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De la sacralidad del Estado a la de la sociedad civil. Mutaciones en las tecnologías de


gobierno.

Introducción: seguridad, liberalismo y biopoder.


Autora: Susana Murillo

Este texto tiene como objetivo reflexionar acerca de algunas mutaciones en las tecnologías
de gobierno. Estas conclusiones se basan en el análisis de documentos internacionales,
documentos oficiales de Argentina y entrevistas realizadas en Buenos Aires entre los años 2001 y
2005.
En esta clave me parece central pensar en el liberalismo –siguiendo a Michel Foucault–
como un complejo arte de gobierno de producción y administración de la libertad que facilita los
flujos de cosas y personas. Ahora bien ese arte de gobierno tiene un núcleo, un corazón: la
seguridad.
Cuando digo seguridad aludo a un cuadrilátero constituido por la ley que prohíbe, la
disciplina que organiza meticulosamente a los cuerpos en los espacios y desde allí les constituye
el tiempo; los dispositivos que por el contrario deshilachan sujetos y construyen marginalidad y
la biopolítica que monitorea los territorios. En este cuadrilátero doy especial importancia al
papel que los dispositivos constructores de marginalidad han tenido y tienen en América Latina
como modo de neutralizar resistencias.
Es en este cuadrilátero donde la biopolítica juega un rol central. Ella toma como blanco a la
vida y respaldada en la ciencia en la técnica mensura a través de la estadística los vaivenes del
territorio, utilizando la violencia manifiesta, allí cuando la persuasión no alanza. Sobre esta base
la biopolítica constituye normas: modelos a seguir en base a los cuales se disciplinará o por el
contrario se desestructurará –según las estrategias- a los sujetos de diversos grupos de la
población. Biopolítica, ley, disciplina y desestructuración de los sujetos se apuntalan mutuamente
y constituyen un biopoder que gestiona los flujos territoriales. Con “territorio” me refiero a la
compleja relación entre la tierra, los seres vivos y los productos humanos.
El biopoder actúa complementando a la ley. Aunque esta articulación es diversa en la
modernidad y en estos tiempos. Dado que en la modernidad la ley tenía pretensiones de
universalidad y hoy se presenta de modo manifiesto cada vez más ligada a la flexibilidad, hija de
la excepción.
Este trabajo se estructura sobre la hipótesis de que el cuadrilátero de la seguridad, es el
corazón de la gubernamentalidad liberal en América Latina. Él se fue construyendo
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paulatinamente a través de la administración de la vida sobre la base de la denegación de la


muerte.

En América latina esta articulación no fue un proceso lineal, sino una construcción
elaborada al compás de innumerables resistencias.

Estado-mercado y sociedad civil. La construcción y administración de la libertad.

El liberalismo, a partir del siglo XVIII en Europa y desde mediados del XIX en América
latina se constituyó como una serie de dispositivos de gobierno a través de la gestión de la vida,
lo cual supone la administración manifiesta o encubierta de la muerte.
El liberalismo, al menos en América latina, centró su accionar a partir de la incorporación
de estas vastas regiones al mercado mundial. Para ello debía resolver los problemas que
planteaban la cuestión social y la cuestión colonial.

Cuestión social y cuestión colonial.

Siguiendo a Jacques Donzelot sostengo que la cuestión social es el abismo o brecha


existente entre los principios planteados por el liberalismo y la realidad social concreta. Brecha
que remite a la escisión entre hombre y ciudadano, división ilusoria construida en las prácticas de
la modernidad burguesa, que tenía como efecto colocar al Estado como el lugar imaginario de
resolución de los conflictos de la sociedad civil. La escisión Estado-sociedad civil es una división
fantasmagórica que oculta al tiempo que muestra el espectro de la inevitable desigualdad en la
que se asienta el orden social.
Pero junto a la cuestión social en el siglo XIX se agudizaba lo que denomino “cuestión
colonial”. Llamo “cuestión colonial” a la contradicción entre el proceso de conquista
desarrollado desde el siglo XV sobre los pueblos de América, Africa y Asia a fuerza de violencia
y sangre y la denegación de la violencia, obturada bajo diversos nombres: “civilización”,
“desarrollo”, “progreso”, “modernización”. Es en esta perspectiva que sostengo que la idea de
“modernidad”, como sinónimo de entrada de la humanidad en la edad de la razón, es un
significante que oculta la violencia que sostiene al orden social y el lugar que tuvo la “conquista”
de América en la construcción del capitalismo.
La cuestión colonial y la cuestión social se complementan por varias razones. Una de ellas
radica en que las colonias, incluso las ya “liberadas” de sus conquistadores, fueron el destino de
parte de la fuerza de trabajo excedentaria proceso que sirvió a aliviar la cuestión social en
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Europa. (Así, por ejemplo, la ciudad de Rosario en Argentina, a fines de siglo XIX, era la
segunda ciudad en el mundo, después de Chicago, en el crecimiento del número de habitantes.
Esa ciudad recibía importantes cuotas de población campesina de Italia y España, así como de
países del este de Europa (Censo de la Ciudad de Buenos Aires, 1887).
En relación a la gestión de la cuestión social y la cuestión colonial– que implicaban a la
población como su núcleo, entre 1850 y 1914 asistimos a la constitución en los paíse centrales, de
un grupo de disciplinas que conforman el cuerpo de las llamadas “Ciencias Sociales”. Ellas,
sobre una matriz médica de raíz higienista y alienista, que derivó en la eugensia, constituyeron
taxonomías que sirvieron no sólo para conocer al yo y a la sociedad sino también para imponerles
normas e intervenir sobre ellos. El dispositivo sexualidad posibilitó la gestión de formas diversas
y sutiles de racismo que oscilaron entre la gestión de la vida y la extinción de grupos
poblacionales.

