eco de la acción.
La campaña electoral debe contar con medios de control permanente, a través de
sondeos de opinión, que permitan conocer la evolución de las actitudes del electorado y el
impacto de las acciones propias y ajenas en la opinión pública. Dicho mecanismo permite
tomar medidas correctoras de la acción electoral.
Esquemáticamente, la campaña, consta de las siguientes fases:
52
utilizar, sino que se apoya en un conjunto de principios básicos que son aplicados en
prácticamente todos los casos, tanto específicos como de carácter general.
Hay que considerar dos ideas fundamentales que se desarrollarán en los dos capítulos
en que se divide esta parte:
- El marketing político adopta muchas veces los métodos del marketing comercial,
pero posee métodos específicos en su campo y su propio ámbito de actividades.
- Deben observarse rigurosamente determinadas líneas de acción, cualquiera que
sea la forma de comunicación empleada.
53
MARKETING
Valor simbólico
PRODUCTO COMPRA/
SATISFACCIÓN
Valor práctico
PRODUCCIÓN
En el caso del marketing político, al contrario, se trata de definir los objetivos y los
programas políticos e influir en el comportamiento del ciudadano; sobre todo, al acercarse
las elecciones. Los términos de la ecuación de antes quedan falseados por el simple hecho
de que para los votantes el valor práctico de los políticos es casi nulo. En muchos casos, el
ciudadano puede esperar no directos y concretos beneficios, a corto plazo, de los
resultados de las elecciones. Cuando se emplea el marketing político, se debe tener bien
presente que no se trata de efectuar simplemente una transposición del marketing
comercial, ya que este último tiene un claro y preciso objetivo: la compra y uso de los
productos de consumo.
Todo ello significa que no se puede hacer una transposición, pura y simple, de los
instrumentos y métodos del marketing comercial. Porque en el marketing político no se
pueden emplear muchos de los criterios y proyecciones que aquél emplea: como gráficos de
curvas de ventas, dimensión del mercado potencial, etc. Los sondeos de opinión, por
ejemplo, no proporcionan una información tan fiable como las estadísticas de venta en el
caso del marketing comercial –como se verá en el siguiente capítulo-; y, por otra parte, los
acontecimientos políticos son muchas veces imprevisibles, en tanto que suele ser mucho
más fácil prever el comportamiento del consumidor.
54
• En el sector comercial:
- El marketing constituye, en síntesis, un método global y sistemático de
redefinición, de apoyo y de promoción de un producto con el fin de aumentar su
venta.
- La “información” es un proceso unidireccional de la “comunicación”, uno de
cuyos instrumentos se denomina publicidad, cuando es pagada por un
anunciante.
SECTOR COMUNICACIÓN
COMERCIAL POLÍTICA
Publicidad
Estudios política Sondeos
Publicidad de mercado Etc (anteriormente
denominada
propaganda)
Podría decirse que, en cierto modo, la “publicidad” tal como la realizaban sus pioneros,
ya ha desaparecido; incluso en el sector comercial. Por otra parte, el término “publicidad”
tiene una connotación negativa para el gran público, atribuyéndosele un tipo de
información distorsionada, o sesgada. La publicidad, realmente, data de los comienzos de la
comunicación, al igual que la propaganda, su equivalente en el ámbito de la comunicación
política. La propaganda no era otra cosa que la adaptación de la antigua “publicidad”
convencional, que era utilizada generalmente por instituciones gubernamentales: se trataba
de una comunicación parcial, de tipo unidireccional, y que trataba de imponer unas
55
opiniones. Tanto si se trata de “publicidad” como de “propaganda política”, el mecanismo
es el mismo en relación con el proselitismo, en el sentido original del término.
La comunicación política moderna hace cada vez menos uso de la publicidad política y
de los instrumentos de ésta –carteles, spots publicitarios, etc.-, sin llevar a cabo un gran
esfuerzo de preparación que equivalga a la realización de una verdadera operación de
marketing político. Se tiende a emplear las denominaciones comunicación política y
marketing político de manera indistinta, debido a que ambas se encuentran
indisolublemente unidas, o, como mínimo, muy cerca de estarlo. Señalemos, asimismo, que
se utilizará el término publicidad en un sentido restringido, con el significado de
información unidireccional.
Coherencia
El logro de una campaña efectiva exige una completa redefinición del conjunto de la
política de comunicación; y excluye la repetición, sin modificaciones, de la estrategia de una
campaña anterior; incluso aunque ésta hay alcanzado éxito. Al mismo tiempo que se respeta
la regla de coherencia, hay que evitar la tentación de repetir una campaña de comunicación
política, cosa que no siempre resulta fácil de hacer. Casi siempre, el cambio de un solo
factor (un nuevo oponente, un nuevo medio con amplia audiencia, un hecho nuevo que
introduzca alguna alteración, etc.) puede dar lugar al retroceso del candidato que se haya
limitado a reproducir la estrategia de una campaña anterior.
Diferenciación mínima
Sea cual fuere el tipo de campaña y las opciones elegidas, es indispensable que estas
últimas den ventaja segura y diferencien al candidato, como mínimo, en un punto
específico. En efecto, ¿por qué habrían de votarle los electores si no cuenta con un
elemento diferenciador con respecto a sus oponentes?
56
Debe hacerse hincapié en esa diferenciación mínima a lo largo de toda la campaña
política, aunque ello, a veces, pueda constituir un razonamiento propio de sofistas más que
la posesión de una ventaja real. Esto significa que determinadas características de los
candidatos pueden ser presentadas lo mismo como cualidades que como defectos. Por
ejemplo: la juventud en un político, o la experiencia en otro; el tener conocimientos
económicos, o el carácter de ellos, pero pudiendo contar con un excelente equipo de
asesores económicos; el tener experiencia en cargos públicos, o bien no disponer de ella,
pero pudiendo ser presentado en este caso como el hombre que hace falta para un nuevo
tipo de liderazgo, etc.
Máxima seguridad
El marketing político constituye un proceso global y puede dividirse en dos etapas que,
a su vez, se subdividen en dos fases:
57
DETERMINACION DEL EJE CENTRAL DE LA CAMPAÑA
Campaña de imagen Campaña electoral
DETERMINACIÓN DE BLANCOS
Y OBJETIVOS DE LA CAMPAÑA
DIRECCIÓN DE LA CAMPAÑA
(Si puede ser, tras una prueba a pequeña escala, una
investigación realizada rápidamente, y con las
rectificaciones que sean necesarias
- En primer lugar, se establecen las bases de la estrategia con arreglo al eje central
de la campaña y los análisis sobre el terreno (considerando desde los receptores
potenciales de la comunicación hasta las fuerzas de oposición; por ejemplo, con
respecto a los adversarios políticos en el período de una campaña electoral).
- En segundo lugar, la determinación de los objetivos reales: objetivos, imagen,
temas de la campaña.
58
El marketing político se aplica principalmente en dos áreas: campaña de imagen y
campaña electoral. La primera elección que ha de hacerse en el marketing político se
encuentra aquí; y, según sea una u otra la decisión tomada, dependerá el curso posterior del
proceso.
La determinación del eje central de una campaña no es algo tan fácil como pueda
parecer. Así, ocurre que a veces un candidato toma parte en una campaña electoral sin
contar con posibilidades reales de ganar. En este caso, su campaña ha de ser, de hecho, una
campaña de imagen, y debe ajustarse a este planteamiento. En cambio, si se trata de un
político que se halla en una posición intermedia, como candidato con pocas posibilidades
de éxito en la elección –aunque sin excluir enteramente alguna posibilidad de victoria-, el
llevar a cabo una campaña enfocada de modo triunfalista hacia la victoria, podría ayudarle
en el logro de sus objetivos. Ahora bien, esta actuación encierra también el riesgo de que,
en el caso bastante probable de derrota, este candidato vea mermadas sus posibilidades de
futuro en el escenario político de su país (su derrota podría entonces adquirir mayor
relieve). Por ello, la decisión tomada puede acarrear serias consecuencias.
La campaña de Ronald Reagan en las primarias presidenciales de 1976 suministra un
buen ejemplo de campaña electoral que sería planteada como una campaña de imagen
destinada a preparar la posterior victoria. Apartándose de la competición lo bastante pronto
como para adquirir la imagen de quien juega limpio, Ronald Reagan conseguiría, con no
poca habilidad, mantener todas sus posibilidades para las siguientes elecciones. Otra
campaña parecida fue la de François Mitterrand –futuro presidente de la república francesa-
, en 1976, contra el general De Gaulle. Mitterrand tenía entonces muy pocas posibilidades
de salir vencedor, por lo que actuó sagazmente con miras a verse situado en la posición de
líder de la oposición en los años siguientes (lo que iría preparando el terreno para su
victoria final de 1981).
59
Finalmente, cuando tienen lugar elecciones locales, o en la transmisión local de una
campaña nacional, los análisis de campo deben aportar un conocimiento de las
características de cada distrito electoral. Y, por su parte, los corresponsales políticos deben
elaborar una descripción de las particularidades socioeconómicas o culturales locales.
Búsqueda de blancos
60
en otros receptores, que son, a su vez, destinatarios suyos en materia de
comunicación,
- o la de modificar algunos aspectos de la comunicación en función de unos
segmentos de población suficientemente precisos y relativamente amplios.
TRANSMISOR DE OPINIÓN
influencia
EMISOR MEDIO
comunicación
directa
RECEPTOR
Efectos
de la comunicación
(si existen)
Este fenómeno es, desde luego, de mucha utilidad para el marketing político. Se sabe
que muchas veces la única forma de conseguir un impacto efectivo entre las personas-
blanco consiste en lograr influir en sus transmisores de opinión; de modo parecido a como
un representante de detergentes trata de convencer a las amas de casa de que las mujeres
que elogian su producto en la televisión no son actrices profesionales, sino verdaderas amas
de casa que muestran en ejemplo a seguir.
BLANCO 1
BLANCO 2
BLANCO... de la comunicación
(si existen)
BLANCO n
RECEPTORES
(n) comunicaciones directas
61
3.3 La segmentación de la población
- sexo,
- edad,
- categoría sociolaboral,
- estilo de vida, o hábitos de consumo (nivel y tipo de gastos personales).
62
- si deja de lado los segmentos que simpatizan con el candidato, ya que parecen
haber tomado partido por éste, y concentrarse en una campaña dirigida a los
votantes indecisos. Estos votantes a los que se puede persuadir, o votantes
flotantes, constituyen a veces el objetivo principal de una campaña de
comunicación.
- O dirigirse a los segmentos que simpatizan con el candidato, para asegurarse su
fidelidad y también para tratar de que sean transmisores de opinión hacia blancos
menos fáciles; en este caso, los votantes más vulnerables representan un objetivo
específico.
El marketing político, muy a menudo, selecciona sus principales objetivos entre los que
se abstienen o los indecisos; por ejemplo, entre los que pueden ser persuadidos y los
electores flotantes. Debido a los escasos márgenes que a veces separan a los principales
partidos o líderes en las votaciones, a veces resulta más práctico tratar de convencer a los
ciudadanos indecisos, que son los que a menudo aportan los votos decisivos. Esto explica
por qué es tan difícil de aplicar este método, ya que los políticos utilizan la campaña de
comunicación política precisamente para llegar a quienes se muestran menos interesados.
En todo caso, debe recordarse que el método de comunicación del candidato no se
limita a una u otra categoría-blanco, aunque las estadísticas indiquen que parece ser las más
interesantes para hacerse con ellas. Ignorar al resto de electores puede resultar peligroso,
porque se corre el riesgo de que se sientan abandonados; y puede producir un efecto
negativo que anularía la ganancia potencial de unos pocos nuevos votantes. En el antiguo
problema de los conservadores que llevan a cabo la campaña con un programa liberal, o de
los liberales que la realizan bajo un programa conservador, con el fin de ganar nuevos
votos. Exponer ideas que no corresponden con las creencias puede dar lugar a que se agote
la paciencia de los todavía simpatizantes.
Es preferible diseñar dos tipos diferentes de comunicaciones que se adapten a las dos
principales categorías, en base a sus afinidades con el candidato en cuestión (véase figura 6):
• “Comunicación de mantenimiento” dirigida a:
- principalmente a los votantes vulnerables, quienes probablemente votarían al
candidato, pero se muestran inseguros;
- en segundo lugar, a los partidarios, para darles confianza.
• “Comunicación de conquista”, dirigida a:
- los electores flotantes, principalmente;
- también a los votantes vulnerables que se inclinan hacia el oponente político.
Partidarios firmes
con respecto
a los candidatos rivales
Votantes vulnerables
que se inclinan hacia
Comunicación los candidatos rivales
de “conquista”
Indecisos
CANDIDATO o electores flotantes
Comunicación
de “mantenimiento”
Votantes vulnerables
que se inclinan hacia
los candidatos rivales
Partidarios firmes
del candidato
63
4. DETERMINACION DE LA IMAGEN Y TEMAS DE LA CAMPAÑA
64
A. La palabra “unique” de la fórmula USP encierra un doble significado. En primer lugar,
presupone una gran eficacia cuando la imagen muestra claramente que el producto
determinado posee un elemento que lo diferencia de todos los otros del mismo género.
Este elemento puede presentarse a los consumidores como la ventaja específica del
producto.
Todos los intentos que se hicieron en Gran Bretaña, en los últimos años, para lanzar un
“tercer” partido político se han visto perjudicados por este problema de la complejidad de
la imagen. La existencia de tres líderes, compitiendo al frente de sus partidos, plantearía una
de las principales dificultades para ello.
Este epígrafe puede parecer algo paradójico, pero lo cierto es que el marketing político
debe vencer importantes obstáculos una vez efectuado el diseño de la imagen del político.
Existe un compromiso intrínsecamente unido a la imagen, vinculado a ella, con el
destinatario de la comunicación: una promesa de seriedad, de modernidad, etc. Y resulta
difícil mantener esta promesa, ya que se trata básicamente de una construcción subjetiva; y
cualquier hecho de poca importancia podría echar por tierra una imagen en cuya
elaboración se han invertido muchos esfuerzos. Por ejemplo, la imagen de un político que
65
tiene un conocimiento profundo de diferentes materias podría verse destruida de golpe el
día en que un periodista, cogiéndole por sorpresa, le hiciera una pregunta demasiado
precisa, a la que el político se negase a responder, o que fuera incapaz de contestar.
La imagen del político resulta mucho más difícil de controlar que, por ejemplo, sus
promesas electorales. En cuanto a éstas, el receptor sólo podrá “juzgar” el valor de las
promesas hechas –salvo si se comete un grave error de base- al concluir la campaña, tras el
día de la elección; mientras que el juicio sobre la validez de la imagen del político puede
tener lugar de inmediato, y, a veces, de manera definitiva.
Existen dos clases de factores, no controlables, que ponen de relieve las dificultades de
mantenimiento de la imagen:
B. Imposibilidad de un completo control sobre la evolución de la imagen. Hay que subrayar que
aunque para sus destinatarios la imagen del político esté en armonía con su personalidad,
mantener un verdadero control de su evolución y la percepción de la misma se hace
66
imposible a largo plazo. Un incidente aparentemente insignificante o un ligero detalle
puede adquirir de pronto grandes proporciones y destruir la credibilidad de la imagen.
Un excelente ejemplo de esto nos lo ha proporcionado el presidente francés Valery
Giscard d’Estaing. Consciente de que podía ser considerado demasiado grand bourgeois por
muchos ciudadanos, este político puso especial cuidado en mostrar una imagen que incluía
algunas características que le acercaban a las clases medias: por ejemplo, en una aparición
en un popular programa de televisión, tocaría el acordeón, un instrumento muy vinculado a
la cultura popular francesa. ¡Pero esta algo forzada muestra de sencillez y acercamiento
perdería todo su efecto, en un solo instante, cuando otro día, al responder a diversas
preguntas en un programa televisivo en directo, no supo decir cuánto costaba un billete en
el metro de París! El Primer ministro sueco, Olof Palme, sería el protagonista de otro
sonoro fallo de este género, cuando en un debate con M. Fäldin se vio incapaz de dar una
cifra aceptable de lo que costaba el alquiler de un piso de tipo medio.
Esto demuestra sobradamente que la elaboración de la imagen de un político no es cosa
fácil. La percepción subjetiva de su imagen por el público en general hace difícil esa
elaboración, y más problemático aún el control de su evolución.
Lo anterior explica por qué la elección de los temas de campaña representa el aspecto
del proceso de marketing político que más pone en peligro la autonomía del político. Las
ideas políticas que sostiene pueden entrar en contradicción con las que los sondeos estimen
que son las que representan los deseos de la población. Esto hace realmente muy difícil que
el político pueda mantener como temas de campaña unas ideas que parecen impopulares.
A la inversa, resulta tentador el adoptar como principales temas de campaña aquellas
cuestiones que según las encuestas aparecen como dominantes en la opinión pública.
Algunos políticos, actualmente, nunca se arriesgan a mantener otro tipo de temas de
campaña.
Una vez expuestas estas consideraciones, señalemos que el desarrollo de la elección de
los temas de campaña rebase el ámbito de este estudio, y es una decisión que, por supuesto,
toman los políticos y sus asesores: ya sea planteando abiertamente problemas políticos o
sociales, presentando temas de tipo local o nacional (en el caso de elecciones locales),
adoptando una plataforma de carácter ideológico o pragmático, etc.
Hay que observar que algunos asesores políticos tratan de poner al servicio de los
políticos herramientas de “ayuda” para la selección de los temas de campaña. Utilizando
fórmulas diversas, elaboran métodos que relacionan la popularidad de determinadas
cuestiones con la credibilidad que éstas tendrían en caso de ser defendidas por el candidato
67
para quien trabajan. Pero, en realidad, estos métodos no son otra cosa que un proceso
empírico, que se presenta como racional. No es posible saber de antemano si un político
tendrá credibilidad en un nuevo tema de campaña, ya que no dispone de una experiencia
anterior y, por otra parte, las encuestas en que se basa el estudio parten de una situación
potencial. Aquí aparece, sin duda, el límite que no deben cruzar los asesores en marketing
político: la ayuda en la toma de decisiones no puede sustituir a la verdadera decisión
política.
Con todo, el marketing político ofrece en el aspecto técnico una información muy útil
por medio de los sondeos de opinión, y ofrece también útiles líneas directrices para la
elección de los temas de la campaña, respetando, por supuesto, las dos reglas básicas que
anteriormente se indicaron:
En todo caso, y sea cual fuere la decisión final que tome públicamente acerca de los
temas de campaña, el político ha de observar la misma regla de oro que también preside la
elaboración de su imagen. En la medida de lo posible tendrá que limitar los temas de su
campaña para evitar que los receptores de la comunicación tengan la impresión de que se
ha dispersado. Además, hay que tener en cuenta que los modernos medios de
comunicación de masas son menos propicios para la transmisión de mensajes complejos
que otros medios anteriores; y este hecho pesa con fuerza a favor de la regla de “propuesta
única de venta” (USP).
Un buen ejemplo de la aplicación con éxito del USP en una campaña electoral de
carácter general, lo brinda la actuación, en Gran Bretaña, de la Primera ministra, Margaret
Thatcher, tras la guerra de las Malvinas. Pasará a ser vista en su país, de modo general,
como la persona que supo defender los restos del imperio británico. Clinton, en las
elecciones norteamericanas de 1992, haciendo hincapié en las cuestiones económicas,
proporciona también un ejemplo de buena aplicación del USP, con una clara reducción de
los temas de campaña.
Se tienen, claro está, ejemplos opuestos, como el de la campaña que llevó a François
Mitterrand a la presidencia de su país, en 1981, cuando presentó una larga lista que contenía
“110 propuestas”, muchas de las cuales resultaban demasiado complejas para ser
comprendidas a través del proceso de la comunicación. ¡Eran, en todo caso, demasiadas
preguntas para que los electores se acordaran de ellas! Pero el mismo hecho de que se
plantearan más de cien “problemas” en la sociedad francesa de 1981, constituía una forma
clara de poner de relieve la propuesta política de Mitterrand, que era en cierto modo la
resultante de aquellos. De este modo, Mitterrand apareció ante la opinión pública como un
candidato cuya política, en el caso de ser elegido, iba a ser muy diferente de la de quienes le
precedieron. De hecho, la misma cifra de “110” vino a ser algo así como el USP de
Mitterrand en 1981.
Pero aunque haya excepciones, se mantiene la regla general de que cuanto menos
numerosos sean los objetivos, más efectiva será la campaña. Las campañas electorales de
Ronald Reagan constituyen modelos de este género; principalmente la de 1980, centrada en
torno a un corto número de bien definidos temas de campaña, que comenzaban con una
reducción de impuestos.
68
Señalemos que esta limitación de temas y la notable simplificación de contenidos en las
modernas campañas políticas, con objeto de facilitar su difusión en los medios de
comunicación, constituye sin duda una de las principales causas de la reducción de los
contenidos en la comunicación política. Y esto se relaciona, a su vez, con la expresión “fin
de las ideologías”, criticada actualmente por diferentes analistas políticos.
