You are on page 1of 4

La vieja socialista de "pobreza limpia"

Hija de un artesano forjador, vivió la exuberante Granada intelectual de los años 20


Madrid, Francia y México marcaron su trayectoria política y su compromiso social

Domingo, 22.02.2009

Matilde nació el 20 de septiembre de 1898, en la calle de la Alhóndiga, 29.

El barrio de la Magdalena era comercial, artesano y señorial, palpitante de vida por sus populosas
calles Mesones, Puentezuelas, Alhóndiga… Juan Cantos Molina, su padre, era artesano forjador, con
taller y tienda propia en la calle de la Alhóndiga, donde vendía los utensilios de su fabricación: velones,
candiles, candelabros, almireces, trébedes, peroles, herramientas de labor y trebejos para caballerías,
carruajes, carros, artesanía que fue supliendo la industria.

La clientela era heterogénea. La práctica del regateo, tan corriente y hasta esencial en aquella época,
originaba inacabables discusiones a la hora de ajustar precios. Eran debates desenfadados, donde se
ponía a prueba el ingenio y la facundia de cada parte.

La niña Matilde despierta a la vida en este medio popular, rico de tradiciones y sentencias populares,
cuando todavía estaba intacto el costumbrismo y unas formas de vida no contaminadas por influencias
foráneas.

El establecimiento de su padre fue escuela y ágora. Subrayamos estas vivencias porque para Matilde
fueron enseñanzas inolvidables, muy útiles en su futuro compromiso político, cuyas dotes oratorias,
reconoció, tenían origen en aquellas vivencias de "raíz popular" de su infancia y juventud.

Matilde Cantos vivió la exuberante Granada intelectual y artística de los años veinte, que luego
formaría parte esencial de la Generación del 27. A la cabeza, Federico García Lorca, de quien fue
amiga. Matilde empezó a ser conocida al colaborar en El Noticiero Granadino y asistir a las tertulias
de El Rinconcillo y, sobre todo, El Polinario, en la calle Real de la Alhambra.

Gran aficionada al cante flamenco y a la fiesta de los toros, vivió con entusiasmo el Concurso de Cante
Jondo, en 1922. El 9 de febrero de este año contrajo matrimonio con Enrique López Puerta. Tuvieron
dos hijos, el primero nació muerto y el segundo falleció pronto. Al poco tiempo se separaban
amistosamente. Matilde se fue a Francia y a su regreso se quedó en Madrid que iba a ser el escenario
de su compromiso militante.

El doctor César Juarros, junto a otras autoridades médicas y un grupo de mujeres progresistas -María
Lejárraga, Clara Campoamor, la Dra. Elisa Soriano…-, organizaron en julio de 1922 una campaña
abolicionista contra la trata de blancas.

Cofundaron la Sociedad Española de Abolicionismo, antes: Patronato de Represión de la Trata de


Blancas. A esta lucha se unió Matilde Cantos al llegar a Madrid. Implicada en aquellas tareas, se inició
Matilde como oradora, en el teatro Pabón. Habló de la instrucción y de la sanidad como pilares
sociales. Le preocupaba la higiene como medio de erradicar las enfermedades venéreas.

En estas conferencias se exhibían películas alemanas como Mercado de Mujeres, de la casa Hegewald
Film, basada en la obra de Thomas y Georges C. Klaren. Las películas exponían, científicamente, el
peligro y la patología venérea a la vez que se mostraban normas profilácticas para practicar el sexo
libre y saludablemente.

En 1931, al hacerse cargo Fernando de los Ríos del Ministerio de Justicia, se interesó por la
reorganización de la Sociedad Española de Abolicionistas, que pasaría a llamarse Patronato de
Protección a la Mujer.
Si la tienda de su padre fue lugar de aprendizaje de las relaciones humanas, las Casas del Pueblo
fueron la universidad en la que se doctoró. Andando el tiempo, en una carta a las hijas de Francisco
Largo Caballero, les recordaba: "Vuestro padre fue un maestro, y para mí uno más entre los
socialistas que en las aulas contribuyeron a enriquecer mi mente, y en las más modestas Casas del
Pueblo me dieron lecciones de humanismo, entereza y dignidad". Matilde había entrado en el Partido
en septiembre de 1928.

Reconocía que completaron su formación militantes como Largo Caballero, Trifón Gómez, Manuel
Cordero, Indalecio Prieto, Julián Besteiro, Antonio Velao, Andrés Saborit, sin olvidar a las militantes
del Sindicato de la Aguja: Paca Vega y Victoriana Herrero. Y las intelectuales como Matilde de la
Torre, María Lejárraga, Margarita Nelken, Veneranda Manzano, Julia Álvarez… Y, sobre todo, una
legión de mujeres obreras, anónimas, muchas de ellas analfabetas, que todavía encontraban tiempo,
tras extenuantes jornadas de trabajo, en fábricas y talleres, para atender a sus familias, instruirse y
militar.

