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COMENTARIO DE TEXTOS DE HISTORIA ECONÓMICA

SIGLOS XVI-XVII: DINERO, PRECIOS, COMERCIO


La tercera razón que otros piensan ser fundamento es la diversa estimación de la moneda. Y para
entenderla, porque es muy buena, es de advertir no ser lo mismo el valor y precio del dinero y su
estima. Ejemplo clarísimo es de esto que en Indias vale el dinero lo mismo que acá, conviene a
saber, un real 34 maravedís, un peso de minas 13 reales y lo mismo vale en España; mas, aun que el
valor y precio es el mismo, la estima es muy diferente en entrambas partes. Que en mucho menos se
estima en Indias que en España. La calidad de la tierra y su disposición lleva de suyo que, en
entrando uno en ella, se le engendra un corazón tan generoso en esta tecla, que no tiene una docena
de reales en más, que acá, a modo de decir, una de maravedís. Tras las Indias do en menos se tiene
es en Sevilla, como ciudad que recibe en sí todo lo bueno que hay allá, luego las demás partes de
España. Estimase mucho en Flandes, en Roma, en Alemania, en Inglaterra. La cual estima y
apreciación se causa: lo primero, de tener gran abundancia o penuria de estos metales y como en
aquellas partes nace y se coge tiénese en poco, que aun los hombres, según el refrán, no se honran
ni se estiman comúnmente en su patria. Conforme a esto es que los religiosos agustinos y soldados
que su majestad envió poco ha de la Nueva España a la China, do crían los ríos mucho oro, les
dicen a los indios que dello tienen ya gran hastío, cómo se dan tan poco por sacarlo, responden
ellos, que allí en los ríos está seguro para cuando lo quisieren.

Hace también mucho al caso haber mucho que comprar y vender, aunque la primera causa es la
principal. Vemos que en las Indias hay mucho que comprar y se compra por precios excesivos,
como cosa que va tan lejos de acarreo, y con todo se estima el dinero en menos porque la
abundancia es tan grande que deshace esta otra causa; mas en otras partes cierto el ser lugar de trato
común, especialmente de extranjeros, hace valer mucho la moneda, porque allí no solo se compra y
vende lo que se gasta la tierra adentro si no lo que se ha de llevar a todas las otras, como en Flandes,
donde todos van o envían a mercar, o en Roma donde muchos extranjeros van a residir y gastar en
mantenerse o en seguir sus pretensiones, que son grandes en pagar las pensiones de sus beneficios a
los curiales o en haberlos o conmutarlos, en alcanzar y expedir gracias, breves, exenciones,
dispensaciones. Como están en tierra ajena y no les envían de las suyas reales no pueden dejar: lo
uno, de tener necesidad, lo otro de hacer, con su continua necesidad, sea el dinero tenido en mayor
estima, aunque no se mude el valor.

Esta misma distinción de precio y estima percibiremos claramente por lo que se suele decir de un
avaro. Que tiene el real en 34, valiéndolos cualquier real en poder de quien quiera, mas los liberales
esta misma cantidad estiman en menos, los avaros, al contrario, aun en 40. Así hay reinos y
provincias que por estas causas que tengo dichas y por otras que pueden concurrir Y en efecto
concurren que no las alcanzo o no se me ofrecen, vale y se estima en mucho más el dinero que aquí,
reteniendo un mismo precio en entrambas partes. Clarísimo ejemplo de esto es que, dentro aun de
España, siendo los ducados y maravedís de un mismo valor, vemos que en mucho más se tienen mil
ducados en Castilla que en Andalucía y aun en una misma ciudad por la diversidad de los tiempos
hallamos el mismo discrimen. Que ahora treinta años eran gran cosa doscientos mil marevedís que
en la era presente no se estiman en nada con ser los maravedís de un mismo precio. Pues la
diferente reputación que han hecho los tiempos, dentro de un mismo pueblo, en la moneda por
varios sucesos, causan las razones que dije en un mismo tiempo en diversos reinos. Todo esto,
supuesto y entendido, digo que la justicia de los cambios que ahora se usan estriba y se funda en la
diversa estima de la moneda que hay en diversas partes y que esto basta para justificarlas.

