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¡Feliz Navidad!
La Arañita invisible
dEl pesEbre
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Por cierto todos eran muy simpáticos y entre nosotros
reinaba una felicidad difícil de describir. Nadie alegaba
por el frío de la noche, ni porque no tuviéramos
un techo digno para recibirlos. A gran velocidad
y animada por este ambiente, yo los unía a unos
con otros. Apenas se daban cuenta, pero si se
miraba con atención, era posible observar una
red. Cuando el camello estiraba la pata, la red
se tensaba en la oreja de la vaca y
cuando ésta movía la cola,
se tensaba hasta llegar
a las patitas del niño,
haciéndole reír de
cosquillas.
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Cuando amaneció, mi red relucía como un manto de plata con el
rocío matinal. Jesús abrió los ojos primero que nadie, vio mi trabajo
y sonrió agradecido. “Bien, mi querida arañita invisible. Con esto les
quedará claro. Cada vez que actúen, que se muevan, que quieran hacer
algo, pensarán en cómo eso afecta a los demás. Tendrán en cuenta la
naturaleza y la creación completa. La red hace evidente que todo lo que
hagan, le llega para bien o para mal al que está a su lado” No dando más
de contenta, me quedé dormida a su lado hasta que el sol calentara un
poco más…
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Sin embargo al despertar de nuevo, Ohh Noooo!!!!. Todavía me da tristeza recordarlo…La
red se había destrozado. Se entretuvieron tanto con las visitas, los regalos, las luces, los
cantos y los ruidos que fuera de la familia de mi amigo, los demás no captaron lo esencial.
Los reyes y sus camellos partieron para su lado, los pastores para el
otro. La vaca y el burro se quedaron en el pesebre y el niño y su familia
debieron salir arrancando apurados, porque un loco les quería hacer daño.
Los pedazos de mi tela quedaron botados por el suelo y el corazón de Jesús
también. Corrí a su lado y le prometí que seguiría haciendo evidente su
mensaje de unión hasta el fin de los tiempos. El sonrió agradecido, pero
presiento que ya conocía todo lo que vendría.
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Lo acompañé en Egipto, en Nazaret, en Galilea, en Samaria y en Jerusalén hasta el
final. Aún me duele recordar cuando tejía en una vieja cruz de madera para
darle ánimo a mi querido amigo. Así ni ese día ni durante siglos,
nadie pareció entender nada; yo tejía y tejía mostrando
nuestra unidad esencial y nada. Casi todos los seres
humanos velaban por lo suyo y no cuidaron la
naturaleza ni la creación.
Pero, hoy después de tanto tiempo, Él me sigue
dando vida y fuerzas para tejer. ¡Qué increíble!
No pierde la esperanza y gracias a Él, al parecer
algunos ya empiezan a entender.
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Ahora después de 2000 años, hay personas, en apariencia invisibles y diminutas
-igual que yo-, que están tejiendo redes que unen a unos con otros. Los hay
científicos, ecologistas, unos computines y cibernautas, otros creando redes
solidarias, redes espirituales, redes de amor que le dan fuerza al tejido que
me encargó Jesús.
Y ahora me toca preguntarte a ti que lees mi historia desconocida. Aunque
soy pequeña e invisible, sigo infatigable y necesito ayuda; ya se han unido los
ángeles, los animales y la creación completa, también muchos seres humanos.
Sin embargo, en este cumpleaños de mi amigo queremos darle una sorpresa
especial. Queremos que se dé cuenta que su venida no fue en vano y aunque nos
hemos demorado cientos de años, ya estamos comprendiendo su mensaje y llevándolo
a la realidad. Para este 25 de diciembre,
¿Quieres tejer conmigo? Sólo necesitas tomar conciencia de qué hilos de plata te unen
a ti con todo lo demás y que lo que hagas o dejes de hacer, les afecta. Actúa bien, piensa
bien, habla bien, ama, ama y ama sin parar, así y solamente así, tendremos todos una Feliz
Navidad para siempre.
Actividad
La arañita nos enseña que cada uno tiene algo único que aportar al mundo, a su familia y entre todos
podemos construir un mundo mejor.
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Entrevistando al Viejo Pascuero
El otro día tuve la suerte increíble de entrevistar al Viejo Pascuero. Me costó mucho trabajo
el que me dijera que sí y que accediera a contarme los secretos más guardados de su
vida. Tuve que trasladarme con gruesos abrigos y botas al Polo Norte y recorrer una larga
distancia en su trineo. Los asientos estaban bastante incómodos y la nariz se me congelaba
al respirar, pero al fin logré dar con su casita. Era muy monona y calentita; en una palabra:
acogedora.
Ya sentados en su living y a los pies de la chimenea, el dulce anciano, me contó de las
historias más increíbles vividas en los 2000 años, en que se ha encargado de llevar el
regalo más querido por cada niño del planeta. Nos paseamos por siglos y siglos, por
diferentes tipos de juguetes, por diferentes razas y culturas alrededor del mundo.