Estado moderno y biopoder

El Estado moderno, fundamentalmente tras la Comuna de París en Europa y la revolución


mexicana en América, fue una de las condición de posibilidad del establecimiento del biopoder
que toma como blanco a la vida y se despliega en una serie de dispositivos públicos y privados
en las dimensiones complementarias mencionadas al comienzo: construcción de marginalidad,
biopolítica y anatomopolítica.
En el caso de Argentina, la construcción del Estado moderno desde fines de siglo XIX, se
dio sobre el fondo luego invisibilizado de la muerte efecto de la violencia directa: la guerra de la
Triple Alianza contra Paraguay y la Campaña del Desierto, son algunas de las acciones que
posibilitaron la construcción de un territorio libre de contraconductas, tras el genocidio a manos
de las fuerzas armadas, de pueblos originarios de la Patagonia y de población paraguaya
originaria o no del lugar.
La gestión del cuadrilátero de la seguridad por parte del Estado en el caso argentino
promovió la inmigración de fuerza de trabajo “blanca” para cubrir necesidades ligadas a
servicios, pequeñas manufacturas y tareas en algunas zonas rurales.
Esta población inmigrante, así como la criolla, no constituía una masa homogénea moral y
políticamente. Sobre ella el Estado Nación apenas constituido conformó un complejo dispositivo
de seguridad con el fin de conformar la “raza argentina”(Bunge, 1916).
En este proceso fue fundamental la construcción de lo que he denominado “protopolítica
científica” (Murillo, 2001). El objetivo de la estrategia fue conformar la salud física y moral de
la población. Para ello se articularon desde el Estado tres elementos: la idea de un imaginario
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Sujeto Universal, un funcionariado médico y la conformación de un conjunto de instituciones.


Su matriz teórica fue el darwinismo, el higienismo y el alienismo. La eugenesia que prontamente
fue impulsada por EE UU a través de Cuba hacia toda Latinoamérica (García González y Álvarez
pelaez, 2005), fue en Argentina también una estrategia tempranamente implementada (la primera
ley eugnésica es de Nueva York en 1904, la segunda es de Buenos Aires en 1905) (Murillo
2001). En Argentina, el dispositivo sexualidad destinado a conformar la raza tuvo peculiaridades
propias, centradas en el hecho de que la mayor parte de la población, merced a la inmigración
estuvo conformada por italianos, españoles y pueblos del este de Europa.
Las tácticas desplegadas por esa protopolítica científica fueron de carácter dual: por un
lado las técnicas de carcater “medicamentoso” tendieron a curar las epidemias que asolaban las
ciudades de Buenos Aires y Rosario e impulsaron el desarrollo de las ciencias biológicas en
Argentina. Pero por otro lado, la concepción higienista y alienista consideraban a la medicina
como una ciencia social que debía actuar sobre el individuo y su medio. En esta clave el
higienismo y el alienismo desplegaron lo que llamaron “planes precaucionales científicos”, el
primero que he encontrado es de 1869 (República Argentina, 1872): ellos estuvieron
caracterizados porque partían de la medicina entendida como una ciencia aplicada, destinada a
prevenir y curar las epidemias físicas y morales que aquejan a la población, para ello estimaron
necesario impulsar la investigación interdisciplinaria y la acción de los poderes públicos que a
través de la legislación crearon instituciones que tendieron al mejoramiento de las condiciones de
vida de la población urbana con el objeto de la lograr la reforma física y moral, de los individuos
y la sociedad.
Pero la tecnología biopolítica se complementó, sostenida en la ley, en tecnologías
anatomopolíticas. En este punto, el funcionariado médico vinculado a los diversos niveles del
Estado intervino sobre la constitución de la currícula escolar y la planificación familiar. La
formación de la familia sana y con ello la centralidad de la mujer como madre y esposa,
formadora del niño y demandante del esposo, se tornó central. La tarea de la mujer fue sacar al
hombre de bares y de motines callejeros. Un indicador clave de esta preocupación por la función
de la mujer como modeladora del hogar en base a la norma construida a partir de los estudios
estadísticos que se multiplican a partir de 1869, así como la preocupación por los problemas
sociales, lo da el análisis de los temas de tesis doctorales que se producen en la UBA entre 1869
y 1905. En ellas, sobre 1558 tesis producidas en período el 51 % se refiere a dos temas: la
familia, la mujer y la infancia por un lado y los problemas sociales por otro. La problemática es
significativa sobre todo teniendo en cuenta que durante el período tanto Buenos Aires como
Rosario son arrasads por diverso tipo de epidemias (Murillo, 2001). Precisamente el
funcionariado médico entiende que la conformación de la familia sana unida en matrimonio y
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fijada a un trabajo y vivienda digna son el mejor modo de paliar las epidemias a las que se
considera, merced al paradigma higienista de carácter fico-moral e individual y social. Junto a la
construcción de la familia, se tornó central el diseño de edificios y calles que posibilitasen que en
los espacios públicos “los desiguales se encuentren y se miren como iguales” (Censo de la
Ciudad de Buenos Aires, 1887). Pero junto a estas tecnologías estimo fundamental considerar
complementariamente la construcción de tecnologías de desestructuración de los sujetos
desplegadas en prostíbulos, sifilocomios, manicomios, depósitos de observación de alienados y
más tarde en campos de concentración, tráfico de drogas y personas y formación de “maras”;
entre otras tecnologías, ellas tienen como objetivo deshilachar la subjetividad y construir
marginalidad como modos de someter a las resistencias.
Así, el funcionariado médico desde las entrañas del Estado y articulado con organizaciones
privadas, constituyó una enorme gama de instituciones (desde el sifilocomio hasta la escuela,
pasando por el manicomio de puertas abiertas, la cárcel, el depósito de observación de alienados
o el de contraventores) y a través de ellas logró configurar lo público a la vez que la intimidad y
el encierro en lo privado, gestionando el complejo de personas y cosas que conforman la vida en
sus aspectos naturales y artificiales. Para ello gestionó por un lado el espacio abierto de los
intercambios (la escuela, el prostíbulo, la plaza) a la vez que controló por medio de diversas
instituciones, como el “médico de pobres” y la maestra, la intimidad de los hogares.
La muerte como sustento del proceso fue paulatinamente opacada. Los dispositivos
construidos por el higienismo y el alienismo fueron confomando una sociedad donde
paulatinamente los genocidios, el robo de tierras y la explotación de mujeres y niños fueron
olvidados y la muerte presentada como algo que le sucede al otro. La muerte ahora
paulatinamente n apareció como dibujada por estrategias de los poderosos, sino como resultado
de una elección individual. Las capacidades, el esfuerzo y el trabajo se conformaron como los
elementos fundamentales que la libertad individual debe hacer jugar para tener éxito, ser un
marginal o morir.
Una lógica análoga se desplegó a nivel geopolítico. Los países latinoamericanos, en base a
la Doctrina Monroe sancionada en 1823 fueron paulatinamente sojuzgados en nombre de la
libertad, pues la doctrina Monroe permitió la ingerencia en países de latinoamérica en nombre de
los derechos huumanitarios y en base a la división entre países deudores y acreedores,
clasificación que de modo “apolítico” superaba la anerior escisión entre civilizados o bárbaros.

