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Selección de textos de Protágoras

Selección por prof. Claudio Lassevich

Atención: es bueno saber que de Protágoras, así como de otros intelectuales


antiguos, no conservamos las llamadas fuentes primarias, es decir obras o
documentos de su propia autoría, que nos permitan conocer de primera mano
su pensamiento. Por lo tanto seleccionamos textos de fuentes secundarias,
otros intelectuales que nos dicen qué opinó Protágoras, preferentemente
cercanos a su época, que nos dan una idea de sus opiniones, y que en este caso
estimamos válidas por ser lo más cercano disponible.

Sobre su concepción religiosa


En otro lugar empezó de este modo: “De los dioses no sabré decir si los hay o
no los hay, pues son muchas las cosas que prohíben el saberlo, ya la obscuridad
del asunto, ya la brevedad de la vida del hombre.” Por este principio lo
desterraron los Atenienses, y sus libros fueron recogidos de manos de quienes
lo poseían, y quemados en el foro a voz de pregonero.”
Diógenes Laercio. Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.
Buenos Aires, Perlado, 1940; p. 466.

Sobre la disputa con Evatlo


Pactó Protágoras con su discípulo Evatlo de enseñarle la oratoria forense por
cierta paga, con la condición de que el discípulo daría de entrada la mitad de
aquel tanto, y la otra mitad luego que defendiese algún pleito y lo ganase.
Como se pasase mucho tiempo sin verificarse la condición pactada, pidió
Protágoras el resto de la deuda; a que Evatlo satisfizo diciendo que todavía no
había ganado ni orado causa alguna. Pero no se aquietó Protágoras, antes le
puso pleito sobre ello; y hallándose ambos ante los jueces, dijo Protágoras:
-Sábete, oh necio joven, que de cualquier modo que este pleito salga, debes
pagarme; pues si te condenan a ello, me habrás de pagar por sentencia; y si te
libran, me pagarás por nuestro pacto.- A esto respondió Evatlo: -Sabed también
vos, oh sabio maestro, que por todo lo mismo no debo yo pagaros; pues si los
jueces me absuelven, quedo libre por sentencia; y si pierdo el pleito, lo quedo
por nuestro pacto.- En esta duda no se atrevió el tribunal a resolver por
entonces.
Gelio, Libro V, cap. 10. en Diogenes Laercio; Idem.; pp. 469-470.

Sobre la concepción de la realidad de Protágoras


Dice Protágoras que la materia es fluyente, pero, a medida que fluye, las
adiciones compensan las pérdidas, y que las sensaciones se transforman y
cambian en relación con la edad y con las demás disposiciones del cuerpo.
Dice también que el fundamento de todo fenómeno subyace en la materia, de
manera que ésta se manifiesta a todos y cada uno de los hombres como es en
sí misma, mas éstos perciben una u otra representación según sus diferencias
individuales. Así, un hombre que está en condiciones normales percibe, entre
las manifestaciones fenoménicas inherentes a la materia, las que están
predispuestas a aparecer a los individuos normales; y, por el contrario, un
individuo anormal percibirá las correspondientes a los anormales. E igual
razonamiento puede hacerse con respecto a la edad, y según si se está dormido
o despierto y, en fin, según toda especie de disposición.
Según él, por tanto, acontece que el hombre es la norma de lo real. En efecto,
todo lo que se manifiesta a los hombres, también es, y lo que no se manifiesta a
ningún hombre, no es.
Sexto Empírico. Hipotiposis pirrónicas. Libro I; citado en Protágoras – Gorgias.
Fragmentos y testimonios. Buenos Aires, Orbis, 1980; pp. 51-52.

Teoría del conocimiento y concepción de la verdad. Homo mensura


… afirma [Protágoras] que todas las representaciones y opiniones son
verdaderas, y que la verdad es relativa, porque todo lo que es objeto de
representación o de opinión para uno, inmediatamente “es” para él y por esto
comienza sus “Discursos destructores” proclamando: “El hombre es medida de
todas las cosas, de las que son, en cuanto que son, y de las que no son, en
cuanto que no son.”
Sexto Empírico; Contra matemáticos, Libro VII; en Idem. p. 52.

Consecuencias políticas de su teoría del conocimiento


Yo no digo que no existan la sabiduría y el sabio, pero sí mantengo que es sabio
el que de nosotros, pareciéndole y siendo para él una cosa mala, consiga,
produciendo una conversión, que parezca y sea buena. Recordad lo que se
decía anteriormente, que al enfermo le parece amargo y, por tanto, lo es, todo
lo que come, mientras que para el hombre sano es y parece lo contrario. Y no
se debe, ni sería posible, considerar a ninguno de los dos más sabio, ni acusar
al enfermo de ser ignorante por mantener tal opinión, o afirmar que el que goza
de salud es sabio por sostener la suya, sino que se ha de producir una
conversión hacia la disposición contraria, pues es la mejor. (…) Ahora bien, el
médico origina esta conversión gracias a los medicamentos, el sofista con sus
discursos (…)
De igual manera, los buenos y sabios oradores hacen que las cosas
convenientes al Estado parezcan justas, frente a las que son perniciosas. Pues
lo que a cada Estado le parece justo y bello, efectivamente lo es para él,
mientras que tenga el poder de legislar. Y el sabio hace que las normas
estatales parezcan y sean convenientes a cada ciudadano en lugar de
perniciosas para los mismos.
(…)
Sobre lo justo y lo injusto, lo santo y lo no santo, estoy dispuesto a sostener con
toda firmeza que, por naturaleza, no hay nada que lo sea esencialmente, sino
que es el parecer de la colectividad el que se hace verdadero cuando se
formula y todo el tiempo que dura ese parecer.
En boca de Protágoras - Platón, Teetetos; en Idem. pp. 53-54.

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