Recordó con especial cariño el año en que todos los niños pidieron caballitos
de madera y muñecas de trapo; también fue especial la Navidad de las primeras
bicicletas y qué decir la de los patines…
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“Cada año”, me dijo, “con muchísimo trabajo y esfuerzo de mi
parte y de los papás de los niños, he logrado dejar feliz a casi
todos los pequeños de la humanidad”. En su carita regordeta
y colorada, por primera vez en toda la conversación, se dibujó
una sombra de tristeza. Mi alma de periodista captó enseguida
que en ese “casi” había una historia que contar y empecé a
interrogarlo.
¿Cómo es eso de “casi” a todos los pequeños? ¿Hay alguno
que usted no logra hacer feliz? Pregunté con mi grabadora
lista. -Bueno, emmm sí-. Carraspeó el viejito. Los niños de
la tierra siempre me escriben cartas pidiéndome un regalo
para la Navidad. A veces son sencillos, otras veces
sofisticados y costosos, pero como dije antes, con
la ayuda de los papás, logro llegar con lo que
han pedido la mayoría de los pequeños.
Se quedó un momento en
silencio, y secándose
unas lágrimas brillantes
que resbalaban de los
anteojos, siguió. -Hay
un niño al que nunca
he logrado contentar
en Navidad.
¿Desde cuándo le escribe?, pregunté curioso. Uff, me ¿Y por qué?, ¿Vive muy lejos? No, no es ése el problema,
escribe desde hace tantos años que no me acuerdo. volvió a carraspear. Este niño ha vivido en muchas partes.
Las primeras cartas venían en papel antiguo, como de Ah, ya sé, dije, intentando adivinar. Debe ser de esos
papiros, también me ha escrito en telas, en papel de niños tan excéntricos que lo tienen todo y no sabe con qué
seda y en papel corriente…Pero ¿qué le dice? interrumpí contentarse. Bueno, emmmm sí y no, contestó el Viejo
impaciente. Bueno, su carta siempre está llena de amor, Pascuero, dejándome aún más intrigado. Efectivamente
nunca deja de mandarme las más lindas bendiciones este niño lo tiene todo, pero no es completamente feliz.
para mí, mi familia, mis duendes y mis renos, pero no he Por eso me escribe todas las Navidades, pidiéndome su
logrado en todos este tiempo llevarle lo que me pide. regalo, pero no lo puedo encontrar.
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también una taza. Es curiosa la vida de este pequeño,
agregó luego de varios sorbos. El nació muy pobre
acompañado sólo de algunos familiares y amigos.
Creció en una ciudad insignificante, sin grandes
lujos pero teniendo el amor de quienes lo
rodeaban. Así, cada fiesta de Navidad que pasa,
él me pide en su carta el mismo regalo.
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“Quiero que me traigas la felicidad de los llené de juguetes de grandes y de chicos, pero la
los hombres”. ¿Quéee? exclamé, bo- felicidad les duró menos que lo que demoraron
tando la taza al suelo. Sí, eso es lo que en abrir los paquetes.
me pide él de regalo, pero nunca la he po- Ahh, entonces la solu- ción para ha-
dido encontrar, agregó el anciano decep- cerlos felices debe ir porque no
cionado. tengan pro-
¿Pero cómo, si hacer blemas. Usted,
feliz a los hombres con su poder de
es tan fácil? pen- Viejo Pascuero,
sé yo. Si les das seguro puede sa-
todas las cosas carles de su vida
materiales que todas las dificulta-
necesitan y todas las des: las tristezas, los dolores,
que no necesitan, los harás feli- las caídas, los esfuerzos, los fraca-
ces y contentarás con su regalo sos, las derrotas, las malas notas, las
a este niño tan especial. peleas, la soledad … bueno todo lo que
Jo, jo, jo, se rió el anciano igual los hace sufrir, dije yo, inflado como
que en la tele. Yo también pensé un pavo de pascua, al creer que había
lo mismo al principio y por eso encontrado la clave del dilema.
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Bueno, eso también lo creí un tiempo. La verdad no
tengo el poder para hacer eso y tampoco conseguiría
la felicidad de los hombres con eso. Con los años
que tengo, he visto y comprobado que los dolores y
sufrimientos le hacen bien a todos, porque los hacen
madurar, crecer y apreciar todo lo bueno que tienen.
Definitivamente por ahí, no encontraré el regalo que
me pide mi niño regalón.
Bueno, y ¿cuál cree es la solución para poder con-
tentar al niño? ¡Ayy! Yo también me lo pregunté mil
veces y apliqué varios planes. Traté de hacerlos feli-
ces con imágenes exitosas, con viajes soñados, con
juguetes y aventuras extremas… bueno de todo, has-
ta que le mandé una carta preguntándole al mismo
niño qué hacer.
Actividad
Este cuento nos enseña acerca del verdadero sentido de la felicidad, nos invita a poner atención a las cosas simples.
Nos muestra que muchas veces no encontramos la felicidad porque la buscamos en el lugar equivocado. Como una
ayuda para conversar en familia, sugerimos las siguientes preguntas: