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Muchas son leyendas urbanas fantasmales que involucran lápidas sepulcrales embrujadas,
fulgurantes y móviles en América. Mientras estas lápidas sepulcrales ciertamente pueden
ser raras e incluso un poco espeluznantes, existen pocas que pueden ser tan extrañas como
la mirada fija y maligna de una pieza estatuaria de cementerio. Muchos de estos
monumentos no son nada más que las formas tranquilas y angelicales de mensajeros
divinos... Pero no hay mas que ver en sus fríos ojos de piedra. ¿Parece haber algo escondido
allí, acechando justo debajo de la superficie? ¿O es esa mirada oscurecida simplemente el
resultado del vapuleo de los elementos sobre esta figura año tras año?
No hay duda alguna. El estatuario del cementerio recorre la gama entera entre lo bello y lo
atemorizante. Durante principios de siglo, los artesanos tuvieron permiso de expresarse en
el arte del cementerio y crear esculturas que incluyeron ángeles seductivos, dolientes
substitutos e incluso a los mismos fallecidos. Muchas de estas esculturas han ganado una
reputación por ser algo distintas que simplemente el trabajo de arte ordinario de un
cementerio... ¡Algo que no puede ser de este mundo en absoluto!
En las horas diurnas, la figura era considerada como una primorosa adición
al arte del cementerio del campo santo. El escultor fue uno de los artesanos
de primera clase en Maryland en la vuelta del siglo y la estatua fue
altamente estimada... al menos hasta que la oscuridad cayese y las leyendas
dieran inicio.
Una de sus obras máximas fue una conmemoración a Marian Adams, la esposa de Henry
Adams. Marian, llamada "Clover" (trébol) por sus amigos que había caído en una oscura
depresión después de la muerte de su padre en 1885. En diciembre de ese año, ella se
suicidó bebiendo un preparado a base de potasio.
Marion Adams Henry Adams descendió rápidamente en su desesperación y en busca de la
comodidad, viajó hacia Japón en junio de 1886 con su amigo, el artista John La Farge.
Cuando él regresó de su viaje, decidió reemplazar la lápida común y corriente que él había
ordenado para su “Trébol” amado en el Cementerio Rock Creek de Washington con un
monumento conmemorativo más elaborado. Él recurrió a St. Gaudens y le pidió a que creara
algo con una apreciación oriental para ello, quizá combinando las imágenes del Buda con el
trabajo de Michelangelo.
El esfuerzo tomó más de cuatro años, frustrando a Adams, pero creando lo que algunos
llamaron "una de las obras más poderosas y expresivas" en la historia del arte americano,
antes o desde entonces. Fue colocado en el cementerio en 1891 y Adams estaba encantado
tanto del diseño como del trasfondo. La estatua nunca oficialmente nombrada, pero fue
conocida como la “Adams Memorial” y más tarde por el nombre más popular de “Pena”. Las
historias para este apodo discrepan. Hay quien dice que la estatua fue apodada así por St.
Gaudens mismo y otros dicen que el nombre fue acuñado por Mark Twain, quien presenció el
monumento en 1906.
Peculiarmente, el monumento original fue casi algo como un enigma mismo. Henry Adams se
rehusó en toda la vida a hablar públicamente acerca de la muerte de su esposa y nunca puso
nombre oficialmente al monumento. También se rehusó a admitir su popular sobrenombre.
Gracias al silencio de Adams y a la fama de su estimada familia política (él fue el nieto del
Presidente John Quincy Adams), muchos se volvieron curiosos acerca del monumento.
Adams fomentó esta curiosidad rehusándose a colocar una inscripción en el monumento y
colocándole detrás de una barrera de árboles y arbustos. El desafío de encontrarlo sólo echó
más combustible al interés público, primero de palabra y más tarde en guías de viaje y
artículos de revistas. La tumba se convirtió en un sitio popular para las personas curiosas,
especialmente mientras la estatua fuera tan inquietante para mirarla. Era fascinante que se
convirtiese en el tema de un plagio increíble por un escultor bautizado como Eduard L. A.
Pausch.