Como suceden en cualquier campaña, una vez que se ha decidido la estrategia deben
elaborase las tácticas para su ejecución, con dos fases principales con respecto a la
comunicación política:
69
Siempre que sea posible, debería llevarse a cabo una campaña piloto a escala reducida,
hecha preferentemente en un sector cuyas características políticas se conozcan: en ciudades
que tengan un pasado político claramente vinculado al candidato, en ciudades donde a
veces el voto es indicativo del resultado final de la elección, o en aquellas en las que están
bien representados los objetivos prioritarios de una campaña de imagen, etc.
A escala reducida resulta más fácil realizar encuestas, para poder hacerse una clara idea
de la eficacia potencial de una campaña; del mismo modo en que el marketing comercial
organiza ventas de ensayo; o como los productores de Hollywood organizan discretos
preestrenos de nuevas películas, con público de pago.
En algunos casos, cabe limitarse a hacer la prueba de sólo un sector de la campaña, con
objeto de examinar su posicionamiento, o para averiguar qué elección sería efectuada en
caso de que se presentaran varias opciones de vecinos. La utilización del correo electrónico
presta un gran servicio en este tipo de experimentación, sobre todo en lo que concierne a la
elección de temas de campaña: unos miles de cartas con impreso adjunto para la respuesta
pueden proporcionar una valiosa información.
En muchos casos, se realiza una prueba “minina” con un grupo representativo de
receptores a los que se proporcionan los principales elementos de comunicación (carteles,
programas, folletos, etc.) Posteriormente se tomará la decisión de mantener, o modificar,
los elementos de la campaña, de acuerdo con los siguientes criterios:
Señalemos que estos cinco criterios de puntuación pueden parecen coincidentes, pero,
de hecho, son distintos. Por ejemplo, un elevado nivel de puntuación puede considerarse
inadecuado si las restantes personas preguntadas muestran gran confusión al respecto.
Igualmente, puede ser preferible una puntuación algo menos elevada si la desaprobación
registradas es claramente más baja.
70
PLANIFICACION
PRUEBA DE LA CAMPAÑA
a escala geográfica reducida
MODIFICACIONES
(si son necesarias)
PRIMEROS PASOS
DE LA CAMPAÑA
ENCUESTAS CAMPAÑAS
DE LOS OPONENTES
(si los hay)
MODIFICACIONES
(si son necesarias)
FASES POSTERIORES
DE LA CAMPAÑA
Este paso del proceso tiene mucha más importancia de lo que podría parecer a primera
vista. La “programación de la campaña”, o determinación del desarrollo cronológico de la
misma, implica otras dos elecciones que pueden resultar fundamentales:
- la elección del comienzo de la campaña,
- la elección del momento de intensificación de la campaña.
71
La mayor parte de los especialistas en marketing suelen ser de la opinión de que las
campañas no deben comenzarse demasiado pronto. Con todo, una campaña que arranca
pronto también puede, a veces, resultar beneficiosa, sobre todo en el caso de un candidato
poco conocido; ahora bien, esto último nunca ha de ser considerado como una regla
general.
La regla más comúnmente observada para la elección del momento de entrada en
campaña es la de tener en cuenta la situación del político con relación al puesto al que
aspira. En caso de que se trate de un político no conocido en la circunscripción, o de un
candidato que se presenta por primera vez, es preferible comenzar la campaña lo más
pronto posible, para que ésta sea de larga duración. Si por el contrario es un titular en el
cargo, entonces puede proceder al saque inicial con más tiempo, pero siempre bien
prevenido de que no es conveniente dejar mucho margen de acción a los adversarios.
Las particularidades del sistema electoral de Estados Unidos hacen que los políticos de
este país, con raras excepciones, deban iniciar pronto su campaña. El sistema de las
“primarias” empuja a los candidatos a la nominación por los dos principales partidos a
realizar un importante esfuerzo con vistas a esas tempranas elecciones pese a que sean
pocos los delegados a la Convención que salen de las mismas. En las elecciones
presidenciales norteamericanas de 1976, Jimmy Carter, muy bien aconsejado, pasando por
encima de las primarias de New Hampshire, tomó la inteligente decisión de realizar una
activa campaña con vistas a la primera elección de delegados a la Convención en el caucus
de Iowa, que hasta entonces nunca había interesado a los más serios candidatos. Una serie
de spots publicitarios en televisión –con sólo un coste de 8.000 dólares-, en este pequeño
Estado de menos de 3 millones de habitantes, convirtió a Jimmy Carter en uno de los más
serios candidatos a la nominación como del gran público, y todo ello en la misma línea de
partida del año de elecciones.
72
de “pseudoacontecimientos” que han sido cuidadosamente preparados, para así
mantener la atención de los medios de comunicación y del público sobre el
candidato.
- campaña “stop-and-go”, a la que suelen acudir los políticos cuando no cuentan con
suficientes fondos; recomienza cada vez que se produce un acontecimiento que
podría reforzar potencialmente la imagen del candidato (los resultados de una
encuesta, una emisión de televisión con el candidato como invitado, etc.). Este
tipo de táctica hace que el político parezca un surfista; utiliza la energía de las
olas para ser propulsado.
73
Codificación transmisión efecto
del mensaje
codificado
74
3. Selectividad de descodificación y memorización de la comunicación
El tercer factor de selectividad interviene durante la descodificación de la
comunicación. Cada receptor descifra e interpreta con arreglo a su propia experiencia y a
sus ideas; dicho de otro modo, a partir de sus referentes previos, y lo hace reteniendo
preferentemente aquellos elementos que corresponden a sus propias ideas, intereses o
gustos. Aquí está en juego, de modo muy directo, la memorización, y, por consiguiente, la
efectividad de la comunicación. Ya en los años cincuenta Paul Lazarsfeld, al frente de su
equipo de investigadores en ciencia política, había logrado determinar con claridad este
mecanismo de actuación, por medio de encuestas muy precisas.
- el feedlback,
- la redundancia.
feedback
: Primera comunicación
: Segunda comunicación
(modificación con arreglo al feedback)
75
de cada medio de comunicación, puesto que todo medio puede influir en la eficacia de la
comunicación política. Cuanto más “preciso” sea el medio que se utilice –y “preciso”
significa aquí limitar los riesgos de dispersión, o de comprensión defectuosa-, mayor será el
efecto potencial de la comunicación política.
76
2. Búsqueda de la rapidez
La búsqueda de la rapidez conduce a otra clasificación de los medios de comunicación:
los medios de comunicación directa, principalmente los audiovisuales. Si se combinan los
dos criterios, esto es, el de una comunicación compleja y el de la deseada rapidez,
tendríamos los resultamos que muestra la tabla 1.
TABLA 1.
Transmitir un mensaje más complejo Mítines con una pequeña audiencia Lento
(programa, etc.) conferencias, reuniones, correo directo,
folletos, prensa electoral en general,
los más directos métodos de marketing
directo, algunos programas de radio, casetes de
video
TABLA 2.
Alcanzar los diferentes transmisores de Mítines, conferencias, correo directo, Precisión “externa”:
opinión de las diferentes categorías métodos de marketing directo en general diferenciación de los
sociolaborales, posible recogida de receptores por categorías
donaciones de los simpatizantes laborales o sociales, etc.
77
6.2. Una elección adecuada de los medios y canales de comunicación
Una vez que los asesores de marketing político han tomado una decisión acerca de los
tipos de medios, deben pasar a seleccionar con precisión cuáles van a utilizar: qué periódico
o periódicos, dentro de la prensa diaria: qué cadena –o cadenas- de televisión; qué red, o
redes, de vallas publicitarias, etc.
78
modo rápido y efectivo –sin tener que partir de cero- un práctico plan de medios,
cualesquiera que sean los objetivos de la campaña.
Los asesores de marketing disponen actualmente de medios informáticos y cuentan con
programas que les ayudan en la toma de decisiones: en escasos segundos pueden tener una
combinación de medios y canales basada en parámetros previamente establecidos. Este
software puede ser muy sofisticado. Algunos modelos denominados de “evaluación y
optimización” de simulaciones de planes de medios, incluso pueden evaluar
simultáneamente planes de campaña ante los que se tengan dudas y optimizar el plan que
haya sido elegido en función del presupuesto disponible, de los porcentajes de publicidad,
de los costes de inserción, etc. Pero hay que tener presente que estos sistemas sólo pueden
“razonar” en base a unos datos previos, y no pueden tener en cuenta nuevos factores que,
sin embargo, podrían influir considerablemente en una nueva campaña. Señalemos otra
vez, a este respecto, que resulta muy peligrosa la mera repetición de una campaña anterior,
por mucho éxito que hubiera alcanzado.
- medios indispensables,
- medios complementarios,
- medios útiles,
- medios sin interés.
79
franqueo reducidos. Pueden, asimismo, enviar por correo, gratuitamente, una página
conteniendo su programa y dirigida a todos los electores inscritos.
En la mayor parte de los países democráticos, los medios de comunicación se
encuentran más o menos sujetos a unas instituciones independientes de regulación que
definen un reglamento relativo al pluralismo político en los medios. Por ejemplo, el
American Federal Commnication Comisión (FCC), organismos encargado de conceder las
frecuencias de radio y televisión, ha establecido hace años su propio precedente con el
Equal Time Rule, declarando que una cadena debe permitir el mismo tiempo de acceso a los
diferentes partidos políticos o ideas. El Conseil Supérieur de l’Audiovisuel francés (CSA) se
encarga de velar por el estricto cumplimiento de que tanto el gobierno como la mayoría y la
oposición parlamentarias dispongan del mismo tiempo de informaciones. Con este fin,
dicho organismo mantiene parte de su personal ocupado a lo largo del año en el estudio de
estadísticas sobre la forma en que se cumple la regla de los “tres tercios” en las principales
cadenas de televisión, etc.
80
estado de opinión de los destinatarios de la comunicación y su localización geográfica. Pero
ninguna de las dos puede ser considerada ideal.
Contamos con la votación misma, con sus cifras registradas, que ofrece una gran
precisión, pero cuyo principal inconveniente estriba en ser a la vez poco frecuente y de
difícil interpretación. Añádase a ello que llega demasiado tarde para poder ayudar en la
elaboración de una campaña.
Sondeos o encuestas, que constituyen una segunda fuente de información, son en cierto
modo lo contrario. Su principal ventaja es su gran flexibilidad. Y su principal
inconveniente, su falta de fiabilidad; y esto último no tanto por razones técnicas, sino –
como se verá más adelante- por el hecho de que se trata de simples simulaciones y no de un
comportamiento real observado. Además, suelen ser muy costosas, exigiendo un cierto
tiempo de duración.
En este capítulo se definirá el marco en el cual operan estos dos métodos principales de
información y análisis, pasando luego a su explicación de manera detallada.