T. DE MERCADO: Summa de tratos y contratos (1569)


M. ARTOLA, Textos fundamentales para la historia, Madrid, 1985, pp. 230-1
Encuentro que los altos precios que tenemos actualmente se deben a unas cuatro o cinco causas. La
principal y casi única (a la que nadie se ha referido hasta ahora) es la abundancia de oro y plata, que
actualmente es mucho mayor en este reino que hace 400 años, para no remontarnos más lejos. Más
aún, los registros de la Corte y de la Cámara no alcanzan más allá de unos 100 años; lo demás ha de
obtenerse de viejas historias, con poca seguridad de exactitud. La segunda razón a que obedecen los
altos precios se debe, en parte, a los monopolios. La tercera es la escasez, ocasionada parcialmente
por la exportación y también por el desperdicio. La cuarta es el placer de los reyes y grandes
señores, que elevan el precio de las cosas que les agrada. La quinta se refiere al precio del dinero,
que ha bajado de su tipo anterior. Me ocuparé brevemente de todos estos puntos.

La principal razón por la que se eleva el precio de todas las cosas, donde quiera que estén, es la
abundancia de moneda, la cual gobierna el avalúo y precio de las mercancías. Ahora lo que sucede
es que el español, que obtiene su subsistencia solamente en Francia, estando obligado por necesidad
inevitable a venir aquí por trigo, telas, drogas, tintes, papel y aun muebles y todos los productos de
las artes manuales, va a los confines de la tierra, en busca de oro y plata y especias para pagarnos
con ellas.

Por otra parte el inglés, el escocés y toda la gente de Noruega, Suecia, Dinamarca y la costa del
Báltico, que tienen una infinidad de minas, extraen los metales del centro de la tierra para comprar
nuestros vinos, nuestro azafrán, nuestros cereales, nuestra tintura y especialmente nuestra sal, que es
un maná que Dios nos da, como un favor especial, a costa de poco trabajo. Otra causa de la riqueza
de Francia es el comercio con el Oriente, que se abrió a nosotros como resultado de la amistad entre
la casa de Francia y la de los otomanos en tiempos de Francisco I; así es que desde entonces los
mercaderes franceses han hecho negocios con Alejandría, El Cairo, Beirut y Trípoli, tan bien como
los venecianos y genoveses; y tienen, al igual que los españoles, una buena posición en Fez y
Marruecos. Este tráfico principió cuando los judíos fueron arrojados de España por Fernando y se
establecieron en Languedoc, acostumbrando a los franceses a comerciar con Berbería.

Otra causa de la abundancia de oro y plata ha sido el Banco de Lyon que fue abierto, para decir la
verdad, por el rey Francisco I, quien comenzó a pedir prestado con el 8 1/4 %, su sucesor con el 10
%, después el 16 1/2 % y arriba el 20 % en casos de emergencia. Inmediatamente los florentinos,
lucanos, genoveses, suizos y alemanes, atraídos por las altas ganancias, trajeron a Francia una gran
cantidad de oro y plata, Muchos de ellos se establecieron aquí, en parte por la suavidad del clima y
en parte por la natural bondad del pueblo y la fertilidad del suelo.

Estos, señor, son los medios que nos han traído oro y plata en abundancia en los últimos 200 años.
Hay mucho más en España e Italia que en Francia, debido a que en Italia aun los nobles se ocupan
del comercio, y la gente de España no tiene otra ocupación; y así todo es más caro en España que en
Italia. Esto es cierto aun tratándose de los sirvientes y artesanos, lo cual atrae a nuestros cocheros
hacía España, como lo he corroborado por mí mismo, por que ganan tres veces más que en Francia;
porque el rico, orgulloso e indolente español vende su trabajo muy caro, como lo atestigua Clenard,
quien escribe en sus cartas, en una nota por separado: “Para ser rasurado en Portugal, 15 ducados
por año”. Es, por lo tanto, la abundancia de oro y plata la que causa en parte los elevados precios de
las cosas.

J. BODINO: Réponse aux paradoxes de M. de Malestroit, touchant le fait des


monnaies et l'enchérissement de toutes choses (1568)
M. ARTOLA, Textos fundamentales para la historia, Madrid, 1985, pp. 232-3
LA PARIDAD DE LOS PODERES DE COMPRA

