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Periodización
Se optó, por un lado, por una análisis en la larga (larguísima) duración,
explorando, como ya he señalado, distintos períodos que ritman el III milenio,
caracterizados por el predominio de la convivencia de las lenguas sumeria y acadia,
desde luego, en interacción con otras. Para ello el presente estudio exploró distintos
períodos: Protodinásticos II-III (ca.2750-2340 a.C.), Sargónida (ca.2340-2200 a.C.), III
Dinastía de Ur (ca.2200-2000 a.C.), siguiendo la cronología media -periodización ritmada
por los estratos de fuentes dependientes de los registros estatales preservados-, donde, a
pesar de lo aleatorio de su conservación y descubrimiento, y de lo sesgado de su
información, es posible obtener indicios sobre la génesis y el desarrollo de procesos de
interacción socioculturales y políticos entre distintos pueblos. Estos, identificables en las
tablillas descifradas, base de este análisis, son recuperables también en ciertos casos, en
los testimonios epigráficos y arqueológicos, tal como postula la etnoarqueología.
Esta periodización en la larga duración se basa en el análisis de la existencia de
un único modo de producción a lo largo de todo el milenio y rebasándolo (Liverani, 1995
[1991]). La periodización mantuvo las inflexiones temporales ya establecidas, dado que en
cualquier caso se depende de los estratos de fuentes y los registros arqueológicos
disponibles. Pero se invirtió la mirada, saliendo del enfoque tradicional que sigue la
secuencia y ruptura de dinastías. En el caso de esta tesis, atravesar la periodización
permitió establecer los ritmos secuenciales de los procesos etno-identitarios, eludiendo el
aislamiento del problema, para analizarlo en su encadenamiento con los procesos
estructurales: proceso de urbanización, surgimiento del estado en su forma de ciudad
estado, procesos expansivos que conducen al estado regional, rupturas, crisis y
reorganizaciones. Para efectivizar este planteo, se debe partir, del reconocimiento de la
especificidad de las sociedades antiguas. Tanto entre los historiadores marxistas como los
de la “Escuela de Columbia”- (los grandes protagonistas del debate), se llegó a un
consenso en cuanto a la necesidad de respetar esa especificidad, aunque la misma fuera
analizada por unos y otros de modo variable. Alentados desde distintas posiciones
teóricas, investigadores de la talla de Igor Diakonoff (1975, 82) de un lado, o Leo
Oppenheim (1964, tomando ideas de Polany, 1956) del otro, coincidieron en que las
relaciones económicas, sociales, políticas y las ideologías o el mundo simbólico poseen
en estas sociedades una urdimbre que sólo es posible separar a efectos analíticos, pero
que se expresan en concreto en un rol importante de las relaciones de parentesco en
todas las dimensiones sociales; en diferentes formas de acceso a la tierra que ignoran el
concepto de propiedad privada moderno; en relaciones sociales en las cuales el concepto
de clase con sus connotaciones económicas aparece velado por condicionamientos como
la dependencia o no, de sectores palatinos; convivencia de organizaciones políticas
diversas como tribus, comunidades rurales y estados; legitimidad política vinculada al
mundo divino y a las genealogías; omnipresencia de la religiosidad.
Esa especificidad no excluye las posibilidades heurísticas de comprensión de las
sociedades antiguas. El planteo metodológico se basa en el reconocimiento de que
existen analogías de experiencias sobre las que se han desarrollado las historias
humanas unidas por las opciones y límites que provee la pertenencia a una única especie:
Homo sapiens, raíz compartida que tiende el puente de la comprensión analítica de las
sociedades humanas universalmente y hace posible partir de las experiencias actuales
para intentar atisbar las experiencias del pasado. Esta postura implica una intensa
consciencia de la necesidad de evitar el anacronismo, pero también un reconocimiento de
las posibilidades heurísticas de las ciencias sociales en su indagación del pasado, que
admiten, como ya se ha señalado, un uso prudente pero fértil del método comparativo, no
sólo en sentido espacial sino temporal (Knapp, Murphy). A la vez, poner en todo momento
en práctica el ejercicio de hacer consciente el edificio metodológico del cual se parte y la
capacidad de explicitarlo como exigencia de la tarea intelectual.
De la propuesta metodológica surge, en primer lugar, la necesidad de tomar
posición respecto de los conceptos operativos a utilizar. En términos generales se opta
por un enfoque relacional y situacional, para encarar la dimensión étnica en término de
procesos.
Resultados de la investigación
En el plano de los resultados de la investigación, centrado en la exploración de los
ritmos del III milenio a.C., de la exploración historiográfica, surgió, en primer lugar, la
necesidad de vincular dos aspectos primarios: el espacio socialmente organizado y las
identidades etnolingüísticas interactuantes en el área -reconocidas en las fuentes por sus
etnónimos- de las cuales las más significativas son la sumeria y acadia, que hegemonizan
las relaciones interétnicas hasta el fin del III milenio, aunque, como ya se ha mencionado
en contacto con otros grupos.
Así, el siguiente capítulo, Construcción social del espacio: intersección temporal,
distribución e interacción de grupos etnonlingüísticos, se buscó profundizar la indagación
del vínculo entre espacio, identidad étnica y poder político.
A partir de este posicionamiento la indagación explora la relación entre grupos
humanos y ambiente, haciendo un breve recuento desde los primeros asentamientos
humanos en la región, los resultados de la intensa actividad arqueológica en el área, que
permite situar el desarrollo humano desde el paleolítico hasta el neolítico, para llegar a los
condicionantes del surgimiento de la hidroagricultura, el fenómeno de la urbanización en
un contexto de extenso espacio rural, la especialización entre agricultura y pastoreo, en
los ritmos secuenciales que las fuentes permiten reconstruir.
A partir de estas indagaciones, se diferenciaron relaciones interétnicas de distinta
densidad conectiva, expresadas conceptualmente en lo que se denominó "región étnica"
(Díaz Polanco, 1984) (el ámbito de interacción donde se protagoniza, en primer término,
la permeabilidad de la frontera étnica entre sumerios y acadios) y "macro-área
Mesopotamia" (Manzanilla, 1986) (donde se pone al descubierto la relación entre
características del espacio y los grupos étnicos que los habitan, sumerios, acadios,
guteos, amorreos, subareos, que admiten de modo diferenciado relaciones permeables o
constrastivas, sistemáticas o episódicas).
El Capítulo IV, Procesos de formación, transformación y representación de las
identidades, centrado en los Períodos Protodinástico II-III, comenzó a poner a prueba, con
el criterio flexible ya señalado el análisis de fuentes, lo que permitió visualizar las
fluctuaciones de la "frontera étnica permeable" entre sumerios y acadios, sus distintas
regiones de influencia predominante y los cambios sobrevenidos por la emergencia de la
estatalidad en su carácter particular de "ciudades-estado". Se evaluó que este proceso
condujo a la difuminación de las identidades étnicas a favor de una "identidad urbana" con
gran capacidad de cohesión, a partir de su estrecha vinculación con aspectos ecológicos,
estructurales (la integración de ciudad, aldea y zonas rurales, conectadas en la actividad
productiva), la organización política y el mundo simbólico basado en el dios patrono de la
ciudad principal.
En el capítulo V, El estado: de deconstructor a constructor de identidades.
Desenvolvimiento de los procesos étnicos, centrado en el período sargónida, se analizó lo
que se visualizó como la construcción del país interior (Kalam y Uri) a partir de la
imposición política de los reyes sargónidas, y una periferia (kur) imaginada como caótica
y destinada a ser explotada como proveedora de bienes exóticos y suntuarios. Para llevar
a cabo este análisis se realizó un recorrido conceptual sobre el tema centro-periferia y sus
posibilidades de adecuación a una sociedad como la que está bajo estudio
En síntesis, se evaluó la relación centro-periferia como una forma de organización
social del espacio, que expresa, en el marco de complejas relaciones entre sociedad y
ambiente, el proceso de expansión del poder.
A partir de allí se re realiza un análisis diferenciado, uno haciendo eje en las
modalidades de dimensión étnica de las relaciones centro-periferia, a la vez que el otro
enfocaba la mirada hacia el país interior. Aquí se planteó que en el ámbito de lo político,
la tradicional permeabilidad étnica parece haber estado asentada en el respeto a los
localismos y a las respectivas áreas de predominio etnolingüístico, cuyas bases estaban
condicionadas por el peso mayoritario de cada una de las etnias: en la Mesopotamia sur
los sumerios y en la media los acadios. El quebrantamiento de este pacto implícito
condujo a su opuesto: a la contrastación étnica y al esfuerzo de los monarcas acadios por
reconstruir la unidad sobre la base de una integración, en parte forzada. Esto llevó a
acuñar el concepto de "configuración etno-política", sumando este término a la discusión
de su equivalencia con las actuales de nación o país.
El Capítulo VI: nuevas inflexiones en el proceso etno-identitario, está centrado en
la indagación del período que va desde la caída de la monarquía acadia, hasta la caída de
la III dinastía de Ur, que cierra el milenio. Se parte de la aparente contradicción entre la
semitización de la Mesopotamia y las consecuencias de la dominación de los montañeses
guti, con el vigoroso resurgimiento (aunque por última vez) de la identidad étnica sumeria.
Pero esta situación se la consideró como una reacción de la élite, por cuanto la fusión
súmero-acadia ya estaba consumada, así como la mezcla con otros grupos humanos
consecuencia de la movilidad poblacional generada por las guerras del período anterior.
A partir de haber analizado antes la diferencia entre lo que se nominó "élite" y
"población rasa", se interpretó que "el sector dominante de las ciudades sumerias se
reconstruye una identidad étnica sumeria, lo cual es una forma de reinstalar un estado de
cosas anterior al dominio acadio". Y si bien la lengua sumeria está prácticamente
extinguida como lengua hablada y los sumerios como población se han fusionado con los
acadios y otros grupos humanos, la identidad étnica esta viva y particularmente ligada a
un estilo de organización sociopolítica sustentada en el dominio de una realeza sacra y
urbana.
Sin embargo, en el último punto del capítulo, Últimas alternativas de la identidad
etnolingüística sumeria. Súmero-acadios y mar.tu, se pone en evidencia que la serie de
transformaciones operadas en los márgenes de la llanura aluvial, en particular la caída de
la ciudad de Ebla, había brindado la oportunidad a la población semita occidental
(amorrea), los denominados mar.tu por los sumerios, para acentuar la presión sobre las
ciudades sumerias, en las cuales, sin embargo, según fuentes que se analizan, había
parcialidades amorreas asentadas siguiendo el mismo patrón relacional de la
permeabilidad étnica. Al mismo tiempo, esa permeabilidad estaría basada en un equilibrio
político que, cuando distintas circunstancias conducen a su ruptura, transforma la
permeabilidad en fricción y contrastación étnica.
Las evidencias condujeron a proponer que "fue en realidad la intensificación de la
presión ejercida por distintos grupos de esa misma etnia, hacia finales del tercer milenio,
lo que provocó una tendencia a su apreciación negativa y a intentar impedir su ingreso en
los territorios de dominio sumerio, acción por otra parte inútil, como lo demuestra la
historia posterior". Desde el punto de vista étnico, el dato crucial del fin del milenio es la
amorreización de la Mesopotamia, que conducirá a la formación de la Babilonia clásica
En las consideraciones finales se evalúan las posibilidades y límites de una
investigación pluridisciplinar, con eje histórico-antropológico para comprender los
procesos etno-identitarios en base a los residuos de las sociedades letradas extinguidas,
que desplegaron sus desarrollos a lo largo del III milenio a.C. en el valle aluvional de la
cuenca del Eufrates-Tigris y sus zonas de contacto. A pesar de no ser el presente un
trabajo asiriológico se ha hecho un esfuerzo no sólo de lectura sino de comprensión de
las fuentes textuales
El balance del proceso intelectual realizado durante los distintos períodos
investigativos sugiere que el mismo permitió integrar críticamente información específica y
dispersa, la cual, desde un uso cuidadoso de las analogías pasado-presente, posibilitó
realizar nuevas preguntas al corpus bibliográfico y documental, cuyas respuestas
conforman un cuerpo explicativo, aunque abierto a nuevos interrogantes.