SONDEOS PREVIOS
Sobre los receptores / sobre sus expectativas
Primera fase
CAMPAÑA DE PRUEBA
SONDEOS DE CONTROL
Segunda fase
POSIBLES CORRECIONES DE BLANCOS / OBJETIVOS ENCUESTAS
DE RASTREO
Tercera fase
CAMPAÑA
FIG. 10. Las diferentes fases operativas de los medios de información y análisis
81
- después de una “campaña de prueba”, delimitada en el tiempo y geográficamente
por los “sondeos de control”, con el fin de modificar algunas decisiones previas
del plan de la campaña;
- durante la misma campaña, con los llamados tracking polls, para mejorar el
posicionamiento de la campaña, o, si es posible, modificarla. En este caso, es
preferible conservar el mismo panel, la misma muestra representativa de la
población, que debe ser consultada periódicamente para así perfilar la posible
evolución del voto en el curso de la campaña.
82
Pueden realizarse encuestas encaminadas a determinar de modo muy preciso qué
segmentos de la audiencia serían más receptivos a la comunicación. Los cuestionarios
deben confeccionarse en función de las características sociopolíticas de los receptores. De
esta manera pueden encontrarse nuevos objetivos, ya sea como tales, o como posibles
transmisores de opinión.
Los datos que suministran las elecciones anteriores pueden considerarse los más fiables
de que dispone el marketing político en el campo de la comunicación política. Los
resultados electorales son la mejor transposición posible del mecanismo de compra de un
producto en el marketing comercial. En un sondeo sobre la intención de voto, la respuesta
que se indica no se traduce automáticamente en un acto de voto real, mientras que el voto
realizado ya es concreto y definitivo, de modo parecido a como ocurre en el proceso de
compra.
Los especialistas en ciencia política suelen efectuar interpolaciones con los resultados
de las elecciones anteriores, y las complementan –cuando ello es posible- con los resultados
de encuestas a la salida de los colegios electorales (exit polls). Dichas interpolaciones
proporcionan unas informaciones mucho más fiables que los sondeos. Pero, con todo, este
procedimiento no es muy perfecto; no permite llegar, por ejemplo, a quienes habiéndose
abstenido en una elección anterior deciden ir a votar en las elecciones siguientes (los
adolescentes que acaban de alcanzar la edad de votar, también se habrían visto excluidos).
83
Las interpolaciones a partir de elecciones anteriores dan lugar a dificultades de
interpretación, por dos principales inconvenientes:
- Las elecciones, que son la base de las interpolaciones realizadas, suelen celebrarse
distanciadas entre sí, excepto cuando se presentan casos como la muerte súbita
de un político que ejercía el cargo dado, o la renuncia al mismo, por el motivo
que sea. Las situaciones electorales se diferencian, también, por dos razones. En
primer lugar, pueden ocurrir nuevos acontecimientos políticos en el período
entre las dos elecciones, que, evidentemente, no habían podido ser tenidos en
cuenta por los votantes en la elección anterior. En segundo lugar, los votantes
han de elegir de forma distinta en la nueva elección, ya que los candidatos suelen
variar de una elección a otra.
- A causa de ese factor de alejamiento entre elecciones, las interpolaciones
realizadas incorporan a veces Elecciones que son más recientes, pero de
diferente tipo, con lo que se produce una considerable distorsión en el análisis.
¿Puede acaso afirmarse que el elector vota de la misma forma en unas elecciones
de carácter nacional que en una elección local?
De modo que aunque los análisis resultantes de unas elecciones anteriores ofrezcan
datos exactos y precisos, no por ello, aunque resulte paradójico, son lo suficientemente
fiables.
No obstante, aportan a los profesionales prevenidos acerca de dichos inconvenientes
unas informaciones muy útiles, que pueden influir mucho en la campaña de marketing
político. Esta influencia puede ser aún mayor en lo que concierne a los contenidos políticos
de la propia campaña. El análisis de los resultados de anteriores elecciones se muestra muy
útil para estimar el comportamiento potencial de los electores de una vuelta electoral a la
otra, cuando las elecciones se celebran a dos vueltas. Incluso aunque se tengan dudas con
respecto a sí el elector va a mantener el mismo voto en las dos vueltas electorales, sí se
puede suponer que tanto los que se han abstenido la primera vez y deciden participar en la
segunda vuelta, como los votantes que pasan de un candidato a otro, todos tendrán
probablemente el mismo comportamiento en las siguientes elecciones. Un acertado análisis
de las transferencias de votos en anteriores elecciones puede significar el ganar o perder
unas elecciones. Puede, en efecto, llevar al candidato a no introducir en su campaña
elementos que incidan negativamente en la posible transferencia de votos en su favor, en el
caso de que siga compitiendo en la segunda vuelta y necesite, para poder ganar, la
transferencia a favor suyo de un considerable número de votos.
Aunque falto de exactitud, el análisis de los resultados de las elecciones anteriores
constituye un elemento indispensable para el establecimiento de una adecuada campaña de
marketing político.
8. LOS SONDEOS
Los sondeos son, como es sabido, la principal fuente de información del marketing
político, por el hecho de la gran fluidez de los destinatarios de la comunicación política.
Se tiene, por ejemplo, que un fabricante de televisores puede apoyarse en estadísticas
muy precisas para estimar el desarrollo potencial de sus ventas. El promedio de aparatos de
televisión por hogar y las dimensiones del mismo le darán valiosas indicaciones acerca de
las ventas potenciales de un “segundo televisor”. Una encuesta, finalmente, le puede
proporcionar una idea aún más clara de qué dimensión debe alcanzar un hogar para que se
84
plantee la compra de un segundo aparato. Aunque el mercado no tiene un funcionamiento
enteramente racional, el fabricante y sus asesores de marketing pueden, sin embargo,
programar una producción bien calculada y fijar su política de marketing.
En cambio, en el ámbito del marketing político no ocurre lo mismo, porque el universo
político tiene un comportamiento mucho más irracional que el mercado de consumo. Por
ejemplo, ¿cómo es posible prever qué factor de simpatía llevará a un elector a votar por un
candidato determinado en vez de a otro, incluso aunque este último se encuentre
teóricamente más cercano a sus ideas o a su categoría sociolaboral?
Esto explica que los expertos en comunicación política y, de modo más general, los
políticos consideren que la principal fuente de información sean los instrumentos de
análisis y medida de la opinión, las encuestas, que representan la forma de conocer los
movimientos y cambios de actitud por parte de los receptores de la comunicación.
Se pueden distinguir tres tipos de encuestas, con arreglo al tipo de informaciones que
suministran:
- encuestas únicas,
- encuestas realizadas periódicamente, que se efectúan con un mismo tipo de
muestra,
- entrevistas no estructuradas.
Encuestas únicas
Son las típicas encuestas que suelen publicarse en los periódicos o que se citan en los
telediarios, etc.
Pueden darse dos clases de opciones:
En la mayor parte de los países, los institutos de sondeos organizan al menos una
encuesta de carácter general, realizada con periodicidad (normalmente, cada semana), en la
que se agrupan diversas preguntas que han sido formuladas por distintos clientes, como
pueda ser el caso de una fábrica de aspiradores que quiere comprobar el prestigio de sus
productos, o una empresa de alquiler de coches que quiere comprobar el efecto de su
última campaña sobre el público.
Esta segunda opción saldrá menos cara al político que si encarga una encuesta
especialmente diseñada; pero puede introducir dos tipos de problemas de interpretación:
85
anterior, formulada por el entrevistador para otro cliente, tiene consecuencias
políticas).
Entrevistas no estructuradas
Hay una variante de la entrevista no estructura, que es intermedia entre la encuesta con
preguntas preparadas y la entrevista libre, y con ella se pueden evitar algunos de los
inconvenientes mencionados: se trata de la entrevista “asociativa”, en la que se proponen
palabras, imágenes, adjetivos, etc., a los entrevistados, pidiéndoles que los asocien con
políticos, temas de campaña, etc.
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mentes: el enorme fracaso en las presidenciales de Truman y Dewey, en 1948; más
recientemente, su completo fracaso en las estimaciones sobre los candidatos que habían
obtenido entre el 5 y el 15 % de votos en la primera vuelta de las elecciones francesas de
1988; su inexactitud en las elecciones parlamentarias británicas en 1992, etc. Las encuestas
con mayor grado de credibilidad en el ámbito de la comunicación política suelen ser las
llamadas exit polls, o encuestas realizadas inmediatamente después de la votación, a la salida
del colegio electoral, donde el entrevistador pregunta a los votantes por quién han votado.
Pero, con todo, algunas de las respuestas dadas exigen correcciones, como se verá más
adelante. Todos los otros tipos de encuestas están sometidos a un alto grado de error,
voluntario o no, por razones que aquí no vienen al caso.
- formulación cerrada, que sólo permite una elección limitada de respuestas (“sí”,
o “no”, por ejemplo);
- formulaciones “preestablecidas”, en las cuales las premisas de las preguntas
llevan en una dirección que implica en cierto modo al encuestado (por ejemplo,
en este tipo de pregunta: “el 76% de la población está en contra de la pena de
muerte” ¿Cree usted que se debería restablecer?”);
- preguntas abiertas, que dan al encuestado una amplia posibilidad de elaborar por
sí mismo la respuesta.
87
En todo caso, la formulación de las preguntas constituye sin duda el punto a la
fiabilidad de las encuestas de opinión, ya que las personas encuestadas han de limitarse a
contestar, por definición a las preguntas que se les hayan hecho. Por consiguiente, una
encuesta puede quedar desequilibrada por la omisión, o por la mala formulación, de una
pregunta que es clave con respecto al conjunto de las informaciones que se quieren recoger.
Puede ocurrir que la utilización de una palabra, en lugar de otra, tenga importantes
consecuencias. Los especialistas franceses en sondeos de opinión recuerdan bien un caso
que se convirtió en un ejemplo clásico de este problema. Dos encuestas que habían sido
realizadas en 1969, en parecidas condiciones, y con pocos meses de intervalo entre las
mismas, habían recibido diferentes respuestas debido a una ligera diferencia en la
formulación de la pregunta. Así, en el mes de febrero, un 81% de la muestra había
respondido “sí” a la pregunta “¿Cree usted en la existencia de Dios?”. Mientras que en el
mes de agosto sólo un 6% respondería “sí” a la pregunta “¿Cree usted que Dios existe?”.
La comprensión misma de los términos, cuando no forman parte de lo que se
considera el vocabulario básico que se puede entender, constituye un factor de dispersión
mucho mayor de lo que podría pensarse (los lingüistas estiman que el vocabulario básico
que todo el mundo puede entender no pasa de 1.500 a 2.000 palabras en los principales
idiomas occidentales, como inglés, francés, alemán, italiano y español).