Sería a partir del diseño original de Adams que el escultor creó su copia propia no
autorizada de “Grief” en los inicios de 1900. La estatua más tarde vendría a ser conocida
como el notorio “Black Aggie”.
Felix Agnus nació en Francia en 1839. A la edad de sólo 13, le dio la vuelta al mundo y a los
20, peleó en el ejército de Napoleón III en contra de Austria, y más tarde prestó servicio con
las fuerzas del General Garibaldi en Italia. En 1860, llegó a Nueva York y acudió a trabajar
como escultor y perseguidor de plata en Tiffany. Cuando estalló la Guerra Civil, se enlistó
como soldado raso en el Ejército Sindical y comenzó un récord de guerra tan increíble que
llegaría a ser ascendido a la jerarquía de Brigadier General la edad de 26 años.
Agnus vio acción en docenas de batallas, incluyendo el Gran Bethel, Richmond, el Asedio de
Port Hudeson y la Batalla del Mills de Gaines. Fue herido más de 12 veces por municiones y
por espada ligera. Su amigo, el escritor H.L. Mencken más tarde dijo que Agnus “Tenía tanto
plomo en el cuerpo que cascabeleaba cuando caminaba.” En realidad no era algo de risa.
Un año más tarde, la viuda del artista Augustus St. Gaudens envió una carta a Henry Adams
para informarle sobre la pobre reproducción que había sido hecha de “Grief” y que ahora
reposaba en Druid Ridge. No había nada que pudieran hacer legalmente acerca del hurto del
diseño así que la viuda de St. Gauden viajó a Baltimore para ver el sitio por sí misma. Ella
descubrió una estatua casi idéntica, asentada en una piedra similar, pero con el nombre
“Agnus” inscrito en la base. Ella también reparó en que la piedra era de un color gris difícil
de describir y no el granito rosado del original. La localidad de Baltimore tampoco tenía la
banqueta ni el resto de construcción en piedra como la del sitio original de la tumba de
Washington.
La esposa de General, Annie, murió en 1922 y Agnus mismo murió tres años más tarde a la
edad de 86. Él fue también situado a descansar a los pies de “Aggie”.... Y no pasó mucho
tiempo hasta que su leyenda nació.
Mientras el Monumento Agnus parecía lo suficientemente inocente a la luz del día, aquellos
que se toparon con la estatua en la oscuridad, le dieron el apodo de “Black Aggie”. Para
estas personas, era un símbolo de terror y su leyenda aumentó hasta convertirse en una
historia ocasional en el periódico local y por supuesto, en las conversaciones privadas de
aquellos que creyeron en su parte oscura. ¿Dónde si no podría encontrase una estatua cuyos
ojos resplandecen de color rojo al llegar la medianoche?
La leyenda se acrecentó... Y se decía que los fantasmas de los muertos se levantaban de sus
tumbas para congregarse alrededor de ella en ciertas noches y que las personas vivientes
que le devolvieran la mirada se quedaban ciegas. Las embarazadas que transitaban a través
de su sombra (donde la hierba nunca crecía) sufrían abortos.
Una fraternidad local de la universidad se decidió a incluir a Black Aggie en sus ritos
iniciáticos. Sin creer realmente en en las historias, los candidatos a la membresía recibían
órdenes de pasar la noche en el frío abrazo de Black Aggie.
Aquellos que recuerdan la estatua rememoran sus manos grandes y poderosas. Las historias
afirmaban que los iniciados locales de la fraternidad tenían que sentarse sobre el regazo de
Aggie y un cuento pretende que “ella revivió y aplastó a un desventurado estudiante de
primer año con un agarre poderoso.”
Otra fraternidad de chicos fue igualmente desafortunada. Una noche, al dar las cero horas,
el vigilante nocturno del cementerio escuchó un desgarrador grito que provenía de la
oscuridad. Cuando llegó al pie de la estatua de Agnus se encontró con un joven que yacía sin
vida. ¿Había muerto de frío o de miedo? Nadie lo sabía con certeza, pero el suceso entró a
formar parte de las leyendas urbanas.