Hemos de tratar en este opúsculo cómo y de cuántos modos se puede trocar una moneda por otra y
como se suele tratar de muchas, que no se puede hacer, diremos lo lícito e ilícito, lo justo y
prohibido. Tres causas ha habido hasta ahora do nació, salió este contrato. La primera la diversa
materia y valor de moneda que hay en diversas partes, una de cobre y plomo y aun yo he visto una
que es fruta de comer, el cacao que usan los indios de Nueva España en sus ventas y compras. Hay
otras de plata, otras de oro y en cualquier dellas diversos valores. En la de cobre, plomo y estaño
hay cuartos, ochavos y blancas y solía haber tarjas y nuevas. En la de plata hay reales, medios y
enteros; de a dos, de a cuatro y de a ocho, que es un peso Tepusque. En oro hay coronas, ducados y
doblones de a cuatro, de a ocho y de a diez. Y como ahora corren estas monedas, corrían en otro
tiempo otras diversas do vino que tenían y tienen muchas veces necesidad los hombres de
trocar, en un mismo lugar, una moneda por otra: reales por maravedís, coronas por reales, doblones
por ducados, para diversos intentos, De esta raíz y suerte manó la primera especie de cambio que
por su bajeza llaman todos menudo y realmente es menuda y poca su ganancia, que consiste en
trocar una moneda gruesa por otra menuda, o al contrario; como parece en estos ejemplos que
poníamos. Concurría lo segundo, a las veces haber menester uno luego aquí los dineros que tenía
ausentes en otra ciudad dentro del reino, o fuera, estaba necesitado trocar la suya con la que de
presente aquí hallaba en poder de algún vecino. Esta necesidad inventó el cambio real, que es trocar
dos monedas de un mismo valor, o diverso, por sólo estar en diversos lugares. De la cual nece
sidad de más de las causas particulares y accidentales que pueden concurrir, o de no haber traído
los suyos consigo, o, si trujo, haberlos gastado, concurren en muchas partes otras generales y
comunes que es, principalmente, no poder pasar la moneda de una provincia a otra; o por ser el
metal diferente o el precio desigual, si todo es conforme, por estar prohibido el pasaje con penas
que no se quieren exponer a la ejecución de ellas. Lo primero, no en todos los reinos y provincias
tienen los metales un mismo valor sino diferente, según que o el oro es en sí más subido y la plata
más fina, o la tierra y su prosperidad es más expediente. Un oro hay bajo de pocos quilates, otro de
muchos. El de Tepusque es bajísimo, el de Minas excelente, Así un peso de Tepusque vale ocho
reales, uno de Minas trece. Entre los cuales, como consta, puede haber trueque y permuta siendo
desigual su valor. También sucede que una provincia y tierra es abundante de un metal y pobre de
otro, do viene que el que corre en una parte no corre ni se recibe en otra y están necesitados los
negociantes de ambas partes a no sacarlo de ninguna, sirio darlo a persona que tenga crédito fuera
para que se pueda valer dello do ha menester. Y aun el mismo metal, en la misma cantidad y de la
misma figura vale más en un reino que en otro. Diferencia y desigualdad provechosa y prudente,
para que no se pueda llevar fuera, que es un no poder poderosísimo y utilísimo, sino que siempre lo
tenga en sí el reino y sea rico. Porque una de las cosas principalmente requisitas para la prosperidad
y felicidad de un reino es tener en sí, a la continua, gran cantidad de moneda v abundancia de oro y
plata, que son en sustancia todas las riquezas temporales de esta vida, o todas se vienen a resolver
en ellas; teniendo dineros las tienen en alguna manera todas. Pocas o ningunas le faltarán, que a la
fama de su riqueza le traerán aun hasta los unicornios y elefantes del preste Juan. Y lo que destruye
esta abundancia y causa pobreza es la saca cuando se permite, porque no puede haber tanta
fertilidad y copia que, sí a la continua se disminuye, en fin no se acabe y necesariamente¿ se
disminuye llevándose fuera. De lo cual son buen testigo las Indias occidentales que, con ser tierras
tan fértiles v abundantes de estos metales que son su propia cosecha y frutos, y los producen y
llevan como otras producen viñas y olivas, muchas veces, con la continua saca que hay para estos
reinos, se siente tan gran penuria que no parece en hartos días punta de plata. A cuya causa toman
algunas repúblicas, por remedio de este mal, subir el precio a la moneda; medio muy eficaz e
infalible para impedir fácilmente nunca se saque, cosa que por ninguna otra vía ni pena se consigue.
Porque estándoles en tanto a los mercaderes no la pueden ni osan llevar a parte do vale menos, por
la pérdida. Que si me cuesta una corona en Sevilla 16 reales, no la llevaré a Florencia si vale sólo
12, y es muy mejor remedio este para conservar los metales en el reino, que no vedar ni prohibir la
saca con pena aun de la vida, como en España, que por mucho se mande y por rigor que se ponga en
ejecutarlo, despojan la tierra los extranjeros de oro y plata e hinchen la suya, buscando para ello dos
mil embustes y engaños; tanto que en España, fuente y manantial a modo de decir de escudos y
coronas con gran dificultad se hallan unas pocas y si vais a Génova, a Roma, a Amberes, a Venecia
y Nápoles veréis en la calle de los banqueros y cambiadores sin exageración tantos montones dellos
acuña dos en Sevilla, como hay en San Salvador o en el arenal, de melones. Si este despojo y robo
tan manifiesto se hubiera remediado desde el principio que las Indias se descubrieron, según han
venido millones, estoy por decir hubiera más oro y plata en España que había en sola Jerusalén
reinando Salomón.