Esto explica que algunas encuestas de opinión que parecen semejantes resulten, de
hecho, de naturaleza muy diferente; lo que tiene consecuencias considerables para el
marketing político en el caso de un error de análisis.
Por ejemplo, la popularidad política que se registra en los sondeos puede a veces no
coincidir con la intención de voto en el momento real de la elección. Hay políticos que
siendo muy populares no logran nunca conseguir una alta función, al no lograr “capitalizar”
su popularidad. Una mala interpretación de las encuestas puede, por consiguiente, tener
importantes consecuencias –y más bien de tipo negativo- para los políticos.
Por otra parte, cualquiera que sea el tipo de preguntas formuladas subsiste el
inconveniente de que el encuestado puede interpretar de modo subjetivo una pregunta, lo
que puede ocasionar variaciones que casi parecen inexplicables.
Los expertos en sondeos saben que las contestaciones deben guardar estrecha relación
con la extensión de las preguntas, con su secuencia en el cuestionario y con sus relaciones
internas, incluso aunque sean involuntarias, ya que serán interpretadas como tales por los
encuestados. Este punto muestra con claridad las dificultades de la tarea y su alto grado de
empirismo.
Por si no fueran pocas las dificultades antes señaladas, nos encontramos con otro
problema también de mayor importancia: la poca fiabilidad de las respuestas: los
entrevistados no siempre dan una respuesta “verdadera”, obrando así de modo consciente,
inconscientemente o, simplemente, por falta de interés.
“Malas” respuestas inconscientes. Éstas pueden corresponder subconscientemente a errores
intencionados. Se sabe, por ejemplo, que en 1960 John F. Kennedy había obtenido poco
más de un 50% de votos en su país. Ocurrirá, sin embargo, que su posterior aumento de
popularidad, y luego su asesinato, llegarán a modificar la opinión pública de tal manera que
en una encuesta, efectuada en 1964, ¡un 64% del electorado que había votado en el año
1960 manifestará que ese año había dado su voto a Kennedy!.
“Malas” respuestas que pueden ser hechas conscientemente. Los expertos en sondeos de opinión
tienen en cuenta que cuando los entrevistados sustentan posiciones que se sitúan en los
88
extremos del tablero político muestran una fuerte tendencia a suavizar sus respuestas con
respecto a sus verdaderas opiniones. ¿Cuántas personas responderían abiertamente “sí” a la
pregunta “¿Es usted racista?”.
Desinterés –o incompetencia no reconocida- del encuestado ante la pregunta que se le hace.
Probablemente sea ésta la causa principal de la falta de fiabilidad en las encuestas de
opinión. Los entrevistados, en lugar de no contestar a una pregunta, prefieren mostrar su
buena voluntad hacia el encuestador elaborando una respuesta que, como mínimo, es poco
significativa. Este hecho es algo muy conocido por los especialistas en marketing comercial.
Se sabe a este respecto que resulta muy problemático pregunta a los encuestados varones si
prefieren un detergente en polvo o un detergente líquido cuando llevan su ropa sucia a la
lavandería. Se obtendrá probablemente un elevado porcentaje de encuestados que lavan
ellos mismos su ropa. Se pueden encontrar numerosos ejemplos de este tipo.
La poca fiabilidad de las respuestas, por mostrar escaso interés –o por no confesada
incompetencia- es tanto más grave cuanto que el margen de error se hace difícil de evaluar.
Éste sólo se puede determinar mediante unas preguntas específicas, las denominadas
“preguntas ocultas”, que al ser puestas en el cuestionario cerca de las preguntas
“principales” dan una mejor idea sobre la fiabilidad de éstas (con respecto al ejemplo
anterior, una primera pregunta que podría hacerse a los varones encuestados es la de si
lavan ellos mismos su ropa sucia; presentándoles a continuación la segundo, esto es, la más
arriesgada, sobre la utilización del detergente).
A pesar de sus peligros potenciales, las encuestas de opinión son las mejores
herramientas de análisis con que cuenta el marketing político. Éste, contrariamente al
marketing comercial, no puede disponer de fuentes de información tales como curvas de
ventas, control de existencias, etc.
Actualmente, los expertos en sondeos ya han aprendido cómo reducir los riesgos,
mediante las precauciones que ya han sido expuestas. Pero, con todo, los asesores del
candidato político han de tener presente que esas precauciones pueden ser insuficientes,
por la existencia de dos obstáculos:
89
esterlinas (de 60.000 a 100.000 dólares), mientras que una simple pregunta en una
“encuesta ómnibus” ascendía a 1.000 libras, o 1.500 dólares.
El marketing político debe contar, por consiguiente, desde el principio con un
importante presupuesto consagrado a las encestas de opinión. En alto coste de éstas suele
evitar, por otro lado, que los políticos las encarguen tanto como quieran.
Se sabe desde hace tiempo que el conocimiento de los resultados de las encuestas de
opinión durante el período electoral puede producir modificaciones en la intención de voto
de los electores.
Algunas veces puede suceder que los electores poco movilizados de un candidato en
apuros, al conocer las malas previsiones de las encuestas, se sientan movidos a acudir en su
apoyo, dándole sus votos (también puede ocurrir que haya otros electores que –en
proporción menor- modifiquen su intención de voto a favor suyo). Éste es el efecto
underdog. Se pudo observar este fenómeno por primera vez en la historia de las encuestas
con ocasión de la sorprendente victoria de Truman sobre Dewey, en las elecciones
presidenciales de 1948.
En otros casos, al contrario, la publicación delos resultados de las encuestas puede
inclinar a los electores vulnerables a favor del candidato que esté en cabeza en la intención
de voto: dichos electores votan por éste para formar parte también de la mayoría. Éste es el
efecto bandwagon. Este efecto sirvió para dar un empuje a Ross Perot en las dos semanas
finales de la campaña de 1992. Su buen nivel en las encuestas llevó a muchas personas a
votar por él. No pensaban que, haciéndolo, formaban parte de una minoría aislada, sino
que tenían el sentimiento de representar un “útil” elemento, en un vigoroso movimiento
que llevaría a un cambio con respecto a los dos grandes partidos tradicionales.
Los efectos underdos y bandwagon son, por su propia naturaleza, difusos y no
cuantificables, ya que uno puede cobrar ventaja sobre el otro sin razón aparente. Por otro
lado, estos dos fenómenos no pueden identificarse a tiempo con vistas a los objetivos de la
campaña de comunicación política; así lo han confirmado numerosas investigaciones
realizadas desde 1948. Parece ser que en muchos casos los dos fenómenos se equilibran
entre sí, y que el efecto directo que produce en el público el conocimiento de los resultados
de las encuestas de opinión no es muy importante.
90
Los políticos saben que al darse a conocer las encuestas favorables se producen un
fuerte y útil efecto bandwagon en los propios militantes y simpatizantes. Los buenos
resultados fortalecen el ánimo de los primeros y aumentan las filas de los simpatizantes,
quienes pueden, entonces, aumentar sus donaciones para la campaña. “Las buenas
encuestas, hacen las buenas finanzas”, es un dicho que está muy a menudo en labios de los
asesores de marketing político. Estos hechos explican, asimismo, que los políticos estén
siempre pendientes de las estadísticas y resultados de encuestas a lo largo de su campaña: si
las cifras son favorables crecerá el número de simpatizantes que patrocinen su campaña,
atentos para encontrarse del lado del ganador tras las elecciones.
En algunos países, como Francia, se ha tratado de evitar el efecto de última hora de las
encuestas mediante leyes y disposiciones que prohíben la difusión en periódicos y
televisiones durante la fase final de la campaña (en Francia, desde 1997, es la semana que
precede a la votación). Pero la mayoría de los políticos y observadores temen que el
remedio sea peor que la enfermedad. Porque los periodistas, al no poder comentar los
sondeos más recientes, que podrían influirles, se ven obligados a traer a la palestra unos
sondeos hechos hace más tiempo y que, además, pueden estar ya superados. Puede
producirse, en diferentes elecciones, el fenómeno de elección sorpresa de Truman en 1948.
También el no difundir los resultados de las encuestas de los días anteriores a la votación
puede llevar a una amplificación por parte de los medios de comunicación de las diferencias
entre las últimas intenciones de voto y la votación real; diferencias que pueden ser
considerables. Se sabe además que no existe ninguna ley en los países democráticos contra
el hecho de que los partidos muy ricos encarguen sus propias encuestas “privadas” en
detrimento de aquellos otros que tienen menos medios económicos, ¡lo que no constituye
una práctica muy democrática!
Al contrario de lo que podría penarse, los principales problemas que presentan las
encuestas de opinión provienen de sus efectos indirectos, y, de modo especial, del excesivo
uso que hacen de ellas los políticos. La comunicación política puede, en efecto, verse muy
influida, o desviada, por dos razones diferentes:
91
años ochenta. Y que más de un 75% de los sondeos que se han venido comentando en los
telediarios de las principales televisiones fueron encargados por las propias televisiones.
Los periodistas de la prensa escrita y de la televisión suelen preguntar con mucha
frecuencia a los políticos acerca de sus alzas y bajas de popularidad en los más recientes
sondeos.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
DE MASAS
CANDIDATOS CIUDADANOS
ENCUESTAS DE OPINIÓN
Los norteamericanos denominan horse race story la forma que tienen los medios de
comunicación de destacar los comentarios sobre las cifras que dan los sondeos. Este
fenómeno se agudiza en el período preelectoral, cuando los medios casi se ocupan más del
análisis de pequeñas variaciones registradas en la popularidad de los políticos que de los
reales problemas políticos existentes. Esta comunicación, que se produce al modo de una
“carrera de caballos” (horse race), es una de las principales razones del debilitamiento actual
del debate político en muchos países occidentales: cada punto que se gana o se pierde en
los sondeos adquiere mayor importancia en los medios de comunicación que la misma
causa que lo ha producido. En realidad, como ya se ha señalado, no se debe dar excesiva
importancia un cambio en la intención de voto de menos del 5% entre sucesivos sondeos.
Ahora bien, los políticos y sus asesores no dejan pasar por alto la oportunidad de
aprovechar la dimensión simbólica de las encuestas favorables. Como los resultados
concretos de las encuestas vienen expresados en cifras, tratan de aprovechar este hecho
para beneficiarse del aura de rigor y credibilidad que tiene la aritmética. Los políticos y los
periodistas, de hecho, coinciden –en lo que es más bien una abusiva asimilación-, en hacer
creer al elector en la exactitud de su razonamiento (¿acaso no se aprende en la infancia que
la aritmética es una “ciencia exacta”?).
Algunos analistas políticos denuncian actualmente, ante la excesiva utilización que se
hace de las cifras de encuestas, una “dictadura” de las encuestas de opinión; incluso hacen
lo mismo con el concepto de “opinión pública”, al entender que ésta, en realidad, se
fundamenta en la suma de respuestas individuales a diferentes encuestas hechas
recientemente. Los institutos de sondeo, con el repetido empleo de la expresión “opinión
pública”, tratan de imponer la presumida veracidad de ésta en los medios políticos.
