Professional Documents
Culture Documents
PRODUCTIVIDAD
Concretamente, mis interrogantes se han enfocado en dos aspectos tan básicos como
imprescindibles de la vida de todo ser humano, mismos que actualmente parecen estar en
guerra y amenazan con negarse la tregua: la plenitud interna y la productividad. Ambas son
imprescindibles, sin embargo creo que se ha perdido la noción del sano equilibrio entre
ellas.
Comencemos con unas cuantas líneas sobre eso que llamo plenitud interna. Todo ser
humano busca la paz y tranquilidad en su vida como un todo (familiar, social, laboral,
económica, etc.) Parte fundamental de nuestro transcurso por el mundo, son esos pequeños
momentos en que podemos disfrutar de nosotros mismos; sacar de nuestra mente cualquier
idea o pensamiento externo y sumirnos en la introspección; meditar sobre algún aspecto
concreto de nuestra personalidad, de nuestros actos; o simplemente permanecer en silencio
contemplando el muro que se eleva frente a nosotros, sin pensar en nada.
Las expectativas que tenemos -o tienen los demás- sobre nosotros mismos y nuestro
futuro, y las metas personales que nos hemos impuesto, aunadas a la excesiva
competitividad que se vive en estos días en el campo laboral, nos crean una ansiedad y
desesperación desproporcionadas por conseguir, desde temprana edad, una estabilidad
económica que no tenían siquiera nuestros padres cuando se casaron, un alto puesto
corporativo o un sueldo mucho más que suficiente. Todos estos, deseos y aspiraciones
legítimas y honorables.
Está bien pero, como todo en la vida, lograr lo anterior tiene un precio. Podríamos
pensar en primer lugar en el esfuerzo, la dedicación, la preparación. De acuerdo.
Desgraciadamente, eso es ya lo de menos. Lo que se exige de nuestra parte va mucho,
mucho más allá. Ya no se trata de hacer las cosas como debe ser ni de esforzarse: sin
resultados, nada vale; ya no importa si tenemos una esposa o un marido, un familiar
enfermo, un hijo con problemas… No, el trabajo es primero.
No podemos negar que tenemos una familia, tal vez una pareja, amigos y, sobre
todo, a nosotros mismos. Conocerlos y mantener una verdadera relación con todos ellos es
tan importante como mantener un trabajo y requiere, si no más, al menos del mismo
esfuerzo que éste: el ser humano es más complejo que cualquier negocio, juicio u
operación; pero todo esto tiene una compensación económica, lo que no sucede en las
relaciones interpersonales, al hacer un favor, estar ahí para un amigo o platicar con nosotros
mismos. Lo más triste es que, por esta razón, muchos consideren lo anterior como una
pérdida de tiempo y dinero. Regresamos a nuestro punto: el trabajo es primero.
¿Significa pues, que en el momento que consiga un trabajo, puedo comenzar, no sin
algo de auto-terapia, a olvidarme de los domingos familiares, la siesta vespertina, el viernes
con los amigos… para siempre?
Así, vamos dejando del lado nuestras metas, siempre esperando el momento ideal,
aquél en que tengamos tiempo, en que tengamos más dinero, ese momento que llegará “en
cuanto cierre este negocio” o “en mis próximas vacaciones”. El argumento de aquéllas
personas que se identifican con este modelo de vida es que están “construyendo” su futuro
o el de sus hijos, trabajando para poder darle lo mejor a su familia en el momento en que la
tengan; yo me pregunto ¿cuándo tendrán tiempo para formarla? Lamento verme obligada a
sostener que dicho momento ideal nunca llega. El momento ideal lo hacemos nosotros, lo
buscamos.
Tal vez en ese momento podamos sentirnos orgullosos de haber sido siempre
personas responsables y trabajadoras; de que ni nosotros ni nuestras familias hayamos
tenido nunca, gracias a eso, ninguna carencia; de que cuando ya no estemos dejemos una
grandiosa herencia. Yo lo estaría, pero creo que en ese momento, teniendo ya ese tiempo
que antes ocupaba mi trabajo -aunque no sé si las ganas- de estar conmigo misma, no
podría evitar preguntarme o imaginarme: ¿qué pasó con mis planes de viajar?, ¿cómo es
que tengo ya 60 años y nunca salté en paracaídas?, ¿cómo se llamaba, de qué murió y
cuándo, ese perro que tanto quise de joven?, ¿qué habrá pasado con mi mejor amiga con la
que perdí comunicación hace tantos años porque nunca tuve tiempo?
Vivamos pues, el presente; si bien es cierto que uno cosecha lo que ha sembrado,
también lo es que no sabemos si estaremos aquí para ver la cosecha, ni si habrá alguien que
la recoja por nosotros.
En este orden de ideas, creo oportuno terminar mi reflexión con aquélla frase que
nos dice que no dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy; recordemos que la vida es
lo que pasa mientras nosotros estamos ocupados haciendo otras cosas. No dejemos que
pase…
You don’t let another year of your life passing without you being what you were
meant to be.