Uno de los logros más notables de la Segunda República fue la profunda revisión y reformas de las
cárceles y penales realizadas por Victoria Kent, como Directora General de Prisiones, nombrada por
decreto de 18 de abril de 1931. Las cárceles eran lugares siniestros, sórdidos, inmundos, donde reinaba
la insalubridad, el hacinamiento y métodos brutales.

Constituían una de las lacras sociales más urgentes, tarea a la que cumplidamente se dedicó Victoria
Kent. En marzo de 1932 creaba el Cuerpo Femenino de Prisiones y el Instituto de Estudio Penales, en
substitución de la Escuela de Criminología. Matilde proyectó su futuro hacia estos organismos. Su
maestro fue el gran penalista Luis Jiménez de Asúa. El 28 de febrero de 1935 obtenía el título de las
disciplinas cursadas: Pedagogía Correccional, Identificación y Delincuencia Infantil, Derecho Penal,
Penalogía y Criminología.

Matilde Cantos, en 1933, había sido nombrada secretaria del Comité de Mujeres Antifascistas. Tras la
Revolución de Asturias, el 6 de octubre de 1934, el Comité de Mujeres Antifascistas pasó a la
clandestinidad transformándose de Comité pro Infancia Obrera. Crearon entonces las organizaciones
para socorrer a los hijos de los mineros muertos o encarcelados. Cientos de niños fueron evacuados a
Madrid acogidos en los hogares de militantes antifascistas.Para las elecciones del Frente Popular
Matilde Cantos fue designada compromisaria del PSOE. Ella era la única mujer que encabezaba una
lista.

Por aquellos días se encontró con Federico, cerca del Ateneo, el poeta le señaló su nombre en uno de
los pasquines pegados a las paredes, mientras le decía aquella sentencia popular: "¡Pregoná, pregoná
te veas por las esquinas!". Y riendo se encaminaron al café de La Granja del Henar. Al estallar la
guerra civil, Matilde Cantos formaba parte del Secretariado Femenino del PSOE. Se vio inmersa en
todo tipo de tareas, desde visitar los frentes hasta acoger a los refugiados de las zonas ocupadas por el
enemigo. Se prodigó en actos públicos, formando equipo del Comité de Propaganda del PSOE, junto a
Ramón Lamoneda.

En 1937 asistió en París al Congreso Mundial contra la Guerra y el Fascismo. En compañía de


Alejandro Otero, su secretario de armamento, y asistíó a la reunión de la Internacional Socialista y
Sindical.Con el repliegue del gobierno central de Valencia a Barcelona a fines de 1937, Matilde vivió en
la capital catalana hasta el final de la guerra en 1939. Su exilio francés lo pasó en Limoges.

Cuando las tropas alemanas invadieron la región se trasladó a Marsella donde embarcó en un viejo
barco de carga llamado Mont Viso. Era un arca de Noé de razas y clases, desde un Rothschild a
obreros, maestros, músicos, escritores que lo habían perdido todo. En la escala de Casablanca la
disentería hizo estragos y los condujeron a un campo de concentración. Meses más tarde al Quanza,
barco portugués, que llevaba a un grupo de judíos, se agregaron los pasajeros españoles que provenían
de Marsella. En el barco iba don Niceto Alcalá Zamora, primer presidente de la República española, y
su familia.
Enfermó de paludismo, y los ingleses prohibieron a la familia Alcalá Zamora proseguir el viaje. De ahí
que, cuando al final se les vio subir por la pasarela del Quanza, fueron acogidos con una gran ovación.
El capitán del barco le ofreció un camarote de primera, pero don Niceto no aceptó, aduciendo que ellos
habían pagado camarotes de tercera. El Quanza fondeaba en el puerto de Veracruz, el 18 de
noviembre de 1941, una muchedumbre los recibía con los himnos de México y el de Riego de los
republicanos españoles con vivas al general Lázaro Cárdenas y a la República española.

Matilde Cantos, al llegar a México, era una mujer de 41 años, medía 1,63 cm de altura, tenía una
complexión gruesa y el pelo canoso, según refleja la ficha de la policía al desembarcar en la tierra de
promisión. Todos los refugiados tenían derecho a un subsidio mínimo de 3 pesos diarios y una tarjeta
médica durante 3 meses.

A mediados de diciembre de 1942 autorizaban a Matilde a recoger información en los establecimientos


de prevención social, a título de ex-inspectora General de Prisiones de la República española. Matilde
se vincula a la prensa de prevención social y en diciembre de 1947, la Revista Población la delegaba
como redactora en la Unesco. Su actividad en torno a las cárceles, constituye el gran capítulo de
Matilde en México, en defensa, sobre todo, del preso común, el más marginado, a esta la juventud
reclusa se dirigían especialmente sus textos. Para entonces ejercía de profesora en la Delegación de
Menores del Departamento de Prevención Social.