92
utilización desmedida de los sondeos por parte de los candidatos es una forma que adopta
la demagogia en este final de siglo. En vez de tener un claro y bien fundamentado
programa político, resulta más fácil exponer unas pocas ideas de tipo general acerca de los
temas de campaña, y limitarse a seguir la corriente de lo que van señalando las encuestas
sobre los temores de los electores, para incorporar luego esas respuestas, como si se tratara
de un rompecabezas, aleatorio pero eficaz.
Algunos partidos políticos, principalmente en Estados Unidos, nos suministran un
inquietante ejemplo de la excesiva importancia que se da a los resultados de las encuestas,
con su utilización de programas de ordenador para la toma de decisiones. Parece ser que el
primer ejemplo de este tipo corresponde a la campaña presidencial de Ronald Reagan en
1980. Sus asesores utilizaron el “Sistema de información político”, software diseñado por
Richard Wirthlin, con el que se introducían en el ordenador las respuestas de una encuesta
telefónica realizada diariamente en cada Estado, sobre la base de centenares de personas;
las respuestas globalizadas de diferentes segmentaciones de la población, efectuadas
previamente; la “opinión” de diversos e influyentes asesores; y datos objetivos sobre los
medios de que disponía el candidato. Con este sistema informático se obtenían análisis que
eran utilizados como ayuda para la toma de decisiones.
Es cierto que los políticos saben de sobre que no pueden esperar soluciones milagro de
las encuestas de opinión; pero también es cierto que estos instrumentos de análisis pueden
permitirles conocer la probable evolución del electorado con respecto a su comunicación,
aunque esto se produzca con un considerable margen de error. Las encuestas de opinión
también pueden indicarles qué objetivos o temas de campaña deben evitar, para no alejarse
de los destinatarios de su comunicación. Los instrumentos de análisis de opinión son, sin
duda, mucho más eficaces que aquellos espías que los reyes diseminaban entre la población;
o que los servicios de inteligencia creados por muchos países en los primeros años de ese
siglo, como, por ejemplo, el FBI de Estados Unidos, o los “Renseignements Généraux”, de
Francia.
Las informaciones sobre campañas anteriores, así como los resultados de encuestas de
opinión, son las dos principales fuentes de información con que cuentan los políticos para
sus campañas. Pero no son las únicas herramientas de que disponen. Cualquier tipo de
información, o feedback obtenido en respuesta a su comunicación política, puede ser de
mucha utilidad. Ejemplo de ello son los aplausos entusiastas en determinados puntos de un
discurso en un mitin público; las preguntas que los simpatizantes plantean con más
frecuencia en las reuniones electorales; o las preguntas que formulan los periodistas. Todos
estos casos, si van acompañados de una interpretación correcta, constituyen unas fuentes
de información muy ricas que corresponden, en cierto modo, a los canales tradicionales de
información que utilizaban los políticos antes de la era audiovisual.
Cabe señalar aquí tres fuentes de información que se caracterizan por su facilidad de
uso y su empirismo:
- respuestas obtenidas tras envío de correo masivo, o mailings, que ayudan a indicar la
viabilidad de algunos elementos de la campaña; con este método también se
puede hacer una prueba de diversos elementos concretos: con el envío de cartas
redactadas de forma ligeramente diferente, y el posterior análisis cuantitativo y
cualitativo de las respuestas recibidas;
93
- correo y llamadas telefónicas espontáneas, que cuando están bien aprovechadas pueden
ser muy útiles. Una organización de la campaña bien llevaba debería destacar
algunas personas para ocuparse de responder al correo y llamadas telefónicas
espontáneas; también pueden obtenerse informaciones valiosas si se hace un
buen análisis de las llamadas telefónicas y conexiones con los específicos
números de teléfono libres de pago, pudiendo asignar éstos a temas diferentes de
la campaña, etc.;
- peticiones de activistas y voluntarios sobre el terreno, que también pueden
proporcionar informaciones; ahora bien, esta modalidad suele estar descuidada.
- Los sistemas tradicionales, en otras palabras, los que existían antes del
advenimiento de los medios de comunicación, algunos tan antiguos que incluso
se remontan a la aparición de la humanidad; se siguen utilizando todavía en la
comunicación política aunque a menudo de forma renovada.
- Los medios audiovisuales, que se utilizan cada vez con más frecuencia en la
mayoría de los países, siguiendo el ejemplo de la comunicación política en
Norteamérica.
- La tercera y última categoría la constituyen los métodos de marketing directo,
que podrían describirse brevemente como el intento de renovar los contactos sin
intermediarios, con el apoyo de los nuevos medios, o bien empleando los medios
más antiguos de forma renovada.
¿Qué problemas tiene la Administración pública hoy?, ¿en cuáles de ellos puede aportar
algo el marketing?, ¿qué experiencias de aplicación se han desarrollado y qué conclusiones
se han derivado de las mismas? configuran las cuestiones que son el punto de partida.
94
En el estudio La Administración al Servicio del Público, realizado por la OCDE (1988), se
habla de la necesidad de desarrollar un nuevo valor de gestión: “La Receptividad
Administrativa, que es aquella que tiene en cuesta la capacidad de cada persona para hacer
frente al proceso administrativo, facilitando su acceso a las prestaciones que tiene derecho a
esperar de la Administración. Receptividad entendida en el cuádruple sentido de que el
ciudadano tiene derecho a que la Administración sea comprensible, esto es, que su
organización se entienda y su funcionamiento sea claro; que sea accesible en el plano
espacial, temporal y material; que responda a lo que se de ella se espera; es decir, que dé
soluciones y no aplace o retarde la solución de las demandas y peticiones de los ciudadanos
y, por último, que permita la participación de éstos en la adopción de las decisiones que les
afectan”. Ya que “las críticas indican que el servicio público está sobre todo al servicio de
los funcionarios... Incluso en los países donde la Administración tiene una sólida imagen de
servicio público, un funcionario piensa en primer lugar en la jerarquía y la autoridad
competente, el cliente que se dirige a él ocupa un segunda lugar”.
Por ello considera fundamental el “abandonar la noción de relación entre administrador
y administrado para considerar que la Administración es un servicio cuyo cliente es el
público”.
Sobre España señala Martínez Marín (1990) que:
“El insatisfactorio funcionamiento de los servicios públicos con sus lentitudes,
insuficiencias y frecuentes interrupciones huelguísticas ha justificado parcialmente el envite
conservador al Estado del Bienestar y, más allá, ha contribuido a su desprestigio y a
reforzar la consideración capitalista de que el Estado es un mal necesario y que,
consiguientemente, cuanto menos Estado haya, será mejor para la sociedad. El viejo
pensamiento del estado liberal burgués no ha desaparecido, y hoy como ayer continúa
propugnando, sobre todo en las épocas de crisis económicas, el menor intervensionismo
público, especialmente en el campo económico. La falta de eficacia rememora, de igual
modo, la vieja tesis de Henry Fayol del Estado como un mal empresario y la observación
de Adam Smith de que las gentes son más pródigas con la riqueza ajena que con la propia.
La consecución de un buen funcionamiento de los servicios públicos, si es posible óptimo
y jamás insuficiente, contribuye de modo capital y en última instancia a la consolidación del
Estado social, y desde luego y cuanto menos, a la del Estado servicial”.
También, Costa (1991) señala, en el estudio sobre la evolución de las relaciones entre la
Administración y los usuarios realizado en Francia, España, Gran Bretaña, Italia y
Alemania, que:
“La necesidad de mejorar estas relaciones se considera hoy en todos los países como
una obligación inexcusable. Las actuaciones de reforma de sus administraciones públicas,
presididas por la idea de que la creencia clásica en unas relaciones descompensadas entre
Administración-administrados debe dejar paso a una nueva concepción de carácter
igualitario en la que la Administración no es sino un servicio u el público, su clientela”.
95
Lo que, después de analizar las iniciativas desarrolladas, lleva a concluir:
Esta crisis de la gestión pública ha sido estudiada con rigurosidad por Echebarría
(1993), que la explica desde una triple perspectiva: la crisis de la teoría judicial, la del
modelo burocrático y la ruptura del consenso sobre el Estado del Bienestar, para así enlazar
con el que ha sido y está siendo el elemento central para el cambio de la Administración
pública, la modernización.
La denominada Modernización de la Administración Pública la analiza Echebarría, a
nivel nacional e internacional y tomando como base las aportaciones de Mendoza (1992),
esquematizando las modalidades de actuación en la transición al mercado (Figura 1.1), en
las que se explicita el papel del marketing para la mejora de las formas de interacción con el
público.
96
10.1 La aplicación del marketing a las administraciones públicas
97
consecuencia, se potencian los estudios de actitudes y mentalidades del público,
y se consulta a las asociaciones de consumidores y usuarios en la fase de
discusión y concertación que precede a la decisión. Ello exige una preparación
técnica del personal y una revisión del funcionamiento para que el espíritu de
marketing se instale verdaderamente en la organización.
Del análisis de todos los estudios realizados se deduce una serie de conclusiones:
La conclusión principal es que existe un know how limitado, tanto en lo conceptual como en lo
técnico, sobre el marketing público:
Varias son las razones que lo explican:
98
Por ello los retos científicos se expresan en tres temas:
- Un enfoque verdadero de marketing público al servicio de la política
pública, como plantean Dressayre y Rozenblum (19929.
- El estudio del papel de marketing en la acción de Gobierno, propuesto
por Capon y Cooper-Martin (1989).
- El desarrollo de una metodología, con especial énfasis en la asignación
de prioridades entre múltiples objetivos, entre los cuales no está el
beneficio, que sugieren Lovelock y Weinberg (1990).
Para sentar las bases científicas de la teoría general del marketing público, se analizan, en
primer lugar, los conceptos básicos que configuran la teoría general del marketing y el
enfoque filosófico o forma de pensamiento que guía su aplicación hoy. En base a ello se
evalúa si la lógica del mercado puede aplicarse a la Administración pública y, en
consecuencia, lo serían los desarrollos científicos del marketing.
Existe un acuerdo entre todos los investigadores con respecto a los conceptos básicos que
configuran la teoría general del marketing: el concepto de marketing, el concepto de
mercado y el objetivo finalista que se concretan en la gestión de marketing o marketing
management.