El liberalismo como arte de goberno productor y gestionador de libertad.


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El liberalismo surgió así como un complejo dispositivo que desplegó una efectiva forma de
gobierno de sujetos, poblaciones y países basado en el ejercicio y regulación de la libertad. La
libertad fue presentada e internalizada poco a poco como don natural al que es preciso dejar
funcionar como el motor de una máquina y sobre el que es menester no intervenir, salvo cuando
algún desequilibrio desbalancea los movimientos del mercado. El actúa reformulándose
constantemente, al compás de los vaivenes de ela libertad. Así lo declara en la actualidad el
Banco Mundial en diversas publicaciones en las que afirma que el banco aprende de quienes se
les oponen (anco Mundial, 2004).
Dicho de otro modo: el liberalismo planteó durante el siglo XIX al Estado como el lugar del
interés común cuyo insrumento era la ley, pero su problema era cómo asumir el fenómeno de la
población, con sus problemas específicos, en el interior de un sistema cuyos principios
fundamentales estaban basados en la libertad individual. En esa clave la escisión Estado-
sociedad civil, se constituye en dos entidades imaginarias que desde la práctica política se
complementan con el biopoder como dispositivos de gobierno de los sujetos y las poblaciones en
base a la producción y gestión de la libertad.
Es en ese sentido que el arte de gobierno liberal adquiere formas diversas . A veces, se
muestra sacralizando al Estado como agente de contención de las contraconductas (como en el
keynesianismo); otras veces aparece sacralizando a la sociedad civil como lugar de exignecia de
rendición de cuentas del Estado con el fin de que éste se reforme en el sentido indicado por los
organismos internacionales, tal como ocurre en la actualidad.
Pero en todos los casos el liberalismo articula Estado y sociedad civil con un tercer
elemento: el mercado, al cual presenta también de diverso modo en distintos momentos. El
mercado siempre opera como el lugar de prueba, el espacio de veridicción de las relaciones del
Estado y la sociedad civil. Dicho en términos hegelianos el mercado es la verdad del estado y la
sociedad civil. Él, en su funcionamiento indica cómo dosificar la valoración de cada uno de
manera inseparable con los problemas que plantean la cuestión social y la cuestión colonial en un
modelo centrado en la producción y gestión d ela libertad.