T. DE MERCADO: Summa de tratos y contratos (1569)


M. ARTOLA, Textos fundamentales para la historia, Madrid, 1985, pp. 233-4
UN PROGRAMA DE DESARROLLO

Entendido está que de una arroba de lana que a los extranjeros cuesta quince reales, hacen obraje de
tapicerías y otros paños y cosas labradas fuera de España, de que vuelven dello mismo a ella, valor
de más de quince ducados, y por el semejante de la seda, cruda en madeja, de dos ducados que les
cuesta una libra, hacen rasos de Florencia y terciopelos de Génova, telas de Milán y otras de que
sacan aprovechamiento de más de veinte ducados; y en el hierro y acero, de lo que les cuesta un
ducado hacen: frenos, tenazuelas, martillos, escopetas, espadas, dagas y otras armas y cosas de poco
valor, de que sacan más de veinte ducados, y a veces más de ciento. Y ha venido la cosa a tanta
rotura, que aun la vena de que se hace el hierro llevan a Francia, y allá tienen de poco acá herrerías
nuevas, todo en daño no sólo de nuestras honras, pues nos tratan peor que a bárbaros, mas aún de
nuestras haciendas, pues con estas industrias nos llevan el dinero y la misma orden se tiene en la
grana y en la cochinilla y en los, demás que en España se cría y viene de Indias, que de más de
proveerse otros reinos de lo que Dios nuestro Señor nos da en éstos, que ni sabemos aprovecharnos
dellos ni conservarlos es causa no sólo de llevarnos el dinero, mas de que en estos reinos valgan las
cosas tan caras por vivir por manos ajenas, que es vergüenza y grandísima lástima de ver, y muy
peor lo que burlan los extranjeros de nuestra nación, que cierto en esto y en otras cosa nos tratan
muy peor que a indios, porque a los indios para sacarles el oro o plata llevámosles algunas cosas, de
mucho o poco provecho, mas a nosotros con las nuestras propias no sólo se enriquecen y
aprovechan de lo que les falta en sus naturalezas, más llévannos el dinero del reino con su industria,
sin trabajar de sacarlo de las minas, como nosotros hacemos. Y el remedio para esto es vedar que no
salgan del reino mercaderías por labrar, ni entren en él mercaderías labradas. Con esto es visto que
los mercaderes extranjeros vendrán a comprar lo que les falta en sus tierras, y como ahora pagan por
el arroba de lana quince reales, pagarán la obra que della resultare quince ducados y así en todo lo
demás n a lo dicho, que por cuenta líquida se verificará que, si se pasa de presente un millón de
mercaderías en cada un año, sacarán, por lo menos, remediándose lo susodicho de aquí adelante,
con sola la mercadería que tenía el dicho valor más de ocho o diez millones; y de todo lo que de lo
susodicho se montare, es imposible que vuelva a España la décima parte de su valor de mercaderías
por labrar le otros reinos, y lo restante forzosamente ha de volver en dineros. Y la orden que en lo
susodicho se ha de tener se entenderá por otro memorial adelante de esto, por lo que se verá más
claro el remedio y otros grandes bienes que de ello redundarán a S. M. y a estos reinos de España y
el orden que en ello se debe tener para que se haga sin dificultades y es lo siguiente:

Lo primero que deroguen las leyes del reino por las cuales están los oficiales mecánicos aniquilados
y despreciados, y se promulguen y hagan otras en favor de ellos, dándoles honras y oficios, como se
hace en Flandes y en los otros reinos, donde hay ordenadas repúblicas con estas libertades, Se ha de
mandar que todos los que al presente son nacidos en estos reinos, de diez años abajo, y los otros que
nacieren de aquí adelante para siempre jamás, aprendan letras, artes o oficios mecánicos, aunque
sean hijos de grandes y de caballeros y de todas suertes y estados de personas; y que los que
llegaren a diez y ocho años que no supieren arte, ni oficio, ni se ejercitaren en él, sean habidos por
extraños de estos reinos y se ejecute en ellos otras graves penas; y esto no se entienda con los
labradores y personas que actualmente trabajaren con sus manos cavando, arando y cultivando la
tierra y guardando ganados y haciendo las otras labores y cosas que se requieren en el campo, ni
con los que trajinaren en carretas y otras cosas, bestias, bastimentos y mercaderías y otras cosas, de
unas partes a otras, a las cuales [personas] se han de dar las mismas libertades que a los oficiales,
porque no se pierda la labor del campo y ejercicio susodicho.