La evolución del marketing como ciencia de gestión ha sido muy importante en las últimas
décadas, y en esta evolución se considera un hito significativo las aportaciones realizadas
por Kotler y Levy (1969) cuando en su artículo “Broadening the concept of marketing”
criticaban la visión del marketing como función peculiar de las empresas con ánimo de
lucro, y la de Bagozzi (1975), en su artículo “Marketing as Exchange”, en el que tras
analizar las definiciones y conceptos más clásicos de marketing, a la luz de las aplicaciones
que a nivel concreto se estaban realizando en todo tipo de empresas e instituciones,
públicas y privadas, establece el intercambio como el elemento clave de la teoría general del
marketing y en base al mismo se acuñó la que desde entonces se considera la definición
conceptual del marketing: La ciencia del proceso de intercambio.
Se concreta así lo que puede denominarse el ámbito del marketing científico:
Es la disciplina del intercambio y trata sobre todo lo relacionado con los
comportamientos en este intercambio. El intercambio se concreta en transacciones
(monetarias o de trueque) y/o transferencias (cuando no se entrega nada a cambio).
El intercambio, que es el concepto básico de marketing, necesita que se den cinco
condiciones:
99
El punto de partida del marketing son las necesidades básicas y deseos de las personas.
Para ello es importante distinguir entre necesidades, deseos y demandas:
“Marketing es un proceso social y de gestión a través del cual los distintos grupos e
individuos obtienen lo que necesitan y desean, creando, ofreciendo e intercambiando
productos con valor para otros”.
¿Qué es entonces un producto? Todo aquello susceptible de ser ofrecido para satisfacer
una necesidad o deseo. Este producto puede ser un objeto físico o bien tangible, un
servicio o un conjunto de ambos.
¿Y el valor? Es la estimación por parte del consumidor de la capacidad de los productos
para satisfacer sus necesidades, que suele denominarse utilidad, y que junto a la valoración
de los costes de adquisición determinará lo que en forma sintética se denomina la relación
utilidad / coste, sobre la que se toma la decisión previa y se efectúa la valoración posterior.
100
del intercambio a través de los cuales se expresa una oferta y que pueden ser
percibidos y valorados por el consumidor. Los diferentes bienes y servicios, sus
precios, sus intermediarios, su comunicación, el personal prestatario de los
mismos, el entorno físico, etc., configuran lo que se ha denominado el
marketing-mix, del cual la versión más conocida es la denominada de las “4P”
(Product, Price, Place and Promotion) de Mac Arthy (1960). No obstante, la excesiva
simplicidad de ésta ha llevado a importantes errores en aplicaciones del
marketing, ajenas al mundo de los bienes tangibles, y aunque Booms y Bitner
(1981) desarrollaron un marketing mix modificado para los servicios, el de las
“7P” (product, price, place, people, promotion, physical evidence and process) sigue siendo
una simplificación, por lo que hay que retener la idea conceptual de que el
marketing-mix es el conjunto de elementos en los que el ofertante concreta un
intercambio y que pueden ser percibidos por el demandante del mismo.
Este enfoque hace evidente que todas las empresas e instituciones en
funcionamiento están, de hecho, realizando una actuación de marketing, aun
cuando la toma de decisiones sobre las mismas no haya seguido el proceso
científico de gestión que lo estudia.
• El del proceso de gestión del marketing. Es un proceso basado en la metodología de
la planificación, a dos niveles. Uno, general de empresa o institución y, otro,
específico para cada producto. Es una planificación estratégica, entendida como
“un esfuerzo sistematizado dirigido a la definición de las decisiones y
actuaciones fundamentales que establecen y guían lo que una organización es, lo
que hace y por qué lo hace”. La planificación general de carácter estratégico
nace con una fuerte orientación al mercado, y en ella se desarrollan cuatro
actividades de planificación:
- Definición de la misión.
- Formulación de propósitos y objetivos.
- Estrategia de productos / mercados.
- Establecimiento del portafolio.
A partir de un análisis externo de amenazas y oportunidades del entorno y
de un análisis interno de puntos fuertes y débiles de la organización.
101
DETERMINACIÓN DE ANÁLISIS DEL EVALUACIÓN DE
LOS OBJETIVOS ENTORNO LOS PUNTOS
DE LA ORGANIZACIÓN EXTERNO FUERTES Y DÉBILES
DE LA ORGANIZACIÓN
ESTABLECIMIENTO DE
LA MISIÓN, PROPÓSITOS
Y OBJETIVOS DE MARKETING
DEFINICIÓN DE LA ESTRATEGIA
DE MARKETING:
• PUBLICOS OBJETIVO
• POSICIONAMIENTO
• MARKETING MIX
IMPLANTAR
LA ESTRATEGIA
EVALUAR EL
RENDIMIENTO
102
Estas decisiones suelen denominarse estrategias básicas de marketing, ya que son las
decisiones que permiten evaluar la coherencia de las diferentes realizaciones del marketing
(marketing mix) y, en consecuencia, la calidad técnica de la actuación real del marketing de
la organización.
Para la planificación de los servicios, la propia peculiaridad ha llevado a sistemas de
planificación específicos. El esquema seleccionado es el desarrollado por Chias (1991) y
que se representa en la Figura 2.2.
- La conceptualización del Servicio es la que establece lo que en términos de
planificación estratégica llamaríamos estrategia producto-mercado. En esta fase se
concretan las estrategias básicas de marketing de posicionamiento y público
objetivo.
- La segunda fase, Estructuración del Servicio, nos introduce en la
concreción de las ideas previas mediante la delimitación de la gama de servicios a
ofertar al mercado, lo que obliga, casi siempre, a incorporar a la idea inicial
servicios que lo hagan posible y/o la complementen. A su vez y como
consecuencia de esta definición de la capacidad de producción de los servicios.
- En la tercera fase, de Comercialización del Servicio, se procede a
completar el marketing mix abordando aquellos aspectos que se han
considerado parcialmente en la fase dos, que son los precios, la intermediación y la
comunicación. Así se completa la oferta de qué y cómo al público objetivo.
- Finalmente, en la cuarta fase, de Prestación del Servicio, el cliente aparece
y se realiza la producción y consumo del servicio. Para ello se centra en la definición de
la actuación del personal de la empresa de servicios, mediante el programa de
marketing dirigido hacia el mismo y en el resultado de la prestación a través de
la medición y actuación sobre la calidad percibida y la satisfacción.
LA CONCEPTUALIZACIÓN
CONCEPTO PÚBLICO
EMPRESARIAL OBJETIVO
LA ESTRUCTURACIÓN
OFERTA DE SERVUCCIÓN
SERVICIOS
LA COMERCIALIZACIÓN
PRECIOS
INTERMEDIACIÓN COMUNICACIÓN
LA PRESTACIÓN
MARKETING CONTROL
INTERNO DE CALIDAD
103
La orientación al mercado ha seguido en el mundo empresarial una evolución en función
del peso que se ha dado a la satisfacción de los intereses de la organización y de los clientes
que Kotler (1992) denomina enfoques del intercambio:
104
utilidad / costes. De lo cual deduce que la Administración pública debe ser capaz de
gestionar, al mismo tiempo, la lógica institucional y la lógica del mercado.
No existiendo ninguna duda sobre la necesidad de aplicar la lógica institucional a la
actuación de la Administración, como por ejemplo señala la OCDE (1988): “La tarea
fundamental de la Administración pública es aplicar normas generales a casos particulares.
Las normas emanan de las leyes y la Administración está organizada de modo que se
garantice la aplicación de éstas”.
La cuestión es. ¿Por qué es también necesaria la lógica del mercado?
A partir del análisis desarrollado por Fiorentini se han establecido tres argumentos a
favor de la lógica de mercado:
105
RELACIÓN INSTITUCIONAL
-Básicamente jurídica-
Administración Ciudadano
pública
RELACIÓN DE MERCADO
-Básicamente managerial-
Estableciendo primero los conceptos básicos, en segundo lugar se procede a definir los
distintos tipos de intercambios públicos que me han permitido determinar un modelo
general de intercambios públicos. A partir de los mismos se define también el marketing
mix público, tanto a nivel general, que denominamos del Gobierno, como el específico de
cada servicio público.
Finalmente se analizan y establecen las diferencias entre el marketing público y el de
entidades no lucrativas; entre el marketing público y el marketing político y electoral, y
también entre el marketing público y el marketing social.
Tomando como base la teoría general del marketing y tras el estudio de las
peculiaridades y especificidades de los protagonistas de los intercambios públicos, en este
apartado se desarrolla la propuesta conceptual de la teoría general del marketing público.
En consecuencia con el análisis efectuado han establecido las siguientes definiciones:
106
• La gestión del marketing público. El proceso de planificar y ejecutar la política
gubernamental para crear intercambios públicos que satisfagan tanto los objetivos sociales como
los del Estado.
PRESTACIONES
SOCIALES
EN EFECTIVO
IMPUESTOS,
COTIZACIONES, S.S., ....
107
produce, como ha demostrado con precisión Barea (1991), que el gasto real excede entre
un 25 y un 31 por 100 lo presupuestado. Así, tras un detallado estudio concluye: “los
anticipos que el Banco de España concede al Tesoro durante el transcurso del ejercicio
económico, que si bien deben ser reembolsados antes de que concluya el ejercicio, de
conformidad con la nueva normativa, sin embargo otorgan un mayor margen de actuación
al Gobierno durante el año, mientras éste, en los últimos meses del ejercicio, para cumplir
con la disciplina financiera incorporada a la ley de Presupuestos, fuerza la colocación de
deuda, generalmente a corto plazo, con elevados tipos de interés, lo que tiene graves
repercusiones para el sector empresarial privado”.
Este es un intercambio de mercado, donde la deuda pública compite con otros
productos financieros en la captación del interés del inversor. Esta colocación no se realiza
sólo con los públicos del Estado, ya que intervienen otros públicos extranjeros, pero de
cara al enfoque de esta propuesta no se consideran (véase Figura 5.2).
AMORTIZACIONES
E INTERESES
EL INTERCAMBIO
ESTADO DE LA PUBLICOS
DEUDA PÚBLICA
ADQUISICIÓN
• Servicios reglamentarios.
• Servicios comunitarios.
• Servicios de prestación.
• Servicios de fomento.
Por su parte, los públicos aportan como contraprestaciones directas a estos servicios
sus costes de participación que pueden ser monetarios y no monetarios. En este caso se
entiende por coste monetario el pago de impuestos, tasas, etc. o del precio directamente
vinculado al servicio.
Los costes no monetarios son los que en marketing de servicios se denominan de
accesibilidad (espacial, temporal y mental) y de participación en el proceso de prestación
(productivo).
Es evidente que existe una interrelación, desde el punto de vista del funcionamiento de
la organización del Estado, entre el intercambio Monetario y el de Servicios, pero su
interrelación en términos del público, tan sólo lo es a nivel global como contrapartida de
108
una valoración. Podría, no obstante, establecerse un esquema conjunto de estos
intercambios, si se considera el elemento que establece y define la oferta del Estado
(legislación, contributiva, emisión de deuda, definición de los servicios públicos): la política
económica y social.
