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LUISCARRILLO
Profesor Unipamplona
agosto de 2009
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He aquí la primera alusión a la voluntad machista y muy propia de nuestra cultura presidencialista, la
de erigir (en sentido fálico) monumentos conmemorativos a falta de otras gestiones públicas más
consistentes.
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Habiendo conocido al finado, dudo que este hubiera estado muy contento a la hora de “levantársele
un busto”, algo que hubiera dado para bastantes gracejos sabrosos de su parte. Su talante (así como el
de Oriol y los de su generación) a la hora de las conmemoraciones no creo que hubiera estado afinado
con el capricho de levantar sordos monumentos en su honor, ya ni de piedra siquiera, sino de… cemento
Diamante: “¡A dormir jediondos!”(R. Mantilla en una inolvidable noche de fiesta perdida en el recuerdo
de los años setentas).
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Co-locus, aunque preferiría poner, en este punto debo conceder que está bien empleada la palabra
colocar.
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En esto recuerdo que tan cerca estamos los escultores, en la historia, en el oficio y en la mentalidad
popular, de los maestros de obra.
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Esta aclaración hace parte de la función pedagógica del arte o del artista contemporáneo y suele
pasarse por alto cuando a alguien se le antoja dedicarse a decorar, pero ¿al alcalde quien lo ronda?.
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Aunque en este caso pueda asimilarse a un objeto de artesanía. A uno lo llaman en calidad de
artesano, de hecho en estos días hacer bustos es un oficio mas bien artesanal.
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El pedestal es un elemento significativo que está eliminado de la escultura contemporánea. En este
punto si la voluntad del alcalde o la municipalidad me beneficiare tengo que hacer énfasis en promover
un adecuado matrimonio entre mi obra y el pedestal como máximo.
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La obra está inevitablemente ligada a su autor aunque no esté firmada siquiera y su torpe realización le
condenará de por vida, cosa que no se le pediría a un mandatario de los que hay tantos.
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Palabra horrible esta, ya sea aplicada a una representación escultórica o a ciertas partes significativas
de las damas. Prefiero pensar que la palabreja proviene de la combustión (com-bustus) de donde nacían
los antiguos monumentos de bronce en los talleres de fundición, aquí se trataría de la quemazón
alcalina que produce el clínker a escala parroquial.
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Factor como facteur.
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Por ventura, los artistas estamos amarrados a que todas las cosas que salen de nuestras manos estén
condenadas a ser “serias” y sujetas al bendito/maldito escrutinio de la crítica.