Todas las noches dejo mi soledad entre los libros, abro la puerta a los orculos, quemo mi alma con el fuego del salmista. Qu contraria voluntad de peligros me desvela, quiebra la vigilante sed de vivir de mi palabra. Todas las noches junto intilmente los residuos del da, recupero las horas muertas de la indefensin, consisto en lo que he sido. (Una mano olvidada entre las sbanas rompe papeles, incinera los escombros del sueo.) Oh posesin sin nadie, para qu tantas pginas vanas, tantos himnos vacos? Mira a tu alrededor, qu queda? Solos estamos: toda la ausencia cabe entre la realidad y el sueo. Aqu mi obstinacin es mi alegra: un libro, un vaso, nada.