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Estructuras jerárquicas y mediocridad

El amor verdadero excluye la tiranía así como la jerarquía


Rabindranath Tagore

(…) pero ese amor requiere de una consciencia racional


Para no fetichizarse y pervertirse
Edgar Morin

Yo obedecía órdenes
Eichmann
Resumen:
El hombre no es un proyecto garantizado, pero tampoco perdido. El
proyecto de autonomía individual y social representa una carta de
navegación y la posibilidad de encontrar sentido sin desvíos heterónomos
y enajenantes. La organización y las jerarquías para los demás seres vivos
son expresiones naturales y necesarias. Para el hombre, animal
disfuncional por excelencia, en cambio, devienen instituciones históricas,
sociales y políticas problemáticas, enajenantes y negadoras ¿Por qué?

Sumario:
1. Introducción
2. Ser vivo, para-sí
3. Sujeto, sujeto humano
4. Le ética
5. Autonomía moral y libertad
6. La acción humana
7. Dialógica de la libertad
8. La organización
9. La jerarquía
10. La deriva moral: fallos, desviaciones, extravíos, inversiones y
perversiones
11. El pensamiento complejo

1. Introducción

El paradigma de la complejidad cambia completamente la


perspectiva con la que podemos pensar la acción humana. Mejor
sería decir que dinamita la perspectiva heredada respecto al
tema.

Intentamos, a partir de la definición ecológica del para-sí


moriniano, tal como la hemos captado, analizar las
complejidades propias de la “acción humana”, entender qué la
hace distinta e introducir el problema del sujeto, la libertad y la
ética en este contexto. ¿Cómo puede asumirse una ética
encuadrada en las limitaciones cognitivas y la incertidumbre?
¿Cómo sentar el tema sobre una reflexión no nihilista, no
reduccionista y comprehensiva? ¿Cómo convivir con la jerarquía
sin pervertir al ser humano?
Subrayamos un aspecto que nos parece de mucha importancia.
Se trata del problema de la mediocridad humana, una conducta
carente de razonamiento y sentido crítico auto-responsable. No
se trata de no lograr resultados extraordinarios o que superen la
media, sino de un comportamiento anodino, insustancial y no
sólo ineficaz porque, por el contrario, puede resultar
perversamente eficaz. Morin pregunta: ¿no será la mediocridad
a la vez el juguete y el ejecutor de las más bajas obras de la
historia humana? 1 No es poca cosa lo que plantea esta pregunta
y sugiere la pertinencia de analizar esta conducta y preguntarse
acerca de la posibilidad de evitarla, combatirla, reducirla…

El ser humano es, a la vez, capaz de las mayores obras y de las


más bajas. Queremos asociar algunas reflexiones de la conducta
mediocre y sus vinculaciones con la llamada jerarquía, en el
mismo sentido de los experimentos sobre “Obediencia a la
autoridad” de Stanley Milgram y la metáfora de Julian Jaynes
sobre la “mente bicameral”. Cuando la mente se encuentra bajo
el dominio de las estructuras jerárquicas y el poder, la
obediencia ciega puede hacer al ser humano capaz de fracturar
su conducta en dos, una parte atiende sus conveniencias
privadas y la otra la esfera pública, y esta fractura puede llegar
a impedir que ambas partes se comuniquen. A su vez, esta
incomunicación asfixia la consciencia moral y liquida la ética. De
esta manera se llega a la liquidación del individuo como persona
consciente y capaz de ejercer la crítica y la auto-crítica. Se
liquida, pues, al individuo en tanto persona.

Lo trágico es que mientras siempre el ser humano es susceptible


de sufrir esta bicameralidad y si las jerarquías fueran (¿son?)
presencias inevitables de la organización social, siempre será
factible que se produzca el desquiciamiento por obediencia.
Ahora, júntese estos dos elementos y háganse convivir con
cualquier proyecto social de gobierno humano y se verá la
fragilidad de la libertad y la autonomía individual y social.

