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Claudio Lassevich
DESCARTES
Transcripto de Juan Manuel Navarro Cordón y Tomás Calvo Martínez; Historia de la filosofía;
Madrid, Anaya, 1983.
En la primera de sus Reglas para la dirección del espíritu afirma Intuición y deducción
Descartes: “Todas las diversas ciencias no son otra cosa que la sabiduría
humana, la cual permanece una e idéntica, aun cuando se aplique a A partir de este momento
objetos diversos, y no recibe de ellos más distinción que la que la luz del puede ser ya dudoso por qué
sol recibe de los diversos objetos que ilumina.” Las distintas ciencias y además de la intuición hemos
los distintos saberes son, pues, manifestaciones de un saber único. añadido aquí otro modo de
Esta concepción unitaria del saber proviene, en último término, de conocer; el que tiene lugar por
una concepción unitaria de la razón. La sabiduría (bona mens) es única deducción: por la cual
porque la razón es única: la razón que distingue lo verdadero de lo falso, entendemos, todo aquello que
se sigue necesariamente de
lo conveniente de lo inconveniente, la razón que se aplica al
otras cosas conocidas con
conocimiento teórico de la verdad y al ordenamiento práctico de la certeza. Pero hubo de hacerse
conducta, es una y la misma. así porque muchas cosas se
conocen con certeza, aunque
b) La estructura de la razón y el método. ellas mismas no sean evidentes,
Puesto que la razón, la inteligencia, es única, interesa tan sólo con que sean
primordialmente conocer cuál es su estructura, su funcionamiento deducidas, a partir de principios
propios, a fin de que sea posible aplicarla correctamente y de este modo verdaderos conocidos, mediante
alcanzar conocimientos verdaderos y provechosos. un movimiento continuo e
Dos son, a juicio de Descartes, los modos de conocimiento: la ininterrumpido del pensamiento
que intuye con transparencia
intuición y la deducción. La intuición es una especie de “luz natural”,
cada cosa en particular… Así
de “instinto natural” que tiene por objeto las naturalezas simples: por pues, distinguimos aquí la
medio de ella captamos inmediatamente conceptos simples emanados de intuición de la mente de la
la razón misma, sin que quede posibilidad alguna de duda o error. La deducción en que ésta es
intuición es definida por Descartes del siguiente modo (Regla III): “Un concebida como un movimiento
concepto de la mente pura y atenta, tan fácil y distinto que no queda duda o sucesión, pero no ocurre de
ninguna sobre lo que pensamos, es decir, un concepto no dudoso de la igual modo con aquella: y
mente pura y atenta que nace de la sola luz de la razón, y es más cierto además, porque para ésta no es
que la deducción misma.” necesaria una evidencia actual,
Todo el conocimiento intelectual se despliega a partir de la intuición como para la intuición, sino que
más bien recibe en cierto modo
de naturalezas simples. En efecto, entre unas naturalezas simples y otras,
de la memoria su certeza. De lo
entre unas intuiciones y otras, aparecen conexiones que la inteligencia cual resulta poder afirmarse que
descubre y recorre por medio de la deducción. La deducción, por más aquéllas proposiciones que se
que se prolongue en largas cadenas de razonamientos, no es, en último siguen inmediatamente de los
término sino una intuición sucesiva de las naturalezas simples y de las primeros principios, bajo
conexiones entre ellas. diversa consideración, son
Puesto que la intuición y la deducción constituyen el dinamismo conocidas tanto por intuición
interno, la dinámica específica del conocimiento, ésta ha de aplicarse en como por deducción; pero los
un doble proceso o movimiento: 1) en primer lugar, un proceso de primeros principios mismos
análisis hasta llegar a los elementos simples, a las naturalezas simples. sólo por intuición, mientras que
2) en segundo lugar, un proceso de síntesis, de reconstrucción deductiva las conclusiones remotas no lo
son sino por deducción.
