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RELATOS DE
ANDAR Y VER
POR ERNESTO RAMOS COBO
Las riendas
de la historia
La semana que termina tuvo una serie de
acontecimientos sangrientos, de los cuales
sólo cito los siguientes: (i) la barbarie causa-
da por cuatro automóviles bomba que deja-
ron en Bagdad cerca de 200 muertos; (ii) la
locura del joven sudcoreano que arrasó con
más de treinta en una universidad estadou-
nidense; (iii) la balacera en un hospital de Ti-
juana convertido en campo de batalla por los
narcotraficantes. De nueva cuenta y a tiem-
po real, hemos visto la sucesión de noticias
peleando su preeminencia en las tapas de los
periódicos; hemos atestiguado una vez más
el debate sobre las razones; la lucha política
peleando por apoderarse de los despojos; las
buenas intenciones como punto de partida
para encontrar las respuestas. Con un clic
hemos podido abandonar nuestras diarias
labores y saltar del manifiesto cibernético
del sudcoreano al repetido video de un gol
soberbio. Esa trivialización de la noticia nos
ha hecho olvidar –probablemente— que de-
trás de cada cabeza perforada había sueños
y una familia esperando para las próximas
vacaciones; la actual saturación de imágenes
nos provoca una sensación de hartazgo, una
coraza que invade e insensibiliza, que termi-
na por ensimismarnos.
Racionalizar el devenir sería considerar
como un hecho el progreso surgido del Siglo
de las Luces. Reconocer que existe un movi-
miento continuado, paciente y lineal hacia la
civilización y que todo el acontecimiento ac-
tual es parte de ese camino hacia la civilidad,
por más tortuoso que sea. De manera opues-
ta es posible pensar que las formas engen-
dradas por la humanidad posen una existen-
cia autónoma, su necesidad inminente y la
singularidad de sus razones. Cualquiera que
sea la forma en que quiera verse, lo evidente
es que la tesis de Fukuyama del fin de la his-
toria ha sido refutada por la realidad y dia-
riamente y cada vez con menos sorpresa, ve-
mos conflictos, sinsentidos, acontecimientos
impensados y sangrientos, como si nuestro
devenir fuera sobre una barca de madera en
un río caudaloso, hacia un puerto incierto y
con mínima injerencia.
No podemos sucumbir al desasosiego
que provoca la total incertidumbre, ni pen-
sar que nada puede hacerse desde las ac-
ciones individuales. Recordemos que el ac-
cionar colectivo y la historia surge precisa-
mente del quehacer individual. Debemos
retomar la consigna de actuar desde la in-
dividualidad para buscar el mejoramiento
colectivo, aceptando las diferencias en la
búsqueda de objetivos comunes. Debatir y
definir nuestras prioridades y la forma de
alcanzarlas, es el primer paso: paz, educa-
ción, eliminación de la pobreza o cualquier
otra que determinemos de consenso. In-
ventariar y fortalecer los elementos con los
que contamos para resolver nuestros retos
es de igual forma imperante: el Estado de
Derecho, las instituciones legítimas, los
cauces democráticos. El mando firme que
nos merecemos sólo se logra con carácter
institucional y desde la legitimidad y el
consenso. Consenso y mejoramiento colec-
tivo que debemos buscar desde nuestro ac-
cionar diario, sin permitir que la barbarie
se apodere de la cultura.
Debemos proteger a toda costa que la vi-
da guiada por el pensamiento no ceda su paso
al alienamiento ensimismado.
ramoscobo@hotmail.com