Pero para llegar a toda esta problemática hizo falta primero que
apareciera la vida, seres vivos, una primera abertura, luego que
la subjetividad evolucionara al punto de dar lugar al sujeto,
persona, individuo consciente y ético. Esta ética es la expresión
de la libertad y emerge en condiciones históricas y sociales
complejas y únicas, para hacer posible que la “acción humana”
se diferencie. Finalmente, esta acción humana es
ineludiblemente imperfecta y está sujeta a la incertidumbre y al
abismo trágico y, por lo tanto, puede fallar. Una de las múltiples
1
Edgar Morin, La incertidumbre ética, Pág. 51
causas de estas fallas puede residir en la combinación
destructiva entre obediencia ciega y las jerarquías. Este es el
camino al que trataremos de aproximarnos en este ejercicio.

2. Ser vivo, para-sí

Mientras no surge vida, es imposible imaginar el cosmos sino


como una inmensa oscuridad, una noche eterna que contiene un
mundo sin vida. No es una visión poética y se parece más a una
pesadilla o un caos, si lo vemos desde nuestra perspectiva
humana.

Pero al aparecer el ser vivo, es como si se produjera una


abertura en esa oscuridad, surge un “algo”, cerrado a su vez.
Edgar Morin lo llama “para-sí”, un para-sí que desde su
aparición tiene, además, una primera característica y es que
asume una “finalidad”, ésta finalidad es su propia supervivencia,
que tiene una primera percepción de sí y, a su vez, una
percepción del exterior. Así que con él aparece lo “propio” y lo
“exterior”, simultáneamente. Este bi-nacimiento fija el carácter
ineludiblemente dialógico y complejo del ser.

El para-sí es capaz de seleccionar “algo” del exterior y hacerlo


existir para él. Es capaz de “percibir el mundo”. Sólo un ser vivo,
por primitivo que sea, es capaz de seleccionar y hacerse
representar para él algo que no es él. Selecciona, decimos,
porque ¿de qué otra manera captaría ese exterior a él mismo?

Además, sobre esta percepción hay que decir que inicialmente


no tiene ningún nivel de conciencia que la dirija. No, el para-sí
percibe más bien como símil de decir “que choca”, choca con lo
que le es exterior y este choque enfrenta al para-sí con “cosas”
frente a las cuales él percibe algo positivo, negativo o neutro.
Así, el para-sí le pone signo a lo percibido según lo satisfaga o
beneficie, según le cause daño o le sea indiferente a su
supervivencia.

Supervivencia que es, primero, la del individuo en cuestión y


luego, la de su especie.

3. Sujeto, sujeto humano

Así, la vida evoluciona se organiza y auto-organiza y,


eventualmente, aparece el ser humano. El ser humano, ejemplo
máximo de auto-organización y existencia compleja. Acusa en sí
mismo todas las características de la auto-eco-organización y da
lugar a una entidad que alcanza la existencia de sujeto,
subjetividad y consciencia al mayor grado concebible. Es un
para-sí, pero trasciende a los otros para-sí, porque posee
consciencia de sí y esto lo hace capaz de concebir su existencia
y su desaparición, capaz de concebir el tiempo y el espacio.
Capaz de concebir también lo exterior a él y, eventualmente,
concebir al “otro”. Capaz de concebir su vida y su muerte.
Capaz de conocer y, sobre todo, capaz de comprender. Capaz de
verse a sí-mismo siendo todo esto. Capaz de las preguntas más
complejas. Capaz de las preguntas, bastaría decir.