Luis DE ORTIZ: Memorial a Felipe II (1558)


M. ARTOLA, Textos fundamentales para la historia, Madrid, 1985, pp. 234-6
EL ACTA DE NAVEGACIÓN (1651)

Para incremento de la marina y fortalecimiento de la navegación de esta Nación, el Parlamento


decreta que desde el primer día de diciembre de 1651 ninguna mercancía, materia prima o
manufactura de Asia, África, o América, de cualquier parte o isla perteneciente -a ellas, tanto de
plantaciones inglesa! como de otras se llevará a Inglaterra, Irlanda o cualesquier otra tierra, isla
Plantación o territorio de esta Comunidad, en barco distinto de los que verdaderamente y sin fraude
pertenecen al pueblo de esta Comunidad; y en el que el capitán y marineros sean también en su
mayoría del pueblo de ella, bajo pena de confiscación y pérdida de todas las mercancías que se
importen en forma contraria a lo dispuesto en esta Acta, como también del barco en que se
transporten; de tal de una mitad será para beneficio de la Comunidad, y la otra para el de la persona
o personas que hayan apresado las menciona das mercancías; se perseguirá, además, al transgresor
ante cualquier tribunal de esta Comunidad. La autoridad antedicha decreta además que sólo se
exceptúan del reglamento mencionado los barcos y navíos extranjeros que pertenecen al pueblo del
país o lugar del que proceden las mercancías mencionadas; o los puertos en que las mercancías se
embarcan normalmente para su transporte: y que, bajo la misma pena de confiscación y pérdida
expresada en el primer párrafo de esta ley, los dichos decomisos se emplearán como más arriba se
expresa.

Se dispone además que ninguna mercancía producida o manufacturada en país extranjero, y me


haya de transportarse a esta Comunidad en navíos pertenecientes al pueblo de la misma, se
embarcarán o llevarán de ningún lugar o país, salvo de los que dichas mercancías proceden; o de
aquellos puertos donde exclusiva o normalmente se embarcan para el transporte; y de ningún otro
lugar o país bajo la misma pena de confiscación y pérdida expresa en el primer párrafo de esta ley.

Se dispone además que ninguna clase de bacalao, curadillo, arenque, sardina u otra especie de
pescado salado, usualmente pescado por la gente de esta nación; ni ningún aceite de cualquier clase
de pescado; ni aletas o huesos de ballena, de ahora en adelante se importarán a esta Comunidad, o a
Irlanda o cualquier otra tierra, isla, plantación o territorio perteneciente a ella o en su posesión, sino
únicamente aquellas que se cojan en navíos que pertenezcan verdaderamente al pueblo de esta
nación; y el mencionado pescado lo salará y, el susodicho aceite lo fabricará el pueblo de esta
Comunidad exclusivamente, bajo la pena y la pérdida expresadas en el primer párrafo de la presente
ley; la mencionada mercancía será confiscada y empleada como allí se expresa.

Se dispone además que ninguna clase de, bacalao, curadillo, arenque, sardina, u otra especie de
pescado salado que coja y ahúme el pueblo de esta Comunidad se exportará desde el primer día de
febrero de 1653 de ningún lugar de ella, en naves que no pertenezcan verdaderamente al pueblo de
la misma, como legítimos propietarios de ellas; y a condición que el capitán y marineros sean en su
mayor parte ingleses, bajo la pena y pérdida expresadas en el primer párrafo de la presente Acta; la
mencionada mercancía será confiscada y emplead como allí se expresa.

Se dispone además que en adelante no será legal que persona alguna cargue y transporte en ningún
barco, del que sea propietario un extranjero (a menos de que se haya nacionalizado) ningún
pescado, víveres, mercancía o cosas de cualquier naturaleza, de un puerto o ensenada de esta
Comunidad a otro de la misma, bao pena de que a todo el que actúe de forma contraria a lo
dispuesto en este párrafo de la presente Acta, se le confisquen todas las mercancías que haya
embarcado o transporte, así como también el barco en que las embarcó o las transporta; dicha
confiscación se empleará como se indica en el primer párrafo de esta Acta.

Acta de Navegación (1561)


M. ARTOLA, Textos fundamentales para la historia, Madrid, 1985, pp. 240-1

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