El cuadrilátero de la seguridad en el Estado de Bienestar

El cuadrilátero de la seguridad que articula la ley, la disciplina, la destructuración subjetiva


y la biopolítica sufrió una serie de transformaciones durante el siglo XX, pero fue perfeccionado
en diversos lugares del mundo y en Argentina en particular en los años posteriores a la 2º guerra
mundial. Aunque en ese período los dispositivos desarticuladores de subjetividad perdieron
espacio notablemente. Sobre el modelo del New Deal norteamericano y la Doctrina Social de la
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Iglesia, la población de modo mayoritario accedió a un creciente bienestar y a un conjunto de


derechos sociales, al tiempo que el yo individual se fortalecía en una idea de carrera. Sin
embargo, este complejo amasijo de tecnologías de gobierno de los sujetos, no fue algo sin fisuras.
En ese contexto surgió la idea difundida por diversos pensadores acerca de que la muerte es
una vivencia de algo que le sucede al otro. En realidad, los dispositivos del biopoder permitieron
gestionar la vida de individuos y poblaciones e invisibilizar la gestión de la muerte sobre la que
se asentaban. La angustia concomitante a ella fue procesada subjetivamente a medida que el
orden social constituía dispositivos individualizantes que permitían elaborarla. Pero ese proceso,
precisamente permitió gestar cuerpos colectivos e individuales organizados y resistentes que a
partir de la década de 1960 se constituyeron en contraconductas que pusieron en peligro la
gobernabilidad.

Transformaciones en la relación Estado- sociedad civil- mercado. Los nuevos rasgos de la


biopolítica en el capitalismo tardío.

Precisamente, durante los años sesenta y setenta, las resistencias al orden establecido fueron
uno de los factores que impulsaron cambios en el trazado de políticas delineadas desde los
organismos internacionales. Durante la década de 1970 tanto la comisión Trilateral, constituida
en 1973, como el Banco Mundial comenzaron a propugnar la construcción de un ambiente de
interdependencia y liberalidad a nivel mundial (World Bank, 1978 y 1979). El desarrollo en
materia de economía y educación, así como la probable alineación de países que tradicionalmente
habían sido dependientes instó a impulsar una redefinición de la relación Estado- sociedad civil-
mercado. Lo cual supuso a su vez una reforma de la articulación ley- anatomopolítica, Biopolítica
y construcción de marginalidad. Esta mutación tiene una fecha emblemática: 1973. La muerte del
presidente Allende y los padecimientos de Chile son una pieza clave en ese cambio en las
estrategias de gobierno de las poblaciones. Una vez más la muerte fue el supuesto sobre el que se
sustentaron las nuevas tecnologías de gobierno.
La nueva estrategia modificó el rol del Estado en AL, a la vez que interpeló a transformar
los hábitos culturales y económicos. En este proceso un elemento clave fue la búsqueda de la
ruptura con la historia, y la reinvención de lo político(Banco Mundial,2004). La nueva estrategia
supone la idea de un triálogo en el que los organismos internacionales, el Estado y la sociedad
civil deben participar en paridad de condiciones coordinados por el mercado, que de modo
manifiesto intenta conformarse como el Otro que es su propio fundamento y ley. Al compás de
esta mutación se transforma el lugar trascendente y sagrado del Estado. Éste es tratado en los
documentos producidos por los organismos internacionales como un “socio” o “cliente” que
debería reformarse en relación a las flexibles e integradas exigencias del Otro, que funda y
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expresa la Ley en la voz de organismos internacionales. A la vez diversos documentos


anunciaron que el exceso de democracia y derechos sociales generaba ingobernabilidad, de este
modo la construcción de marginalidad se tornaría una tecnología central. Finalizaba el mundo de
las disciplinas y comenzaba el mundo de la inseguridad y de la construcción activa de la
marginalidad. En este nuevo diagrama de poder la muerte dejaría de ser algo que le ocurre al
otro para transformarse en una evidencia insoslayable y con ello en una tecnología manifiesta de
poder.

El consenso por apatía


Paulatinamente desde fines de los años 70, pero con especial énfasis en los ’90 la
indiferencia hacia lo colectivo y el ensimismamiento parecen haber atrapado a buena parte de la
población, y desde ese modo de ser en el mundo creció la apatía hacia lo político. Ello hizo que
paulatinamente los ciudadanos delegaran la deliberación política en las decisiones de figuras que
parecían encarnar algún tipo de experticia. Denomino “consenso por apatía” a una construcción
biopolítica que avaló una política neodecisionista que produjo las reformas exigidas por los
organismos internacionales. Los relatos de personas entrevistadas hacen pensar que la apatía tenía
su genealogía en tres factores: a) la vinculación inconsciente de lo político con la muerte, y 2) el
anhelo de negarla sumiéndose en la promesa del consumo que presta la ilusión de una completud
infinita 3) la imaginaria ilusión de que los líderes decididores restaurarían la comunidad faltante.
Muerte y denegación de muerte. La presencia de la muerte y su obstinado desconocimiento
fueron la condición de posibilidad para que los organismos internacionales, sostenidos en fuertes
campañas mediáticas, interpelaran a la ciudadanía a sumirse en el consumo que imaginariamente
subsana las carencias, y a que delegara la deliberación política en líderes eficaces, quienes
conformaron una nueva forma de gobierno de las poblaciones: el neodecisionismo. Pero nada es
permanente ni unívoco en la condición humana. No es posible asegurar que ese refugio borró las
memorias de las luchas, tal vez sólo estaban ahí esperando el momento para expresarse.

La crisis del consenso por apatía


Así, en el 2001 en diversas regiones de AL –en este caso me refiero en especial a la
Argentina– la denegación de la muerte pareció tornarse imposible. Las personas en las calles se
resistieron a la acción concertada entre los bancos y el Estado que ya no se detenían ante ninguna
ley en su afán expropiatorio de vidas y bienes.
El shock económico de fines del año 2001 en Argentina, en lugar de profundizar la apatía y
el decaimiento -algo en lo que los poderosos de turno confiaban-, gestó una reacción inesperada,
de modo análogo aunque diverso a otros lugares de Latinoamérica. El movimiento parecía
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incontenible. Allí parecía latir la memoria de las luchas del pasado que explotaba cuando la
evidencia de la muerte y del “encanallecimiento” político habían llegado a un punto en el que
toda promesa política de restaurar o instaurar una comunidad faltante se había desvanecido, y la
angustia contenida y escondida tras el consumo de chatarra salía a la luz como un río
desmadrado. No fue un movimiento organizado, creo que fue una angustia social ante la muerte
en sus diversos modos que ya no tenía como procesarse.
La resistencia se expresó en diversos sectores de la población argentina. Las calles
mostraron disímiles protagonistas. No parecía que hubiese alguien que unificase la diversidad.
Creo entonces que el poder hegemónico mostraba una vez más sus grietas. Si en los años setenta
la Comisión Trilateral pensaba en construir un cierto grado de marginalidad en las poblaciones de
Latinoamérica bajo el supuesto de que el exceso de democracia lleva a la falta de gobernabilidad;
si las dictaduras perpetraron junto a los genocidios el comienzo de reformas económicas,
culturales y políticas que se profundizaron en democracia; si ésta generó decepción por la política
y construyó no sólo marginalidad social, sino también “encanallecimiento” cultural, es posible
que ese margen haya construido una sensación de ser rechazado, de sentirse otro y que esta
percepción haya sido uno de los núcleos de la explosión. Y también es probable que esa
sensación de exclusión haya construido, de un modo diverso a los años setenta, unos sentimientos
de indignación y de solidaridad, que se plasmaron en el sostenimiento de tareas barriales de
diverso tipo.

La repolitización de las relaciones sociales


Estimo que la indignación popular repolitizó las relaciones sociales. Pero el análisis de
relatos obtenidos desde el año 2001 hasta ahora me sugiere que la repolitización no podía ser
hecha bajo la forma de la representación política, dado que ella estaba, al menos hasta el año
2005, desvalorizada, en tanto se la vinculaba en los relatos a la corrupción que habría conducido a
diversas formas de muerte. Una de las formas destacadas de esa repolitización fue la construcción
de organizaciones asamblearias. Pero la organización política con bases asamblearias no indica
necesariamente cuál será su dirección, ni supone que la articulación de las memorias tendrá una
trayectoria similar en todos los participantes de esa experiencia. Así, el fervor asambleario no
tuvo un recorrido homogéneo. Es sólo una ilusión pensar que todos quienes participaban de ese
movimiento deseaban lo mismo. De ese modo, en las acciones de las asambleas se mezclaban la
lectura y discusión de textos libertarios, con el rechazo a la extorsión de bancos y empresas
privadas, pero también con el deseo de moralizar e higienizar plazas y barrios, así como castigar a
delincuentes y rateros.
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La admonición moral como sustento del biopoder.

Una de las características notables encontradas en diversos relatos callejeros desde el año
2001 en adelante consiste en el hecho de que junto a la deslegitimación de la representación
política, pareció tejerse en muchos ciudadanos la idea de admonición moral. Junto al rechazo o
la desconfianza en la idea de representación política se habrían construido rasgos de una moral
centrada en los derechos y deberes hacia el propio y cercano grupo de los iguales, al tiempo que
la desconfianza en el colectivo de todos. A la vez, la inmersión en un imaginario mundo de
consumo infinito parece haber exacerbado una estructura narcisística que tendió a
substancializar en los otros los complejos males que aflijen a todos. Es plausible afirmar que la
condensación de esos diversos fragmentos de la memoria generó una tendencia a la crítica moral
del otro en lugar del análisis de la complejidad política. De hecho, algunos candidatos políticos,
asesorados por especialistas, han centrado sus campañas en la idea de “contrato moral”. La
trama económica y política que ha gestado los acontecimientos de las últimas tres décadas no es
desconocida por muchos ciudadanos, pero ella en diversos secuencias sintagmáticas es leída en
clave de moral individual, y substancializada en nombres de políticos deshonestos. De ese modo,
la lectura de la realidad política es obturada ideológicamente, y la parte –las acciones moralmente
reprobables– suele ser tomada por el todo.

La evidencia de la muerte como táctica biopolítica

Sobre este complejo de prácticas, asentadas sobre una obscura y siempre presente imagen
de la muerte, se ha desarrollado una tarea mediática que ya tenía historia. La muerte, y
particularmente la muerte arbitraria y sin sentido, fue y es presentada de modo rutinario a una
población acorralada e indignada por una profunda “despacidificación social” en la que la
pobreza y la desigualdad crecen de modo desmesurado. Desde el año 2004, la Argentina parece
ser el laboratorio de un experimento social. Los relatos y los hechos observados parecen indicar
que se desarrolla una estrategia debiopoder que intenta colonizar el dolor y la memoria de las
luchas de las poblaciones, así como canalizar políticamente la admonición moral. Las memorias y
las luchas están ahí y no pueden contenerse, pero sí pueden ser resignificadas, al menos
parcialmente. Esta resignificación es sustentada por una insistente campaña mediática que
ostenta la muerte como amenaza. La amenaza de muerte en los humanos reenvía
inconcientemente al estado de indefensión en que nacemos y produce como efecto la angustia,
temple de ánimo que genera violencia contra sí (aumento de suicidios, alcoholismo,
toxicomanías) o contra otros (violencia doméstica, agresión inmotivada entre pares). La angustia
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ensimisma, rompe lazos, al tiempo que el sujeto desamparado implora la construcción de una
mítica comunidad que lo cobije.
En esa situación, los medios de comunicación presentan a la ausencia de comunidad bajo la
forma de inseguridad, que es asociada implícita y explícitamente a los políticos “corruptos”, a la
política, a los jueces y a los presuntos delincuentes amparados por ellos. La interpelación hace
centro en el anhelo de una comunidad equilibrada, en la que las faltas sean obturadas a través de
una revolución moral.

Es tal vez en esta confluencia que pueden leerse dos situaciones diversas –aunque con ellas
no pretendo agotar las acciones y percepciones de toda la población-. Por un lado, el decaimiento
de las asambleas y su transformación –en algunos casos– hacia formas de participación desde la
sociedad civil en las que se exige mayor disciplina y a veces "mano dura" para imponer orden,
así como para alejar a la otredad amenazadora percibida en los “jóvenes pobres que delinquen, y
en los políticos y jueces corruptos que los apañan”. Por otro lado, muchos grupos han rechazado
la criminalización de la pobreza y luchan por los derechos de los seres humanos; no obstante, la
substancialización de los procesos en figuras individuales a menudo obstruye la deliberación y la
transformación política.

La exigencia de rendición de cuentas como táctica biopolítica

El análisis de los relatos parece indicar que sobre esta base se profundizó una táctica
planteada por diversos organismos internacionales conocida como “Accountability social” o
estrategia de “exigencia de rendición de cuentas a la población”. Los puntos centrales del
mecanismo de rendición de cuentas son cinco: determinar el punto de entrada o aspecto
conflictivo, obtener información y analizarla, divulgarla, motivar al apoyo a la rendición de
cuentas, y negociar el cambio. Para lograr esas metas las agrupaciones de ciudadanos pueden
emplear algunas tácticas de carácter “informal”, tales como campañas en los medios de
comunicación, audiencias públicas, reuniones “cara a cara” (en las que los ciudadanos presentan
pruebas y dialogan directamente con las contrapartes correspondientes del gobierno) y
manifestaciones populares. Estas tácticas dependen de la movilización, del apoyo y el
reconocimiento públicos al problema que sea materia de discusión en el momento y en ese
sentido se sostiene que el lugar de los medios de comunicación es central. El banco Mundial
entiende que los circuitos de creación de “sospecha y” y conflicto” son centrales para impulsar la
exigencia de rendición de cuentas (BancoMundial, 2002).
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Esta táctica tiende a delinear estratégicamente un nuevo rol de la sociedad civil en la cual
ésta aparece imaginariamente como el Sujeto que interpela al Estado a reformarse.
La interpelación tuvo efectos importantes: instaló una matriz de exigencias al Estado desde
la cual no se reclama en tanto ser político, sino en cuanto consumidor, víctima o afectado por
algún problema particular que debe ser remediado. En este sentido, continuó con la
deslegitimación del Estado y las relaciones políticas iniciada en la década de los setenta, al
tiempo que trataba de canalizar parte de la indignación popular que había estallado en diciembre
de 2001, pero ahora en clave de admonición moral no-política. Su tendencia se dirigió a
despolitizar los movimientos de protesta que entonces surgieron. La matriz de interpelación
permitió instalar la exigencia de rendición de cuentas a las autoridades de distintos niveles, y
particularmente la demanda de reforma de la justicia. En ese punto parecieron concretarse las
recomendaciones de los organismos internacionales: el "triálogo" Estado-empresa-sociedad civil.
La reconfiguración de la estrategia biopolítica de empoderar a las poblaciones para exigir
rendición de cuentas no tuvo un autor, la contingencia de los hechos la revitalizó. Ella fue
paralela al debilitamiento del lugar de la ley y de las disciplinas. Este proceso fue gestado en el
“encanallecimiento” cultural, político y empresarial que asoló a Argentina desde fines de los ’80
y que fue sostenido en varios pilares, entre ellos la muerte y la ilusión del consumo que obtura
todas las faltas. La desvalorización de la ley, a su vez, favoreció la desestructuración de las
instituciones tradicionales.

La estrategia de rendición de cuentas tuvo efectos diversos. Desde una perspectiva política
mostró a una parte de la ciudadanía reclamando por sus derechos. De ese modo, la apatía de los
años noventa parece haber dejado lugar a una más activa participación. No obstante, ella gestó
también la reforma del Código Penal, el endurecimiento de penas, el abandono del Código de
Convivencia de la ciudad de Buenos Aires y la vuelta a la figura de la contravención, el comienzo
de la implantación de juicios por jurados, y la vinculación efectiva con empresas y
organizaciones internacionales que tienen como núcleo la “seguridad”. La subsunción del
Derecho a la ideología de la seguridad fue su más fuerte consecuencia, aunque ella no siempre es
visible.
La táctica de exigencia de rendición de cuentas a la ciudadanía muestran un movimiento
acorde con las recomendaciones de organismos internacionales, que valorizan la democracia
denominada de “ciudadanía”, basada en mecanismos verticales de participación. Sin embargo, el
proceso muestra resultados ambivalentes, pues si bien permite a ciertos grupos manifestar sus
justos reclamos, al mismo tiempo las organizaciones de la sociedad civil más poderosas con
mayor llegada a los medios manifiestan una tendencia antidemocrática: la violencia exacerbada
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de algunos reclamos, la dudosa y veloz resolución de situaciones que ponen en entredicho el


mecanismo del voto popular y las funciones del Parlamento, el ataque a miembros de
organizaciones de derechos humanos, y a personas que han probado con su trayectoria ser fieles
defensores de la justicia, la colonización del dolor de las poblaciones con fines electorales, la
manipulación de los medios de comunicación, y el ocultamiento de procesos económicos ilegales.
Todo ello genera inseguridad y así el círculo se retroalimenta.

La construcción del afuera en la sociedad de la inseguridad


En este punto el liberalismo vuelve a mostrar el núcleo de su estrategia: se trata de sostener
la necesidad de ser “realistas”, de atenerse a lo dado y actuar sobre la presunta naturaleza de las
cosas abandonando cualquier ilusorio principio. Si la inseguridad aumenta ella es presentada
como el efecto ineludible de una también ineludible situación. Se trata del hecho de que la
desigualdad y la pobreza son ahora presentadas como parte de la estructura ontológica de la
humanidad. De modo que si ellas crecen desmedidamente, entonces es esperable un cierto
aumento del margen de violencia. El “exceso”, la desmesurada desigualdad, pertenece a la
naturaleza de las cosas y es por ende la raíz inevitable de la inseguridad.
El tratamiento de la inseguridad como un “significante flotante”, que expresa en su
multivocidad la profunda incertidumbre antropológica que afecta a los latinoamericanos por
razones bien diversas, se constituye en condición de posibilidad para interpelar a las poblaciones
a fin de constituir nuevas relaciones políticas. La utilización de ese significante se articula en una
estrategia biopolítica compleja que no tiene un “autor” que la dirija, pero que tiene diversos
actores con gran peso en las relaciones de fuerza, en especial los medios de comunicación, que
interpelan desde ese lugar de incertidumbre que reenvía de modo inconsciente a la indefensión
primaria del sujeto humano que resignifica la muerte. Desde allí se interpela ideológicamente a la
sociedad civil a fin de que se organice en grupos para reclamar al Estado por problemas concretos
y particulares.
El proceso requiere de la construcción de un afuera como el lugar de la amenaza. En este
punto, el lugar de las instituciones y la organización social es fundamental. En la medida en que
ellas radicalizan la presencia de la muerte como una ecuación insoslayable y no ofrecen
posibilidad de tramitar los duelos, la acción de una amenaza imaginaria es mucho más fácil de
aceptar.
En todo este proceso, la otredad peligrosa se encarna en diversas figuras. Pero sus
destinatarios en diversos lugares de AL parecen ser los niños mendigos, los desocupados, los que
ejercen trabajos que lindan con lo ilegal, los vendedores ambulantes, las prostitutas, los travestis.
Tres espacios emergen como el núcleo que genera y cobija a los criminales: las familias
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descarriadas, los espacios donde habitan los pobres, y las cárceles. Tras ellos, todos los
carenciados que buscan modos diversos de sobrevivir se transformaron en potencialmente
peligrosos. Se trata del antiguo discurso acerca de los “pobres malos”, aquellos que cultivan el
delito en el ocio voluntario.
La “corrupción” toma un lugar central en la construcción del afuera. Es ella la que cobija a
los “pobres malos”. De ese modo el discurso construye un afuera, lo Otro no claramente
delimitado: los “malos”, y un adentro, lo Mismo, también difuso conformado por los “decentes”.
En ese espectro de ambigüedad constante se sostiene la inseguridad con toda fuerza, ya que el
lugar de “lo Otro” y el de “lo Mismo” puede ser ocupado alternativamente por cualquiera, incluso
por personajes contrapuestos. Se construye así la sospecha y el conflicto, que son considerados
por los organismos internacionales dos elementos centrales en la exigencia de rendición de
cuentas. En AL, hoy cualquiera puede caer en la desocupación, o ser un padre que no se ocupe de
sus hijos o un político corrupto, o un militante peligroso.

El cuadrilátero ley-disciplina- marginalidad biopolítica

En este contexto el cuadrilátero de la seguridad cambió de matices. La ley fue perdiendo todo
carácter de universalidad y se tiende a una reforma jurídica que propugne su flexibilidad, su
capacidad de adaptación a los casos diversos, ello ocurre en un contexto en el que el mercado
ilegal supera con creces al legal y requiere por ende flexibilidad normativa. La creciente
marginalización de la población tiene al menos dos efectos: por un lado provee mano de obra al
capital ilegal y por otra destituye esas identidades capaces de responder disciplinadamente a los
embates del opresor. Esto supone en tercer lugar un reflujo de las disciplinas, con la consiguiente
caída de la ley moral universal y la reducción del ámbito de lo moral al cuidado de sí y de los
íntimos, el mundo de las dietas y la autoayuda reemplaza a las tareas colectivas. Paralelamente la
profusión de los dispositivos de seguridad de carácter bipolítico tienden a monitorear áreas de
mayor o menor grado de riesgo grupal. Ya no interesa detectar individuos peligrosos, sino
controlar áreas en las que pueden actuar grupos de mayor o menor grado de peligrosidad sobre
los que se actuará sólo en caso de peligro para los centros neurálgicos de poder. Entre tanto las
reyertas entre vecinos o la delincuencia menor es tolerada y hasta alentada. Ella mantiene a una
sociedad en perpetuo riesgo y por ende en constante reclamo de mayor “seguridad”. Como
consecuencia de ello el accionar de mano dura aparec como la respuesta a un “legítimo reclamo”
de quienes se sienten afectados por la falta de seguridad.
En esta clave, las marchas de vecinos solicitando “seguridad” en Buenos Aires han tenido
como complemento inseparable la estructuración de normativas (el Código Contravencional de
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Buenos Aires sancionado en el año 2004 y puesto en ejecución a comienzos de 2005) y cuerpos
especiales destinados a expulsar de manera violenta de los espacios públicos de la ciudad a los
miles de trabajadores desocupados y sin techo, que en muchos casos sólo sobreviven gracias al
“cartoneo” (recolección y venta, por pocos centavos, de ciertos materiales recicables).
Efectivamente, durante el año 2008, el titular del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
Mauricio Macri, por decreto 1232/08, el 21 de octubre de 2008, creó la llamada Unidad de
Control del Espacio Público (UCEP), con el objetivo de “mantener el espacio público libre de
usurpadores y colaborar en mantener el orden”. La UCEP, es considerada por diversos analistas
como un verdadero “grupo de tareas”, que con métodos de carácter aramilitar se encarga de
realizar desalojos compulsivos de indigentes que viven en plazas, parques, calles y edificios de la
ciudad. Las acciones son realizadas por corpulentos hombres vestidos de negro que irrumpen a
altas horas de la madrugada, operan en la obscuridad nocturna y llegan siempre antes que la
policía y el juez, violentando edificios o golpeando sin piedad a habitantes de calles y plazas. Los
miembros de este grupo especial serían según diversas versiones, miembros o ex- miembros de
“barras bravas” que operan en el ámbito del football, a quienes se vio actuar en las marchas que
surgieron tras la muerte de 194 personas a causa del incendio del boliche llamado “Cromañón” en
2004, proceso que culminó con la destitución del entonces intendente de la ciudad de Buenos
Aires y con el triunfo del partido del actual Jefe Comunal.
En este punto es menester reflexionar acerca de cómo, los mecanismos de resistencia que
los pueblos latinoamericanos desarrollaron durante largo tiempo intentan ser colonizados y
resignificados por estrategias que vienen precisamente a sostener los fenómenos que han causado
esas heridas. Esta colonización trata de construir –más allá de las intenciones conscientes de las
víctimas– formas nuevas de criminalización de los pobres y los marginados del mercado. Esa
colonización intenta también estructurar una vigilancia generalizada en la que el otro es siempre
un ser del cual es preciso desconfiar. Paralelamente oculta la contracara inseparable del capital
legal: las transacciones ilegales, verdaderas fuentes de la riqueza en esta etapa de la historia del
capitalismo. No obstante, el poder nunca es monolítico, y sus estrategias son resignificadas.

Ninguna estrategia genera un efecto unívoco. En este punto, los poderes han colonizado
viejas formas de lucha de los latinoamericanos, pero con ello también las han impulsado, y nadie
puede afirmar si el resultado será la paz de los cementerios, o el bullicioso reír de las alamedas.

Fuentes citadas

Banco Mundial 2002 Empoderar a los Pobres Promover la Rendición De Cuentas. En Oficina
Regional del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. Marco y Estrategia Regionales
para el Trabajo con La Sociedad Civil (Washington D.C.)http:/www.bancomundial.org/
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Banco Mundial, 2004 Desigualdad en América Latina y el Caribe: ruptura con la historia?
(Washington D.C.) www.worldbank.org

Bunge, Carlos Octavio, El Derecho (Ensayo sobre una teoría integral), Tomo II, Cuarta Edición,
Librería Jurídica y Casa Editora de Valerio Abeledo, Buenos Aires, 1916.

Municipalidad de Buenos Aires, Censo de la Capital Federal del 18 de Septiembre de 1904.

Municipalidad de Buenos Aires, Censo general de población, edificación, comercio e industrias de la


ciudad de Buenos Aires. Capital de la República Argentina. Levantado en los días 17 de Agosto, 15 y 30
de Setiembre de 1887. Bajo la administración del Dr. Don Antonio F. Crespo., Buenos Aires, Compañia
Sud-Americana de Billetes de Banco, 1889.

Murillo, Susana 2001 Tesis de maestría La ciencia aplicada a políticas sanitarias en Argentina
y su relación con la escuela de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
( 1869- 1905).

República Argentina, Primer Censo nacional. 1869, Buenos Aires, 1872.

World Bank 1979 Structural Change and Human Development en <www.worldbank.org>

World Bank 1978 Prospects for Growth and Alleviation of Poverty en <www.worldbank.org>

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