4. La ética

Por todo lo anterior, el ser humano, como sistema auto-eco-


organizado, se hace capaz de superar la determinación y de
hacer emerger lo indeterminado: La ética. Emergencia esencial
y que, después de todo, no se fundamenta en nada más que en
sí misma, que es como decir que no se fundamenta en nada
más que en el hombre mismo, que es como decir que no se
fundamenta en nada. Claro, paradójicamente y por la misma
razón de alguna manera está fundada en toda la trilogía inter-
retro-activa en la que están inmersos el hombre y el cosmos:
Individuo/Especie/Sociedad. La ética no está fundamentada en
nada, pero, a la vez, está fundada en la totalidad de la
existencia. Hay allí un sustrato natural que la contiene y la
origina.

La ética emerge, pues, gracias a esta circunstancia insólita que


es el ser humano. Sin embargo, podría no emerger. No es una
necesidad del cosmos. Además, no es posible determinar
exhaustivamente las causas de su emergencia. De tal manera
que es “subjetividad plena”.

La ética no se refiere a “hacer el deber”, como explica Morin:


Una vez resuelto lo que hay que hacer lo que hace falta no es la
ética, sino la fuerza o la constancia para hacerlo. La ética, más
bien, trata de la problemática que suscita “decidir qué hacer”.
Se trata de elegir entre imperativos que se complementan, pero
también se antagonizan, porque pueden estar en diversos
planos.

Además, este “decidir” debe realizarse en un mundo a la vez


incognoscible e incierto. El mundo es incognoscible como ya los
siglos XIX y XX demostraron suficientemente y como la tragedia
griega había comprendido con profundidad desde hace
veinticinco siglos. A la vez, el mundo es incierto, porque aún
decidiendo “bien”, las incertidumbres impiden tener garantía de
los resultados derivados de las acciones. Las incertidumbres son
invencibles. “Todo destino viviente es trágico”2 y la vida humana
es la más trágica de todas porque es consciente de todo esto,
tiene existencia subjetiva.

Así que el hombre debe decidir sabiendo apenas que puede


actuar pero, trágicamente, sabiendo también que no puede
conocer la totalidad de las consecuencias de las acciones que
desata y tampoco el significado que conllevan. Se trata pues de
elegir entre imperativos contradictorios, en medio de las
limitaciones cognitivas y la incertidumbre.

Pero, por si todo esto fuera poco, se trata incluso de decidir bajo
la incertidumbre fundamental respecto al bien y al mal, porque
no es posible saber a priori que estamos decidiendo “bien”. Es
decir, podríamos estar decidiendo “moralmente” bien y, sin
embargo, obtener “malos” resultados; o, viceversa. Cuando se
incorpora el largo plazo, ¿cómo saber?

Sólo cabe comprender y conformarse, pero Morin propone que a


partir de la pulsión ética y con el pensamiento correcto puede
darse una vida que valga la pena ser vivida, que puede ser
investida con sentido y que ese sentido puede fundarse en el
propio ser humano y no en dioses, la naturaleza, la razón o la
fuerza de la historia. Es este imaginario el que recoge el
pensamiento complejo traducido a una ética del pensamiento.

Así que la ética es una insignificante abertura, a su vez, inmersa


en la brecha minúscula que representa la consciencia entre los
seres vivos que, igualmente, no representan casi nada en el
cosmos. A la vez, esta pequeña diferencia que representa la
ética es inmensa porque es la posibilidad de apostar a la vida en
un nivel de consciencia que hace, que puede hacer, que el
hombre trascienda a un nivel de religación superior. Todo religa,
es una propensión débil pero permanente del cosmos, y el
hombre tiene la posibilidad de religar éticamente.

5. Autonomía moral y libertad

La libertad humana se esconde tras esta insignificante


posibilidad que es la ética, que sólo puede nacer de la
subjetividad en sentido fuerte, cuando incluye la reflexividad y
la voluntad. Libertad que, hay que recordar a la vez, sólo puede

2
Edgar Morin, La vuelta a las fuentes cósmicas, Pág. 43
emerger y sostenerse gracias a un complejísimo grado de
dependencia.