Conmueve en Matilde su talante de mujer sencilla y tenaz en ser útil en trabajos de proyección social.
Colaboró en la creación del Centro Andaluz de México, al lado de los poetas Juan Rejano, Pedro
Garfias, Fernando Vázquez Ocaña. Después fundó el Grupo Mariana de Pineda integrado por
refugiadas, recaudaban fondos para ayudar a los presos de las cárceles franquistas. Su buen carácter y
simpatía lograba atraer la participación de artistas como Miguel de Molina, el poeta León Felipe,
Margarita Xirgu, Ofelia Guilmain… Lo que se recaudaba en estos festivales se invertía, sobre todo, en
penicilina, tan difícil de adquirir a las clases modestas en España.

Matilde reorganizó la Agrupación de Mujeres Antifascistas, de la que en 1933, año de su creación, fue
secretaria del Comité Nacional. También la Unión de Mujeres Españolas, en 1945, cuyo propósito era
ayudar a los refugiados.

En 1956, hacía once años que estaba sobreseído el expediente de Responsabilidades Políticas incoado a
Matilde Cantos, el 25 de noviembre de 1941, según ley de 9 de febrero del 1939, en su artículo 44. Sin
embargo, la Comisión Internacional de Repatriación le comunica la No Admisión. Tras sucesivos
intentos, hasta 1968, no obtiene autorización para regresar a España, con la advertencia: "… sin
privilegios ni inmunidad de ninguna clase para someterse a los tribunales de justicia". Y así fue.

Matilde Cantos llegaba a Madrid el 22 de abril de 1968. El aeropuerto de Barajas bullía de gente
enardecida. Massiel había ganado el Festival de Eurovisión con la canción La la la, y una
muchedumbre enfervorecida la esperaba. Tanta euforia era contemplada por Matilde, con mirada
atenta tras sus gafas antiguas de gruesos cristales.

En cuanto amainó el tumulto la policía, que la vigilaba, se dispuso a escoltarla hasta la Dirección
General de Seguridad. Tenía 70 años y andaba con dificultad, apoyándose en un bastón de caña. Nada
en ella la hacía sospechosa de peligrosidad. Ni su aspecto discreto de matrona ni su decorosa modestia
o su pasiva y correcta actitud.

A pesar del despliegue policial que la esperaba, la mujer confesaría no estar intimidada ¡Tanta era su
alegría por regresar al fin a España! No le había sido fácil obtener el visado, pesaba sobre ella un
cúmulo de responsabilidades políticas, por su pasado de roja. En el coche celular que la conducía al
siniestro edificio de la Puerta del Sol, dejó caer con aplomo: "Me considero una mujer con suerte. Salí
de Madrid en coche oficial y en coche oficial vuelvo".

En las dependencias de la Dirección General de Seguridad la encerraron en un calabozo, exhausta, se


durmió profundamente. De pronto abrieron la puerta de la celda a un grupo de prostitutas, víctimas
de una redada. Entre ellas se encontraba una comadrona acusada de haber cometido un aborto. En un
momento dado le preguntó a Matilde: ¿Drogas? "No, política", aclaró.

Las prostitutas, solidarias, protestaron, por el trato que se le daba a aquella señora. Matilde las
tranquilizó: "No os preocupéis. Es cuestión de haber tenido la posibilidad de ir a la escuela".
Llamaron la atención de los guardias hasta lograr que la cambiaran de celda. A las pocas horas la
trasladaban al juzgado militar de la calle del Reloj.

En cuanto Matilde quedó libre de cargos se fue a Granada. Cumplía su más alto sueño: regresar a su
tierra. La conocimos entonces. En la ciudad, su figura venerable se hizo pronto popular. Mujer
acostumbrada a intervenir en foros y tertulias, era en aquellos tiempos -la última década franquista-
una voz que se alzaba clarividente, exponiendo sus convicciones políticas con los enfoques sociales que
habían presidido siempre su trayectoria.

En una carta al histórico líder socialista Andrés Saborit, le confiaba: "… Me gustaría que el PSOE
estuviera unido, que se superasen las ambiciones y triunfalismos y se actuara con inteligencia y
austeridad. A mis 79 años, no tengo ambiciones ni quiero cargos. Cobro una mini jubilación y me
siento feliz con mi pobreza limpia".

Matilde Cantos vivió siempre como un ser libre, de "pobreza limpia", en pensiones modestísimas, sin
querer ser una carga para sus familiares dispuestos a ayudarla. Tanto que, olvidada en un centro de
acogida, el escritor socialista José Fernández Castro, ante su gravedad y abandono, dio la voz de
alarma al poeta Juan de Loxa, quien logró la intervención de Francisco Martín, alcalde de Fuente
Vaqueros que facilitó su traslado a la Residencia de la Cooperativa Los Pastoreros.

Allí fue acogida y cuidada con esmero hasta su último día, el 25 de noviembre de 1987. El pequeño
cementerio de Fuente Vaqueros recibió su cuerpo. Creemos que, a Matilde Cantos, le hubiese
complacido saber que sus fatigados huesos los arropaba la tierra que vio nacer a su amigo Federico
García Lorca.

You might also like