Una mañana de 1962, un vigilante descubrió que uno de los brazos del ángel había sido
cortado durante a noche. El brazo perdido fue hallado tiempo después en la cajuela del
automóvil de un trabajador de láminas de metal, junto a una sierra. El hombre le dijo al juez
que fue el mismo Black Aggie quien se cortó el brazo y se lo dio. El juez no se tragó tan
fantástica historia y lo envió una temporada a la cárcel. Aparentemente, al hombre no le
sucedió nada extraño como venganza de la estatua por tal afrenta.
Sin embargo, existió gente que creyó que la historia del hombre era verdad y grandes
grupos de personas se congregaban casi cada noche en el cementerio Druid Ridge. Se captó
fuertemente la atención pública y fueron muchos los curiosos que se acercaban a la tumba
para ver si sucedía algo, y de nuevo, los cuentos extraños volvieron a salir a flote. ¿Fueron
las historias sobre Aggie simplemente leyendas urbanas y cuentos de miedo acerca de una
pieza de arte necrológica? Algunos piensan que sí, mientras que otros no están tan seguros.
Troy Taylor tuvo oportunidad de entrevistar a un hombre (al que llamó “Frank” para
proteger su intimidad) que creció en el área de Nueva Jersey y se intrigó con la historias
alrededor de Black Aggie, especialmente después de cierto extraño evento que se llevó a
cabo a principios de 1950. ¿Fue lo que sucedió una coincidencia... o algo más?
Una noche, Frank y dos de sus amigos llegaron a Baltimore desde Atlantic City. Iban de
visita a ver a unas chicas que habían conocido previamente y que se encontraban en ese
momento en New Jersey por las vacaciones. El grupo decidió irse de paseo y una de las
paradas que hicieron fue para ver la legendaria estatua de Black Aggie. Una de las chicas los
llevó al cementerio y les contó una o dos historias acerca del monumento.
Frank y sus amigos se acercaron para ver si alguien había colocado monedas en las manos
de Aggie para la buena suerte (tal y como se hace en ciertas fuentes), cosa que se había
vuelto ya una tradición. No encontraron ninguna moneda, pero uno de los amigos de Frank,
de nombre Freddy, creyó gracioso poner su cigarrillo en la mano de Aggie en vez de una
moneda.
“Le dijimos que no hiciera eso”, dijo Frank al recordar el suceso, “pero Freddy se rió y nos
dijo que él no creía en paparruchadas... pero diez años después, Freddy fue encontrado en
un basurero de Carolina del Sur, con un tiro en la nuca, al estilo dela mafia. Nunca se halló
al culpable.”
Los cuidadores del cementerio hicieron todo lo que pudieron para desanimar a los molestos
visitantes, incluyendo plantar arbustos con espinas alrededor. Sin embargo, esto no era
suficiente para alejar a las personas. No se sabe porqué nunca hubo alguna pequeña patrulla
o una mayor cantidad de cuidadores durante las noches, pero se puede deducir que fue más
que nada por falta de apoyo monetario. Por cada invasor apresado, docenas más se las
ingeniaban para llegar al lugar. Hoy día, la tumba de Agnus está rodeada por una reja, pero
en aquel tiempo, el cementerio estaba sin protección, especialmente durante la noche.
Con el pasar del tiempo, la cantidad de visitantes nocturnos y la destrucción que causaban,
fueron demasiados para ser manejados por quienes administraban el cementerio. Para 1966,
y viendo lo mal que estaba la cosa, los descendientes de Agnus decidieron donar Black Aggie
al Museo de Arte del Instituto de Maryland. Sin embargo, el movimiento nunca se llevó a
cabo y la estatua permaneció en su lugar un año más, hasta 1967. El 18 de marzo, la familia
Agnus donó Black Aggie al Instituto Smithsonian para ser exhibido.
Por muchos años, esta donación demostró convertirse en un enigma para los investigadores
que intentaron rastrear el paradero de Black Aggie. Veamos, de acuerdo al Smithsonian,
ellos nunca recibieron tal monumento. A pesar de que muchas personas recuerdan que
Aggie se exhibió por corto tiempo en la Galería Nacional, los encargados oficiales del
Instituto niegan haberla tenido y mostrado al público alguna vez. Los partidarios de las
teorías de conspiración dijeron que algo olía mal en ese asunto y estaban convencidos de
que Aggie simplemente fue guardado en un almacén y jamás hubo una exhibición debido a
su pasado maldito. Un columnista del periódico Baltimore Sun describe: “Tal vez, y solo tal
vez, no quieren correr riesgos.”