de lo complejo a partir de lo simple. A uno y otro momento ser refieren
respectivamente las reglas segunda y tercera del Discurso del método: Descartes, Reglas para la
“Dividir cada una de las dificultades en tantas partes como sea posible y dirección del espíritu, regla III.
necesario para resolverlas mejor (regla segunda del Discurso del
método).” Y “conducir por orden mis pensamientos comenzando por los
objetos más simples y fáciles de conocer, para subir poco a poco, por
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construidas a partir de otras, ¿cuál es su origen? La única contestación posible es que el pensamiento las
posee en sí mismo, es decir, son innatas. (Henos aquí ya ante la afirmación fundamental del racionalismo
de que las ideas primitivas a partir de las cuales se ha de construir el edificio de nuestros conocimientos son
innatas.) Ideas innatas son, por ejemplo, las ideas de “pensamiento” y la de “existencia”, que ni son
construidas por mí ni proceden de la experiencia externa alguna, sino que me las encuentro en la percepción
misma del “pienso, luego existo”.
La substancia
D. La existencia de Dios y del mundo.
Toda cosa en la cual,
como en su sujeto, está Entre las ideas innatas, Descartes descubre la idea de infinito, que se
insito algo, o sea, por la apresura a identificar con la idea de Dios (Dios = infinito). Con argumentos
cual existe algo que convincentes demuestra Descartes que la idea de Dios no es adventicia (y no
concebimos, es decir, lo es, evidentemente, ya que no poseemos experiencia directa de Dios) y con
alguna propiedad, cualidad argumentos menos convincentes se esfuerza en demostrar que tampoco es
o atributo del que tenemos ficticia (tradicionalmente se ha mantenido que la idea de infinito proviene, por
en nosotros una idea real,
negación de los límites, de la idea de lo finito; Descartes invierte esta relación
es llamada substancia.
Pues la sola idea precisa de afirmando que la noción de finitud, de limitación, presupone la idea de
substancia que tenemos es infinitud: ésta no deriva, pues, de aquélla; no es facticia).
la de que se trata de una Una vez establecido por Descartes que la idea de Dios –como ser infinito- es
cosa en la cual existe innata, el camino de la deducción queda definitivamente expedito:
formalmente o
eminentemente lo que La existencia de Dios es demostrada a partir de la idea de Dios: Entre los
concebimos, o sea, lo que argumentos utilizados por Descartes merecen destacarse dos, en primer lugar,
está objetivamente en el argumento ontológico, al que ya nos hemos referido en el capítulo tercero,
alguna de nuestras ideas, al ocuparnos de San Anselmo; en segundo lugar un argumento basado en la
pues la luz natural nos
causalidad aplicada a la idea de Dios. Este argumento parte de la realidad
enseña que la nada no
puede tener atributo alguno
objetiva de las ideas a que hemos hecho referencia en el apartado anterior y
real. puede formularse así: la realidad objetiva de las ideas requiere una causa que
La substancia en que posea tal realidad en sí misma, no sólo de un modo objetivo, sino de un modo
está inmediatamente insito formal o eminente” (respuestas segundas), es decir, la idea como realidad
el pensamiento es llamada objetiva requiere una causa real proporcionada; luego la idea de un ser Infinito
aquí espíritu. Con todo, tal requiere una causa Infinita; luego ha sido causada en mi por un ser Infinito;
nombre es equívoco, dado luego el ser Infinito existe.
que a veces se le atribuye
al viento o a licores muy La existencia del mundo es demostrada a partir de la existencia de Dios:
sutiles; pero no encuentro puesto que Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir
otro mejor.
que me engañe al creer que el mundo existe, luego el mundo existe.
La substancia que es
sujeto inmediato de la Dios aparece así como garantía de que a mis ideas corresponde un mundo,
extensión, y de los una realidad extramental. Conviene, sin embargo, señalar que Dios no
accidentes que presuponen garantiza que a todas mis ideas corresponda una realidad extramental.
extensión, como la figura, Descartes (como Galileo, como toda la ciencia moderna) niega que existan las
la situación, el movimiento cualidades secundarias, a pesar de que tenemos las ideas de los colores, los
local, etc., se llama cuerpo. sonidos, etc. Dios solamente garantiza la existencia de un mundo constituido
Luego se indagará si la exclusivamente por la extensión y el movimiento (cualidades primarias). A
substancia llamada espíritu partir de estas ideas de extensión y movimiento puede, según Descartes,
es la misma que llamamos deducirse la física, las leyes generales del movimiento, y Descartes intenta
cuerpo, o bien si se trata de
realizar esta deducción. Aplazamos una consideración más detenida de la
dos sustancias diversas y
separadas.
interpretación cartesiana del mundo hasta el capítulo décimo, epígrafe II, bajo
Llamamos Dios la el título “La máquina cartesiana del mundo”.
substancia que entendemos
supremamente perfecta, y E. La estructura de la realidad: las tres sustancias
en la cual nada concebimos
que incluya defecto alguno, De lo anteriormente expuesto se comprende fácilmente que Descartes
o limitación de la distingue tres esferas o ámbitos de la realidad: Dios o sustancia infinita, el yo
perfección.
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El objetivo último del pensamiento de Descartes al afirmar que alma y cuerpo, pensamiento y extensión,
constituyen sustancias distintas, es salvaguardar la autonomía del alma respecto de la materia. La ciencia
clásica (cuya concepción de la materia comparte Descartes) imponía una concepción mecanicista y
determinista del mundo material, en el cual no queda lugar alguno para la libertad. La libertad material, en el
cual no queda lugar alguno para la libertad. La libertad –y con ella el conjunto de los valores espirituales
defendidos por Descartes- solamente podía salvaguardarse sustrayendo el alma del mundo de la necesidad
mecanicista y esto, a su vez, exigía situarla como una esfera de la realidad autónoma e independiente de la
materia. Esta independencia del alma y el cuerpo es la idea central aportada por el concepto cartesiano de
sustancia.
La autonomía del alma respecto de la materia se justifica, por lo demás, en la claridad y distinción con
que el entendimiento percibe la independencia de ambas: “puesto que, por un parte, poseo una idea clara y
distinta de mi mismo en tanto que soy una cosa que piensa e inextensa, y, de otra parte, poseo una idea
distinta del cuerpo en tanto que es solamente una cosa extensa y que no piensa, es evidente que yo soy
distinto de mi cuerpo y que puedo existir sin él”. (Meditaciones).
…
Pues bien, si del hecho de poder yo sacar de mi pensamiento la idea de una cosa, se sigue que todo cuanto
percibo clara y distintamente que pertenece a dicha cosa, le pertenece en efecto, ¿no puedo extraer de ahí un
argumento que pruebe la existencia de Dios? Ciertamente, yo hallo en mí su idea -es decir, la idea de un ser
sumamente perfecto-, no menos que hallo la de cualquier figura o número [...] Y, por tanto, [...] yo debería
tener la existencia de Dios por algo tan cierto, como hasta aquí he considerado las verdades de las
matemáticas, que no atañen sino a números y figuras; aunque, en verdad, ello no parezca al principio del
todo patente, presentando más bien una apariencia de sofisma. Pues, teniendo por costumbre, en todas las
demás cosas, distinguir entre la existencia y la esencia, me persuado fácilmente de que la existencia de Dios
puede separarse de su esencia, y que, de este modo, puede concebirse a Dios como no existiendo
actualmente. Pero, sin embargo, pensando en ello con más atención, hallo que la existencia y la esencia de
Dios son tan separables como la esencia de un triángulo rectilíneo y el hecho de que sus tres ángulos valgan
dos rectos, o la idea de montaña y la de valle; de suerte que no repugna menos concebir un Dios (es decir, un
ser sumamente perfecto) al que le falte la existencia (es decir, al que le falte una perfección), de lo que
repugna concebir una montaña a la que le falte el valle.
Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, Meditación quinta (Alfaguara, Madrid 1977, p. 55)