SERVICIOS DE LA
ADMINISTRACIÓN:
• Reglamentarios
• Generales
• Prestación
• Fomento
EL INTERCAMBIO
ESTADO DE SERVICIOS PÚBLICOS
Esta participación puede ser indirecta (a través del sistema electoral) o directa (como
grupo depresión, movimientos de defensa o de su incorporación en el proceso de diseño de
las políticas / programas de servicio público). A este intercambio se le podría denominar
del Diálogo Público, tal como aparece en la Figura 5.4.
109
COMUNICACIÓN
PÚBLICA
EL INTERCAMBIO
ESTADO DEL DIÁLOGO PÚBLICOS
PÚBLICO
PARTICIPACIÓN
DE LOS
PÚBLICOS
De acuerdo con este modelo propuesto, los tres intercambios –monetario, de servicios
y de diálogo- se convierten en las tres formas de relación del Estado con sus públicos, a
cada uno de los cuales corresponderá una acción de marketing específica integrada en el
marketing público (véase Figura 5.5).
COMUNICACIÓN PÚBLICA
SERVICIOS DE LA ADMINISTRACIÓN
ESTADO PÚBLICOS
IMPUESTOS Y COTIZACIONES
110
11.3 Los nuevos intercambios
Una parte de las actuaciones sobre la oferta se dirigen a una modificación del marco de
actuación del sector público, como paso inicial en busca de la mejora de la eficacia,
provocando una reducción de las empresas productoras públicas, una reducción de las
empresas públicas prestatarias de servicios y un incremento de la prestación de servicios a
través de empresas de servicios privadas contratadas por el Estado.
• Servicios generales, los que suministran bienes y servicios a los restantes servicios de la
Administración.
• Servicios de contratación, aquellos que definen las normas y características de los
servicios públicos y que contratan con los servicios de prestación (públicos o
privados) su realización final.
• Servicios de prestación, aquellos que operan el servicio público y, en consecuencia,
mantienen el contacto directo con los usuarios.
BIENES Y
SERVICIOS
GESTIÓN DEL
PRESUPUESTO
DE COMPRAS
111
• El intercambio de la Ordenación, que se establece entre los servicios de contratación
y las alternativas públicas de servicios de prestación, como se observa en la
Figura 5.8.
Aun siendo un intercambio muy regulado, se establecen opciones de
competencia entre servicios de prestación. En el intercambio de la ordenación
de los contratos, atendiendo a niveles de actividad y de calidad, sustituyen a la
asignación presupuestaria basada en los imputs del proceso de prestación.
MARCO DE
REGULACIÓN
CONTRACTUAL
RECURSOS Y
ACTIVIDAD
OFERTA
CONTRACTUAL
Y GARANTÍAS
112
Estos intercambios configuran un nuevo modelo de gestión de los servicios de
las administraciones, que se presenta en la Figura 5.10.
SERVICIOS SERVICIOS
GENERALES PÚBLICOS DE
PRESTACIÓN
EFICACIA
INTERNA ORDENACIÓN
SERVICIOS DE
CONTRATACIÓN
CONTRATACIÓN CONTRATACIÓN
EXTERNA EXTERIOR
PROVEEDORES EMPRESA DE
PRIVADOS PRESTACIÓN
DE SERVICIOS
113
12.1 El marketing mix de Gobierno
DIÁLOGO PÚBLICO
INTERCAMBIO MONETARIO
ESTADO
SERVICIOS DE LA
G ADMINISTRACIÓN
O
B
I SG SPP
E
R
N
O SC
SERVICIOS
PÚBLICOS
PÚBLICOS
PP EPS
SECTOR PRIVADO
114
12.2 El marketing mix de los servicios públicos
Lo que hemos denominado el marketing mix de los servicios está constituido por:
• La oferta de servicios.
• La servucción.
• El desarrollo territorial.
• La comunicación del servicio.
• La participación del público.
El tema del marketing público se aborda en la literatura dentro de un contexto más general,
el denominado “Public and Non Profit Marketing”. Entre los principales estudiosos de este
enfoque podemos citar a Shapiro (1973), Kotler (1975), Lovelock (1975), Howe (1988),
Drucker (1989), y Capon y Cooper-Martin (1989) que a partir de la revisión y formulación
de la teoría general del marketing del periodo 1969-1975, centraron sus esfuerzos en el
establecimiento de las peculiaridades y diferencias con el marketing lucrativo (nom business
vs. Business marketing).
Howe (1988) concretaba en dos características las diferencias del “no lucrativo”:
• Para el usuario la medida del éxito es sólo la calidad... no el precio del servicio.
• El volumen de apoyo (voluntarios, donantes, etc.) no es la medida del éxito del
servicio público.
Tras una polémica técnica, Lovelock y Weinberg (1990) explicitaron en cinco las
diferencias:
115
4. Su sometimiento al escrutinio público y la existencia de presiones que no proceden
exclusivamente del mercado.
5. La tensión entre la misión y la satisfacción del público, basada en la filosofía de que
el cliente siempre tiene la razón.
Mientras todos los autores están de acuerdo en que la no existencia del objetivo de lucro es
el elemento común, no existe la misma unanimidad en que ambas respondan al interés
general. Así Benoun (1991), se pregunta si cuando una asociación para el desarrollo
regional promueve esta zona geográfica, este hecho no puede ser contrario al interés
general de todo el Estado.
Desde nuestro punto de vista la tipificación “no lucrativa” tiene un filtro previo que es
la legislación que define y establece las peculiaridades y características de las mismas, a
través de un juicio de su valor social, con lo cual quedan públicamente tipificadas como de
interés general (legalmente definidas como no lucrativas) que no les otorga el carácter de
públicas y, en consecuencia, no las supedita a los principios de igualdad y equidad, que
tipifican lo público.
Otros elementos de diferenciación se encuentran en el tipo de fuente de financiación y
en la participación en los procesos de dirección y control.
Las organizaciones no lucrativas no tienen como fuente (única o parcial) a los donantes,
aunque cobren parte de sus servicios a los usuarios. A su vez, pueden estar gestionadas por
voluntarios, existiendo también la gestión profesional y/o mutual (los propios usuarios).
De hecho en la mayoría de organizaciones no lucrativas aparecen donantes, en todas sus
versiones técnicas (mecenas, donantes y/o patrocinadores), y voluntarios.
Esta realidad plantea la existencia de dos intercambios externos y complementarios
(Figuras 5.12 y 5.13), el intercambio de la Donación y el intercambio del Trabajo Personal,
que no aparecen en los servicios públicos.
APORTACIONES MONETARIAS
INTERCAMBIO ENTIDAD NO
DONANTES DE LA UCRATIVA
DONACIÓN
RECONOCIMIENTO INDIVIDUAL
Y/O SOCIAL
116
APORTACIÓN PRODUCTIVA
INTERCAMBIO ENTIDAD NO
VOLUNTARIOS DE LA LUCRATIVA
DONACIÓN
RECONOCIMIENTO INDIVIDUAL
Y/O SOCIAL
Las expresiones marketing político y marketing electoral aparecen con cierta frecuencia en
los medios de comunicación e incluso en la bibliografía como conceptos equivalentes.
En un estudio reciente, Herreros (1989) señala que hoy puede hablarse de marketing
político y marketing electoral:
117
los deseos de los electores de su circunscripción, para darse a conocer de forma
favorable, para difundir su programa y determinar sus posibilidades de victoria.
Finalmente dice:
“El marketing político es una actividad permanente desarrollada por los partidos y
organizaciones políticas para conseguir sus objetivos tanto a corto como a largo plazo. El
marketing electoral forma parte del anterior y se refiere a las actividades específicas
desarrolladas en la campaña electoral para conseguir el voto a favor de un partido o
candidato”.
De acuerdo con la propuesta conceptual del marketing público y a partir de los análisis
anteriores se propone un esquema de orientación conceptual (Figura 5.14) que facilite su
comprensión y sus interrelaciones.
Marketing
GOBIERNO E P
L U
E B
PROGRAMAS MARKETING ELECTORAL C L
CANDIDATOS T I
O C
R O
PARTIDOS E S
POLÍTICOS Político S
SERVICIOS DE LA
G ADMINISTRACIÓN P
O U
B EMPRESAS B
I INSTITUCIONALES MARKETING PÚBLICO L
E PÚBLICAS I
R C
N EMPRESAS E O
O INSTITUCIONES S
PRIVADAS-CONTRATADAS
118
El marketing político estudia los intercambios entre Gobierno y partidos políticos con
todos los públicos expresados por los diferentes programas políticos que se proponen.
Estas propuestas se centran en programas electorales y candidatos que en los períodos
electorales se limitan al colectivo de electores.
De acuerdo con esta ordenación conceptual en la acción del Gobierno se entrecruzan
acciones de marketing político, especialmente en lo referente al intercambio de Diálogo
Público a través de la comunicación política, con acciones de marketing público en el que
hemos denominado el marketing mix del Gobierno.
El marketing social fue acuñado por Kotler y Raltman (1976) refiriéndose al uso de los
principios y técnicas de marketing para hacer progresar una idea o una conducta social, lo
cual puede ser realizado, planteado y ejecutado por instituciones públicas o lucrativas.
Como explicita Santesmases (1992), “el marketing social es una parte o aspecto
particular del marketing no empresarial, que persigue estimular y facilitar la aceptación de
ideas o comportamientos sociales que se consideran beneficiosos para la sociedad en
general (p. e. el ahorro familiar, la higiene dental, la protección del medio ambiente, etc.) o,
por el contrario, tratar de frenar o desincentivar aquellas otras ideas o comportamientos
que se juzgan perjudiciales (el consumo de drogas, tabaco y alcohol o la condición
temeraria de automóviles)”.
La relación entre el marketing social y el marketing público puede observarse en la
Figura 5.15. El marketing social se configura a través de prestaciones sociales, que son
parte del marketing público, con las realizadas por otras instituciones no lucrativas, no
derivadas del marketing público. A su vez en el mercado se centra en los segmentos de
“causas sociales” que son parte del conjunto de públicos considerados en el marketing
público.
PRESTACIONES
SERVICIOS DE LA
G ADMINISTRACIÓN
O
B EMPRESAS E P
I INSTITUCIONES S Ú
E PÚBLICAS O S B
R C C O L
N EMPRESAS E I A C I
O INSTITUCIONES A U I C
PRIVADAS-CONTRATADAS L S A O
E A L S
S S E
OTRAS INSTITUCIONES S
NO LUCRATIVAS
Marketing público
Marketing social
Zona del marketing público social
119
120