La verdadera respuesta no sería tan extraña. Alguien del personal del Smithsonian se
deshizo de la estatua, lo que explicaría por qué no aparece por ningún lado en sus registros.
No tenían interés en exhibir la obra mortuoria y en vez de eso la regalaron al Museo
Nacional de Arte donde terminaría embodegada por años empolvándose y coleccionando
telarañas sin ver la luz nuevamente... hasta recientemente, cuando Black Aggie regresaría
de entre los muertos.
En 1996, una joven escritora de Baltimore cuyo nombre es Shara Terjung realizó una
historia acerca de Black Aggie para un pequeño periódico. Siempre se había fascinado con
las leyendas por lo que decidió rastrear el paradero final de la estatua. Poco después de la
celebración de Halloween, recibió una llamada de un contacto en la Administración de
Servicios Generales quien pudo ser capaz de descubrir dónde había terminado el escurridizo
Aggie. La estatua aún puede ser vista el día de hoy en el edificio de Cortes Federales en
Washington, en el patio trasero de la casa Dolly Madison house.
El sepulcro de Agnus hoy está bien cuidado y muestra muy pocas señales de la profanación
que sufrió en el pasado. La hierba crece en los lugares donde por muchos años no crecía y la
única evidencia que ha quedado de Black Aggie es un área astillada sobre el pedestal de
granito y una sombra desvanecida en el lugar donde reposaba. Al menos esa es la única
presencia que ha perdurado y que puede ser apreciada hoy en día. Pero algunos dicen que
hay más. ¿Quién sabe? Ya sea que el sepulcro de Agnus estuviera embrujado o no, Black
Aggie ha dejado una marca indeleble no solo en el Cementerio Druid Ridge Cemetery... sino
en los anales de lo sobrenatural de los Estados Unidos de Norteamérica.
Black Agnes
Black Aggie no es la única estatua a la que se le atribuyen sucesos sobrenaturales como las
muertes de incautos que caen cerca de su influjo. En 1977, en West Virginia existió la
leyenda de otra estatua, pero de mármol en esta ocasión, que mató de un susto a una mujer
que había sido plantada por su pretendiente y que se acercó, posiblemente, a descansar o a
llorar al pie de la tumba. A la mañana siguiente, la mujer fue encontrada muerta sobre el
regazo de la estatua. Ese mismo lugar era el punto de reunión de estudiantes que obligaban
a un iniciado, que deseaba formar parte de la fraternidad, a pasar la noche al pie de la
estatua
Esta leyenda tiene un origen que se remonta hasta la Edad Media y una variación narra la
historia de una mujer que acepta el reto y clava un puñal en la tumba. A la mañana siguiente
es hallada sin vida sobre la parcela y el puñal clavado en el suelo, atravesando su falda, lo
que impidió que pudiera escapar. Murió de miedo, dicen, con el rostro marcado por el terror.
Uno se pone a pensar si en verdad murió porque la asesinó un fantasma o fue porque quedó
atrapada al sepulcro.
Existe la certidumbre de que Black Agnes sea una derivación de la leyenda de Black Aggie y
ambas estatuas se hayan tratado de fundir en una sola historia de miedo. De hecho, las
narraciones de Black Agnes son posteriores. Lo irónico del caso es que la tumba de Black
Agnes nunca se volvió parte de los ritos de iniciación de las fraternidades de adolescentes,
mientras que la tumba donde se encontraba reposando Aggie si lo fue.
Hay que notar que la historia del puñal que se clava al suelo a través de la ropa es la trama
de uno de los episodios de la serie de televisión Twilight Zone que salió al aire el 27 de
octubre de 1961. En ese episodio en particular podemos ver a Lee Marvin haciendo el papel
de un muerto.
Referencias y Bibliografía