Estas dependencias son todo tipo, individuales, biológicas y


sociales, y en ese tejido complejo se constituyen las condiciones
históricas de las cuales surge la autonomía moral.

Porque la autonomía moral es una emergencia histórica y, más


concretamente, de la historia social del hombre. Surge de lo
natural, pero no es una emergencia natural. Siendo, además,
condición previa de la autonomía constituye la base constitutiva
de la libertad individual y social que por nacimiento son
entonces también emergencias históricas.

De acuerdo con Julian Jaynes, la consciencia individual surge en


la Grecia Clásica con la democracia, que rompe la brecha entre
lo privado y lo público, y el gobierno empieza a depender de los
ciudadanos y no de la Diosa Atenea. El individuo se hace capaz
de criticar su mundo social y así nace la política y también,
simultáneamente, la filosofía.

A su vez, con la libertad emergen nuevas paradojas y


contradicciones a todo nivel de la existencia auto-eco-
organizada del individuo, sociedad y biosfera. Nuevas
emergencias que actúan sobre sus fuerzas productoras,
produciendo ellas mismas a su vez al individuo, la sociedad y el
cosmos.

6. La acción humana

En este contexto, el ser humano se manifiesta en acciones que


van más allá de la “acción natural” de otros seres vivos. Es una
nueva abertura del ser que se distingue del resto de los para-sí
y esa abertura se manifiesta en la acción. La acción humana no
es comparable a la acción animal.

En los animales la acción está desprovista de contenido ético,


todas sus realizaciones están orientadas a un objetivo concreto,
la supervivencia del individuo y su especie y en función de esto
se mueven: matan, se reproducen, mueren. Todo en la
inconsciencia completa. Es un eterno presente pulsionado por la
necesidad vital y punto. Hay sujeto, pero no subjetividad en
sentido fuerte. Por lo tanto, tampoco puede haber bondad ni
maldad ni complejidad social en los términos en que esta
emerge con la acción humana, no hay asunto ético. No hay
ruptura consciente con el cosmos, por lo tanto no hay rituales de
reconciliación con el cosmos, no hay dioses, no hay acto
sacrificial, no matan con armas, no diferencian entre lo crudo y
lo cocido, no acumulan excedentes, no envidian, no celan, no
manifiestan miedo existencial a la vida 3, no necesitan, en fin,
dar sentido a la existencia.

La acción humana, en cambio, es una creación pura y pura


creación humana, porque a pesar de todas sus dependencias
auto-eco-organizacionales, es la única acción sujeta a la
posibilidad de libertad y decisión ética, es decir, que no puede
deducirse de las condiciones previas “por más que se trituren”.
Es indeterminada. La libertad de acción ética es lo que
concentra la existencia humana. Es lo humano. Es la diferencia.

Así que la indeterminación es fuente de libertad, pero a la vez es


un abismo trágico, porque se realiza sobre un fondo de
incertidumbres ineludibles. Sé que decido, pero no puedo
afirmar nada sobre las consecuencias de mi acción y sobre sus
significaciones. No hay garantías, nada puedo asegurar.

De modo que la acción humana es trágica, compleja y única. No


puede ser de otro modo. Su carácter trágico consiste en que
puede promover su religación o puede producir su destrucción
total. La ética no es inocua, no es un lujo que podemos darnos.
En este contexto, buscar una vida humana, incluye reestablecer
el lugar de la ética en la existencia humana.

Pero las limitaciones cognitivas y la incertidumbre tampoco son


inocuas y pueden hacer que el proyecto humano fracase en sus
intentos. Son las marcas trágicas de la acción humana.

Aquí, otra vez, la tarea pendiente sigue siendo reconocer el


carácter incompleto de todo conocimiento y, para todo lo
demás, comprender. Todo esto a la vez reivindicando las
fuentes originarias, reconociendo sus manifestaciones
antagónicas y complementarias en el triple bucle recursivo:
Especie

Individuo Sociedad

Reconocer “el carácter vital del egocentrismo y (…) la


potencialidad fundamental del desarrollo del altruísmo” y, a

3
Puedo asustar a un animal, por ejemplo a un perro, pero no puedo hacer que sienta temor por existir,
hacerlo sentir la incertidumbre.
través de este reconocimiento, regenerar el bucle de religación
Individuo/Especie/Sociedad, en y por cada una de sus instancias.

Sin embargo, este reestablecimiento no es posible sólo gracias a


las fuerzas primarias de religación, no es posible gracias
solamente a la subjetividad, sino que requiere también del
intelecto, de la consciencia, de la reflexión y del “buen pensar”
de Pascal. Es aquí donde el pensamiento complejo propone un
camino.

7. Dialógica de la libertad

El individuo es cierre y apertura. Morin lo explica: “El cierre


egocéntrico hace que el prójimo (otro) nos parezca ajeno, la
apertura altruísta nos lo hace fraterno”. “El principio de
exclusión conlleva el egoísmo, la competencia, el antagonismo
al otro (…) el principio de inclusión conlleva la solidaridad y el
interés por el prójimo”. “El sujeto lleva en sí la muerte del otro y
el amor al otro”.

Los argumentos son contundentes y expresan el carácter


dialógico del problema, sea el individuo o su sociedad, sea la
libertad y el principio de autonomía moral, todos estos
problemas no pueden ser comprendidos sino en y con sus
aspectos complejos y dialógicos.

Así, también dialógicamente surge la conciencia moral como


una emergencia histórica “a partir de los desarrollos
complejizadores de la relación trinitaria
individuo/especie/sociedad”. Y, al surgir, “reinscribe la mente
individual, en un nivel superior, en el bucle trinitario”.

Pero no siempre fue así y de hecho cuando decimos que la


consciencia moral es una emergencia histórica, reafirmamos con
fuerza que durante la mayor parte de la existencia del hombre
las sociedades no han hecho sino negar esta autonomía y “así,
en las sociedades cerradas de la Antigüedad, la relación está
desequilibrada en detrimento del individuo, que no dispone de
autonomía moral”. Los episodios de libertad y autonomía
individual y social se reducen a la Grecia Clásica y al proyecto
europeo de democracia que despierta nuevamente en los siglos
XII y XIII, con las primeras ciudades y que se reafirma con la
revolución francesa y así, complejamente, hasta nuestros días.
Se trata de un proyecto siempre inconcluso y siempre en
evolución.
Con el proyecto de la libertad individual, nuevamente, nos
encontramos frente a contradicciones, causas y efectos
antagónicos y contradictorios, porque por un lado la opresión de
la comunidad contra el individuo se relaja y abre las puertas al
universalismo ético y laico, pero a la vez la situación nos
conduce “al desarrollo del egocentrismo”, el narcisismo, y a la
posibilidad de eliminación de la ética que no puede existir sino
como religación universal del individuo. Como sabemos, la
destrucción de la ética comporta ella misma la eliminación de la
libertad y de todo el proyecto humano.

En la medida en que la sociedad se complejiza y aparece con


fuerza la autonomía individual y social, nuevos problemas
aparecen porque se hacen patentes desordenes, antagonismos
y rivalidades “inseparables de las libertades”. Estas
emergencias están allí y allí estuvieron mientras el hombre
estuvo sometido y no fue libre, pero no emergen hasta que la
libertad las hace surgir. El hombre es esas cosas también y la
conclusión simplista sería que se repriman al precio de la
libertad o, inversamente, que la libertad auto destruya al
hombre.

El desafío del hombre está inscrito así en esta búsqueda de


balance entre esas fuerzas y desórdenes, como expresión de
fuerzas inmanentes y originarias de lo humano, que separan y
religan, disgregan y comulgan y que son fuerzas universales y
que trascienden lo humano. Se trata de rehabilitar el bucle
individuo/especie/sociedad. Cualquier visión reduccionista
resolverá el problema acabando con lo humano y por tanto
destruyendo lo que pretende proteger.

8. La organización

La vida es el resultado de la lucha entre las fuerzas de


dispersión y religación. La vida es, de hecho, un “logro muy
improbable de las fuerzas de religación” y representa un
“fenómeno de la auto-eco-organización”.

Con la vida emerge la organización que a su vez,


recursivamente, genera nuevas emergencias “de extrema
complejidad y diversidad”. Es la organización la que impide que
todo sea caos y dispersión, refinando el cosmos, religando lo
uno y lo múltiple y, al revés, metamorfoseando todo.
Permitiendo la autonomía en medio de la religación y uniendo la
autonomía al entorno. Por eso, Morin define la organización
viviente como auto-eco-organización y coloca al ser humano en
el privilegiado lugar de la complejidad máxima.

Entendemos este privilegio como un desafío, porque nada


garantiza que como producto de esa independencia moral su
desempeño se incline hacia la destrucción y el absurdo o hacia
la vida y la religación. Morin: “En la sociedad humana se
produce un nuevo orden de religación”.

La organización hace que el todo sea más que sus partes,


porque hace emerger cualidades inexistentes en ellas, pero, a la
vez, es menos que las partes, porque en ellas se inhiben
cualidades que la organización “oculta”. Es uno de los principios
que rondan al análisis complejo. Morin lo llamó Principio
Sistémico u Organizacional. Un fenómeno fantástico que, en el
caso del ser humano se disloca adicionalmente como
consecuencia de la autonomía moral.

9. La jerarquía

El diccionario de Real Academia Española define jerarquía como


“Gradación de personas, valores o dignidades”. La enciclopedia
libre Wikipedia, la define como “el orden de los elementos de
una serie según su valor. Puede aplicarse a personas, animales
o cosas, en orden ascendente o descendente, según criterios de
clase, poder, oficio, categoría, autoridad o cualquier otro asunto
que conduzca a un sistema de clasificación. En una
determinada sociedad, es el orden de los elementos existentes,
ya sean políticos, sociales, económicos u otros.”

En la naturaleza, la jerarquía u orden natural de los sistemas no


vivos no plantea los problemas que suscita la aparición del ser
vivo. En estos, a cualquier nivel de ser vivo, la jerarquía supone
un orden de dominación de un individuo por otro que, además,
es el resultado de relaciones de fuerza y poder. Además, la
jerarquía puede resultar indispensable para aumentar las
posibilidades de supervivencia de los individuos y su especie.

Para el ser humano, las complejidades aumentan porque el


hombre posee un nivel de consciencia y autonomía moral que
problematiza la situación y potencialmente plantea la pregunta
¿por qué aceptar la dominación? Aún en el caso de que la
dominación se plantee en forma pacífica y “consensuada”,
siempre es posible cuestionar si debe mantenerse un esquema
de diferencias jerárquicas y por qué ¿cómo legitimarlo? Además,
las jerarquías pueden ser de diversa índole, sociales,
económicas y políticas y se combinan y retroalimentan en forma
compleja. Puede pensarse que la jerarquía somete y embrutece
al dominado y al dominador y restringe la libertad de ambos.

Vista así, una meta razonable sería trabajar para reducir


incesantemente las jerarquías, cualquiera fuera su naturaleza.
De alguna manera, esta es la meta de la democracia, guardando
las distancias respecto a si es posible o no una igualdad
absoluta. 4 Además, si aceptamos el teorema de Arrow, hay que
reconocer que la igualdad absoluta es imposible. 5

La jerarquía promete un esquema organizativo que produce


resultados colectivos y cohesiona la sociedad. Por otro lado,
expone al individuo a una fórmula que deja pocas posibilidades
de salir ileso en el intento, impone un deber que se divorcia muy
fácilmente de la ética personal, lo expone a la burocracia, la
irreflexión, la mediocridad y, luego, al auto-engaño, la sumisión
y la crueldad.

En la medida en que la jerarquía se propone legitimar el poder,


desquicia sus propósitos y se transforma en mero mecanismo de
dominación.

10. La deriva moral: fallos, desviaciones,


extravíos, inversiones y perversiones

Además, el individuo humano en sus complejidades es también


manipulable en alto grado, cuando se plantea el doble plano
individual y social, es susceptible de una fractura psicológica
que potencialmente puede producir resultados atroces, tal como
mostró Julian Jaynes. Es el caso del experimento realizado por
Stanley Milgram que conduce a la deriva por sumisión a la
autoridad. Milgram: “Gente ordinaria, desprovista de toda
hostilidad, simplemente cumpliendo su tarea, puede convertirse
en un agente atroz por mediocridad cuando el engranaje de la
máquina nazi le condujo a programar los asesinatos en masa”

Sólo por mencionar otro ejemplo notable, Henry Pierrepoint


(1905-1992), el famoso verdugo inglés de principios del siglo XX.
¿Qué pensar de un individuo que por cumplir con su deber y por
sumisión a la autoridad es capaz de la mayor crueldad? La

4
Parece imposible poder conciliar la idea de igualdad absoluta con los postulados del pensamiento
complejo, para el cual no hay absolutos.
5
Arrow trabajó el problema de la inconciliación entre los valores individuales y las elecciones sociales y
estableció la imposibilidad lógica de concebir un algoritmo de optimización de los problemas humanos,
así como de asegurar un bien soberano
sorpresiva conclusión de Milgram es que esa conducta no tiene
nada que ver con sadismo o enfermedad mental.

Y hay que añadir que según Freud “no hay un inconsciente


mediocre”. Es decir, el inconsciente no puede ser mediocre
porque en él no se resuelven los aspectos inteligibles de la
existencia, sino aquellos relacionados con el placer/displacer.
Por el contrario, trabaja inteligentemente para lograr sus
propósitos. En consecuencia, no es el inconsciente sino la
consciencia la esfera psíquica que trabaja en los casos que
estudia Milgram y es aquí donde reside la mediocridad o falta de
sentido crítico que hace aparecer como plausible una conducta
sumisa y cruel, tal como explica Morin.

Otra deriva la constituye el auto-engaño “acerca del bien


mismo”. Es lo que ocurrió y ocurre en los regímenes autoritarios,
especialmente de corte comunista: Morin nuevamente: “(…)
como hicieron tantos militantes sacrificados que creyeron
contribuir a la emancipación de la humanidad, cuando obraban
para su sojuzgamiento”

No es producto de la ignorancia, porque como aclara Morin “La


mayor parte de los intelectuales del siglo XX se engañaron en
algún momento de su vida” y se justificaron creyendo en algún
tipo de “superioridad ética”. Allí están como prueba trágica
Trotsky y sus seguidores.

11. El pensamiento complejo

La subjetividad esencial de la ética, como toda manifestación


compleja, no es sólo subjetividad, sino que requiere de la
consciencia, del intelecto, del pensamiento, para manifestarse.

A la buena intención debe acompañarse con el buen


pensamiento. En palabras de Morin “nada es mejor que la buena
voluntad, pero no basta y te puedes equivocar”. El fracaso
siempre está allí amenazando y las mejores intenciones son un
fracaso seguro si el pensamiento que las acompaña es
incorrecto, mutilante, simplificado, reductivo.

Un buen pensar no es garantía, porque la ética no puede


deducirse del conocimiento, pero la ética y el conocimiento se
relacionan porque el individuo puede y debe tener conocimiento
de las condiciones objetivas donde ejerce la ética. Es necesaria
entonces, además de un conocimiento de la ética, una ética del
conocimiento. Esta es la apuesta moriniana.
La libertad y la autonomía ética generan problemas ineludibles.
La dialógica de su complejidad nos exige enfrentar estos
problemas y no evadirlos u ocultarlos, no podemos simplemente
ignorar o intentar suprimir sus manifestaciones.

Todo esto indica que mientras haya seres humanos tendremos


que enfrentar estas inconsistencias y sus consecuencias.

Morin: “Todos los extravíos éticos proceden ciertamente de una


insuficiencia del sentido crítico y de una dificultad para adquirir
un conocimiento pertinente; (…y estos) son inseparables de una
propensión interior a la ilusión que favorecen nuestros procesos
psíquicos de auto ceguera, entre ellos el auto-engaño. Como
hemos visto, la consciencia es extremadamente frágil”

Pero puede haber estrategias para enfrentar tales derivas. El


pensamiento complejo es una de ellas.

Morin propone la educación en un pensamiento pertinente,


propone una “ética del pensamiento”, no porque pueda
prometerse un saber que permita derivar un deber, sino porque
sí se puede “tener conocimiento de las condiciones objetivas en
la que se ejerce” la elección ética. En esto consiste la ética del
pensamiento y la ecología de la acción que propone Morin.
Resumiendo, el ser humano debe, a partir de la actitud correcta,
educarse a pensar correctamente, esto es:

a. Examinar el contexto
b. Conocer la ecología de la acción
c. Reconocer las incertidumbres
d. Reconocer las ilusiones éticas
e. Practicar el autoexamen
f. Reflexionar la decisión
g. Reconocer la apuesta y los riesgos
h. Elaborar una estrategia

Es una ética que no se conforma con la simplicidad bien/mal,


sino que entiende que el bien puede contener un mal y al revés.
No elimina, sino que reconoce la incertidumbre y sabe que
depende de:

a. La ecología de la acción
b. Los límites de lo calculable
c. Los imperativos antagónicos
d. Las contradicciones éticas
e. Las ilusiones éticas
f. La relación individuo-especie-sociedad

Conocer y, sobre todo, comprender, cuando del ser humano se


trata. Estar alertas. Ese es el desafío y de esa manera, avanzar,
sin certezas, pero con una combinación de buena voluntad y
buen conocimiento hasta donde alcance y, luego, Phronesis 6 y
comprensión.

Morin: “Todo pensamiento puede ser puesto al servicio de la


manipulación, pero el pensamiento complejo conduce a una
ética de la solidaridad y de la no coerción”

La frase de Morin es contundente. No podemos aspirar a una


sociedad correcta a partir de la “obligación”. Sin espacio para la
deliberación libre y ética no es posible la ética. El mundo no
necesita “monjes con bayonetas”. La complejidad humana
requiere ser comprendida y requiere ser libre, la libertad, como
todo lo humano, se manifiesta dialógicamente y en el bucle
recursivo entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, pero
así es como se manifiesta y negarlo es negar lo humano. A
nadie se puede obligar a ser libre ni feliz, esto es un
contrasentido ridículo. Sin embargo, hay que aspirar a un
individuo verdaderamente autónomo en una sociedad
verdaderamente autónoma y, en consecuencia, hay que
promover y cuidar las condiciones en que el ser humano pueda
aspirar y elegir, pueda ser libre. A la vez, hay que cuidar esa
libertad reconociendo el entramado complejo de dependencias
que también contribuyen a su existencia.

Las jerarquías pueden ser derivados perversos de la


organización y, como tal, son males necesarios y deberían estar
permanentemente contaminadas de rebelión si no queremos
perder lo humano. Entregarnos a las jerarquías es el reino de la
mediocridad y de la inhumanidad. Es el triunfo de la muerte sin
dialógica y, por tanto, es la destrucción de toda vida.

6
Phrónesis, Prudencia, para Aristóteles, saber deliberar y juzgar de manera conveniente. No es ciencia y
no es arte.

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